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“Retorno al modelo económico estatista”

Grupo N°12

Integrantes del grupo:


Botello Suxo Cristhian Ismael
Price Gutiérrez José María
Villa Jemio María Isabel

Ciencias Sociales, Unidad Educativa “Cosantri”

Sexto De Secundaria

Prof. Edwin Quenta Clares

5 de agosto de 2021
Antecedentes:
Entre 1996 y 2005 estuvo en vigencia un régimen que aceptaba que las compañías
internacionales concesionarias fueran dueñas de la producción de hidrocarburos y que pudieran
disponer de ella a cambio del pago de determinadas regalías e impuestos. Este régimen
contrastaba con la legislación anterior la cual establecía que los concesionarios de hidrocarburos
entregaran al Estado toda su producción a cambio de una retribución por sus gastos de extracción
y poutilidades.
La libertad de acción de las compañías no era, por supuesto, absoluta. Pero en la práctica el
Estado tenía muchas dificultades para limitar su autonomía, justamente porque había dejado de
manejar directamente los hidrocarburos.
Como primer capítulo de la nacionalización del petróleo a la que condujeron las tumultuosas
corrientes de la política nacional, el 31 de enero el presidente Carlos Mesa abrogó el decreto
24806. Luego de esto, el MAS de Evo Morales, entonces en la oposición, exigió la anulación de
todos los contratos que se basaban en el modelo definido por este decreto.
El gobierno le respondió que esto no era posible, que los contratos eran «ley entre partes».
Aunque el Gobierno de Mesa insistió en que esta pregunta se refería exclusivamente al régimen
de propiedad que se construiría después del referéndum y no afectaría a los contratos ya
firmados, a lo largo de la campaña por el «sí» tuvo que variar de posición, debido a las presiones
sociales y a la lógica de la propia pregunta. Comenzó a hablar de «renegociar» los contratos
vigentes y de que las petroleras tendrían que «migrar» de un régimen a otro, lo quisieran o no.
Análisis:
Después del referéndum, el Gobierno presentó un proyecto de nueva ley de hidrocarburos que
obligaba a las petroleras a cambiar de contratos por mandato de la ley, en plazo de 180 días, con
lo que se consumaría la nacionalización de los hidrocarburos ya extraídos o «en boca de pozo».
Las empresas debían aceptar contratos de «producción compartida», es decir, de operación, como
los de antes de la ley 1689.
Sin embargo, éste debía retribuir el trabajo técnico de aquellas y reconocerles las inversiones
realizadas.
Durante el debate de esta ley el meollo fue determinar cuánto debía tocarle a cada uno. Para el
gobierno de Mesa debía ser 18% de regalías y, además, un «impuesto directo a los
hidrocarburos» variable por tipo de hidrocarburo, tipo de campo, precio y volumen, que sería
deducible del impuesto a las utilidades, y que podría llegar, en los campos más grandes y en
quince años, a completar la recaudación necesaria para llegar al 50% de la producción como
participación estatal por la que votó la población en el ya mencionado referéndum. Para el MAS
debía ser directamente el 50%, con un impuesto a los hidrocarburos de 32%, invariable,
eliminado la distinción entre campos y entre tipos de hidrocarburos. Esta fue la posición que
finalmente se impuso.
Sobre la base de la ley descrita, Evo Morales, pocos meses después de asumir el poder, consumó
la nacionalización del gas mediante un decreto que se llamó «Héroes del Chaco». Previamente, el
ejército tomó los campos petroleros, las instalaciones de refinación y transporte, e incluso las
estaciones de servicio. Luego, se pronunció a favor de ella, pero «sin expropiaciones».
Finalmente, alentado por los resultados electorales de 2005, llevó a cabo una nacionalización más
radical de la que prometió, pues cambió los contratos y además incluyó expropiaciones.
Esto, sumado a la forma en que se impuso el nuevo orden petrolero, con militares y gritos,
produjo una caída importante de las inversiones en exploración, que se arrastra hasta el presente.
En todo caso la firmeza del Gobierno logró que las empresas, que en los años anteriores habían
prometido dar una batalla sin cuartel en caso de que se disminuyera sus derechos, arriaran
silenciosa y casi vergonzantemente sus banderas.
Todas aceptaron la nacionalización, ninguna se marchó del país, todas volvieron a firmar
contratos según las nuevas condiciones que les impusieron.
El modus operandi petrolero es ahora el siguiente: la producción se divide en tres partes: el 50%
es retenido por el Estado en calidad de regalías e impuestos. De la mitad restante, una parte se
devuelve a las empresas privadas para compensar sus inversiones, los gastos de operación en los
que incurran y los impuestos a las ventas que paguen. Los nuevos contratos mejoran el
goverment take a más o menos el 65% de la producción, aunque con una tendencia decreciente,
conforme se producen más inversiones que retribuir. Sin embargo, hay que aclarar que, por el
aumento de los precios, los valores de exportación de uno y otro tiempo son muy distintos.
En el último lustro, por el boom de los precios, las exportaciones de gas, minerales y otros
productos han llegado hasta a 12.000 millones de dólares anuales, cambiando la dimensión de la
economía nacional, que pasó de un PIB de ocho mil millones de dólares en 2005, a otro de 30 mil
millones en 2014.
El baño de liquidez puso las reservas internacionales en alrededor de la mitad del PIB, un nivel
nunca antes visto. El crédito bancario pasó de 2.300 millones en 2005 a 12.000 millones de
dólares en 2013, lo que ha impulsado el crecimiento de la construcción y otros emprendimientos
«no transables».
El resultado para la gente de estos cambios ha sido un aumento del consumo interno, que se ha
convertido en el principal componente del crecimiento del producto y ha disminuido la pobreza
extrema del 40% de la población en que estaba en 2002 a 21% en 2012.
El «Fondo de Capitalización Colectiva» era un fideicomiso destinado al pago del Bonosol para
las personas mayores de 65 años. Apropiándose de él, el Estado obtuvo entre el 47,2 y el 49,9%
del patrimonio de las empresas petroleras, pero también de telecomunicaciones, generación
eléctrica y ferrocarriles. Pero esto no le daba la administración de las mismas. Esto dio al traspaso
un precio mayor que el pensado inicialmente por el gobierno.
Con este proceso, el Estado pasó de producir el 7% del PIB, como hacía en 2005, a producir más
del 35% en 2013.
Las utilidades de las empresas han continuado financiando parte de la renta de vejez, en la que se
gasta aproximadamente 250 millones de dólares al año. El antiguo Bonosol ahora se llama "Renta
Dignidad", se paga desde los 60 años y conserva el mismo monto para los jubilados, pero subió a
2.400 Bs para los que no reciben pensiones. Además de este bono, se ha creado otros que sirven
para repartir en efectivo a la gente la renta petrolera del país.
Como hemos visto a lo largo de este libro, el MAS de Evo Morales llegó al poder como resultado
de una revolución política, es decir, de un proceso insurreccional de masas que afortunadamente
el sistema democrático fue capaz de absorber y canalizar, lo que evitó que hubiera violencia, pero
igualmente eliminó de raíz a las antiguas elites dirigentes del país.
Algunos dirigentes tuvieron que exiliarse preventivamente, otros terminaron en la cárcel
acusados de corrupción.
Ganando el plebiscito de 2008, y venciendo ampliamente a las elites en retirada en el referendo
constitucional y las elecciones de 2009, el MAS obtuvo suficiente poder para establecer un nuevo
orden político, el cual se basa en la nueva Constitución y un conjunto de otras leyes, como las
que reforman el funcionamiento de las entidades de regulación económica y del órgano electoral;
y que se concreta en la erección de nuevas instituciones y el establecimiento de nuevos
procedimientos de relacionamiento entre la sociedad, los medios de comunicación, la economía y
el Estado; todo lo cual ha cambiado la mentalidad colectiva.
Los más de 1.200 millones de dólares de utilidades conseguidos por YPFB este año, y las ventas
de 4.200 millones que hizo en el mismo lapso, reflejan la importancia fundamental que tiene la
economía estatal en los ingresos del país. El papel del Estado en el gasto es todavía más
relevante, ya que la inversión pública equivale al 11% del PIB y el gasto público total, al 70%.
En general, el modelo fomenta el gasto estatal y amplía el crédito para potenciar la demanda y
dinamizar las actividades productivas: posee, entonces, una inconfundible factura keynesiana. Sin
embargo, a diferencia de la versión paradigmática, no se basa en la liberación del ahorro
acumulado en el pasado, que en Bolivia no existía, sino del boom de las exportaciones. Este es
uno de los puntos débiles del modelo, que el Gobierno no combate, porque sus consecuencias
malsanas no se manifiestan de manera inmediata. Por el contrario, la satisfacción del crecimiento
de la demanda por medio de más importaciones le permite mantener a raya la inflación, a
diferencia de lo que sucede en otros países que también se han beneficiado con el boom de las
materias primas, como Venezuela y Argentina. La redistribución de la riqueza se produce
mediante el aumento de la inversión y el gasto públicos, la entrega de dinero en efectivo, las
subvenciones a los combustibles, la electricidad, el agua potable y el seguro contra riesgos
agrícolas, y el programa de construcción de infraestructura municipal «Evo Cumple»; en
conjunto, de 2006 a 2012 el Estado destinó alrededor de 8.000 millones de dólares para proteger
y ayudar a sectores vulnerables.
El éxito del proceso desde 2009 ha significado también el éxito de esta ideología, que es la que
predomina en el país, y que puede sintetizarse en los siguientes puntos:
• El Estado es el mejor administrador de los recursos estratégicos y líder del desarrollo.
• Las rentas de los recursos naturales se deben usar para financiar los proyectos estatales
destinados a desarrollar el país y para aplicar una política económica nacionalista.
Es una política económica desarrollista, lo que entra en contradicción con los elementos
indianistas de esta misma ideología.
• El mercado y las empresas privadas, en particular las transnacionales, que por naturaleza
tienden a satisfacer la codicia de un grupo de privilegiados, sólo pueden actuar en el país bajo una
estricta regulación estatal.
• El Estado (aparato y normatividad) debe reflejar la condición real de la población boliviana, que
es corporativa y fuertemente indígena.
El vicepresidente Álvaro García Linera suele decir que «no existe un proyecto social alternativo»
al que propone el MAS. Todos ellos, si quieren hacer política realista, deben partir de estas
circunstancias; de hecho, actúan determinados por ellas. Para la oposición de derecha y
centroderecha, reconocer los méritos objetivos de algunos de los planteamientos del MAS es más
difícil que para la oposición de centro y de centroizquierda.
El MAS y su obra durante estos años han dado lugar a nuevos comportamientos políticos, tanto
de las instancias públicas como de los partidos políticos, las organizaciones sociales y los medios
de comunicación, y a un pensamiento muy diferente del que predominaba dos décadas atrás.
En 2010, la FES, conducida por Kathrein Hölscher, realizó un taller para definir la nueva
"estrategia país" de la institución. En dicha estrategia se definieron cuatro áreas de trabajo:
a. Fomento del pluralismo democrático (político y mediático), a partir de la hipótesis de que este
es uno de los déficit del proceso en marcha.
b. Incidencia en las políticas de desarrollo, con el propósito de introducir elementos de equidad,
inclusión y sostenibilidad en el modelo de desarrollo.
c. Incidencia para promover reformas y leyes que fortalezcan la institucionalidad democrática, lo
que implicaba facilitar la concertación entre el nivel nacional y los niveles subnacionales,
fomentar el debate sobre interculturalidad.
d. Trabajo con el MAS y otros partidos políticos de izquierda, a fin de establecer canales de
comunicación con ellos y el Gobierno, y contribuir a su institucionalización partidista.
La evaluación que hace Hölscher sobre la ejecución de este plan de trabajo es la siguiente:
La participación de actores del MAS en las mesas, seminarios, talleres etc., fue relevante para
profundizar las relaciones con este partido y aumentar la confianza mutua. Juntamos a
representantes del Gobierno con críticos de las políticas del gobierno, propiciando un intercambio
abierto que fue positivo en una Bolivia todavía bastante polarizada.
Las mesas con la Vicepresidencia fueron muy exitosas.
La deliberación política que no se realizaba en la Asamblea Legislativa, dada la gran mayoría que
el MAS tenía en ella, se realizó en estas mesas.
También se continuó el intercambio habitual entre intelectuales, periodistas y expertos, con
resultados importantes.
Un audiovisual sobre la Asamblea Constituyente fue muy importante para mostrar la
participación de todos los sectores políticos en el proceso constituyente. En esta época la
institución comenzó a dejar atrás su denominativo tradicional, «ILDIS», y a tratar de posicionar
el nombre internacional y original de la Fundación.
El propósito era y es establecer una identidad corporativa única y por tanto más fuerte, además de
similar en todas partes del mundo. «Este proceso fue lento y difícil –dice Hölscher– porque la
institución había sido conocida como ILDIS por mucho tiempo. Pero poco a poco las contrapartes
y los actores políticos adoptaron el ‘nuevo’ nombre». Pese a ello, la tradición del "ILDIS" es tan
fuerte, que la implantación del nombre "FES" ha tenido que continuar después de que Hölscher
dejara Bolivia en 2012, durante la gestión de su sucesora, Anja Dargatz.
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