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La doctrina social de la Iglesia nos dice en el número 62 que: La Iglesia quiere anunciar y
actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales, para fecundar y
fermentar la sociedad misma con el Evangelio. La convivencia social a menudo determina
la calidad de vida y por ello las condiciones en las que cada hombre y cada mujer se
comprenden a sí mismos y deciden de sí mismos y de su propia vocación. Por esta razón,
la Iglesia no es indiferente a todo lo que en la sociedad se decide, se produce y se vive.
La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no
constituyen sólo un ámbito secular y mundano, sino que en todo atañe al hombre y no
queda fuera a la economía de la salvación.
Existe una crisis de valores por falta de referencias o criterios objetivos, ante la búsqueda
de todo aquello que favorece la plena realización de la persona.
Y tenemos como ejemplo al padre Alejandro Solalinde, conocido por su trabajo en favor
de los migrantes. El clérigo se pronunció explícitamente por MORENA, el partido de
Andrés Manuel López Obrador, como única alternativa política posible para las elecciones
presidenciales mexicanas de 2018. Solalinde baja a un terreno en el que la Iglesia
tradicionalmente ha rehuido ocupar, el de la lucha electoral, la opción positiva y explícita
por una determinada fuerza política. El caso Solalinde supone una llamativa ruptura en las
formas en que la Iglesia decide intervenir en los procesos electorales: usualmente lo hace
de manera indirecta, advirtiendo sobre los proyectos o las propuestas de campaña que los
católicos deben abstenerse de votar. Por lo general, evita personalizar las opciones
electorales de los fieles. Podría pensarse que lo del padre Solalinde son ocurrencias
personales, sin mayor trascendencia, pero también pueden vincularse a fenómenos
similares que están ocurriendo en el mismo Vaticano, que funciona, por efecto de una
voluntad deliberada o no, como consecuencia de la prédica pastoral del Papa Francisco.
Referente a los medios de comunicación la Iglesia pondera los bienes incalculables que
en el recto uso aporta diariamente a la humanidad, sin olvidar, tampoco, los daños
morales y sociales, de las mismas proporciones, que genera un manejo irresponsable.
Pero nos motiva a huir de la desinformación, calumnia y difamación tres pecados de los
que la Iglesia no ha sido ajena. Los medios de comunicación no son buenos o malos,
algunos son más útiles que otros y siempre depende de para qué y cómo se usen, incluso
medios útiles se pueden convertir en pasatiempos sin sentido o información inútil.
Sabemos que muchos de los escándalos de la Iglesia son comprados precisamente por
utilizar de manera inadecuada estos medios.
Conclusión.-
Hacer este tipo de análisis y lectura me ayudó a darme cuenta por una parte que la Iglesia
no es ajena a todo el movimiento social en que nos encontramos que toma parte en casi
todos los temas de ámbito social, que nos hace falta como personas y también como
católicos ser más corresponsables en esta dinámica de caminar juntos en la búsqueda del
bien común, la experiencia mundial por la que estamos pasando nos refleja el tipo de
humanidad que somos, una humanidad que ha perdido valores morales, una sociedad
individualista incapaz de ver al otro como alguien que complementa nuestra vida y por lo
tanto alguien a quien necesito para ser más humano, así que termino con
cuestionándome ¿Cuál es mi participación en esta red social, y cómo colaboro como
persona, como mujer, como religiosa, como iglesia, para recuperar los valores sociales y
buscar siempre el bien común desde la verdad, la justicia, la solidaridad y el amor?
Bibliografía.-
Asuntos-sociales/religión/iglesia-y-política-en-la-era-francisco
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