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Centro y periferia

La revisión crítica de los fundamen-


Adolfo Colombres tos de la estética occidental nos ha mos-
Diplomado en Derecho y Ciencias Sociales trado su carácter harto relativo, por lo
por la Universidad de Buenos Aires. Realizó que se podría afirmar que el concepto
estudios posteriores de Filosofía, Literatura y de arte que ella impone no es, en rigor
Antropología. Autor de varias novelas, libros de verdad, universal, sino que fue y si-
de cuentos y numerosos ensayos, entre los gue siendo universalizado mediante
que cabe mencionar: Viejo camino del maíz procesos de dominación cultural. La
(1979, llevada al cine por Miguel Mirra); Tierra gran ventaja que le confiere a Occidente
incógnita (1994); La estirpe de Kedoc (2004); disponer de una vasta y antigua teoría
Las montañas azules (2006); La respiración estética, unida a su poder económico y
de la tierra. Antología personal (2008); Sobre político, le permitió invadir numerosos
la cultura y el arte popular (1987. Edición ámbitos donde tal concepción no exis-
ampliada 2007); América latina: el desafío del tía, o se daba con características muy di-
tercer milenio (1994); América como civili- símiles. No se trataba, en la mayoría de
zación emergente (2004); Teoría transcul- los casos, de una simple irradiación cul-
tural del arte. Hacia un pensamiento visual tural adoptada libremente por el resto
independiente (2005); Los guaraníes (2008). del mundo, sino de una acción dirigida
Recibió múltiples e importantes premios a desvertebrar y colonizar los sistemas
nacionales y de países de América Latina. simbólicos ajenos, ya que ésta fue siem-
pre un arma de fundamental importan-
cia para cuanto pueblo se propusiera
someter a otro a su hegemonía, y más
aún si ocupaba su territorio. Y dentro
del conjunto de valores que conforman
la cultura, la religión y el arte juegan un
papel de punta de diamante, pues para

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ahorrar sangre no hay nada más efecti- convertirse en una extensión o sucursal
vo que desactivar toda matriz capaz de del centro. Entrar, por lo tanto, en la dia-
reproducir y potenciar una diferencia, léctica centro/periferia es instalarse en
toda identidad que aglutine al oprimido una situación de poder donde se insti-
y oponga otra cosmovisión al discurso tuye un otro y por lo común se lo estig-
que se pretende superior o verdadero. En matiza, a la vez que se le niega o recorta
la labor de los misioneros cristianos, que su alteridad o el derecho a ella, porque
por lo general precedía a la ofensiva mi- un sistema de dominación no puede ser
litar, las imágenes que portaban como nunca pluralista.
elementos de evangelización se consi- Desde el punto de vista geográfico
deraban valiosas expresiones de un arte no hay, por cierto, países centrales ni pe-
sacro, mientras que las imágenes de los riféricos, el concepto es exclusivamente
otros pueblos eran despreciadas y que- de naturaleza política y no puede exten-
madas como fetiches o ídolos al servi- derse a lo cultural. En este sentido, Geor-
cio del Diablo. Este vandalismo, que no ges-Hubert de Radkowski señala que
ha perdido del todo vigencia, considera todo lo que es, y en tanto que es y por la
lo sagrado como una dimensión que le misma razón de que es, habita en el cen-
pertenece de un modo exclusivo y se tro, o sea, en el lugar que lo funda, del
muestra incapaz de ver en las imágenes que proviene. Todo hombre habita en
del otro un arte también sacro, como lo el centro del mundo y cuando sale de él
eran en la mayoría de los casos, desde se convierte en un pasajero, en alguien
una perspectiva antropológica. que está en tránsito.1 Se quiere decir con
Los países con vocación imperial, esto que todo sistema simbólico posee
que despliegan grandes esfuerzos para su propio centro, donde los sentidos se
someter a otros a sus patrones de vida condensan en el más alto nivel, al que
como el mejor modo de asegurar sus in- podríamos asimilar al núcleo de la zona
tereses, se erigieron así en modelos de lo sagrada. Tal centro puede también ser
humano que los otros debían imitar por múltiple, pues todo cosmos posee por lo
su propio bien para evitar la represión común varios microcosmos que tienden
o la exclusión. Se les hacía creer que si a disponerse en una escala jerárquica.
seguían el rumbo que ellos les trazaban Asumir por lo tanto un centro ajeno y
irían por el mejor de los caminos y que erigirlo en el centro implica una ceguera
un día no lejano podrían compartir la o un total desprecio de los propios valo-
mesa de los elegidos. Para ello, claro, te- res, que es lo buscado por todo colonia-
nían que borrarse la cara por completo, lismo cultural.
travestirse, y tal metamorfosis era exal- De lo anterior surge que las cultu-
tada como una salida del salvajismo o la ras tampoco pueden ser clasificadas
barbarie para entrar en la civilización, en centrales y periféricas, y menos aún
que se perfilaba así como única. Los paí- otorgar a dichas categorías un valor on-
ses que eran víctimas de esa agresión tológico. Tal carácter no surge de una
simbólica, a menudo herederos de gran- cualidad intrínseca, sino tan sólo de una
des civilizaciones, pasaron a conformar situación, que en la mayor parte de los
la periferia, un espacio diferente del casos comenzó siendo una situación
centro y por lo general excluido de éste, colonial –tal como la definiera Georges
lo que no obsta a que ciertos individuos Balandier– y luego se transformó en
que habitan en él puedan, mediante otras formas de dependencia, que no
un denodado esfuerzo de asimilación modificaban mayormente la estructura
espiritual y buenos actos de servicio, dual básica pero enmascaraban el poder

1 Georges-Hubert de Radkowski, Anthropologie de l’habiter. Vers le nomadisme, 2002, p. 154.

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para hacerlo invisible o digerible para la magia del detalle, el resplandor de la


buena parte de la población. La condi- partícula, oscurecen con su relativismo
ción subalterna, entonces, no dice nada extremo la realidad –es decir, la situa-
sobre una cultura en sí, pero da cuenta ción–, y en el afán de exaltar una obra
de una situación que la afecta profun- determinada, a la que desean hacer
damente, pues busca corromper su sis- justicia, se tornan a menudo cómplices
tema simbólico, más que dialogar con él de las fuerzas que destruyen la matriz
para estimular un cambio evolutivo que cultural y vacían de sentido a la función
enriquezca y potencie su lenguaje. Se crítica, transformadora, que el arte tie-
podría decir, en este sentido, que la cul- ne o debe tener. Ticio Escobar señala
tura dominada padece una enfermedad que los curadores invocan la hibridez y
que la desplaza de a poco de su propio la trashumancia intercultural como ar-
centro, inhibe su desarrollo y la sume en gumentos para convalidar la apertura
la decadencia y la desintegración. No se de nuevas escenas desterritorializadas
trata, por lo tanto, de un juego, sino de que, como estamos viendo, sólo sirven
algo lo suficientemente serio como para para trasladar el arte al ámbito de los
quedar fuera de la teoría del arte. no-lugares, donde las obras, divorciadas
Tal dialéctica, por otra parte, se su- de toda tradición y expresión, no sólo
perpone a otra aún más esencial: la que dejan de ser arte sino también obras, al
diferencia lo propio de lo ajeno, es de- quedar convertidas en objetos curiosos,
cir, el campo de pertenencia del campo a lo sumo ingeniosos, que rinden a con-
de referencia. Lo propio se presenta en ciencia homenaje al vacío.
primer término como un patrimonio Las cartografías alternativas del es-
simbólico, intangible, pero se vincula de pacio social que se despliegan con el fin
un modo muy concreto con lo tangible, de desplazar a la humillante dicotomía
dimensión configurada por los objetos centro/periferia no procuran por lo ge-
insertos en una tradición, los recursos neral potenciar a las culturas oprimidas
naturales y sobre todo un territorio, que y generar un pensamiento claramente
no es sólo físico por la función legiti- contrahegemónico, sino tan sólo diluir
mante que cumple. Las identidades más sin superar la dialéctica propia de toda
fuertes, las de mayor arraigo, son las que situación subalterna, pues su dualismo
se forman sobre este eje territorial. Por básico se pierde en los vericuetos de lo
eso la modernidad, que tan buen servi- minúsculo, en la microfísica del poder,
cio prestó a la expansión europea, y más dejando a las identidades históricas a
aún la posmodernidad, procuran abolir la deriva, acosadas y desgarradas por el
el espacio físico, el territorio, como sus- discurso publicitario de los medios, que
trato del pensamiento y el arte. Suprimi- se presenta como cultura y es aceptado
do éste, las identidades que se formaron como tal por grandes sectores de la po-
en él se diluyen, se fragmentan como un blación. En este sentido, Jean-François
espejo roto, y los sujetos colectivos caen Mattéi señala que la posmodernidad in-
en la inercia y el desconcierto, incapaces corpora todas las formas de vida, todas
de vislumbrar un rumbo. Bajo esta lluvia las conductas y todos los objetos, exclu-
ácida, los resortes emancipatorios del yendo por principio cualquier selección
arte se debilitan y hasta se oxidan por y jerarquía, lo que genera una nebulosa
completo. inasible donde no hay un centro preci-
Las lecturas fragmentarias, super- so ni una periferia discernible.2 Esto no
puestas y ramificadas con las que los puede interpretarse como una mani-
críticos ejercitan su estilo, persiguiendo festación de la diversidad cultural, sino

2 Jean-François Mattéi, La barbarie interior. Ensayo sobre el inmundo moderno, 2005, p. 243.

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como la negación misma del concepto en la grandeza que, a pesar de todo, ese
de cultura. Resulta por eso deshonesto arte pudo o podría lograr. Es decir, el eje
todo nominalismo que pretenda eli- del discurso debe situarse en lo propio
minar un concepto que designa una más que en lo subalterno, y lo propio,
situación de opresión sin eliminar an- afirmado en una teoría que lo contex-
tes a ésta. Se puede (y debe) rechazar el tualice, debe hablar de por sí, defender-
concepto de periferia cuando se refiere se mediante el despliegue de su espiri-
al mundo simbólico propio y nombrar tualidad y sus formas.
incluso de otro modo a la condición La condición subalterna suele ser
subalterna, siempre que no se soslaye combatida con actos políticos, pero di-
el análisis de las contradicciones que se fícilmente estos resultarán eficaces si
dan tanto en la relación con el centro –y lo propio no florece desde su semilla,
en especial los nuevos mecanismos que rompiendo sus condicionamientos y
éste establece para descentrar al otro, desplegando sus valores hasta lograr un
neutralizar sus respuestas y apañar los lugar digno en la escena universal. De
resortes hegemónicos– como en el inte- algún modo, lo propio que trasciende y
rior de una misma cultura. se universaliza está negando de hecho,
De lo expuesto se desprende que y de modo contundente, la condición
de ningún modo se puede ver a lo mal subalterna, minándola mediante una
llamado periférico como un simple re- afirmación de alto nivel de su particula-
verso del centro, como su lado oscuro o ridad histórica. Lo periférico, entonces,
siniestro, pues esto lleva a entender la no es lo intruso, lo que fue expulsado
alteridad como una carencia o ausencia o creció al margen, sino algo que fue
de determinados valores, algo similar desplazado de su propio centro por los
a definir una cultura oral por su condi- mecanismos de dominación, o se auto-
ción ágrafa. Los discursos que presentan situó en un centro ajeno por fascinación
las cosas de este modo están mostran- servil, lo que resulta por desgracia har-
do una de las caras más notorias de la to frecuente. La periferia es un espacio
dominación del arte: la que se arroga que desvaloriza su propio centro y se su-
el derecho de determinar y administrar bordina sin lucha a un centro ajeno que
los sentidos, contando con el silencio del ejerce, o intenta imponer, una domina-
otro, ya sea porque éste se halla ausen- ción simbólica.
te y no puede defenderse, o porque no Por otra parte, la condición subalter-
dispone de espacios propios donde ha- na no acompaña a las culturas en todo
cerlo y a menudo tampoco de una teoría momento, sino sólo cuando busca ser
suficientemente elaborada como para reconocida por el centro o le disputa
desmontarlos con eficacia. A veces, lle- espacios de poder. Por ejemplo, cuando
vados por el entusiasmo de desacreditar un grupo indígena celebra un ritual no
estos discursos hegemónicos, los críticos está escenificando una cultura perifé-
y teóricos del arte que asumen la condi- rica sino un acto de fundamental im-
ción subalterna consumen sus energías portancia para él. En ese momento será
en analizar esta situación con un tono el centro de todo, lo único que cuenta.
elegíaco, como si clamaran piedad por Lo mismo puede decirse de un artista
esos sistemas simbólicos averiados, en que pinta en su taller no ajustándose
vez de ponerse a reparar las averías y a las pautas impuestas por las metró-
dotar a sus prácticas artísticas de una polis, sino siguiendo los dictados de su
sólida teoría contrahegemónica, que no creatividad y su tradición cultural. Cla-
ponga el énfasis en la degradación sino ro que ese artista, a la hora de exponer

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sus pinturas, encontrará dificultades si potencia expresiva, al igual que el indí-


se sitúa fuera de la estética dominante, gena bien abroquelado en su indianidad
y deberá probablemente hacerlo en lu- creativa, empiezan a retirarse de la mi-
gares de menor relevancia, a menos que seria moral de la condición subalterna y
instituya sus propios espacios, donde los a ocupar su propio centro.
valores que su obra trasunta sean ple- Hay personas y grupos que declaman
namente reconocidos, lo que constituye en los espacios del centro su pertenen-
esa dimensión estratégica de la desco- cia a un ámbito que reconocen como
lonización que las políticas culturales periférico, sin haber indagado en sus
no deben soslayar. No obstante, se debe propios centros ni trabajado seriamente
admitir que en los últimos tiempos la si- para fortalecerlos. Prefieren irrumpir en
tuación se tornó más compleja. La mer- los prestigiosos y bien pagados circuitos
cantilización cultural del capitalismo metropolitanos, donde se desviven por
tardío exige que éste renueve sus pro- ser admitidos en la mesa de quienes ad-
ductos alimentándose de alteridades. Va ministran los sentidos, a fin de ganar un
así en busca de lo auténtico y lo original, modesto sitio en sus altares, cualquiera
de lo étnico y lo popular, y las obras que sea el precio que deban pagar. Procuran
responden a esos sistemas caen igual- así hacerse visibles en esos espacios,
mente en una explotación comercial, bailar en ellos la diferencia con muchos
siendo consumidas por una cultura –si perifollos tipicistas y discursos sumisos,
puede llamarse cultura a eso– que avan- sin molestarse en combatir las fuerzas
za celebrando la impureza, la hibridez y que en el ámbito de su propia cultura la
el pastiche. tornan invisible a amplios sectores de la
La relación centro/periferia puede sociedad, a fin de despejar el camino a
entonces invocarse, de resultar total- un desarrollo evolutivo que le permita
mente necesario, cuando se analiza la alcanzar su propia modernidad. Tales
condición subalterna a la que una deter- puestas en escena de la diferencia resul-
minada producción simbólica se ve des- tan por lo general grotescas, no sólo por
plazada, pero ello nunca debe asumirse lo desmesuradas y patéticas, sino tam-
como un factor de identidad, sino tan bién por haberse dejado llevar al espacio
sólo como la triste conciencia de una do- del centro, reconociéndole así el derecho
minación, que cristalizará en estrategias a fijar unilateralmente el terreno del de-
para ponerle fin y permitir así el floreci- bate y establecer tanto los significados
miento de la propia creación. Los movi- como los significantes. Lo conducente,
mientos reculturantes, de recuperación repetimos, no es la cháchara que exalta
de la historia y la identidad, buscan de un tipo de producción, sino la fuerza de
hecho romper con esta condición para una obra capaz de hablar por sí misma
que la cultura no se avergüence frente a en un marco teórico adecuado. El mismo
quienes la oprimen o intentan oprimirla Baudrillard no vacila en tildar de obsce-
y les oponga otra visión del mundo y el na a esta visibilidad desmesurada que se
arte. Al rechazar esta condición y asumir libra al éxtasis mediático como el gran
el control de sí misma, la cultura dejará regulador de los sentidos.
de sentirse o presentarse como perifé- En otras palabras, es provechoso po-
rica, pues se habrá convertido para sus ner en escena la diferencia cuando se
partícipes en algo valioso que ocupa trata de confrontar con el modelo que
el centro de la vida social. El negro que se presenta como único o superior, ne-
defiende su negritud como una bella gando o minimizando la alteridad, pero
cualidad expresada en obras de gran no cuando se trata tan sólo de danzar

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la diferencia en los tablados del centro, completo a sus intereses. Sería, en el te-
pues éste, para afianzarse como tal, pre- rreno del arte, algo equivalente a lo que
cisa de las reverencias de la periferia, es ocurre en lo político-social con las bur-
decir, que ella acepte representar su rol guesías étnicas o nacionales, aliadas del
subalterno en el juego hegemónico que poder colonial o neocolonial. Por arro-
siempre se nutre de un falso pluralismo. garse la administración de lo universal,
Falso, porque se rige por la asimetría. Por el centro se reserva la sagrada misión de
otra parte, carnavalizar la diferencia in- teorizar sobre el arte en el más alto nivel,
yecta al centro algo de sangre nueva, ali- dejando a la periferia la tarea menor de
menta su viejo prejuicio de superioridad ocuparse de los aspectos particulares,
y proporciona ingresos nada desprecia- siempre que sus digresiones no minen
bles al mercado, a la vez que neutraliza las bases de esa teoría universal. Es de-
el potencial crítico de lo diferente, la con- cir, a ésta le corresponde hablar más de
versión en teoría de prácticas capaces de los contenidos que de la forma, y de re-
desmentir su pretendida universalidad. forzar los esquemas teóricos del centro
Para evitar esto, el centro instituye me- con ejemplos coloridos, que lo ayuden a
canismos de domesticación de las dife- poner en escena un pretendido pluralis-
rencias que desarticulan, neutralizan y mo que nunca modificó sus esquemas
finalmente estereotipan hasta la carica- teóricos como resultado de su confron-
tura los aspectos más urticantes de los tación con otras prácticas. La periferia,
discursos producidos desde la alteridad, por cierto, debe confrontarse con el cen-
sacándolos de su propio terreno, como tro para poner a prueba y negar, llegado
la mejor forma de diluir la guerra de los el caso, la supuesta universalidad de va-
imaginarios en amistosos cambios de rios de sus fundamentos, pero no debe
opiniones. Lo importante es que nada olvidar el diálogo y la confrontación con
obstruya ese proceso que viene casando las diferentes matrices culturales y los
al arte contemporáneo de Occidente con sectores sociales sometidos a una con-
el consumo, sometiéndolo al fetichismo dición subalterna, pues es esta interac-
de la mercancía, y que deserta de los sig- ción, más que su agotadora y a menudo
nificados profundos para reducirse a un vana esgrima con el centro, la que le irá
masaje hedonista de los sentidos que no despejando el camino de lo verdadera-
interpela a ningún sujeto en particular, mente universal.
que nada cuestiona ni critica o arremete
contra torreones secundarios, no defen- Bibliografía
didos por el poder por su falta de valor DE RADKOWSKI, Georges-Hubert: Anthropologie
estratégico. de l’habiter. Vers le nomadisme, Paris, PUF, 2002.
Nelly Richard prefiere hablar no de MATTEI, Jean-François: La barbarie interior. Ensayo
centro, sino de función-centro.3 No se sobre el inmundo moderno, Buenos Aires, Edi-
propone con ello eludir la dialéctica de ciones del Sol, 2005.
lo dominante y lo subalterno, sino de- RICHARD, Nelly: “Globalización académica, es-
fender su continuidad en contextos di- tudios culturales y crítica latinoamericana”, en
fusos, que en muchos casos tornan ubi- MATO, Daniel: Cultura, política y sociedad Perspec-
cuo al centro. Sostiene en su propuesta tivas latinoamericanas, CLACSO, Consejo Latinoa-
que en el ámbito espacial de la periferia mericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma
hay grupos que cumplen una función- de Buenos Aires, 2005.
centro, por manejarse con los cánones
del poder hegemónico, sin intento algu-
no de reelaboración y de responder por

3 Nelly Richard: “Globalización académica, estudios culturales y crítica latinoamericana”, en MATO, Daniel: Cultura, política y
sociedad Perspectivas latinoamericanas, 2005.

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