EL PERFIL DE LOS CRIMINALES

SEGÚN LA ANTROPOLOGÍA CRIMINAL

Oscar Rito Muñoz1

Resumen
A lo que este texto atañe, se devela el incipiente nacimiento de la
antropología criminal y su desarrollo a través del tiempo, de esta
manera, se menciona que en esta disciplina se trata de estudiar los
aspectos fisiológicos y rasgos distintivos del rostro y cráneo del ser
humano con el afán de encontrar patrones o indicadores de su com-
portamiento.
Palabras clave: Antropología criminal, comportamiento, fisiología,
cuerpo humano, delincuencia.

Introducción
El cuento “El Carbunclo Azul”, perteneciente a Las Aventuras
de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, muestra un ejemplo de
cómo es descifrado el comportamiento de una persona, en el mo-
mento en que el investigador Sherlock Holmes trata de deducir las
actividades de uno de sus clientes (con el cual no había tenido con-
tacto anteriormente) con la utilización del sombrero del mismo.
La deducción que más destaca al momento de realizar el análisis
correspondiente, es que en el pasado esta persona había sido alguien
con una inteligencia considerablemente buena, sin embargo, en ese
momento se encontraba con graves problemas económicos. Su asis-
tente, John Watson, impresionado con tan acertada deducción, le
pregunta cómo es que hizo para descubrirlo, por lo que Holmes
toma el sombrero y se lo pone en la cabeza. Con esta acción hace
notar que el sombrero le queda grande y argumenta que es debido a
que cualquiera que tuviera una cabeza tan grande, por consiguiente,
debería tener algo en el cerebro; ahora bien, pese a que el sombrero
era anticuado, no se compraba otro más moderno, debido a que no
tenía suficiente dinero para hacerlo.

1 Estudiante de sexto semestre de la Licenciatura en Historia, Universidad de Guadalajara. Contacto: oscar.

rito97@hotmail.com
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 El perfil de los criminales según...
Lo anterior es importante debido a que
en la época en que se escribió esta obra
(1892), la medicina consideraba seriamen-
te los aspectos fisiológicos de las personas
como indicadores de su comportamiento,
de su personalidad e incluso de su inteligen-
cia. Debido a que Conan Doyle había estu-
diado medicina en la Universidad de Edim-
burgo, recibió, entre otras cosas, formación
en cirugía y en medicina forense. Desde
mediados del siglo XIX se había aceptado
la teoría de que algunos rasgos del cuerpo
humano eran indicadores de un potencial
comportamiento criminal.2 Su inicio reside
en las hipótesis otorgadas por Francis Gal-
ton Gall, y principalmente por Césare Lom-
broso (Suárez, 2000) quien nació en Vero-
na, estudió medicina en la Universidad de
Verona y en la de Viena. Hacia 1860 empe-
zó a formar parte de la milicia de Piamonte,
en 1870 comenzó a trabajar con el cargo de
catedrático de la Medicina Legal en la Uni-
versidad de Turín (Villegas, 2016).
Inició sus investigaciones en un hospital
examinando el cráneo del criminal falleci-
do Giussepe Villella,3 dicha acción le gene-
ró interés en esta área, por lo que decidió
indagar en los cuerpos de otros crimina-
les. Escribió sus conclusiones en el libro
L’Uomo delinquente (Los criminales), en el que
proponía los rasgos que contribuían en la
identificación de los delincuentes según sus
aspectos faciales y craneales. Dado el im-
pacto del darwinismo en torno a las ciencias
biológicas en aquella época, se aceptaba la
teoría de que los criminales podían heredar
sus cualidades a sus descendientes, es decir,
estas personas tenían un potencial criminal
innato. Además se consideraba que estas
características eran propias de los antepasa-
dos del hombre, por lo que se creía que los
2 Propiamente, la deducción de Sherlock pertenece a la rama de la frenología y la craneometría. Información
deducida por la investigación.
3 Villela fue un condenado por robo e incendio de un molino (Costa, 2013).
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criminales innatos eran el “eslabón perdi-
do” de la cadena evolutiva (Villegas, 2016).
Este nuevo estudio fue bautizado como
“antropología criminal” (Suárez, 2000) y
si bien sus ideas no fueron bien recibidas,
eventualmente formarían parte de la Escue-
la Positiva aceptada y aplicada en el ámbito
de la medicina legal. Antes de esta, la Escue-
la Clásica limitaba bastante el papel del juez
en cuanto al procedimiento y a la condena
final de los criminales por considerarlo falto
de las facultades necesarias (Leija, 1989, pp.
25-31). En cambio, la Escuela Positiva plan-
teaba las siguientes pautas:
1) El verdadero vértice de la justicia penal es
el delincuente, autor de la infracción, pues
esta no es otra cosa que un síntoma revela-
dor en su “estado de peligro”.
2) La sanción penal, para que derive del
principio de la defensa social, debe ser pro-
porcionada y ajustada al “estado peligroso”
y no a la verdad objetiva de la infracción.
3) Todo infractor, responsable moralmente
o no, tiene una responsabilidad legal si cae
bajo el campo de la ley penal.
4) La pena tiene una eficacia muy restringi-
da, importa más la prevención que la repre-
sión de los delitos y, por tanto, las medidas
de seguridad importan más que las penas
mismas.
5) El juez tiene la facultad para establecer la
sanción en forma indeterminada.
6) El régimen penitenciario tiene por objeto
la reeducación de los infractores readapta-
bles a la vida social y la segregación de los
incorregibles; por tanto, el régimen celular
absoluto y las penas cortadas de privación
de libertad son contraproducentes; la pena
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es defensa y reducción (Carrancá, citado
por Leija, 1989, pp. 33-34).
Lo anterior nos indica que, de hecho, los
positivistas consideraban que los jueces te-
nían o debían tener, la capacidad de aplicar
sanciones correspondientes a los criminales
ya que las penas eran más para prevenir fu-
turos altercados que para darles justicia a los
criminales (Carrancá, citado por Leija, 1989,
pp. 35-36). Las teorías de Lombroso fueron
los primeros pasos para la formación de la
Escuela Positiva y, a partir de ahí, comen-
zarían a aceptarse y a crearse más teorías
relacionadas con la antropología criminal.
Los resultados fueron grandes cambios en
la medicina legal, el derecho penal, iniciati-
vas para disminuir el número de criminales,
aumento de manicomios, cárceles y correc-
cionales; viajes de expedición, entre otros,
por lo que se entiende que el impacto social
de la antropología criminal tuvo impactos
en muchos ámbitos de la sociedad (Suárez,
2000, p. 694).
Este ensayo analiza varias investigaciones
de antropólogos criminales acerca de los
requisitos que debían cumplir las personas
para ser consideradas criminales, tanto en
características físicas como psicológicas y
así, determinar cuál era el perfil de los crimi-
nales según dichos especialistas. Las pistas
las darían tanto los escritos como las accio-
nes realizadas en esa época para enfrentar a
los infractores de la ley en acción y en po-
tencia.
Las primeras teorías
Césare Beccaria se considera el padre de
la Escuela Clásica, sus estudios apoyaban el
libre albedrío de las personas y se oponía
a la pena de muerte y a los duros castigos
(Suárez, 2000, p. 112). Consideraba que “en
caso de haber una exacta y universal escala
de las penas de los delitos tendríamos una
Vuelo libre. Revista de historia. No. 6
común y probable medida de los grados de
tiranía y de libertad y en el fondo de huma-
nidad o de malicia, de todas las naciones”
(García, 2010, p. 761).
Desde 1809 ya existía la “frenología”,
impulsada por Franz Joseph Gall y Johan
Spurzheim. La teoría de ambos individuos
establecía que todas las facultades mentales
de los humanos se encontraban en determi-
nadas secciones del cerebro. La frenología
se definió como la “ciencia que estudia las
protuberancias del cráneo con la finalidad
de conocer no sólo la anatomía sino la filo-
sofía moral”. Además, las habilidades de las
personas eran proporcionales al tamaño de
su área, que en total formaban 27 facultades
diferentes (Villegas, 2016, p. 89). Ellos y sus
seguidores consideraban que en los lóbu-
los frontales se encontraba la habilidad de
razonar y pensar, mientras que las habilida-
des naturales se encontraban en los lóbulos
temporales y, según ellos, estaban más desa-
rrollados en las personas de raza blanca eu-
ropea (Suárez, 2000; Schoijet, 2009, p. 114).
Las ideas de Gall fueron estudiadas por
hombres como Paul Broca, quien afirma lo
anterior. Broca, quien continuó con los es-
tudios craneométricos, llegó a la conclusión
de que tanto los negros como las mujeres
eran inferiores en inteligencia al hombre
blanco (Schoijet, 2009, p. 116). La teoría
también fue defendida por el antropólo-
go Daniel Garrinson Brinto y el psicólogo
Stanley Hall agregó que las mujeres son más
conservadoras que los hombres por ser in-
feriores evolutivamente (Suárez, 2000, pp.
692-693). Por otra parte, Samuel Morton
escribió, entre 1839 y 1844, en Crania Ame-
ricana y Crania Aegyotiaca, donde establece la
jerarquía en cuanto al valor mental entre ra-
zas, estando los anglos y los teutones hasta
arriba y siguiéndole los judíos y los hindúes
(Schoijet, 2009, p. 115).
89
 El perfil de los criminales según...
Sin embargo, se puede decir que el pri-
mero en proponer el origen biológico como
el causante de los males había sido Erasmus
Darwin (abuelo de Charles Darwin), en cu-
yos poemas (la Economía de la Vegetación y El
Templo de la Naturaleza) se resalta su incli-
nación a la naturaleza como algo móvil, en
constante cambio y proveniente de la mate-
ria inorgánica (Ruiz, 2016). Sin duda, esto
ya encaminaba a Darwin a la formulación
de sus investigaciones.
Posteriormente, B. A. Moral, médico
francés, ya planteaba en 1857 el alcoholis-
mo y la epilepsia como degeneración here-
ditaria. Sus estudios fueron aplicados en la
psiquiatría (Schoijet, 2009, pp. 113-114). En
1859 se publicó El origen de las especies por se-
lección natural de Charles Darwin, hecho que
provocó que los antropólogos buscaran una
explicación evolutiva a los hombres y a los
seres vivos y algunos combinaron la crimo-
nología y la craneometría (Schoijet, 2009,
p. 116). Francis Galton (primo de Darwin)
ofrecería una expectativa más radical en
1869, la Eugenesia, práctica que consiste en
la búsqueda de una mejora racial para que
nazcan mejores personas (Suárez, 2005, pp.
26-27). Él consideraba que las característi-
cas de una raza estaban determinadas por
la herencia y la selección natural (Suárez,
2000, p. 691).
A partir de aquí, se puede inferir que los
estudios de frenología, que será la base de
la antropología criminal y la criminología,
giraban por un camino racista. El hecho de
que la raza negra se considerara inferior en
la cadena de la evolución fue interpretado
como un estancamiento o degeneración de
los seres humanos. Por otro lado, se veía a
los hombres blancos como los más aptos
para dirigir al mundo, por lo que fue para
4 A pesar de ello fue el antropólogo francés Pablo Topinard el primero en usar el término “Criminología”
(Leija, 1989, p. 43).
90
ellos mismos una justificación de poder.
Antes de hablar de los estudios de la antro-
pología criminal, es necesario mencionar a
Herbert Spencer, fundador del “darwinismo
social”, quien planteó la inferioridad bioló-
gica de las clases socialmente inferiores. Este
autor justificaba el orden social y el que las
razas inferiores se mantuvieran trabajando
para los burócratas capitalistas, por lo mis-
mo su obra tuvo gran aceptación (Schoijet,
2009, pp. 116-120). Otra de sus teorías es
que los hombres blancos tienen un sistema
nervioso más complejo y, por ende, más
sencillo de perturbar mientras que el de los
hombres más primitivos es casi inalterable
(Suárez, 2000, p. 693).
La criminología de Lombroso
Se considera a Césare Lombroso como
el padre de la criminología4 y la “antropolo-
gía criminal”. Siendo médico de las cárceles
de Turín, publicó en 1876 El Hombre Delin-
cuente, señalando la necesidad de estudiar a
los criminales con el fin de tomar medidas
preventivas contra ellos (Leija, 1989, pp.
35-36). Además de sus propios exámenes
en cuerpos de criminales, comparó sus in-
vestigaciones con las de otros científicos
para determinar cuáles eran los agentes
que causaban el comportamiento criminal.
Dedujo que era común entre los cerebros
de los criminales un hoyuelo en medio del
occipital y lo consideraba como una forma-
ción atávica. Citó a M. Marimo, quien ase-
guraba que sólo el 4.29% de los europeos
normales tenían ese hoyuelo, siendo menor
en ellos y un 19% en los egipcios y etrus-
cos; el autor añade que estos hoyuelos son
más comunes en los orangutanes e inexis-
tentes en los chimpancés, es decir, es más
común en los seres más primitivos.
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Sus estudios antropométricos de otras
partes del cuerpo le llevarían a concluir
que los rasgos natos más característicos de
los criminales son los siguientes: presencia
de plagiocefalia, mandíbula voluminosa,
frente fugaz, asimetría facial, nariz alinea-
da, anomalías en las orejas y anomalías en
los labios sexuales (Lombroso, 1867, pp.
10-12). Mientras que las causas psíquicas
identificables en los criminales consistían
en la infrainsensibilidad, ligereza, crueldad,
indolencia y superstición (Leija, 1989, pp.
39-40).
Está de más reiterar que Lombroso con-
sideraba que estas características eran he-
reditarias y por lo tanto quienes las tenían
eran criminales, aun cuando no hubieran
hecho nada, se identificaban como crimi-
nales potenciales, con gérmenes que podía
despertar tarde o temprano, un comporta-
miento ilegal o de locura.
Según Lombroso, también es caracterís-
tico entre ellos la falta de dolor, mayor se-
creción de úricos, olfato muy desarrollado,
gusto mínimo, dar pasos más largos con la
pierna izquierda, caligrafía consistente en
letras gruesas, gestos complejos en sus ex-
presiones y el uso de tatuajes (Lombroso,
1867). Entre las muchas otras cosas que
ideó, nos quedaremos con la “epilepsia”, la
cual está presente entre el 11% y el 33% de
los criminales. Según Lombroso, los epilép-
ticos tienden a ser más peligrosos porque a
la hora de los ataques, uno de los hemisfe-
rios del cerebro tiene cambios, provocando
menos sensibilidad que en el hombre pro-
medio (Lombroso, 1867, pp. 37-55).
Uno de los principales opositores a la
Escuela Clásica es Enrique Ferri, funda-
dor de la “Sociología Criminal” en 1881.
5 Consideraba importantes las medidas del tronco, el perímetro del pecho, el largo de los dos miembros supe-
riores, el tamaño de la mano, el pie, la huella, la forma y el tamaño del cráneo y el rostro.
6 Grupo preparado para distinguir a los criminales aplicando los estudios de la antropología criminal.
Vuelo libre. Revista de historia. No. 6
A diferencia de Lombroso, considera que
los criminales son un producto social, una
persona que se genera por un error en el
sistema de relaciones de las sociedades, y
que para eliminar con el crimen es necesa-
rio corregir los errores en la sociedad. Por
último, Rafael Garofalo explica que para
entender a los criminales hay que estudiar-
los en todos sus aspectos, tanto en los fisio-
lógicos como en los sociales (Leija, 1989,
pp. 43-47).
Otros antropólogos criminales y la
influencia de la Escuela Positiva
En México, las ideas de la antropología
criminal llegaron alrededor de los años no-
venta del siglo XIX, poco después de la
frenología. Esta última fue aceptada por
los científicos positivistas, entre ellos, Jus-
to Sierra, Rafael de Zayas Enríquez, Car-
los Díaz, Manuel Vergara y, sobre todo,
Carlos Roumagnac. Este último fue un
estudioso tanto de la frenología como de
la antropología criminal. Aplicó las ideas
de Lombroso a su libro Los Criminales en
México, donde aplicó los métodos de medi-
ción de miembros,5 además de estudiar la
historia personal de los criminales, lo que
lo llevó a tener sus propias teorías, en las
que sostenía que los hábitos de la familia y
la existencia de sustancias que alteraban el
cuerpo (Villegas, 2016) influían en el com-
portamiento criminal. Estas ideas se acep-
taron y aplicaron rápidamente.
Con un aumento creciente de los delitos
en México hacia finales del siglo XIX, en
1892 el médico Ignacio Fernández Orti-
gosa propuso la creación de un gabinete
antropométrico,6 mismo que se pondría
en la cárcel de Belem y para que se apro-
bara señaló que se podría aplicar en los
91
 El perfil de los criminales según...
criminales el sistema de Alphonse Berti-
llon, en el que, mediante la medición de la
longitud de huesos específicos, que ya no
crecían a partir de los 20 años; era posible
tener bien identificados a los criminales y
así aplicar el castigo correspondiente sin
temor a equivocarse (Villegas, 2016, pp.
99-103).
Como consecuencia, se creó en 1892 el
gabinete y hubo un cambio en el Código
Penal de 1871, en el que se le negaba la
rehabilitación a los que eran identificados
por el sistema y esto era contrario a lo que
establecía el Sistema Bertillon. En caso
de que fueran liberados, se consideraba
que pronto volverían a la cárcel (Villegas,
2016, pp. 106-108). El sistema empezó
en Estados Unidos y Perú en 1892 –en
Buenos Aires ya llevaba tres años en fun-
cionamiento-; en Brasil en 1893 y un año
después a Río de la Plata (Villegas, 2016,
p. 107).
Volviendo a México, el Departamen-
to de Prevención Social de la Secretaría
de Gobernación se crearía casi al mismo
tiempo que se inauguraba la Penitenciaría
del Distrito Federal el 29 de septiembre
de 1901 (García, 1979, p. 19), cuyo pro-
pósito esta vez era ser más fieles al siste-
ma Bertillon, creando un programa que
ayudaría a la prevención del crimen y a la
recuperación de los “enfermos” o “de-
generados” para la reincorporación a la
sociedad. Las sentencias se debían llevar
a cabo por jueces preparados como peri-
tos de la Antropología Criminal y en 1907,
José Ingenieros inauguró el primer Institu-
to de Criminología, abriéndose con meses
de diferencia el de Bélgica (García, 2010,
pp. 49-51).
Un caso más a destacar son los apor-
tes de Julio Guerrero, quien en su libro La
Génesis del Crimen en México, destaca que era
92
más partidario de creer que los problemas
sociales, culturales y geográficos eran los
causantes de la delincuencia (Guerrero,
1977, pp. 1-46), específicamente, de los
que no podían sobrevivir al ritmo de la
vida por características fisiológicas inferio-
res al resto de las personas (Villegas, 2016,
p. 94).
En España, el principal difusor de la
Escuela Positiva fue Rafael Salillas. En
1898 escribió en El delincuente español: Ham-
pa (que era un compendio teórico) que el
comportamiento ilícito se debía a una de-
generación provocada por una deficiencia
alimentaria. Esto se sumó al atavismo que
se consideraba correcto. La degeneración
formaba la parte negativa de la sociedad y
aceptaba que estas condiciones se podían
heredar (Galera, 1986, pp. 89-90). Los tra-
bajos de Salillas le valieron participar en
las actividades penitenciarias del país y el
reconocimiento del propio Lombroso.
Fundaría en 1906 la Escuela de Crimino-
logía que desapareció tras su muerte, pues
dejó atrás todo carácter científico (Galera,
1986, pp. 87-88).
El Instituto de Criminología en la Pe-
nitenciaría Nacional de Buenos Aires se
crearía en 1907 por iniciativa de José In-
genieros, quien consideraba que el Estado
debía garantizar la suficiente existencia de
personal y hospitales para los individuos
socialmente peligrosos (Suárez, 2000, pp.
695-696), contrario a lo que pensaba la
mexicana Matilde Rodríguez Cabo, quien
aseguraba que los criminales eran inco-
rregibles y que aceptar la responsabilidad
sería aceptar una carga permanente (Suá-
rez, 2000, pp. 698-699). No obstante, hay
quienes adoptarían sistemas de todo tipo
con el fin de enfrentar los asuntos de la
criminología.
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El Perfil Criminal como conclusión
Ya hemos revisado algunos de los más
importantes aportes de los antropólogos
criminales, sus teorías y sus efectos en al-
gunas partes del mundo. En el periodo que
comprende de 1876 (con Lombroso) hasta
1953 (con el descubrimiento de la estruc-
tura del ADN) se tomaron las teorías de la
frenología y criminología como verdades
absolutas y durante esos años se fundaron
instituciones, hospitales, manicomios y pri-
siones; se llevaron a cabo diversos métodos
de eliminación de los indeseables, que iban
desde las prácticas de eugenesia, esteriliza-
ciones masivas e incluso, la eliminación de
miembros o procesos de lobotomía. Tam-
bién hubo modificaciones en las leyes y en
los códigos penales, así como acciones de
los científicos de la escuela positivista que
tuvieron papeles importantes en todo lo re-
ferido al crimen. He ahí la importancia de
estudiar su historia: por su impacto social.
Sin embargo, el propósito del ensayo es
en esta ocasión presentar un perfil criminal
que los antropólogos criminales considera-
ban como característica de los que quebran-
taban la ley. Según hemos visto, las personas
con mayor riesgo para ser acusadas tenían
características que los podían llegar a los si-
guientes extremos:
- Una mujer joven de raza negra o indí-
gena con una mandíbula voluminosa, una
frente fugaz, asimetría facial y nariz alineada,
tuvo que tener muchos problemas familia-
res cuando era niña, con padres o ancestros
con características similares o un historial
criminal. Su carácter tiene que ser frío, inse-
guro, molesto e insensible. Consume drogas
o algún otro estimulante, descompensado
aún más con una mala alimentación. Usa ta-
tuajes y recalca mucho las letras, tiene algu-
nos sentidos más agudos que la población
promedio y seguramente tendrá ataques de
Vuelo libre. Revista de historia. No. 6
epilepsia. Al examinarla, se identificarán los
lóbulos temporales más desarrollados que
los frontales y se encontrarán, entre otras
cosas, un hoyuelo en medio del occipital.
En caso de tener alguna de las caracte-
rísticas anteriores, era sencillo considerar a
alguien como criminal innato o potencial y
era procesado antes de enviarse a la cárcel,
y muchos de esos grupos padecieron pro-
cesos penales. Ciertamente se sabe que la
frenología o la craneometría son estudios
pseudocientíficos y actualmente se ha apos-
tado más a estudiar los genes, pero la antro-
pología criminal tuvo serios impactos en la
sociedad, por lo que es importante estudiar-
la más a fondo.
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