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Tomado de:

Vílchez-Barrera, M. V., & Calvo-Arencibia, A. (2016). Evidencia científica de la


marcha nórdica en Fisioterapia: revisión bibliográfica. Fisioterapia, 38(5), 251-264.

Introducción
De todos los tipos de actividad física (AF), la marcha, conocida comúnmente como
el paseo (andar), es probablemente, junto con una alimentación equilibrada, la
recomendación de salud más frecuente en la sociedad actual. Existe una relación
directa entre la AF y la reducción de riesgo de cardiopatía coronaria, enfermedad
cardiovascular (ECV), accidente cerebrovascular e hipertensión; esta reducción se
consigue a partir de los 150 min de ejercicio moderado o intenso a la semana 1. La
marcha nórdica (MN) ha demostrado ser una forma simple de AF que puede ser
realizada por casi todas las personas en cualquier lugar y bajo cualquier condición
meteorológica. Tiene características similares a la marcha enérgica (caminar a paso
ligero) salvo por el empleo adicional de 2 bastones diseñados específicamente para
activar la musculatura del tren superior, proporcionando el valor añadido desde un
punto de vista fisiológico y biomecánico, que reporta beneficios para la salud
sustancialmente superiores a la marcha enérgica2.
La MN se presentó por primera vez en Finlandia en el año 1997, como forma de
entrenamiento autónomo3,4, y se define como un proceso de marcha humana en el
cual el participante se desplaza con su cuerpo ligeramente inclinado hacia delante
ayudado por 2 bastones, mediante una coordinación contralateral, existiendo en
todo momento 2 apoyos con la superficie o terreno, siendo uno de ellos el bastón y
el otro la pierna contralateral5.
Desde 1990 se constata un incremento del número de estudios y de la calidad
metodológica de estos6,7, destaca el estudio de Martínez et al.8 en 2011, con
patologías de origen neurodegenerativo, traumatológico, endocrinometabólico,
psicológico, cardiorrespiratorio, oncológico y reumatológico. Los estudios de
carácter fisiológico encontraron diferencias significativas durante la práctica de la
MN en comparación con la marcha normal, como el aumento de la frecuencia
cardiaca (FC), el consumo de oxígeno (VO2), el gasto calórico, concentración de
ácido láctico7,9; desde el punto de vista biomecánico, mejora la estabilidad debido
al aumento de la base de sustentación, el aumento de la longitud del paso, el tiempo
de contacto y la velocidad de ejecución; disminuye las fuerzas de compresión sobre
las rodillas y reduce las fuerzas de reacción verticales del suelo y la presión sobre
el metatarso central6,7,10. El aumento de la intensidad de movimiento de los brazos
con los bastones incrementa la fuerza muscular del tren superior y reduce hasta un
40% el dolor en hombros y cuello7,9,11; todo ello sin incrementar de manera
significativa la percepción subjetiva de esfuerzo2,6. Existen estudios que sugieren
que durante la marcha normal no se genera suficiente impacto para estimular la
mineralización ósea y prevenir la osteoporosis, lo cual sí ocurre durante la carrera.
En este sentido, la MN se sitúa como una actividad entre la marcha y la carrera7.
Con respecto a los programas de rehabilitación, existen estudios que abordan la
práctica de la MN en pacientes cardiacos, en la claudicación intermitente de los
pacientes con enfermedad arterial periférica, en la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica (EPOC) y en la enfermedad de Parkinson (EP), entre otros3. En relación a
la ratio de lesiones de la práctica de MN, según Knobloch supone 0,926 lesiones
por cada 1.000 horas de práctica2.
Objetivo: el propósito de esta revisión bibliográfica es describir la eficacia de la MN
como intervención fisioterápica en sujetos con patología, mediante una revisión
bibliográfica de la evidencia de ensayos clínicos aleatorizados (ECA) existentes
dentro de los últimos 5 años en la literatura.
Síndrome metabólico (MetS) y obesidad
El síndrome metabólico en el adulto se define clásicamente como una agrupación
de varios de los siguientes factores: obesidad, hiperglucemia, dislipidemia e
hipertensión arterial (HTA), elementos asociados a una insulinorresistencia, que
además está considerada como un factor clave de la fisiopatología del síndrome
metabólico (De Filippo et al. 2021).
Cada anomalía promueve la aterosclerosis de forma independiente, pero cuando se
agrupan, estos trastornos metabólicos son cada vez más aterogénicos y aumentan
el riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular. Además, el MetS se ha
asociado con el desarrollo de enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular,
diabetes mellitus tipo 2 (DM2), nefropatía diabética, retinopatía y neuropatía distal
(Araujo-Egas et al. 2021).
Equipo 2
Gram et al.21 evaluaron en 2010 la efectividad de la MN y la prescripción de ejercicio
(Epr) en comparación con la información habitual sobre AF. Se aleatorizó a 68
pacientes diagnosticados de Diabetes mellitus tipo 2 (DM2) en 3 grupos: MN (n =
22; 62 ± 10 años), Epr (n = 24; 59 ± 10 años) y un grupo control (GC) (n = 22; 61 ±
10años). Se midieron los niveles de hemoglobina glucosilada (HbA1c), la glucosa
en plasma y los lípidos, la antropometría y la composición corporal, la masa magra
y la grasa, la circunferencia de la cadera y la cintura, la presión sanguínea, el VO 2
máximo, la calidad de vida, AF y las actividades de la vida diaria (AVD). Los 2 grupos
de intervención entrenaron durante un periodo de 4 meses; los 2 primeros meses
entrenaron 2 veces/semana y los últimos 2 meses, una vez/semana. Cada
entrenamiento duró 45 min (10 min de calentamiento, 30 min de ejercicio Epr o MN
y 5 min de estiramientos). La intensidad del entrenamiento fue individualizada; sin
embargo, debían trabajar mínimo 30 min de forma continuada a intensidad
moderada (> 40% de su VO2 máximo; Borg: 13-14/20). El GC no recibió
entrenamiento supervisado, pero se le proporcionó información escrita sobre las
actividades que se les recomendaba realizar. Los resultados del estudio no
resaltaron diferencias significativas en HbA1c al comparar los grupos de
intervención y control (delta MN = 0,0% [IC del 95%, -0,6% a 0,5%] y delta Epr =
0,3% [IC del 95%, ---0,3% a 0,9%]); sin embargo, hubo una disminución significativa
de la masa en el grupo MN después de 4 meses (-1,0 kg [IC del 95%, -1,7 a la 0,1])
y después de 12 meses MN (---1,8 kg [IC del 95%, -3,2 a -0,4]) y Epr (-1,5 kg [IC del
95%, -2,9 a -0,05]). Los autores concluyeron que un programa de ejercicio de MN o
Epr de 4 meses en la intensidad moderada no mejora de forma significativa la
HbA1c en pacientes con DM2.
Equipo 3
En un ECA del 2011, Fritz et al.15 estudiaron los efectos del incremento de la AF
durante 4 meses en la calidad de vida relacionada con la salud de individuos con
sobrepeso, enfermos de DM2, con IGT y sujetos con valores normales de tolerancia
a la glucosa (NGT). Incluyeron en el estudio a 212 sujetos de entre 57 y 64 años de
edad distribuidos de manera aleatoria en 2 grupos; el de intervención (n = 87) y
control (n = 125). El grupo de intervención recibió instrucciones verbales para
realizar MN sin supervisión 5 h/semana (300 min) y el GC mantuvo el estilo de vida
habitual. El volumen de AF (autorreportada por el sujeto con una evaluación objetiva
y el uso de un acelerómetro uniaxial) y la calidad de vida relacionada con la salud
(SWEDQUAL) fueron evaluados al inicio y tras la intervención. Los resultados
mostraron una mejora de la calidad de sueño (p = 0,0312) y el índice de masa
corporal (IMC) (p = 0,0019) para los participantes con NGT, con poco o ningún dolor
osteomuscular comparado con el GC. Dos años más tarde, Fritz et al.16 publica otro
artículo de este ECA exponiendo los resultados obtenidos en relación con los
factores de riesgo cardiovasculares. En el grupo NGT, el volumen de AF aumentó
considerablemente (p < 0,001), disminuyendo a su vez el peso corporal (2,0 ± 3,8
kg, p = 0,0042), el IMC (0,8 ± 1,4 kg/m2, p = 0,0051) y la circunferencia de la cintura
(p = 0,0006). La intensidad del ejercicio y el pico de VO2 aumentaron en el grupo de
ejercicio IGT (p = 0,0011 y p = 0,0338). El volumen de actividad física mejoró
significativamente en los grupos de participantes que llevaron a cabo al menos un
80% de los ejercicios encomendados. Los autores demostraron que la MN mejora
las medidas antropométricas y la tolerancia al ejercicio. Sin embargo, la realización
de la MN sin supervisión no proporciona un aumento suficiente en la intensidad del
ejercicio para llevar a cabo una mejora significativa en la salud y en parámetros
cardiovasculares.
Equipo 4
Venojarvi et al.25 llevaron a cabo un estudio con 144 hombres de mediana edad con
alteración de la regulación de la glucosa. Trataban de determinar si 12 semanas de
MN o de ejercicios con resistencias (RT) sin pérdida de peso inducida por la dieta
(DI) podían disminuir el estrés oxidativo y el índice aterogénico en plasma (AIP), la
prevalencia del MetS y la puntuación del MetS. Los participantes fueron asignados
de forma aleatoria en 3 grupos: un GC con vida habitual (GC, n = 47; 54 ± 1,0 años),
un grupo de MN (n = 48; 55 ± 1,0 años) o un grupo de entrenamiento de fuerza (RT,
n = 49; 54 ± 1,1 años); ambos grupos de intervención entrenaron 60 min por sesión,
3 veces por semana durante 12 semanas. El grupo de MN realizó MN supervisada
al 55-75% de FC reserva (reevaluado semanalmente). El grupo RT realizó
entrenamiento de fuerza a una intensidad del 50-85% de resistencia máxima (RM),
se determinó la fuerza máxima específica del ejercicio, durante la primera visita en
el gimnasio con 5 repeticiones máximas de prueba (5 RM) de acuerdo con la fórmula
([-4,18 × RM-valor de carga] + 103) (McDonagh y Davies, 1984). Se tomaron
muestras de sangre y medidas antropométricas (bioimpedancia), y se realizaron
análisis clínicos. También se anotó la AF en el tiempo libre que incluía tanto la
actividad libre como la programada. La prevalencia del MetS y el índice de AIP
disminuyeron solo en el grupo MN (p = 0,025 y p = 0,029). El puntaje del MetS
disminuyó tanto en MN (p = 0,002) como en el grupo RT (p = 0,033), pero no en el
grupo de control (p = 0,059). Los cambios en el AIP se correlacionan inversamente
con los cambios en la capacidad antioxidante del plasma. Los autores demostraron
que la MN disminuye la prevalencia del MetS. Parece que la MN tiene efectos más
beneficiosos sobre los riesgos de enfermedades cardiovasculares que el
entrenamiento de fuerza.
Equipo 5
Wiklund et al.18 realizaron una investigación en 2014 con 90 mujeres
premenopáusicas con sobrepeso y obesidad a fin de comparar los valores de los
factores de riesgo metabólicos y cardiacos en suero tras 6 semanas de ejercicio con
MN de moderada intensidad a corto plazo (MN), y tras una DI). Los sujetos fueron
asignados al azar en un grupo de MN (n = 39; 41,9 ± 7,3 años) o un grupo DI (n =
44; 42,2 ± 7,5 años). Se registraron datos antropométricos y se analizaron
metabolitos de bajo peso molecular y lípidos constituyentes (nuclear magnetic
resonance spectroscopy). El grupo de intervención realizó un programa de 6
semanas de MN con incremento de volumen e intensidad. Durante la 1ra semana
entrenaron a una intensidad del 60% de la FC máxima (FCmáx) durante 60 min (3
veces/semana). Durante la 2da y 3ra semana entrenaron a una intensidad del 65%
de la FCmáx durante 45 min (4 veces/semana). A lo largo de la 4ta y la 5ta semana
entrenaron a una intensidad del 70% de la FCmáx durante 35 min (4
veces/semana). En la 6ta semana aumentaron la intensidad al 75% de la FCmáx
durante 30 min (3 veces/semana). Tras el período de intervención se observó, en el
grupo de MN, una reducción en suero de ácidos grasos libres (p < 0,001), de glucosa
(p < 0,001) y de HOMA-IR (resistencia a la insulina) (p = 0,005). No se observaron
cambios en el peso corporal y la masa grasa. El grupo que realizó dieta redujo su
peso corporal (p = 0,001), pero no se observaron cambios significativos en el resto
de los parámetros.
Equipo 6
En 2015, Sentinelli et al.26 investigaron los efectos del entrenamiento estructurado
de MN en un grupo de 20 mujeres sedentarias con DM2 para observar los cambios
en las variables antropométricas, metabólicas y bioeléctricas pre y postactividad.
Las pacientes fueron aleatorizadas en un grupo de intervención (MN) (n = 10; 60 ±
5 años) y un GC (n = 10; 54 ± 9 años). Se extrajeron y midieron datos clínicos y
metabólicos (métodos de laboratorio), composición corporal (impedancia
bioeléctrica) y fuerza de agarre de la empuñadura (dinamómetro). El grupo de
intervención realizó sesiones supervisadas de MN de 60-90 min durante 12
semanas con una frecuencia de 3 sesiones/semana. Durante las primeras 6
semanas se entrenó la técnica de MN a una intensidad baja-media. Durante las
últimas 6 semanas se realizaron entrenamientos de intensidad media-alta con carga
de ejercicio progresiva (aumento de intensidad y volumen). Al GC se le aconsejó
realizar un mínimo de 50 min de ejercicio físico (de su opción) 3 veces/semana
durante el periodo de intervención. Se observó, en el grupo MN, una reducción
significativa de HbA1c (-0,7%, p = 0,009), IMC (-0,8 kg/m2, p = 0,022) y peso
corporal (-2,4 kg, p = 0,008), y un aumento significativo de colesterol HDL (+5,8
mg·dL−1, p = 0,039). La fuerza de agarre de la empuñadura también mejoró
significativamente (+4,3 kg, p = 0,014). Los autores demostraron que la realización
de un programa supervisado de MN determina una mejora significativa de
parámetros metabólicos y antropométricos en mujeres con DM2.
Discusión
En los ECA relacionados con el MetS se encontraron datos contrapuestos en los
resultados. Gram et al.21 no encontraron diferencias significativas en la HbA1c y el
gasto energético al comparar los datos entre los grupos de MN y control, en
contraposición con Sentinelli et al.26, que observaron en el grupo MN, una reducción
significativa de la HbA1c y aumento del HDL; este estudio tiene una calidad
metodológica aceptable según la escala de Jadad, pero el número de casos es
moderado (n = 20). Es necesario indicar que el volumen de actividad en el estudio
de Gram et al.21 superaba los 150 min semanales y en el estudio de Sentinelli et
al.12 llegaban hasta los 270 min semanales. Esta diferencia en el volumen de la
carga puede ser necesaria para obtener cambios metabólicos significativos26.
Corroborando esta consideración, Venojarvi et al.25 demostraron que un programa
de MN supervisada de 180 min/semana disminuye la prevalencia del MetS y el
índice de AIP teniendo efectos beneficiosos sobre los riesgos de ECV; aunque este
estudio tiene como limitación importante la alta tasa de abandono en el grupo RT.
Fritz et al.15,16 observaron que la capacidad o la tolerancia al ejercicio mejoró
significativamente en los grupos de participantes que realizaron al menos 240 min
de MN supervisada a la semana a una intensidad media moderada-vigorosa.
Demostró también que la MN sin supervisión no proporciona un aumento suficiente
en la intensidad del ejercicio para llevar a cabo una mejora significativa en la salud
y en parámetros cardiovasculares en los participantes con problemas de regulación
de la glucosa, aunque el estudio de Fritz et al.16 de 2013 tiene una calidad
metodológica deficiente según la escala de Jadad y no aborda los cambios de
hábitos alimenticios; el número de casos que presentan es bastante amplio (n =
212).
En todos los estudios se observó una disminución de la masa grasa y el peso
corporal16,21,26, salvo en el estudio de Wiklund et al.18 (180 min/semana de MN
supervisada), que observaron una reducción en los valores de los factores de
riesgos metabólicos y cardiacos; este estudio con aceptable calidad metodológica
según la escala de Jadad tiene como limitación el corto tiempo de intervención (6
semanas) en relación con los otros estudios. Los hallazgos en los estudios de
Sentinelli et al.26, Venojarvi et al.27, Fritz et al.15,16 y Wiklund et al.18 representan una
mejoría en la clínica y sintomatología de los pacientes, que se traduce en una
mejoría significativa del estado de salud de los mismos.
Conclusiones
La MN es un modo sencillo, seguro y saludable de AF, potencialmente
recomendable para incorporarse en programas de fisioterapia, así como en las AVD
de los pacientes.
Existen escasos estudios de la aplicación de la MN como tratamiento
fisioterapéutico, por lo que sería deseable nuevas investigaciones sobre todo en
problemas osteoarticulares, insuficiencia cardiaca y EPOC.
La MN es altamente recomendable en pacientes EPOC y cardiacos, pues mejora la
calidad de vida relacionada con la salud y disminuye la disnea inducida por el
ejercicio, la ansiedad y la depresión.
La MN minimiza los factores de riesgo metabólico y cardiaco disminuyendo el riesgo
de presentar enfermedades cardiovasculares y MetS.
La MN puede tornarse más efectiva y, por tanto, reportar mayores beneficios para
la salud, realizándose a una intensidad moderada-vigorosa y acumulando un
mínimo de 150 min semanales, tal y como establece la OMS.
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