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Lo que hay detrás del dolor

de estómago
inmediatamente después de
comer
Mónica De Haro
13 de octubre de 2021·6 min de lectura

Tener que desabrocharse el botón nada más comer es un indicativo de que algo no funciona bien.
Esa hinchazón abdominal puede estar causada por los problemas intestinales como el síndrome
de intestino irritable o la Enfermedad de Crohn, pero existe otro trastorno que pueden propiciar el
vientre hinchado. (Foto: Getty)
A algunas personas les duele el estómago nada más comer. De
hecho, según una encuesta a más de 50.000 personas, alrededor del
11 por ciento de la población mundial (13 por ciento de las mujeres y 9
por ciento de los hombres) experimentan con frecuencia dolor
abdominal cuando comen. Lo que se traduce en que una de cada
diez personas siente dolor frecuente relacionado con las comidas.
Esto incluye el 13 por ciento de las mujeres y el 9 por ciento de los
hombres, y es más común en las personas de 18 a 28 años (15 por
ciento), según una encuesta online realizada a más de 54.000
personas en 26 países. Son datos de una investigación que se ha
presentado por primera vez en la UEG Week Virtual 2021, basada en
una encuesta de la United European Gastroenterology.
Un trabajo que demuestra que el dolor de tripa nada más comer es
más frecuente de lo que pensamos. Quienes lo sufren dicen
sentirse hinchados como un globo, con una sensación de estar
demasiado lleno o de llenarse demasiado rápido. Casi siempre lo
asociamos a los atracones de comida, a una mala combinación de
alimentos, a las intolerancias alimentarias o a la falta de ejercicio, y
culpamos a estos factores de los gases, la retención de líquidos o del
estreñimiento y la diarreaa.
Sin embargo, la hinchazón, las flatulencias y los desarreglos
intestinales no son las únicas molestias que van unidas al dolor de
tripa nada más comer; en ocasiones este va acompañado de angustia
psicológica y otros síntomas diferentes como dolor de espalda o
dificultad para respirar, que se asocian con una gran angustia y
problemas de funcionamiento.
“Hasta el 40 por ciento de la población mundial experimenta con
frecuencia síntomas gastrointestinales que reaparecen y cuando
estos pacientes consultan a un médico, su evaluación clínica de rutina
es normal; la mayoría de estas personas probablemente
padecen trastornos de la interacción intestino-cerebro (DGBI, por
sus siglas en inglés)”, cuenta Esther Colomier, autora del estudio e
investigadora conjunta de doctorado en KU Leuven, Bélgica, y la
Universidad de Gotemburgo, Suecia.
Se trata de afecciones benignas en el sentido de que no conducen a
complicaciones graves ni afectan la esperanza de vida, pero que
pueden tener un impacto negativo en la vida diaria de los pacientes.
"El dolor asociado con la alimentación parece ser más común en los
jóvenes de 18 a 28 años, con un 15 por ciento de afectados", encontró
la investigación. El mismo grupo también tenía malestar
psicológico más grave y síntomas somáticos (que no eran
gastrointestinales).
Colomier añade que: “El mensaje para llevar a casa de este estudio es
que las personas que experimentan dolor abdominal relacionado con
las comidas cumplen otros criterios de lo que llamamos 'trastornos de
las interacciones intestino-cerebro' (DGBI), conocidos como trastornos
funcionales del intestino, incluidas afecciones comunes como el
síndrome del intestino irritable (SII), hinchazón y distensión abdominal
".
Lo ideal es que un médico realice el diagnóstico, sobre todo, si la
hinchazón viene acompañada de dolor o cambios en el ritmo
intestinal, por ejemplo, diarreas. El especialista analizará los
antecedentes del paciente, realizará una exploración física y analítica
y, probablemente, pedirá la realización de una endoscopia
o colonoscopia. Son pruebas incómodas pero, en la actualidad, en la
mayoría de centros, se realizan con sedación, de forma ambulatoria y
la recuperación es rápida.
Esa conexión entre el sistema nervioso central (SNC) y tracto
gastrointestinal, conocida como 'eje microbiota- intestino-cerebro' está
despertando un gran interés en la actualidad al existir indicios de que
esas alteraciones cerebrales pueden afectar al funcionamiento
intestinal, y a la inversa, alteraciones gastrointestinales pueden inducir
cambios en el comportamiento, la conducta, el estado de ánimo y
también a nivel neuroquímico.
Así, existe una correlación entre las alteraciones de la microbiota y la
encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo o el colon irritable. En
estas enfermedades existe una disbiosis (cambios en la composición
normal de la microbiota) que genera cambios en la motilidad
gastrointestinal, afecta a las secreciones y produce una
hipersensibilidad. En estas circunstancias se ven alteradas las células
neuroendocrinas y las del sistema inmune, modificando la liberación
de neurotransmisores, lo que se podría traducir en las diferentes
manifestaciones psiquiátricas.
¿Qué quiere decir todo esto? Que lo que pasa en el intestino, no se
queda en el intestino, y que un simple dolor de tripa puede
significar mucho más de lo que pensamos porque el estómago está
conectado con el cerebro. El intestino es la casa de trillones de
microorganismos que tienen un papel fundamental en muchos
aspectos de la biología humana incluyendo el metabolismo, la función
endocrina, neuronal e inmune. Se cree que el microbioma
intestinal y su influencia en el comportamiento del huésped, la barrera
intestinal y la función inmune son un aspecto crítico del eje cerebro-
intestino.
Conocer y dar a conocer esa relación bidireccional entre la microbiota
intestinal y el cerebro conocida como 'Eje microbiota-intestino-cerebro'
puede aliviar a mucha gente.
Existe una evidencia creciente de que estas interacciones influyen en
una serie de trastornos previamente considerados como
exclusivamente neurodegenerativos o del ánimo, tales como la
depresión, la enfermedad bipolar, los trastornos del espectro autista,
el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, la esquizofrenia,
la esclerosis múltiple y la obesidad; pero que ahora se han relacionado
con procesos inflamatorios producidos por bacterias o virus.
Este hallazgo podría ayudar a muchas personas a entender por qué
sufren dolor de tripa tan a menudo. Por lo tanto, evaluar los nuevos
síntomas relacionados en todos los pacientes con DGBI podría ser de
gran importancia para mejorar e individualizar su enfoque de
tratamiento. Estas personas podrían beneficiarse de un enfoque de
atención multidisciplinar, que incluye asesoramiento dietético y de
estilo de vida, apoyo psicológico y terapia farmacológica.
Qué puedes hacer para controlar las molestias
 Lleva un diario de todo lo que comes y toma nota de cualquier
alimento que pueda causarte dolor después de las comidas. No para
discriminar alimentos por tu cuenta sino para contarle al especialista
con detalle qué es lo que te pasa. Esto ayudará a los médicos a
comprender qué está causando tus problemas gastrointestinales y a
elaborar un plan de tratamiento permanente.
 Practica la seguridad alimentaria: elimina cualquier bacteria que
pueda estar al acecho en tus alimentos lavando bien las frutas y
verduras, cocinando la carne a la temperatura adecuada y refrigerando
los alimentos que deben mantenerse fríos.
 Come porciones más pequeñas: si padeces problemas
gastrointestinales, tus intestinos pueden digerir los alimentos más
fácilmente si haces cinco a seis comidas pequeñas al día en lugar de
tres grandes.
 Reduce el estrés: pasarte el día preocupado y dando vueltas a las
cosas puede alterar tu estómago. Intenta controlar su estrés y
ansiedad. Esto no solo ayudará a tu salud digestiva, sino también a tu
salud mental.

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