apartamiento de estímulos, de acuerdo con el “principio
de constancia” (discriminación) que tiende a mantener en todo momento la excitación en el nivel más bajo posible. Por esa razón adquiere particular importancia la posibilidad de suprimir estímulos mediante la fuga, la que comienza siendo un reflejo (descarga inmediata, cualifica, a través del reflejo fuga). Lo interior es inevitable y lo exterior (lo posible de suprimir, de lo que es posible fugarse) es lo indiferente (“Borde Yoico”). Este yo real primitivo se funda, pues, en las categorías de estímulos fugables y no fugables. Los estímulos que son imposibles de fugar representan el interior (el hambre y el abrigo, por ejemplo); y los estímulos evitables o fugables representan el exterior. Las exigencias provenientes del soma (interior del cuerpo) rompen una y otra vez la tendencia original al apartamiento total e estímulos. La madre (en tanto función) cumple para el pequeño el papel de asegurar la satisfacción de las necesidades que él, en la más total inermidad, es aún incapaz de reconocer más que como urgencias sin nombre. Estas primeras experiencias de satisfacción (que un “otro” cubre) dejan sus huellas, primeras marcas mnémicas (o sea, de memoria). Estas primeras huellas inauguran el “polo del placer” (lo que luego será la serie placer- displacer). Son estas primeras investiduras, estas primeras trasformaciones de cantidad a cualidad, los basamentos del narcisismo primitivo; el punto de partida de la representación del Yo, así como, al mismo tiempo, de la del objeto deseado. Este rudimentario proceso psíquico consiste en la reactivación de las huellas anémicas por vía de la “alucinación”: un intento de repetir la experiencia que había sido anteriormente ocasión del descenso de la cantidad de excitación, dado que proveyó la satisfacción adecuada. No existe todavía un no-Yo definido. Se origina en estos momentos iniciales la polaridad afectiva “amor-indiferencia”. Así operan simultáneamente dos tendencias distintas: a) una “orientación realista inicial” cuyo fundamento es biológico, reflejo. Y b) una “tendencia a la repetición imaginaria de la experiencia de satisfacción”. De la interacción de estos principios organizativos surge un nuevo nivel: El Yo Placer Purificado: incrementa la estabilidad de la estructura yoica. El Yo queda identificado con el polo de lo placiente, mientras que lo displaciente es proyectado al exterior. El borde yoico en el Yo Real Primitivo (lo evitable mediante la fuga separado de lo no evitable) es ahora utilizado en un nuevo sentido (lo evitable como placer y lo inevitable displacentero). Este Yo agrega un nivel más de complejización y suma un mecanismo que es “la proyección”. Lo que pretende es la descarga inmediata: al proyectar expulsa al exterior todas aquellas cantidades que no pueden ser tramitadas; solo se queda con lo placentero. Comienza a surgir un no-Yo, un exterior ahora indiferente en torno al Yo, constituido por lo odiado, lo relacionado con el dolor y el displacer, aquello de lo cual procura fugarse el Yo una vez descubierta la posibilidad de la fuga. La polaridad afectiva a partir de este momento es “amor-odio”, (oposición adentro- afuera), que se superpone con “Yo-no, Yo”. Las representaciones-cosa que constituyen el núcleo del Yo son también las del objeto amado; o mejor las del objeto fusionado con las partes del cuerpo propio con las que entra en contacto (por ejemplo: boca y pezón, que forman un continuo). No hay aún posibilidad alguna para el niño de establecer una distinción entre Yo y objeto amado. Este Yo ahora configurado es el lugar de lo “bueno absoluto”. Se constituye así un Yo Ideal. A lo largo de estos momentos constitutivos, los procesos de carga de las representaciones-cosa van excediendo la mera alucinación y dan lugar a formas primitivas de pensamiento como transferencia de carga entre dichas representaciones. El procedimiento por el cual el Yo logra evitar la repercepción alucinatoria de la satisfacción es llamado por Freud: “Defensa Primaria”. Ocupa una zona de transición. La defensa primaria permite el pasaje de la Identidad de Percepción (alucinación primitiva) a la búsqueda de Identidad de Pensamiento (rodeos mentales necesarios para alcanzar efectivamente la satisfacción) o, en otras palabras, discrimina la percepción del recuerdo. Es la que permite el ejercicio del juicio de realidad. La defensa primaria inhibe los mecanismos de satisfacción inmediata, la descarga inmediata (alucinación), y permite la aparición del preconsciente. Entre el Yo Placer Purificado y el Yo Real Definitivo surge la defensa primaria, que es el mecanismo que posibilita inhibir la alucinación y la proyección (mecanismos de descarga inmediata). El Yo Real Definitivo: este nuevo nivel se produce con el acceso a la palabra, que surge apoyándose sobre el llanto que invocaba a la madre, el pensamiento, hasta entonces inconsciente, adquiere la posibilidad de consciencia dado el enlace de las huellas mnémicas de cosa con las de palabra. Se constituye así el proceso preconsciente (proceso secundario) y se enriquece extraordinariamente la capacidad de procesamiento de cantidades de excitación. Este nuevo nivel de funcionamiento mental conduce a la implementación de la “acción específica” por parte del Yo, lo que permite obtener satisfacciones de manera autónoma. El Yo logra reprimir la reproducción alucinatoria el objeto deseado, ya que ese camino (la Identidad de Percepción) demostró terminar ocasionando displacer. Comienza a actuar el “Principio de Realidad” el que en última instancia está al Servicio del principio del placer y lo perfecciona, ya que su finalidad es, precisamente, evitar el displacer.