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Los sueños de

Natacha

Ilustración: La niña del jardín (álbum ilustrado 2008), autor: Cristina Azócar, bajo licencia Creative Commons
(atribución: obra no comercial sin derivadas), disponible en http://cuentosdemama.blogspot.com

1
H abitación de un niño pequeño. Muebles de laqué celeste, con decoraciones
de animalitos. Dos ventanales y una puerta. Niños caracterizando juguetes
inmóviles, unos tirados por el suelo, otros en lugares que determinará el director de
escena. — Un osito de cibelina a los pies de la cama. Luz velada. Una muñeca Lenzi,
caída de espaldas, con las piernas rígidas, levantadas en el aire. La mamá arropa a
la niña dormida, mientras canta, con el coro invisible, las “Canciones de Natacha”.

LA LOBA

La loba, la loba,
le compró al lobito,
un calzón de seda,
y un gorro bonito.

La loba, la loba,
salió de paseo,
con su traje rico,
y su hijito feo.

La loba, la loba,
vendrá por aquí,
si esta niña mía
no quiere dormir.

PAJARITO CHINO

Pajarito chino,
de color añil,
canta que mi niña,
se quiere dormir.

Pajarito chino
de color punzó
canta que mi niña
ya se durmió...

(Música adecuada)

2
Cuando termina, la madre de puntillas, va hacia la ventana, se inclina hacia afuera
con el dedo en los labios, imponiendo silencio y dice:

LA MADRE. —Chit. Duerme tú también, pajarito chino de color añil. Mi niña ya


está soñando con los ángeles. (Estalla el canto de otro pájaro, y la madre corre hacia
la ventana, agitada y hace el mismo gesto de silencio):—Chit. Calla también, tú,
pajarito chino de color punzó. ¡Qué alborotadores sois, Natacha se ha dormido!...¡Se
ha dormido! Entendedlo bien. (Cierra enojada, pero con precaución, la ventana). Un
golpe de llamada en la puerta. La madre hace un gesto de impaciencia, se agarra la
cabeza, y corre a abrir, de puntillas. Habla con alguien que está afuera y que no se
ve.—Se ha dormido, señora Loba. Se ha dormido, sí, se ha dormido. ¿Su lobito feo no
hace nono? ¡Qué pícaro! dele la mamadera con un poquito de agua de tilo. Les da un
muy buen sueño. ¡Qué bien te queda, lobito (haciendo que acaricia a alguien), tu
nuevo calzón de seda. ¿A ver? ¿Es color escarlata? No, más bien se diría rubí. ¡Ajá!...
¡Y con flecos azules! Y con botones de plata...(Natacha se da vuelta en la cama y
llama):

NATACHA. — ¡Mamita!

LA MADRE. — ¡Ay, se despierta mi niña! Que no os vea. Venid mañana. Si os viese


se desvelaría... ¡Voy, mi sol!

NATACHA. (Llorando).— Yi...i...i...i...i

LA MADRE. — ¿Qué tienes, querubín? Duerme, mi sol. Duerme y te daré un collar


de plata y un limón de olor. (Canta otra de las canciones de Natacha. Un reloj de
cuco da las once).

LA LUNA

La luna, la luna
le pidió al naranjo
un vestido verde
y un velillo blanco.

La luna, la luna
se quiere casar
con un pajecito
de la casa real.

3
Duérmete, Natacha,
e irás a la boda,
peinada de moño
Y en traje de cola.

(Acompañamiento musical, muy suave).

LA MADRE. —Duérmete, cielito (a los juguetes). Y dormid vosotros también. Nada


de hacer ruidos y despertar a mi niña. Cuidado, muñeca Lenzi. Tú eres muy
buscadora de camorra con el osito y el arlequín. (La muñeca agita las piernas en el
aire). Y tú, muñeca negra, no hagas caso si esa pícara Lenzi te llama betún. Dile a
ella pelo de azafrán, y en paz. (Con movimientos mecánicos, la muñeca negra hace
que sí con la cabeza y la Lenzi agita de nuevo las piernas en el aire. La madre sale
de puntillas. Desde la puerta se vuelve, mira con ternura hacia la camita y
murmura):

—¡Qué el ángel de la guarda vele el sueñito de mi niña!

Al tiempo que cierra despacito la puerta, el tapiz que cubre la pared de la cabecera
de la cama de Natacha, se entreabre y lentamente, aparece el ángel. Proyéctese
sobre él luz azul. Sus vestiduras deben ser de lama de plata y en la cabellera llevará
una diadema de pedrería. Grandes alas. Juegos de luces diversas. Lentamente
también los juguetes empiezan a animarse. Todos sus movimientos deben ser
mecánicos, como los de los títeres. Música que acompañe. La muñeca Lenzi se
sienta, se refriega los ojos, mira a la negra y dice:

MUÑECA LENZI. —¡Betún!

MUÑECA NEGRA. —¡Mala! Pelo de azaflán.

MUÑECA LENZI. —Pegote de tacho.

MUÑECA NEGRA, (haciendo pucheros). —¡No! ¡Noooo! Eso es feo. Mala, pelo de
escoba.

MUÑECA LENZI, (levantándose decidida a pelear) —Si lo dices otra vez, pastilla
de orozú, te araño.

MUÑECA NEGRA, (gimoteando). —Yi... i... i...Se lo contaré al dotol pala que te dé
aceite de ricino y se te ensucien los vuelitos de esos pantalones compadles.

MUÑECA LENZI, (furiosa). —Voy a sacarte la lengua, Emperatriz de Etiopía.

4
MUÑECA NEGRA, (a un muñeco vestido con el uniforme y el morrión de plumas
de los guardias ingleses). —Defendedme John. Esa italiana mala me quiele alañal.
(El policeman, acercándose con su macana en la mano y señalando con ella un
barquito que está sobre una repisa):

—¿Qué es eso? Vas a pegarle a la negrita, tú, gringa? ¡Cuidado! La flota está lista y
ya verás lo que te espera.

MUÑECA LENZI, (encogiéndose de hombros). —¿Crees que me asustas, cara de


scom?

La muñeca negra, disimuladamente, le saca la lengua. Se acercan el perro, el gato,


el oso y el pato de cibelina.

EL PERRO. —¡Siempre peleando estas dos muñecas zonzas! Tan corta que es la
vida, y no hacen más que amargársela con rabietas inútiles. Yo y el gato somos
grandes amigos ¿no es cierto, Micifuz?

EL GATO. — Es cierto. Leal y yo nos entendemos a maravilla. Esto es mejor que


tragar bilis y sufrir golpes. Me he cortado las uñas. (El osito se entretiene entretanto
en hacer pruebas y el pato ha ido a despertar a un gallito de franela que duerme con
la cabeza debajo del ala).

EL PATO. —Donlín, despierta. Hay una gran reunión y tú soñando con las gallinas.

EL GALLITO, (batiendo las alas). — ¡Cocorococó!, me has hecho caer del paraíso,
patito pekinés. Soñaba que diez gallinitas andaban alrededor mío, disputándose mis
miradas y que el suelo estaba lleno de granos de maíz. ¡Ay, qué pena que nunca sean
verdad los sueños!
(Se abre la puerta y entran despacio, la loba y el lobito). Mientras unos hablan, los
demás juguetes no se estarán quietos. Las dos muñecas fingirán reñir, el policeman
se interpondrá para que no se vayan a las manos, el osito balanceándose
torpemente, tomará de sobre la cómoda de mamadera de Natacha que estará por la
mitad y la beberá con cómicos gestos de satisfacción. El arlequín, haciendo sonar
sus cascabeles, se desperezará y bostezará con ruido.

—¡Uf, cómo me aburro! ¿No se les ocurrirá a ustedes algún juego divertido para
pasar la noche? Demasiado tenemos que estar callados y rígidos durante el día!
Señora Loba, no hace usted más que arreglarle el gorro y los flecos a su lobito feo. A
ver, escuche: ¿No nos da usted algunas noticias del bosque? ¡Cómo desearía pasear
por la selva, perderme en ella, no vivir nunca más entre estas paredes tan tristes!

5
LA LOBA. —El bosque está maravilloso (todos la rodean). El ángel se inclina sobre
Natacha y le pone la mano sobre la cabecita. Natacha sonríe dormida.

EL ÁNGEL. —El niño Jesús anda por el sueño de la niña. ¡Dios la bendiga!

LA LOBA. —El bosque está lleno de flores, de pájaros, de gigantes y de palabras


que dice el viento.

EL LOBITO. —Hay frambuesas maduras. Huelen a violetas.

LA MUÑECA NEGRA. —¿Las violetas son perlas?

LA MUÑECA LENZI, (siempre dispuesta a la grezca). —¡Torpe! Las violetas son


pastillas.

LA MUÑECA NEGRA, (empecinada, y dando con el pie en el suelo). —¡No me


gustan las pastillas! Son perlas.

LA LENZI, (poniéndose en jarras). —¡Son pastillas, son pastillas, son pastillas!

EL POLICEMAN. —¿Ya están ustedes. peleando otra vez? (con suficiencia) ¡Ni
pastillas ni perlas! Las violetas son los huevecitos que ponen los colibríes.
(La loba se ríe ruidosamente agarrándose el vientre). El lobito da saltos y, en uno,
tropieza con el oso y se vuelca encima el resto del frasco de leche. —La madre lo
coscorronea.
El lobito chilla. El osito también, porque se queda sin su leche. El ángel sonríe y
mueve con indulgencia la cabeza. El arlequín hace gimnasia sueca. Se abre la puerta
y entra el hada, vestida de celeste pálido o rosa ídem. Amplio traje de gasa, gran
cola, diadema de pedrería, velos flotantes.

(Todos la rodean, contemplándola extasiados). Ella, con su varita de oro traza signos
en el aire.

—¡Paz, pequeños! ¡Paz! ¿Quién llora? ¿Quién grita? Dios mío, cómo son de llorones
y camorreros estos pequeños! (Grezca entre el gato y el perro).

EL HADA. — ¡Oooooh! Y sois vosotros los que decís, muy orondos, que hacéis muy
buenas migas? ¡Qué vergüenza! ¡Qué feos y qué malos! Lo mejor que podemos hacer
es organizar una fiesta. Vamos a despertar a Natacha.

EL PERRO, (limpiándose las lágrimas). — ¡Chiquita, despierta! Nena, vamos a


jugar.

6
EL GATO, (por no ser menos). — Natacha, haremos una ronda en honor de tu ángel.

EL OSITO, (balanceándose). — ¿Vamos a bailar un minuet?

LA MUÑECA LENZI, (imperativa). ¡Me carga lo francés (dando con el pie en el


suelo). Quiero una tarantela napolitana...o una pavana pontificial.

LA MUÑECA NEGRA. —¡Pavota! ¿Hay nada más alegre y más lindo que una danza
de mi raza? ¿Un can-can, o una rumba por ejemplo? ¿O sino, una carioca o una
conga? (Todos a una):

—¡Baila una carioca, negrita! (Música de la carioca. La baila la negrita). Grandes


aplausos.

LA MUÑECA LENZI, (celosa). — ¡Yo voy a recitar un verso! Declama algo


cómico, adecuado. La escena, muy movida, tiene, casi toda, que ser creada por el
director de escena. Luego, cada uno, dando saltos, o haciendo piruetas, dicen
pequeños versos cómicos. (El hada al oír dar las doce en el reloj de cuco):

—¡Media noche, vamos a bailar todos juntos una ronda para que luego cada uno se
vaya a dormir. (Bailan una danza de conjunto. Después entre todos, ayudan a
Natacha a acostarse, y el coro invisible canta para adormirla):

Duérmete Natacha
que si no haces nono
vendrá el conejito
del hocico romo.

Duérmete, niña linda,


ramo de alelí,
tu ángel de la guarda
vela junto a ti

TELÓN LENTO

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