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La autora
Victoria Cardona, educadora familiar, es la autora. La inquietud
en el campo de la educación la llevó a adentrarse muy pronto en
estas aguas, en las que todavía continúa inmersa. La amplia
formación académica en el mundo de la educación y la
pedagogía la ha aplicado, primordialmente, en dos ámbitos: la
política - ha sido consejera municipal, primero de educación y
después de sanidad, por el distrito barcelonés de Sarrià-Sant
Gervasi - y la propia vida personal, ya que es madre de seis hijos
y abuela. Mujer activa, vital y dinámica practica la vocación de
dar a conocer y difundir todo aquello que ha sintetizado personal
y profesionalmente. Destacar en este sentido que actualmente colabora con la Fundación
Pro Vida, imparte actividades formativas para transmitir valores humanos a las adolescentes
en el Club Juvenil Llar, es moderadora de las sesiones de Cursos para padres de la
asociación familiar FERT y tiene también una larga trayectoria de participaciones en radio y
televisión. Hoy en día se la puede escuchar en Radio Estel, donde habla de temas educativos
y comenta mensualmente el Evangelio. También participa en el Programa "Temps de
Família" (Tiempo de Familia), organizado por el Departament de Benestar i Família
(Departamento de Bienestar y Familia) de la Generalitat de Cataluña, dando conferencias,
sobre valores educativos en escuelas, para padres y madres de Cataluña.
Empezamos este Curso de Formación para Padres con unos comentarios generales sobre
educación. Lo más importante será recordar que los hijos se educan, sobre todo, por nuestra
actitud y por nuestro testimonio. Seguramente no nos damos cuenta pero, cuando realmente
lo hacemos bien, es cuando conociendo nuestras limitaciones, nos esforzamos por mejorar
luchando contra nuestros defectos con serenidad y optimismo. También, cuando padre y
madre procuramos mantener vivo nuestro amor.
Dice un autor francés: ´´Todo amor nace inocente, frágil, débil, vulnerable, es nuestra
fidelidad la que tiene que protegerlo y llevarlo a cuestas como a un niño´´. Esta fidelidad será
un compromiso que nos llevará a la felicidad. El amor está en la generosidad y el olvido
personal, ponerse entre paréntesis para hacer feliz al otro. Por ello, cuidar los detalles de
afecto, de comprensión, de pasar por alto cosas que nos molestan, no acumular reproches,
etc..., es demostrar con obras nuestro amor y es una buena base para dar ejemplo de amor a
nuestros hijos.
Sería loable crear un buen clima de confianza donde la comunicación estuviera presente.
Muchos problemas familiares provienen de la falta de comunicación. Saber escuchar. Saber
dialogar. Saber preguntar. Saber esperar y dedicar tiempo a la vida de familia ayudan a
mantener al día el amor matrimonial y también la amistad con los hijos.
Toda persona quiere sentirse aceptada, valorada y querida. Daremos seguridad a nuestros
hijos si valoramos todo lo que hacen bien. Si somos comprensivos con sus cambios de
humor; en la adolescencia, por ejemplo, les enseñaremos a aceptarse, base de la autoestima
personal.
Reflexionaremos en estos comentarios sobre los temas más importantes para que los hijos
alcancen una personalidad madura. De la misma manera que el objetivo de la educación es
la madurez humana y espiritual, la finalidad de la educación afectiva es la madurez en el
amor.
Ocuparse de desarrollar la vida sobrenatural de los hijos para que crezcan armónicamente
hace que recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: ´´Los padres, tanto con la palabra
como con el ejemplo, tienen que ser para sus hijos los primeros educadores de la fe´´.
En un mundo donde cualquier ´´famoso´´ puede decirnos la tontería más grande, nos
ocuparemos de educar la sensibilidad. Tenemos mucho por contemplar, desde la obra de la
Creación a tantas manifestaciones artísticas, donde aprenderán a ser personas más
cultivadas.
No podemos olvidar la influencia del ambiente social en la juventud y estudiaremos la forma
de contrarrestar todos los ´´ismos ´ - materialismo, consumismo, relativismo, individualismo,
etc. - y buscaremos formas prácticas para fortalecer nuestra tarea educadora. También
valoraremos el estudio.
Profundizaremos en el papel de los abuelos, con mucho relieve en los tiempos actuales, y
recordaremos que la familia es la escuela de valores donde se forman por contagio todos los
que la integran.
El conocimiento del carácter de cada hijo y su desarrollo, según su edad y sus etapas de
evolución, son imprescindibles a la hora de extraer al máximo las posibilidades de cada uno.
Todos son diferentes y los tenemos que tratar de forma distinta. A un hijo tímido, por
ejemplo, no podemos decirle “no te sale la palabra de la boca”, ni a un despilfarrador le
diremos: “eres generoso”.
Hemos de fijarnos en los valores esenciales de la persona, lo que es, más que fijarnos sólo
en lo que tiene. Un ejemplo: las calificaciones escolares. Si procuramos valorar más el
esfuerzo que las notas, obtendremos de nuestros hijos mejores resultados.
Para mantener unas buenas relaciones familiares hemos de considerar a nuestros hijos
personas únicas, irrepetibles, con posibilidades y limitaciones. Nuestra aceptación será
permanente, incondicional y total. Al aceptar plenamente a nuestro hijo, sabrá que es querido
y valorado, base de su auto estima personal.
Tenemos dos facultades: la inteligencia, que nos hace conocer la verdad, y la voluntad, que
permite querer libremente aquello que la inteligencia nos presenta como bueno. Amamos
con estas dos facultades, si bien para vivir el amor matrimonial seremos, en palabras del
Evangelio, "dos en una sola carne", abiertos al gran don de la vida, cooperadores de Dios. El
hijo es la síntesis del amor del padre y de la madre.
"Es el amor, en primer lugar, plenamente humano, es decir, al mismo tiempo sensible
y espiritual. No es pues simple manifestación de instinto y de sentimiento, sino
también, y principalmente, acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a
crecer en las alegrias y dolores de la vida cotidiana, de modo que los esposos lleguen
a ser un solo corazón y una sola alma, y alcancen juntos su perfección humana".
Los padres somos los responsables de dar información sexual a nuestros hijos de
forma gradual, individual, clara, positiva y respetuosa. Siempre estaremos atentos a las
influencias recibidas sobre sexualidad en el ambiente que frecuentan, para clarificar las que
sean erróneas. En este aspecto de la educación es mejor adelantarse en las explicaciones
que llegar tarde.
Por tanto, todo lo que sea dar oportunidades a los hijos para pensar en los demás; no
centrarse en ellos, ilusionarles en grandes ideales (podrían ser bibliotecas ambulantes, pero
sin ideales no serían nada); tener dominio personal (que no es represión); incrementar las
virtudes humanas: sinceridad, fortaleza, sobriedad, etc... Todo esto será educar para el
amor.Pués en el amor se es feliz cuando se va a dar y no a buscar.
Vienen bien aquí para terminar aquellos versos de Antonio Machado: "Moneda que está en
la mano quizás se deba guardar, la monedita del ama se pierde si no se da"
Educar en la libertad
Es fomentar más autonomía y más responsabilidad en quien se educa. Respecto a la
autonomía es importante conseguir: Que tengan iniciativas. Que sepan elegir. Que sean
consecuentes. Recuerdo la anécdota de aquel niño pequeño a quien preguntaban la
definición de jersey y contestaba: "prenda que nos ponemos cuando la abuelita tiene frío".
También es bueno que por decidir corran el riesgo de equivocarse, ya que "la experiencia es
la madre de la ciencia".
Autoridad
Para desarrollar la libertad de los hijos, los padres hemos de llevar a término una autoridad
valiente y prudente. Esta autoridad ha de estar sujeta al espíritu de servicio y avalada por el
prestigio personal. No podemos decir, por ejemplo: "Tengo ganas de acertar una quiniela
para no pegar golpe". Y exigir que nuestros hijos estudien.
Los padres hemos de tener autoridad, también, para ayudar a educar la voluntad de los hijos
para que aprendan a hacer buenas obras. La obediencia del hijo se ha de alcanzar no por
autoritarismo ni por sobre proteccionismo sino por amor. Por esto, la flexibilidad, ser
capaces de rectificar, de cambiar de opinión, conocer el porqué del comportamiento del hijo
en un momento determinado y valorar lo que es importante siempre, permanentemente, o
aquello que solo es importante temporalmente, nos ayudará a la comprensión y a vivir un
clima positivo y de confianza que facilitará el ejercicio de una buena autoridad.
Educar la libertad de nuestros hijos será conocer sus posibilidades reales, enseñar a
observar y razonar, nunca imponer, sino que entiendan cual es la conducta adecuada en
cada momento. Todo esto dando testimonio, ya que los padres somos el espejo de
convicciones firmes para ayudar a la responsabilidad personal y a la felicidad de los hijos,
que con su entendimiento, reconocerán lo que es bueno y con su voluntad lo llevarán a buen
término.
El contenido de los mensajes está normalmente animado por una ideología hedonista, en la
cual, la única norma de conducta es buscar solamente el placer. El hombre se ha de mover
exclusivamente por aquellas cosas que le resulten agradables y útiles. Por impulsos
primarios: comer, afirmación personal, sexo. El ideal es el confort, medida de la felicidad, y un
excesivo sentimentalismo que se aplican a la vida diaria como si fuesen lo mejor.
Ante este panorama los padres hemos de buscar soluciones por la influencia negativa que
pueden recibir nuestros hijos. Por tanto, conviene dar criterio con el fin de educar su
capacidad crítica y enseñarles a distinguir y a elegir.
Hay que dar un tiempo de calidad a nuestros hijos, con cantidad de horas. Es importante
saber qué piensan y qué les influye más. Discernir y observar. Así, por ejemplo, viendo juntos
películas o programas de entretenimiento, haciendo comentarios y preguntas, con-
seguiremos un clima de confianza que favorecerá el conocimiento y la comunicación. Los
adolescentes, que por su edad son muy impresionables, también son muy idealistas, por lo
tanto, no nos costará mucho que entiendan la prioridad de la persona sobre las cosas; de la
ética sobre la ciencia; del espíritu sobre la materia.
Como usuarios y receptores de los ´´mass media´´, hemos de hacer sentir nuestra voz para
que lo que se ofrezca sea realmente un elemento de cultura y ayude a la mejora personal.
Enseñar a nuestros hijos a pulsar el botón, sabiendo escoger lo más conveniente. También,
los padres buscaremos con imaginación otras alternativas para ocuparles el tiempo libre,
que sean más educativas y, a la vez, nos ayuden a conocer más a nuestros hijos, a
divertirnos y a pasarlo bien juntos.
1.- Nuestro hijo o hija ha de tener voluntad para estudiar. Crear hábitos y motivaciones para
conseguirlo será lo mejor. Los horarios son fundamentales. El ambiente familiar de calma y
serenidad influyen favorablemente. No podemos los padres obsesionarnos con las
calificaciones. No podemos estar sólo preocupados por las ´´notas´´, sino valorar el esfuerzo
personal más que los resultados. Todos conocemos padres, con pocos estudios, pero que
interesados por los trabajos escolares consiguen que sus hijos aprendan. Dice A. Le Gall: ´´El
alumno debe encontrar siempre en su familia, no una vigilancia exigente y que repare en todo
lo correspondiente al trabajo escolar, sino un ambiente optimista y atento que anima y vigila
al mismo tiempo´´.
2.- Procurar un espacio adecuado, con buena iluminación y sin ruidos para facilitar la
concentración. Se trata de controlar la imaginación para que entienda lo que ha de estudiar.
Así sabrá hacer un resumen y tener capacidad de síntesis para retener toda la materia que
debe aprenderse. Escribe W. A. Kelly: ´´El estudio es el esfuerzo que pone el entendimiento,
aplicándolo a conocer alguna cosa y, en especial, trabajo empleado en aprender alguna
ciencia o arte´´.
3.- Saber memorizar. En este aspecto los padres, sean del nivel cultural que sean, pueden
colaborar preguntando la materia que se ha de aprender. Hemos de ayudar a reflexionar. No
es lo mismo, por ejemplo, saber un poema de memoria, que recordarlo y extraer
conclusiones sobre su significado.
4.- Todo lo que sea fomentar el espíritu de laboriosidad en nuestros hijos con nuestro
testimonio será la mejor herramienta para adquirir responsabilidad en el estudio. Dando
ejemplo de orden en nuestro trabajo y de curiosidad por la cultura y los hechos sociales,
nuestros hijos nos imitarán. Para finalizar, recordar que la elección de un centro educativo,
que tenga el ideario adecuado a los valores que queremos transmitir en nuestra familia es
primordial. A este respecto, transcribo un punto del ideario de un centro: ´´En nuestro centro
educativo se cultivan las habilidades de pensamiento y de reflexión para que los alumnos
sean más rigurosos en su trabajo, más críticos en su pensamiento y más justos en sus
juicios´´
Tema 8: Educación en la fe
La decisión de Francisco de instituir el ministerio laico del catequista, que sigue a la apertura a las mujeres de
los ministerios de acólito y lector, se coloca en la vía ya intuida por el Papa Pacelli: especialmente en nuestro
tiempo, la tarea de testimoniar y transmitir la fe a las nuevas generaciones es una tarea de "los padres y madres
de familia". Ya a lo largo de los siglos y todavía hoy en varios países, ante la falta de sacerdotes, la fe se ha
mantenido viva gracias a los padres y madres, y a los catequistas que han dedicado y a menudo sacrificado su
vida por ello. Sin embargo, hoy en día, la participación, el reconocimiento y la plena valoración de los laicos es
una urgencia y a menudo una necesidad en las sociedades secularizadas.
El Motu Proprio Antiquum Ministerium toma como punto de partida el Decreto Conciliar Ad Gentes en el que los
Padres del Vaticano II afirmaban: "Digna de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra de las
misiones entre los gentiles, es decir, los catequistas, hombres y mujeres, que llenos de espíritu apostólico,
prestan con grandes sacrificios una ayuda singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la
Iglesia. En nuestros días, el oficio de los catequistas tiene unaimportancia extraordinaria porque resultan
escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para ejercer el ministerio pastoral”. Esta conciencia
creció en los años siguientes y culminó en la Carta Apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI.
La institución de nuevos ministerios laicos para responder a las nuevas necesidades también se discutió en el
reciente Sínodo sobre la Amazonia, recordando en particular el Motu proprio Ministeria quaedam, el documento
con el que el Papa Montini en 1972 reformó los ministerios en la Iglesia. En la perspectiva surgida del Concilio,
de los Sínodos, subrayada en el Magisterio de los Sucesores de Pedro y, en particular, hoy por el actual Obispo
de Roma, los laicos no están llamados, por tanto, a realizar sólo una labor de sustitución porque falten
vocaciones al sacerdocio. No se trata de una sustitución, sino de una acción, implicación y corresponsabilidad
plenas y reconocidas: su presencia es verdaderamente necesaria para que la Iglesia sea comunión y misionera.
La institución de un ministerio por parte de la Iglesia pone de manifiesto que la persona investida de ese
carisma realiza un auténtico servicio eclesial a la comunidad cristiana para el crecimiento de su vida y para su
testimonio de fe. Por tanto, la institución de un ministerio laico no pretende "clericalizar" al laico. Es de esperar
que este nuevo paso contribuya a contrarrestar ese retorno del clericalismo tantas veces denunciado
públicamente por Francisco que, recordando a menudo el papel del santo pueblo de Dios, el papel de las
abuelas y de las madres en la transmisión de la fe, actualiza las palabras de Pío XII sobre los "padres y madres
de familia, padrinos y madrinas de bautismo" llamados a expandir el "reino del divin Redentor"
Los hijos no han sido otorgados a los padres como un regalo del que se pueda disponer como les
plazca. Los hijos les han sido confiados y si se pierden por negligencia, los padres deberán rendir
cuentas a Dios.
Un Padre de la Iglesia dijo que en el día del juicio los padres tendrán que rendir cuentas por todos los
pecados de sus hijos: se entiende que de los derivados de una mala o incompleta formación, pues
hay casos excepcionales de hijos muy bien educados que, a pesar de ello, viven como si no hubiesen
tenido buena formación religiosa). Así es que aquel que enseña a su hijo a vivir en el bien, tendrá
una feliz y tranquila muerte. El que instruye a su hijo… cuando llegue la muerte no sentirá pena,
porque deja a los suyos un defensor frente a sus enemigos. (Eclesiástico 30, 3, 5) Y podrá salvar su
alma por medio de sus hijos, es decir, por la formación virtuosa que les dio. (La mujer) “Se salvará
mediante su maternidad”. (1Tim. 2:15)
Por otro lado, una difícil y triste muerte tendrán aquellos quienes solamente trabajaron para
incrementar sus posesiones o multiplicar los honores familiares, o aquellos que sólo trabajaron para
dejar a sus hijos comodidad y placeres y no les procuraron valores morales. San Pablo dice que
aquellos padres son peores que infieles. Quien no se preocupa de lo suyo, principalmente de los de
su casa, ha renegado de la Fe, y es peor que un infiel. (1Tim.5: 8).
Aunque los padres lleven una vida de piedad y continua oración, y comunión diaria, se condenan si
por negligencia descuidan la educación de sus hijos. San Alfonso hace hincapié en la educación
moral de los hijos como un deber esencial. Un descuido en esto es de una gravedad extrema que
puede comprometer nuestra salvación. Una omisión en este sentido deberá ser confesada y
reparada en la mayor medida posible, buscando resarcir el daño causado por medio de los consejos,
el ejemplo y la oración por los hijos, para que alcancemos el perdón de Dios por tan grave daño).
Si todos los padres cumplieran con su deber de vigilar la formación de sus hijos, tendríamos muy
pocos crímenes. Por la mala educación que los padres dan a su descendencia, hacen que sus hijos,
dice San Juan Crisóstomo, caigan en graves vicios; y los entregan así al verdugo.
Aquellos que ven a sus hijos con malas compañías y en riñas, y en lugar de corregirles y castigarles,
les toman compasión y dicen: “¿Qué puedo hacer? Son jóvenes, esperemos que cuando maduren se
alejen de ello”. ¡Qué palabras tan débiles, qué educación tan cruel! ¿En verdad, esperan que cuando
los hijos maduren lleguen a ser santos? Escuchad lo que Salomón dice: Mostrad al niño el camino
que debe seguir, y se mantendrá en él aun en la vejez. (Prov. 22:6) Sus huesos, dice el santo Job, se
llenarán con los vicios de su juventud, y dormirán con él en el polvo. (Job.20:11)
Cuando una persona joven ha vivido con malos hábitos, los llevará a la tumba. Las impurezas,
blasfemias y odios, a los que se acostumbró en su juventud, lo acompañarán hasta la tumba, y
dormirán con él hasta que sus huesos sean reducidos a cenizas.
Corrige a tu hijo mientras haya esperanza; si no, tu serás el responsable de su muerte (Prov. 19:18) Es
muy sencillo, cuando son pequeños, entrenar a los hijos en la virtud, pero cuando llegan a la madurez,
es igual de difícil corregirles, si han adoptado los hábitos del vicio.
El Papa Pacelli decía: especialmente en nuestro tiempo, la tarea de testimoniar y transmitir la fe a las
nuevas generaciones es una tarea de "los padres y madres de familia". Ya a lo largo de los siglos y
todavía hoy en varios países, ante la falta de sacerdotes, la fe se ha mantenido viva gracias a los
padres y madres, y a los catequistas que han dedicado y a menudo sacrificado su vida por ello. Sin
embargo, hoy en día, la participación, el reconocimiento y la plena valoración de los laicos es una
urgencia y a menudo una necesidad en las sociedades secularizadas.