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CURSO DE MARIOLOGÍA

MARÍA ARCA DE LA NUEVA ALIANZA

TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD MARIANA

1. Introducción al tema.

El tema que vamos a tratar se insiere de lleno en el estudio teológico, por varias razones.
Una de ella es porque podríamos situar la Mariología en la Teología dogmática, dado que
el estudio de la Teología marial comporta -necesariamente- adentrarnos en los diferentes
dogmas definidos sobre la Virgen María: su perpetua Virginidad, su Maternidad divina,
su Inmaculada Concepción y su Asunción a los cielos. Una segunda razón es por situarla
en la Cristología, dado que María es Madre de Cristo y cooperadora en su obra redentora.
En tercer lugar, por su eminente lugar en la Eclesiología, dado que, como bien lo expresa
el Concilio Vaticano II, María es modelo y figura de la Iglesia. En cuarto lugar, y no el
menor, en cuanto la Mariología se relaciona con la Antropología teológica, dado que,
como veremos más adelante, María realiza lo que realmente es la nueva criatura en Cristo.

La Teología marial no se establece como una rama totalmente autónoma, sino como
dependiente e íntimamente relacionada con la Cristología y la Eclesiología -
principalmente-, como acabamos de decir. Tal y como lo señala la Constitución
dogmática Lumen Gentium: «Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa
en la Iglesia, a la que el Señor constituyó en Cuerpo suyo y en ella los fieles, unidos a
Cristo, su Cabeza, y en comunión con todos los santos deben también venerar la memoria
“en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor
Jesucristo”1».

Más adelante se nos dice que «La Virgen Santísima por el don y la prerrogativa de la
maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y
dones está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia
(…). Porque en el misterio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y virgen,
la Santísima Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo
de la virgen y de la madre (…)2».

1
Lumen Gentium 52.
2
LG 63

1
Como acabamos de ver, el mismo Concilio Vaticano II sitúa en su justo lugar a la Virgen
María, evitando así los posibles excesos que, de un extremo o de otro, podrían haber
empañado esa figura tan central en la Historia de la Salvación. Efectivamente, se daban
por esos años varias tendencias -a veces distintas, contrarias y hasta contradictorias-, para
aproximarse a las verdades marianas. Por un lado, la tendencia más devota o tradicional,
que se fijaba más en los privilegios marianos. Por otro lado, una tendencia más crítica o
moderna, más de corte positivo, que consideraba hacer un estudio objetivo y científico,
despojado -en último término- de toda devoción y aspecto afectivo hacia la Virgen María.

Ciertamente se daban, dos formas -grosso modo- de entender el estudio teológico en


general, y tenía su influencia también en la Mariología. Por un lado, los teólogos más
progresistas, que pretendían retomar los postulados protestantes sobre la Virgen María,
considerándola como una mujer como otra, sin ningún tipo de gracia especial recibido
por Dios -poniendo en duda la Inmaculada Concepción-, afirmando que tras el parto
milagroso de Jesús ella pudo tener más descendencia -poniendo en duda la Virginidad
perpetua-, o negando toda posible colaboración en la obra redentora de Cristo -poniendo
en duda su ser corredentora-.

Frente a este grupo protestantizante, se alzaban aquellos que enfatizaban tanto la persona
de la Virgen María que hasta llegaban, en cierto punto, a divinizarla en grados
exorbitados: María sería una criatura cuasi angelical, totalmente abstraída de la
humanidad. Se desarrollaron toda una serie de teorías sobre el parto, de tipo anatómicas
ciertamente poco serias.

De hecho, tras el Concilio, se vivieron años difíciles para la Teología, como todos
sabemos, con la aparición de corrientes que desnaturalizaban el depósito revelado y
pretendían imponerse contra el Magisterio de la Iglesia. Dicha crisis tuvo una clara
repercusión en la Mariología -se habla de un «decenio sin María»-3.

Es por todo ello -tanto para mejor estudiar a María como Madre de Dios y Madre de la
Iglesia, como para combatir los errores surgidos de los diferentes excesos-, que es
conveniente realizar un estudio sistemático de la Teología marial. Es preciso estudiar los
dogmas marianos, las implicaciones de la Mariología en la comprensión de una
antropología cristiana.

3
Cf. IZQUIERDO (Dir.), Diccionario de Teología, EUNSA Pamplona, 2006, 619.

2
Es necesario tratar también, al lado de un estudio exhaustivo de la Teología, de las
implicaciones y la influencia en la vida espiritual. Como decía el P. Royo Marín OP:
«Teología y espiritualidad marianas, son dos aspectos que no siempre aparecen unidos en
las obras dedicadas a María. A veces se trata exhaustivamente el aspecto científico o
teológico, pero se descuida el aspecto espiritualista, con lo cual el primero queda casi
enteramente desprovisto de toda finalidad práctica. Otras veces se aborda de lleno la
espiritualidad mariana, pero no siempre con la suficiente elevación científica o teológica,
con lo que el aspecto puramente devocional pierde su más firme apoyo y su base más
sólida4».

2. Conceptos básicos.

Antes de entrar de lleno en el estudio de la Mariología, conviene detenerse para hacer


varias distinciones con respecto a los conceptos que podemos considerar como básicos,
dado que son los que nos van a dar los fundamentos en nuestro ulterior estudio.

En un primer lugar nos referimos al término Mariología. Tal y como podemos deducir,
etimológicamente significa «estudio sobre la Virgen María», es decir, como una ciencia
de carácter teológico, que, como hemos visto en el punto anterior, está íntimamente
relacionada con la Cristología y la Eclesiología (además de la Antropología teológica y
la Soteriología). No podemos hablar de una ciencia independiente, sino de una rama del
estudio teológico que, por su amplitud y contenido, requiere un estudio aparte.

Considerando este estudio como alojado dentro de la Teología, podríamos hablar, como
algún teólogo lo ha sugerido5, de Teología marial. Dicha expresión nos llevaría insistir
en el hecho de que se trata de un estudio inserido en la Teología y que, aun dependiendo
de otras ramas -autónomas también-, merece un estudio aparte.

Sea lo que fuere, se manifiesta necesaria la especialización del estudio propio de la


Virgen María, para poder ofrecer un conjunto sistemático.

Un segundo concepto para tener en cuenta es el hecho de afirmar -o negar- la existencia,


en Mariología, de un primer principio. Nos referimos a un principio del cual surgen los
demás: un principio primigenio y motor de los demás (que por tanto habría que denominar
secundarios).

4
ROYO Marín OP, A., La Virgen María, Teología y espiritualidad marianas, BAC Madrid, 1997, 9.
5
Como por ejemplo el P. Benoît-Dominique de la Soujeole OP

3
Sin entrar en las discusiones sobre la existencia o no de un principio primero en
Mariología, lo que sí que vamos es a posicionarnos en una de las opiniones al respecto.
Siguiendo a los PP. Cuervo y Llamera OP, podemos afirmar que la Mariología se
fundamenta en el principio primero de María como Madre de Dios. Podríamos también
añadir, afinando más en la afirmación anteriormente hecha, que es posible un primer
principio compuesto. Nos decantaríamos entonces por el P. Merkelbach OP, el cual habla
de María Madre de Dios-Redentor, como principio primero en Mariología.

Una vez asentado el principio primero, podemos desgajar cuatro principios secundarios:

a) Principio de singularidad
b) Principio de conveniencia
c) Principio de eminencia
d) Principio de semejanza

Dos de estos principios secundarios (singularidad y eminencia) se refieren a María en sí


misma, los otros dos principios secundarios (eminencia y semejanza) hacen alusión a la
Virgen María en orden a otros.

a) El principio de singularidad hace referencia a las diferentes gracias y privilegios


dados por Dios a María, en virtud de su vocación como Madre de Dios. Santo
Tomás en la Suma lo afirma taxativamente: «Es razonable creer que aquella que
engendró al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, recibió mayores
privilegios de la gracia que todos los otros6». O. como escribe el P. Roschini OSM:
«Esta singularidad de María deriva como fuente primaria de la singularísima misión que
ha recibido de Dios, esto es, de la misión de Madre del Creador y de las criaturas. La
singularidad de misión exigía en Ella la singularidad de privilegios, como la singularidad
de un fin exige, lógicamente, la singularidad de medios aptos para obtenerlo7».
b) El principio de conveniencia manifiesta la voluntad de Dios al concederle a la
Virgen María todos los privilegios y gracias, que son convenientes a su
maternidad divina y asimismo a su misión de Medianera. Siguiendo el axioma de
Santo Tomás: «cuando Dios elige a alguno para algún oficio lo prepara y lo
dispone de forma que se haga idóneo para el mismo», podemos asegurar que todas
las gracias concedidas por Dios a María -la Inmaculada Concepción, la Virginidad

6
ST III, q. 27, art. 1.
7
ROSCHINI OSM, G., La Madre de Dios según la fe y la teología, Madrid, 1955, vol. I, p. 119.

4
perpetua, la Asunción, etc.- lo han sido por ser convenientes a su excelsa dignidad.
Lo contrario -utilizar el principio de conveniencia para establecer un privilegio-,
debe usarse siempre en tanto en cuanto se trate de una verdadera y real
conveniencia, para no confundir lo conveniente con lo meramente posible8.
c) Es conveniente que la mujer escogida para ser Madre de Dios esté adornada de
todos los privilegios de naturaleza, gracia y gloria que se conceden a los santos y
ángeles. Pero es patente que la Virgen no ha recibido ciertos carismas que han
sido tenidos por los santos (como el don de lágrimas), por lo que la posesión de
los dones en María o es en la misma forma que los santos (compatibles a su
condición y condición) o de forma eminente (incompatibles con su condición y
sexo: su poder sobre el Cuerpo físico y místico de Cristo) , o bien de modo
equivalente (si bien no hubo signos portentosos -que sepamos- en su nacimiento,
hubo signos equivalentes, como las profecías, figuras y símbolos). Cf. ST III, q.
27, art. 1 (p. 5 del curso).
d) El principio de semejanza o de analogía se puede enunciar de la siguiente manera:
Existe una verdadera analogía entre los privilegios de la humanidad de Cristo y los de
María; lo cual quiere decir que los privilegios que recibió de Dios la humanidad adorable
de Cristo los recibió también la Virgen María, aunque «analógicamente», o sea en grado
muy distinto y proporcional, conforme a la condición de cada uno 9.

El P. Royo Marín establece otros dos principios secundarios más, es decir el de asociación
a Cristo y el de antítesis de Eva, los cuales valga únicamente nombrar.

8
Cf. ROYO Marín OP, A., op. cit., p. 48
9
ROYO, op. cit., p. 50.

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