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Prueba de la relación de causalidad en los procesos de daños

Autor:
Caramelo, Gustavo

Cita: RC D 850/2019
Sumario:

1. Introducción. 2. Los presupuestos de la responsabilidad civil. 3. Preparación estratégica del caso. 4. La


relación causal. 5. Factores idóneos para interferir en la atribución causal de responsabilidad. 6. Prueba de la
relación de causalidad. 7. Corolario.

Prueba de la relación de causalidad en los procesos de daños

1. Introducción

A diario se producen en nuestra sociedad daños que afectan la vida de las personas, los vínculos sociales, la
actividad de las empresas, etc. A menudo ellos son reparados por vía de la autocomposición del conflicto entre
las partes, sin necesidad de dar inicio a un proceso judicial. Pero cuando ello no se logra y la reparación debe ser
perseguida en los tribunales, el responsable del planteo debe tener en consideración diversos factores, que
surgen de la intersección de subsistemas de normas y principios que, si bien gozan de autonomía conceptual,
deben necesariamente interrelacionarse para arribar a una solución técnicamente adecuada.

La experiencia judicial pone en evidencia que a menudo demandas por daños son rechazadas por una
inadecuada acreditación de la existencia de un nexo causal ajustado a los requerimientos del caso planteado. A
tal cuestión nos referiremos en los apartados siguientes.

2. Los presupuestos de la responsabilidad civil

En nuestro sistema jurídico, la conformación de un supuesto de responsabilidad civil requiere la reunión de cuatro
elementos: 1) antijuridicidad, dada por la existencia de una conducta contraria al ordenamiento jurídico,
incumplimiento objetivo, expresado como una infracción de un deber; 2) atribución de responsabilidad por un
factor suficiente, subjetivo u objetivo; 3) daño y 4) relación de causalidad.

3. Preparación estratégica del caso

Cuando no se logró alcanzar una solución por algún método de resolución de disputas no judicial, quien plantea
un caso de responsabilidad civil resarcitoria[1] debe probar la reunión de los cuatro factores mencionados, pues
en ausencia de uno de ellos no podrá obtener sentencia favorable.

Debe tenerse en consideración que en nuestro sistema de debate y resolución de conflictos, las partes, en
instancia prejudicial y la demandante en la judicial, formulan por lo general sus planteos sin saber cuáles serán
las pruebas que ofrecerá la contraria, pues no se implementa aún entre nosotros un mecanismo del tipo del
“discovery” del derecho anglosajón[2], por el que cada uno de los posibles litigantes puede obtener, antes del
juicio, información del otro; con exposición de la prueba documental de la que cada parte pretende valerse; e
interrogatorios entre las partes y a los testigos bajo juramento y sin la presencia del juez, generándose registros
que serán luego acompañados al juicio[3].

De tal modo, el abogado que diseña la estrategia de la parte demandante propone los medios de prueba sin tal
información, ignorando por lo general qué podrá ser reconocido por la contraria. Deberá por ello proponer los que
resulten necesarios para acreditar cada uno de los factores cuya existencia necesita probar para que se pueda
tener por configurado un caso de responsabilidad civil y deberá evaluar cuáles podrán ser acreditados por medio
de prueba directa y con relación a cuáles deberá probar indicios que le permitan luego en su alegato conclusivo

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solicitar que algo se tenga probado por vía de presunciones.

En tal labor en la que debe trabajar sobre los sectores de intersección de los subsistemas de Derecho Procesal y
de Derecho Civil. Debe elaborar una Teoría del Caso, que es el instrumento metodológico que permite al
abogado litigante ordenar sus ideas, diferenciar lo deseado de lo probable, evaluar las situaciones que se van
presentando en el andar del proceso y tomar las mejores decisiones posibles para el cliente[4].

El Derecho Procesal es una materia autónoma que actúa como un conjunto de subsistemas del Derecho,
destinados a la solución de conflictos jurídicos en un ámbito determinado[5]; pero dicha autonomía no implica que
sus categorías, reglas y principios puedan ser evaluados con independencia del área en la que se produce el
conflicto al que deben ser aplicados. Por el contrario, las pruebas a proponer deben tener en especial
consideración aquello que se necesita probar, pero también que el juez puede imponer una determinada
distribución de la carga probatoria de la culpa de una parte o de haber actuado con la diligencia debida, según lo
prevé el artículo 1735 del CCCN, que no es aplicable a la prueba de la relación de causalidad, por lo que la
precisión y solidez de la propuesta probatoria relativa a tal factor debe ser mayor[6].

Lo que parece una verdad de Perogrullo en estas líneas no lo es en la práctica cotidiana de los tribunales, en los
que a menudo se advierten omisiones graves en la formulación de la propuesta de actividad probatoria
enunciada por alguna de las partes, que sellan la suerte del caso. Cuando con ello se genera el estado de
indefensión de un vulnerable, por ejemplo, cuando se trata de la defensa de los derechos de una niña, niño o
adolescente, la falla puede ser suplida por la actividad complementaria del Ministerio Público, pero no así en los
casos en los que no se verifica una circunstancia de tal naturaleza.

Si bien tanto el Código Civil y Comercial Nacional como la mayoría de los códigos procesales provinciales, la Ley
189 de la Ciudad Autónoma y el código procesal nacional, prevén el ejercicio de facultades instructorias por el
juez, ellas no pueden ser ejercidas para suplir la falta de diligencia de la defensa de alguna de las partes en el
diseño de su estrategia procesal y es por ello que se requiere que el defensor desarrolle una seria labor de
evaluación del caso, con especial enfoque en la prueba a ofrecer y de sus respaldos de acreditación -por ej. para
el caso de negativa de la documental-, cuestión básica en ocasiones soslayada por colegas a cargo de la
defensa de algún demandante.

Preparar tal prueba no es sólo listarla acríticamente en el escrito en el que se formule el ofrecimiento, sino estar
en condiciones de fundamentar su necesidad en la audiencia preliminar, en la que, de no mediar acuerdo entre
las partes, el juez podrá ordenar la producción de la que considere conducente, desestimando la restante. Para
esos actos procesales es de especial importancia la teoría del caso elaborada por el profesional, pues ella actúa
como carta de navegación para presentarse en las audiencias y argumentar en forma precisa y persuasiva[7].

4. La relación causal

La relación causal actúa como el tejido conectivo de los elementos de los restantes elementos de la
responsabilidad civil

Ella permite por un lado determinar la autoría, la atribución de las consecuencias del hecho y, por otro, establecer
los parámetros objetivos indispensables para calibrar la extensión del resarcimiento mediante un régimen
predeterminado de imputación de consecuencias[8].

Si bien en el Código Civil y Comercial se ha diseñado un régimen de responsabilidad que en lo medular es


coincidente para los casos en los que el daño se produce en el contexto de un vínculo contractual y para aquellos
en los que no existía previamente tal nexo, se verifican diferencias que atañen precisamente a la cuestión que
examinamos.

En efecto, mientras en el artículo 1726 se dispone que son reparables las consecuencias dañosas que tengan
nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño y que, excepto disposición legal en contrario, se
indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles, en el artículo 1728 se establece que en los
contratos se responde por las consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento de

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su celebración y que cuando existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en cuenta estas
consecuencias también al momento del incumplimiento.

Cabe precisar que las consecuencias “inmediatas” son las que acostumbran a suceder según el curso natural y
ordinario de las cosas; que las “mediatas” son las que resultan solamente de la conexión de un hecho con un
acontecimiento distinto y que cuando ellas no son previsibles, se las denomina “casuales” (art. 1727 del CCCN).

Vemos, también, que en los casos de responsabilidad por incumplimiento contractual doloso, la extensión del
resarcimiento estará determinada por una valoración conjunta de la existencia de dolo y de la previsibilidad del
daño contractual, lo que importa una ponderación de índole causal, que tiene que ser especialmente evaluada al
ofrecer la prueba.

La causalidad adecuada está estrechamente ligada a la idea de regularidad, al curso normal y habitual de las
cosas según la experiencia de vida, lo que acostumbra a suceder. Se parte de la idea de que entre las diversas
condiciones que coadyuvan a un resultado, no todas son equivalentes, sino que son de eficacia distinta y de que
sólo cabe denominar jurídicamente causa a la condición que es apta, idónea, en función de la posibilidad y de la
probabilidad que en sí encierra para provocar el resultado. La causalidad jurídicamente relevante es la que existe
entre el daño ocasionado y la condiciones que normalmente lo producen[9].

Pero si bien la previsibilidad objetiva que caracteriza a la relación de causalidad se realiza en principio sin tomar
en cuenta las condiciones especiales del agente, en el artículo 1725 del CCCN se establece el ajuste de la
previsibilidad de las consecuencias según el mayor deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las
cosas. Se trata del caso de profesionales universitarios, especialistas, técnicos, científicos, proveedores
profesionales de bienes y servicios en el ámbito de las relaciones de consumo, etc. Cuando se trata de contratos
negociados entre las partes, esa regla cede su lugar a la que establece el artículo 1728.

Entre la regla de la causalidad adecuada y la de la previsibilidad contractual hay importantes diferencias, pues si
bien ambas se fundan en lo que resulta previsible, la primera efectúa una apreciación “en abstracto”, mientras
que la segunda la aborda “en concreto”, indaga lo que en el caso concreto previeron o pudieron prever las
partes que celebraron el contrato[10].

Por otra parte, la causalidad adecuada requiere que se evalúe la previsibilidad de las consecuencias al momento
de producirse el hecho generador de responsabilidad, mientras que el artículo 1728 toma en cuenta lo previsible
para las partes al momento de celebrar el contrato, de modo de respetar el esquema de distribución de riesgos y
beneficios que las partes establecieron en el acuerdo. En razón de tal fundamento, no corresponde aplicarla a los
supuestos en los que la formación del consentimiento no se ha dado por vía de una negociación de las partes
sino por adhesión de una de ellas a las cláusulas predispuestas por la otra.

5. Factores idóneos para interferir en la atribución causal de responsabilidad

El hecho del damnificado (art. 1729 del CCCN); el hecho de un tercero por quien no deba responder el
demandado (art. 1731 del CCCN); la imposibilidad de cumplimiento (art. 1732 del CCCN) y el caso fortuito o
fuerza mayor (arts. 1730 y conc. del CCCN) pueden interferir el vinculo causal, determinando la limitacion o
exclusión de responsabilidad del demandado; lo que debe ser especialmente tenido en consideración por el
encargado de elaborar la contrateoría, la Teoría del Caso de la defensa del demandado.

6. Prueba de la relación de causalidad

El Código establece en el artículo 1736 que la prueba de la relación de causalidad corresponde a quien la alega,
excepto que la ley la impute o la presuma.

También dispone que la carga de la prueba de la causa ajena o de la imposibilidad de cumplimiento, recae sobre
quien la invoca.

Se sigue el principio general establecido paa la prueba de los factores de atribución y el daño (artículos 1734 y

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1744 del CCCN).

No hay soluciones mágicas en la materia. Ni los jueces deben suplir las inconsistencias de las defensas de las
partes. Se requiere un trabajo serio de elaboración, de valoración de la razonabilidad del planteo de cada parte,
de las posibilidades realistas de obtener la prueba adecuada para respaldar los argumentos y la Teoría del Caso
de cada defensa, los que deberán ser atendidos por el juez por medio de una decisión fundada, según lo
requiere el artículo 3 del CCCN.

7. Corolario

La adecuada defensa en los procesos judiciales por responsabilidad civil no puede darse sin una estudiada
enunciación de una “teoría del caso”, que determine la estrategia técnica a desarrollar por el abogado defensor
en el proceso y ella debe focalizarse especialmente en la acreditación de la relación causal, con relación a la que
suelen verificarse debilidades probatorias relevantes.

El Derecho es un sistema complejo y tal labor profesional no puede ser adecuadamente desarrollada sin un
estudio serio de los extremos a acreditar según los requerimientos del derecho de fondo, de los hechos a
acreditar y de los medios técnicos para hacerlo.

Una buena defensa requiere dominio de las reglas y principios de cada subsistema y haber elaborado y
estudiado la carta de navegación del territorio de su intersección.

[1]

Recordemos que el Código Civil y Comercial de la Nación regula dos funciones de la responsabilidad: la de
prevención y la de reparación (art. 1708 y sig.).

[2]

En las Bases Para la Reforma Procesal Civil y Comercial (Justicia 2020) se prevé el empleo de un mecanismo
de similar naturaleza.

[3]

Arazi, Roland: "El Discovery en el derecho argentino?", en .

[4]

Lorenzo, Leticia, "Manual de Litigación Civil", Centro de Estudios de Justicia de las Américas, CEJA, Santiago,
Chile, 2017, pág. 45.

[5]

Falcón, Enrique M., "Tratado de Derecho Procesal", Parte General. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2018, Tomo I,
págs. 75 a 81.

[6]

Picasso, Sebastián, en VVAA "Código civil y comercial de la Nación comentado", Ricardo Luis Lorenzetti,
director. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2015, Tomo VIII., pág. 466.

[7]

Lorenzo, op. cit., loc. cit.

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[8]

Pizarro, Ramón Daniel y Vallespinos, Carlos Gustavo, "Tratado de Responsabilidad Civil", Rubinzal Culzoni,
Santa Fe, 2017, Tomo I, págs. 345 y 346.

[9]

Zannoni, Eduardo, "Concausación de daños (una visión panorámica)"" en Revista de Derecho de Daños,
Rubinzal Culzoni, 2003-2-p. 8., citado por Pizarro y Vallespinos, op. cit. pág. 358.

[10]

Picasso, Sebastián, op. cit., págs. 424 a 428.

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