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Contreras Tomo I
Contreras Tomo I
COMERCIAL
CUARTA EDICIÓN
OSVALDO CONTRERAS
STRAUCH
Prólogo a la cuarta edición
Pero fuera de estos cambios, y otros de menor relevancia, que obedecen a otras
modificaciones legales o a las adecuaciones que las mencionadas anteriormente hacen
necesarias, en la presente edición aparece como novedad la introducción de algunas
citas a pie de página, cuya única finalidad es hacer referencia a la jurisprudencia que
nos ha parecido de mayor relevancia y utilidad para el lector. Deberá entenderse que la
razón por la cual no hay notas en materia de seguro e insolvencia, se origina en que los
cambios a dichas normativas fueron tan considerables, que no pareció prudente
incorporar jurisprudencia emanada de conflictos surgidos bajo la vigencia de la
legislación anterior.
Finalmente, en esta edición, por primera vez, la obra incluye textos que son producto
de la colaboración de terceros. Es el caso del análisis de la nueva Ley de Insolvencia y
Reemprendimiento, que es obra del Profesor Luis Felipe Castañeda, que participó en la
elaboración del anteproyecto de ley que le dio origen. La explicación de los textos
relativos a la constitución simplificada de sociedades y a la libre competencia, cuyo autor
es el Profesor Fernando Araya Yasma. En tanto que la exposición de las nuevas normas
de protección del consumidor de productos financieros y la introducción de las citas de
jurisprudencia, corresponde a la Profesora Ayudante Daniella Müller Fabbri, quien
también colaboró activamente en la revisión general del texto final de la obra. A todos
ellos vayan nuestros más expresivos agradecimientos.
La obra está estructurada en dos Tomos, cada uno de los cuales cuenta con su propio
Índice Sistemático, en tanto que hay un solo Índice por Voces para toda la obra, al final
del Tomo II. La obra está subdividida, además, en Partes (cinco), Capítulos correlativos
(del I al LXXV), Secciones y Párrafos, estos últimos también numerados
correlativamente desde el Nº 1 hasta el último, el Nº 1089.
El Derecho Comercial es una rama del derecho privado que estudia el conjunto de
principios y normas que regulan los actos y contratos mercantiles y los derechos y
obligaciones de los comerciantes.
El objeto principal de esta rama del derecho es el comercio, el cual, a su vez, es una
de las más importantes actividades económicas, por lo que el Derecho Comercial está
muy relacionado con las instituciones de Derecho Económico.
Pero es, también, una rama del derecho privado muy ligada al Derecho Civil. De
hecho, el artículo 2º del Código de Comercio se remite al Código Civil de modo expreso,
para que éste sirva a los fines de complementar las normas de aquél.
Esos actos son los llamados "actos de comercio", y la legislación que los rige es
especial porque tanto los actos mismos como quienes los ejecutan habitualmente —los
comerciantes— constituyen el objeto y los sujetos de una actividad económica
profesional con características propias y definidas: el comercio.
Siendo el comercio el objeto del Derecho Comercial, empezaremos con algunas ideas
generales en relación a él.
2. El comercio
El comercio es tan antiguo como la historia del hombre, desde que éste comenzó a
vivir en sociedad.
Podríamos decir que comercio es la actividad económica que realiza el hombre con
el objeto de obtener beneficios por medio del cambio, circulación, transporte o
transformación de los productos de la naturaleza o de la industria, y de la prestación de
servicios.
Por su parte, el lucro excluye del comercio a los actos ejecutados por mera liberalidad
o beneficencia.
Por lo tanto, el acto mercantil debe ser ejecutado bajo el supuesto de que reporta una
ganancia para quien lo ejecuta, aun cuando dicha ganancia realmente no se produzca,
porque la actividad comercial se presume tácitamente hecha con un afán de lucro, que
es lo que mueve a las partes, al menos a una de ellas, a efectuar el intercambio.
3. El comerciante
Lo que diferencia sustancialmente el concepto jurídico del comercio del que tiene la
Economía Política sobre él, es que aquél es más amplio que el de ésta.
Es por eso que, atendiendo a esta amplitud mal delimitada por nuestro legislador, que
ha rehuido definir lo que debe entenderse por comercio, los autores vacilan antes de
emitir un concepto, y si lo hacen, no pueden ponerse de acuerdo entre ellos acerca de
su alcance.
Ya hemos dicho que algunos de ellos atienden, al definirlo, sólo al papel que en la
economía desempeña el comercio, en tanto que otros se basan exclusivamente en el
concepto jurídico que hemos enunciado. Hay también quienes optan por una fórmula de
transacción y atienden a ambos elementos.
Por lo demás, según Lyon Caen et Renault, "se ha ensayado a menudo dar una
definición científica del comercio y todas las veces se ha abandonado; lo que se
comprende si se tiene en cuenta la infinidad de formas variadas que él asume. La
definición no tiene, por lo demás, gran interés, si se busca, como debe hacerse aquí, no
una noción teórica, sino una noción legal".
Y concluye: "Una definición general tiene el peligro de ser a la vez o muy restrictiva o
muy amplia. Es preciso decir que el comercio en el sentido jurídico y legal corresponde
más o menos a la industria manufacturera y a la industria comercial; el comercio consiste
en el conjunto de operaciones que tienen por objeto obtener beneficios, especulando
sobre la transformación, transporte o cambio de las materias primas".
Otros, en cambio, hacen una advertencia sobre la diversidad entre el concepto jurídico
del comercio y aquel que contempla la economía política, diciendo: "debe advertirse que
si en el significado económico basta para que haya circulación, es decir comercio, que
el productor haga pasar directamente sus propios productos al consumidor, porque se
efectúa siempre un cambio o un transporte; en el sentido jurídico no hay comercio,
generalmente, sino cuando una persona toma una cosa del productor para consignarla
o transferirla a otra persona, es decir a un consumidor, tal como él mismo la recibió o
después de haber realizado en ella algún trabajo industrial" (Vidari).
Así aparece de algunos artículos del Código Civil, como en el art. 1464, que,
refiriéndose al objeto ilícito, dice que lo hay en la enajenación de las cosas que no están
en el comercio, lo que debe entenderse en el sentido que sobre dichas cosas no puede
recaer acto jurídico alguno, pues no están dentro del tráfico humano.
Por eso mismo, ese Código dice que no sólo las cosas que existen pueden ser objeto
de una declaración de voluntad, sino las que se espera que existan, pero que, en ambos
casos, es menester que "sean comerciables", es decir, que puedan recaer sobre ellas
las mencionadas declaraciones de voluntad. Y entre otras cosas que no están en el
comercio, en el sentido que estamos viendo, podemos mencionar las "cosas que la
naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres, como la alta mar" y "las cosas que
han sido consagradas al culto divino", pues no son susceptibles de apropiación humana
y, por consiguiente, no son objeto de acto jurídico alguno.
Por lo tanto, en el campo del Derecho Comercial deberemos concluir que nuestra
legislación positiva tiene de esa actividad un concepto eminentemente legalista y que,
de acuerdo con ella, debe entenderse por comercio el tráfico de los actos que el Código
de Comercio señala como mercantiles. En efecto, son múltiples las sentencias en que
se ha declarado que los actos que este Código no reglamenta ni menciona no pueden
calificarse como mercantiles.
I. Según el objeto.
a) Por las operaciones que realiza. En este grupo quedan comprendidas todas la
convenciones mercantiles regidas por el Código de Comercio, pues se comprende la
compraventa, la comisión, el transporte, la banca, los seguros, el cambio, el depósito,
las cauciones mercantiles, etc.
b) Por las materias sobre que recae. En este sentido el comercio puede dividirse en
comercio de alimentos, de tejidos, de materiales de construcción, de objetos de adorno,
de dinero, de valores, etc.
— El comercio por agua, que es el que se hace por el mar, canales, lagos y ríos
navegables. El comercio marítimo tiene, en la gran mayoría de las naciones, una
legislación especial, en lo que se refiere al contrato de transporte, y en cambio el de
canales, lagos o ríos navegables se asimila, salvo pequeñas reglas especiales, al
comercio terrestre.
Al mismo tiempo, el comercio marítimo se divide en comercio de cabotaje, que se
hace entre puertos de un mismo país, y el de gran navegación o de altura, que se hace
entre puertos de naciones distintas.
— El comercio aéreo, nacido con el progreso de esta rama del transporte, es, como
su nombre lo dice, el que se hace utilizando la vía del aire. Las legislaciones positivas
tienen pocas reglas especiales sobre él y en la mayoría lo someten, en lo no legislado,
a las reglas del comercio terrestre, aunque en lo referente al transporte y sus contratos
derivados debería estar más en relación con las reglas del comercio marítimo.
Actualmente en nuestro país está regido, básicamente, por las normas del Código
Aeronáutico.
Por otra parte, en nuestra legislación esta diferencia sólo se hace sentir en lo que se
refiere a la obligación del comerciante al por mayor de llevar varios libros de
contabilidad, en tanto que el comerciante al por menor sólo lleva un libro, diferencia que
tampoco es muy sustantiva, porque, en materia de libros de contabilidad, el Código de
Comercio está fuertemente modificado y/o complementado por las normas tributarias.
Por lo demás, en nuestro derecho no tiene otra importancia que la que se deduce de
la aplicación de las disposiciones de la prescripción.
En este caso, rige para las obligaciones relativas al precio emanadas de las ventas al
menudeo la prescripción de un año contenida en el artículo 2522 del Código Civil, en
tanto que las obligaciones comerciales ordinarias se rigen por la prescripción de cuatro
años que consagra el artículo 822 del Código de Comercio, salvo en los casos en que
la misma ley señale un plazo especial.
Para nuestro estudio tiene poca importancia la clasificación que se hace del comercio
en comercio libre y de monopolio, porque no existen actualmente ejemplos de este
último, que es "el que se hace por una persona o compañía solamente, excluyendo a
las demás, sin que nadie, por lo tanto, pueda hacerle la competencia". Cuando esta
ventaja proviene de la ley, llámese estanco, respecto de los Gobiernos, y privilegio
respecto de los particulares.
VI. Por último, el comercio puede ser lícito e ilícito, siendo de esta última naturaleza
cuando se hace infringiendo las leyes, como en el caso del comercio de drogas, de
armas, de blancas y el contrabando. Es ocioso recalcar que la ley no se refiere al
comercio ilícito sino para sancionarlo.
Cualquiera que sea la naturaleza del comercio, no cambia por estos detalles. Hecha
abstracción de las disciplinas particulares que son propias a una u otra especie de
comercio, la ley comercial es aplicable en su generalidad a cualquiera rama del
comercio: tanto al que ejercita el comercio al por mayor como al por menor, tanto al
comercio de compraventa como al de transporte, comisión, depósito, etc.
Es por ello que podríamos afirmar que las clasificaciones del comercio no tienen
mucha importancia desde el punto de vista jurídico, interesando más su conocimiento a
los economistas.
Guyenot lo define como "la parte del derecho privado que rige las operaciones
jurídicas efectuadas por los comerciantes entre sí y con sus clientes". Agrega que "en
ese sentido limitado, el Derecho Comercial es el conjunto de normas que se aplican a
los actos de comercio, sin tener en cuenta la persona de su autor". Y termina por
expresar que "en un sentido más amplio y también más actual, puede definirse como la
parte del derecho a que se encuentran sometidas las operaciones jurídicas de comercio,
así como quienes las efectúan a título profesional".
Para Cesare Vivante, la "materia comercial comprende las personas y los negocios
que hacen pasar las mercancías de quien las produce a quien las consume y que
provocan con ello una subida del precio. Dichas personas tienen el nombre jurídico de
comerciantes y los negocios el nombre jurídico de actos de comercio".
Ripert lo define como la "parte del derecho privado que regula las operaciones
jurídicas hechas por los comerciantes, ya sea entre ellos, ya sea con sus clientes. Estas
operaciones se refieren al ejercicio del comercio y por esta razón se denominan actos
de comercio. Pero teniendo en cuenta que accidentalmente uno de esos actos puede
ser ejecutado por una persona que no sea comerciante, el Derecho Comercial regula
también estos actos sin considerar a la persona de su autor".
Rodrigo Uría, sosteniendo que en la época actual no hay mayores dificultades para
volver a afirmar, como en un principio, que el comercio ha sido siempre una actividad
profesional y el Derecho Mercantil ha nacido para ordenar esa actividad, sostiene que
el Derecho Mercantil es el "Derecho ordenador de la actividad económica constitutiva
de empresa o, para ser más precisos, derecho ordenador de la organización y de la
actividad profesional de los empresarios del mercado". Proyectándolo hacia el futuro,
Uría ve una creciente relación entre el derecho mercantil y el Derecho Económico, sin
que el primero invada al segundo. A su juicio, el Derecho Económico tenderá a ser "a
modo de un Derecho Constitucional de la Economía, el que regule la intervención del
Estado en el terreno económico, ordenando toda la actividad de ese carácter dentro de
un sistema jurídico superior. El derecho mercantil será, por el contrario, el derecho
privado de la actividad económica desarrollada por los empresarios en el mercado".
Adhiriendo a esta tesis moderna, Broseta Pont señala que el derecho mercantil sería
"el ordenamiento privado propio de los empresarios y de su estatuto, así como de la
actividad externa que éstos realizan por medio de una empresa", agregando que de allí
surge que "nuestra disciplina tiende a contener todo el derecho privado que regula la
actividad económica de los empresarios con otros empresarios y con los consumidores,
que son quienes con ellos contratan".
Fernando Sánchez Calero, en la misma línea, lo define como "la parte del Derecho
Privado que comprende el conjunto de normas jurídicas relativas a los empresarios y a
los actos que surgen en el ejercicio de su actividad económica".
Así, Karsten Schmidt lo define simplemente como "el derecho privado especial de los
comerciantes".
En Chile, Palma lo define como el "conjunto de principios que rigen los actos de
comercio y la capacidad, derechos y deberes de las personas que hacen de su ejercicio
su profesión habitual".
Para nosotros, tratando por un lado de sintetizar y por otro de cubrir las dos vertientes
de este Derecho, los actos de comercio y quienes los ejecutan habitualmente, el
Derecho Comercial es, simplemente, el conjunto de principios y normas relativas a los
actos, contratos y operaciones mercantiles y aquellas que se refieren a la naturaleza y
ejercicio de la actividad de los comerciantes.
La naturaleza propia del Derecho Comercial hace que deba ser considerado como un
derecho especial en relación al derecho privado común, lo que no tiene por qué
significar, siempre, la aplicación analógica de sus disposiciones.
Nosotros pensamos que la costumbre mercantil antecede a las normas del Código
Civil, atendido el principio de especialidad más arriba señalado. Sólo a falta de
disposición contractual, ley y costumbre mercantiles, podrá recurrirse a las normas del
Código Civil.
Siendo, como es, una herramienta que el derecho presta a la actuación de los agentes
económicos, de quienes hacen circular la riqueza, evoluciona y se expande en la medida
que los negocios crean nuevos negocios y los agentes económicos se enfrentan a la
necesidad de darles forma jurídica.
En ninguna otra rama del derecho surgen, con tal velocidad y tan constantemente,
nuevas figuras jurídicas.
Cada día más, el comercio tiende a uniformarse en todo el mundo y los avances
científicos tienden a permitir la comunicación entre los lugares más distintos y remotos,
permitiendo el avance del comercio.
Es más. Hoy en día, un movimiento surgido en la década de los años 60, que ha
captado amplios sectores de la doctrina, estima que existe una nueva lex mercatoria, es
decir, un conjunto de principios y normas de Derecho Mercantil Internacional, que sería
aplicable a todas las relaciones mercantiles internacionales y a la cual tienden
paulatinamente a asemejarse las normas de Derecho Comercial interno.
Se habla de "nueva" lex mercatoria, porque un grupo muy selecto de autores estima
que una primera habría existido en la época de oro de la Roma Imperial y una segunda
al renacer el Derecho Mercantil a fines de la Edad Media.
Los rasgos más distintivos del libre comercio son, en lo interno, la propiedad privada
de los bienes de producción, la participación subsidiaria del Estado en la economía
nacional, el riesgo del empresario y la finalidad de lucro que lo guía.
Paulatinamente dichos sistemas, que se han revelado como los adversarios más
fuertes que debe enfrentar la libertad de comercio, pasaron a ser conocidos como el
"proteccionismo" y el "dirigismo de Estado", respectivamente.
En los tiempos que actualmente vivimos, existe en Chile y en gran parte del mundo
una clara tendencia a favorecer el libre comercio en lo interno, bajo un esquema que
pretende armonizar los intereses de la libre iniciativa con el deseo de que los frutos de
la riqueza que de ello provengan se distribuyan en la forma más equitativa posible,
siendo el Estado y sus instituciones los entes encargados de lograr el necesario
equilibrio entre ambos propósitos.
Esta misma disposición contempla que dicha actividad económica será desarrollada
preferentemente por los particulares, puesto que su inciso segundo permite al Estado y
sus organismos desarrollar funciones empresariales sólo si una ley de quórum calificado
se lo autoriza.
Esta norma establece que sólo en virtud de una ley y siempre que ello no implique
discriminación, se podrá autorizar determinados beneficios, directos o indirectos, en
favor de algún sector, actividad o zona geográfica o establecer gravámenes especiales
que les afecten.
4. La libertad para adquirir el dominio de toda clase de bienes, excepto los comunes
a todos los hombres o que deban pertenecer a la Nación toda (Nº 23).
Esta garantía está complementada con la que prescribe el Nº 24, que ampara
directamente a la propiedad adquirida, en sus diversas especies, sobre toda clase de
bienes corporales o incorporales.
11. Relaciones del Derecho Comercial con otras ramas del derecho
b) Con el Derecho Económico. Existe una gran relación entre el Derecho Comercial y
el Derecho Económico, porque ambos se ocupan de un campo de acción similar: el
mundo de la economía y de los negocios.
Si bien es cierto que es privilegio del Derecho Económico ocuparse de las normas
sobre la regulación y/o supervigilancia pública de la economía, y en cambio el campo
del Derecho Comercial está constituido por los aspectos de la misma que caben dentro
de la esfera del derecho privado, de todas formas en el Derecho Comercial está inserta
la intervención del Estado en determinadas normas, principalmente cuando está
involucrado el interés general de la comunidad.
Sin embargo las normas de uno y de otro tienen, en líneas generales, características
diferentes, atendida su distinta finalidad: las normas del Derecho Económico son en su
mayoría imperativas, en tanto que las del Derecho Comercial son en su mayoría
dispositivas.
c) Con el Derecho Penal. Junto al uso y aplicación de la buena fe, hay una
contrapartida para el caso de contravención: la sanción.
Hoy en día se aplica cada vez más, como hemos dicho, la tendencia a que la
economía y el comercio estén entregados al más amplio uso de la libertad económica y
contractual, actuando los agentes económicos en un ambiente de pleno respaldo a su
actividad privada, dentro de un esquema del menor formalismo posible, en que el Estado
interviene al mínimo, y siempre para ejercer labores de control de la actividad privada,
y en una menor medida para complementar subsidiariamente a esta última.
Por lo tanto, si los agentes económicos infringen las bases sobre las que se ha
liberalizado su actuación y transgreden a la buena fe, se aplican en su contra las
sanciones que contempla el derecho penal. El derecho penal de los negocios es el
necesario complemento para que la libertad no se transforme en malsano libertinaje.
A partir del siglo XIV la regulación mercantil se extiende al comercio terrestre, y sólo
a partir del siglo XX al comercio aéreo.
En cuanto a las ramas del Derecho Comercial, cabe señalar que el Derecho Comercial
se encarga de regular una serie de materias específicas, que constituyen el campo de
aplicación específico de sus normas, algunas de las cuales han llegado a constituirse
en tan importantes que han devenido en verdaderas especialidades, tales como
el derecho bancario, el derecho de seguros, el derecho marítimo y el derecho de
quiebras.
En otros países adquiere una connotación especial el tratamiento de las normas sobre
la compraventa mercantil, incluyendo las que se refieren a la formación del
consentimiento y aquellas que regulan a los transportes, que tanta importancia tienen
para la circulación y el tráfico mercantil y a las sociedades comerciales, como
instrumento jurídico al servicio de la empresa mercantil.
I. Edad Antigua
En algunas de ellas, como las del Código llamado "La Michna" o "La Mishna", o
simplemente la "Misna", se encuentran los primeros vestigios de instituciones de
Derecho Marítimo relativas al fletamento, echazón y contribución a la avería gruesa,
Código éste, que era aceptado por todas las comunidades judías.
Las leyes de Rodas fueron adoptadas por los romanos en lo que se refiere a la
echazón y la avería común, que es típica en su género y que en la antigüedad tenía
gran importancia. Sin embargo, los romanos, a pesar de los reconocidos avances en el
derecho de que fueron autores, no consideraron la existencia de un derecho especial
para regular al comercio. Para ellos existía sólo el "Ius Civile". Los ciudadanos romanos
despreciaban el comercio, el que se ejerció por las numerosas personas que vivían en
Roma pero no tenían la nacionalidad: los gentiles, por lo que en Roma el comercio cayó
bajo la esfera de las normas del "Ius Gentium", el cual perdió utilidad cuando se concedió
la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio.
En primer lugar cabe citar al Código de Recesvinto, a pesar de que poco regula sobre
el Derecho Mercantil, constituyendo una reunión de reglas del derecho visigótico, del
derecho romano y del derecho canónico que gobernó a España bajo el nombre de
Forum Judicium y que llegó a ser, después de haber sufrido sucesivas modificaciones,
el "Fuero Juzgo".
Estas corporaciones tenían facultad para redactar sus propios estatutos, lo que
permitía que las nuevas costumbres o prácticas comerciales se incorporaran con
rapidez al campo del derecho positivo.
También a esta época se remontan los estatutos de Marsella (1253), que sirvieron de
guía para todo el comercio francés de aquella época.
A esa época se remonta también, el "Código de las Costumbres de Tortosa", que tiene
importancia en lo relativo a las reglas para las mercaderías en general, a los barqueros,
corredores, ferias y mercados, ley de medidas, pesos, monedas, etc.; el Edicto de las
Letras de Cambio de 1394, primer texto jurídico que trata de estos instrumentos, y las
Ordenanzas de Seguros Marítimos de los años 1435, 1436, 1458, 1461 y 1484.
Poco más tarde los catalanes terminaron por dar a conocer el Código de Costumbres
Marítimas llamado "Llibre del Consolat de Mar", que en sus 259 capítulos comprende
todas las instituciones del derecho marítimo conocidas a la época, con excepción del
seguro y del préstamo a la gruesa. Puso fin a la incertidumbre que hasta entonces había
reinado en las ciudades mediterráneas con respecto al comercio marítimo. Fue
considerado por más de cuatro siglos como base del derecho internacional comercial y
de la judicatura consular desde el Báltico hasta Constantinopla.
Los estatutos de Lübeck de los años 1158, 1240 y 1348 contienen reglas novedosas
sobre la contribución en el caso de las averías comunes.
Los países bañados por el Océano Atlántico y el Mar del Norte, llegando hasta lindar
el Mar Báltico y el Mediterráneo, aceptaron como ley común marítima las disposiciones
de los Roles de Olerón, formado por los fallos de los tribunales de la Isla de Olerón en
el Ducado de Aquitania, cerca de La Rochela, en Francia.
Existen otras obras de menor importancia, como el "Libro Negro del Almirantazgo
Inglés"; el Código promulgado en 1274 por Magnus, rey de Noruega, que contiene reglas
relativas al derecho marítimo; el Estatuto de Stralsund de 1278; el Código de Malaca del
año 1276, que contiene reglas diferentes a las de las ciudades italianas y que se refieren,
entre otras materias, a los objetos náufragos, a las sublevaciones contra la autoridad
del Capitán, a los cargadores, al abordaje, a los navíos en el mar, al comercio en el mar,
etc. Este Código de Malaca parece haber tenido alguna influencia en el Oriente, pues
disposiciones parecidas se han encontrado en antiguas colecciones malayas
ascendentes al siglo XIII.
A partir del siglo XV, el Derecho Comercial experimenta una transformación, debida
naturalmente a la evolución de los hechos políticos y sociales que ocurren en el mundo
civilizado. El comercio comienza a ser de preferente atención del poder público y en
ocasiones llega a convertirse en un verdadero negocio nacional.
Entre las primeras está la "Ordenanza de Bruselas", en los Países Bajos, que después
se extendió a Holanda, publicada en 1511 por orden de Carlos V.
En 1603, el Rey Felipe III de España promulga, en Portugal, las llamadas "Ordenanzas
Filipinas".
Por su parte, en Inglaterra tenemos el Acta de Navegación dictada por Oliver Cromwell
en 1651.
En las colecciones privadas de esa época cabe mencionar el "Guidón de la Mer",
colección francesa que se supone del siglo XVI. Se debió, al parecer, al deseo de
extender el comercio de la ciudad de Rouen, cuyos usos y costumbres recopila.
En Francia, Carlos IX dicta, en 1560, una ordenanza sobre las quiebras. Sobre lo
mismo legisla, en 1579, Enrique III y a ella vuelve a referirse Enrique IV en un edicto del
año 1609.
En este mismo país, con el fin de unificar los usos de los diferentes países, así como
para garantizar entre los comerciantes la buena fe contra el fraude, se dicta, bajo la
inspiración del gran Ministro Juan Bautista Colbert, la "Ordenanza del Comercio"
publicada el 23 de mayo de 1673. Aparecen en esta ordenanza las características
modernas del Derecho Comercial: la equidad, la uniformidad, la rapidez, la
universalidad, etc. Esta Ordenanza de Comercio de Colbert inspiró la parte que destina
al comercio terrestre, del Código de Comercio francés de 1807.
Junto con las disposiciones generales emanadas de los reyes y aplicables a todos los
territorios dependientes de la Corona, existían los Estatutos Locales dictados por los
Cónsules, los que eran después refrendados por el Soberano mediante Reales Cédulas.
Las primeras, o sea, las emanadas del Rey, aparecen en las Ordenanzas Reales de
Castilla y en la "Nueva Recopilación". Más modernas son las que se encuentran
contenidas en la "Novísima Recopilación", en su libro IX, llamado "Del comercio,
moneda y minas".
También tienen interés las Ordenanzas de Sevilla, cuya importancia fue bastante
grande debido al comercio que esa ciudad mantenía con las colonias de ultramar.
Las Ordenanzas de Bilbao, por otra parte, constituyen el primer cuerpo legal español
que comprende tanto el derecho marítimo como el derecho terrestre.
Una vez obtenida su independencia, en Chile rigieron las leyes españolas sobre lo
mercantil por aproximadamente cincuenta años contados desde que la República se
hizo verdaderamente independiente.
Son fuentes del derecho "las formas en que la colectividad estatuye su derecho propio,
o sea, las formas en que aparece y se exterioriza el derecho positivo".
Las leyes mercantiles, el Código de Comercio, el Código Civil y la costumbre son las
principales fuentes de Derecho Comercial en Chile.
El Libro III, que se titulaba "Del comercio marítimo", fue derogado por la ley Nº 18.680
de 11 de enero de 1988 y sustituido por uno nuevo titulado "De la navegación y del
comercio marítimo", el cual contiene 10 títulos que llevan los siguientes nombres: I
Disposiciones generales, II De las naves y artefactos navales, De la propiedad naval, III
De los privilegios y de la hipoteca naval, IV De los sujetos en la navegación y comercio
marítimo, V De los contratos para la explotación comercial de las naves, VI De los
riesgos de la navegación, VII De los seguros marítimos, VIII De los procedimientos en
el comercio marítimo, IX Disposiciones complementarias y X De la prescripción.
Hay un título final llamado "De la observancia de este Código", que se refiere a la
fecha en que el Código entró en vigencia.
Redactado por don José Gabriel Ocampo, después de años de maduro estudio,
nuestros tratadistas han vacilado por mucho tiempo en cuanto a atribuirle origen o
inspiración en un Código extranjero determinado.
A pesar de lo anterior, un estudio analítico hace posible concluir cuáles han sido las
fuentes del Código de Comercio de Chile, dividiendo dichas fuentes en legislativas y
doctrinales. Estas últimas surgieron con mucha frecuencia y se materializan en
disposiciones legislativas originales y personales del redactor del Código, pues
constituyen normas legales que aparecen por primera vez a la vida positiva del derecho.
Ejemplo clásico de ello lo constituye toda la parte relativa a la reglamentación de la
cuenta corriente mercantil, que sólo ha tenido como base las explicaciones doctrinales
francesas.
Según la opinión mayoritaria, las fuentes legislativas, por orden de su más frecuente
aplicación, son las siguientes:
En primer lugar el Código de Comercio español de 1829, que parece haber servido
de fuente principal y de estructura a la legislación chilena.
En algunos aspectos se tomaron como modelo leyes extranjeras, como sucede, por
ejemplo, con el título que trata de las sociedades en comandita, inspirado en la ley
francesa de 17 de julio de 1856, y el Libro IV del Código sobre quiebras, posteriormente
reemplazado, que se tomó de la ley francesa de 1863.
El paso de los años, más los avances del comercio, incentivados por las crecientes
relaciones económicas internas, regionales, continentales y luego mundiales, han ido
haciendo aparecer otras deficiencias que se han ido agravando a medida que, a
impulsos del desarrollo del comercio y de la doctrina, se han ido perfeccionando la s
instituciones mercantiles o haciendo nacer nuevas formas jurídicas que el legislador de
1865 no pudo tener en consideración. Tal ocurrió especialmente con todo el Libro III
sobre el comercio marítimo y con el Libro IV sobre quiebras, ambos derogados y
reemplazados; con las disposiciones sobre contabilidad mercantil, enteramente
inadecuadas en la actualidad; con las operaciones de bancos, que no reguló, con los
corretajes, que se ejercen de un modo muy distinto a como fueron concebidos; de las
bolsas, letras de cambio y pagarés, todas instituciones que cuentan con legislaciones
nuevas; de los establecimientos de comercio, aún carentes de toda normativa y así,
muchas otras instituciones que darían margen a una revisión completa de nuestro
Código de Comercio, ya en gran parte modernizado sobre la base de leyes particulares
que han terminado por minimizarlo. Hay que reconocer, sin embargo, que este no es un
fenómeno que afecte sólo a nuestro Código. Igual situación presentan eminentes
Códigos de Comercio europeos, como por ejemplo, los de España, Francia y Alemania.
El párrafo final del Mensaje con que se acompañó al Congreso el proyecto de lo que
sería nuestro Código, redactado de puño y letra de don José Gabriel Ocampo, tenía algo
de profético cuando, poniendo la idea en boca del Presidente de la República, don José
Joaquín Pérez Mascayano, decía: "Al presentaros de acuerdo con el Consejo de Estado,
el adjunto proyecto, estoy muy lejos de suponer que él sea una obra perfecta en todo
sentido, porque sé que nada sale de las manos del hombre que merezca semejante
epíteto; pero me asiste la más íntima confianza de que él mejora considerablemente la
condición de nuestras instituciones comerciales y las coloca en la vía del progreso. La
experiencia y el aumento gradual de nuestras luces nos descubrirán los errores que él
contenga y los vacíos que deje y, conociéndolos, será fácil corregir los unos y llenar los
otros, sin correr los peligros que traen consigo las transacciones irreflexivas y violentas
de una legislación a otra".
Dichas palabras, ciertamente inspiradas por las parecidas que redactó don Andrés
Bello en el Mensaje que acompañó al Código Civil chileno, se han hecho, desde hace
mucho, una realidad indesmentible, de modo que nadie duda que nuestro Código
necesita una profunda y urgente reforma general, cuya postergación conduce
rápidamente, si es que no lo hemos alcanzado ya, a un punto en el que el "Código" no
merece siquiera llevar el nombre que el vocablo sugiere.
A pesar de las críticas que hoy nos merece, es menester hacer mención a la
influencia, generalmente ignorada en Chile, que el Código de Comercio chileno de 1865
tuvo en el extranjero, que fue casi tan extensa como la del Código Civil de Bello. De
hecho, casi no hay legislación de un país latinoamericano del Pacífico que no haya
usado al Código chileno como una de sus fuentes.
Mención especial merecen Colombia, que hoy dispone de un Código Moderno (1970),
Honduras, Panamá y Nicaragua y también Argentina, en cuyo Código de 1889 fueron
adoptadas algunas instituciones chilenas, pasando de éste al del Paraguay.
Pero, posteriormente, al igual que otros muchos exiliados argentinos que encontraban
en Chile una acogida cordial y sin prejuicios, Ocampo llegó a nuestro país, donde pudo
desenvolver sus actividades profesionales sin despertar celos ni resentimientos,
contrayendo matrimonio con la dama chilena doña Constancia Pando, incorporándose
a la sociedad santiaguina hasta su muerte.
Designado para integrar la Comisión Revisora del Proyecto de Código Civil de Andrés
Bello, no hay constancia de su participación en ella, pero al menos se sabe que Bello
recurrió a la opinión expresada por Ocampo en más de una ocasión, como ocurrió, por
ejemplo, respecto del alcance del art. 1618 del Código Civil sobre la inembargabilidad
de parte del salario de los empleados públicos, según aparece del artículo firmado por
aquél y publicado en el diario santiaguino, "El Ferrocarril", de 23 de enero de 1857.
Por otro lado, algunos errores y contradicciones del Código aprobado no son tampoco
imputables a Ocampo, sino a la Comisión Revisora, cuyos miembros, al igual que en la
del Código Civil frente a Bello, no estaban a la altura de su redactor.
Coincidimos con Olavarría en que, si bien es cierto, Ocampo "no reunía las
características geniales que sus obsequiosos panegiristas le atribuyeron, tampoco
merece los epítetos menospreciativos que durante su vida le prodigaron sus enemigos,
en especial su compatriota Vicente F. López, y que envolvían la negación en Ocampo
del más elemental talento".
Otro problema que se plantea es si, en caso de vacío de una ley mercantil especial,
se aplica el Código de Comercio o el Código Civil y la respuesta correcta es que prima
el Código de Comercio, de acuerdo con el artículo 22, inciso 2º del propio Código Civil
en orden a que los "pasajes oscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras
leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto". En respaldo de esta opinión
pueden citarse los artículos 24 y 4º del propio Código Civil.
"Con esto (dice Ascarelli) el sistema del Derecho Comercial se abre a todas las
conquistas que se realizan sucesivamente por la práctica mercantil, adquiriendo una
gran elasticidad y la capacidad de ajustarse continuamente a la realidad de la vida".
Son también equivalentes a las leyes nacionales los tratados internacionales si Chile
los ha ratificado, según lo dispone la Constitución Política de la República.
1. Generalidades
Las partidas definían el uso como "cosa que nace de aquellas que el hombre dice o
face e sigue continuamente por un gran tiempo e sin embargo ninguno". Y a la
costumbre como "derecho o fuero que non es escrito, el cual han usado los omes luengo
tiempo ayudándose de él en las cosas e en las razones sobre lo que la usaron". Puede
observarse que sólo consideran norma jurídica a la costumbre, no a los usos.
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua dice sobre la costumbre
que es "la práctica muy usada y difundida que ha adquirido fuerza de precepto". Pero
en forma más general, puede decirse que es costumbre el conjunto de actos que revelan
un sentimiento jurídico (opinio juris) que consiste en la certeza de que ellos pueden ser
objeto de una sanción legislativa o judicial. Este último aspecto la diferencia de los
simples usos o hábitos.
Son costumbres comerciales las que reglan las relaciones a que da origen el comercio
entre particulares, es decir, aquellas que se refieren a los actos de comercio señalados
en el artículo 3º del Código de Comercio.
— La costumbre jurídica.
Estos usos o costumbres son obligatorios por su propia naturaleza, y son fuente
auténtica del Derecho Comercial, pues se encuentran mencionados por el artículo 4º del
Código de Comercio chileno, regulándose allí las condiciones que deben reunir y la
concurrencia de los medios de prueba que el artículo 51 contempla para acreditar su
existencia y para que entren a regir un determinado conflicto jurídico.
Es preciso subrayar que la costumbre debe ser social y colectiva, no individual, y que
su contenido se descompone en dos elementos: el material, que se apoya en la
uniformidad de su aplicación como conducta externa, y el elemento subjetivo, que
consiste en la conciencia de que se trata de una norma jurídica vinculante.
Dichos actos deben ser efectuados de la misma manera, lo cual quiere decir que la
repetición de conductas idénticas es la que constituye la base de la costumbre.
En todos los casos la práctica de la costumbre deberá recaer sobre actos legítimos,
es decir, que no sean contrarios a la ley, a las buenas costumbres o al orden público.
1. La uniformidad
2. La publicidad
3. La generalidad en la ejecución
Se refiere este requisito, lo mismo que el primero, al número de personas que deben
practicar los hechos que se invocan como costumbre. Puede también apreciarse, como
lo dijimos a propósito de la publicidad, de qué clase de costumbre se trata según sea el
número de personas que los ejecutan, esto es, que pueda ser universal, nacional,
regional, etc.
4. La reiteración en el tiempo
5. Prueba de la costumbre
Pero, toda vez que los hechos que constituyen la costumbre deben ser acreditados,
porque la norma consuetudinaria no aparece formulada en un texto expreso, debemos
ver a quién le corresponde la prueba y qué medios se pueden emplear para justificarla.
Antes de proseguir con la cita legal, cabe referirse a una importante cuestión que se
presenta aquí, respecto a saber si, al tenor de esta norma, basta para que se dé por
acreditada la costumbre en un juicio, que ella conste al propio tribunal que está
conociendo de él. Desde luego, para que el problema se presente, es menester que
alguna de las partes haya "invocado" la costumbre, de tal modo que es claro que nuestro
legislador rechaza la aplicación por el juez de una costumbre que ninguna de las partes
ha invocado.
Ello es así, por lógica, ya que es casi imposible que el tribunal que conoce de la
cuestión controvertida tenga mayor conocimiento de una costumbre mercantil que los
mismos litigantes que, con seguridad, serán comerciantes del ramo en que la costumbre
debe servir de norma jurídica.
La cuestión es, pues, si basta que conste a los tribunales la existencia de una
costumbre mercantil para que se dé por acreditada ésta y pueda aplicarse.
Nosotros estimamos que, si bien la referencia que hace la ley a la constancia del
tribunal lo es a los juzgados de comercio, que como tribunales especializados ya no
existen, nada autoriza a impedir el uso de tales facultades a los tribunales que hoy en
día cumplen sus funciones. Por lo demás, los tribunales se caracterizan por su prudencia
en la aplicación de las normas jurídicas y es seguro que no darían aplicación a ninguna
norma consuetudinaria cuya existencia no haya sido invocada y de algún modo probada
y establecida en el transcurso del juicio. Por último, no podemos sino hacer presente
que la gran mayoría de los pleitos mercantiles se resuelven, al menos en primera
instancia, por jueces árbitros, que son personas elegidas por las partes o nombradas
por el tribunal por su especial versación en las materias que deberán conocer.
De hecho, cabe señalar que, si bien antes de la dictación del Código de Comercio
existían en nuestro país tribunales de comercio, ellos fueron suprimidos poco después
de que éste comenzara a regir.
Sin embargo, por las razones anteriormente anotadas, nosotros sostenemos que
debe estimarse que bastará que el tribunal tenga constancia de la existencia de la
costumbre y que así lo diga en la sentencia expresamente, para que sea legítimo que
proceda a aplicarla en la resolución de un juicio.
En lo que se refiere al onus probandi, o sea, cuál de las partes en juicio deberá recurrir
a estos medios probatorios que la ley señala, es fácil concluir, dados los términos en
que está redactado el art. 5º del Código de Comercio y las reglas generales que emanan
del artículo 1698 del Código Civil, que el peso de la prueba recae sobre la parte que
alega o invoca la existencia de la costumbre, ya que con ello tratará de probar la
existencia de una obligación o alegará su extinción 1.
El juez puede "invitar" a las partes a probar la costumbre, por medio del respectivo
auto de prueba, pues no se trata, en este caso, de probar el derecho, sino los hechos
que constituyen, reuniendo ciertos requisitos, una norma jurídica subsidiaria.
En cuanto a los medios materiales con los que se podrá probar la existencia de la
costumbre jurídica, el Código señala, en primer término, a "el testimonio fehaciente de
dos sentencias que, aseverando la existencia de la costumbre, hayan sido pronunciadas
conforme a ella".
A nuestro entender, cabe probar la costumbre no sólo por sentencias de los tribunales
ordinarios, sino también provenientes de jueces árbitros, pues la ley no las excluye
expresamente y sus fallos son sentencias de igual valor a las que dictan los jueces
ordinarios. La solución anterior lleva envuelta, además, una ventaja práctica, pues son
numerosos los juicios que acaban por arbitraje, en los que, como más arriba hemos
dicho, se consignan con mayor facilidad las costumbres mercantiles que en los juicios
mercantiles ordinarios.
Es menester tener presente que las escrituras públicas deben ser tres y su
otorgamiento debe ser anterior no sólo al comienzo del pleito, sino anterior, aun, a los
hechos que lo motivan, es decir, respecto a aquellos para cuya evaluación jurídica se
invoca la costumbre que se trata de probar. De otro modo esta disposición podría
prestarse a abusos por parte de personas que se prefabricarían pruebas ad hoc para,
en seguida, entablar un pleito cuyas probabilidades de éxito, de esta manera, les serían
ampliamente favorables.
Si las pruebas son contradictorias, es decir, si, por ejemplo, una parte presenta dos
sentencias judiciales acreditando la existencia de una costumbre mercantil determinada,
y las otras tres escrituras públicas que justifican la existencia de una costumbre
mercantil diferente, debe darse como no probada la costumbre, pues es claro que el
Código no ha señalado ni un orden de preferencia, ni la enumeración de los medios de
prueba que hace el artículo 5º significa graduar su valor probatorio. Ello sin perjuicio de
la alternativa en la que el juez aduzca constarle a él la existencia de la costumbre,
conforme a la facultad que le entrega el primer inciso del artículo 5º del Código, a la que
ya nos hemos referido con anterioridad.
Cabe señalar que si aceptáramos que no fuera admisible que nuestros actuales
tribunales ordinarios de justicia, incluidos los tribunales arbitrales que conocen causas
mercantiles, puedan dar ellos mismos por establecida la existencia de la costumbre, por
constarles su existencia, en realidad sólo habría un solo medio de consagrar, por
primera vez en un fallo judicial, la existencia de una costumbre mercantil: hacer valer las
escrituras públicas que den cuenta de la existencia de esa costumbre y sólo una vez
que mediante este medio probatorio se hubieran obtenido dos sentencias judiciales en
el sentido indicado en ellas, podría hacerse uso del medio probatorio consagrado en el
Nº 1 del artículo 5º del Código de Comercio. Cabe advertir que esta solución es absurda
y conduciría sin motivo alguno a eliminar de hecho a esta fuente de derecho, que tanta
importancia tiene en el derecho mercantil.
Yendo a otro aspecto, es preciso señalar que los medios de prueba de que habla el
artículo 5º de nuestro Código sólo son aplicables a la justificación de las costumbres
jurídicas, o sea, a aquellas costumbres que suplen el silencio de la ley en materias de
fondo.
Para así concluirlo, el principal argumento que puede esgrimirse está en la ubicación
especial de los artículos que se refieren a la costumbre en nuestro Código. En efecto,
es el artículo 4º el que se refiere a la costumbre jurídica, o sea, a la que "suple el silencio
de la ley", y el artículo siguiente, o sea, el 5º, trata de los medios que pueden emplearse
para probar la costumbre, refiriéndose naturalmente a la que acaba de mencionar el
artículo precedente, siendo el artículo que le sigue, el 6º, el que considera a las
costumbres interpretativas y técnicas, respecto de las cuales no hay medios probatorios
determinados.
Por lo tanto, la solución lógica es que los rigurosos medios de prueba que el artículo
5º trata en sus números 1º y 2º sólo se aplican a la prueba de la costumbre a que ya se
había referido el artículo precedente, el 4º, o sea, a la costumbre jurídica.
Por lo demás, nos parece absurdo que una convención mercantil, contemplada en el
Código de Comercio, necesite para su interpretación de la prueba de dos sentencias
judiciales o de tres escrituras públicas. Aun, a falta de estas probanzas, habrá el tribunal
de decidirse por una interpretación cualquiera, la que bien puede ser la misma o distinta
de aquélla en que se exigió tan rigurosos medios probatorios. Y lo mismo puede decirse
respecto de las costumbres técnicas.
Existe otro argumento para así estimarlo: el histórico, derivado del Mensaje con que
se acompañó el Código al Congreso Nacional, que expresamente se refiere sólo a "los
numerosos requisitos que la costumbre debe tener para asumir el carácter de la ley
supletoria, y la naturaleza de la prueba con que debe ser acreditada en juicio", no
mencionando para nada las otras dos clases de costumbres de que habla el Código en
su artículo 6º.
Y, por último, puede agregarse que es muy lógico que las costumbres contempladas
en dicho artículo 6º no requieran de prueba especial, por cuanto este artículo es una
repetición, si no de la letra, al menos del espíritu del artículo 1546 del Código Civil, y no
debe ni puede, al igual que éste, exigir prueba determinada alguna a las costumbres
interpretativas o técnicas. Se refuerza esta opinión si se recuerda que, en este caso, no
existen los motivos que hay en el caso de la costumbre jurídica para que la ley se
muestre recelosa con una costumbre que va a suplir su silencio, pues aquí la costumbre
sólo va a aclarar o interpretar normas contenidas en la misma ley o en un acto o contrato
mercantil.
Pero, refiriéndonos con mayor detención a este tema, cabe advertir que la
jurisprudencia en nuestro país ha estimado, erróneamente a nuestro modo de ver, que
no procede la interposición del recurso de casación en el fondo por infracción de la
costumbre, ya que, a su juicio, su establecimiento es una cuestión de hecho que no
cumple con el requisito señalado en el artículo 767 del Código de Procesamiento Civil,
que autoriza el recurso cuando se proceda "con infracción de la ley siempre que esta
infracción haya influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo" (Vid. RDJ Tomo
XXXIII Nºs. 7 y 8, sección primera, p. 381). Nosotros estimamos que establecidos los
hechos por los tribunales del fondo, debiera admitirse la facultad del tribunal de casación
para determinar su exacto sentido y alcances, como lo hace con cualquiera otra norma
legal escrita, y resolver si, en consecuencia, ha sido correctamente resuelta la contienda
conforme a ella o no.
Si una persona realiza una serie de actos repetidos relativos a una misma materia, de
una misma manera, es lógico suponer en ella una voluntad constante, aun cuando en
alguno de ellos pueda ocasionalmente faltar. Lo mismo ocurre si dos comerciantes
sujetan en la práctica un contrato a normas que convienen y utilizan habitualmente.
Las "costumbres técnicas" se llaman así, pues tienen relación con operaciones de
carácter técnico o profesional del comercio que se refieren a diversos aspectos de este
tráfico, como ser la manera de envasar, medir, pesar, avaluar, cargar, arrumar,
transportar las mercaderías, etc.
Indirectamente se refieren a estas costumbres técnicas los artículos 191 y 269 del
Código de Comercio cuando hablan del "uso de porteadores inteligentes" y a "los usos
y procedimientos de los comerciantes entendidos y diligentes", respectivamente.
La costumbre a falta o fuera de la ley (sine legem) es aquella que es posible usar a
falta de ley que regule la materia en conflicto. Ella es, precisamente, a la que se refieren
los artículos 4º y 5º de nuestro Código de Comercio.
Por último, la costumbre contra la ley (contra legem) no tiene valor jurídico en nuestro
sistema legislativo vigente, que se funda básicamente en el derecho escrito. El artículo
112 del Código de Comercio no deja duda alguna al respecto cuando señala que "no se
reconocen términos de gracia o uso que difieran el cumplimiento de las obligaciones
más allá del plazo que señale la convención o la ley".
Así, por ejemplo, una sentencia que era frecuentemente citada, dictada cuando aún
la sociedad anónima estaba regida por normas contenidas en el Código de Comercio
expresa lo siguiente: "Aunque se hubiera probado la costumbre comercial de pagarse,
en los contratos de compraventa de acciones, tan sólo la diferencia de precio en dinero,
sin hacer la entrega efectiva de las acciones, tal costumbre no podría tener valor legal
ni podría estimarse como incorporada al contrato de compraventa de acciones, porque
ello no importaría otra cosa que autorizar un procedimiento abiertamente contrario a lo
dispuesto en el artículo 451 del Código de Comercio que establece que las acciones de
sociedades anónimas pueden ser nominales o al portador, siendo las primeras
transferibles por inscripción o por endoso sin garantía y las segundas por la tradición del
título" (Gaceta de los Tribunales, año 1885, Nº 1618).
La ley recurre a ellas, también, en numerosos artículos, como en el artículo 275, inciso
2º, refiriéndose a la forma de fijar el salario del comisionista, a pesar de que, al referirse
a la costumbre "de uso general en la plaza donde hubiere desempeñado la comisión",
pareciera indicar que se trata de una costumbre general de las que ocupan la
clasificación siguiente, lo que se desvanece con la frase que sigue, que demuestra que
el Código atiende a la localidad, pues señala que en su defecto se atenderá para fijar la
retribución a "la acostumbrada en la plaza más inmediata".
Es una costumbre local, asimismo, la que figura en el artículo 307, que contiene las
normas por las cuales debe regirse el comisionista para regular el precio de las
mercaderías.
Lo es, también, la regla del artículo 520, inciso 2º, que establece la forma en que debe
tenerse por contratado el seguro en caso de que no se le den al comisionista
instrucciones para celebrar este contrato.
Es costumbre o uso local aquélla a que apela el Código para fijar la retribución en el
depósito cuando no hay estipulación (art. 809 inc. 2º).
Son generales aquellas que afectan a todo el comercio en general, y son especiales
las que se usan en y se practican respecto de determinada rama del comercio.
No merece otro comentario esta clasificación, salvo mencionar que, en caso de
conflicto entre la costumbre general y la especial, si el conflicto es entre comerciantes
de un mismo rubro, debe concederse prioridad de aplicación a ésta sobre la costumbre
general, conforme al principio de derecho que da preeminencia a la norma especial. En
caso contrario, debe regir la costumbre general, pues constituye una norma jurídica de
mayor autoridad y de mayor conocimiento.
El Código Civil constituye otra de las fuentes del Derecho Comercial, toda vez que el
artículo 2º del Código de Comercio estatuye que "en los casos que no estén
especialmente resueltos por este Código, se aplicarán las disposiciones del Código
Civil".
La ubicación y forma de redacción de esta norma podrían hacer pensar que el Código
Civil está por encima del resto de las leyes mercantiles y de la costumbre. Pero ello no
es así por las siguientes razones:
b) Porque el valor de la costumbre, los casos en que ella se aplica y su valor, están
específicamente tratados por el Código de Comercio.
Desde un punto de vista práctico, cabe señalar que existe un sinnúmero de actos y
contratos mercantiles en que se aplican disposiciones contenidas en el Código Civil,
como por ejemplo, la sociedad, el mandato, el mutuo, el depósito, la prenda y la fianza,
así como también que encuentran aplicación en el Derecho Comercial prácticamente
todas las normas del Código Civil que conforman la teoría general de las obligaciones.
En este campo del derecho, los acuerdos de voluntad se vuelcan en los contratos,
generalmente contratos nominados. Pero los más interesantes, aquellos que le dan a
esta rama del derecho su originalidad y lozanía, son la pléyade de contratos
innominados que son fruto de la imaginación creadora de los comerciantes, de la gente
de negocios y sus asesores letrados.
Muchos de ellos se revelan como tan valiosos e interesantes que, posteriormente, son
objeto de regulación legislativa y se convierten en contratos nominados.
Hay diversas visiones sobre lo que hoy en día abarca la lex mercatoria. Su
concepto depende, entonces, de lo que cada autor o jurista sostenga que pertenece a
su campo de aplicación, pensando en su extensión y fuerza obligatoria.
Para otros es mucho más que eso, porque se añade que tales principios han sido
incorporados a las convenciones internacionales y tratados y aún más, a la legislación
nacional de muchos países. Por lo tanto, para tales autores, la lex mercatoria se ha
desarrollado hasta el punto que, realmente, es un derecho autónomo que regula las
actividades comerciales internacionales, principalmente aquellas que desarrollan las
empresas.
Podríamos decir que hoy en día la lex mercatoria consiste en las normas y principios
generales del derecho mercantil internacional, con una fuerte influencia hacia el plano
de los derechos nacionales, e integrada por lo que genéricamente se califica como los
"usos y costumbres del comercio internacional"; los llamados "términos comerciales
uniformes", entre los que se encuentran los Incoterms adoptados por la Cámara de
Comercio Internacional; las "condiciones generales de venta" aceptadas en ciertos
sectores del comercio internacional; los "contratos tipo" para la venta de ciertos
productos; las leyes modelo elaboradas por la Comisión de las Naciones Unidas para el
Comercio Internacional - CNUDMI (conocida más por la sigla en inglés UNCITRAL); los
tratados internacionales que regulan aspectos específicos del comercio, como la
Convención de Viena sobre la compraventa internacional de mercaderías, y las distintas
convenciones que regulan el contrato de transporte marítimo de mercaderías; los
principios generales sobre los contratos mercantiles elaborados por Unidroit, etc.
Este desarrollo fue iniciado en Francia por la codificación de la ley comercial que hizo
Colbert en 1673, referida a las leyes del comercio terrestre, y en 1681 a las leyes del
comercio marítimo, todo sobre la base del trabajo ejecutado por Savary.
Uno de ellos está constituido por las cláusulas de los contratos que usualmente se
emplean en el comercio internacional, especialmente los contratos estándar, que más
tarde pasan a ser reconocidos como parte de sus usos y costumbres por poderosas
organizaciones profesionales como la Asociación de Comerciantes en Granos de
Londres, las reglas, pólizas y cláusulas emitidas por el Instituto de Aseguradores de
Londres, etc.
En 1951 la Cámara de Comercio Internacional publicó los Incoterms, que son una
colección de la interpretación generalmente aceptada de las cláusulas usadas en los
contratos de compraventa internacional, varias veces mejoradas, la última de las cuales
en 2010.
Por su parte, la UNCITRAL ha aprobado varias leyes modelo, entre las cuales cabe
citar especialmente, por su vinculación al desarrollo moderno de la lex mercatoria, a una
que concierne al arbitraje internacional.
Por lo tanto, desde tan temprano como los comienzos de los años 60, los
comentaristas empezaron a tomar nota de estos enormes cambios en la tendencia del
derecho mercantil internacional y saludaron el advenimiento de una nueva lex
mercatoria. Clive Schmithoff fue el primero en Inglaterra; en Francia, Phillipe Kaahn,
Phillipe Fouchard, Jean Stufflert y, por encima de todos ellos, Berthold Goldmann.
Las expresiones lex mercatoria o ius mercatorum, que ordinariamente se utilizan para
designar lo que se ha venido en llamar derecho espontáneo del comercio internacional,
son términos de significado impreciso, pues en ellos se engloban distintos componentes
jurídicos.
Un sector relevante de las fuentes de la nueva lex mercatoria está integrado por lo
que genéricamente se califica de "usos y costumbres del comercio internacional" pero
que, en un análisis más detenido, comprende, fundamentalmente, los llamados
"términos comerciales uniformes" entre los que se encuentran los Incoterms adoptados
por la Cámara de Comercio Internacional, las "condiciones generales de venta"
aceptadas en ciertos sectores del comercio internacional, los "contratos tipo" para la
venta de ciertos productos, etc.
— La recepción de la lex mercatoria por los sistemas estatales puede llevarse a cabo
a través de textos internacionales que institucionalizan sus desarrollos, y sirve, además,
para fijar sus contenidos y propiciar una mayor aplicación prospectiva por la propia
sociedad de comerciantes, como ha ocurrido con la Convención de Viena de 1980 sobre
compraventa internacional de mercancías. En otros casos, pueden ser los usos del
comercio internacional en sí mismos los que sean objeto de una recepción o referencia
explícita o implícita en los textos internacionales. Esta "legislación internacional" está
constituida por una amplia red de tratados internacionales de derecho uniforme; es decir,
por un conjunto de normas refrendadas por el derecho internacional público.
La tarea de precisar desde un punto de vista jurídico las materias que deben quedar
comprendidas dentro del Derecho Comercial presenta enormes dificultades, tanto para
quienes pretenden hacerlo sobre la base de la teoría pura, como para aquellos que
pretenden hacerlo sobre el análisis concreto de las normas de una legislación nacional
en particular.
Sin embargo, forzados el legislador y los autores que siguen esta tendencia, a definir
lo que se entiende por acto de comercio, se encuentran frente a un problema tan difícil
de solucionar que, en la práctica, resulta imposible hacerlo, de modo que, en última
instancia, todos terminan por resignarse con elaborar una lista de los actos de comercio
que, en un principio, querían conceptualizar o definir en términos generales.
En cualquier caso, para esta teoría el acto de comercio permanece siendo la base de
la mercantilidad y, por lo tanto, el Derecho Comercial será el derecho de los negocios
mercantiles.
Según Guyenot, "con miras a dar una primera idea de la noción",... "se puede definir
provisionalmente el acto de comercio como el acto realizado por el comerciante en el
ejercicio y por las necesidades de su comercio".
De este modo, señala Guyenot, son actos de comercio, por ejemplo, la compra de
mercaderías para revenderlas a la clientela, la locación (arriendo) de material
(maquinaria de oficina o vehículos) hecha por el comerciante para las necesidades de
su comercio, la obtención de un crédito en un banco, etc.
Según hemos señalado con anterioridad, el origen del criterio subjetivo sobre la
mercantilidad se encuentra en que, en la sociedad medieval, el comerciante adquiría su
calidad de tal mediante formalidades exteriores que lo hacían aparecer como tal de un
modo ostensible, como, por ejemplo, su admisión en una corporación, la inscripción en
un registro, o el hecho de una constancia o atestado de su ingreso a una corporación o
un gremio. El Derecho Comercial tomaba, en consecuencia, un carácter de derecho
profesional, el derecho de los comerciantes, de tal modo que, para determinar la
mercantilidad, no se atendía a la naturaleza de los actos ejecutados, sino a la
intervención en ellos de un comerciante.
Si, como acabamos de ver, el origen del criterio subjetivo no sólo es histórico, sino
que es perfectamente racional, el nacimiento del sistema o criterio objetivo es
enteramente artificial y, de hecho, es muy probable que se deba a una apreciación
equivocada de los legisladores franceses, autores del Código de Comercio de ese país,
sobre ciertas disposiciones que aparecían en las ordenanzas mercantiles dictadas por
Luis XIV.
En efecto, la Ordenanza de Colbert de 1673 señalaba una serie de actos que serían
reputados de comercio y que, celebrados entre comerciantes, podrían dar lugar, en caso
de conflicto, a juicios mercantiles sujetos a la jurisdicción de funcionarios judiciales
denominados "cónsules".
Sin embargo, sobre la base de esta enumeración, el artículo 632 del Código de
Comercio francés señala que "La ley reputa actos de comercio", expresando acto
continuo una enumeración que constituye la base de la mercantilidad en dicho Código.
Por otro lado, esta nueva forma de encarar la mercantilidad se avenía perfectamente
al espíritu general del legislador napoleónico, que abominaba las corporaciones
medievales —especie de castas cerradas— y era ardiente partidario de la libertad de
comercio, por lo que, en vez de definir la profesión de una manera general, prefirió un
concepto real y objetivo, construyendo el Derecho Comercial, ya no sobre la base del
comerciante o de su actividad, sino que sobre los actos reputados mercantiles.
Además, y como bien anota Guyenot, "la mayoría de las operaciones enumeradas,
ofrecen la particularidad de ser objetivamente actos de comercio, de todos modos, sean
efectuados por un comerciante o por un no comerciante".
Si se toma en forma pura y aislada a cada uno de los dos sistemas anteriormente
referidos, el subjetivo y el objetivo, resultan de hecho impracticables, de modo que ha
surgido una teoría para la cual el Derecho Comercial es, a la vez, el derecho de los actos
mercantiles, de los negocios y de los comerciantes.
Así, por ejemplo, si bien nuestro Código de Comercio contiene en su artículo tercero
una enumeración de los actos que se reputan mercantiles, no es menos verdad que en
el artículo primero expresa que dicho cuerpo legal está destinado a regir las obligaciones
de los comerciantes que se refieran a operaciones mercantiles, y en los artículos siete
y siguientes se preocupa de definir quiénes son comerciantes y cuáles son sus atributos,
características, obligaciones y prohibiciones. Lo anterior sin perjuicio que hay actos de
comercio contemplados en otras disposiciones legales.
Lo mismo puede decirse del sistema francés, que, a pesar de la idea de sus autores,
no consagra en verdad una teoría objetiva del acto de comercio que pueda estimarse
pura, exclusiva o absoluta, sino que sólo indicó ciertos actos que se considerarían como
mercantiles, adoleciendo la enumeración contenida en el artículo 632 del Código de
dicho país, de muchas lagunas, vacíos e imprecisiones, como también adolecen de ellas
la del artículo tercero de nuestro Código de Comercio, y las que figuran en todas las
otras legislaciones similares, que se pretende son objetivas.
Pero, fuera del ejemplo anterior y de otros que se pueden dar, los llamados actos
comerciales objetivos por naturaleza no son calificados como tales sino por la
consideración de un conjunto de antecedentes que tienen relación, entre otras cosas,
con la persona del que los ejecuta y, en último término, con la profesión de comerciante.
Por otra parte, favorece la existencia de la teoría mixta la circunstancia de que no
existe el acto de comercio unitario, de modo que, fatalmente, sus sostenedores incurren
en una enumeración que en algunos casos será demasiado ancha o en otros, muy
estrecha.
Por otra parte, la supervivencia del criterio subjetivo, aun en los países en los cuales
existe un sistema aparentemente objetivo, se aprecia especialmente en los actos de
comercio que son tales por relación con la actividad, conservando, en este sentido, la
presencia del elemento comerciante, todo su valor.
Más aún: Los actos de empresa dan mayor vigor a esta reflexión, pues las empresas
no son otra cosa que el ejercicio organizado de la profesión mercantil.
Tan es así que la mayoría de los autores contemporáneos piensan que, a pesar de
las apariencias y de las intenciones de sus propios redactores, el Código francés de
1807 es más un Código de los comerciantes que un Código de los actos de comercio.
Así, por ejemplo, Guyenot, refiriéndose a la función de la noción de acto de comercio,
señala que "el concepto extensivo del acto de comercio, que puede ser efectuado tanto
por un comerciante ordinario como por un particular que se entrega ocasionalmente al
comercio, responde a una idea dominante. El comercio no debe ser monopolio de los
comerciantes", sugiriendo que el Código de Comercio francés está redactado, en
principio, para los comerciantes y luego para todos quienes ocasionalmente ejecutan
operaciones mercantiles.
Existen otros autores que apoyan, en cambio, la idea de la circulación, y aun cuando
la enumeración del Código de Comercio francés no se preste exactamente para esta
idea, sostienen, en cambio, que la jurisprudencia se ha visto obligada a aceptarla,
porque la idea de circulación dominaría todo el sistema legal a pesar de su incoherencia
aparente.
La idea de la intermediación no mira otra cosa que no sea solamente al acto y es por
ello que los partidarios del sistema subjetivo la reprochan, pues pretende descubrir por
la naturaleza de los actos su carácter comercial, en tanto que los partidarios de esta
doctrina sostienen que la naturaleza de un acto no ejerce absolutamente ninguna
influencia sobre su carácter civil o comercial.
Para ellos el carácter formal de la empresa mercantiliza sus actos y basta que ella
exista para que todos sus actos sean mercantiles.
Otros autores atacan esta doctrina, de gran aceptación en algunos países de Europa,
principalmente en Alemania, diciendo que la noción de empresa no es útil más que para
caracterizar la profesión, y ni siquiera eso en forma exclusiva, pues también existen
empresas civiles.
Pese al fracaso a que han llegado los autores para encontrar un concepto unitario de
la mercantilidad, llegando algunos hasta renunciar a buscarlo, alguna parte de la
doctrina alemana y sus seguidores han intentado dar una explicación que, saliéndose
del marco tradicional, tiene en cuenta los conceptos modernos de la economía y del
comercio.
Para ella el Derecho Comercial es aquel que regula el derecho del tráfico en masa,
que se realiza profesionalmente, circunstancia que explica su carácter moderno y
justifica su existencia separada del Derecho Civil que regula los actos y contratos que
por regla general se ejecutan o celebran aisladamente. Como característica de esta
doctrina se destaca la reducción de las formalidades que deben cumplirse para la
realización de su actividad, la que se circunscribe poco a poco a contratos tipo o
esquemas, contratos de adhesión y como elementos interpretativos de esas
operaciones a un mayor predominio de los usos y costumbres.
Otra característica consiste en la protección jurídica que debe darse a la buena fe, a
la seguridad del tráfico realizado en masa y a la despersonalización de las relaciones
jurídicas que provoca, tal como ocurre con los títulos de créditos y la formación
impersonal del precio y del contrato en la compraventa.
Por otra parte, la noción de negocio es clara para todos. De acuerdo al diccionario, en
la acepción vinculada al tema que nos ocupa, se entiende por "negocio", "asunto
lucrativo o de interés"; "utilidad, interés o provecho que se obtiene en un asunto".
Del mismo modo, el tratar de encuadrar a esta disciplina dentro de los límites de una
cierta actividad profesional, también trae como resultado restringir artificialmente el
ámbito de aplicación real de las ideas que están detrás de la mercantilidad y, desde
luego, olvida la trascendencia de los actos jurídicos de masa y, en particular, aquellos
en que al menos una de las partes es una empresa.
Para la doctrina mercantil tradicional, sólo los bienes muebles, susceptibles de ser
transportados, pueden ser objeto de especulaciones comerciales.
Coincidimos plenamente con esta tendencia contemporánea, toda vez que los
elementos que concurren para ejercer el comercio no son privativos de los bienes
muebles.
En efecto, el que compra para vender después, a mayor precio, un bien raíz, con fin
de lucro, ejecuta sin duda un acto mercantil, y, por más que se diga o predique lo
contrario, el hecho de recaer el acto sobre un inmueble no puede privarlo de las
características mercantiles que éste tiene por esencia: intermediación en la producción
y/o circulación de la riqueza, con afán de lucro.
Sin embargo, dentro de nuestra legislación positiva, de acuerdo con las fuentes que
la inspiraron, los bienes inmuebles están excluidos de la mercantilidad, y los actos
mercantiles más comunes enumerados por nuestro legislador, no contemplan ni dan
cabida a los inmuebles como objetos susceptibles de ser materia de ellos, lo que queda
a la vista en la más somera lectura de los números uno y tres del artículo 3º del Código
de Comercio.
El propio redactor del Código de Comercio, don Gabriel Ocampo, manifestó que los
contratos de compraventa y arrendamiento de casas o locales para almacenes o tiendas
no eran actos de comercio, porque no reúnen las calidades que expresan los citados
números primero y tercero del artículo 3º, agregando que, siendo estas operaciones
civiles por lo general, no habría ninguna excepción desde el momento en que las
operaciones que el Código califica de actos de comercio deben versar, para que
merezcan esta calificación, sobre objetos muebles, modificados o no por la industria.
Asimismo, para esta doctrina, los actos de corretaje y mandato que puedan recaer
sobre bienes raíces no perderían su carácter mercantil por ese motivo, ya que el
corretaje es sobre todo una operación de intermediación que es mercantil por
naturaleza.
Sin embargo, la jurisprudencia chilena ha mantenido en forma casi uniforme el criterio
de eliminar por completo a los inmuebles de las operaciones mercantiles, llegando a
sostener que los servicios o gestiones hechos por un corredor para buscar una persona
que celebre con otra un contrato de arrendamiento de fábrica y venta de sus existencias
no participan de la índole mercantil, sino que son actos meramente civiles.
Sin embargo, creemos que este pequeño avance legislativo es insuficiente a la luz de
la práctica y de la doctrina moderna.
Hoy en día son casos de común ocurrencia aquellos en que intervienen personas
naturales y jurídicas especulando con la compraventa de inmuebles, especialmente de
departamentos, pisos y condominios que consisten en loteos cerrados, incluso hasta en
el área de las propiedades de veraneo.
Este tipo de operaciones tiene un carácter comercial tan manifiesto, que resulta
imposible sostener que no se trata de comerciantes quienes los desarrollan, ni de que
no son actos de comercio aquellos que se efectúan en este tipo de proyectos.
La enumeración de los actos de comercio tiene una enorme importancia para los
siguientes propósitos:
1. Para determinar la legislación de fondo aplicable, en los casos en que un mismo
acto o contrato esté reglamentado por el Código Civil y el de Comercio. Es indispensable
saber cuándo constituirá acto de comercio para aplicarle las reglas contenidas en la
legislación especial de esta naturaleza.
Advirtamos que en caso de duda debe reputarse que el acto o contrato es civil, porque
la mercantilidad es una especialidad dentro del derecho privado común.
2. Para la prueba, porque, como ya hemos señalado, los medios de probar una
obligación mercantil son más amplios que cuando ella es civil, tanto porque la prueba
testimonial es más amplia, como porque en el Código de Comercio existe una mayor
aplicación de la prueba instrumental, e, incluso, un medio de prueba que constituye una
variante de ella: los libros de contabilidad, que hacen prueba en ciertas y determinadas
circunstancias cuando se trata de obligaciones mercantiles.
3. Para los fines profesionales, porque, según señala el artículo séptimo del Código
de Comercio, son comerciantes aquellos que hacen de la ejecución de actos de
comercio su profesión habitual, de modo tal que la mercantilidad sube del acto a la
persona del comerciante y, entonces, se hace indispensable conocer cuáles son los
actos de comercio, para a la vez saber cuáles son los capaces de transformar a una
persona en comerciante.
4. Para la capacidad de los que las ejecutan, toda vez que para ejercer el comercio
existen reglas especiales respecto de ciertos tipos de comerciantes, o de personas que
no pueden ejercer el comercio, o a quienes ciertos actos les están prohibidos o limitados.
5. Para los fines de la quiebra, toda vez que la Ley de Quiebras, ahora denominada
Ley de Reorganización y Liquidación de Empresas y Personas contempla normas más
severas para la insolvencia de los comerciantes, aun cuando hoy en día en Chile la
misma estrictez recae en la de los industriales, agricultores y mineros, y a lo menos
estos dos últimos son, evidentemente, no comerciantes en nuestra legislación.
Por el contrario, serán civiles los actos de comercio que sirven para complementar
accesoriamente una industria no comercial, como lo dice expresamente el artículo 3º,
número 1, inciso segundo, del Código, disposición que, en su excepción, da cabida en
nuestro derecho a la teoría de lo accesorio, toda vez que, proyectada más allá de este
inciso inserto en la compra mercantil, ha sido extendida, por general aceptación, a todo
el Derecho Comercial chileno.
La teoría de los actos mixtos o de doble carácter se aplica a todos aquellos actos o
contratos que no son mercantiles en razón de su forma.
Estos últimos tienen el carácter de mercantiles cualesquiera que sean las personas
que en ellos intervengan.
Pero todos los actos que no tienen este carácter obligatoriamente mercantil podrán
ser civiles o comerciales para las partes que en ellos intervienen y, en algunos casos, el
mismo acto será para una de las partes civil y para la otra mercantil 4.
La doctrina francesa denomina a estos actos "mixtos", y en la nuestra se les conoce
también por el nombre de "actos de doble carácter", acogiendo con ello la crítica de
Ripert a la denominación "mixtos", porque para éste, un acto —en sí mismo— no puede
ser mixto, porque esa palabra "nada significa".
La teoría de los actos de doble carácter reconoce que en muchos actos y contratos
mercantiles intervienen personas para las cuales el acto es mercantil y otras para las
cuales ese mismo acto será civil, doble calidad que provoca diversas dificultades en
caso de juicio entre los contratantes, tanto desde el punto de vista de la legislación de
fondo que regirá el acto mismo, a la competencia judicial, al procedimiento aplicable al
juicio de que se trate y a la prueba que podrá rendirse en él.
Así, si el acto es para una parte civil, para ella le será aplicable la ley civil para regular
las obligaciones que le impone el contrato y si, por el contrario, es comercial, le será
aplicable la legislación mercantil, formada por el Código de Comercio, la ley comercial
complementaria o la costumbre en su caso. En todo caso, siempre es conveniente tener
presente la regla contenida en el artículo 8º del Código de Comercio, en cuanto dispone
que "no es comerciante el que ejecuta accidentalmente un acto de comercio, pero queda
sujeto a las leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto".
Lo dicho respecto de esta norma probatoria puede repetirse en relación a todas las
otras normas especiales sobre la prueba que contiene el Código de Comercio, las que
podrán ser utilizadas única y exclusivamente para probar las obligaciones de aquel que
en el contrato es obligado a cumplir con una obligación que tiene el carácter de
mercantil.
No existe ninguna norma práctica respecto de las materias a las que nos hemos
referido precedentemente, limitándose el Código de Comercio a reconocer la existencia
de los actos mixtos o de doble carácter, desde que el inciso primero del artículo 3º del
Código parte por expresar que "Son actos de comercio ya de parte de ambos
contratantes, ya de parte de uno de ellos".
Todos los otros problemas que en la teoría de los actos mixtos o de doble carácter
pueden presentarse y se presentan en la práctica, muy frecuentemente en la vida
jurídica, no han sido objeto de otras normas proporcionadas por el legislador y han sido
suplidas por la jurisprudencia y la doctrina.
En este primer grupo se incluyen los actos de comercio que regulan los cuatro
primeros numerales del art. 3º, pero de ellos, los que comprende el Nº 2º (compra de un
establecimiento de comercio) y el Nº 4º (comisión o mandato mercantil), son
comerciales sin que la norma legal exija expresamente, como en los otros casos, una
cierta intención de quienes los ejecutan o celebran, aun cuando es forzoso reconocer
que la intención de efectuar operaciones mercantiles está, lógica y naturalmente,
sobrentendida en los casos de los referidos Nºs. 2º y 4º.
1. La compra mercantil
Conforme a lo dispuesto por el número primero del artículo 3º del Código de Comercio,
son actos de comercio para ambas partes o para una sola de ellas "la compra y permuta
de cosas muebles, hecha con ánimo de venderlas, permutarlas o arrendarlas en la
misma forma o en otra distinta y la venta, permuta o arrendamiento de estas mismas
cosas. Sin embargo no son actos de comercio la compra o permuta de objetos
destinados a complementar accesoriamente las operaciones principales de una
industria no comercial".
Para que haya compra mercantil se requiere, entonces, que ella verse sobre una cosa
mueble y que se haga con ánimo de vender, permutar o arrendar esa misma cosa
obteniendo una ganancia o lucro comercial.
En cuanto al segundo de los elementos, vale decir, que la compra se haga con ánimo
de vender, permutar o arrendar esas cosas compradas, en la misma forma o en otra
distinta, su existencia revela la presencia del elemento intención, que es requisito de la
mercantilidad de estos tipos de compras, a la vez que constituye una manifestación
ostensible del elemento intermediación en la circulación de la riqueza.
De este modo, las compras hechas sin el ánimo de obtener tal lucro no son
mercantiles, lo que resulta claro cuando quienes compran son sociedades de
beneficencia o cualquier otra institución sin fines de lucro.
2. La venta mercantil
Efectuada una adquisición que tenga el carácter de mercantil conforme a las normas
precedentemente expuestas, la venta también lo será, porque constituye la realización
del propósito del comprador, que adquirió la cosa con ánimo de venderla. En estas
circunstancias, a diferencia de la compra, que debe ser precedida de un mero propósito
de vender, la venta debe ser precedida de una auténtica compra mercantil, no bastando
una simple intención.
Por lo tanto, en el sistema de nuestro Código, las ventas que son precedidas de otros
actos jurídicos no mercantiles tampoco lo son a su vez, como, por ejemplo, las ventas
que se hacen de cosas adquiridas a título gratuito, como las herencias y legados,
aunque se hagan con espíritu de obtener con ellas una ganancia y, del mismo modo, en
nuestro Código son ventas civiles las que hacen los productores primarios (agricultores,
cazadores, mineros, pescadores), pues en ellas no hay una compra mercantil que las
precede, aun cuando las cosas que éstos producen las vendan transformadas o
elaboradas5. La excepción a esta regla está dada cuando la actividad extractiva no
constituye sino la que suministra un insumo a una fábrica que hace de la transformación
de la materia prima su actividad ordinaria, vendiendo a terceros productos ya
transformados y no sólo en el mismo estado del que fueron extraídos de la naturaleza,
como es el caso de las agroindustrias, las viñas, las industrias de celulosa, de harina de
pescado, etc.
3. La permuta
Vale decir que, para que sea mercantil, una permuta debe estar precedida de una
compra que tenga ese carácter. Cabe indicar, sin embargo, que la adquisición de una
cosa mueble por permuta no está calificada como mercantil.
4. El arrendamiento mercantil
Para que exista arrendamiento mercantil, éste debe ir siempre precedido de una
adquisición mercantil, es decir, de la compra o adquisición por permuta de una cosa
mueble6, hecha con el ánimo de arrendarla en la misma forma o en otra distinta y con
propósito de lucro comercial. Así se desprende del Nº 1 del art. 3º del Código de
Comercio.
Por su parte, el numeral 3º del art. 3º del Código mercantiliza, también, al contrato de
arrendamiento de cosas muebles, hecho con el ánimo de subarrendarlas.
En materia de prueba, eso sí, se aplicarán las normas —más amplias— que la rigen
en materia mercantil.
A pesar que la ley nada dijo al respecto, la doctrina estima que la venta de un
establecimiento de comercio es también comercial. Si la compra de un establecimiento
es el acto por el cual una persona se inicia en la vida de los negocios (al menos allí
donde aquél se encuentra), la última venta en ese giro es el acto —mercantil— que el
dueño ejecuta en relación a dicho establecimiento, al desprenderse de él.
Así, se sostiene, por ejemplo, que los diferentes elementos del establecimiento
comercial deberían enajenarse por separado, porque no existe disposición legal alguna
que establezca cuáles de ellos se entienden formar parte esencial y natural del
establecimiento, existiendo al respecto sólo una decisión de la jurisprudencia que ha
señalado al respecto que "en la cesión de un establecimiento comercial se entiende
conferido el derecho de usar el nombre de éste".
6. El mandato comercial
El número cuarto del artículo tercero del Código establece que es acto de comercio
"la comisión o mandato comercial".
Por otra parte, el artículo 234 del Código señala que la comisión es uno de los tipos
del mandato comercial, por lo que debe entenderse que el número 4º del artículo 3º del
Código citó confusamente, como sinónimos, a un acto específico "la comisión" y otro
genérico, "el mandato", atribuyendo a ambos el carácter de mercantiles.
La verdad es que, en la mayoría de los casos, será el acto encomendado el que dará
carácter mercantil al mandato o a la comisión en su caso. Si dicho acto es mercantil, el
mandato o la comisión serán comerciales y, por el contrario, si no lo es, se tratará de un
contrato civil, opinión sostenida en la doctrina nacional, entre otros, por don Gabriel
Palma.
Para nosotros, al calificar la mercantilidad del acto encomendado no sólo hay que
atender a que lo sea exclusivamente respecto del mandante o del mandatario, porque
el mandato comercial y la comisión son actos mixtos o de doble carácter y debe
atenderse a la mercantilidad que el acto encomendado tenga para cualquiera de las
partes, pues el encargo puede ser civil o mercantil para cualquiera de ellos.
En cualquier caso será indiferente la naturaleza del acto encomendado respecto del
tercero con el cual el mandatario o comisionista va a contratar.
Es así como el concepto de empresa que hemos recogido del Código del Trabajo
señala que la finalidad de ella puede no sólo ser de tipo económico, sino que también
social, cultural o benéfico, y, desde luego, esas actividades no son mercantiles.
Sin embargo, no resulta posible sostener que el intercambio sea un elemento que esté
siempre presente en las empresas mercantiles, pues en algunas que el Código
contempla expresamente como tales no se realiza labor de intermediación alguna,
como, por ejemplo, en el caso de las empresas de seguros terrestres a prima, que
califica como mercantiles el número nueve del artículo tercero del Código.
Sin duda alguna, el elemento fundamental es el propósito de lucro, que sirve para
distinguir las empresas mercantiles de las civiles, pero también tiene mucha importancia
considerar a la empresa como el ente que organiza los factores de la producción para
realizar una actividad económica.
Antes de seguir con este tema, que ampliaremos posteriormente, debemos advertir
que no debe confundirse, ni mucho menos identificar, a la empresa, noción económica
y jurídica referida a una organización estructurada para ejercer una actividad comercial
en forma profesional, con las sociedades, personas jurídicas que son una de las formas
jurídicas que puede adoptar la empresa, de modo que estas últimas responden a un
concepto mucho más amplio que aquéllas.
Así, por ejemplo, una empresa puede ser de propiedad de una persona natural, de
una comunidad, cooperativas, una mutual, o de cualquiera otra forma de organización
distinta a la sociedad.
Esto explicaría el que algunas operaciones, como los seguros, los transportes, las
operaciones de crédito y de bancos y otras de la vida comercial se hayan transformado
en operaciones de empresa, y de que el comercio se haya despersonalizado, debido al
predominio de las sociedades y a la relevancia de la organización sobre el titular de ella,
lo que viene a justificar la indiferencia por los actos ocasionales y aislados de comercio
que pueden ser remitidos a las normas del derecho común.
Antes que nada cabe una advertencia: no son propiamente las empresas los actos de
comercio, sino los actos realizados por ella, sean de compraventa, o de transporte o de
cualquiera otra naturaleza, sin perjuicio de los más importantes que se dan,
naturalmente, en la transformación fabril o manual de materias primas.
La transformación de esas materias primas será acto mercantil, ya sea que dichas
materias primas las entregue un proveedor, o que sea el propio fabricante quien las
adquiera o produzca él mismo, lo que puede suscitar alguna dificultad, pues será
siempre cuestión de hecho determinar cuándo un agricultor, pescador o minero ejerce
una industria civil al transformar sus productos para venderlos, venta que, en principio,
sería civil por no provenir de una compra mercantil, o tiene esa transformación la
jerarquía de una fábrica o manufactura, en cuyo caso serían mercantiles sus
operaciones de conformidad con el número que aquí estamos estudiando.
Antes de terminar con este punto, debemos señalar que la enumeración del número
5 del artículo 3º no es taxativa, sino que meramente enunciativa, puesto que se refiere
a que "otros establecimientos semejantes" pueden quedar comprendidos en este tipo
de empresa mercantil, y así, por ejemplo, la Corte de Valparaíso atribuyó en un fallo el
carácter de mercantiles a los establecimientos de baños públicos.
Resulta novedoso señalar que el artículo 166 del Código, ya citado, contempla, en su
inciso final, el único concepto de empresa que existe en nuestra legislación mercantil,
aun cuando limitado al contrato que estamos analizando y con una redacción que no se
presta para extenderlo a otro tipo de actividades mercantiles.
La disposición citada señala que "el que ejerce la industria de hacer transportar
personas o mercaderías por sus dependientes asalariados y en vehículos propios o que
se hallen a su servicio, se llama empresario de trasportes, aunque algunas veces
ejecute el transporte por sí mismo".
En lo que se refiere a la otra parte del contrato de transporte, que es el cargador, esto
es, el que encarga la conducción, habrá que atenerse a la teoría de lo accesorio para
averiguar si el contrato es para él mercantil o no.
Si bien el artículo 3º, número 6º, no se refiere a la navegación por lagos, cabe señalar
que el transporte por lagos también es mercantil, atendido que el artículo 166 referido
se encarga de mencionarlo, también, entre los contratos de transporte terrestre.
Por lo que respecta al transporte que se verifica por mar, éste siempre es mercantil,
está mencionado en los números 15º y 16º del artículo 3º y está tratado con detalle en
el Libro III del Código de Comercio.
El depósito en sí mismo es un acto civil, y por su naturaleza es, aún más, gratuito.
Por lo tanto, es el hecho que se constituya una empresa con fines de lucro para
explotar el ramo de depósito de mercaderías que le hagan los particulares lo que da al
empresario el carácter de comerciante y a los actos de depósito que celebre la
característica de mercantiles.
Una vez más, cabe añadir que no solamente serán mercantiles estos contratos, sino
todos los actos accesorios del giro de la mencionada empresa.
En algunos casos este tipo de empresas puede llegar a tener el alcance de una
empresa de servicio público, pero en cualquier caso no es esta circunstancia sino la
uniformidad de tratamiento para la clientela a su servicio, o de las prestaciones, y la
mantención de tarifas uniformes durante cierto período, lo que define a una empresa de
suministro.
Por otro lado, generalmente sus actividades son masivas y se traducen en contratos
de adhesión.
Respecto del que recibe la provisión o goza de la cosa suministrada, habrá que
atender, como siempre, a la teoría de lo accesorio, la que permitirá decidir si el contrato
tiene para él carácter comercial o civil.
Así, por ejemplo, el suministro de agua potable o energía eléctrica para una empresa
industrial es sin duda alguna para ella también un contrato mercantil, en tanto que la
misma prestación de servicio para un particular revestirá para éste el carácter de un
contrato civil.
Pueden citarse como empresas de provisiones las que abastecen el rancho de las
unidades militares, cuarteles de policía, establecimientos penales, etc., y como
empresas de suministros las de agua potable, electricidad, teléfonos, pompas fúnebres,
editoriales, diarios y revistas, y otras similares.
Cualesquiera que sean los encargos que se den, y aunque algunos de ellos puedan
aparecer como negocios civiles, la ley las reputa comerciantes y mercantiliza sus
actividades, basada en el principio de favorecer a los que contratan con ellas, que
dispondrán de la amplitud de los medios de prueba mercantiles.
Entre las agencias de negocios más comunes figuran las de empleos, de avisos,
publicaciones, publicidad y propaganda; las agencias de turismo y viajes; de
informaciones comerciales; las dedicadas a comisiones y mandatos ordinarios, y en
algunos países, también, las agencias de venta o reventa de espectáculos públicos e,
incluso, las agencias matrimoniales.
En cuanto a la mercantilidad del acto para el cliente, habrá que recurrir, como siempre,
a la teoría de lo accesorio.
6. Los martilleros
El mismo número 7º del art. 3º contempla como actos de comercio los que realizan
los martilleros, que, como agentes auxiliares de los comerciantes, son personas
encargadas de vender al mejor postor productos naturales, muebles y mercaderías.
Cabe finalizar con estas referencias sobre las empresas de espectáculos públicos
señalando que la frase con que termina el número 8º del artículo 3º, que dice "sin
perjuicio de las medidas de policía que corresponda tomar a la autoridad administrativa",
no tiene ninguna aplicación, ni actualidad.
Aclaramos que el único propósito del legislador al introducir esta norma en el Código
fue no entregar a los Tribunales de Comercio, que entonces existían, el conocimiento
de hechos policiales que podrían corresponder a estos tribunales, explicación que, aun
así, resulta insatisfactoria respecto de la incorporación al texto del Código de una
materia tan ajena a su objeto como la mencionada.
Se refiere a este tipo de empresas el número 9º del artículo 3º, señalando que son
actos de comercio "las empresas de seguros terrestres a prima, incluso aquellas que
aseguran mercaderías transportadas por canales o ríos".
Refiriéndose a esta materia, el decreto con fuerza de ley Nº 251, del año 1931, varias
veces modificado, señala que el comercio de seguros a prima no puede ser ejercido por
personas naturales sino que, solamente, por sociedades anónimas chilenas, de modo
que el asegurador será comerciante y el seguro a prima será siempre un acto de
comercio.
Por lo que respecta al asegurado, en el seguro terrestre a prima tendrá que atenderse
a la teoría de lo accesorio para determinar si el contrato es o no mercantil para él.
La referencia final del número 9º, en cuanto a que son comerciales las empresas de
seguros terrestres a prima "aunque aseguren mercaderías transportadas por canales o
ríos", es innecesaria, porque el seguro terrestre a prima es mercantil cuando versa sobre
cosas objeto de un transporte terrestre, por cualquier vía que éste se realice.
El artículo 14 del decreto ley Nº 1.953, del año 1977, agregó al artículo 3º un número
20º, conforme al cual son actos de comercio "las empresas de construcción de bienes
inmuebles por adherencia, como edificios, caminos, puentes, canales, desagües,
instalaciones industriales y otras similares de la misma naturaleza".
En opinión de parte de la doctrina, la intención del legislador ha sido incluir entre las
mercantiles a las empresas de construcción, con finalidades de facilitar la aplicación de
los procedimientos sobre quiebra que contempla la ley del ramo en contra de los
deudores comerciales, cuyos efectos son más rigurosos, tanto los inmediatos como
retroactivos, y también por la aplicación de los procedimientos destinados a la
calificación y penalidad de las quiebras.
Bajo esta clasificación agrupamos a los actos que son comerciales atendida su
naturaleza, por razones vinculadas a su esencia misma o que se encuentran asociadas
al origen y desarrollo del derecho comercial.
En efecto, si bien es cierto que en la mayoría de los casos estos actos serán
mercantiles para ambas partes, se da el caso de que en algunas situaciones resulta
plenamente aplicable la teoría de los actos mixtos o de doble carácter, por lo que, en
consecuencia, un acto será mercantil para una de ellas y civil para la otra.
En su actual redacción, que proviene del texto introducido por la ley Nº 18.092 del 14
de enero de 1982, el número 10 del artículo 3º del Código de Comercio expresa que son
actos de comercio las operaciones sobre letras de cambio, pagarés y cheques sobre
documentos a la orden, cualesquiera que sean su causa y objeto y las personas que en
ellos intervengan y las remesas de dinero de una plaza a otra, hechas en virtud de un
contrato de cambio.
En efecto, serán mercantiles las operaciones sobre letras de cambio, sean éstas
nominativas o a la orden (no existen las letras de cambio extendidas al portador), y serán
mercantiles las operaciones sobre pagarés o cheques extendidos al portador, a la orden
o en forma nominativa.
Lo que en realidad quiso decir el legislador es que, además de la letra de cambio, el
pagaré y el cheque, pueden existir otros documentos o títulos que, en la medida que
sean extendidos a la orden, tendrán el carácter de mercantiles (por ejemplo, la carta de
porte o el conocimiento de embarque) 8.
Este tipo de actos, llamados actos formales de comercio, siempre tienen carácter
mercantil para ambas partes, lo que excluye la posibilidad de la existencia de actos
mixtos o de doble carácter y la aplicación de la teoría de lo accesorio.
Lo mercantil proviene aquí de la forma, del empleo de títulos valores respecto de los
cuales se ejecutan determinadas operaciones tales como emisión, libramiento o giro,
endoso, aceptación, aval, etc., cualesquiera que sean su causa u objeto y las personas
que en ellas intervengan.
En primer lugar, y en cuanto a las letras de cambio, la ley declara mercantiles por su
forma las operaciones sobre letras de cambio sin indicar expresamente cuáles, por lo
que cabe señalar que las principales operaciones aludidas son el giro, emisión o
libramiento, que es el acto por el cual el librador crea la letra; la aceptación, que es la
declaración unilateral de voluntad del librado que acepta la orden contenida en la letra
y se obliga a pagarla; el endoso, que es el acto mediante el cual el beneficiario o el
portador de la letra transfiere el documento, lo da en cobro o lo constituye en garantía,
y el aval, que es un acto escrito y firmado en la letra de cambio, en una hoja de
prolongación adherida a ésta o en un documento separado, por el cual el girador, un
endosante o un tercero, garantiza en todo o en parte el pago de la letra.
Por lo que respecta a los pagarés, del mismo modo que las letras de cambio, están
actualmente regulados por la ley Nº 18.092 del 14 de enero de 1982, que modificó
también el aludido número 10º del artículo 3º del Código de Comercio.
El pagaré se diferencia de la letra de cambio porque en esta última existe una orden
dirigida por una persona a otra de pagar una suma a una tercera, de modo que por
naturaleza intervienen tres personas en la emisión de la letra de cambio (no obstante
que pueden intervenir sólo dos), en tanto que el pagaré es una confesión o
reconocimiento de deuda que hace el suscriptor unilateralmente, quien puede señalar
al beneficiario nominativamente, a la orden o al portador, siendo las principales
operaciones sobre pagarés la suscripción, el endoso, la garantía de aval, el pago, el
protesto, y la prórroga.
Aun cuando está vinculado al contrato de cuenta corriente bancaria, el cheque tiene
eficacia independientemente de él.
Las principales operaciones sobre cheques son el giro, el endoso, la cancelación, el
pago, la revalidación y el protesto, pero incluso la cesión de un cheque nominativo,
mediante el mecanismo de la cesión de crédito, es una operación de carácter comercial,
porque la ley ha atribuido el carácter de comerciales a todas las operaciones que se
realicen en relación a este tipo de documentos, cualquiera que sea la calidad de las
personas que en ellos intervengan.
Por último, quedan incluidas dentro de esta clase de actos formales de comercio las
remesas de dinero de una plaza a otra hechas en virtud de un contrato de cambio, caso
en el cual la ley otorga naturaleza comercial a todas las remesas de dinero que se
efectúen de una plaza a otra, y no sólo a aquellas que se realizan mediante el empleo
de una letra de cambio.
En efecto, pueden realizarse tales tipos de remesas mediante el uso de otro tipo de
documentos, como simples órdenes de pago, o incluso de un giro postal o telegráfico.
En definitiva, reunidos los elementos del contrato de cambio, cualquiera que hubiese
sido el medio empleado para ejecutarlo, toda remesa de dinero de una plaza a otra
constituye una operación formal de comercio.
El Nº 11 del art. 3º del Código establece que son actos de comercio las "operaciones
de banco".
Interesa dejar en claro que el Código de Comercio se refiere aquí a todas las
operaciones de banco, empleando la expresión "operaciones" no desde un punto de
vista jurídico, sino utilizándola desde el punto de vista económico, que supone la
realización de varios actos jurídicos para completar la operación. Asimismo, interesa
destacar que el Código se refiere a las operaciones "de banco" y no a las que sólo están
autorizadas a ejecutar éstos, de modo que las que por su naturaleza legal son tales,
pero que las efectúen sociedades financieras, administradoras de créditos hipotecarios
y empresas de cobranzas, pagos y transferencias de fondos (Servida) deben
mantenerse encuadradas en esta categoría.
Las operaciones que están autorizados para efectuar los bancos están contempladas
en la Ley General de Bancos, cuyo texto refundido y sistematizado consta del D.F.L.
Nº 3, de 19 de diciembre de 1997.
Son bancos comerciales las instituciones que se dedican al negocio de recibir dinero
en depósito y darlo a su vez en préstamo, sea en forma de mutuo, de descuento de
documentos o en cualquiera otra forma, de acuerdo a la definición contemplada en el
artículo 40 del referido decreto con fuerza de ley Nº 3.
Las principales operaciones bancarias están enumeradas en los artículos 69 y
siguientes del referido cuerpo legal, de las cuales pueden señalarse las siguientes:
5. Emitir letras de crédito que correspondan a créditos con este tipo de documentos
que contempla la misma ley;
12. Emitir letras, órdenes de pago y giros contra sus propias oficinas o corresponsales;
15. Constituir en el país sociedades filiales con arreglo a los artículos 70 y siguientes;
Para los bancos las operaciones señaladas son siempre comerciales 9. Con respecto
de la persona que contrata con ellos, debe determinarse el carácter civil o comercial que
tenga recurriendo al principio de lo accesorio. Para una parte de la doctrina nacional, no
obstante, estas operaciones serían actos mercantiles para ambas partes.
4. El corretaje
El artículo 234 del Código menciona la correduría como una forma de mandato
comercial, que se encuentra reglamentada en el Título III del Libro I, según el cual los
corredores son oficiales públicos instituidos por la ley para dispensar su mediación
asalariada a los comerciantes y facilitarles la conclusión de sus contratos.
En cuanto al carácter que tenga el acto intermediado por el corredor, para la persona
que lo contrata, por ejemplo, una compraventa, debe tenerse presente para calificar
dicho acto, contrato u operación de mercantil o civil, a la tantas veces aludida teoría de
lo accesorio. Pero el corretaje en sí es siempre mercantil.
Las operaciones de bolsa están definidas por el artículo 38 de la Ley Nº 18.045 del
año 1981, sobre Mercado de Valores, que señala que las bolsas son entidades que
tienen por objeto proveer a sus miembros de la implementación necesaria para que
pueden efectuar eficazmente las transacciones de valores, en el lugar que les
proporcione, mediante mecanismos continuos de oferta pública, y para que puedan
efectuar las demás actividades de intermediación de valores que procedan en
conformidad de la ley.
Las operaciones de bolsa son, respecto a las bolsas de comercio y los corredores que
en ellas intervienen, operaciones que son siempre mercantiles, en tanto que respecto
de la persona que concurre a la bolsa a transar dichos valores, debe aplicarse el
principio de lo accesorio, para determinar si el acto es mercantil o civil.
Todo ello sin perjuicio de tener presente que la compra y venta de valores mobiliarios
será siempre mercantil en el caso de que se efectúe a título de inversión lucrativa, que
es lo que ocurre corrientemente.
"13. Las empresas de construcción, carena, compra y venta de naves, sus aparejos y
vituallas.
17. Los hechos que producen obligaciones en los casos de averías, naufragios y
salvamentos.
18. Las convenciones relacionadas con el salario del sobrecargo, capitán, oficiales y
tripulación.
19. Los contratos de los corredores marítimos, pilotos lemanes y gente de mar para
el servicio de las naves".
Cabe hacer notar que la tendencia del legislador de incluir todo lo relacionado con las
actividades marítimas dentro del Derecho Mercantil llega hasta al extremo de abarcar,
no sólo actos y contratos, sino también hechos que producen obligaciones, como son
aquellos a que se refiere el Nº 17, arriba transcrito.
A. Las sociedades, omisión que se encuentra salvada por el artículo 2059 del Código
Civil, el cual expresa que las sociedades comerciales son las que se forman para
negocios que la ley califica de actos de comercio.
En cuanto a las sociedades anónimas, el artículo 1º de la ley Nº 18.046 que las regula,
estatuye que este tipo de sociedades son siempre mercantiles, aunque se formen para
cumplir un objeto que no tenga dicho carácter.
D. Contratos accesorios.
El art. 7º del Código de Comercio define al comerciante, diciendo que se trata de una
persona que, teniendo capacidad para contratar, hace del comercio su profesión
habitual.
Sin embargo, la sola enunciación de este concepto nos revela de inmediato sus
limitaciones: es un concepto que, en las propias palabras del Código del Trabajo, se ha
elaborado "para los efectos de la legislación laboral y de seguridad social" y que, por lo
tanto, es mucho más amplio que el concepto de empresa a la luz del Derecho Comercial.
El empresario dirige y organiza los elementos productivos que son las materias
primas, máquinas, herramientas, instalaciones o infraestructuras físicas, el capital en
dinero y los recursos humanos o personal de la empresa.
De allí surge la duda de si es posible que una persona sea comerciante, pero sin
dedicación exclusiva, y la repuesta, como lo veremos más adelante, es que resulta
perfectamente posible, siempre y cuando su dedicación sea constante, es decir, que no
sea una actividad esporádica ni pasajera.
La sociedad es una forma jurídica a la que los comerciantes pueden recurrir para
enfrentar del mejor modo su actividad en el mercado, para organizar su empresa
mercantil, que se caracteriza por formar una persona jurídica distinta de quienes la
constituyen. En Chile acostumbra ser definida como un contrato en el que dos o más
personas estipulan poner algo en común, con la mira de compartir las utilidades y
pérdidas que de ello provengan.
Cualquiera que sea la definición que se adopte, parece realista conceptuarlo como el
conjunto organizado de fuerzas productivas, bienes y derechos cuya unidad funcional
se sitúa en el plano comercial o industrial e intenta proporcionar un lucro para su dueño.
C. "Teoría intermedia", para la cual, si bien los elementos que integran al fondo de
comercio, aunque son separables —porque mantienen su propia individualidad—, ello
no obsta a la unidad del establecimiento de comercio, que consiste en una universalidad
de hecho.
2. Teoría que considera que posee individualidad jurídica, según la cual constituye un
sujeto de derecho, ya sea porque se trata de una persona moral o ideal de naturaleza
autónoma respecto al patrimonio o porque derechamente se le considera como una
universalidad de derecho. Propugnan esta teoría entre otros Calamandrei y Margieri.
A. Elementos materiales:
1. Fijos, entre los cuales figuran los inmuebles, maquinaria, muebles e instalaciones.
B. Elementos inmateriales:
Por el otro lado, existen los elementos internos estáticos, que están compuestos por
los asientos de contabilidad y los archivos.
Como ya hemos dicho, el comerciante puede ser una persona natural, jurídica o moral,
que ejerce una actividad comercial.
Cuando realiza dicha actividad de un modo organizado, permanente, con domicilio fijo
y recurriendo al empleo racional de todos los medios materiales y humanos
correspondientes, forma una institución, una empresa comercial, y el lugar o lugares en
que ejerce permanentemente dicho comercio atendiendo a su clientela, será un
establecimiento de comercio.
Por lo tanto, aun cuando puedan tender en muchos casos a confundirse, son
conceptos distintos los de "comerciante", "empresa", "empresario", "establecimiento
comercial" y "sociedad", siendo esta última tan sólo una de las formas en cómo puede
organizarse jurídicamente una empresa de propiedad pluripersonal.
Es comerciante la persona que, teniendo capacidad para contratar, hace del comercio
su profesión habitual (artículo 7º del Código de Comercio).
El art. 8º clarifica el carácter profesional del comerciante al señalar que no tiene esa
calidad el que ejecuta accidentalmente un acto de comercio, aunque queda sujeto a las
leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto.
Según dispone el artículo 7º, el comerciante debe cumplir distintos requisitos:
1. Tener capacidad para contratar, esto es, aptitud legal para contraer obligaciones;
La sana crítica parece indicar que sí, siempre y cuando su dedicación sea constante,
o sea, no una mera actividad esporádica, porque en tal caso la situación queda excluida
del concepto por el artículo 8º.
c) La de la mujer casada.
Contraer obligaciones supone una aptitud legal que es la capacidad legal de parte de
quien se obliga.
De allí que los hijos de familia y los menores que administran su peculio profesional
pueden ser comerciantes y que la mujer casada puede, hoy en día, ejercer libremente
una actividad comercial separada de la de su marido.
En cuanto atañe a los hijos, la ley Nº 19.221, de fecha 1º de junio de 1993 fijó la
mayoría de edad en 18 años, de modo que todos los que tengan esa edad actúan sin
restricciones de ninguna especie. En cuanto a los menores adultos que administran su
propio peculio, de acuerdo al artículo 10 del Código de Comercio, pueden dedicarse al
comercio, ser en definitiva comerciantes y obligarse válidamente, pero sólo hasta el
monto de sus peculios, sin afectar, eso sí, el patrimonio de sus padres. Incluso más, el
artículo 18 del Código señala que el menor comerciante puede comparecer en juicio por
sí solo en todas las cuestiones relativas a su comercio.
La actividad del comerciante está constituida por la libre celebración de toda clase de
actos y contratos válidos de comercio. Ellos son todos los actos y contratos nominados
e innominados, salvo los que la ley prohíbe por oponerse al orden público o las buenas
costumbres.
A virtud de lo dispuesto en esta última disposición, sólo los efectos del acto quedan
sujetos a las leyes de comercio, de modo que la capacidad de los no comerciantes que
ejecutan un acto de comercio estará regida por las normas generales y no por las del
Código de Comercio.
— Las actividades de las AFP y las Isapres, que administran y cubren los fondos y los
seguros previsionales y de salud privada en Chile.
El art. 19 del Código de Comercio deja entrever que en el pasado existieron en Chile
prohibiciones para comerciar.
1. La del art. 33, que afecta a los factores o dependientes, que no pueden celebrar
por su cuenta actos de comercio en el mismo giro que el del principal o empresario
mercantil para el que trabajan.
2. La del art. 404, que configura distintas prohibiciones para los socios de una
sociedad colectiva, o sea, sociedades de personas y no de capitales.
Una de ellas prohíbe a los socios aplicar en sus propios negocios los fondos sociales
y usar en éstos de la firma social, bajo sanción de que si lo hicieren, sin perjuicio de
poder ser excluidos como socios, deberán entregar a la sociedad todas las ganancias
que de ello obtengan, pero cargando ellos solos con todas las pérdidas (404 Nº 2).
La otra prohíbe al socio explotar por cuenta propia el mismo ramo de industria que
opere la sociedad, y hacer operaciones mercantiles sin consentimiento de todos los
otros socios, cuando la sociedad no tuviere un giro específico de comercio, bajo la
misma sanción de tener que llevar a la sociedad las ganancias y soportar él solo las
pérdidas (404 Nº 4).
La actividad mercantil obliga a los comerciantes a cumplir con requisitos para iniciar
una actividad de esta especie, así como también con obligaciones que deben cumplir
mientras mantengan la calidad de tales comerciantes.
Este requisito debe cumplirse porque sin él no se puede obtener el Rol Único
Tributario, ni "iniciar actividades" ante el Servicio de Impuestos Internos, ni tampoco
obtener patentes municipales, requisitos todos que, en la práctica, son indispensables
para desarrollar cualquier actividad comercial.
Cuando se trata de un comerciante individual, el Rol Único Nacional que tiene toda
persona chilena, nacionalizada, o extranjera con visa para desarrollar actividades
económicas en el país, coincide con el número de su Cédula o Carné de Identidad; pero
aun así, para desarrollar actividades económicas debe requerir al Servicio de Impuestos
Internos la entrega del documento denominado Rol Único Tributario —RUT— que es
físicamente distinto de aquélla y que habilita a quien lo posee para efectuar actividades
remuneradas y, por ende, tributables.
3. Iniciación de actividades
Este es un trámite que también se debe cumplir ante el Servicio de Impuestos Internos
y constituye la base sobre la cual la persona comienza a ser un sujeto tributario, lo que
lo habilita para obtener boletas y facturas, pagar impuestos, en su caso, compensarlos,
y obtener devoluciones.
4. La patente
El artículo 25 del Código de Comercio establece que todo comerciante está obligado
a llevar, para su contabilidad y correspondencia, diversos libros. Nos referiremos acto
seguido a ellos.
a) Libro diario
El libro diario está definido en el artículo 27 del Código de Comercio como aquél en
que se asientan por orden cronológico, y día por día, las operaciones mercantiles que
ejecute el comerciante, expresando detalladamente el carácter y circunstancias de cada
una de ellas.
Por lo tanto, la ley pretende que el comerciante anote en este libro, cronológicamente,
todas las operaciones mercantiles que realice expresando la naturaleza de cada una de
ellas.
b) Libro mayor
El libro mayor no está definido por el Código de Comercio. Se trata de un libro en que
las operaciones mercantiles se anotan agrupadas bajo la forma de cuentas corrientes,
ya sea por rubro de actividad, o por personas con las cuales el comerciante negocia, o
unamezcla de ambos factores.
Así, por ejemplo, un negocio de panadería tiene cuenta corriente con cada uno de sus
proveedores; por ejemplo, el o los molinos que lo proveen de harina. En dicha cuenta
anotará las compras de harina y los pagos que hace, de modo que dichas anotaciones
le permitirán saber el saldo de su cuenta corriente con dicho molino. A su vez, también
tendrá cuenta corriente con sus clientes, en las que irá anotando las ventas de panes
efectuadas y los pagos recibidos.
Al fin de cada año el comerciante formará, en este mismo libro, un balance general
de todos sus negocios y el inventario de sus bienes a esa época.
Los principales libros auxiliares son el libro de caja, en el que consta el dinero en caja
para solventar sus gastos inmediatos; el libro de bancos, que refleja el estado de la
cuenta corriente que tenga el comerciante con su respectivo banco; el libro de
obligaciones por pagar, en el que se anotan las obligaciones que contrae el comerciante
y que sirve para recordarle el cumplimiento de sus compromisos; el libro de créditos por
cobrar, en el que, al revés, constan los créditos que el comerciante otorga a sus clientes
y la fecha de sus respectivos vencimientos, para cobrarlos; el libro de compras, en que
queda constancia de las adquisiciones de bienes que ejecuta el comerciante; el libro de
gastos, en que se anotan todos los gastos que efectúa y, por último, el libro de
inventarios, en que constan los ítems que componen su cartera de productos y materias
primas y otros bienes e instalaciones, y sus variaciones en el tiempo.
El art. 30 del Código de Comercio establece, además, que los comerciantes al por
menor deben llevar un solo libro en el que asentarán diariamente las compras y ventas
que hagan al contado o a crédito, libro en el cual, al fin de cada año deberán formar un
balance general de todas las operaciones de su giro.
Hoy en día esta disposición no tiene efecto en la práctica, porque, de acuerdo a la ley
tributaria, los comerciantes al por menor deben llevar contabilidad completa o
simplificada.
El art. 30 define al comerciante al por menor, como aquel que vende directa y
habitualmente al consumidor.
Sin embargo, el comerciante puede elegir entre distintos sistemas contables según la
naturaleza del negocio, siendo básicamente dos los más comunes:
1. Sistema de contabilidad completa o común;
Según el artículo 17 del Código Tributario, toda persona debe acreditar sus ingresos
con contabilidad fidedigna, o sea, por el sistema elegido por el contribuyente de entre
los ya mencionados, en libros timbrados por el Servicio de Impuestos Internos, y sus
asientos deberán estar respaldados por los documentos pertinentes de ingresos y
gastos, con los datos concernientes a su identificación.
Hoy en día es cada vez más frecuente que los libros de contabilidad se sustituyan por
hojas sueltas de computación timbradas ante el Servicio de Impuestos Internos, pero en
ellas, según la ley tributaria, las anotaciones deben hacerse progresiva y
constantemente, a medida que se realizan las operaciones, por lo que se cumple un
objetivo similar al que tiene el libro diario.
Todas las normas tributarias relativas a los libros de contabilidad están protegidas por
una norma sancionatoria contenida en el artículo 97 del Código Tributario.
Entre las conductas más graves que dicha disposición contempla están la omisión de
los registros contables, la ocultación de los libros, el no corresponder la documentación
con las anotaciones, las enmendaduras injustificadas, no dar aviso inmediato o, a lo
más, dentro de 48 horas, al Servicio de Impuestos Internos, en el caso de pérdida o
destrucción de todo o parte de la contabilidad, quedando el contribuyente obligado a
reconstituirla.
Esta norma está concebida como protección de la privacidad, para que nadie, a
pretexto de investigar la contabilidad de un comerciante, pueda enterarse y dar a
conocer los secretos comerciales de éste.
Hoy en día, sin embargo, el secreto contable tiene diversas excepciones. Las más
importantes son:
5. En caso de quiebra, los libros de contabilidad del fallido pasan a poder del síndico
y cualquier interesado en la quiebra puede pedir su exhibición.
La situación inversa, es decir, que los libros hagan siempre fe en "contra del
comerciante que los lleva", constituye una regla general que no admite excepciones: al
comerciante se le impedirá rendir prueba alguna que tienda a destruir lo que resulte de
sus propios asientos, según lo dispone el artículo 38 del Código de Comercio.
Esta regla no constituye nada extraño y guarda perfecta armonía con los principios
generales en materia de prueba de las obligaciones, en particular con lo que dispone el
artículo 1704 del Código Civil, que señala que los asientos, registros y papeles
domésticos únicamente hacen fe en contra de los que los hayan escrito o firmado, con
tal de que el que quiera aprovecharse de ellos no pretenda el rechazo en la parte que
éstos les fueren desfavorables. Esta última circunstancia también está prevista por el
legislador mercantil, toda vez que el artículo 39 establece que la fe de los libros es
indivisible y el litigante que aceptare en lo favorable los asientos de su contendor estará
obligado a pasar por todas las enunciaciones adversas que ellos contengan.
B. Que la causa sea mercantil para ambas partes. Si uno de los comerciantes ejecutó
el acto para fines civiles, no está obligado a dejar constancia en sus libros de dicha
operación, y el juicio que recaiga sobre ese acto no será comercial para él, de modo que
el comerciante que, a pesar de lo anteriormente dicho, y no ser necesario, tenga anotado
ese negocio en sus libros como una operación comercial, no podrá prevalerse de lo que
conste en dicho asiento en contra de su contraparte, a pesar de tener la calidad de
comerciante.
C. Que los libros se lleven en forma legal. El artículo 35 dispone que los libros que
pueden hacer fe en causas mercantiles no deben vulnerar las disposiciones
establecidas en el artículo 31, que, como hemos dicho, prohíben a los comerciantes
efectuar diversas maniobras sospechosas, tales como alteraciones, raspaduras,
interlineaciones o alteraciones en la encuadernación y foliatura de los libros. Se exige
esta condición para estar ciertos de que el libro que va a hacer fe en un juicio reúne los
requisitos de idoneidad moral mínimos que exige la ley. Reuniéndose todos estos
requisitos, es preciso efectuar un cotejo de los libros de ambos comerciantes y de dicho
cotejo pueden resultar diversas alternativas:
3. Si los libros de uno de los comerciantes están llevados conforme a derecho y los
del otro contendiente tienen algunos de los defectos y vicios prohibidos por el artículo
31 del Código, este último deberá atenerse a lo que establezcan los libros de su
contraparte, si éstos están bien llevados (art. 34). Sin perjuicio de lo anterior, la ley
admite que pueda rendirse otra prueba, en contra de estos últimos, por parte del
comerciante que no pudo hacer valer sus propios libros por falta de regularidad formal.
En todo caso, si los libros de contabilidad, por cualquier motivo, no hacen prueba,
servirán, junto con otros medios probatorios, de base a una presunción judicial.
En cuanto a los libros facultativos, la regla general está contenida en el artículo 40,
según la cual los libros auxiliares no hacen prueba con independencia de los libros
obligatorios.
Sin embargo, si los libros obligatorios se han perdido sin culpa del comerciante, los
libros auxiliares podrán servir como medio de prueba, siempre que hayan sido llevados
en regla y que el comerciante acredite lo fortuito de dicha pérdida.
Antes de terminar el tema relacionado con los libros de contabilidad, vale la pena
hacer presente que el Código está absolutamente atrasado en relación a ellos, al punto
de que la práctica y la norma tributaria se han apartado a gran distancia de sus normas.
Es así como, por ejemplo, no contempla sanciones para quienes los llevan
irregularmente o que simplemente no los lleven, vacíos que ha venido a llenar la
legislación tributaria de un modo incompleto, porque sus normas valen solamente para
los efectos propios del ramo respectivo y no con el carácter general que deben regir
estas normas propias del derecho mercantil.
Los documentos que, según la ley, deben inscribirse, están enumerados en el artículo
22 del Código de Comercio y son los siguientes:
C. Los documentos justificativos de los haberes del hijo o pupilo que está bajo
potestad de padre, madre o curador.
E. Los poderes que los comerciantes otorgan a sus factores o dependientes para la
administración de sus negocios, así como también aquellas en que se revoque el
nombramiento de estos mandatarios.
Antes del triunfo de los principios liberales consagrados por la Revolución Francesa,
para que una persona iniciara la explotación de una determinada actividad económica
debía obtener la autorización real o la de los gremios o corporaciones profesionales; sin
embargo, la Revolución instauró el principio de libre acceso al ejercicio de cualquier
actividad económica fundado en la igualdad de todas las personas ante la ley.
Libertad de contratación y libre competencia pasan a ser, de este modo, los principios
esenciales en los que descansa la actividad económica. Estos principios, conjuntamente
con otros, comienzan a configurar un orden económico general que permite idealmente
a cualquier ciudadano iniciar una actividad mercantil o industrial, pudiendo, además, fijar
libremente las condiciones de su ejercicio. Así, los empresarios pueden concurrir y
competir con otros, desarrollando las actividades propias de cada uno de ellos, en
mercados que permiten el ejercicio de actividades comerciales y económicas en
igualdad de condiciones, sin perjuicio de las regulaciones directas e indirectas que
sustentan su funcionamiento.
La primera ley que se refirió a la materia fue la ley Nº 13.305, del 6 de abril de 1959.
Dicha ley estableció, como principio general, el que no podría otorgarse a los
particulares ningún monopolio para el ejercicio de las actividades industriales o
comerciales. Sólo por ley podría reservarse un monopolio a instituciones fiscales,
semifiscales, públicas de administración autónoma o municipal y, en cada caso, debería
determinarse específicamente las actividades comerciales o industriales afectadas. Las
disposiciones de esta ley, en síntesis, prohibieron los estancos y monopolios, señalaron
algunas conductas que se consideraban anticompetitivas, y crearon una Comisión que
tenía a su cargo recibir y resolver las denuncias que se presentaban, como también
absolver consultas sobre materias de su competencia. Bajo la vigencia de la
mencionada ley, esta Comisión estaba facultada para establecer la procedencia del
ejercicio de la acción penal ante los Tribunales Ordinarios de Justicia, cuyo ejercicio
correspondía al Consejo de Defensa del Estado.
Debe tenerse presente que en esa época, Chile, como la mayoría de los países de la
región, tenía un modelo económico basado en una mayor intervención del Estado en
materia económica.
Una última reforma a este cuerpo legal data del año 2009 y corresponde a la ley
Nº 20.361, publicada en el Diario Oficial el 13 de julio de ese año. Ésta tuvo por propósito
principal adecuar el marco legislativo nacional a los desarrollos extranjeros en materia
de detección, investigación y sanción de los acuerdos graves entre competidores,
conocidos también como colusión o carteles.
En primer lugar, cabe observar que el bien jurídico protegido por el D.L. Nº 211 es la
libre competencia en los mercados, según se desprende del inciso primero del artículo
1º de dicho cuerpo legal. Se trata de un concepto difícil de precisar.
A diferencia de varios países —Estados Unidos, Reino Unido y Brasil, entre otros—
que contemplan penas privativas de libertad para los acuerdos graves entre
competidores o carteles, en nuestra legislación fue derogado el denominado delito de
monopolio que contemplaba el artículo 1º, inciso primero, del D.L. Nº 211, hasta antes
de la modificación introducida por la ley Nº 19.911. La derogación de las penas privativas
de libertad, en nuestro medio, apuntó a que en la anterior legislación dicho delito tenía
un tipo penal genérico e indeterminado, lo que transformaba a la legislación en una ley
penal en blanco, circunstancia que no se conciliaba con los principios generales que
rigen en materia penal. Por lo demás, la práctica nacional indicaba que el ejercicio de la
acción penal era excepcionalísimo, por lo que carecía de justificación mantener dicho
delito. A propósito del bullado caso conocido como "colusión de las farmacias", en el
año 2009 se abrió la discusión de establecer tipos penales específicos para casos de
colusión, y lo anterior en relación con los arts. 285 y 286 del Código Penal que nunca
han sido explícitamente derogados. Todavía se mantienen proyectos en discusión sobre
esta materia en el Congreso.
De esta manera, el actual artículo 1º, inciso primero, del D.L. Nº 211, señala que "La
presente ley tiene por objeto promover y defender la libre competencia en los mercados"
y el inciso final agrega que "...los atentados contra la libre competencia en las
actividades económicas serán corregidos, prohibidos o reprimidos en la forma y con las
sanciones previstas en esta ley", que como se ha dicho, no contemplan sanciones
penales.
Diversas secciones del texto actual del D.L. Nº 211 sirven de base para el análisis de
conductas y estructuras que pueden ser atentatorias contra la libre competencia.
La enumeración que señala el artículo 3º, como se ha dicho, no es taxativa, por lo que
el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia podrá juzgar y sancionar otras
conductas restrictivas en la medida que afecten la libre competencia en los mercados.
Finalmente, el artículo 4º del mencionado decreto ley señala: "No podrán otorgarse
concesiones, autorizaciones, ni actos que impliquen conceder monopolios para el
ejercicio de actividades económicas, salvo que la ley lo autorice". Conforme a esta
norma, no se impide de manera absoluta la existencia de monopolios, sino, lo que se
busca es que la existencia de monopolios sea excepcionalísima y se produzca sólo para
aquellos casos en que la existencia de ese monopolio sea la forma más eficiente, o la
única, de ofrecer un determinado producto o prestar un determinado servicio. Por lo
anterior, es que el D.L. Nº 211 posibilita la existencia de monopolios sólo en la medida
que la ley lo autorice, lo que supone un respeto al principio de legalidad consagrado en
nuestra Constitución Política.
54. Instituciones encargadas de la aplicación del derecho de la libre competencia y
procedimiento aplicable
Los órganos o instituciones llamadas por la ley a ejercer el control de las conductas
que atentan contra la libre competencia son el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia y la Fiscalía Nacional Económica. Hasta el año 2004 y por cerca de 30
años existieron la Comisión resolutiva, y las comisiones preventivas, central y
regionales, que contemplaba la antigua legislación, y de las cuales el Tribunal de
Defensa de la Libre Competencia es continuador legal.
En cuanto a la integración del Tribunal, ella está regulada por el artículo 6º de la ley.
Al respecto, podemos señalar que el Tribunal está integrado por un abogado que preside
el Tribunal, y que es designado por el Presidente de la República de una nómina de
cinco postulantes, que es confeccionada por la Corte Suprema mediante concurso
público de antecedentes, y por cuatro profesionales universitarios expertos en materias
de libre competencia, dos de los cuales deben ser abogados y dos licenciados o con
posgrados en ciencias económicas. Dos de ellos, uno de cada área profesional, son
designados por el Consejo del Banco Central, previo concurso público de antecedentes.
Los otros dos integrantes, también uno de cada área profesional, son designados por el
Presidente de la República a partir de dos nóminas de tres postulantes, una para cada
designación, confeccionadas por el Consejo del Banco Central, también mediante
concurso público de antecedentes. Finalmente, cabe señalar que el Tribunal tendrá dos
suplentes, un abogado y un licenciado o con posgrado en ciencias económicas.
1) Conocer, a solicitud de parte o del Fiscal Nacional Económico, las situaciones que
pudieren constituir infracciones a la presente ley.
8) Serán admisibles los medios de prueba contemplados en el artículo 341 del Código
de Procedimiento Civil y todo indicio o antecedente que, en concepto del Tribunal, sea
apto para establecer los hechos pertinentes. Ello, sin perjuicio de que el Tribunal pueda
decretar, en cualquier estado de la causa y aun después de su vista, la práctica de las
diligencias probatorias que estime convenientes.
10) Vencido el término probatorio, el Tribunal así lo decretará y ordenará traer los
autos en relación, fijando día y hora para la vista. El Tribunal deberá oír alegatos de los
abogados de las partes cuando alguna de éstas lo solicite.
11) El Tribunal, de oficio o a petición de parte, podrá decretar en cualquier estado del
juicio, o antes de su iniciación, por el plazo que estime conveniente, todas las medidas
cautelares que sean necesarias para impedir los efectos negativos de las conductas
sometidas a su conocimiento y para resguardar el interés común, las que se decretarán
con citación. En caso de generarse oposición, el incidente respectivo se tramitará de
acuerdo a las reglas generales y por cuerda separada.
12) La sentencia definitiva deberá ser fundada, y contener los fundamentos de hecho,
de derecho y económicos con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo. En ella deberá
dejarse constancia de los votos de minoría, si los hubiere. Esta sentencia deberá
pronunciarse en el plazo de 45 días contados desde que el proceso se encuentre en
estado de dictar fallo.
13) En cuanto a las sanciones que puede aplicar el Tribunal en la sentencia definitiva,
éstas se encuentran señaladas en el artículo 26 de la ley, y son las siguientes:
— Aplicar multas a beneficio fiscal hasta por una suma equivalente a veinte mil
unidades tributarias anuales (UTA) y treinta mil UTA en el caso de los acuerdos
colusorios de la letra a) del art. 3º. Las multas podrán ser impuestas a la persona jurídica
correspondiente, a sus directores, administradores y a toda persona que haya
intervenido en la realización del acto respectivo. Las multas aplicadas a personas
naturales no podrán pagarse por la persona jurídica en la que ejercieron funciones ni
por los accionistas o socios de la misma. En el caso de las multas aplicadas a personas
jurídicas, responderán solidariamente del pago de las mismas sus directores,
administradores y aquellas personas que se hayan beneficiado del acto respectivo,
siempre que hubieren participado en la realización del mismo. Para la determinación de
estas multas se considerarán, entre otras, las siguientes circunstancias: El beneficio
económico obtenido con motivo de la realización de la infracción, la gravedad de la
conducta y la calidad de reincidente del infractor. Para efectos de disminuir la multa se
considerará la colaboración que el infractor haya prestado a la Fiscalía antes o durante
la investigación.
15) Sólo será susceptible de recurso de reclamación, para ante la Corte Suprema, la
sentencia definitiva que imponga alguna de las medidas que se contemplan en el
artículo 26, como también la que absuelva de la aplicación de dichas medidas. Dicho
recurso deberá ser fundado y podrá interponerlo el Fiscal Nacional Económico o
cualesquiera de las partes, en el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, dentro
del plazo de 10 días hábiles contado desde la respectiva notificación.
El ejercicio de las atribuciones a que se refiere el artículo 18, números 2 y 3, así como
la emisión de los informes que le sean encomendados al Tribunal en virtud de
disposiciones legales especiales, se someterá al procedimiento señalado en el artículo
31 del D.L. Nº 211.
El Título III del D.L. Nº 211, en sus artículos 33 y siguientes, se refiere a la Fiscalía
Nacional Económica, el segundo de los órganos o instituciones que tienen a su cargo el
control de los atentados contra la libre competencia. El mencionado artículo 21 señala
que la Fiscalía Nacional Económica será un servicio público descentralizado, con
personalidad jurídica y patrimonio propio, independiente de todo organismo o servicio,
sometido a la supervigilancia del Presidente de la República a través del Ministerio de
Economía, Fomento y Reconstrucción.
Dicho artículo indica que la Fiscalía Nacional Económica tendrá su sede en Santiago
y que estará a cargo de un funcionario, denominado Fiscal Nacional Económico, de la
exclusiva confianza del Presidente de la República. A dicho Fiscal, le corresponderá
ejercer tanto la jefatura superior como la representación judicial y extrajudicial del
Servicio. Sin perjuicio de los requisitos generales para ingresar a la Administración
Pública, el Fiscal deberá acreditar título de abogado y diez años de ejercicio profesional
o tres años de antigüedad en el Servicio.
El Fiscal Nacional Económico podrá disponer que no se dé noticia del inicio de una
investigación al afectado, con autorización del Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia.
Ante la Corte Suprema, el Fiscal Nacional Económico, por sí o por delegado, podrá
defender o impugnar los fallos del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
Respecto de las investigaciones practicadas por los Fiscales Adjuntos y de los cargos
formulados por éstos, el Fiscal Nacional Económico podrá hacerlos suyos, ejerciendo
sus funciones acusadoras ante el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia o
desestimarlos, con informe fundado a esta misma.
Para terminar, cabe hacer mención a lo dispuesto en los artículos 40 y 41 del D.L.
Nº 211. El primero de ellos señala que el Fiscal Nacional Económico podrá, cuando lo
estime necesario, asumir, por sí o por delegado, la representación de la Fiscalía en
cualquier proceso e intervenir, de igual manera, en cualquier instancia, trámite o
actuación determinada ante los tribunales de justicia o autoridades administrativas o
municipales.
La reforma de la ley Nº 20.361 del año 2009 introdujo, entre las atribuciones y los
deberes del Fiscal Nacional Económico, instrumentos que buscan una mayor eficacia
en la detección e investigación de carteles duros o acuerdos graves entre competidores.
Junto con lo anterior, el nuevo art. 39 letra n) establece facultades especiales del
Fiscal para poder ser ejercidas sólo en investigaciones recaídas en ilícitos del art. 3º
letra a), es decir, acuerdos colusorios entre competidores, para casos graves y previa
obtención de una doble autorización judicial: por parte del Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia y por parte de un Ministro de Corte de Apelaciones del lugar donde
vayan a ejercerse dichas facultades. Tales facultades comprenden: i) entrar a recintos
públicos o privados y si fuere necesario, allanar y descerrajar; ii) registrar e incautar toda
clase de objetos y documentos que permitan acreditar la existencia de la infracción; iii)
autorizar la interceptación de toda clase de comunicaciones, y iv) ordenar a cualquier
empresa que preste servicios de comunicaciones que facilite copias y registros de las
comunicaciones transmitidas o recibidas por ella.
58. Preámbulo
Sin embargo, la normativa fue nuevamente modificada con posterioridad por las leyes
Nº 20.416 publicada con fecha 3 de febrero de 2010 y Nº 20.543 publicada con fecha
21 de octubre 2011. Finalmente, fue modificada por la ley Nº 20.555 publicada con fecha
5 de diciembre de 2011, conocida como la Ley de Sernac Financiero, la cual agregó
normas para proteger a los consumidores de servicios o productos financieros.
A) Normas generales
59. Fundamentos constitucionales de la protección al consumidor. Ámbito de
aplicación de la ley
Según el artículo segundo de la ley, estarán sujetos a las disposiciones de esta ley:
El artículo 2º bis señala que, no obstante lo que prescribe el artículo anterior, las
normas de esta ley no serán aplicables a las actividades de producción, fabricación,
importación, construcción, distribución y comercialización de bienes o de prestación de
servicios reguladas por leyes especiales, salvo:
a) En las materias que estas últimas no prevean;
Esta disposición nos parece suficientemente clara para permitirnos afirmar que ni la
existencia de textos legales diferentes, que regulen actividades específicas, ni el hecho
de que tales actividades estén sujetas al control de organismos del Estado, de carácter
especializado, diferentes al Sernac, pueden evitar que dichas actividades queden
sujetas a la regulación legal de protección al consumidor, en el caso de los supuestos
precedentemente citados.
La ley confunde y mezcla arbitrariamente los deberes del consumidor que apuntan a
su propia conveniencia (como por ejemplo, la "educación para un consumo
responsable"), con los derechos que la legislación le reconoce, que por su naturaleza
constituyen obligaciones que en su favor debe cumplir su contraparte en el contrato, es
decir, el proveedor de bienes y servicios.
Así, en el artículo tercero, la ley dispone que son derechos y deberes básicos del
consumidor los siguientes:
b) El derecho a una información veraz y oportuna sobre ellos, sobre su precio, las
condiciones de contratación y otras características relevantes, y el deber de informarse
responsablemente de ellos;
Los derechos establecidos por esta ley son irrenunciables anticipadamente por los
consumidores.
Cabe hacer notar que la ley, con fines evidentemente educativos, insta al consumidor
a poner cuidado en las transacciones que celebre, a informarse de los productos y
servicios y a ejercer los derechos que ella le reconoce.
La ley Nº 20.555, de diciembre del año 2011, agregó un segundo inciso al artículo 3º,
el cual establece los derechos del consumidor de productos o servicios financieros, los
cuales son:
a) Recibir la información del costo total del producto o servicio, lo que comprende
conocer la carga anual equivalente a que se refiere el artículo 17 G de la misma ley, y
ser informado por escrito de las razones del rechazo a la contratación del servicio
financiero, las que deberán fundarse en condiciones objetivas.
d) Elegir al tasador de los bienes ofrecidos en garantía, entre las alternativas que le
presente la institución financiera.
En el artículo 3º bis, la ley dispone que el consumidor tiene el derecho a poner término
unilateralmente al contrato en el plazo de diez días contados desde la recepción del
producto o desde la contratación del servicio y antes de la prestación del mismo, en los
siguientes casos:
El consumidor deberá restituir en buen estado los elementos originales del embalaje,
como las etiquetas, certificados de garantía, manuales de uso, cajas, elementos de
protección o su valor respectivo, previamente informado, lo que viene a constituir una
condición para que pueda exigirse la devolución de las sumas abonadas.
Para hacer efectivo el derecho a retracto a que se refiere este artículo, se requerirá
ser alumno de primer año de una carrera o programa de pregrado y acreditar, ante la
institución respecto de la cual se ejerce esta facultad, encontrarse matriculado en otra
entidad de educación superior.
El artículo 4º establece que los derechos establecidos por la presente ley son
irrenunciables anticipadamente por los consumidores.
El párrafo tercero del título segundo de la ley se refiere a las obligaciones del
proveedor, señalando que éstas son las siguientes:
El párrafo cuarto del título segundo de la ley contiene normas de equidad en las
estipulaciones y en el cumplimiento de los contratos de adhesión, señalando que no
producirán efecto alguno en este tipo de contratos las siguientes cláusulas:
a) Aquellas que otorguen a una de las partes las facultades de dejar sin efecto o
modificar a su solo arbitrio el contrato o de suspender unilateralmente su ejecución,
salvo las excepciones legales;
c) Las que pongan de cargo del consumidor los efectos de deficiencias, omisiones o
errores que no le sean imputables;
f) Las que incluyan espacios en blanco que no hayan sido llenados o inutilizados antes
de que se suscriba el contrato, y
g) En contra de las exigencias de la buena fe, atendiendo para estos efectos a
parámetros objetivos, que causen en perjuicio del consumidor un desequilibrio
importante en los derechos y obligaciones que para las partes se deriven del contrato.
Para ello se atenderá a la finalidad del contrato y a las disposiciones especiales o
generales que lo rigen. Se presumirá que dichas cláusulas se encuentran ajustadas a
exigencias de la buena fe, si los contratos a que pertenecen han sido revisados y
autorizados por un órgano administrativo en ejecución de sus facultades legales.
En relación a este punto es necesario señalar que la redacción del inciso es deficiente
e inconexa, puesto que hace referencia a una forma de recusar los árbitros que carece
de contenido debido a que se refiere a un inciso anterior sin que exista norma alguna
que aluda a tal asunto, por lo que se hace prácticamente imposible precisar el alcance
específico de esta norma. Siendo esta la situación, y en ausencia de normas específicas
que regulen la materia en este punto, habrá que remitirse obligadamente a las causales
de recusación señaladas en el art. 196 del Código Orgánico de Tribunales.
a) Este tipo de contratos deben estar escritos de modo claramente legible, con un
tamaño de letra no inferior a 2,5 milímetros y en idioma castellano, salvo aquellas
palabras de otro idioma que el uso haya incorporado al léxico, bajo sanción de que las
cláusulas que no cumplan con dichos requisitos no producirán efecto alguno respecto
del consumidor.
Dentro del párrafo cuarto, la ley Nº 20.555 sobre el Sernac Financiero agregó una
serie de artículos, desde el 17A al 17L, relativos a la protección de los consumidores de
servicios financieros mediante contratos de adhesión.
De esta manera, el artículo 17A establece que los proveedores de bienes y servicios
cuyas condiciones estén expresadas en contratos de adhesión deberán informar en
términos simples el cobro de los bienes y servicios prestados. Se entenderá que se ha
otorgado la información en términos simples cuando se permita al consumidor verificar
si el cobro efectuado se ajusta a las condiciones y a los precios, cargos, costos, tarifas
y comisiones descritos en el contrato.
Este artículo exige además, que toda promoción de dichos bienes y servicios debe
indicar el costo total de la misma.
Por su parte, el artículo 17B establece una obligación de información más detallada
para los proveedores de productos financieros a través de contratos de adhesión.
b) Las causales que darán lugar al término anticipado del contrato por parte del
prestador, el plazo razonable en que se hará efectivo dicho término y el medio por el
cual se comunicará al consumidor.
d) Sin perjuicio de lo establecido en el inciso primero del artículo 17H, que prohíbe las
ventas atadas, en el caso de que se contraten varios productos o servicios
simultáneamente, o que el producto o servicio principal conlleve la contratación de otros
productos o servicios conexos, deberá insertarse un anexo en que se identifiquen cada
uno de ellos, estipulándose claramente cuáles son obligatorios por ley y cuáles
voluntarios, debiendo ser aprobados expresa y separadamente cada uno de dichos
productos y servicios conexos por el consumidor mediante su firma en el mismo.
Adicionalmente, el artículo 17B señala en su inciso final que los contratos que
consideren cargos por uso, mantención u otros fines deberán especificar claramente sus
montos, periodicidad y mecanismos de reajuste, los cuales deberán basarse siempre en
condiciones objetivas que no dependan del solo criterio del proveedor y que sean
directamente verificables por el consumidor. Dichos valores deberán ser comunicados
al consumidor con treinta días hábiles de anticipación, al menos, respecto de su entrada
en vigencia.
A este respecto, el artículo 17E sanciona con la nulidad a las cláusulas que infrinjan
el artículo 17B. Sólo el consumidor estará facultado para solicitar la nulidad de una o
varias cláusulas, no pudiendo hacerlo el proveedor para eximirse del cumplimiento de
sus obligaciones.
El juez podrá declarar la nulidad de estas cláusulas, en caso de que el contrato pueda
subsistir sin ellas, o bien, podrá ordenar la adecuación de las mismas.
El artículo 17D, trata diversas materias en sus incisos. Su inciso primero establece la
obligación que cabe a los proveedores de servicios financieros pactados por contratos
de adhesión de comunicar periódicamente, y dentro del plazo de 3 días si lo solicita el
consumidor, la información relativa al servicio contratado. Esta información debe permitir
al consumidor saber el precio total que se le ha cobrado hasta el momento, el costo total
que implicaría poner término anticipado al contrato, el valor total del servicio, y otras
informaciones relevantes.
El inciso tercero del mismo artículo otorga a los consumidores el derecho a poner
término anticipado a un servicio financiero por su sola voluntad, siempre y cuando se
extingan totalmente las obligaciones con el proveedor asociadas al servicio específicos
que el consumidor decide terminar, incluido el costo por término anticipado determinado
en el contrato.
Se considerará como retraso cualquier demora superior a diez días hábiles una vez
extinguidas totalmente las obligaciones con el proveedor asociadas al servicio
específico que el consumidor decide terminar, incluido el costo por término anticipado.
Asimismo, los proveedores estarán obligados a entregar, dentro del plazo de diez días
hábiles, a los consumidores que así lo soliciten, los certificados y antecedentes que sean
necesarios para renegociar los créditos que tuvieran contratados con dicha entidad.
El inciso quinto del artículo 17B se refiere a los créditos hipotecarios, señalando que
no podrá incluirse en el contrato de mutuo otra hipoteca que no sea la que cauciona el
crédito que se contrata, a menos que sea el deudor quien lo solicite.
Por su parte, el proveedor a cuyo favor estuviere constituida una hipoteca general
para caucionar créditos constituidos por una persona tanto como deudor principal,
avalista, fiador o codeudor solidario, deberá informarle a este último, también por escrito,
la circunstancia de que tales créditos se encuentran pagados íntegramente, en el plazo
de veinte días corridos, a fin de que el deudor que otorgó dicha garantía pueda requerir
por cualquier medio idóneo, el otorgamiento de una escritura de alzamiento de la
referida hipoteca y los demás gravámenes y prohibiciones que se hubieren constituido
y su ingreso para inscripción ante el Conservador de Bienes Raíces correspondiente. El
alzamiento será, igualmente, de cargo y costo del proveedor y deberá efectuarlo dentro
del plazo de cuarenta y cinco días contado desde la solicitud del deudor.
Los artículos 17G y 17J establecen otras obligaciones de información para los
proveedores de servicios financieros. En primer término, el artículo 17G, establece que
éstos deberán informar la carga anual equivalente en toda publicidad de operaciones de
crédito en que se informe una tasa de interés de referencia y que se realice por cualquier
medio masivo o individual.
Por su parte, el artículo 17J obliga a los proveedores a elaborar y disponer, para cada
persona natural que se obliga como avalista o como fiador o codeudor solidario de un
consumidor, un documento explicativo sobre su rol, que deberá ser firmado por ella.
Este folleto deberá explicar en forma simple:
Asimismo, este artículo prohíbe a los proveedores aumentar los precios u otros cargos
de un producto financiero que dependa de la mantención de otro, ante la resolución de
este último por parte del consumidor, cuando ello no obedece a causas imputables al
consumidor.
El artículo 17L, por su parte, regula la situación en que los proveedores entreguen la
información que exige esta ley de manera que induzca a error al consumidor o mediante
publicidad engañosa, sin la cual no se hubiere contratado el servicio o producto,
sancionándolos con las multas que establece el artículo 24 de la misma ley, las que
pueden llegar a las 750 UTM.
Por su parte, el artículo 20 regula los casos de defectos de calidad o de fallas en los
productos adquiridos, señalando que, sin perjuicio de la indemnización por los daños
ocasionados, el consumidor podrá optar entre la reparación gratuita del bien o, previa
restitución, su reposición, o a la devolución de la cantidad pagada.
Estos derechos del consumidor serán aplicables en todas las hipótesis contempladas
en el mencionado artículo 20, que incluyen:
— el incumplimiento a normas de seguridad o calidad de cumplimiento obligatorio;
— cuando el producto no sea enteramente apto para el uso o consumo al que está
destinado o al que el proveedor hubiese señalado en su publicidad, por deficiencia de
fabricación, elaboración, materiales, partes, piezas, elementos, sustancias,
ingredientes, estructura, calidad o condiciones sanitarias;
— cuando la cosa objeto del contrato tenga defectos o vicios ocultos que imposibiliten
el uso a que habitualmente se destine, y
— cuando en los artículos de orfebrería, joyería y otros, la ley de los metales sea
inferior a la indicada.
En caso de que el consumidor solicite la reparación sólo al vendedor, éste gozará del
derecho de resarcimiento señalado en el artículo 22, cuyo texto dispone que en aquellos
casos en que el vendedor haya debido reponer un producto al consumidor, o bien
devolver las cantidades recibidas en pago, deberán serle restituidos por la persona de
quien lo adquirió o por el fabricante o importador, siendo, asimismo, de cargo de estos
últimos, el resarcimiento de los costos de restitución o devolución y las indemnizaciones
que se hayan debido pagar en virtud de sentencia condenatoria, siempre que el defecto
que dio lugar a una u otra les fuere imputable.
En ausencia del vendedor, por quiebra, término de giro u otras circunstancias, las
acciones a que se refieren las normas anteriores podrán hacerse valer, indistintamente,
en contra del fabricante o el importador, salvo la acción para pedir la devolución de la
cantidad pagada, que sólo podrá intentarse respecto del vendedor.
Tanto el plazo que la póliza de garantía otorgada por el propio proveedor establezca,
como la garantía legal contemplada en esta normativa, se suspenderán durante el
tiempo en que el bien esté siendo reparado en ejercicio de tales garantías.
La ley dispone que si los bienes están amparados por una garantía otorgada por el
proveedor, el consumidor, antes de ejercer la garantía legal, deberá hacerse efectiva la
primera ante quien corresponde y agotar las posibilidades que ofrece conforme a los
términos de la póliza.
Para que la póliza de garantía del vendedor o fabricante produzca plena prueba,
deberá haber sido fechada y timbrada al momento de la entrega del bien, o ser
presentada conjuntamente con la correspondiente factura o boleta de venta.
Para ejercer estas acciones, el consumidor deberá acreditar el acto o contrato con la
documentación respectiva, salvo en los casos en que el proveedor tribute bajo el
régimen de renta presunta, en los cuales el acto o contrato podrá ser acreditado
mediante todos los medios de prueba que sean conducentes.
Por regla general, las infracciones a lo dispuesto en la ley serán sancionadas con
multas de hasta 50 Unidades Tributarias Mensuales, si no tuvieran señaladas una
sanción diferente, cabiendo citar como excepciones las siguientes:
En caso de reincidencia en estas infracciones, el juez podrá elevar las multas al doble,
considerándose reincidente al proveedor que sea sancionado por infracciones a esta ley
dos veces o más dentro del mismo año calendario.
La ley dispone que para la aplicación de las multas señaladas en esta ley, el tribunal
tendrá especialmente en cuenta la cuantía de lo disputado, los parámetros objetivos que
definan el deber de profesionalidad del proveedor, el grado de asimetría de información
existente entre el infractor y la víctima, el beneficio obtenido con motivo de la infracción,
el grado de negligencia en que haya incurrido el infractor, la gravedad del daño causado,
el riesgo a que quedó expuesta la víctima o la comunidad y la situación económica del
infractor.
Todas las restituciones pecuniarias que deban hacerse en conformidad a la ley serán
reajustadas según la variación experimentada por el IPC entre el mes anterior a la fecha
en que se produjo la infracción y el precedente a aquél en que la restitución se haga
efectiva.
El artículo 28 señala que comete infracción a las disposiciones de esta ley el que, a
sabiendas o debiendo saberlo, y a través de cualquier tipo de mensaje publicitario,
induce a error o a engaño respecto de:
• la idoneidad del bien o servicio para los fines que se pretende satisfacer y que haya
sido atribuida en forma explícita por el anunciante15;
• las características relevantes del bien o servicio destacadas por el anunciante o que
deban ser proporcionadas de acuerdo a las normas de información comercial;
• el precio del bien o la tarifa del servicio, su forma de pago y el costo del crédito en
su caso en conformidad a las normas vigentes;
Por otro lado, el que estando obligado a rotular los bienes o servicios que produzca,
expenda o preste, no lo hiciere o faltare a la verdad en la rotulación, la ocultare o alterare,
será sancionado con multa de 5 a 150 Unidades Tributarias Mensuales.
La ley obliga a los proveedores a poner en conocimiento del público los precios de los
bienes que expendan o de los servicios que ofrezcan, con excepción de los que por sus
características deben regularse convencionalmente. Dicho precio deberá indicarse de
un modo claramente visible que permita al consumidor, de manera efectiva, el ejercicio
de su derecho a elección antes de formalizar o perfeccionar el acto de consumo.
Del mismo modo deberán enunciarse las tarifas de los establecimientos de prestación
de servicios.
Cuando, por la naturaleza de las cosas, el consumidor no pueda conocer por sí mismo
el precio de los productos que desea adquirir, los establecimientos comerciales deberán
mantener una lista de sus precios a disposición del público de manera permanente y
visible.
En caso de publicidad falsa, sin perjuicio de que el tribunal, de oficio o a petición de
parte, podrá disponer la suspensión de las emisiones publicitarias, cuando la gravedad
de los hechos y los antecedentes acompañados lo ameriten, podrá, asimismo, exigir al
anunciante que a su propia costa realice la publicidad correctiva que resulte apropiada
para enmendar tales errores o falsedades.
a) El precio al contado del bien o servicio de que se trate, el que deberá expresarse
en tamaño igual o mayor que la información acerca del monto de las cuotas a que se
refiere la letra d);
b) La tasa de interés que se aplique sobre los saldos de precio correspondientes, que
deberá informarse en cada boleta o comprobante de cada transacción;
— Gastos notariales.
Los porcentajes indicados se aplicarán una vez transcurridos los primeros quince días
de atraso.
Por otra parte, cuando se exhiban los bienes en vitrinas, anaqueles o estanterías, se
deberá indicar allí el precio al contado del bien o servicio y la tasa de interés que se
aplique sobre los saldos de precio correspondientes.
El artículo 38 de la ley previene que los intereses se aplicarán solamente sobre los
saldos insolutos del crédito concedido y los pagos no podrán ser exigidos por
adelantado, salvo acuerdo en contrario.
Los proveedores que cobren intereses por sobre el interés máximo convencional a
que se refiere el artículo 6º de la Ley Nº 18.010 sobre Operaciones de Crédito de Dinero,
es decir, que estipulen un interés que exceda en más de un 50% al corriente que rija al
momento de la convención, cometerán infracción a la presente ley, sin perjuicio de la
sanción civil que contempla el artículo 8º de la aludida norma legal, que señala que se
tendrá por no escrito todo pacto de intereses que exceda el máximo convencional, y en
tal caso los intereses se reducirán al interés corriente que rija al momento de la
convención.
El incumplimiento de esta obligación dará lugar, fuera de las sanciones que procedan,
a que el prestador del servicio quedará obligado a sustituir, sin cargo adicional alguno,
los componentes o repuestos correspondientes al servicio contratado.
Para ejercer estas acciones, el consumidor deberá acreditar el acto o contrato con la
documentación respectiva, salvo en los casos en que el proveedor tribute bajo el
régimen de renta presunta, en los cuales el acto o contrato podrá ser acreditado
mediante todos los medios de prueba que sean conducentes.
B) Normas procesales
Al respecto señala el art. 50 de la ley que "el incumplimiento de las normas contenidas
en la presente ley dará lugar a las acciones destinadas a sancionar al proveedor que
incurra en infracción, anular las cláusulas abusivas incorporadas en los contratos de
adhesión, obtener la prestación de la obligación incumplida, hacer cesar el acto que
afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, a obtener la debida
indemnización de perjuicios o la reparación que corresponda".
En consecuencia, la única manera de hacer exigible tal responsabilidad, sin que medie
acuerdo prejudicial entre las partes, es a través del ejercicio de las acciones que
contempla el Título IV de la ley ante el tribunal competente, de conformidad a las normas
que se explican a continuación.
71. La acción
Desde el punto de vista del derecho subjetivo, la ley establece que el ejercicio de las
acciones que contempla la Ley de Protección al Consumidor, tendrá por finalidad
proteger los intereses de los consumidores, más concretamente, sancionar "los actos y
conductas que afecten el ejercicio de cualquiera de los derechos de los
consumidores", entendiendo por aquéllos, los que se contemplan en los artículos 1º y
siguientes de este cuerpo normativo.
A nuestro juicio, no sólo las acciones que atentan en contra de los derechos de los
consumidores, pueden perseguirse, sino también las omisiones destinadas a
perjudicarlos.
En este caso, primeramente debe estarse a lo que las partes hayan dispuesto en el
contrato. Por lo general esto cabe en los contratos "libremente discutidos".
Para que sea procedente la indemnización que se reclama a través del ejercicio de la
acción, debe, según las reglas generales de nuestro derecho, acreditarse:
b) Tipos de acciones
Y agrega que:
c) Tribunal competente
La regla general está contemplada en el art. 50 A, que señala que las acciones de
interés individual que confiere esta ley serán normalmente de competencia de los jueces
de policía local, y en particular el que corresponda a la comuna donde se hubiera
celebrado el contrato respectivo, se hubiere cometido la infracción o dado inicio a su
ejecución, a elección del actor.
Las acciones de interés colectivo o difuso derivadas de lo dispuesto en los arts. 2º bis
letra b) y en los artículos 16, 16 A y 16 B de la ley, serán de competencia de los tribunales
ordinarios de justicia de acuerdo a las reglas generales. Para ellas, la ley contempla un
procedimiento especial, reglamentado en el Párrafo 2º de su Título IV.
Las acciones a que se refiere la letra b) del art. 2º bis de la ley son aquellas en que
está comprometido el interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, y el
derecho a solicitar indemnización mediante dicho procedimiento en materias
relacionadas o surgidas de las actividades de producción, fabricación, importación,
construcción, distribución y comercialización de bienes o de prestación de servicios
regulados por leyes especiales. Conforme al contexto de la ley, principalmente de lo
señalado en el art. 52 letra d), quedan incluidas aquí las acciones que deriven de
productos defectuosos, de mala calidad o dañinos.
Por su parte, las acciones relacionadas con las conductas sancionadas en los
artículos 16, 16 A y 16 B son aquellas encaminadas a privar de efectos a las cláusulas
o estipulaciones de los contratos de adhesión que:
a) Otorguen a una de las partes la facultad de dejar sin efecto o modificar a su solo
arbitrio el contrato o de suspender unilateralmente su ejecución, salvo cuando ella se
conceda al comprador en las modalidades de venta por correo, a domicilio, por
muestrario, usando medios audiovisuales, u otros análogos, y sin perjuicio de las
excepciones que las leyes contemplen;
Esta norma pretende, por consiguiente, evitar una avalancha de demandas que
carezcan de fundamento e inunden los tribunales.
a) Los responsables son sancionados al tenor del artículo 24 de la ley, es decir, con
multas que pueden llegar hasta las 2.000 Unidades Tributarias Mensuales.
a) Custodia
b) Existencia de duda o
controversia frente a la solicitud
73. Procedimiento especial aplicable a las acciones que protegen el interés colectivo o
difuso. Reglas generales
De acuerdo al art. 50 de la ley, son de interés colectivo las acciones que se promueven
en defensa de derechos comunes a un conjunto determinado o determinable de
consumidores, ligados con un proveedor por un vínculo contractual.
Son de interés difuso las acciones que se promueven en defensa de los derechos de
un conjunto indeterminado de consumidores.
Serán competentes para conocer de estos juicios los tribunales ordinarios, de acuerdo
a las reglas generales.
4. Notificación de la demanda
6. Formación de subgrupos
Atendidos los diversos tipos de daños producidos, el juez puede crear tantos grupos
o subgrupos de consumidores como sea necesario (art. 53 A).
Ello es evidente, puesto que no todos los demandantes pueden haber experimentado
el mismo tipo de daño o perjuicio.
9. Comparecencia
10. Representación
El demandante que sea parte en uno de estos juicios colectivos, no podrá iniciar
juicios individuales en base a los mismos hechos, mientras se encuentre pendiente el
juicio. Esta regla inhibe a los consumidores a iniciar juicios paralelos por los mismos
hechos en contra del mismo demandado.
12. Prescripción
Sobre el particular, estimamos que debe seguirse la regla general respecto al plazo
de prescripción de la acción para perseguir la responsabilidad, que es de seis meses,
según lo dispone el artículo 26 de la ley. En todo caso la ley expresa, respecto de la
prescripción las siguientes reglas:
a) Si el juez estima que las labores de los abogados entorpecen la marcha del juicio,
solicitará a los legitimados activos que designen, dentro del plazo de diez días,
un procurador común; en subsidio, éste será nombrado por el juez de entre todos los
abogados que estén participando en el juicio.
e) El juez fijará los honorarios en la sentencia definitiva o bien una vez definidos los
miembros del grupo o subgrupo.
En contra de casi todas las resoluciones judiciales, siempre que se cumplan los
requisitos que la ley previene, procede el recurso de apelación. Su tramitación en
segunda instancia, se hará de la siguiente manera:
a) Todas las apelaciones tienen preferencia para su vista o conocimiento por la sala
correspondiente, a través de su agregación extraordinaria, al día siguiente a su ingreso
a la Corte de Apelaciones; si se trata de la sentencia definitiva, la apelación será
conocida en la semana subsiguiente a su ingreso a la corte.
Las acciones de interés colectivo o difuso que contempla la ley de protección del
consumidor están sujetas a un trámite previo a su tramitación propiamente tal: el control
de admisibilidad, lo que constituye una innovación en nuestro derecho procesal.
a) Que la acción ha sido interpuesta por alguno de los legitimados activos, a saber, el
Servicio Nacional del Consumidor, una Asociación de Consumidores o un grupo de
consumidores (art. 51).
c) Que la acción deducida precisa las cuestiones de hecho que afectan el interés
difuso o colectivo de los consumidores.
Del recurso de reposición se concederá traslado por tres días fatales a la demandante,
transcurridos los cuales el tribunal deberá resolver si acoge o rechaza la reposición.
5. Efectos de la declaración de
admisibilidad. Publicación por avisos
El secretario del tribunal deberá fijar el contenido del aviso, el que contendrá las
siguientes menciones:
a) El tribunal de primera instancia que emitió la certificación de admisibilidad.
b) La fecha de la certificación.
e) El llamado a los afectados por los mismos hechos a hacerse parte, como también
la explicación de que, no obstante el hecho de no hacerse parte, les empecerá el
resultado del juicio (art. 53).
Una vez publicado el aviso, ninguna persona podrá iniciar un nuevo juicio en contra
del demandado fundado en los mismos hechos, salvo:
ii. Los tipos de responsabilidad civil que se excluyen en este procedimiento, como lo
es, por ejemplo, la que persigue el daño moral.
c) Los juicios pendientes en contra del mismo proveedor, y que versen sobre los
mismos hechos, los que deberán acumularse de acuerdo a las normas generales del
Código de Procedimiento Civil, y a las siguientes reglas:
ii. No puede acumularse un juicio individual en donde se haya citado a las partes a oír
sentencia.
2. La conciliación
En nuestro derecho, este es un trámite de carácter esencial, que tiene por objetivo
evitar que el juicio prosiga adelante, haciendo que las partes lleguen a un arreglo
transando sus pretensiones. La Ley de Protección al Consumidor dispone que en este
tipo de juicios:
La ley protege, en este caso, los derechos procesales y de fondo de los consumidores
a objeto que la parte más fuerte no vulnere sus intereses.
3. Desistimiento
Además de cumplir con lo preceptuado por el artículo 170 del C.P.C., la sentencia en
este procedimiento deberá:
a) Declarar la forma en que los hechos han afectado el interés colectivo o difuso de
los consumidores.
e) Disponer la publicación de los avisos a que se refiere el inciso tercero del artículo
54 de la ley, con cargo al o los infractores, sujetos a las siguientes normas:
i. Estos avisos serán redactados por el secretario del tribunal, procurando que su texto
sea claro y comprensible para los interesados.
ii. Los avisos deben ser publicados en dos oportunidades distintas, en los diarios
locales, regionales o nacionales que el juez determine, con un intervalo no inferior a tres
ni superior a cinco días entre ellas.
iii. Los avisos deberán contener las menciones indicadas en el art. 54 A de la ley, a
saber:
b. Los hechos que generaron la responsabilidad del o los infractores y la forma en que
ellos afectaron los derechos de los consumidores.
f) El juez puede disponer una forma de conocimiento diversa al aviso, con el fin de
asegurar que todos los afectados tomen conocimiento efectivo de la sentencia.
2. Recursos
La sentencia que resuelve el asunto controvertido, produce efectos erga omnes, esto
es, afecta a todos los consumidores por el hecho denunciado, incluidos los terceros
ajenos al juicio.
Esta es una notable excepción en nuestro derecho, ya que las sentencias producen
ordinariamente efectos sólo entre las partes relativas al caso concreto y nadie más. En
todo caso, para hacer efectiva la sentencia en su favor, los consumidores que no han
participado en el juicio deberán comparecer en la forma que se indica en el Nº 78.
i. Que sea ejercida dentro del plazo de prescripción de la acción, ante el mismo
tribunal, y
1. Comparecencia
iv. El juicio sólo tiene por finalidad, entonces, determinar el monto de los perjuicios.
v. Quien ejerza su derecho dentro del plazo de los noventa días, no podrá iniciar un
nuevo juicio sobre los mismos hechos.
El plazo podrá ampliarse por una sola vez, por resolución fundada.
Una vez fallado el incidente, quedará irrevocablemente fijado el monto global de las
indemnizaciones o las reparaciones que deba satisfacer el demandado.
78. Introducción
Esta distinción podrá ser otorgada, de acuerdo al artículo 55, a los contratos de
adhesión de bancos e instituciones financieras, establecimientos comerciales,
compañías de seguros, cajas de compensación, cooperativas de ahorro y crédito y otros
proveedores de servicios crediticios, de seguros y, en general, de cualquier producto
financiero, cuando dichas entidades lo soliciten y demuestren cumplir con las siguientes
condiciones:
1. Que el Sernac constate que todos los contratos de adhesión que ofrezcan y demás
productos señalados por la ley, se ajustan a esta ley y a las disposiciones reglamentarias
expedidas conforme a ella;
2. Que cuenten con un servicio de atención al cliente que atienda las consultas y
reclamos de los consumidores, y
3. Cuentas de ahorro.
4. Créditos hipotecarios.
5. Créditos de consumo.
El Sernac tendrá un plazo de sesenta días para pronunciarse sobre una solicitud de
otorgamiento de sello Sernac, contados desde la fecha de recepción del o los contratos
respectivos. Excepcionalmente, podrá extenderse este plazo hasta por ciento ochenta
días adicionales.
El proveedor que tenga contratos con sello Sernac y ofrezca a los consumidores la
contratación de un producto o servicio financiero de los enumerados en el inciso
segundo del artículo 55 mediante un nuevo contrato de adhesión, deberá someterlo
previamente al Sernac para que éste verifique el cumplimiento de la normativa.
Asimismo, el proveedor que modifique un contrato de adhesión con sello Sernac deberá
someterlo previamente al Sernac para que éste constate que las modificaciones
cumplen las condiciones para mantener el sello Sernac (artículo 55B).
El sello Sernac puede ser revocado por mediante resolución exenta del Director del
Servicio.
A este respecto, el reglamento previsto en el número 4 del inciso segundo del artículo
62 establecerá parámetros objetivos, cuantificables y proporcionales al tamaño de los
proveedores y el número de sus clientes sujetos a contratos con sello Sernac que
permitan determinar la procedencia de las causales señaladas.
La resolución que niegue el otorgamiento del sello Sernac o que lo revoque, será
reclamable ante el Ministro de Economía, Fomento y Turismo, en el plazo de diez días
hábiles, contado desde su notificación al proveedor. La reclamación deberá resolverse
en el plazo de quince días hábiles desde su interposición.
En este sentido, el artículo 56 de la ley, establece los requisitos que debe cumplir este
servicio.
Este servicio deberá ser organizado por los proveedores en forma exclusiva o
conjunta, y será gratuito para el consumidor que haya suscrito un contrato de adhesión
con un proveedor que cuente con el sello Sernac.
Otra de las exigencias que el artículo 55 de la ley exige para que los proveedores
puedan obtener el sello Sernac es que se permita al consumidor recurrir a un mediador
o a un árbitro financiero, que será quien resuelva las controversias, quejas o
reclamaciones, en el caso de que considere que el servicio de atención al cliente no ha
respondido satisfactoriamente sus consultas o reclamos.
En caso de que no haya acuerdo o venza el plazo indicado sin que se haya producido
la elección, el consumidor podrá requerir al Sernac para que éste lo designe.
Los recursos para el pago de los honorarios del mediador y del árbitro financiero serán
de cargo de los proveedores. Los servicios del mediador y del árbitro financiero serán
gratuitos para el consumidor (artículo 56A).
Para poder integrar la nómina de mediadores y árbitros, éstos deben cumplir con
ciertos requisitos, diferentes para mediadores y para árbitros, los cuales se encuentran
en el artículo 56B.
El mediador y el árbitro financiero, deberán asumir sus funciones dentro de los tres
días hábiles siguientes al requerimiento o, en su caso, comunicar en el mismo plazo la
razón legal que les impide hacerlo.
Transcurrido el plazo de quince días sin que las partes hubieren aceptado la propuesta
de acuerdo, el consumidor podrá ejercer las acciones que le confiere la ley ante el juez
competente o solicitar al Sernac que designe a un árbitro financiero dentro de cinco días.
En caso que hubiese sido el mediador quien no hubiere formulado una propuesta de
acuerdo a las partes, el consumidor podrá elegir alguna de las opciones mencionadas
en el párrafo anterior, para el caso en que las partes no aceptaran la propuesta, o bien
podrá requerir al Sernac que lo reemplace otro mediador.
Este procedimiento deberá iniciarse con una audiencia que se celebrará con ambas
partes dentro de los cinco días hábiles siguientes a la aceptación de su designación. En
esta audiencia, el árbitro financiero dará lectura a la reclamación o queja del consumidor,
a la respuesta del servicio de atención al cliente y a la propuesta del mediador, si
correspondiere; escuchará de inmediato y sin más trámite a las partes que asistan y
recibirá los documentos que éstas acompañen, otorgando un plazo mínimo de tres días
hábiles para que hagan presentes sus observaciones.
La citación a esta audiencia y las resoluciones serán notificadas por correo electrónico
o carta certificada según acuerden las partes.
Por el contrario, el consumidor sólo se verá obligado a pagar los honorarios del árbitro
financiero en el caso que la sentencia definitiva rechace la controversia, por haberse
acogido la excepción de cosa juzgada interpuesta por el proveedor.
El recurso de apelación deberá ser interpuesto ante el árbitro financiero para que sea
resuelto por la Corte de Apelaciones competente.
No será aplicable a este recurso lo dispuesto en los artículos 200, 202 y 211 del
Código de Procedimiento Civil y sólo procederá su vista en cuenta.
Respecto al incumplimiento por parte del proveedor, el artículo 56H señala que si éste
no cumple con la propuesta de acuerdo de un mediador, o con la sentencia definitiva de
un árbitro financiero en los plazos establecidos en los artículos 56D o 56E, según
corresponda, el Sernac deberá denunciarlo ante el juez competente para que sea
sancionado con una multa de hasta 750 UTM.
En la medida que la actividad mercantil se hace cada vez más compleja y requiere de
una mayor dedicación, el empresario de comercio se ve obligado a rodearse de
colaboradores y a contratar los servicios de diversas personas.
A los individuos que en forma directa o indirecta colaboran con el comerciante y que
están unidos a él por diversas relaciones jurídicas se les denomina, en general, agentes
auxiliares del comerciante.
La primera de ellas está constituida por todos aquellos sujetos que están unidos al
empresario de comercio por un vínculo jurídico laboral y que, además, en determinadas
condiciones, están facultados para representarlo y actuar a nombre de él.
Otra categoría está formada por todos los colaboradores de la actividad mercantil de
la empresa que no están ligados al empresario por un contrato de trabajo, sino por otros
vínculos.
Sin embargo, en nuestro derecho, los comisionistas, que son los mandatarios
mercantiles, son colaboradores jurídicos porque representan al principal.
A) Auxiliares dependientes
83. Los agentes dependientes del empresario de comercio. Aspectos generales
Ya indicamos que lo que caracteriza al empresario de comercio es,
fundamentalmente, la circunstancia de ser él quien asume el carácter de titular de los
derechos y responsable de las obligaciones que se generen a propósito de la actividad
constitutiva de la empresa. Pero no es necesario que el empresario asuma por sí mismo
la actividad comercial concreta; puede hacerlo por delegados que actúen en lugar o a
nombre de él. La complejidad creciente de los negocios hace necesaria la presencia de
personal que colabore con el empresario de comercio. Cuando se requiere que este
personal pueda actuar en lugar del principal, se recurre a la forma jurídica de la
representación y del mandato.
I. La representación
Para que se produzca el efecto principal de la representación, esto es, para que los
derechos y obligaciones nacidos del contrato celebrado por el representante se radiquen
en el patrimonio del representado, se requiere la concurrencia de dos presupuestos:
capacidad para representar y contemplatio domine.
Por su parte, el artículo 340 del Código de Comercio dice que "los factores se
entienden autorizados para todos los actos que abrace la administración del
establecimiento que se les confiare y podrán usar de todas las facultades necesarias al
buen desempeño de su encargo, a menos que el comitente se las restrinja
expresamente en el poder que les diere", disposición que es consecuencia del artículo
328 Nº 1 que citaremos más adelante.
Consiste en el hecho de hacer saber a la parte con la que se celebra el contrato que
el representante actúa en nombre del representado. Este principio, propio del Derecho
Civil, se cumple en la práctica poniendo antes de la firma del representante las
expresiones "por poder de", "por orden de", o simplemente "P.p.".
En Derecho Comercial la regla general está contenida en el artículo 328 del Código
de Comercio, que expresa: "Los factores o dependientes que obraren en su propio
nombre quedan obligados personalmente a cumplir los contratos que ajustaren; pero se
entenderá que los han ajustado por cuenta de sus comitentes en los casos siguientes:
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté
comprendido en el giro ordinario del establecimiento;
"En cualquiera de los casos enumerados en el artículo anterior los terceros que
contrataren con un factor o dependiente pueden, a su elección, dirigir sus acciones
contra éstos o contra sus comitentes, pero no contra ambos" (art. 329, Código de
Comercio).
Nos encontramos aquí frente a los actos ejecutados en virtud de la figura típica de
uno de los más importantes contratos que regulan tanto el Código Civil como el Código
de Comercio: el mandato.
El artículo 233 del Código de Comercio lo define en los siguientes términos: "Es un
contrato por el cual una persona encarga la ejecución de uno o más negocios lícitos de
comercio a otra que se obliga a administrarlos gratuitamente o mediante una retribución
y a dar cuenta de su desempeño".
Esta posición no es, sin embargo, compartida por toda la doctrina nacional. Por
ejemplo, Julio Olavarría expresa que: "A nuestro juicio el mandato comercial y la
comisión son dos actos mixtos o de doble carácter y debe atenderse a la mercantilidad
que el acto encargado tenga para cualquiera de las partes, pues puede este encargo
ser civil o mercantil para cualquiera de ellas". Nosotros pensamos que lo que Olavarría
sostiene es válido respecto al acto o contrato celebrado por el mandatario, por cuenta
del mandante, con el tercero, pero no a la mercantilidad del mandato en sí mismo, que
es lo que se analiza.
El artículo 234 del Código de Comercio señala que hay tres especies de mandato
comercial: la comisión, el mandato de los factores y mancebos o dependientes de
comercio y la correduría, tratada en el Título III del Libro I.
a) Conceptos generales
Desde luego tiene facultades más amplias que las que emanarían de un simple
contrato de trabajo en que el dependiente debe estar subordinado a su empleador o
patrón.
Los factores deberán ser investidos de un poder especial otorgado por el propietario
del establecimiento cuya administración se le encomienda (art. 339).
El poder debe ser registrado en la forma prescrita en el Párrafo 1º, Título II del Libro
I, lo cual significa que el mandato debe otorgarse por escritura pública para efectos de
la prueba, ya que se trata de uno de los actos que deben inscribirse en el Registro de
Comercio (art. 22 Nº 5 del Código de Comercio). La disposición que analizamos —art.
339— agrega que el poder debe publicarse, pero ni en el texto al que se remite (Párrafo
1º, Título II del Libro I) ni en ninguna otra parte del Código existe alguna disposición que
regule esta obligación que ha devenido, así, en impracticable. Hemos comentado con
anterioridad que tampoco la inscripción en el Registro de Comercio se observa en la
práctica, porque la falta de tal inscripción no tiene sanción alguna.
Pueden ser factores no sólo las personas que tengan la libre administración de sus
bienes, sino que, también, de acuerdo con el artículo 13 del Código del Trabajo, todos
los que sean capaces para celebrar el contrato de trabajo, esto es, los mayores de 18
años y los menores de 18 años pero mayores de l5, siempre que obraren con el
consentimiento de su representante legal o de la persona que los tenga a su cuidado.
Respecto a los menores de 14 y mayores de 12 sería, además, necesario que hubieren
cumplido con la escolaridad mínima obligatoria (inc. 3º del art. 13 del Código del
Trabajo).
El mandato de los factores tiene por objeto confiarle a una persona la administración
de un negocio. De lo que se desprende que son de la naturaleza de este contrato todas
las facultades ordinarias de administración (art. 340 del Código de Comercio).
Todo mandato implica actos de administración, pero las facultades pueden
restringirse por la voluntad del mandante, de suerte que, para calificar los poderes, es
necesario tener a la vista el instrumento en el cual se le ha conferido el mandato.
3. Que le dé al factor menos facultades que las indicadas en dicho precepto legal, y
4. Que amplíe las facultades del artículo 340, otorgándole más poderes que los allí
consignados.
Los dos primeros casos llevan a idéntico resultado, pues en ambas situaciones el
factor estará dotado naturalmente de las facultades indicadas en el ya aludido art. 340
del Código de Comercio.
2. A nombre propio.
La regla general es que el factor actúa a nombre del principal, haciendo uso de un
mandato con representación y normalmente lo expresará en la antefirma de los
documentos que suscribiere por poder (art. 325 del Código de Comercio).
2. Si actúa a nombre propio, como lo reconoce el art. 328, nos encontramos frente a
un caso de mandato sin representación, en que el representante actúa ocultando su
calidad de tal. En los casos a que dicha norma legal se refiere, el principal responde de
las obligaciones nacidas del acto celebrado por su mandatario frente a los terceros, de
donde resulta que, no obstante obrar el mandatario a nombre propio, obliga al
mandante. El factor deberá acreditar que a él no le corresponde responder de las
obligaciones, porque de otra manera no podrá eludir su cumplimiento.
Según esa norma los factores o dependientes que obraren a su propio nombre, se
entenderá que han ajustado los contratos por cuenta de sus comitentes en los siguientes
casos:
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté
comprendido en el giro ordinario del establecimiento;
El artículo 329 indica la forma de hacer efectiva la acción en el caso que estamos
analizando: el tercero puede dirigirla contra el factor o contra el principal, pero no contra
los dos juntos. Ello constituye una manifestación más de que el factor también queda
obligado y que a la postre puede ser él quien deba cumplir las obligaciones.
3. Cumplir con las normas relativas a la contabilidad (art. 341, Código de Comercio).
4. Entregar al principal los efectos de su propiedad, relacionados con el negocio cuya
administración se le encargó, por ejemplo: dinero, bienes, útiles, documentos, llaves,
etc.
Las prohibiciones a que está sujeto el factor guardan relación con la naturaleza del
encargo que se le confía y son una consecuencia de él.
En general, puede decirse que les está vedado ejecutar por su cuenta los mismos
actos cuya ejecución se les ha encomendado, lo que no equivale a decir que se les exija
dedicación exclusiva, sino que a mantener el más elemental sentido de lealtad para con
su principal, que se vería ostensiblemente afectado con estas negociaciones,
claramente incompatibles con aquél (art. 331).
La contravención tiene señalada, por lo demás, una sanción en el mismo artículo 331
del Código de Comercio, que expresa que, por el hecho de contravenir a la prohibición,
se aplican al comitente los beneficios que produzcan las negociaciones del factor o
dependiente, quedando las pérdidas de cargo exclusivo de ellos.
Existe un caso en el cual, por el contrario, el factor debe hacer una delegación forzosa,
que es cuando actúa ante los Tribunales de Justicia, pues en ese evento requiere
delegar en un abogado habilitado para el ejercicio de la profesión, o algún otro de los
mandatarios que señala la Ley de Comparecencia en Juicio.
Fuera del caso anterior, en general, podría producirse la delegación del poder cuando
fuere necesaria para la buena administración del negocio encargado, de acuerdo con el
artículo 340 del Código de Comercio, pero se ha estimado que esta delegación sólo
puede existir por casos expresamente señalados y no puede tener un carácter general.
Las causales más comunes por las que se pone término al mandato es la revocación
que de él hace el mandante y la renuncia del mandatario. En materia civil existe amplia
libertad para revocar el mandato, aunque recientemente, y en especial en Francia, ha
surgido la tendencia que sostiene que sólo se puede revocar el mandato siempre que
de ello no resulten perjuicios para el mandatario.
En nuestro Derecho Comercial el asunto es discutible, sobre todo si se tiene en cuenta
que el mandato de los factores participa de las características de la prestación de
servicios y del mandato propiamente tal. El Código de Comercio distingue dos
situaciones:
1. Contrato a plazo fijo. El artículo 332 expresa que "no es lícito a los factores o
dependientes ni a sus principales rescindir sin causa legal los contratos que hubieren
celebrado entre sí con término fijo, y el que lo hiciere o diere motivo a la rescisión deberá
indemnizar al otro los perjuicios que le sobrevinieren".
Por su parte, el artículo 333 del Código de Comercio indica cuáles son las causales
que justifican la terminación del contrato por parte del principal. Otro tanto hace el
artículo 334 del mismo cuerpo legal, que indica las causales que autorizan al factor o
dependiente para poner término al contrato.
2. Contrato sin término fijo. No teniendo plazo determinado el desempeño del mandato
de los factores o dependientes con sus principales, cualquiera de ellos podrá darlo por
terminado avisando al otro con un mes de anticipación. El principal, en todo caso, podrá
hacer efectiva, antes de vencer el mes, la despedida del factor o dependiente pagándole
la mesada que corresponde (art. 335 del Código de Comercio). Sin embargo, estas
normas fueron tácitamente derogadas por las normas de la legislación laboral, y en
particular, por el art. 3º de la ley Nº 19.010 de 29 de noviembre de 1990, que estableció
la regla de que en el caso de los trabajadores que tengan poder para representar al
empleador, tales como gerentes, subgerentes, agentes o apoderados, siempre que en
todos estos casos estén dotados a lo menos de facultades generales de administración,
el contrato de trabajo podrá terminar por desahucio escrito del empleador, el que deberá
darse con treinta días de anticipación a lo menos, con copia a la Inspección del Trabajo
respectiva. Sin embargo, no se requerirá esta anticipación cuando el empleador pagare
al trabajador, al momento de la terminación, una indemnización en dinero efectivo
equivalente a su última remuneración mensual devengada. Esta norma está incorporada
al Código del Trabajo, en el inciso segundo del art. 161.
1. Concepto
En una definición más práctica que jurídica el inciso segundo del artículo 237 del
Código expresa que son dependientes "los empleados subalternos que el comerciante
tiene a su lado para que le auxilien en las diversas operaciones de su giro, obrando bajo
su dirección inmediata".
Es muy semejante su situación con la de los factores, a tal punto que la mayoría de
las disposiciones legales son comunes para ambos. Sin embargo, conviene tener en
vista que en el dependiente —llamado por el Código de Comercio, también, mancebo—
se acentúa más el carácter de empleado, sujeto a un vínculo de subordinación o
dependencia respecto del principal, que en el caso de los gerentes o factores.
Para ser dependiente de comercio hay que tener capacidad para celebrar el contrato
de trabajo, de conformidad con lo prevenido por el ya mencionado artículo 13 del Código
del Trabajo.
2. Facultades y derechos de los dependientes
4. Situación de los dependientes con facultades especiales. Los contratos que celebre
el dependiente con personas a quienes su comitente haya dado a conocer por circulares
como autorizado para ejecutar algunas operaciones de su tráfico, obligan al principal,
siempre que los contratos se circunscriban a las negociaciones encomendadas al
dependiente. Serían también de responsabilidad del principal las obligaciones que el
dependiente contraiga por cartas, siempre que haya sido autorizado para firmar la
correspondencia del mismo principal y se haya anunciado la autorización por circulares.
Finalmente, el artículo 344 señala que los dependientes pueden realizar determinados
actos y contraer las obligaciones correspondientes en representación del principal, que
deberá expresarlo así en poder constituido por escritura pública e inscrito en el Registro
de Comercio (art. 22 Nº 5).
Tal como lo dijimos al comenzar este capítulo, los agentes auxiliares de la empresa
comercial pueden ser de dos clases. Una de ellas constituida por aquellas personas que
auxilian o colaboran en la empresa mercantil en calidad de dependientes al servicio de
ella, y la otra, por aquellas personas que prestan su colaboración en el carácter de
personas independientes, que generalmente prestan su mediación asalariada para la
conclusión de contratos mercantiles, pero que en otros casos revisten el carácter de
mandatarios del comerciante.
Nuestra legislación comercial trata de los corredores, los agentes de negocios, los
martilleros y los comisionistas.
En esta parte nos referiremos solamente a los tres primeros, dejando el estudio de los
comisionistas para el capítulo correspondiente al mandato comercial, en la Cuarta Parte
de esta obra (Tomo II).
El artículo 48 del Código de Comercio señala que los corredores son oficiales públicos
instituidos por la ley para dispensar su mediación asalariada a los comerciantes, y para
facilitarles la conclusión de sus contratos.
Lo que ocurre es que el Código de Comercio, tan antiguo, en esta como en otras
materias, creó un sistema de corretaje público que no ha funcionado nunca en esa
calidad, sino al amparo de la disposición contemplada en su artículo 80, que dejó abierta
la posibilidad para que existan corredores privados que, en general, no requieren de
nombramiento público, y que, por lo tanto, no tienen el carácter de oficiales públicos.
Nos referiremos en los puntos siguientes a los corredores privados en general, a los
corredores de bolsa, a los corredores de seguros, corredores de propiedades, etc.
Toda vez que en la práctica no existen los corredores oficiales o públicos que reguló
el Código de Comercio, sólo se les aplican a los corredores privados las disposiciones
que se refieren a aquéllos en relación con la esencia de las funciones que prestan, según
lo han reconocido en forma unánime la doctrina y la jurisprudencia.
Los efectos públicos son los títulos de crédito contra el Estado reconocidos como
negociables; los de los establecimientos públicos y empresas autorizadas para crearlos
y hacerlos circular y los emitidos por gobiernos extranjeros, siempre que su negociación
no se encuentre prohibida, según enumeración taxativa que hace el artículo 68 del
Código.
En cuanto a los libros que deben llevar, los corredores están obligados a llevar un
registro foliado en el cual deben asentar, día por día, por orden cronológico, todas las
compraventas, seguros, préstamos a la gruesa y en general todas las operaciones
ejecutadas con su intermediación.
Dichos registros no prueban la verdad del contrato a que se refieren, pero estando las
partes de acuerdo acerca de la existencia del contrato, se estará para determinar su
carácter y condiciones, a lo que conste en ellos, según lo dispone el artículo 60 del
Código.
Sin embargo, en virtud de los cambios de legislación, no se aplica ninguna de las tres
primeras causales de incapacidad, toda vez que se ha eliminado la prohibición de
comerciar; la mayoría de edad se alcanza a los 18 años, y no existiendo en la práctica
el "cargo público" de corredor, no cabe destitución.
Por lo que concierne a las prohibiciones a que están afectos los corredores, estas se
hallan señaladas en los artículos 57 y 58 del Código de Comercio, pudiendo decirse
que, en general, no están autorizados para ejecutar operaciones mercantiles por su
cuenta o tomar interés en ellas bajo nombre propio o ajeno, directa o indirectamente, lo
cual constituye una protección más contra la competencia desleal, a la que ya nos
hemos referido en varias ocasiones anteriores.
Por último, cabe decir que la quiebra de los corredores se presume fraudulenta, según
dispone el artículo 64 del Código de Comercio, disposición de muy discutible validez
jurídica intrínseca.
Los intermediarios que actúan como miembros de una bolsa de valores se denominan
corredores de bolsa y aquellos que operen fuera de bolsa, agentes de valores.
Aun cuando, por costumbre, a este tipo de corredores se les califica como
intermediarios, en realidad, tradicionalmente y en la práctica, son y han sido verdaderos
comisionistas, es decir, mandatarios, pues representan a las partes que les
encomiendan negociaciones en bolsas y contratan en nombre propio, pero para su
clientela.
No obstante, en la actualidad, la ley que los rige los autoriza a dedicarse también a la
compra o venta de valores por cuenta propia, pero cuando lo hagan, deberán informar
de tal circunstancia a las personas con las que contraten.
En todo caso, la ley les prohíbe adquirir valores que se les haya ordenado enajenar,
ni enajenar de los suyos a quien les ordenó adquirir, salvo autorización expresa de su
cliente.
Para poder ser inscritos, deberán cumplir con los requisitos que establece el artículo
26 de la ley.
Los corredores de bolsa y los agentes de valores están obligados a llevar los libros
que prescribe la ley o determine la Superintendencia; a proporcionar a esta última sus
estados financieros y las informaciones que ella requiera en forma periódica, y a
ajustarse, en las transacciones de valores en que intervengan, a las normas y
procedimientos establecidos en la ley, a las que determine la Superintendencia por
norma de general aplicación y, en su caso, a las contempladas en los estatutos o
reglamentos internos de las bolsas de valores o de las asociaciones de agentes de
valores a que pertenezcan.
Pensamos que nada justifica a estas alturas del desarrollo del Derecho Comercial,
seguir sosteniendo esta postura.
En primer lugar, los corredores de propiedades ejercen el corretaje que, según el art.
3º número 11 del Código de Comercio, es una actividad mercantil, sin que ella quede
restringida a los corredores regulados por el Código de Comercio, porque tal disposición
habla en términos generales sobre todo tipo o especie de corretaje.
Los corredores de seguros son auxiliares del comercio de seguros que deben
asesorar a la persona que desea contratar un seguro por su intermedio, ofreciéndole las
coberturas más convenientes a sus necesidades e intereses, ilustrándola sobre las
condiciones del contrato, debiendo asistirla durante toda su vigencia, especialmente en
las modificaciones que eventualmente correspondan y al momento de producirse un
siniestro. Deben también asesorar a la compañía aseguradora verificando la identidad
de los contratantes, la existencia de los bienes asegurables y entregando toda la
información que posean del riesgo propuesto (artículo 57 del D.F.L. Nº 251).
Según dispone el artículo 60, tienen el carácter de intermediarios sin facultades para
representar a ninguna de las partes.
Por otro lado, les queda prohibido firmar, cancelar, anular o dejar sin efecto o hacer
modificar, en cualquier forma, la vigencia, cobertura, prima o modalidad de pago de las
pólizas que intermedien, sin autorización escrita del asegurado.
Fuera de las normas legales citadas, los corredores de seguros están sujetos a las
disposiciones contenidas en el Reglamento de los Auxiliares del Comercio de Seguros,
contenido en el decreto Nº 863, publicado en el Diario Oficial del 5 de abril de 1990.
Las actividades que desarrollan los martilleros tienen la naturaleza jurídica de una
comisión, puesto que son mandatarios de la persona que encarga la venta de las
mercancías o especies muebles en remate.
Por lo tanto, no son intermediarios, pero sí auxiliares de comercio independientes, que
desarrollan una actividad netamente mercantil porque así está catalogada por el artículo
3º Nº 7, del Código de Comercio.
Podrán ejercer sus funciones tan sólo cuando se encuentren inscritos en un Registro
Nacional de Martilleros que lleva la Subsecretaría de Economía, Fomento y
Reconstrucción, la que otorgará al efecto un certificado que así lo acredite.
La ley trata, en su Título III, de los remates en general, y en su Título IV regula a los
que tienen la calidad de remates judiciales, que son aquellos remates de especies
muebles que se realicen por el martillero que designe el juez de la causa, nombramiento
que deberá recaer en los martilleros que estén inscritos en un registro especial que
llevará la Corte de Apelaciones respectiva (arts. 19 y 20).
Las normas más importantes relativas a la actividad de los martilleros que contempla
la ley son las siguientes:
1. Las ventas al martillo no podrán suspenderse por ningún reclamo o cuestión que
se suscite durante el remate y las especies se adjudicarán al mejor postor, cualquiera
sea el precio ofrecido, salvo el caso de que el martillero haya anunciado un mínimo para
las posturas.
2. El martillero podrá, incluso con auxilio de la fuerza pública, hacer salir del recinto
donde se efectúa el remate a cualquier persona que altere el orden o entorpezca la
realización de la subasta.
Sin embargo, los martilleros estarán obligados a exhibir en sus oficinas y locales de
subasta la comisión que en general cobran, cuando no haya un acuerdo expreso
diverso. Lo mismo deberán hacer respecto del plazo para la rendición de la cuenta.
c) En general, emplear cualquier maniobra que tenga por objeto alterar el juego normal
de las posturas y el precio natural de las subastas.
Como se ve, existe una gran similitud entre la figura del agente de negocios y el
corredor, y también, en algunos casos, con el comisionista, al punto de que en muchos
casos será muy difícil, por no decir imposible, trazar con claridad una línea que los
separe o distinga. Sólo el análisis caso a caso permitirá comprobar si estamos frente a
un agente o a un corredor. Pero en la mayoría de las veces nos encontraremos con que
la asignación de un título u otro a la función respectiva es más bien una cuestión de
costumbre o uso mercantil, más que un perfil claramente diferenciado.
Este instituto mercantil surgido en el siglo diecinueve, cuya razón de ser estriba en la
colaboración exigida por la vida moderna para favorecer el desarrollo de los negocios,
extender actividades y promocionar la adquisición o venta de productos, mercaderías y
bienes, y al mismo tiempo satisfacer exigencias de la competencia, ha venido a ser por
primera vez regulado en la legislación italiana (Código Civil del año 1942).
Se lo ha definido diciendo que "el contrato de agencia es aquel en que una parte
asume el encargo estable de promover por cuenta de otra, mediante retribución, la
conclusión de contratos en una zona determinada".
Se denomina agente auxiliar del comercio a una persona que, actuando por propia
dirección funcional de su profesión, cumple labor de ayuda y complemento en orden a
la obtención de los fines buscados por el empresario comercial.
Según se opina en doctrina (Uría), los auxiliares son de dos clases: a) quienes se
encuentran subordinados al empresario, que son aquellos que prestan su colaboración
en el establecimiento bajo subordinación jurídica, y b) quienes no se hallan ligados al
empresario sino por una relación contractual, de orden civil, de naturaleza independiente
y discontinua y cuya labor o servicio prestado es motivo de determinada remuneración.
Éstos, que también son propiamente empresarios, perfilan su actividad comercial en la
prestación de servicios remunerados a otros empresarios (v. gr., comisionistas, agentes,
martilleros, bodegueros, acarreadores, etc.).
Por último, los agentes marítimos son personas naturales o jurídicas que toman a su
cargo cumplir los deberes de naturaleza administrativa y comercial vinculados con las
operaciones de estada, permanencia y descarga de mercaderías y pasajeros y sus
consecuencias posteriores, así como todo lo relacionado con el transporte de dichas
personas y mercaderías por mar. En su actuación representa al "armador", no
respondiendo personalmente de las obligaciones asumidas, excepto en la hipótesis de
hacerlo en forma expresa o por hechos propios (v. gr., por violación de normas legales).
De conformidad con los usos y costumbres del mar, actúa, también, en algunos tipos de
agencia marítima, en nombre del capitán.
Capítulo VIII Teoría general de las obligaciones y contratos
mercantiles
A) Generalidades
95. Introducción
En el presente capítulo es nuestro propósito estudiar las normas generales que rigen
la contratación y las obligaciones mercantiles, en la medida en que dicho régimen
jurídico se presenta como especial en relación al Derecho Civil, todo ello, como paso
previo al análisis de cada uno de los actos y contratos mercantiles en particular.
En cualquier caso, nuestro antiguo Código sigue las viejas tendencias decimonónicas
en las que el Derecho Comercial era principalmente un derecho de obligaciones, por lo
que el estudio de las normas particulares sobre la contratación mercantil y las
obligaciones que de ella derivan es indispensable.
El Código de Comercio regula esta materia en su Libro II, denominado "De los
contratos y obligaciones mercantiles en general", mediante disposiciones que tienen, en
general, y en particular las del Título I, gran importancia, no sólo en el ámbito del
Derecho Comercial, sino para todo el derecho privado, en general.
Queda de manifiesto lo expuesto con sólo considerar que los artículos 97 al 106 del
Código de Comercio son los únicos que en nuestro derecho se refieren a la formación
del consentimiento en los contratos consensuales, y que en la opinión unánime de la
jurisprudencia y de gran mayoría de la doctrina, rigen también en materia civil.
Por otra parte, algunos contratos, como el de sociedad anónima (hasta antes de que
su regulación pasara a una ley especial, la ley Nº 18.046), las cuentas en participación,
el contrato de seguro, la cesión de créditos a la orden y al portador, están reglamentados
únicamente en este Libro del Código de Comercio.
Desde otro punto de vista, en materia de prueba, el párrafo 2 del Título I de este libro
modifica sustancialmente algunos de los principios básicos del Código Civil.
Bajo otra perspectiva, el Código repite en esta parte muchas disposiciones del Código
Civil, especialmente en materia de contratos. A esta deficiencia y a su resolución hemos
aludido anteriormente.
Cabe señalar que las disposiciones del Libro II del Código de Comercio debemos
entenderlas complementadas por las reglas del Código Civil relativas a las obligaciones
y contratos en general, que son aplicables a los negocios mercantiles de conformidad
con el artículo 96. A ello nos referiremos a continuación.
Así lo dice expresamente el artículo 96 del Código de Comercio, según el cual "las
prescripciones del Código Civil relativas a las obligaciones y a los contratos en general
son aplicables a los negocios mercantiles, salvas las modificaciones que establece éste
Código".
Pero resulta que, además de las normas generales sobre la contratación y las
obligaciones, son aplicables a los contratos mercantiles numerosas disposiciones del
Código Civil en relación a contratos en particular, tales como el de sociedad, mutuo,
depósito, etc. En algunos casos, las disposiciones del Código Civil complementan las
normas del Código de Comercio relativas a dichos contratos. En otros, son la fuente
única de conceptualización de las respectivas instituciones.
Las obligaciones que nacen de los actos y operaciones mercantiles tienen las
siguientes características especiales que las distinguen del Derecho Común:
Es por ello que el Derecho Comercial facilita la prueba de las obligaciones rehuyendo
toda clase de formalismos. En el Derecho Comercial la formalidad es la excepción.
5. Admisión de una nueva forma, alternativa a los contratos, válida para la creación
de obligaciones que pueden vincular a múltiples personas: los títulos valores o títulos de
crédito en los que las obligaciones encadenadas nacen, no del concierto armónico de
voluntades de todas las personas que se obligan, es decir, de contratos, sino de actos
unilaterales de cada una de ellas, a medida que van interviniendo en el título.
Trataremos este punto con mayor profundidad, más adelante, al tratar de la Teoría
General de los Títulos Valores.
Según el art. 1445 del Código Civil, las obligaciones nacen del concurso real de las
voluntades de dos o más personas, como en los contratos o convenciones, o de un
hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o
legado y en todos los cuasicontratos, ya a consecuencia de un hecho que ha inferido
injuria o daño a otra persona como los delitos y cuasidelitos o por disposición de la ley,
cuando se trata, por ejemplo, de regular las relaciones entre los padres y los hijos de
familia.
El Código define el contrato como un acto por el cual una parte se obliga con la otra
a dar, hacer alguna cosa, especificando que cada parte puede ser una o muchas
personas.
Los contratos mercantiles están regulados no sólo por el Código de Comercio, y al
respecto vuelve a surgir la idea de que el Derecho Civil y el Derecho Comercial tienen
muchos puntos en común; por esta razón cabe decir que la gran mayoría de los
contratos mercantiles están también regulados como contratos civiles, de modo que,
para comprender adecuadamente las instituciones de contratación mercantil hay que
saber aplicar también las normas que sobre esos mismos temas contiene el Código
Civil.
Sin embargo, hay algunos contratos que sólo regula el Código de Comercio y que, en
cambio, no están regulados en el Código Civil y ese es el caso de los contratos de
"Cuenta Corriente Mercantil", el "Contrato de Cambio", el "Contrato de Seguro", y los
Contrato de Transporte Terrestre y Marítimo (el Contrato de Transporte Aéreo está
regulado en el Código Aeronáutico). Sin embargo, el Código Civil contiene disposiciones
generales relativas al "arrendamiento de transporte" (arts. 2013 y ss.). Tampoco están
regulados en el Código Civil ciertos contratos específicamente mercantiles u
operaciones mercantiles como son los "Contratos Bancarios", los "Contratos de Prenda
Warrants" y muchos otros que figuran regulados por leyes especiales, que figuran en el
apéndice de la edición oficial del Código de Comercio.
Fuera de los contratos mercantiles, existen propiamente dentro del derecho mercantil
otras fuentes de obligaciones que tienen una extraordinaria importancia en la vida
económica de los pueblos y que son una creación específica de aquél. Son los Títulos
de Crédito, llamados modernamente Títulos Valores, en los que por vía de un
documento formal escrito puede representarse la existencia de obligaciones de pagar
una suma de dinero, la existencia de derechos de propiedad sobre mercancías, o títulos
de participación societaria. Ejemplos de títulos valores representativos de obligaciones
de dinero son la letra de cambio, el pagaré, los cheques y, en general, todos los bonos
y efectos de comercio. Un certificado de depósito bancario, por ejemplo, también es un
título representativo de la obligación de pagar cierta cantidad de dinero.
Por último, existen los títulos valores que representan derechos de participación
societaria. Ejemplo típico: la acción.
Las acciones de una sociedad son un título valor que representa el derecho que tiene
su dueño sobre la propiedad de la sociedad, es decir, de ser considerado socio de la
sociedad, y de percibir, por consecuencia, las utilidades que esa empresa reparta a sus
accionistas.
I. Contratos
A. Nominados
1. En el Código Civil.
2. En el Código de Comercio.
3. En ambos.
B. Innominados
1. De obligaciones de dinero.
2. De propiedad de mercancías.
3. De participación social.
Algunos de esos contratos se encuentran regulados por la ley mercantil, la civil o por
ambas, y en ese caso se trata de contratos nominados. Ej. del primer tipo, el contrato
de transporte; del segundo, la promesa, y del tercero, la sociedad.
En segundo lugar, las obligaciones mercantiles nacen de los actos unilaterales que
se ejecutan sobre títulos valores, como, por ejemplo, el giro de un cheque, la aceptación
de una letra, la suscripción de un pagaré, el endoso de un vale de prenda o de una carta
de porte o conocimiento de embarque; títulos que son de las especies o tipos
anteriormente referidos.
El Libro IV del Código Civil contiene las normas relacionadas con las obligaciones en
general y los contratos en particular. Dichas normas son muy amplias y comprenden,
según el orden que dicho cuerpo legal sigue, definiciones generales o conceptos
generales sobre las obligaciones y el modo como éstas nacen; sobre la naturaleza y las
consecuencias de los actos y declaraciones de voluntad y los vicios a que puede estar
sometido el consentimiento. Posteriormente clasifica las obligaciones, refiriéndose, en
primer lugar, a las obligaciones civiles y naturales; a continuación, a las condicionales y
modales; más adelante a las obligaciones a plazo, después a las obligaciones
alternativas, las facultativas y las de género; en seguida, a las obligaciones solidarias,
las divisibles e indivisibles y las obligaciones con cláusula penal.
Posteriormente, en el Título XII del Libro IV, el Código Civil se ocupa de regular el
efecto de las obligaciones, para terminar con establecer normas sobre la interpretación
de los contratos en el Título XIII del mismo Libro IV y a los modos de exigir las
obligaciones en el Título XIV, tratando cada uno de dichos modos, uno por uno.
De la sola lectura del texto de este Título, "Constitución, Forma y Efecto de los
Contratos y Obligaciones", surge, como primera impresión, que esas normas están
establecidas con el carácter de generales; pareciera ser que el legislador del Código de
Comercio pretendía en ese momento (diez años después) llenar el vacío sobre la
formación del consentimiento que había dejado el Código Civil. Pero de ninguna manera
esta situación es totalmente clara y, de hecho, el asunto de si las normas del Código de
Comercio sobre la formación del consentimiento son aplicables a todo el derecho
privado o solamente sobre los contratos y actos mercantiles, ha dividido a la
jurisprudencia.
Hay fallos que se han pronunciado en una y otra dirección, sin que tampoco podamos
extraer alguna luz sobre la orientación definitiva de la jurisprudencia por el orden de las
fechas en que los respectivos fallos se han dictado; o sea, hay fallos muy antiguos que
se pronuncian por decir enfáticamente que estas normas son de aplicación para todo el
derecho común y también fallos modernos en el mismo sentido. Por la inversa, aquellos
que dicen que sólo son aplicables a los actos y contratos mercantiles son también fallos
antiguos y modernos entrelazados.
Nosotros creemos que la discrepancia respecto de si estas normas son o no son de
aplicación general no tiene mayor importancia por dos razones. En primer lugar, porque
es una idea generalizada en la doctrina que el derecho privado, civil y comercial, en
realidad constituyen una misma materia tratada desde dos perspectivas o puntos de
vista distintos, de modo que no se divisa razón alguna para que las normas sobre
formación del consentimiento sean distintas para los contratos civiles o específicamente
mercantiles. Por otro lado, no cabe duda de que las normas sobre la formación del
consentimiento que contiene el Código de Comercio, constituyen a lo menos principios
generales, y, en tal carácter deben más que pueden, ser utilizadas por los jueces para
resolver los conflictos no sólo civiles, sino también los mercantiles.
Por último, zanjando toda duda que pudiera subsistir, cabe tener presente que el texto
mismo del Mensaje expresa que el Código de Comercio viene a llenar en esta materia
un sensible vacío de la legislación civil y comercial.
100. Los diferentes tipos de contratos y las normas sobre la formación del
consentimiento
De acuerdo a lo que dispone el art. 1443 del Código Civil, los contratos pueden ser
reales cuando para que sean o se estimen perfectos resulte necesaria la tradición de la
cosa a que se refiere el contrato; solemnes cuando el contrato está sujeto a la
observancia de ciertas formalidades especiales de manera que sin ellas no produce
ningún efecto civil, y, por último, son consensuales cuando se perfeccionan por el solo
consentimiento de las partes.
En cuanto a la otra fuente de los derechos mercantiles está constituida por los títulos
valores y todos ellos son escritos. De allí entonces que todas las operaciones que
derivan de ellos nacen por la vía solemne de la suscripción del documento mismo, de
una hoja de prolongación de éste o constan de un documento separado pero
estrictamente ligado al título valor; así se ejecutan las operaciones de giro, suscripción,
aceptación, endoso y aval de estos títulos.
Hemos anticipado más arriba que el Código de Comercio es la única ley que
reglamenta esta materia, y que los preceptos respectivos son de aplicación general.
Abonan esta interpretación las palabras del Mensaje del propio Código, que expresa
que en esta materia viene a llenar un sensible vacío de la legislación civil y comercial.
Cuando la oferta es verbal, rige el artículo 97 que dice: "para que la propuesta verbal
de un negocio imponga al proponente la respectiva obligación, se requiere que sea
aceptada en el acto de ser conocida por la persona a quien se dirigiere; y no mediando
tal aceptación, queda el proponente libre de todo compromiso".
Por lo tanto, en las ofertas verbales, estén o no las partes en un mismo lugar, la
aceptación debe darse en el acto de ser conocida por el destinatario. Los avances
científicos han presentado un problema no concebido al momento de ser dictado el
Código, pues parece evidente que de la misma manera debiera tratarse el caso de
contratos celebrados a distancia, pero en que las partes pueden interactuar como si
estuvieran presentes en el mismo lugar, como cuando utilizan el teléfono, la
videoconferencia, el "chat", etc.
El Código dispone que cuando se trata de ofertas por escrito, ellas deben ser
aceptadas o desechadas en el plazo de 24 horas o a vuelta de correo, según que las
partes estén en el mismo o en diversos lugares.
La oferta puede ser expresa o tácita y debe reunir los siguientes requisitos:
2º Debe exteriorizarse;
1º Que sea seria significa que se haga con el propósito de crear un vínculo jurídico.
3º Que sea completa y determinada quiere decir que contenga todos los requisitos del
contrato ofrecido, de modo que sólo falta expresar un simple "sí" para su
perfeccionamiento20.
5º Que sea lícita significa que debe recaer en un acto jurídico que ni en sí mismo ni
en ninguno de sus elementos atente contra la ley, las buenas costumbres o el orden
público. Además, implica que la oferta debe ser hecha por una persona capaz de
disponer de sus bienes, debiendo esta capacidad subsistir mientras la oferta esté
vigente.
6º Por último, la oferta debe ser voluntaria, esto es, debe ser emitida libremente. Sin
embargo, últimamente se ha estimado que algunas ofertas deben ser forzosas y que no
realizarlas constituirá abuso de derecho. Tal acontece con las compañías que tienen el
monopolio de un servicio público (gas, agua, electricidad, etc.).
1º Doctrina francesa.
2º Doctrina alemana.
3º Doctrina ecléctica.
a) Doctrina francesa
b) Doctrina alemana
La oferta por sí sola obliga, liga al oferente, crea para él un vínculo jurídico
(declaración unilateral de voluntad como fuente de obligaciones).
De esto se deduce:
1º La retractación, y
2º La caducidad.
104. La retractación
Hay retractación cuando el oferente revoca la oferta y/o la deja sin efecto. Puede ser
tempestiva o intempestiva.
Antes de que ocurra ese hecho no hay acuerdo de voluntades y, por lo tanto, no existe
consentimiento. Así como el oferente pudo hacer libremente su oferta, de la misma
manera puede arrepentirse mientras no haya aceptación, mientras no surja la relación
jurídica.
Sin embargo, ya hemos visto que el artículo 99 señala tres casos en los que el oferente
no puede retractarse:
105. La caducidad
3. Insolvencia o quiebra, y
Las tres primeras deben producirse antes de la aceptación para que opere la
caducidad (artículo 101).
Así, si después de hecha la oferta, y antes de que sea aceptada, el proponente muere
o se torna incapaz, v. gr., por caer en interdicción, deja de existir su voluntad, y no podrá
producirse un acuerdo entre ella y la del aceptante. No podría pretenderse que lo
representen sus herederos, pues éstos lo son de sus derechos y obligaciones, y aquí
no los hay, pues no hay contrato.
Dentro de nuestro sistema jurídico, la quiebra del oferente produce efectos similares
a los ya vistos en el valor de la oferta. La quiebra, de conformidad con el artículo 61 de
la ley respectiva, produce el desasimiento de los bienes del fallido, cuya administración
pasa de pleno derecho al síndico.
No se trata en este caso de falta de voluntad, sino de una prohibición legal, que impide
al fallido celebrar contrato alguno respecto de sus bienes presentes y, por ende,
perfeccionar un contrato ofrecido, si la quiebra es anterior a la aceptación.
En cuanto al vencimiento de los plazos, recordemos que, de conformidad con el
artículo 97, si la propuesta es verbal, el plazo es de sólo un momento, pues debe ser
aceptada en el acto de ser conocida.
Lo establece así el inciso 1º del artículo 105: "las ofertas indeterminadas contenidas
en las circulares, catálogos, notas de precios corrientes, prospectos, o en cualquiera
otra especie de anuncios impresos, no son obligatorios para el que los hace".
107. La aceptación
La aceptación es también un acto jurídico unilateral, por medio del cual el destinatario
de una oferta la admite, consintiendo, por lo tanto, en la celebración del negocio jurídico
que le ha sido propuesto.
— Si el destinatario está en el mismo lugar del oferente, caso en el que debe darse la
aceptación dentro de 24 horas.
Vencidos estos plazos, la oferta se tendrá por no hecha, aun cuando hubiere sido
aceptada. Esta aceptación será extemporánea, al tenor del artículo 98, aunque, en todo
caso, el proponente deberá dar aviso al destinatario de la oferta de tal circunstancia,
bajo responsabilidad de daños y perjuicios, como lo hemos visto.
Esto quiere decir que debe acoger en todas sus partes la oferta. La aceptación
condicional, dice el Código en el artículo 102, será considerada como una nueva
propuesta.
En este último caso se truecan los papeles: el aceptante pasa a ser oferente. Cabe
señalar que el concepto "aceptación condicional", debemos entenderlo en el sentido de
aceptación modificatoria de la oferta.
b) Teoría de la expedición
Esta teoría busca, para precisar el momento en que se forma el consentimiento, una
referencia más concreta que aquella que proporciona la teoría anterior, que deja a la
sola voluntad del aceptante la determinación de esa circunstancia. La encuentra en la
expedición postal de la aceptación. Gráficamente, el consentimiento se forma al entregar
el aceptante su carta de respuesta a los servicios de correo (internacionalmente esta
teoría se conoce con el descriptivo nombre de "teoría del mailbox").
d) Teoría de la recepción
En atención a que, según la teoría anterior, sería el oferente quien, prácticamente por
su sola voluntad, determinaría el momento en que se forma el consentimiento, la teoría
de la recepción soluciona el inconveniente, considerando tal aquel momento en que el
oferente recibe la carta de respuesta.
Sin embargo, nosotros estimamos que la situación no es tan clara, porque la expresión
"dada la contestación" no es posible de entenderse como un acto solitario del aceptante,
desvinculado por completo de su finalidad, que no es otra que transmitir al oferente la
voluntad de aceptar la propuesta. En otros términos, al igual que la oferta, la
contestación debe exteriorizarse, manifestarse, es decir, darse en una forma tal que
impida que el único que la conozca sea el propio destinatario de la oferta.
Por lo tanto, si hay un contrato internacional entre un ciudadano de los Estados Unidos
y otro de Chile, si el consentimiento se entiende formado en Chile habrá que litigar en
Chile y si el consentimiento se entiende formado en Estados Unidos habrá que litigar
allá.
El principio de que la ley del lugar rige la forma de los contratos no está consagrado
en el Código de Comercio, sino que lo está en el art. 17 del Código Civil.
El lugar donde se forma el consentimiento tiene importancia, como dijimos, para los
efectos de determinar la competencia de los tribunales y la legislación aplicable.
Resulta necesario advertir que esta cuestión tiene importancia cuando los
contratantes tienen un domicilio diferente, y que de ello deriva la disyuntiva de
determinar la ley aplicable o el tribunal competente o ambas cosas a la vez.
En conformidad a las teorías de la declaración de voluntad y de la expedición, ese
lugar es el domicilio del aceptante.
Las arras consisten generalmente en un objeto o suma de dinero que una de las
partes da a la otra como garantía o señal de formalización de un contrato cualquiera.
En el Derecho Comercial las arras tienen un sentido distinto al que les otorga el
Derecho Civil.
El Código Civil las trata sólo al hablar del contrato de compraventa, no obstante lo
cual se ha entendido que sonaplicables a todo tipo de contrato.
Recordemos que en el Derecho Civil, por norma general, la dación de arras otorga el
derecho de retractarse del contrato, el que las ha dado, perdiéndolas, y el que las ha
recibido, restituyéndolas dobladas (artículo 1803, Código Civil). Hace excepción a esto
el caso de que se estipule por escrito que las arras se dan como parte del precio o en
señal de quedar convenidos los contratantes (artículo 1805 del Código Civil).
Por el contrario, dentro del Derecho Comercial la dación de arras, según el artículo
107, no importa reserva del derecho de arrepentirse del contrato ya perfecto, a menos
que se hubiere estipulado lo contrario. En este derecho, entonces, las arras no facultan
a las partes para arrepentirse de la celebración del contrato. Ellas constituyen, por el
contrario, una garantía de que el contrato se celebrará 22. Consecuencialmente, su
incumplimiento acarrea la obligación de indemnizar los perjuicios. Todo lo cual debemos
entenderlo sin perjuicio de estipulación en contrario. Tal estipulación no está sujeta a
formalidad alguna, lo que también constituye una diferencia frente a las reglas del
Derecho Civil, en que existen fórmulas sacramentales al respecto, en el artículo 1805.
El artículo 108 no hace sino aplicar este principio, al disponer que la oferta de
abandonar las arras o de devolverlas dobladas no exonera a los contratantes de la
obligación de cumplir el contrato perfecto o de pagar daños y perjuicios.
Aun más, cumplido el contrato o pagada una indemnización, las arras deben
devolverse, sea cual fuese la parte que hubiere rehusado el cumplimiento del contrato.
Si el contrato no se cumple por causas ajenas a la voluntad de las partes, las arras se
restituyen sin ulteriores consecuencias jurídicas.
El plazo es la época que se fija para el cumplimiento de una obligación (artículo 1494
del Código Civil), o sea, el hecho futuro y cierto del cual depende el ejercicio o la
extinción de un derecho.
Dentro del Código Civil el plazo está establecido en beneficio del deudor, como se
desprende del artículo 1496, según el cual el pago de la obligación no puede exigirse
antes de expirar el plazo. Como consecuencia, le está permitida la renuncia (artículo
1497 del Código Civil).
El artículo 2204 dispone que el mutuario (deudor) puede pagar toda la suma prestada,
aun antes del término estipulado, "salvo que se hayan pactado intereses". Esta última
frase constituye una excepción al principio enunciado.
Dentro del Derecho Comercial el plazo se entiende estipulado tanto en beneficio del
deudor como del acreedor.
Por eso el artículo 117 establece que el acreedor no está obligado a aceptar el pago
antes del vencimiento de la obligación.
En materia mercantil rigen las reglas contenidas en los artículos 48 y 49 del Código
Civil, a no ser que la ley o la convención dispongan otra cosa (artículo 110).
El artículo 111 contiene excepciones a esas reglas. Las obligaciones que vencen en
día domingo o en otro día festivo y aquellos que venzan los días sábado son pagaderas
al día siguiente hábil.
El art. 112 del Código se refiere a los "plazos de gracia y de uso", que son aquellos
que puede conceder el juez o que emanan de la costumbre, para que el deudor cumpla
su obligación fuera del plazo legal o convencional.
En Francia, una ley de 1936 facultó a los jueces para otorgar dichos plazos.
De acuerdo con el artículo 1494 del Código Civil, no puede el juez, sino en los casos
especiales que las leyes designen (v. gr. 2201), señalar plazo para el cumplimiento de
una obligación. No tienen, entonces, nuestros Tribunales facultad para conceder a su
arbitrio plazos de gracia. Sólo podrán fijar plazos cuando la ley los faculta expresamente
para ello.
En el Derecho Comercial rige el mismo principio, consagrado en el artículo 112,
conforme al cual "no se reconocen términos de gracia o uso que difieran el cumplimiento
de las obligaciones más allá del plazo que señale la convención o la ley".
El Código de Comercio resulta en este punto ser más estricto que el Civil, ya que
niega el valor hasta de la costumbre mercantil, al desconocer la existencia de los
plazos de uso.
El Código Civil trata esta materia en el párrafo 6º del Título XIV, artículos 1595 al 1597.
Si éste no hace la imputación, el artículo 1597 del Código Civil prescribe que ella se
hará a la deuda que al tiempo del pago estaba devengada, y si fueran varias,
nuevamente corresponde al deudor la imputación.
El Código de Comercio modifica estas reglas en su artículo 121, respetando, eso sí,
el derecho del deudor para hacer la imputación en primer lugar.
A la letra, el artículo 121 dispone que "el acreedor que tiene varios créditos vencidos
contra un deudor puede imputar el pago a cualquiera de las deudas cuando el deudor
no hubiere hecho la imputación al tiempo de hacer el pago".
"El deudor que paga tiene derecho a exigir un recibo y no está obligado a contentarse
con la devolución o entrega del título de la deuda. El recibo prueba la liberación de la
deuda" (artículo 119). Una norma parecida, mas no igual, contempla el art. 54 de la Ley
Nº 18.092 sobre Letras de Cambio y Pagarés. Allí se indica que el pagador de la letra
puede exigir su devolución "con la constancia del pago".
Esta disposición no hace otra cosa que otorgar al deudor la facultad de procurarse un
medio de prueba preconstituido, emanado del propio acreedor. La liberación de la deuda
podrá probarse también por cualquier medio, incluso testigos. Aun cuando el Código no
lo expresa, como norma general no cabe la obligación del acreedor de recibir un pago
parcial porque el pago debe hacerse al tenor de la obligación (art. 1569 del Código Civil).
"El finiquito de una cuenta hará presumir el de las anteriores, cuando el comerciante
que la ha dado arregla sus cuentas en períodos fijos" (artículo 120).
4. Rectificación de errores
en las cuentas de los comerciantes
Dispone el artículo 122 que "el comerciante que al recibir una cuenta, paga o da
finiquito, no pierde el derecho de solicitar la rectificación de los errores, omisiones,
partidas duplicadas u otros vicios que aquélla contenga".
117. La novación
No nos referiremos aquí a las reglas civiles relativas a esta materia. Recordemos, no
obstante, brevemente, algunos puntos.
La novación exige algo nuevo ("aliquid novi"), es decir, una diferencia entre la antigua
y la nueva obligación, lo que puede producirse por cambio de objeto, por cambio de
acreedor, por cambio de deudor o por cambio de causa (artículo 1631 del Código Civil).
Si ese ánimo no aparece, se mirarán las dos obligaciones como coexistentes y valdrá
la obligación primitiva en todo aquello en que la posterior no se opusiere a ella,
subsistiendo en esa parte los privilegios y cauciones de la primera (artículo 1634).
Finalmente, verificada la novación, se extinguen los intereses, privilegios y garantías
reales o personales de la primitiva obligación. El acreedor no tendrá otras acciones o
seguridades que las que emanan de la nueva obligación (artículos 1640, 1631 y 1634
del Código Civil).
El Código de Comercio acoge estas reglas sin modificaciones y se limita a sentar una
regla especial en el caso del artículo 125, cuando dice: "Si se dieren en pago
documentos al portador, se causará novación si el acreedor al recibirlos no hubiere
hecho formal reserva de sus derechos para el caso de no ser pagados".
Los antiguos artículos 123 y 124 del Código de Comercio fueron derogados por la ley
recién citada.
Dispone el artículo 126 del Código de Comercio que no hay rescisión por causa de
lesión enorme en los contratos mercantiles. Esto no tiene ninguna novedad. El Código
Civil admite la lesión sólo respecto de la compraventa o permuta de inmuebles y los
actos referentes a esos bienes escapan del ámbito de la mercantilidad.
119. La solidaridad
120. La compensación
De acuerdo a lo dispuesto en los arts. 1655 y 1656 del Código Civil, dándose estas
circunstancias, ambas deudas se extinguen recíprocamente hasta la concurrencia de
sus respectivos valores.
La compensación es una forma de extinguir obligaciones que opera automáticamente,
por el solo ministerio de la ley y aun sin conocimiento de los deudores.
La que tiene lugar antes que se declarare la quiebra de uno de los deudores en
principio es absolutamente válida, puesto que opera por el solo mérito de la ley y aun
sin el conocimiento de los deudores.
Otra excepción se da en los casos de las boletas bancarias de garantía, toda vez que
en ellas la obligación del banco de devolver el depósito al tomador puede compensarse
con la obligación que éste tiene de pagarle el mutuo que la institución de crédito haya
podido haberle otorgado para emitir la respectiva boleta.
Sin embargo, hay que dejar en claro que en ambas situaciones se trata de
obligaciones derivadas de una misma negociación contractual.
En general, el tema del valor del silencio en el derecho es un tema de mucho interés.
Partamos por dejar establecido que aceptación tácita y silencio no son términos
sinónimos, porque la aceptación tácita puede resultar de un silencio, pero el silencio no
significa necesariamente aceptación.
¿Puede, por ejemplo, del mero silencio de quien recibe una oferta, entenderse una
aceptación de ella y, por lo tanto, de que se ha formado un contrato?
Sobre la materia han luchado desde antiguo dos principios, uno de ellos proveniente
del derecho romano, según el cual el silencio no produce efectos jurídicos, y el otro del
derecho canónico, según el cual el que calla otorga, es decir, el que recibe una oferta o
un planteamiento y no lo contesta se entiende que lo acepta.
Sin embargo, el principio no es tan absoluto en nuestros días, puesto que, por
ejemplo, en el Código Civil encontramos ejemplos de eficacia jurídica del silencio, como
es la situación del art. 2125, según el cual las personas que por su actividad habitual se
encargan de negocios ajenos están obligadas a declarar lo más pronto posible si
aceptan o no el encargo que una persona ausente les hace y transcurrido un término
razonable su silencio se mirará como aceptación.
De este artículo se podría deducir una regla más general, según la cual el mero
silencio no importa aceptación, a menos que la oferta sea útil al destinatario y éste haya
provocado la oferta con su actitud específica o su actividad habitual o profesional.
La doctrina se extiende a otros casos diferentes. Por ejemplo, las situaciones que se
producen cuando el oferente ha regulado los efectos del silencio del destinatario de la
oferta, como cuando, por ejemplo, una revista manifiesta que por la sola circunstancia
del silencio del suscriptor debe entenderse renovada la suscripción al término de ésta,
caso en el cual nosotros nos inclinamos por la negativa, porque sin duda significa estirar
mucho el alcance de la validez del silencio.
Pero en otros ejemplos, cuando dos comerciantes han estado en relación continua de
negocios enviando el uno al otro mercadería en forma periódica, la recepción de las
mercaderías sin protesta hace suponer la voluntad de aceptarlas como ha sido hasta la
fecha, de modo que dentro de los usos comerciales este silencio es una actitud
equivalente a una respuesta, es una aceptación tácita, como muy bien lo dice Varela.
Dicha evolución, que se advierte incluso en el derecho civil, es cada vez más
manifiesta en el derecho mercantil, por las particulares características que éste tiene en
cuanto a su modernidad, y la velocidad con que se realizan la mayoría de las
transacciones mercantiles.
Es factible, además, que por propia decisión las partes convengan en otorgar
formalmente un contrato que por su naturaleza puede ser celebrado sin formalidad
alguna. El efecto que tal decisión acarrea no es otorgarle mayor valor al acto, sino
simplemente facilitar su prueba.
Pero, sólo en el caso de que se infrinja una solemnidad estipulada por la ley, el
contrato estará viciado y dicho vicio acarrea la nulidad absoluta de éste de acuerdo con
las normas generales contempladas en el Código Civil, puesto que el Código de
Comercio no contiene normas generales sobre el tema, y las que contempla en los
casos particulares que regula, generalmente están denominadas con un lenguaje con
frecuencia imperfecto, puesto que confunde rescisión con nulidad absoluta, empleando
la primera cuando ha querido referirse a la segunda.
Dentro de una filosofía de razonamiento referida a una actividad que tiene esa
característica masiva, el Derecho Mercantil está lleno de ejemplos en los cuales el
contrato de adhesión es la regla general.
Así, por ejemplo, los contratos de seguros, de transportes, la mayoría de los contratos
marítimos en general y los contratos bancarios, son contratos de adhesión. Uno no
negocia con el banco más allá del derecho de optar entre los diferentes tipos de crédito
que se requiere y, cuando más, la tasa de interés. Y así en prácticamente todos los
contratos mercantiles masivos las cláusulas contractuales están impuestas por una sola
de las partes.
Entre estas normas, el inciso segundo del art. 1566 señala lo siguiente:
"Las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las partes
sea acreedora o deudora se interpretarán contra ella siempre que la ambigüedad
provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella".
Otra limitación que se presenta a los contratos de adhesión está dada por la existencia
de organismos y de normas legales que imponen el control de una agencia del Estado
respecto de los contratos que se usan en relación con el público. En efecto, los contratos
del seguro, si bien son contratos de adhesión, no pueden extenderse sino según
modelos que hayan sido previamente inscritos en un registro público que lleva la
Superintendencia de Valores y Seguros, y, salvo las excepciones legales, ciñéndose a
las normas imperativas que rigen a este contrato. En efecto, no todo contrato de seguros
está sometido a las normas imperativas del Código y , al control de la Superintendencia.
Si el contrato es de seguros del primer grupo, el monto de la prima cobrada por dicho
contrato de seguros expresada en unidades de fomento excede a 200 y el asegurado
es una persona jurídica, es posible celebrar el contrato con un modelo de póliza no
registrado en la Superintendencia.
Asimismo, se está imponiendo también, cada vez más, y en muchos campos del
Derecho Mercantil, la tesis de establecer responsabilidades objetivas, vale decir,
situaciones en las cuales se impone a una persona la obligación de indemnizar por la
sola circunstancia de operar una actividad riesgosa y, paralelamente, regular el monto
de su responsabilidad en términos económicos. Esta forma de operar ya tiene
importantes aplicaciones en nuestro país.
Lo mismo ocurre en el Libro III del Código de Comercio, por concepto de las distintas
fuentes de responsabilidad por el tráfico marítimo.
Por último, la Ley sobre Seguro Automotriz Obligatorio establece una responsabilidad
objetiva, sin considerar la culpa, y regula el monto de las indemnizaciones que, por lo
demás, deben estar cubiertas por el seguro que ella establece.
La primera deriva de una relación jurídica de origen contractual, que puede ser un
contrato de trabajo (caso de los factores y dependientes) y/o uno mercantil, de comisión,
agencia o mediación (intermediación).
La representación legal tiene su origen en la ley, y entre los ejemplos más comunes
cabe citar a la representación de los síndicos respecto del fallido.
Pero el artículo 822, único del Título XVII y final de los relativos al comercio terrestre,
dispone que las obligaciones mercantiles a que se refiere el Libro II prescriben en el
plazo de 4 años, a menos que tengan señalado un plazo especial de prescripción.
En el derecho marítimo, en que esta materia está regulada por el Título X del Libro III,
la norma general es que la prescripción es de dos años para las acciones que no tengan
señalado un plazo especial (art. 1248), en tanto que se contemplan diversos otros plazos
de seis meses para las siguientes instituciones:
D) La prueba mercantil
En segundo lugar, tenemos la norma contenida en el art. 127 del Código de Comercio,
que guarda relación con la prueba instrumental, en la que se contempla un método
adicional para que los instrumentos privados hagan fe respecto de su fecha y, por último,
las normas contenidas en los artículos 128 y 129, que se refieren a la prueba de testigos,
ampliándola.
Esa norma otorga fecha cierta a las escrituras privadas sólo en las siguientes
circunstancias:
a) Desde el fallecimiento de alguno de los que las han firmado, lo que es de toda
lógica, puesto que, evidentemente, si fallece uno de los que ha otorgado un documento,
resulta inconcuso que sólo a partir de esa fecha hacia atrás pudo haberlo firmado;
Es en esta materia en la que el Código de Comercio se aparta más de las reglas del
Derecho Civil relativas a la prueba.
De acuerdo con el Código Civil (artículos 1708 y 1709), no pueden probarse por
testigos aquellas obligaciones que han debido constar por escrito, esto es, las que
contengan la entrega o promesa de una cosa que valga más de dos unidades tributarias
mensuales.
El artículo 1711 del mismo Código establece excepciones a este principio. Son los
casos en que existe un principio de prueba por escrito, o en que haya sido imposible
obtener una prueba escrita, y aquellos otros casos expresamente exceptuados en ese
Código o en Códigos especiales.
Por el contrario, en Derecho Comercial, de conformidad con el artículo 128 del Código
del ramo, la prueba de testigos es admisible en negocios mercantiles, cualquiera sea la
cantidad que importe la obligación que se trate de probar, salvo los casos en que la ley
exija escritura pública.
En realidad, la excepción que consagra la parte final del artículo 128 es más amplia.
Se extiende a los casos en que la ley exige escritura privada u otra solemnidad, y a los
casos en que la ley no admite prueba de testigos.
El Derecho Comercial chileno exige escritura pública para la validez de todo tipo de
contrato de sociedad mercantil según el artículo 350 del Código de Comercio, para la
sociedad colectiva; artículo 3º de la ley Nº 18.046, para la sociedad anónima; artículo
474 Código de Comercio, para la sociedad en comandita simple, etc.
Exige escritura privada respecto del poder que debe otorgarse a los factores de
comercio (artículo 339); respecto del contrato de seguro 23 (artículo 514); respecto de la
transferencia (endoso) de la letra de cambio (artículo 17 de la ley Nº 18.092), etc.
Este artículo no tiene aplicación en los casos en que la ley exige escritura pública
como solemnidad del contrato, ni en aquellos en que, según acabamos de ver, no es
admisible la prueba de ninguna especie (por ende, de testigos) contra el tenor de la
escritura pública de constitución de una sociedad colectiva, ni para justificar la existencia
de pactos no expresados en ella.
Por lo demás, la aplicabilidad del artículo 129 queda entregada, según reza el artículo,
al poder discrecional del juez de comercio. Desaparecidos, hoy en día cumplen sus
funciones los jueces de letras en lo civil y los jueces árbitros designados para conocer
de materias mercantiles.
Por último, no debemos olvidar lo que dijimos acerca de los libros de contabilidad de
los comerciantes y de su valor probatorio en el número 48 de este libro.
Allí indicábamos que el art. 35 del Código de Comercio establece que los libros que
lleven los comerciantes harán fe, aun a favor de los comerciantes que los lleven, en las
causas mercantiles que ellos agiten entre sí, a condición de que los libros de comercio
hayan sido llevados con la regularidad que exige el art. 31 del mismo Código.
Pero esta norma está sujeta a una importante limitación, porque no puede tratarse de
cualquier tipo de juicio, sino que tiene que tratarse de un juicio mercantil entre
comerciantes y parte de la base que los dos comerciantes están obligados por la ley a
llevar libros de contabilidad, y en orden.
Entonces, puede ocurrir que si los dos comerciantes llevan sus libros en orden, pero
lo que de ellos emane es contradictorio, se anulan el uno al otro y el resultado es que
no se produce prueba al respecto y, por lo tanto, el juez de la causa habrá de recurrir,
para dirimir la contienda, a otros medios de prueba.
La norma encuentra, en cambio, todo su campo de aplicación, cuando uno de los
comerciantes lleva sus libros en orden (conforme al art. 31) y el otro comerciante no los
tiene, o no los lleva de la manera exigida por la ley, porque allí se produce una prueba
perfecta en favor del comerciante que ha llevado sus libros en orden, ajustándose al
Código de Comercio.
Capítulo IX Contratación electrónica
En general se entiende por documento electrónico toda información que puede ser
generada, transferida, comunicada y archivada por medios digitales o electrónicos.
Estos últimos van desde los formatos o protocolos típicamente relacionados con el
entendimiento entre los mismos computadores, como, por ejemplo, el "Protocolo TCP-
IP" o el "Protocolo POP 3", hasta las reglas para el intercambio electrónico de datos
para administración, comercio y transporte, que comprenden una serie de formatos,
directorios, instrucciones y códigos calificadores para el intercambio estructurado de
datos y, en especial, para el intercambio vinculado al comercio de bienes y servicios,
tales como las UN/Edifact (United Nations/Electronic Data Interchange For
Administration, Commerce and Transport).
Definido de forma amplia se entiende por comercio electrónico todo acto u operación
de comercio en que los términos de la relación jurídica, la expresión de la voluntad de
las partes y el perfeccionamiento del acto o contrato se realizan por vía del intercambio
electrónico de datos. En términos más restringidos, el comercio electrónico alude a los
contratos de compraventa de bienes y de prestación de servicios que se realizan por
dicha vía, así como las negociaciones previas y otros actos jurídicos ulteriores. Entre
ellos, y en el carácter de muy relevantes, figuran los pagos electrónicos.
Por la clientela a que está orientado, en el lenguaje propio del ramo acostumbra a
distinguirse, como ya lo hemos avanzado, entre comercio electrónico "business to
business" (B2B), es decir, el orientado a las empresas, y el comercio electrónico
orientado al consumidor o "business to consumer" (B2C).
a) Equivalencia funcional
Esta regla significa que entre los actos que se realizan por medios electrónicos y
aquellos que se efectúan por la vía tradicional, es decir, los contratos escritos en papel,
existe una equivalencia funcional; o sea, que ambos están destinados a cumplir las
mismas finalidades y que tienen o deben tener un valor equivalente.
En orden a consagrar esta regla acostumbra a citarse a dos normas de la Ley Modelo
de la Uncitral sobre Comercio Electrónico. La primera, su artículo 5º, que se entiende
como una especie de reconocimiento jurídico a los mensajes de datos, dice así: "No se
negará efectos jurídicos, validez o fuerza obligatoria a la información, por la sola razón
de que esté en forma de mensaje de datos".
Este postulado parte de la idea que la electrónica no es sino un nuevo soporte y medio
de transmisión de la voluntad de contratar y que, en consecuencia, no puede haber un
nuevo derecho regulador de las obligaciones y contratos y de la significación jurídica de
los mismos, por la sola circunstancia de que se acuerden por vía electrónica.
Por lo tanto, y a modo de ejemplo, si la ley nacional regula el momento a partir del
cual la oferta de celebrar un contrato surtirá efecto y también lo hace la ley internacional,
por ejemplo, en el caso de las ofertas tendentes a celebrar un contrato internacional de
compraventa de mercaderías, tales reglas permanecerán inalteradas si la oferta se
manifiesta por medios electrónicos, y lo único que hacen las normas que regulan a éste
es gobernar las particularidades que pueden surgir sólo del hecho de que la oferta se
manifieste y llegue a destino por el medio electrónico.
Este principio apunta a dejar establecido que dentro del ámbito de la regulación del
comercio electrónico no puede quedar excluida ninguna técnica de comunicación
electrónica, actual o futura. En otros términos, el derecho del comercio electrónico no
se "amarra" con ninguna forma de comunicación electrónica, actual o futura.
Es por ello que el art. 4.1. de la Ley Modelo de Uncitral sobre Comercio Electrónico
establece: "Salvo que se disponga otra cosa, en las relaciones entre las partes que
generan, envían, reciben, archivan o procesan de una u otra forma un mensaje de datos,
las disposiciones del Capítulo III podrán ser modificadas mediante acuerdo".
Ello implica, entonces, que la regulación de los contratos celebrados por medio
electrónico debe quedar reducida a la calidad de un conjunto de normas dispositivas,
supletorias de la voluntad de las partes, que podrán decidir su exclusión o sustitución
por otras reglas distintas o de propia creación, que ellas estimen más útiles a los fines
perseguidos.
Cabe señalar, sin embargo, que la autonomía de la voluntad en materia de comercio
electrónico no puede extenderse a convalidar acuerdos que dejen sin aplicación práctica
a aquellas normas que el ordenamiento jurídico interno, o internacional según el caso,
contemple con la finalidad de resguardar la seriedad de los negocios, la buena fe y la
protección de los derechos de los consumidores. Esas normas son, por naturaleza, de
orden público e imperativas.
Nos referiremos en este punto solamente a los dos más importantes: el mensaje de
datos y la firma electrónica.
— constituye información;
c) El medio en el que se transmite tiene que ser electrónico, óptico o similar, pero
puede configurarse de diversos modos y en virtud de distintos criterios, como el correo
electrónico, SWIFT, EDI, etc. y, por sobre todo, en la internet.
d) Debe existir un mecanismo, tal como la firma electrónica, que garantice que el
documento sea expresión fiel de la voluntad de quienes lo han creado.
e) Debe existir una normativa legal adaptada al medio, que regule la prueba del
contrato electrónico.
Este tema se encuentra estrechamente vinculado con el señalado en el párrafo
precedente y concierne a la forma en que habrá de probarse en un juicio los términos
en que, efectivamente, se acordó y realizó una operación de comercio electrónico, esto
es, el valor probatorio del documento electrónico o del mensaje firmado y transmitido
vía redes. Quien usa una firma digital, junto con acreditar fehacientemente su identidad
y con la imposibilidad de posteriormente repudiar el envío de un mensaje, está
manifestando su voluntad en orden a realizar una determinada transacción electrónica
con un determinado "cocontratante".
Respecto a este último país, que es reconocido por ser uno de aquellos en que el
"case law" o "common law" es más importante que la ley escrita, cabe señalar que, fuera
de las numerosas disposiciones adoptadas por cada uno de los Estados de la Unión, en
el transcurso de los últimos años se han dictado varias leyes federales, sobre todo,
encaminadas a prevenir fraudes, cuidar las buenas costumbres y proteger los derechos
intelectuales.
Esta es la normativa legal más importante dictada en Chile y la que tiene mayor
relevancia para los efectos del presente trabajo.
Uno de los temas particularmente espinosos, por las particularidades que tiene y el
variado origen de las partes que intervienen en él, es el que concierne a la formación
del consentimiento en los contratos electrónicos, incluyendo los aspectos relacionados
al momento y al lugar en que se entiende formado, el riesgo de la cosa vendida y, como
necesaria consecuencia, la ley aplicable y la jurisdicción competente para conocer de
los problemas originados en él.
En Chile, tratan de la formación del consentimiento los artículos 97 al 106 del Código
de Comercio, que distinguen según se trate de ofertas verbales o por escrito, y en esta
segunda hipótesis, según las partes estén o no en un mismo lugar.
Conforme a las normas del Código de Comercio de Chile, que como se ha dicho, rigen
en la materia a todo el derecho privado chileno, la regla básica es que se entiende
formado el consentimiento, o, en otras palabras, que hay contrato, desde el momento
en que, en las diversas hipótesis que contempla el Título I del Libro II del Código, una
de las dos partes que están negociándolo acepta pura y simplemente la última oferta o
contraoferta formulada por su contraparte.
En cuanto al acuerdo previo, vale la pena apuntar que en el grueso de los contratos
electrónicos, y particularmente en todos aquellos que se transan en la red entre
oferentes empresariales y simples consumidores (B2C) por medio de la utilización de
formularios electrónicos, el adquirente de bienes o contratante de los servicios en esa
forma ofrecidos no tiene margen de negociación alguna, no pudiendo hacer otra cosa
que aceptar pura y simplemente la oferta o rechazarla, bastando al efecto con no dar
curso al formulario.
Se ha señalado, y con razón, que por muy importante que sea el principio de la
equivalencia funcional, ni el mensaje de datos es una carta ni un ISP (Internet Service
Provider) es un cartero, por lo que hay que precisar el momento en que el mensaje de
datos se entrega por el emisor y se recibe por la parte a quien va dirigido, todo a los
efectos del tema de la formación del consentimiento a que nos estamos refiriendo. En
el plano internacional, o mejor dicho, de los principios internacionalmente aceptados,
eso está regulado por el art. 15 de la Ley Modelo de Uncitral sobre Comercio Electrónico,
que dispone:
Es del todo pertinente la distinción, porque la llegada del mensaje de datos al servicio
de red o Internet Services (IS), en su caso, puede no coincidir con el lugar de
establecimiento geográfico del destinatario, que es el lugar que, en definitiva, importa
para determinar la jurisdicción, la legislación aplicable. En caso de no hacerse esta
distinción se daría el absurdo que si dos contratantes latinoamericanos que utilizan
servicios de correo internet a través de servidores de USA, por ejemplo, Microsoft
(Hotmail), Google (Gmail), Yahoo, AOL, etc., quedarían sujetos a la jurisdicción y la
legislación norteamericanas.
Para que la transmisión del riesgo opere, es preciso que las mercaderías estén
claramente identificadas, a los efectos del contrato, mediante señales puestas en ellas,
mediante los documentos de la expedición, mediantecomunicación enviada al
comprador o de cualquier otro modo semejante (art. 67).
1. Ideas preliminares
Entre los dos sistemas anteriormente indicados, existe un tercero que, morigerándolos
y eludiendo sus aspectos más negativos, trata de conducir el análisis, en un justo
equilibrio, hacia un fallo justo y equitativo: la sana crítica. En el sistema de valoración de
la prueba de acuerdo a la sana crítica, o de acuerdo a las "reglas de la sana crítica", el
tribunal debe aproximarse a la verdad judicial de la mano de sus conocimientos jurídicos,
la razonada ponderación de los aspectos técnicos, su experiencia personal, la lógica, el
sentido común, el buen juicio y la recta intención.
En los ordenamientos en los cuales rige el principio de prueba legal, la admisión del
documento electrónico como medio de prueba requiere que el legislador lo considere
expresamente, en forma directa o al menos indirecta, como idóneo para acreditar un
hecho. En cambio, según el principio del libre convencimiento del juez, las partes podrán
acompañar documentos electrónicos y el juez no tendrá obstáculos para admitirlos como
medios de prueba. Ello, porque no habrá norma alguna que inhiba al juez para admitir
los documentos electrónicos como medios de prueba imponiéndoles una determinada
eficacia probatoria. Pero esto no significa que el juez debe necesariamente atribuirle
plena aptitud probatoria al documento electrónico, sin valorar antes su autenticidad y
veracidad.
Es decir, el juez debería previamente investigar caso por caso, según los criterios
indicados sobre seguridad de datos, si el documento electrónico es o no auténtico y que
son ciertas las declaraciones que en él se contienen, sobre la base de aplicar las
técnicas destinadas a verificar si un documento electrónico puede ser considerado
auténtico y veraz, lo que a su vez importa en el caso del documento electrónico, una
confrontación con los indispensables requisitos de seguridad, sobre todo, de que el
documento no ha sufrido alteraciones con posterioridad a su emisión.
Para concluir, cabe señalar que en muchos países, el tema bajo análisis ha venido a
clarificarse radicalmente por leyes promulgadas recientemente, en Chile, al entrar en
vigencia la Ley sobre Documentos Electrónicos, Firma Electrónica y Servicios de
Certificación, de fecha 12 de abril de 2002.
Sobre la base de las nociones anteriores, partamos por decir que en un sentido
restringido —y preciso— la prueba electrónica, con perfiles propios, se circunscribe, en
primer lugar y con caracteres de primera importancia, a la prueba documental basada
en el mensaje de datos (MD) puro y simple, acompañado, en su caso, de firma
electrónica (FE) simple o acompañada de certificación electrónica (CE) y, en segunda
instancia, al peritaje electrónico o informático.
Una situación especial tienen los asientos contables llevados electrónicamente, que
en muchos países tienen valor probatorio (como es el caso de Chile al tenor del art. 35
del Código de Comercio), porque mientras se mantengan almacenados en el medio
electrónico podrían constituir prueba electrónica, en tanto que dejan de tener esa calidad
cuando son vaciados al papel.
De hecho, en varios países ya está reglamentada (en España y Chile, por ejemplo) la
presentación de registros contables e, incluso, la realización de declaraciones de
impuestos y de registros de importación por vía electrónica y telemática, con
instrucciones relativas a su autenticación por el uso de una contraseña previamente
establecida.
La norma citada contempla una excepción: no será aplicable el antes referido principio
a los actos o contratos otorgados o celebrados en los casos en que la ley exige una
solemnidad que no sea susceptible de cumplirse mediante documento electrónico;
cuando se exija la comparecencia personal de las partes y en aquellos relativos al
derecho de familia.
Termina la citada disposición señalando que "la firma electrónica, cualquiera sea su
naturaleza, se mirará como firma manuscrita para todos los efectos legales", sin perjuicio
de las reglas sobre la prueba que al respecto contemplan sus artículos 4º y 5º.
En los países en que, al igual que Chile, esta situación está regulada con criterio
general, los datos registrados electrónicamente tienen, generalmente, el mismo valor
probatorio que los documentos privados en soporte de papel, con tal de que se
encuentren firmados electrónicamente en algunos países (o incluso sin este requisito en
otros), estableciéndose los siguientes principios rectores:
Los principios generalmente aceptados que se aplican a la prueba de las CGC son,
en primer lugar, que la carga de la prueba de todos los problemas que puedan afectar
a las CGC en un contrato electrónicamente pactado corresponde al que redacta y
elabora esas CGC y, en segundo término, que se admite como prueba de los mismos
cualquier documento electrónico, como cintas de grabaciones sonoras, disquetes, CD y
otros medios de almacenamiento, siempre que quede garantizada su autenticidad, la
identificación confiable de los manifestantes, su integridad, la no alteración del contenido
de lo declarado y el momento de su emisión y recepción.
Junto con las medidas técnicas de resguardo y certeza provistas por la tecnología
(como la criptografía) para disponer de un entorno seguro en relación con la
autentificación electrónica, jurídicamente se ha regulado la existencia de entidades que
certifican y publicitan certificados electrónicos de las claves con que se firma o, dicho de
otro modo, que autentifican la identidad de los emisores y receptores que envían los
mensajes firmados.
Un "certificado" es, dicho simplemente, un documento digital emitido por una tercera
parte merecedora de la confianza pública (por su prestigio o por haber obtenido del
Estado la prerrogativa correspondiente), que acredita o respalda la correspondencia
entre una llave magnética y la persona que es titular de la misma, a lo que se añade una
firma electrónica como datos o información característica del firmante, para acreditar su
identidad digital.
De lo dicho se concluye que la realidad del comercio electrónico está cambiando una
institución jurídica tradicional y fundamental para el Estado de Derecho, como es el
sistema de la fe pública, de lo que sigue que es un imperativo a nivel internacional la
actualización de los ordenamientos jurídicos para permitir el uso seguro y con valor legal
de las nuevas tecnologías de la información en el marco del comercio electrónico.
Hay que tener presente, en todo momento, que esta es una ley modelo y, por lo tanto,
no tiene poder de regulación efectivo, sino que es un referente para la elaboración de
las pertinentes legislaciones nacionales, referente internacional, propio de la "lex
mercatoria".
Termina la referida disposición estableciendo que los órganos del Estado podrán, a
su opción, contratar los servicios de certificación de firmas electrónicas con entidades
certificadoras privadas si ello resultare más conveniente técnica o económicamente.
Por otro lado, deja en claro que la acreditación del prestador de servicios es voluntaria
(art. 17) y que el principal efecto de la acreditación es habilitar al prestador a emitir
certificados de firma electrónica avanzada (art. 23). Establece, además, que los
prestadores acreditados podrán homologar los certificados de firma electrónica
avanzada emitidos por certificadores no establecidos en Chile (art. 35).
Un tema que tiene que ser tratado en forma especial es el de la prueba ante el
documento electrónico encriptado.
Los sistemas de criptografía de clave privada necesitan que emisor y receptor usen
la misma clave privada (como el Data Encryption Standard o DES), la cual sirve para
encriptar y desencriptar el mensaje electrónico. En este sistema, la clave secreta debe
necesariamente comunicarse de una parte a la otra, con el riesgo de perderse o ser
apoderada por un tercero. Más aún, cuando dos personas utilizan la misma clave es
imposible garantizar la autenticidad de la firma electrónica, pues siempre existe el riesgo
de que la otra parte haya olvidado la firma.
La criptografía de clave pública, inventada por Rivest, Shamir y Adleman, y conocida
como RSA, implica el uso de dos claves, una privada y la otra pública. El usuario encripta
un mensaje utilizando su clave privada sobre la base de un criterio único (lo que permite
identificar a esta persona) y transmite su clave pública a todas las personas con quienes
planea comunicarse a través de mensajes cifrados o encriptados. Por medio de la clave
pública de un usuario, cualquier otra persona podrá encriptar mensajes que sólo este
usuario será capaz de descifrar.
Decimos que el tema es interesante, porque en principio aparece como chocante que
se pueda invocar como prueba un documento que nadie, ni siquiera el juez de la causa,
puede leer, excepto los que tienen la clave.
Las leyes que hemos examinado no contemplan una solución a este problema.
Por lo tanto, en el marco de una controversia actual entre partes, el juez puede utilizar
el documento encriptado como prueba, siempre y cuando sea "traducido" o develado su
contenido real, por medio de la clave que corresponda, y siempre y cuando el contenido
de dicho documento no sea contrario a las buenas costumbres y al orden público.
Para develar el contenido auténtico del documento encriptado, el juez podrá valerse
de la prueba pericial a que nos referimos en el número que sigue.
La complejidad técnica de los conocimientos informáticos exige que los jueces sean
coadyuvados por peritos en la materia, sobre todo, en los casos en que los mensajes
de datos no vengan respaldados por una entidad de certificación, y con mayor razón
aún, si ni siquiera llevan firma electrónica. El peritaje pasa a ser, entonces, el segundo
medio de prueba que en el comercio electrónico tiene características propias.
Los métodos y técnicas utilizados tendrán que ver con el objetivo del peritaje y el
entorno en que se realice. En muchos casos puede limitarse al análisis de la
documentación recibida, y en otros habrán de realizarse muestreos estadísticos,
revisión de programas, pruebas, análisis de software y hardware, bases de datos u
otros.
En todo caso, el perito habrá de elegir la técnica más adecuada o una combinación
de varias; efectuando pruebas simples con datos específicamente preparados para ello
o bien pruebas integradas, que pueden combinarse con los datos leídos de una base de
datos, los que pueden permitir detectar una codificación errónea o no autorizada.
Para terminar, hay que recordar que la labor del perito consiste en suministrar al juez
una base científica, técnica o práctica para que éste pueda juzgar la controversia sobre
la que versa el informe pericial.
Cabe señalar que es una norma frecuente en las distintas legislaciones, la contenida
en el artículo 425 del Código de Procedimiento Civil chileno, según el cual "los tribunales
apreciarán la fuerza probatoria del dictamen de peritos en conformidad a las reglas de
la sana crítica"; es decir, se deberá conducir al descubrimiento de la verdad por los
medios que aconseja la recta razón y el criterio racional, todo de acuerdo al buen juicio
y ponderación del juez.
1. En todo trámite legal, no se dará aplicación a regla alguna de la prueba que sea
óbice para la admisión como prueba de un mensaje de datos:
b) Por razón de o haber sido presentado en su forma original, de ser ese mensaje la
mejor prueba que quepa razonablemente esperar de la persona que la presenta.
En cuanto a las legislaciones extranjeras, cabe distinguir entre aquellas que siguen a
la Ley Modelo de Uncitral y aquellas que se limitan a reglamentar la fuerza probatoria
de los mensajes de datos que cuenten con firma electrónica. La legislación sobre el
documento electrónico y la firma digital está muy avanzada en los países europeos, muy
en particular en Italia y España.
137. La prueba sobre los documentos electrónicos en Chile. La ley Nº 19.799. Otras
normas
En nuestro país, las leyes reguladoras de la prueba han establecido un sistema legal
de prueba tasada, es decir, es la ley la que establece los medios de prueba, la forma de
rendirla en juicio y la valoración que debe darle el juez.
Sin perjuicio de lo anterior, hay que hacer presente que lo que se refiere a la
determinación de los medios idóneos para acreditar un hecho en juicio y la forma en que
esta prueba debe ser rendida, le corresponde exclusivamente a la ley.
"Art. 295. Libertad de prueba. Todos los hechos y circunstancias pertinentes para la
adecuada solución del caso sometido a enjuiciamiento podrán ser probados por cualquier
medio producido e incorporado en conformidad a la ley.
Art. 297. Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero
no podrán contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los
conocimientos científicamente afianzados.
El tribunal deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda la prueba producida,
incluso de aquella que hubiere desestimado, indicando en tal caso las razones que
hubiere tenido en cuenta para hacerlo.
Art. 323. Medios de prueba no regulados expresamente. Podrán admitirse como pruebas
películas cinematográficas, fotografías, fonografías, videograbaciones y otros sistemas de
reproducción de la imagen o del sonido, versiones taquigráficas y, en general, cualquier
medio apto para producir fe.
La norma citada contempla una excepción: no será aplicable el antes referido principio
a los actos o contratos otorgados o celebrados en los casos en que la ley exige una
solemnidad que no sea susceptible de cumplirse mediante documento electrónico;
cuando se exija la comparecencia personal de las partes y en aquéllos relativos al
derecho de familia.
Termina la citada disposición señalando que "la firma electrónica, cualquiera sea su
naturaleza, se mirará como firma manuscrita para todos los efectos legales", salvo en
cuanto a las reglas generales sobre la prueba, que regulan sus artículos 4º y 5º.
Sin embargo, antes de seguir analizando las normas de la ley en materia probatoria,
cabe enfatizar que el art. 3º, que hemos expuesto, otorga validez a los actos o contratos
"suscritos por medio de firma electrónica", de modo que los documentos electrónicos
que carezcan de dicho elemento deberán seguirse tratando del mismo modo que antes
de la dictación de esta ley, esto es, "tendrán el valor probatorio que corresponda, de
acuerdo a las reglas generales" (Parte final del art. 5º).
Según el art. 4º, los documentos electrónicos que tengan la calidad de instrumento
público deberán suscribirse mediante firma electrónica avanzada.
En particular el art. 5º regula el valor probatorio del documento electrónico señalando
que podrán presentarse en juicio y, en el evento de que se hagan valer como medio de
prueba, habrán de seguirse las reglas siguientes:
1. Los señalados en el artículo 4º, es decir, los instrumentos públicos que cuenten con
firma electrónica avanzada, harán plena prueba conforme a las reglas generales, y
El artículo 349 del Código de Procedimiento Civil es atinente a esta materia al referirse
a los documentos que existan en poder de la otra parte o de un tercero y tengan relación
directa con la cuestión debatida: puede decretarse su exhibición a petición de parte,
siempre que no revistan el carácter de secretos o confidenciales.
En todo caso, consideramos que las normas que rigen a las cartas misivas y los
documentos privados en general, pueden aplicarse por analogía al correo electrónico,
con el importante avance que ahora representa la ley Nº 19.799 que ha establecido el
valor general de los documentos electrónicos, en términos de equivalencia con los
documentos tradicionales y, en particular, de aquellos que llevan firma electrónica,
avance cuya importancia se puede sopesar debidamente si se considera que hasta
ahora en el Derecho Procesal chileno sólo se admitía la firma natural por suscripción, y
la impresión de huella dactilar, cuando lo señala la ley. Hay que reconocer, no obstante,
que a pesar de la nueva ley el problema subsiste en cuanto a los mensajes de correo
electrónico, porque es absolutamente excepcional que éstos lleven firma electrónica
propiamente tal y nunca una que tenga el carácter de avanzada. En general, los
servicios de certificación no se acostumbran usar en el mundo, a esta fecha al menos,
para acreditar el origen y/o la firma estampada en un mensaje de correo electrónico
común.
La firma tiene importancia, porque no sólo indica al autor del documento, sino que lo
hace responsable de su contenido. Por esto se han rechazado en Chile las firmas por
sello, cuño o calcadas para dar valor a instrumentos públicos o privados.
Sin embargo, hay excepciones a la regla precedente. Desde luego, el art. 13 de la Ley
sobre Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques establece que "los bancos podrán
autorizar a determinadas personas para estampar en sus cheques, mediante
procedimientos mecánicos, la cantidad girada y la firma". Y agrega que "lo harán
siempre que los procedimientos que se utilicen ofrezcan seguridad y que se justifique
su necesidad por el elevado número de cheques que deberá emitir el comitente, a juicio
de la Superintendencia".
Por su parte, el art. 1º, Nº 7 de la Ley Nº 18.092, sobre Letras de Cambio y Pagarés
establece que la firma del librador de una letra de cambio podrá estamparse, bajo su
responsabilidad, por "otros procedimientos que autorice el reglamento".
Sin perjuicio de lo anterior, recordemos que la firma por sello, cuño, calcada o
electrónica no basta por sí sola para dar pleno valor al instrumento público o privado,
pero aun así puede tener valor, al igual que una carta no firmada, es decir, servir de
base para una presunción judicial que, en definitiva, fije el valor del documento.
Piénsese en los documentos estandarizados, que están pre redactados y en los que
sólo hay que rellenar los espacios en blanco, para completar lo que se entiende es
manifestación de la voluntad o intención de una persona. Aunque no estén firmados
pueden servir de base para un reconocimiento, por aplicación en la vía civil del artículo
346 del Código de Procedimiento Civil.
Finalmente, cabe analizar la situación de los documentos que, con la ayuda de las
modernas técnicas de computación multimedios (multimedia), permiten presentarse o
complementarse por medio de la imagen, videos, texto y sonido. Los tribunales
franceses han concluido que las grabaciones sonoras pueden ser consideradas
documentos sin que exista un documento expreso que así lo diga. Ahora, en cuanto a
su valor probatorio, no puede asimilarse al que tienen los instrumentos privados, ya que
un requisito esencial de éstos, es que estén firmados, pero sí puede dársele el valor de
un principio de prueba por escrito o de una confesión en su caso. Es importante, en este
punto, tener en consideración que el valor probatorio de las grabaciones sonoras tiene
un límite, que es el derecho de las personas a que se respete el secreto de sus
conversaciones privadas.
— La ley Nº 19.680, de 11 de enero de 1988, que sustituyó el Libro III del Código de
Comercio, relativo al comercio marítimo. En el Título IV, que versa sobre los sujetos de
la navegación y el comercio; el inciso segundo del artículo 913 establece, a propósito
del libro bitácora o diario de navegación (que puede tener valor de un instrumento
público), que "...las anotaciones podrán estamparse por medios mecánicos o
electrónicos, siempre que éstos garanticen la fidelidad y permanencia de los datos
consignados".
— En el Título V del Libro III del Código de Comercio, sobre los contratos para la
explotación comercial de las naves, el párrafo tercero regula el contrato de transporte
marítimo y en el artículo 1014, sobre la documentación del transporte, señala que la
firma en el conocimiento de embarque puede ser registrada por cualquier medio
mecánico o electrónico.
— Por último, cabe citar a la ley Nº 19.052, de 14 de abril de 1991, que consagró
explícitamente el carácter de instrumentos públicos de los certificados que el Servicio
de Registro Civil e Identificación expide mecanizadamente, a través del procesamiento
electrónico de datos, sin intervención del hombre y sin firma manuscrita.
Sin duda alguna que la solución de fondo consiste en que las partes rijan su actuación
en el comercio electrónico, por una conducta que se ajuste a los cánones de la máxima
buena fe, de modo que en un proceso que evoluciona muy lentamente, los oferentes de
bienes y servicios on line que no actúen de esa manera se verían poco a poco
marginados por el propio mercado. Pero, en cualquier caso, es imprescindible enfrentar
los conflictos que indudablemente surgen del comercio electrónico con independencia
de la probable depuración paulatina del mercado.
2. Tribunal competente
Para los conflictos derivados de contratos entre empresas, las personas domiciliadas
en un Estado contratante podrán ser demandadas en otro Estado contratante, ante el
tribunal del lugar en el que hubiere sido o debiere ser cumplida la obligación que sirviere
de base a la demanda.
La acción entablada contra el consumidor por la otra parte contratante sólo podrá
interponerse ante los Tribunales del Estado contratante en que estuviere domiciliado el
consumidor (art. 14).
Pensamos que este sistema europeo es el que mejor se adecua a las naturales
diferencias que existen entre empresas y consumidores y que, de un modo más lógico
y justo, protege a estos últimos, que constituyen la parte débil del contrato.
3. Mediación y arbitraje
Una de las propuestas en boga para resolver los problemas entre las partes de un
contrato electrónico internacional es la creación de un sistema de mediación y arbitraje
"on line" que funcionaría como un centro de arbitrajes y mediación, en el que la primera
fase, tendente a encontrar un arreglo directo entre las partes, correspondería a la
mediación, en tanto que la segunda etapa, correspondiente al arbitraje, estaría
encaminada a resolver los conflictos que no puedan ser arreglados mediante la etapa
de mediación. Para que el sistema de arbitraje funcione, éste necesariamente deberá
ser vinculante; es decir, las partes no pueden abandonar el procedimiento arbitral ni
desentenderse de él, ni mucho menos dejar de cumplir con sus resoluciones.
Evidentemente, un sistema de estas características requiere, para implementarse, de
acuerdos internacionales que permitan imponer a las partes contratantes su aplicación,
por la vía de la convalidación de sus actos por los Estados a que ellas pertenezcan.
Parece, todavía, lejano, que un sistema de estas características llegue a establecerse.
Segunda Parte De la empresa
mercantil en general y de las
sociedades en particular
Capítulo X Generalidades sobre la empresa comercial y en
particular las asociaciones o cuentas en participación
Sin embargo, la sola enunciación de este concepto nos revela de inmediato sus
limitaciones: es un concepto que, en las propias palabras del Código del Trabajo, se ha
elaborado "para los efectos de la legislación laboral y de seguridad social" y que, por lo
tanto, es mucho más amplio que el concepto de empresa a la luz del Derecho Comercial.
El empresario dirige y organiza los elementos productivos que son las materias
primas, máquinas, herramientas, instalaciones o infraestructuras físicas, el capital en
dinero y los recursos humanos o personal de la empresa.
c) Las sociedades formales, entendiéndose por tales las que se forman con apego a
la ley, se dividen en sociedades de personas y en sociedades anónimas o de capital.
e) Por último hay empresas civiles y mercantiles según la naturaleza de los actos que
están encaminados a ejecutar.
d) Las cooperativas, que son una forma de organización colectiva con finalidades
económicas, distinta a las sociedades y que también forma una persona jurídica distinta
de aquellos que la han formado o que pertenecen a ella, y
e) Por último, las sociedades, que en sus diversas formas, constituyen la forma más
importante de organización que actúa en el comercio en particular y la economía en
general.
Así, según la segunda acepción del término que contempla el diccionario de la RAE,
se entiende por asociación al "conjunto de asociados para un mismo fin y, en su caso,
persona jurídica por ellos formada".
a) Las sociedades civiles y comerciales a las que se refiere este libro, y cuyas
características jurídicas generales ya hemos estudiado;
d) Las asociaciones gremiales, reglamentadas por el D.L. Nº 2.757 de 1979, que son
entidades que tienen por objeto promover y cautelar el desarrollo de las actividades
comunes a sus miembros, en razón de su profesión, oficio o rama de la producción o
servicios, como, por ejemplo, los colegios profesionales;
e) Las cooperativas, que son instituciones sin fines de lucro (aun cuando admiten la
figura de los "excedentes"), que realizan actividades económicas para la ayuda mutua
de sus asociados, los "cooperados". Regula el estatuto de las cooperativas el D.F.L.
Nº 5 del Ministerio de Economía, de fecha 23 de septiembre de 2003.
f) Las organizaciones comunitarias reguladas por la ley Nº 18.893 de 1989, que tienen
por objeto promover el desarrollo de una comunidad territorial o representar y promover
sus valores específicos, y
g) Las asociaciones o cuentas en participación que regula el Párrafo 12 del Título VII
del Libro II, artículos 507 a 511 del Código de Comercio.
Los contratantes de estas asociaciones "de facto", pueden ser personas naturales o
jurídicas; por tanto, una sociedad puede asociarse en el ejercicio de su comercio a un
individuo o a otra sociedad de cualquier especie, y un individuo puede asociarse en su
cuota social tanto a otro individuo como a una sociedad, situación reconocida por el art.
2088 del Código Civil y que se denomina "sociedad particular". No precisa que sean
comerciantes ni el uno ni el otro: basta que ambos tengan la capacidad necesaria para
realizar aquel acto de comercio que constituye el objeto de la asociación.
En lo que respecta específicamente al contrato de asociación o cuentas en
participación (llamada en algunas partes, como España, Asociación de cuentas en
participación), es un contrato similar al de sociedad, que se diferencia de ésta,
básicamente, porque, según está dicho, no trata de crear una persona jurídica distinta
de los contratantes, sino que agota su finalidad en las recíprocas relaciones de éstos.
Tenemos, entonces, que en razón de la semejanza intrínseca, que nace del propósito
que les es común, el legislador ha reglamentado a las asociaciones o cuentas en
participación en el mismo Título VII del Libro Segundo del Código de Comercio, que se
refiere a y se denomina "De la Sociedad". Más aún, en el artículo 348, después de
reconocer tres especies de sociedad —la colectiva, la anónima y la en comandita—
"reconoce también la asociación o cuenta en participación".
1º En que tanto en una como en otra, dos o más personas se asocian para realizar un
negocio y dividirse las utilidades o pérdidas que del mismo se obtengan, en una
determinada proporción.
En cambio, se diferencian:
c) Las sociedades pueden ser civiles o comerciales; las asociaciones son siempre
mercantiles, porque únicamente pueden constituirse para la realización de actos de
comercio.
d) Las sociedades pueden ser formadas por toda clase de personas; las asociaciones
sólo pueden ser constituidas por dos o más comerciantes.
Tenemos en cuenta la afinidad que tienen, principalmente en razón de sus objetivos,
y tratamos aquí a las asociaciones o cuentas en participación, siguiendo el orden aún
dominante en el Código de Comercio y en la doctrina, pero advertimos que las
diferencias de su disciplina jurídica resultan cada vez más manifiestas a medida que las
sociedades, incluso en las relaciones recíprocas de los socios, se penetran e influencian
del concepto y de las exigencias prácticas de su personalidad jurídica.
El artículo 507 del Código la define diciendo que es un contrato por el cual dos o más
comerciantes toman interés en una o muchas operaciones mercantiles instantáneas, o
sea, que se ejecutan todas de una vez, o sucesivas, a lo largo de un cierto espacio de
tiempo, que debe ejecutar uno de ellos en su solo nombre y bajo su crédito personal, a
cargo de rendir cuenta y dividir con sus asociados las ganancias o pérdidas en la
proporción convenida.
Aquí está la fuente de todo el fundamento de la afirmación que hemos hecho tan
tajantemente, en cuanto a que esta figura no constituye una personalidad jurídica:
porque todas las operaciones que realicen van a ser hechas por uno de los asociados,
actuando a su propio nombre y bajo su crédito personal.
Es por eso que el artículo 509, de una claridad meridiana, dice que la participación es
esencialmente privada. No constituye una persona jurídica y carece de razón social,
patrimonio colectivo y domicilio. Por si fuera poco, el artículo anterior, el 508, dice "la
participación no está sujeta en su formación a las solemnidades prescritas para la
constitución de las sociedades", lo que es claro: si no es sociedad no puede estar sujeta
a ninguna formalidad que la ley contempla para éstas. El convenio de los asociados
determina el objeto, la forma, el interés y las condiciones de la participación, o sea, lo
que hay es un vínculo privado entre uno o más asociados y una persona que toma sobre
sí la ejecución, la responsabilidad de llevar adelante cierto tipo de negocios mercantiles.
Frente a los terceros solamente existe la persona del comerciante que toma a su cargo
la ejecución del negocio actuando a su propio nombre.
Este comerciante que actúa bajo su nombre y crédito personal, se llama "gestor".
Aquellos comerciantes que toman interés en el negocio sin aparecer frente al público,
pueden ser uno o varios. El gestor es uno. Los asociados que reciben el nombre de
"partícipes", pueden ser uno o más.
Estos partícipes, frente a terceros, no aparecen para nada, y los terceros no tienen
acción en su contra, de ninguna especie, excepto, naturalmente, que el propio gestor
les haya cedido el eventual crédito que tuviere en contra de los partícipes (artículo 510
inciso 2º), pero esta es una regla general aplicable a cualquier tipo de contrato en que
se admita la cesión y, en general, en todos los contratos es posible la cesión de créditos
nominativos.
Por último, la ley expresa que el gestor es reputado dueño, para todos los efectos
legales, del negocio que está ejecutando (artículo 510 inciso primero).
Y nada más. Estas son las únicas normas que contempla el Código sobre la
asociación. Son exactamente cuatro artículos y, sin embargo, la regulación es, en
general, bastante correcta, aunque insuficiente, si la comparamos con la legislación
internacional (en particular la alemana, que ha desarrollado muy bien esta figura).
Básicamente, entonces, se trata de un contrato que une privadamente a dos
comerciantes. Uno de ellos es un gestor, que en virtud de ese contrato se obliga a
efectuar ciertas negociaciones en beneficio común, vale decir, en beneficio de él mismo
y de los comerciantes asociados con él, llamados también partícipes.
Él ejecuta esas operaciones sin decirle a nadie que existe la asociación, de modo que
todo tercero que contrate con este gestor, va a estar pensando que el negocio es y le
pertenece exclusivamente a él. La relación que vincula al gestor con sus asociados es
un contrato privado que los une para compartir los beneficios y pérdidas que provengan
de las negociaciones. Pero eso se regula entre ellos, absolutamente a las espaldas de
los terceros que no tienen por qué conocer esta negociación y sólo para regular las
relaciones entre ellos.
Es más, la ley ha querido que esta figura sea así porque ese es el interés de las
personas en formar estas asociaciones, la que justifica su existencia. Nadie formaría
una asociación si no fuera exactamente con estas características de secreto. Se presta
este tipo de figura para que personas se asocien para obtener beneficios pecuniarios
cuando no resulta conveniente que los partícipes aparezcan en público; por motivos
tributarios, de conveniencia comercial, o por cualquier razón que sea. Muchas veces,
reconozcámoslo, estos secretos encubren conductas poco claras.
Esta figura, regulada tan sobriamente en cinco artículos del Código, tiene mayor
importancia práctica que algunos tipos de sociedades, por ejemplo la sociedad en
comandita, porque al revés que esta última, aquélla se usa extensamente en la práctica
comercial y jurídica.
Capítulo XI Las empresas individuales de responsabilidad
limitada
Por sobre todo en los países de tradición romanista, cuyos códigos civiles se inspiran,
corrientemente, en el Código Civil francés, es común la existencia de normas similares
a las contenidas en el artículo 2465 de nuestro Código Civil, que expresa textualmente
lo siguiente:
La existencia de esta norma expone a toda persona natural que emprende un negocio
a responder de sus consecuencias patrimoniales, no sólo con los fondos que puso o
arriesgó en la operación, sino que con todo su patrimonio.
Pero muchas veces resulta que esta solución no es la más conveniente a los intereses
del inversionista, porque lo que éste busca es trabajar solo en el negocio y no asociarse
con nadie.
De allí que surgió en la doctrina mercantil internacional una teoría que propugna la
legalización de las empresas individuales de responsabilidad limitada y las sociedades
de un solo socio.
Esta figura está siendo cada vez más reconocida en la doctrina internacional y fue,
hace poco tiempo, consagrada legalmente en Chile.
En efecto, si bien las sociedades nacen por contrato, una vez creadas, devienen en
una institución y de allí que las estipulaciones de las escrituras respectivas reciben
comúnmente el nombre de "Pacto Social" o "Estatutos".
Con tal objeto han sido consagradas en Chile las empresas individuales de
responsabilidad limitada, por la ley Nº 19.857, publicada en el Diario Oficial de fecha 11
de febrero de 2003, que las define como una persona jurídica con patrimonio propio,
distinto al del titular, que es siempre comercial y está sometida al Código de Comercio
cualquiera que sea su objeto; pudiendo realizar toda clase de operaciones civiles y
comerciales, excepto las reservadas por la ley a las sociedades anónimas (art. 2º).
b) El nombre de la empresa;
e) El domicilio de la empresa, y
La omisión de alguna de dichas formalidades establecidas en los arts. 4º, 5º y 6º, lleva
aparejados los problemas de la organización de las empresas individuales de
responsabilidad limitada nulas o irregulares, y de la empresa individual de
responsabilidad limitada irregular de hecho, haciendo viable su saneamiento en
conformidad a la normativa de la ley Nº 19.499 (art. 7º). Cabe destacar que la nulidad
de la E.I.R.L. es absoluta y trae aparejada la responsabilidad personal e ilimitada de las
obligaciones contraídas en el giro de la empresa de hecho, sin perjuicio del
saneamiento.
Las E.I.R.L. están amparadas por la limitación de responsabilidad por sus deudas
propias, responsabilidad que alcanza única y exclusivamente al monto de su propio
capital. Por lo tanto, el titular de la empresa responderá con su patrimonio sólo del pago
efectivo del aporte que se hubiere comprometido a realizar en conformidad al acto
constitutivo y sus modificaciones (art. 8º).
La ley considera comercial a las empresas individuales de responsabilidad limitada,
con independencia del objeto señalado en el acto organizativo o de su giro de hecho
(art. 2º). Vale decir, la ley atribuye a estas empresas el carácter de comerciante y las
obligaciones profesionales que son propias de éstos, con independencia de su objeto o
giro, que puede ser civil o comercial. Similar ficción se hace, en el caso de las
sociedades anónimas, por la ley Nº 18.046 y, en el caso de las sociedades por acciones,
por el Código de Comercio, como veremos más adelante.
Por último, cabe señalar que se aplicarán supletoriamente a este tipo de empresas,
las disposiciones legales y tributarias aplicables a las sociedades comerciales de
responsabilidad limitada (art. 18).
a) Nombre
b) Patrimonio
c) Domicilio
La ley no establece limitaciones en cuanto al tipo de giro que puede realizar una
empresa individual de responsabilidad limitada, con la sola excepción de que no pueden
ser realizados bajo esta forma aquellos actos u operaciones que están reservados por
ley a las sociedades anónimas (art. 2º), como es el caso de los bancos, compañías de
seguros, AFP, etc.
En efecto, el art. 10 de la ley Nº 19.857 expresa que los actos y contratos que el titular
de la empresa celebre "con su patrimonio no comprometido en la empresa", o lo que es
lo mismo, entre la E.I.R.L. y su dueño actuando éste a título personal, comprometiendo
su patrimonio propio y distinto de aquélla, sólo tendrán valor si constan por escrito y
desde que se protocolicen ante notario público, debiendo además ser anotados al
margen de la inscripción estatutaria dentro del plazo de sesenta días contados desde
su otorgamiento. Esta misma disposición sanciona con la penalidad que contempla el
art. 471 Nº 2º del Código Penal, aumentada en un grado, a los titulares de una E.I.R.L.
que otorguen contratos simulados en perjuicio de terceros.
Sin embargo, los acreedores de ella pueden perseguir la responsabilidad personal del
titular, sobre todos sus bienes, en ciertos casos que mencionaremos en el párrafo que
sigue.
Incluso las utilidades retiradas están exentas de la posibilidad de ser perseguidas por
los acreedores del giro. En efecto, a partir de ese momento, el de su retiro, dichas
utilidades líquidas de la empresa pertenecerán al patrimonio del titular (art. 11), que es
un patrimonio separado del patrimonio de la empresa. Dicha separación requiere que
tales utilidades se hubieren retirado, ya que mientras no lo sean, se confunden con las
retenidas, las que pertenecen a la empresa que goza de personalidad propia, y sólo son
susceptibles de perseguirse por los acreedores del giro.
El legislador tenía la opción de proteger los intereses de los acreedores del giro
considerando que, aun retiradas, dichas utilidades eran perseguibles mientras no
estuviere finalizada la liquidación, o proteger el retiro y no dar acción en contra de las
utilidades líquidas ya retiradas por el titular. La ley optó por esta última alternativa, de
modo que una vez retiradas por su titular, no habrá lugar a la acción de terceros en
contra de ellas. Con ello, queda a resguardo el patrimonio del titular no sólo en cuanto
limita su responsabilidad al capital, como es tradicional, sino que también quedan a
salvo las utilidades retiradas, en forma similar al caso del accionista de la sociedad
anónima.
Por otra parte, los acreedores personales del titular no tienen acción, durante su
vigencia, contra los bienes de la empresa —persona jurídica separada— y en caso de
liquidación sólo podrán accionar contra los beneficios o utilidades que en la empresa
correspondan al titular y sobre el remanente una vez satisfechos los acreedores de la
empresa (art. 13). Dicho remanente está constituido por los bienes incorporados y por
las utilidades.
La ausencia de acción de los acreedores del giro en contra de los bienes del titular, y
la falta de acción de los acreedores personales del titular en contra de los bienes del
giro, se apoya sobre una absoluta separación entre la actividad de la empresa y las
demás órbitas de acción del titular, y sobre la publicidad del acto organizativo.
Sin embargo, el titular responderá de las obligaciones de la empresa con sus bienes
propios en los casos de nulidad de la E.I.R.L., de acuerdo al art. 7º, y también en los
siguientes casos especificados en el art. 12 de la ley:
a) Por los actos y contratos efectuados fuera del objeto de la empresa, para pagar las
obligaciones que emanen de esos actos y contratos;
En caso de muerte del titular, la empresa puede continuar hasta por un año por
acuerdo de los herederos, quienes podrán designar a un gerente común para la
continuación del giro. La ley ha establecido el derecho de cualquier heredero a poner
término a la empresa continuada por acuerdo de los herederos, luego del transcurso del
plazo referido.
El inciso final del art. 15 precisa que las causales de terminación se establecen tanto
a favor del empresario como de sus acreedores, de modo que uno y otros estarán
legitimados para invocarla, según el caso.
Cabe señalar que, a nuestro juicio, nada impide que la reunión de todas las acciones
y/o derechos de los socios de cualquier sociedad, se produzca, precisamente, de modo
voluntario, para los efectos de obtener su conversión en E.I.R.L., conforme al
mecanismo precedentemente señalado.
A su vez, el inciso final del art. 14 prescribe que una E.I.R.L. puede transformarse en
una sociedad de cualquier tipo, cumpliendo los requisitos y formalidades que establece
el estatuto jurídico de la sociedad en la cual se transforma.
Por otra parte, toda vez que la ley considera que la empresa es a la vez una persona
y una cosa sobre la cual se puede tener derechos, el titular puede aportar el capital de
la empresa a una sociedad, la que la sucede en todas sus obligaciones contraídas, a
menos que el titular declare que recaen exclusivamente sobre su patrimonio.
En efecto, el art. 16 establece que en el caso a que se refiere la letra c) del art. 15,
esto es, de que se aporte la totalidad del capital de una E.I.R.L. a una sociedad, dicha
sociedad responderá de todas las obligaciones contraídas por la empresa, a menos que
el titular de ésta declare que las asumirá en todo o en parte con su propio patrimonio,
con las formalidades previstas para la constitución, modificación y extinción de este tipo
de entidades.
Capítulo XII Las cooperativas
William King tomó las ideas de Owen y las hizo más prácticas. Él pensaba comenzar
de a poco. Fundó un periódico mensual en Brighton llamado El Cooperador, cuya
primera edición salió el 1º de mayo de 1828. Este hecho le otorgó a las cooperativas
cierta filosofía e ideas prácticas. La fílosofía central era la posibilidad de formar
"sociedades sin sociedades".
1) Los socios tienen iguales derechos y obligaciones, un solo voto por persona y su
ingreso y retiro es voluntario.
a) Del cincuenta por ciento de todas las contribuciones, impuestos, tasas y demás
gravámenes impositivos en favor del Fisco. Sin embargo, las cooperativas estarán
afectas al Impuesto al Valor Agregado, de conformidad a lo establecido en el decreto
ley Nº 825 de 1974.
Las cooperativas de consumo y las de servicio deberán pagar todos los impuestos
establecidos por las leyes respecto de las operaciones que efectúen con personas que
no sean socios, debiendo consignar en sus declaraciones de impuestos las
informaciones necesarias para aplicar esta disposición.
Por último, de acuerdo al artículo 51, el aumento del valor nominal de las cuotas de
capital y cuotas de ahorro y la devolución de excedentes originados en operaciones de
las cooperativas con sus socios estarán exentos de todo impuesto.
Las cooperativas se encuentran reguladas en Chile por una ley cuyo texto actual, a
virtud de la autorización concedida por la ley Nº 19.832, fue fijado por el D.F.L. Nº 5, de
25 de septiembre de 2003, publicado en el Diario Oficial de 17 de febrero de 2004. Esta
ley establece que en cuanto a las operaciones propias de su giro, las cooperativas se
sujetarán, en lo que les sea aplicable, a la regulación y fiscalización establecida por
leyes especiales que rijan a la actividad económica que constituya su objeto.
Las cooperativas pueden tener por objeto cualquier actividad lícita que no esté
reservada por la ley a una forma de organización empresarial diferente.
Ninguna cooperativa podrá adoptar una razón social idéntica a la de otra preexistente.
La inclusión en la razón social de una referencia a su objeto no será suficiente para
determinar que no existe identidad en la misma.
c) El capital inicial suscrito y pagado, forma y plazo en que será enterado, en su caso,
número inicial de cuotas que deberán ser múltiplos de cien en que se divide el capital y
la indicación y valoración de todo aporte que no consista en dinero. Ningún socio podrá
ser propietario de más de un 20% del capital de una cooperativa. Incluso, en el caso de
las cooperativas de ahorro y crédito esta regla es más restrictiva, pues la ley prevé que
ningún socio puede poseer más de un 10% del capital.
e) Los requisitos para poder ser admitidos como socios, derechos y obligaciones, y
causales de exclusión de los mismos.
b) El consejo de administración;
c) El gerente, y
d) La junta de vigilancia.
En las juntas generales, cada socio tendrá derecho a un voto, tanto en lo que se refiere
a la elección de personas como a las proposiciones que se formulen.
Los poderes para asistir con derecho a voz y voto de ellas deberán otorgarse por carta
poder simple.
Los apoderados deberán ser socios de la cooperativa, salvo que se trate del cónyuge
o hijos del socio, o de administradores o trabajadores de éstos, en cuyo caso el poder
que se otorgue deberá ser autorizado ante notario.
Los estatutos de una cooperativa podrán disponer que la asistencia a junta sea
personal y que no se acepte en ningún caso mandato para asistir a ellas.
d) La disolución de la cooperativa.
m. El aumento del capital social en caso que sea obligatorio que los socios concurran
a su suscripción y pago de las cuotas de capital respectivas.
o. Las demás materias que por ley o por los estatutos correspondan a su conocimiento
o a la competencia de las juntas generales de socios y, en general, cualquier materia
que sea de interés social.
Las cooperativas podrán contemplar en sus estatutos cláusulas que confieran a las
personas jurídicas de derecho público o privado que participen en ellas el derecho a
designar un determinado número de miembros del Consejo de Administración, pero en
todo caso este privilegio se limitará a una minoría de los mismos. También podrán
contemplar la participación de sus trabajadores en el Consejo de Administración. Los
consejeros laborales gozarán del fuero que establece el artículo 174 del Código del
Trabajo, desde la fecha de su elección y hasta 6 meses después de haber cesado en el
cargo, siempre que la cesación en él no se hubiere producido por censura de la
asamblea de los trabajadores, por sanción aplicada por el tribunal competente en cuya
virtud debe hacer abandono del mismo, o por término de la empresa.
Todos serán responsables hasta de culpa leve en el ejercicio de sus funciones y serán
responsables solidariamente de los perjuicios que causen a la cooperativa por sus
actuaciones dolosas o culposas.
162. El gerente
El capital de las cooperativas será variable e ilimitado a partir del mínimo que fijen sus
estatutos y se formará con las sumas que paguen los socios por la suscripción de sus
cuotas de participación. Los estatutos fijarán el monto de aportes mínimos que deberán
efectuar los socios para incorporarse o mantener su calidad de tales.
a) Disolución
Cuando la disolución se produzca por el vencimiento del plazo de duración o por las
demás causales dispuestas en los estatutos, el Consejo de Administración, dentro de
los 30 días siguientes, consignará este hecho por escritura pública, cuyo extracto deberá
inscribirse en el Registro de Comercio y publicarse en el Diario Oficial, en la forma más
arriba expresada.
Una vez transcurridos los 60 días a contar del vencimiento del término de duración de
la entidad, sin que se haya dado cumplimiento a las formalidades establecidas en el
artículo precedente, el gerente, cualquier miembro, titular o suplente del Consejo de
Administración, socio o tercero interesado podrá dar cumplimiento a ellas.
Sin perjuicio de lo anterior, sea cual fuere la causal de disolución de una cooperativa,
ésta deberá ser notificada a los socios mediante carta certificada dirigida al domicilio
que tuvieran registrado.
b) Fusión
Tipos de fusiones:
— Fusión por incorporación. Cuando una o más cooperativas que se disuelven son
absorbidas por una cooperativa ya existente, la que adquiere todos sus activos y
pasivos.
En ambos casos no procede la liquidación de las corporaciones fusionadas o
absorbidas.
En las juntas generales en que se acuerde la fusión deben aprobarse los balances
auditados de las cooperativas que se fusionan. Ningún socio puede perder su calidad
de tal con motivo de una fusión.
Aprobados en junta general los balances auditados y los informes periciales que
precedieren de las cooperativas objeto de la fusión y los estatutos de la que se crea o
de la absorbente, en su caso, el Consejo de Administración de ésta deberá distribuir
directamente las nuevas cuotas de participación entre los socios de aquellas, en la
proporción correspondiente.
c) División y transformación
Ningún socio, a menos que consienta en ello, podrá perder su calidad de tal, con
motivo de una división o transformación de la cooperativa a la cual pertenece.
166. Liquidación
La liquidación de una cooperativa disuelta será realizada por una comisión de tres
personas elegidas por la junta general de socios.
Normas generales: La Ley General de Cooperativas en sus artículos 109, 110 y 111
establece las bases del funcionamiento del Departamento de Cooperativas, organismo
dependiente del Ministerio de Economía, asignándole la responsabilidad de la
supervisión de estas organizaciones en materias de índole societaria y económico-
financiera, excepto aquellas cooperativas cuya fiscalización se encuentre por ley
asignada a otros organismos.
— Cooperativas de Ahorro
— Cooperativas de Crédito
— Todas aquellas que tengan activos superiores a UF 50.000, o tengan más de 500
socios.
Al igual que muchos otros contratos, la sociedad se encuentra regulada tanto por el
Código de Comercio como por el Código Civil.
Además, están destinadas a tratar algunos tipos especiales de sociedad, las Leyes
Nº 3.918, sobre Contrato de Sociedad Colectiva de Responsabilidad Limitada, y la
Nº 18.046, sobre Sociedades Anónimas.
En este capítulo trataremos de las generalidades de las sociedades. En los que siguen
analizaremos el estatuto jurídico de cada uno de los tipos de sociedades que reconoce
la legislación chilena.
La sociedad está definida sólo por el Código Civil, cuyo artículo 2053 expresa que "la
sociedad o compañía es un contrato en que dos o más personas estipulan poner algo
en común con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan".
"La sociedad forma una persona jurídica distinta de los socios individualmente
considerados".
A pesar que se refiere a todas las especies de sociedad, con excepción de la Sociedad
de Responsabilidad Limitada, que no era conocida a la época de su dictación, el Código
Civil sólo contiene normas relacionadas con la Sociedad Colectiva Civil. Todos los
demás tipos de sociedades, sean ellas civiles o comerciales, se rigen por el Código de
Comercio o por leyes complementarias a éste.
En el curso de la ejecución de los negocios mercantiles existen, por una parte, las
empresas mercantiles unipersonales, en las cuales la figura del comerciante y del
empresario se confunden y, por otra, existen las empresas mercantiles pluripersonales,
que pertenecen a organizaciones jurídicas destinadas a instrumentalizar del modo más
eficiente posible, atendidas las características del objeto social, la ejecución de los actos
de comercio.
Vale la pena recordar aquí los conceptos que vertimos con anterioridad en esta obra,
y, sobre todo, remarcar que la sociedad no es sinónimo de empresa, sino que es una
de las modalidades que puede revestir la empresa, pero, eso sí, es el más importante
de los mecanismos jurídicos concebidos por el Derecho Comercial, para llevar a cabo
operaciones mercantiles en las sociedades liberales de mercado.
a) Comerciales y civiles.
Son comerciales las que se forman para ejecutar negocios que la ley califica de actos
de comercio.
Basta que uno de los varios objetivos para los cuales se puede formar una sociedad
sea de carácter mercantil, para que la sociedad toda tenga dicha característica.
Las sociedades que se forman para negocios que no estén calificados de mercantiles
son civiles.
Entre ambos tipos de sociedades existen diversas diferencias, partiendo porque las
sociedades comerciales son generalmente solemnes mientras que las civiles son
generalmente consensuales.
En realidad, las sociedades comerciales son las más importantes de todas, porque
fuera de que son inmensamente superiores en número que las civiles, concentran gran
parte de la propiedad de los medios de producción y de la riqueza en los países que se
rigen por el sistema capitalista.
Las tres primeras se encuentran reguladas por el Código Civil y/o el Código de
Comercio, en tanto que las Sociedades Anónimas y de Responsabilidad Limitada, lo son
por las leyes especiales que más arriba hemos citado, esto es, la Ley Nº 3.918, sobre
Sociedades de Responsabilidad Limitada, y la Ley Nº 18.046, sobre Sociedades
Anónimas. La principal diferencia entre ellas consiste en que la responsabilidad de los
socios, que es limitada en las sociedades colectivas, está limitada al aporte o la cantidad
que se señale, en el caso de las sociedades por acciones, anónimas y las de
responsabilidad limitada.
c) Otra clasificación es aquella que distingue entre sociedades de personas, que son
aquellas en que importa más la persona de los socios que el aporte que ellos hagan, y
las sociedades de capital, en que por el contrario lo único importante es el aporte y el
capital que se forma con ellos, de modo que es indiferente la persona de los socios o
accionistas, siendo por el mismo motivo, libre la cesibilidad de las acciones.
Siguiendo la tradición romanista y las fuentes francesas que los inspiran, tanto el
Código Civil como el Código de Comercio estudian a la sociedad sólo como un contrato,
concepción que, además, está de acuerdo con el principio de autonomía de la voluntad
que inspira al liberalismo económico.
Nadie puede negar que la sociedad, efectivamente, nace de un acto jurídico que
voluntariamente ejecuta el hombre, pero con el curso de los años se ha hecho evidente
que la sola perspectiva del contrato es insuficiente para analizar la institución societaria.
Por otro lado, en otros casos los socios ingresan a la sociedad sin tener participación
alguna en el acto de su constitución, como sucede con los socios de sociedades
anónimas que compran acciones en una bolsa de comercio.
Si bien no fue el primero, indudablemente que Maurice Hauriou con su obra Teoría de
la Institución, publicada en 1935, abrió un amplio campo a la consolidación del
pensamiento de aquellos que sostienen que la sociedad es mucho más que un puro
contrato.
Una institución es la idea de obra o empresa que se perpetúa y dura jurídicamente en
el medio social. En ella, los administradores no son sólo unos simples mandatarios de
los socios, sino que constituyen la autoridad encargada de asegurar la realización del
propósito común.
El primero consiste en que en la sociedad, si bien todos los socios tienen la intención
de obtener un beneficio, no tienen por qué estar de acuerdo en las metas y la forma
como alcanzarlos. Los socios conviven dentro de un régimen jurídico, asociados a otros
con los cuales pueden discrepar profundamente, pero la institución social está por
encima de ellos, y a través de las prescripciones normativas correspondientes, se dará
solución a las discrepancias, de modo que la sociedad se presentará frente a terceros
con una voluntad propia, que es distinta de la voluntad particular de cada uno de los
socios.
Si la sociedad es una institución que una vez que nace es independiente del acto
constitutivo o fundacional, resulta perfectamente lógico que pueda pertenecer a una sola
persona.
Esta forma de pensar proporciona, asimismo, una salida lógica para los que quieren
buscar una fórmula legal para que las personas naturales puedan consagrar, a un
negocio determinado, una parte limitada de su patrimonio, sin poner en riesgo la
integridad del mismo, amenazado por el derecho de prenda general de los
acreedores, que en nuestra legislación consagra el artículo 2465 del Código Civil,
fórmula que recientemente ha sido consagrada ya en Chile, como veremos más
adelante.
La misma definición del Código Civil consagra el principio de que la sociedad "forma
una persona jurídica distinta de los socios individualmente considerados".
Para otros, la personalidad moral existe en todo grupo humano, cuando se constituye
un centro de interés distinto al grupo, que tiene una voluntad colectiva y una actividad
orientada hacia un fin jurídicamente protegido.
Por último, la sociedad tiene una nacionalidad, que es el vínculo que la une con un
Estado determinado y que atribuye, en general, la legislación que le es aplicable, la
jurisdicción a que están sometidas ella y sus socios, que son en la mayoría de los casos
la ley y los tribunales del Estado al amparo de la cual la sociedad se ha constituido.
Como en la mayoría de los contratos, civiles o mercantiles, hay que distinguir entre
los requisitos generales, propios a todo contrato, y los particulares o especiales propios
del contrato de sociedad. Comenzaremos por tratar a los primeros.
El consentimiento de las partes debe estar exento de los vicios que puedan afectarlo,
que como sabemos son el error, el dolo y la fuerza, vicio este último, que no tiene
ninguna influencia en la práctica, por la naturaleza del contrato de sociedad, destinado
a gobernar una institución que durará muchos años.
Por la misma razón, la posibilidad de que se den en la sociedad los otros dos vicios
que pueden afectar el consentimiento, es escasa, aun cuando no por completo
descartable.
Para celebrar el contrato de sociedad es preciso que las partes sean legalmente
capaces, aplicándose en la especie las reglas generales del derecho común, conforme
a las cuales todos son capaces menos aquellos a quienes la ley considera incapaces.
Es preciso que tengamos en cuenta que puede ser socio o parte de una sociedad,
otra sociedad, lo que implica desde el punto de vista de la capacidad, que los
representantes legales de esta última deben tener personería o capacidad para obligarla
legítimamente en la formación de aquélla.
c) Objeto de la sociedad
El objeto social debe figurar en los estatutos de la sociedad y éste debe ser lícito, lo
que excluye las actividades ilícitas, contrarias al orden público o las buenas costumbres.
d) La causa en la sociedad
e) Solemnidades
Salvo la sociedad colectiva civil, todos los otros tipos de sociedad son solemnes,
pasando por grados distintos de solemnidades, que van desde la simple necesidad de
escritura, pública o privada, hasta grados muy complejos que incluyen escritura de
formación, inscripción y publicación de un extracto de ella, e incluso autorización de la
autoridad pública, como en el caso de las sociedades anónimas especiales.
a) La estipulación de un aporte
Ya en la definición del Código Civil queda en claro la importancia de este requisito
según el cual la sociedad es un contrato por el cual los socios estipulan "poner algo en
común".
La existencia del aporte está estrechamente ligada con el propósito de los socios de
repartirse los beneficios que de ello resulten, lo que equivale a decir que todos los socios
deben procurar no sólo obtener beneficios, sino también el repartirlos.
Los aportes de los socios se convierten en o forman el capital social y sobre éste cada
socio pasa a ser titular de derechos que serán correspondientes a una parte del interés
social, en las sociedades de personas, o a un cierto número de acciones, en las
sociedades de capital.
Por la circunstancia de que cada socio tiene sobre el capital derecho a una parte
proporcional a sus aportes, y que éste se forma con el conjunto de dichos aportes, el
capital constituye una deuda de la sociedad con respecto a sus socios.
En la práctica, los aportes pueden consistir en dinero, en otro tipo de bienes raíces o
muebles, en conocimientos, tecnología, servicios en general y, en particular, trabajo.
La sociedad persigue obtener ganancias para sus socios, lo que distingue a este tipo
de personas jurídicas, de otras sin fines de lucro, como las corporaciones y fundaciones.
Son muchas las sociedades que se forman con la intención de las partes de obtener
beneficios y que, en definitiva, no obtienen ninguno y la sociedad termina disolviéndose
o, peor aún, quebrando.
Existiendo beneficios, ellos deben ser repartidos, porque esa es la finalidad del
contrato, lo que no obsta a que los socios acuerden postergar, en todo o en parte, la
percepción de los mismos para fortalecer la caja social o que decidan, simplemente,
reinvertir las utilidades.
d) La affectio societatis
La regla general es que los conflictos o diferencias que ocurrieren entre los socios en
cualquier sociedad chilena, deban someterse a compromiso.
En efecto, el art. 227 Nº 4 del Código Orgánico de Tribunales establece que deben
resolverse por árbitros, "las diferencias que ocurrieren entre los socios de una sociedad
anónima, o de una sociedad colectiva o en comandita comercial, o entre los asociados
de una participación, en el caso del art. 415 del Código de Comercio".
La norma del art. 415 del Código de Comercio debe relacionarse con la que contiene
el art. 352 Nº 10 del mismo Código.
Por su parte, el art. 415 establece que si en la escritura social se hubiera omitido la
mención del Nº 10 del art. 352, es decir, no se hubiere estipulado nada en relación a la
forma en que deben resolverse los conflictos entre los socios, se entenderá que las
cuestiones que se susciten entre ellos, durante la sociedad o al tiempo de la disolución,
serán sometidos a compromiso.
El artículo 125 de la Ley sobre Sociedades Anónimas dispone que en los estatutos de
las sociedades anónimas debe establecerse la forma como se designará el o los árbitros
que deben conocer de las materias a que se refiere el número 10 del artículo 4º de la
misma ley y que, en ningún caso, pueden nombrarse en ellos a una o más personas
determinadas como árbitro.
Ello significa que puede establecerse el que haya uno o el que haya más de un árbitro
e incluso las calidades que debe cumplir la persona que sea nombrada como árbitro;
pero, en ningún caso, puede establecerse en los estatutos el nombre concreto de la o
las personas que habrán de conocer de las materias sometidas a su conocimiento.
El inciso segundo de la misma disposición establece que, sin perjuicio de que la regla
general para conocer de las controversias entre los socios es la de que el conocimiento
de los conflictos societarios sea competencia de árbitros, cualquiera de los
demandantes puede sustraer su conocimiento de la competencia de los árbitros y
someterlos a la decisión de la justicia ordinaria. La ley Nº 20.382 agregó que este
derecho no podrá ser ejercido por los directores, gerentes, administradores y ejecutivos
principales de la sociedad. Tampoco por aquellos accionistas que individualmente
posean, directa o indirectamente, acciones cuyo valor libro o bursátil supere las 5.000
unidades de fomento, de acuerdo al valor de dicha unidad a la fecha de presentación de
la demanda.
El arbitraje en las sociedades anónimas está concebido para conocer las diferencias
que ocurran entre los accionistas en su calidad de tales o entre éstos y sus
administradores, sea durante la vigencia de la sociedad o durante su liquidación. La
disposición que regula la materia (Nº 10º del artículo 4º), establece que si nada se dijere
en los estatutos se entenderá que el árbitro será un árbitro arbitrador.
I. Sociedades Colectivas
Capítulo XIV La sociedad colectiva civil
Sección Primera
Los socios son libres de estipular la duración de la sociedad. Pero si nada dicen sobre
la época en que comienza, "se entenderá que la sociedad principia a la fecha del mismo
contrato" y si nada dicen sobre la fecha de su expiración, "se entenderá contraída por
toda la vida de los asociados salvo el derecho de renuncia".
Si uno de los socios contribuye sólo con su industria, servicio o trabajo y no se hubiere
convenido la cuota que le deba corresponder en los beneficios sociales, a falta de
acuerdo, la cuota será fijada por el juez, y si ninguna estipulación haya determinado la
cuota que le quepa en las pérdidas, se entenderá que no pierde otra cosa que su
industria, trabajo o servicio (art. 2069 del Código Civil).
El administrador que obra dentro de los límites legales o con poder especial de sus
consocios obliga a la sociedad, pero si obra fuera de sus facultades, él solo será
responsable (artículo 2079 del Código Civil).
Obrando dentro de sus atribuciones y de las restricciones legales, podrá actuar incluso
contra el parecer de los otros socios.
Sin embargo, si el acto aún no ha producido sus efectos legales, la mayoría de los
consocios podrá oponerse al acto (art. 2075 del Código Civil).
1º. Derecho de oposición: Cualquier socio podrá oponerse a los actos administrativos
de otro mientras esté pendiente su ejecución o no hubiere producido efectos legales;
2º. Derecho a servirse de los bienes sociales: Cada socio podrá servirse para su uso
personal de las cosas sociales debiendo ocuparlas según su destino ordinario y sin
perjuicio ni de la sociedad ni de los demás socios;
3º. Obligación de contribuir a las expensas sociales: Todo socio que ejerce actos de
administración, podrá obligar a los demás socios a contribuir con las expensas
necesarias para la conservación de las cosas sociales;
4º. Prohibición de hacer alteraciones en los inmuebles sociales: Ningún socio podrá
hacer innovaciones en los inmuebles sociales sin el consentimiento de los demás.
182. Obligaciones de los socios entre sí. El aporte
Esta es una obligación del socio para con los demás socios, pero también para con la
sociedad misma, de modo que podrán reclamar su entrega aquéllos o ésta.
El socio que retarde la entrega de su aporte, aun por culpa leve, es obligado a resarcir
a la sociedad todos los perjuicios que le haya causado el retardo. En esta obligación
está comprendido el retardo en el aporte del servicio industrial del socio que tenga este
carácter (art. 2083 del Código Civil).
Sea que aporte un bien en propiedad o usufructo, el socio que lo efectúa es obligado
al saneamiento de la evicción (art. 2085 del Código Civil).
El aporte debe ser real y efectivo. De allí que si en el acto constitutivo de la sociedad
se asegura a una persona que ofrece su industria una cantidad fija, que deberá
pagársele íntegramente aun cuando la sociedad se halle sufriendo pérdidas, la cantidad
ofrecida se mirará como retribución o pago de la industria "y el que la ejerce no será
considerado como socio" (art. 2086 del Código Civil).
Asimismo, si se le asigna una cuota del beneficio eventual, el socio industrial no tendrá
derecho a ella si la sociedad se encuentre sufriendo pérdidas, aunque se le haya
asignado esa cuota como precio de su industria.
No podrá exigirse a ningún socio que aporte más que lo pactado. Pero, si por
circunstancias sobrevinientes no pudiere alcanzarse el objeto social sin dichos aportes
extraordinarios, el socio que no consienta en efectuarlos deberá hacerlo si sus
consocios lo exigen (art. 2087 del Código Civil).
Sección Segunda
183. Cesibilidad de los derechos sociales en las sociedades colectivas. Las
sociedades particulares
Los socios de una sociedad colectiva están afectos a una prohibición, consagrada en
el Código Civil, de enajenar sus derechos sociales sin el consentimiento de los demás
socios y la participación activa de éstos en el contrato respectivo (artículo 2088 del
Código Civil). Esa prohibición se extiende a los socios de todo tipo de sociedades
colectivas, civiles o comerciales, e incluso a las colectivas de responsabilidad limitada.
En relación a este tema, cabe analizar la disposición contenida en el párrafo final del
citado artículo 2088 del Código Civil, que establece una figura especial, pocas veces
considerada con suficiente detención.
Volviendo con el artículo 2088 del Código Civil, éste contempla que el socio de una
sociedad colectiva que, como hemos dicho, no puede transferir sus derechos sociales
a un tercero, puede, sin el consentimiento de los demás socios, asociarse con un
tercero, respecto de su participación en la sociedad y lo que ocurre en ese caso es que
se forma, en el lenguaje del Código "una sociedad particular", que sólo será relativa a la
parte del socio en la sociedad colectiva.
Por ejemplo, ese tercero no podrá exigir directamente a la sociedad que le pague
beneficios y, desde otro punto de vista, la sociedad no podrá exigirle que contribuya a
las pérdidas porque éste es ajeno a ella. Es decir, no existe ninguna relación oficial entre
ese tercero y los socios y la sociedad misma. El vínculo es únicamente entre esa
persona (tercero) y el socio que se relacionó con él al amparo de esta figura legal.
184. Los derechos de los socios entre sí, y de éstos con la sociedad
El artículo 2089 del Código Civil establece que todos los socios tienen derecho a que
la sociedad les reembolse las sumas que aquéllos le hubieren —según la terminología
del Código— "adelantado" con conocimiento de ella, vale decir, de la sociedad, por
obligaciones que ese socio hubiere contraído para los efectos de realizar los negocios
sociales.
En otras palabras, para que los socios tengan el derecho de que la sociedad les
reintegre el dinero que ellos hayan puesto, es preciso que se trate de negocios sociales
realizados por el socio en nombre, por y para la sociedad y que estén incluidos en su
rubro u objeto social.
Del mismo modo, el socio tiene derecho a que la sociedad le pague los perjuicios que
pudiera haber sufrido en razón de haber ejecutado actos por y para la sociedad y que,
con motivo de ellos, el socio se ha expuesto y ha sufrido un perjuicio personal.
La ley señala que los actos ejecutados por los socios y los productos que deriven de
ellos, cuando dichos actos sean ejecutados en el interés común de la sociedad,
pertenecen a ella y, por lo tanto, si uno de los socios ejecuta actos que, en definitiva,
son más lucrativos para la sociedad, que le proporcionan a ésta un mayor ingreso de
dinero, no por ello le confieren al socio la facultad de pedir en los beneficios sociales
una participación mayor que aquella que está estipulada en el pacto social.
Esta disposición, contemplada en el artículo 2091 del Código Civil, debe ser objeto de
un análisis muy de fondo respecto de sus virtudes y desventajas.
En las sociedades de capital (v. gr. sociedades anónimas), las relaciones sociales son
más impersonales, no así en las sociedades de personas y, por lo tanto, una de las
causas por las cuales se pierde la affectio societatis se produce cuando sucede con
frecuencia excesiva el caso a que se refiere el artículo 2091, vale decir, cuando uno de
los socios es el que, permanente o constantemente, obtiene para la sociedad mayores
beneficios que los demás. En definitiva, se produce invariablemente el fenómeno de que
dicho socio comienza a preguntarse por qué siempre es él quien más contribuye, y a
discurrir que de acuerdo a la proporción acordada no le corresponde una participación
"justa" en los beneficios sociales ni proporcionada a sus esfuerzos. Ahí es cuando se
pierde la affectio societatis, esto es, la intención de perseverar en la sociedad.
Pero, por otro lado, no podía la ley sino establecer la disposición del artículo 2091,
porque si no existiera esta norma habría una permanente indefinición sobre cuál es la
participación que le corresponde a cada uno de los socios.
Por el contrario, los socios son responsables de los perjuicios que ellos ocasionen por
culpa leve y, para hacer más fuerte esta obligación, la ley ha dicho que el socio que
causa perjuicios a la sociedad no puede oponer en compensación a las sumas que deba
pagar por concepto de tales perjuicios, el derecho a percibir los emolumentos que su
industria o su trabajo hayan procurado a la sociedad en otros negocios, a menos que
dicha industria o dicho trabajo correspondan a un giro distinto al giro social (art. 2093
del Código Civil). En otros términos, si el socio hace una gestión por cuenta de la
sociedad, pero esa gestión corresponde exactamente al giro de la sociedad, no podría
ese socio que ha ejecutado un acto comprendido dentro del giro social, compensar con
el fruto de ese trabajo, los perjuicios que él le hubiere causado a la sociedad.
En cambio, si esos beneficios provienen de un acto ejecutado por un socio, cuya
naturaleza sea distinta de los actos que corresponden al giro social, se permite la
compensación y la razón es muy simple: cuando el socio está haciendo la compensación
con algo ajeno al giro social, que él ha hecho en beneficio de la sociedad, en realidad
está compensando con algo por lo cual él tendría, teóricamente al menos, un crédito en
contra de la sociedad, porque ningún socio está obligado a ejecutar gestiones ajenas al
giro social. En ese caso se permite la compensación, porque tanto el perjuicio causado
por el socio como el beneficio que proviene de una actividad ajena a una actividad social,
son "ajenos" al giro social.
Sin embargo, este principio, aparentemente absoluto, tiene una limitación bastante
importante en el párrafo final del primer inciso del artículo 2094 del Código Civil. Allí se
dice que el acreedor podrá intentar contra la sociedad sólo las acciones del socio
deudor, lo que significa, en el fondo, una subrogación. Se trata de que el socio que actúa
a su propio nombre puede haber ejecutado ese acto en beneficio de la sociedad: él
actuó en nombre propio, se obligó en forma propia, pero lo que él pretendía era que los
beneficios de sus actos fueran a parar en beneficio de la sociedad. Si eso ocurre, el
tercero podrá ejercer en contra de la sociedad los mismos derechos que tendría aquel
socio: "perseguir que la sociedad le reembolse el importe de los gastos".
Por lo tanto, frente a la sociedad, el tercero que contrató con el socio, actuando éste
a su propio nombre, no tiene acción directa en contra de la sociedad. Por subrogación
de derechos, tiene las acciones de que el socio dispone para cobrarle a la sociedad a
título de reembolso.
Digamos que la regla general, la forma obvia en que un socio contrata a nombre de
la sociedad, o se entiende que contrata a nombre de ella, es cuando él mismo lo
manifiesta de un modo explícito (art. 2094, inciso segundo) o "cuando las circunstancias
lo manifiesten de un modo inequívoco".
Para no dejar sombra alguna de duda respecto de lo que ha querido decir con la
expresión "de un modo inequívoco", el legislador dice que en caso de cualquier duda al
respecto se entenderá que la obligación ha sido contraída a nombre propio por el socio,
por lo tanto, la regla sigue siendo que, para que el socio obligue a la sociedad, tiene que
actuar por ella y manifestarlo así, y que sólo puede suponerse que actúa en nombre de
la sociedad —cuando no lo manifiesta de un modo ostensible— en los casos en que de
las circunstancias del contrato se llegue a la conclusión ineludible de que realmente
estaba actuando a nombre de ella.
Podría darse el caso de que un socio actúe en nombre de la sociedad, pero sin poder
suficiente, vale decir, él es apoderado, pero sus facultades no son suficientes para
convenir en el contrato que celebró por su cuenta.
Esta regla básica está contemplada en el artículo 2095 del Código Civil en la siguiente
forma: "Si la sociedad colectiva es obligada respecto de terceros —recordemos que
estamos en el supuesto de que es válidamente obligada respecto de terceros— la
totalidad de la deuda se dividirá entre los socios a prorrata de su interés social y la cuota
del socio insolvente gravará a los otros".
Supongamos, por ejemplo, que una sociedad de este tipo contrae una deuda por
fertilizantes por la suma de cuatro millones de pesos, que hay cuatro socios, todos tienen
un 25% de participación en las utilidades y pérdidas y a raíz de calamitosos eventos
propios de la naturaleza, la totalidad del fertilizante, de las semillas y del trabajo, se
perdió porque el sembradío, supongamos, se quemó con heladas, no se pudo cosechar
y la sociedad, que ya se encontraba en mala situación económica, a raíz de esto cerró
con pérdidas y no tiene nada con qué responder de esa deuda. En este caso, la deuda
social grava a los socios y éstos están obligados a pagarla en la misma proporción en
que participaban de las utilidades y pérdidas. Por lo tanto, cada uno de ellos responderá,
en principio, por $ 1.000.000, puesto que son cuatro socios; pero podría haber un socio
caído en insolvencia y en ese caso ese millón de pesos grava a los otros por iguales
partes, por lo tanto, cada uno de los otros tres responderá por $ 1.333.333.
b) Por hipoteca posterior, cuando el aporte del inmueble por el socio a la sociedad no
conste inscrito en el Registro de Propiedad respectivo, y
c) Pueden ejercer las acciones indirecta y subsidiaria que les concede el artículo 2094
del Código Civil, que se refiere a que el acreedor de un socio puede intentar contra la
sociedad las acciones que este último tuviera en contra de ella por concepto de
reembolso de gastos y desembolsos incurridos o de perjuicios sufridos por concepto de
gestiones hechas en beneficio social, legítimamente y de buena fe. Estas acciones están
indicadas en el artículo 2089 del Código Civil.
Sección Tercera
186. Disolución de la sociedad colectiva civil
No nos referiremos aquí a las causales de su disolución, porque las que contempla el
Código Civil, en los artículos 2098 y siguientes, se aplican también a la sociedad
colectiva comercial por mandato del artículo 407 del Código de Comercio y, en
consecuencia, las estudiaremos al tratar esta última, más adelante, en la sección Octava
del Capítulo que sigue.
Capítulo XV La sociedad colectiva comercial
Sección Primera
187. La formación de la sociedad colectiva comercial. La escritura social
El contrato que conste de un documento privado no tendrá más valor que obligar a
los socios a otorgar la escritura pública antes que la sociedad dé comienzo a sus
operaciones (artículo 351).
4. El capital de la sociedad y la forma en cómo es y/o será enterado por cada uno de
los socios, ya sea que el aporte consista en dinero, créditos o cualquier otra clase de
bienes, debiendo considerarse el valor que se les asigna a los bienes muebles o
inmuebles y, a lo menos, la forma en que debe hacerse su justiprecio, es decir, la
evaluación de los aportes consistentes en bienes muebles o inmuebles.
5. El objeto social, es decir, las negociaciones sobre las que versará el giro de la
sociedad.
6. La parte de los beneficios y pérdidas que se asigne a cada socio capitalista o
industrial, lo cual significa especificar cuáles son los montos o proporción de los
derechos de cada uno de los socios en la sociedad, lo cual determina, a su vez:
Cada socio es, respecto de su aporte, acreedor de la sociedad. Por lo tanto, el capital
no es un activo de la sociedad, sino que, por el contrario, es una deuda de ella para con
sus socios.
8. La cantidad que puede tomar anualmente cada socio para sus gastos particulares.
Las utilidades, si es que las hay, se deben repartir una vez al año, lo que no impide que
los socios tomen cantidades a cuenta de las ganancias que les pueda corresponder, las
que se anotan en la cuenta particular de cada socio con la sociedad, en la contabilidad
de estas instituciones. Recordemos que existe una cuenta con cada uno de sus
acreedores y deudores, registrada en el libro mayor o de cuentas corrientes.
Así, los socios, por lo tanto, también tienen una cuenta corriente con la sociedad a
que pertenecen y en ésta se anotan (se acreditan) los préstamos que el socio le otorgue
a la sociedad, ya que ésta puede optar por pedir préstamos a los socios en vez de pedir
prestado a bancos o a terceros. Si así lo hace, se anota a favor del socio ese crédito
que ha otorgado a la sociedad.
Por el contrario, cada vez que uno de los socios retira algo para su consumo particular,
eso se anota (se debita) en su cuenta corriente particular y a final de año, según los
resultados del ejercicio, el socio tendrá la posibilidad de consolidar esa cuenta y dejarla
en cero, siempre que la sociedad haya tenido utilidades, pudiendo cobrar el excedente,
si lo hay o, por el contrario, estar en la obligación —teóricamente al menos— de tener
que devolver, saldar su cuenta, si es que los resultados del ejercicio son malos.
10. La escritura social debe establecer si las diferencias que ocurren durante la
vigencia de la sociedad deben ser sometidas a la resolución de árbitros arbitradores o
no, y en caso afirmativo, cómo debe hacerse el nombramiento de los árbitros
encargados de resolver estas diferencias.
Cabe hacer presente a este respecto que el artículo 415 del Código de Comercio
señala que si se omite en la escritura esta mención, "se entenderá que las cuestiones
que se susciten entre los socios, ya sea durante la sociedad o al tiempo de la disolución,
serán sometidas a compromiso".
11. El domicilio de la sociedad. Este no tiene por qué ser el domicilio de los socios ni
tampoco el lugar en donde se celebró el contrato y/o se otorgó la escritura. Es el lugar
en que los socios pactan, que va a tener el asiento principal de sus operaciones y ello
determinará, por consecuencia jurídica, cuál será el Conservador de Comercio en que
habrá de practicarse la inscripción social (artículo 354), determinará ciertas
publicaciones que habrá que hacer, en los casos en que la ley lo requiere, el lugar en
donde habrá de iniciar sus actividades tributarias, dónde llevará su contabilidad, etc.
5. El objeto social; y
Dos disposiciones del Código son pertinentes de mencionar ahora: la primera, la del
artículo 353, según la cual "...no se admitirá prueba de ninguna especie contra el tenor
de las escrituras de constitución de sociedad ni para justificar la existencia de pactos no
expresados en ella".
La segunda, la del artículo 357, que prescribe que la sociedad que adolezca de
nulidad por incumplimiento de lo prescrito en el artículo 350 —falta de escritura social
que cumpla cabalmente con lo dispuesto en el artículo 352 y/o de inscripción del mismo
en el Registro de Comercio— gozará de personalidad jurídica y será liquidada como una
sociedad si consta de escritura pública o de instrumento privado reducido a escritura
pública o protocolizado. Todo ello, sin perjuicio del saneamiento del vicio en conformidad
con la ley.
Por último, es menester destacar que el artículo 359 del Código de Comercio dispone
que "...el que contratare con una sociedad que no ha sido legalmente constituida, no
puede sustraerse por esta razón al cumplimiento de sus obligaciones", lo que constituye
la expresión clara de la voluntad del legislador de permitir el funcionamiento de estas
sociedades imperfectamente constituidas, toda vez que desaparece la única fuente de
interés que pudieran tener terceros en pedir la declaración de nulidad de este tipo de
sociedades imperfectamente constituidas.
Nos referiremos con mayor detalle a estos temas en los párrafos que siguen.
Sección Segunda
189. Saneamiento de los vicios de nulidad que afectan a sociedades. Exposición
general
Su artículo primero declara que para los efectos de la ley se consideran vicios
formales aquellos que consisten en el incumplimiento de alguna solemnidad legal, tales
como la inscripción o publicación tardía del extracto o la falta de cumplimiento o
cumplimiento imperfecto de las menciones que la ley ordena incluir en las respectivas
escrituras, señalando como ejemplo, lo relacionado con la razón social.
Para proceder al saneamiento de la nulidad por vicios formales es necesario que los
actos de constitución o modificación de una sociedad consten de escritura pública o
instrumento reducido a escritura pública o protocolizado, según corresponda.
Según el nuevo texto del artículo 356 del Código de Comercio, introducido por la
aludida Ley Nº 19.499, la sociedad que no conste de escritura pública o de instrumento
reducido a escritura pública o de instrumento protocolizado, es nula de pleno derecho y
no podrá ser saneada.
No obstante, si existiere de hecho dará lugar, no a una "sociedad de hecho", sino a
una comunidad, en la que las ganancias y pérdidas se repartirán y soportarán y la
restitución de los aportes se efectuará entre los comuneros, con arreglo a lo pactado y,
en subsidio, de conformidad a las reglas prescritas para la sociedad.
La ley señala que no son vicios formales que puedan acogerse al procedimiento
general de saneamiento que ella contempla, los que, por su trascendencia, no se
consideran vicios formales sino de fondo, como son los relativos al contenido de las
escrituras, si implican la privación de algún elemento esencial al concepto de sociedad
o algún vicio de carácter sustancial de general aplicación a los contratos.
Por su parte, el artículo 9º señala que tampoco constituyen vicios formales de nulidad
de una sociedad o de sus modificaciones, pero esta vez por su intrascendencia, y que
por lo tanto, no requieren ser saneados, los errores que pueden contener las
correspondientes escrituras públicas o sus extractos inscritos o publicados que a
continuación se indican:
a) En primer término, que se otorgue una escritura pública en la cual se corrija el vicio
de la constitución o modificación, según corresponda. La ley señala expresamente que
no será necesario reproducir íntegramente el estatuto social. Al otorgamiento de esta
escritura deberán concurrir quienes sean los titulares de los derechos sociales al tiempo
del saneamiento de la constitución o modificación, lo que significa reconocer tácitamente
que el saneamiento puede pedirse, incluso, aunque haya habido de por medio una
transferencia de tales derechos.
Si el vicio incide en una cesión de derechos sociales deberán concurrir a esa escritura,
además, el cedente o sus causahabientes y quienes al tiempo del saneamiento sean los
titulares de los derechos materia de la cesión.
En las sociedades en comandita por acciones será necesario, además, que concurran
los socios colectivos que sean los titulares de los derechos sociales en la forma
establecida en el párrafo segundo de la letra A del artículo 3º, esto es, quienes sean
titulares de los derechos sociales al tiempo del saneamiento y si se trata de sanear una
cesión de derechos sociales entre este tipo de socios, deben concurrir el cedente o sus
causahabientes y quienes sean titulares de los derechos materia de la cesión al tiempo
del saneamiento.
ii. Según sea el caso, la fecha de la escritura pública que contenga el acto que se
sanea o de la escritura de protocolización del documento que contenga el acto que se
sanea o de la escritura pública a que se redujo ese acto y el nombre y domicilio del
notario ante el cual se otorgó.
iii. Un extracto de las modificaciones mediante las cuales se corrija el vicio de que se
trata.
El inciso final del artículo 3º de la ley Nº 19.499 expresa que en aquellos casos en que
la causa de la nulidad de la constitución de una sociedad consista en la falta de oportuna
inscripción o publicación del extracto de la respectiva escritura, la corrección del vicio
se entenderá cumplida con la inscripción y, en su caso, la publicación oportuna de la
escritura de saneamiento.
Si las sociedades afectadas por vicios formales de nulidad son de aquellas regidas
por leyes especiales, el saneamiento de la nulidad deberá someterse, además, a las
mismas formalidades que su constitución o modificaciones, en su caso. A título ejemplar,
la ley menciona a las sociedades anónimas a que se refieren los artículos 126, 127, 130
y 131 de la ley Nº 18.046, esto es, las compañías aseguradoras y reaseguradoras, las
sociedades anónimas administradoras de fondos mutuos, las bolsas de valores (artículo
126) y las sociedades administradoras de fondos de pensiones (artículo 130).
El artículo 6º de la ley Nº 19.499 señala que, después de dos años contados desde la
fecha del otorgamiento de la respectiva escritura, no podrá ser hecha valer la nulidad de
la constitución o modificación de una sociedad derivada de:
Es importante destacar que esta disposición señala, además, que vencido ese plazo
las disposiciones de la escritura prevalecerán sobre las del extracto.
El artículo octavo de la ley Nº 19.499 señala que la alegación de que una sociedad o
su modificación son nulas por un vicio de carácter formal, será desestimada por el
tribunal si no se acredita en el proceso que la existencia de ese vicio causa un efectivo
perjuicio de carácter pecuniario a quien lo hace valer.
Es decir, a pesar de que la sociedad es, en estos casos, nula, tiene las siguientes
características especiales:
Fuera de los casos contemplados en el inciso primero del artículo 356 del Código de
Comercio, en que la nulidad opera de pleno derecho y es insubsanable, el resto de las
causales de nulidad contempladas en nuestra ley son de derecho estricto, por lo que no
es admisible ningún tipo de aplicación amplia o extensiva y, además, deben ser graves.
La nulidad social es una nulidad absoluta, que emana del incumplimiento de requisitos
establecidos por vía de validez y solemnidad.
Sin embargo, a pesar de ser una nulidad absoluta, tiene algunas particularidades que
son las siguientes:
1. La nulidad puede ser alegada por vía de acción o de excepción, por cualquiera de
los socios, aun cuando éstos conozcan el vicio que invalida a la sociedad o que deban
saberlo, como dice el Código Civil.
2. También pueden solicitarla los terceros, con la limitación de que no pueden hacerlo
para eludir el cumplimiento de sus obligaciones para con ella (artículo 359).
Reiteramos que la nulidad de la Sociedad Colectiva, una vez declarada, tiene efectos
restringidos en la medida en que los terceros no se ven afectados. Es decir, el hecho
que se declare la nulidad de una sociedad no implica el que ésta y los socios van a
poder quedar en la impunidad en cuanto a las obligaciones que han contraído. Por el
contrario, la ley ha querido proteger el interés de los terceros y ellos podrán actuar en
contra de los socios directamente, quienes responden solidariamente de las
obligaciones contraídas por la sociedad.
Por su parte, tampoco los terceros podrán eludir el cumplimiento de sus obligaciones
a pretexto de dicha nulidad, según dispone el artículo 358, vale decir, a pesar de que la
sociedad es nula, el tercero que se ha obligado para con ella sigue en la necesidad de
cumplir con sus obligaciones, con lo cual podemos ver que las normas relativas a la
nulidad de la sociedad, siendo absoluta, tienen diferencias frente a la nulidad absoluta
por causas de forma en cualquier otro contrato.
Si hay un tercero que pide la nulidad de la sociedad, con este fin puede oponerse a
ella tanto el propio socio como los demás y también cualquier otro tercero a quien le
convenga que la sociedad subsista.
De acuerdo con las reglas que ya estudiamos, los terceros pueden oponer frente a
otros terceros la inobservancia de las solemnidades estatuidas para la formación de la
sociedad con la que han contratado, y a su vez, aquel tercero que pretenda que la
sociedad está bien constituida, tendrá que acreditarlo para defender sus intereses. El
conflicto entre dos terceros sobre la existencia, inexistencia o nulidad de la sociedad se
produce cuando uno de ellos tiene un crédito que goza de privilegio, caso en el cual le
interesa que la sociedad no sea nula para conservar dicho privilegio. Al acreedor común,
en cambio, le interesa que se declare la nulidad, porque de esa manera cae también el
privilegio constituido, de modo tal que puede haber conflicto entre socios, socios con
terceros, entre terceros y la sociedad y también entre terceros entre sí.
Por último, existen relaciones entre los acreedores personales de los socios y
acreedores sociales. A éstos les conviene que la sociedad no sea declarada nula
mientras, por el contrario, a los acreedores de los socios les conviene que la sociedad
sea declarada nula, porque aumenta el patrimonio en contra del cual pueden ejercer sus
acciones.
En ambos casos, deberá probar sus alegaciones quien las alegue conforme a la
clásica norma de prueba contenida en el artículo 1698 del Código Civil, que señala que
incumbe probar las obligaciones o su extinción el que alega aquéllas o ésta.
El inciso final del artículo 357 califica expresamente de sociedad de hecho a aquella
que adolezca de un vicio de nulidad por incumplimiento de lo prescrito en el artículo 350,
si consta de escritura pública, o de instrumento reducido a escritura pública o
protocolizado.
La sociedad de hecho es una sociedad nula que existe frente a los terceros como
medio ideado por el legislador para amparar los intereses de los terceros.
Se llama sociedad de hecho, porque siendo nula no puede ser una sociedad de
derecho. Pero es una entidad que existe jurídicamente en el medio en que se
desenvuelve y, particularmente, frente a los terceros.
Analizando con mayor detención el tema relacionado con las sociedades en cuya
constitución ocurrieron vicios, es necesario distinguir tres tipos de situaciones que
derivan en la existencia de sociedades nulas, imperfectas y de hecho propiamente tales.
Son aquellas que se han celebrado con prescindencia de algunos de los requisitos
esenciales a todo acto o contrato, esto es, el consentimiento —sin vicios—, capacidad
de las partes, existencia de un objeto —que ese objeto sea lícito— y causa lícita.
También son nulas aquellas sociedades en las que se ha infringido uno de los requisitos
propios y particulares del contrato de sociedad, que afectan a la esencia misma de éste,
como si falta el aporte, o no hay derecho a participar de las ganancias u obligación de
contribuir a las pérdidas, o no hay affectio societatis, es decir, intención verdadera de
formar sociedad.
El profesor Raúl Varela Varela decía que estas sociedades eran a las cuales les
faltaba la columna vertebral en función de la cual se sostenían. Realmente, estos vicios
son de la gravedad más absoluta posible.
La ley Nº 19.499 ha venido a dar consagración legal a esta tesis. En efecto, el inciso
cuarto del artículo 1º de esa ley señala que "los defectos relativos al contenido de las
escrituras no se considerarán vicios formales, sino de fondo, si implican la privación de
algún elemento esencial al concepto de sociedad o algún vicio de carácter sustancial,
de general aplicación a los contratos".
Estas sociedades son nulas absolutamente, a pesar de lo cual las consecuencias que
acarrea esta nulidad no son iguales a las de cualquier contrato, porque la nulidad
declarada no produce efectos retroactivos.
La materia está regulada en los artículos 2058 y 2057 del Código Civil, el primero de
los cuales indica que "...la nulidad del contrato no perjudica a las acciones de terceros
de buena fe contra todos y cada uno de los asociados por las operaciones de esa
sociedad, si existiere de hecho".
Es de hacer notar que la expresión "si existiere de hecho" no significa que el legislador
se esté refiriendo a las sociedades que son propiamente de hecho, sino simplemente,
alude a la existencia fáctica de la sociedad, aunque padezca de vicios insubsanables,
de forma o de fondo, los contemplados en el artículo 356 inciso primero del Código de
Comercio y en el inciso cuarto del artículo 1º de la ley Nº 19.499.
Por su parte, el artículo 2057 del Código Civil señala que si se formare de hecho una
sociedad que no pueda subsistir legalmente, ni como sociedad ni como donación ni
como contrato alguno, cada socio podrá pedir que se liquiden las operaciones anteriores
y sacar sus aportes, lo cual implica reconocer la existencia de la sociedad hasta el
momento en que se constate legalmente el efecto, porque si se han de liquidar
operaciones, es porque éstas existieron, ya que, de lo contrario, nada tendría que
liquidarse.
Pensamos que en el caso de las sociedades nulas que estamos analizando, aunque
la ley no lo dice, se desprende del artículo 2057 del Código Civil que lo que habría de
existir aquí es una especie de comunidad.
A pesar del criterio de la doctrina y del profesor Varela en particular, en este caso tan
grave de nulidad, hay quienes sostienen que nos encontraríamos frente a un simple
hecho jurídico, vale decir, a un acto que jamás ha tenido caracteres o visos de
juridicidad. Sin embargo, las normas legales más arriba citadas nos llevan a la
conclusión de que algún efecto se produce durante el tiempo que esta sociedad actuó y
que es correcto y válido estimar que el calificativo jurídico de lo que allí ha existido es el
de una comunidad.
Pensamos, pues, que las prescripciones de los incisos segundo y tercero del artículo
356 del Código de Comercio deben, por tanto, ser también aplicadas a este tipo de
sociedades.
Son aquellas en que los socios que han tenido la intención precisa de formar una
sociedad, que han consentido en su formación, voluntaria o involuntariamente, han
omitido alguna de las formalidades prescritas en los artículos 350, 352 y 354, no
constando su formación ni en escritura pública ni instrumento reducido a tal ni
protocolizado.
Este tipo de sociedades adolece, como acabamos de decirlo, del mismo tipo de
nulidad que las sociedades propiamente nulas analizadas en la letra A precedente.
El artículo 356 del Código de Comercio señala que ellas son nulas de pleno derecho,
no podrán ser saneadas y si de hecho existieren formarán una comunidad.
Dicha disposición agrega que, en este caso, las ganancias y pérdidas se repartirán y
soportarán con arreglo a lo pactado y, en subsidio, de conformidad a lo establecido para
la sociedad. Lo mismo respecto de la restitución de los aportes que deba efectuarse
entre los comuneros.
Por último y de acuerdo con el inciso final del artículo 356, los miembros de dicha
comunidad responderán solidariamente frente a los terceros con quienes hubieren
contratado por cuenta y en interés de la sociedad nula, sin que les sea dado oponer el
vicio como defensa frente a las pretensiones de los terceros.
Los terceros podrán acreditar la existencia de la sociedad nula utilizando todos los
medios de prueba reconocidos por el Código de Comercio y la prueba será apreciada
por los tribunales de acuerdo con las reglas de la sana crítica.
Las sociedades de hecho gozan de personalidad jurídica y serán liquidadas como una
sociedad, sin perjuicio de que pueden optar al procedimiento para sanear el o los vicios
de que adolezcan, en conformidad a las normas de la ley Nº 19.499.
Al igual que en todos los actos de sociedades nulas y/o imperfectas, los socios de las
sociedades de hecho responderán solidariamente frente a los terceros con quienes
hubieren contraído obligaciones a nombre y el interés de la sociedad de hecho.
El aspecto más importante que caracteriza a las sociedades de hecho es que gozan
legalmente de personalidad jurídica, lo que implica que constituyen un sujeto de derecho
diferente a los socios que la componen, capaz de ejercer derechos y contraer
obligaciones válidamente.
Con esta disposición legal se ha zanjado la duda que existía con anterioridad al
respecto, puesto que algunos sostenían que la sociedad de hecho no podía tener
personalidad jurídica, porque este atributo o característica estaría reservada a las
sociedades válidas. Sin embargo, la mayoría de la doctrina, partiendo por la italiana, le
reconocía este atributo, porque la personalidad jurídica está concebida por la ley, sobre
todo, para proteger los intereses de los terceros que contratan; para que quede
claramente establecido desde el punto de vista jurídico que existe un sujeto de derecho
que puede contraer obligaciones.
Tan así, que desde el punto de vista práctico las sociedades de hecho tienen un
funcionamiento idéntico a las sociedades que cumplen con todos los requisitos legales:
tienen razón social, pueden contratar y contraer obligaciones o ejercer derechos, otorgar
garantías; tienen domicilio, nacionalidad y pueden incluso comparecer en juicio,
circunstancia que será, probablemente, una de las situaciones peligrosas para su
subsistencia, toda vez que ese será el momento en que alguien va a alegar la nulidad
de la sociedad.
No obstante, respecto de esto último, hay que tener presente que de acuerdo al nuevo
texto del artículo 359 del Código de Comercio, el que contratare con una sociedad que
no ha sido legalmente constituida, no puede sustraerse por esta razón al cumplimiento
de sus obligaciones.
Sección Tercera
204. El fondo o capital social. Los aportes
El fondo social o capital social es el patrimonio que se forma con el conjunto de los
aportes que efectúan los socios y representa los recursos con que va a contar la
sociedad para poder alcanzar las metas que constituyen el objeto social.
Por lo tanto, el fondo o capital social proviene del cumplimiento que los socios hagan
de su obligación de efectuar el aporte. Cuando señalamos los requisitos especiales del
contrato de sociedad decíamos que uno de los más importantes era el aporte y en
realidad, si priorizamos las distintas obligaciones de los socios, podríamos decir que
ésta es la más importante, debido a que, a lo menos, cumplir con el aporte estipulado
es la primera obligación que ellos contraen.
La ley establece una serie de normas relacionadas con la forma que pueden revestir
los aportes de los socios que conforman el fondo o capital social.
En efecto, el artículo 376 del Código de Comercio dice que, como regla general,
pueden ser objeto de aporte el dinero, los créditos, bienes muebles o inmuebles, las
mercedes, los privilegios de invención, el trabajo manual, la mera industria y, en general,
toda cosa comerciable capaz de prestar alguna utilidad.
Partiendo de la base de que el aporte debe ser lícito, es decir, debe estar constituido
por algo que esté dentro del comercio humano, que las personas pueden efectuar sin
contravenir ni el orden público ni las buenas costumbres, todo aquello que preste alguna
utilidad para la sociedad puede ser objeto de aporte.
Las cosas que se pueden aportar pueden serlo en propiedad o en usufructo (artículo
2082 del Código Civil), que se entiende como el goce de una cosa con la facultad de
poder extraer de ella su uso o beneficio natural.
El artículo 378 del Código de Comercio, en su inciso segundo, dice que, a falta de
estipulación, la entrega del aporte se hará en el domicilio social, luego que la escritura
de sociedad esté firmada.
Pero en todo caso, apartándose de los aspectos fuera de época que presenta la
redacción del Código de Comercio, lo que está claro es que el aporte no es una
contribución voluntaria, sino una obligación de los socios, legalmente respaldada, cuyo
incumplimiento trae, entre otras cosas, la consecuencia de que es posible intentar en
contra del socio moroso la acción destinada a exigir el cumplimiento del aporte o la
posibilidad de excluirlo de la sociedad.
De modo tal que, aun cuando no se da muy frecuentemente, resulta admisible que la
propia sociedad demande a uno de sus socios por la circunstancia de que no ha
efectuado su aporte.
Cualquiera que sea el caso, además, el socio moroso no sólo responde del aporte
mismo, sino de pagar los perjuicios que el retardo haya causado a la sociedad.
La disposición legal es muy amplia, porque admite el aporte de su propio trabajo por
aquellas personas que tienen conocimiento sobre una determinada forma de elaborar o
fabricar algo. También es admisible el que una persona aporte su trabajo sin que tenga
conocimientos especiales, porque puede ocurrir que los otros socios no están en
situación de poder trabajar personalmente para la sociedad y les interesa que un socio,
persona de su confianza, esté a cargo del negocio en cuerpo presente.
Una vez efectuada la tradición, la sociedad pasa a ser propietaria de las cosas o
derechos dados en aporte, situación que es semejante a la que se produce de una
manera más pura y simple, cuando el aporte consiste en una suma de dinero, que se
materializa sólo mediante la entrega del dinero al encargado de la caja social.
Cuando se trata del aporte de una determinada labor, trabajo o industria que se obliga
a ejecutar el socio, estamos en presencia de un aporte más complejo, porque en
esencia, estamos en presencia de un aporte de tracto sucesivo.
Existen diversas formas para resolver los problemas que se pueden presentar al
respecto. Una de ellas es que los bienes aportados se avalúen directamente en la
escritura social, que es lo más simple de todo. También es lícito que el bien dado en
aporte no se entregue apreciado, pero se establece la forma cómo se va a determinar
su valor. Por último, se puede nombrar a un perito que habrá de avaluar los bienes
aportados.
En todo caso, el Nº 4 del artículo 352 señala que en la propia escritura de constitución
de sociedad debe asignarse el valor de los aportes que consistan en muebles o
inmuebles y la forma en que deba hacerse el justiprecio de los mismos aportes, en caso
de que no se les haya asignado valor alguno.
En cualquier caso, el valor debe corresponder a aquel que las especies tengan a la
fecha de su aporte.
Si las cosas tienen naturaleza fungible, están expuestas a deterioro por el uso o si se
trata de cosas tasadas o cuyo precio se ha fijado de común acuerdo, pertenecerán a la
sociedad, pero la sociedad contrae la obligación de devolver cosas de la misma especie
o calidad al término de la sociedad o de restituir al socio su valor.
Los aportes son irrevocables y, por lo tanto, ya sea que se trate de bienes dados en
propiedad o usufructo, el socio no puede pedir su devolución, excepto en caso de un
usufructo temporal; por lo tanto, lo único que él tiene es un crédito en contra de la
sociedad por su aporte.
Desde el punto de vista judicial, tiene una gran importancia el tema relativo a lo que
puede hacer el acreedor de un socio para perseguir los bienes que éste haya aportado
a una sociedad.
El artículo 2465 del Código Civil consagra el Derecho de Prenda General de los
Acreedores, que se traduce en que los acreedores tienen el derecho de perseguir sus
créditos en todos los bienes presentes o futuros del deudor con excepción de los
inembargables.
Todas estas interrogantes están resueltas por el artículo 380 del Código de Comercio,
que dice que los acreedores personales de un socio no podrán embargar durante la
sociedad el aporte que éste hubiere introducido, pero les será permitido solicitar la
retención de la parte de interés que en ella tenga éste, para percibirla al tiempo de la
división social.
Los acreedores personales del socio no pueden, entonces, embargar los bienes del
socio que éste dio en aporte a la sociedad y la respuesta que da la ley es perfectamente
lógica, porque la sociedad es una persona jurídica distinta de los socios individualmente
considerados y, por lo tanto, la dueña de los bienes muebles o inmuebles que éstos
hayan aportado es, pues, la sociedad. El acreedor tiene, entonces, un derecho muy
limitado en contra del socio, ya que lo único que puede hacer es retener los derechos,
la proporción de su interés social, para percibirla al tiempo de la división social 25.
Nosotros nos pronunciamos por aceptar el embargo de lo que el socio obtenga por
repartos de utilidades, porque los repartos de utilidades que efectúa una sociedad
consisten en sumas de dinero que la sociedad acuerda pagar a cada socio según su
cuota de participación social y dichas sumas dejan entonces de ser sociales; pasan a
ser del socio y, por lo tanto, nada impide, a nuestro juicio, el que sean embargadas por
los acreedores personales de aquél.
Los socios que participan del aporte tienen la facultad de dividirse entre sí las
ganancias y pérdidas en la forma en que lo hayan estipulado y a falta de acuerdo,
la participación de las utilidades y la contribución a las pérdidas se efectuará a prorrata
de sus respectivos aportes (artículo 382).
Sección Cuarta
210. Administración de la sociedad colectiva comercial. Introducción
211. Administración ejercida por todos y cada uno de los socios. Mandato tácito y
recíproco
La ley supone que cuando no hay un administrador designado en el pacto social, los
socios se han conferido recíprocamente un mandato para administrar la sociedad y de
obligar solidariamente la responsabilidad de todos los socios, aun sin su conocimiento
ni consentimiento. Esto se conoce en doctrina como "mandato tácito y recíproco"
(artículo 386).
Usando este mandato, cada socio tiene la facultad de ejecutar los actos y contratos
comprendidos dentro del giro ordinario de la sociedad y, también, todos aquellos que
están destinados lógicamente a tales fines: trabajar el rubro social, explotar
económicamente cierta área de la actividad mercantil con el fin de obtener un lucro, todo
lo cual constituye la causa por la cual se forma una sociedad comercial (artículo 387).
Como esta facultad es muy amplia, aunque la ley la haya limitado a las obligaciones
relacionadas con el giro ordinario de la sociedad, ese mandato es un arma de doble filo
y por ello les da a los demás socios el derecho de oponerse. Pero este derecho se debe
ejercer antes de que los actos estén consumados y, además, no pueden los demás
socios oponerse a actos, aun los no consumados, si éstos tienen por fin conservar los
bienes sociales (artículo 388).
Los socios se pronuncian votando y cuenta la posición que tenga a su favor la mayoría
numérica, según dispone el artículo 389. Por tanto, si hay una sociedad colectiva en la
cual un socio tiene el 60% y los otros cuatro tienen 10% cada uno, basta que tres de
estos últimos voten por una determinada tesis para que ésta se imponga, aun cuando
la otra cuente con el apoyo del socio que tenía una participación social de un 60%, más
la de uno de los que tenía el 10% y ambos forman, en conjunto, un 70% del interés
social.
Lo anterior es una clara demostración de por qué este tipo de sociedades son de
personas y no de capital y, por lo tanto, importan más aquéllas que éste. Si la misma
situación hubiera de ser decidida en una sociedad de capital, como lo es típicamente
una sociedad anónima, la regla sería justamente la inversa, porque en las sociedades
anónimas no se vota per cápita, sino por acciones. Así, por ejemplo, un socio de una
S.A. que tiene un millón de acciones pesa más que novecientos mil socios que tengan
una acción cada uno.
El artículo 391 contempla la solución legal para el caso de que, a pesar de la oposición
legal, se llevare a efecto el acto o contrato con terceros que están de buena fe, y la
solución que da el legislador es que el acto produce todos sus efectos y que los socios
—todos— quedan obligados solidariamente a cumplirlo, sin perjuicio del derecho de
aquellos que se habían opuesto para ser indemnizados por el socio que lo hubiere
ejecutado.
Ello significa que, necesariamente, todos los socios están obligados al cumplimiento
de los actos sociales, aun aquellos que se han opuesto a su celebración, porque el
legislador protege a los terceros de buena fe que podrían, de no existir esta disposición,
ser fácilmente burlados. Pero los socios que se opusieron al acto tienen derecho a
reclamarles a aquellos que lo han ejecutado a pesar de la oposición, por los daños
sufridos, vale decir, los socios que ejecutan el acto contra la oposición de los demás son
responsables de indemnizar a los demás por los perjuicios que esa operación les
hubiere ocasionado.
Otra situación que puede presentarse es que no todos los socios dispongan del
mandato tácito y recíproco para actuar en nombre de la sociedad, sino que en el contrato
social se designe a uno o más socios o a extraños, a los que específicamente se les
atribuye la facultad de administrar, es decir, de actuar en nombre de la sociedad (art.
385).
Las facultades que tienen los socios administradores son, por regla general, las de
ejecutar todos los actos correspondientes al giro ordinario de la sociedad. Su misión es
tan importante, que el artículo 2072 del Código Civil establece que el socio a quien se
ha confiado la administración de la sociedad colectiva no puede renunciar a su cargo, a
menos que se trate de una causa prevista en el propio contrato social o salvo que su
renuncia sea unánimemente aceptada por el resto de los socios.
Los socios administradores pueden ser, también, removidos de su cargo y para ello
tiene que cumplirse un requisito indispensable: causa grave. Y el Código Civil ha
señalado que causa grave es aquella que los hace indignos de confianza frente al resto
de los socios o los convierte en incapaces de administrar útilmente la sociedad.
De acuerdo con lo que disponen los arts. 2072 y 2073 del Código Civil, si se produce
la renuncia o remoción del socio administrador fuera de las causales legales, vale decir,
si no hay una causa de renuncia prevista en el contrato o en caso de que ella no sea
unánimemente aceptada por los socios; o si la remoción se efectúa por una causa que
no sea causa grave, constituida, a su vez, por un acto que haga al administrador indigno
de confianza o incapaz de administrar, su renuncia o remoción pone fin a la sociedad.
Los administradores delegados están facultados para ejercer todos los actos de
administración que figuren dentro del título en que consta su designación y de partida,
obviamente, todos los actos de administración y de conservación propios del giro social.
El artículo 395 del Código de Comercio expresa que los administradores delegados
representan a la sociedad judicial y extrajudicialmente, pero si no estuvieran investidos
de un poder especial, no podrán vender ni hipotecar los bienes inmuebles por su
naturaleza o destino26, ni alterar su forma ni transigir ni comprometer los negocios
sociales de cualquier naturaleza que fueren. Para que puedan ejercer actos de tanta
entidad, como aquellos señalados en el artículo 395, es menester que se les haya
otorgado especialmente tal facultad, lo cual se puede hacer en dos oportunidades:
La norma según la cual los administradores que no tienen expresa facultad no pueden
vender los inmuebles sociales tiene, a su vez, una excepción. En efecto, el artículo 397
dice que no necesitan poder especial los administradores, para vender los bienes
sociales, siempre que tal acto se hubiere comprendido en el género de las operaciones
que constituyen el giro ordinario de la sociedad. Ello significa que si la sociedad es una
inmobiliaria o constructora cuyo rubro consiste en vender inmuebles, como ese es su
giro ordinario, los administradores podrán vender los bienes raíces, porque no están
haciendo nada fuera de lo común, sino que, al contrario, están haciendo precisamente
aquello para lo cual la sociedad ha sido constituida.
Las facultades de ellos son las mismas que las de los socios administradores
designados en el pacto social y su amplitud dependerá, por lo tanto, de lo que diga la
escritura pública respectiva de mandato, la que habrá de inscribirse en el Registro de
Comercio, atendido lo que señala el artículo 22 Nº 5 del Código de Comercio, que
estatuye que en el Registro de Comercio se tomará razón en extracto y por orden de
número y fecha "... de los poderes que los comerciantes otorgaren a sus factores o
dependientes para la administración de sus negocios".
Una situación interesante se produce cuando existen dos o más administradores que
deben obrar de consuno y de hecho no se ponen de acuerdo.
Cuando no se produce acuerdo entre los socios y a pesar de ello uno de los
administradores que ha proyectado ejecutar el acto, lo hace de todas maneras,
nuevamente la solución que da el inciso tercero del artículo 399 es que el acto vale
frente a terceros, porque los terceros no tienen por qué estar comprometidos por los
problemas internos de la sociedad; sin perjuicio del derecho de los socios y de la
sociedad de pedirle al administrador que actuó sin facultades, de responder de los
perjuicios que acarreare el cumplimiento de este acto. Pero por obvio que sea, es
preciso hacer presente que, para que haya tal derecho, es preciso que el acto que
ejecutó el administrador contra la oposición de los demás produzca perjuicio.
Cuando hay un solo socio administrador y los demás, según el pacto social, han
quedado excluidos de la administración, este socio es soberano, pues va a poder
ejecutar todos los actos de administración que se le ocurran, incluso a pesar o contra la
opinión del resto de los socios excluidos de la administración. Pero con una sola
limitación: no puede actuar fraudulentamente; es decir, lo único que ha excluido el
legislador son los actos ejecutados dolosamente.
En cuanto a la forma como ejercen los socios el derecho para reclamar de estos
perjuicios y pedir que se apliquen las medidas que contempla la ley, ella consistirá en
recurrir a la justicia ordinaria, a menos que se haya nombrado un árbitro en la escritura
social, caso en el cual tendrán que acudir a lo que el árbitro dictamine, que por lo demás
es, hoy por hoy, la norma general.
La renuncia o remoción del tercero extraño que es administrador, se regirá por las
reglas del mandato ordinario, porque se trata en realidad de simples mandatarios y sus
derechos y obligaciones se ajustan, en general, a las reglas del mandato ordinario y, en
particular, a las normas relativas a los factores de comercio. De hecho, no hay nadie
que pueda ser más típicamente factor de comercio que un administrador tercero extraño
designado por los socios.
Sección Quinta
219. Prohibiciones a que están sujetos los socios en la sociedad colectiva
El artículo 404 del Código de Comercio señala que los socios no pueden ejecutar los
siguientes actos:
a) Extraer del capital social o del fondo común
mayor cantidad de la asignada para sus gastos particulares
Aquí están comprendidas dos conductas en vez de una, pero ambas están unidas por
una misma razón que las justifica: la sanción a la competencia desleal. Lo que ha
querido el legislador es impedir que un socio haga por su cuenta lo mismo que hace la
sociedad, porque obviamente esto es, o al menos puede serlo, constitutivo de una
conducta desleal. La primera manifestación del interés del legislador en evitarlo,
consiste en impedir al socio sacar de los fondos sociales para sus actividades
particulares y, la segunda, que éste no puede usar en sus actividades particulares la
firma social.
Y aquí está consagrada, también, la sanción a los actos que se ejecuten en infracción
a esta prohibición: la cesión no vale, es nula. Es decir, un socio no puede vender, ceder
o dar a cualquier título sus derechos a un tercero extraño, sin consentimiento unánime
de los demás socios. Por lo tanto, para incorporar a un tercero extraño, será necesaria
una modificación de sociedad que debe cumplir con todos los requisitos de los artículos
352 y 354.
La sanción a los socios que contravengan estas prohibiciones es que, una vez más,
serán obligados a llevar las ganancias al fondo común y a soportar individualmente las
pérdidas que sufrieran.
Según el artículo 406, el socio industrial no puede emprender negociación alguna que
lo distraiga en el ejercicio de sus funciones en la sociedad, porque el aporte de este tipo
de socio consiste justamente en ello; debe consagrarse a trabajar por entero en la
sociedad a la que se incorporó.
La sanción a la infracción a esta norma consiste en que dicho socio pierde las
ganancias que hubiere adquirido hasta el momento de la violación.
Para que estas disposiciones no se presten para abusos de parte de los demás
socios, el artículo 405 señala que los socios no podrán negar la autorización que solicita
alguno de ellos para realizar una operación mercantil sin acreditar que las operaciones
proyectadas le reparan un perjuicio cierto y manifiesto.
No basta, entonces, con impedir el acto u oponerse a él, sino que, además, hay que
acreditar que la operación proyectada por el socio puede causarle perjuicios a la
sociedad.
Sección Sexta
220. La razón social
Cabe hacer presente que las normas del Código de Comercio relativas a la razón
social se aplican a las sociedades colectivas civiles, porque el Código Civil no contiene
normas propias relativas a la razón social.
El artículo 365 del Código de Comercio define la razón social de la sociedad colectiva
comercial como la forma enunciativa de los nombres de todos los socios o de algunos
de ellos, a la que se le agrega las palabras "y Compañía".
La razón social debe ser veraz, no prestarse a confusiones ni indicar nombres de
personas que no son socias como si lo fueran. Por lo anterior, el artículo 366 establece
que sólo los nombres de los socios colectivos pueden entrar en la composición de la
razón social y que el nombre de quien ha muerto o se ha separado de la sociedad debe
ser eliminado de la firma social.
También puede darse el caso de que el uso de la razón social sea conferido a una
persona extraña a la sociedad, caso en el cual el delegatario deberá indicar los
documentos públicos o privados que lo habilitan para comparecer y expresar que firman
por poder (artículo 372).
En la práctica es común, casi una regla, el que en las cláusulas sobre la administración
contenidas en las escrituras públicas de constitución de sociedad se diga que los
administradores actuarán en representación de la sociedad anteponiendo la razón
social a sus firmas. Ello, porque sólo de esa manera pueden los terceros saber que los
representantes no están actuando a título personal, sino que lo hacen a nombre de la
persona jurídica, la sociedad.
El artículo 370 del Código de Comercio indica, por otro lado, que los socios que están
mencionados en la escritura social son responsables solidariamente de todas las
obligaciones legalmente contraídas bajo la razón social, lo cual demuestra la
extraordinaria importancia que tiene el que los actos de administración se ejecuten de
tal manera que quede absolutamente claro cuándo ellos se hacen por cuenta y en
representación de la sociedad; y no hay manera alguna para hacer claridad al respecto,
que no sea el que las firmas de los representantes estén indisolublemente ligadas a la
razón social de la sociedad.
Esta es la tremenda peligrosidad que para los socios tiene suscribir un contrato de
sociedad colectiva comercial, por la responsabilidad en que incurren y, por otro lado, la
muy eficaz garantía que este tipo de sociedades presenta a los acreedores.
Debido a que la solidaridad existe por el solo mandato de la ley, los bancos pueden
otorgar crédito a este tipo de sociedades, prácticamente sin ninguna restricción, que no
sea comprobar la solvencia propia de los socios.
Desde el punto de vista de los socios es una gran carga y, por lo tanto, la cantidad de
sociedades colectivas comerciales que se constituyen es escasa.
Pero el artículo 373 del Código de Comercio, que regula esta materia, expresa que
hay una limitación a esta regla: la sociedad deberá cumplir las obligaciones suscritas
por un socio no autorizado para usar la firma social si la obligación contraída hubiere
sido provechosa para la sociedad.
Así, por ejemplo, si en una sociedad en que hay tres socios, de los cuales uno es el
administrador, otro, que no es el administrador, celebra un contrato, este contrato no
obliga a la sociedad; pero, sin embargo, si ese acto ha sido provechoso para la sociedad,
ésta queda obligada. Pero como esto no puede cambiar las cosas al punto en que algo
que parece otorgar una ventaja a la sociedad se transforme en una carga, la ley
contempla una limitación: la sociedad sólo es obligada hasta concurrencia del provecho
que le reporte el aludido acto.
En este caso, lo que en verdad ocurre es que no hay un tercero que es víctima de un
error o equivocación, sino un tercero que está en perfecto conocimiento de que el
documento que recibió no provenía legítimamente de la sociedad.
Sección Séptima
223. Distribución de las ganancias y la participación en las pérdidas sociales
Este tema no está regulado por el Código de Comercio en forma específica y más
bien se aplican las normas del Código Civil.
Sin embargo, recordemos de partida que tanto la participación en las utilidades, como
la contribución a las pérdidas son elementos esenciales para la existencia y validez del
contrato de sociedad.
Incluso una de ellas, la participación en las utilidades, es la causa del contrato, pues
quienes forman una sociedad mercantil pretenden ejecutar un negocio, un rubro
mercantil, con la finalidad de obtener de esa actividad un lucro, como en toda actividad
comercial, en que el objeto principal es precisamente el lucro.
Es necesario dejar claro que los socios pueden decidir repartirse las utilidades o
pérdidas en la forma que libremente lo acuerden. El artículo 2066 del Código Civil señala
que los contratantes pueden fijar las reglas que tengan por conveniente en caso de las
ganancias o pérdidas, lo cual significa que si hay una sociedad que tiene cuatro socios,
que aportaron un capital de $ 10.000 por partes iguales de $ 2.500, no es estrictamente
forzoso que los socios estipulen que las utilidades y las pérdidas van a dividirse por
iguales partes de un 25% para cada uno de ellos. A pesar de que todos colocaron lo
mismo, se puede establecer que uno de ellos tenga derecho a una participación mayor
en las utilidades.
Lo único que es indispensable es que ninguno de los socios pueda ser excluido
absolutamente, ni de los beneficios ni de las pérdidas.
El artículo 2069 del Código Civil señala que si uno de los socios es un socio industrial
y no hubiere estipulación que determine su cuota en los beneficios comunes, el juez
fijará cuál es su cuota y en el caso de que en la escritura social nada se diga sob re su
contribución a las pérdidas, se entenderá que no le cabe ninguna otra pérdida que no
sea la de su industria o trabajo.
Ningún socio puede exigir un porcentaje distinto de las utilidades a los otros socios
por haber hecho él una gestión más beneficiosa que el resto.
Sección Octava
224. Disolución de la sociedad colectiva. Normas aplicables
Por lo tanto, las causales de disolución de la sociedad colectiva comercial son las
mismas que señala el Código Civil, como causales de liquidación de las sociedades
colectivas civiles, según lo dice expresamente el artículo 407 del Código de Comercio.
Como hemos dicho, las causales de disolución de las sociedades colectivas no están
reguladas por el Código de Comercio, el cual, en su artículo 407, se remite al efecto al
Código Civil, diciendo que la sociedad colectiva se disuelve por los modos que
determina el Código Civil, los que están contenidos en los artículos 2098 y siguientes
de dicho cuerpo legal. Las estudiaremos a continuación.
El inciso segundo del art. 2098 del Código Civil permite a los socios que, a pesar de
la existencia de un plazo o de un término de expiración previsto en el contrato de
sociedad, acuerden prorrogarla, pero para que esto ocurra, es necesario el
consentimiento unánime de todos los socios y el cumplimiento de todas las formalidades
que exige la ley para la constitución de la sociedad, por lo que en el tipo de sociedades
que nos estamos ocupando (colectivas mercantiles), será preciso suscribir una nueva
escritura pública, que no se llamará escritura de formación, sino que de prórroga, y la
consiguiente inscripción en el Registro de Comercio del extracto respectivo.
Pudiera caber a estas alturas la duda acerca de la utilidad de hacer una prórroga si
hay que cumplir con los mismos trámites utilizados para su constitución, pero ésta queda
fácilmente despejada si se considera que la prórroga de una sociedad evita diversos
trámites, como el término de giro tributario, la obtención de un nuevo Rol Único
Tributario, la iniciación de contabilidad, el contrato con los empleados, las patentes, etc.,
además que permite mantener las relaciones comerciales con todos los clientes, en
fin, toda una serie de relaciones jurídicas a las que se pone término cuando la sociedad
se disuelve. Por lo tanto, en ningún caso puede estimarse inútil a la prórroga, sino todo
lo contrario.
Una de las prórrogas más comunes que se realizan al amparo de la ley del contrato
es la prórroga automática, que se materializa mediante una cláusula que se introduce al
pacto social al momento de la constitución de la sociedad o con una modificación
posterior, en la que se establece que la duración de la sociedad será por un determinado
plazo, pero que dicha vigencia se entenderá prorrogada automática y sucesivamente
por períodos de tiempo contemplados en el pacto, requiriéndose, para que no opere la
renovación automática, que alguno o algunos de los socios manifieste su voluntad en
contrario con una razonable anticipación prefijada (inciso 3º del artículo 350).
En otros términos, en este caso, para poner fin a la sociedad es necesario que uno
de los socios manifieste su intención de no prorrogarla, vale decir, de impedir la prórroga
automática.
La formalidad que debe utilizar el socio que no quiere continuar con la sociedad para
notificar a los demás y hacer pública su voluntad, según consagra el inciso tercero del
artículo 353, consiste en extender una escritura pública en la que conste su declaración
de voluntad y, además, tomarse razón al margen de la inscripción de la sociedad en el
registro de comercio antes de la fecha fijada para la disolución.
Esta no es una causal aplicable a todas las sociedades, puesto que se usa
únicamente en las sociedades que se forman para la consecución de un negocio
determinado, que esté sujeto a una terminación previsible en el tiempo.
Estas sociedades se forman para que la obra se ejecute y, terminada que sea ésta,
se acaba la sociedad.
Pero podría formarse una sociedad para ejecutar una obra dentro de un plazo. En
este caso, al llegar el plazo fijado antes de finalizarse el negocio, no se prorroga la
sociedad por esa circunstancia, sino que se disuelve (art. 2099 inciso segundo del
Código Civil), a menos que todos los socios se pongan de acuerdo en prorrogarla.
El artículo 2100 del Código Civil expresa que la sociedad se disuelve, asimismo, por
su insolvencia y por la extinción de la cosa o cosas que forman su objeto total.
Nuestro Código Civil contempla esta causal en el mismo artículo 2100 ya visto. Se
aplica a ciertas sociedades en que existe un determinado bien que constituye el capital
fundamental de la sociedad, sin el cual no puede sostenerse económicamente o carece
de objeto proseguir las actividades.
El artículo 2102 del Código Civil expresa que si un socio ha aportado la propiedad de
una cosa, subsiste la sociedad aunque esta cosa perezca, a menos que sin ella no
pueda continuar útilmente.
En todo caso, la disposición analizada permite dejar sin efecto la causal de disolución
confiriéndole al socio aportante la posibilidad de reemplazar la cosa fructuaria por otra.
En las sociedades de capital lo que importa es el capital que se reúne, de modo que
la muerte de un socio que tiene un gran número de acciones no significa nada, porque
esas acciones no desaparecerán, ni los herederos del socio podrán cobrar a la sociedad
su importe en dinero: se limitan a ser los nuevos dueños de ellas.
La muerte del socio sólo es importante en las sociedades de personas y las
sociedades colectivas son el prototipo de este tipo de sociedades.
Lo que ocurre es que en este tipo de sociedades, las personas se asocian con otras
en la medida en que tienen confianza en ellas y los que no obran de acuerdo con esta
regla de oro son los que generalmente pagan muy caro su falta de prudencia.
Sin embargo, esta causal puede ser evitada, ya que el artículo 2103 del Código Civil
contempla la posibilidad de que, por disposición de la ley o por el acto constitutivo haya
de continuar la sociedad entre los socios sobrevivientes y los herederos del difunto o sin
ellos.
Si los socios han alterado esta regla mediante un pacto social, según el cual la
sociedad continuará con los herederos, éstos son generalmente excluidos de la
administración, aunque el difunto haya ocupado un alto cargo. No pueden tampoco
reclamar individualmente sus derechos ni ir en masa a las reuniones, sino que deben
hacerse representar por un procurador común.
Puede ocurrir que el socio que fallece sufra la muerte en circunstancias que no son
conocidas por el resto de los socios y, en particular, por los administradores. El inciso
segundo del artículo 2103 del Código Civil estableció que, aun fuera de este caso, se
entenderá continuar con la sociedad mientras los administradores no reciban noticia de
la muerte del socio.
Pero sí, en todas estas cláusulas, salvo en contadas excepciones, los contratantes
establecen que los herederos del socio fallecido en ningún caso van a poder ejecutar
actos de administración y, además, deberán hacerse representar por un mandatario
común.
Pero también es aceptable en estos casos que pueda continuar con el incapaz o
fallido; en tal caso, el curador o los acreedores ejercerán sus derechos en las
operaciones sociales.
La incapacidad se refiere a que un socio útil queda sin sus facultades mentales o
físicas normales como para seguir actuando en y por la sociedad.
En cuanto a la insolvencia de uno de los socios, en el inciso segundo del artículo 2106
del Código Civil, el legislador de 1857 asimila la insolvencia a la quiebra, en
circunstancias que el insolvente no es fallido. En otros términos, no basta ser insolvente
para ser declarado en quiebra.
Concretamente, el Código Civil dice que podrá continuar la sociedad con el incapaz o
fallido y, en tal caso, el curador y los acreedores ejercerán sus derechos en las
operaciones sociales, es decir, se admite la posibilidad de que los socios convengan en
prorrogar la sociedad, a pesar de la insolvencia o incapacidad de uno de los socios,
caso en el cual los curadores del incapaz o los acreedores del insolvente no tendrán
más derecho que cobrar sus créditos o resguardar el patrimonio de la curatela en el
resultado y ejercicio de las operaciones sociales.
Esta causal está contemplada en el artículo 2108 del Código Civil, en atención a que,
según la ley, la sociedad es un contrato de adhesión voluntaria, que requiere para
subsistir de que se conserve entre los socios la affectio societatis, vale decir, la intención
de unir el destino de uno con el de otras personas, en cuanto concierne a las
operaciones que a la sociedad le correspondan.
Por lo tanto, la ley tiene que dar algún escape a los socios que se encuentran en esta
situación y ella está contemplada en el artículo 2108 del Código Civil, que dice que la
sociedad puede expirar por la renuncia de uno de los socios.
Sin embargo, el inciso segundo pone un límite a esta facultad cuando la sociedad se
ha contratado por un plazo fijo o de duración limitada, caso en el cual no cabe la
renuncia. En este caso, el socio que quiera renunciar debe esperar la terminación del
período de vigencia de la sociedad o la ejecución del negocio para el cual fue formada
la sociedad, a menos que se hubiere contemplado expresamente la facultad en el pacto
social o si hubiere grave motivo, calificando de tal al incumplimiento de las obligaciones
por parte de otro socio, la pérdida de un administrador inteligente que no se pueda
reemplazar, la enfermedad habitual del renunciante, que lo inhabilite para las funciones
sociales, mal estado de sus negocios por circunstancias imprevistas u otras de igual
importancia.
El artículo 2101 del Código Civil agrega que no vale la renuncia que se hace de mala
fe o intempestivamente, considerándose que está de mala fe el socio que renuncia para
apropiarse de una ganancia que debía pertenecer a la sociedad (artículo 2111 del
Código Civil).
Cuando ocurre una renuncia de mala fe, los demás socios están facultados para
obligar al que renuncia a compartir con ellos las utilidades del negocio y a hacerle
soportar a él todas las pérdidas si el negocio va mal.
El inciso final del artículo 2111 del Código Civil señala que, además, los otros socios
podrán excluir al socio de mala fe de toda participación en los beneficios sociales y
obligarle a soportar su cuota en las pérdidas.
Señala el inciso segundo del artículo 2112 del Código Civil que el socio, en tal
circunstancia, deberá esperar un momento oportuno para renunciar.
El artículo 2113 del Código Civil expresa que las disposiciones de los artículos
precedentes comprenden al socio que de hecho se retira de la sociedad sin renuncia,
de modo que el legislador configura aquí una suerte de causal de renuncia presunta.
Se contempla esta causal para que los demás socios puedan excluir al socio que
desaparece sin prestar colaboración alguna.
Por último, el artículo 2114 del Código Civil señala que la disolución no se puede
alegar contra terceros, sino en los siguientes casos:
a) Expiración de la vigencia por la llegada del día cierto fijado para la terminación de
la sociedad.
Cabe consignar que hay un solo caso de disolución en el cual no se necesita trámite
alguno y éste es cuando la sociedad se disuelve por el vencimiento del plazo de vigencia
pactado, no se ha previsto en el pacto social la prórroga automática y los socios tampoco
la han prorrogado voluntariamente. En este caso, al solo vencimiento del plazo se
disuelve la sociedad, sin mayores trámites.
Sección Novena
236. Liquidación de las sociedades colectivas
La liquidación es una institución jurídica que consiste en una serie o conjunto de actos
cuya última finalidad consiste en poner término definitivo a las operaciones de una
sociedad que ha incurrido en una causal de disolución. Por lo tanto, comprende la
terminación de las operaciones pendientes, la realización o liquidación de sus bienes, el
pago de los acreedores por las deudas pendientes y el reparto del saldo, si quedare, a
los socios, según su porcentaje en el interés social.
De no haber acuerdo entre los socios para hacerla por sí mismos, lo cual representa
la ventaja de que no se tiene que pagar honorarios a nadie, es necesario designar un
liquidador.
B. La escritura de disolución;
En primer lugar, el liquidador debe finiquitar las operaciones pendientes. Eso significa
que debe ejecutar los actos a los que la sociedad se comprometió mientras estaba
vigente, por lo que el liquidador tiene naturalmente las facultades para llevar a término
los actos que tiendan directamente al cumplimiento de su encargo, que es la liquidación
(artículo 411). La extensión de sus facultades dependerá de lo que conste en el acto de
su nombramiento. El artículo 411 inciso segundo del Código de Comercio les prohíbe,
entonces, constituir hipotecas, prendas, tomar dinero a préstamo, comprar mercaderías
para revender, endosar efectos de comercio, celebrar transacciones y, en general,
celebrar todos los actos que son normales a la continuidad de la persona jurídica y no
de su liquidación.
En segundo lugar, le corresponde al liquidador realizar los bienes sociales. La
sociedad, seguramente, ha acumulado durante su existencia jurídica propiedades,
bienes muebles, stock de inventarios, instalaciones y puede ser dueña de marcas,
patentes, licencias y, en general, de todo bien mueble o inmueble que tenga valor; y el
liquidador está llamado a convertir todo esto en dinero, es decir, realizar dichos bienes.
En la medida que el liquidador vaya juntando dinero, debe proceder a solucionar las
deudas sociales y, al efecto, pagará a los acreedores a medida de sus vencimientos;
pondrá fin al contrato de trabajo de los obreros y empleados, pagando los
correspondientes finiquitos, hasta que llegue el momento en que va a ocurrir una de dos
situaciones: que se acaba el dinero alcanzando sólo a pagar a los acreedores o ni eso
siquiera o, por el contrario, una vez pagadas todas las deudas, sobra dinero, caso en el
cual el liquidador tiene que proceder a repartirlo entre los socios a prorrata de su
participación en el interés social. Aquí encontramos una muestra fehaciente de que para
la sociedad, los aportes de los socios constituyen un pasivo, pues a la época de la
liquidación, los socios tienen en dichos aportes un crédito contra la sociedad, que tiene
la particularidad de que se hace efectivo sólo y en tanto todas las demás deudas sociales
se hayan pagado.
Se paga primero a los acreedores y sólo si sobra dinero se reparte a los socios. Si
sobra dinero, incluso después de pagarse los aportes de los socios, el remanente se
distribuye también entre ellos a prorrata de su interés social.
4. Liquidar y cancelar las cuentas de la sociedad con terceros y con cada uno de los
socios.
5. Deberá cobrar los créditos, percibir su importe y otorgar finiquitos a los deudores.
6. Deberá vender las mercaderías, los muebles y los inmuebles, pudiendo actuar aun
cuando hubiere entre los socios un menor.
Para los efectos de cumplir con su misión, el artículo 416 del Código señala que los
liquidadores representan en juicio activa y pasivamente a los asociados, queriendo
haberse referido, sin duda alguna, a la sociedad en liquidación.
Resulta digno de mención que el legislador omitió consignar en este artículo la
obligación de pagar las deudas sociales y repartir entre los socios el remanente si lo
hay.
El artículo 414 señala que todas las cuestiones a que pudiere dar lugar la presentación
de la cuenta del liquidador se someterán precisamente a compromiso.
Mientras que el liquidador responde frente a los socios con la responsabilidad del
mandatario, según el artículo 410 no tiene responsabilidad frente a terceros, que no
sean las responsabilidades propias que contraiga en el ejercicio de su cargo, por la
sencilla razón de que el liquidador no representa a los terceros ni a los socios:
representa a la sociedad en liquidación.
Por lo tanto, los acreedores no pueden criticar su gestión como liquidador, mientras
que los socios podrían, incluso, pedirle indemnización de los perjuicios que resultaren
de las operaciones culpables o dolosas que efectuase en desempeño de su cargo.
Las cuestiones que se susciten entre los socios de una sociedad entre sí estarán
sometidas a compromiso, a menos que en el estatuto social se haya estipulado
expresamente otra cosa (artículo 415).
Del mismo modo, las dificultades a que dé lugar la conducta del liquidador estarán
sometidas a compromiso.
Capítulo XVI Sociedad colectiva de responsabilidad
limitada
Las sociedades de responsabilidad limitada surgieron a fines del siglo XIX y son una
creación de la doctrina alemana. Hoy en día, este tipo de sociedades constituyen una
forma de organización de la empresa que es ampliamente reconocida y usada en todos
los países del mundo, incluso en los países anglosajones.
En nuestro país fueron introducidas por una ley especial, la Nº 3.918, del 14 de marzo
de 1923.
Demos un ejemplo de cada uno de los dos tipos. El primero es el caso de una sociedad
de un capital de $ 10.000.000, formada por cuatro socios que aportan lo mismo:
$ 2.500.000 cada uno. Ellos responden sólo con los 2,5 millones de pesos que han
enterado o se han comprometido a enterar para completar el capital social.
Esta suma adicional no constituye capital, sino que es una suma constituida como
respaldo de las operaciones sociales, porque obviamente, los acreedores cuando vean
los títulos de la sociedad, se van a dar cuenta de que ahí hay una especie de fondo de
garantía formado por esta suma adicional a que se comprometen los socios y ello les
va a proporcionar una mayor confianza en la capacidad de pago de esa sociedad.
Ya habíamos dicho, cuando tratamos la sociedad colectiva, que ningún socio de una
sociedad colectiva podía transferir sus derechos sociales a terceros. Sólo lo pueden
hacer si se hace una modificación de la sociedad, mediante una escritura a la cual deben
concurrir, con su firma y su aceptación, todos los socios. Esto quiere decir, siguiendo el
mismo ejemplo de la sociedad de $ 10.000.000 aportado por cuatro socios, en la misma
suma de $ 2,5 millones cada uno, que ninguno de esos socios podrá ceder su cuota de
derechos en el interés social a un tercero, sin que todos los otros socios lo aprueben. Y
lo aprueban compareciendo a una escritura de modificación social y, por lo tanto,
aceptando la incorporación del nuevo socio.
Esa publicación también debe hacerse dentro del lapso de 60 días, contemplado en
las sociedades colectivas para su inscripción. De manera que tanto la inscripción como
la publicación deben hacerse dentro de dicho plazo fatal de 60 días.
La forma de constitución de las SRL consiste en una escritura pública que debe
contener, además de las menciones que señala el artículo 352, que ya hemos
estudiado, la declaración explícita de que los socios responden hasta el monto de sus
aportes o hasta la suma adicional que hayan estipulado. Esta cláusula es esencial, sin
la existencia de ella la sociedad no será limitada sino que colectiva y los socios
responderán con la totalidad de su patrimonio (inciso primero del artículo 2º de la ley
Nº 3.918).
El artículo 4º termina diciendo que en lo no previsto por esta ley o por la escritura
social, las sociedades de responsabilidad limitada se regirán por las reglas establecidas
en la legislación para las sociedades colectivas, siéndoles aplicables, por lo tanto, las
normas respectivas de los Códigos Civil y de Comercio.
La circunstancia de que la redacción del inciso segundo del artículo 4º establece que
esas normas permiten al estatuto social disponer en forma amplia, respecto de cláusulas
sociales, constituye una de las fuentes principales de críticas que se les formula a este
tipo de sociedades. Se dice que la libertad ilimitada que otorga dicha norma a los socios
para pactar en el estatuto social las reglas bajo las cuales se va a regir la sociedad es
excesiva, pasando por encima de las normas del Código Civil y del Código de Comercio.
Esa norma expresa que "en lo no previsto por esta ley o por la escritura social, se aplican
las normas del Código Civil y del Código de Comercio", de manera tal que hay prioridad
de las normas del estatuto por encima de las normas legales del Código Civil y del
Código de Comercio.
Sección Primera
Este tipo de sociedades tiene un origen muy antiguo; datan de la Edad Media y,
originalmente, en el idioma castellano se llamaban contrato de comanda, que era el que
celebraba un particular capitalista con un capitán de navío para realizar ciertos tipos de
operaciones de comercio marítimo, en las que el capitalista permanecería oculto frente
a terceros, ante los cuales aparecía solamente la persona del capitán del buque.
De acuerdo con la aplicación combinada de los artículos 470 del Código de Comercio
y 2061 inciso tercero del Código Civil, las sociedades en comandita son aquellas que
forman una o más personas que se comprometen a llevar a la caja social un determinado
aporte, obligándose sólo hasta concurrencia de éste, y una o más personas que se
obligan a administrar exclusivamente la sociedad, por sí o por delegados.
Estos últimos socios, llamados gestores, administran la sociedad y son los únicos que
figuran con sus nombres en la firma o razón social; en cambio los primeros, los socios
anónimos o comanditarios, aportan sólo capital y no pueden administrar la sociedad.
Mientras que los socios comanditarios responden sólo hasta el monto de sus aportes,
los socios gestores responden igual que los socios en la sociedad colectiva comercial,
es decir, ilimitada y solidariamente.
El socio gestor puede también aportar capital. No está prohibido que el socio gestor
aporte capital; lo que en verdad importa es que él, además, es el único que está
facultado para administrar y cuyo nombre figura en la razón social.
Es admisible que tanto los socios comanditarios como los gestores aporten capital.
Como ya dijimos, lo único que separa a ambos tipos de socios en esta sociedad es que
los gestores son los únicos que la administran y figuran con sus nombres en la razón
social y que la responsabilidad de unos y otros en las pérdidas es distinta: limitada, en
los comanditarios, y solidaria e ilimitada, en los gestores.
En la escritura pública figuran todos los socios, los comanditarios y los gestores, pero
en el extracto sólo figuran los gestores, la razón social de la sociedad en comandita
simple debe incluir necesariamente el nombre de uno o más socios gestores, más la
expresión "en comandita". En ningún caso puede estar incluido en la razón social el
nombre de algún socio comanditario. La infracción a esta norma es grave, porque el
socio comanditario que permite o tolere que su nombre sea incluido en la razón social
pierde la protección legal, y, en consecuencia, pasa a ser responsable en la misma
forma que los socios gestores: indefinida y solidariamente (artículo 477).
Sin embargo, como ese socio comanditario formó una sociedad con la intención de
limitar su responsabilidad, en este caso, la responsabilidad indefinida y solidaria por
haber tolerado la inserción de su nombre en la razón social, sólo alcanza o favorece a
terceros.
El artículo 486 le da a ese socio comanditario el derecho a repetir contra los gestores.
El capital social de la sociedad en comandita simple se forma por los aportes que
comprometen los socios comanditarios o éstos, más los aportes que eventualmente
hubiesen comprometido los gestores.
La ley no ha querido llevar esto a un extremo. Ha sentado esta regla general, pero ha
puesto una excepción: el comanditario puede aportar la comunicación de un secreto de
arte o de ciencia que sea útil a la sociedad, pero con tal de que no sea él por sí mismo
quien lo aplique ni coopere diariamente a su aplicación.
En cuanto a la administración de la sociedad en comandita simple, ella corresponde
a los socios gestores, a menos que la sociedad hubiere encomendado la administración
a algunos de los socios gestores o a un tercero extraño al contrato social.
El artículo 487 contempla algunas excepciones de ciertos actos que no se estima son
constitutivos de actos de administración por los comanditarios.
a) En primer lugar, los contratos que celebren los socios comanditarios con los socios
gestores, ya sea por cuenta propia o ajena. La verdad es que la excepción es absurda,
ya que es evidente que no son actos de administración de la sociedad, negociaciones o
contratos entre socios comanditarios y gestores respecto de asuntos que nada tienen
que ver con la sociedad.
Cabe señalar que los socios comanditarios tienen derecho a participar en las
reuniones en que los socios gestores decidan sobre la marcha de los negocios sociales
y disponen en esta reunión de un voto consultivo, es decir, se les toma en cuenta su
opinión como un consejo y tienen la facultad de ceder este derecho, pero no la facultad
de examinar los libros y papeles de la sociedad mientras ésta no haya concluido sus
operaciones (artículo 481).
Según lo que disponen los artículos 481 y 482, los socios comanditarios pueden, sin
perder su carácter de tales, asistir a las asambleas de los gestores teniendo en ellas
voto consultivo y pueden ceder sus derechos, "mas no transferir la facultad de examinar
los libros y papeles de la sociedad, mientras ésta no haya dado punto a sus
operaciones".
Esto quiere decir que los socios comanditarios pueden ceder sus derechos sociales a
terceros, lo que es una excepción a la norma imperante al respecto en la sociedad
colectiva, pero quienes los adquieran no tendrán la facultad de examinar los libros y
papeles de la sociedad, mientras ésta se encuentre en funciones, es decir, no se
disuelva; de lo que se sigue que estos terceros comanditarios estarán en una posición
más desmedrada aún que aquella que tenían los primitivos comanditarios que les
cedieron sus derechos.
El socio comanditario pierde también la facultad de examinar por sí mismo los libros
sociales, cuando forma un establecimiento de la misma naturaleza que la sociedad en
comandita o toma parte como socio colectivo o comanditario en uno formado por otra
persona, "salvo que los intereses de tal establecimiento no se encuentren en oposición
con los de la sociedad" (artículo 488).
Sección Segunda
241. Sociedad en comandita por acciones
Según el artículo 473 del Código de Comercio, "la comandita por acciones se
constituye por la reunión de un capital dividido en acciones o cupones de acción y
suministrado por socios cuyo nombre no figura en la escritura social".
Por su parte, el artículo 491 establece que las reglas dadas para las sociedades en
comandita simples se aplican a este tipo de sociedades, en cuanto no estén en
contradicción con las normas particulares que sobre ellas da la ley.
En general, estas sociedades se constituyen con las mismas reglas de las sociedades
en comandita simples que, como sabemos, son básicamente las mismas de las
sociedades colectivas.
Queda claro que con esta figura jurídica, el legislador pretendió establecer una
sociedad de capitales; pero como la sociedad de capitales en la que los socios no
responden sino de aquello que han aportado entraña riesgos para los terceros, se
preocupó de dictar una serie de disposiciones reglamentarias tendientes a ese fin, la
protección de los derechos de terceros, y no lo pudo hacer con eficiencia, porque la
sociedad en comandita por acciones tiene un estatuto confuso.
En cuanto a quién debe aportar el capital, aquí hay una diferencia bastante importante
en relación a la sociedad en comandita simple, porque en la sociedad en comandita por
acciones sólo es aportado por los socios comanditarios, en tanto que en las sociedades
en comandita simples, el capital puede ser puesto o sólo por los comanditarios o por los
comanditarios y por los gestores también.
Las asambleas generales de accionistas son, de alguna manera, similares a las juntas
o asambleas de accionistas que vamos a estudiar cuando tratemos la sociedad
anónima, pero con una importantísima limitación: mientras las asambleas generales de
accionistas son, en la sociedad anónima, el órgano máximo, en la sociedad en
comandita por acciones, toda vez que los socios gestores son los únicos llamados a
administrar, la asamblea general de accionistas tiene atribuciones muy limitadas.
Aprobar acuerdos sobre la valorización de aportes no consistentes en dinero, es una de
las facultades que tiene la asamblea de accionistas, los que se adoptan por mayoría de
sufragios de las acciones presentes o representadas en la sesión (artículo 496).
En general, los acuerdos se adoptan por la mayoría de los accionistas presentes, pero
para que el acuerdo valga, tiene que estar presente en la asamblea, a lo menos, la
cuarta parte de los accionistas de la sociedad y esa cuarta parte de accionistas
presentes tiene que representar a lo menos la cuarta parte del capital social.
Vamos a clarificar la regla con un ejemplo: en una comandita que tiene 1.000
acciones, para que el acuerdo valga tienen que estar representadas, a lo menos, 251
acciones. Y por lo tanto, la mayoría de los votos a favor tiene que ser equivalente a más
de 126 acciones.
La junta de vigilancia es un órgano contemplado por los artículos 498 y siguientes del
Código de Comercio y está compuesta por, a lo menos, tres accionistas. De lo dicho se
infiere, porque la ley no lo dice expresamente, que en este tipo de sociedades los socios
comanditarios tienen que ser a lo menos tres, porque en caso contrario no hay junta de
vigilancia. No es ésta la misma figura del directorio de la sociedad anónima, que vamos
a estudiar posteriormente, que puede estar compuesto por directores que sean socios
o no de la sociedad, dependiendo de lo estipulado en el estatuto. En la sociedad en
comandita por acciones, la junta de vigilancia tiene que estar compuesta por a lo menos
tres accionistas, por lo tanto, por socios, exclusivamente.
Esta memoria debe versar, fundamentalmente, sobre los inventarios sociales y las
proposiciones sobre la distribución de utilidades que ha formulado el gerente. Por último,
la junta de vigilancia tiene también la facultad de citar a la asamblea para provocar la
disolución anticipada de la sociedad (artículo 500).
Es de hacer notar que hay referencias que el Código hace a los inventarios, que en
realidad debieran aludir a los resultados del ejercicio, pues son éstos los que indican si
hubo ganancias o pérdidas.
El legislador habla de los inventarios tanto cuando el artículo 499 dice que la junta
debe presentar una memoria a la asamblea sobre los inventarios, y después reitera el
concepto cuando en el artículo 502 establece sanciones para los miembros de la junta
de vigilancia, también ligadas a los inventarios. El término está mal empleado y el
legislador quiso referirse a los resultados que arroje la contabilidad.
Antes de terminar los conceptos relacionados con ese tipo de sociedades, cabe
señalar que en su estatuto se introduce una causal específica de nulidad en el artículo
497, según el cual es nula la comandita por acciones constituida en contravención a
cualquiera de las prescripciones que señala la ley, sin perjuicio de su saneamiento. Si
se anula una sociedad en comandita por infracción a las normas relativas a su
constitución, los miembros de la junta de vigilancia pueden ser declarados
solidariamente responsables con los gerentes, de todas las operaciones realizadas con
posterioridad a su nombramiento y aceptación del cargo (artículo 501).
Por último, cabe agregar que la ley Nº 20.382 introdujo un nuevo artículo 507 bis al
Código de Comercio, estableciendo que la sociedad en comandita que durante más de
90 días seguidos tenga 500 o más accionistas o, a lo menos, el 10% de su capital
suscrito pertenezca a un mínimo de 100 accionistas, excluidos los que individualmente
o a través de otras personas naturales o jurídicas, excedan dicho porcentaje, por el solo
ministerio de la ley se transformará en una sociedad anónima, siéndole totalmente
aplicables las disposiciones pertinentes de la Ley Nº 18.046 sobre Sociedades
Anónimas, las que en este caso, prevalecerán sobre el estatuto social. La siguiente junta
de accionistas deberá resolver las adecuaciones que reflejen la nueva modalidad social
y elegir los miembros del directorio que continuará la administración.
III. Sociedades Anónimas
Sección Primera
242. Introducción
Quien tenía una idea útil desde el punto de vista mercantil, pero que requería de un
gran capital, elaboraba un prospecto, una especie de folleto, una invitación a todas las
personas a suscribir acciones para formar una empresa cuyo capital fuera lo
suficientemente grande como para afrontar ese negocio y, formadas estas sociedades,
eran controladas por juntas de accionistas y administradas por un directorio que era
mandatario de los accionistas. Se llamaban sociedades anónimas, porque el nombre de
los socios no importaba, sino sólo los capitales que éstos aportaban.
Sin embargo, con el tiempo, en nuestro país, poco a poco, las sociedades anónimas
fueron siendo empleadas, incluso por razones de índole tributaria, para asumir o
enfrentar negocios de tamaño mediano e incluso pequeño. Sirvieron también para
albergar a empresas familiares, desnaturalizándose claramente el objeto primario de
este tipo de sociedad. No obstante, todas estas sociedades requerían, bajo la antigua
legislación, que se cumpliera una serie de trámites que implicaban la intervención del
poder público y, en definitiva, las sociedades anónimas no existían sino en virtud de una
autorización que era librada por un decreto de autorización de existencia que se
publicaba en el Diario Oficial y, obviamente, ese tipo de trámites resultaba excesivo para
empresas familiares o destinadas a enfrentar negocios pequeños. Es así como el
legislador de la ley Nº 18.046 estableció una diferencia, y creó dos tipos de sociedades
anónimas. Una de ellas, la sociedad anónima cerrada, en la cual no cabe la intervención
del poder público, y otra, la sociedad anónima abierta, en la que sí subsiste con distintos
grados de aplicación, según el tipo de negocios que habrá de enfrentar, la intervención
del poder público en su nacimiento y en el control sobre su funcionamiento.
243. Breve historia
Si bien los autores tratan de encontrar las raíces de la sociedad anónima en Roma,
puede afirmarse sin temor a equivocación que ella tiene su origen en la Edad Media, y
sus primeras manifestaciones aparecen en los negocios bancarios. Según algunos
autores, debe mencionarse al Banco de Depósito de San Marcos, en Venecia, fundado
en 1171, por una Asociación de Acreedores de la República Veneciana, con ocasión de
un préstamo concedido por el Estado. Del mismo modo, tenemos al Banco de
Barcelona, de 1401, conocido con el nombre de "Taula di Cambi". Pero la más
importante de estas instituciones bancarias de la Edad Media es el Banco de San Jorge,
en Génova, fundado en 1407, que subsistió hasta fines del siglo XVIII y que debe su
origen a un consorcio de dueños de obligaciones de la República de Génova, a los
cuales el Estado les reconoció derechos especiales por el valor de los préstamos de
que eran portadores. Este Banco llegó a tener un capital dividido en 28.000 acciones de
25 escudos cada una. Sin embargo, las formas más conspicuas de sociedades
anónimas sólo nacieron con las compañías colonizadoras, como la Compañía
Holandesa de las Indias, creada en el año 1602, la que tuvo fundamental importancia
en el desarrollo económico y la expansión comercial de ese país.
Los grandes descubrimientos con que se inicia la era moderna y la colonización del
Nuevo Mundo tuvieron trascendental influencia en el advenimiento de esta nueva forma
jurídica. Estas sociedades nacieron bajo la tutela del Estado y, aun más, en algunos
casos, auspiciadas y promovidas por el propio Estado. Y así es como en la Compañía
Francesa de las Indias el principal accionista era el propio Rey.
Después, en el año 1931, se acentuó la intervención estatal, con la dictación del D.F.L.
Nº 251, que creó la Superintendencia de Compañías de Seguros, Sociedades Anónimas
y Bolsas de Comercio, hoy Superintendencia de Valores y Seguros, institución del
Estado que tiene como misión fundamental la vigilancia de las sociedades anónimas
desde la constitución hasta el término de su liquidación.
Además, tiene relación con nuestro estudio la Ley Nº 18.045, publicada en el Diario
Oficial de 22 de octubre de 1981, sobre el Mercado de Valores.
Cabe señalar que, de acuerdo al artículo 137 de la ley Nº 18.046, las disposiciones
de esta ley priman sobre cualquiera norma de los estatutos sociales que le fuere
contraria, vale decir, las disposiciones de la ley sobre las sociedades anónimas son
imperativas.
Sección Segunda
246. Definición de sociedad anónima
El artículo 1º de la ley Nº 18.046 la define diciendo que "es una persona jurídica
formada por la reunión de un fondo común, suministrado por accionistas responsables
sólo por sus respectivos aportes y administrada por un directorio integrado por miembros
esencialmente revocables".
El artículo 138 de la ley citada modificó el Código Civil, sustituyendo el inciso final del
artículo 2061, que contenía la definición de sociedad anónima, e incorpora al texto de
dicho Código la misma definición citada.
Además, el inciso 2º del artículo 1º de la ley Nº 18.046 dispone que "la sociedad
anónima es siempre mercantil aun cuando se forme para la realización de negocios de
carácter civil". Idéntica expresión contiene el inciso 2º del artículo 2064 del Código Civil,
conforme a la modificación que le introdujo el mencionado artículo 138 de la ley
Nº 18.046.
Por efecto de la derogación de los artículos 424 al 469, ambos inclusive, del Código
de Comercio, dispuesta en el artículo 145 de la Ley sobre Sociedades Anónimas, el
Código de Comercio no contiene una definición de la sociedad anónima.
Así se deduce del artículo 1º de la ley Nº 18.046 y del artículo 2064 del Código Civil.
Además, conforme a este último cuerpo legal, "la sociedad forma una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados" (artículo 2053 inciso 2º del Código
Civil). Se trata, por consiguiente, de una entidad jurídica, sujeto de derecho, que en este
caso no nace del simple acuerdo de voluntades, sino de una serie de solemnidades
fijadas por el legislador para su constitución.
La sociedad anónima es una persona jurídica y, por lo tanto, tiene voluntad, nombre,
domicilio y patrimonio propio. Según Ripert, "mientras que en las sociedades de
personas, la persona moral se crea al lado de las personas físicas que son en sí los
comerciantes, lo que ocurre también en la comandita por acciones, la personalidad de
las sociedades anónimas es completamente independiente de la de los accionistas. Es
únicamente la sociedad la que ejerce el comercio y los accionistas no tienen ninguna
obligación después de haber realizado su aporte". Ya veremos que se les considera
más bien como con derechos contra la sociedad y no dentro de la misma.
Los terceros que contraten con la sociedad no pueden ejercitar sus derechos sobre
los bienes personales de los socios, ya que su acción se limita al capital social formado
por los aportes individualizados de los accionistas.
Las sociedades anónimas sólo son administradas por un directorio. Los miembros de
ese directorio son siempre revocables, y por lo tanto, están sujetos a la confianza de las
mayorías, pero de la mayoría de acciones, no de personas. En otros términos, si hay
999 acciones que pertenecen a 999 socios, éstos no van a tener el mismo peso que un
socio que tenga 1.001 acciones.
El artículo 1º inciso 2º de la ley dice: "La sociedad anónima es siempre mercantil aun
cuando se forme para la realización de negocios de carácter civil".
El texto de la ley no dice en ninguna parte que todos los actos de la sociedad anónima
sean comerciales, sino que declara mercantil a la sociedad anónima, es decir, tan sólo
al sujeto de derecho, no los actos que este sujeto ejecute en el ejercicio de su capacidad.
El propósito que inspiró al legislador para declarar comerciales todas las sociedades
anónimas, sea cual fuese su objeto, fue el sometimiento de ellas a una sola legislación,
la comercial, a efectos de imponer a sus fundadores y administradores el cumplimiento
de las mismas obligaciones, particulares unas, a las sociedades anónimas, y generales
otras, a todo comerciante; tendientes, unas, a las defensas de los socios y, otras, a las
de los terceros, por considerar que unos y otros se encuentran en esta clase de
sociedades, sea cual fuese el objetivo de las mismas, menos amparados que respecto
de los demás tipos de sociedades.
Ahora bien, para que se cumplan los propósitos del legislador no es necesario someter
a las normas comerciales las controversias sobre actos objetivamente civiles en que sea
parte una sociedad anónima. Desde luego, siempre ha imperado la tesis de que las
sociedades mercantiles, sean anónimas, colectivas o de responsabilidad limitada,
pueden realizar actos civiles, y que las contiendas, en cuanto a esos actos, deben ser
ventiladas de acuerdo a normas civiles; pero ello es tanto menos necesario cuanto que,
entre nosotros, no existe distinción entre leyes procesales civiles y procesales
mercantiles, salvo en cuanto a la prueba de testigos y el valor probatorio de los libros de
contabilidad, y el procedimiento sobre quiebras. Además, los tribunales que conocen de
los asuntos civiles y comerciales son los mismos.
Debe afirmarse, pues, que las sociedades anónimas no están sujetas a las normas
mercantiles, en sus relaciones con terceros, sino en los casos en que realizan actos de
comercio.
El inciso 2º del artículo 2º de la ley Nº 18.046 dispone que son sociedades anónimas
abiertas aquellas que inscriban voluntariamente o por obligación legal sus acciones en
el Registro de Valores. Complementa esta disposición la letra d) del inciso segundo del
artículo 5º de la ley Nº 18.045, que dispone que se deben inscribir en el Registro de
Valores las acciones de sociedades anónimas que tengan 500 o más accionistas o, al
menos, el 10% de su capital suscrito pertenezca a un mínimo de 100 accionistas
(excluidos los que individualmente o a través de otras personas naturales o jurídicas
excedan de dicho porcentaje).
El artículo 3º agrega que, para los efectos de esta ley, se entiende por
valores: "cualesquiera títulos transferibles, incluyendo acciones, opciones a la compra y
venta de acciones, bonos, debentures, cuotas de fondos mutuos, planes de ahorro,
efectos de comercio y, en general, todo título de crédito o inversión".
El artículo 4º dice que se entiende por oferta pública de valores la dirigida al público
en general o a ciertos sectores o grupos específicos de éste.
Sólo puede hacerse oferta pública de valores cuando éstos y su emisor hayan sido
inscritos en el Registro de Valores (artículo 6º). Este registro lo lleva la Superintendencia
de Valores y Seguros, y es público. En él se inscriben: los emisores de valores de oferta
pública, los valores que sean objeto de oferta pública, etc. (véase artículo 5º de la ley
Nº 18.045).
Conforme al inciso séptimo del artículo 2º de la ley Nº 18.046, cada vez que la ley
establece como requisito que una sociedad se someta a las normas de las sociedades
anónimas abiertas, o que dichas normas le sean aplicables o haga referencia a las
sociedades sometidas a la fiscalización, al control o la vigilancia de la Superintendencia,
o se empleen otras expresiones análogas, se entenderá, salvo mención expresa en
contrario, que la remisión se refiere exclusivamente a las normas aplicables a las
sociedades anónimas abiertas, en cuanto a las obligaciones de información y publicidad
para con los accionistas, la Superintendencia y el público en general. En todo lo demás,
esas sociedades se regirán por las disposiciones de las sociedades anónimas cerradas
y no estarán obligadas a inscribirse en el Registro de Valores, salvo que fueren emisores
de valores de oferta pública.
El inciso tercero del artículo 2º de la ley Nº 18.046 las define como las indicadas en el
Título XIII de la ley Nº 18.046. Como veremos más adelante, existen algunas sociedades
anónimas que están reguladas de manera específica en los artículos 126 y siguientes
de la ley Nº 18.046, como por leyes especiales, distintas a la Ley de Sociedades
Anónimas. Entre ellas, podemos citar las compañías de seguros, los bancos e
instituciones financieras, las sociedades administradoras de fondos mutuos, las
sociedades administradoras de fondos de pensiones, etc. Dichas sociedades anónimas
especiales se caracterizan, entre otras cosas, porque para su constitución requieren de
la obtención de una resolución de la Superintendencia que autorice su existencia, y de
la inscripción y publicación del certificado especial que otorgue dicho organismo de
control. Además, las escrituras públicas de constitución deben contener, a más de las
menciones generales exigidas por ley Nº 18.046, las especiales requeridas por las leyes
particulares que las rijan.
El inciso tercero del artículo 2º de la ley Nº 18.046 las define como aquellas que no
califican como abiertas o especiales.
En otros términos, las sociedades anónimas cerradas son aquellas que no están
sometidas a la fiscalización de la Superintendencia de Valores y Seguros, salvo que
emitan valores de oferta pública distintos de sus acciones.
Sin perjuicio de lo que se expresará al tratar de las distintas materias propias de esta
obra, podemos decir que las principales diferencias entre las sociedades anónimas
abiertas y las cerradas, pueden resumirse del modo siguiente:
Sin perjuicio de lo que se expondrá más adelante, podemos adelantar que la sociedad
filial o subsidiaria es aquella en que una sociedad anónima, que se denomina matriz,
controla directamente o a través de otra persona natural o jurídica más del 50% de su
capital con derecho a voto, o si se trata de una sociedad de personas, más del 50% de
su capital o puede elegir o designar a la mayoría de sus directores o administradores.
Además, se considera filial de una sociedad anónima, la sociedad en comandita que
haya otorgado a la matriz un poder para orientar o dirigir la administración del gestor
(art. 86).
Sección Primera
249. Constitución de las sociedades anónimas
En el sistema simultáneo, la sociedad nace en un solo acto, por convenio entre los
fundadores. Se forma mediante el concurso de las declaraciones de todos los socios
suscriptores de las acciones que forman la totalidad del capital social.
Las normas básicas están contenidas en los artículos 3º, 4º y 5º de la ley Nº 18.046,
que disponen que la sociedad anónima se forma, existe y prueba por escritura pública.
Un extracto de la escritura social, autorizado por el notario respectivo, debe inscribirse
en el Registro de Comercio correspondiente al domicilio de la sociedad y publicarse por
una sola vez en el Diario Oficial.
El artículo 3º dice que "la sociedad anónima se forma, existe y prueba por escritura
pública inscrita y publicada en los términos del artículo 5º". El artículo 4º, a su vez, en
los números 1 al 11, expresa las menciones que debe contener la escritura de sociedad,
las que analizaremos en seguida.
Es necesario tener presente a este respecto, además, que cualquiera que sea el
objeto, civil o mercantil, que desarrolle la sociedad, conforme a la norma del artículo 1º
inciso 2º, la sociedad anónima será siempre mercantil, aun cuando se forme para la
realización de negocios de carácter civil. Antes de la vigencia de la ley Nº 18.046, el
objeto tenía importancia para determinar el carácter mercantil o civil de la sociedad
anónima, pero como se ha dicho, hoy es siempre mercantil aun cuando se forme para
la realización de negocios de carácter civil.
Esta es una mención esencial, calificada como tal en el artículo 6º inciso 1º de la ley
Nº 18.046, porque su omisión en el pacto social acarrea como sanción la nulidad
absoluta del contrato, sin perjuicio del saneamiento en conformidad a la ley. Debe
entenderse aquí que hay una remisión a la ley Nº 19.499, que establece las normas
sobre saneamiento de vicios de nulidad de sociedades.
Sin perjuicio de que trataremos esta materia en detalle más adelante, podemos decir
que los tres órganos principales de administración de una sociedad anónima son: el
directorio, el gerente y las juntas de accionistas; éstas pueden ser ordinarias o
extraordinarias.
La fiscalización del directorio por los accionistas compete en las sociedades anónimas
cerradas a dos inspectores de cuenta titulares y suplentes, los que son nombrados por
las juntas ordinarias de la sociedad, anualmente. Sin embargo, los estatutos podrán
eximir a estas sociedades de esta fiscalización o establecer un mecanismo diverso de
control (artículo 51).
La ley establece que debe fijarse una fecha en que debe cerrarse el ejercicio y
confeccionarse el balance y la época en que debe celebrarse la junta ordinaria de
accionistas. Si nada se dice, esta norma dispone que se entenderá que el ejercicio se
cierra el 31 de diciembre y que la junta ordinaria de accionistas debe celebrarse en el
primer cuatrimestre de cada año.
Es obvio, por lo tanto, que la fecha de cierre del ejercicio y la confección del balance
e inventario, además de los informes de los inspectores de cuenta, deben estar
terminados antes de la fecha precisa fijada para la celebración de la junta ordinaria de
accionistas. Esta junta ordinaria tiene por finalidad primera, el examen de la situación
de la sociedad y de los informes de los inspectores de cuenta y/o de los auditores
externos y la aprobación o rechazo de la memoria, del balance, de los estados y
demostraciones financieras presentadas por el directorio.
Los dividendos se pagarán de las utilidades líquidas del ejercicio o de las retenidas
provenientes de balances aprobados por la junta de accionistas (artículo 78).
b) En las sociedades anónimas cerradas, se pagarán los dividendos con cargo a las
utilidades según determinen los estatutos, y si éstos nada dijeren, se les aplicará,
supletoriamente, la norma del artículo 79, esto es, se distribuirá anualmente como
dividendos en dinero a los accionistas a prorrata de sus acciones, a lo menos el 30% de
las utilidades líquidas de cada ejercicio.
Debemos recordar que, conforme con las reglas generales del Código de Comercio,
las sociedades mercantiles mantienen su personalidad jurídica para los efectos de su
liquidación. El artículo 109 de la ley Nº 18.046 contiene una norma expresa al respecto,
al decir que: "La sociedad anónima disuelta subsiste como persona jurídica para los
efectos de su liquidación quedando vigentes sus estatutos en lo que fuere pertinente.
En este caso, deberá agregar a su nombre o razón social las palabras "en liquidación".
10. La naturaleza del arbitraje a que deberán ser sometidas las diferencias que
ocurran entre los accionistas en su calidad de tales o entre éstos y la sociedad o durante
su liquidación. Si nada se dijere, se entenderá que las diferencias serán sometidas a la
resolución de un árbitro arbitrador.
Aquí se abre la posibilidad de que los fundadores de la sociedad puedan incluir otros
pactos, que de acuerdo al principio de la autonomía de la voluntad, pueden incluir en la
escritura de constitución para la organización de la sociedad de acuerdo con su objeto
y los fines que se propone conseguir.
La inscripción y publicación del extracto deberán efectuarse, ambas, dentro del plazo
de 60 días, contado desde la fecha de la escritura social (artículo 5º). No existe en la ley
un orden en cuanto a cuál de estos dos trámites debe efectuarse primero.
Sección Segunda
252. Sanciones para el caso de incumplimiento de las solemnidades del contrato de
sociedad anónima
De acuerdo con el artículo 1º de la ley Nº 19.499, puede sanearse del modo que la
misma ley señala y que más adelante revisaremos, la nulidad derivada de vicios
formales que afecte la constitución o modificación de una sociedad.
Según el nuevo texto del artículo 6ºA, inciso primero, de la ley Nº 18.046, introducido
por la aludida ley Nº 19.499, la sociedad anónima que no conste de escritura pública o
de instrumento reducido a escritura pública o de instrumento protocolizado, es nula de
pleno derecho y no podrá ser saneada. Lo mismo dispone el artículo 1º inciso final de la
ley Nº 19.499.
Como mencionamos a propósito de las sociedades colectivas, éstas en que falta algún
elemento esencial al concepto de sociedad o está presente algún vicio de carácter
sustancial, de general aplicación a los contratos, son nulas absolutamente, a pesar de
lo cual las consecuencias que acarrea esta nulidad no son iguales a las de cualquier
contrato, porque la nulidad declarada no produce efectos retroactivos.
La materia está regulada en los artículos 2058 y 2057 del Código Civil, el primero de
los cuales indica que "...la nulidad del contrato no perjudica a las acciones de terceros
de buena fe contra todos y cada uno de los asociados por las operaciones de esa
sociedad, si existiere de hecho".
Es de hacer notar que la expresión "si existiere de hecho" no significa que el legislador
se esté refiriendo a las sociedades que son propiamente de hecho, sino simplemente
alude a la existencia fáctica de la sociedad, aunque padezca de vicios insubsanables,
de forma o de fondo, los contemplados en el artículo 356 inciso primero del Código de
Comercio y en el inciso cuarto del artículo 1º de la ley Nº 19.499.
Por su parte, el artículo 2057 del Código Civil señala que si se formare de hecho una
sociedad que no pueda subsistir legalmente, ni como sociedad ni como donación ni
como contrato alguno, cada socio podrá pedir que se liquiden las operaciones anteriores
y sacar sus aportes, lo cual implica reconocer la existencia de la sociedad hasta el
momento en que se constate legalmente el defecto, porque si se han de liquidar
operaciones, es porque éstas existieron, ya que, de lo contrario, nada tendría que
liquidarse.
Pensamos que en el caso de las sociedades nulas que estamos analizando, aunque
la ley no lo dice, se desprende del artículo 2057 del Código Civil que lo que habría de
existir aquí es una especie de comunidad.
A pesar del criterio de la doctrina y del profesor Varela, en particular, en este caso tan
grave de nulidad, hay quienes sostienen que nos encontraríamos frente a un simple
hecho jurídico, vale decir, a un acto que jamás ha tenido caracteres o visos de
juridicidad. Sin embargo, las normas legales más arriba citadas nos llevan a la
conclusión de que algún efecto se produce durante el tiempo que esta sociedad actuó y
que es correcto y válido estimar que el calificativo jurídico de lo que allí ha existido es el
de una comunidad.
255. Vicios que no requieren de saneamiento, sin perjuicio de que pueda procederse a
él
No obstante que para estos vicios, que hemos llamado intrascendentes, la ley
Nº 19.499 expresamente señala que no requieren de saneamiento, ella misma dispone
que podrán subsanarse en cualquier momento, mediante escritura pública a la que se
reduzca el acta de la junta extraordinaria de accionistas, en la cual, mediante acuerdo
adoptado con los quórum y mayorías necesarias para reformar el estatuto social u
otorgada por cualquiera que sea titular de derechos sociales o administrador de la
misma sociedad en ese momento.
Veamos ahora cuáles son los vicios formales que acarrea la nulidad absoluta y que
pueden sanearse de acuerdo al procedimiento establecido en la ley Nº 19.499.
a) En primer término, que se otorgue una escritura pública en la cual se corrija el vicio
de la constitución o modificación, según corresponda. La ley señala expresamente que
no será necesario reproducir íntegramente el estatuto social.
Respecto de los quórum exigidos por la ley, el artículo 67 de la ley Nº 18.046 señala
en su inciso primero que los acuerdos de la junta extraordinaria de accionistas que
impliquen reforma de los estatutos sociales, o el saneamiento de la nulidad de
modificaciones de ellos causada por vicios formales, deberán ser adoptados con la
mayoría que determinen los estatutos, la cual, en las sociedades cerradas, no podrá ser
inferior a la mayoría absoluta de las acciones emitidas con derecho a voto.
Luego, el inciso segundo del mencionado artículo 67 señala que requerirán del voto
conforme de las dos terceras partes de las acciones emitidas con derecho a voto, los
acuerdos relativos a las materias señaladas en los números 1 al 12 del mismo artículo.
El número 12 se refiere precisamente al saneamiento de la nulidad causada por vicios
formales de que adolezca la constitución de la sociedad o una modificación de sus
estatutos sociales que comprenda una o más de las materias señaladas en los números
anteriores. Estas materias se refieren a:
2. Según sea el caso, la fecha de la escritura pública que contenga el acto que se
sanea, o de la escritura de protocolización del documento que contenga el acto que se
sanea, o de la escritura pública a que se redujo el instrumento privado que contenga
ese acto, y el nombre y domicilio del notario ante el cual se otorgó.
El inciso final del artículo 4º de la ley Nº 19.499 señala que el extracto será autorizado
por el notario que ejerza en la notaría ante la cual se otorgó esta escritura, esto es, la
escritura de saneamiento.
259. Saneamiento de nulidades consistentes en falta de inscripción o publicación
oportuna
El inciso final del artículo 3º de la ley Nº 19.499 expresa que en aquellos casos en que
la causa de la nulidad de la constitución de una sociedad, consista en la falta de oportuna
inscripción o publicación del extracto de la respectiva escritura, la corrección del vicio
se entenderá cumplida con la inscripción y, en su caso, la publicación oportuna de la
escritura de saneamiento.
En otros términos, la escritura a que se refiere la letra A) del artículo 3º, deberá
limitarse a dejar constancia de la falta de oportuna inscripción y publicación, y de la
voluntad de los comparecientes de sanear este vicio, de acuerdo al procedimiento
contenido en la ley Nº 19.499, mediante la efectiva ejecución de tales actos, esto es, la
inscripción y, en su caso, la publicación correspondiente.
Si las sociedades afectadas por vicios formales de nulidad son de aquellas sociedades
anónimas regidas por leyes especiales, el saneamiento de la nulidad deberá someterse,
además, a las mismas formalidades que requiere su constitución o modificaciones, en
su caso. A título ejemplar, el artículo 5º de la ley Nº 19.499 menciona las sociedades
anónimas a que se refieren los artículos 126, 127, 130 y 131 de la ley Nº 18.046, esto
es, las compañías aseguradoras y reaseguradoras, las sociedades anónimas
administradoras de fondos mutuos, las bolsas de valores y las sociedades
administradoras de fondos de pensiones.
El artículo 6º de la ley Nº 19.499 señala que después de dos años contados desde la
fecha del otorgamiento de la respectiva escritura, no podrá ser hecha valer la nulidad de
la constitución o modificación de una sociedad, derivada de:
El párrafo final del referido artículo señala que esta prescripción correrá contra toda
persona y no permitirá suspensión alguna.
Es importante destacar que esta disposición señala, además, que vencido ese plazo,
las disposiciones de la escritura prevalecerán sobre las del extracto.
262. Oportunidad para efectuar el saneamiento
Asimismo, la ley Nº 19.499 señala, en su artículo 10, que no podrá alegarse en juicio
la nulidad fundada en vicios formales que afecten la constitución o modificación de una
sociedad, una vez que ésta se encuentre disuelta.
Sin perjuicio de lo que se dirá más adelante respecto del derecho a retiro, para los
efectos de la materia que estamos estudiando, esto es, el saneamiento de vicios
formales de acuerdo al procedimiento señalado en la ley Nº 19.499, cabe mencionar lo
siguiente. El artículo 69 de la ley Nº 18.046 señala que la aprobación por la junta de
accionistas de alguna de las materias que se indican en la misma disposición, concederá
al accionista disidente el derecho a retirarse de la sociedad, previo pago por parte de
ésta del valor de las acciones de que el disidente sea titular. Sin profundizar respecto
de este tema, conviene tener presente que el accionista disidente es aquel que en la
junta respectiva se ha opuesto al acuerdo que versa sobre alguna de las materias que
según la ley dan derecho a retiro.
Luego, el artículo 69, en su inciso 4º, señala las materias cuyos acuerdos dan derecho
a retiro. Dicho inciso contiene seis numerales, y el número 6 señala que el saneamiento
de la nulidad causada por vicios formales de que adolezca la constitución de la sociedad
o alguna modificación de sus estatutos que diere este derecho, es precisamente una de
las materias cuyo acuerdo da derecho a retiro al accionista disidente.
Esta ley fue publicada en el Diario Oficial el 11 de abril de 1997 y de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 14 de ella, su entrada en vigencia se produjo transcurridos 30
días contados desde su publicación en el Diario Oficial. Por lo tanto, el plazo para
solicitar la disolución de una sociedad anónima de acuerdo con lo prescrito en el artículo
segundo transitorio de la ley en comento ha vencido con creces.
Sección Tercera
El artículo 9º del D.F.L. Nº 251 dispone que la constitución legal de las sociedades
aseguradoras y reaseguradoras se hará de conformidad con los artículos 126 y
siguientes de la Ley sobre Sociedades Anónimas.
Entre dichas normas especiales debe hacerse mención al artículo 7º del D.F.L.
Nº 251, que dispone que el capital de las compañías de seguros no podrá ser inferior a
90.000 unidades de fomento al momento de constituirse y deberá encontrarse
totalmente suscrito y pagado para autorizar su existencia. La Superintendencia deberá
comprobar que estas sociedades cumplen con las exigencias legales y económicas
requeridas al efecto, para autorizar su existencia (artículo 126 inciso 3º).
El artículo 128 de la ley Nº 18.046 contiene una norma similar a la del artículo 6º de
la ley, cuando expresa que "no existen las sociedades a que se refiere el artículo 126,
en cuya constitución se haya omitido la escritura, la resolución aprobatoria o la oportuna
inscripción y publicación del certificado que expida la Superintendencia, ni las reformas
en que se haya incurrido en similares omisiones. El inciso 2º del artículo 128, en cambio,
dispone que cualquiera disconformidad que exista entre el certificado que otorgue la
Superintendencia y su inscripción o publicación, originará la nulidad absoluta del pacto
social o de los acuerdos modificatorios en su caso.
Finalmente, el artículo 129 de la ley Nº 18.046 señala que las sociedades a que se
refiere el artículo 126, entre ellas, las compañías de seguros y reaseguros, se regirán
por las disposiciones legales y reglamentarias aplicables a las sociedades anónimas
abiertas, en todo lo que no se oponga a lo dispuesto en los artículos precedentes y a las
disposiciones especiales que las rigen, y no se les aplicará lo dispuesto en el inciso
séptimo del artículo 2º de la ley Nº 18.046. Además, salvo que sean emisores de valores,
estas sociedades no deberán inscribirse en el Registro de Valores.
En todo caso, de acuerdo al artículo 126 de la ley Nº 18.046, las bolsas de valores se
forman, existen y prueban por escritura pública, obtención de una resolución de la
Superintendencia que autorice su existencia e inscripción y publicación del certificado
especial que otorgue dicha Superintendencia.
Las escrituras públicas deberán contener, según la ley, además de las menciones
generales exigidas, las especiales requeridas por las leyes particulares que las rijan.
El artículo 38 de la ley Nº 18.045 dice que las bolsas son entidades que tienen por
objeto proveer a sus miembros la implementación necesaria para que puedan realizar
eficazmente, en el lugar que les proporcione, las transacciones de valores mediante
mecanismos continuos de subasta pública y para que puedan efectuar las demás
actividades de intermediación de valores que procedan en conformidad a la ley.
El capital mínimo pagado de las bolsas no puede ser inferior a 30.000 unidades de
fomento, distribuido en acciones sin valor nominal. Los accionistas deben ser 10
corredores de bolsa, a lo menos.
La duración de las bolsas de valores es indefinida, conforme lo establece el artículo
40, número 3. En lo demás, se aplican las normas que se señalaron al analizar la
constitución de las compañías aseguradoras y reaseguradoras. Del mismo modo, las
bolsas de valores están sometidas a la fiscalización de la Superintendencia de Valores
y Seguros.
Éstas se rigen por las normas contenidas en el D.S. Nº 1.019 del Ministerio de
Hacienda, publicado el 1º de diciembre de 1979, que fija el texto refundido, coordinado
y sistematizado del decreto ley Nº 1.328 de 1979, sobre Administración de Fondos
Mutuos.
Primera etapa:
Obtención del certificado de autorización provisional
El inciso final del artículo 28 de la Ley General de Bancos señala que se consideran
accionistas fundadores aquellos que, además de firmar el prospecto, tendrán una
participación significativa en su propiedad, según las normas del artículo 36 de la misma
ley.
e) Faculta para abrir una o más cuentas corrientes bancarias en que deben
depositarse los dineros correspondientes a la suscripción de acciones.
Segunda etapa:
Obtención de la autorización de existencia
Dentro del plazo de diez meses, contados desde el otorgamiento del certificado
provisional, deberá entregarse la escritura pública de constitución de la sociedad, la que
debe contener, entre otras cosas, los estatutos previamente revisados por la
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras y la inserción del certificado
provisional de autorización. Los estatutos deben señalar las menciones indicadas en el
artículo 42 de la Ley General de Bancos y las del artículo 4º de la Ley Nº 18.046 sobre
Sociedades Anónimas. Respecto del capital, al tiempo de otorgarse la escritura social
deberá encontrarse totalmente suscrito el capital del banco y pagado, a lo menos, el
mínimo a que se refiere el artículo 50 de la Ley General de Bancos. Sin embargo,
tratándose de un banco, podrá pagarse la mitad del capital mínimo y el banco quedará
sujeto a una mayor proporción entre patrimonio efectivo y activos ponderados por riesgo,
mientras no alcance un capital pagado y reservas igual a 800.000 UF, para lo cual no
existe un plazo (artículo 51 de la Ley General de Bancos).
Tercera etapa:
Obtención de la autorización de funcionamiento
La institución puede iniciar sus operaciones, siempre que cumpla las siguientes
formalidades:
La ley las llama "anónimas", porque no tienen razón social, sino que nombre o
denominación social.
Ahora bien, el artículo 8º señala que "el nombre de la sociedad deberá incluir las
palabras 'Sociedad Anónima' o la abreviatura 'S.A.'". La norma no contiene la exigencia
de que el nombre haga una referencia al objeto de la sociedad, con lo que modifica el
sistema de los Códigos Civil y de Comercio (artículo 2061 inciso final del Código Civil y
artículo 424 del Código de Comercio, ambos derogados), que imponían el principio de
que la sociedad anónima es conocida por la designación del objeto de la empresa. El
artículo 9º del derogado Reglamento Nº 4705 sobre sociedades anónimas señalaba que
no se admitirá como nombre de una sociedad el de una persona natural o jurídica,
cuando al mismo tiempo no se indique el objeto de la sociedad.
Son sociedades comerciales las que se forman para negocios que la ley califica de
actos de comercio. Las otras son sociedades civiles.
Conforme a esta disposición, la sociedad puede ser civil o mercantil, atendiendo a si
se constituye para la ejecución o no de actos de comercio. Para las sociedades
anónimas desaparece este criterio diferenciador, en virtud del artículo 1º inciso 2º, que
dispone que "la sociedad anónima es siempre mercantil, aun cuando se forme para la
realización de negocios de carácter civil".
En cuanto al objeto social, el artículo 9º de la ley expresa que la sociedad podrá tener
por objeto u objetos cualquiera actividad lucrativa que no sea contraria a la ley, a la
moral, al orden público o a la seguridad del Estado.
En todo caso, la sociedad puede tener por objeto u objetos cualquier actividad
lucrativa que no sea contraria a la ley, a la moral, al orden público o a la seguridad del
Estado (artículo 9º).
Las sociedades anónimas, como personas jurídicas, son dueñas de los bienes
aportados por los socios al tiempo o después de su constitución. Este principio, que
estudiamos en materia de sociedades en general, es aplicable también a las sociedades
anónimas.
El Título III de la ley Nº 18.046 se refiere a esta materia bajo el epígrafe "Del capital
social, de las acciones y de los accionistas". Por su parte, el Título III del Reglamento
Nº 587 de 1982, trata esta materia bajo el título "Capital social, acciones y accionistas".
El artículo 4º de la ley dispone que la escritura social debe expresar, entre otras
menciones: "5) El capital de la sociedad, el número de acciones en que es dividido con
indicación de sus series y preferencias y si las acciones tienen o no valor nominal; la
forma y plazos en que los accionistas deben pagar su aporte, y la indicación y
valorización de todo aporte que no consista en dinero".
Luego, el artículo 10 de la ley dispone que "El capital de la sociedad deberá ser fijado
de una manera precisa en los estatutos y sólo podrá ser aumentado o disminuido por
reforma de los mismos".
Podemos decir que el capital es el fondo común suministrado por los accionistas,
dividido en títulos negociables representativos de una parte de él, denominados
acciones, que pueden tener un mismo valor, si las acciones son de una sola serie, o un
distinto valor, si las acciones tienen distintas series, debiendo en este último caso,
aquellas acciones que pertenecen a una misma serie, tener el mismo valor.
En la mayoría de los casos, todas las acciones de una sociedad tienen el mismo valor,
pero la ley admite que existan distintas series de acciones y, por lo tanto, podría haber
acciones de valor distinto, pero el valor distinto está representado por el valor que tienen
las acciones de una serie en relación al valor que tengan las acciones de otra serie, pero
dentro de las respectivas series todas las acciones tienen exactamente el mismo valor.
Luego, nos encontramos con una diferencia sustancial en relación con las sociedades
de personas que hemos estudiado hasta la fecha. En las sociedades de personas no
existe un capital suministrado por accionistas o dividido en acciones, por lo tanto,
cuando hablamos del interés social de los socios de una sociedad de personas
hablamos de que dicho interés social está representado por los derechos sociales que
él tenga, que son una proporción de los derechos que el socio tenga en la sociedad en
relación con el total del capital de ella.
El capital de las sociedades anónimas está protegido por una serie de disposiciones
legales que tienden a cumplir con ciertos principios. El primero de ellos es el principio
de la efectividad del capital.
En efecto, la ley persigue que el capital social sea real, efectivo y no ficticio. Por ello,
en primer lugar, se prohíbe la creación de acciones de industria y de organización de la
sociedad anónima. Bajo la antigua legislación de las sociedades anónimas era posible
reconocer a ciertos socios acciones que ellos no estaban en la obligación de pagar y
que les eran atribuidas a título de retribución, por la circunstancia de haber sido los que
habían formado o creado el negocio, se llamaban acciones de industria o de
organización y se distribuían gratuitamente. Bajo la actual ley, el artículo 13 de la Ley
sobre Sociedades Anónimas prohíbe la existencia de acciones de industria y de
organización, en forma muy clara y tajante.
Esta norma sobre la avaluación está consagrada, en primer lugar, en el número 5 del
artículo 4º de la ley, cuando se indica que, a propósito de las menciones que debe
contener la escritura social, debe indicarse y valorizarse todo aporte que no consista en
dinero. Asimismo, en el artículo 15 inciso cuarto se establece que, salvo acuerdo
unánime de todas las acciones emitidas, todos los aportes no consistentes en dinero
deberán ser estimados por peritos, y en los casos de aumento de capital será necesario,
además, que la junta de accionistas apruebe dichos aportes y estimaciones.
Por último, el principio de la efectividad del capital está protegido también por la
obligación contemplada en el artículo 11 de la ley, el que señala que el capital inicial
deberá quedar totalmente suscrito y pagado en un plazo no superior a tres años. Si así
no ocurriere, al vencimiento de dicho plazo el capital social quedará reducido al monto
efectivamente suscrito y pagado.
El segundo principio relacionado con el capital es el principio de la conservación del
capital. Existe una diversa gama de disposiciones cuya finalidad es hacer que el capital
mantenga el valor que tenía al tiempo de la constitución de la sociedad.
En tercer término y con la misma finalidad de proteger el valor efectivo del capital, se
prohíbe a las sociedades anónimas adquirir sus propias acciones, salvo en los casos
excepcionales que contempla el artículo 27 de la ley.
Resulta fácil darse cuenta de que si una sociedad adquiriera sus propias acciones, el
capital en realidad habría disminuido.
Si hay una sociedad que tiene 10.000.000 de acciones, pero de ellas 1.000.000 le
pertenece a la propia sociedad, en realidad, el capital estaría representado por los otros
9.000.000 de acciones y no por ese millón de acciones que son de la propia sociedad.
En este caso, no habría aportes de terceros, la sociedad sería acreedora de sí misma.
Por lo tanto, la adquisición de acciones de la propia emisión está reservada por la ley a
casos extraordinariamente excepcionales. Están en el artículo 27.
a) Capital nominal
b) Capital suscrito
Es aquella parte del capital inicial cuyo pago ha quedado comprometido por uno o
varios accionistas. Es el que es colocado entre el público, que al suscribirlo se convierte
en accionista y se compromete a enterar en el fondo social el monto que representa la
acción.
Este capital suscrito se forma por efecto del contrato de suscripción de acciones, el
cual es una verdadera adhesión al pacto social, y por eso el artículo 22 dice que "la
adquisición de acciones de una sociedad implica la aceptación de los estatutos sociales,
de los acuerdos adoptados en las juntas de accionistas y la de pagar las cuotas insolutas
en el caso de que las acciones adquiridas no estén pagadas en su totalidad".
El artículo 11 inciso 2º dispone que "El capital inicial debe quedar totalmente suscrito
y pagado en un plazo no superior a tres años. Si así no ocurriere al vencimiento de dicho
plazo, el capital social quedará reducido al monto efectivamente suscrito y pagado".
c) Capital pagado
El capital de la sociedad anónima se forma por los aportes de los accionistas. Éstos
pueden ser: a) en dinero; o b) en bienes que consistan en dinero.
En efecto, el artículo 15 de la ley dispone que las acciones podrán pagarse en dinero
efectivo o con otros bienes. "En el silencio de los estatutos se entenderá que el valor de
las acciones de pago deberá ser enterado en dinero efectivo".
Los aportes "con otros bienes" son aquellos que consignamos como aportes no
consistentes en dinero, como por ejemplo, inmuebles, muebles, maquinarias, patentes
de invención, modelos industriales, etc.
En todo caso, de acuerdo con la disposición legal citada (artículo 15 inciso 4), el
informe pericial de bienes no consistentes en dinero puede omitirse en caso de acuerdo
unánime de las acciones emitidas. Nótese que la ley exige el acuerdo unánime de las
acciones emitidas.
Los valores mobiliarios son una clase de títulos valores o de crédito. La acción es un
título de crédito y se la califica de valor mobiliario, porque, además de representar una
parte alícuota del capital social, autoriza a su titular para ejercer derechos de variada
índole. Puede afirmarse que la acción es un título representativo del conjunto de
derechos que tiene el accionista en la sociedad anónima.
b) Como título que acredita la calidad de accionista y, por lo tanto, fija sus derechos,
obligaciones y responsabilidades, y
El valor nominal representa una parte del capital nominal fijado en forma aritmética en
los estatutos.
En Estados Unidos surgieron las "acciones sin valor nominal", esto es, sin expresión
de valor en los títulos, y que se estudiarán más adelante, en la clasificación de las
acciones.
La acción fija la posición del socio como sujeto de derechos y obligaciones frente a la
sociedad. Pero también determina su responsabilidad frente a terceros por las
obligaciones sociales.
— Derecho de información;
— Derecho de retiro, y
Se afirma que las acciones son una especie de título valor o de crédito.
Por lo tanto, respecto de este punto, lo único que puede afirmarse es que las acciones
circulan con las formas propias de los títulos de crédito.
Según la ley, el capital inicial y las acciones en que está dividido, deberá quedar
totalmente suscrito y pagado en un plazo no superior a tres años. Si así no ocurriere, al
vencimiento de dicho plazo el capital social quedará reducido al monto efectivamente
suscrito y pagado (artículo 11 inciso 2º).
Se debe tener presente que este plazo de tres años para el aumento del capital
comprende las tres etapas: emisión, suscripción y pago de las acciones respectivas,
cualquiera sea la forma de su entero. Vencido el plazo establecido por la junta de
accionistas sin que se haya enterado el aumento de capital, el directorio debe proceder
al cobro de los montos adeudados, si no hubiere entablado antes las acciones
correspondientes, salvo que dicha junta lo hubiere autorizado por dos tercios de las
acciones emitidas para abstenerse del cobro, caso en el cual el capital quedará reducido
a la cantidad efectivamente pagada. Agotadas las acciones de cobro, el directorio debe
proponer a la junta de accionistas la aprobación, por mayoría simple, del castigo del
saldo insoluto y la reducción del capital a la cantidad efectivamente recuperada (artículo
24 inciso 1º, modificado recientemente por la ley Nº 20.382).
Tiene lugar cada vez que interviene un título traslaticio de dominio, como
compraventa, permuta, etc., aun cuando la ley y el reglamento hablan de adquisición,
transferencia o cesión de acciones.
El reglamento, por su parte, dispone que toda cesión de acciones se celebrará por
escritura privada, firmada por el cedente y el cesionario ante dos testigos mayores de
edad o ante corredor de bolsa o ante notario público. También podrá hacerse por
escritura pública suscrita por el cedente y el cesionario (artículo 15 del Reglamento de
Sociedades Anónimas, D.S. Nº 587). El artículo 16 del reglamento repite el concepto
del artículo 12 inciso 2º de la ley.
— Las que permitan a una persona tomar el control de una sociedad. Al respecto,
para determinar que una adquisición permite o no a una persona pasar a ser el
controlador de una sociedad que hace oferta pública de sus acciones, debe aplicarse el
concepto de controlador establecido en los artículos 97 y siguientes de la Ley de
Mercado de Valores.
En tal sentido, debe tenerse presente que, de acuerdo con esta normativa, existen
casos en que una persona puede ser considerada controlador de la sociedad con sólo
el 25% de las acciones de la misma.
Cabe hacer presente que el mismo artículo 199 de la Ley de Mercado de Valores
contempla, entre otras excepciones, que la persona que tiene la intención de tomar el
control de una sociedad no debe realizar una OPA para ello, cuando adquiere las
acciones pertinentes cumpliendo los siguientes requisitos: i) las adquiere del controlador
anterior de la sociedad; ii) las acciones tienen presencia bursátil, esto es, en las bolsas
de valores se realiza cierta cantidad de compras y ventas de acciones y por ciertos
montos mínimos diarios, conforme los parámetros que ha establecido la
Superintendencia de Valores y Seguros; iii) el precio de la compra debe ser pagado en
dinero y iv) el precio de la compra no debe ser sustancialmente superior al precio de
mercado, esto es, no debe exceder en un 10% (como lo ha determinado la
Superintendencia de Valores y Seguros) al precio que resulte de calcular el promedio
ponderado de transacciones bursátiles que se hayan realizado entre el 90º día hábil
bursátil y el 30º día hábil bursátil anteriores a la fecha de la compra.
Por otra parte, el accionista con 2/3 o más de las acciones no tendrá esta obligación
de efectuar una OPA cuando alcance o supere los 2/3 de las acciones como
consecuencia de una reducción de pleno derecho del capital, por no haber sido
totalmente suscrito y pagado un aumento de capital o a causa de una OPA válidamente
efectuada por la totalidad de las acciones de la sociedad. Tampoco será aplicable en
los casos en que el referido porcentaje se alcance a consecuencia de las operaciones
indicadas en el inciso segundo del artículo 199 de la Ley de Mercado de Valores.
— La que debe realizar la persona que pretende adquirir el control de una sociedad
que, a su vez, tiene el control de otra que haga oferta pública de sus acciones, y que
represente a lo menos el 75% del valor de su activo consolidado. En tal caso, el
interesado debe efectuar previamente una OPA respecto de la sociedad controlada por
una cantidad no inferior al porcentaje que le permita obtener su control.
ii. OPA voluntaria: Sin perjuicio de los casos obligatorios anteriores, el inciso tercero
del artículo 198 de la Ley de Mercado de Valores permite que una persona
voluntariamente se sujete al procedimiento de OPA para efectuar una adquisición de
acciones, pero en tal caso deberá atenerse a todas las disposiciones de OPA en esta
adquisición.
b) Procedimiento de OPA
• Que durante el mismo pueden presentarse otras OPA respecto de las mismas
acciones objeto de la OPA inicial.
• Que los accionistas que hayan manifestado su intención de vender sus acciones en
la OPA pueden retractarse de la misma, total o parcialmente, hasta antes del
vencimiento del período de vigencia de la OPA o de su prórroga (artículo 211 de la Ley
de Mercado de Valores).
— Finalización de la OPA: Al tercer día de expirado el período de vigencia de la OPA
o de su prórroga, el artículo 212 de la Ley de Mercado de Valores dispone que el
oferente debe publicar, en los mismos diarios en que se publicó el aviso de inicio, un
aviso informando sobre el resultado de la OPA, que puede ser:
• Que acepta las acciones ofrecidas vender por los accionistas. Si la cantidad de
acciones que manifestó querer comprar es inferior a la cantidad de acciones que los
accionistas ofrecieron vender, el oferente debe comprarlas a prorrata a cada uno de los
accionistas aceptantes o aceptar comprarlas todas. Para todo efecto legal, la fecha de
publicación de este aviso de resultado es la fecha de enajenación de las acciones.
• Que no acepta las ofertas de venta de acciones recibidas de los accionistas, sea
porque no recibió la cantidad de acciones mínima que estableció en la documentación
de la OPA o porque se verificó alguna otra causal objetiva de caducidad que haya
establecido. Con ello, no se efectuó adquisición alguna de acciones.
Las acciones definitivas o pagadas son aquellas cuyo valor ha sido íntegramente
cubierto en cumplimiento al contrato de suscripción.
Según el artículo 11 inciso 2º, el capital inicial debe quedar totalmente suscrito y
pagado en un plazo no superior a tres años. Por tanto, si el capital social está dividido
en acciones de igual valor, éstas serán definitivas o pagadas cuando se haya cumplido
con la estipulación. Lo mismo ocurrirá en los casos en que la sociedad emita acciones
de pago en virtud de un acuerdo de la junta extraordinaria de accionistas sobre aumento
de capital. En este caso, las acciones de pago deberán ser emitidas, suscritas y pagadas
en un plazo no superior a tres años contados desde la fecha del acuerdo (artículo 24).
Si las acciones son emitidas por la sociedad conforme a la facultad que concede el
artículo 26, los acuerdos de las juntas de accionistas no podrán establecer un plazo
superior a tres años, contado desde la fecha de los mismos para la emisión, suscripción
y pago de las acciones respectivas. Lo anterior, a excepción de aquella parte del
aumento de capital, de hasta un 10% de su monto, que se destine a planes de
compensación de sus propios trabajadores o de sus filiales, en cuyo caso, el plazo para
suscribir y pagar estas acciones por parte de los trabajadores podrá extenderse hasta
por cinco años, contado desde el acuerdo de la junta de accionistas respectiva.
Esta clasificación la hace el artículo 15 de la ley y dice: "las acciones podrán pagarse
en dinero efectivo o con otros bienes".
Nos remitimos a lo ya expuesto sobre este punto al tratar de los aportes (artículo 15
incisos 3º y 4º).
Las acciones de pago son las que hemos estudiado precedentemente, sea que éste
se haga en dinero efectivo o en bienes que no consistan en dinero.
Sabemos que la acción es una parte alícuota del capital social y, por tanto, el número
total de acciones debe representarlo. Si se mantiene el valor nominal, habrá que emitir
acciones, las que se llaman "liberadas de pago", porque no significan un desembolso
por parte del accionista, sino que un valor que se ha pagado con cargo a las utilidades
de la sociedad. Si se aumenta el capital y no se emiten nuevas acciones, las que existan
deberán reflejar el nuevo capital mediante un aumento de su valor nominal.
Las acciones liberadas que se emitan se distribuirán entre los accionistas a prorrata
de las acciones inscritas en el registro respectivo el quinto día hábil anterior a la fecha
del reparto (artículo 80 inciso 2º y artículos 27, 28, 29 y 30 del reglamento).
Pueden existir también acciones que gocen de preferencias como la señalada, pero
carecen de derecho a voto o tienen derecho a voto limitado.
En los casos en que existan series de acciones preferentes sin derecho a voto o con
derecho a voto limitado, estas acciones adquirirán pleno derecho a voto cuando la
sociedad no haya cumplido con las preferencias otorgadas en favor de éstas, y
conservarán tal derecho mientras no se haya dado total cumplimiento a dichas
preferencias. Las cuestiones que se susciten respecto a la adquisición o no del pleno
derecho a voto serán resueltas, en las sociedades anónimas abiertas, por la
Superintendencia de Valores, con audiencia del reclamante y de la sociedad.
En las sociedades anónimas cerradas, estas cuestiones serán resueltas por el árbitro
o por la justicia ordinaria en su caso, en juicio sumario de única instancia y sin ulterior
recurso.
Es importante tener presente que las acciones con derecho a voto o las que tengan
derecho a voto limitado, en aquellas materias que carezcan igualmente del derecho a
voto, no se computarán para el cálculo de los quórum de sesión o de votación en las
juntas de accionistas (artículo 21).
Esta clasificación sólo tiene valor histórico, pues el artículo 451 del Código de
Comercio, hasta la dictación de la ley Nº 17. 038 de 1º de julio de 1970, decía que las
acciones podían ser nominativas o al portador. Esta distinción tiene importancia para los
efectos de su cesibilidad, ya que las primeras se cedían por instrumento privado, el que
debía inscribirse en el Registro de Comercio, y las segundas, por la simple entrega o
tradición del título. Esta disposición fue derogada y se estableció que las acciones sólo
pueden ser nominativas y su transferencia se hará por inscripción en el Registro de
Accionistas en conformidad al Reglamento de Sociedades Anónimas.
El artículo 15 del reglamento dispone que toda cesión de acciones se celebrará por
escritura privada firmada por el cedente y el cesionario, ante dos testigos mayores de
edad o ante corredor de bolsa o notario público. También podrá hacerse por escritura
pública suscrita por el cedente y el cesionario. El artículo 16 añade que a la sociedad no
le corresponde pronunciarse sobre la transferencia de las acciones y está obligada a
inscribir sin más trámite los traspasos que se le presenten, a menos que éstos no se
ajusten a las formalidades que establece el artículo precedente.
Las acciones de capital son aquellas que corresponden a un efectivo aporte en dinero,
o en bienes que no consistan en dinero.
Por lo tanto, en la actualidad sólo existen las acciones que corresponden a aportes
de capital.
Estas acciones sin valor nominal tienen su origen en los Estados Unidos de América.
Los juristas norteamericanos consideran que una sociedad anónima, además de
accionistas, debe tener capital. Estiman que es totalmente innecesario que el monto del
capital se determine por una referencia al valor nominal de las acciones. Para ellos no
tiene importancia alguna el hecho de que las acciones representen las sumas de dinero
con que se ha contribuido a la formación del capital social.
Estas acciones (sin valor nominal) se denominan así porque no llevan estipulado su
valor, sino que expresan una cuota del capital social, por ejemplo: un milésimo o un diez
milésimo del capital, el que resulta de la simple división del capital por el número de
acciones de que consta.
Las acciones sin valor nominal facilitan los aumentos de capital, simplifican el cálculo
de los votos en las asambleas generales, favorecen las amortizaciones y facilitan a la
sociedad la distribución de los fondos sociales. Se han convertido en el tipo más usado
en la práctica.
Las acciones tienen su origen en la emisión de las mismas que hace una sociedad
anónima y que son suscritas por los accionistas en el pacto constitutivo o
posteriormente.
El artículo 121 de la Ley Nº 18.045, sobre Mercado de Valores, establece que "una
sociedad anónima emisora de bonos podrá conceder a los tenedores opción colectiva
para canjearlos por acciones ordinarias o privilegiadas de la misma sociedad, de
acuerdo con las condiciones establecidas en el contrato de emisión y con las
disposiciones legales vigentes".
Los bonos o debentures son valores mobiliarios conforme a la definición del artículo
3º de la ley Nº 18.045 y son un medio de financiamiento externo de las sociedades
anónimas. En otros términos, las sociedades anónimas en lugar de obtener
financiamiento por medio de aumentos de capital, pueden obtener préstamos del
público. Para estos efectos, la Ley sobre Mercado de Valores autoriza a las sociedades
anónimas para emitir bonos o debentures.
Es así como el artículo 103 de la ley Nº 18.045 señala que la oferta pública de valores
representativos de deudas, cuyo plazo sea superior a un año, sólo podrá efectuarse
mediante bonos (debentures) y con sujeción a las disposiciones generales establecidas
en la presente ley, salvo los bancos e instituciones financieras, que no estarán sujetos
a esta limitación y podrán actuar conforme a las normas de la Superintendencia de
Bancos.
El titular del bono puede defenderse de los efectos de la desvalorización, optando por
la acción, en reemplazo del pago del bono, que no es otra cosa que la restitución que la
sociedad anónima hace al mutuante en virtud de la emisión de bonos.
El artículo 104 del reglamento dice que "cada vez que sea necesario precisar en
general a qué accionista corresponde un determinado derecho social, se consideran
aquellos que se encuentran inscritos en el Registro de Accionistas, con cinco días
hábiles de anticipación a aquel desde el cual pueda ejercerse el derecho.
El artículo 58 dispone que las juntas serán convocadas por el directorio de la sociedad.
El directorio deberá convocar a junta ordinaria, la que debe efectuarse dentro del
cuatrimestre siguiente a la fecha del balance, con el fin de conocer de todos los asuntos
de su competencia. Los accionistas se citan a estas juntas por publicaciones en diarios
o por citaciones por correo, según veremos en su oportunidad. Tienen derecho a
participar en ellas con derecho a voz y voto los titulares de acciones inscritas en el
Registro de Accionistas, con cinco días de anticipación a aquel en que haya de
celebrarse la junta respectiva, pero tratándose de una sociedad anónima cerrada,
podrán participar en ellas todos los accionistas que al momento de iniciarse ésta
figuraren como accionistas en el respectivo registro (artículo 62). En estas juntas
ordinarias, conforme el artículo 56, corresponde a los accionistas el examen de la
situación de la sociedad y de los informes de los inspectores de cuentas y auditores
externos y la aprobación o rechazo de la memoria, del balance, de los estados y
demostraciones financieras presentadas por los administradores o liquidadores de la
sociedad.
282. b) Derecho a tomar parte con voz y voto en las juntas de accionistas
Los accionistas tienen derecho a participar en las juntas y ejercer sus derechos de
voz y voto. En todo caso, sólo pueden participar con estas facultades los titulares de
acciones inscritas en el Registro de Accionistas con cinco días de anticipación a aquél
en que haya de celebrarse la respectiva junta, en el caso de las sociedades anónimas
abiertas, o que al momento de iniciarse la junta figuraren como accionistas en tal
registro, en el caso de las sociedades anónimas cerradas, según vimos.
Existen acciones sin derecho a voto. Los titulares de estas acciones, así como los
directores y gerentes que no sean accionistas, también pueden participar en las juntas,
pero sólo con derecho a voz.
Para los efectos de la ley, se entiende por acciones sin derecho a voto, aquellas que
tengan este carácter por disposición legal o estatutaria (artículo 62).
Cada accionista dispondrá de un voto por cada acción que posea o represente. Sin
embargo, los estatutos podrán contemplar series de acciones preferentes sin derecho a
voto o con derecho a voto limitado.
En ningún caso pueden establecerse series de acciones con derecho a voto múltiple
(artículo 21).
Las acciones son valores mobiliarios y circulan bajo la forma de títulos de crédito. Por
lo tanto, son esencialmente cesibles. El artículo 14 de la ley establece que los estatutos
de las sociedades anónimas abiertas no podrán estipular disposiciones que limiten la
libre disposición de las acciones. Si existen pactos particulares entre accionistas
relativos a cesión de acciones, deberán ser depositados en la compañía a disposición
de los demás accionistas y terceros interesados y se hará referencia a ellos en el
Registro de Accionistas. Si así no se hiciere, tales pactos serán inoponibles a terceros.
Esta norma agrega que tales pactos no afectarán la obligación de la sociedad de inscribir
sin más trámite los traspasos que se le presenten, de conformidad a lo establecido en
el artículo 12.
Los dividendos se pagan a los accionistas con cargo a las utilidades líquidas del
ejercicio provenientes de balances aprobados por juntas de accionistas (artículo 78).
En las sociedades anónimas cerradas se debe estar a los estatutos y, si éstos nada
dijeren, se aplicará la norma precedente (artículo 79).
Los accionistas tienen derecho a que les sea restituido el capital o la parte de él que
les reste, una vez asegurado el pago o pagadas las deudas sociales, todo ello después
de la disolución y según se determine por el procedimiento de liquidación de la sociedad
(artículos 116 y 117).
Los repartos del capital deberán ser pagados a quienes sean accionistas el 5º día
hábil anterior a las fechas establecidas para su solución o pago (artículos 117 incisos 1º
y 3º).
Los repartos que se efectúen durante la liquidación deberán pagarse en dinero a los
accionistas, salvo acuerdo diferente adoptado en cada caso por la junta extraordinaria
de accionistas, por los dos tercios de las acciones emitidas. Podrán aprobar que se
efectúen repartos opcionales, siempre que las opciones ofrecidas sean equitativas,
informadas y se ajusten a las condiciones que determine el reglamento (artículo 116).
Puede definirse como la facultad que la ley concede al accionista disidente de una
sociedad anónima, para renunciar a su calidad de tal, previo pago por la sociedad del
valor de sus acciones, por los acuerdos que se adopten en juntas extraordinarias de
accionistas, por causales que autoricen el ejercicio de ese derecho, según la ley o los
estatutos. Explicaremos este derecho con mayor detalle a continuación.
Por su parte, el artículo 76 del reglamento dispone que "el derecho a retiro se ejercerá
dentro del plazo legal (30 días) por el accionista disidente mediante comunicación
escrita enviada a la sociedad por carta certificada o por presentación escrita entregada
en el lugar que funcione la gerencia por un notario público que así lo certifique".
No será necesaria la intervención del notario cuando el gerente o quien haga sus
veces, deje constancia escrita de la recepción de la comunicación referida.
Según veremos, los acuerdos de las juntas extraordinarias que impliquen reforma de
estatutos deben ser adoptados por mayorías que son distintas, según se trate de
sociedades abiertas o cerradas. En efecto, en las sociedades abiertas la reforma de los
estatutos debe ser adoptada con la mayoría de votos que determinen los estatutos; en
cambio, en las sociedades cerradas, no podrá ser inferior a la mayoría absoluta de las
acciones emitidas con derecho a voto.
Hay ciertas modificaciones al pacto social, que por su importancia requieren de una
votación especial. Éstas se señalan en el inciso 2º del artículo 67, modificado
recientemente por la ley Nº 20.382, y entre ellas hay algunas que son causales de
derecho a retiro.
Estas reformas requieren del voto conforme de las dos terceras partes de las acciones
emitidas con derecho a voto.
— La transformación de la sociedad;
— La fusión de la sociedad;
— También dan derecho a retiro las situaciones a que se refieren los artículos 69 bis
y 69 ter de la ley, y que consisten:
— El caso del art. 69 bis, cuando una sociedad anónima abierta controlada por el
Estado o por intermedio de empresas del Estado, sufriere una disminución de categoría
en su clasificación de riesgo, de primera a segunda clase, o sin información suficiente.
— El caso del art. 199 bis de la Ley de Mercado de Valores, cuando como
consecuencia de una adquisición de acciones, una persona alcanza o supera los dos
tercios de las acciones emitidas con derecho a voto de una sociedad que haga oferta
pública de sus acciones y no hiciera una OPA por las acciones restantes en el plazo de
30 días.
— El caso del art. 71 bis, cuando un controlador adquiera más del 95% de las acciones
de una sociedad anónima abierta.
Las formalidades a que se refiere el reglamento dicen relación con aquellas que deben
cumplirse cuando el derecho a retiro se ejerce fuera de la junta. Esta materia está tratada
en el artículo 76 del reglamento y nos remitimos a lo explicado en este respecto.
El directorio puede convocar a una nueva junta que debe celebrarse a más tardar
dentro de los 30 días siguientes al vencimiento del plazo señalado en el artículo 70, a
fin de que ésta reconsidere o ratifique los acuerdos que motivaron el ejercicio del
derecho a retiro. Si en dicha junta se revocan los mencionados acuerdos, caducará el
derecho de retiro (artículo 71).
El derecho a retiro da origen a una contrapartida a favor del accionista que ejerce y
hace efectivo este derecho. De acuerdo al artículo 69, la sociedad deberá pagar al
accionista el valor de las acciones de que este fuere titular.
El derecho a retiro sólo comprende las acciones que el accionista disidente poseía a
su nombre en el Registro de Accionistas de la sociedad, a la fecha que determina su
derecho a participar en la junta en que se adoptó el acuerdo al que se opuso (artículo
70).
El precio a pagar por la sociedad al accionista disidente que hace uso del derecho de
retiro es distinto, según se trata de sociedades anónimas cerradas o abiertas.
2. Se entiende por acciones de transacción bursátil, aquellas que así sean calificadas
por la Superintendencia, la que deberá tener presente el volumen, periodicidad, número
y diversificación de quienes participan en las transacciones bursátiles como cedentes o
adquirentes, cuantía de éstos y cualquier otra circunstancia de las transacciones;
El derecho de retiro implica que las acciones son restituidas al valor de libros o por su
valor de mercado, en su caso, quedando por establecer la titularidad de ellas.
El artículo 81 resuelve el problema, al decir que "pagado el precio de las acciones que
hubieren ejercido el derecho a retiro, se dejará constancia de este hecho en el Registro
de Accionistas y se inscribirán las acciones a nombre de la propia sociedad".
Este es uno de los casos en que las sociedades anónimas pueden adquirir y poseer
acciones de su propia emisión, según el artículo 27 de la ley Nº 18.046. En efecto, esta
disposición señala que las sociedades anónimas pueden adquirir y poseer acciones de
su propia emisión cuando la adquisición, entre otros motivos, resulte del ejercicio del
derecho referido en el artículo 69 de la ley.
Las acciones adquiridas por la sociedad de acuerdo con esta disposición deben
enajenarse en la bolsa de valores dentro del plazo máximo de un año a contar de su
adquisición y, si así no se hiciere, el capital quedará disminuido de pleno derecho.
En consecuencia, como resultado último del ejercicio del derecho de retiro, puede
significar la disminución de pleno derecho del capital de la sociedad, según vimos.
En los casos de aumento de capital, los accionistas tienen derecho preferente para
suscribir las acciones de dicho aumento, sea que se trate de acciones de pago o
liberadas de pago. Los accionistas tienen el mismo derecho preferente en el caso en
que se produzca el derecho de retiro, puesto que las acciones que quedan sin titular,
antes de ser inscritas a nombre de la sociedad, deberán ser ofrecidas a los accionistas
en forma preferente (artículos 25, 27 inciso final y 80).
288. h) Derecho especial de los accionistas que posean o representen el 10% o más
de las acciones emitidas con derecho a voto, en las sociedades abiertas
Asimismo, los estatutos de la sociedad podrán facultar al controlador para exigir que
todos los accionistas que no opten por ejercer su derecho a retiro, le vendan aquellas
acciones adquiridas bajo la vigencia de esa facultad estatutaria, siempre que haya
alcanzado el porcentaje indicado en el inciso anterior como consecuencia de una oferta
pública de adquisición de acciones, efectuada por la totalidad de las acciones de la
sociedad anónima abierta, o de la serie de acciones respectiva, en la que haya
adquirido, de accionistas no relacionados, a lo menos, un 15% de tales acciones. El
precio de la compraventa respectiva será el establecido en dicha oferta, debidamente
reajustado y más intereses corrientes.
Las acciones podrán pagarse en dinero efectivo o con otros bienes, y en el silencio
de los estatutos se entiende que el valor de las acciones debe ser enterado en dinero
efectivo (artículo 15).
Debe recordarse el inciso 2º del artículo 11 que dispone que "El capital inicial deberá
quedar totalmente suscrito y pagado en un plazo no superior a tres años. Si así no
ocurriere al vencimiento de dicho plazo, el capital inicial quedará reducido al monto
efectivamente suscrito y pagado".
a) La sociedad puede vender en una bolsa de valores mobiliarios, por cuenta y riesgo
del moroso, el número de acciones que sea necesario para pagarse de los saldos
insolutos y de los gastos de enajenación, reduciendo el título a la cantidad de acciones
que le resten, y
En todo caso, las acciones cuyo valor no se encuentre totalmente pagado gozarán de
iguales derechos que las íntegramente pagadas, salvo las siguientes limitaciones:
Esto no obsta a que en los estatutos sociales se pueda estipular una norma diferente.
En otros términos, las acciones suscritas otorgan los mismos derechos que las
acciones pagadas, con las limitaciones indicadas, a menos que en los estatutos de la
sociedad se contemple algo diferente (artículo 16 inciso 4º).
Sección Primera
292. De la forma de las acciones
Las acciones son valores mobiliarios. En doctrina se clasifican como títulos valores o
de crédito causales. Por lo tanto, no se les puede aplicar en todo su rigor las normas
teóricas sobre los títulos de crédito en cuanto a literalidad y a la incorporación del
derecho en el título, materias éstas sobre las cuales profundizaremos más adelante, en
la Tercera Parte de esta obra.
Las acciones, en todo caso, deben constar por escrito y tanto la ley como el
reglamento utilizan la expresión "títulos de acciones".
Los títulos de acciones pueden representar una o muchas acciones y deben cumplir
con las formalidades que establece la ley. En este aspecto se aplica el concepto
denominado regularidad formal del título. Sus características principales son:
j) Los títulos serán firmados por el presidente del directorio y por el gerente o las
personas que hagan sus veces. Las sociedades podrán establecer sistemas para que
la firma de uno de ellos quede estampada mediante procedimientos mecánicos que
ofrezcan seguridad (artículo 19 inciso final, parte final).
Cuando se transfiere una parte de las acciones a que se refiere el título, se inutilizará
éste y se emitirán nuevos títulos. No se emitirá un nuevo título sin haberse inutilizado el
anterior o sin que éste se haya declarado extraviado, previo los trámites establecidos en
el artículo 21 del reglamento. Este mismo procedimiento se aplicará cuando por
cualquier motivo hubiere canjes de títulos.
El artículo 15 del reglamento dispone que toda cesión de acciones se celebrará por
escritura privada firmada por el cedente y el cesionario, ante dos testigos mayores de
edad o ante corredor de bolsa o ante notario público. También podrá hacerse por
escritura pública suscrita por el cedente y el cesionario.
En caso de que algún accionista transfiera el todo o parte de sus acciones, deberá
notarse en el Registro de Accionistas esta circunstancia (artículo 2º reglamento).
El Registro de Accionistas podrá llevarse por cualquier medio, siempre que éste
ofrezca seguridad de que no podrá haber intercalaciones, supresiones u otra
adulteración que pueda afectar su fidelidad (artículo 14 inciso 1º).
El embargo sobre acciones no priva a su dueño del pleno ejercicio de los derechos
sociales, excepto el de la libre cesión de las mismas, que queda sujeto a las restricciones
establecidas en la ley común.
Esta no es sino una aplicación del artículo 1462 del Código Civil.
En caso que una o varias acciones pertenezcan en común a varias personas, los
dueños están obligados a designar un apoderado para actuar ante la sociedad.
En este caso, el mandato deberá ceñirse a las normas que están establecidas por la
ley.
Sección Segunda
En efecto, la ley Nº 18.046 en el artículo 57, numeral segundo, dice: "Son materias de
junta extraordinaria; la transformación, fusión o división de la sociedad y la reforma de
sus estatutos".
a) Aumento de capital por el aporte de nuevos bienes, sea con dinero o con bienes
que no consistan en dinero.
El artículo 27 del reglamento expresa que "en los aumentos de capital de las
sociedades anónimas cerradas, la junta de accionistas deberá acordar, que previa a la
emisión de acciones de pago, la sociedad capitalizará todas las reservas sociales
provenientes de utilidades y de revalorizaciones legales existentes a esa fecha".
En inciso segundo, agrega que el aumento de capital podrá hacerse mediante el
aumento del valor nominal de las acciones, si lo tuvieren, o a través de la emisión de
acciones liberadas de pago, situación que deberá ser prevista en la reforma de estatutos
que apruebe el aumento de capital. Creemos que es un error del reglamento al referirse,
en este punto, a acciones "liberadas de pago", que es una fórmula distinta, según la
clasificación de acción. Las acciones liberadas de pago son las que provienen de
capitalización de utilidades.
"El derecho de preferencia de que trata este artículo deberá ejercerse o transferirse
dentro de un plazo de 30 días, contados desde que se publique la opción en la forma y
condiciones que determine el reglamento".
El derecho de opción para suscribir acciones tiene, por lo tanto, respecto de los
accionistas, una fisonomía jurídica propia que se caracteriza por lo siguiente:
e) La transferencia del derecho de opción debe efectuarse también dentro del plazo
de 30 días, contado desde la fecha de la opción en la forma y condiciones que determine
el reglamento.
f) El derecho de opción es renunciable. Tal es así que debe ejercerse dentro del plazo
de 30 días citado, que es un plazo de caducidad.
Por lo tanto, la renuncia puede ser expresa, cuando se manifiesta de este modo, o
bien tácita, cuando no se ejerce dentro del plazo de 30 días. Así se infiere del inciso 2º
del artículo 30 del reglamento, que establece que si nada expresa el accionista o el
cesionario dentro del plazo de 30 días, se entenderá que renuncian a este derecho.
Finalmente, las acciones suscritas por los accionistas podrán ser ofrecidas a terceros.
En todo caso, el reglamento en el artículo 29 inciso 2º, dispone que estas acciones no
podrán ser ofrecidas a terceros a valores inferiores o en condiciones más ventajosas
que a aquéllos. En las sociedades anónimas abiertas deberá observarse la norma
precedente, a lo menos, por los 30 días siguientes a la fecha del vencimiento de la oferta
preferente. Transcurrido este plazo, las acciones podrán ser ofrecidas a terceros, en
condiciones y precios diferentes a los de la oferta preferente, siempre que estas ofertas
a terceros se hagan en bolsas de valores.
A fin de que los accionistas puedan tener antecedentes para ejercitar su derecho de
opción en la junta que deba decidir respecto al precio de colocación de las acciones de
pago, la sociedad deberá dar a los accionistas una información amplia y razonada
acerca de los elementos de valorización de las acciones. En todo caso, indicará a lo
menos el valor de libros actualizado de la acción y el precio promedio ponderado de las
transacciones que se hubieren registrado en las bolsas de valores en los dos meses
anteriores al día de la junta (art. 28 del reglamento).
En todo caso, debemos recordar que en los aumentos de capital de las sociedades
anónimas cerradas, la junta de accionistas deberá acordar que, previo a la emisión de
acciones de pago, la sociedad capitalizará todas las reservas sociales provenientes de
utilidades y de revalorizaciones legales existentes a esa fecha (artículo 27 del
reglamento).
El artículo 80 dispone que la parte de las utilidades que no sea destinada por la junta
a dividendos pagaderos durante el ejercicio, ya sea como dividendos obligatorios o
como dividendos adicionales, podrá en cualquier tiempo ser capitalizada, previa reforma
de estatutos (parte primera del artículo 80). Esto es, la junta ordinaria, en lugar de
entregar dividendos a los accionistas, resuelve capitalizarlos para aumentar el capital a
través de una reforma de estatutos. Al mismo tiempo, debe acordarse uno de estos dos
mecanismos:
a) La emisión de acciones liberadas de pago (llamadas "crías de acciones"). Se llaman
acciones liberadas, porque no significan un gasto para los accionistas, sino que éstas
corresponden a las utilidades líquidas que no son distribuidas como dividendos a los
accionistas.
b) Por el aumento del valor nominal de las acciones. En este caso, si no se emiten
acciones liberadas, el capital aumenta en un monto equivalente a la parte destinada a
capitalizarse, y como la acción es una parte alícuota de ese capital, procede
correlativamente a aumentar su valor nominal.
En todo caso, el aumento de capital es una reforma de estatutos, que debe ser
adoptada en junta extraordinaria de accionistas, de acuerdo al artículo 57 número 2 de
la ley.
ii) Una junta extraordinaria, que acuerde la reforma de los estatutos y aumente el
capital con cargo a esa parte de las utilidades (artículo 57 número 1).
El artículo 80 inciso final dispone que la prenda que gravare a determinadas acciones
se extenderá a las acciones liberadas que éstas correspondieren en la distribución
proporcional, salvo estipulación en contrario. Esta es una aplicación del principio de que
lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Según el artículo 23 de la ley, la constitución de gravámenes y de derechos reales
distintos al del dominio sobre las acciones de una sociedad, no le serán oponibles a
ésta, a menos que se le hubiere notificado por ministro de fe, el cual deberá inscribir al
derecho o gravamen en el Registro de Accionistas.
Entre los gravámenes que pueden afectar a las acciones está la prenda, y es por eso
que el artículo 80 en su inciso final consagra el principio de que la prenda que grava a
determinadas acciones se extiende a las acciones liberadas que a éstas correspondan
en la distribución proporcional. Este efecto sólo se produce cuando la prenda se inscribe
debidamente en el Registro de Accionistas, de acuerdo al artículo 23.
El artículo 65 dispone que el ejercicio del derecho a voto y del derecho a opción por
acciones constituidas en prenda, corresponderán al deudor prendario; los mismos
derechos a voto u opción por acciones gravadas con usufructo, corresponderán al
usufructuario y al nudo propietario, conjuntamente, salvo estipulación en contrario.
El valor de las acciones, si lo hubiere, se expresará hasta con dos decimales. Los
excedentes que resulten incrementarán la revalorización que corresponda a capital para
el próximo ejercicio.
En seguida, el artículo 8º indica la forma como aumenta el capital por efecto de este
mecanismo, al expresar que el capital de la sociedad y el valor nominal de las acciones,
si los hubiere, aumentarán en la misma proporción que lo hiciere el capital pagado, luego
de aprobada la distribución a que se refieren los artículos 6º y 7º del reglamento. Se
plantea la situación de saber qué ocurre cuando existe una parte del capital de la
sociedad que aún no se hubiere suscrito y se produce el aumento automático que indica
el inciso 2º del artículo 10 de la ley. El artículo 9º del reglamento resuelve el problema,
al decir que la parte del capital de la sociedad que aún no se hubiere suscrito,
aumentada en la proporción correspondiente, deberá colocarse dentro del plazo
originalmente establecido en los estatutos para el entero del capital inicial o del aumento
de capital que estuviere pendiente.
Como la ley no distingue, se entiende que este quórum se exige para las sociedades
abiertas y las cerradas. Este quórum calificado (dos tercios de las acciones) se exige
porque la disminución del capital reviste gravedad para los accionistas y los terceros
que contratan con la sociedad. En efecto, los accionistas reducirán sus expectativas de
utilidades, y los terceros acreedores deberán hacer efectivos sus créditos sobre un
patrimonio menor.
En los casos de disminución de capital, la parte que se disminuye puede ser adquirida
a través de las respectivas acciones de su propia emisión. Pero conforme al artículo 27,
esta facultad de las sociedades anónimas para adquirir y poseer acciones de su propia
emisión, sólo se admite cuando permita cumplir una reforma de estatutos de disminución
de capital, siempre y cuando la cotización de las acciones en el mercado fuere inferior
al valor de rescate que proporcionalmente corresponda a los accionistas.
En todo caso, la ley exige, además, que dentro de los 10 días siguientes a la
publicación del extracto en el Diario Oficial, deberá publicarse un aviso destacado del
hecho de la disminución del capital y de su monto.
A todo lo anterior cabe agregar que el inciso final del artículo 69 del Código Tributario
dispone que no podrá efectuarse una disminución de capital en las sociedades sin
autorización previa del Servicio de Impuestos Internos.
c) Cuando se castigan bienes del activo para restablecerlos a su valor real, lo que
impone una disminución del capital, que no importa un perjuicio porque los bienes
castigados se mantienen en la sociedad, pero avaluados en su justo precio.
d) Cuando los negocios sociales han producido pérdidas y los fondos provenientes de
utilidades retenidas resultan insuficientes para absorberlas.
En todo caso, debe tenerse presente que cualquiera que sea el mecanismo adoptado,
la reducción del capital es materia de acuerdo de la junta general de accionistas,
adoptado legalmente.
Esta es una forma de disminución que operará por el solo ministerio de la ley, dados
los términos de la disposición.
El inciso 2º del artículo 10, al decir que el capital y el valor de las acciones se
entenderán modificados de pleno derecho cada vez que la junta ordinaria de accionistas
apruebe el balance del ejercicio, sobrentiende que la modificación puede ser tanto de
aumento como de disminución.
En concordancia con esta norma, el artículo 33 del reglamento establece que "cada
vez que se produzca una disminución de capital de pleno derecho, el gerente de la
sociedad deberá dejar constancia de ella, por escritura pública anotada al margen de la
inscripción social dentro de los 60 días siguientes a la concurrencia del hecho que lo
motiva".
La ley ni el reglamento contienen una exigencia como la señalada para los casos de
aumento de capital que se producen de pleno derecho, por lo tanto, no debe cumplirse
en este caso. Es necesario destacar, sin embargo, que el reglamento no contiene
sanción expresa alguna para el caso de omitirse la escritura pública, cuando se
produzca una disminución de capital de pleno derecho ni cuando ésta no se inscriba el
margen de la inscripción social dentro del plazo de los 60 días siguientes a la
concurrencia del hecho que lo motiva. Como las sanciones son de derecho escrito,
podríamos concluir que en este caso hay un vacío legal.
Capítulo XXII La administración de la sociedad anónima
Sección Primera
307. Organización de la administración de las sociedades anónimas
Por definición, según el artículo 1º de la ley, "la sociedad anónima es una persona
jurídica... administrada por un directorio integrado por miembros esencialmente
revocables".
En lo que toca al gerente, el artículo 49, a su turno, expresa que las sociedades
anónimas tendrán uno o más gerentes designados por el directorio, el que les fijará sus
atribuciones y deberes, pudiendo sustituirlos a su arbitrio.
b) La elección del directorio por la voluntad de todos los accionistas se manifiesta por
un acuerdo adoptado conforme a un quórum, y
Si bien es cierto que, desde un punto de vista jerárquico, es probable que las juntas
de accionistas sean más importantes o estén en un nivel más elevado que el directorio,
no es menos verdad que las juntas de accionistas se reúnen en forma poco frecuente.
De hecho, las juntas ordinarias se celebran tan sólo una vez al año. Respecto de las
extraordinarias, puede pasar un lapso mucho mayor a un año sin que se celebre ninguna
y, en estas últimas, sólo se pueden tratar los temas señalados en la convocatoria.
El papel del directorio es otro; tiene que adoptar las decisiones más importantes para
la marcha de la sociedad, las decisiones de todos los días. No quiere decir que el
directorio esté constituido en sesión permanente, porque el directorio tiene un calendario
de reuniones ordinarias y puede ser convocado, bajo la observancia de ciertas
formalidades, para reuniones o sesiones extraordinarias. Pero el punto es que siempre
está a la mano de poder ser citado, y es el que adopta las decisiones más cruciales para
la marcha de la sociedad.
1. En primer lugar, se trata de un órgano colegiado. Vale decir, está constituido por
varios miembros. A lo menos tres, tratándose de las sociedades anónimas cerradas, y
a lo menos cinco, tratándose de las sociedades anónimas abiertas, pudiendo llegar a
ser hasta siete, si la sociedad anónima es abierta. Estas últimas deben designar al
menos un director independiente y constituir el comité de directores a que se refiere el
artículo 50 bis en relación al inciso final del art. 31, pero sólo en el caso que su patrimonio
bursátil sea igual o superior a 1.500.000 UF y a lo menos un 12,5% de sus acciones
emitidas con derecho a voto se encuentren en poder de accionistas que individualmente
controlen o posean menos del 10% de tales acciones. El directorio es colegiado,
además, porque sus poderes los ejerce como cuerpo u órgano. No se ejercen las
facultades del directorio por intermedio de los directores, sino que se ejercen como
cuerpo. Al respecto, el artículo 39 de la ley señala expresamente que las funciones de
director de una sociedad anónima no son delegables y se ejercen colectivamente en
sala legalmente constituida.
En cuanto a los integrantes del directorio, ellos pueden ser accionistas o no,
dependiendo exclusivamente de lo que al respecto digan los estatutos.
4. Otras de las características del directorio y, tal vez la más importante, es la que
señala el artículo 40 de la ley. El directorio es el organismo máximo de la sociedad,
investido de la facultad de efectuar todos los actos de administración ordinaria y
extraordinaria de la sociedad. Al respecto, el artículo 40 señala que el directorio de una
sociedad anónima la representa judicial y extrajudicialmente y para el cumplimiento del
objeto social, lo que no será necesario acreditar a terceros, está investido de todas las
facultades de administración y disposición que la ley o el estatuto no establezcan como
privativas de la junta general de accionistas, sin que sea necesario otorgarle poder
alguno especial, inclusive para aquellos actos o contratos respecto de los cuales las
leyes exijan esta circunstancia.
Ello implica que, en cuanto a las facultades del directorio, no es necesario, como
ocurría, por ejemplo, al redactar los estatutos de una sociedad colectiva o de una
sociedad de responsabilidad limitada, estipular cuáles son las facultades de los
administradores, porque aquí la regla del artículo 40 es al revés: se presume que el
directorio está investido de todas las facultades de administración y disposición, salvo
aquellas que el estatuto haya reservado para una junta.
• Los directores pueden ser remunerados o no, según lo determinen los estatutos. En
caso de serlo, la cuantía de sus remuneraciones será fijada anualmente por la junta
ordinaria de accionistas (artículo 33 de la ley). El artículo 35 del reglamento dispone que
en los casos en que los estatutos establezcan que los directores sean remunerados por
sus funciones, estas remuneraciones, que sólo podrán consistir en dieta por asistencia
de sesiones, participación en las utilidades o sumas periódicas determinadas, deberán
ser fijadas en forma anticipada por la junta ordinaria de accionistas que conozca del
ejercicio anterior.
Cualquiera otra remuneración de los directores por funciones o empleos distintos del
ejercicio de su cargo, deberá ser autorizada o aprobada por la junta de accionistas
(artículo 35 inciso final del reglamento).
3. Las personas encargadas reos o condenadas por delito que merezca pena aflictiva
o de inhabilitación perpetua para desempeñar cargos u oficios públicos y los fallidos o
los administradores o representantes legales de personas fallidas encargadas reos o
condenadas por delitos de quiebra culpable o fraudulenta y demás establecidos en la
legislación concursal.
4. Los corredores de bolsas y los agentes de valores, así como sus directores,
gerentes, ejecutivos principales y administradores. Esta restricción no se aplicará en las
bolsas de valores.
El director que adquiera una calidad que lo inhabilite para desempeñar dicho cargo o
que incurre en incapacidad legal sobreviniente, cesará automáticamente en él (inciso
segundo del artículo 37).
Los directores suplentes siempre pueden participar en las reuniones del directorio con
derecho a voz, y sólo tendrán derecho a voto cuando falten sus titulares.
A los directores suplentes les serán aplicables las normas establecidas para los
titulares, salvo excepción expresa en contrario o que de ellas mismas aparezca que no
les son aplicables.
314. Actos o contratos en los que uno o más directores tengan interés. Actos y
contratos con personas relacionadas
Esta materia se encontraba regulada por los artículos 42 Nº 5, 44, modificado por la
ley Nº 19.705, de 20 de diciembre de 2000, 89, 93 y 126, todos de la ley Nº 18.046. La
ley Nº 20.382 modificó el artículo 44, como asimismo introdujo los nuevos artículos 146,
147, 148 y 149.
Este conjunto de normas hace posible que las sociedades anónimas celebren actos y
contratos con personas que tienen influencia o injerencia en la administración de la
sociedad o en la propiedad de las acciones de ella, según más adelante se indica,
siempre que se cumpla con determinados requisitos.
Es necesario tener presente cuáles son los principios fundamentales en que se basa
nuestra normativa vigente. En este sentido, como principio rector, puede decirse que las
normas que regulan esta materia tienen por objeto impedir que personas relacionadas
con una sociedad anónima obtengan beneficios indebidos de ella, y que tratándose de
sociedades relacionadas se traspasen recursos de una sociedad a otra, mediante actos
o contratos que sean favorables a una de las empresas o sociedades relacionadas. En
este último caso, el espíritu de la legislación nacional es proteger los intereses de los
accionistas, ya que la composición accionaria de las sociedades relacionadas puede ser
distinta. Así, se busca evitar que se altere en forma artificial la situación económica de
las empresas, por conflictos de intereses resueltos en contra de ellas y a favor de las
personas relacionadas que indica la ley.
El inciso cuarto del mismo artículo señala que para los efectos de este artículo, se
entiende que es de monto relevante todo acto o contrato que supere el 1% del patrimonio
social, siempre que dicho acto o contrato exceda el equivalente a 2.000 UF, y en todo
caso, cuando sea superior a 20.000 UF. Se presume que constituyen una sola operación
todas aquellas que se perfeccionen en un período de 12 meses consecutivos por medio
de uno o más actos similares o complementarios, en los que exista identidad de partes,
incluidas las personas relacionadas u objeto.
En el caso de las sociedades anónimas abiertas, el artículo 147 regula cuándo una
sociedad anónima abierta puede celebrar operaciones con partes relacionadas. Para
estos efectos, se entiende que son operaciones con partes relacionadas de una
sociedad anónima abierta toda negociación, acto, contrato u operación en que deba
intervenir la sociedad y, además, alguna de las siguientes personas:
Asimismo, debe tenerse presente que el artículo 149 dispone que estas normas serán
aplicables tanto a las sociedades anónimas abiertas como a todas sus filiales, sin
importar la naturaleza jurídica de éstas.
Una sociedad anónima abierta sólo puede celebrar operaciones con partes
relacionadas cuando tengan por objeto contribuir al interés social, se ajusten en precio,
términos y condiciones a aquellas que prevalezcan en el mercado al tiempo de su
aprobación y cumplan con los siguientes requisitos y procedimientos que señala el
artículo 147:
3) Los acuerdos adoptados por el directorio para aprobar una operación con una parte
relacionada deben ser dados a conocer en la próxima junta de accionistas, debiendo
hacerse mención de los directores que la aprobaron. De esta materia se hará indicación
expresa en la citación a la correspondiente junta de accionistas.
4) En caso que la mayoría absoluta de los miembros del directorio deba abstenerse
en la votación destinada a resolver la operación, ésta sólo podrá llevarse a cabo si es
aprobada por la unanimidad de los miembros del directorio no involucrados o, en su
defecto, si es aprobada en junta extraordinaria de accionistas con el acuerdo de dos
tercios de las acciones emitidas con derecho a voto.
Sin perjuicio de lo anterior, el artículo 147 dispone que las siguientes operaciones con
partes relacionadas podrán ejecutarse sin los requisitos y procedimientos mencionados
precedentemente, previa autorización del directorio:
La ley establece una presunción simplemente legal contra los directores, en los casos
que se señalan, quienes deben responder solidariamente por los perjuicios causados a
la sociedad, accionistas y terceros.
En las elecciones que se efectúen en las juntas, los accionistas podrán acumular sus
votos en favor de una sola persona o distribuirlos en la forma que estimen conveniente,
y se proclamarán elegidos los que en una misma y única votación resulten con mayor
número de votos, hasta completar el número de cargos por proveer.
Si existieren directores titulares y suplentes, la sola elección del titular implicará la del
suplente que se hubiere nominado para aquél.
Por acuerdo unánime de los accionistas presentes con derecho a voto, se podrá omitir
la votación y elegirse por aclamación (artículo 66).
Hasta el momento hemos visto la designación del directorio provisorio, que se hace
por los socios fundadores del pacto social, y la designación del directorio definitivo, que
se hace por los accionistas en la junta de accionistas respectiva. Sin embargo, el
nombramiento de un director puede hacerlo el propio directorio. ¿Cuándo se produce
esto?
En otro términos, con un ejemplo, si hay una sociedad anónima en que los directores
son A, B y C, si se produce la vacancia de C y no hay suplente, el directorio puede
nombrar como director a D, pero aun cuando le falten dos años y medio de duración en
el cargo a los directores que permanecen en el directorio, que son A y B, resulta que
todos ellos A, B y D, van a cesar en el cargo en la próxima junta ordinaria de accionistas,
o sea, se anticipa la época de la renovación. No obstante ello, pueden ser reelegidas
las mismas personas.
Nombrado el director, por cualquiera de las formas que acabamos de ver, éste tiene
que aceptar su cargo. Se trata de un nombramiento sujeto a una condición suspensiva.
Esto de que se trata de una condición suspensiva surge de la lectura del inciso primero
del artículo 37 de la ley, que dice que la calidad de director se adquiere por la aceptación
expresa o tácita del cargo.
La aceptación expresa se da, por ejemplo, cuando el director elegido manda una carta
diciendo que ha tomado conocimiento de su designación como director y que acepta el
cargo. Eso no ocurre nunca. Lo normal es la aceptación tácita, que se produce por la
sola circunstancia de que el director nombrado concurra a la primera reunión que se
convoque, participe de ella y firme el acta. O sea, hay claramente la manifestación de
su voluntad de aceptar el cargo.
Si nada se dice en los estatutos, la ley dispone que en las sociedades anónimas
cerradas, el directorio no podrá estar integrado por menos de tres directores, ni por
menos de cinco, en las sociedades abiertas (artículo 31).
Sección Tercera
319. Constitución del directorio
Las reuniones del directorio se constituirán con la mayoría absoluta del número de
directores establecido en los estatutos y los acuerdos se adoptarán por la mayoría
absoluta de los directores asistentes con derecho a voto. En caso de empate, y salvo
que los estatutos dispongan otra cosa, decidirá el voto del que presida la reunión.
Los estatutos podrán establecer quórum superiores a los señalados (artículo 47 inciso
2º de la ley).
El inciso final del artículo 47 de la ley Nº 18.046, agregado por la ley Nº 19.705, de 20
de diciembre de 2000, dispone que se entenderá que participan en las sesiones aquellos
directores que, a pesar de no encontrarse presentes, están comunicados simultánea y
permanentemente a través de medios tecnológicos que autorice la Superintendencia,
mediante instrucciones de general aplicación. En este caso, su asistencia y participación
en la sesión serán certificadas bajo la responsabilidad del presidente o de quien haga
sus veces, y del secretario del directorio, haciéndose constar este hecho en el acta que
se levante de la misma. Esta modificación responde a la necesidad de aquellas
empresas cuyos directores constantemente se encuentran de viaje, por lo que su
asistencia a las sesiones resultaba complicada.
El artículo 40 del reglamento, sobre la materia, expresa que éstas se harán mediante
carta certificada a cada uno de los directores, a lo menos, con tres días de anticipación.
Este plazo puede reducirse a 24 horas, si la carta fuere entregada personalmente por
un notario público. La citación a sesión extraordinaria deberá contener una referencia
de la materia a tratarse y podrá omitirse si a la sesión concurriere la unanimidad de los
directores de la sociedad (artículo 40 inciso 2º del reglamento).
Los acuerdos del directorio podrán llevarse a efecto una vez aprobada el acta que los
contiene, lo que ocurrirá cuando así se haga en una sesión posterior o cuando el acta
se encuentre firmada por todos los directores que concurrieron a la sesión respectiva,
salvo las excepciones legales. Con todo, la unanimidad de los directores que
concurrieron a una sesión podrá disponer que los acuerdos adoptados en ella se lleven
a efecto sin esperar la aprobación del acta, de lo cual se dejará constancia en un
documento, firmado por todos ellos, que contenga el acuerdo adoptado.
El director que quiera salvar su responsabilidad por algún acto o acuerdo del
directorio, deberá hacer constar en el acta su oposición, debiendo darse cuenta de ello
en la próxima junta de accionistas por el que presida (artículo 48 de la ley). El reglamento
repite las mismas ideas (artículo 41).
La ley Nº 20.382 agregó que, salvo acuerdo unánime en contrario, las sesiones de
directorio de las sociedades anónimas abiertas deberán ser grabadas, por quien haga
las veces de secretario, en medios que permitan registrar fielmente el audio de las
deliberaciones. Dichas grabaciones deberán ser guardadas en reserva por la sociedad,
hasta la aprobación del acta respectiva por todos los directores que deban firmarla, y
puestas a disposición de los directores que deseen comprobar la fidelidad de las actas
sometidas a su aprobación. En caso de que un director estime que existen discrepancias
fundamentales y sustanciales entre el contenido de las actas y el de las grabaciones,
podrá solicitar que a ellas se incorporen literalmente sus propias palabras, según el
contenido de las grabaciones en los pasajes respectivos.
Por su parte, el artículo 42 del reglamento dispone que "el directorio está obligado a
designar una o más personas que individualmente en ausencia del gerente, la que no
será necesario acreditar por el interesado, pueda representar válidamente a la sociedad
en todas las notificaciones que se le practiquen".
El inciso 3º del artículo 10 de la Ley Nº 18.045 sobre Mercado de Valores agrega que,
no obstante lo anterior, con la aprobación de las tres cuartas partes de los directores en
ejercicio, podrá darse el carácter de reservados a ciertos hechos o antecedentes que se
refieran a negociaciones aún pendientes que al conocerse pueden perjudicar el interés
social.
Las decisiones y acuerdos a que se refiere esta norma deberán ser comunicados a la
Superintendencia al día siguiente hábil a su adopción, por los medios tecnológicos que
habilite la Superintendencia.
Puede decirse que ésta es, conjuntamente con el artículo 134, la otra disposición
penal de la Ley sobre Sociedades Anónimas, pero tiene el inconveniente de que no fija
la pena.
En relación con esa materia debemos recordar que se plantea el caso en que el
directorio presenta el balance general, la memoria y el estado de ganancias y pérdidas
a la junta general ordinaria de accionistas y la junta rechaza el nuevo balance por
segunda vez. Según el artículo 77 inciso 3º se entenderá revocado el directorio, sin
perjuicio de las responsabilidades que resulten. En la misma oportunidad se procederá
a la elección de uno nuevo.
El inciso final del artículo 77 señala que los directores que hubieren aprobado el
balance que motivó su revocación, quedarán inhabilitados para ser reelegidos por el
período completo siguiente.
Así como un directorio puede ser revocado sin expresión de causa, a su vez, los
directores pueden renunciar sin expresión de causa, y la sociedad no podría perseguir
una eventual responsabilidad por el hecho de haber renunciado. Tienen responsabilidad
y mucha los directores, pero por otras cosas, no por el hecho de renunciar.
Si por cualquier causa o motivo la junta en que debe efectuarse la renovación total del
directorio no se lleva a cabo, se entiende prorrogado el mandato de los directores por
todo el tiempo que transcurra hasta que, efectivamente, se reúna la junta de accionistas
correspondiente para hacer la elección. En este caso, el directorio está obligado a
convocar, dentro del plazo de treinta días, a la junta que deba efectuar el reemplazo.
Así lo dispone el artículo 34 de la Ley de Sociedades Anónimas.
Los miembros del directorio deben ser anotados en un libro de registro que debe llevar
la sociedad anónima y que usualmente está en manos del gerente. La norma que rige
esta materia es el artículo 135 de la ley, que contempla que dentro de ese mismo registro
se lleve también el nombre del presidente de la sociedad, del gerente o liquidadores en
su caso, y en ese libro, que es registro público, debe constar la fecha en que se inician
y terminan sus funciones. Este registro público constituye un medio de prueba, puesto
que las designaciones que consten en dicho registro harán plena fe en contra de la
sociedad, sea en favor de accionistas o de terceros. La existencia de este libro registro
está respaldada por una norma que establece que los directores, gerentes y liquidadores
serán solidariamente responsables de los perjuicios que causaren a los accionistas y a
terceros, con ocasión de la falta de fidelidad o vigencia de las informaciones que
contiene este libro de registro público.
Sección Cuarta
330. El gerente
La designación del gerente corresponde al directorio. Pueden ser uno o más gerentes.
El artículo 49 de la ley dispone que las sociedades anónimas tendrán uno o más
gerentes designados por el directorio, el que fijará sus atribuciones y deberes, pudiendo
sustituirlos a su arbitrio.
Al gerente se le aplican, especialmente, las disposiciones de los artículos 35, 36, 37,
41, 42, 43, 44, 45 y 46, según el caso.
Sección Quinta
331. De las juntas de accionistas. Nociones generales
Las primeras se celebrarán una vez al año, en la época fija que determinen los
estatutos, para decidir respecto de las materias propias de su conocimiento, sin que sea
necesario señalarlas en la respectiva citación. Naturalmente, se estipula celebrarlas
durante el primer cuatrimestre del año, que es lo mismo que ocurre a falta de
estipulación (artículo 4º Nº 7) para permitir así, que puedan aprobar el balance que debe
servir de base a la declaración anual de impuestos.
Las juntas extraordinarias pueden celebrarse en cualquier tiempo, cuando así lo exijan
las necesidades sociales, para decidir respecto de cualquiera materia que la ley o los
estatutos entreguen al conocimiento de las juntas de accionistas, y siempre que tales
materias se señalen en la citación correspondiente. En todo caso, si a una junta
extraordinaria le corresponde pronunciarse sobre materias propias de una junta
ordinaria, el funcionamiento y acuerdo se sujetará en lo pertinente a los quórum
aplicables a las juntas ordinarias (artículo 55 inciso final).
Se puede observar que, a través de esta función, la junta ordinaria, y con ello los
accionistas, toma conocimiento del desarrollo de los negocios de la empresa. A través
de la aprobación o rechazo de la memoria, del balance, etc., los accionistas tienen la
posibilidad de manifestar su opción frente a las informaciones que se le presenten a
través de estos instrumentos. En todo caso, se debe tener presente que la aprobación
otorgada por la junta de accionistas a la memoria y balance presentados por el directorio
o a cualquier otra cuenta o información general, no libera a los directores de la
responsabilidad que les corresponda por actos o negocios determinados; ni la
aprobación específica de éstos los exonera de aquella responsabilidad, cuando se
hubieren celebrado o ejecutado con culpa leve, grave o dolo (artículo 41 inciso final, ley
Nº 18.046).
Los directores que hubieren aprobado el balance que motivó su revocación, quedarán
inhabilitados para ser reelegidos por el período completo siguiente (artículo 77, ley
Nº 18.046).
Según la ley, es la junta ordinaria de accionistas la que tiene atribuciones para aprobar
la distribución de las utilidades de cada ejercicio y el reparto de dividendos. Para el caso
de que la junta no acuerde la forma de reparto de dividendos, el silencio lo llena el
artículo 79, y para ello distingue entre sociedades anónimas abiertas y cerradas.
a) En las sociedades anónimas abiertas, salvo acuerdo diferente adoptado por la junta
respectiva, por la unanimidad de las acciones emitidas, se deberá distribuir anualmente
como dividendo en dinero a sus accionistas, a prorrata de sus acciones o en la
proporción que establezcan los estatutos, si hubiere acciones preferidas, a lo menos, el
30% de las utilidades líquidas de cada ejercicio.
Debe tenerse presente que los dividendos deben pagarse en dinero efectivo, salvo
acuerdo diferente adoptado en la junta respectiva por la unanimidad de las acciones
emitidas (artículo 82).
En las sociedades anónimas abiertas, la ley establece para los accionistas un derecho
de opción en la medida en que estas sociedades puedan cumplir con la obligación de
pagar dividendos, en lo que exceda a los mínimos obligatorios, sean éstos legales o
estatutarios, otorgando opción a los accionistas para recibirlos en:
a) Dinero,
En todo caso, el artículo 85 del reglamento dispone que por acuerdo de la unanimidad
de las acciones emitidas, adoptado en la junta respectiva, podrá resolverse el pago de
dividendos opcionales, conforme al procedimiento que en ese mismo acuerdo se
determine. No obstante lo anterior, las sociedades anónimas abiertas podrán ofrecer
dividendos opcionales de conformidad a normas específicas que se contienen en los
artículos 86, 87, 88, 89, 90, 91, 93, 94, 95, 96, 97, 98 y 99 del reglamento.
Esta materia la vimos al tratar el directorio y nos remitimos a lo allí expuesto; sólo
cabe agregar que existe un caso en la ley en que el directorio no es elegido por la junta
ordinaria. Este caso se refiere a la designación que se hace en la escritura de
constitución de la sociedad, en que debe efectuarse la "designación de los integrantes
del directorio provisorio" (artículo 4º número 11 de la ley).
El artículo 111 establece que la comisión liquidadora estará formada por tres
liquidadores, salvo unánime acuerdo en contrario de las acciones emitidas con derecho
a voto, o en caso en que la disolución se decrete por sentencia ejecutoriada, caso en el
cual la liquidación se practicará por un solo liquidador, elegido por la junta general
ordinaria de accionistas de una quina que le presentará el tribunal, en aquellos casos
en que la ley no encomiende dicha función a la Superintendencia o a otra autoridad
(artículo 110).
El artículo 112 inciso final dispone que a los liquidadores les serán aplicables, en lo
que corresponda, los artículos de esta ley referentes a los directores.
4. En general, cualquiera materia de interés social que no sea propia de una junta
extraordinaria.
Estas juntas no se reúnen en forma periódica, sino que, como lo expresa la ley,
pueden celebrarse en cualquier tiempo, cuando así lo exijan las necesidades sociales
para decidir respecto de cualquier materia que la ley o los estatutos entreguen al
conocimiento de las juntas de accionistas y siempre que tales materias se señalen en la
citación correspondiente.
1. La disolución de la sociedad;
2. La transformación, fusión o división de la sociedad y la reforma de los estatutos;
Este número fue sustituido por el que aparece en el texto, por la ley Nº 20.382. Por su
parte, el artículo 67 en su inciso segundo establece las materias cuyos acuerdos
requieren, para ser adoptados, del voto conforme de las dos terceras partes de las
acciones emitidas con derecho a voto. El número 9 de dicho inciso y artículo se refiere
a la enajenación de 50% o más de su activo, sea que incluya o no su pasivo, lo que se
determinará conforme al balance del ejercicio anterior, y la formulación o modificación
de cualquier plan de negocios que contemple la enajenación de activos por un monto
que supere el porcentaje antedicho; la enajenación de 50% o más del activo de una filial,
siempre que ésta represente al menos un 20% del activo de la sociedad, y cualquier
enajenación de sus acciones que implique que la matriz pierda el carácter de
controlador;
6. Las demás materias que por la ley o por los estatutos, correspondan a su
conocimiento o a la competencia de las juntas de accionistas.
Todos los asuntos que implican reforma de estatutos son materia de junta general
extraordinaria. Por ello, las materias referidas en los números 1, 2, 3 y 4 sólo pueden
acordarse en juntas celebradas ante notario, quien deberá certificar que el acta es
expresión fiel de lo ocurrido y acordado en la reunión.
335. Facultades del directorio para convocar las juntas ordinarias o extraordinarias
El artículo 58 de la ley dispone que las juntas serán convocadas por el directorio de
la sociedad.
La iniciativa, no obstante, para convocar a las juntas de accionistas está regulada por
la ley. En efecto, el mencionado artículo contempla los siguientes casos:
1. El directorio deberá convocar a junta ordinaria, por lo menos, una vez al año, y ésta
debe efectuarse dentro del cuatrimestre siguiente a la fecha del balance, con el objeto
de conocer todos los asuntos de su competencia.
Pero la iniciativa para provocar una junta ordinaria o extraordinaria puede ser de los
accionistas o de la Superintendencia de Valores, en su caso. La iniciativa la toman los
accionistas o la Superintendencia, pero la convocatoria debe hacerla el directorio, salvo
el caso en que la Superintendencia, según sus facultades, la convoque directamente,
según veremos.
Es así como el directorio deberá convocar:
La ley Nº 20.382 agregó a esta norma que, en el caso de las sociedades anónimas
cerradas, si el directorio no ha convocado a junta cuando corresponde, accionistas que
representen, a lo menos, el 10% de las acciones emitidas con derecho a voto, podrán
efectuar la citación a junta ordinaria o extraordinaria, según sea el caso, mediante la
publicación de un aviso en un diario de circulación nacional, en el cual expresarán la
fecha y hora en que se llevará a cabo y los asuntos a tratar en la junta.
Existen normas comunes para las sociedades anónimas abiertas y cerradas; otras
son especiales para las sociedades abiertas y las cerradas.
f) Los avisos de la segunda citación sólo podrán publicarse una vez que hubiere
fracasado la junta a efectuarse en primera citación y, en todo caso, la nueva junta deberá
ser citada para celebrarse dentro de los 45 días siguientes a la fecha fijada para la junta
no efectuada (artículo 61 inciso 2º de la ley).
a) Sin perjuicio de los avisos que deben publicarse, conforme a lo expuesto, deberá
además enviarse una citación por correo a cada accionista, con una anticipación de 15
días a la fecha de la celebración de la junta, la que deberá contener una referencia a las
materias a ser tratadas en ella e indicación de la forma de obtener copias íntegras de
los documentos que fundamentan las diversas opciones sometidas a su voto, los que
deberán, además, ponerse a disposición de los accionistas en el sitio en internet de las
sociedades que dispongan de tales medios. La omisión de esta obligación no afectará
la validez de la citación, pero los directores, liquidadores y gerentes de la sociedad
infractora responderán de los perjuicios que causaren a los accionistas, sin perjuicio de
las sanciones administrativas que la Superintendencia pueda aplicarles (artículo 59
inciso final de la ley).
b) En una fecha no posterior a la del primer aviso de una convocatoria para la junta
ordinaria, el directorio deberá poner a disposición de cada uno de los accionistas
inscritos en el respectivo registro, una copia del balance y de la memoria de la sociedad,
incluyendo el dictamen de los auditores y sus notas respectivas. En las sociedades
anónimas cerradas, el envío de la memoria y balance se efectuará sólo a aquellos
accionistas que así lo soliciten (artículo 75 incisos 1º y 2º de la ley).
c) La memoria que se envía a los accionistas incluirá como anexo una síntesis fiel de
los comentarios, títulos y proposiciones que formulen el comité de directores, en su
caso, y accionistas que posean o representen al 10% o más de las acciones emitidas
con derecho a voto, relativas a la marcha de los negocios sociales y siempre que dicho
comité o accionistas así lo soliciten (artículo 74 inciso 3º de la ley).
d) En toda información que envíe el directorio a los accionistas en general, con motivo
de la citación, solicitudes de poder, fundamentación de sus decisiones y otras materias
similares, deberán incluirse los comentarios y proposiciones pertinentes que hubieren
formulado el comité o los accionistas que representan al 10% o más de las acciones
emitidas con derecho a voto.
Esta misma idea está repetida en el artículo 84 inciso primero del reglamento.
Deben tenerse presente las formalidades comunes que ya hemos visto, a las que
debe agregarse aquella que consiste en que se enviará la memoria y el balance a los
accionistas que los solicitan. No existe plazo para ello.
Los accionistas participan en las juntas ejerciendo su derecho de voz y voto. El artículo
62 dispone que solamente podrán participar en las juntas y ejercer su derecho de voz y
voto, los titulares de acciones inscritas en el Registro de Accionistas con cinco días de
anticipación a aquel en que haya de celebrarse la respectiva junta. Sin perjuicio de lo
anterior, la ley Nº 20.382 agregó que, tratándose de una sociedad anónima cerrada,
podrán participar en la junta todos los accionistas que al momento de iniciarse ésta
figuraren como accionistas en el respectivo registro.
Los accionistas que reúnan los requisitos legales podrán participar en la junta en
forma personal o representados.
Al respecto, el artículo 64 de la ley dispone que los accionistas podrán hacerse
representar en las juntas por medio de otra persona, aunque ésta no sea accionista. La
representación deberá conferirse por escrito, por el total de las acciones de las cuales
el mandante sea titular a la fecha señalada en el artículo 62, esto es, por el total de las
acciones que el accionista tenga inscritas a su nombre, con cinco días de anticipación
a aquel en que haya de celebrarse la junta o, tratándose de una sociedad anónima
cerrada, por todas las que al momento de iniciarse ésta figuraren en el respectivo
registro.
El artículo 63 del reglamento establece las menciones que debe contener el poder.
Estas son las siguientes:
6. Declaración de que el poder sólo podrá entenderse revocado por otro que se
otorgue con fecha posterior;
Los poderes pueden otorgarse por escritura pública o privada. Los poderes otorgados
por escritura pública contendrán, a lo menos, las menciones de los números 1, 2 y 3,
señaladas precedentemente.
Los poderes no otorgados por escritura pública no podrán contener otras menciones
que las exigidas en el artículo 63 del reglamento, y si se incluyeren, se tendrán por no
escritas. Así lo establece el inciso final del mencionado artículo.
a) En los poderes no otorgados por escritura pública, el lugar, fecha y el nombre del
mandatario, deberán ser llenados de puño y letra por el poderdante.
Los poderes otorgados para una junta de accionistas que no se celebrare en primera
citación por la falta de quórum, defectos en su convocatoria o suspensión dispuesta por
el directorio o la Superintendencia, en su caso, valdrán para la que se celebre en su
reemplazo. Esta norma sólo se aplicará cuando la junta de segunda citación o de
reemplazo citada para tratar las mismas materias, se celebre dentro de los 45 días
siguientes a la fecha fijada para la junta no efectuada (artículo 65 del reglamento y
artículo 61 inciso 2º de la ley).
2. Los poderes repetidos, entendiéndose por tales aquellos otorgados por un mismo
accionista más de una vez.
3. Los poderes que algún accionista objetare específica y fundadamente (artículo 67).
En las sociedades en que haya muchos accionistas, este procedimiento puede ser
largo y tedioso. Por ello la ley estableció que la calificación podrá prepararse con
anticipación de hasta tres días al día de la junta, si así se hubiere anunciado previamente
en algunos de los avisos de la convocatoria.
De acuerdo al artículo 21 de la ley, cada accionista dispone de un voto por cada acción
que posea o represente. Sin embargo, los estatutos podrán contemplar series de
acciones preferentes sin derecho a voto o con derecho a voto limitado. No podrán
establecerse series de acciones con derecho a voto múltiple. Así lo dispone el inciso
segundo del artículo 21 de la ley.
Los titulares de acciones sin derecho a voto podrán participar en las juntas generales
con derecho a voz (inciso segundo del artículo 62).
Los accionistas titulares de acciones con derecho a voto limitado sólo tendrán derecho
a voz y voto en aquellas materias que según la convención puedan ejercerlo.
a) El embargo sobre las acciones no priva a su dueño del pleno ejercicio de los
derechos sociales, por lo que puede perfectamente ejercer su derecho a voto. De
acuerdo al artículo 23 de la ley, solamente queda inhibido de ejercer el derecho de libre
cesión de las acciones, el que queda sometido a las restricciones establecidas en el
derecho común. Esta regla es sólo una aplicación del artículo 1464 del Código Civil.
d) En caso de que una o más acciones pertenezcan en común a varias personas, los
codueños estarán obligados a designar un apoderado de todos ellos para actuar ante la
sociedad.
Esta es una regla básica contenida en el inciso final del artículo 23 de la ley,
disposición que al no distinguir hace aplicable también la regla que, para los efectos del
ejercicio del derecho a voto, impone a los dueños comunes de una o varias acciones la
designación de un apoderado para actuar ante la sociedad, ciñéndose para estos
efectos a las disposiciones sobre representación y poderes que ya hemos estudiado
precedentemente.
De acuerdo con la ley o con los estatutos, pueden existir acciones sin derecho a voto
o con derecho a voto limitado (artículo 21 inciso 1). Además de éstas, no tienen derecho
a voto las siguientes:
En efecto, conforme al artículo 27 inciso 2º, mientras las acciones sean de propiedad
de la sociedad, no se computarán para la constitución del quórum en las asambleas de
accionistas y no tendrán derecho a voto, dividendo o preferencia en la suscripción de
aumentos de capital.
Cuando haya cesado uno de los hechos mencionados, esas acciones deberán
considerarse nuevamente para los fines antes señalados (artículo 68 parte final).
En todo caso, debemos tener presente que para la constitución de las juntas,
ordinarias o extraordinarias, no se consideran las acciones sin derecho a voto, las
acciones con derecho a voto limitado en aquellas materias que no tienen derecho a voto,
las acciones de que sea dueña la sociedad y las acciones que pertenezcan a accionistas
que no hayan cobrado dividendos durante cinco años o más ni asistido a las juntas de
accionistas que se hubieren celebrado.
El artículo 61 de la ley, en la parte final de su inciso primero, dispone que los acuerdos
de junta se adoptarán por la mayoría absoluta de las acciones presentes o
representadas con derecho a voto.
Esta mayoría, que constituye la regla general, se requiere para aquellos asuntos de
ordinaria ocurrencia en la sociedad, que son los que ordinaria pero no exclusivamente,
se resuelven en junta ordinaria.
Sin embargo, hay acuerdos que requieren del voto conforme de las dos terceras
partes de las acciones emitidas con derecho a voto.
La ley Nº 18.046, en el artículo 67 inciso 2º, dispone que requerirán del voto conforme
de las dos terceras partes de las acciones emitidas con derecho a voto, los acuerdos
relativos a las siguientes materias:
Recordemos, por último, que de acuerdo con lo que dispone el art. 57, los acuerdos
que se refieran a los puntos indicados en los números 1, 3, 9, 11 y 15 deben ser
aprobados en junta extraordinaria de accionistas realizada en presencia de un notario
público que deberá certificar al final del acta, tanto su presencia, como el que dicha acta
sea fiel reflejo de lo discutido y aprobado en la junta.
El artículo 66 de la ley dispone que en las elecciones que se efectúen en las juntas,
los accionistas podrán acumular sus votos en favor de una sola persona o distribuirlos
en la forma que estimen conveniente y se proclamará elegidos a los que en una misma
y única votación resulten con mayor número de votos, hasta completar el número de
cargos por proveer.
Las juntas son presididas por el presidente del directorio o por quien haga sus veces
y actuará como secretario el titular de este cargo, cuando lo hubiere, o el gerente en su
defecto (artículo 61 inciso final de la ley y 72 inciso primero del reglamento).
Los concurrentes a las juntas firmarán una hoja de asistencia, en la que se indicará a
continuación de cada firma el número de acciones que el firmante posee, el número de
las que representa y el nombre del representado.
Además, siempre que la ley ordene a un accionista emitir su voto de viva voz, se
entenderá cumplida esta obligación cuando la emisión del mismo se haga por uno de
los sistemas de votación simultánea o secreta y con publicidad posterior referida
precedentemente. Cuando en el ejercicio de la facultad mencionada anteriormente, la
junta, por la unanimidad de los presentes, haya aprobado una modalidad diferente, dicho
accionista deberá emitir en todo caso su voto de viva voz, de lo cual se dejará constancia
en el acta de la junta.
f) En caso de elecciones, el presidente proclamará elegidos a los que resulten con las
primeras mayorías, hasta completar el número que corresponde elegir.
Es importante tener presente que cuando se reduce a escritura pública el acta de una
junta de accionistas no es necesario transcribir el nombre de los asistentes, bastando
que el notario certifique su número y el total de acciones que poseían y representaban,
conforme al texto de la misma (artículo 75 del reglamento).
5. Se entiende aprobada el acta desde el momento de su firma por las personas que
correspondan y desde esa fecha se pueden llevar a efecto los acuerdos a que se refiere.
Si alguna de las personas designadas para firmar el acta estima que ella adolece de
inexactitudes u omisiones tiene derecho a estampar, antes de firmar, las salvedades
correspondientes (inciso tercero del artículo 72).
Lo anterior es sin perjuicio de las atribuciones que sobre estas materias competen a
la Superintendencia respecto de las entidades sometidas a su control.
Sección Primera
En las sociedades abiertas, la memoria incluirá como anexo una síntesis fiel de los
comentarios y proposiciones que formulen el comité de directores, en su caso, y
accionistas que posean o representen el 10% o más de las acciones emitidas con
derecho a voto, relativas a la marcha de los negocios sociales y siempre que dichos
accionistas así lo soliciten (artículo 74 inciso 3º).
El artículo 73, en todo caso, establece que los asientos contables de la sociedad se
efectuarán en registros permanentes y de conformidad con principios de contabilidad de
aceptación general.
Para estos efectos podrá impartirles instrucciones y adoptar las medidas tendientes a
corregir las deficiencias que observe y, en general, las que estime necesarias en
resguardo de los accionistas, inversionistas, aseguradores y del interés público.
Las juntas ordinarias, que se celebran una vez al año en la época fija que determinen
los estatutos, deciden respecto de las materias propias de su conocimiento, sin que sea
necesario señalarlas en las respectivas citaciones (artículo 55 inciso 2º de la ley).
El artículo 56, por su parte, dispone que es materia de la junta ordinaria la aprobación
o rechazo de la memoria, del balance, de los estados y demostraciones financieras
presentadas por el directorio o los liquidadores de la sociedad.
En relación con este tema, el artículo 77 agrega que la junta de accionistas llamada a
decidir sobre un determinado ejercicio, no podrá diferir su pronunciamiento respecto de
la memoria, balance general y estados de ganancias y pérdidas que le hayan sido
presentados, debiendo resolver de inmediato sobre su aprobación, modificación o
rechazo y sobre el monto de los dividendos que deberán pagarse dentro de los plazos
establecidos en el artículo 81 de esta ley.
350. Situaciones que pueden presentarse con motivo del pronunciamiento de las
juntas sobre la memoria y balance
La junta de accionistas que tiene que decidir sobre un determinado ejercicio, puede
adoptar tres actitudes:
Los directores que hubieren aprobado el balance que motivó su revocación, quedarán
inhabilitados para ser reelegidos por el período completo siguiente. Esta disposición
debe entenderse en concordancia con el artículo 35, que dispone que no pueden ser
directores de una sociedad anónima las personas afectadas por la revocación a que se
refiere el artículo 77 de la ley. Finalmente, el artículo 56 dispone que es materia de la
junta ordinaria pronunciarse sobre la revocación de los miembros titulares y suplentes
del directorio.
El artículo 37 del reglamento repite la idea al decir que el rechazo del balance que
provoca la revocación de pleno derecho de los directores que aprobaron su proposición
a la junta, origina la inhabilidad de éstos para ser titulares o suplentes en la misma
sociedad por el período completo siguiente.
Sección Segunda
351. De los dividendos. Concepto
Con todo, si la sociedad tiene pérdidas acumuladas, las utilidades del ejercicio se
destinarán primeramente a absorberlas. Del mismo modo, si hay pérdidas en un
ejercicio, éstas serán absorbidas con las utilidades que hay retenidas.
Las disposiciones legales son de toda lógica, porque no puede pretenderse distribuir
utilidades si hay pérdidas. La pérdida consiste básicamente en que los gastos del
ejercicio no alcanzan a cubrirse con las ganancias de la sociedad. Si los gastos son
iguales a las ganancias y aquéllos se pagan con éstas, no habrá utilidades. Si aun más,
los gastos u obligaciones exceden a lo que se recibe por ingresos y deben cubrirse con
el capital, entonces debe hablarse de pérdidas. Es por eso que la ley prohíbe repartir
utilidades si hay pérdidas acumuladas, las que se pagarán con las utilidades del ejercicio
(artículo 78).
c) Dividendos provisorios;
d) Dividendos eventuales;
e) Dividendos definitivos;
f) Dividendos opcionales.
Analizaremos cada uno de estos tipos de dividendos que contempla la ley en los
números que siguen.
Son los que por disposición de la ley deben ser distribuidos obligatoriamente por la
sociedad anualmente a los accionistas; esta distribución se hace a prorrata de las
acciones o en la proporción que fijen los estatutos si hay acciones preferidas (artículo
79).
Las sociedades abiertas deben distribuir, a lo menos, el 30% de las utilidades líquidas
de cada ejercicio. Esta norma puede modificarse por acuerdo diferente adoptado en la
junta ordinaria, por unanimidad de las acciones emitidas. En todo caso, el reparto debe
ser a prorrata de las acciones o en la proporción fijada para las acciones preferidas.
Son los que se acuerda distribuir por la junta ordinaria sobre los mínimos obligatorios,
sean éstos legales o estatutarios, y deben pagarse "dentro del ejercicio en que se adopte
el acuerdo y en la fecha que ésta determine o en la que fije el directorio, si la junta le
hubiere facultado al efecto" (inciso segundo del artículo 81).
Las facultades de la junta y del directorio, en su caso, están limitadas a los casos en
que hubiere pérdidas, según el artículo 78.
Son aquellos que se pagan con cargo a las utilidades del ejercicio y durante el mismo,
por acuerdo del directorio y bajo la personal responsabilidad de los directores que
concurran al acuerdo respectivo (artículo 79 inciso 2º). Es indispensable tener presente
a este respecto que el directorio, para acordar el pago de dividendos provisorios, deberá
estar cierto de que existirán utilidades a repartir en el balance. Por eso es que la misma
disposición legal advierte que estos dividendos pueden distribuirse "siempre que no
hubieren pérdidas acumuladas".
356. Dividendos eventuales
Son dividendos eventuales la parte de las utilidades que se destina para el pago de
dividendos en ejercicios futuros. A éstos se refiere el artículo 80 inciso 1º parte final. Son
eventuales porque su efectiva distribución está sometida a la condición de que no se
produzcan en el futuro pérdidas que hayan de absorberse con ellos.
Están tratados en los artículos 82 de la ley y 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92 y 93 del
reglamento.
En síntesis, puede afirmarse que éstos sólo proceden en las sociedades anónimas
abiertas, las que pueden cumplir con la obligación de distribuir dividendos, en lo que
excede a los mínimos obligatorios, sean legales o estatutarios, otorgando opción a sus
accionistas para recibirlos en dinero, en acciones liberadas de la propia emisión o en
acciones de sociedades anónimas abiertas de que la sociedad sea titular.
Esta fórmula se explica porque la ley establece, como regla general, que los
dividendos deben pagarse en dinero, salvo acuerdo diferente adoptado en la junta
ordinaria por la unanimidad de las acciones emitidas.
En los dividendos opcionales se otorga una opción a los accionistas para recibirlos en
acciones, sean liberadas de pago o en acciones de otras sociedades anónimas abiertas.
3. La opción en que se ofrezcan acciones sólo podrá hacerse con aquellas de que la
sociedad sea titular o con aquellas que corresponden a una emisión con cargo a un
aumento de capital ya legalizado.
Los artículos 94, 95, 96, 97 y 98 del reglamento establecen este mismo derecho de
opción para los accionistas cuando se trata del pago de repartos opcionales durante el
período de liquidación.
El artículo 94 inciso 2º establece que las sociedades también podrán ofrecer repartos
opcionales durante la liquidación de conformidad a la ley, a los artículos 87 y 89 del
reglamento y a las normas que se consignan en los artículos 95, 96, 97, 98 y 99.
El pago de los dividendos adicionales que acordara la junta se hará dentro del ejercicio
en que se adopte el acuerdo, y en fecha que aquélla determine o en la que fije el
directorio, si la junta le hubiera facultado al efecto.
El artículo 80 dispone que la parte de las utilidades que no sea destinada a dividendos
pagaderos durante el ejercicio, sea como dividendos mínimos obligatorios o adicionales,
puede ser capitalizada en cualquier tiempo, previa reforma de los estatutos, por medio
de la emisión de acciones liberadas de pago. Este tema está tratado a propósito del
aumento de capital, y nos remitimos a lo expuesto.
363. Destino de los dividendos y demás beneficios en efectivo no reclamados por los
accionistas
364. Generalidades
Por lo tanto, el órgano que tiene la máxima función fiscalizadora es la propia junta
general de accionistas.
Los inspectores de cuenta o auditores externos deberán también informar por escrito
a la próxima junta ordinaria sobre el cumplimiento de su mandato.
Los inspectores de cuenta podrán también vigilar las operaciones sociales y fiscalizar
las actuaciones de los administradores y el fiel cumplimiento de sus deberes legales,
reglamentarios y estatutarios.
Los inspectores de cuenta deberán ser personas naturales, mayores de edad, libres
administradores de sus bienes, que no hayan sido condenados por delito que merezca
pena aflictiva. Los estatutos sociales pueden establecer otros requisitos (artículo 43 del
reglamento).
Los inspectores de cuenta pueden concurrir a las juntas generales de accionistas con
derecho a voz, pero sin derecho a voto, salvo que éstos sean accionistas de la sociedad
de que se trata, caso en el cual tendrán derecho a voto en razón de esta última calidad.
No pueden ser inspectores de cuenta los directores o liquidadores de la sociedad, los
gerentes y demás trabajadores de ésta (artículos 44 y 45 del reglamento).
Los inspectores de cuenta responderán hasta de la culpa leve por los perjuicios que
causaren a los accionistas con ocasión de sus actuaciones e informes (artículo 46 del
reglamento).
También podrán hacer auditoría externa los contadores con, a lo menos, cinco años
de ejercicio profesional.
Los auditores externos deberán ser libres administradores de sus bienes y no haber
sido condenados por delito que merezca pena aflictiva.
La ley Nº 20.382 dispuso en el artículo 53, que los inspectores de cuentas y auditores
externos que no se encuentren regidos por el Título XXVIII de la ley Nº 18.045, no
estarán sometidos a la fiscalización de la Superintendencia, excepto para efectos de su
incorporación o exclusión del Registro de Inspectores de Cuenta y Auditores Externos
que dicha entidad establecerá. El reglamento determinará los requisitos de idoneidad
profesional o técnica, así como las inhabilidades o causales en virtud de las cuales
dichos inspectores de cuentas y auditores externos podrán ser incorporados y excluidos
del mencionado registro, o bien, rechazada su inscripción en el mismo. De las
decisiones que al respecto tome la Superintendencia, se podrá reclamar ante el juez de
letras conforme a lo previsto en el artículo 30 del decreto ley Nº 3.538, de 1980, en lo
que fuere aplicable. El tribunal podrá suspender la ejecución de lo resuelto por la
Superintendencia, cuando su aplicación en el intertanto pueda provocar un daño
irreparable al reclamante. Conforme al artículo 5º transitorio de la ley Nº 20.382, la
obligación de incorporación de este registro entrará en vigencia el 1 de enero de 2011.
Debe recordarse, conforme al artículo 54, que los informes de los inspectores de
cuenta o de los auditores externos, en su caso, en las sociedades anónimas cerradas,
deberán quedar a disposición de los accionistas para su examen en la oficina de la
administración de la sociedad, durante los 15 días anteriores a la fecha señalada para
la junta de accionistas. Los accionistas sólo podrán examinar dichos documentos en el
término señalado.
Con la aprobación de las tres cuartas partes de los directores en ejercicio podrá darse
el carácter de reservado a ciertos documentos que se refieren a negociaciones aún
pendientes que al conocerse pudieran perjudicar al interés social. Los directores que
dolosa o culpablemente concurran con su voto favorable a la declaración de reserva,
responderán solidariamente de los perjuicios que ocasionaren (artículo 54).
Éstos, al igual que los inspectores de cuenta, tienen la obligación de informar por
escrito a la próxima junta ordinaria de accionistas sobre el cumplimiento de su mandato.
Los estatutos podrán establecer, también, en forma permanente o transitoria, la
existencia de inspectores de cuenta para los fines y con las facultades indicadas, en las
sociedades anónimas abiertas (artículo 52 de la ley).
El artículo 4º letras j), k) y l) del D.L. Nº 3.538, que contiene la ley orgánica de la
Superintendencia de Valores y Seguros, establece las funciones de la Superintendencia
en relación con los auditores externos e inspectores de cuenta de las sociedades
anónimas abiertas.
a) Auditoría interna.
c) Teneduría de libros.
Toda empresa de auditoría externa podrá prestar sus servicios a los emisores de
valores y a las sociedades anónimas abiertas y especiales, siempre que ella, los socios
que suscriban los informes de auditoría, los encargados de dirigir la auditoría y todos los
miembros del equipo de auditoría, tengan independencia de juicio respecto de la entidad
auditada y cumplan con las disposiciones del Título XXVIII de la Ley de Mercado de
Valores. Al respecto, el artículo 243 de la Ley de Mercado de Valores presume que
carecen de independencia de juicio respecto de una sociedad auditada, las siguientes
personas naturales que participen de la auditoría externa:
c) Las que posean valores emitidos por la entidad auditada o por cualquier otra entidad
de su grupo empresarial o valores cuyo precio o resultado dependa o esté condicionado,
en todo o en parte significativa, a la variación o evolución del precio de dichos valores.
Se considerarán para estos efectos, los valores que posea el cónyuge y también las
promesas, opciones y los que haya recibido éste en garantía.
e) Las que tengan o hayan tenido durante los últimos doce meses una relación laboral
o relación de negocios significativa con la entidad auditada o con alguna de las
entidades de su grupo empresarial, distinta de la auditoría externa misma o de las otras
actividades realizadas por la empresa de auditoría externa, de conformidad con la Ley
de Mercado de Valores.
b) Si, en forma directa o a través de otras entidades, posee valores emitidos por la
entidad auditada o por cualquier otra entidad de su grupo empresarial.
El artículo 241 de la Ley de Mercado de Valores impide que sean socios de una
empresa de auditoría las siguientes personas:
c) Informar a la entidad auditada, dentro de los dos primeros meses de cada año, si
los ingresos obtenidos de ella, por sí sola o junto a las demás entidades del grupo al
que ella pertenece, cualquiera sea el concepto por el cual se hayan recibido tales
ingresos, e incluyendo en dicho cálculo aquellos obtenidos a través de sus filiales y
matriz, superan el 15% del total de ingresos operacionales de la empresa de auditoría
externa correspondientes al año anterior. En el caso de las sociedades anónimas
abiertas, tras dicho aviso, los servicios de auditoría externa sólo podrán ser renovados
por la junta ordinaria de accionistas por dos tercios de las acciones con derecho a voto
y así en todos los ejercicios siguientes, mientras los ingresos de la empresa de auditoría
externa superen el porcentaje indicado.
Además, dicha inscripción podrá ser cancelada o suspendida hasta por el plazo de un
año en la misma forma señalada precedentemente, cuando las empresas de auditoría
externa sean responsables de:
Sección Primera
368. Concepto de división de una sociedad anónima
Por la división de una sociedad se produce como efecto la creación de una o más
sociedades nuevas. En nuestro derecho, sólo está contemplada la división de las
sociedades anónimas, lo que no significa que no pueda escindirse una de otra especie.
Lo mismo cabe decir respecto de la fusión y la transformación de sociedades en otra
especie distinta.
b) El aporte del saldo o diferencia que resta, al patrimonio de la o las sociedades que
se crean al efecto.
El acuerdo requiere del voto conforme de las dos terceras partes de las acciones
emitidas con derecho a voto (artículo 67 Nº 1 de la ley).
Finalmente, el artículo 100 de la ley dispone que "ningún accionista, a menos que
consienta en ello, podrá perder su calidad de tal con motivo de un canje de acciones,
fusión, incorporación, transformación o división de una sociedad anónima".
Sección Segunda
370. La transformación de las sociedades
Uno de los problemas que se advertían era el efecto que la transformación podía
producir en la personalidad jurídica. La transformación de una sociedad puede abarcar
problemas jurídicos de variada índole. Puede tratarse de un simple cambio de tipo, como
si una sociedad en comandita se transformara en sociedad anónima; puede tratarse de
un cambio de objeto, como el caso de que una sociedad anónima se transforme en
compañía de seguros, o una compañía de seguros se transforme en un banco, etc.
Además, este es uno de los casos en que el acuerdo da derecho a retiro de los socios
(artículo 69 inciso 4º Nº 1).
Según Vivante: "las fusiones son frecuentes en los períodos de recogimiento que
suceden a las crisis económicas de un país, y las empresas que sobreviven a ellas
intentan con este procedimiento rehacer sus fortunas".
Se dice que "el instituto jurídico de la fusión responde, según sus finalidades
legislativas, a la exigencia económica de la concentración de empresas, entendida como
una unión de fuerzas productoras" (de Gregorio, citado por Arturo Davis). En cualquier
caso, se trata de una figura que se encuentra muy de moda en la actualidad y constituye
una de las características de la globalización.
• La teoría de la absorción;
Conforme a la primera, hay fusión por el hecho de que una sociedad se deja absorber
por otra, aunque ésta tenga una existencia anterior, con el objeto de continuar la
explotación de la sociedad fusionada y recoger su activo.
Según la teoría del acto corporativo, la fusión opera cuando dos o más sociedades,
previa disolución de alguna o de todas ellas, confunden sus patrimonios y agrupan a
sus respectivos socios en una sola sociedad.
c) Que haya transferencia de dominio de por lo menos uno de los patrimonios sociales.
d) La admisión en una de las sociedades de todos los socios de la o las sociedades
que desaparecen.
Fusión por incorporación, que se produce cuando una o más sociedades que se
disuelven son absorbidas por una sociedad ya existente, la que adquiere todos sus
activos y pasivos.
Fusión por creación, cuando el activo y pasivo de dos o más sociedades que se
disuelven, se aporta a una nueva sociedad que se constituye.
Aprobados en la junta general los balances auditados y los informes periciales que
procedieren de las sociedades objeto de la fusión y los estatutos de la sociedad creada
o de la absorbente, en su caso, el directorio de ésta deberá distribuir directamente las
nuevas acciones entre los accionistas de aquéllas, en la proporción correspondiente
(artículo 99 inciso final).
La fusión que involucra a una sociedad anónima requiere una reforma de estatutos
que, al igual que en los casos anteriores, exige formalidades y quórum especiales. Debe
concurrir un notario, quien certifica el acuerdo de fusión, el que debe adoptarse por las
dos terceras partes de las acciones emitidas con derecho a voto. Como en el caso de la
transformación, el acuerdo de fusión es causal del derecho de retiro (artículo 57 inciso
final, 67 inciso 2º Nº 1 y artículo 69 inciso cuarto Nº 2).
Capítulo XXVI Holdings, sociedades filiales y coligadas.
Pactos de accionistas
Para tener en una sola mano la dirección de varias sociedades anónimas, o bien, para
mantener unidad en su orientación financiera, no es necesario adquirir sus patrimonios
ni sus acciones. Basta que se aseguren los votos de la mayoría en cada una de las
compañías cuya dirección se pretende. Cada sociedad anónima conserva su
organización y su personalidad jurídica. Estos objetivos suelen conseguirse con alguno
de estos dos procedimientos:
Abordaremos en este capítulo el examen de diversas figuras jurídicas que tienen por
objeto el control o interacción entre diversas sociedades o en la actuación de sus
accionistas.
El artículo 86 de la ley Nº 18.046 dice que "es sociedad filial de una sociedad anónima,
que se denomina matriz, aquella en la que ésta controla directamente o a través de otra
persona natural o jurídica más del 50% de su capital con derecho a voto o del capital, si
no se tratare de una sociedad por acciones, o puede elegir o designar o hacer elegir o
designar a la mayoría de sus directores o administradores".
2. La sociedad filial controlada puede ser una sociedad colectiva, en comandita simple
o por acciones, de responsabilidad limitada o anónima. De lo anterior se desprende que
la controlada puede ser sociedad de personas o de capital.
— Si la filial es sociedad anónima, la matriz debe controlar más del 50% de las
acciones emitidas con derecho a voto (de su capital con derecho a voto, dice la ley).
Creemos que la voz "directores" que utiliza la ley es inductiva a error en este caso,
porque hace pensar en sociedades anónimas, cuando la ley está tipificando, en esta
ocasión, la forma de control de las sociedades de personas que tienen "administradores"
y no "directores".
En este tipo de sociedades hay socios gestores y comanditarios; sólo los primeros
tienen la administración. Por esto, el artículo 86 inciso segundo dice que "la sociedad
en comandita será también filial de una anónima, cuando ésta tenga el poder para dirigir
u orientar la administración del gestor".
Están definidas en el artículo 87, que expresa: "es sociedad coligada con una
sociedad anónima aquella en la que ésta, que se denomina coligante, sin controlarla,
posee directamente o a través de otra persona natural o jurídica el 10% o más de su
capital con derecho a voto o del capital, si no se tratara de una sociedad por acciones,
o puede elegir o designar o hacer elegir o designar por lo menos un miembro del
directorio o de la administración de la misma".
"La sociedad en comandita será también coligada de una anónima, cuando ésta
puede participar en la designación del gestor o en la orientación de la gestión de la
empresa que ésta ejerza".
2. La sociedad "coligada" puede ser cualquier otro tipo de sociedad, incluso otra
sociedad anónima.
Puede observarse que en las coligadas, la sociedad coligante no ejerce control y ésta
es dueña de un porcentaje mínimo de capital. En todo caso, este porcentaje le da
influencia a la coligante en la coligada.
El artículo 88 dispone que las sociedades filiales y coligadas de una sociedad anónima
no pueden tener participación recíproca en sus respectivos capitales, ni en el capital de
la matriz o de la coligante, ni aun en forma indirecta a través de otras personas naturales
o jurídicas.
Se trata de evitar las "inversiones cruzadas" entre los capitales de dos sociedades. La
filial o coligada no puede participar en el capital de la matriz o coligante,
respectivamente, ni directa ni indirectamente "a través" de interpósita persona, sea
natural o jurídica.
Por esto, el artículo 89 de la ley dispone que, en el caso de las sociedades anónimas
cerradas, las operaciones entre sociedades coligadas, entre la matriz y sus filiales, las
de estas últimas entre sí, o con las coligadas, y aquellas realizadas con sus personas
relacionadas, definidas en la ley Nº 18.045, deberán observar condiciones de equidad,
similares a las que habitualmente prevalecen en el mercado. Los administradores de
una y otras serán responsables de las pérdidas o perjuicios que pudieren causar a la
sociedad que administren por operaciones hechas con infracción a este artículo.
El inciso final del artículo 89, reemplazado por la ley Nº 20.382, dispone que, en el
caso de que cualquiera de las sociedades que interviniere en la operación fuere una
sociedad anónima abierta, se aplicará lo dispuesto en el Título XVI de la Ley de
Sociedades Anónimas.
La ley se encarga de establecer normas que desarrollan el principio rector del artículo
89 y que regulan los deberes del directorio en cuanto a las formalidades de la memoria
anual, el balance de las sociedades matrices, coligadas y filiales.
Los directores de la sociedad matriz tienen derecho para asistir con derecho a voz en
los directorios de las sociedades anónimas filiales, aunque no sean miembros de sus
respectivos directorios. También pueden asistir a las reuniones de los administradores
de las sociedades de personas.
Los directores de la sociedad matriz tienen también facultad para imponerse de los
libros y antecedentes de la filial (artículo 92 de la ley).
El artículo 93, al referirse a "otra de las personas mencionadas en el artículo 44", hace
extensiva la disposición al cónyuge y parientes del director hasta el segundo grado de
consanguinidad o afinidad, o las sociedades o empresas en que el director sea director
o dueño directo o a través de otras personas naturales o jurídicas de un 10% o más de
su capital o las sociedades o empresas en las cuales alguna de las personas antes
mencionadas, sea director o dueño directo o indirecto del 10% o más de su capital, y el
controlador de la sociedad o sus personas relacionadas, si el director no hubiera
resultado electo sin los votos de aquél o aquéllos. El inciso final del artículo 93 de la ley
dispone que los acuerdos que se adopten serán dados a conocer en la primera junta
ordinaria de accionistas de ambas sociedades, por quienes las presidan.
Los pactos de accionistas de una sociedad anónima son contratos que celebran
propietarios de acciones de dicha sociedad y que tienen por objeto crear derechos y
obligaciones entre ellos en relación a los derechos que les confieren dichas acciones.
Las únicas disposiciones legales que se refieren a los pactos de accionistas son el art.
14 inciso 2º de la Ley de Sociedades Anónimas y el art. 16 de su Reglamento.
A dichos efectos el art. 16 del Reglamento de Sociedades Anónimas dispone que "los
pactos particulares entre accionistas relativos a cesión de acciones se entenderán
depositados en la sociedad desde que una copia de los mismos autorizada ante notario
se entregue en el lugar en que funcione el Registro de Accionistas por un notario público
que así lo certifique. No será necesaria la intervención del notario cuando el gerente
general o quien haga sus veces, deje constancia escrita de la recepción de la copia
referida. Una vez depositado un pacto, el gerente general o quien haga sus veces
deberá realizar una anotación en el Registro de Accionistas en referencia al pacto a más
tardar dentro de las 24 horas siguientes. Realizada la anotación antes referida, una
copia del pacto deberá quedar a disposición de los accionistas y terceros interesados
para consulta en el lugar donde funcione el Registro de Accionistas. Si el pacto incluye
estipulaciones sobre materias distintas de la cesión de acciones, la copia de éste para
los efectos de su depósito podrá limitarse sólo a lo relativo a la cesión".
Como sabemos, las acciones son bienes incorporales muebles que otorgan a su titular
una serie de derechos, tales como el derecho a participar en las juntas de accionistas
con voz y voto; derecho a recibir dividendos; derecho a recibir repartos de capital
durante la liquidación; derecho preferente a suscribir acciones de pago en caso de
aumentos de capital; derecho a recibir crías o acciones liberadas de pago en casos de
capitalización de fondos; derecho a ceder las acciones y a gravarlas con prenda;
derecho a la información; derecho a formular observaciones; derecho a retiro; derecho
a demandar la indemnización de perjuicios a quien correspondiere en nombre y
beneficio de la sociedad, ejerciendo la acción difusa contenida en el artículo 133 bis de
la LSA, etc.
Los pactos de accionistas pueden recaer sobre los derechos y materias señaladas en
el párrafo precedente y encuentran su límite en la ley y en los estatutos sociales, de
modo que no pueden tener por objeto materias propias de estos, generalmente relativas
a la administración de la sociedad, ya que se trata de derechos respecto de los cuales
los accionistas no son titulares y son materias de orden público.
Los estatutos deben ser autosuficientes desde un punto de vista legal y como
cualquier norma de carácter convencional que se refiera a materias estatutarias que no
está contemplada en los estatutos, es ineficaz desde el punto de vista legal, de acuerdo
a lo dispuesto en el artículos 3º y 4º Nº 12 de la LSA. Cualquier norma de carácter
convencional que quiera complementar lo estipulado en los estatutos sociales, no tiene
validez legal si no consta en los mismos.
Dichos acuerdos no son exigibles bajo ningún respecto a los directores de la sociedad
ni al directorio, así como tampoco a los accionistas que concurrieron a su adopción,
pues atentan contra las normas de orden público que gobiernan el actuar de los
directores y del directorio.
Si los accionistas miembros del pacto toman un acuerdo e instruyen o tratan de influir
directa o indirectamente en los directores de la sociedad, para que adopten una
determinada decisión que es de competencia del directorio, por ejemplo, en la
designación del gerente general de la sociedad, la designación del presidente del
directorio, designación de directores reemplazantes, la designación de apoderados de
la sociedad y sus facultades, la designación de los directores de las sociedades filiales,
o cualquier otra decisión de similar naturaleza, incurre en grave infracción a los estatutos
sociales y a la ley, y los directores deben hacer caso omiso de dicha instrucción.
Por lo tanto, si dentro de los accionistas miembros del pacto se encuentra un director
de la sociedad anónima, si dicho director actúa en el directorio conforme al acuerdo
adoptado en el pacto, estaría violando el carácter personalísimo de su cargo, su
independencia, lealtad para con la sociedad y probablemente su deber de reserva, lo
que constituiría grave infracción de ley, del reglamento y los estatutos sociales, lo que
acarrearía para el director y demás miembros del grupo de accionistas las
responsabilidades y sanciones correspondientes.
Los accionistas son libres para otorgar los pactos de accionistas que estimen del caso,
dentro de los marcos legales señalados, y son libres para ejercer sus derechos de
accionistas en conformidad a la ley, esto es, respetando los derechos de la sociedad y
los de los demás accionistas, de acuerdo al artículo 30, y respetando los estatutos
sociales, de acuerdo al artículo 22 de la LSA.
Cuando los accionistas ejercen sus derechos de tales, deben hacerlo además dentro
de los marcos legales generales, lo que implica que deben actuar siempre de buena fe,
de acuerdo a lo prescrito en el artículo 1546 del Código Civil, y no pueden hacer uso de
sus derechos fuera de los objetivos de la norma o incurriendo en un abuso del derecho
en cuestión.
A su vez el artículo 38 de la LSA dispone: "El directorio sólo podrá ser revocado en su
totalidad por la junta ordinaria o extraordinaria de accionistas, no procediendo en
consecuencia la revocación individual o colectiva de uno o más de sus miembros".
Sección Primera
Como ya hemos visto, las sociedades anónimas, según la ley que las rige, son
siempre mercantiles, cualquiera que sea el objeto para el cual se hayan constituido y,
por lo tanto, en el caso de quiebra, quedarán sometidas al régimen aplicable a la
empresa deudora, según el concepto establecido en el numeral 13 del artículo 3º de la
ley Nº 20.720.
Cuando una sociedad anónima abierta cese en el pago de una o más de sus
obligaciones, el gerente o el directorio en su ausencia, deberá dar aviso el día hábil
siguiente a la Superintendencia.
393. Agravación del mal estado de los negocios de la s.a. y presunción del
conocimiento de ello
Sección Segunda
394. De la disolución de las sociedades anónimas
2. Por reunirse, por un período ininterrumpido que exceda de diez días, todas las
acciones en manos de una sola persona.
Las causales comunes a toda sociedad anónima son las contempladas en los
números 1, 2, 3, 6 del artículo 103 de la ley, más la declaración de nulidad de la sociedad
que obliga a su disolución, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 6º inciso cuarto
de la ley Nº 18.046, en relación con el artículo 110, inciso segundo de la misma ley.
En este caso, el directorio consignará este hecho por escritura pública dentro del plazo
de 30 días de producido y un extracto de la escritura se inscribirá en el Registro de
Comercio y se publicará en el Diario Oficial en la forma dispuesta en el artículo 5º de la
ley. La inscripción y publicación, según este artículo, deberán practicarse en el plazo de
sesenta días, contados desde la fecha de la escritura (artículo 108).
396. Disolución por reunirse todas las acciones en manos de una sola persona por un
período ininterrumpido que exceda de 10 días
Además, según el artículo 57 inciso final, la materia referida sólo podrá acordarse en
junta celebrada ante notario, quien deberá certificar que el acta es expresión fiel de lo
ocurrido y acordado en la reunión.
Aplicando las normas generales, el acuerdo de disolución es, en buenas cuentas, una
reforma de los estatutos y, por lo tanto, el acta en referencia deberá ser reducida a
escritura pública y un extracto de la misma deberá inscribirse y publicarse en el Diario
Oficial, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 5º de la ley, inciso final.
El artículo 104 de la ley Nº 18.046 dispone que en los casos que esta ley u otras leyes
especiales establezcan que una sociedad requiere de autorización de existencia para
su formación, la Superintendencia podrá revocar dicha autorización por las causales
que en ella se indiquen y, en todo caso, por infracción grave de la ley, del reglamento o
de las normas que les sean aplicables.
Las sociedades a que se refiere el artículo 104 son las indicadas en los artículos 126
y siguientes a que nos referimos al principio.
De acuerdo al artículo 105, estas sociedades podrán ser disueltas por sentencia
judicial ejecutoriada, cuando accionistas que representen, a lo menos, un 20% de su
capital así lo demandaren, por estimar que existe causa para ello, tales como la
infracción grave de la ley, del reglamento o demás normas que les sean aplicables, que
causare perjuicios a los accionistas o a la sociedad; declaración de quiebra de la
sociedad, administración fraudulenta u otras de igual gravedad.
Si la disolución se produce por sentencia judicial, el directorio deberá hacer tomar nota
de esta circunstancia al margen de la inscripción de la sociedad, y publicar por una sola
vez un aviso en el Diario Oficial informando de esta ocurrencia (artículo 108 inciso 2º).
Sección Tercera
401. Liquidación de la sociedad anónima disuelta
Si la sociedad se disolviera por reunirse todas las acciones en manos de una persona,
no será necesaria la liquidación.
Si la liquidación se produce por efecto de una sentencia ejecutoriada, la liquidación
se practicará por un solo liquidador elegido por la junta general de accionistas de una
quina que le presentará el tribunal, en aquellos casos en que la ley no encomiende esta
función a la Superintendencia o a otra autoridad.
a) Cuando se disuelve por reunirse todas las acciones en una sola mano, en que no
es necesaria la liquidación.
El artículo 109 de la ley dispone que la sociedad anónima disuelta subsiste como
persona jurídica para los efectos de su liquidación, quedando vigentes sus estatutos en
lo que fuere pertinente.
En este caso, deberá agregar a su nombre las palabras "en liquidación". La ley usa
impropiamente la expresión razón social en el artículo 109.
Por lo tanto, para las sociedades anónimas existe texto expreso en esta materia, no
como ocurre en las sociedades mercantiles, en que al no existir texto expreso preciso,
se llega a la misma conclusión por la interpretación de la ley.
Durante la liquidación, la sociedad sólo podrá ejecutar los actos y celebrar los
contratos que tiendan directamente a facilitarla, no pudiendo en caso alguno continuar
con la explotación del giro social.
Salvo acuerdo unánime en contrario de las acciones emitidas con derecho a voto y lo
dispuesto en el artículo 110, la comisión liquidadora estará formada por tres
liquidadores.
Los liquidadores podrán ser reelegidos por una vez en sus funciones (artículo 111).
Los liquidadores no podrán entrar en funciones, sino una vez que estén cumplidas
todas las solemnidades que la ley señala para la disolución de la sociedad. Entretanto,
el último directorio deberá continuar a cargo de la administración de la sociedad.
A los liquidadores les son aplicables, en lo pertinente, las normas referentes a los
directores (artículo 112).
Esta norma no se aplica cuando la comisión haya sido designada de las quinas
propuestas por la Superintendencia o la justicia. En estos casos, la revocación no surtirá
efecto sin la autorización de la Superintendencia o de la justicia, según corresponda
(artículo 113).
Sólo podrán efectuar los actos y contratos que tiendan directamente a efectuar la
liquidación; representarán judicial y extrajudicialmente a la sociedad y estarán investidos
de todas las facultades de administración y disposición que la ley o el estatuto no
establezcan como privativas de la junta de accionistas, sin que sea necesario otorgarles
poder especial alguno, inclusive para aquellos actos o contratos respecto de los cuales
las leyes exijan esta circunstancia.
Estas normas no se aplicarán cuando la liquidación sea efectuada por los liquidadores
propuestos por el tribunal o por la Superintendencia, o directamente por esta última, en
su caso. En estos casos, los liquidadores actuarán legalmente investidos de todas las
facultades necesarias a su misión y la junta no podrá limitarlas o restringirlas de manera
alguna.
Por su parte, el artículo 102 del reglamento dispone que cuando la Superintendencia
o la justicia ordinaria en su caso, decida citar u ordenar que se cite a juntas de
accionistas a petición de a lo menos el 10% de las acciones emitidas, con el objeto de
modificar el régimen de liquidación para designar un solo liquidador, los liquidadores
hasta entonces en funciones cesarán en sus cargos una vez elegido el liquidador único
designado de la quina propuesta por la autoridad respectiva.
a) La sociedad sólo podrá hacer repartos por devolución de capital a sus accionistas,
una vez asegurado el pago o pagadas las deudas sociales (artículo 117 inciso 1º).
Sobre esta materia, se puede decir que la liquidación implica la venta de los bienes,
raíces o muebles, maquinarias e implementos de la compañía, sus mercaderías, etc. El
producto de estas enajenaciones debe destinarse, en primer lugar, al pago de las
deudas, y lo que reste se puede destinar a repartos para la restitución de capital a los
accionistas.
c) Los repartos que se efectúen durante la liquidación deben pagarse en dinero, salvo
acuerdo diferente adoptado en cada caso por la unanimidad de las acciones emitidas
(artículo 116).
La parte segunda del mismo artículo establece que la junta extraordinaria de
accionistas, por los dos tercios de las acciones emitidas, puede aprobar que se efectúen
repartos opcionales, siempre que las opciones ofrecidas sean equitativas, informadas y
se ajusten a las condiciones que determine el reglamento.
Las normas reglamentarias aludidas están en los artículos 94, 95, 96, 97, y 98 del
reglamento de la ley Nº 18.046.
Es básica la norma del artículo 95 que dice que la opción deberá enunciarse en la
forma y tiempo a que se refiere al artículo 90 del reglamento. El aviso contendrá la
indicación de la fecha del pago, los bienes a que se refiere la opción, el valor que se les
asigna y el lugar en que se podrán examinar los antecedentes a que se refiere el artículo
92 del reglamento.
d) Los repartos deberán ser pagados a quienes sean accionistas inscritos con cinco
días hábiles de anterioridad a las fechas establecidas para su solución (inciso tercero
del artículo 117).
e) Los repartos no cobrados dentro del plazo de cinco años desde que se hayan hecho
exigibles pertenecerán a los Cuerpos de Bomberos de Chile, en la forma que determine
el reglamento en cuanto al pago y distribución de las cantidades respectivas (inciso
cuarto del artículo 117).
Los liquidadores que concurran con su voto serán solidariamente responsables de los
daños o perjuicios causados a los acreedores de la sociedad a consecuencia de los
repartos de capital que efectuaren (artículo 118).
408. Formalidades para constituir en Chile una agencia de una sociedad anónima
extranjera
Para estos efectos, su agente o representante deberá protocolizar en una notaría del
domicilio que la agencia tendrá en Chile, en el idioma oficial del país de origen,
traducidos al español, si no tuvieren ese idioma, los documentos que se indican más
adelante, debidamente legalizados:
Conforme al artículo 122, por escritura pública de la misma fecha y otorgada ante el
mismo notario en que se practique la protocolización a que se refiere el artículo 121 de
la ley, el agente deberá declarar a nombre de la sociedad y con poder suficiente para
ello:
2. Que la sociedad conoce la legislación chilena y los reglamentos por los cuales
habrán de regirse en el país, sus agencias, actos, contratos y obligaciones;
3. Que los bienes de la sociedad quedan afectos a las leyes chilenas, especialmente
para responder de las obligaciones que ella haya de cumplir en Chile;
5. Cuál es el capital efectivo que va a tener en el país para el giro de sus operaciones
y la fecha y forma en que éste ha de ingresar en la caja de la agencia en Chile, y
De acuerdo al artículo 124 de la ley, el agente deberá cumplir con las mismas
formalidades señaladas anteriormente, respecto de cualquiera modificación que se
produzca en relación con los documentos o declaraciones a que los artículos 121 y
siguientes se refieren, excepto la mencionada en el número 4 del artículo 122.
Luego, el artículo 448 del Código de Comercio dispone que, por escritura pública de
la misma fecha y ante el mismo notario ante el cual se efectúe la protocolización referida
precedentemente, el agente deberá declarar a nombre de la entidad y con poder
suficiente para ello:
2) Que la entidad conoce la legislación chilena y los reglamentos por los cuales habrán
de regirse en el país, sus agencias, actos, contratos y obligaciones;
3) Que los bienes de la entidad quedan afectos a las leyes chilenas, especialmente
para responder de las obligaciones que ella haya de cumplir en Chile;
5) Cuál es el capital efectivo que va a tener en el país para el giro de sus operaciones
y la fecha y forma en que éste ha de ingresar en la caja de la agencia en Chile, y
Finalmente, el artículo 450 del Código de Comercio señala que el agente deberá
cumplir con las mismas formalidades señaladas en los artículos 447, 448 y 449 del
mismo Código, respecto de cualquiera modificación que se produzca en relación con los
documentos o declaraciones a que tales normas se refieren, excepto la mencionada en
el número 4 del artículo 448. El agente deberá publicar el balance anual de la agencia
en un diario del domicilio de ésta, dentro del cuatrimestre siguiente a la fecha del cierre
del ejercicio.
IV. Sociedades por Acciones
413. Generalidades
La sociedad por acciones se encuentra regulada en los nuevos artículos 424 a 446,
que conforman el Párrafo 8º del Título VII del Libro II del Código de Comercio,
introducido por la ley Nº 20.190.
La ley Nº 20.190, publicada en el Diario Oficial el día 5 de junio de 2007, es una ley
miscelánea, que surgió como resultado de un proyecto de ley que fue denominado por
la prensa como "Proyecto de Ley Mercado de Capitales II" o "MK2", originado en la
intención de facilitar las operaciones comerciales y financieras, apoyando en particular
a las pequeñas y medianas empresas (Pymes). Se trata de una ley miscelánea, que
bajo un mismo articulado introduce grandes reformas a un variado número de
instituciones jurídicas que se analizarán, haciendo una comparación de las normas más
importantes de esta sociedad con las de la sociedad anónima, debido a que este tipo de
sociedad es la que más se le asemeja, siendo también su legislación supletoria.
Esta ley también modifica el artículo 348 del mismo cuerpo legal, que determina
cuáles son los tipos de figuras societarias que regula el Título VII del Libro II,
introduciendo en el Nº 2 a las sociedades por acciones.
414. Concepto
El artículo 424 inciso primero se encarga de dar una definición de la nueva sociedad
y expresa que la sociedad por acciones, o simplemente "la sociedad", es una persona
jurídica creada por una o más personas mediante un acto de constitución perfeccionado
de acuerdo con los preceptos siguientes, cuya participación en el capital es
representada por acciones.
Cabe señalar que el nombre que lleva este tipo de sociedad, Sociedad por Acciones,
difiere al que tenía en el proyecto original, que era el de Sociedad de Responsabilidad
Limitada por Acciones, que fue modificado durante el trámite parlamentario.
Como toda sociedad, ella es una persona jurídica, con facultad de adquirir derechos
y contraer obligaciones, separada e independientemente de su titular, teniendo todos
los atributos que ella confiere.
Quizá el aspecto más novedoso que presenta este nuevo tipo societario consiste en
que puede ser creado por una o más personas, con lo que le da entrada en nuestra
legislación a la sociedad unipersonal, la que si bien es reconocida en variadas
legislaciones, en la nuestra todavía no tenía cabida, bajo la inspiración del artículo 2053
del Código Civil, que la considera compuesta por dos o más personas.
Coincidente con este propósito, el art. 444 dispone que, salvo que el estatuto disponga
lo contrario, la sociedad no se disolverá por reunirse todas las acciones en manos de un
mismo accionista.
Cabe hacer presente que debido a que el legislador no distingue si puede ser
constituida por personas naturales o jurídicas, al intérprete no le es lícito distinguir, y por
tanto podrían constituirla ambas. Por lo demás, refuerza esta hipótesis el hecho de que
cuando el legislador ha querido limitar la creación de ciertas entidades a un tipo de
persona en particular, lo ha señalado expresamente, como ocurre en el caso de la ley
Nº 19.587 que crea la E.I.R.L., la que expresa en su artículo primero: "se autoriza a toda
persona natural el establecimiento de empresas individuales de responsabilidad
limitada, con sujeción a las normas de esta ley".
Respecto al tope máximo de personas que pueden ser parte de esta sociedad, el
artículo 430, modificado por la ley Nº 20.382, dispone que la sociedad por acciones que
durante más de 90 días seguidos tenga 500 o más accionistas o, a lo menos, el 10% de
su capital suscrito pertenezca a un mínimo de 100 accionistas, excluidos los que
individualmente o a través de otras personas naturales o jurídicas excedan dicho
porcentaje, por el solo ministerio de la ley se transformará en una sociedad anónima,
siéndole totalmente aplicables las disposiciones pertinentes de dicha ley, las que en este
caso prevalecerán sobre el estatuto social. La siguiente junta de accionistas deberá
resolver las adecuaciones que reflejen la nueva modalidad social y elegir los miembros
del directorio que continuará la administración.
El límite máximo de accionistas, fijado por vía indirecta, se debe principalmente a que
la sociedad por acciones se creó para favorecer y facilitar la inversión en fondos de
capital de riesgo, que es el objetivo primario del proyecto de ley de reforma del Mercado
de Capitales II, y las sociedades que cumplan los requisitos para ser una sociedad
anónima abierta no son el tipo de sociedad emergente y pequeña que se pretende
favorecer, por lo que es de toda lógica que si durante más de 90 días ella cumple con
las condiciones de los números 1 y 2 del art. 2º de la ley Nº 18.046, se transforme en
una sociedad anónima abierta.
También puede favorecer esta norma a aquellas sociedades que han crecido lo
suficiente para transitar a una sociedad anónima abierta, sin la necesidad de realizar
una modificación social.
El artículo 424 inciso segundo establece que la sociedad por acciones tendrá un
estatuto social, en el cual se establecerán los derechos y obligaciones de los
accionistas, el régimen de su administración y los demás pactos que, salvo por lo
dispuesto en este párrafo, podrán ser establecidos libremente. En silencio del estatuto
social, la sociedad se regirá supletoriamente y sólo en aquello que no se contraponga
con su naturaleza, por las normas aplicables a las sociedades anónimas cerradas.
Este inciso es fundamental para entender la esencia de este tipo de sociedad, cual es
la flexibilidad, que se logra otorgándole gran importancia a la autonomía de la voluntad
expresada en los estatutos sociales. En ellos se contiene la regulación de la mayoría de
las condiciones, derechos y obligaciones sociales, y son los propios socios los que
deciden al respecto, sin quedar limitados por una reglamentación pormenorizada e
imperativa del legislador.
El establecimiento de derechos preferentes sobre los dividendos, los aumentos de
capital, derechos preferentes de liquidación, obligaciones compartidas de
administración y gestión, sistemas complejos de remuneración de gestión a través de
opciones sobre acciones, restricciones a los derechos de venta de acciones, son sólo
algunos de los temas que pueden considerarse por los socios en el estatuto. En muchos
casos, la actual Ley Nº 18.046 de Sociedades Anónimas y su estructura más bien rígida,
no era la persona jurídica más adecuada para resolver estos problemas. En ocasiones,
se generaban contradicciones entre dicha ley y las obligaciones de los gestores en su
calidad de directores, con las obligaciones que esos mismos han asumido en su calidad
de accionistas. En este nuevo tipo de sociedad no hay grandes limitaciones para
redactar los estatutos sociales, según el deseo de los socios.
Se puede observar en esta norma que se aplica supletoriamente lo dispuesto para las
sociedades anónimas cerradas, ya que si bien la sociedad por acciones tiene
características intermedias entre la sociedad anónima y la de responsabilidad limitada,
es en definitiva una sociedad de capital, por lo que debe ser la de aquélla la legislación
supletoria aplicable.
El nuevo artículo 425 del Código de Comercio determina los requisitos de la formación
de la sociedad, estableciendo en su inciso primero que este tipo de sociedades se
forma, existe y prueba por un acto de constitución social escrito, inscrito y publicado en
los términos del artículo siguiente, que se perfeccionará mediante escritura pública o por
instrumento privado suscrito por sus otorgantes, y cuyas firmas sean autorizadas por
notario público, en cuyo registro será protocolizado dicho instrumento. El cumplimiento
oportuno de la inscripción y publicación del acto de constitución de la sociedad producirá
efectos desde la fecha de la escritura o de la protocolización del instrumento privado,
según corresponda.
La primera opción es que la sociedad se forme por escritura pública, como ocurre en
el régimen general.
La segunda alternativa es que se forme por un documento privado suscrito por sus
otorgantes y cuyas firmas sean autorizadas por notario público, en cuyo registro será
protocolizado dicho instrumento. Esta alternativa pretende disminuir el costo a los
empresarios interesados en formar una sociedad.
La última parte del inciso primero establece la misma norma que introdujo la ley
Nº 19.499 para la sociedad anónima, y que antes de la dictación de esa ley ya se
aplicaba en la práctica, y esto es, que cuando se inscriba y publique oportunamente el
extracto de la escritura o la protocolización del instrumento privado, en el caso de la
sociedad por acciones, la sociedad producirá efectos retroactivos desde la fecha de la
escritura o de la protocolización del instrumento privado constitutivos.
Algunos numerales del art. 425 nos merecen ciertas observaciones y comentarios
críticos, que haremos más adelante, cuando tratemos las diferentes materias que ellos
regulan.
El inciso primero del art. 426 contiene una norma muy similar a la establecida para la
sociedad anónima, siendo la única diferencia, la relativa al plazo de inscripción y
publicación del extracto, debido a que en ésta el plazo es de 60 días, mientras para la
nueva sociedad por acciones el legislador estableció el plazo de un mes, lo que en
nuestro concepto no hace gran diferencia, excepto que introduce un elemento de
confusión, que se aumenta por la circunstancia que se trata de un plazo variable, porque
es de un mes y, entonces, dependerá del mes de que se trate.
No fue alterada la norma establecida en el artículo 354 de nuestro Código de
Comercio respecto a que el Conservador de Bienes Raíces competente para conocer
de la inscripción, es el del domicilio de la sociedad.
El mismo artículo en su inciso segundo enumera las menciones mínimas que debe
contener el extracto:
3. El objeto social;
— En relación al capital, el régimen es mucho más sencillo, debido a que sólo se exige
el monto a que asciende el capital suscrito y pagado de la sociedad, y no al número de
acciones en que se divide, indicando las series o privilegios y valor nominal, si los
hubiere, como es lo que se requiere en el caso de las sociedades anónimas.
— También debe incluirse en el extracto el nombre y domicilio del notario que autorizó
la escritura o protocolizó el instrumento privado de constitución, y en este último caso,
el registro y número de rol o folio en que se ha protocolizado dicho documento.
El art. 429 determina que los accionistas de las sociedades por acciones sólo serán
responsables hasta el monto de sus respectivos aportes en la sociedad, coincidiendo,
también en este punto, con las normas que rigen a las sociedades anónimas.
La modificación de la sociedad está regulada por el artículo 427, el cual señala que
las disposiciones del estatuto social serán modificadas por acuerdo de la junta de
accionistas, del que se dejará constancia en un acta que deberá ser protocolizada o
reducida a escritura pública. Sin embargo, no se requerirá la celebración de la junta
antedicha si la totalidad de los accionistas suscribieren una escritura pública o un
instrumento privado protocolizado en que conste tal modificación. Un extracto del
documento de modificación o del acta respectiva, según sea el caso, será inscrito y
publicado en la misma forma establecida en el artículo precedente.
1. Por acuerdo de la junta de accionistas, del que se dejará constancia en un acta que
debería ser protocolizada o reducida a escritura pública.
La opción que otorga la ley de realizarla por instrumento privado protocolizado ante
notario obedece también al deseo de bajar los costos asociados a estos trámites,
entendiendo que la sociedad por acciones está enfocada principalmente para empresas
pequeñas, con gran potencial de crecimiento.
La parte final del artículo repite lo establecido para la sociedad anónima, en el sentido
de que el extracto deberá hacer referencia al contenido de la reforma, sólo en cuanto
ella haya modificado alguna de las menciones que debe contener el extracto de la
escritura de constitución, pero a diferencia del art. 5º de la Ley Nº 18.046, sobre
Sociedades Anónimas, su redacción está deficientemente estructurada, puesto que de
ser aplicado literalmente, el extracto debería siempre "hacer referencia al contenido de
la reforma", porque en todo caso de modificación tendrá que haber "accionistas
concurrentes al instrumento" (Nº 2 del art. 426) y tendrá "fecha de otorgamiento" (Nº 5).
Deberemos entender, entonces, que el extracto habrá de hacer referencia al contenido
de la reforma, sólo en cuanto ella haya modificado los puntos mencionados en los
numerales 1º, 3º y 4º del art. 426 del Código de Comercio.
Según lo establece el inciso cuarto del artículo 108, la falta de cumplimiento de las
exigencias establecidas hará solidariamente responsables a los directores de la
sociedad por los daños y perjuicios que se causaren con motivo de ese incumplimiento,
por lo que se entiende que aun faltando la escritura de declaración y su inscripción y
publicación, la disolución por vencimiento del plazo produce plenos efectos respecto de
los accionistas y de terceros desde el solo vencimiento del plazo mismo.
Al respecto, el Nº 2 del art. 425 establece que el objeto de la sociedad por acciones
será siempre considerado mercantil.
Pero, al decir el Nº 2 del art. 425 que "el objeto" de la sociedad por acciones "será
considerado mercantil", permitiría sostener que todos los actos que sean realizados por
una de estas sociedades serán mercantiles por ese solo hecho.
Por tal motivo, estimamos que no podría sostenerse, en contra de lo que plantea el
art. 3º del Código de Comercio, que por el solo hecho de ser ejecutados por una
sociedad por acciones, sus actos son mercantiles.
Pensamos que la verdadera intención del legislador en esta oportunidad, fue la misma
que tuvo cuando reguló a las sociedades anónimas: determinar que las sociedades
anónimas son mercantiles, con independencia de la naturaleza de los actos que
ejecuten.
El art. 431 del Código establece que la sociedad deberá llevar un registro en el que
deberá anotarse, al menos, el nombre, domicilio y cédula de identidad o Rol Único
Tributario de cada accionista, el número de acciones de que sea titular, la fecha en que
éstas se hayan inscrito a su nombre y, tratándose de las acciones suscritas y no
pagadas, la forma y oportunidades de pago de ellas.
Con el objeto de asegurar su fiabilidad, la norma legal expresa que el registro deberá
llevarse por cualquier medio, siempre que éste ofrezca seguridad de que no podrá haber
intercalaciones, supresiones u otras adulteraciones y que, además, permita el inmediato
registro o constancia de las anotaciones que deban hacerse.
Asimismo, expresa que el registro deberá estar, en todo tiempo, disponible para su
examen por cualquier accionista o administrador de la sociedad.
421. Administración
El artículo 424 inciso segundo del Código de Comercio establece que la sociedad
tendrá un estatuto social en el que se contemplará, entre otras cosas, el régimen de
administración, el cual podrá ser establecido libremente.
Esta fue una de las principales razones para la creación de la sociedad por acciones,
debido a la necesidad de que los accionistas puedan libremente establecer en los
estatutos la forma en que la sociedad se administrará. En su defecto, se aplicarán las
normas actualmente existentes para las sociedades anónimas cerradas.
Como hemos dicho anteriormente, el inciso final del artículo 431 establece que los
administradores y el gerente general de la sociedad serán solidariamente responsables
de los perjuicios que causaren a accionistas y a terceros, con ocasión de la falta de
fidelidad o vigencia de las informaciones contenidas en el registro de la sociedad.
Por lo tanto y por vía un tanto oblicua, la ley establece la figura del gerente general en
la sociedad por acciones, por lo que, vinculando esta norma a las que regulan las
sociedades anónimas cerradas, a las que se les confiere expresamente el carácter de
supletorias, pensamos que cabe aplicar lo establecido en el artículo 49 de la ley
Nº 18.046, entendiéndose que la sociedad por acciones tendrá uno o más gerentes que
serán designados por la administración, cualquiera sea la forma que ésta tenga.
También se aplica lo dispuesto en la ley respecto de la representación judicial, estando
el gerente legalmente investido de las facultades establecidas en ambos incisos del
artículo 7º del Código de Procedimiento Civil, por lo establecido en el inciso segundo del
artículo 49 de la Ley de Sociedades Anónimas y por el artículo 8º del Código de
Procedimiento Civil.
Se entiende por gerente general aquella persona a cargo de la administración
inmediata de la sociedad en su giro ordinario, el que responde a las normas del mandato
en su contratación, por lo cual, la existencia del contrato, su forma, modalidades y
duración son consistentes con las regulaciones que sobre esa forma contractual
encontramos, tanto en el Código Civil como en el Código de Comercio.
b) Suscrito: Se refiere al capital comprometido por los accionistas, aun cuando no esté
pagado.
Se establecen en el inciso segundo del art. 434, dos posibilidades para realizar el
aumento de capital en las sociedades por acciones:
A. Por acuerdo de una junta de accionistas: la primera opción que establece el artículo
434, es que los accionistas acuerden el aumento, no agregándose nada más, por lo que
aplicándose lo establecido por el número 2º del artículo 57 de la Ley de Sociedades
Anónimas, deberá acordarse en una junta extraordinaria de accionistas, siendo el
quórum la mayoría absoluta de las acciones emitidas con derecho a voto (artículo 67
del mismo cuerpo legal).
En cuanto al plazo para enterar el capital de la sociedad, el inciso tercero del artículo
434 se aleja de lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 11 de la Ley de Sociedades
Anónimas, debido a que se señala que el capital debe quedar totalmente suscrito y
pagado en el plazo que se señale en los estatutos, y si éstos no dijeren nada al respecto,
el plazo para enterar el capital inicial de la sociedad es de cinco años, contados desde
la fecha en que se constituyó la sociedad. En cambio, en las sociedades anónimas este
plazo es de tres años.
Respecto de la forma de realizar los aportes, la nueva legislación no dice nada, por lo
que se aplica lo establecido para las sociedades anónimas cerradas.
El inciso final del artículo 15 de la Ley de Sociedades Anónimas establece que la falta
de cumplimiento de las antedichas formalidades, no podrá hacerse valer pasados dos
años contados desde la fecha de la escritura en la cual conste el respectivo aporte y
que el cumplimiento posterior de las mismas sanea la nulidad.
En cuanto al pago de los aportes, la sociedad por acciones se rige por lo establecido
en la normativa general de la sociedad anónima, debido a la omisión del tratamiento de
este tema en los artículos del Código que la regulan.
El entero de los aportes se encuentra regulado por las normas del denominado
"contrato de suscripción de acciones", que se realiza entre la sociedad emisora de las
acciones y el suscriptor.
El contrato debe tener ciertas menciones, las cuales constan en el artículo 12 de la
Ley de Sociedades Anónimas y el artículo 12 del reglamento de la misma. Estas son:
Por la sociedad, debe celebrar el contrato quien esté facultado para ello, según lo
disponga la administración de la sociedad.
En relación con los traspasos de acciones, la Ley que regula a las Sociedades por
Acciones establece, en el art. 446, la norma de que en los traspasos de acciones deberá
constar la declaración del cesionario en el sentido que conoce la normativa legal que
regula este tipo social, el estatuto de la sociedad y las protecciones que en ellos puedan
o no existir respecto del interés de los accionistas. La omisión de esta declaración no
invalidará el traspaso, pero hará responsable al cedente de los perjuicios que ello
irrogue.
Al efecto, el artículo 435 del Código de Comercio establece que el estatuto social
podrá establecer porcentajes o montos mínimos o máximos del capital social que podrá
ser controlado por uno o más accionistas, en forma directa o indirecta. En caso de existir
tales normas, el estatuto deberá contener disposiciones que regulen los efectos y
establezcan las obligaciones o limitaciones que nazcan para los accionistas que
quebranten dichos límites, según sea el caso. En su defecto, dichas disposiciones se
tendrán por no escritas.
Para que estos pactos societarios tengan validez, se requiere que: a) consten en el
pacto social, sin perjuicio de que también puedan constar en un instrumento separado,
en atención a la eficacia que asigna a la libertad contractual el artículo 1545 del Código
Civil, según el cual los pactos legalmente celebrados constituyen una ley para las partes
contratantes; y b) en caso de existir tales pactos en los estatutos sociales, éste deberá
contener disposiciones que regulen los efectos y establezcan las obligaciones o
limitaciones que nazcan para los accionistas que quebranten dichos límites, o bien,
establezcan las obligaciones y derechos que nazcan para los accionistas, según
corresponda.
El legislador exige para la validez de los citados pactos de accionistas, que éstos
indiquen cuáles serán las disposiciones que regulen los efectos y establezcan las
obligaciones o limitaciones que nazcan para los accionistas que quebranten dichos
límites; o bien, establezcan las obligaciones y derechos que nazcan para los accionistas,
según corresponda.
Constituye un principio esencial, que proviene del concepto mismo de toda sociedad,
contemplado en el art. 2053 del Código Civil, que los accionistas participen en la
propiedad accionaría con la perspectiva de obtener dividendos. Ese es su interés: que
su capital genere una renta o beneficio.
"1. Registrar el saldo insoluto en una cuenta especial de patrimonio creada al efecto
y que acumulará los dividendos adeudados y por pagar. La sociedad no podrá pagar
dividendos a las demás acciones que no gocen de la preferencia de dividendo fijo
obligatorio, hasta que la cuenta de dividendos por pagar no haya sido completamente
saldada. En caso de disolución de la sociedad, el entero de la cuenta de dividendos por
pagar tendrá preferencia a las distribuciones que deben hacerse, o
"2. Ejercer el derecho a retiro respecto de las acciones preferidas a partir de la fecha
en que se declare la imposibilidad de distribuir el dividendo. Si el estatuto no señalare
otra cosa, el precio a pagar será el valor de rescate si lo hubiere o en su defecto, el valor
de libros de la acción, más la suma de los dividendos adeudados a la fecha de ejercer
el derecho de retiro".
De la disposición citada se concluye que las acciones con dividendo fijo obligatorio,
son necesariamente preferentes y que la preferencia consiste en que se asegura un
dividendo o utilidad con anticipación al cierre de cada ejercicio. Se trata, entonces, de
dividendos a todo evento, con prescindencia de que la sociedad presente utilidades o
pérdidas, lo que hace esta materia radicalmente diferente al principio establecido en el
artículo 78 de la LSA. Además, estas acciones pueden gozar de preferencia para el
pago antes que las acciones ordinarias o no preferidas, ya sea durante la vigencia de la
sociedad, como también a la época de su liquidación.
Juntas ordinarias
Los accionistas deben reunirse a lo menos una vez al año, en el primer cuatrimestre,
para resolver asuntos de ordinaria ocurrencia en la vida de la sociedad, no siendo
necesario señalarlo en la respectiva citación.
El artículo 56 de la ley Nº 18.046 establece que son materias de la junta ordinaria las
siguientes:
4. En general, cualquier materia de interés social que no sea propia de una junta
extraordinaria.
Cabe hacer presente que la elección y revocación de los miembros del directorio sólo
corresponderá a la junta ordinaria cuando así lo establezca el estatuto social, debido a
que es en éste donde se estipula el régimen de administración, el cual podrá ser
establecido libremente.
Juntas extraordinarias
Podrán celebrarse en cualquier tiempo, cuando así lo exijan las necesidades sociales,
para decidir respecto de cualquier materia que la ley o los estatutos entreguen al
conocimiento de las juntas de accionistas y siempre que tales materias se señalen en la
citación correspondiente.
El artículo 57 de la ley Nº 18.046 dispone que son materias de junta extraordinaria las
siguientes:
1) La disolución de la sociedad;
6) Las demás materias que por ley o por los estatutos, correspondan a su
conocimiento o a la competencia de la junta de accionistas.
Las materias referidas en los números 1), 2), 3) y 4) sólo podrán acordarse en junta
celebrada ante notario, quien deberá certificar que el acta es expresión fiel de lo ocurrido
y acordado en la reunión.
Se debe recordar que para realizar la modificación de los estatutos en la sociedad por
acciones, no se requerirá la celebración de una junta extraordinaria, si la totalidad de los
accionistas suscribieren una escritura pública o un instrumento privado protocolizado en
que conste tal modificación.
Este artículo contempla, como se advierte, otra interesante y flexible forma de bajar
los costos a la sociedad, pues deja a los estatutos la forma de realizar la citación, con la
limitante de que deben proporcionar razonable seguridad de su fidelidad, y en el silencio
la citación se hará por correo certificado, difiriendo de lo establecido por el artículo 59
de la ley Nº 18.046, que exige un aviso destacado publicado a lo menos por tres veces
en días distintos en un periódico del domicilio social o en su defecto, en el Diario Oficial.
En cuanto a los quórum para sesionar, la ley no distingue entre juntas ordinarias y
extraordinarias, por lo que a ambas se aplica lo dispuesto en el artículo 61 de la ley
Nº 18.046. Esta norma distingue entre primera y segunda citación.
El quórum anterior es el mínimo que establece la ley, por lo que los estatutos siempre
podrán establecer un número superior.
Cabe hacer presente que la nueva junta deberá ser citada para celebrarse dentro de
los 45 días siguientes a la fecha fijada para la junta no efectuada.
Cabe destacar que las acciones "inmovilizadas" del artículo 68 de la ley Nº 18.046,
siendo aquellas pertenecientes a accionistas que durante un plazo superior a cinco años
no hubieren cobrado los dividendos que la sociedad hubiere distribuido, ni asistido a las
juntas de accionistas que se hubieren celebrado, no serán consideradas para los efectos
del quórum y de las mayorías requeridas en las juntas. Cuando haya cesado cualquiera
de los dos impedimentos mencionados, estas acciones podrán considerarse
nuevamente.
El art. 437 reglamenta el ejercicio a voto en las juntas de accionistas, diciendo que
cada accionista dispondrá de un voto por cada acción que posea o represente. Sin
embargo, el estatuto podrá contemplar series de acciones sin derecho a voto, con
derecho a voto limitado o a más de un voto por acción; en cuyo caso, deberán determinar
la forma de computar dichas acciones para el cálculo de los quórum.
El artículo 439 inciso primero dispone que la sociedad podrá emitir acciones de pago,
que se ofrecerán al precio que determinen libremente los accionistas o quien fuere
delegado al efecto por ellos.
La parte final de este inciso establece una diferencia con la normativa actual de las
sociedades anónimas, debido a que dispone que no será obligatorio que dicha oferta de
acciones se realice preferentemente a los actuales accionistas. Cabe recordar que en
la sociedad anónima se dispone que las opciones para suscribir acciones de pago
o debentures convertibles en acciones, deben ser ofrecidas para su suscripción, a lo
menos una vez, a todos los accionistas a prorrata de sus acciones.
El inciso segundo del artículo que estamos comentando establece esta opción,
siempre que se establezca en el estatuto social. Al efecto dice: "Sin embargo, el estatuto
social podrá establecer que las opciones para suscribir acciones de aumento de capital
de la sociedad o de valores convertibles en acciones de la sociedad o de cualesquiera
otros valores que confieran derechos futuros sobre éstas, sean de pago o liberadas,
deban ser ofrecidas, a lo menos por una vez, preferentemente a los accionistas, a
prorrata de las acciones que posean".
El inciso final de esta norma dispone que mientras estuviere pendiente una emisión
de bonos convertibles en acciones, deberá permanecer vigente un margen no suscrito
del aumento de capital, por la cantidad de acciones que sea necesaria para cumplir con
la opción, cuando ésta sea exigible conforme a las condiciones de la emisión de los
bonos respectivos.
Constituye también una particularidad el que el artículo 438 otorga libertad para que
la sociedad pueda adquirir y poseer acciones de su propia emisión, salvo que los
estatutos establezcan lo contrario. Sin embargo, estas acciones no se computarán para
la constitución del quórum en la asamblea de accionistas o para aprobar modificaciones
del estatuto social, y no tendrán derecho a voto, dividendo o preferencia en la
suscripción de aumentos de capital.
El legislador pone el límite de un año como máximo para poseer las acciones, al
término del cual deberán enajenarse, aunque se podría establecer un plazo menor en
el estatuto social.
Todo acuerdo de disminución o reducción del capital deberá ser adoptado por la
mayoría establecida en el estatuto. En silencio de éste, se requerirá el voto conforme a
la unanimidad de los accionistas.
En cuanto a las diferencias que se produzcan entre los accionistas, los accionistas y
la sociedad o sus administradores o liquidadores, siguiendo la regla general en nuestro
derecho, el art. 441 establece que deberán ser resueltas por medio de arbitraje.
V. Entidades de Garantía Recíproca
Este tipo de instituciones fue concebido por la ley con el propósito de solucionar las
dificultades que deben enfrentar las pequeñas y medianas empresas para acceder al
crédito, y el otorgamiento de garantías que requieren de actos complejos y onerosos.
Mediante este tipo de sociedades, los empresarios pueden organizarse para administrar
un sistema de garantías aceptables para los agentes financieros, que les permita
superar dichas dificultades, de modo que los beneficiarios del sistema puedan obtener
mejores y más flexibles cauciones, optimizando las condiciones de acceso al crédito y
a servicios adicionales que son propios de la actividad que desarrollan.
Las sociedades de garantía recíproca son un instrumento jurídico utilizado desde hace
varios años en el derecho comparado. En efecto, en la mayoría de los países europeos
y algunos sudamericanos, como Argentina, se reconoce expresamente la existencia de
este tipo de sociedades. En Europa, por ejemplo, constituyen verdaderas entidades
financieras que han tenido un gran éxito y un importante desarrollo, y que incluso se
encuentran relacionadas entre sí y cuentan con una forma de organización y de
integración supranacional.
La sociedad podrá afianzar diversas obligaciones del deudor y ante uno o varios
acreedores, aun cuando el bien entregado en garantía sea uno. En otros términos, para
efectos de caucionar las obligaciones de uno de sus socios, la sociedad deberá atender
únicamente al valor del o los bienes que garantizan la fianza.
El sistema permite que, con cargo a los aportes de capital del accionista beneficiario
y de las contragarantías que rinda, se pueda emitir uno o más certificados de garantía,
con los cuales el aportante podrá garantizar obligaciones ante uno o más acreedores.
El alzamiento de la fianza, así como la transferencia de la garantía, sólo consistirá en la
restitución, destrucción o entrega del certificado, con lo cual no será necesario recurrir
al sistema general que rige en materia de cancelación o transferencia de prendas e
hipotecas. De este modo, pagadas sus obligaciones, el beneficiario podrá otorgar
nuevas garantías a otros acreedores para efectos de acceder a nuevo financiamiento,
o bien, enajenar sus acciones y alzar de este modo sus garantías; todo esto, con los
debidos resguardos y restricciones que el proyecto establece para la seguridad del
comercio.
La sociedad de garantía recíproca percibe una comisión por la fianza o aval que
otorgue al beneficiario, la que se pacta en el Contrato de Garantía recíproca que estos
celebren, la que se puede pactar de contado o en régimen de cuotas; asimismo, cobrará
al beneficiario un honorario por el estudio económico, financiero y jurídico que deba
efectuar para establecer la o las obligaciones que afianzará.
En cuanto al capital social, el artículo 3º letra c) señala que el capital social mínimo
inicial deberá ser una suma equivalente a 10.000 unidades de fomento. En todo
momento estas instituciones deberán mantener un patrimonio a lo menos equivalente al
capital social mínimo inicial.
Originalmente, el proyecto de ley establecía un capital mínimo de 15.000 unidades de
fomento, pero en la tramitación este guarismo bajó a 10.000 unidades de fomento.
Si la empresa se constituye como sociedad anónima, debe cumplir con los requisitos
de existencia establecidos en los artículos 4º y 5º de la ley Nº 18.046, según lo dispone
el artículo 5º de la ley, por lo tanto, se constituyen por escritura pública y un extracto de
ésta se inscribe en el Registro de Comercio correspondiente al domicilio social y se
publica por una vez en el Diario Oficial, todo ello en el plazo de sesenta días, contados
desde la fecha de otorgamiento de la escritura pública.
1. Las condiciones generales aplicables a las garantías que otorgue la entidad y a las
contragarantías que se constituyan a su favor.
2. Los porcentajes máximos de las garantías que la entidad podrá otorgar, en relación
con su patrimonio, con el valor de los fondos de garantía que administre o con las
contragarantías que se le haya rendido.
3. La relación máxima entre el capital social que aporte cada accionista beneficiario y
el importe máximo de las deudas cuya garantía éste solicite de la sociedad, con cargo
a sus acciones.
En cuanto a la calidad de los accionistas, el artículo 1º, inciso segundo, señala que
éstos podrán ser personas naturales o jurídicas que participan de la propiedad del
capital social, tendrán los derechos y obligaciones que les confiere la ley y podrán optar
a ser afianzados por la sociedad para caucionar determinadas obligaciones que
contraigan, de conformidad con las normas de la presente ley.
Las instituciones de garantía recíproca que opten por utilizar la emisión inmaterial
señalada en este artículo, deberán solicitar la apertura de una cuenta destinada al
depósito de dichos certificados y al registro de los beneficiarios y sus respectivos
acreedores, en la entidad en que depositen el Certificado de Fianza.
Con todo, si por alguna razón legítima fuere requerida la impresión física de un
documento en el que conste la fianza, éste contará con las características necesarias
para impedir su falsificación y los costos de impresión serán de cargo del requirente. El
certificado impreso deberá llevar la firma del gerente de la empresa depositaria o de
quien éste designe, será nominativo, no negociable y tendrá igualmente mérito ejecutivo
para su cobro, a cuyo efecto podrá transferirse como valor en cobro.
Atendida la definición legal del denominado Certificado de Fianza y sus efectos
jurídicos, podemos afirmar que este documento corresponde, en cuanto a su naturaleza
jurídica, a un título valor o de crédito, entendido éste, siguiendo la definición clásica que
estudiaremos en la Tercera Parte de esta obra, como "un documento necesario para
ejercer el derecho literal y autónomo que en él se contiene", y corresponde a aquellos
de carácter nominativo en cuanto a su circulación y representativo de una obligación de
garantía o caución.
El beneficiario queda obligado frente a la entidad por los pagos que ésta efectúe en
cumplimiento de las obligaciones garantizadas; las obligaciones afianzadas en virtud de
la ley Nº 20.179, "gozarán del privilegio establecido por el artículo 2481 Nº 1, del Código
Civil", esto es, corresponde a un crédito de la cuarta clase.
En los incisos noveno a catorce del artículo 12, se regulan los aspectos procesales
del juicio ejecutivo que puede impetrar el acreedor de la obligación garantizada, en
contra de la entidad de garantía recíproca.
Agrega esta norma que la entidad podrá adquirir acciones o cuotas de capital de su
propia emisión, sin necesidad de un acuerdo de la junta de accionistas o socios, en el
caso de ejecución de la garantía que señala el presente artículo o de dación en pago de
las acciones o cuotas prendadas, sin perjuicio de las normas generales que rigen la
materia.
F) Institución (es) o Entidad (es) de Garantía Recíproca: Se trata de las sociedades
anónimas y cooperativas de garantía recíproca.
La Ley Nº 18.815, de 1989, regula los Fondos de Inversión y su artículo 5º, números
1, 2, 3, 4 y 5, establece que, sin perjuicio de las cantidades que mantengan en caja y
bancos deberá efectuarse en:
Por una parte, la reglamentación que rige a las grandes empresas —en general,
sociedades anónimas abiertas que obtienen financiamiento del público mediante la
oferta pública de sus valores (bonos, acciones) que emiten para su transacción en los
mercados— ha ido en la dirección de aumentar la carga regulatoria de éstas,
particularmente, en cuanto a deberes de divulgación de información, rendición de
cuentas y gobiernos corporativos. La ley Nº 20.382 (D.O. 20.10.09) que perfecciona los
gobiernos corporativos de las empresas es una manifestación de esta tendencia.
La ley Nº 20.659 (D.O. 08.02.13) fue un paso más allá en la simplificación del régimen
de constitución, modificación y disolución de las sociedades comerciales, por medio de
la creación de un registro electrónico de empresas y sociedades —régimen
simplificado— al que pueden sujetarse la mayoría de los tipos societarios (no así, las
sociedades anónimas abiertas o especiales), y que hoy rige de manera paralela al
sistema registral conservatorio o régimen general.
Este sistema se presenta así como una alternativa, voluntaria para los usuarios, a la
hora de optar por un sistema de registro para el tipo societario de que se trate, pudiendo
el interesado acogerse al Régimen General (el sistema tradicional de constitución,
modificación, transformación, fusión, división, terminación o disolución de una persona
jurídica conforme a las solemnidades requeridas en las leyes que la establecen y
regulan) o al Régimen Simplificado (el sistema de constitución, modificación,
transformación, división, fusión, terminación y disolución de una persona jurídica
establecido en la ley Nº 20.659 y su reglamento, así como su migración hacia o desde
el Régimen General). Pero no se pueden utilizar los dos de manera simultánea para una
misma persona jurídica.
c) Llenado de los campos. Algunos son obligatorios y otros opcionales, lo que sigue,
con algunas variaciones, la distinción entre menciones esenciales y no esenciales que
reconocen la legislación y la doctrina. Se trata de ingresar los datos de la sociedad, de
los socios y adjuntar los documentos que sean necesarios.
Una vez que se hayan ingresado todos los datos correctamente, procede la firma del
documento, etapa del procedimiento que se cumple en alguna de las dos formas
siguientes:
— Si al momento de firmar todos los socios cuentan con firma electrónica avanzada,
pueden firmar directamente y con ello finalizan el proceso de constitución y cumplen con
la inscripción de la persona jurídica al Registro.
Todos los socios y administradores de la sociedad, reciben por correo electrónico una
notificación de la constitución de la empresa.
Cabe tener presente que el usuario no requiere completar el proceso en una única
ocasión. En efecto, el proceso puede suspenderse para luego retomarse: un mismo
usuario puede iniciar un trámite, salir del sistema y luego retomarlo en la sección
"Actuaciones en trámite".
Debe obtenerse del Conservador del Registro Comercio donde se encuentra inscrita
la persona jurídica que migrará, un Certificado de Migración al Régimen Simplificado.
El usuario que efectúe el llenado de los campos del formulario requerido para la
migración puede ser cualquiera persona, no siendo necesario que sea un socio quien lo
haga. No obstante, sólo los socios, titulares o un mandatario designado podrán firmarlo.
El sistema exige individualizar la sociedad que desea migrar con su RUT y con los
datos del Certificado de Migración al Régimen Simplificado.
A continuación hay que llenar los campos del formulario con los datos extraídos de:
(a) el Extracto actualizado de los estatutos sociales, incluido en el Certificado de
Migración al Régimen Simplificado; (b) las Escrituras estatutarias vigentes (escrituras
de constitución y modificaciones), solo para aquellas menciones no incluidas en el
extracto; y (c) el Rol Único Tributario de la sociedad que migra.
En algunos casos el sistema requerirá de autorización por parte del SII (como por
ejemplo, disminuciones de capital). Cuando ello haya ocurrido, los titulares recibirán un
correo electrónico de notificación por parte del Registro.
Firma de todos los socios, ya sea electrónicamente por todos ellos, o en forma
manuscrita por todos ellos ante notario y éste último electrónicamente. Para estos
efectos, todos los socios pueden designar un mandatario en cuyo caso éste debe firmar
de modo manuscrito ante notario.
Con la firma electrónica de todos los socios o del notario, se entiende incorporada la
modificación al Registro.
Al igual que en el caso de las demás actuaciones mencionadas, la ley establece que
las fusiones y divisiones de empresas del Registro se harán con la sola suscripción del
formulario respectivo, por lo que el sistema establece al efecto instrucciones muy
similares a las ya vistas para las modificaciones y transformaciones.
Con todo, la ley se pone en el caso de una fusión de una persona jurídica del Registro
con una persona jurídica del Régimen General. En tal caso, cada una de ellas deberá
cumplir con las solemnidades que particularmente les son aplicables para efectos de
celebrar la fusión, y la persona jurídica resultante de la fusión continuará regulada por
el régimen de formalidades que le resulte aplicable, sin perjuicio que posteriormente
migre a otro régimen.
Cada vez que exista un vicio formal, que de acuerdo a lo dispuesto por la ley Nº 19.499
pueda ser objeto de saneamiento, los titulares o sus apoderados podrán proceder a la
suscripción, mediante firma electrónica, de un formulario de saneamiento.
No es considerado un vicio formal de nulidad la falta de suscripción del formulario
dentro del plazo de 60 días desde la firma del primer titular, pero dicha falta produce la
caducidad del formulario no suscrito.
El artículo 3º del Reglamento establece los siguientes principios por los que se rige el
sistema:
a) Gratuidad
b) Seguridad de la información
Los títulos de crédito o títulos valores son una creación propia del Derecho Mercantil,
de enorme trascendencia en el mundo de los negocios y la vida diaria de las personas.
Al respecto, Ferri dice que "los títulos de crédito constituyen el instrumento más eficaz
y perfecto de movilización de la riqueza y de circulación de los créditos y, como tales,
encuentran general aplicación en el campo de las relaciones privadas, asumiendo cada
vez mayor importancia".
Los títulos de crédito presentan frente a todos los mecanismos tradicionales una serie
de ventajas, principalmente, la certeza en la existencia del crédito al tiempo de la
adquisición del título; rapidez en la ejecución de los actos que se necesitan para la
circulación del crédito, y seguridad en la ejecución final del título.
Los requerimientos que planteaba la evolución de la actividad mercantil fueron los que
exigieron la creación de un nuevo sistema, los títulos de crédito, que aparecen en la
historia justamente cuando los mecanismos contemplados en el derecho común que se
utilizaban para la circulación resultaron insuficientes para llenar las necesidades de
mayor rapidez, facilidad, certeza y seguridad que exigen las actividades económicas.
Para estudiar los antecedentes históricos de los títulos de crédito o títulos valores es
indispensable referirse a su exponente más característico y antiguo: la letra de cambio.
Otro instituto que se utilizaba con fines circulatorios antes del nacimiento de los títulos
de crédito, era la delegación. En esta figura, el delegante, deudor primitivo, es
reemplazado por el delegado, nuevo deudor respecto del delegatario, que es el acreedor
de la deuda. Este mecanismo presenta dos variantes, según que el acreedor delegatario
acepte expresamente la sustitución del deudor, liberando al deudor primitivo de su
obligación, caso en el cual estamos en presencia de la delegación perfecta o novación;
en cambio, en la delegación imperfecta, el acreedor delegatario no libera al deudor
primitivo, quedando subsistente la obligación originaria entre ambos, constituyéndose el
deudor delegado en un nuevo deudor junto al anterior. En el fondo, no es otra cosa que
una cesión de deuda.
Otros afirman que el uso de letras de cambio se extendió rápidamente entre las
ciudades marítimas y que fue conocida en Grecia. También parece comprobado que la
letra de cambio fue conocida entre los romanos.
La letra de cambio en su forma actual, según los tratadistas franceses, fue inventada
por los judíos expulsados primero de España y luego de Francia. Se dice que ellos
entregaban a los viajeros y mercaderes extranjeros cartas enviadas a las personas a
quienes habían confiado sus bienes, ordenándoles la entrega de los dineros que habían
dejado en depósito.
Por su parte, los autores italianos señalan que los güelfos, expulsados de Florencia
por los gibelinos, emplearon la letra de cambio para efectuar el traslado de sus bienes,
impidiendo que sus enemigos se apropiaran de ellos.
Sea cual fuere su origen histórico, lo cierto es que la letra de cambio aparece,
primeramente, como medio de realizar el transporte de monedas de una plaza a otra y
ligada al contrato de cambio.
Poco a poco y por su uso generalizado en las ferias, la letra de cambio pasó a ser
título de crédito, llegando a ser este su carácter esencial, debido a la introducción del
"endoso". La letra pasó a ser una mercancía que reemplazó la moneda de oro o plata.
Al mismo tiempo, se impedía la salida de estos metales valiosos del territorio de los
Estados.
El origen de la Teoría General de los Títulos de Crédito fue, sin duda, la aplicación y
desarrollo de la letra de cambio, que motivó estudios doctrinarios y elaboración de
normas legales. La letra de cambio conjugaba adecuadamente el aspecto teórico con el
aspecto práctico de su funcionamiento en el tráfico comercial y bancario. Pero para los
franceses, cuyas concepciones jurídicas predominaban sin contrapeso hasta el siglo
XIX, no se concebía la existencia de un deudor sin que frente a él no se situara,
correlativamente, un acreedor por contrato.
Pero fue el profesor italiano Cesare Vivante el creador de la Teoría General de los
Títulos de Crédito contenida en su "Tratado de Derecho Comercial", editado por primera
vez en 1896, siguiendo, como anota Sandoval, las siguientes pautas: "A) extrajo los
caracteres esenciales de la letra de cambio, que eran comunes a todos los títulos de
crédito; B) separó los elementos constitutivos de la letra de cambio como título de crédito
de aquellos otros caracteres que le daban el rango de simple documento de comercio;
C) distinguió de los títulos de crédito aquellos documentos que no contaban con los
caracteres esenciales y que eran simplemente documentos probatorios, y D) describió
su forma de circulación según las diversas clases de títulos de crédito: nominativos, a la
orden o al portador".
Siguiendo la clásica definición de Vivante, puede decirse que título de crédito es "un
documento necesario para ejercer el derecho literal y autónomo que en él se menciona".
El mismo autor dice que "el documento (que da cuenta) de un crédito adquiere el
carácter jurídico de título de crédito solamente cuando por su disciplina sea necesario
para transferir o exigir el derecho literal y autónomo que en él está mencionado. El
derecho que consta del título es un derecho literal, porque su medida y su contenido
están determinados por el preciso tenor del título; es un derecho autónomo, porque todo
poseedor lo ejerce como si fuera un derecho originario nacido en él por primera vez,
desde que en contra de tal derecho no pueden hacerse valer las excepciones que eran
oponibles a los poseedores precedentes".
Con posterioridad han surgido otras definiciones más completas, siendo del caso citar
en particular la de Asquini, no exenta de crítica, que intenta reflejar en ella todas las
principales particularidades de estos instrumentos: "Título de crédito es el documento
de un derecho literal destinado a la circulación e idóneo para conferir de un modo
autónomo la titularidad del derecho al propietario del documento y la legitimación para
el ejercicio del derecho al poseedor regular del documento" ("Titoli di crédito", p. 52).
Desde el punto de vista jurídico, como fuente de las obligaciones, el título de crédito
no nace de una convención, sino de un acto jurídico, es decir, de una declaración
unilateral de voluntad, que da nacimiento a una obligación inicial, a la que
posteriormente pueden irse agregando otras. Esta declaración unilateral de voluntad es
incondicionada, no está sujeta a contraprestación, es irrevocable y vinculante. Por todos
estos atributos se presenta frente a la convención, como una fuente de obligaciones
alternativa, creada por el Derecho Mercantil y cuyo uso se extiende a todo el ámbito de
la sociedad.
a) La necesidad
Esta característica, llamada por algunos autores (entre ellos, Ferri y Vivante) como
"incorporación", consiste en la compenetración del derecho en el documento, de modo
que para ejercer el derecho que surge del título es necesaria, imprescindible, su
tenencia, exhibición o entrega.
El Código suizo de las Obligaciones dispone (artículo 966) que aquel cuya deuda está
incorporada a un papel no tiene la obligación de pagar, sino contra la entrega del título.
Precisando las distintas situaciones que se pueden presentar con los documentos,
para llegar finalmente a los títulos valores, Rocco distingue tres distintas posibilidades:
3. Por último, están los casos en que la relación jurídica y el documento en que ella
se plasma se conectan no sólo para dar origen a la relación jurídica, sino que
permanentemente, en términos que el documento y el derecho "subsisten
compenetrados", de modo que quien tiene legalmente el documento, tiene el derecho.
Este es el caso de los títulos valores.
b) Literalidad
c) Autonomía
Desde otro punto de vista, la independencia se relaciona con el carácter abstracto que
algunos títulos valores tienen, en particular, los efectos de comercio (letras, pagarés y
cheques), caso en el cual las obligaciones que nacen del título son independientes del
negocio causal en que tuvieron su fuente. En el Código de Comercio, este aspecto
estaba considerado en los artículos 123 y 124, los que fueron derogados por el artículo
108 de la ley Nº 18.092. La regla general era que el pago con efectos de comercio no
constituía novación, salvo cuando éstos fueran al portador.
El artículo 12 de la ley citada contiene el mismo principio general al decir que "el giro,
aceptación o transferencia de una letra no extingue, salvo pacto expreso, las relaciones
jurídicas que les dieron origen, no producen novación". Sin embargo, el inciso segundo
del mismo artículo prescribe correctamente que "el pago de una letra emitida, aceptada
o endosada para facilitar el cobro de una obligación o para garantizarla, la extingue
hasta concurrencia de lo pagado".
Es necesario tener presente que esta disposición no se aplica a los títulos al portador,
respecto de los cuales el artículo 125 del Código, modificado por la ley Nº 18.092, dice
que "si se dieren en pago documentos al portador, se causará novación si el acreedor
al recibirlos no hubiere hecho formal reserva de sus derechos para el caso de no ser
pagados".
Los intervinientes, en todo caso, pueden darle al acto cambiario (giro, endoso,
aceptación, etc.) efectos novatorios, si expresamente lo estipulan en la relación
fundamental.
Como resultado directo del carácter abstracto de algunos títulos de crédito, surge el
principio de la independencia del acto cambiario con el negocio causal. La verdad es
que siempre va a haber motivos y valoraciones económicas que han dado origen a estos
títulos, por lo que como necesaria consecuencia surge que la persona que tiene una
acreencia derivada de dicho negocio causal va a disponer, salvo el caso de novación,
de dos tipos de acciones para ejercer su derecho.
Una acción va a ser aquella que nace del negocio causal mismo, por ejemplo, el
derecho del vendedor para que se le pague el precio, acción ordinaria que nace como
consecuencia del contrato de compraventa. Esas acciones se denominan
extracambiarias, en el lenguaje del derecho de los títulos valores, por oposición a las
que surgen de los títulos de crédito.
Pero en segundo término, esa misma persona —si como consecuencia del negocio
causal el comprador se obligó en un título valor, aceptando, por ejemplo, una letra de
cambio—, va a poder disponer de las acciones que emanan justamente del título valor,
acciones que son ejecutivas y de corto plazo de prescripción. Esas acciones se
denominan cambiarias.
Cabe advertir, sin embargo, que como ya lo habíamos adelantado: "la índole abstracta
del crédito no es, ni esencial ni connatural al título de crédito", sino tan sólo de algunos
de ellos, particularmente, los efectos de comercio.
Los títulos que no son abstractos, sino causales, están ligados a la causa que les dio
nacimiento. Ellos son, en cambio, no formales e incompletos, porque de una u otra
manera la cuantía de las obligaciones que en ellos constan, sus modalidades o eficacia,
se encuentran ligadas a la relación originaria que les dio nacimiento, como es el caso
de los bonos y los debentures que hacen referencia a la escritura de emisión y a la
fundacional de la sociedad emisora.
Los títulos valores se forman y circulan por medio de actos denominados cambiarios,
por la misma razón ya explicada de que los instrumentos en que se ejecutan están
vinculados históricamente al antiguo contrato de cambio.
Las características de los actos cambiarios están muy ligadas a las de los títulos
valores mismos, estudiadas precedentemente, y son las siguientes:
Son unilaterales, porque basta la sola firma de la persona que se obliga para que el
acto cambiario adquiera valor. No son convenciones.
En efecto, los actos cambiarios tienen la particularidad de que cada persona que en
ellos intervenga se obliga o contrae una obligación por sí misma, con absoluta
prescindencia de concierto de voluntades con otras. Ello quiere decir que, aun cuando
en un determinado título valor o título de crédito puedan superponerse y coexistir
diversas obligaciones que afecten a diversas personas, cada una de ellas se ha obligado
actuando unilateralmente en forma independiente. En derecho diríamos, entonces, que
en los títulos valores no hay una obligación que se contraiga como contraprestación de
otra, a lo menos, desde la perspectiva pura del título valor.
Esto se traduce en que jamás, aunque en un título valor haya varias personas
obligadas, esto va a ser producto o resultado de una convención: en el título valor, cada
obligación nace como consecuencia de un acto unilateral de voluntad.
Así, por ejemplo, la aceptación de una letra de cambio, el endoso y el aval nacen
jurídicamente por un acto unilateral del aceptante, el endosante o el avalista, y cada uno
de ellos se obliga independientemente el uno del otro.
En segundo lugar, los actos cambiarios son independientes, porque cada uno nace
con total autonomía de los otros actos cambiarios que se celebren o deban celebrarse
en el título. En nuestro derecho, este principio está establecido entre otras disposiciones
en el art. 7º, que prescribe que la circunstancia de que por alguna razón el título no
obligue a alguno de los signatarios, no invalida el título para los demás obligados, incluso
en el extremo de que en el título aparezcan firmas falsas o personas imaginarias. La
misma conclusión se extrae de la lectura del art. 28, que se refiere a las excepciones
que se pueden oponer en materia cambiaria.
En efecto, las acciones que emanan directamente del título valor tienen, además, la
ventaja de que en contra de ellas el deudor que se obligó en el título no va a poder
oponer las excepciones que surjan del negocio causal, sino que solamente las
excepciones reales que surgen del título valor mismo o de las personales que tenga
contra el acreedor. Este principio se conoce con el nombre de principio de la
inoponibilidad de excepciones.
Lo que ocurre es que cualquiera sea la forma cambiaria en que el portador haya
adquirido el título, cuando lo presenta para que se lo paguen ejerce un derecho
originario, propio, independiente de las relaciones jurídicas que hayan existido entre el
deudor y los anteriores poseedores del documento.
Los títulos valores son, así, una fuente de obligaciones independiente y distinta de las
fuentes clásicas que contempla el derecho común, a saber, el contrato, los
cuasicontratos, los delitos, cuasidelitos y la ley, cuya principal particularidad jurídica es
que la fuerza obligatoria del título frente a quien lo ha suscrito emana de la voluntad
unilateral e incondicional de éste, de obligarse frente a quien sea tenedor legítimo del
mismo.
Al respecto, Manuel Vargas dice que "el título de crédito es, pues, una manifestación
del poder vinculante de la voluntad unilateral de la persona que se obliga".
Así, si yo tengo una partida de mil quintales de maíz que vienen de Argentina a Chile,
puedo transferir la propiedad de dicho maíz transfiriendo el documento que da cuenta
del transporte.
Por último, los títulos valores pueden contener un conjunto de derechos de diversa
naturaleza o de naturaleza mixta, como la calidad de socio de la entidad que los emite
o de acreedor de la misma. En este caso, estamos en presencia de los títulos de
participación social y de los valores mobiliarios.
La segunda clasificación de los títulos valores es aquella que los ordena según si se
trata de instrumentos al portador, a la orden o nominativos.
Los títulos al portador son aquellos que se pagan a quien los presente al cobro y se
transfieren mediante su mera tradición manual o entrega física. Son títulos a la
orden, aquellos que están emitidos en favor de una persona, pero que ésta puede
transferirlos mediante un acto jurídico llamado endoso, que puede ser nominado o
abierto (este último, conocido también como endoso en blanco) y, por último, son
títulos nominativos aquellos que están extendidos única y exclusivamente en favor de
una persona y que no admiten transferencia mediante endoso. Sin embargo, ello no
impide su transferencia, sino que obliga a hacerla mediante el mecanismo de la cesión
de derechos, regulada tanto en el Código Civil como en el Código de Comercio.
Otra clasificación de los títulos valores es la que distingue entre títulos públicos y
privados; comerciales y civiles. Esta clasificación está estructurada sobre la base de
examinar quién es la persona que emite el respectivo título.
Títulos valores públicos son aquellos emitidos por el Estado y por las entidades
directa o indirectamente relacionadas con éste. Se trata de títulos de crédito contra el
Estado o entidades, establecimientos y empresas públicas, autorizadas para hacer
circular valores en forma pública, y también los títulos emitidos por los gobiernos
extranjeros, siempre y cuando su circulación no estuviere prohibida.
Títulos de crédito privados, en cambio, son aquellos emitidos por los particulares.
Como decíamos, esta clasificación admite una subclasificación que distingue entre
títulos de crédito o títulos valores civiles o comerciales, atendiendo a la relación jurídica
que les dio origen. Por lo tanto, si la relación jurídica que le dio origen es una relación
jurídica de carácter civil, estaremos en presencia de un título valor civil, y si la relación
jurídica que le dio origen es de naturaleza mercantil, estaremos en presencia de u n
documento comercial. Esta clasificación resulta en la práctica de aplicación limitada,
porque, de acuerdo al artículo 3º Nº 10 del Código de Comercio, todas las operaciones
sobre letras de cambio, pagarés, cheques y sobre documentos a la orden son
comerciales, cualquiera sea su causa y objeto o las personas que en ellas intervengan
(artículo 3º Nº 10). Como esta es una mercantilidad de tipo formal, porque atiende
exclusivamente a la existencia de un documento que tenga tales atributos, "cualesquiera
que sean las personas que en ellos intervengan", la clasificación de títulos de crédito en
civiles y comerciales resulta extremadamente limitada. La regla general será, entonces,
que los títulos de crédito sean mercantiles.
Uno de los aspectos más importantes de los títulos valores es su cesibilidad por
mecanismos simples, hecho el caso de los nominativos. Estudiaremos la forma de
hacerla según la naturaleza de cada cual, empezando por los nominativos.
La materia que entramos a considerar bajo este título reviste gran importancia,
derivada de la que tienen los títulos de crédito en los negocios mercantiles y de la
frecuencia con que se transfieren.
Las personas que intervienen en la cesión son generalmente tres: "el cedente", que
es el que transfiere su crédito; "el cesionario", que es la persona a cuyo favor se hace
la transferencia, y "el deudor cedido", que es el deudor del crédito.
La notificación debe hacerse exhibiendo el título que llevará anotado el traspaso del
derecho con la designación del cesionario y bajo la firma del cedente.
La notificación, de acuerdo con el artículo 1902, debe hacerla el cesionario. Esta regla
está modificada, respecto de los créditos mercantiles, por el inciso segundo del artículo
162 del Código de Comercio. Tratándose de estos créditos, la notificación debe hacerse
por un ministro de fe, con exhibición del respectivo título, para lo cual basta el simple
requerimiento del cesionario. La notificación podrá hacerla un notario, el secretario de
un tribunal dentro de éste o un receptor fuera del tribunal.
Los efectos de la cesión en relación con las excepciones son distintos según que se
haya perfeccionado respecto del deudor cedido por notificación o aceptación.
Si ha mediado aceptación del deudor, ésta purga las excepciones personales que el
deudor podía oponer al cedente; no podrá así oponer al cesionario la excepción de
compensación que hubiera podido oponer al cedente (artículo 1859, inciso primero, del
Código Civil). Podrá, en todo caso, oponerle las excepciones reales, es decir, las que
emanan del crédito mismo, como la nulidad, la falsedad, etc.
Estas últimas, que no resultan del título de crédito mismo, puede oponerlas en
cualquier momento en conformidad al Código Civil; pero, tratándose de la cesión de
créditos mercantiles, el Código de Comercio ha dispuesto que estas excepciones
aparentes u ocultas deben hacerse presentes en el acto de la notificación o dentro del
tercer día, a más tardar, so pena de que más adelante no serán admitidas (artículo 163,
inciso primero). En todo caso, puede el deudor oponer al cesionario las excepciones
personales que tenga en contra suya (como, por ejemplo, el pago).
Por último, cabe recordar que, conforme al artículo 1909, la cesión de un crédito
comprende sus fianzas, privilegios e hipotecas, pero no traspasa las excepciones (debe
decir, acciones) personales del cedente.
Primeramente, debemos recordar que los autores distinguen dos clases de garantías
de las que puede responder un cedente: la garantía de derecho y la garantía de hecho.
Créditos a la orden son aquellos que llevan el nombre del titular y la expresión "a la
orden" precediendo al nombre del titular del crédito. Sus principales características son
las siguientes:
El artículo 17 de la Ley Nº 18.092 define el endoso diciendo que es "el escrito por el
cual el tenedor legítimo transfiere el dominio de la letra, la entrega en cobro o la
constituye en prenda".
El deudor puede oponer al endosatario las excepciones reales y las personales que
en contra suya tuviere, pero no las que tenía contra el endosante, pues el endoso purga
estas excepciones. El artículo 28 de la ley Nº 18.092 dice que la persona demandada
en virtud de una letra de cambio no puede oponer al demandante excepciones fundadas
en relaciones personales con anteriores portadores de la letra.
Este es el principio conocido con el nombre de "principio de la inoponibilidad de
excepciones" a que ya nos hemos referido con anterioridad.
Créditos al portador son aquellos que no indican el nombre del titular o, si lo hacen,
llevan agregadas las palabras "o al portador". Sus principales características son las
siguientes:
Ella se produce por la mera tradición manual, es decir, por la simple entrega del título
(artículo 154 del Código de Comercio).
El deudor no puede oponer otras excepciones que las que nazcan del título. Para
comprender por qué no se traspasan las excepciones personales, basta recordar que
puede no conocerse la persona del cedente.
Sección Segunda
Los efectos de comercio
1) Que el valor en moneda corriente esté indicado en él. Se sabe entonces lo que
ellos representan en dinero, no están sujetos a las variaciones del mercado interno, de
modo que no se tiene por qué suponer cuánto podrían significar en caso de ser
vendidos. Un cheque de $ 20.000 vale $ 20.000, en tanto que un conocimiento de
embarque que da derecho a la entrega de una cantidad de mercadería, que será
descargada de un navío en tal puerto, no tiene un valor absolutamente determinado.
La indicación del valor en moneda no es solamente apreciativa, ella es normativa; el
efecto da derecho a percibir una suma de dinero; en otros términos, representa un
crédito en dinero.
Por otra parte, la moneda tiene curso forzado, vale por ella misma, y la confianza que
ella inspira corresponde a la confianza en los destinos de la nación, en tanto que el
efecto de comercio vale primero por la firma de aquel que se obliga.
Por último, la moneda representa por naturaleza un valor atemporal, en tanto que el
efecto de comercio tiene un valor limitado y medido en el tiempo: limitado, porque él no
valdrá nada después de cierto lapso; medido, porque corrientemente no da derecho a
pago de la suma indicada, sino a la llegada de una fecha de vencimiento.
Es bastante difícil pasar por un análisis más estricto la noción de efecto de comercio.
Respondiendo a los caracteres que hemos indicado más arriba, el efecto de comercio
se parece mucho a la moneda. En resumen, la diferencia irreductible es de orden
sicológico: emitir o suscribir, firmar un efecto de comercio no equivale en absoluto, en el
espíritu del adquirente, a la seguridad de un pago hecho en moneda.
En nuestro país, los efectos de comercio más conocidos son la letra de cambio, el
pagaré, el cheque y la carta orden de crédito. Recientemente, la ley Nº 19.983 de 15 de
diciembre de 2004 ha venido a configurar a la factura como una especie de efecto de
comercio.
Pero también, según hemos señalado, las personas jurídicas emiten títulos que
confieren derechos de asociados o de acreedores, denominados "valores mobiliarios",
que son susceptibles de una negociación fácil, de una cotización en bolsa de valores y
que, al igual que los otros instrumentos que hemos analizado, facilitan la circulación del
crédito y de la riqueza. Veamos a continuación, separadamente, algunas nociones sobre
los valores mobiliarios.
Se llaman valores mobiliarios, los documentos emitidos por las personas jurídicas,
públicas o privadas, que confieren derechos de asociados o de acreedores idénticos
para una serie dada, de tal suerte que esos títulos, por lo demás negociables, según los
modos previstos por el Derecho Comercial, son susceptibles de una venta, de una
cotización colectiva, la cotización en la bolsa, etc.
Los valores mobiliarios son principalmente las acciones de las sociedades, los bonos
o debentures emitidos por ellas y títulos de la deuda del Estado o de las empresas y
entidades públicas. Cuando se trata de acciones o pueden convertirse en acciones,
reciben el apelativo específico de "títulos de participación social".
Existen tres formas de negociación aplicables a los títulos valores mobiliarios, según
su forma de emisión: la transferencia manual, que se aplica a los títulos al portador; el
endoso, que se aplica a los títulos a la orden, y la cesión de créditos, que se aplica a los
títulos nominativos.
Veamos enseguida, con mayor detalle, algunos aspectos de estas tres formas de
valores mobiliarios.
Su obligación es formal y literal; el alcance está fijado por el tenor material del título y
ella incumbe al suscriptor por el solo hecho de haberlo emitido, independientemente del
contrato que al origen puede haber intervenido o debía intervenir entre el primer portador
beneficiario y el suscriptor.
Esta teoría explica la existencia de un derecho propio y directo en todo poseedor del
título, sin que se le puedan oponer excepciones nacidas de los otros portadores
anteriores. El título al portador termina por incorporar en el instrumento el derecho de
su poseedor a exigir la prestación.
Sin embargo, los títulos al portador son individualizados por cuanto pueden
identificarse por un número de orden en una serie, indicada por letras o por cifras. En
materia de sociedades anónimas, la mayoría de las legislaciones prohíbe la emisión de
acciones al portador, como es el caso particular de nuestro derecho.
Se llaman así, porque ellos contienen el nombre del titular, que es el único habilitado
para cobrarlos. En general, sólo pueden transferirse mediante la cesión de créditos
siendo posible otros mecanismos, como en el caso de las acciones. Los títulos
nominativos se inscriben, en general, en un registro que lleva la entidad que lo ha emitido
y que se llama Registro de Transferencias (o de Accionistas). Esta inscripción en el
registro es el título mismo de propiedad, y las mutaciones se manifestarán por los
cambios inscritos en dicho registro.
Por otra parte, es usual otorgar al titular un certificado nominativo que le permite
probar sus derechos, pero si bien esta prueba basta en general, ella es débil en el evento
de conflictos con las inscripciones en el Registro de Transferencias.
Las reglas relativas a los títulos nominativos son objeto de una atención permanente
de los legisladores. Ellas traducen, generalmente, la preferencia que los legisladores
sienten por esta clase de títulos y su hostilidad respecto de los títulos al portador.
Las sociedades o entidades emisoras pueden disponer que los títulos que ellas emiten
serán y deberán permanecer nominativos y cuya cesión es así prohibida, títulos que se
llaman esencialmente nominativos. La misma ley impone esta forma a ciertos títulos:
acciones no pagadas, acciones en garantía de los administradores, etcétera.
Son aquellos que se transfieren mediante endoso de su titular. No todos los valores
mobiliarios pueden adoptar esta forma. Es más, en algunos casos, como los valores
emitidos por las sociedades anónimas, concretamente las acciones, está prohibido que
ellas sean títulos a la orden (art. 12 de la Ley Nº 18.046 sobre Sociedades Anónimas).
Lo mismo ocurre con los bonos o debentures que emiten las sociedades anónimas,
que sólo pueden ser nominativos o a la orden. Así lo establece, en nuestro medio, el
artículo 16 de la Ley Nº 18.045, de 22 de octubre de 1981, sobre Mercado de Valores.
En nuestro país, los valores mobiliarios más conocidos son las acciones de las
sociedades anónimas, los bonos o debentures que éstas mismas emiten y los pagarés
que emiten el Banco Central de Chile y diferentes empresas del Estado, personas
jurídicas de derecho público. Ya tuvimos ocasión de referirnos a las acciones como
partes alícuotas, en que se divide el capital de una sociedad anónima y en cuanto a los
derechos que ellas confieren a su titular. Aquí nos referimos a ellas desde otro punto de
vista, consideradas como instrumentos negociables que contribuyen a la circulación de
la riqueza.
Los bonos o debentures son títulos de crédito de tipo uniforme que se emiten en serie
y que representan un derecho de crédito (una obligación) en contra de las sociedades
anónimas constituidas y domiciliadas en Chile y de las sociedades anónimas
extranjeras, autorizadas para emitir bonos o debentures (de acuerdo a los arts. 1º y 5º
de la Ley Nº 18.045, sobre Mercado de Valores).
Conviene destacar, finalmente, que los bonos son documentos negociables, que dan
a su titular el carácter de acreedor de la sociedad anónima emisora, pero no el carácter
de socio de ella. Sin embargo, también puede darse el caso de que los bonos
o debentures tengan la calidad de "convertibles en acciones", caso en el cual, en
determinadas circunstancias preestablecidas, el derecho de sus títulos a cobrar el monto
fijado en ellos puede ser substituido por el de convertirlo en accionista de la sociedad
emisora en una proporción preestablecida.
Capítulo XXXIII De la letra de cambio y el pagaré
Con posterioridad a la dictación del Código, el decreto ley Nº 707, del 19 de diciembre
de 1925, sin duda lo modernizó, acogiendo algunas de las nuevas doctrinas formuladas
hasta entonces, particularmente con el propósito de convertir a la letra de cambio en
título de crédito propiamente tal, sin legislar todavía sobre el cheque.
La letra de cambio junto con el pagaré y el cheque forman la trilogía de los títulos más
importantes que constituyen los denominados "efectos de comercio", que son aquellos
instrumentos que dan cuenta de obligaciones de pagar una suma de dinero, regulados
por la ley de tal forma que en la práctica comercial sirven para la circulación, en términos
si no equivalentes, al menos semejantes al de la moneda misma, en forma tal que en el
campo de la economía se habla de ellos con el calificativo de "dinero giral".
La Ley Nº 18.092, que dictó nuevas normas sobre Letra de Cambio y Pagaré y derogó
disposiciones del Código de Comercio, es fruto de las actividades de dicha comisión,
integrada por distinguidos profesores de Derecho Comercial.
Inspirada en las líneas matrices del "Proyecto de Ley Uniforme de Ginebra", la ley
Nº 18.092 recoge sus ideas fundamentales, pero, según se expresa en el informe
emanado del Ministerio de Justicia, la comisión redactora tuvo en vista, además, la "Ley
de Instrumentos Negociables" de los Estados Unidos de Norteamérica, el Código de
Comercio colombiano, de reciente promulgación a esa fecha, el Derecho francés, los
comentarios doctrinales franceses e italianos y la doctrina y jurisprudencia nacionales.
La ley tuvo por objeto modificar sustancialmente las normas legales que regían en
Chile sobre la letra de cambio y pagaré, con el propósito de modificarlas, de eliminar de
ellas instituciones y preceptos anacrónicos y ponerlas en armonía con la mayor parte de
las legislaciones extranjeras.
Para lograrlo, derogó expresamente todas las disposiciones que contenía el Código
de Comercio relativas a la letra de cambio y a los pagarés y dictó nuevos preceptos que,
en sustitución de los derogados, constituyen una ley especial, complementaria de dicho
Código respecto de esos instrumentos. De los artículos del Código que formaban parte
del Título X del Libro II mantuvo solamente los que versan sobre el contrato de cambio,
al que, como lógica consecuencia de las ideas que inspiran la reforma, lo desliga de la
letra de cambio. Para este efecto, la norma del actual artículo 621, que establece que el
contrato de cambio "se ejecuta por la entrega de un documento de crédito llamado letra
de cambio", es suprimida por la ley, y el referido Título X pasa a denominarse "Del
Contrato de Cambio", reducido a los tres artículos que van desde el 620 al 622.
8. Cuando el aval está concebido sin limitaciones, el avalista responde del pago en
los mismos términos que el aceptante. Como el perjuicio de la letra por la falta de
protesto no favorece al aceptante, lo anterior significa que el avalista continuará
respondiendo del pago de la letra perjudicada, a menos que aquél haya limitado su
responsabilidad.
9. Admite los pagos parciales de la cantidad librada, en cuyo caso la letra puede
protestarse por el saldo que queda insoluto.
12. Acepta los pagarés con vencimientos sucesivos y en los que se establece que el
pago se haga en cuotas.
14. Atribuye el carácter de actos de comercio a todas las operaciones sobre letras de
cambio, pagarés, cheques y, además, documentos a la orden.
15. Crea una figura delictiva, sancionando al que, en la gestión preparatoria de la vía
ejecutiva, tache de falsa una firma auténtica puesta en cualquier documento a la orden.
16. Establece que la tacha de falsedad de la firma opuesta por cualquiera de los
obligados al pago de una letra de cambio, pagaré a la orden o cheque, en la preparatoria
de la vía ejecutiva, se tramitará como incidente dentro del mismo procedimiento, a
diferencia del sistema legislativo que imperaba anteriormente, que obligaba al
demandante a accionar por la vía ordinaria en juicio separado.
Cláusulas de la letra
La Ley Nº 18.092 no define la letra de cambio. Nosotros diremos que es un título valor
o de crédito mediante el cual una persona llamada librador da a otra, llamada librado, la
orden, no sujeta a condición, de pagar al beneficiario designado, o a su orden, una
cantidad determinada o determinable de dinero.
La letra de cambio debe llevar diferentes menciones que determina la ley y que
nosotros analizaremos haciendo una distinción entre elementos esenciales, elementos
naturales y elementos accidentales. Son las siguientes:
I. Elementos esenciales
1. Cláusula a la orden;
2. La cláusula de reajustabilidad;
3. La cláusula de intereses;
1. El librador, que es la persona que ordena pagar la cantidad convenida y gira la letra.
Cláusulas
Esta mención debe estar escrita en el texto de la letra. Uno de los fines de esta
mención es dejar clara la voluntad de someterse al "rigor cambiario", tanto por parte de
su creador como por quienes lleguen a intervenir en la circulación de la letra de cambio.
Conforme al número 1 del artículo 1º, la indicación de ser letra de cambio debe estar
escrita en el mismo idioma empleado en el título. Por lo tanto, la letra girada en idioma
extranjero desde Chile hacia el exterior deberá tener la indicación de ser letra de cambio
en ese idioma. Respecto de las letras giradas desde el extranjero hacia Chile llevarán o
no la expresión "Letra de Cambio", según lo disponga la ley del lugar en que la letra es
girada, por aplicación de las normas de Derecho Internacional Privado sobre la materia,
que rigen las formas de los actos jurídicos internacionales (Lex locus regit actum).
2. Fecha de la emisión
La fecha puede ser ficticia o falsificada. Por ficticia se entiende la contraria a una fecha
real tendente a encubrir un estado de incapacidad, que daría lugar a una excepción erga
omnes por parte del librador. Si la fecha es falsificada, hay que remitirse a lo que sobre
el particular expresa el Código Penal.
a) La ley requiere del nombre y apellido del beneficiario o tomador. La ley sólo exige
el nombre y apellido, bastando, a nuestro juicio, su primer nombre y apellido paterno, lo
cual no impide que puedan agregarse los otros nombres y apellido materno, para una
mejor identificación de la persona.
b) La ley Nº 18.092 expresa que debe indicarse al beneficiario, que es la persona "a
que debe hacerse el pago o a cuya orden debe efectuarse". Esta redacción de la ley
requiere de precisiones.
b.3) La ley expresa que el librador puede girar la letra con la calidad de nominativa,
es decir, se designa el nombre de la persona a la que debe hacerse el pago, pero sin
que éste vaya precedido de la cláusula a la orden, lo que no obsta para que la letra
pueda ser cedida por endoso. Esto es nuevo, porque en la doctrina, tradicionalmente,
se ha afirmado siempre que el endoso va unido a la "cláusula a la orden". Para que la
letra nominativa no sea transferible por endoso es necesario que el librador agregue las
palabras "no endosable", "no transferible" u otra expresión equivalente, como dice la ley
(art. 18).
b.4) Mientras el artículo 4º de la ley acepta que una letra se gire contra varias
personas, considerándose todas ellas librados, nada dice respecto a si puede girarse
una letra para pagarse a favor o a la orden de varios tomadores o beneficiarios.
En todo caso, tampoco está prohibido y, a nuestro juicio, lo anterior puede hacerse
sobre la base de la autorización que contiene el artículo 13, número 5º, de la ley, que
faculta para agregar otras menciones que no alteren la esencia de la letra. La pluralidad
de tomadores o beneficiarios no está prohibida por la ley, del mismo modo que no está
prohibida la solidaridad activa en materia civil. No hay duda también de que los
cotomadores o cobeneficiarios pueden constituirse al endosarse la letra.
La suma a pagarse debe ser en dinero, quedando excluida la posibilidad de una letra
de cambio en mercadería.
La ley se pone en el caso de que se gire una letra contra varias personas. El artículo
4º dispone que, en este caso, "todas ellas se considerarán librados, a menos que
expresamente se hubiere designado algún orden, en cuyo caso se entenderá como
librado sólo al que aparezca en primer lugar en el documento, y los demás, como
librados subsidiarios, en el orden señalado".
Es oportuno destacar, finalmente, que no hay que confundir la calidad de librado con
la de aceptante. El librado es la persona designada por el librador para pagar, y mientras
sea sólo librado no está obligado al pago de la letra. Para que nazca esta obligación es
necesario que el librado se convierta en aceptante, mediante su firma, en la forma que
se explicará más adelante al tratar de la aceptación.
La ley permite que el librador y el librado sean una misma persona. El artículo 3º dice:
"La letra de cambio también puede girarse a cargo del propio librador". Esta norma está
consagrada, a su vez, en el inciso 2º del artículo 3º de la Ley Uniforme de Ginebra, que
dice que en este caso la firma del librador vale simultáneamente como aceptación. Se
da el caso de una letra que "nace aceptada" y que forma parte de la categoría de letras
que no necesitan presentación para la aceptación.
b) En el caso del librador que gira una letra en contra de un mandatario de otra casa
de comercio suya. En esta situación, el librador también puede girar la letra contra el
mandatario que obra en nombre del librador de otra casa de comercio en la cual se
entiende que hay una individualidad propia.
La designación del domicilio del librado tiene importancia para los efectos de
determinar dónde debe hacerse el pago. En efecto, el número 6 del artículo 1º establece
que "si la letra no indicare el lugar de pago, éste deberá hacerse en el domicilio del
librado señalado en el documento". El lugar del pago, según veremos, es un elemento
de la naturaleza, cuya omisión está suplida por la ley en los términos descritos. En todo
caso, es necesario advertir que conforme al artículo 5º: "la letra de cambio puede girarse
para ser pagada en el domicilio de un tercero, ya sea en la localidad en que el librado
tenga el suyo o en otra distinta". Esta es la letra domiciliada, que tiene mucha aplicación
en los casos en que el tenedor es un banco.
El giro o emisión de una letra de cambio es un acto jurídico unilateral. La firma que
exige la ley es requisito para que se exprese o manifieste la voluntad en este acto
jurídico unilateral.
Las normas generales del derecho confirman que es elemento esencial. En efecto, la
letra y demás documentos cambiarios son instrumentos privados y la manifestación de
voluntad (consentimiento) se traduce, en todos ellos, en la escrituración sobre la firma
de quien los emite o crea.
Este elemento de la esencia de la letra de cambio es el único que jamás debe omitirse
en el momento de la creación. Todos los demás pueden dejarse de lado y después
integrarse, completando el documento conforme lo permite el artículo 11; éste no,
porque su falta convierte el título de crédito en papel sin valor alguno.
Respecto de la firma del librador en el caso de las personas jurídicas, resulta obvio
señalar que la designación comercial debe ser completa; en todo caso, la
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, en sus instrucciones, ha
establecido que el nombre de fantasía puede utilizarse para su uso frente a los bancos,
cuando se trate de la individualización de personas jurídicas, como por ejemplo, las
sociedades.
Si con esa firma el librador crea un documento a favor de un banco, para poder
descontarlo, obteniendo un préstamo, el apoderado del librador no sólo debe tener
mandato para firmar giros o libramientos, sino, asimismo, el mandato para pedir dinero
prestado.
1. Cláusula a la orden
Por su parte, el artículo 1º, número 4, de la Ley Nº 18.092, dispone que la letra de
cambio deberá contener las siguientes enunciaciones:
"El nombre y apellido de la persona a que debe hacerse el pago o a cuya orden deba
efectuarse".
Por lo tanto, conforme a la legislación vigente en Chile, la letra de cambio puede ser
nominativa o a la orden. En todo caso, se descarta la existencia de la letra al portador.
Sin perjuicio de lo expuesto, cabe señalar que aun cuando no contenga la cláusula "a la
orden", la letra es siempre susceptible de transferirse por medio del endoso traslaticio.
Así lo dice el artículo 18 al establecer que la letra, aún no librada expresamente a la
orden, es transferible por endoso. Fue necesario introducir esta disposición por cuanto,
doctrinariamente, sólo los documentos que contienen la cláusula a la orden son
susceptibles de endoso.
El hecho de que la cláusula "a la orden" pueda omitirse sin que afecte a la cesibilidad
del documento y, por añadidura, la circunstancia de que el librador, en virtud de cláusula
especial, pueda indicar que la letra sea "no endosable", lleva a la conclusión de que la
cláusula "a la orden" es un elemento de la naturaleza, en los términos del artículo 1444
del Código Civil, y no elemento de la esencia, ya que perfectamente puede omitirse sin
que el instrumento deje de ser letra de cambio.
2. Lugar de giro
a) Para saber el lugar en que está domiciliado o reside el librador, esto es, el lugar a
que debe acudir el portador legítimo de la letra con su "acción de regreso", para hacer
efectivas las responsabilidades del girador por no haberse aceptado o pagado la letra
en su oportunidad.
b) Para establecer las formalidades que debe revestir la letra de cambio, conforme a
las reglas de Derecho Internacional Privado. Las estipulaciones contenidas en los
contratos válidamente otorgados en país extranjero producen pleno efecto en Chile, de
acuerdo con el principio de Derecho Internacional Privado, en cuya virtud se reconoce
la validez de los contratos celebrados fuera de Chile, siempre que cumplan con los
requisitos por las leyes del país de su otorgamiento (artículo 17 del Código Civil). Según
el artículo 263 del Código de Derecho Internacional Privado (Código de Bustamante), la
forma del giro, endoso, fianza, aceptación y protesto de una letra de cambio se someten
a la ley del lugar en que cada uno de esos actos se realicen (Lex locus regit actum).
3. Época de pago
El artículo 1º, número 6, de la Ley Nº 18.092, dice que la letra debe contener, entre
otras enunciaciones, "la época de pago". La época de pago está relacionada con el
vencimiento de la letra de cambio. La ley no considera como esencial esta mención, y
es por eso que en la parte final del número 6 citado se dice que: "si (la letra) no
contuviere la fecha de su vencimiento, se considerará pagadera a la vista". El artículo
2º inciso 2º de la Ley Uniforme de Ginebra dice igualmente que "la letra de cambio en
la cual no se indica el vencimiento, se considera pagadera a la vista", y esta misma
solución consagraba el antiguo artículo 643, inciso 2º del Código de Comercio.
El estudio de la época del pago nos lleva a analizar el tema considerado en el párrafo
5º de la Ley Nº 18.092, "Del vencimiento", y cuya normativa está en los artículos 48, 49,
50 y 51 de la ley.
2. A un plazo de la vista;
El inciso final de este artículo dispone que "no vale como letra de cambio la girada a
otros vencimientos o a vencimientos sucesivos". Esta disposición es necesario
concordarla con el artículo 2º de la ley.
a) Porque la letra de cambio es un título de crédito y para que pueda cumplir sus
funciones es necesario que se sepa con precisión el día en que puede convertirse en
dinero.
Según el artículo 48, las letras de cambio pueden ser giradas "a la vista". Las letras
que no contienen la época del pago, según el número 6 del artículo 1º de la ley, se
consideran pagaderas a la vista.
Esta letra ofrece ventajas para el portador, porque puede presentarla al cobro cuando
lo necesite; pero es desventajosa para el librado, quien puede verse sorprendido por el
cobro de la letra en un momento en que no tiene dinero suficiente para el pago.
Es por eso que la ley Nº 18.092, en la parte segunda del artículo 49, establece que si
la letra "no fuere pagada dentro del plazo de un año contado desde la fecha de su giro,
quedará sin valor, a menos de ser protestada oportunamente por falta de pago".
Esta es una sanción de caducidad. En todo caso, esta sanción de caducidad no se
produce si la letra es protestada oportunamente por falta de pago. Es evidente, en este
evento, que el protesto puede ser sólo por falta de pago.
De acuerdo al artículo 61, cuando se efectúe un protesto por falta de pago debe
entregarse un aviso dirigido al aceptante, en que se le citará para el día siguiente hábil
que no fuere sábado, a fin de realizar el requerimiento que corresponda.
El artículo 69 agrega que, en los protestos por falta de pago, el aviso se entregará, en
los casos de las letras a la vista, el primero o segundo día siguiente, que no fuere
sábado, al vencimiento de la letra o del vencimiento del plazo de un año que establece
el artículo 49. En todo caso, el requerimiento se practicará en el día hábil que siga al de
la entrega del aviso.
A éstas se refiere el artículo 50, que dice: "el término de la letra girada a cierto plazo
a contar de la vista, corre desde el día de su aceptación o desde su protesto por falta de
aceptación o por falta de fecha de aceptación", disposición concordante con el artículo
53 de la Ley Uniforme de Ginebra.
A falta de protesto, la aceptación que no lleve fecha se considerará dada respecto del
aceptante, el mismo día del plazo previsto para presentarla, o en caso de no haber
aceptación, desde el día siguiente de su protesto.
En estas letras es necesario que el portador las presente al librado para su aceptación,
y sólo desde ese momento empieza a correr el plazo designado para el pago. Estas
letras tienen semejanza con las letras a la vista, en cuanto de antemano no se conoce
el día preciso de su vencimiento; pero se diferencian de éstas, porque no se presentan
para su pago inmediato, sino para su aceptación, y el plazo comienza a correr desde el
día siguiente al de esta aceptación o desde la fecha del protesto.
2. Esta fecha deberá ser la del día en que la aceptación fuere dada, a menos que el
requirente exija que se ponga la del día de su presentación;
3. A falta de fecha, el portador, para conservar sus derechos contra los endosantes y
el librador, debe protestar la letra (protesto por falta de fecha);
4. El plazo para el pago se cuenta en este caso desde el día del protesto (artículo 36
incisos 2º y 3º);
6. Las letras giradas a un plazo contado desde la vista y que no sean aceptadas en el
plazo de un año a partir de la fecha de giro, quedarán sin valor, a menos de ser
protestadas oportunamente por falta de aceptación o por falta de fecha de aceptación.
Por ejemplo, una letra que dice ser pagadera a 120 días fecha.
Estas letras están consideradas en el artículo 50, inciso 2º, en la siguiente forma: "El
término de una letra girada a un plazo de la fecha del giro, corre desde el día de su
emisión".
En este caso se fija una fecha, determinada por el día, el mes y el año en que la letra
vence.
El artículo 51 dice que "si el vencimiento cae en día feriado, en día sábado o el 31 de
diciembre, se entiende prorrogado para el primer día hábil siguiente".
Por lo tanto, la omisión de la indicación del lugar del pago no trae como sanción el
hecho de que la letra no sea considerada como tal, sino que está suplida la voluntad de
las partes por lo expresado por el legislador.
Es importante tener presente el inciso final del artículo 1º, que establece que "si
hubiere varios librados, deberá indicarse un domicilio único para todos ellos".
Por su parte, el artículo 5º agrega que: "la letra de cambio puede girarse para ser
pagada en el domicilio de un tercero, ya sea en la localidad en que el librado tenga el
suyo o en otra distinta".
Finalmente, el artículo 13 dispone que la letra de cambio puede contener la
designación de "la comuna dentro de la cual está ubicado el lugar de pago". Esta
disposición hay que complementarla con el artículo 70, que consigna la utilidad de
hacerlo, al señalar que "antes de estampar la diligencia de protesto por falta del pago,
el funcionario deberá verificar en la Tesorería Comunal correspondiente si se ha
efectuado en ella algún depósito destinado al pago del documento siempre que en él se
hubiere señalado la comuna correspondiente al lugar del pago".
3. La cláusula de intereses;
5. Otras menciones que no alteren la esencia de la letra. Por ejemplo, la ley contempla
la cláusula que fija plazo para presentar la letra a la aceptación (artículos 3º y 74).
Esta mención tiene importancia para los efectos del protesto. En efecto, según vimos,
el artículo 70 establece que, antes de estamparse la diligencia de protesto por falta de
pago, el funcionario correspondiente debe verificar en la Tesorería Comunal respectiva
si se ha efectuado en ella algún depósito destinado al pago del documento, siempre que
se hubiere señalado la comuna correspondiente al lugar del pago.
Puede escogerse como sistema de reajuste cualquiera que no esté prohibido por la
ley, y si no se indica un sistema determinado, se aplicará el que rija para las operaciones
de crédito de dinero vigente a la época de la emisión de la letra.
En efecto, el artículo 14 dice que "en las letras con cláusulas de reajuste, la cantidad
librada se ajustará conforme a las reglas que el documento señale. No indicándose
sistema de reajuste, se aplicará el de las operaciones de crédito de dinero vigente a la
época de la emisión de la letra. La indicación de sistemas prohibidos por la ley, se tendrá
por no escrita". Es necesario advertir que no existen sistemas de reajustabilidad
prohibidos por la ley y, en consecuencia, pueden usarse otros, como, por ejemplo, las
cláusulas trigo, oro, etc.
Nosotros pensamos que, en todo caso, las letras de cambio y pagarés son títulos de
crédito y, por lo tanto, consideradas en sí mismas, constituyen una operación de crédito
de dinero; de manera que, mirando el problema desde el punto de vista de la legislación
sobre letras de cambio, hay libertad para escoger cualquier sistema de reajuste, ya que
no existen sistemas prohibidos.
Es necesario, asimismo, tener presente el artículo 55, que dice que "el pago de las
letras de cambio antes de su vencimiento se regirá por las normas sobre operaciones
de crédito de dinero, vigentes a la época de emisión de la letra".
3. La cláusula de intereses
1. La tasa de intereses;
Como la ley no distingue, las menciones que faltan pueden ser cualquiera de las que
señala el artículo 1º, sean de la esencia, de la naturaleza o simplemente accidentales.
Pero en todo caso, el tenedor legítimo puede incorporarlas antes del cobro del
documento, sujetándose en todo ello a las instrucciones que haya recibido de los
obligados al pago de la letra.
Del texto de la ley se infiere que se presume que el portador ha llenado la letra
conforme a las instrucciones del respectivo obligado. Si éste pretende otra cosa, podrá
exonerarse del pago sólo si prueba que la letra fue llenada en contravención de sus
instrucciones.
No es lo mismo "portador legítimo" que "portador de buena fe". El artículo 26 dice que
el tenedor de una letra de cambio se considera portador legítimo si justifica su derecho
con una serie no interrumpida de endosos, aunque el último esté en blanco. La
legitimación depende sólo de la continuidad de los endosos. En cambio, la buena fe es
subjetiva y exige una investigación del portador. Puede decirse que es portador de
buena fe aquel que posee el título con la conciencia de haberlo adquirido por medios
legítimos, exentos de fraude y de todo vicio (artículo 706 del Código Civil).
El inciso 2º del artículo 11 expresa que todo lo anterior no obsta al ejercicio de las
acciones penales que fueren procedentes. El delito a que se refiere es el de abuso de
firma en blanco, que tiene la sanción de la estafa (Código Penal, artículos 467 y 470
inciso 3º).
Giro de la letra
El giro de una letra de cambio es el acto jurídico mediante el cual una persona,
llamada girador o librador, la crea y pone en circulación, emitiendo la orden de pago.
Por regla general, en el otorgamiento de una letra concurren tres personas: librador,
librado y tomador. Puede ocurrir, sin embargo, que falte la tercera persona, o que el
librador y tomador sean una misma persona. A este último tipo de letras se refiere el
artículo 3º de la ley. Estas letras son perfectamente legales y muy comunes en la
práctica, debido a que facilitan enormemente los traspasos.
2. Letra girada a cargo del propio librador
Esta letra se llama letra domiciliada o "letra con cláusula de domicilio", y la persona
en cuyo domicilio se pagará se llama "domiciliatario".
Cabe tener en cuenta que, según el número 6º del artículo 1º, "si la letra no indica el
lugar del pago, éste deberá hacerse en el domicilio del librado señalado en el
documento".
Según las reglas generales, si una persona actúa a nombre de otra sin poder para
representarla, el representante no se obliga personalmente, salvo su responsabilidad
extracontractual.
La disposición se refiere a todo el que firme una letra como representante o a ruego
de otro. La expresión representante incluye a los representantes legales y también a los
mandatarios que obran a nombre de su mandante (artículo 1448 del Código Civil).
a) Garantía de aceptación
En concordancia con lo anterior, el artículo 81 de la ley dice que "el portador puede
ejercer su acción antes del vencimiento de la letra: 1) Si se hubiese protestado la letra
por falta de aceptación del librado".
b) Garantía de pago
Endoso
491. El endoso
El endoso está definido en el artículo 17 que dice: "el endoso es el escrito por el cual
el tenedor legítimo transfiere el dominio de la letra, la entrega en cobro o la constituye
en prenda". Recordemos que las reglas legales sobre el endoso, contenidas en la Ley
Nº 18.092, sobre Letras de Cambio y Pagarés, se aplican a cualesquiera otros títulos de
crédito emitidos con cláusula a la orden de, a favor de, a disposición de u otras
equivalentes, cualquiera fuere la denominación con que se designare a dichos
instrumentos, según dispone la ley Nº 18.552. En consecuencia y en cuanto a su
naturaleza jurídica, el endoso es, por regla general, la forma de transferir los títulos a la
orden. Es la cesión de los créditos de esta clase.
Conforme al artículo 18, el librador puede insertar en la letra las palabras "no
endosable" o una expresión equivalente. En este caso, la letra sólo podrá transferirse o
constituirse en prenda conforme a las reglas aplicables a los créditos nominativos.
Según dispone el artículo 25, inciso 2º, un endosante puede prohibir un nuevo endoso
y, en tal caso, no responde ante los endosatarios posteriores de la letra. No hay duda
de que en este caso la letra puede ser también cedida conforme a las reglas de la cesión
de créditos, porque lo que la ley establece es que el portador puede prohibir un nuevo
endoso, pero no dice que no pueda transferirse por otros medios.
Los analizaremos a continuación, previo examen de los requisitos de fondo que todos
deben cumplir.
En efecto:
a) El artículo 19, inciso 1º, dice que el endoso debe ser puro y simple. Toda condición
a la que se subordine el mismo se reputa no escrita. El endoso parcial no produce efecto
alguno.
A fin de determinar al portador legítimo de la letra, deben tenerse por no escritos los
endosos tachados o borrados (artículo 26, inciso 2º).
De la aplicación de las reglas generales debemos concluir que el endosante debe ser
capaz, porque el endoso es una forma de obligarse. Además, el artículo 7º de la ley se
refiere a la incapacidad de algunos de los signatarios de la letra de cambio, entre los
cuales debe considerarse a los endosantes, con lo que se concluye que dichos
signatarios deben ser capaces.
a) En blanco, o
b) Completo.
a) El endoso en blanco consiste en la sola firma del endosante (artículo 23) y produce
los mismos efectos que el endoso completo, según se deduce del artículo 24.
Del endoso resulta para los endosantes una responsabilidad solidaria, que en la ley
está expresamente consagrada en el artículo 79, que dice que "todos los que firman una
letra de cambio, sea como libradores, aceptantes, o endosantes, quedan solidariamente
obligados a pagar al portador el valor de la letra, más los reajustes e intereses, en su
caso".
Este principio está consagrado en el artículo 28 de la ley que dice: "la persona
demandada en virtud de una letra de cambio no puede oponer al demandante
excepciones fundadas en relaciones personales con anteriores portadores de la letra".
Si relacionamos este efecto del endoso con el que consiste en transferir el dominio de
la letra, que ya estudiamos, podemos afirmar que en la negociación de la letra, lo que
se transfiere no es el derecho del cedente (de lo contrario el cesionario hubiera podido
oponer también sus excepciones), sino el derecho derivado del título mismo.
Dicho de otra manera, la inoponibilidad o purga de las excepciones fluye del hecho
de que lo único que se transfiere por el endoso es el derecho que aparece del examen
externo del título. El endosatario tiene un derecho propio, de carácter autónomo, que es
independiente del que tenía el cedente.
Según el artículo 32 de la ley, "el endoso de una letra vencida o protestada por falta
de pago no tiene más valor ni produce otro efecto que el de una cesión ordinaria".
Esto significa que este endoso, en los casos señalados, no producirá sus efectos
propios, sino que producirá aquellos que ya referimos al tratar de la cesión de créditos
ordinaria, tanto en cuanto al traspaso de las excepciones como a las garantías de las
cuales responde el cedente.
El artículo 32 agrega que, en caso de endoso posterior al vencimiento, o al protesto
por falta de pago, "el cedente y el cesionario podrán ajustar los pactos que les
convengan". En el hecho no es un endoso, sino una simple cesión y, por lo tanto,
cedente y cesionario no quedan ligados por la reglamentación del endoso y pueden
pactar lo que les convenga.
El endosante puede haber contraído una obligación con un tercero (acreedor) y para
caucionar el cumplimiento de dicha obligación le entrega en prenda una letra de cambio,
para lo cual la endosa con una cláusula con la fórmula "valor en prenda", "valor en
garantía" u otra equivalente. Cuando el endoso contiene alguna de estas cláusulas,
importa constitución en prenda (artículo 21).
Desde el punto de vista formal, la cláusula necesaria para identificar este endoso es
la de "valor en garantía" u otra equivalente.
En cuanto a sus efectos, este endoso viene a limitar los efectos normales de todo
endoso y, por lo mismo, el endosatario no puede traspasar el título mediante nuevos
endosos de disposición; esto, por una razón muy simple: porque el dominio de la letra
lo conserva el endosante. El endosatario en garantía tiene un título de mera tenencia,
pero de él nace un derecho especial y muy efectivo para el endosatario: cobrar la letra
y aplicar sin más trámite su valor al pago de su crédito, conforme al artículo 30. El cobro
puede ser judicial o extrajudicial y exige al endosatario en garantía rendir cuenta al
endosante.
El endoso hecho por el endosatario en garantía sólo vale como endoso en cobro.
Este endoso implica un simple mandato por el cual se faculta al portador para ejercitar
todos los derechos derivados de la letra de cambio, salvo el de endosar la letra en
dominio o garantía.
El endoso en cobro practicado por el endosatario sólo produce los efectos propios del
endoso en cobranza.
La aceptación
Debido a sus características, la letra de cambio es, en buenas cuentas, una orden
escrita, no sujeta a condición, dada por el librador al librado de pagar una cantidad
determinada o determinable de dinero a una persona cierta y determinada (o a cuya
orden debe efectuarse el pago) en el lugar y época prefijados.
En el giro de la letra intervienen sólo dos personas: el librador, que es el que contrae
la obligación de pagar una cantidad de dinero y emite el documento para cumplir su
obligación (deudor), y el tomador o beneficiario.
La ley no define la aceptación, pero podemos decir que ella es el acto jurídico
unilateral por el cual el librado acepta la orden que se le hace en la letra de cambio, de
pagarla a la persona que sea portadora legítima de ella en el día del vencimiento.
c) La firma del librado es esencial. En su parte segunda, el artículo 33 dice que "la
sola firma del librado puesta en el anverso de la letra importa aceptación". El librado
debe firmar la letra haciendo constar su aceptación mediante las palabras acepto,
aceptado u otra equivalente. Sin embargo, estas expresiones pueden omitirse, no son
esenciales, pero lo que no puede omitirse nunca es la firma de la letra, porque este sí
es un requisito esencial.
La firma del librado puesta en el anverso en la letra de cambio importa aceptación, sin
necesidad de ningún agregado. Esta es la regla general.
Trata este caso el artículo 36 de la ley, que dice que si la letra fuera girada a un plazo
contadero desde la vista o si ella debe ser presentada a la aceptación en un plazo
determinado en virtud de cláusulas especiales, el librado deberá fechar la aceptación.
Esta fecha deberá ser la del día en que la aceptación fuere dada, a menos que el
requirente exija que se ponga la del día de su presentación.
A falta de fecha, el portador, para conservar sus derechos contra los endosantes y el
librador, debe protestar la letra. El término para pagar la letra girada a un plazo
contadero desde la vista correrá, en este caso, a partir del día del protesto.
El caso está contemplado en el artículo 43 que dice: "el librado puede señalar en su
aceptación un domicilio o residencia diferente del que resulte del texto de la letra, para
que en ella se efectúe el pago, siempre que esté ubicado en la misma provincia".
La aceptación para pagar en cualquier lugar fuera de dicha "provincia" produce los
efectos señalados en el inciso segundo del artículo precedente. Esta situación es distinta
a la que contempla el artículo 5º de la ley, que se refiere a las letras giradas para ser
pagadas en el domicilio de un tercero, ya sea en la localidad en que el librado tenga el
suyo o en otra distinta. Se refiere, pues, al caso en que el librador fija el domicilio de un
tercero. En cambio, el artículo 43, inciso 1º, se refiere a la situación en que el librado
señala un domicilio o residencia distintos del que resulta del texto de la letra. Este
domicilio puede ser otro diferente al señalado por el librador. La ley lo faculta para ello,
con tal de que esté ubicado en la misma provincia.
Este cambio que puede hacer el librado respecto al lugar del pago es una facultad
que le concede la ley para facilitar el pago y es, además, una excepción al principio del
artículo 42, inciso 2º, que dispone que "cualquier reserva o declaración por la cual se
modifique el contenido original del título equivale a un rechazo de la aceptación".
El artículo 43, inciso 1º, faculta al aceptante para modificar el lugar del pago, pero
siempre que esté ubicado en la misma provincia. Por eso y porque, según veremos, "la
aceptación debe ser pura y absoluta", el inciso 2º del artículo 43 dispone que la
aceptación para pagar en cualquier lugar fuera de dicha provincia produce los efectos
señalados en el inciso 2º del artículo 42, esto es, equivale a un rechazo de la aceptación
y, por lo tanto, la letra debe ser protestada por falta de aceptación. Esto no obsta a que
el aceptante que aceptó con reservas quede siempre obligado en los términos de su
aceptación.
4. Retractación de la aceptación
El artículo 44, no obstante, contiene una novedad, que consiste en que el librado que
ha estampado en la letra de cambio su aceptación puede borrarla o tacharla antes de
restituir la letra, debiendo en tal caso agregar la expresión "retiro mi aceptación" y volver
a firmar. Cumplidos estos requisitos, se considerará que la aceptación ha sido negada.
Es importante tener presente que la retractación sólo surte efectos cuando se hace
antes de restituir la letra.
Además, la aceptación sólo puede requerirse entre las 9 y las 18 horas, salvo que el
lugar señalado para la aceptación fuere el de una institución bancaria o financiera, en
cuyo caso sólo podrá hacerse dentro del horario del funcionamiento para la atención de
público (artículo 38).
Son requisitos especiales, propios del derecho cambiario, y cuya finalidad primordial
es dar garantía a la circulación de la letra de cambio. Los examinaremos a continuación.
El librado debe aceptar pura y simplemente, pero puede restringir su aceptación a una
parte de la suma librada.
Esta es la única excepción, puesto que cualquiera otra reserva o declaración por la
cual se modifique el contenido original del título equivale a un rechazo de la aceptación.
El aceptante, sin embargo, queda obligado en los términos de su aceptación.
2. La aceptación es irrevocable
El portador de la letra, una vez que la ha recibido del librador o de su endosante, está
en condiciones de presentarla a la aceptación del librado. No debe olvidarse que
mientras éste no acepte, no es obligado cambiario; por el contrario, cuando acepta, pasa
a ser "aceptante" y, como tal, el principal obligado cambiario.
Lo anterior lleva a hacer una distinción, para mejor comprensión de la materia, entre
los siguientes casos relacionados con la presentación de la letra a la aceptación:
Estas son las letras "a la vista" a que se refieren los artículos 48 y 49 de la ley. En
efecto, el artículo 49 señala que "la letra a la vista es pagadera a su presentación".
En todo caso, es importarte tener presente que se discute respecto de si la letra girada
a la vista puede presentarse o no a la aceptación. Según algunos autores, la aceptación
y el pago se confunden en un solo acto. Según otros, puede presentarse la letra a la
aceptación sin perjuicio de presentarla al cobro posteriormente.
A nuestro juicio, la disposición del artículo 49, en nuestro derecho, no deja lugar a
dudas, en el sentido de que la letra a la vista es pagadera a su presentación. Se afirma
que en estos casos la letra nació aceptada, o, en otros términos, el pago supone
aceptación y la negativa a pagar supone rechazo de la aceptación. Por lo tanto, no es
necesario ni posible presentarlas a la mera aceptación.
Son las letras giradas a un plazo de la vista (artículo 48). El artículo 50 añade que "el
término de la letra girada a cierto plazo a contar de la vista, corre desde el día de su
aceptación o desde su protesto por falta de aceptación o por falta de fecha de
aceptación".
Según el artículo 36, en las letras giradas a un plazo contado desde la vista, el librado
deberá fechar la aceptación, pues de otro modo, no es posible determinar desde cuándo
se cuenta el plazo.
La fecha debe ser la del día en que la aceptación fuere dada, a menos que el
requirente exija que se ponga la del día de su presentación.
A falta de fecha, el portador, para conservar sus derechos contra los endosantes y el
librador, debe protestar la letra. El término para pagar la letra girada a un plazo
contadero desde la vista correrá, en este caso, a partir del día del protesto (artículo 36
incisos 2º y 3º).
En las letras a la vista, la diligencia de protesto por falta de fecha es una medida
conservativa de los derechos del portador contra los garantes solidarios (librador y
endosantes), de manera que si aquél no la cumple, caducan sus derechos.
Puede ocurrir que el librado no acepte; en este caso debe protestarse la letra por falta
de aceptación. Debe tenerse presente que el protesto por falta de aceptación dispensa
la presentación para el pago y el protesto por falta de pago (artículo 67).
Son la regla general. Las normas correspondientes se aplican a las letras a un plazo
contado desde el giro y letras a día fijo y determinado.
Sin embargo, este principio general tiene excepciones que se señalaron en el acápite
precedente, al analizar las clases de letras según la obligación o necesidad de
presentarlas para la aceptación.
En realidad, al librado poco le importa quién le traiga la letra, ya que, frente al que en
forma legítima pretende la aceptación, no tiene, hasta ese momento, ninguna obligación.
Pero si acepta, su voluntad se exterioriza literal y materialmente en el título.
Finalmente, el artículo 41 dispone que "el librado debe prestar o negar su aceptación
en el día en que el portador presente la letra al efecto, salvo que aquél exija que se le
haga una segunda presentación el día siguiente".
El inciso final del artículo 41 agrega que el requirente no está obligado a dejar la letra
en poder del librador.
Aval
504. El aval
Está definido en el artículo 46, que dice: "El aval es un acto escrito y firmado en la
letra de cambio, en una hoja de prolongación adherida a ésta, o en un documento
separado, por el cual el girador, un endosante o un tercero garantiza, en todo o en parte,
el pago de ella".
Es necesario indicar que el aval es un acto jurídico unilateral, por el cual una persona
garantiza el pago de la letra de cambio. La persona que otorga el aval se llama avalista.
Desde luego, el aval es un acto jurídico unilateral y debe otorgarse por persona capaz
de obligarse. Además, el aval es un acto de comercio, pues constituye una operación
sobre letra de cambio o pagaré. Según la disposición transcrita, el aval puede ser dado
por el librador, un endosante o un tercero, quienes caucionan o garantizan, en todo o en
parte, el pago de la letra.
En cualquier caso, debemos advertir que el aval otorgado por el librador o uno de los
endosantes implica para éste una dualidad en la garantía, ya que el librador y los
endosantes responden solidariamente por el pago de la letra de cambio.
El aval tendrá, por tanto, real interés cuando es prestado por un tercero extraño a la
letra de cambio, porque con él se agrega otra persona responsable del pago de la letra.
En primer lugar, diremos que es facultativo para el aval determinar la persona a quien
garantizará: puede ser el librador, un endosante o el aceptante.
En cambio, si nada se dice, o como señala la ley, "concebido el aval sin limitaciones,
el avalista de la letra de cambio responde del pago de ella en los mismos términos que
la ley impone al aceptante".
Esto significa que si no indica por quién otorga el aval, se entiende que lo otorga por
el aceptante. En otras palabras, lo mismo que el aceptante, no será favorecido con la
caducidad de las acciones del portador si éste no protesta la letra en tiempo y forma.
El artículo 47 dice "que el aval puede ser limitado a tiempo, caso, cantidad o persona
determinada; y en tal evento, sólo producirá la responsabilidad que el avalista se hubiere
impuesto".
Por lo tanto, no sólo a persona, sino también a tiempo, caso o cantidad puede limitarse
el aval. La limitación en cuanto a tiempo puede consistir en dar el aval sólo por un
determinado plazo. En cuanto a caso, puede consistir en una condición; y la limitación
en cuanto a cantidad, quiere decir que se cauciona el pago hasta un monto determinado.
Esto equivale a indicar sus requisitos de forma. Al respecto, el aval puede otorgarse
en la misma letra o en una hoja de prolongación o en un documento separado.
La ley establece que el acto que no reúna los requisitos señalados en el artículo 46
no constituye aval.
El artículo 41 inciso final dispone que el avalista de la letra de cambio responde del
pago de ella en los términos que la ley impone al aceptante, cuando el aval está
concebido sin limitaciones.
Vencimiento y pago
El artículo 1º señala, entre otras menciones, "la época del pago" de la letra, cláusula
que clasificamos como de la naturaleza, porque si la letra no contiene la fecha del
vencimiento, se considera pagadera a la vista.
La época del pago o la fecha del vencimiento se determina en las letras de cambio,
según la forma como haya sido girada.
Según el artículo 48, la letra de cambio puede ser girada a la vista, a un plazo de la
vista, a un plazo de la fecha del giro y a un día fijo y determinado.
1. Normas generales
b) Letras con otros vencimientos: El artículo 52, inciso 1º, dispone que "el portador de
una letra de cambio pagadera a día fijo, a un determinado plazo contado desde la fecha,
o desde la vista, debe presentar la letra para el pago el día de su vencimiento o al día
siguiente hábil, si éste fuere día festivo o feriado bancario".
Siempre que el tenedor de una letra aceptada fuera un banco o una sociedad
financiera, ya como beneficiaria o endosataria, el pago deberá hacerse en la oficina que
tenga en su poder la letra y que esté situada en la comuna en que corresponda hacer
el pago. El banco o la sociedad financiera, en su caso, enviará aviso escrito al aceptante,
comunicándole que tiene la letra en su poder, con diez días, a lo menos, de anticipación
a su vencimiento, e indicará el nombre del beneficiario, monto de la letra, fecha de su
vencimiento y lugar preciso en que debe efectuarse su pago (artículo 53, en relación
con el artículo 71 letra a) de la ley).
El artículo 1º dispone que la letra debe contener el lugar y la época del pago, y que si
la letra no indica el lugar del pago, éste deberá hacerse en el domicilio del librado
señalado en el documento. La ley sobre este punto no contiene otras normas y bien
puede llegarse a la conclusión de que éstas no son sino aplicación de las reglas
generales del Código Civil, contenidas en los artículos 1588, inciso 2º, y 1589. El deudor
de una letra de cambio debe pagar una suma de dinero, esto es, es deudor de una cosa
de género y, por lo tanto, el pago deberá hacerse en su domicilio.
Por lo tanto, el pagador debe, por una parte, verificar la identidad de la persona que
presente la letra al cobro y su calidad de tenedor legítimo de ella, la que deriva de su
tenencia justificada por una serie ininterrumpida de endosos.
Si el que paga toma estas precauciones, queda liberado. En caso contrario, la ley
establece que permanecerá responsable si paga al portador ilegítimo del documento.
Es por eso que la parte segunda del artículo 56 dispone que si el deudor paga a
sabiendas de que el portador es ilegítimo, para consumar un fraude, seguirá siendo
responsable.
2. El pago de una letra no vencida o pago anticipado, implica correr el riesgo de pagar
mal, ya que puede suceder que quien se presente al cobro, aunque aparezca legitimado
por una cadena continua de endosos, realmente no tenga derecho al cobro del
documento. En este caso, tendrá que pagar nuevamente la letra al verdadero acreedor.
Rige esta materia la ley Nº 18.010, que en su artículo 10 permite al deudor pagar
anticipadamente, aun contra la voluntad del acreedor, en dos casos:
El artículo 54, inciso 2º establece que "el portador no puede rehusar un pago parcial".
Si el pago parcial se verifica antes del vencimiento, puede ser por cualquier monto, y
como la ley no establece un mínimo, puede ser ínfimo.
El portador puede protestar la letra por el saldo no pagado (artículo 54, inciso 2º).
El artículo 54 dispone que "el librado que paga la letra de cambio puede exigir que
ésta se le entregue con la constancia del pago". Esta constancia del pago se logra en la
práctica estampando en la letra la palabra "cancelada". El artículo 86 agrega que, una
vez pagada la letra de cambio, el portador otorgará recibo de la misma y la entregará al
pagador.
La ley contempla un caso de pago por consignación simple en el artículo 70, y que
consiste en depositar en la Tesorería Comunal correspondiente la suma necesaria para
pagar la letra, intereses y reajustes, en su caso.
Este procedimiento sólo es aplicable cuando en la letra se ha indicado la comuna
correspondiente al lugar del pago. Nos remitimos a lo estudiado a propósito de las
cláusulas accidentales de la letra.
Los fondos depositados deben ser retirados por el funcionario encargado del protesto,
bajo recibo.
Es necesario tener presente que la ley trata del pago por consignación al referirse a
los protestos.
La ley, en su artículo 87, que no es sino una aplicación del artículo 1572 del Código
Civil, establece que cualquier tercero extraño a la letra podrá pagarla y se subrogará en
los derechos del portador emanados del documento. El portador deberá dejar
constancia en la letra del nombre de la persona que hizo el pago.
El artículo 1572, inciso 1º del Código Civil, dice que puede pagar por el deudor
cualquiera persona a nombre de éste, aun sin su conocimiento o contra su voluntad, e
incluso, a pesar del acreedor.
El protesto
El protesto de la letra es una institución que data del siglo XIV y que tiene por objeto
dejar constancia de la falta de aceptación o pago de una letra de cambio.
Puede ser definido como un acto solemne, realizado por un funcionario público, que
autentifica la falta de cumplimiento de obligaciones cambiarias nacidas de la letra de
cambio.
Hay también un caso especial de protesto que tiene relación con la negativa del
librado a fechar la aceptación, en los casos de letras giradas a un plazo contado desde
la vista (artículo 36, inciso 3º).
Las formalidades de ambos protestos son idénticas, pero no así los hechos que las
motivan, las acciones que derivan de ellos y las consecuencias jurídicas que producen.
Desde otro punto de vista, el protesto mantiene o conserva los derechos del portador;
de ahí que pueda decirse con propiedad que éste cumple, al protestar el documento, la
obligación que la ley le impone, ya que si no lo hace, sufre como sanción la pérdida de
ciertos derechos que son muy importantes para la debida seguridad de su crédito.
Cuando no existe tal liberación, el legislador desea que la letra se proteste en tiempo
y forma, y tanto es así que ni aun en caso de quiebra, interdicción o muerte del librado
queda el portador dispensado de la obligación de protestar la letra (artículo 78).
Por otra parte, el artículo 76 establece que ningún otro documento o diligencia puede
suplir la omisión del protesto.
Por último, los protestos sirven de base a acciones judiciales más efectivas destinadas
a ejercitar el derecho de crédito, porque el cumplimiento de estas formalidades es
fundamental para que la ley dé al documento fuerza y mérito ejecutivo (artículo 434,
número 4, del Código de Procedimiento Civil).
Desde otro punto de vista, atendiendo a quién hace el protesto, puede clasificarse en:
a) Protesto efectuado por notario o por oficial del Registro Civil en los lugares en que
no haya notario;
El protesto, según hemos visto, tiene por objeto proveer a la conservación de los
derechos del portador contra las personas responsables al pago de la letra. Por lo tanto,
ese acto no puede suplirse por ningún otro, ya que en nuestro derecho positivo, tal acto
no tendrá valor alguno de acuerdo al artículo 76, que dispone que ningún otro
documento o diligencia puede suplir la omisión del protesto.
El artículo 74 agrega que la cláusula "devuelta sin gastos" o "sin protesto" y la que fija
el plazo para presentar la aceptación, puestas por el librador, producen efectos respecto
de todos los firmantes de la letra.
Estampadas por algún otro obligado, sólo producen efectos respecto de éste.
En primer lugar, será el propietario (portador) quien tiene no sólo el derecho, sino
también la obligación de solicitar el protesto de la letra. Podrá hacerlo igualmente su
mandatario, en virtud de un mandato general o especial. Este último puede consistir en
el endoso en "comisión de cobranza". También, "el endoso en garantía" faculta al
endosatario para cobrar la letra y aplicar sin más trámite su valor al pago de su crédito
(artículo 30). Este artículo dispone que mientras el endosatario (en garantía) mantenga
la letra en su poder, debe practicar todas las diligencias necesarias para conservar los
derechos emanados de ella. Entre las diligencias necesarias que debe realizar el
acreedor para conservar los derechos de aquel que le constituyó en prenda la letra de
cambio está, precisamente, el protesto del documento, que conserva las garantías de
los obligados al pago del mismo.
"Si no se realiza en tiempo y forma el protesto por falta de pago, caducarán las
acciones cambiarias que el portador pueda tener en contra del librador, endosante y los
avalistas de ambos".
Cualquiera que sea la causa del protesto, falta de aceptación, falta de fecha de
aceptación o falta de pago, sus formalidades son las mismas, sin perjuicio de las
diferencias que existen en cuanto a sus efectos o consecuencias jurídicas. Las
estudiaremos en los números que siguen.
El artículo 60 dispone que los protestos deben hacerse por notario. Pero en las
comunas que no sean asiento de un notario podrán efectuarse también por el oficial del
Registro Civil del lugar del pago o del lugar donde deba prestarse la aceptación, según
corresponda.
Según la ley, también pueden efectuar el protesto de letras y pagarés los bancos, pero
este sistema no funciona en la práctica mercantil.
520. Competencia
Estas normas están contempladas en los artículos 61, 62 y 63. Consisten básicamente
en los siguientes aspectos:
En cuanto al protesto efectuado por los bancos, cabe señalar que el artículo 31 faculta
a los bancos y sociedades financieras que tengan una letra en su poder, ya sea como
beneficiarios o endosatarios, para efectuar el protesto.
b) Debe llevarse un registro diario en que conste el envío de cada uno de estos avisos;
c) La falta de pago debe certificarse al dorso del documento o de su hoja de
prolongación, dejándose constancia de haberse enviado el aviso y debiendo cumplirse
con las demás formalidades que señala la letra b) del artículo 71;
d) Estos protestos sólo son ineficaces cuando se hubiere omitido el aviso al aceptante,
el número, fecha de actuación o la firma del representante del banco o sociedad
financiera;
e) Los bancos y las sociedades financieras no pueden cobrar suma alguna por estas
actuaciones y serán responsables de las obligaciones tributarias que ellas generan, y
Como hemos dicho, el sistema de protesto por los bancos y sociedades financieras
no ha tenido aplicación práctica.
El artículo 72 señala que si hay dudas acerca del interés que debe pagarse, de la
moneda en que deba hacerse el pago, del tipo de cambio o del monto de los reajustes,
el funcionario a cargo del protesto se atendrá a las instrucciones del portador del
documento, bajo la responsabilidad de éste, sin perjuicio de las acciones que procedan.
El plazo de 30 días se ampliará si el banco suspende sus operaciones y por los días
que dure la suspensión.
Extravío de la letra
En caso de extravío de una letra de cambio, el portador puede solicitar ante los
Tribunales que se declare judicialmente dicho extravío y que se le autorice para ejercer
los derechos que le correspondan como portador del documento, en un documento que
lo reemplace o haga sus veces.
Será tribunal competente para conocer de esta gestión el juez de letras en lo civil de
turno del domicilio del peticionario.
Las normas sobre procedimiento en caso de extravío están contenidas en los artículos
69, 91, 92, 93, 94, 95, 96 y 97 de la Ley Nº 18.092.
La última disposición citada indica que el procedimiento que se contiene en los
artículos que lo preceden, se aplica también a la letra de cambio parcialmente
deteriorada.
3. Los interesados tienen el plazo fatal de 30 días para hacer valer sus derechos;
5. Si se deduce oposición por los obligados, por el librado o por quien se pretenda
portador legítimo, se tramitará como incidente, y el tribunal podrá en este caso ordenar
de oficio medidas probatorias;
8. En los casos de letra extraviada, los plazos para presentar la copia de la resolución
que la reemplaza, a la aceptación o al pago, se prorrogarán hasta el tercer día hábil
siguiente de quedar ejecutoriada la resolución que ponga fin al procedimiento, si ellos
vencieren durante el curso de éste, y
Acciones cambiarias
No aceptada la letra o no pagada, surgen las llamadas acciones cambiarias, que son
las que se confieren al portador que ha cumplido con las cargas legales que la no
aceptación o el no pago imponen para exigir el pago del monto adeudado a los obligados
por la letra, y las que pueden ejercer los pagadores para reembolsarse de lo que han
tenido que pagar en razón de la no aceptación o el no pago de los demás obligados de
la letra. Las primeras se denominan acciones directas y, las segundas, de reembolso o
de "regreso".
526. Acción directa
c) Hay que precisar que no todos los obligados se encuentran respecto del portador
en la misma condición. El librador, como responsable de la emisión de la letra, tampoco
puede eximirse de la garantía de pago ni limitarla, y debe tenerse por no escrita toda
cláusula en contrario, por alterar la esencia de la letra, de acuerdo al artículo 10. Puede,
sin embargo, relevarse de la garantía de la aceptación.
Los avalistas se rigen por la norma del artículo 47. El aval responde del pago en los
mismos términos que la ley impone al aceptante, a menos que su garantía la limite a
otro obligado (librador, endosante), en cuyo caso el avalista no contrae otra obligación
que la que tiene aquel por quien se obliga, y
El pago hecho por uno de los obligados extingue la deuda y libera a todos los
codeudores, pero el pagador tiene acción para repetir en contra de los demás, hasta el
aceptante, que es el obligado principal, o el librador, que es el responsable de la emisión
del documento, los cuales son los únicos obligados que realmente han tenido directo
interés en la relación cambiaria y que por eso no tienen acción de reembolso entre sí ni
respecto de los demás. Se trata de una aplicación del precepto del artículo 1522 del
Código Civil.
"El endosante que paga la letra tendrá acción cambiaria de reembolso a su elección
en contra del librador, aceptante y endosantes anteriores y de sus avalistas".
"El avalista que paga la letra tendrá acción cambiaria de reembolso en contra de la
persona a quien él ha garantizado y de los demás firmantes de la letra respecto de los
cuales tuviera acción cambiaria de reembolso la persona avalada".
"Se aplicará a los avalistas conjuntos la norma establecida en el artículo 2378 del
Código Civil".
La ley Nº 18.092, en el artículo 102, indica las enunciaciones del pagaré, que son:
El documento que no cumple con las exigencias señaladas no valdrá como pagaré.
En todo caso, es importante advertir que la persona que firma el pagaré, prometiendo
pagar, toma el nombre de "suscriptor". Por lo tanto, es una impropiedad de lenguaje
usar el término "aceptante" tratándose del pagaré.
La firma del pagaré puede estamparse por otros procedimientos que se autorizan en
el reglamento bajo la responsabilidad del suscriptor.
Cabe señalar que el art. 107 de la ley expresa que, en lo que no sean contrarias a la
naturaleza del pagaré y a las disposiciones especiales que lo gobiernan, son aplicables
al pagaré las normas relativas a la letra de cambio. Por lo tanto, nos remitimos a lo que
en cuanto a ella expresamos, muy particularmente, en relación con las instituciones del
endoso, el aval, el pago, los protestos, las acciones y el extravío.
a) Nominativo,
b) A la orden, y
c) Al portador.
Encontramos aquí una primera diferencia con la letra de cambio, ya que, como vimos
en su oportunidad, no existe la letra de cambio al portador.
a) A la vista;
Aquí encontramos una segunda diferencia con la letra, puesto que, no existiendo en
el pagaré la institución de la aceptación y, por lo tanto, de la vista, no existen pagarés a
un plazo de la vista, como sí existen letras de esta especie, de acuerdo al art. 48.
Si nada se dice, se entiende que cada cuota morosa debe ser protestada
separadamente.
El artículo 106 dice que el suscriptor de un pagaré queda obligado de igual manera
que el aceptante de una letra de cambio y, por lo tanto, es el principal obligado a pagarlo.
Si bien existió económica y mercantilmente mucho antes del año 1922, en esa época,
el cheque se regía de forma exclusiva por la costumbre mercantil y sólo en ese año, el
8 de febrero de 1922, se dictó en nuestro país la primera ley sobre la materia, la Ley
Nº 3.045, que sufrió una serie de modificaciones, hasta que en 1943, luego de que la
Ley Nº 7.498 le introdujo a la institución modificaciones sustantivas, se dictó el Decreto
Supremo Nº 3.777, de 24 de noviembre de 1943, que contenía el estatuto legal
refundido y actualizado de la normativa y que rigió hasta el año 1982, con una serie de
modificaciones no sustanciales. En todo caso, la acumulación de estas modificaciones
hizo necesaria la dictación de un nuevo texto refundido, lo que se hizo mediante el
Decreto con Fuerza de Ley Nº 707, de 21 de julio de 1982, que es el que rige en la
actualidad.
A pesar de que la cuenta corriente bancaria tiene un nombre muy similar a la cuenta
corriente mercantil, ambastienen poco en común; no existe una verdadera similitud,
porque se trata de instituciones distintas y, de hecho, sólo se aplican a la cuenta
corriente bancaria las normas de los artículos 611 y siguientes del Código de Comercio,
que se refieren a la extinción de la cuenta corriente, por lo que, en resumen, en lo único
en que son similares —en cuanto al estatuto legal que las rige— es sobre los modos de
extinción del contrato.
La cuenta corriente bancaria se encuentra definida en el art. 1º del D.F.L. Nº 707, que
dice que la cuenta corriente bancaria es un contrato en virtud del cual un banco se obliga
a cumplir las órdenes de pago de otra persona, hasta concurrencia de las cantidades de
dinero que hubiere depositado en ella o del crédito que se hubiere estipulado.
De esta definición se infiere que las principales particularidades del contrato son las
siguientes:
— En primer término, que del contrato resulta obligada una sola de las partes, el
banco, que debe cumplir con las órdenes de pago del comitente o cuentacorrentista.
— En tercer término, el principal efecto del contrato es que el banco está obligado a
cumplir las órdenes de pago del cuentacorrentista, salvo las excepciones legales, entre
las cuales cabe mencionar las siguientes: a) que el cuentacorrentista no disponga de
dinero suficiente, ya sea propio o que el banco le haya asignado en crédito; b) porque
el dinero depositado no estuviere disponible, lo que ocurre cuando los fondos de la
cuenta han sido embargados o retenidos por orden judicial o, simplemente, porque están
en retención conforme a las normas dictadas por la Superintendencia de Bancos; esto
ocurre cuando se trata de dinero proveniente de depósitos en cheques u otros
documentos que previamente hay que cobrar para que el importe se acredite libremente
en la cuenta del comitente; c) cuando el banco rehúsa el pago porque el cheque aparece
erróneamente emitido o porque la firma del girador no corresponde a la del titular de la
cuenta, siendo esta disconformidad perceptible.
El contrato de cuenta corriente bancaria presenta una enorme utilidad para los dos
partes.
Para el cuentacorrentista, es un contrato que, por una parte, le permite tener su dinero
guardado en arcas seguras, sin necesidad de tenerlo en su casa o en su oficina, con los
peligros consiguientes.
Para el banco, tiene una gran utilidad también, porque por la vía de los depósitos en
cuenta corriente ingresan a sus arcas cuantiosas sumas de dinero, que puede destinar
a conceder préstamos con los cuales obtiene beneficios, por vía de los intereses. En
otros términos, los bancos trabajan con el dinero de los cuentacorrentistas, y para
responder del giro de dinero que éstos hagan sobre sus cuentas, sólo tienen que
mantener una reserva regulada por la Superintendencia de Bancos llamada encaje, que
viene a ser la proporción de los dineros depositados en las cuentas corrientes en los
bancos, que éstos tienen que mantener disponibles para hacer frente a los giros,
teniendo en cuenta que jamás se da el caso de que todos los cuentacorrentistas giren
el total de sus fondos simultáneamente.
En tercer término, es obligación del banco llevar una cuenta arreglada y detallada del
movimiento de dinero del comitente, de tal manera que en cualquier momento éste
pueda saber cuál es la situación contable y financiera de su cuenta bancaria, lo que no
sólo sirve al cliente, sino al propio banco, para saber cuáles son los fondos disponibles
del titular, con cargo a los que se puedan pagar los cheques que éste gire.
En otros países, los cheques pueden ser girados en formularios sueltos que tiene el
banco, incluso, mediante formularios que el propio cuentacorrentista diseña o elige entre
diversas muestras que el banco le presenta (así ocurre, por ejemplo, en EE.UU. y, de a
poco, el sistema se está introduciendo en Chile).
Otra obligación del banco es responder frente al cliente en los casos en que
indebidamente pague un cheque que se encuentre en alguna de las siguientes
condiciones: a) que la firma del titular sea visiblemente disconforme con la registrada en
el banco; b) que el cheque tenga tarjaduras, enmendaduras u otras alteraciones, y c)
por último, si el cheque no es de la serie entregada al titular.
Es obligación del banco, también, rendir cuenta al comitente, con la periodicidad fijada
por las partes, la que no puede ser menor que una vez al año, siendo muy normal que
sea una vez al mes y, en algunos casos, hasta una vez por semana. El banco tiene que
entregarle a su comitente un resumen de la cuenta en la que figuren los montos
depositados o acreditados, los cargos por intereses, gastos u otras causas y los cheques
girados y pagados y naturalmente el saldo restante. Como ya hemos dicho, cada vez es
más frecuente que los clientes revisen sus cuentas corrientes en el sitio que el banco
tiene en la internet.
Podría suscitarse una cuestión litigiosa entre las partes respecto de los saldos, que
derive en la solicitud a la justicia para que determine cuál es el saldo verdadero. Esa
acción, de acuerdo al art. 5º de la ley, prescribe en el lapso de 2 años, contado desde
la fecha del respectivo balance.
Segundo deber del titular de la cuenta, es girar los cheques en los talonarios que le
entregue el banco, lo que, una vez más, es una carga, puesto que el único efecto que
acarrea el que no los gire en esos formularios, será que el banco no los va a pagar.
Otro deber que recae sobre el titular es el de girar cheques sólo si tiene fondos
disponibles suficientes, ya sea por concepto de depósito y/o de crédito, lo que es
también típicamente una carga y no una obligación, porque, al no hacerlo, el banco no
va a pagar los cheques que no cuenten con fondos suficientes.
En cuanto a otras cargas de menor importancia, el titular debe también verificar los
números y series de los talonarios y cheques que reciba del banco; manifestar su
conformidad o disconformidad con los saldos de la cuenta que el banco le informe; en
ciertos casos, pagar las comisiones que el banco cobre por mantención de cuentas de
escaso movimiento; pagar intereses respecto de las sumas giradas con cargo al crédito
que el banco le haya otorgado, y no hacer duplicados de cheques.
Solamente se pueden girar cheques en duplicado cuando los cheques están librados
para ser cobrados en el extranjero y, en ese caso, en cada ejemplar del cheque debe
hacerse mención de la existencia del otro como duplicado, para que, de ninguna
manera, pueda cobrarse dos veces la misma cantidad. La existencia de cheques
duplicados para ser cobrados en el extranjero está concebida para facilitar el comercio
internacional.
Las cuentas corrientes bancarias están protegidas por lo que se denomina el secreto
bancario. Al efecto, el inciso 2º del art. 1º de la ley expresa que el banco debe mantener
estricta reserva, con respecto a terceros, del movimiento de la cuenta corriente y su
saldo, y sólo podrá proporcionar estas informaciones al librador o a quien éste haya
autorizado expresamente.
De lo que se trata, entonces, es de hacer que el movimiento de las cuentas corrientes
permanezca en secreto.
Pero esta norma tiene algunas excepciones que miran a intereses superiores que el
de la privacidad. En primer lugar, el propio art. 1º en su inciso 3º dice que los Tribunales
de Justicia pueden ordenar la exhibición de determinadas partidas de la cuenta corriente
en causas civiles y criminales seguidas por el librador, pero esta limitación al secreto
bancario es bastante relativa, porque afecta a sólo ciertas partidas. Por otra parte, el
Decreto Ley Nº 3.538, Ley Orgánica de la Superintendencia de Valores y Seguros,
faculta a este organismo para revisar los libros y documentos de las bolsas de comercio
y sus corredores, incluidas sus cuentas corrientes bancarias. Finalmente, en el art. 62
del Código Tributario está establecida una norma según la cual los Tribunales de Justicia
pueden ordenar el examen de una cuenta corriente, siempre y cuando se trate de
procesos por delitos relacionados con el cumplimiento de obligaciones tributarias.
Las causales de término de la cuenta corriente bancaria se rigen por las disposiciones
de los artículos 611 y siguientes del Código de Comercio, que regulan la cuenta corriente
mercantil.
En primer lugar, la cuenta corriente bancaria termina con la llegada del día previsto
por las partes para su terminación, lo que no es corriente en la práctica, ya que
normalmente los contratos de cuenta corriente bancaria se celebran por término
indefinido.
También termina anticipadamente por mero acuerdo de las partes, y por la muerte,
interdicción, demencia, quiebra (liquidación concursal) o cualquier otro suceso legal que
prive a alguno de los contratantes de la libre disposición de sus bienes. Pero tratándose
de la quiebra (liquidación concursal) del comitente, lo usual es que la cuenta corriente
no termine, sino que su administración pase a poder del síndico (veedor).
Hoy en día, sin embargo, el cheque compite con las tarjetas de crédito y últimamente,
también, con las denominadas tarjetas de débito, que son similares a una tarjeta de
crédito, pero con la diferencia de que al usarla se descuenta inmediatamente de la
cuenta bancaria de su titular el monto correspondiente al pago que se efectúa mediante
ella. (Por ejemplo, el sistema "Red Compra"). En el último tiempo, confronta también la
creciente competencia de las transferencias electrónicas de dinero, que se hacen a
través de internet.
Por otra parte, el girador, librador o comitente, gira sólo contra un banco, jamás en
contra de cualquiera otra clase de persona, natural o jurídica.
De acuerdo al inciso final del art. 10 de la Ley de Cheques, existen tres tipos de
cheque de acuerdo con su cesibilidad: el cheque nominativo, a la orden y al portador.
Sin embargo, como una importante excepción cabe señalar que un cheque, aunque
sea nominativo, puede ser endosado, pero sólo para depositarse en comisión de
cobranza en un banco, conforme lo establece el art. 14 de la ley. Además, siempre es
posible que, como todo título nominativo, se transfiera mediante el mecanismo de la
cesión de créditos.
El cheque a la orden es aquel que está girado a la orden de una persona determinada,
la que puede transferirlo mediante endoso, y se caracteriza porque en la línea donde
está individualizado el beneficiario se han borrado las palabras "o al portador", de modo
que puede presentarlo al cobro dicho beneficiario o cualquiera persona que revista el
carácter de portador legítimo del documento a virtud de un endoso.
Otra clasificación de los cheques es aquella que distingue entre cheque mandato o
cheque en comisión de cobranza, y cheque pago de obligaciones (art. 11 de la ley).
Tampoco existe el cheque a fecha, es decir, aquél girado posdatado, a una fecha
futura, con la intención de que no se presente al cobro bancario antes de dicha fecha.
Hay quienes sostienen que un cheque en que haya una condición o una garantía,
caduca y sucumbe víctima de la nulidad. Sin embargo, el efecto único que acarrea el
estampar tales condiciones, según la ley, es que esas condiciones o cláusulas se deben
tener por no escritas.
Los Tribunales, fundados en la norma legal citada, se han pronunciado por negar la
existencia del cheque en garantía, por lo que, en los procesos por el delito de giro doloso
de cheque, al que nos referiremos más adelante, suelen dar curso a la formalización del
girador, sin tomar en cuenta si el documento fue extendido en garantía o no. No
obstante, esta doctrina no es unánime, y hay Tribunales que se pronuncian por no
aceptarlo, cuando del mismo documento o de circunstancias que se demuestran en el
proceso criminal, se acredita que el cheque ha sido girado para garantizar y no para
pagar obligaciones.
Por lo tanto, en el cheque cruzado intervienen dos bancos, aquel en que se depositó
el cheque en comisión de cobranza y el librado que lo paga.
El acto de cruzar un cheque puede ser efectuado no sólo por el girador, sino por
cualquier persona que tenga legítimamente el cheque, es decir, por cualquiera de los
beneficiarios o sus endosatarios. El resultado de la operación del cheque cruzado
consiste en que el banco librado paga la suma contemplada en el cheque solamente a
otro banco ante el cual se depositó.
El cheque certificado, de común uso en otros países para dar pago a grandes sumas
de dinero, no existe legalmente en Chile. Los bancos no lo otorgan, porque representa
problemas de operación, ya que un cheque visado implica la obligación del banco que
lo certifica de retener los fondos necesarios con la finalidad específica de pagar
precisamente ese cheque.
Se trata, entonces, de un tipo de cheque que tiene más parecido con el dinero que
con el cheque tradicional, porque los fondos necesarios para su pago están ya
acreditados e ingresados en pago al banco por quien los compra, y que se utiliza con la
finalidad de transportar en viaje sumas de dinero con mayor seguridad, porque, en caso
de pérdida o sustracción, el dueño puede, previo aviso oportuno al banco emisor,
obtener otros en su reemplazo, de modo que la pérdida de dinero no es irremediable
como en el caso de pérdida o sustracción de billetes.
En ellos figuran dos espacios para la firma del tomador, que es el nombre que le
asigna el art. 40 a la persona que los compra al banco. Una de ellas debe estamparse
por el tomador al momento de la compra y en presencia del banco emisor, quedando un
segundo espacio para que el tomador del cheque haga una segunda firma (o
contrafirma), esta vez en presencia del acreedor a quien quiere pagarle una cuenta,
para que éste pueda comparar que ambas firmas sean exactamente iguales.
El giro o libramiento se ejecuta por un acto personalísimo muy simple, la sola firma
del girador, quien para actuar como tal no requiere ninguna condición o característica
especial, bastando la simple capacidad para contratar. La persona que gire puede ser,
además, un apoderado o un representante del girador, pero para poder actuar deberá
acreditar frente al banco su personería y haber firmado los registros de firma o tarjetas
destinados a individualizar a las personas con capacidad legal para girar cheques en la
cuenta corriente respectiva.
Sin embargo, como hemos visto, el cheque puede ser extendido a la propia orden del
librador, con cláusula "para mí" o no; en el primero de los casos de derecho, y en el
segundo de hecho, será una simple orden al banco, destinada a retirar efectivo de la
cuenta para el propio titular.
Por último, no está excluida por la ley la posibilidad de que la obligación de alguno de
los obligados al pago de un cheque sea garantizada mediante la figura del aval, toda
vez que, de acuerdo al inciso tercero del art. 11, el cheque pago se sujetará a las reglas
generales de la letra de cambio (Ley Nº 18.092), en todo lo no regulado por la Ley de
Cheques, y la normativa que rige a la letra de cambio contempla tal posibilidad.
a) El nombre del librado, es decir, el nombre del banco a quien se libra el mandato de
pago, nombre que está impreso en los talonarios que éste entrega a sus clientes.
La fecha del cheque tiene importancia, además, para los efectos de determinar la
capacidad del girador en el caso de quiebra, toda vez que la quiebra produce el
desasimiento, es decir, la inhabilidad del fallido para administrar sus bienes
comprendidos en la quiebra.
Si bien es cierto la ley nada dice, específicamente, respecto de lo que sucede en caso
de disconformidad entre la cifra expresada en números y la expresada en letras, debe
darse aplicación a la regla contenida en el inciso 3º del art. 11 de la ley, según la cual el
cheque dado en pago se sujeta a las reglas generales relativas a la letra de cambio, y
el art. 6º de la Ley Nº 18.092, sobre Letras de Cambio y Pagarés, señala que, en caso
de disconformidad entre unas y otras, prevalecerá la cifra expresada en palabras.
Sin embargo, es muy frecuente, más bien habitual, que las instituciones bancarias
devuelvan, es decir, se abstengan de pagar los cheques en que no coincida la cantidad
expresada en letras con la que conste en números. La causal de rechazo (protesto) se
expresa con la frase "por mal extendido". A nuestro juicio, se trata de un rechazo
absolutamente ilegal.
Es de hacer notar que, según el inciso final del art. 13, para los efectos civiles y
penales la firma estampada mecánicamente se entenderá manuscrita por la persona
cuya rúbrica ha sido reproducida.
Las anteriores son las únicas menciones obligatorias que debe contener el cheque.
No obstante, pareciera ser elemental sostener que lo que es nulo y no tiene valor son
justamente dichas menciones o estipulaciones, ajenas a las obligatorias en el cheque,
y no podría sostenerse que por esas circunstancias vaya a perder valor el cheque en su
totalidad.
En primer lugar, la orden de pago que emite el girador contra un banco, que en la
materialidad del cheque consiste simplemente en la expresión "páguese a", que está
contenida en la línea destinada a la individualización del beneficiario. Esta expresión
refleja por sí sola la existencia de una orden de pago que el librador o girador del cheque
da al banco librado.
En segundo término, debe estar enunciada la cantidad girada, porque ella representa
el monto que el librador está ordenando al banco librado que le pague al beneficiario.
En teoría, no hay montos mínimos ni máximos, o sea, se puede girar tanto dinero como
fondos disponga el girador en su cuenta, los que pueden provenir de dineros propios
depositados en la cuenta por el titular o terceros a su favor, o del crédito que el banco
le haya otorgado al comitente, por simple sobregiro o a través del contrato de apertura
de crédito, que en la práctica se traduce en la existencia a su favor de lo que se conoce
como "línea de crédito".
En tercer término, resulta importantísima la fecha del giro, para los efectos del plazo
dentro del cual debe ser cobrado el cheque y su caducidad, que se rige por el art. 23.
No existe en nuestro país el cheque posdatado, de tal manera que cualquiera fecha
futura que se estampe en el documento no tiene relevancia ninguna, porque presentado
que sea al cobro, el banco tiene la obligación de pagarlo, si es que hay fondos
suficientes, o de protestarlo, en caso contrario, sin tomar en consideración la
circunstancia de que la fecha que aparezca en el documento sea una fecha futura.
Pero por el contrario, la situación inversa sí que tiene relevancia, porque a contar de
la fecha de giro existe un plazo máximo para cobrar el cheque. Como ya hemos dicho,
el cheque debe cobrarse dentro del plazo máximo de 60 días, tratándose de cheques
que hayan sido girados dentro de la misma plaza, es decir, en que el banco estuviere
en la misma plaza de su emisión, y dentro de 90 días si estuviere en otra. Este plazo
será de tres meses para los cheques girados desde el extranjero (art. 23 de la ley).
El cheque no tendrá valor si no hay una coincidencia de todos los datos con la
realidad, como por ejemplo, si el cheque es girado contra un banco en el cual el librado
no tenga cuenta corriente, o cuando el girador es una persona distinta de aquella que
es el titular de la cuenta o su representante. Posteriormente, veremos las causales que
acarrea la ineficacia del cheque.
La ley exige solamente que se cumpla con los datos anteriormente señalados, vale
decir, que exista la orden de pago, la que, por lo demás, está preimpresa en el cheque;
que haya una cantidad girada en números y letras; que haya fecha de giro y que haya
firma de un librador competente para girar, por ser el dueño de la cuenta o su
mandatario.
Pudiera suscitarse duda respecto del valor que tiene un cheque que es llenado por
una persona distinta del girador y en que éste solamente se limita a firmarlo, o cuando
el llenado del cheque se hace a máquina o con letra manuscrita, pero tipo imprenta y no
mediante la letra manuscrita habitual. La respuesta a todas estas interrogantes consiste
en que la ley no restringe la validez de ninguno de estos cheques, y es más, como ya
hemos visto, reconoce expresamente la posibilidad de que se giren y firmen cheques
por vía mecanizada.
En el único caso en el cual puede existir algún grado de conflicto es cuando se acredita
la existencia de una figura delictiva contemplada en el Código Penal bajo la forma de la
estafa: el abuso de firma en blanco, que se perpetra si el librador entrega un cheque
firmado, con las instrucciones verbales o escritas de que el beneficiario o un tercero lo
llene de cierta manera y éste se desentiende de dichas instrucciones, con el ánimo de
aprovecharse de ese documento extendido en blanco. En consecuencia, es de suma
importancia que cuando no es el girador el que llena el cheque, tenga la precaución de
entregar instrucciones claras y precisas para hacerlo, las que, por lo demás, no sólo lo
protegen a él, sino también protegen al tenedor del documento, porque de esta manera,
ateniéndose a las instrucciones recibidas, no podría acusársele de haber llenado el
documento con abuso de firma en blanco.
Como ya lo hemos dicho, según el art. 10 inciso 3º de la ley, el cheque puede ser a la
orden, al portador o nominativo.
El cheque a la orden, que es aquel que sólo lleva tarjada la cláusula "o al portador",
se transfiere mediante el simple expediente del endoso, que es el escrito o la simple
firma del beneficiario o endosante, puesta al dorso del documento, en sentido
transversal o perpendicular. El endoso debe estamparse en el documento mismo o, al
igual que en la letra de cambio, en una hoja de prolongación.
Al igual que en la letra de cambio, hay dos tipos de endoso. El primer tipo es el
llamado endoso completo o regular, que es aquel que cumple con las formalidades
contempladas en el art. 22 de la Ley sobre Letras de Cambio, vale decir, el endoso que
contiene el lugar y fecha de su otorgamiento, el nombre del endosatario y la calidad del
endoso en su caso, en tanto que endoso en blanco es aquel que sólo lleva la firma del
endosante.
Por último, cheque al portador es aquel en el cual no están tarjadas las expresiones
ni "a la orden de" ni "al portador". Este tipo de cheques no necesita endoso para su
traspaso, el que se ejecuta con la simple entrega material del documento. De acuerdo
con lo que dispone el art. 35 de la Ley sobre Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques,
la transferencia del cheque al portador no impone responsabilidad al cedente, sino en
cuanto a la autenticidad del documento, vale decir, quien recibe un cheque al portador
y lo traspasa a un tercero no tiene responsabilidad si el librado lo paga o no. De lo único
que responde es que el documento sea auténtico. En cambio, en los cheques a la orden,
cada vez que hay un endoso, el endosante se convierte en responsable del pago. Pero
si el tenedor de un cheque al portador lo transfiere mediante endoso, en este caso sí se
convierte en responsable de su pago, al tenor de lo dispuesto en el inciso segundo del
art. 35, que dice: "El endoso en estos cheques significa afianzamiento de pago".
Por último, también guardan relación con la circulación las reglas que distinguen entre
cheque pago de obligaciones y cheque mandato para su cobro en beneficio del propio
girador, cuya naturaleza ya hemos estudiado precedentemente, bastando agregar que
el cheque mandato no es susceptible de protesto, por la simple razón de que es el propio
titular el que está pidiendo que se le entreguen fondos a sí mismo, de manera tal que lo
único que hace el banco es abstenerse de entregar el dinero si el beneficiario no tiene
fondos suficientes.
El art. 11 dice que el cheque "puede ser girado en pago de obligaciones o en comisión
de cobranza", y la expresión "en pago de obligaciones" ha dado cabida para que algunos
sostengan que si no existe obligación, el cheque pago carecería de causa, y que sería
entonces razonable argumentar esa circunstancia para impedir el pago de un cheque
que carece de causa. Sin embargo, atendida la naturaleza abstracta de los títulos
valores, que el cheque tiene por sobremanera, esa doctrina no ha prosperado y no existe
forma de excepcionarse de pagar un cheque en razón de no existir la hipotética causa
que indujo al girador a emitirlo.
Por último, cabe señalar que el cobro mutuo entre los bancos de una misma plaza, de
los cheques contra los otros bancos que le han hecho sus clientes, se efectúa en las
ciudades donde el Banco Central de Chile no tenga oficinas, en las cámaras
compensadoras que los bancos establezcan para canjear sus cheques (art. 38).
Esta última norma está concebida en términos tan generales, que no ha podido dejar
de entenderse, a partir de ella, que ni siquiera procede el endoso en comisión de
cobranza de cheques protestados a un abogado, con lo que el cheque se aparta de la
normativa que rige a la letra, el pagaré e incluso, de la que acaba de dictarse para regir
la factura.
Pensamos que nada justifica mantener una restricción tan extrema, que entraba el
cobro judicial de este tipo de títulos de crédito.
Sin embargo, hay causales legítimas de revocación del cheque pago, que están
contempladas en el art. 26 de la Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques, que
establece un procedimiento sencillo, llamado orden de no pago.
La orden de no pago de un cheque puede ser dada por el librador solamente fundada
en las siguientes causas:
2. Cuando el cheque hubiere sido alterado con respecto a la suma o a la persona del
beneficiario con posterioridad a su emisión. Hay que observar, respecto a esta y la
anterior causal, que resulta muy improbable que el librador sepa que se ha cometido
una falsificación en un cheque con posterioridad a emitirlo, o entregarlo al beneficiario,
y
El beneficiario está obligado, en caso de pérdida, robo o extravío, a cumplir con las
diligencias que contempla el art. 29 de la ley. En primer lugar, debe dar aviso escrito del
robo, hurto o pérdida al banco librado, y éste, con ese solo aviso, está obligado a retener
el pago por 10 días como máximo.
Habiendo cumplido con las diligencias anteriores, el portador del cheque puede
requerir del librador y del endosante, dentro del plazo de 10 días, la anulación del cheque
extraviado, hurtado o robado y el otorgamiento de otro nuevo en su favor.
La regla general es que si el cheque ha sido girado antes de la muerte del girador del
cheque, debe pagarse. La jurisprudencia y la opinión de la Superintendencia de Bancos
coinciden en este punto.
El problema ocurre cuando el girador libra un cheque en vida, pero emite el cheque
posdatado, conforme a la pertinaz costumbre nacional de girar cheques a fecha, a pesar
de que jurídicamente no existen. Por ejemplo, gira el cheque al día 30 de noviembre,
pero la fecha real en que lo hace es el 5 de noviembre y muere el 20 de noviembre. En
esa situación, ¿puede pagar el banco ese cheque? La respuesta es negativa, porque el
cheque consiste en un mandato, y la posibilidad de darlo expira con la muerte del
mandante; y, por lo tanto, cualquiera que se presente con posterioridad al fallecimiento
exhibiendo un cheque con una fecha posterior al fallecimiento no va a poder cobrarlo.
Sin embargo, a pesar de ello, resulta imposible desligarlo absolutamente del negocio
causal, al menos desde el punto de vista de la extinción de las obligaciones que le dieron
origen, vale decir, como medio que sirve para solucionar obligaciones contraídas con
anterioridad.
En efecto, cuando una persona emite un cheque en pago de obligaciones, ese cheque
está destinado a extinguirlas en todo o en parte, sirve de medio de pago, reemplaza al
dinero efectivo. Por lo tanto, si bien cuando el cheque llega al banco librado y éste lo
paga, dicho banco sólo está cumpliendo con la orden de pago que le ha dado su
comitente; en realidad, a la vez, ese cheque está sirviendo de modo para extinguir la
obligación causal.
El principio expuesto está consagrado de una manera muy deficiente por el art. 37 de
la ley, que expresa: "El cheque girado en pago de obligaciones no produce la novación
de éstas cuando no es pagado". La redacción es muy imperfecta, pero la idea se capta.
Lo que en realidad quiere decir la ley es que si el banco no paga el cheque, no se
extingue la obligación que dicho cheque pretendía solucionar.
Si seguimos la redacción de la ley, tendríamos que decir que cuando el banco paga
el cheque se ha causado la novación de la obligación, lo cual es absurdo, porque lo que
ocurre cuando el cheque es pagado es que se paga también la obligación a la cual dicho
cheque obedece, por lo que no va a haber novación en ningún caso, ni cuando el cheque
se paga ni cuando no se paga.
Veremos ahora las situaciones en las cuales el cheque es ineficaz, vale decir, cuando
no se cumple con el mandato u orden de pago que en él está contenida.
i) En primer lugar, por causa imputable al librado la única causal de ineficacia del
cheque es la quiebra o disolución del banco, voluntaria o forzada, caso en el cual el
pago tiene que perseguirse en un juicio civil en que el cheque servirá de prueba de la
obligación, y quien debe pagar el cheque ya no es el banco librado, sino que el propio
librador o girador del cheque. Evidentemente, esta es una situación anómala de muy
remota posibilidad de ocurrencia.
ii) Las causales de ineficacia del cheque que emanan del librador son las siguientes:
Sin embargo, el asunto no es tan simple, porque cabe distinguir dos situaciones
distintas según si el cheque ha sido girado antes o después de la quiebra.
Indudablemente, el banco está impedido de pagar todos los cheques extendidos por el
girador a contar de la fecha en que se notifica la resolución de la declaratoria de quiebra,
mediante un aviso en el Diario Oficial, porque ese es el único momento en el cual el
banco librado toma conocimiento de su obligación de no pagar, de no dar curso a las
órdenes de pago que haya emitido el librado en quiebra. Después de declarada la
quiebra, el librado no puede administrar la cuenta corriente, porque ella, al igual que
todos sus demás bienes, efectos de comercio, libros y papeles, son incautados por el
síndico de la quiebra.
c) Otra causal de ineficacia del cheque es la muerte del librador. Al respecto, hay que
distinguir en caso de muerte del girador según si se trata de un cheque en comisión de
cobranza, aquel que lleva la cláusula "para mí", y el cheque común y corriente, que es
el cheque en pago de obligaciones. Si se trata de un cheque en comisión de cobranza,
según el art. 36 de la ley este cheque caduca con la muerte del tenedor o del librador,
porque es un mandato. Si el librador le ha otorgado mandato a una persona para que
vaya al banco para obtener dinero de su cuenta mediante el mecanismo del cheque y
para que, acto seguido, se lo entregue, dicho mandato termina con la muerte del
mandante o del mandatario. Obviamente que el banco podría desconocer la muerte del
librador y, por lo tanto, el inciso segundo del mencionado art. 36 agrega que este cheque
caduca siempre que la muerte del librado se haya puesto por escrito en conocimiento
del banco librador por cualquier persona interesada.
Si se trata de un cheque pago, que lo será en la inmensa mayoría de los casos, este
cheque debe pagarse aun después de la muerte del girador, materia en la cual existe
concordancia en la doctrina y en la jurisprudencia.
iii) Veremos ahora las causales de ineficacia del cheque provenientes del documento
mismo.
Otra causal de ineficacia es el destrozo del cheque; pero no todo destrozo del cheque
es causal de ineficacia. En general, los bancos se niegan a pagar los cheques en los
cuales el destrozo altera la unidad del documento y, fundamentalmente, altera aquellos
elementos destinados a su plena individualización. Por lo tanto, esos cheques en los
que (ocurre con cierta frecuencia) al desprenderse del talonario sufren una pequeña
rotura, siempre que ella no altere la numeración del documento o la individualización de
la cuenta corriente, no son ineficaces. Por el contrario, los bancos no tienen obligación
de pagar un cheque roto por la mitad o uno en el cual está mutilada la parte destinada
a individualizar la cifra a pagar o el número de la cuenta corriente o la firma del librador.
En todos esos casos, el banco se niega a pagar el cheque válidamente.
Por último, el cheque es ineficaz por orden escrita de no pago dada por el girador al
banco, el cual, en este caso, no va a pagar nada, situación que ya examinamos
anteriormente.
Si bien es el banco librado quien debe cumplir la orden del girador y pagar el cheque,
en último término, el patrimonio que soporta el pago es el de este último, salvo las
excepciones legales. Este tema está tratado en los artículos 16 a 21 de la ley.
El principio general está expresado en el artículo 17, bajo una curiosa redacción
vinculada a una condición negativa: "El librador es responsable si su firma es falsificada
en cheque de su propia serie y no es visiblemente disconforme", texto complementado
por el art. 16, que señala los casos en que el responsable patrimonial del pago del
cheque es el banco librado.
Del tenor de estas normas cabe concluir, a nuestro juicio, que la regla general es que
el responsable patrimonial del pago del cheque es el girador, salvo en los siguientes
casos:
En todos estos casos pasa a ser responsable del pago del cheque el banco librado,
lo que se traduce en que deberá reintegrar al titular de la cuenta los fondos mal pagados
a los terceros que lo presentaron al cobro, sin perjuicio de sus acciones contra dichos
terceros por el cobro indebido, o en su caso, la falsificación del documento. La ley trata
este punto en el art. 18, que expresa:
La tercera, guarda relación con la culpa o descuido a que alude el art. 18, que no
precisa cuál es la especie deculpa de la que responde el banco librado. Esta materia
habrá de ser resuelta conforme a las reglas generales, teniendo en cuenta, por una
parte, que el contrato de cuenta corriente bancaria y cheques es un contrato unilateral,
aun cuando reporta utilidad para ambos contratantes, y que los dineros con los cuales
el banco puede pagar un cheque son "las cantidades de dinero que (el comitente)
hubiere depositado en ella o del crédito que se haya estipulado" (art. 1º de dicha ley).
Pensamos que una y otra situación se rigen, en cuanto al tema en análisis, según las
normas que respectivamente les sean aplicables.
A dichos efectos, el librador deberá conservar los cuadernos de los cheques firmados,
hasta seis meses después de la aprobación periódica de la cuenta (art. 21).
En la letra de cambio, el protesto puede ser por falta de aceptación, falta de fecha de
aceptación o falta de pago. En el cheque, como no hay aceptación, el protesto consiste
solamente en la constancia fidedigna de que el banco se niega a pagar el cheque por
los motivos que expone.
Como el cheque puede presentarse al cobro por ventanilla o por canje, cuando se
deposita, la Superintendencia de Bancos ha instruido a los bancos para que cualquiera
que sea la causa del protesto por falta de pago, cuando el portador del cheque lo
presenta al cobro mediante depósito, o sea, por canje, se presume su voluntad de que
se proteste el documento y, por lo tanto, todo cheque que llega al banco librado por
canje, cualquiera que sea la causa y no sólo por falta de fondos, debe protestarse por
el banco librado. Si el portador lo presenta por ventanilla, el banco lo protesta
derechamente si es por falta de fondos; en cambio, si la causal es otra, el banco le
pregunta al portador si quiere que lo proteste o no.
Como decíamos, el protesto es un acto escrito que debe estamparse al dorso del
cheque o en una hoja de prolongación a él. En segundo término, en él debe mencionarse
el día y la hora del protesto, porque ese día y hora inicia el cómputo del plazo de
prescripción de las acciones. En tercer término, el protesto debe llevar la firma del
librado, o sea del banco, porque el librado en el cheque es el banco. Antiguamente,
debía llevar también la firma del portador, pero desde una reforma introducida en el año
1989, esto no es obligatorio.
Cabe añadir en este punto que la diligencia de protesto de cheques está afecta a un
impuesto, a beneficio fiscal, del 1% del monto del cheque con un máximo de una U.T.M.
En cuanto a las causales de la falta o negativa de pago, éstas son las siguientes 35:
d) Por mal extendido, cuando el documento está alterado, mal escrito o borroso;
g) Por falta de portador legítimo, cuando el cheque lo presenta al cobro una persona
que no es su legítimo portador, lo cual ocurre cuando no hay un endoso en un cheque
a la orden y el que lo presenta al cobro es una persona distinta de aquella a quien está
extendido el documento o cuando se trata de un cheque nominativo y lo presenta al
cobro una persona distinta al beneficiario;
i) Por último, existe el protesto por orden de no pago, pero éste, como decíamos, tiene
un valor preventivo y solamente puede darse en los casos señalados en el art. 26, en
relación al art. 29 de la ley. La orden de no pago puede provenir del propio girador o de
un tercero, si es a un tercero, portador legítimo, a quien se le pierde o se lo roban, hurtan,
etc.
Hay que tener en cuenta que cuando se roba, se pierde o es hurtado un cheque,
varios cheques o un talonario completo, fuera de los trámites que indica el art. 29 de la
ley, es de gran utilidad hacer la denuncia criminal correspondiente, porque los cheques
extraviados pueden llegar a manos de personas que hagan mal uso de ellos y el titular
de la cuenta verse expuesto a molestias que con esa denuncia van a poder disminuir o
eliminarse totalmente.
Por último, cabe señalar que los protestos de cheques por falta de fondos o cuenta
cerrada se envían al Boletín Comercial, que lleva la Cámara de Comercio de Santiago
A.G., conforme lo dispone el decreto de Hacienda Nº 1.971 de 1945 y su normativa
complementaria posterior (de la misma forma que el D.S. Nº 950 de 1928 ya lo había
dispuesto para los pagarés y letras protestados). A su vez, esta normativa contempla la
forma como los deudores que pagan con posterioridad estos efectos de comercio
protestados, pueden proceder a aclarar sus antecedentes comerciales.
El efecto de todo cheque, en Chile o en cualquier país, es que de él surge una acción
civil que tiene el portador para perseguir la responsabilidad civil del girador, porque el
cheque es un medio de pago, un título valor que da cuenta de una orden que el girador
libra en contra de un banco, para que éste efectúe un pago por su cuenta. Y si el banco
no paga, surge en beneficio del portador del cheque una acción civil que se ejercerá
primeramente en contra del librador, pero que además, puede hacerse efectiva en
contra de los endosantes y contra los avales, porque en un cheque también puede haber
aval.
Las dos referidas acciones que emanan del cheque, la ejecutiva, contra los obligados
al pago de un cheque protestado, y la penal, prescriben en el término de un año, contado
desde la fecha del protesto (art. 34).
Por lo tanto, es en el inciso segundo del artículo 22 donde está contemplado el delito
que en la práctica se ha venido a denominar como giro doloso o giro fraudulento de
cheques.
El delito de giro doloso de cheques es en nuestro país una figura penal compleja,
compuesta por dos etapas cronológicamente distintas, una de las cuales es la del giro
del documento que se encuentre en algunas de las situaciones indicadas por este inciso
2º del art. 22, vale decir, si el librador gira sin tener fondos, si gira sobre cuenta cerrada
o no existente, si revoca el cheque por causales distintas a la del art. 26 o si retira los
fondos después de haberlo girado y antes de que el beneficiario llegue al banco a
cobrarlo.
Pero en este momento todavía no hay delito. Para que el delito se consume, es
preciso que el portador legítimo notifique judicialmente el protesto del cheque al librador
y que éste, dentro del plazo de tres días contado desde la fecha de dicha notificación
judicial, se abstenga de consignar ante el tribunal una cantidad de dinero suficiente para
responder del monto del cheque, de los intereses y de las costas. Cuando se constata
que ha transcurrido ese plazo y que el girador no ha consignado fondos
suficientes, recién entonces el delito se entiende perpetrado, y, por lo tanto, sólo allí
nace una acción criminal en favor del perjudicado, que éste puede intentar ante el
tribunal del crimen correspondiente y que se conoce como delito de giro doloso o
fraudulento de cheques36.
No nos vamos a referir aquí a la acción civil, porque ella se parece en todo a las
acciones tendentes a obtener el pago de un pagaré o una letra de cambio. Sólo nos
referiremos a la acción criminal, que tiene algunas particularidades.
Una vez que la Fiscalía recibe la querella y se cumplen los trámites de rigor, el girador
es imputado, formalizado y se libra orden de prisión en su contra.
La primera consiste en que, de acuerdo al artículo 44, en este tipo de procesos (tanto
los del artículo 22 como el del artículo 43 de la Ley de Cheques), procederá la
excarcelación "de acuerdo con las reglas generales", pero la misma disposición agrega
que "en todo caso se exigirá, además, caución, y no se admitirá otra que no sea un
depósito de dinero no inferior al importe del cheque, más los intereses y costas que fije
prudencial y provisionalmente el tribunal". La citada norma legal agrega que la
responsabilidad civil del librador podrá hacerse efectiva sobre dicha caución.
De lo anterior fluye que, a menos que el girador haya procedido con notoria malicia,
si éste paga el cheque, los intereses corrientes y las costas judiciales, no sólo se hace
merecedor del beneficio de la libertad bajo fianza, sino también a obtener que la justicia
sobresea definitivamente la causa.
Ello deja de manifiesto la intención del legislador de proteger la eficacia del cheque
como orden y medio de pago, antes que instituir una figura delictiva por un bien jurídico
que en sí esté amenazado por la conducta típica.
Para que se haya llegado a esta interpretación judicial se ha tenido en cuenta que,
con posterioridad a la dictación de la Ley de Cheques, entró a regir en nuestro país el
Tratado de San José de Costa Rica sobre Derechos Civiles, que fue ratificado por Chile
y publicado en el Diario Oficial. En dicho pacto se proscribe la prisión por deudas y la
tesis jurisprudencial mayoritaria hoy, estima que las disposiciones que contiene nuestra
Ley de Cheques configurarían una especie de prisión por deudas, que vulneraría los
derechos fundamentales de las personas, protegidos por dicho tratado. Con la entrada
en vigencia del nuevo Código Procesal Penal y sus instituciones conexas, la
despenalización de facto que afecta al cheque se ha agravado.
Por un tiempo esta tesis se encontró con una seria resistencia de parte importante de
la doctrina y de los propios tribunales a aceptarla, basándose en que en este caso no
se trataba de una prisión por deudas, sino de la sanción a un fraude, porque el girar un
cheque en las condiciones que el art. 22 contempla, constituye una infracción a la fe
pública depositada en el cheque como instrumento de pago, rodeado por la ley de tales
garantías, como que la persona que lo recibía sabía que siempre o casi siempre el banco
librado lo iba a pagar. Quienes así argumentaban sostenían que, cuando una ley ha
establecido un sistema que es tan claro y conocido por toda la sociedad, no se pueden
cambiar las reglas del juego, sino por un instrumento similar, vale decir, por otra ley que
advierta a todo el mundo que las condiciones de protección del cheque han cambiado,
ya que los eventuales receptores de tales documentos deben conocer claramente
cuáles son sus verdaderos atributos.
Este delito fue creado por la Ley Nº 18.092, sobre Letras de Cambio y Pagarés, que
dispuso la introducción de dos normas iguales, siendo una la del art. 110 de esa ley,
relativa a la figura correspondiente a las letras y pagarés, y la otra, la del art. 43 de la
Ley sobre Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques, que contempla la figura relativa a
estos últimos. En ambas se expresa, en los mismos términos, que cualquier persona
que en la gestión de notificación de protesto del documento tache de falsa su firma y
resultare que dicha firma es auténtica, será sancionada con las penas que se
contemplan en el art. 467 del Código Penal (estafa), salvo que acredite justa causa de
error o que el título en el cual se estampó la firma es falso.
Se puso término así al uso abusivo de la tacha de falsedad de la firma, como un mero
recurso dilatorio.
Capítulo XXXV Las facturas
556. Origen y fuentes
Desde los orígenes del desarrollo del comercio ha existido, con diversas
denominaciones, un documento que se extiende entre comerciantes, que da cuenta de
las obligaciones esenciales del contrato de compraventa, consistentes en la entrega de
la cosa vendida por parte del vendedor y el pago total o parcial del precio por parte del
comprador. La costumbre, en cuanto fuente del Derecho Mercantil, ha transportado a
nuestros tiempos dicho documento, que hoy se conoce con el nombre de factura.
Así, el artículo 160 del Código de Comercio contempla el derecho del comprador "...a
exigir del vendedor que forme y le entregue una factura de las mercaderías vendidas y
que ponga al pie de ellas el recibo del precio total o de la parte que se le hubiere
entregado".
En la actualidad, el artículo 88 del Código Tributario obliga a emitir factura por las
transferencias que se efectúen, especialmente a adquirentes que no sean consumidores
finales, a los industriales, agricultores y otras personas consideradas vendedores por la
Ley sobre Impuesto a las Ventas y Servicios y a los importadores, distribuidores y
comerciantes mayoristas.
Por su parte, el decreto ley Nº 825, del año 1974, sobre Impuesto al Valor Agregado
(IVA), reitera y amplía la norma del Código Tributario, al disponer en su artículo 52, que
las personas que celebren cualquier contrato o convención regidos por los Títulos II,
relativo al Impuesto al Valor Agregado, y III, referido a los impuestos especiales a las
ventas y servicios, deben emitir facturas o boletas, según sea el caso, por las
operaciones que efectúen. Esta obligación rige aun cuando en la venta o prestación de
servicios no se apliquen los impuestos de dicha ley, e incluso, cuando se trate de
convenciones que versen sobre bienes o servicios exentos de dicho impuesto.
a) Venta
"Servicio" es la acción o prestación que una persona realiza para con otra y por la cual
percibe un interés, prima, comisión o cualquiera otra forma de remuneración, siempre
que provenga del ejercicio de actividades vinculadas a la industria, el comercio, la
minería, la explotación de riquezas del mar y demás actividades extractivas; actividades
financieras, periodísticas, publicitarias, de procesamiento de datos,
telecomunicaciones, de corretajes y comisionistas en general, clínicas, hospitales,
laboratorios y otras detalladas en los Nº 3 y 4 del artículo 20, de la Ley sobre Impuesto
a la Renta.
d) Vendedor
"Vendedor", para los efectos de la aplicación del impuesto IVA, es cualquiera persona
natural o jurídica, incluyendo las comunidades y sociedades de hecho, que se dedique
en forma habitual a la venta de bienes corporales muebles, sean de su propia
producción o adquiridos de terceros.
e) Prestador de servicios
El artículo 55 del D.L. Nº 825 establece la regla general sobre la oportunidad en que
debe emitirse la factura, señalando que, en el caso de la venta de bienes corporales
muebles, las facturas deben ser emitidas en el mismo momento en que se efectúe la
entrega real o simbólica de las especies. La entrega es simbólica, entre otros casos, en
los siguientes:
a) Cuando el vendedor entrega al adquirente las llaves del lugar en el que el bien
corporal mueble transferido se encuentra guardado, o bien, las llaves de la especie;
b) Cuando el vendedor transfiere dicho bien al que ya lo posee por cualquier título no
traslaticio de dominio, o bien, cuando dicho vendedor enajena una especie afecta a IVA,
conservando, sin embargo, la posesión de la misma, y
Con relación a las operaciones de prestación de servicios, las facturas deben emitirse
en el mismo período tributario en que la remuneración se perciba o se ponga, en
cualquier forma, a disposición del prestador del servicio.
558. Concepto y características de la factura
a) Concepto
A la luz de las actuales normas que la rigen en nuestro país, nosotros la definiremos
diciendo que la factura es un documento formal que da cuenta de una compraventa o
de una prestación de servicios, del precio y los impuestos correspondientes, el cual, en
la forma y condiciones establecidas por la ley, puede ser transferido a terceros y cobrado
ejecutivamente.
b) Características
1. Constituye un comprobante
2. Es un documento formal
Debe emitirse, una vez realizada la venta o prestado el servicio afecto o exento del
impuesto, de conformidad a lo señalado en el acápite precedente.
5. Contenido de la factura
El mensaje de la ley enfatiza que, sin embargo, ello no es totalmente cierto, toda vez
que "diversas leyes han dado mérito ejecutivo a otros documentos bastante parecidos
a la factura, como la carta de porte en el contrato de transporte a que nos referimos
anteriormente, o a la liquidación de gastos comunes efectuada por el administrador de
un condominio". Y agrega que "en otros títulos ejecutivos no consta de ningún modo la
voluntad del deudor, como en las resoluciones de cobranza de las Administradoras de
Fondos de Pensiones, de las Instituciones de Salud Previsional o del Instituto de
Normalización Previsional o, por último, en las liquidaciones practicadas mediante
nóminas, por la Tesorería General de la República".
Con fecha 15 de diciembre de 2004 fue publicada en el Diario Oficial la Ley Nº 19.983,
que "Regula la Transferencia y otorga Mérito Ejecutivo a la Copia de Factura", que
complementa y perfecciona notablemente el estatuto jurídico de la factura comercial. De
acuerdo con lo señalado en el acápite precedente, en el mensaje del Presidente de la
República que acompaña el proyecto de ley, se señalan como objetivos fundamentales
de la ley los siguientes: a) consagrar en forma específica un sistema de cesión del
crédito que emana de la factura, con objeto de facilitar el financiamiento para los
comerciantes; b) facilitar el cobro de la factura al emisor, ya sea éste vendedor de bienes
o prestador de servicios, o a quien el emisor la haya podido transferir (por ej. una
empresa de factoring), objetivo que se alcanza otorgándole a una de las copias de la
factura el carácter de título ejecutivo, que antes no tenía, y c) transformar a la factura en
un nuevo título ejecutivo.
Para lograr este último punto, la ley establece una gestión preparatoria de la vía
ejecutiva, la que de acuerdo con lo expresado por el mensaje tendrá como fin
"asegurarse que la factura y el recibo de los bienes y servicios adquiridos no sean
falsos".
En definitiva, luego de las reformas legales, la factura ha pasado a ser en nuestro país
un documento comercial, a partir del cual su emisor puede crear y configurar un título
valor (la copia adicional de la factura), que en determinadas condiciones va a obligar a
un tercero, título que será cedible y ejecutable en la forma que señala la ley.
Se caracteriza, además, porque el emisor que la cede no mantiene "responsabilidad
por la solvencia del deudor una vez que ha transferido el crédito, requisitos que no
cumple el sistema (general) de endoso establecido en el Código de Comercio y en la ley
Nº 18.092". (Cita del mensaje).
Con objeto de promover y facilitar la libre circulación y el cobro de los títulos ejecutivos
endosables que constituyen ahora las copias de facturas, la nueva ley ha establecido
ciertas obligaciones especiales, que pesan tanto sobre el vendedor o prestador del
servicio, como sobre el comprador o beneficiario. Son las siguientes:
El art. 1º de la ley ordena emitir una copia adicional de la factura, sin valor tributario,
con todas las formalidades que rigen para la emisión de la factura original. El mismo
concepto es aplicable a la emisión de la guía de despacho, ya que este instrumento se
utiliza para los efectos de acompañar el traslado y la entrega de los bienes transferidos
y dejar constancia del recibo de los mismos por parte del comprador. Es esta nueva
copia de factura la que será cedida, enajenada a un tercero o entregada en comisión de
cobranza, de tal modo que en virtud del mérito ejecutivo de que se halla investida (en
caso de cumplirse las exigencias requeridas por la ley), pueda ser obtenido el pago
íntegro de la deuda que en ella se expresa en forma fácil y expedita.
Entre los requisitos establecidos por la autoridad administrativa figura el que la copia
deberá indicar su destino en el vértice inferior derecho del documento, mediante la frase
"Cuadruplicado Cobro Ejecutivo-Cedible", que quedará en poder del vendedor o
prestador del servicio o de un tercero a quien se traspase. Asimismo y respecto de la
guía de despacho, se indica que ésta deberá indicar la expresión "Cuadruplicado Cobro
Ejecutivo-Cedible con su Factura".
También, la misma resolución instruye sobre el cambio de color del recuadro que
encierra el RUT del emisor, el tipo de documento y su número correlativo, que hasta
ahora era rojo, pues indica que a contar del 1º de octubre de 2005, este recuadro debe
ser obligatoriamente de color verde.
El inciso segundo del art. 1º, por su parte, introduce la obligación del vendedor o
prestador del servicio de dejar constancia en el documento original y en la copia, del
monto de la obligación, la forma de pago pactada y las restantes modalidades
convenidas para solucionar la deuda. Se pretende así evitar que circule una factura que
podría haber sido pagada al contado y de darle liquidez a aquélla cuyo precio se deba
pagar a plazo.
Si nada se ha establecido, el inciso final del art. 2º de la ley dispone que la factura
deberá ser pagada dentro de los treinta días "siguientes a la recepción". La ley no
contempla la posibilidad de diferir el pago hasta el cumplimiento de una condición o un
plazo indeterminado, debido a que ello le restaría liquidez a la factura.
Por otra parte, no existe disposición alguna en el Código que establezca la forma en
que el receptor de la mercadería o servicio puede reclamar contra el contenido de la
factura. Entre comerciantes se han asumido formas prácticas para ello, las que podrían
constituir costumbre para los efectos del Derecho Mercantil, pero por las mismas
razones señaladas precedentemente, ello no podría extenderse a todas las relaciones
contractuales señaladas ni a todas las personas obligadas a emitir factura.
Por lo tanto, el art. 3º de la ley establece que la factura se entiende irrevocablemente
aceptaba por el deudor, a menos que éste haya reclamado sobre su contenido de una
de las siguientes formas:
Este reclamo será puesto en conocimiento del emisor a través de una carta certificada
o por cualquier otro modo que lo acredite fehacientemente, acompañando la factura y
guía de despacho, o en caso que corresponda, junto con la solicitud de emisión de una
nota de crédito. Para efectos del cómputo del plazo, el reclamo se entenderá practicado
desde la fecha de envío de la comunicación.
Debido a la brevedad del plazo dentro del cual deben efectuarse los reclamos, es
altamente improbable que tratándose de bienes o servicios complejos o que requieran
de una especial instalación o período de prueba, el comprador o beneficiario pueda
percatarse del estado, condiciones, aptitud o real calidad de los productos o servicios
recibidos. El examen que pueda realizarse será más bien formal y superficial.
Se ha sostenido que este procedimiento sólo sería aplicable para el caso que se
reclame dentro de los ocho días corridos siguientes a la recepción de la factura y que
no queda claro cómo se va a operar en el caso de que las partes hayan acordado otro
plazo, lo que en todo caso es discutible, ya que la ley no distingue entre los dos casos,
y de acuerdo con los principios generales de interpretación de la ley, si el legislador no
distingue, no es lícito al intérprete distinguir.
564. Cesión de la copia de una factura y del crédito que de ella emana. Formalidades
que debe cumplir la factura para hacerla cedible
a) Que haya sido emitida en conformidad a las normas que rijan la emisión de la
factura original, incluyendo en su cuerpo y en forma destacada la palabra "cedible", y
b) Que en ella conste el recibo de las mercaderías entregadas o del servicio prestado,
con indicación del recinto y de la fecha de la entrega o de la prestación del servicio y del
nombre, Rol Único Tributario y domicilio del comprador o beneficiario del servicio e
identificación de la persona que recibe, más la firma de esta última.
Para los efectos previstos en la ley, "se presume que representa al comprador o
beneficiario la persona adulta que reciba a su nombre los bienes adquiridos o los
servicios prestados" (art. 4º, inciso tercero).
Cabe añadir que con objeto de asegurar la circulación del crédito de que da cuenta la
factura, el inciso final del art. 4º dispone que cualquier estipulación que limite, restrinja
o prohíba la libre circulación de un crédito que conste en una factura, se tendrá por no
escrita.
565. Formalidades de la cesión de una factura
a) Que se estampe la firma del cedente al anverso de la copia cedible, junto con el
nombre, RUT y domicilio del cesionario;
c) Que la cesión sea puesta en conocimiento del deudor a través de una notificación
efectuada por un notario u oficial del Registro Civil, en las comunas donde no exista
notario, sea personalmente, con exhibición del respectivo título o mediante el envío de
carta certificada, por cuenta del cesionario de la factura, adjuntando copias del mismo,
certificadas por el ministro de fe. En este último caso, la cesión producirá efectos
respecto del deudor, a contar del sexto día siguiente a la fecha del envío de la carta
certificada dirigida al domicilio del deudor registrado en la factura.
Una de las novedades más importantes de la ley, junto con la de atribuirle a la copia
de la factura el carácter de título cedible, de acuerdo con las normas expresadas
precedentemente, consiste en la circunstancia de que se reconoce, además, la
posibilidad de que pase a tener mérito ejecutivo. A dichos efectos, el art. 5º de la ley
dispone que la copia de factura sólo tendrá mérito ejecutivo en el caso de cumplir con
los siguientes requisitos:
c) Que la acción para su cobro no esté prescrita (de acuerdo al art. 10 prescribe en el
término de un año desde su vencimiento, y si se pactaron vencimientos parciales, este
plazo correrá respecto de cada vencimiento);
d) Que en ella conste el recibo de las mercaderías o del servicio prestado, con
indicación del recinto y fecha de la entrega de las mercaderías o de la prestación del
servicio, del nombre completo, Rol Único Tributario y domicilio del comprador o
beneficiario del servicio e identificación de la persona que recibe las mercaderías o el
servicio, más la firma de esta última.
Será obligación del comprador o beneficiario del servicio otorgar el recibo a que se
refieren los párrafos precedentes y la letra b) del artículo 4º, en el momento de la entrega
real o simbólica de las mercaderías o, tratándose de servicios, al momento de recibir la
factura.
Está por verse cómo podrá el SII, ya recargado de infinitas labores de control
tributario, enfrentar la tarea de fiscalizar, también, que los compradores de bienes y
usuarios de servicios estampen debidamente el recibo en las facturas que les haga
llegar el vendedor o prestador de servicios.
e) Por último, que puesto en conocimiento del obligado al pago mediante notificación
judicial, éste no alegare en el mismo acto o dentro de tercero día:
En caso de extravío o pérdida de la copia de la factura de que trata esta ley, se aplicará
lo dispuesto en el párrafo 9º de la ley Nº 18.092, es decir, se aplica el mismo
procedimiento que rige en caso de extravío de letras de cambio y pagarés.
Para que una empresa pueda emitir factura electrónica debe estar autorizada por el
Servicio de Impuestos Internos. Para obtener dicha autorización es necesario realizar
en dicho servicio los trámites necesarios, conocer la documentación sobre factura
electrónica y contar con las aplicaciones, sistemas y procedimientos informáticos
requeridos.
La postulación sólo puede ser efectuada por el representante legal del contribuyente
interesado, autenticado con certificado digital, en el sitio web del SII, ingresando algunos
datos de contacto e informando quién actuará como "Usuario Administrador de
Documentos Tributarios Electrónicos" al interior de la empresa. El contribuyente debe
cumplir con los siguientes requisitos de solvencia tributaria:
1. Los folios que deben ser utilizados en las facturas se autorizan vía internet;
2. Se debe enviar al SII, vía internet, un ejemplar de cada factura electrónica que el
contribuyente emita;
6. El sistema debe ser usado en forma continua, de modo que el SII eliminará del
sistema a los contribuyentes que no registren actividad de emisión de facturas digitales
en los últimos seis meses. Los contribuyentes eliminados deberán repostular para
obtener la autorización que les habilita para emitir facturas electrónicas.
La ley Nº 19.983 establece que sus normas serán igualmente aplicables en caso de
las facturas electrónicas emitidas de conformidad a la ley por un contribuyente
autorizado por el Servicio de Impuestos Internos.
Añade que, en tal caso, el recibo de todo o parte del precio de venta o remuneración
por los servicios deberá ser suscrito por el emisor con su firma electrónica, y la recepción
de las mercaderías o servicios que consten en la factura podrá verificarse con el acuse
de recibo electrónico del receptor. No obstante, si se ha utilizado guía de despacho, la
recepción de las mercaderías podrá constar en ella, por escrito, de conformidad con lo
establecido en esta ley.
De acuerdo al art. 3º del reglamento contenido en el D.S. Nº 93, la cesión del crédito
contenido en una factura electrónica se perfeccionará entre cedente y cesionario, por la
entrega a este último, del "Archivo Electrónico de Cesión" y por la puesta a disposición
del cesionario del recibo de la recepción de las mercaderías o servicios.
Para que la cesión sea oponible al deudor de la factura electrónica, podrá serle puesta
en su conocimiento a través de la anotación en el Registro Público Electrónico de
Transferencias de Créditos, administrado por el Servicio de Impuestos Internos.
El art. 6º del reglamento Nº 93 establece que la cesión del crédito podrá también
perfeccionarse por la entrega de una representación impresa de la factura, cumpliendo
los requisitos de la ley Nº 19.983 y acompañando también una representación impresa
del recibo. Esta cesión se debe notificar según el procedimiento del art. 7º de la ley, con
entrega del archivo electrónico de la cesión.