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Esta responsabilidad nace cuando se causa daño a la persona o bienes de otro en el curso
de la formación de un contrato y constituye la obligación de resarcir un daño causado por
uno de los eventuales futuros contratantes a otro con motivo de las tratativas a la
celebración de un contrato.
Estas etapas son relevantes en los contratos de formación progresiva, no así en los
contratos instantáneos.
.- En cuanto a los tratos negociales previos o negocios preliminares: se puede decir que
es la etapa en que las partes desarrollan múltiples conductas tendientes a conocer sus
puntos de vista respecto de un negocio que se proyecta, sin que por ello entiendan
quedar obligadas.
Normalmente se inician cuando las partes se ponen en contacto por primera vez;
conversar y analizar, en el terreno de las meras expectativas, las condiciones de un
negocio futuro.
No debe haber aún oferta ya que es una etapa previa, de carácter exploratoria, sin
ingresar todavía a hablar de la formación del consentimiento.
Los efectos que diferencia a las negociaciones preliminares con la oferta, son que en el
caso de la primera el único efecto que pueden generar es la responsabilidad, en cambio, la
oferta los efectos son mayores, dado que puede dar origen a un contrato.
.- La naturaleza jurídica: Según la doctrina clásica son meros hechos sociales, y según la
doctrina moderna son convenciones preliminares o negocios jurídicos preparatorios,
existiendo discusión por parte de la doctrina si nos encontramos ante un hecho jurídico o
una relación jurídica especial.
.-En cuanto a la responsabilidad que originan los tratos negociales previos, se distingue:
Por regla general, la ruptura de los tratos previos no trae consigo ninguna responsabilidad,
sin embargo, si llegadas las conversaciones a un punto en que podía razonablemente
esperarse la conclusión del contrato, y una de las partes retira sin motivo justificado, está
obligada a responder a la otra, por su proceder arbitrario, de los gastos que haya hecho y
de las pérdidas patrimoniales que haya sufrido.
Para Ihering: se debía indemnizar todo daño producido (interés negativo o de confianza),
es decir, daño emergente y lucro cesante.
Fagella: Solo se resarcen los gastos reales efectuados durante negociaciones, es decir, sólo
daño emergente.
Su fundamento descansa en la buena fe objetiva, que debe ser el parámetro que guie la
conducta de los sujetos durante todo el íter contractual. Esto significa que los
precontratantes deben obrar con lealtad y con veracidad desde sus primeros
acercamientos hasta la finalización del contrato. El derecho debe proteger las situaciones
en que una de las partes ve destruida la legitima confianza que le ha generado la
contraparte y que le ha producido un daño.