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TRABAJO EN LÍNEA

Estudio comparativo
CREACIÓN, IMAGEN Y PECADO
Maestra: Lic. Leticia Rodríguez
Ramírez

CIENCIAS RELIGIOSAS
Alumana: H. Margarita Garza
21 Octubre 2017
ANTROPOLOGÍA TEOLOGICA:
CREACIÓ N Y PECADO
Estudio comparativo de los siguientes documentos: Constitución Gaudium et spes,
Catecismo de la Iglesia Católica y de la Declaración oficial conjunta entre la Federación
Luterana Mundial y la Iglesia Católica sobre los temas referentes a la Creación, Imagen y
pecado, para conocer críticamente la doctrina de la Iglesia en torno a la antropología
cristiana.

INTRODUCCIÓN

El catecismo de la Iglesia Católica nos da una catequesis sobre la creación partiendo de que
es obra de la Santísima Trinidad para dar gloria a Dios, crea con sabiduría y amor, crea de
la nada un mundo ordenado y bueno, lo trasciende y habita en él, Dios mantiene y conduce
la creación realizando su designio: su divina providencia. Sobre el ser creados a imagen de
Dios nos dice que la persona humana, es un ser a la vez corporal y espiritual. La
Constitución Gaudium et spes 22,1 nos dice: “Cristo manifiesta plenamente el hombre al
propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación”; también veremos que el pecado
es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta, es faltar al amor verdadero para
con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego desordenado a ciertos bienes, el
pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la
concupiscencia, la violencia y la injusticia y provocan situaciones sociales e instituciones
contrarias a la bondad divina. No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega
deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el
perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. En la lectura de la
Declaración oficial conjunta entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica se
reflexiona sobre la interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios
mediante la fe en Cristo.
REFLEXIÓN

La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de


la historia de la salvación", que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la
luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio,
Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva
creación en Cristo (cf. Rm 8,18-23).

La catequesis es referente a los fundamentos de la vida humana y cristiana, la respuesta de


la fe cristiana a la pregunta básica ¿De dónde venimos? y las numerosas investigaciones se
enfocan a descubrir no solo cuándo y cómo ha surgido el hombre sino cuál es el sentido de
tal origen. Los textos “en el principio Dios creo el cielo y la tierra…” (Gn 1,1), “En el
principio existía el verbo… y el verbo era Dios.”, Todo fue hecho por él y sin él nada ha
sido hecho (Jn 1, 1-3) y la afirmación de la acción creadora del Espíritu Santo nos hablan
de la creación como obra de la Santísima Trinidad.

San Ireneo de Lyon decía que Dios padre ha hecho las cosas por sí mismo, es decir, por su
verbo y por su sabiduría, “por el Hijo y el Espíritu” que son como sus manos”. Es una
verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no dejan de enseñar y de celebrar: “El
mundo ha sido creado para gloria de Dios” (CVI).

Dios crea por sabiduría y por amor, de la nada y puede por el Espíritu Santo dar la vida al
alma a los pecadores creando en ellos un corazón puro, y la vida a los muertos mediante la
Resurrección. Se le llama divina providencia a las disposiciones por la que Dios conduce la
obra de su creación hacia una perfección última por alcanzar. Hemos sido creados a imagen
y semejanza de Dios "A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo
entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado" (Misal
Romano, Plegaria eucarística IV, 118). La doctrina de la fe afirma que el alma espiritual e
inmortal es creada de forma inmediata por Dios  ("una unidad de cuerpo y alma" GS 14,1)

“Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su


vocación” (GS 22, 1). Dotada de alma espiritual, de entendimiento y de voluntad, la
persona humana está desde su concepción ordenada a Dios y destinada a la bienaventuranza
eterna. Camina hacia su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien.
(cf. GS 15, 2) siendo la verdadera libertad es en el hombre el “signo eminente de la imagen
divina” (GS 17). El que cree en Cristo tiene la vida nueva en el Espíritu Santo. La vida
moral, desarrollada y madurada en la gracia, alcanza su plenitud en la gloria del cielo.

El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos
bienes. Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie
escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza. La revelación del
amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de
la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando
la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).
El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores
(cf. Lc 15). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice:
“Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los
pecados” (Mt 26, 28).

La Escritura contiene listas en donde vemos que la variedad de pecados es grande. Por
ejemplo en la carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: “Las
obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería,
odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces,
orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes
hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”.

Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y
venial, perceptible ya en la Escritura se ha impuesto en la tradición de la Iglesia;  El pecado
mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de
Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un
bien inferior y El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.

Una de las finalidades de la Declaración oficial conjunta entre la Federación Luterana


Mundial y la Iglesia Católica es articular una interpretación común de nuestra justificación
por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo.
En la fe, juntos tenemos la convicción de que la justificación es obra del Dios trino, juntos
confesamos: «Solo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún
mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva
nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras» que la convicción de
que el mensaje de la justificación nos orienta sobre todo hacia el corazón del testimonio del
Nuevo Testamento sobre la acción redentora de Dios en Cristo.

Luteranos y católicos compartimos la finalidad de confesar a Cristo en quien creemos por


ser el solo mediador (1 Ti 2:5-6) a través de quien Dios se da a sí mismo en el Espíritu
Santo y prodiga sus dones renovadores, que en lo que atañe a su salvación, el ser humano
depende enteramente de la gracia redentora de Dios. Cuando los católicos afirmamos que el
ser humano “coopera", aceptando la acción justificadora de Dios, consideran que esa
aceptación personal es en sí un fruto de la gracia y no una acción que dimana de la innata
capacidad humana. Los luteranos no niegan que una persona pueda rechazar la obra de la
gracia, pero aseveran que solo puede recibir la justificación pasivamente, lo que excluye
toda posibilidad de contribuir a la propia justificación sin negar que el creyente participa
plena y personalmente en su fe, que se realiza por la Palabra de Dios.

Referente a la justificación en cuanto perdón del pecado y fuente de justicia confesamos


que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y, a la vez, lo libera del poder
avasallador del pecado, dándole el don de una nueva vida en Cristo. Juntos confesamos que
el pecador es justificado por la fe en la acción salvífica de Dios en Cristo, que en el
bautismo, el Espíritu Santo nos hace uno en Cristo, justifica y renueva verdaderamente al
ser humano, pero el justificado, a lo largo de toda su vida, debe acudir constantemente a la
gracia incondicional y justificadora de Dios y que el ser humano es justificado por la fe en
el evangelio «sin las obras de la Ley» (Ro 3:28). Confesamos que el creyente puede confiar
en la misericordia y las promesas de Dios, que las buenas obras, una vida cristiana de fe,
esperanza y amor, surgen después de la justificación y son fruto de ella.

CONCLUSION

La creación nos habla de la condición del hombre como criatura y de su creador que se
manifiesta como trinidad, hemos sido creados por la gracia de Dios y estará relacionada
siempre con la salvación, hemos sido creados por la bondad y sabiduría de Dios para darle
gloria. Jesús es el mediador de la salvación, y también es el mediador de la Creación. Ser
creados a imagen de Dios implica responsabilidad, es algo que se debe realizar en nuestra
vida individual y comunitariamente en relación con el otro, atendiendo a la búsqueda de su
corazón: "Nos hiciste para tí y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en
tí" (San Agustín). El hombre no alcanza su plenitud sino en la medida que acepta al otro.
Todo lo que Dios ha creado ha sido bueno sin embargo hemos caído en el pecado y el
pecado nos esclaviza, nos aparta de Dios, hace una barrera entre Dios y nosotros y por eso
no podemos tener comunión con Dios. Nos trae la muerte espiritual, la separación. El
pecado entro en el mundo por nuestros primeros padres Adán y Eva y como consecuencia
de éste pecado original, la naturaleza humana quedó espiritualmente debilitada y sometida
al sufrimiento y al pecado. El pecado es una acción contraria a la voluntad de Dios, por la
que el hombre pierde la gracia y la amistad. La raíz de todo pecado radica en el corazón
humano, teniendo como una causa posible la concupiscencia, siendo esta una propuesta
aparentemente agradable e inocente, que sin embargo lleva a la separación del hombre y
Dios.

Realizar está reflexión me lleva a hacer conciencia de mi vida como creatura, como hija de
Dios, como bautizada, a identificar las acciones que me llevan al pecado y las mociones
que liberan de ellos y poder así regresar a la comunión con Dios, reconozco que estudiar a
fondo este tema me ha costado pero me ayudó mucho para reconocer que la gracia de Dios
sigue siendo en mi vida el don más importante para permanecer en él.

BIBLIOGRAFÍA

Concilio Vaticano II. (1965). Constitución pastoral «Gaudium et spes» sobre la Iglesia en
el mundo actual.

Iglesia Católica. Catecismo de la iglesia católica. 2do. ed. Vaticano: Librería Editrice
Vaticana, 2011.

Concilio Vaticano II. (1965). Declaración oficial conjunta entre la Federación Luterana
Mundial y la Iglesia Católica

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