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Corpus Paulino – 52- (Jueves 5 de noviembre de 2020).

2ª hora

4to curso de Teología

1ª CARTA DE PABLO A CORINTO

Explicación de textos selectos (cont.)

B. Una apología
El cuerpo de los cc. 1—4 se nos presenta, sobre todo, como una motivada
autodefensa de Pablo. Lo muestra con claridad el constante recurso a la antítesis
que le permite precisar puntillosamente el tipo de predicación del evangelio,
excluyendo otra modalidad planteada a sus destinatarios pero considerada por él
como desviada. Así el elenco de las fórmulas negativas expresan la prospectiva
de sus críticos, mientras que aquellas introducidas con expresiones adversativas
se refieren a su línea de conducta (cf. 1, 17-18; 1, 22-24; 2, 1-2; 2, 4; 2, 6-7; 3,
5-7; 3, 21-23 confrontado con 1, 12).

Otras antítesis contraponen explícitamente a Pablo con los interlocutores (cf. 4,


3-4; 4, 10).

Ahora bien, tal apología no se basa en simples afirmaciones contrapuestas;


Pablo la motiva teológicamente, y esto explica el espesor doctrinal de la sección
que ha llevado a muchos exégetas a leerla como un debate entre dos teologías
antitéticas.

En concreto: Pablo apela a la actitud paradojal de Dios evidenciado en la cruz de


Cristo (1, 18-25), en la llamada a la fe de los corintios (1, 26-31), en las mismas
vicisitudes de su predicación en Corinto (2, 1-5), en la revelación “espiritual”
del divino plan de salvación (2, 6-16).

En realidad, las antítesis que contradistinguen su acción evangelizadora repiten


aquello de la actitud del Dios de Jesucristo: 1) su potencia salvífica está presente
precisamente en la palabra de la cruz (1,18), no en la sabiduría de la palabra, se
subentiende; (2) ha destruido la sabiduría de los sabios (1, 19); (3) ha hecho
insensata la sabiduría del mundo (1, 20); 4) no habiendo el mundo conocido a
Dios mediante la sabiduría, éste (Dios) ha decidido salvar a los creyentes
mediante la insensatez del kerigma (1, 21); (5) la actuación de Dios, insensato a
los ojos, es más sabio que la sabiduría humana, y su acción, débil según la
valoración del mundo, es más potente que la potencia humana (1, 25); (6)
aquello que es insensato para el mundo Dios lo ha elegido, con el objeto de
cubrir de vergüenza aquello que es fuerte; aquello que es innoble para el mundo
y aquello que es despreciado Dios lo ha elegido, es decir, a aquello que “no es”,
para cubrir de vergüenza “aquello que es” (1, 27-28).

Siempre para motivar su elección contra corriente de “evangelista”, el apóstol


evidencia la siguiente finalidad del comportamiento del Dios de Jesucristo, que
es también el suyo: “para que no quede vaciado el sentido de la cruz” (1, 17);
“para que ningún ser viviente pueda gloriarse ante Dios” (1, 29); “quien se
quiera gloriar que se gloríe en el Señor” (1, 31); “para que vuestra fe no se
apoye sobre la sabiduría humana, sino sobre la potencia de Dios” (2, 5).

En consecuencia, tenemos una autodefensa teológicamente motivada que se


empareja con una tonalidad exhortativa no marginal. La primera exhortación es
doble: hacerse insensato según el criterio valorativo de este mundo para llegar a
ser sabio según la sabiduría divina manifestada en la cruz de Cristo (3, 18) y
dejar de vanagloriarse de la sabiduría de este mundo y de tal o cual maestro (3,
21; cf. también 4, 7), siendo posible gloriarse, en la misma prospectiva
teológica, únicamente en el Señor (1, 31). La segunda se refiere directamente a
la idea que los corintios deben hacerse de los anunciadores del evangelio: “Por
tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de
los misterios de Dios” (4, 1), y no maestros de sabiduría humana.

Se trata de exhortaciones no justapuestas al motivo apologético. En fin, la


reflexión eclesiológica desarrollada en 3, 5—4, 13 sobre la base del rol de Pablo
y de Apolo tiene como resultado intencional la exclusión de todo orgullo de
quien se inclina a favor de uno y en contra del otro (4, 6).

En conclusión: el complejo literario de 1, 10—4, 21 se presenta como defensa,


por parte de Pablo, de su verdadera identidad de evangelista de Cristo
crucificado, apología teológicamente motivada, expresada con tonos polémicos
e irónicos (cf. 4, 3-5; 4, 8-13), contra actitudes e ideas desvirtuadas de los
interlocutores quienes reciben la exhortación para cambiar de mentalidad y para
imitar al apóstol. Una apología, con todo, no personalista porque está ligada al
tipo de su predicación; en último análisis, es el genuino evangelio centrado en la
cruz de Cristo, objeto de su defensa.

C. ¿Sección aislada o parte de un todo?


No ha faltado discusiones respecto a la relación de la sección 1, 10—4, 21 con el
resto de la carta. Un tentativo notable en tal sentido ha sido el estudio de Dahl,
según el cual la causa del contraste entre la comunidad y Pablo era el “partido
paulino”, representado por Estéfanas, Fortunato y Acaico (16, 15-18),
portadores de la carta a los corintos (cf. 7, 1), y rechazados por todos los otros,
en particular por los adeptos de Apolo y Cefas que criticaban el recurso a su
autoridad para resolver problemas comunitarios.
Por esto el apóstol debe inmediatamente afrontar tal problema y reafirmar su
autoridad de padre de la Iglesia de Corinto (4, 15), si quiere que las respuestas a
las cuestiones planteadas sean autoritativas. Los cc. 1—4, en consecuencia, sería
el presupuesto necesario de los capítulos siguientes.

Un ligamen más específico está indicado por cuantos interpretan el motivo de la


sabiduría y de la palabra de nuestra sección a la luz de los cc. 12—14: las
divisiones de la Iglesia de Corinto fueron causadas por el entusiasmo
carismático de los beneficiarios de las manifestaciones del Espíritu, tanto más
que en el proemio Pablo menciona los dones de gracia, en particular, “todo
género de palabra y de conocimiento”.

De divisiones, después, habla el c. 11 a propósito de las reuniones eucarísticas


de la comunidad: “Cuando os reuníis en asamblea se da entre vosotros
divisiones” (v. 18; cf. 12, 25). Pero las divisiones de los cc. 1—4 son
específicas, originadas por personalidades exasperadas y por el culto a la
personalidad, por el cual hay quienes se declaran pertenecientes a Pablo, otros a
Apolo, a Cefas y a Cristo. En concreto, parece que se trasluce una gran rivalidad
entre los “paulinistas” y los “apolinistas”.

Brevemente: los cc. 1—4 constituyen una sección de 1 Cor que se empareja a
las sucesivas (cc. 5—6; c. 7; cc. 8—10; c. 11; cc. 12—14; c. 15), todas centradas
en específicos problemas de la comunidad, que el apóstol, informado oralmente
o por escrito (cf. 7, 1) afronta una por una.

D. Estructura retórica
La articulación de 1, 10—4, 21 plantea la presencia del esquema A-B-A’, donde
tenemos un cuerpo literario (B) y un “marco” constituido por una introducción
(A) y una conclusión (A’):

A. Exhortación inicial a superar la división: 1, 10-17.


B. El cuerpo: 1, 18—4, 13, subdividido en:

<1> Pablo anuncia el evangelio no con sabiduría de palabra sino con la


desnuda proclamación del crucificado: 1, 17b—3, 4.
a. “propositio”: 1, 17b
b. “probatio” (1, 18—3, 4) en tres momentos que evidencias el actuar
paradojal de Dios:
b.1. en el evento de la cruz y en su proclamación: 1, 18-25.
b.2. en la elección de los creyentes de Corinto: 1, 26-31.
b.3. en la presencia evangelizadora de Pablo en Corinto: 2, 1-5.
<2> Pablo, no obstante, sabe hablar de la sabiduría misteriosa de Dios;
los corintos son, en cambio, incapaces de conocerla (2, 6—3, 4). Es
una “refutatio” de la posición de quienes lo consideraban privado de
sabiduría.
a. “propositio” primera: hablamos de sabiduría no del mundo sino de
Dios entre los “perfectos”: 2, 6-7.
b. “probatio”: hemos recibido el Espíritu revelador de Dios y poseemos el
pensamiento de Cristo: 2, 8-16.
a’. “propositio” segunda: “no hemos podido hablarles...”: 3, 1.
b’. “probatio”: porque no sois “espirituales”, sino carnales, como lo
demuestran las divisiones provocadas por la envidia y los litigios:
3, 2-4.
<3> Identidad de Pablo y de Apolo: 3, 5—4, 13
a. “propositio”: son simples servidores de la comunidad: 3, 5.
b. “probatio”: la comunidad es creación escatológica de Dios y ellos sus
mediadores: 3, 6-17.
c. “peroratio” primera: hacerse verdaderos sabios y no vanagloriarse de
este o aquel hombre: 3, 18-23.
d. “peroratio” segunda: que se nos considere servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios: 4, 1-5.
e. “peroratio” tercera: no seáis arrogante contra el apóstol: 4, 6-13.

A’. Exhortación final a imitar al apóstol siguiendo sus caminos: 4, 14-21.

A. Exhortación a la unidad y crítica a los grupos (1, 10-17)


<v.10> Os exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que
seáis unánimes en el hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien,
estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio

La exhortación es fraterna porque el “yo” de quien escribe se dirige en primera


persona al “vosotros” de los interlocutores y acuña el vocativo “hermanos”.
Tiene carácter afectivo y califica un tipo de relación en clave de comunión entre
emitente y destinatario. Pero Pablo no habla por sí mismo; reivindica en su
exhortación la autoridad que le viene de Jesucristo. En consecuencia, en la
comunicación las dos partes están relacionadas por una tercera y decisiva
presencia: el común nuestro Señor Jesucristo. Así, ambas partes tienen una
común responsabilidad.

Pablo se ha visto obligado a ir más allá del fenómeno de las divisiones para
llegar al punto neurálgico de la problemática de tal manera a anudar las raíces
que podrían resquebrajar la sustancia del mensaje evangélico y la identidad de
sus proclamadores. Brevemente: para obtener un resultado eficaz, la exhortación
ha requerido una profunda enseñanza teológica.

La fórmula “por el nombre de nuestro Señor Jesucristo” se hace eco de


referencias culturales de la tradición hebrea: “nombre” es la persona en cuanto
se hace presente y operativa. Hacer algo en el nombre de Dios (bešem YHWH)
quiere decir actuar por encargo de Dios teniendo fe en su ayuda y asistencia.
Así, por ejemplo, David afronta a Goliat bešem YHWH (1Sam 17, 45). Nuestra
fórmula expresa una conciencia de tipo profética del emitente al hablar por
encargo de Cristo, como apóstol, es decir, como portavoz autorizado.

Tres son, desde el punto de vista objetivo, las exhortaciones:

a) seáis unánimes en el hablar;


b) no haya entre vosotros divisiones;
c) al contrario, estéis unidos en la mentalidad y en la convicción.

La primera exhortación (a), de carácter afirmativa, solicita una verdadera


concordia entre todos los miembros de la comunidad (lit.: “decir la misma
cosa”). La segunda tiene forma negativa: no debe haber en la comunidad ningún
tipo de divisiones, divisiones que se clarifican en su tipología en el v. 12: se trata
de fracturas causadas a partir de la formación de grupos rivales.

La tercera, de nuevo afirmativa, retorna sobre el motivo de la concordia,


pero aquí se determina el campo de aplicación: es una concordia que se interesa
por el mundo interior de las personas, es decir, la esfera del pensamiento (nous)
y de la convicción (gnômê). En consecuencia, no se trata de una concordia
meramente externa.

<11> Porque, hermanos míos, estoy informado de vosotros, por los de Cloe, que
existen discordias entre vosotros
La expresión causativa “porque” (gar) pone en movimiento la intervención del
apóstol: hay discordia en la comunidad, me lo han informado. El vocablo
“discordia” (litigio) aparece en coordinación con “envidia”, “celo” (zêlos) en
3,3. En el vocabulario paulino aparecen ocho términos asociados: “enemistad”,
“discordia”, “celo”, “animosidad”, “disenso”, “divisiones”, “facciones”,
“envidias”.

Pablo recibe la información oralmente, a través de “los de Cloe”. De ella no


sabemos nada. Su nombre en la antigüedad griega era un epiteto de la diosa
Demetra, y significa “la rubia”. Sorprende que los informantes no sean
Estéfanas, Acaico y Fortunato (cf. 16, 17), delegados oficiales de la comunidad
de Corinto que fueron a Efeso a encontrarse con él, a informarlo.

<12> Me refiero a que cada uno de vosotros dice: “Yo soy de Pablo”, “yo de
Apolo”, “yo de Cefas”, “yo de Cristo”

Ahora Pablo precisa que al hablar de divisiones y disputas se refiere a los


slogans de los “grupúsculos” formados en el seno de la comunidad. Las
divisiones y los litigios tienen una raíz bien precisa: el abanderamiento de
constrastantes pertenencias.

La fórmula “cada uno de vosotros va proclamando” quizá no deba entenderse en


sentido riguroso de todos y cada uno de los corintos; de todas formas era un
fenómeno que afectaba a toda la comunidad. La ostentada declaración de
pertenencia “yo soy de...” es la misma que Wendland denomina “comunidades
personales”. De hecho, la afirmación de pertenencia a “este” implica la negación
de pertenencia a “aquel”. Por eso, cuantos declaraban ser de Apolo, de Cefas y
de Cristo estaban contra Pablo, y viceversa.

Los “partidos” mencionados son cuatro; son partidos cuyos delineamientos


resultan difíciles de ser detectados; de todos modos, minaban la concordia de la
comunidad, que Pablo desea restablecer en su exhortación. En el debate
sucesivo a cerca de la sabiduría y la identidad del predicador del evangelio (1,
17b y 1, 18—4, 13) parece que la confrontación se restrinja a los grupos de
Apolo y de Pablo.

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