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CUIDADOS PALIATIVOS
Introducción
En las postrimerías del siglo XX las enfermedades crónicas no trasmisibles, entre ellas el
cáncer, desafían a las políticas, las prácticas y los sistemas de salud. Ellas serán la causa
del 54 % de las defunciones en el año 2015. El cáncer, que causa actualmente la décima
parte de la mortalidad total, es la segunda causa de muerte por orden de frecuencia en
todos los grupos de edades en la mayor parte de los países desarrollados y en muchos
países en desarrollo. El análisis de las tendencias actuales muestra que se convertirá en la
causa principal de defunción en muchos países a comienzos del próximo siglo, con un
volumen de 300 millones de casos nuevos y 200 millones de muertes en un plazo de 25
años. Se estima actualmente que 9 millones de personas aparecen anualmente con
cáncer; dentro de unos años es probable que estas cifras alcancen los 25 millones. Hoy en
día existen casi 18 millones de personas enfermas de cáncer, pero en el 2015 la cifra
pasará seguramente de 30 millones.
Se estima que 4 millones de personas diariamente sufren de dolor por cáncer sin recibir
aún un tratamiento totalmente satisfactorio y que entre 60 y el 85 % de los pacientes en
etapas avanzadas padecen de dolor moderado o severo. La OMS postula que el 90-95 %
de estos enfermos pueden ver aliviado su dolor si se siguen determinadas
recomendaciones para su control, que incluye no sólo el empleo pautado y adecuado de
fármacos, sino la incorporación de tratamientos psicosociales, y especialmente, el
entrenamiento de los profesionales de los equipos de salud que deberán atender estos
pacientes y que no están suficientemente preparados para ello.
Fué Balfour Mont, en 1975, quien creó el primer servicio de Cuidados Paliativos en
América, en el Royal Victoria Hospital de Montreal, y el que primero acuñó el término
de “palliative care”. El enfoque se propagó rápidamente por E.U. y otros países: España,
Francia, Italia, comenzándose a desarrollarse en América Latina a partir de 1985,
cuando Ruben Bild lo introduce en la Fundación Prager-Bild de Buenos Aires, después
de llevar su experiencia durante 1982-1984 al Hospital Universitario Marqués de
Valdecilla de Santander, donde Jaime Sanz en 1985 lo incorpora y funda la primera
Unidad de Cuidados Paliativos (UCP) en España, incluída en la Sección de Oncología
Médica de ese Hospital. Al tiempo que se desarrollaba este enfoque en varios centros de
Europa (por ejemplo, en el Instituto de Tumores de Milán, bajo la dirección de Vittorio
Ventafrida y su equipo, y en muchos otros lugares) fué introduciéndose sucesivamente
este en los equipos de atención primaria de Viscaya (1986), en las UCP fundadas por
Xavier Gómez-Batiste y Josef Porta en el Hospital de la Sta. Creu de Vic en Cataluña y el
entonces Hospital de la Cruz Roja de Lleida (1987), por Marcos Gómez Sancho en el
Hospital “El Sabinal” de Las Palmas de Gran Canaria (1989) y por Juan Manuel Núñez
en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid (1990); prácticamente todas estas UCP
están conectadas hoy en día con equipos domiciliarios de la Asociación Española de
Lucha contra el Cáncer y diferentes modalidades de atención.
En América Latina se han acumulado valiosas experiencias en México (que cuenta con
varias Unidades de Cuidados Paliativos, como las del Instituto de Cancerología, dirigida
por Silvia Allende y la del Hospital Civil de Guadalajara, encabezada por Gustavo
Montejo), en Argentina (con la Fundación de San Nicolás, encabezada por Roberto
Wenk, y algunas otras unidades que comienzan a funcionar cooperativamente con el
Ministerio de Salud en la elaboración de políticas de salud que promocionen estos
Cuidados), en Chile (donde existe un Programa Nacional del Ministerio de Salud, con
valiosas experiencias en atención primaria y centros hospitalarios de Santiago de Chile,
Concepción y otras ciudades, y el trabajo tipo “hospice” de la Liga Chilena Contra el
Cáncer), en Colombia (donde además de los centros hospitalarios existen varias
asociacionese en Bogotá, Calí y otras ciudades, dedicadas a la atención a los familiares y
el manejo del duelo, como la Fundación Omega y Pro-morir dignamente), Costa Rica
(con centros hospitalarios y la Fundación Pro-cuidado Paliativo, dirigida por Lizbeth
Quesada, dedicada a la atención a niños terminales), Brasil, Perú y otros muchos países.
Hoy en día, el enfoque ha ganado gran reconocimiento, no sólo entre sus usuarios
(pacientes y familiares), sino entre profesionales, servicios e instituciones de salud. En
1993 se escribió el texto mundialmente conocido como Oxford Texbook of Palliative
Medicine y en los años 94 y 98, bajo la redacción de Marcos Gómez Sancho, dos
Manuales que han servido para la educación a distancia a miles de profesionales en
España y otros países. La Medicina Paliativa se concibe como una especialidad médica y
de enfermería en Inglaterra desde 1987, y se reconoce como tal en Canadá, Australia,
Polonia y otros países. Existen asociaciones nacionales, como la Sociedad Española de
Cuidados Paliativos (SECPAL), fundada en 1992, que recogió en 1993 en una
monografía las primeras recomendaciones para el Ministerio de Sanidad en materia de
Cuidados Paliativos. Desde finales de los años 80, la OMS ha desarrollado una serie de
centros de referencia (Inglaterra, Italia, España, E.U.) para la implementación y
desarrollo de estos Cuidados, y ha establecido programas pilotos en coordinación con
Sistemas de Salud y la Unidad de Cáncer y Cuidados Paliativos de la OMS, como el de
Cataluña. La Asociación Europea de Cuidados Paliativos (EAPC) y otras instituciones
celebran congresos internacionales periódicamente y se editan anualmente una gran
cantidad de publicaciones destinadas a calificar y actualizar al personal de salud en esta
materia. El I Congreso de la SECPAL y IV Congreso de la EAPC concluyeron en 1995
en la llamada “Declaración de Barcelona”, como llamamiento a los gobiernos e
instituciones de la necesidad de desarrollo de los Cuidados Paliativos. En el Congreso
Latinoamericano de Cuidados Paliativos desarrollado en marzo de 1998 en Concepción,
Chile, la Oficina Sanitaria Panamericana dió a conocer la prioridad que estaba dando
esta organización a los Cuidados Paliativos como política, en consonancia con los
postulados de la OMS y las experiencias que iban acumulándose en Europa,
Norteamérica y América Latina. Recientemente, se han publicado varios trabajos que
muestran el grado de desarrollo de los Cuidados Paliativos en muchos otros países:
Francia, Holanda, Bélgica, Noruega, Alemania, Polonia, Australia, Suecia, Uganda,
Turquía, Filipinas, Singapur, India, China, Japón, Indonesia, Israel, entre otros.
La OMS define los Cuidados Paliativos como: “El cuidado global y activo de aquellos
pacientes cuya enfermedad no responde a un tratamiento curativo y en los que es
esencial el control del dolor y otros síntomas, la atención a los problemas psicológicos,
sociales y espirituales, y el conseguir la mejor calidad de vida para el enfermo y su
familia...”. Documentos de la OMS recalcan que “Los Cuidados Paliativos...afirman la
vida y consideran al morir como un proceso natural...no prolongan ni aceleran la
muerte...proporcionan alivio del dolor y otros síntomas penosos...integran aspectos
psicosociales y espirituales del cuidado...ofrecen un sistema de apoyo paa ayudar a los
pacientes a vivir tan activamente como sea posible hasta su muete y a sus familiares para
afrontar la enfermedad, la pérdida y el duelo...” (1).
Como se puede inferir, este tipo de atención se puede dispensar en cualquier contexto de
las actividades de salud: en Unidades hospitalarias, en hospicios, en la atención primaria,
aunque hoy en día se pretende que tales cuidados sean llevados al hogar, a la residencia
misma del paciente, siguiendo una recomendación de la OMS de que los pacientes pasen
los últimos días de su vida en su casa, en su propio entorno, rodeado de personas
queridas. Las modalidades de atención más frecuentes en la actualidad son aquellas que
combinan la atención en el hogar por equipos de atención primaria de salud y el ingreso
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(1) En: OMS. Cancer pain relief and palliative care. Géneva: OMS, 1990.
temporal en Unidades de Cuidados Paliativos, siguiendo determinados criterios para su
internamiento.
Hay que recordar que cerca de las 2/3 partes de los enfermos oncológicos, tendrán en
determinado momento la característica de terminal y requerirán de estos cuidados. La
mayor o menor posibilidad de prevenir, diagnosticar precozmente o tratar con éxito un
cáncer, depende mucho de su localización. En la siguiente figura (Figura 1) se expone un
esquema de las posibles prioridades y estrategias para algunos de los tumores más
frecuentes:
Estómago + - - ++
Pulmón ++ - - ++
Mama - ++ ++ ++
Colon/recto + + + ++
Cérvix + ++ ++ ++
Cabeza y cuello ++ ++ ++ ++
Esófago - - - ++
Hígado ++ - - ++
Próstata - + + ++
_____________________________________________________________________________
++ efectivos, + parcialmente efectivos, - no efectivos
Como se puede apreciar, el alivio del dolor y los cuidados paliativos constituyen una
estrategia efectiva para todos los tipos de cáncer (y muchas otras enfermedades). En un
informe reciente de la OMS, hecho público en 1997, bajo el lema “Vencer al sufrimiento,
enriquecer a la humanidad” se señalaba que la mayor longevidad y el progreso
económico se han acompañado de una creciente carga de enfermedades crónicas y de
problemas de salud, sociales y comportamentales, que darán lugar en los próximos dos
decenios a epidemias mundiales de cáncer y otras enfermedades crónicas, cuyo principal
resultado será un aumento del sufrimiento humano y de la discapacidad. Y añade que,
para la OMS, “velar porque la vida termine de la manera más digna y con el menor
desamparo y bienestar posibles, también es una prioridad, no sólo para la profesión
médica, el sector de la salud o los servicios sociales, sino también para toda la sociedad”
(1).
Tratamiento anticáncer
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(1) En: Un informe demoledor (Editorial). Jano, 1997: 1215:5
(2) En: Report of the Subcommittee on Palliative Cancer Care. Europe Against Cancer
Programme. Doc. DG V/E 1/6002/93.
En consecuencia, las principales bases de la atención paliativa son:
1) Atención integral, que tenga en cuenta los aspectos físicos, emocionales, sociales y
espirituales, es decir, una atención forzosamente global, individualizada y
continuada. Los cuidados paliativos siempre serán brindados por un equipo
multiprofesional, no es posible que un sólo especialista pueda abordarlo todo.
2) El enfermo y la familia son la unidad a tratar. La familia es el núcleo fundamental
de apoyo al enfermo, adquiriendo relevancia especial en la atención domiciliaria,
para lo cual requiere medidas específicas de ayuda y educación.
3) La promoción de la autonomía y la dignidad al enfermo son factores rectores en las
decisiones terapéuticas. Los objetivos terapéuticos deberán elaborarse con el
enfermo, él siempre marcará las pautas de lo que hay que hacer, lo que significa un
vuelco considerable en los procederes de la Medicina contemporánea.
4) Concepción terapéutica activa y rehabilitatoria, superando el desconocimiento y la
actitud negativa que se esconde tras el “no hay nada más qué hacer”...
5) Atmósfera (entorno) de respeto, confort, apoyo y comunicación adecuada,
propiciando en todo momento seguridad y comodidad.
Cuáles son los procedimientos o instrumentos básicos con los que se lleva a cabo la
atención paliativa? Podría responderse que son:
Se han ofrecido una serie de principios fundamentales que habá que tener en cuenta
en el control de síntomas, como son:
* Tome en serio los síntomas. Escuche y crea en el paciente. Si, por ej., el enfermo
dice que le duele, es que le duele...
* Haga un análisis y un diagnóstico de las causas del síntoma.
* Haga uso de los métodos simples antes de emplear otros más complejos.
* Tenga un amplio conocimiento acerca de los medicamentos y de la toxicidad de
los mismos. Es preferible manejar con profundidad unos pocos fármacos, que
conocer de muchos superficialmente.
* Esfuércese sin rendirse. Los síntomas pueden ser controlados, siquiera
parcialmente...
* Déle tiempo al tiempo para obtener resultados, ellos no aparecerán
inmediatamente. Pero recuerde siempre que el enfermo no tiene mucho tiempo...
* Ajuste sus metas en orden, jerarquice el control de síntomas por objetivos
parciales y sucesivos, para que puedan irse disfrutando las pequeñas mejorías.
Intente, por ejemplo, primeramente una noche de sueño sin dolor, luego
propóngase controlar el dolor en reposo, y sólo posteriormente, intente controlar
el dolor en movimiento; de igual forma con todos los demás síntomas.
* Trate tanto la angustia como el dolor físico. Son inseparables.
* Ayude al enfermo y a su familia a aceptar los síntomas “tolerables”
* Anticipe los síntomas y prevéngalos.
* Conozca cuál (es) tratamiento (s) está llevando el paciente.
* Cuando un medicamento adecuadamente prescripto no eseté surtiendo el efecto
esperado, luego de revisar de nuevo las causas y nuevas condicionese del síntoma,
piense en posibles causas emocionales
* Es común que existan varios síntomas simultáneamente; no siempre algunos son
efectos colaterales o consecuencias del tratamiento, pero hay que tenerlos en
cuenta en el tratamiento global.
* Siempre proporcione apoyo y consuelo; prolongue la vida sólo cuando es
apropiado hacerlo, evitando actitudes de “encarnizamiento terapéuti2co”
inútiles e improcedentes.
* Haga una revalorización constante de los síntomas. A síntomas cambiantes,
tratamientos modificados.
A principios de los años 79, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP)
propuso definir el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable,
asociada con una lesión hística presente o potencial o descrita en términos de la misma.
Por tanto el dolor es lo que la persona que lo sufre dice experimentar. Aunque ha sido
clasificado en base al tiempo como agudo o crónico (y éste último más injustamente aún
en “benigno” o “maligno”), cualquier dolor tiene un significado para el enfermo y
también para el médico. Un dolor agudo abdominal puede hacer que el enfermo acuda a
un médico, se detecte una apendicitis, se someta a una intervención quirúrgica y se le
salve la vida. El dolor crónico no siempre tiene un significado positivo. El dolor
oncológico tiene un significado siempre negativo: para pacientes, familiares y hasta
profesionales de la salud, siempre se asocia a destrucción y muerte, por lo tanto, carece
de sentido su permanencia. Anula a la persona, es absurdo, y debe combatirse
enérgicamente. Llevar dolor durante tanto tiempo, permanecer indiferente ante él o
simplemente, tratar de entenderlo como algo normal, que tiene que ser así (“es normal
que le duela, ¿no se operó hoy mismo?” o “claro que tiene que dolerle, está enfermo de
cáncer”, es más que un acto profesional indolente, es inmoral... Puede ser muy
expresiva la frase atribuida a F. Gerfault: “Los grandes dolores no son lacrimosos.
Cuando uno está aniquilado no llora:
sangra” (1).
Aunque muchos de los aspectos de otros tipos de dolor son extrapolables al dolor en
enfermos de cáncer, el alivio del dolor oncológico no puede guiarse estrictamente por los
canones de tratamiento generales para el dolor agudo. El dolor en estos enfermos puede
ser: a) producido por el tumor (infiltración ósea, espasmos musculares, compresión
nerviosa, involucración visceral, infiltración de tejidos blandos, presión intracreaneal
aumentada) o relacionados con el cáncer (constipación, escaras, linfoedemas, candidiasis,
neuralgias herpéticas, trombosis de vasos profundos, etc.), b) provocado por los
tratamientos anticáncer (dolor o neuralgia postoperatoria, fibrosis/inflamación
postradioterapia, mielopatía postradiación, neuropatía postquimioterápica, necrosis de
hueso), y c) no relacionado con el cáncer ni la terapia (dolores músculo-esqueléticos,
cefaleas, artritis, dolor cardiovascular). Hay que conocer bien el tipo de dolor en
pacientes con cáncer, ya que no siempre es estrictamente un dolor por cáncer: si es un
dolor somático o visceral (nociceptivo) por estimulación de nociceptores (como el de las
metástasis óseas, el del cáncer de páncras o las metástasis pulmonares), si es central o
periférico/neuropático, de origen neurogénico, por estimulación directa del sistema
nervioso central o periférico (por tumores cerebrales con hipertensión intracraneal o
tumores pélvicos con plexopatía sacra). También es necesario conocer su clasificación
clínica (óseo, visceral, por compresión de nervios, cerebral, cólico, muscular y articular,
neuropático) y sus causas posibles. En resumen, para tratar el dolor en enfermos de
cáncer es preciso, como en el manejo de cualquier dolor y quizás con mayor razón,
evaluar cuidadosamente antes de tratar: indagar sobre su localización, intensidad, forma
y momentos de aparición, factores que modifican su intensidad, etc. No se debe olvidar
que la mayoría de los pacientes con cáncer tienen 3 o 4 dolores diferentes, por lo que
debe definirse y recoger en detalle las características de cada dolor.
Existen una serie de importantes motivos para controlar el dolor por cáncer en el
paciente terminal: 1) Estos dolores recuerdan al enfermo su diagnóstico y sombrío
pronóstico de su enfermedad, 2) Producen un gran impacto emocional, 3) Anulan e
inhabilitan al paciente para la más mínima vida de relación, obstaculizando su calidad de
vida en múltiples dimensiones, 4) Es absurdo, envilece, incapacita, 5) Son posibles de
controlar (según la OMS, se puede lograr un alivio efectivo en el 90-95 % de los casos
con un tratamiento adecuado).
Como en cualquier otro síntoma, el alivio del dolor en pacientes con enfermedad
avanzada se logra con mayor efectividad con tratamientos multimodales, donde se
combinen medios farmacológicos y no farmacológicos. La OMS ha diseñado una
estrategia bastante sencilla que ayuda a pautar el tratamiento farmacológico del dolor: la
llamada “escalera analgésica” de 3 peldaños fundamentales (Ver figura 4).
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(1) Citado por: Gómez Sancho M. Tratamiento del dolor. Cap. 4. En: Gómez Sancho
M (Ed) Cuidados Paliativos e Intervención Psicosocial en enfermos terminales.
Las Palmas de Gran Canaria: ICEPSS, 1994.
De esta forma, se comenzaría por los peldaños inferiores, en función del tipo e intensidad
de dolor que el paciente presente y cuando deja de controlarse de forma efectiva, se pasa
a medicamentos del peldaño siguiente hasta el último escalón, donde el medicamento
prototipo es la morfina. En la aplicación de la escalera analgésica hay que tener en
cuenta:
1) Que en todos los peldaños, aparte del analgésico correspondiente, se pueden añadir,
cuando sea necesario, medicamentos adyuvantes o coanalgésicos. Estos son
medicamentos que, sin ser propiamente analgésicos, pueden comportarse como
tales (algunos antidepresivos, como la amitriptilina; anticonlvusicantes, como la
carbamacepina; neurolépticos y ansiolíticos, como el diacepam; corticoides, como
la prednisona y la dexametasona, etc.). Ellos pueden ser muy útiles en el
tratamiento de algunos tipos de dolor.
2) Debe recordarse que los analgésicos del primer escalón (tipo AINE) suelen
producir molestias e irritación gástricas, entre otros efectos secundarios, que
pueden controlarse parcialmente con antiácidos como la cimetidina o la ranitidina
(aunque en el caso de la aspirina reducen su absorción), y especialmente,
ingiriéndolos con algún alimento. El paracetamol puede producir toxicidad
hepática.
3) En los dos últimos peldaños se pueden añadir los analgésicos del primer escalón (no
opioides) y/o los adyuvantes, ellos pueden actuar por mecanismos distintos y tener
efectos aditivos deseables (por ejemplo, codeína o morfina junto con aspirina o
paracetamol).
4) Nunca se deberán mezclar analgésicos del segundo y tercer escalón (por ejemplo,
codeína con morfina).
5) Que la morfina, como analgésico prototipo del tercer escalón no tiene techo, por lo
que se irá dosificando a medida que sea necesario, en función del incremento de la
tolerancia y dependencia.
Dolor severo
o persistente
__________________________
+/- Adyuvantes
___________________________
En general, se ha descrito una serie de mitos en relación al uso de la morfina que es
necesario esclarecer bien al enmarcar el control del dolor en los Cuidados Paliativos: “el
paciente se hará un drogadicto”, “la usará para suicidarse”, “se robarán la morfina de
casa para contrabando”, “provoca euforia”, “la tolerancia se desarrolla rápidamente y al
final ya no será tan efectiva”, “provoca depresión respiratoria”, “ya se le está inyectando
morfina, es un muerto en vida”, etc. La mayoría de estos pretextos para la no utilización
de la morfina en el control del dolor severo son falsas creencias que no sólo tiene la
población, sino que existe aún en muchos profesionales de la salud, por desconocimiento
o inexperiencia en el manejo de pacientes terminales. En realidad, las contraindicaciones
o efectos secundarios de la morfina casi no aparecen (el mejor antagonista del efecto, por
ejemplo, de depresión respiratoria es el propio dolor del paciente); o pueden ir
desapareciendo lentamente o con control de estos efectos (por ejemplo, la somnolencia o
el tratamiento del estreñimiento con laxantes); raramente se utiliza la morfina para el
contrabando de drogas y no puede pensarse que un enfermo terminal llegará a ser
drogadicto; la euforia muchas veces se produce por la sensación de bienestar producida
por el alivio del dolor; lo que sí resulta una especie de “muerto en vida” es un paciente
con cáncer sufriendo de dolor severo, pudiendo ser aliviado. Bónica, el padre de los
estudios del dolor, escribía: “Una tragedia está ocurriendo en nuestros sistemas de salud.
Los pacientes están sufriendo de dolores severos innecesariamente. Poseemos los
fármacos, la tecnología y la información necesarias para usarlos de manera apropiada.
Sin embargo, muchos médicos y enfermeras no sólo usan tratamientos analgésicos de
forma inapropiada, sino que a veces dirigen sus energías contra aquellos que están
tratando de mejorar el tratamiento clínico del dolor...” (1).
Recordemos finalmente que en el control del dolor deben insertarse todas aquellas
técnicas y procedimientos que han demostrado su efectividad y que no se ocupan
exclusivamente del componente sensofisiológico del dolor. Este control deberá ser
llevado a cabo mediante un sistema de acciones multidisciplinarias que se dirigen
fundamentalmente a resolver los problemas inmediatos de la calidad subjetiva de vida
del paciente, sin descuidar a los familiares. Mejorar el bienestar subjetivo es ya de por sí
razón suficiente para la utilización de procedimientos variados, desde las técnicas de
hipnosis y relajación y las terapias cognitivo-conductuales, pasando por masajes y
llegando hasta la utilización de técnicas alternativas como coadyuvantes (acupuntura,
digitopuntura, otros procedimientos de Medicina tradicional), todos insertados en la
filosofía y el enfoque de los Cuidados Paliativos. Insistimos: las acciones para el control
del dolor deben convertirse en acciones para el disfrute de la vida, para que cada
proceder, cada intención, devenga esperanza y trasmita un mensaje de esfuerzo, de
solidaridad, de amor, de ilusión, que ayude decisivamente, por paradójico que parezca, a
que aún con cierto dolor, el paciente sea capaz de mantener una sonrisa y disfrute de su
vida hasta el final.
1) Explicar las causas de los síntomas a los enfermos y sus familiares, en términos que
sean pertinentes y comprensibles.
2) Usar estrategias mixtas, con medidas farmacológicas y no farmacológicas (masajes,
posturas, procedimientos de relajación, cuidados particulares de la boca, piel, etc.)
3) Individualizar el tratamiento, discutiendo las opciones con el enfermo y la familia.
4) Monitorear los síntomas mediante el uso de instrumentos estandarizados y
esquemas de registro adecuados.
5) Prestar atención a los detalles, minimizando efectos secundarios adversos y
empleando actitudes y conductas adecuadas (escucha, humor y risa, terapia
ocupacional, contacto físico, etc.), reduciendo la sensación de abandono e
impotencia del enfermo.
6) Dar instrucciones correctas y completas sobre los tratamientos, si es posible por
escrito, especificando efectos de medicamentos, intervalos, vías de administración,
si ese conveniente ingerirlos antes, con o después de las comidas, diferenciando bien
los medicamentos a tomar a horas fijas (tenga o no el síntoma) de aquellos que debe
usar sólo si los precisa, explicando bien el porqué de la utilización.
7) A síntomas constantes, tratamiento preventivo. Muchos medicamentos deberán
tomarse a horas fijas (por ejemplo, analgésicos) y nunca “a demanda”: usar otros
fármacos de manera profiláctica (por ejemplo, laxantes si se prescribe morfina;
antieméticos si con la codeína un paciente comienza con vómitos y hay que iniciar el
tratamiento de morfina).
8) Revisar, revisar y revisar. Los cambios son muy rápidos, y a medida que el paciente
avanza hacia las fases pragónica y agónica, comienzan a producirse con frecuencia e
importancia que hay que analizar.
9) No limitar los tratamientos al uso de fármacos. La utilización del calor o del frío, de
. una dieta adecuada, de masajes, de curas locales, relajación o de una simple
conversación en donde lo más importante es escuchar y comprender al enfermo, sin
decir nada, el cambio de postura o de vestuario en un paciente con disnea, pueden
ayudar más al control de los síntomas en estos pacientes que el empleo de
medicamentos.
Por otra parte, quien proporciona cuidados paliativos (equipo terapéutico o los
familiares coterapeutas) debe protegerse del peligro que implica la identificación
excesiva o las expectativas omnipotentes e inalcanzables de aliviar todo sufrimiento. Es el
paciente quien morirá y a él le corresponde experimentar su propia muerte, el dolor que
pueda tolerar, la paz y conformidad que pueda alcanzar, la plenitud de vivencia que le
sea posible lograr. Esto exige, por tanto, que se mantengan expectativas realistas.
No existe fórmula alguna que resuelva el problema de la muerte, por lo que no existirá
tampoco una forma única de enfrentar la muerte de cada individuo. Antes de la pérdida
final, el paciente y su familia experimentan “micro-muertes” de orden físico, emocional,
económico, espiritual, con diferentes cargas afectivas para los pacientes y sus allegados.
Poner en orden el caos emocional que se puede experimentar, requiere que el proveedor
de Cuidados Paliativos sea a la vez, consultor, asesor, confidente y terapeuta que
propende favorecer el cambio.
En la preparación para la muerte hay que recordar siempre que existen una serie de
miedos en el proceso del vivir/morir que no siempre son identificados por el paciente, y a
los cuales hay que ponerles “apellido”, para poder aconsejar y trabajar con el enfermo
su resolución. En este proceso, la negación siempre estará presente, y a veces, es deseable
y psicológicamente saludable. Al atravesar por todas las etapas o estadíos descritos por
Kübler-Ross (la famosa tanatóloga que dedicó su vida a la atención de los moribundos),
cada quien lo hace de manera diferente. Pero siempre podrán reaparecer las negaciones,
los mecanismos evitativos. Como decía Kübler-Ross: “Nadie puede mirar de frente al sol
durante todo el tiempo” (1) y esto es válido no solo para el paciente y la familia, sino
también para los miembros del equipo de atención. La relación terapéutica que se crea
con el moribundo es y debe ser de equipo, no exclusiva ni centrada en una persona
determinada.
Otro factor importante que debe ser considerado es que los sobrevivientes son víctimas
del sufrimiento y frecuentemente, de un largo y traumático proceso. Si no son apoyados,
pueden convertirse eventualmente en pacientes; en consecuencia, el trabajo de
preparación para la muerte incluye el manejo del duelo anticipatorio, antes de la muerte
del familiar enfermo, y debe extenderse más allá del fallecimiento del paciente. En este
proceso de duelo hay que involucrar a los niños, según su edad cronológica y su madurez
intelectual y emocional, ellos no deben quedar rezagados. El duelo debe ser vivenciado,
tiene que transcurrir en todas sus etapas para que dé paso a una fase de recuperación de
la normalidad en la cotidiana existencia, no debe “congelarse” con psicofármacos, sino
permitir que fluya espontáneamente, facilitando y no reprimiendo la expresión
emocional, permitiendo el recuerdo con los objetos o situaciones que estén asociadas al
ser querido, apoyando afectivamente con la mayor autenticidad. Las “curas geográficas”
o viajes, cambios bruscos de domicilio, ayudas de vecinos al recoger los objetos del
fallecido, el regreso inmediato al trabajo, no son las mejores recomendaciones para que
el duelo transcurra normalmente y se convierta, a la larga, en un proceso revitalizador y
hasta enriquecedor.
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(1) En: Kübler-Ross E. Sobre la muerte y los moribundos. Trad. de la 8a. ed.
Barcelona: Grijalbo, 1974.
El derecho a morir en el hogar (la mayor parte de los pacientes lo prefiere así), rodeado
del calor de esa atmósfera brindado por los rostros y cosas familiares, es una costumbre
que debe ser reconquistada y ampliamente promovida, por lo que cada día más se
proyectan programas de atención domiciliaria al paciente terminal. Morir en casa, que
significa pasar los últimos momentos de la vida en el propio terreno, no sólo brinda un
sentimento de seguridad al moribundo, sino que contribuye a rodear el hecho de morir
del mejor entorno humano, lo que no puede encontrarse en el hospital tradicional, donde
a pesar de los cuidados técnicos se muere más sólo. Este derecho implica disponer de
aquellas medidas imprescindibles requeridas para satisfacer las múltiples necesidades
del enfermo en el propio hogar. Nos referimos aquí a las medidas fundamentales
(equipos capacitados y entrenados, apoyo familiar, medicamentos esenciales disponibles
en la atención domiciliaria) y no a aspectos muy puntuales, que raramente podrán
encontrarse en la casa y que también escasamente se utilizan en los Cuidados Paliativos.
Morir en casa no es morir rodeado de confort dado por procedimientos técnicos,
extrapolados de la atención habitual (sueros, oxígeno, etc.), sino en el entorno familiar y
donde los profesionales del equipo de atención primaria, debidamente preparados, con la
comunicación, el apoyo y la preservación de los aspectos éticos elementales, más unos
pocos medicamentos (especialmente analgésicos), ayudan a que esa situación transcurra
lo más llevaderamente posible.
En los últimos años se ha ido tomando conciencia de que la satisfacción de las principales
necesidades de cada individuo, administrada con la máxima eficacia profesional posible,
no depende tanto del desarrollo tecnológico o de los recursos materiales, sino de la
adecuada capacitación y entrenamiento de los profesionales que han de brindarla,
integrados en equipos multidisciplinarios que actúan con objetivos comunes (médicos,
psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales, farmacólogos). Esta atención es enfocada
en la actualidad en forma de un programa, concebido por etapas, con cooperación
implícita de pacientes y familias y múltiples propósitos, siempre realistas, que dispone de
una serie de indicadores que permiten autoevaluarlo a lo largo de su implementación.
Se establecíeron así las bases para los Programas de Cuidados Paliativos en 40 países, la
Unidad de Cáncer y Cuidados Paliativos de la OMS intentaría establecer cimientos para
el desarrollo de estos Programas en 100 países para el año 2000; ya existían varios
Centros Colaboradores de la OMS, como los del Memorial Hospital de Nueva York,
dirigido por K. Foley, el Instituto para el Estudio y Cura de Tumores de Milán, dirigido
por V. Ventrafridda, el Churchill Hospital, de Oxford, Inglaterra, dirigido por R.
Twycross, el Edmonton General Hospital, en Canadá, dirigido por E. Bruera. Algunos
Proyectos de Demostración por acuerdo de la OMS y gobiernos autónomos (Cataluña,
España y Kerala, India), perseguírían evaluar y dar seguimiento a prioridades de la
OMS en materia de Cuidados Paliativos, mientras que los Puntos Focales se dirigirían a
personas, como el Dr. E. Bruera, que coordinaba el Programa en América Latina.
En los últimos 4 años, los Programas de Cuidados Paliativos se han ido difundiendo en
muchos países de América Latina, Europa, Asia y Africa, algunos como los de Cataluña
(dirigido por Xavier Gómez-Batiste) y El Sabinal (con Marcos Gómez Sancho a la
cabeza), el de Edmonton, en Canadá (dirigido por E. Bruera), el del Instituto de
Cuidado Paliativo de la Universidad de Otawa, en Canadá (dirigido por J. Scott), el del
Centro de Cuidado Paliativo y Tratamiento del Dolor del Memorial Sloan Kettering
Cancer Center, de Nueva York (dirigido por M. Callaway), el del Centro Clínico
dedicado al Cáncer, de Cleveland, Ohio (dirigido por T.D. Walsh), y otras instituciones
del Reino Unido como el St. Christopher’s Hospice y el Churchill Hospital, entre
muchos otros, se han convertido en paradigmáticos centros de referencia para la
capacitación de nuevos profesionales.
En Cuba, se vienen dando pasos desde 1992 para conformar un Programa de Cuidados
Paliativos que formase parte del Programa Nacional de Control de Cáncer, elaborado
sobre la base de las directrices establecidas por la OMS para este tipo de Programas, y
que considerase las condiciones propias de nuestro país. Desde 1994 se intensificó la
labor de revisión de Programas y experiencias de otros países y se desarrollaron
investigaciones propias, dirigidas a conocer la pertinencia de un Programa en nuestras
condiciones concretas y a elaborar procedimientos e instrumentos que propiciasen la
capacitación y fuesen útiles para evaluar el impacto de las acciones sobre la calidad de
vida de los enfermos y sus familiares. Se revisó literatura y se tomó contacto directo con
especialistas y experiencias concretas de la Fundación Omega de Colombia, del
Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, del Programa chileno de
Cuidados Paliativos, del Programa de Cuidados Paliativos de San Nicolás, en Argentina,
de las Unidades de Cuidados Paliativos del Hospital Civil de Guadalajara, del Hospital
“El Sabinal” de Gran Canaria, del Hospital Gregorio Marañón y el Area de Atención no.
1 de Madrid, del Programa catalán de Cuidados Paliativos, y de varios otros programas
y centros de referencia de Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña y de países de
América Latina.
El documento del Programa cubano de Atención al Dolor y Cuidados Paliativos
(PADCP) en su primera versión estuvo listo en 1996, en él se trazan lineamientos para su
gradual implementación en el país. Este Programa viene a ocupar un espacio necesario
en el Programa Nacional de Control de Cáncer.
Este Programa proyecta extender en el futuro sus beneficios a otros tipos de enfermos
crónicos en estadío terminal. Su objetivo general está planteado como: aumentar el
bienestar subjetivo y la calidad de vida en el paciente que requiere de atención paliativa,
asi como de sus familiares, mediante una atención integral que considere los aspectos
físicos, sociales, emocionales y espirituales, sin afectaciones para el equipo que brinda
estos cuidados. Está concebido para implementarse en la atención primaria y durante el
internamiento temporal del paciente en hospitales (atención secundaria y terciaria).
Podrían ser enumeradas como las características particulares del Programa cubano:
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En: Saunders C, Baines M. Living with dying. London: Oxford University Press, 1989.
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