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Latifundio y su origen

En un sentido estrictamente geográfico y económico, un latifundio se


considera una explotación agraria de grandes dimensiones. Para ser
considerado como tal, debe añadirse la idea de propiedad. Es decir, la
explotación agraria de una gran extensión de tierra en función de la
propiedad de esta. Hoy en día el término latifundio conlleva una carga
muy negativa ya que se cómo la expresión de la explotación
desmedida e inmoral no solo del suelo sobre el cual se tiene propiedad
sino además del personal que opera en el lugar. De tal forma que ha
tomado, sobre todo en América Latina, un aspecto muy negativo
socialmente. El origen de los latifundios, tanto etimológico como
histórico, se remontan a la antigua Roma. Las grandes propiedades
agrícolas y el cultivo a gran escala alcanzaron notable desarrollo
durante la República romana. Se cree que el desarrollo del cultivo a
gran escala se debió a la generalización del cultivo del trigo en
sustitución de otros cereales, como la espelta.

Reforma agraria
Las reformas agrarias históricamente han tenido como objetivo la
modificación en la estructura de la propiedad y producción de tierras a
través de políticas económicas, sociales y legislativas que suelen tener
en su centro de acción la expropiación, con compensación o no, de
tierras. Aunado a esto las reformas agrarias suelen contemplar
medidas fiscales de exención de algunas tasas impositivas a los recién
beneficiados nuevos pequeños y medianos propietarios. En algunos
casos las ayudas gubernamentales suelen tomar la forma de subsidios
directos a la producción, así como el acceso a créditos para la
obtención de equipo necesario para mejorar los niveles de producción.

Efectos negativos posibles del latifundio sobre una sociedad


Como bien es sabido, los monopolios suelen ser vistos como una
negativa consecuencia, en algunos casos, de la libertad de mercado.
Cuando esto sucede, en el campo o industria que fuere, la entidad o
personas que manejan dicho monopolio suelen sobre pasar su poderío
económico y llegan a tenerlo sobre lo social y político. Tal suele ser el
caso de América Latina y la razón por la cual el latifundismo es tan mal
visto en esta zona del mundo. Históricamente las élites políticas, sin
importar su bando o partido, han estado atadas al fenómeno social del
latifundio. Hoy en día el rol de los latifundistas es mucho menor,
debido a varias razones. Algunas de ellas a considerar son la serie de
reformas agrarias que tuvieron lugar en todo el continente a lo largo
del Siglo XX, así como el desarrollo de la economía y su progreso
continuado más hacia las ciencias de comunicación y la tecnología y
cada vez más alejadas de las materias primas, sean de origen
agrarias o no. El poder del latifundista hoy en día es una mera sombra
de lo que era hace décadas, tanto en lo económico como en lo
político.

Caudillismo y sus tipos en el caso Venezuela


Si bien se puede hablar de figuras de caudillos en prácticamente toda
sociedad en la historia, el caudillismo entendido como fenómeno
político-social es muy característico de América Latina. Consiste en la
llegada de líderes carismáticos a cada país cuya forma de acceder al
poder y llegar al gobierno estaba basada en mecanismos informales y
difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes,
que depositaban en «el caudillo» la expresión de los intereses del
conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes.

Caudillismo independentista
Surge a partir de la posición económica y social de un grupo elite,
principalmente mantuanos de la capital y otras ciudades importantes
del país. A diferencia del caudillismo como se le entiende posterior al
proceso de independencia, este estaba menos ligado a las cualidades
personales del líder y más a su posición dentro de la estructura social.
Algunos casos excepcionales habría, como el del General Páez.
Caudillismo político
Tendría figuras importantes como Páez y los hermanos Monagas, pero
el caudillismo que marcaría la historia de nuestro país vendría como
fenómeno posterior a la Guerra Federal. De tal manera que los
grandes y más influyentes caudillos a considerar serían el General
Guzmán Blanco y el General Juan Vicente Gómez. A partir de esto, en
Venezuela, sociológicamente hablando, quedarían mezcladas las
imágenes del caudillo con la del líder civilizador. El dictador ilustre.
Tanto Guzmán como Gómez fueron probablemente los líderes
políticos venezolanos que mayores cambios estructurales instauraron
sobre la sociedad, de la mano de la modernización de muchísimos
aspectos educativos, sociales, económicos, de infraestructura y
militares.

Caudillismo social
Es esta etapa del fenómeno que conocemos como Caudillismo en el
que la posición social, económica o militar del personaje deja de ser
relevante para darle el protagonismo a las cualidades personales
intangibles del mismo. Ya no serían los sables o la posición económica
del líder lo que lo haría resaltar de manera definitiva, sino su retórica,
su personalidad y su habilidad política dentro de una dinámica cada
vez más democrática. Personajes como Betancourt, Pérez y Chávez
son las principales figuras a resaltar de este estadio del caudillismo en
Venezuela. La parcela desde la cual se propulsan estas figuras ya no
son los latifundios o los cuarteles precisamente, sino el partido político,
las bases movilizadas y los medios de comunicación.

Caudillismo actualmente en Venezuela


Si algo se puede ver de lo expuesto anteriormente es que la noción de
caudillismo ha evolucionado en la medida en que la dinámica histórica
y política ha cambiado también. De tal forma que para pensar en
caudillos no es necesario pensar en hombres de sable, lanzas y a
caballo. No se trata ya del líder de una zona del país, o de su totalidad,
que impone su mando desde la fuerza y el número de sus tropas o
seguidores de montoneras como si se tratase de un Estado semi
feudal. El caudillo hoy en día hace uso del sistema y de los recursos
que este le brinda para propiciar su proyecto político y social. De tal
forma que es perfectamente válido pensar que el caudillismo existe
aún. Se podría pensar, incluso, que nunca dejó de estar ahí

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