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EL MOVIMIENTO DE TUS MANOS

El ademán sirve para subrayar una idea que se dice. De la misma manera
que en un escrito se subraya algo importante para que se fije en la
memoria, el ademán subraya una idea con la misma finalidad: fijarla mejor
en la memoria de los oyentes.

Los ademanes deben ser naturales. Los ademanes pueden ser elegantes
y casi perfectos o pueden ser grotescos y ridículos. Todo depende de la
naturalidad con la que se les maneje. No deben ser grotescos ni
exagerados; tampoco tan refinados que parezca el orador un declamador o
un actor, de tan estudiados que sean sus ademanes.

Los ademanes se estudian y se preparan a la par que se prepara el


discurso, pero no tanto que pierdan su espontaneidad. Desde luego, el
nerviosismo y la presión del público influyen mucho en el manejo de las
manos. En realidad, son los ademanes y los gestos del rostro, los
elementos más vulnerables para los nervios. Ahí es donde se nota más el
nerviosismo. Lo más común, para el que empieza, es que sujete una se
sus manos con la otra y las ponga, así sujetas, adelante o atrás.

Dicen los estudiosos del lenguaje corporal, que las manos sujetas a la
altura de la pelvis, mandan un mensaje corporal de inseguridad, pues
inconscientemente se está protegiendo la parte externa más vulnerable del
cuerpo humano. Los brazos cruzados a la altura del pecho, se interpretan
igual. Claro que esto debe analizarse e interpretarse en el contexto
adecuado, pues una persona que esté padeciendo mucho frío, cruzará los
brazos, pero no por inseguridad, sino porque tiene frío; pero en un
contexto como el que se analiza, en el que la persona pasa a hablar frente
a un público, lo más probable es que ese público le dé a dicho ademán, la
interpretación de inseguridad. No importa que el público no haya estudiado
nunca lenguaje corporal pues, al tratarse de un lenguaje universal,
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inconscientemente el público lo está interpretando todo el tiempo.

El gesto de tomarse una mano con la otra, sea que éstas se pongan
adelante, sea que se pongan atrás le permite, a la persona que así lo hace
frente a un público, revivir la sensación de seguridad emocional que
experimentaba cuando era niño y sus padres lo llevaban de la mano en
situaciones de temor.

Por otra parte, cuando una mano sujeta la otra muñeca o el otro brazo,
atrás, el gesto se puede interpretar como una señal de frustración o un
intento de autocontrolarse. En este último caso una mano toma la otra
muñeca o el brazo para evitar, simbólicamente, que con ese brazo se dé
un golpe a alguien.

Todos los mensajes corporales involuntarios distorsionan al discurso y lo


pueden hacer fracasar. Un discurso tendrá éxito cuando hay una
congruencia completa entre el mensaje verbal y el mensaje corporal,
cuando el mensaje corporal contribuye a reafirmar y sustentar
indudablemente todo lo que están diciendo las palabras.

Por lo pronto, para el orador que comienza, ésta es la regla referente a los
ademanes: no sujetarse las manos una con otra, aun cuando se sienta
inseguro, como todos nos sentimos las primeras veces y de vez en
cuando.

Al principio, cuando todavía no se sabe qué hacer con las manos, se


deben tratar de disminuir al mínimo posible las expresiones no verbales
equivocadas, disminución que se logra mediante la colocación de las
manos a los costados del cuerpo, en una caída natural, para que a partir
de esta posición puedan ir saliendo poco a poco los ademanes de una
manera también natural.

Se debe evitar llevar cualquier objeto (plumas, llaves, papeles, etc.) en las
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manos que no tengan una utilidad concreta en la exposición pues, aparte
de que los objetos nos dificultan el manejo de los ademanes, todo lo que
llevemos en las manos le llamará la atención al público y, en menor o
mayor grado (según el objeto que se trate), lo distraerá.

Para ir “soltando” los ademanes se recomienda que cuando se haya


preparado el discurso y se tengan ya aprendidas las ideas que lo
componen, en alguno de los ensayos se pronuncie frente a un espejo, pero
en silencio, expresando las ideas solamente con las manos y con los
gestos, como si el orador tuviera que darse a entender sin el recurso de la
voz.

© Tutorial de Oratoria basado en las obras de Alexei León.

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