Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Página 3
A Katharine d e Malfos[+]
Pígina 5
,
Página 7
w
&'r
ñ
LA LII5TORlA DI LA PULRTA & fianquilas, aunque en los dÍas laborables se lleVaba a cabo.en ella un
floreciente
comercio. Al parecerr a sus habitantes les iba muy bien, y todos eilos porfiaban
con la
esperanza de que les fuera todavia ruejor y empleaban el excedente
de sus ganancias
en coquetería; de mods que los escapalates de las {iendas que se
alineaban a lo largo
L i uuág"ao ¡/'r' unerson era ün hombre de sembrante
adusto, jamás .iluminado por
de aquella calle parecíau .i¡vitarle
a uno como si fueran filas de soruientes
dependientas. Induso en domingq cuando ocultaba sus
una sonrisa; frío, par.co y vergonzoso en Ia urás fJoridos enca¡tos
conversaeíón; remiso en sentimientos; permanecía reladvamente vacía de táfico, la calle resplandecía v
enjuto, alto, taciturnq abunido, y sin embargo por conü?ste coü su
adorable, en alguna medida. En sórdido vecindario, como un fuego en un bosque; y con sus postigos
reuniones de amigos, y cuando el vino era de su las recién pintadcs,
sus b¡onces bien
verdad, .¡amas salía a relucir en en el acto la mirada del viandante.
conversación, pero que expresaba no su
sólo con aquellos gestos silenciosos
después de Ia cena, sino ¡nás a de su cara
menudo y llamatirramente en
ausrero consigo mismo; bebía ginebra su vida cotidiana. Era
cuando estaba solo, para mortificar
por los vinos añejos; y aunque le su afición
encantaba ol teatro, hacía ya
cruzaba las puertas de Iungurlo. En veinte años que no
cambio mostraba una acreditada
trato con los demás; unas veces asombrándose, tolerancia eir su
casi ccln envidia, de Ia gran tensión
anímica que implicaban sus deliros; y
en cualquier situación effema
propenso a prestff ayuda que era nrás
a reprender. <Me inclino por
decir' pintorescament**: dejo que Ia herejía de Caí¡ _solía
nri herrnano se vaya al diablo por
Ill Clon este caráctet a su propio pie> é
menudo tuvo la suerte de ser
y la últiura influencia bienhechora en
mientras éstos siguieron acudiendo
el último conocido de confianza
las üdas de hombres venidos
a sus aposentoq jamás les mosüó
a nenos. Y
wa
cambio de actitud. el nrás leve é
sin duda esa proeza le resurraba f.árú
mejor de los casos, e incluso
a Mr.utterso4 ya que era reseryado
e.. el
é
r* rniJ;l;r-parecían basarse en una
simira¡ 'é
liberalidad ftancamente corüal. es cu.uct.J;¿;de un hombre.o¿urro
círculo de amistades cre1d1 de.manera Ju.*pr.r ru
era el estilo del abogado. Sus
amigos eran los que teruan su misma ""r".lrl¿r.
sange, o uq'uetto, a quÍenes conocía
4
rniís fiempo; sus afectos,c¡::* ¿e-s¿e hacra
-1*t
sucedió que en uno de aquellos pasess
un conculrido ba¡rio de Londres-
sus pasos
los lrevaron a una cairejuela er
+,
+
La cate u., puqu.ru y de las co¡sideradas
Fágina B
# Págirra g
habla probado su navaja en las molduras; y durante casi
*
una generación nadie parecía
haber ahuyentado a aquellos üsitantes fornritos, ni rnparado
Ju, ¿urt o*r.
Mr. Enfield y el abogado se encontraba¡ al oto lado ¿. fu
llegaron frente a la enaud4 el primero alzó su bastón y ra
señató.
'¿ r --
""llu¡u.fu;*p"ro "o*,lo
_¿Te has fijado algrura vez en esta puerta? _preguntó; y cuando
su compañem
le conresró afinnaüvamenrs añaüó-: Mi mente ru *oiu ."; muy
extraña. ";;;;;ria
_¿De verdad? *:dijo Mr- Ufferson, con un leve cambio de voz_, ¿y de qué se
trata?
venás, ocurrió así Mr. Enfield_: una oscu¡a mañana de
-pues -replicó
invierno, a eso de las tres, regresaba yo a mi casa procedente de argrÍu lugar
situaao
en los confines der mundo y atr-aves-aba ula parte
de la ciudad donde no había
riferarmente nada que ver salvo las.faroras. Recom
una intemninabre sucesión de
calres"' iluminadas como para una procesión y tan vacías
como una iglesia...
-¿J*oy todo
el munds esfaba dormido, hasta que por fin *e
ssbrevino .r" .ut do f,* .o .t
que un hombre presta atención a cualquier
ruido y empieza a anhela¡ r, prusunci"
un pdicía. De pronto vi rros figuras: *u ¿. a"
un hombrecilro que caminaba a
buen pxo eh'dirección ieste, y i" "li*""ru
de unos ocho o diez años que
'acii
bajaba por la bocacalle co¡riendo todo "or,ü"
lo que podía-"t¡a
En fin, seño4 lógicamente ambas
figuras se enconqaron en la esquina; y
se produjo la parte honible del
asutrro; "ntoo.*,
pisoteé tranquilimente
ryes 1t-lory¡re el cuerpo de ia nina y h de¡ó tendida
en el suelo chilladdo' cor¡tads no parece grar
cosa, pero fue honible verro. No
parecía uu hombre; miís bien era como
un mardito Juggernaut.tzr i*ic un-grito,nr
puse pies en polvorosa, cogí por er cue[o
al caballero.yii voiJu n** u üuu y,
había reunido un verdadero grupo *
torno a Ia niña que chinaba. Estaba
completamente tanquilo y no opuso "o resistenei4 pero me echó una mirada
desagradable que me hizo suda¡ tarto como tan
la carrera que acababa de da¡me. La
gerte gue se había congregado era ra propia
fanilia de Ia chica; y *[ proo,o
apareció el médico ar que precisamentela
ilabían enviado a busca¡. En rearidad la
niña nt¡ tenía nada grave sino que más
r¡ren estar¡a asustada, según er ma*sanos; y
con ello. podrfas suponer que se acababa
er asunto. pero se dio ur¡a cuiosa
circunstancia' Desde el primer morne'to yo
re había tomado avenió¡r a aquer
caballero. Lo mismo le había pasado a
A dos puertas de una esquina-a mano izquierda la fa¡üa de la niña, l" .ud ;;;;;;ü*.or"
yendo hacia el este, la entrada a normal' Pem me sorprendió ra reacción
un patio rompía el alineamiento de las der médico. Era er típico galeno rutinario,
sin
fachadas; y justo en aquel lugar, ra siniestra edad ni color de rez concreros, con
mole de cierto edificio proyectaba zu gabrete un tuerre acento de Edi.l;;";;;i iril*ori*
,o¡ruiu ca'e. Tenía dos pisos de artura; como una gaita. En fin, señor, le pasó
no se veía rringuna ventana' sólo uripuerta lo mismo que resto d* nlro-toor, .uuu o"" qu.
muro descolorido en el piso superior; y
en la pranta baja y un frente ciego de *lt:b: u mi prisionero, el mataianos paridecía y reaI entaban ganas de matarlo. yo
en todos sus rasgos mosü?ba las señales de sabía lo que pasaba por su mente, lo
un prolongado y sórdido abandono. La puerta, mismo que á perc*ia ro que pasaba por Ia mía;
desprovista de campanilla o aldaba, y como ¡o era cuesrión de matarlo
estaba excoriada y despintada. r-os vagabun¿Á hicimos tó rne¡or que podíamos hacer. Le dijimos
se m"tian en el hueco y encendían al hombre que podíamos y estábamos
ce¡lllas en los entrepafios; los niños jug"*l* dispuertos a a.m.r tar escándalo por aqueilo
u las üendas en los escarones; el colegial que su nombre sería oüado
de un exüemo a ono de Londres. Si
renía algin amigo o
Página 10 Página 11
?ñ
f'nt
influenci4 nos encargaríamos de que los perdiera. y mientras anemetíamos contra
acaloradamente, todo el tiempo tuvimos que manteüer a distancia a t*
mejor que pudimos, ya que estaban tan furiosas conro arpÍas. Nunca he
mu.¡uru,
éI
visto uü
ib m
fr
conjunto de rostos tan odiosos; y el hornbre estaba en medio, con uaa
perversa y socalrona frialdad-- asustado también, como pude percibu...
especie de
pero salió fl
ai¡oso del asunto como un verdadero Satanás.
>--si quieren sacar provedro de este accidente
--dijo_, no puedo hacer nada,
por supuesto. cualquier caballero que se precie desea eüta¡ u¡u
üF
.r..nu. oigff¡n. la é
cantidad.
>En fin, re apretamos las clavijas hasta sacarle cien libras
para ra familia de la 4
niña; widentemente él habría preferi{o no ceder; pero había
que rndlcaba que podíamos cry¡arle daüo, y finarmente "lgn
en todos ¡oEotrns
se rindió. Er paso siguiente
ffi?
era conseguir el dinero; y ¿adónde cree usted que nos llevó? pues
puerta'.' sacó de repente una llave, entró, y vorvió
. l. *" ¿* tu é
en seguida .oo a." l¡.*
é
monedas de oro y un cheque por el resto contra el banco
portador y firmado con un-nombre que no puedo
de Cou$s,l4J hbrado "n
menciona¡ aunque sea una de ras
al
d
gracias de mi relatq pero.diré por lo menos que
era mrry conocido y frecuentemente
mencionado en Ios periódi:":.!r cifra era ar.ta; pero
u rinna, ri uo u"t¿oti.a o¿¡u d
rnás que todo eso, Me tomé Ia ribe*ad de señarar
ar caballero quoroao eé'9
me parecía apócrifo; y que en la üda real no es nor¡nal que
puerta de un sótano a las cuatro deja mañana
y salga
psr un importe de casi cien rib'as. pero ú estab¡ "oo
ffi'**ro
un hombre .'ntru po. t"
ur,.h.qu. fi.*Jo io. ot o 4
nrüy ranquiro y desdeüoso. é
Página i2 Página 13
q
6tu
ñ
. . -Vrg
que hí piensas lo mismo que
yo _üjo Mr. Enfield_. €,
historia' Pues nueshr rrombre
verdader;rmeRte detestable; y
*ru oo naüJuo u quiun nadie podía
la persona qou *Joaro el cheque era toda
Si
es una fea
ve[ urhombre F¡
del decoro, célebre adernss, y
suele ll¡uar el bie¡, Se tata
flá que ,r;;d;;;
un dechado
de esos tipos que hacen lo que se
ae un.tantq¡e,,up"ogo, un hon¡bre
@
q
honrado que está
Tsand:
muy caro arguna travesura de sú,uventuJ. p"t
."*is,ri."*;,-ücuua a.r
€
Chantaje es como yo llamo r-q:"I lugar
: deia pr*..euoque eso, corno sabes, está
lejos de expricarro todo y oas decir Las palabras se sumió
cavilaciones. -añadió; en profundas
€
.Df¡. Uttersun le sacó de ellas al preguntarle
de pronto: #
-¿Sabes
-Un
si el lÍbrador del cheque vive allí?
sirio apropiadq ¿no re parece? __+eplicó
Mr. Enfield_. pero #
casualidad de que me he fijado en su
-¿y
dirección; viJ. .n cieüa pJaza por.aquí
nunca has pregunrado por_..-. aquel
lugar oe la puertai Jñ;;;;;.r"".
da la
cerca. d
señor. Me parecía poco delicaio _firu
* €
-No,
ua
respuesta_. Me resisto mucho a
hacer preguntas; pa'ticipa bista¡re
¿ul .rtilo ¿ui¿iu a.t Juicio Finarprar¡tea¡ una
pregunta es como lanzar una piedra.
se sienta uno hanquilamente en
colina y a,lá va ra piedra, poniendo
anodino (el úrrimo
en marcha a tas aem,l"; y en
lo alto de una
seguida algún üpo ?ra
:n ul q1: uno rrabía p*ru¿ol *.iue un gorpe en ra cabeza en su
propio huerro, y la familia riene que ."n¡ii*¿uírrn¡*.
Nolruiior, ;;g;;;n.r",
€
que cuanto más dudosa me parece
r¡na cos4 menos preguntas hago. ü^rÓ
Página 1.4
cagua 15
uno y comienza otro.
La pareja volvió a caminar un rato
err silencio; luego dijo
_Enfield, norrna tuya está muy bien.
esa
Mr. Uffasou
eso creo_teplicó Enffeld-
-Si a pesil de
*pe'o todo *continuó er
abogade-i hay una co,u
p¡egunrafre quiero preguntarrc gue quiero
cómo se ilama er ü*u.-
q*. pirri-u
no u* qo" uso tu irg"
Enrield--'
,,",oi,.:;rrn;*üf'. *J""T*ur. Era un
".¿i..
-¡Hummm!*j:t
_No es fácil de describir.
:,ynTTrF_. ¿eué aspemo üeneese hombre?
AIgo le ;;;;
r€a,ms¡¡.deresabre.ryii:üüif,rilfi
il:ff :k#; frff;i:i,Í:f
ffi
üffi ;#::i$"trJ:H:,:*::_ry:*:,ns¡"d#;ü;J;*.,0,u
hffi i: r#*: ff*:i" ^'' ;#ff;i*?:Hff"1* ;ffi*J;H
i¡j$d#;;H"t['ix,1:11trüTi3;JJf illffi'JJ"*flTti
caminando en silencio,
n*,,XtJ."Yjilltll.siguió obviamente bajo h in¡uencia de
seguro de
-¿Estás gue usó una llave? _preguntó por fin.
querido señorr.'' *empezó
-Mi
so¡presa, a decir Enfieid, gue no cabía
en sí de la
Io sé __düo Uttersor_;
. -Si
si no
sé que debe de
re presunro er nornbre djil.u*;r,"*, l'früJJTfü:"Lff.r;:
ha dado il;;;-; ius ,i¿o inexacto xll
fitñ1t:i'"Hi:to '" '1 en algrín punrq más
--creo que podrías habérmero
advertido ---replicó
resenümienro_. pero, com¡ el otq con.,na pizca de
ai.u., t" *; n*r
una llave; v lo que ; "i¿ tqdavía. lr, oá,illi. oo""
*L,üHe
illTgufi::* Le vi usarla no hace ni
pmtundamene, pero
no dijo ni una parabrE y
orrff],u"5,.,Tñlsebó en sesuida
a callarme --dijo--' Me.
,*ufff*:ff";trH::: aversüenza haberr¡e ido
de ra
to¿a .o*;J::H':J:i"*H:
menciouar e$e asutrto'
-neRicha¡d.
¡¡¿tlosr -re \r qsu5.¡uu-' ueffeüos el trato (on ur apretón de
Página LS
Página 17
LN BU5cA Dr MRr UYDL resueltos. Al ver a Mr. uttemon se levantó de su silla de un salto y le dio
la
bienvenida tendiéndole ambas manos. ta corüalidad habitual de aquel íomr¡re
e,,
algo teatal a primera vista; pero se basaba en sentimientos sinceros. pues ambos
e.an
viejos amigos, antiguos compañeros tanto de colegio como de universidad,
A qu*lt, noche Mr. utrerson volvió a su piso de soltero con el ánimo sombrío, y se
proñndamente respetuosos'de sÍ mismos y el uno del otro y, lo que no siempre
es
Iógico, ambos disfrutaban a conciencia de su mutua compañía.
sentó a cenar sin apetito- Los domingos tenía por costumbre, una Después de divagarunpoco, el abogado pasó a ocuparse del asunto que
vez finalizada esa lo tenía
comida sentarse junto al fuego con un aburrido volumen de teología en su preocupado de manera tan desagradable.
atril, hasta
que el reloj de la iglesia rprcÁna rliera ras doce, horü qi. ,
*n ffpnrnfnm.mte y Supongo, Lanyon que ttí y yo drlruuruu dc ,Jcr los dos anigus ruás
agradecido se iba a la cama. Aquella noche, sin embargo, * ;;; q"il";Ia rnesa,
- Ítj*,
viejos que tiene Henry Jekyll.
tomé una vela y entró en su despachs. Atí abúó su caja fuerte *ojalá fuesen miís jóvenes esos amigos
E{üñjo de su rincón el doctor Lanyon, riéndose entre
más secrefo un doa¡meüs en cqio sobre esfaba anotado que
* r.*"bJdut tust¿mieÍrto -dijoeso?
üentes-. Pero supongo que así es. ¿y a qué viene Ahora lo veo poco.
del doctorJelgdr, y se sentó con er ceño ensombrecido a
testarneilo era ológnfo; pues, auqlue se hábía hecho cargo
eraminaf su contenido. Er
-¿De
comunes.
veras?
-dijo utterso¡-. creía que teníais un vlnct¡lo de intereses
de él uua vez rerminad.o,
Mr' Ufterson se había negado a prestar ra meuor ayuda en su confección. teníamos su respuesta_. pero hace ya más de diez años que Henry
EI
testame[to estipulaba no só]o que, en caso de fallecimiento
de Henry Je]ryll, M. D.,
-Lo -fue
Jekyll se volvió demasiado eraavagante pam mi gusto. Eurpezó a desciriarse,
,, c" L". L L D', F' e strl uo ü¡das s¡:s propiedndes debían pasa:r a *"L ¿" a
q{aviarslle la'rnente; y aunque, por supuesto, sigo interesándo.ou po, él en recue¡do
{<ao'iga y bmefacor Ed\sa}d H3'de>, sino que ur,
.o
de ,.desaparicidü o ausencia de los viejo's tiempos, como suere decirse, ro veo y lo he visto Ia Áar de poco. Tares
"uro
inexplicada por rm paiodo que rebasara ros hes neses)>J
el susodicho Edwarrd Hyde disparates kn poco científicos --qñadióeI doctor, enrojeciendo de pronti- hab¡ían
ocuparía el puesto de Hemy Jekyll sin más demorq y
libre de todo gruuu*uo u euajenado la a¡n\stad de Damón y Fintias.I6I
obligación, aparle del pago de unas pequeffas sumas
a los miembrps de la -
Aquel pequeffo arrebato'de i¡a en eierto modo fue un alivio para Mr.
utterson.
servidumbre del doetor. Aquer docunento ofendfa la vista
clel abogado á.r¿u ir".t* uÚnicamente habriín discrepado en algunas cuesriones científicas>,
mucho tiempo. Le ofendía-no sóIo como abogado sino pensó; y no-
como iartidario de ros siendo un hombre apasionado por ra ciencia (excepto en materia
aspactcs ser¡s¡drñi y tu&iirxres de ra vrfu para quien tre traspasos de
cuarquier o*t bienes inmuebles), induso añadió:
de if,fr. "urj*.iu
impúdica Easra €ntonces había sido su áesconorimiento ".u
Hyñe lo que es nada rrás gue eso!
acrecentaba su indignación; ahora, tras un súbito
caurbiq *u ,o aono"i*i"*to. si era -¡No
concedió a zu amigo unos cuant*s segundos para que recobrase su compostura, y
ya bast¡nfe grave gue er ¡ombre no pudiea deci¡le nada
más, fue peor cuando luego abordó la pregunta que había venido a hacer-
empezó a revestirse de anibutos detestabres; y ar rasgarse
que durante tanto tiempo ie había nublado ia vista,
el cambiante y frágil velo
-¿Te
has tropezado alguna vez con un protegido suyo... un tal Hyde? _
surgió la ,"p.ntiou y precisa preguntó.
premonicidn de gue era un mslvsda.
Lanyor-. No.
Nr¡nca oí hablar de é1. En roda mi vida.
que era una'rocura *dijo, mieutrx volvia a nreter er oüoso documento
-¿Hyde? -repitió
Esa fue toda la inlormación que el abogado se nevó consigo
-Pensé
en la caja fuertr'-; y a la somb¡ía cama
ahora empieao a temer que sea una infamia. grande en la que se revolvió de un lado para
otro hasta que las primeras horas de Ia
_ A continuadón apagé la vel4 se puso un gabán y se encaminó
cavendish square,
en drrección a mañana empezaron a alargarse. Fue una noche de pocatranquili.dad
para su esforzada
ese baruarte de ra medicin-a donde su amigo,
er gr* aooo, mente, que, asediada por los interrogantes, se afanaba
en plena oscuridad.
laryoa t1ní-a su ea.ra y recibía a su abigarrada crienrera. ..si argrien uuü. utgo,
Lanyon>,
.o,i - Ias campanas de Ia iglesia que estaba tan opofir.uamente próxir'a a la morada
de
había pensado.
Mr. utterson dieron las doce, y él seguía dándole vueltas al problema.
Hasta entonces
- El solemne mayordomo le reconoció y le dio Ia bienvenida; no lo sometió a las
interminables antesalas propias de las visitas
sólo lo había afectado en el aspecto inteiectual, pero
ahora su imaginación tarnbién
ordinarias, sino que ro hizo pasar estaba comprorneüda, o ¡nás bien esclavizadafy
directamente de la puerra al comedor, donde mie'tas estaba acostado y se
er doctor Lanyon estaba sentado, revolvía en la densa oscuridad de la noche que
envolvía la encortinada habitaciór¡ ei
tornando a solas su vino. Era i¡n caballero
cordial, ,ulud"bl; dil¿"¿L- ¿" f." relato de Mr. Enfield pxaba por su mente eü ufla
rubicund4 con uná melena prematffao.,ente blanca y sucesión de ir¡ágenes ruminosas.
r¡nos modares impetuosos y Lo primero que pocibía era la gan extensión de farolas
de una ciudad en plena
Página 18
Página 19
noche; luego, la figura de un hombre que caminaba velozmente; después,
la de una
niña que venía corriendo de casa del médico; v finalmente se enconüaban
ambos, v
aquel Juggernaut humano atopellaba a la n¡na y pasaba de
largq indiferente a stts
chillidos. O si nq diüsaba una habitación de una casa lujos4
donde su amigo yacía
dom¡ido, soñando y sonriendo en sus zueños; y entonces se
abría la puerta de aquella
habitación, se apartaban las cortinas del lecho, el durmiente
se despertaba y,
aquí!, alll estab4 a su ladq una figura que tenfa ascendiente ¡hete
sobre él,eindusoaaltas
horas de Ia nodre tenía que levantarse y cumplir sus
órdeoes. En ambas visiones,
aquella figura atomrentaba al abogado durante toda la
nsifue como surgió y a'edó rapidamente e¡ la mente del abogado una quriosidad
pardcularmente intensa, casi desmesurad4 de contemplar las faciiones
del auténtico
Mr- Hyde. si pudiera ponerle los ojos encima aunque sólo fuera.una ve4 pensaba que
ei misteris se adarar{a y quizás se disiparía del todq como suele .u*"do csn las
cosas misreriosas cuando se e-ramina¡r bien. podla imaginarse u¡ motivo p¿ra
la
extrafia preferencia o servidumbre
{llámenlo comc quieran {s s¡ emigq e incluso
para las sorprendentes cláusulas del testame¡to. y
al menos seúa un ro-stro digno de
ve¡se: el rostro de un hombre sin entrañas y despiadado, un rosfo que,
con sólo
Páglna 20
Página 21
mostrarse, suscitada en la mente del impasible Enfield un perdurable
sentimiento de Y luego preguntó de pronto, sür levanrar
o(uo. oios-:
Apartir de aquer momento, Mr. utteruon emFezó a rondar la puerta que daba
ñ'ffit;.tJ:.Jffiji"l*" los
a la usted por su parte
callejuera de las üendas. por la mañana antes áe hs horas
d";fi"i";,; meüodía -¿euerría -dijo Mr. utterson_a hacerme un favor?
cuando había mucho trabajo y el tiempo era escaso, por -.Con mudro gusto *respondió el otro_. ¿De qué se bata?
con ra ciudad envuerta en niebra, bajo cualquier tuz y
ra noche b"j" úf; de h luna pemrite ver.su rqsfto? _-freguntó
elibogado.
a úq*;;;;;sohraria o -¿Me
Mr. Hyde pareció titublar; luego, como si
concurrida, se podía encontrar al abogado apostado de pronto se lo hubiera pursado
un fog* ui.gido,--*,
* se encaró con dl con aire_desafiante; y los mejo4
<Si él es Mr. Hyde pensado_, yo seré Mr. "lSeelo.tTl dos ,u *ir..roo fijamente el uno
al oto
y ar finar -había durante unos pocos segundos
su paciencia fue recompensada. E¡a una magrífica
noche sin lluvi4 con podré reconocerro la pn5xima
escarcha; Ias calles estab3n ty liynias como -Ahora vez que nos veamos:- diio Mr,
la pista dc ui snlón d.;.iüh, fúrolas, Pnede ser úü1. utterson
rmpertérritas ante cuarquier-tipo de vientq dibujaban
un *ñil" -"
y de luces está bien que nos hayamm enconhado;
sombras' A eso de las diez, ya habían ce¡rado "rt*puao y d propos,
-*Tdo las üendas, la-cale¡uera
estaba muy soritaria Y, a pesar de la tenue
reverberación de Lond¡es u * ,r"u¿.¿oq
"rff;#*:::#""**-,
Y le dio el número de una caile del Soho.
muy silenciosa. Los sonidos débiles ilegaban lejos;
los *i¿o, ao*?rJ"oücedentes <¡Madre mía!>, pensó Mr.
de las casas eran cla¡amente audibles a ambos utterssn. <¿sení posible que ér también
lados de ra cabaJa;-i?*¿o haya estado
viandante se aproximab4 er rumor de sus p¡rsos * pensando en el kstamento?>,
lo precedía rrucho tiemio antes. ¡¿r. Pero dominó sús sentimientos y se
utterson llevaba algunos minutos *n .u pu.rto Iimitó a gruliir agradeciéndole ra dirección.
cuando se apercibió de unos extaños
pasos ligeros que se aproximaban. En
uI a*r.o.ro de sus rondas nocfirrnas
tiempo que se había acostumbrado al curioso hacía
efecto con que las pisadas de una
persona que todavía est¿árnrry lejos sola
surgen de pronto con niüdez del vasto
estrépito de ra ciudad' sin embargq su munnulo y
ut.n"ion nunca se había visto aüaída tan
repentina y contundentemente; y con
lma acusada y supersüciosu
éfto, se retiró a la entrada del patio. fr..o;"ion au
Los pasos se acercaron clda vgz miás
nápido y de pmnto sonaron m¡ís fuerte
cuando doblaron el final de la calre. lr,ti.rnáo
hacia derante desde la.nu"au, ¿
abogado pudo ver en seguida er tipo
de hombre ar que tenía que enfrentarse.
baja estatura e iba vestido cott ,.o.it."; y.u Era de
urpu"rq incluso a aquena distanci4 no
predisponía mucho en su favor a quien
la puerta, cruzando la carzada para ahonar
lo contemptase. pero se a#tlar.ü*"ot" u
bolsillo, como quien se acerca a su casa^
ilñ, y segrin vení4 sacó una llave del
Mr' Utterson salió a su encuentro y cuando pasó
a su rado lo tocó en el hombro.
imagino que usted es Mr. Hydg
-MeHyderetrocedió ¿no es cierto?
y aspiró una úo.url¿u de aire, emiüendo
un sonido sib'ante.
Pero su miedo fue sólo momefián.o;
y u*loe no miró a la cara al abogadq
respondió con mucha calma:
me llamo. ¿eué quiere usted?
-Así que
va a entrar el abogado_. Soy un
-Veo
Jelryll... -replicó viejo amigo del doctor
Mr. Utterson, que üve en Caurit Street... usted debe de haber oíd.o
mencionar mi nombre. y ya que lo he enconüado tan oportunametrte,
pensé que tal
vez me dejaría entrar.
encontará en casa aI doctor Jelryll;
-No ha salido _respondió Mr. Hyde,
PágSna22
Fáerna 23
__Vamos _dijo Mr. Ufterson_, no está
bien gue habte asL
El otro emitió un sonoro g''ñido que en
seguida se corrvirtió
en una feroz
.orü;;"'n"';:n#'j011#*puerrav
##lfiJ'#Ttr'*':t;'ii*::eft
Después de que M,. H3rde se marchara,
semejando su rosho Ia viva imagen fo*Sao se quedó
¡f allí un rato,
de ra preocupaci-*.
calre rentamenre deteniéndos" i"ad"
**" Jil*o'rr. ru
pr"l-, uJ"¿nuor.,;;;;il;;;L
",irn.ri
.o*o .i
ffHtr#:H;,t:J*o**" eou olo"J'i aui***d?;;;** .,iio,uu u,, ¿u
ro,f ui,rosuna:*;il,1ñ:"üilff
.:lj;.Tffi
soruisa desagadable; se.trarii compártaJJ *üj:3?lT$:ilJilI::::
.on ul
criminal mezda de ñmidez y descaro;;;l;r, a_bogado con una especie de
susl¡¡'"nte y un tanto ertrecortada..
y l"bü; ;;; ffi il"
.on"u,
. todos as*r,ou ,*sos
ni siquioa todos etos jnnrosp"dí"" le eran ¿.s¡avoraul"$, poo
entonces desconocidos, con que ""pü.;;augrranci4 er ascoy el miedq hasta
Mr. utterson lo*raba.
<Tiene que ser oha .o.uu- **
se decía .i¿*,
^jr*^.]
el perptejo t:bd-"* <Hay algo m¿is, aunque
¡lo sé cómo r,ramarlo. .cosaD'
i1,r*,.íüil.l"lfi::'*:iJ,,üq::;'""il:'X.ffi lT"jffi:,Jffi"J
del doctorFetz[Bl ¿o es ra mera
ir"aJ.¡'" ¿"r,i
r!*
por complero y nansfiguri
"ir-;;;.*
su envolrsdo de bano?
*Ju?l*r',."
ya que, ¡oh mi\ueno ae b;;;;;;
CTo qu"
nnrr,ir,.raVutrüñ;.2 he üsro*¿, ütino;
firma de Sataná{ ha sido en el grabada en un ros[o
de tu nuevo amiso>. Ia
A Ia vuerta de ra esqúna ¡-
- ir üie'"#iÍiá-un,
eregantes' deterio¡adas e1,su
ma¡ona y urqoil"¿.u por pisos
y
T**1
de casas anriguas y
despachos
cuarquier dase y condición:-graú"¿"á a gente de
apoderados de empresas
¿ri"pi,
arguite*os, ,ur¡io, uuoiuaor,
y
dudosas. u"r
esquin* estaba todavía o-lll:u:_:l
.r*,lií .*¡*un
Ia segunda o far?, o. ru
*,ñ-á;',-r-;
Une¡son *
dut,uo.rr*tu, ,u
*L..,: a'.iqu.,u y ui*n.,*, u*qo.
|}ffi; H1ff:#ffT1*
excepción del uagaluz' y liamó"
J*J.,*,*"
vesrido abrió la puerta. u" t"it-" J**ot" uiun
¿está en casa eldoctor Jelryll? __preguntó
-Poole, el abogado,
--Voy a ver, Mr. Ut
el otro_, ¿cómo me ha reconocido? null"b:;"*";il;':ffiJ"#,:":Ti-;$.1Ti"",;ffi
-Veamos --dijo nX,Ttr[T
la descripción_fue su respuesta. tff ¿' .'*p" *"u"t'i"
-Por descripción de quién? ::ffiff rffi*,i: i::' u¡a crrimenea t ;;;;bñ ..,
-¿La
amigos comunes _dijo Mr. Utterson. -Señor, .
¿quiere esoer :ar aquÍ, junto al fuego?
-Tenemos
*¡Amigos comunes! Mr. Hyde, con la voz un tanto ronca.
comedor? ¿O le enciendo una lámpara en eI
por ejemplo -repiüó
__dijo el abogaáo. el abogado; v acercándose
-l:ky[,
nunca le habló de mr *gtit6-Mr. .,.#::t#il:h*ro a la chimenea, se apoyó en
el
-Bl Hyde, en un a¡rebato de ira_. No pensé
que usted fuera a mentirme.
I Agueila sala, en ra sue ahora
se había quedado solo,
era ei. arrtojo favorito de su
I
amigo eI docror; y el propio
utrerson ,"ü;;;fu;;r_ a ella
como la estancia más
Página24
€ Página 25
€
¡r.¿,á
agradable de Londres. Pero aquella noche un esüemeciniento le corría por las venas;
Utterson-. ¿Es eso nonnal cuando el doctor Jekyll no está en casa?
el rostro de Hyde no se apartaba de su memoria; sentía náuseas y repuinancia por
la --{ompleramente normar'dr. uttersor
vida 0o cual era raro en él);-y su ltlgubre ánimo parecía inruir una añenaza -*espondió el sirviente-. Mr. Hyde
en Ios tiene una llave.
vacilantes reflejos de la lumbre sobre los p'lidos bargueños y en los
iooJu*r*, su señor parece deposrtar mucrra confianza en ese joven
juegos de sombras en el tedro. se sinüó avergonzado de
ofo,-poole,
su alivio cuandoG pensativo.
--prosiguió el
-seguiaa
volvió Poole para anunciarle que el doctor Jellyll se había marchado. '
señor, en efecto'--di¡o nool*--. Todos nosotros tenemos órdenes
-si
obedecerio.
de
visto entrar a Mr. Hyde por Ia puerta de la vieja sala de disección _le üjo
-He
Págim 26
Pág¡na27
tL DOCTOR_JL(YLL 5L oír nada más _dijo_. Creía que habíamos acordado
LNcoN TR4BA hd;TJ"T;ffetece dejar de
Página 28
Itriglnr ?tJ
('z
fr,
@
@ paciencia con él y harás valer zus derechos. creo que
me quitarías un peso de encima si me lo promederas.
*No puedo pretender qxe llegue a gustarme _*dijo
Io haiíaq si lo supieras todo; y
ffi
é
€
6
€
d
Vt
6é
ytÓ
VT
YGá
é
Utterson reflexionó ut
Página 30
PÉgina 31
aq
frr
€,
LL CA:O DT.L AST.5INATO DI 6:2
cARI-r4{ €-7 cierfa rnadera poco común, rnuy dura y pesad4 se había panido
ímpefu de aquella cn¡eldad insensata; y una de sus mitades
hasta Ia alcantarilla más próxirua... la otr4 sin dud4 se
por Ia raÍtad bajo el
astilladas había rodado
*",ry", Encima de la víctirna se encontró un monedero y un reloj
la había llevado el asesino.
de oro, pero ninguna
€ o documento, a excepción tle u¡r sobrc cerado y selladq que probablenreffe tarjeta
C"r¡ * iba a
año después, en el mes de edtar al coreo, y que llevaba el nombre y la dirección de
odubre del año 1g. ., un € Mr Utterson.
va
crimen de singular A la maffana siguiente dichs sobre fue entegado aI abogado
ferocidad sobresaltó a todo Londres antes de que se
v alcanzó gran notoriedad por hubiese levantado; y en cuanto lo hubo visto y le contaron
posición de la vfótima. Los la elevada las ctcu¡stancias, soltó
deteltes eran
no del no habia subido a acostarce
Aunque la niebla envolüó Ia ciudad a eso de las once. diré nada hasta haber visto er cadáver
arÍltimas horas de la tarde, -No -dijo-; esto puede ser muy serio.
aoche estuvo despejad4 y el
callejón al que daba la
la primera parte de la
ventana de la criada
€ Tenga la amabilidad de esperar mienüas me visto.
intensamente iluminado por estaba
Ia luna llena. Al parecer, ella
romandcismq pues se sentó era muy dada al
se s¡rmió en ensoñaciones
sobre su arcón, que estaba justo
contemplaüVas. Nunca (solfa
debajo de Ia ventan4
decir ell4 hecha un mar
v 3d
lágrimas, cuando na¡raba la
todos los hombres ni había
experienci4 nunca se había
apreciado más el mundo.
sentido más en paz
con
de
aa{
Y mientras permanecía aú, advi¡tió
de pelo cano, que se acercaba
la presencia de un anciano y
por el callejón; y que
guapo caballero
Ft
estatura, al que al principio prestó oto caballero de muy corta
menos atención, se dirigía
enconfraron frente a funte (iusto hacia 6I. Cuando se
ante los ojos de la criad4
abordó al ofo con unos modales el anciano se inclinó y t
bastante corteses. EI tema
parecía ser de gran importancia; de su conversación no
en efecto, a juzgar por
parecía que sólo le estaba sus inücaciones, a
preguntando alguna veces
rosho mientas hablaba y dirección; pero la luna
la chica se alegró de verlq iluminó zu
disposición a la bondad parecía tan inocente y anticuada
inadia4 aunque también
proceder de un bien cierta altanería que parecía
fundado amor propio. La
sorprendió reconocer en chica observó en seguida
él a un talMr. Hydg que al ono, y le
al cual ella había cogido una vez había visitado asuamqy
autipatía. Llevaba en Ia
jugueteaba; pero no mano un pesado bastón,
respondía ni una sola con el cual
palabra, y parecía escuchar
impaciencia mal contenida. yentonces, estalló de pronto con
golpeó el suelo con Ios pies en un anebato de ir4
blandiendo el bastón, y
Ia criada como un Ioco. El se comportó (segrín lo desc¡.ibi6
anciano caballero retrocedió
sorprenüdo y un poco
doüdo; y sin miás, Mr. Hyde
un paso, bastante
suelo a garrotazos. Y un perdió los esfibos y Io derribó
momento después, empezó al
simiesc4 y Ie descargó una a pisotear a su víctima con
andanada de golpes, bajo fu¡ia
huesos, mientras su cue¡?o Ios cuales se oyeron cnrjir sus
rebotaba sobre la calzada.
üendo y oyendq la qiada Horrorizada por lo que estaba
se desmayó.
Eran las dos cuando la
chica volüó en sí y llamó
ido hacía üernpo; pero su a la polieía. El asesino se había
víctima yacía allí en medio
desfrozada. El bastón del callejó& increíblemenre
con que se había llevado a
cabo aquella acción, aunque era de
Página 3?
Pághia 33
y confó sucintamente ro gue
la criada había visto, y mosftó
er bastón roto.
M¿ Utterson hal¡ía temblado al ofi. menciona¡
i a Mr. Hyde; pero cuando
pusieron delante el bastón' ya no le
cupo la run* le
€ aua", u*qou *i.ü" p*u"
,ün"i" ."*n y"¡"illiu*io,,
d *:Xf:i,:'
ro reconoció como et que ér;ism;i;ur,
cabez4 dr¡o:
segrin afinna la criada --
--.5ise viene conmigo en el cache
que he aiquilado
Ilevatlo a su casa. --dij+-, creo que podré
€ para entonces serían
ya ras nueve de ra mañana,
y hablan hecho su aparición
€ primeras nierrras de ia remporada.
un gun ¿l."i"r;ilüff:":;o,,balas
€ ".r"
cietq pero er üenro no dejaba de ropr*,-arpurr*d,,;;ü;;;orirrll'lloo.*r, el
modo que' mienhas el coche de rrquiler
;d;ñ"
Yr utterson contempró una portentosa
renramenre de c¿lre en ca,e,
cant¡dad de grados y matices
¿u
ivrr.
fji:"ffii
@ er policía declaró estar encantado. una visita al bancq
asesi:no tenfa un saldo positivo de rn¡Ios mües
_puede estar segurq señor *le
donde se comprobó q*e
de llbms, colnó su satisfacclón.
el
cra
!
Página 36
Página 37
\' F'
@
LL INCIDINTE DE LA CAR:TA @
^
@
áq
Lu tr.au estaba ya
muy avanzada quando Mr.
Utterson consiguió llegar
a la puerta
del doctor Jelqyll, donde fue admitido inmediatamefte
través de las dependencias de Ia cocina
por Poole y conducido, a
yde un patio que antes había
al edificio conocido indistintamente sido un jardÍn,
como laborato¡io o sala
había comprado la casa a los de diseeción. El doctor
herederos de
habia cambiado el destino
fondo del jardfu. del bloque que había al
Era la primera vez que el abogado
era recibido en- aquella parte
zu amigs por lo gue observó de la residencia de
.*i*i¿"á1" r11aa!
miró a su "on ,*'ui",** ,
arrededor con una,aesug¡aoatu
se;;*ó" "o*i*.oñ
exr-añeza; aquel escenariq
hace tiempo aresrado de estudiantÁ ¡ desolado
ú*
mesas cargadas de aparatos ""*ri;;;.{
de quÍmica
y soüariq
.l *"to *Ui"rto de cajones y sembrado ras
paja para embarajes, apenas de
ilu¡nina¿"í"i *, ütenue que
velada oÍpura' Al oüo e)ffeno, se filt"aba a ftavés de
* rrao ¿" subía hasta una puerta
la
de tapete verde; y ar aftavesada, "r"¿"r",
¡¿r. uu"iroi fue inmducido finarmente
cubierta €
gabinete del doctor. nra
una.rrauitacion
otras cosas' con un espejo de
cuerpo
ó;ffir-"da de vitrinas, amueblad4
en eI
enne
ré
tres ventanas porvorientas "oi.ro v *"'*e-sa de despacho, y provista de
arüa un tuegq v había una
con banotes ¿. rriJ"" q""
daban al patio. En Ia chimenea €
lánpara;;dffi;r,il Ia repis4 pues ra espesa niebla
empezaba a exte¡derse incluso
en .l i"ü_r-¿. iry
estaba ser¡tado er doctor raryl
a*ao, *nr*"'oe "*,
y allf, ser¡¿ del fuego,
enconúarse muy enfermo.
No
4
;lfJ"T[XH#:ff#r::_*", J" ní"j""i**ó una mano herada y r. ao
u €
,
4ñ ,t
-H -Y bien *dijo uttersorl en cuanto poole
+t
se hubo marchado_, ¿te has enterado
de las noticias?
El doctor se estremeció.
& -Las
estaban pregonando e' la praza
-dijo--. Las oí en ¡oi eo¡nedor.
-b
Á4
-Escucha -dijo
abogado-*,
er carew ¿i*i. míq pero tarnbien lo eres üi; y
9"i".t"..*-b-* lo que estoy haciendo. ¿No "ru .o*etiendo
ese inüviduo? "rt*a,
lo juro por Dios *exclamó er doctor-.
una rocura a] ocultar a
Pdgina.?B
.&a -utierson' Juro por Dios que nunca re
.ré n Págna 39
.éra
-á, -t
volveré a poner los ojos encima. Te doy mi palabra de hoaor
de que he acabado con *He
él para siempre. Todo ha remrinado. En reüdad ér no conseguido algo más que todo eso
necesita iJ *0",? ," r" el doctor solemnemenfe--: he
conoces como yo; está a salvq completamente a salvo;
-repuso
recibido u¡ra lección... ¡Dios mío, y qué lección,
t¡ut*.o lo qouiu;;;, Utterson!
Y por un momento se cubrió el rosho con las manos.
más se volverá a oír hablar de é1. "*." Cuando salía, el abogado se detuvo y cruzó unas palabras
El abogado lo escuchaba con merancolía; no le gustaba con poole.
ta febril actitud de su *Apropósito
amigo. hoy han entregado en rnano una cafta:
el mensajero?
-dijo.-, ¿qué aspecto tenÍa
estar muy seguro de él
-Pareces
razón. Si se llegase a celebrar un juicio, tu
-{ijo-; y esperr, por tu bien, que tengas pera poole afirmó categórkamente
que no había tegado nada sarvo
nombre podría salir a Ia luz. el co¡res.
completamente seguro de él era¡ sólo circulares *.añadió,
-Estoy --replicó Jekyll-; los moüvos -Y
una cosa sobre la que había llegado a bavés de la puerta del laboratorio;
puedes aconsejanne. He... recibido
ura carta; y no sé si debería moshársela de hecho, posiblemente había sido
policía. Me gustaría dejarla en fus
manos, Utterson; tí sabrás juzgar
ala escdta en el gabinete del doctor; y si fue asi debía
ser juzgada de oFo rnodo, y
estoy seguro. Confío en ü plenamente. prudentemente, fatada con más cautela. Cuanrlo iba por la callg los
repartidores de periódieos
plr€s' que eso podría conducir g¡iiabar por las aceras hasta enronquecer.
a su localización? --preguntó el Em la o¡aeión ftinebre de un amigo y cliente; y
"bo;;ir*"t': no pudo evita¡ un defto remor a
que el buen nombre dc o*o se viera anasrraao pL
-No -dijo eI oho_. No puedodecir que me impo-rte Io qug Ie pase a Hyde; he
terminado por completo con é1. Estaba decisión {ue tenía qüe toTar era, por lo menos,
a-,"t"1u"" ¿.i i.¡i¿uro. ,,
p.**áo en mi propia reputación, que con delicada; y, ;;lí;-r., *"y
este odioso asunto ha quedado bastantu.*puurtu.
o**tu un rato; l" *tp*o¿iu el egoísmo de su amigq y s¡¡
d independie$e, etnpezó a '3briga1 el deseo de petir conse¡o
obtenerlo diiectamente; pero quizás, pensó, podría
u
rono"
"uoquu
rebur"* *-po"o
ño poaiu
*,rY[t"T:ffiSi. é Inmediatamente después; se sentó u * lrdo de su propia chimenea, con Mr.
_dijo - Grrest, su principgi pasante, aI orro exüemo, y
-pues
bien por fin_, déjame ver Ia cafta.
La ca¡ta estaba escrita
,á distancia del fuego¡carculada con precisión,-ón
a mitad de camino enüe ambos, a una
#
el sobre? _preguntó. botella; el majestuoso rinre se había zuaüzado
-¿Tlenes corr.r p.so ¿"1 au*iq ur ¡g'¡J qo. ,u
quemé ---resp3ndió Jelryn- difuminan los colores en las vidrierud; y el anebol
-Lo
ningún ma&sellos. La misiva r,ru
sin pensar en lo que hacía. pero no üevaba Ios viñedos de ras laderas estaba a p'nto
de las cálidas tardes de oroño en
*t ug"J";o;;". de ,flo* t;;e;;r* l* o,*0r., u"
UnurrjL*tr"r
que me quede con ulfu y .o"rulru con Ia almohada? _preguntó V,F Londres.
Impercepriblemente, el abogado se fue abrandando.
dieras tu opinión _tue ta respuesra_. He perdido ,fr4á men's secretos que coü Mr._Guex; y no siempre
con ningún oho hsmbrc tenía
estaba segurJa* qou r.r..un turrto,
."*ff_TISH: ta
.¿'a como éI quisiera. Guest había visitado a
menudo la casi der doaor po,. ur*ro,
-Bien,
quien dictó
lo pensaré _,respondió el abogado_.
J ahora una cosa más: ¿fue Hyde
los términos de tu testamentoi&".1*"¿*
que iba u ott*"v*ü;;;""
con tu desaparición?
h boca bien cerrada y asintió
&
.¿a
profesionales; conocía a Poole, y
era po€o probable que no hubiese oíilo hablar
familiaridad cou que Mr. Hyde ent.aüa y cle la
uulir ¿u ru casa; podda sacar conclusiones:
¿no era conveniente, pues, que viese una carta gue expiicaba
aquel misterio? y sobre
.""u,jir"oT::.pareció todo' dado que Guest era un-gran esfudioso
y perito en escritura a
Iibr;lo
sabía --dijo Utrerson_. Tenía i¡tención de asesinafie.
De buena re has .r¿-, que
¿consideraría aquel paso era llgico y condes.eidierte?
asesor Jurfdico; seiia raro q'ue leyára
r¡n dscur¡ento tan
mano,
El empleado además era
ex$año sin hacer aiguna
#
,*¿tñ ob'servaeión; y medi¡nte aquelra observación Mr, utterson psdrÍa cietermine¡
su
Pdgka 40
&
#
Página 41
añ
@
@
rumbo futu¡o. @. LL LXTR$oRprNARIO
asunto relacionado con sir Danvers es bastante lamentable
-Eseseñor, -leüjo. @ TNCIDTNTI DIL DACT O R*
-sí
en efecto. Ha provocado a buena parte de la opinión pública-_repuso
Guest-. Ese hombrg por supuesto, estaba loco. €q LANYON
-Me
gustaría saber qué opina usted sobre esto
un documento de su puño y lefa; debe quedar ente -repricó
utterson-. Tengo aquí @
qué hacer con él; cuando menos es un feo asunto. pero
autógrafo de un asesino.
nosoüos, pues no sé muy bien
ahí.r,a tipico áe el et
"r
@
Los ojos de Guest se iluminaron e
€ Pasó el tiempo; se ofreeieroü miles de libras de recorupells4 pues la muerte de sir
q
abogado. -añadió crueldad de aquel hombre, tan insensible y violento al mÍsmo üempo, de su infame
En aquel preeiso momento enhó el criado con una vida, de sus exfrañas compañías, del odis que parecía haber rodeado a sus andanzas;
misiva.
-¿Es
del doctor Jerryll, señor?
¿Es realmente privada, Mr. Utterson?
-No
es más que una
-inquirió
er pasante--.
¿egiere verla?
,# pero de su actual paradero, ni el menor indicio. Desde que había abandonado su caÁa
en el Soho la mañana del crimm, sencillamente se habfa esfumado; y poco a poco,
segün pasaba el,tiempo, ll¿h. utterson empezó a recuperarse de su acuciante inquietud
un momento. Gracias, seffor _yel p.r*t. puso y estaba cbda vez más en'paz consigo mismo. A zu modo de ve6 la muerte de sir
-Sólo
'#
las dos hojas de papel,
una aI lado de la on4 y comparó diligentemente Danvers estaba más que compensada con la desaparición de Mr. Hyde. suprimida ya
sus contenidos-. Grac-ias, señor
dijo por fin, devolviéndole ambas_; Ás un autógrafo
Hubo una pausa, durante la cual Mr. Uttersoir
-¿Por
qué la ha comparadq Guest?_lreguntó
usted señor
muy interesante
se debatió consigo mismo.
de pronto.
el empiead*-, existe un parecido
-
4
,#
aquella influencia nefast4 una Dueva vida comenzaba para el doctor Jelqyll. salió de
su aislamientg rbanudó sus relaciones con los aurigos, y se convirtió una vez más en
el consabído intado y anfitrión; y aunque sieripre había sido conocido por su
caridad ahora se distinguía no meuos por zu reügiosidad. Estaba ocupadq pasaba
-verálos dos -respondió bastante
fhgolo; üpos de escritura son idrínticos en mucros *pu"to* mucho tiempo al aire libre, hacía el bien; su rostro parecía más sincero y luninoso,
sóro difieren en
Ia indinación de Ia letra. como si por denüo fuera consciente de estar a disposición de los demás; y durante
raro! --dijo Utterson. rnás de dos meses, el doctor viüó en paz,
-¡Qué
como usted dicg es bastante raro _respondió El día I de enero utterson había cenado e¡ casa del doctor con un pequdo grupo
-Sí Guest.
¿sabe? _dijo el abogado.
no hablaría de esta misiv4 de invitados, ente ellos Lanyon; y el annitrión había mirado a uno y a oto como en
-Yo que
-*Claro no, señor el pasante_. Lo comprendo. los viejos tiempos, cuando formaban un trío de amigos inseparables- El día 12, y de
-contestó
Pero en cuanto Mr. utterson te qu.dó soro aquella nocie, guardó la misiva en su nuevo eI L4, el abogado se enconbó con la puerta cenada.
caja fuerte, donde desde entonces ha estado
depositada.
*El doctor está confinadu en casa dijo poole-, y au recibe a natlie.
<qcómo!>, pensó. <<¡Henry Jelrylt falsifica
una firma para proteger a un asesino!>>.
-le
El día 15 ]o iutentó de nuevo, y volvió a ser rechazado; y dado que dwante los
Y la sangre se le heló en las venas. dos riltimos ¡reses se había acostumbrado a ver a su amigo casi a diariq aquel retorno
a la soledad pásó en su ¿ínjmo. La quinta noche recibló en casa a Guest para cenar con
él; y la sexta se fue a ver al doctor Lanyon.
Allí al rnenos no Ie negamn Ia enüada; pero una vez dentru, re sorprendió el
cambio que había experimentado el aspecto del doctor. LJevaba esc¡ito en su roslro
de rnanera legible que esraba condenado a muerte. Aquel hombre de tez son¡osada
esuba mucho más pálido; había adelgazado; visiblemente estaba m;ás viejo y más
calvo; y sin embargo, aguellas muestras de una rápida decadencia física no llamaron
tanto la atención del abogado co¡no la expresión de su mirada y'su actitud que
?águrla47.
Página 43
parecíil revelar un pánico profundamente anaigado en su mente.
Era poco probabre
que el doctor temiese a la muerte; y sin embargo, era eso Io que
uttersoi estuvo
tentado de sospechar.
<<Sí>>, pensó; <él es médicq debg de conocer su propio estado y saber que sus días
están eontados; y ese conocimiento Ie resulta insoportablo,
y sin embaryq cuando utüerson comentó su mar aspectq
Lanyon declaré con
gran firmeza que estaba condenado a muerte.
sufrido una conmoció¡
-He --dij*-, y janás me recobra¡é. Es cuesüón
de
senunas. En fin, laüdaha sido
todo Iu que puede deparamos, nos alegraríamos
mác
al abandonarla.
Pógtna 44
Página 45
para hacer otos nuevos. indicaba: <No ablir hasta la muerte o desaparición del doctor Henry Jekylb,
uneruon
puede hacerse Lanyon*; pregúntate a no daba crédito a sus ojos. si ponía <<desaparición>; aquí también, como en
-Nadaquiere é1. aquel
-respondió
vemre -_dijo el abogado. demencial tesrameüto, que hacia tiempo había devuelto a su autor; aquí también
-No no me sorprende estaba implicado Henry Jekyll y se mencionaba su posible desaparición. pero
la respuesta_. Algrín día, Ucerson, después de que en el
-Eso
me haya muerto, -fuea enterarte testa¡riento, ücha mendón había surgido por siniesüa sugerencia de Hyde; estaba
tal vez llegues de los pormenores de toclo este asunto. yo allí
no puedo contártelos. y mienilas-tanto, si puedes guedarte con un propósito totalmente eüdente y honible- ¿eué poilía significar, pues,
para hablar.ootrrigo á" escrita
ot?s cosa', por er amor de Dios, hazlo; pero si no puedes por Ia mano de Lanyoñ? Una gran curiosidad incitaba al fidejcomisario
entonces vete, en el nombre de Dios, pues yo no puu'do
--- mardim afiunto,
evitar ese
---- a desatender
la prohibición, y a zambulllrre de inmediato hasta el fondo de aquellos misteflos;
ropo,t*i;.
En cuanto llegó a su casa, ütterson se pnsn i esuiUir pero el honor profesíonal y Ia confianza en su difuntg a¡nigq
a.letry4 {Uqirín¿osc rte ryre e'ra}¡ pHlgarinnn,
no ro admitiese en su casa y preguot-ándore por er motivo
de su desafortunada ruptura ineludibles; y el paquete fue a parar al más recóndito dncón de zu .ei, fu*rt-.-
con Lanyon; y al día siguiente recibió una larya respuest4 Pero una cosa es rnortfficar la curiosidad, y ota vencerra; y no padía
en ocasione, *¿"*¿".on sorpreuder
mucho patetismq y en otras, enigmáticamente misieriosá que, a partir de aquel dfa, utterson buscam eon igual ansia li
un .u**l * oooao. r,u cornpañla del único
riña con Lanyon fue inemedjable. amigo que le quedaba' Pensaba en él con cariño; pero ,,'* pu**i"otos
eran
<<t'Io culpo a nues.o viejo amigo>, escribía
Jekyr! (qero comparto zu opinión de preocupantes y tfemendos. Fue a üsitarro, en efecfo; pem posibreruente
se sintió
que no debemos vemos más. De ahora en adelante, aliviado al serle negada ra entrada; guizás, en el {ondo aÁ zu corazórL prefería
tengo Ia intención de üw-¿r una hablar
vida de total aislemiento; nodebes sorprenderte, ni dudü d. con Poole en el"umbral de ra casa" rodeado del ambiente y tos
permatrece a menudo cerrada induso para ü. Debes pennitir
*i p**
o,i,,oirt"d;ri ruiio, ili;;ñ;
abierla, antes quF ser admitido en aqueüa c¿sa de cautiverio rrotunáriq
camino, por muy misterioso que te parezca. He auaído sobre
,i que siga
;."pi" fr"nturr* u
mí *i*tigo vl,' hablar con fu inescrutabre recl¡so. La verdad es que las noticias
que poore tmía qu€
peligro que no puedo nombrar. soy er mayor de los pecadores, y también comunicarle no eftm demasiado agradables. EI doctor, rl parecer,
el gue miís se uncerraba cad,
sufre de todos. No podía imaginar que en esra üena hubiese
luii
p"r rut i*iunto, y vez más en su gq*binete encima del laboratorio, donde a uucus
iocluro dormía: estaba
terrorcs tan inhumanos; ytrí, uttersorl no puedes hacer más q*
*"
cosa para aliviar
muy ab1üd9, hablápa muy poco, no leía; parecía que algo le obsesionaba.
Unerson se
ese destino: respear mi silencio>. acostuml¡ró tanto la aquellos nüuores, siempre los mismos, que, poco
a poco, fue
utterson se quedó asombrado; la siniesea influencia de Hyde había cüsminuyendo Ia frecuencia de sus visitas.
desaparecidq
el doctor había vuelto a sus anüguas actividades y amistades; hacía
futuro pareeía someírle promctiéndore una vejez jovial y honorabre; y
una ,.^r"r;, ;i
ahor4 en sólo
un momento' las amistades, la ranquilidad de espnritu y todo
habían desbaraado. un camfiotan grande e infrovisáao indicaba
el *rrá ¿* *
ui¿", ,u
que estaba loco;
pero, considerando la actitud y las palabras de Lanyon,
el motivo ¿euia ¿e ser más
profundo.
una semana después el doctor Lanyon se metía en la cama y
m algo menos de
dos semanas había muerto. La noche después del
funeral, que te habdafectaao ae
fo¡ma lamentablg Utterson se enceró con llave en su despácho y, ellí
sentado a la
melancólica luz de una vela, sacó y puso ante sí un ,obre
m*urito y racrado con el
sello de su difunto amigo.
<Privado: para enüegar en mano sorame'.ce a J. G.
_- utterson y, en caso de que éste
hubiera muerto antes, para ser quemado sin leen>.
Ese era el categórico mensaje escrito en el sobre; y el abogado
tuvo miedo de
mirar el contenido.
<<Hoy he enterrado a un amigo>>, pens4 <<¿y si esto me costase oüo?>>.
Y entonces, renegando de aquel te*or por considerarlo un síntoma de deslealtad,'
rompió el sello, En el lnterlor habfa onu sobre, rgualmente lacrado,
en el que se
Pág!:a 46 Página 47
á
@
@
LL INCIDT.NTT DI LA
@
VT.NTANA @
@
Pero antes de que acabase de pronunciar aquellas palabras, la son¡isa se boné de
su rostro para dar paso a una expresión tan abyecta de tenor y desesperación que Ios
dos caballeros de abajo sintiero¡ que se les helaba la sangre. sólo alcanzaron a verla
fugazmente, ya qüe inmediatamente Ia ventana se cerró de golpe; pero aquella
vislumbre habla sido suficlette y, diindose la vuelta, abandonaron el patio sin
pronunclar una sola palabra. Recorrieron la callejue14 también en silenciq y sóio
t [n domingq cuando Mr. utterson daba su babituar paseo con Mr. Enfier4 ocunió cuando llegaron a una calle rercana, en la que induso en domingo todavía había
que una vez más tuüeron que pasar por la callejuela; y qug algunos indicios de vid4 Mr. Utterson final¡neme se volvió y miró a su compafiero.
cuando llegaron frente a
fin ---dijo Enfield-, por lo menos aquella historia ha Dios nos perdonel ¡eue Dios nos perdonel *_dijo Mr. Utterson.
-En
más veremos a Mr. Hyde.
rcnninado. Nunca -¡Que
Pen¡ Mr, Enfield se limitó a asetrür con la cabeza muy en sedo y siguierca
que no utterson-. he contado que una vez me lo encon&é, caminando en silencio,
-Espero -dijo- ¿Te
y sentí por él la misma repulsión que tú?
imposible una cosa sin la oüa *respondió Enfield-. y
-Era a proprisito, ¡qué
esnipido debf de Parecerte cuando no rup" *"olocer que
esta era la entrada trasera de
Ia casa del doctor Jerrylr! En parte t,e culpa tuya que Io ttescubrier4 -ffi;;
ocurrió.
que ya lo has descubierto,
-AsÍ ¿no es cierto? utterson-. pues, siendo
asÍ, podemos enoa¡ al paüo y echar una ojeada a las -dijo
ve¡ánas. si quieres q* r* ¿tgu
la verdad, me preocupa rcbre Jekyll; y tengo la impresión
$ Ae que incllo desde
fuer4 la presencia de algún amigo podría sentai.l" Ui*.
El paüo estaba muy frío- y algo húmedo, y aunque por
encima de nosoüos el sol
de poniente todavía iluminaba el cielq unas prematuras
penumbras lo in*¿i* toáo.
De las fes ventanas, la de en medio estaba entreabiert'
y sunt^aolunto a eua
tomando el fusco con una exprtsión de tisteza
¡o¡inita, .oro ,--pririoouro
desconsoladq Utterson vio al doctor Jekyll.
Jelrylll -_+xclamó_. Espero que re encuenhes
-¡Caramb4 mejor.
muy deprimido, Utterson _<ontestó el docto*o*drí"rnuntu_;
-EstoyNo duraré
deprimido.
*,ry
muchq gracias a Dios.
demasiado tiempo en casa
-Pasas --dijo er abogado-. Deberías sarir, para
activarh ctcdación, colo- Enfieldy yo. (Te presento a mi pri*o... lA".
\c9mos
Enfield". aquí, el doctor Jekyll venga, vamos; to sombrero y date una vuelta
con nosoüos, "ogu
muy amable el otre_. Me gustaría mucho; pero nq no; es
-Eres
totalmente imposible; no -suspiró
me atrevo. pero realmente, utterson, me alegro mucho
de
verte; de verdad que es un gran placer. os pediría
que subierais, a a yá ur.Enfield
pero la verdad es que no hay sitio.
bien, entonces- el abogado, afableme¡te_, lo mejor que podemos
-Pues -gjo
hacer es quedarnos aquí y hablar contigo-aeráe áooá. ur,u*ou
era precisamente lo gue iua a permitirue proponeros
-Eso
doctor, sonriendo. -respondió
el
Pdgtia 48 Página 49
aá
@
@
LA ULTIMA NOCI.IT. @
@r
@
[Jnu notu" después de cena4 Mr. utterson e$aba sentado junto al fuego sá
sorprendió recibi¡ la visita de poole.
Poole, ¿qué le bae por aquí?
cuando le
d
---exdamó; y luegq volviéndolo
-Caramb4
mirar, añadití-: ¿Qué le a €
algo está pasando.
asiento y bébase un vaso de vino
-Tome --dijo el abogado-. A ve4 tómese
üempo que quiera y dígame sin rodeos
lo que desea.
el €
señor, ya conoce los hábitos
-Usted,
le gusta encerrarse. Pues bien, se ha
del doctor
-replicó
poole_, y sabe
cu¡ínto €
vuelto a encerrar en el gabinete; y eso no
gusta, señor... Que me muera
si me gusta. Mr. Utterson,
tengo miedo.
me €
-Escuchg
miedo?
buen hombre --dijo el abogade_,
sea explícito. ¿De qué tiene vtÓ
-He
tenido miedo desde hace cosa
de una sen €
porfiadamente l. p*s*"-, yno Io puedo rooo*ffi;tespondió
Poole, ignorando
El aspecto de aquel ürá
l_"Tlr: ""nfrrr"¡" ápfrr*ente sus palabras; sus modales
habían empeorado; y salvoen
terror' ni una sola vez habÍa :t_T"r""t" :; a
vuerto a mirar
iJü,
nri*u.u vez había anunciado su
la ca¡a al abogado. ¡oa*l urroru,
vñ
de vino inraoo ,"b*;; Jdilur, ,."J" fij;l; ;;" é
;ft?Í?"","rl"tvaso
""
* 1
lo puedo soportar miás __lepiüó.
-No t
dd
€
.r4
d''
ú4t¿
3# -Vamos -dijo
el abogado-_, me figum que üene usted alguna
buena razón,
#
Poole' Me figuro que debe,de suceder atgJgruuo
rru*u de conta¡m"e a, qoe r. nutu.
que ha habido juego sucio poole con la '" '
-c-reo voz eu*t
-di¡á
sucio! ---exdamó el abogaio, muy asustado y, por"ir]--
d# -¡Juego
dispuesto
hombre?
a sentirse irritado-*.
¿qo¿ ¿L. áe
tanto, bastmte
¡uigo ,u.ioz ¿eué quiere decir este
-rÁ'A -Nopor usted a decirlo, señor _fue la respuesta_; pero ¿querrá venir conmigo
me atrevo
y verlo
Ó¿á mismo?
*
Pdglna 50
óib Página 51
4*
como única respuest4 Mr. utterson se revantó y-cogió
su sombrero y su gabán;
pero observó con asombro er gran alivio que expresión de espantosa opectación en los rosüos.
apareció .n ul ,orno deüaiordomo
quizá con no menos asombro, que el vino y, ahora --<ontinuó el mayordomo, diri$éndose al trinchante_, alciinzame
seguía iu,ucto ;;*d;éITdejó para -y
una vela y de inmediato nos pondremos manos a la obra
acompañarlo.
Era una aoche fda y de¡agacible, propia Y entonces 1096 aMr. Utterson que lo siguiera y lo condujo al jardin nasero.
de ma*o, con una luna pálida
sobre el horizonte como si el viento huLiese recostada
anemeddo confra ell4 y unas
voranres de lam¿ás diáfanayalgodonosa nubes
que la sangre se agorpara en er rosüo.
rexrura. u"."i" aiüLii
Ademrís, parecfa haber banido "l"nairaynacia
yacirindolas * **::^r* que A..*to*U[ tir" q"
las cares,
ri" g O. ü., Utr¡raon
¡rRrrsír r¡ru nunc¡ habfa "lO**
desierta'aquella p"rt au Londres.
Ét hahía deseado
que fuese de oho modo; jmás en
toda
desear ver y tocar a sus semejantes; y.
* ot¿. úrui,, teddo tan crara conciencia
de
habfa cafdo en la cuenta de_qu" ,"
e* n; ,.1r" qu.,.-*t*l'li oug".lo,
,ii" ap.UuU*te calamidad.
cuando tegaron a'í, la praza"u*ináU.
inuaa3 p";;i;;;T'pot q y lo"
delgados iírboles deljardÍn rrot"b*"rtatu
r" pü que durante todo ei ftayecto
había mantenido uno o dos pasos por ".r¡". se
aur*L,1" ¿.*uo * riü;i;l.uru
pesar del frío peneftante, o .
¡e eSitó romrt*o'y se enjugó la frente con un pañuelo
ui
rojo' perq con toda la ui¡a de su venid4 00 ír* hs gotas de sudor propias der
estue¡zo lo que secó, *:li
su msao habia palidecido.y su ly.d"d ñd;"il;;"runa sofocanre angusri4 ya que
impuro y no sirve realmente para el fin propuesto. En el año 18.. . el doctor J. compró
er pie de ra escalera. AIIí poore re indicé con Ia mano que
escuchase, mientras gue 61, dejando la vela en el zuelo y
su resolució¡, subió los escalones
se hiciera ,* t"do y
aietando ouoi*** u to¿"
[amó a Ia puerta del gabinete, g;I;*¿o .oo
q :
a los Sres. M. una canüdad bastante considerable de dicho producto. Hoy les ruega
que busquen con la mayor ¡+iligencia y cuidado, y que, si les quedase algo de similar
¡
mano un tanto vacilante el tapete rojo que la recuúrfa. 6 calida{ lo envíen inmeüatamente. No reparen en gastos. No exagero si afirmo la
-Mr.
Uttenon pregunta por usted, señor --anuncié; y
indicó unavezmás
mienfas to haef4 Ie a* gran importancia que tiene para el doctor J.>.
Hasta aquí la carta estaba redactada en un totro bastante mesurado; pero a partir
-Dile lamentándose.
€ <<Por el amor de Dios>, añaüa, <encuénkenme un poco de la antigua remesa>.
--€racíag sefior-_dijo poole, en un tono de voz un tanto
vela, vorvió a llerar ar pado a Mr. ufterson y
lo hizo .nu*
el fuego estaba apagado y las cucarachas coneteaban
*
Fiuxfa* y tomando su
t" grJ ioJou, ¿on¿.
por el suelo.
q -Esta
nota es muy exnaña--dijo Mr. Uttemon; y de pronto añadió-: ¿Cómoes
que está abierta?
empleado de Maw se enfadó mucho, señor, y me la devolvió como si le
---señor --diiq mirando a los ojos a Mr. utterson-,
¿era esa ra voz de mi amo?
€ -El
diera asco Poole.
. -Parece muy cambiada -repücó el abogado, rnu! p,euao, ¿evor*ndore ta -respondió
.-Es la letrá del doctor sin lugar a dudas¡ ¿verdad?
vñ
el abogado.
mirada.
Bueno, si eso creo
"a -Eso4ne
-continuó
parecÍó a Éú --dijo el mayordomo, bastante malhumorado, y luego
-dijo el mayordomo_. ¿He servido veinte
-¿cambiada?
años en casa de esüe homb¡e y no
y9{ a ,o ¿e i¿enutcar su irorl ño, ,.nor,
,oi g prosiguió, dn un tono de voz üstinto-. Pero ¿qué importa quién la escribiera? ¡Lo he
visto con mis propios ojos!
amo ha desaparecido; ¿orp"o"io
Fdgbra E4
.&
ffi
I
Fá6!ra 55
Utterson intentó protestar.
arriba abajo. ¡oh!, ya sé que eso no prueba nad4 Mr, utterson; soy lo bastante
señor --exdamó poore-, ¿cree usted que no conozco a mi amo después instruido para saberlo; pero un hombre tiene sus presenümientos; ¡y Ie juro
-¡oh!,
de veinte años a su servicio? ¿piensa que no sé a qué artura le nega
Ia cabeza en ra solemnemente que eraMr. HYde!
puerta del gabinere, donde lo he visto toda mi vida por las
mañanas? Nq sefior, *sí sí --dijo el abogado-. Mis temores me inducen a pensar lo nnismo. La
aqueua cosa con máscara-no era er doctor Jelryll... Dios sabrá quién
eE pero no era er alarma me temo, no carecía'de fiudamento... e¡a inevitable que surgiera el mal... de
doctor Jelryll; y en el fondo estoy convencido de que se ha cometido
un asesinato. aquella relación. 5f, sinceramente le creo; creo que el pobre Harry ha sido asesinado;
el abogado--, si usted dice esq es mi deber
-poole -replicó comprobarlo. por y creo qüe su asesino (sólo Dios sabe con qué propósito) está todavía escondido en la
más que no desee herir los sentimie'tos de su amq por mucho
qou .uiur.on.iurt habitación de su víctima. Pues bieq nos desquitaremos en su nombre. Llame a
esta not4 que parece demos*ar que todavía e,stá vivq
considero que cs mi rleh¡r Bradshaw.
fofzar esa puerta.
El lacayo acudió a la llamada muy pálido y nervioso.
Mr. Utterson, asíse habla! -_exclamé el mayordomo.
-¡Ah,ahora viene --Tranquilícese, Bradshaw --dijo el abogado-. sé que esta incertidumbre
*y la segunda cuestión _prosiguló Utterson_: está afectando a todos; pero ahora tenemos la inteneión de acabar con eso. poole y yo
les
hacerlo? ¿euiéu va a
vamos a entrar por la fuerza en el gabinete. si todo se encuentra en ordm, t.ogó 1.,
bien, señor, usted y yo _fue la intrépida respuesta. espaldas lo suficientemente andras para soportar reproches. MimEas tanto, para que
-Pues
me gusta -despondió el abogado_; y
-Así
consecuencias, me propongo aseguranne de que
sean cuales fueren las no pase nada real$ente, ni que ningrÍn malhecl¡or intente escapff por la parte de
usted nó ,Ugaperdenao. auáp, usted y el muchac\d¡1la vuerta a la esquina con lm par de buenos garrotes y
un hacha en la sala de operaciones poole-; y
-Hay
coger el atizador -continué usted podrÍa apóstense funtoa la puertd del laboratorio. Les damos diez minutos p*. qul u.goun
de la co¡in¿. puest&.
a sus
El abogado asió aquel instrumento tosco aunque pesado
y lo sopesó. Cuando se marchó Bradshaw, el abogado miró su reloj.
Poole --dijq mirada_,-que usted y yo
-¿Sabe, fzando-la rr.o. a exponemos
-Y
ahor4 Qgole, ocupemos nuestros puesros y nevando el atizador bajo
auna situación que ofrece cierto peligro? el brazo, se diri$$al paüo. -dijo;
puede usted dechlo, señor, ya
lo creo ___respondió el mayordomo.
-Bimconveniente, Empujadas por el viento, las nubes se habían acumulado sobre la luna, y ahora
entonces, que seamos francos,_dijo
-Es más de ro gue
imaginamos
el oA+_. Los dos nos todo estaba oscuro. Mienüas andaban, el vientq que sólo soplaba a raLgas y
hemos dicho; confesémosb. bocanadas denüo de aquel prcfundo patio de luceE agitaba la vela de un lado para
lReeonoció usted al üpo
enmascarado que üo? otror hasta que se refugiaron en la sala de operaciones, doude se sentaron en silencio
usted, señor, sucedió todo tan rapidq e
-verá iba tan encorvadq que apenas a esperar. Por todas pafres se oía el solemne murmullo del náfico londinen5s. psrc
podría jurarlo Ia respuesta-. pero si usted se refiere a
-fue ,i uru lri.'Hya"... más cerca, el silmcio sólo lo rompía el sonido de unos pasos gue recorrían de u¡ lado
¡caramba, señor, creo que e', élt verá usted era más o a otro el piso del gabinete.
menos d. ,o urtut*, y tenía
sus mismos andares nípidos y
|eer3s¡y $emás, ¿guiár más podría haber ennaao por -*-Lleva todo el día paseando asi señor-susuró poole-; si y la mayor pafte de
la puerta del laboratorioz rrá ol.,,iau¿o urtJ,*"*o, de que cuando
-as-9 se cometió er la noche. sólo descansa un poco cuando lrega algrín nuevo peüáo de h déguería.
asesinato ér todavia tenía la nave? pero eso no es todo. No s¿, it¿r.
¡'¿rr uuersü
vr'uovu, si ust"¿ ¡Ay' qué enemigo más gande del reposo es la mara conciencia! ¡señoq a cadl paso
vioalgunavezaeseMr.Hyde, que da, derrama sangre de mala manera! pero escuche de nuevo
*
po* *á, du
-Sí --d!io debe
el abogado-, una vez hablé con é1. "oo si
cuidado... preste atención con toda su alma, Mr. utterson, y dígame son esos los
usted saber, lo mismo que todos nosobos, pasos del doctor.
-Entonces
aquel caballero... ulgo que asustaba...
que había algo raro en
¡s si ar¿stamente cómo decírlq señor, como Los pasos resonaban levemente y de una manera rar4 con un cierto vaivén, a
no sea de este modo: que uno sentía que
le peneñaba hasta Ia uLquq"' u¡o
¡s médula... *u pesar de lodespacio que iba; eran muy diferentes efectivamente de los andares
de frío y debilidad. "rp""i" pesados y poco seguros de Henry Jekyll. Utterson
suspiró.
senú algo parecido a lo que usted desoibe _dijo hay nada más?
-Yomismo Mr. Utterson.
-¿No
es, señor --+espondió poole_. pues bien,
-Así
enmascarada saltó como un mo¡ro
cuando aquella cosa Poole asi¡tió con la cabeza.
enüe las sustancias q,ríi.., y uo uo vez --dijo-... ¡una vez le oí llorar!
de oJos se meüé en el gabinete, ,ig;h;ird";reeouió la columna "ffi."**
vertebral de
-Una
¿cómo es eso? --dijo el abogado, perfectamente conscie'te del sribito
-¿Llorar?
Fágtna B6 Página 57
escalofrío de ho¡ror que se había apoderado de é1.
como una mujer o un arma en pena --dijo el mayordomo-. La mayor pafie del edificio estaba ocupada por la sala de operaciones, que cubría
-Lloraba
tan apesadumbradq que estuve a putrto de llora¡ también.
Me quedé casi toda la planta baja y estaba iluminada desde anib4 y el gabiuete¡ {}r€ s€
pero ros üez minutos,egaron a su fin. poore enconEaba en un erlremo y consütuía el piso superior con vistas aI patio. un pasillo
desenterró el hacha de debajo de un
montón de paja de embarar; pusieron la vela eneima de Ia empalmaba la sala de operaciones con la puerta que daba a la calle¡uela la cual se
mesa m¡ís Dara oue
les alumbrara durante el ataque; y se acercaron conteniendo "*Á comunicaba independimteniente con el gabinete a Eavés de un segundo tamo de
ta respiracinniiffi
donde aquellos perseverantes pasos seguían yendo y vinimdq escaleras. Habfa además uros cuantos aposentos oscuros y un espacioso sótano.
de uniado a otrq en er
sllencio de la noche. Todos fueron examinados minuciosamente. Bastó una sola ojeada para cada
--exclamó Uüerson aposento, ya que todos estaban vaclos y, por el polvo gue cayó de sus pueras, hacía
en voz alüa_, insisto en verte.
-Jelcyll
Sc calló un mrreho ticmpo que nadie lrs hnhín nhiprrn, lil sótano ertaba lleiro, desüe lucgo, de
momeDto, peru uu obtuVO fespuesta.
lo advierto daramente:-tengo que verte, porque trastos viejos y dewencijados, que en su mayor parte procedían de la época del
-Te
prosiguió--; si no es por.las buenas,-será por las malas...
abrigamos sospechas _ cirujano que había precedido a Jelryll; pero eB cuanto abriáron la puerta se pircataron
consenümiento, ¡será por Ia fuerza!
si no es con tu de la inudlidad de un registro posterior por la caída de una maraña de telarañas que
_-dijo
la voz-_, iten piedad por el amor durante años habia¡ sellado la ennada. En uinguna parte había el menor rasto de
-Utterson de Dios!
esa no es la,voz de Jelcyll.. Henry Jekyll, muerto o vivo.
-¡Ah!, ies la de Hyde! *exclamó Uttexon_.
¡Derribe esa puerta, poolet
Poole brandió el hacha por encima der hombro;
el gorpe hizo temblar todo el
edificiq y la puerta foo:gu a
!e tapete rojo se esnemeció, aunque la cenadura y
goznes resistieron. Un lúgubre chillido, los
como de *'o¿ utoruao- r."JoO
gabinete' El hacha se elevó o*a vez, y ¿
denuevo se astillaron los entepaños y "o
el marco; el mayordomo descargé at tral, tembló
oa.", miís, pero la madera era
resistenre y los herrajes,{e excelente "oa*o quinto
facrura; sOto at g;b" *;;;y saltó la
cenadur4 y lapuerta cayó destrozada haciu
ár i,,.tu.¡o, ,o¡* la arfombra.
constemados por el estruendo que habían
organiraao y el sirencio que siguió, los
asaltantes re(oceüeron un poco y
miraron al interior. Ahí estaba er gabinetg
de sus propios ojos, alumbrado po, derante
* dir;;-ñp*": un buen fuego resplandecía
y chisporroteaba en la chimenuu, r" tut"ru
cajones abiertos, varios periódicos
riltil;* tenues acordes, había uno o dos
cuidadosamente apilados sobre la
y, más-¡erca del fuegq ul r"ylo -u*¿u ftabajo
Aut¡ prparráo; diríase que era la habitación
tanquila y, a no ser wr,las ütrinas Ueo* más
todo Londres aquella noche.
¿" f*auoo, qó"i."r,].-*á uurg* ¿"
Justo'en medio yacía el cuerpo
de un hombre bastante contorsionado y
crispado' se acercaron de puntilras, todavía
lo volviemn ioca aniba y contemplarcn
de Edward Hyde. Vestía ropas de el rosüo
la talla del ao.tor, q* le venían muy grandes;
fibras de 9u rostro todavía ie movían las
estaba completamente muerto; y por
;;-ri;; h quedara argo de vida, aunque
er frasco trifurado que revaba en la mano y
fuerte olor a almendras oue flotaba el
uo .i uiru,-uttuiron supo que se enconüaba
al cuerpo de un suicida. frente
llegado dpmasiado tarde
-Ilemos --dijo con severidad-, tanto para salva¡lo
como para castigarro. Hvde ha
muefio por su cuenta; y sóro oo, qu.au
cadáver de su amo. a
"o"onuar
Pághre 58
Páglna 59
á
(ft
fr
cqrr
Utterson-, y las fracturas también están oxidadas.
QNI -Sí -continuó
Los dos hombres intercambiaron una mirada de pánico.
A
ñ -No
puedo entenderlo, Poole -dijo el abogado-. Volvamos al gabinete.
Ia escalera en silencio y, echando de vez en cuando alguna mirada
subieron
Atl atemorizada al cadáver, siguieron examinando más minuciosamente el contenido del
& ry gabinete. En una mesa había rastros de algrin ensayo químico, varios montones de
cierta sal blanca colocados en plaüllos de cristal para ser pesados, como si
7ñ desüdrado doctor hubiera sido intemrmpido en su experimento.
el
q mano. Había varios libros en una estentería y otro abieno junto al seryicio de té; y
utterson se quedó asombrado al comprobar que se tataba de una obra piadosa, por la
que Jelryll había expresado varias veces rma gran estim4 la cual estaba anotada, de su
á propia manq con sobrecogedoras blasfemias.
# cuyo fondo se miraron con involuntario horror. pero lo habían welto de tal forma que
sóIo les mostó el resplandor rosado del fuego en el techo, sus mrÍlüples destellos
repetidos en losVrentes de las ütrinas, y sus propios semblantes, palidos y asustados,
,+
*. indinados para drar.
-Y
espejo ha tenido que ver algunas cosas raras, 5sffs¡
-Estesin dud4
ninguna más rara que él mismo
-repitió
-5us¡rró
poole.
el abogado en el mismo
&
? tono-. Fues ¿qué podía Jekyll --al pronuncia¡ esta palabra se intemrmpió
sobresaltado y luego añadi6 superando sr flaqueza.-,.; qué podía querer Jelryll de
t& él?
-¡Y
usted que lo diga! --dijo Poole.
- .;. A continuación pasaron a la mesa de trabajo. sobre el escritoúo, enEe una serie
de papeles ordenados, destacaba un sobre grande en el que estaba escrito, de puño y
lena del doctor, el nombre de utterson. El abogado lo abrió y cayeron al suelo varios
documentos anexos. El primero era un testamento, redactado en los mismos ténninos
exlravaga[tes que el que él mismo había devuelto seis meses antes, con el fin de que
P{e sirviera de úItima voluntad del doctor en caso de muerte, o de escritura de donación
.h
a
golpeó con el pie las baldosas
del pasillo.
de estar enterrado aquí __dijq en caso de desaparición; pero en lugar del ncmbre de Edward Hyde, el abogado le¡ró,
-Debe "r*.ir*¿o el sonido. con indescriptible asombro, el nombre de Gabriel John utterson. Miró un momento a
--o es posible que hayahuido
que daba a la callejuela.
__¿¡o rn"*"" r *;;d;
"
examinar la puena
fstaba.enadu; y c-ercalcontaron la llavg ti¡ada sobre las
.J-, Pooie y luego de nuevo a los documentos, y por riltimo al cadáver del malhechor que
baldosas y manchada ya de orín.
parece que haya sido usada _comentó ¿t4 estaba tenüdo sobre la alfombra.
¿-.
+
.Já
Página 60
Págüra 61,
ñ
F,X
ñ
fechada en su mcabezamiento.
_¡Oh, poole! _exdamó el abogade_, hoy todavía üvía y estuvo aquí.
No
tL RI.LATo DrL DocToL
puede haberse deshecho de él en tan pocg tiempo;
tiene que estar vivo todavi4 LANYON
de haber huido! pero entonces, ¿por qué huyói, ¡debe
¿y .Omo¿
aventuÍamos a declarar que se tata de un suicidioiD.bu*o, V
rrl *
tener cuidado, presiento "ülp"¿u.*
que podemos ünplic.ar a su amo en alguna
honible catásüofe.
que no lo lee, señor?_preguntó poole.
-¿por
el abogado solemnemente-.
Llr,u.rr" de etrero, hace ahora cuaho días, recibí en el coneo de la tarde un sobre
*r:TXT":t#;n*r--replicó Quiera Dios que
certificado, con Ia dirección escrita de pufio y lera por mi colega y anüguo
"" $e papcl a ojus y leyó lo que sigue: llu
teníamos ni mucho menos Ia costumbre de escribirnos; lo había visto y había cenado
Mi guerido Utferson: cuando estas lineas caigan
en tus manc- I con él la nocbe anterior, desde luego; y no podía i*aginar nada en nuesho uato que
m quÉ circu¡sranci*' poo
"'i',nno"
y ."d;;'üil;;il* {: Hlf*'ffirTj:;fiTTf*:X}:ff justificara la fomalidad de la ce¡tificación.
final es segum y debe de esrar pr.ximoi Ad¡G
poner en tus manos; y si quieres saber
p';;ffifft
-" r"t"to qou t ltr:i
anyon me artviruó que iba
El contenido del sobre aumenté mi
m¿., *a* l. .í,i*iO, ¿. ".t a asombro, pues la carta rezaba así:
tu indigno y desdidlado amigo
10 de didembrc de 18'
HeqvJekvll ' '
r\,{i quedtro Lanyon
-¿Había
un tercer documento anexo?
--preguntó utterson. F* *". df T" .ás viejos amigos_y,
puedo recoldarlal menos en lo que nl
ar¡nÍlue a veces podamos haber disemido en cuesdones dendfi¡¡s, no
está' sefior poole, r€spect& ninguna nptura en nuestras reladones. No hubo un solo dfa en
-Aquí
varios lugares
-{ijo v lu
"or"sZl voluminoso paquete racrado en
a
el qug si nimelo hubieras dictro, yono haMa sacrificado mi fortuna o mi mano izquie¡da para ayuda¡F,
Lanyon,
mi vida, mi honoq mi nzón, estiín completarnorte a tu merced; st esta nocfte má faüas,'estoy psdido.
euizás
EI abogado se lo meüó en el bolsüo. ;m¡glnes, despu6 de qste pre.ímbulo, que voy a peiltrte que hagas algo
deshonrúo. Juzga por d-rnisnro.
no Quiem que pospongas cualquiet co¡lpmmiso que tmgas esta nocüe... sf, arnque ti hutienn conr¡ocado a la
-Yo hablaría a nadie de e$e documento. si sJ amo ha huido o está muerto, ar
menos podemos p¡oteger su repffación.
cabecera de un ernperad{¡ que tomes rin coc}re de alquile{ a menos que tengas u camraje esperan¿o en Ia puerta;
Ahora son las diez; ¿.u" y que, con esta ca¡A en las maaos pan consulEta, te dirijas di¡ect¿nmtei ni casa Mi mayordomo, toote, ha
con uanquilidad estos documentos; pero y rcu. irr. recibido las oportrmas i¡sEucciores; lo etrcontrads espermdo tu llegada, acmpañado de ur ierra¡ero. t a puena
P'D': Ya babl¡ lacrado est¡ cafia cuando ün uuevo terror se aporleró de nl aln¡- Es posible que el
servido de
conto me fallg y que esa carta no üegue a tus manos hasta miñana por la mañana. En tal caso, querido
Lanyon,
lleva a cabo mi rccado cr¡¡ndo rniís convenir¡rte te resulte a Io lago
det dia; y una vez más espera a rri rrns¡Jem
¡ medlanoche' Puede que eotónces sea ya demasiado tarde; y si osia noche né *¿0, ruíáu *¡.t quo nun."
".r.a
Prá6ina 62
Página 63
más volveús a ver a Henry JelqYll.
en secreto a aquel caballero? Cuanto más reflexionaba, más me convencía de que se
Al leer esta carta, tuve la certeza de que mi colega estaba loco; pero, mienüas no cataba de un caso de enfermedad mental; y aunque di perrriso a la servidumbre para
se confiruara aquello sin ninguna posibiudad de duda, me sentí obligado a hacer lo i¡se a la cam4 cargué un viejo revólver, por si tuviera que utilizarlo en legítima
que Inq pedía. cuanto menos comprendía aquel fánagq menos eü condiciones estaba defensa.
y Acababan de oírse las doce en Lond¡es cuando sonó muy suavemente la aldaba de
de juzgar su importancia; una petición así expresada no podía rcchazarse sin
fucunir en una grav-e responsabilidad. por consiguiente, me levanté de la mes4 me la puerta. Fui a abrir yo mismo y me encontré con un hombre de baja estatura,
monté en un cabriolé con pescante y me dirigí directamente a la casa de Jelryll. El agazapado en8e las columnas del póttico.
usted de parte del doctor Jelqyll? pregunté.
mayordomo estaba esperando mi llegada; habí.a recibitlo r¡na carüa cenificada con -¿Meneque <sír con gesio -le
Me üjo forzado; y cuando lo invité a enuar, no me obedeció
insüuceione¡ en d mismo eorreo qrF ya, r iuueüatamente h¡bf¡ mondado llamar,a
un cemajero y a un ca4lintero. Los artesanos llegaron mientras todavía estábamos sin antes lanzar una miruciosa mirada hacia auás, a la oscuridad de la plaza. Había
hablando; y todosjuntos nos trasladamos a la antigua sala de operaciones del un policía no muy lejos, que avanzaba hacia nosotros con la pantalla de su lintema
doctor sorda desco¡rida; y me pareció que, al verlo, mi visitante se sobresaltaba y se daba
Derunan, desde Ia cual {como sin ifuda sabes se accede más cómodamente
al más prisa.
gabinete privado de Jelqyll. I.s pu€rta era muy rcsistente, y la cenadura
excelente; el Águellos detalles, lo confiesq me impresionaron de mala manera; y mientras lo
admitió qug si habfa que hacer uso de Ia fuerz4 tendría
:urpinjutg muchas seguía a la consulta, radiantemente iluminada, no aparté mi mano del a¡ma. Allí, por
dificultades y causarla grandes des*ozos; y el cerrajero estaba ar borde
de la fin, tuve ocasión de verlo con da¡idad. Nunca le había puesto la vista encima, de eso
desesperación. Pero este último era un üpo rruy m¡ñes6, y deslués
de dos horas de estiba seguro.,Era de baja estatur4 como ya he dicho; me sorprendió adem¡ís la
faen4 la puerta quedó abierta. La vinina marcada con la letra E no estaba
cerrada con chocante éxpresión de sü fisonomía, zu admirable combinación de gran actividad
llave; saqué el cajón, lo renené de paja y ro envolü en una sában4 y regresé
con él a muscular y aparente debiüdad de constiÍrciórl y.., por rítiuo, atmgüe ilo menos
mi casa eu Cavendish Square.
Allí me puse a examinar zu contenido. Los polvos estaban preparados con importante... Iq"*F"ñ" ¡nbación subjetiva que su proximidad provocaba Era algo
bastante habilidad aunque no con la precisión de un farmacéutico: -así así como una úgide4 incipiente, yvmfa acompañada de nna acusada dísminuci'én det
que era pulso. En aquel'momento, lo aEibuí a cierta aversión ittiosincr.ásica y pemonal, y
evidente que Jelqyll los habla manufacturado personalmente; y cuando
abrl una de las simplemente rne sorprendió la agudeza de los síntomas; peru desde en¡onces he
envolh'as, encontrÉ lo que me parecié una simple sal criitalina de
color blanco. tenido moü¡¡os para creer que la causa se encuentra más hondamente arraigada en la
Después presté atención al frasco, que estaba lleno aproximadamente
hasta la mitad
de un líquido de color rojo sangre, muy acre ar ouato, que me pareció que naünaleza humana, y depende de algo muclro más nobte Ele el principio del oilio.
conteuía Aquel hombre (que desde el mis¡no momento en que entré zusciüí en mí lo que
fósforo y alcún ércr volátil. En cuanto a los demás ingredientes, no
conseguí sólo puedo dessibir como una fastidiosa curiosidaQ iba vestido de un modo que en
adivina¡los. La librea era un cuaderno de notas corriente, que contenia poco
más que cualquier persona co¡riente habría parecido ridícuio; aunqui $¡s ropas eran, por así
una serie de fechas. Aunque cubrran un períod.o de varios años, obiervé que
anotaciones cesaban, de modo muy brusco, desde hacía casi un
ras decirlq de un tejido excelente y sobrio, le estaban enomemente grandes: los
año. De vez en pantalones'colgaban de sus piemas y estaban remangados para que no llegasen al
cuando algrÍn breve comentario se añadía a la fecha, por lo general
una sola palabra: suelo, Ia cintura del gabián le quedaba por debajo de las caderas, y las solapas casi le
<<doble>>, que aparecía tal vez seis veces sobre
un total áe varios centenues de llegaban a los hombros. Aunque parezcir exaaño, aquel grotesco atavío distó mucl¡o
anotaciones; y en una ocasión, muy ar principio de la lista, y
enfte varios signos de de hacenne reír. como en la esencia misma de aquel ser que tenía ante mí había algo
admiración, <¡¡¡fracaso total! ! !>.
Aunque todo aquello avivó mi curiosidad no me decía nada que ano¡mal y eshafalario... algo sobrecogedor, sorprendente y rcpugnante_.. rr.ás bien
fuera definiüvo. me pareció $re esta nueva disparidad no sólo encajaba con aguella sino que Ia
Tenía ante mí un frasco de cierta tintura, un envoltorio
con c¡erta sal, y el regisüo de reforzaba; de modo que, a mi interés por la naturaleza y el carácter de aquel hombre,
una serie de experimentos que (como tantas otras investigaciones
de Jekylt no se añadió la curiosidad acerca de su origen, su vida, su fortuna y su posición social.
habían conducido a ningrún resurtado de uüridad práctica.
6o-o podía afectar la Aungue me ha llevado tanto üempo ponerlas por escritq estas observaclones
!lu1ul"i" de aquellos objetos al houor, la cordura o la üda de mi inconstante colega? fuerorl sin embargo, cosa de unos pocos segundos. Mi visitante estaba enardecido, en
si-el mensajero de Jelryll podía ir a determinado rugax
¿por qué no podía ir ér a oeo? efecto, por una sombría excitación.
E lncluso, admtüendo que oristiera algún impedimento,
¿por qué tenía yo que recibir tiene usted?
-¿Lo ¿Lo tiene usted?
-exdamó-.
Página 64 Págtna 65
€{r¡
@
@
y su impaciencia era tan grande que incluso me puso
una mano en el brazo y tató
de zarandearme. comportamiento habituar con un paciente, en la medida en que
me lo pennitieron lo
ta¡dío de la hor4 ra índore de mis preocupaciones y et pavor
Me aparté de éI, consciente de que, ar tocarme,
un escalofrÍo me había helado
Ia
q* ái p*H"r" *
sangre. visitante.
*Discúlpeme, doctor Lanyon
é1, bastante cortésmente*.
-replicó Lleva usted
razón en lo que dice; mi impaciencia ha dejado atiís a mi cortesía.
Vengo aquí a
petidón de su colega, el doctor Henry Jelcyll, por
un asunto de ciena imponancia; y
tenía entendido ---se detuvo y se llevó una mano
a la ga¡gant4 y pude ver !lue, a
pesar de sus sosegados modales, estaba intentando
reprimir un acceso de histeria-..
Pero ar lregar a ese puntq me compadecí
de la ansiedad de mi visitantg y quizá
también un poco de mi crecieute cu¡iosidad.
*Aquí está, señor _le dijg señalando
el cajó4 que estaba en el suelq deriis de
una mes4 cubieno todavía porla sábana.
Se abala¡zó sobre éI, y luego se detuvo,
llevándose la mano al corazón; pude
cómo le redrinaban los üentes por er movimiento oír
compulsivo de las manáiuutas; y
temí por su vida y ,o r*án. --,
su rpstro tenía un aspecto ti¡ horroroso que
i.le dije.
-Cálrnese
Me dirijió una somisa espantosa y, como
impulsado por Ia desesperació4 tiró
la sábana. AI ver eI conrenido, pror¡tiá de
un so[ozo- de aliüo au tur ioi.*iáJ que
quedé petrificado. y un instante después, voz que ya parecfa bastante
me
conüolad4 me prefuntó: "ool*"
una vasiia graduada?
-¿Tiene
Me levanté de mi asiento con cierto esfueno y
Ie di lo que pedía.
Me dio las gracias co¡l una risueña inclinación
de cabeza, midió un¡s cuantas
gol:r d: la tintura roja y añadió un1 pizca polvos.
de La mezcra, de una tonaridad
rojÍza al principio, a medida que se disolvían
los crist¿es empezó u uáqG, *
más üvo, a hervir de forma-audible y
a despedir nubeeüas li" *po.. t'p.o*,"o1",
aquel mis¡¡s pe'ento cesó la eb{ricion
oscurq gue graduarnente perdió intensidad ¡ "i .oo'po*to ,e tornó de ua coü prírpura
"n
hastaconvertirs. ." * *rJ. ¿*"ri¿".
Mi üsitante, que había observado con atención
,;d*;q-.üo,-rr"r*"o"ro, ,r*u,
puso la vasija sobre la mesa,
r volvió y me miró con aire escudriñador.
l-uego se
Página 66
Página 67
dije fingiendo una sangre fría que verdaderamente estaba lejos de
-señor -le
poseer-, 'rsted habla _de manera enigmática, y tal vez no Ie sorprenda que yo Io
escuche sin creerme demasiado lo que dice. pero he ido demasiado lejos en mi
prestación de favores inexplicables para detenerme antes de ver en qué acaba todo.
bien --+eplicó mi yisitante-'. Lanyon, recuerde que lo ha jurado: lo que
-Está
sigue es un secreto profesignal. y ahora, usted que durante tanto dempo ha
estado
consüeñido por los puntos de-vista más restringidos y materialistur, qu.k negado
la
vi¡tud de la medicina trascendental, gue se ha mofado de sus zuperiores...
¡mire!
se llevó la vasija a los labios y se bebió el contenido de unlago.
sie;ó un grito;
vacüó, se tambare4 se agarrú a la mesa y se sujetó, con los ojos
extraüados e
inyectados en sang¡e, jadeando con la boca abieÉa; y mienbas yo le
observaba .'eí
percibir un cambio: pareció hincharse... de pronto su rosEo
s. puso tregro, y sus
facciones parecieron desr¡¿necerse y arterame.., y un instante
después me íevanté de
r¡n salto y retrocedí hasta ra pared con el brazo levantado po" prot
g"*e de aquel
prodi$o, yla mente s¡u¡ida en el tenor.
-¡Cielos!
prálido
-gdte-.. ¡CTto,s! --*epetí una y ofta vezi ya que atrte mis ojos...
y nembloroso, medio ¡resfaüecido y tanteando ante sí conias
manos un
resucitado... ¡estaba Henry Jekyll! "o*o 1
No me afevo a tasradar ar paper Io que me contó durante
la hora siguiente. u lo
que v¡, oí lo que oi y mi a{a náuseas por ello; y sin emba¡gi, lor" quu
$ntió
aquella visión se ha dewanecido de_mis o;os, me pregunto
si seo en su existenci4 y
no sé qué cotrtestar. Mi üda ha quedado co¡mocionada por
completo; er suÁ me ha
abandonado; el más afoz.de ros tenores me acompaña
a todas horas del día y de la
uoche; tengo el presenrimiento de que mis di¿5 esián
sin embargo mori¡é sin creérrnelo. En cuanto a la infamia
contados y s* ;;;;;"rj* y
me desveló, aunque fuera entre lágrimas de arrepentimiento,
*oá qou a{uet hombre
no puedq ni siquiera en
el recuerdo, detenerme en ella sin un esnemecimiento
de honor. sólodiré ,inu .or",
utterson" y será más que suficiente (si eres capaz de
sigilosamente en mi casa aqueila noche era conocido,
regar a creerla). n*, qu" *t o
segrín confesión deipropio
Jelryll, por el nombre de Hyáe y b buscaban
for io¿o, los rincones del país por el
asesinato de Carew.
Hastie Lanyon
Pdgtna 68 Página 69
43
ñ
ñ
DLCLAR¿\CIÓN COMPLITA DT independientes enfte sí. Por mi parte, dada la naturaleza de mi üda, avancé
HLNR_Y J[.(YLL soBLr rL infaliblemente en una sola dirección. Fue en la faceta moral, y en mi propia persona,
CAAO
donde aprendí a reconocer la completa y primiüva dualidad del hombrg * di *untu
de que, de las dos naturalezas que luchaban enél canpo de batalla de mi concienci4
aun cuando podía decirse csn razón que yo era cualquiera de las dos, ello se debía
únicamente a que era radicalmente ambas; y desde müy temprana fecha, antes incluso
de que el curso de mis descubrimientos científicos comenzara a sugerir la más
N ací en el año 19... en una famiria de gran fortuna, dotado además de tarentq ostensible posibilidad de sernejante milagro, ya habfa aprendido yo u ,u"or*. .oo
Pdglnn 70 F,flgrna 71
tentación de un descubrimiento tan srngular y profundo superó
finalnente cualqúer de defor¡cidad y cle decadencia. Y sin emba¡gq al contenplar eu el espejo aquella fea
asomo de alarma Hacía.mucho que había preparado mi tintura;
.o *guia. compná, imagen, no send la menor repugnanei4 sino más bien un impulso de bienvenida.
en un mayorista de productos g*ímicos' uüa gran cantidad
de cierta Jar que, segrín Aquél umbién era yo. Parecía natural y bumano. Thaía a mis ojos una imagen más
sabía por*r *.T1*,r:s, er3 el rÍltimo ingrediuntu ou..rJo;
infausta noche, combiné ros elemenros, observé
y üJ.on"¿u u* realista del espíritu, parecía má¡ directo y simple que el semblante imperfecto y
vasija; y cuando cesé la eb'llición, en un inusitado
uuJ* i i,iou"u* t" * escindido que hasa entonces solía considerar mío. y en eso tenfa indudablemente
"oouo
pócima de un ftago.
**quJ.'u.ilr, ne bebí la razón. He observado que cuando adoptaba la apariencia de Edward Hydg nadie podía
Me acometieron ras angustias más ahoces: acercarse a mí al principio sin una visible aprensión fisica. Estq segrÍn creq se detfa
un- crujir de humos ffiturados, a que todos los seres humanoq tal como los conocemos, son utra mezcla del bien y
terrible náuse* y un_hormr en sl arma imposible una
¿. ,up.ra, ni ei- ia r,ora ¿el del mal; mienFas que Edward llyde era el rinico representflnte del mal puro en todn ¡l
nacrmr€nro ni de rn muerre. r,uegu, aquetas
*g""d;;ü#": apaciguaxe ámbito del género humano.
rápidamente y vorví en rrÍ como ii
sariese de ma grave enfermedad.
Había algo
extraño en mis sensaciones, algo nuevo
- e inefabre y, p", *-*iü-noveda4
de
increíbre dulzrffa' Me smfa tn*s
denro de míuna im**m r**"dr
o*'¿d
-d?;i;#;ffiJl***
¡ow¡, má, Iige¡o de crer¡n, más alegre; notaba
r_
sucedían vurignosas ur miimaginació*
disolución de
*r* -r agua en .r ;;;; lonoq uou
las ataduras del debe¡,
espÍritu' Me di cuenta, en el primer
*" á***"r¿"]"*qu" oo ino..liJuuurt"¿ ¿u
perversq diez veces más perversg que
¿i*J ¿" esüa nueva üda, de que era más
estaba esclavizado
primiüvo; y ese pensa¡'ienro, * "
*o**to forralecil;á"#;;e "i J;;
maléñco
dereiró
"qo.t
como sifuemvino. EstiÉ rosbrazos,exrrrafte;orh
novedad ¿. y
al hacerlq de pmnro fui
d. qu. J"r;tura había "rariirr"iotr€s,
menguado.
En aquella época no lolsSiente
había espe¡o en mi habitación;
ul quu liuy Jo* Junto a ml
mientras essibo fue traído ora*
-¿"
transformaciones' La noche, sin-embrtgq'"rába
motiuo precisameute de esas
"án ya muy
enhada y er amanecer,
todavía oscuro, estaba a punto de
¿umurar el nuevo día... a aquelras
habitantes de mi casa *tau* sumi¿os
en j horas, ro$
zueño de ,lg*, p".-r, que decidí,
rebosante como estaba a1. es.neryzas
envolto¡io hasta mi domritorió. euavesé
,. u" ¡o¡*, ;";;ril#;joL nu**
puriq donde las consteraciones
miramn asombradas, podía,haber pensraq "r me
y*qíu el primer ser de esa especie que
su insomne viglancia res había ru,.ru¿o;
torirá*"ru m
mi propia casa, llegué a mi
habitación yü por vez primera
.t urpu"toau e¿roara
Aquí me veo obligado
:lpl* "ra.. no lo que sé, sino Io que
iOlo .o tuor¡", A"iun¿o
me imagino más probable- EI lado
malo de
sello de la eficaci¿ era menos robusto
*i
o"*¿."a ar que había hansferido er
€
y estaba *uno, ¿ur*ollado que
al que acababa de deponer. Además,;"
después de todo, una vida de
;i;;;"*o
er rado bueno
de mi vida que había sido, a€
esfuená, J*U,J"nn"l en sus ou*u
dicho rado había sido mucho menos
ahí' creo yq que Edward Hyau
áé.i** p"rt"r,
á:*J,"¿" furruuu mucho menos agoado. De vfl
#
tu"uu-m,r.i,lirá p.qu.no, miís ligem y más joven €
que Henry Jelryll' Der
mismo modo qu" J-ri* Jrphndecía
el mal estaba claramenre gSbalo en ei sembrante de unq
.i ro*o á"iono. aa**ar, el mar (al que todavía
debo consfderar er rado "n
l.trl ¿.irt"*iió-iiiir-i.i.¿" en aquer *.,po **.i*pront" g
Págha 72
,b
.b Págtnn 73
*,
etperimento estando bajo la influencia de aspiraciones generosas o piadosas, todo
habría sido diferente, y de aquellas angustias de muerte y de na.imiento habúa
su¡gido un iángel en lugar de un demouio. La droga no tenía ningría efecto
discriminatorio; no era ni diabólica ni divina; tan sólo haeía temblar las puertas de la
cárcel de mi temPeramento !, como los cautivos de Filipos,tlll lo que estaba denuo
salía al exterior. Por aquel entonces mi útud donnitaba; lo que había de malo en mí,
que la ambición mantenía despiertq estaba alerta y dispuesto a no dejar escapar la
ocasiórr; y Io que estaba planeado era Edwa¡d Hyde. por lo tanto, aungue ahora tenía
Pág¡na74 Página 75
tranquilamente en su casa, despabilando la lámpara de su despacho
a medianochg muchas veces tenía las manos típicas de un profesional tanto en fomra como en
pudiéndose permitir reírse de cualquier sospeeha, sería
Henry Jetyü. tamaño: grandes, firmes, blancas y delicadas. Pero la mano que vi en aquellos
Los placeres que me 4P-resuré a bajo este astaz ruór¡, como he dichq
luscar momentos con bastante daridad a la luz amarillenta de la meüa mañana londinense,
indecorosos; no me aüevería a emplear un ténnino más
Edwa¡d Hyde, pronto empezaron a derivar hacia lo
t;r;;
severo. ma¡os de medio cerrada sobre el embozo de la cama, era delgad4 nervudE nudosa, de una
ro"r*r*.-c"á¿" vorvír de palidez fosc4 y estaba cubierta por abundante vello oscuro. Era la mano de Edwa¡d
aquelras cofl€rías, a menudo me sumía en una especie
de asombro ante ni vicaria Hyde.
depravación. Aquer demonio familiar que hice r*gir
que hiciese cuanto se le antojarq era un
a. * p."p, sorté para Debí de quedanne mir¡ándola fijamente cerca de medio minuto, sumido como
ser de una maldad y vileza "¡".,-y
inherentes; todos estaba en el mero estupor del asombrq antes de que el temor despertase en mi pecho,
sr¡s actos y peñsamientos se cenfaban en sí mismg;
hehía eiplacer con av¡¿cz besUal tan inesperado y sobrecogedor como el estrépitn de unos platillos, v saltando de la
infligiendo a ros deuás loda clase de torturas; era
tan impracabre como una estatua
de cama, me precipitara hacia el espejo. AI ver lo que se etrcontraron mis ojos, me
piedra' Henry Jelqyll se honorizaba a r¡eces
arfie los J"n-¿r"J sau; puro t" pareció que mi sangre se volvía meuos espesa y sumamente helada. Sí me había
situación estaba aI margg de Ias leyes ordinarias, "aL
y se wadía insd¡oiamente ¿el acostado como Henry Jelryll y había despertado como Edward Hyde. ¿cómo podía
cor¡eol de la conciencia. Después de todq
no estaba peor; volvía a despertarse
el culpable *, ffy¿., V.jlo ñi*. ,*rU
-upJ*r"*** explicarse eso?, me pregunté; y luegq con oEo sobresalto de tenor: ¿cómo iba a
.* uu"n* remediarlo? Aquello ocunió ya muy entrada la mañana; la servidumbre ya se habla
intactas; induso se apresuraba, cuando "* "r¿iál*
eno era posible, a reparar ul ñihuiho lwantado; todas mis drogas estaban en el gabinete... desde donde me encontaba,
Hyde. Y así su conciencia se adonnecía. po,
paralizado por el tenor, tenía que necolter un largo trayecto: bajar dos tamos de
No tengo intención de enhar en derates
acerca de ra infamia de la qug de
este escaleras, {ecorrer el pasillo de aüiis, cruzar el patio y atravesar la sala de anatomfa.
modo' fui cómprice (pues ni ahora puedo aúnitir apenas que ra
fquiera cometf sóro Podrla en ffecto, cubrirme el rostro; pero ¿de qué serviría eso, si no podfa ocultar el
quiero señalar las advertencias y las
ro"ari etapas mediante las cuales se fue cambio de estatura? Y entonces, con gran alivio consolador, me vino a la memoria
que,^como no tuvo consecueacias,
acercando mi castigo. sufrí un- accide¡te
no haré que Ia servidum\re estaba ya acostumbrada a las idas y venidas de mi segundo yo. En
más que mencionar. un acto de crueldad
.oo *u niña atajo sobre mí Ia ira de un seguida me vestí¡ lo mejor,que pude, €on rop¿ts de mi pmpia rrll¿; ns tardé en
üanseúnte, al que reconocí el otro_díl
en la persona a" uo pa.i.otu *r" atravesar la cas4 áonde Bradshaw me miró fijamente y retocedió al ver a Mr. Hyde
la famiüa de la niña se unieron a él; hubo .r méüco y
*o**r
firl para apaciguar su miás que justoenfado, rdwa¡d
en que temí por mi üda; y por a semejante hora y con tan exnaño atavío; y diez minutos después, el doctor Jekyll
Hyde tuvo que llevarros hasta ra había rrecuperado su propia apariencia y estaba sentadq con expresióa sombrí4
puerta y pagarles con un cheque.exrendido
a nombre de fingiendo que desayunaba.
peligro fue fácilmente eriminado_en uqo.r
nombre del propio Edward HIg", y
lo ro..rirrqib.i"ndo u¡a "."ry;.ú:i*
cuenta en ofio banco a La verdad es que tenía poco apetito. Aquel inexplicable incidentg aquella
cuando, iorcien¿o un poco la escritura, inversión de mi experiencia anterior, parecía deletear mi sentenciq como los dedos
proporcionado una firma a mi doble, hube
creí hanarme a salvo de los embates del
destino. sobre el muro babilónico;t12] y empecé a reflexionar más seriamente que nunca
unos dos meses :mtes der asesinato de
sir Danvers, había sarido yo a correr una acerca de las consecuencias y posibilidades de mi doble existencia. Aquella parte de
de mis avenruras, de Ia que regresé
cama coü unas sensaciones un tanto "ruy
t*aiy ¡ ¿i" ,ig"i""t" ;Jáurü¿ un ru mí que yo tenía el poder de proyectar tiltimamente había sido muy ejercitada y
exhañas. En vano miré a ni
alrededü en vano fomentada; en los ¡íltlmos tiempos tenía la impresión de que el cuerpo de Edward
vislumbré el decoroso mobiliario- y_rur
froporciones de mi habitación en la Hyde había aumentado de estatura, como si (cuando adoptaba aqueila forma notara
casa de la plaza; en vano reconocí "rpti",
del armazón de caoba; algo seguía
el estampado ál- ú, .o.tin"¡*
aut l"Jo]-.1 ar.no tma mayor afluencia de sangre; y empecé a bam¡ntar el peligro de qug
si aquello se
i"$rá"rd; decirme que no me encontraba prolongaba mucho, mi equilibrio mental porlría ser desfuido irreparablemeate, que
donde-creía encontame' que
no me había despertado donde parecía podría perder la facultad de cambiar a voluntad, y que la personalidad. de Edward
pequeña habiación der soho esüar, sino en la
en la que rol¡,r áo"*i, en el cuerpo de Edward Hyde. Hyde se apoderaría de mí irrevocablemente. El poder de Ia droga uo siempre se había
sonreí para rnis adenüos sig'iendg-mis hábffisicológcos, me puse
1, a investigar manifestado igual de eficaz. una vez, muy al principio de mi ea¡rer4 me había
lentamente los component*,au
uq*uu ir*ioi-t, *"ro* ro hacía, volví a caer, de fallado por completo; a partir de entonces en más de una ocasión me había visto
vez en cua¡do, en una agradable
somnorencia latutina seguía ocupado obligado a dobla¡ la dosis, e incluso una vez, arrosEando un infinito peligro de
cuando, en en aquello
de los momentos en que me encontraba muerte, a niplicarla; y hasta la fecha aquellas raras incertidumbres habían sido la
repararon en'no
miís despierto, mis ojos
una de mis manos. pues bien: Henry
Jerryu ("oro *.
t r, .Á*n r¿o única sombra que empañaba mi saüsfacción. Ahora, sin embargo, a la luz dei
PáBLte 76 Página77
accidente de aquella mañan4
@*
q
a ra conclusión de que,-en
tanto que al principio :
Ia dificultad había residido en 'egué
quita$e de encima elcuerpo :.
de Jelry', posteriormeüe,
de forma gradual armque decidifu dicho inconveniente
contrado. por consiguiente, todo parecía
se había úansfer¡do ar lado
q
q
indicarque estaba perdiendo tt.
Í'.
conhol de mi person*jT::g:" y nej;, y que poco
lenamente el
conürtiendo en mi segundo y peor yo. a poco me estaba a:
+
*
q
a:
t.i
4
recuerda la en la que se ocula de sus
perseguidores' Jekyn se.interesaba
*er q"."*
"uevu
rry¿" mos*aba mayor
indifereucia que un hijo. ueir
apetitoS a los que durante
había empezado a consenti¿_
mi *;;;
ü1"il,qd,r-ue.;
yn,o tiempo ttr¡i"
c"rrprlttr" "uolo
suponía renunciar a aquenos
a escondidas y que ütimamente €f
q t
t
i.:,
v "L?ii-
iorpu"***,¡enunciar
a m*es de
üffiHr:r:ilff;:
I
convertinau" au z ',
t* i
c*r !i-.:' -'
v?
4
,g
€
€
La apuesta podía parecer desigual; pem había que sopesar otra consideración;
pues mienuas que Jekyll padecía con desazón los ardores
de la abstinencia, Hyde ni
siqúera era cousciente de todo lo que había perdido. por extraña que fuera mi
situación' los términos de este debate son tan viejos y vulgares como el hombre
mismo; pues son poco más o menos los mismos urcruár y tá*or., los que deciden
la suerte de cualquier pecador que se enfrenta tembloroso a la tentación; y
me sucedió
lo que a la inmensa mayoría de mis semejantes: que elegí la mejor parte
ierodescubrí
que carecía de energías para eeñirme a ella.
Prlgiua 79
Página 79
sí elegí al médico descontento y de edad avanzad4 rodeado de amigos y que ün
honradas esperanzas abrigaba; y me despedf resueltame¡te ile la libertai,
la relatirn
juventud el paso ligerq los impulsos repentinos y los placeres,*outo,
¿u los que
había disfrutado bajo er disfraz de l{yde. Tomé aque[a decisión
reserva'inconsciente, pues no ab¿ndoné ra casa del souq
qoirr, .*
oi á.rcoi ü*ü'a",¿"r*¿"i.rtu
Hyde,-que tolavía riglr:Ft"r mi qabinete. Sin embargq dr;*t";'i*
de meses
fui üer a mi detemi¡adén; durante dos meses ueve univi¿a
*e" aurtin c" to quu
nuaca habfa conseguido llernr, y disfr'té de las compensaclones
de una conciencia
uanquila. pero finatrne¡te el tiempo engeqó r,o.o*o
,
aQuellos tpmores; ros fralagos de la conciencia comenzaron
Jri¿*lu ii,iiur., ¿.
a convertirse en cosa
normah qrrpecé a sentirme torh¡rado por angustias y
anhelos, como si Hyde :
fortejeara para libemrse; y al fin, en un momeoñ
¿. ¿.üim"¿;;;d;I"r
más a preparar y apmr de rm cago el bebedizo
ransformador
--
-'' -- ' l una vez
¿
üp".ir"*l-con que
escudré las cortesfas de mi desdichlaa ".p.*"*
üctima; ar nrenos, ae¿am ame o¡os que
ningún hombre morarmente sano podía haber
sidá cu$ado de aquer crimen en base
t¿n irisoria provocación; y que re gorpeé a
con la misma falta de juicio con gue
ni{o enfermg podría romper un un
¡uguáte. nero me había despojado voluntariamente de
todos aquellos instintos compensatorios mediante
nosotros sigue su camino con cierto grado
lot *i*io"r*-Jpeor de
y en mi caso, ser tentado, aunque fuera
de estabilidad enmedio
-- *t*-- titiil";
--"';
levmente, suponía caer.
!a el acto
a¡Tebato de
se despertó en mí el espÍritu infernal y me puse furioso. con un
júbilq vapuleé aquel cuerpo que no ofrecía resistencia, saboreando con
deleite cada golpe; y sólo cuando empezó a msnifestame el cansancio, sentí
de
prortq en la cima de mi delirio, que un frío esEemecimiento de horror me
raspasaba
el corazón. Al disiparse aquella niebla, comprendí que mi vida estaba sentenciada; y
huí del escenario de aquellos excesos, y tembloroso al mismo üempo,
complacidas y estimuladas mis ansias de "rult"ntu
mal, m¿ás exaltado qüe nulca mi nmor a la
vida. Corrí a mi casa en el Sohq y (para mayor seguridad) desnuí mis
documentos;
Pr{gtna 80 Página 81
sall de alll a las calles fl¡rmrn¿fl¿s por
farolas, con la mente escindida por el mismo lágrimas de graütud y remordimiento, cayó de rodillas y alzó al cielo las manos
éxtasis, recre¡ándome en mi crimen, tramando despreocupadamantu
otro, para el enüelazadas. El velo de la autocompasión se habla rasgado de aniba abajo y vi mi
futuro, y sin embargo apresurándome y atento por si oia los pasos vida en su totalidad; la seguí desde los días de mi infanci4 cuando paseaba de la
¿e mis
perseguidores.
mano de mi padre, y a taves de los habajos abnegados de mi vida proiesional, hasta
llegar una y oüa vez, con la'misma sensación de inealidad, a los tremendos horrores
de aquella noche. Estuve a purto de gritar; taté de caünar con lágrimas y oraciones
-recuerdo;
Ia repugnante multizud deimágenes y sonidos que se desbordaban en mi
y
sin emba¡go, en medio de las súpücas, el feo rosÍo de mi iniquidad mi¡aba al interior
de mi alna. Cuando aquel remordimiento apJrdo empezó a desvanpcer.e, lo siguió
una sensación dejúbilo. El problema de mi conducta estaba solucionado. Ápartir
de
entonces Hyde ya no era posible; lo quisiera yo o nq ahora estaba reducido
aia me¡or
parte de mi existenciai y cómo me regocijó pensar en eso!, ¡con qué
-¡oh,
complaciente hunildad abracé de nuevo las restricciones de la vida nomrát,
¡con que
sincera remrnciación cené la puerta por la que tan a menudo había entrado y,¿i¿q
y
destrocé la llave bajo mis pies!
r:gT"i:" llegó la noücia de que et asesinato había sido investigadq que la
{.$:
,
culpabilidad de'Hyde era'evidente para todo er mundo, y que ra vícñma
era un
hombre mu! estimado públicamente. No fue sólo un crimen,-habla
sido un trágco
desatino' creo que me aregré de saberro; creo que me alegré de que
mi teaor al
p"Fdo np_r5sSpuntalado y protegido mis mejores impulsos. JelcFll era ahora mi
baluarte; si Hyde,asomara por un momentq todo er nundo arzaría ras
manos para
detenerlo y matarlo.
Decidí re¡limir el pasado con mi conducta futura; y puedo decir con
toda
sinceridad que mi deeisión produJo algrin bien. Tú sabes con cuánto
empeño me
esforcé en los últimos meses del año pasado por aliviar los sufrimientos; y
también
sabes lo mucho que hice po¡ los demás, y que los días pasaban
tanquil#ente, casi
feliznnente para mí. Tampoco puedo decir realmente quu *. .*r*, iu aguella üda
inocente y caritaüva; *, lT el contrario, que cada díia disüutaba más de ella; pero
todavía padecía mi dualidad de propósitos; y mienfras se embotaba primer
el filo de
mi arrepentimiento, mi parte más ruin, consenüda durante tanb lempo y ran
recientemente encadenada, empezaba a refi¡nñrñar pidiendo
ücencia. NL es que
pensara en resucitar a Hyde; la simple idea de
hacer eso me asustaba hasa el
paroxismo: no, era mi propia persona la que una vez
más estaba tentada de jugar con
mi conciencia; y a escondidas, como un vurgar pecador, fue como acabé
cádiendo a
los asaltos de la tentación.
Página 82 Fágina 83
ai
6-1*
tu
@tó
poco adormecidg prometiendo un posterior arrepentimiento, pero sin decidirse a
empez¡¡¡. Después de todq pensaba, soy eomo mis semejaates; y entonces sonrei
comparándome con,los demás hombres, comparando mi buena voluntad tan activa
con Ia desidiosa cn¡eldad de su negligencia. Y en el momento mismo en que aquel
pensnmiento de vanagloria'cruzaba mi mentg me sobrer¡ino un mareq una.náusea
honorosa y unos nemendos escalofrlos. Los sÍntomas desaparecieron, pero quedé
exhausto; y entonces, cuando a $r vez disminuyó la debilidad, empecé a darme
cuenta de un cambio en mis pensamientos, una mayor audacia, un desprecio al
.Mi razón flaqueó, pero no me falló del todo. Miás de una vez había observado,
que, en miegrnda persoriificación, mis facultades parecían haberse agudizado hasta
cierto puntd y mi ánimo haberse vuelto más tenso y elástico; y así sucedid que, allí en
donde Jekyll quizás hubiese'sucumbido, Hyde estuvo a Ia altura de las circunstancias.
Mis drogas estafan en una de las ütrinas de mi gabinete; ¿cómo llegar a eüas? Ese
era el problema gue (estrujándome las sienes con las manos me puse a resolver.
Había cenado la puera del laboratorio. Si inteutaba entrar por k casa, mis propios
criados me enviarían al patíbulo. Comprmdí que tenía rpe uiiliz¡¡.a o6a pe6on4 y
pensé en Lanyon. Pero ¿cómo llegar hasta d?,
¿cómo persuadirlo? suponiendo qul
lograse evitar que me capturasen en la callg ¿cómo iba a abri¡me paso hasta él?, y
¿cómo podía yo, un visitante desconocido y desagradable, convencer al faqlosó
médico para que dewalijara el despacho de su colega, el doctor Jelryll? Entonces
recordé que todavía me quedaba una parte de mi personalidad originat podía esoibir
con mi propia letra; y en cuanto twe aquella brillante oo¡rrencia, el camino a seguir
*a quedó iluminado desde el principio hasta el final.
Págtun 85
*
-,rp
eF-_
q
4D
Hyde se convertía en una criatura nueva para rrú: se estremecía desmesuradamente
ira se excitaba hasta bordea¡ eI asesinatq deseaba hacer
de
sufri¡ u ru, ,e*"¡*ter. sin
ry
q. visiblemente acobardado en su presencia; y desde allf, cuando se hizo completametrte
embargo aquer ser efa astuto; dominó su furia con un gran
esfuerzo de vorunad;
q. de noche, partió en un coche de alquilo cemadq oculto en un rincón, y fue conducido
de un lado a oho por las calles de la ciudad. Digo é1. .. pues tro puedo decir yo. Aquel
escribió dos cartas importantes, una para Lanyon y otra para poole;
de que eran cursadas, ras mandó con instruccioner
y, p*" *ug**r*
du qou fueran certificadas.
w
eütf
ser infemal no tenía nada de humano; en él no habitaba miís gue el miedo y el odio.
cua¡do por fin, creyendo'que el cochero había empezado a abrigar
y
sospechas,
despidió el coche y, ataviado con sus ropas demasiado grandes que le hacían llamar la
w
*
* cuando volví a mi ser en casa de Lanyo4 guizá me afectó un poco el honor
manifestado por mi viejo ¡migo: no lo sé; al menos fue sólo una gota en el océano de
odio con que rememoraba aquellas horas. un cambio se había producido en mí. ya no
era.el miedo al patíbulo, era el pavor de ser Hyde lo que me atomentaba Acogí la
eñ ¡
condena dp.Lurfon en pai¡e como un sueño; y en parte como un zueño regesé a mi
propia casa y me metÍ en la cama. Tbas el abatimiento de aquel día dormí con un
€rto sueño intenso y profundo que ni siquiera pudo intemrmplr la pesadflla que me dejó
4
ñ
extenuado. Me$esperté por la mañana desconcertadq debiütado, pero repuesto.
Seguía odiando ytemiendo la idea de que en mi interior dormía una bestia, y no había
olvidado, por supuestq los peligros del día anterior; pero estaba otra vez en casa, eD
üf I mi propia casa y cerca de mis drogas; y la gratitud por haber logrado escapar brillaba
tan ixtensamente en mi alrna que casi rivalizaba con el resplandor de la espera¡za-
t¡i- Paseaba sin prisas poi el patio después del desayuno, aspirando con deleite el
frescor del aire, cuando volvieron a apodelarse de mí aquellas sensaciones
* indescripübles que anunciaban el cambio; y apenas si tuve üempo de ponerme a
í# cubierto en mi gábinete, cuando una vez mi{s las pasiones de Hyde me pusieron
(a fu¡ioso y me dejaron paralizado. En aguella ocasión necesité una dosis doble para
volver a ser yo nismo; y, ¡ay de mí!, seis horas más tarde, mien&as estaba seatado
contemplando con tristeza el fuegq volvieron las angusüas y ftve que adminisrarme
r de nuevo la droga. En pocas palabras, a partir de aquel día pareció que sólo meüante
é un gran esfuerzo, como en la gimnasi4 y sólo bajo el inmediato estÍmu]o de la droga,
v{ era yo capaz de conservar el aspecto de Jelryll. A cualquier hora del día y de la noche
me asaltaban aquellos estremecimientos premonitorios; sobre todo, si me dormí4 o
ata iaduso si do¡mitaba un momento en el sillón" me desperfaba siempre como Hyde.
Bajo la tensión de aquel funesto destino que continuamente se cemfa sobre mf, y
é a caüsa del insomnio al que me había condenado yo mismo, sí, incluso más allá de lo
A patir de que había creído humanametrte posible, me converd, siu perder mi propia
entonces permaneció todo
mordiéndose las uñas; allí qs¡[,
eI día en su habitación junto al fuego, é penonalidad, er un ser devorado y conzumido por la fiebre, débil y enfeuaizo de
*","á" ,rü, .oo ,u, temores, con el cam¡rero
" lb cuelpo y de mente, y únicamente dosrlnada por una sola idea; el horr.or a mi otro yo.
.h
Página 86
& Pdgha 87
4 I
t
\
\
;ü,:ffitff,1xY"i#,T1iJJffiffi1l ereoo der medicamentq
sin apenas F
apoderaba áe mí una fantasía
plagada o. #:1j^10".día Tan
menos-acusados, se qf iropuro, y que fue esa impureza desconocida la que prestó eficacia a la pócima.
;*H*T:ÍL:*:,H;T# ff"iJ:#i:"t::,ffi:"fl"fi:
poderes de Hyde parecían
f; b;iliglg"
q hl)
'Los haber aumenredn ¡nn r- h^r- , . -
- , de Jekyll.
"t q* ¿"
hace tiempo r.
Jri
irui" ;*a
4
;fl"trff*H"¿.tJTi*;;;ñ:;:'a
9u Ia deseucción' Pero
pongo enfermo y
su amora Ia -- : -
t *u.ao fo
i],u.* siento ttt¿oftio, A
*4fl**i,;i*q¿*#"ry4n#il:,;:
a
a la vida, y me dov
.u"TO?
i";::ffitri*i
con deci¡ gue nadie
costumbre
h
á.,;;;":rffi:"r,"*"::i:,#,-iüixü:3",?flHt:rT1T
una cierta insensibilidad
alma,;;;"'::""'
en el sino *4
no aliüo, desde luep
a
mi casügo podría habers,
.p*roneuáL;;J;H:11T0;;;iffiüY"'
que acaba de aconrecer.
l^::' P'ü'ñ ;;r"o1'rñ;#t':'';"ff:t"ul#:;í
naturareza. Mi proüsión
aEa
ce aquella sal, que Ha pasado alrededor de una semana, y ahora estoy terminando esta declaración
;;;; Jñ
ra ql
no había r¡¿á."nouuJu
€xper¡menro, ,;;;;tr.ff.l bajo la influencia del ríltimo resto de los viejos polvos. Esta es, pues, la
poción;
o;"ilñ;".; :'-:::-"* Enüé a por ut menos que ocurra un milagro, que Henry Jekyll puede pens¿¡r por
última vez, a
ii*i*.iru;'¿ffin:.,";
'"
:f ii:l;,{¡nezcré contemplar su propio rostro (¡ahora tan lamentablemente alteiadol en el
sí mismo o
espejo. y no
,;yahora;;;i;;ffi,dJ1:ü:*iHXT:.,Hffi11x"
Pdsinasa
# debo demorar demasiado la terminación de mi escrito; pues
hasta ahora de la destrucción, ha sido gracias a la combinación
si rni relato sá ha fibrado
de una gran prudencia
+-
+
Fn Página 89
w
Éa¡
É%
y de abundante buena suerte. Si mienüasescribo me vinieran Ios dolores del cambiq
Hyde haría pedazos esta deda¡ación; pero si nanscurre algrin
tiempo después de que
Ia guade, su sorprendente egoísmo y su cirannscripción al momento
probablemente
la libra¡án una vez más de su rencor simiesco. Y la verdad
es que el funesto destino
que secieme sobre nosoüos dos ha contribuido
también a cambia¡lo y a abrumarlo.
Denao de media hor4 cuando una vez miás, y para siempre,
vuelva a
adoptar esa
odiosa personalidad, sé que permaneceré sentado
en mi sillór¡ temblando y llorandq
o conünuaré yendo y viniendo por esta habitación (mi
iúltimo refu$o ea este mundo),
en un tenso arebato de pánicq prestando oídos
a ruido
Página 90
Página 91
q
q
q
a
+ Notas
a
+
qq"r
q
á
€st ;
,f
4
€{
ROBERT LOUIS BALFOUR
STEVENSON (EdiMIUrgq
ESCOCiA, 13 dC NOüCMbrC
tñ
de 1850 - Va*ima cerca de
uñ
¡
q
principalmeate por ser el autor conoce
¿.
más d{s¡qas de la literatura juvenil,
¿grá üii"tori*
J. fantásücas y de avenruras
ra isla ált"ro*,l^novera histdric a La
negra y ra popurar novela de flecha
honor n
dedicada aI tema de los fenómenor
Ieída como novera psicológicr
"*"ná-
¿u u",,* vín*"#rus
""r,
der doctor JerE,
a" r. p-"*rrt¿ad escindida, y que
y místerHyde,
pueden ser
6
famosas y argunas de ellas noveras continúan siendo
muy a
han sido t*t"r
parte adaptadas para niños.
decisiva en ro que se refiere
"*.]'uevadas
Fug inportant. **-¡i¿" su
u l, urtu.t,"u a" u *o¿u*"
al cine en eI siglo xx, en
obra ensayísüc4 biurru p"ro ,rh
muy apreciado en su tiempo y
novela de peripecias. Fue
siguió s¡¿Jofo después de su
á
continuidad en autores como muerre. Tuvo
G. WeIs, y en los argenrinos
Josáph óo*u¿, iru¡..* Greene,
G. K. cheste¡ton, H. é
e¡"y'C*Á, yl";g;uis Borges.
#
."tn
*
á
.Jq
-1-
Página 92
#
w
PÉgha 99
[*] Se üata de la prima del autor, Katharine Elizabeth AIan Stevenson (1851-1939),
casada más ta¡de con William Sydney de Mattos, que compartió su infancia con él y
frccuentó el cottúge de skerr¡nrore durante Ia época de gestación de la novela. (N. ilel
T.). <<
tal
uno de los bancos más anüguos de Londres, fundado en 16g2 por los hermanos
coutts. A partir del reinado de Jorge III, todos los monarcas ingleses han abierto
cuerrtas co¡rientes en sus ofi¡ines del SUand. (N. delT,), <<
t6l De estos dos fllósofos pitagóricos clel siglo w a. C. cuenra Clcerón [en De offas 3,
451 que eran ta&.amigos que, al ser condenado a muerte el primem de ellos por el
tirano Dionisio de.siracusa, solicitó permiso para ocuparse de ultimar sus asuntos
con
la pmmesa de volver para la ejecución y Fint¡as salió como fiador suyo, sujetándose
a
la misma pena si s¡¡ amigo no comparecía. cuando llegó el día señaháo, Damón
compareció puntualmente y fue tal la admiración del tirano por su mutua lealtad
que
les rogó le contasen por su tercer amigo. (N. det T.). <<
14 Juego de palabras
con <<hyde> (equivalente fonético de <<tride>>, esconder, ocultar) y
<seelo (buscar). Mr- Hyde sería <<el señor que se esconde>> y Mr.
seelg <<el señor que
bwca>. (N.delT.).<<
t8l ¡shtr Fell (162s-16g6), dean
y obispo de odorcl,
del christ church college
recordado sobre todo como impulsor de la reputada okord university press.
curiosamente, el nombre de este benefactor de las lenas y humanidades
suele
utilizarse para describir a una persona más bien desagradable, aunque
no se sepa bien
por qué, gracias al epigrama de Thomas Brown, <<Doctor Felb (ño
Fell; / Aunque no puedo decir por qué; / Esto es lo único que sé: / No
-" g*L,
Dr.
*. !*t*, D..
Felb>), que en reüdad es una traducción de ouo de Marcial. (N. delT.). <<
Iel Expresión latina:
<<Con paso ligero pero que no se detiene> . (N. det T.). <<
ttol Es,te adjetivo, que
no aparecía en las primeras ediciones, se añadió al título a
partir de la edición Tusitala. (N. del T). <<
Página 94
!l
..:
it
:l
it
t111
seg¡fn la Biblia t*r"!* de los Apósnles,16: 26r, un terremoto sacudió
los
cimientos de la crírcel ae cildad al oeste de Uace¿onia .o i"!o. r* luUfo :i
|pos,
n¡ir¿¿ ta primoa iglbsia ctistiana, y al instante se Á"..o
(enft
aJJr* p*ilrl ,o¿* ;i
Ios presos ellos, el propio apóstol) se les soltaron las "
cadenas. tw. ail í.¡...
t12l Nueva refermcia brbüca
rs,u vez al libro de Datnier (5): durante er festín
sasílegs de Baltasar ríhimo rey de Babiloniq
honbre y es.,fbiüon sobre Ia pared un.i.toioro "p*"i*""-i". ;;ilü;; ;r;;;
texto que sóro pudo intqpr$ar il
Daniel, vaticinando Ia muerte del monarca. Aquella misma
noche faileció Baltasary
su reino pasó a manos de Darfo el medo. (N.
d;l T,), <<
iI
f
:i
:i
,I
ilrl
rl
:I
I
,:l
:l
I
.i
I
;l
rl
,l
Página 10S
,l
:l
ti
!:, {its¡t,tuiril.¡ rplirlrt> .t l;t
isl.l .lcl
¡L's()Ío. r. r.ir,ifr(¡rl iirs
ín<tlr.ici,ilric,;
.l r,'(.tr[trr;tS c¡: l<ls f sP¿ii_i,r.-
¡¡ lticrl rrs rlCl
I jiii,:'llt