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Trastornos del neurodesarrollo EN LA INFANCIA

TRASTORNOS POR TRAUMA Y ESTrés en la infancia

Integrantes

• Cayao Figueroa Luis Enrique


• Cevallos Vargas Almendra
• Inga Zuñe John Watson
• Mundaca Rojas Cesar
• Nizama Cabrera Jonathan Smith
• Ojeda Arcila Dagoberto
• Romero Salinas Gretel
• Santos Távara Esnaider
• Soldado Paredes Cristina
• Verastegui Bezzolo Renzo

Docente
Dra. Samamé Tarrillo Noemi

Ciclo IX / 2021-I
I. INTRODUCCION

Las implicaciones de los trastornos del neurodesarrollo frecuentemente incluyen dificultades


de atención, memoria o funcionamiento ejecutivo; de manera tradicional, éstas son atendidas
desde la perspectiva médica-farmacológica, desde el área de la educación (debido al gran
impacto en el rendimiento académico) y, más recientemente, desde el abordaje
neuropsicológico por diagnóstico y fortalecimiento cognitivo. Sin embargo, cabe resaltar que,
acompañados a la problemática de las habilidades cognitivas, sobresalen las dificultades en
la esfera socioafectiva (constantes alteraciones conductuales), que impactan tanto en el
ambiente familiar como en su interacción social general. La atención primaria a esta
problemática sanitaria es casi inexistente. Aunque diversas investigaciones han resaltado que
la prematuridad y el bajo peso son los principales factores de riesgo para la presencia de los
trastornos del neurodesarrollo, es escaso el abordaje en etapas tempranas y más complicada
aún la oferta de modelos de atención integral que incluyan tratamiento farmacológico (en
caso de ser necesario y/o acorde a la patología), estimulación cognitiva (neuropsicológica y
pedagógica) y atención socioafectiva tanto para el paciente como para la familia.

Los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés son una categoría relativamente
reciente en el DSM que hacen referencia a trastornos, tradicionalmente pertenecientes a los
de la ansiedad, causados por eventos traumáticos.
Entre estos trastornos tenemos algunos que son muy conocidos, como es el caso del TEPT,
y otros asociados a un apego disfuncional o rasgos de personalidad.
Trastornos del neurodesarrollo

Discapacidad intelectual (retraso mental)

Una persona con discapacidad intelectual tiene una capacidad intelectual significativamente
inferior al promedio (que se sitúa en un CI menor de 70), que se inicia antes de los 18 años y
que produce dificultad de adaptación a las exigencias del medio. La prevalencia es del 1%,
siendo más frecuente en varones.

Causas
En un 30-40% no se conoce la causa
Alteraciones precoces del desarrollo embrionario (30%)
• Aberraciones cromosómicas esporádicas (síndrome de Down por trisomía)
• Afectación prenatal por tóxicos o infecciones

Influencias ambientales y trastornos mentales (15-20%)


• Privación ambiental
• Autismo Problemas del embarazo y perinatales (10%)
• Malnutrición fetal (CIR)
• Prematuridad, hipoxia, lesiones del parto

Enfermedades hereditarias (5%)


• Errores innatos del metabolismo
• Aberraciones cromosómicas transmisibles (síndrome del X frágil)

Enfermedades adquiridas durante la infancia (5%)


• Infecciones, traumatismos, epilepsia
Clínica

Los déficits afectan a la capacidad de comunicación, al cuidado personal, a las habilidades


sociales, al rendimiento académico y laboral, o a la capacidad de autocontrol. Los trastornos
de la conducta (impulsividad, agresividad) son especialmente llamativos en algunos casos,
exacerbándose con los tóxicos (alcohol, BZD).

Estos pacientes presentan trastornos mentales con mayor frecuencia (tres o cuatro veces
más) que la población general, a veces como consecuencia de la misma causa de la
discapacidad intelectual, y otras veces de forma independiente; son habituales el trastorno
por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los trastornos del estado de ánimo y las
estereotipias motoras (por ejemplo, balanceo del cuerpo, giros de la cabeza, palmadas); la
discapacidad intelectual modifica la expresión de la enfermedad mental, lo que hace difícil el
diagnóstico (“psicosis injertadas“).

El síndrome de Down se asocia a demencia de Alzheimer de inicio precoz.

Diagnóstico

Para su diagnóstico se emplean escalas de inteligencia (Weschler [WAIS], Stanford-Binet) y


escalas comportamentales.
Debe distinguirse de los trastornos específicos del aprendizaje y de la comunicación, de los
trastornos generalizados del desarrollo y de las demencias que aparecen en la infancia (en
las que el niño habría alcanzado un desarrollo adecuado que más tarde perdería).
Trastorno del espectro autista

Bajo este epígrafe se incluyen el autismo infantil clásico (síndrome de Kanner) y otros
trastornos afines (Asperger, Heller, Rett)
• Síndrome de Asperger. Es similar al autismo clásico, pero sin afectación del lenguaje ni de
las funciones intelectuales o de la capacidad de autocuidado (“autismo de buen pronóstico”).
• Trastorno desintegrativo infantil (síndrome de Heller). Se produce un desarrollo normal
durante los 2 primeros años, con pérdida posterior del desarrollo adquirido (demencia infantil
o autismo de inicio tardío).
• Síndrome de Rett. Tiene lugar una detención del desarrollo cognitivo tras un periodo de
normalidad de 5 meses; se asocia a disminución del perímetro craneal y retraso psicomotor
grave; se ha descrito casi exclusivamente en niñas.

Epidemiologia y etiología

Muestra una prevalencia de entre 2 y 5 casos por cada 10.000 habitantes (es 5 veces mayor
en varones).
Se desconocen las causas específicas de los trastornos autísticos, proponiéndose un origen
multifactorial. Estos niños tienen problemas para procesar la información y numerosas
anomalías en las pruebas psicofisiológicas, pero los estudios convencionales, tanto analíticos
como de neuroimagen, no detectan de forma consistente alteración alguna. La actitud de los
padres hacia el niño no influye de forma alguna en su aparición, aunque quizá sí exista un
componente genético-hereditario.

Clínica
Por definición, debuta antes de los 3 años, aunque las primeras manifestaciones se pueden
detectar al poco del nacimiento. Lo fundamental es el déficit de interacción social (autismo),
con ausencia de reciprocidad social o emocional, escasez de contacto visual, falta de sonrisa
social y tendencia al aislamiento. En estos pacientes destaca la alteración de la
comunicación, con retraso del desarrollo del lenguaje, las dificultades para iniciar o sostener
una conversación, así como el uso estereotipado del lenguaje o el empleo de un lenguaje
peculiar, donde se afecta más la comprensión que la expresión; la comunicación no verbal
aparece también reducida.
La conducta es repetitiva y sin sentido aparente, sin fantasía ni juego creativo, estos
pacientes manipulan los objetos a los que se fijan de forma simple; son frecuentes las
estereotipias y los manierismos (movimientos con finalidad expresiva, pero exagerados en su
forma, como aspavientos con los brazos o gesticulaciones faciales excesivas); también
manifiestan resistencia a cualquier cambio, presentando episodios de agitación. Su respuesta
a los estímulos es paradójica, desatendiendo unos y presentando respuestas exageradas
frente a otros (trastorno de la modulación sensorial).

Es frecuente que exista discapacidad intelectual (sobre todo en las mujeres); algunos
pacientes pueden presentar ciertas facultades hipertrofiadas (lectura, memoria, música),
estando las demás gravemente afectadas. Un 25% de los pacientes presenta convulsiones.

Curso y pronóstico
El curso es continuo; sólo un tercio alcanza cierta independencia (los de mayor inteligencia y
con menores problemas con el lenguaje); se discute si existen normalizaciones completas (1-
2% de los casos)

Tratamiento
Se carece de tratamiento farmacológico específico. Estos pacientes precisan grandes
recursos psicoeducativos y sociales, siendo necesaria su evaluación por un equipo
especializado, para intervenir de forma temprana sobre el trastorno. Se han probado todo tipo
de fármacos para el control de algunos síntomas (antipsicóticos atípicos, ISRS,
anticonvulsivos)
Trastornos por tics

Tics transitorios
Los tics son movimientos estereotipados rápidos, no rítmicos, involuntarios y repetidos de
determinados grupos musculares, que se exacerban con el cansancio y con la ansiedad,
variando de un músculo a otro.

Se aprecian en un 15% de los niños de entre 5 y 8 años, sobre todo varones. Suelen durar
unos meses; si pasan del año, se centran en un grupo muscular concreto y tienden a
cronificarse.

Transtorno de la Tourette
Este trastorno es más frecuente en varones (3:1), y se inicia antes de los 18 años.

Clínica
Aparecen tics motores simples (guiños, movimientos del hombro) o complejos (tocar cosas,
hacer cabriolas), junto con tics vocales simples (carraspeo, suspiros) y complejos (palabras o
frases), a veces de carácter soez (coprolalia), aparentando un carácter intencional.

El paciente es capaz de frenar su aparición, pero a costa de un aumento de la ansiedad y de


un efecto “rebote” (más tics, más intensos). En un 50% de los casos está precedido por un
trastorno por déficit de atención con hiperactividad que produce cierto retraso escolar; un
40% presentan síntomas propios del trastorno obsesivo-compulsivo. No son raras las
alteraciones conductuales, con agresividad o conducta impulsiva, ni las alteraciones
emocionales
En la adolescencia se produce el momento álgido, al aparecer la coprolalia, siendo los 10
primeros años desde el inicio los peores. Después tiende a atenuarse, pero en el 50% de los
casos hay secuelas sociofamiliares importantes.

Etiología
Existe una importante asociación genética (se hereda la vulnerabilidad con carácter
autosómico dominante), por lo que es mayor la penetrancia en varones. Parece existir una
alteración dopaminérgica
Tratamiento
Los fármacos más utilizados y útiles son los antipsicóticos (haloperidol, pimozida, aripiprazol)
por su acción antidopaminérgica, pero los pacientes los suelen dejar a largo plazo por sus
efectos secundarios. Se emplea también la clonidina (si hay trastorno por déficit de atención)
y los antidepresivos serotoninérgicos (en caso de trastorno obsesivo). La terapia conductual
puede ayudar.

Trastorno por déficit de atención e hiperactividad


Este tipo de trastorno se observa en el 3-5% de los escolares, sobre todo varones (10:1), y
constituye el trastorno del neurodesarrollo más frecuente. El inicio debe producirse antes de
los 7 años (12 años en la DSM-5).

Clínica
Se diferencian tres grupos de síntomas:
• Inatención. No presta atención en clase, comete errores por descuido, no se centra ni
termina sus tareas, parece no escuchar, pierde cosas.
• Hiperactividad. No se queda quieto en la silla, corre y salta en situaciones inapropiadas,
habla en exceso, no soporta actividades de ocio tranquilas.
• Impulsividad. Se precipita en sus respuestas, no espera en las colas, interrumpe la actividad
de otros, no toma en cuenta los posibles riesgos de sus actos. Con frecuencia parecen
irritados, agresivos y tienen fama de “mal educados”; algunos desarrollan trastorno de
conducta al llegar a la adolescencia.

Etiología
El origen es desconocido. Se asocia con todo tipo de problemas durante el embarazo o el
parto que han podido producir alteraciones cerebrales sutiles; asimismo, se asocia con la
discapacidad intelectual, los trastornos autísticos, el trastorno por tics y otros trastornos
mentales infantiles. Hay mayor concordancia en monocigóticos.

Parece existir un defecto en la capacidad de regular la respuesta ante los estímulos


ambientales; se involucra una hipofunción dopaminérgica y un defecto del lóbulo frontal. Los
factores psicosociales son cruciales para su cronificación (reacción de la familia y de la
escuela ante el trastorno, implicación en el tratamiento).
Curso y pronóstico

Un porcentaje importante sigue presentando problemas de falta de atención e hiperactividad


en la edad adulta. Con frecuencia, se observan conductas impulsivas, rasgos antisociales y
trastornos por sustancias.

Cuanto más precoz sea el diagnóstico y el tratamiento, mayor probabilidad hay de lograr la
remisión.

Tratamiento

En su manejo se combinan los estimulantes anfetamínicos (metilfenidato, lisdexanfetamina)


con las técnicas cognitivo-conductuales (intervenciones con los padres y con la escuela) y
psicopedagógicas, siendo imprescindible realizar una evaluación completa (del niño, de la
familia, del centro escolar) antes de plantear un tratamiento. De segunda elección son los
inhibidores de la recaptación de noradrenalina (atomoxetina, bupropion, reboxetina,
antidepresivos tricíclicos) o los agonistas α-2 adrenérgicos (guanfacina, clonidina). Hay que
monitorizar el crecimiento (exploración física, peso, talla) y la tolerancia cardiovascular
(frecuencia cardíaca, presión arterial) cuando el tratamiento con estimulantes se mantenga a
largo plazo. Los fármacos con efecto sedante (benzodiacepinas, barbitúricos) pueden
empeorar los síntomas.
Trastornos relacionados con traumas y factores de estrés en el niño

Los trastornos de estrés agudo y postraumático son reacciones a hechos traumáticos


abrumadores que incluyen recuerdos repetitivos e intrusivos sobre el hecho, así como
embotamiento emocional y aumento de la tensión o el estado de alerta. Los niños tienden a
evitar aquellas situaciones que les recuerden el evento.

• El trastorno se desarrolla después de que el niño haya presenciado o


experimentado un acto de violencia, como el ataque de un perro, un tiroteo en
la escuela, un accidente o un desastre natural.

• El niño no solo revive el suceso, sino que también puede sentirse paralizado a
nivel emocional, extremadamente tenso y nervioso.

• El diagnóstico se basa en los síntomas que aparecen después de un


acontecimiento traumático.

• El tratamiento consiste en psicoterapia, terapia conductual y fármacos.

El trastorno por estrés agudo suele empezar inmediatamente después del acontecimiento
traumático y dura entre 3 días y 1 mes.
El trastorno de estrés postraumático puede ser una continuación del trastorno por estrés
agudo o no desarrollarse hasta 6 meses después del evento.
Los trastornos de estrés pueden aparecer después de que el niño presencie o experimente
un suceso que ha amenazado su vida o su salud, o las de otras personas. Durante el
suceso, habitualmente siente miedo intenso, desamparo u horror. Estos sucesos incluyen
actos de violencia como el maltrato infantil, tiroteos en las escuelas, accidentes de tráfico,
ataques de perros, lesiones (en especial quemaduras), incendios, guerras, desastres
naturales (como huracanes, tornados o terremotos) y muertes. En los niños pequeños, la
violencia doméstica es la causa más frecuente. No todos los niños que experimentan un
suceso traumático desarrollan el trastorno.

Los niños no tienen que experimentar directamente el evento traumático. Pueden


desarrollar un trastorno de estrés si son testigos de un evento traumático que ocurre a otros
o se enteran de que le sucedió a un familiar cercano.
Existen ciertos factores que pueden determinar que el niño desarrolle o no un trastorno de
estrés postraumático y, si éste se desarrolla, pueden determinar su pronóstico. Estos
factores de riesgo incluyen:

• La gravedad del acontecimiento traumático

• Si se produjeron lesiones físicas durante el acontecimiento

• El carácter del niño

• El estatus social y económico de la familia

• Si el niño ha experimentado anteriormente la adversidad (como el abuso


sexual)

• El buen funcionamiento de la familia

• Si el niño tiene familiares con trastornos de salud mental

• Si el niño tiene apoyo familiar y social

Sintomas

Los síntomas del trastorno de estrés agudo y el trastorno de estrés postraumático son
similares e incluyen varios tipos diferentes de síntomas.

Reexperimentación del acontecimiento traumático (síntomas de intrusión)


El niño puede revivir el acontecimiento traumático mientras está despierto (escena
retrospectiva o flash-back) o en sueños (pesadillas). Las escenas retrospectivas (flash-
back) suelen desencadenarse por algo asociado con el suceso original. Por ejemplo, ver un
perro puede desencadenar una escena retrospectiva en un niño que fue atacado por un
perro. Durante la escena retrospectiva, el niño se muestra aterrorizado y desconectado del
entorno. Puede perder temporalmente el contacto con la realidad e intenta frenéticamente
esconderse o huir, actuando como si estuviera en peligro.

De forma menos radical, el niño revive a veces el suceso en forma de pensamientos,


imágenes mentales o recuerdos que son, sin embargo, muy angustiosos. Frecuentemente,
los niños pequeños pueden recrear el acontecimiento durante el juego.
Evitar recordatorios (síntomas de evitación)
Los niños pueden evitar constantemente todo aquello que les recuerde el trauma, ya sean
actividades, situaciones o personas. Incluso pueden intentar evitar pensamientos,
sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático. Normalmente fracasa en sus
intentos de dejar de recordar el suceso.

Efectos negativos sobre el pensamiento y el estado de ánimo


Es frecuente sentirse paralizado emocionalmente o separado del propio cuerpo. El niño
afectado pierde el interés en sus actividades normales, se aísla de otras personas y se
preocupa por la muerte a una edad temprana.

El niño se siente culpable, por ejemplo, porque sobrevivió cuando otros no lo hicieron o por
no haber podido hacer nada para impedir o detener el suceso. No pueden recordar detalles
importantes del evento o los pueden recordar de manera incorrecta. Puede, por ejemplo,
pensar que fue su culpa.

Cambios en las reacciones y el estado de alerta


Los niños afectados pueden mostrarse excesivamente pendientes de cualquier señal de
peligro. Se siente extremadamente tenso (hiperactivación), es incapaz de relajarse y se
sobresalta fácilmente.

Les cuesta controlar sus reacciones, lo que da lugar a una conducta imprudente o a
arranques de ira. Pueden tener dificultad para relajarse, para dormir o para concentrarse.

Síntomas disociativos
Los niños se sienten separados de su cuerpo como en un sueño. También sienten que el
mundo es irreal.
Trastorno de apego reactivo

Los niños con este tipo de trastorno presentan un patrón constante de comportamiento
inhibido y emocionalmente retraído hacia sus cuidadores. Es decir, raramente buscan
consuelo o se dejen consolar cuando se sienten mal.
Se da en ellos una alteración social y emocional persistente que se caracteriza por:

• Pobres reacciones sociales o emocionales hacia los demás.


• Muy limitadas expresiones de afectos positivos.
• Episodios de irritabilidad, tristeza o miedo sin causa ni motivos aparentes.

Son niños que en algún momento de sus vidas han experimentado un patrón extremo de
cuidado insuficiente. Bien por negligencia o carencia social, no teniendo cubiertas
necesidades emocionales básicas para que el niño pudiera crecer sintiéndose seguro,
confiado y querido. O bien por cambios continuados de cuidadores o de las figuras
parentales, como puede suceder por ejemplo con niños que han podido sufrir continuos
cambios de custodia o niños adoptados. O trastornos relacionados con traumas y factores de
estrés.
El trastorno de apego reactivo se considera grave cuando el niño tiene todos o gran parte de
los síntomas del trastorno en un grado elevado.

Trastorno de relación social desinhibida

Los niños con este tipo de trastorno muestran un comportamiento excesivamente desinhibido
y confiado con personas totalmente desconocidas.
Estos niños muestran al menos dos de las siguientes conductas que aquí vamos a señalar:

• No muestran ningún tipo de desconfianza ni recelo a la hora de aproximarse a


adultos extraños.
• Pueden mostrar un comportamiento verbal o físico demasiado familiar con extraños.
• Recurren poco o nada a su cuidador habitual adulto (padre, madre, tutor) cuando
necesitan de alguien, incluso en ambientes extraños.
• Muestran poca o ninguna vacilación a la hora de irse con desconocidos.
Son niños que por diversas circunstancias no han podido desarrollar un tipo de apego seguro
durante su primera infancia y por tantos ambos desarrollan diferentes estrategias para poder
afrontar diferentes tipos de situaciones o carencias.

Trastornos de adaptación

Sería una manifestación sintomática derivada de un acontecimiento estresante claro y


definido, que perduran tras tres meses del mismo y que no puede clasificarse como trastorno
de estrés postraumático.

Pueden darse manifestaciones sintomáticas de varios tipos:

• Depresivas: desesperanza y tristeza.


• Ansiosas: nerviosismo, agitación y miedo.
• Mixtas depresivas y ansiosas: con síntomas de tristeza y miedo.
• Antisocial: agresividad e impulsividad.
• Mixta emocional y antisocial: con síntomas de tristeza o miedo acompañado de
agresividad.

Diagnóstico

• Historia de un evento traumático

• Síntomas

El diagnóstico de un trastorno de estrés está basado en el relato de un suceso traumático


aterrador seguido por los síntomas característicos.

Para diagnosticar trastornos de estrés agudo y trastornos por estrés postraumático, los
síntomas deben causar angustia sustancial o evitar que el niño realice sus actividades con
normalidad.
El diagnóstico por estrés agudo se establece si los síntomas duran entre 3 días y 1 mes. El
trastorno por estrés postraumático se diagnostica cuando los síntomas duran más de 1
mes.
Tratamiento
• Psicoterapia

• Terapia conductual

• A veces, medicamentos

La psicoterapia de apoyo es beneficiosa. Los terapeutas tranquilizan al niño sobre la


legitimidad de su respuesta y le animan a enfrentarse a sus recuerdos (como una forma de
terapia de exposición). La terapia conductual se usa para desensibilizar sistemáticamente a
los niños de situaciones que les hacen revivir el suceso.
Los niños con trastorno por estrés agudo suelen evolucionar mejor que los que sufren
trastorno por estrés postraumático, pero en ambos casos mejoran si se instaura un
tratamiento temprano.

Un tipo de antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de


serotonina (ISRS) pueden ser eficaces para aliviar algunos síntomas.
Conclusiones

Si bien no es novedosa la identificación multifactorial en las dificultades sanitarias, como


profesionales de la salud nos enfrentamos constantemente a la problemática de poder
atender de manera integral las necesidades de los pacientes. Al describir la entidad
patológica de los trastornos del neurodesarrollo, se considera que independientemente de la
variabilidad propia de la alteración, confluyen en una etiología de afectación funcional del
cerebro expresada en dificultades cognitivas y conductuales, con gran repercusión
psicosocial.
Se han caracterizado factores de riesgo asociados al desarrollo del sistema nervioso que
impactan desde edades tempranas, lo que relativamente puede favorecer su pronta
identificación tanto para el enfoque médico como para el abordaje neuropsicológico, que, al
realizar evaluaciones diagnósticas y pronósticas, así como fortalecimiento del funcionamiento
cognitivo en conjunción con la atención educativa, puede favorecer su desempeño
académico. De manera simultánea, se requiere que la atención desde la esfera socio-afectiva
se proporcione tanto al individuo como a la familia, lo que resalta la importancia de la
atención transdisciplinaria, así como de favorecer la prevención y atención tempranas, para
disminuir los efectos negativos a largo plazo.
II. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1. W, John. Introducción a los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés.


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Disponible en: https://www.msdmanuals.com/es-pe/hogar/trastornos-de-la-salud-
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3. Guinea-Hidalgo A, Tirapu-Ustárroz J. La sustancia blanca en los trastornos del
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www.who.int/healthinfo/global_burden_disease/2004_report_update/en/index.html.
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https://psicologiaymente.com/clinica/trastornos-relacionados-traumas-factores-
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estr%C3%A9s%20son,de%20su%20principal%20criterio%20diagn%C3%B3stico
6. TRASTORNOS RELACIONADOS CON TRAUMAS Y FACTORES DE ESTRÉS.
España. [citado el 14 de Mayo de 2021]. Disponible en:
https://neurofeedbackzaragoza.com/tratamientos/trastornos-relacionados-con-
traumas-y-factores-de-estres/
7. Salvador-Carulla L, Reed GM, Vaez-Azizi LM, Cooper SA, MartinezLeal R, Bertelli M,
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