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Con la llegada del siglo XIV los artistas comienzan a reivindicar ciertos
privilegios para una profesión que ellos consideran liberal –las profesiones
liberales eran aquellas asociadas al conocimiento intelectual y no a la
realización mecánica o manual-, adquieren mayor protagonismo los
comitentes, los mecenas y el sistema gremial siendo indispensable el estudio
del desnudo anatómico para llegar a ser un maestro. El acceso a este sistema
resulta imposible para las mujeres; si en esta época alguna de ellas logra
formarse en las artes plásticas –algunos ejemplos pudieran ser Lavinia
Fontana o Artemisia Gentilesch– es por su vinculación con algún taller
familiar quizás de su esposo o padre, de otro modo resultaba imposible.
En la época romancista el papel de la mujer comenzó a tener cierto
protagonismo, entre las clases adineradas se hacía indispensable el estudio de
las artes plásticas por lo que un buen número de mujeres se dedicó a la
docencia. Con todo el papel femenino seguía discriminado ante los varones,
ellas apenas pudieron acceder a la formación oficial que ofrecían las Academias
y en los escasos casos en los que sí lo hacían tenían vetadas las asignaturas de
estudio al natural. En consecuencia, una vez más, no pudieron desarrollar
aquellos formatos más prestigiosos como la pintura de historia, por ejemplo, y
su presencia en los Salones oficiales o grandes premios fue prácticamente
inexistente.