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PROGRAMA No.

0153

LEVÍTICO

Capítulos 4:27 - 5:6

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del capítulo 4 de Levítico, y nos
corresponde hoy considerar el aspecto de los pecados de las personas del pueblo. Vamos a leer el
versículo 27 de este capítulo 4, que dice así:

27
Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los
mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; (Lev. 4:27)

Ahora esto habla en cuanto a la persona común y corriente, es decir, el ciudadano en


particular. Es verdad que esta ofrenda era por un pecado por yerro, pero se trataba de un pecado
contra algún mandamiento específico de Dios; una transgresión de algo que había sido
específicamente declarado como prohibido. También tenía que establecerse que el que presentaba
la ofrenda era culpable. No podía ser simplemente un rumor, sino que la culpabilidad tenía que
comprobarse. Esta ofrenda al igual que las anteriores, tenía poder para quitar el complejo de
culpa y satisfacer la conciencia. Ahora, sólo la muerte de Cristo es la única que puede quitarle el
complejo de culpa tan abrumador al hombre moderno. Los procedimientos psicológicos no han
podido lograr esto. La conciencia de una persona puede ser endurecida y la culpa puede ser
transferida de un área a otra, pero en lo profundo del corazón humano el extraño complejo de
culpabilidad persiste. Es quitado solamente cuando se trae a Cristo Jesús para recibir Su perdón.
Ahora leamos el versículo 28 de este capítulo 4 de Levítico:

28
Luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una
cabra sin defecto, por su pecado que cometió. (Lev. 4:28)

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Si un pecado llegaba al conocimiento de una persona más tarde, entonces, ya no era pecado
por yerro; sin embargo, todavía requería el mismo sacrificio. Ahora, ¿qué hace el creyente hoy en
día? Tiene que venir a Cristo como pecador perdido y aceptarle como su Salvador. Entonces,
cuando se da cuenta que ha pecado, lo confiesa a Dios. El Apóstol Juan, en su primera carta,
capítulo 1, versículo 9, nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Ahora, la ofrenda en este caso era una cabra; una ofrenda de menor valor que cualquiera de
las ofrendas previas. Sin embargo, se requería una ofrenda de todos modos. Todas estas
ofrendas señalan a la muerte de Cristo. Leamos ahora los versículos finales de este capítulo 4, los
versículos 29 hasta el 35:

29
Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el
30
lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la
pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al
pie del altar. 31Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura
del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová;
32
así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado. Y si por su ofrenda por el
pecado trajere cordero, hembra sin defecto traerá. 33Y pondrá su mano sobre la cabeza
de la ofrenda de expiación, y la degollará por expiación en el lugar donde se degüella
el holocausto. 34Después con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la expiación,
y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la
sangre al pie del altar. 35Y le quitará toda su grosura, como fue quitada la grosura del
sacrificio de paz, y el sacerdote la hará arder en el altar sobre la ofrenda encendida a
Jehová; y le hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido, y será
perdonado. (Lev. 4:29-35)

Vemos aquí, una vez más, que el ritual es el mismo para todas las clasificaciones de la
humanidad. Ahora, según el versículo 32, un cordero, hembra sin defecto, también era aceptable,
y una vez más vemos que el ritual para el cordero era el mismo.

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Ahora, la cláusula importante en la cual debemos centrar nuestra atención, se encuentra en el
versículo 35, al final donde dice: “Y será perdonado”. La verdad importante aquí es que el
perdón completo es asegurado para el pecador. Se lograba una absolución total. Eso es
exactamente lo que se efectuó por nosotros cuando Cristo murió. El Apóstol Pablo en su carta a
los Efesios, capítulo 1, versículo 7, dice: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados según las riquezas de su gracia”.

Prosiguiendo ahora nuestro estudio sobre la ofrenda por el pecado, vamos a considerar la ley
de la ofrenda por el pecado, que en realidad no se encuentra aquí en este capítulo 4 de Levítico,
sino en el capítulo 6, versículos 24 al 30. Y vamos a leer los versículos 24 y 25: “Y habló Jehová
a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio expiatorio:
en el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de
Jehová; es cosa santísima”. Notamos que el lugar para la ofrenda por el pecado era el mismo
que se usaba para ofrecer el holocausto. Estas dos ofrendas se refieren a Cristo. Ahora, los
versículos 26 y 27 del capítulo 6 de Levítico, dicen: “El sacerdote que la ofreciere por el pecado,
la comerá; en lugar santo será comida, en el atrio del tabernáculo de reunión. Todo lo que
tocare su carne, será santificado; y si salpicare su sangre sobre el vestido, lavarás aquello sobre
que cayere, en lugar santo”.

La ofrenda por el pecado era santa ante Dios. Recuerde usted que Cristo en la cruz clamó a
Dios con las palabras del Salmo 22, versículos 1 al 3: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios
mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, Tú
que habitas entre las alabanzas de Israel”.

Cristo fue hecho pecado por nosotros en la cruz, y sin embargo era santo. Dios se apartó de
Él, y sin embargo Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo. No sabemos las
respuestas a esto; no lo comprendemos; esto es un gran misterio. Jesucristo era santo y todavía
es santo. Nuestro pecado fue puesto sobre Él. Nunca sabremos ni comprenderemos lo que Él
sufrió en la cruz, porque Él es santo, y nosotros no lo somos. No sabemos lo que realmente es el
sufrimiento.
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Ahora, los versículos 28 al 30 del capítulo 6 de Levítico dicen: “Y la vasija de barro en que
fuere cocida, será quebrada; y si fuere cocida en vasija de bronce, será fregada y lavada con
agua. Todo varón de entre los sacerdotes la comerá; es cosa santísima. Mas no se comerá
ninguna ofrenda de cuya sangre se metiere en el tabernáculo de reunión para hacer expiación
en el santuario; al fuego será quemada”.

Esta ley era escrupulosa en los detalles más minuciosos, aun tocante a las vasijas que se
usaban. El caso es que esta ofrenda era por el pecado, y el pecado es lo opuesto a la santidad.
En Isaías 55:7 al 9, encontramos lo que podemos calificar como el llamado final de Dios. Un
Dios santo que abre el camino de reconciliación al pecador. Así leemos en Isaías 55, 7 al 9:
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Tenemos que tener siempre en
nuestra mente el hecho de que Jesucristo nos salvó del pecado, y no para que nos volvamos al
pecado, o para que perseveremos en él. Es importante que notemos esto. El Apóstol Pablo
escribe en su carta a los Romanos, capítulo 6, versículos 1 y 2: “¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que
hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”

Y así, amigo oyente, concluye nuestro estudio del capítulo 4 de Levítico. Y entramos ahora al
capítulo 5. Este capítulo trata de la “ofrenda de transgresión”. Este tema es abarcado en los
capítulos 5 y 6 y en los primeros diez versículos del capítulo 7. Algunos expositores tratan los
primeros 13 versículos de este capítulo, como parte de la ofrenda por el pecado. Aunque hay
bastante justificación para esto, en nuestra discusión aquí trataremos todo el capítulo como
explicativo de la ofrenda de transgresión. En los versículos 6, 7, 9 y 11, veremos que la ofrenda
por el pecado se requiere para la transgresión porque la acción pecaminosa es causada por nuestra
naturaleza pecaminosa. Todo pecado proviene de la misma causa, nuestra naturaleza pecaminosa.

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Usted y yo la hemos recibido de Adán. El hacha debe usarse contra la raíz, de la misma manera
que se usa para cortar el fruto no deseado.

La palabra “transgresión” en nuestra traducción aquí, tiene mucho del mismo sentido que
tiene el uso corriente de esta palabra. Todos entendemos el letrero que nos amonesta: “Favor de
no traspasar”. Quiere decir que no debemos invadir los derechos de otros. La libertad es una
palabra que se maltrata y que se abusa hoy en día. Son muchas las personas que andan por ahí
marchando, manifestando, quemando las cosas y hablando de la libertad. Amigo oyente, es
verdad que usted tiene libertad de mover el puño de su mano en cualquier dirección que desee,
pero su libertad, amigo oyente, termina donde comienza mi nariz. Una transgresión es una
invasión de los derechos de Dios o del hombre.

Por ejemplo, el rehusar dar los diezmos se contaba como una transgresión en Israel. Tenemos
el ejemplo de Acán, que tomó para sus propios fines un tesoro que se había declarado anatema y
esto se consideró como una transgresión. Usted puede leerlo en Josué, capítulo 7, versículo 1.

Siempre debemos recordar que nuestras transgresiones emanan de nuestra naturaleza


pecadora. El hombre es totalmente depravado y realmente no tiene capacidad para agradar a Dios
en ninguna manera. Dios aclara, sin lugar a dudas, que Él no puede, ni aceptará las obras de un
hombre incrédulo, es decir, uno que ha rechazado a Dios. Y podemos afirmar, que Dios no puede
salvar a los incrédulos por sus obras, porque sus justicias, sus obras, son como trapo de
inmundicia. Amigo oyente, Él no nos salva por nuestras obras de justicia, sino por Su gracia. Es
imposible que un incrédulo agrade a Dios. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”, – así lo declara el
Apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 7.

Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, los príncipes religiosos vinieron a Él, y “Entonces le
dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les
dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”– así lo encontramos en Juan 6,
versículos 28 y 29. Y luego, en Hechos 16:31, el Apóstol Pablo declara: “Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Amigo oyente, es creyendo en la obra redentora de
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Jesucristo, que recibimos la gloriosa salvación que Dios nos da. Veamos ahora un breve bosquejo
del estudio que vamos a hacer de esta “ofrenda de transgresión”, y que trata del pecado como un
hecho. Consideraremos en nuestro estudio de esta ofrenda:

En primer lugar, los “hechos específicos de pecado” cometidos por yerro. Versículos 1 al 13.

En segundo lugar, los “hechos no específicos de pecado” cometidos por yerro. Versículos 14
al 19.

En tercer lugar, los “hechos específicos de pecado” cometidos con premeditación, en el


capítulo 6, versículos 1 al 7.

Y en cuarto lugar, la “ley de la ofrenda de transgresión”, que se encuentra en el capítulo 7,


versículos 1 al 10.

Consideremos, pues, el primer aspecto, o sea, los “hechos específicos de pecado” cometidos
por yerro. Es obvio que esta lista de pecados que aquí se enumeran, no es una lista completa,
sino que nos da algunos ejemplos de un número ilimitado de pecados que pueden incluirse. Estos
son pecados individuales y no colectivos de toda la congregación. Mucha de esta sección trata el
remedio y no las enfermedades. Por tanto, hallaremos que el énfasis está sobre el tipo de ofrenda
en relación a la transgresión cometida, y no sobre el carácter del ofrendante, como lo estuvo en el
caso de las ofrendas por el pecado. Leamos el primer versículo del capítulo 5 de Levítico:

1
Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y
no lo denunciare, él llevará su pecado. (Lev. 5:1)

Permítanos decir, amigo oyente, una vez más, que los cuatro pecados específicos que se
mencionan aquí son meramente ejemplos. Creemos que sería posible llenar el resto del libro de
Levítico de pecados específicos si uno nombrara todos los que caen en estas cuatro categorías.
Se dice que un predicador compiló una larga lista de pecados, y por todos pensó en unos 800
pecados específicos. A este hombre le mandaron un sinnúmero de cartas, los que querían obtener

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una lista de pecados. Quizá ellos pensaban que había algo que les faltaba siendo que no podían
pensar en 800 pecados. Pero, aquí sólo encontramos cuatro ejemplos.

Dice aquí en el versículo 1: “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar”. Esto
tiene que ver con el oír decir un juramento y de ser un testigo. Si un testigo ha visto o sabe algo,
pero rehúsa decir la verdad en cuanto a algún individuo, entonces, eso es un pecado de omisión.
Hay muchos pecados de omisión hoy en día. Algunas personas van a la iglesia y piensan que
tienen las manos limpias porque no han asesinado, o porque no han robado. Pero, escuche usted
las palabras de Santiago, en el capítulo 4 de su carta, versículo 17, donde dice: “y al que sabe
hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

Salomón oró a Dios con respecto a esta misma cuestión, la de no hablar la verdad cuando un
testigo debe decirla. Y dijo en el libro primero de Reyes, capítulo 8, versículos 31 y 32: “Si
alguno pecare contra su prójimo, y le tomaren juramento haciéndole jurar, y viniere el
juramento delante de tu altar en esta casa; tú oirás desde el cielo y actuarás, y juzgarás a tus
siervos, condenando al impío y haciendo recaer su proceder sobre su cabeza, y justificando al
justo para darle conforme a su justicia”.

Permítanos darle un ejemplo en cuanto a esto: Supongamos que la chismosa del pueblo va
cruzando la plaza y ve al presidente del banco que cruza la calle. Su secretaria también está
saliendo del banco para ir al almuerzo y de repente la atropella un carro. El presidente del banco
se precipita para levantarla en sus brazos y la lleva a la casa del médico. La chismosa corre al
teléfono para llamar a la esposa del presidente del banco y le dice: ¿Sabe doña Matilde que acabo
de ver a su esposo con otra mujer en sus brazos? Ahora, esto era un hecho, ¿verdad? Pero, esta
no era la verdad en cuanto a lo sucedido. La chismosa estaba reteniendo información importante,
no contó toda la historia. Eso es un pecado de omisión. Amigo oyente, esto es una transgresión
muy seria. Es uno de los pecados más perversos que pueda cometerse. Note usted aquí que es el
número uno en esta lista de pecados.

En el libro de Proverbios, encontramos una lista de las cosas que Dios odia, y en aquella lista
de siete cosas, encontramos en el capítulo 6 y versículo 17: “la lengua mentirosa”. Usted
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recuerda que Jesús se quedó callado durante la mayor parte de Su juicio. Se nos dice que Él no
dijo nada. Pero cuando le pusieron bajo juramento, rompió Su silencio. Entonces, ya no
enmudeció como oveja delante de sus trasquiladores. Mateo 26:63 y 64 nos dice: “Entonces el
sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo
de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del
Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. Amigo
oyente, aquí estaba Jesús bajo juramento y Él no se quedó callado, sino que habló la verdad total
en su testimonio. Volviendo ahora al capítulo 5 de Levítico, leamos el versículo 2:

2
Asimismo la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda, sea cadáver de
bestia inmunda, o cadáver de animal inmundo, o cadáver de reptil inmundo, bien que
no lo supiere, será inmunda y habrá delinquido. (Lev. 5:2)

Esta es la ley en cuanto a la inmundicia. Es posible que un hombre se contamine por tocar un
animal muerto sin saberlo, mientras que otros lo atestigüen. Un cadáver causaba inmundicia por
el simple contacto. ¿Por qué? Probablemente porque la muerte es el resultado del pecado. El
Apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo 6, versículo 23, dice que: “La paga del
pecado es muerte”. Tenían que guardarse, pues, de todo aquello que representara el pecado.

Y esto también habla hoy en día a los cristianos, a quienes han depositado su fe en Cristo
como Salvador personal. No podemos estar en el mundo sin llegar a ser inmundos al ver, oír y
pensar sus cosas inmundas. Es un hecho que somos inmundos. Entonces, no podemos entrar
precipitadamente y así no más en la presencia de Dios. Puede ser que no nos demos cuenta que
hemos tenido contacto con lo inmundo. Puede estar escondido de nosotros para que así ni lo
sepamos. Por eso el Salmista dice en el Salmo 19:12: “¿Quién podrá entender sus propios
errores? Líbrame de los que me son ocultos”.

No debemos simplemente orar por el perdón en general. Debemos nombrar nuestras faltas
específicas a Dios y pedirle Su perdón; pero además debemos también pedirle perdón por los
pecados que desconocemos. A veces somos inmundos sin darnos cuenta de ello. Este contacto
con los animales muertos era una transgresión porque era ofensivo a otros y era una transgresión
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específica de la ley. El Apóstol Juan, en su primera carta, capítulo 3, versículo 4, dice: “Todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”.
Leamos ahora el versículo 3, de este capítulo 5 de Levítico:

3
O si tocare inmundicia de hombre, cualquiera inmundicia suya con que fuere
inmundo, y no lo echare de ver, si después llegare a saberlo, será culpable. (Lev. 5:3)

Esto es análogo al caso del animal inmundo, pero Dios hace una distinción entre el hombre y
el animal (Lev. 11:24 y Núm. 19:11-16). Al parecer había otras distinciones de la inmundicia con
respecto al hombre además de la muerte. Ahora, el versículo 4, dice:

4
O si alguno jurare a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien, en cualquiera
cosa que el hombre profiere con juramento, y él no lo entendiere; si después lo
entiende, será culpable por cualquiera de estas cosas. (Lev. 5:4)

Este caso involucra los descuidos en lo que se decía. A veces prometemos hacer algo, y luego
no lo hacemos. Prometemos que serviremos al Señor, y luego no lo cumplimos. Jefté es un
ejemplo de un hombre que precipitadamente promete hacer algo, pues, sin darse cuenta prometió
ofrecer a su hija. Simón Pedro también libremente declaró que él nunca negaría a Cristo, y que
moriría por Él.

Muy a menudo oímos decir declaraciones muy precipitadas. El hecho es que creemos que las
palabras de algunos de nuestros himnos son verdadera dinamita, hablando francamente. En
nuestros himnos prometemos entregarlo todo a Dios, seguirle con fidelidad, y hasta morir por Él.
Los cantamos tan descuidadamente y con tanto volumen que ni aún sabemos lo que estamos
cantando. También creemos que es un descuido del habla y cosa presuntuosa cuando tratamos de
demandar de Dios una respuesta a nuestras oraciones. Siempre debemos recordar que nuestras
oraciones deben ser según Su voluntad. Si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos
oye. ¿De dónde salió la idea de que podríamos demandar algo de Dios? Ahora, la última parte de
este versículo 4, dice:

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4b
si después lo entiende, será culpable por cualquiera de estas cosas. (Lev. 5:4b)

Y se refiere a las cuatro cosas que ya han sido mencionadas. Son muchas más de las que
podrían incluirse. Pero, como dijimos antes, solo se ha incluido estas cuatro cosas. Leamos
ahora los versículos 5 y 6, de este capítulo 5 de Levítico:

5
Cuando pecare en alguna de estas cosas, confesará aquello en que pecó, 6y para su
expiación traerá a Jehová por su pecado que cometió, una hembra de los rebaños, una
cordera o una cabra como ofrenda de expiación; y el sacerdote le hará expiación por
su pecado. (Lev. 5:5-6)

La confesión es demandada aquí por primera vez. Las otras ofrendas eran un reconocimiento
abierto de culpabilidad. Esta ofrenda tiene que ver con los pecados secretos. Eran pecados
ocultos aunque hubieran sido cometidos contra Dios o el hombre. Usted recordará que en el libro
de Josué, en el capítulo 7, Acán tomó secretamente un lingote de oro y un manto babilónico. Esa
transgresión tuvo que ser tratada públicamente porque era este tipo de pecado. Ahora, la
imposición de manos en las otras ofrendas evidentemente era un reconocimiento del pecado.
Aquí la confesión debía hacerse primero, y luego, la ofrenda. En las ofrendas de olor grato, las
ofrendas precedieron cualquier pensamiento de confesión. Aquí sucede lo opuesto. Y aquí,
amigo oyente, tenemos que detenernos porque nuestro tiempo se ha agotado. Continuaremos en
nuestro próximo programa.

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