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El canto del ORDINARIO y del PROPIO en la

MISA.
Sorprendido me hallo. Ante el aluvión de preguntas que me van llegando sobre la música
litúrgica he decidido ir haciendo breves entradas en el blog sobre diferentes cuestiones. Una de
las preguntas que más se repite al hilo de la entrada anterior es "¿Qué cantos corresponden
al "ordinario" y al "proprio" de la misa?", así que comenzaremos por aquí.

Con respecto a la música litúrgica, dentro de la celebración eucarística, debemos hacer una
división importante, ésta ya la encontramos en el GRADUALE ROMANUM y en el GRADUALE
SIMPLEX, ambos "cancioneros" oficiales de la Iglesia, que nacieron fruto de la renovación
litúrgica del Concilio Vaticano II. El primero (GR) recoge un elenco de cantos gregorianos -sólo
para la misa- del antiguo Liber Usualis y el segundo (GS) pretende lo mismo pero con melodías
más sencillas, sobre todo, para facilitar la participación de los fieles.  

Resumo brevemente:

1. ORDINARIO: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei [textos invariables]

En estos libros anteriormente mencionados encontramos una parte denominada Kyriale, que no


es otra cosa que un elenco de melodías gregorianas que musicalizan los textos invariables del
ordinario de la misa atendiendo a las características de cada tiempo litúrgico, solemnidad,
memoria, etc. Seguro que a más de uno le suena la Misa de Angelis, Misa brevis, Misa Lux et
origo... y otras más, enumeradas sencillamente con números romanos. 

2. PROPIO: Antiphona ad introitus, Psalmus responsorius, Alleluia, Ant. ad offertorium, Ant. ad


Communionem [textos variables]

En esta ocasión, me he permitido conservar también los nombres en latín porque resulta muy
característico, sobre todo, en lo que respecta a las antífonas. Tanto en el Graduale
Romanum como en el Simplex encontramos esta nomenclatura, esto nos indica que cada
celebración tiene su "propia" antífona de entrada, de ofertorio y de comunión... seguida de un
salmo apropiado para la ocasión. Por esta razón, entre otras, la Iglesia prima el canto
gregoriano sobre otro tipo de música. Porque porta en sí, el verdadero espíritu de cada
celebración transmitiendo con una melodía austera el texto que la liturgia propone para cada
celebración. Sin ánimo de ser polémico, pensemos en cualquier canto de entrada habitual en
nuestras parroquias: Juntos como hermanos. No lo escuchamos a diario, los domingos, en
funerales, en cualquier tiempo litúrgico...? sin duda, es un salto cualitativo entre una cosa y
otra.
Iremos profundizando en las próximas entradas en cada una de las partes del ordinario y del
propio, así como en otras cuestiones que me han llegado al correo electrónico y creo que
pueden resultar de interes general:

- De donde provienen los cantos de "perdón","paz","despedida"...? se deben cantar?


- Debemos desterrar el latín?
- Qué instrumentos utilizar?
- Cómo elaborar un repertorio digno?

El canto del ORDINARIO.


En la entrada anterior destacábamos la gran diferencia entre el "ORDINARIO" y el
"PROPIO" de la liturgia Eucarística. Hoy nos detendremos en las partes del ordinario.

Estos cantos, los que corresponden al ordinario de la misa -como decíamos la semana
anterior-, son las partes mimas de la misa, es decir, son oraciones con un texto
invariable, son los textos litúrgicos que la Iglesia propone fruto de una tradición
heredada. Dicho esto, nos podemos hacer la primera pregunta... se puede cambiar el
texto de una de estas partes del ordinario? NO. 

Pero no se trata de un "NO" caprichoso, más bien todo lo contrario. Bien meditado. La
esencia misma de la acción litúrgica invita a la participación activa de los fieles con su
oración - en este caso, oración cantada. Y esta oración es la oración de toda la Iglesia,
por ello no debe ser alterada, es un verdadero signo de comunión más allá de los
caprichos, modas, filias o fobias.

1. El KYRIE (Señor ten piedad), según la Ordenación General del Misal Romano
(OGMR) es un "canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia,
regularmente habrán de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y la
schola (coro) o un cantor" (cf. n. 52). Sólo se suprime cuando hay bendición del agua y
aspersión (usualmente en el tiempo pascual).

2. Sobre el GLORIA, la OGMR nos dice: "El texto de este himno no puede cambiarse
por otro. Lo entona el sacerdote o, según los casos, el cantor o el coro, y lo cantan
todos juntos o el pueblo alternando con la schola." (cf. n. 53). Se canta los domingos
(excepto los de Adviento y Cuaresma) en las solemnidades y en las fiestas. Existen una
serie de cantos que se denominan "glorias" pero no tienen nada que ver, bueno, sí, que
comienzan por "gloria", pero nada tienen que ver con el "himno de carácter trinitario de
alabanza y súplica con forma cerrada". 

3. El CREDO se canta o se recita con la "fórmula aprobada para el uso litúrgico" (cf.


OGMR n. 67). "Si se canta lo inicia el sacerdote, un cantor o el coro, pero lo cantan
todos juntos, o el pueblo alternando con la schola" (n. 68).
4. El SANCTUS (Santo) es uno de los principales elementos de la Plegaria eucarística -
momento cumbre de la celebración. El santo lo debe cantar toda la asamblea con el
sacerdote uniéndose a las jerarquías celestiales (cf. 79b). Si una comunidad no cuenta
con un coro o con una persona que dirija el canto, al menos, debe entonar el himno de
alabanza al "tres veces santo": "... por eso, con todos los coros celestiales cantamos sin
cesar: SANTO-SANTO-SANTO..." (respetando el texto litúrgico).

5. El AGNUS DEI (Cordero de Dios). En cuanto el sacerdote realiza la fracción del pan
(no durante el rito de la paz) "el coro o un cantor - no el sacerdote - canta la súplica
Cordero de Dios con la respuesta del pueblo [...] Esta invocación acompaña a la
fracción del pan y, por eso, puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta que
concluya el rito. La última vez se concluye con las palabras: danos la paz" (cf. n. 83).

Con esto finalizamos un recorrido muy esquemático de las partes del ordinario más importantes
y que deben ser cantadas por toda la asamblea. Es fundamental llegar a comprender lo que
tantos autores dicen: debemos cantar "la misa", no "en misa".

El canto del PROPIO.

Hoy dedicamos nuestra nueva entrada al canto del "propio", es decir, los cantos que pueden
variar dentro de la celebración en función del tiempo litúrgico, solemnidad, fiesta... u otros
motivos, como por ejemplo las exequias.

Pero vayamos directamente a las diferentes partes de este grupo de cantos que ya hemos
introducido en una entrada anterior sobre la diferencia entre los cantos del propio y del
ordinario.

Obviamente, nos guiaremos por la Ordenación General del Misal Romano, sobre todo para no
caer en subjetivismos que no nos llevan a ninguna parte. De este modo, también podremos
valorar si en nuestro entorno existe una mala praxis o no, todo a la luz de lo que nos pide la
Iglesia. 

1. La Antiphona ad introitum (canto de entrada) tiene una finalidad muy clara (cf. n. 47):
     a. Abrir la celebración
     b. Acompañar la procesión de entrada del sacerdote y los ministros
     c. Fomentar la unión de todos los presentes
     d. Introducir al misterio según el tiempo litúrgico o fiesta que se celebre.
Este canto lo puede entonar la schola y el pueblo, o un cantor y el pueblo, o todo el pueblo, o  
solamente la schola. Pueden emplearse para este canto la "antífona" con su salmo, tal y como
se encuentra en el Graduale Romanum o en el Graduale Simplex (cantorales oficiales), u otro
canto acomodado a la acción sagrada o a la índole del día o del tiempo litúrgico, con un texto
aprobado por la Conferencia de los Obispos. (cf. n. 48)

2. El Salmo responsorial (cf. n. 61)


     a. Se ha de cantar integramente, o, al menos, la respuesta que corresponde al pueblo
     b. En cuanto al modo de interpretación lo puede cantar el salmista las estrofas, y a cada una
el pueblo responde con el estribillo, o bien, de modo directo, sin intercalar la respuesta,
cantando sólo al comienzo y al final
     c. El salmo hay que tomarlo del mismo Leccionario

En caso de que no se pueda cantar la respuesta propuesta en el Leccionario, se puede tomar


de una selección de antífonas según el Año Litúrgico o fiestas de Santos, o bien de las que
ofrecen el Graduale Romanum o el Graduale Simplex. Eso sí, nunca se debe sustituir el salmo
(Palabra de Dios) por otro canto.

3. La aclamación del "Aleluya" previa a la lectura del evangelio (cf. nn. 62-63):


     a. Se canta en todos los tiempos litúrgicos, fuera de la Cuaresma
     b. Los versículos se toman del Leccionario o del Graduale
     c. En Cuaresma se puede cantar otro salmo o tracto, según figura en el Graduale.

Esta aclamación antes del evangelio, tiene la finalidad de que los fieles acojan y saluden al
Señor que les va a hablar en el evangelio y profesen su fe con el canto. Atendiendo a esto, qué
sentido tiene entonar otros cantos con textos como: "evangelio es decir amigo es decir
hermano... evangelio es darte mi tiempo es darte mi mano..."? Esto está lejos de profesar la fe
en Cristo resucitado con el el Aleluya.

4. Antiphona ad offertorium (canto para la presentación de dones - "ofertorio"). Esta, sin


duda, es una de las partes de la celebración que se ha convertido en un "todo vale"... obras
instrumentales desmedidas, cantos variadísimos de entre los que destaca el Ave María (en las
bodas), otros con temáticas variopintas... Y al fin y al cabo no debe ser otra cosa que un canto
que acompaña un rito (la presentación de dones), por ello, no debe durar más que esa acción;
no debemos olvidar que la música está al servicio de la celebración. El texto, como siempre,
debe ser acorde al momento preciso de la acción litúrgica, tal y como se indica en los graduales
Romanum y Simplex. (cf. nn. 73-74)

5. Antiphona ad communionem (canto de comunión). El canto que acompaña a la


comunión tiene que expresar "por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan,
manifestar claramente la índole comunitaria de la comunión eucarística" (cf. n. 86). El canto de
comunión lo cantan el coro solo o también el coro o un cantor con el pueblo. Se puede emplear
o la antífona del Graduale Romanum, con salmo o sin él, o la antífona con el salmo del
Graduale Simplex, o algún otro canto adecuado, aprobado por la Conferencia de los Obispos.
Al decir "adecuado" se refiere a un canto con carácter eucarístico que acompañe este momento
de la celebración o que mantenga una estrecha relación con la liturgia del día, no tienen mucho
sentido utilizar siempre el mismo canto, como por ejemplo "Pescador de hombres" (Tú has
venido a la orilla...) que por muy bien que lo conozca la asamblea no siempre resulta apropiado
para el momento de la comunión (más bien, en limitadas ocasiones).
Por último, es muy importante, añade la OGMR, que los "cantores puedan comulgar
cómodamente" (cf. n. 86). No vaya a ser que por cuidar la parte estético musical nos olvidemos
de lo más importante: celebrar y comulgar.

Sin duda, cabe destacar que aunque las orientaciones que nos da la Ordenación General del
Misal Romano sobre la utilización de los graduales Romanum y Simplex no quiere decir que
tengamos que cantar todo en latin, por supuesto que no. Podemos y debemos utilizar cantos en
nuestra lengua y que estén a nuestro alcance para facilitar la participación PERO (siempre hay
un "pero") esto no debe ir en detrimento de la calidad musical y menos aún del contenido del
texto, preferiblemente bíblico-litúrgico.

A grandes rasgos esto es lo que podemos decir del canto del Propio. Ha sido una entrada un
poco más larga de lo habitual pero espero que pueda ayudar a diferenciar bien qué cantos
debemos utilizar en nuestras celebraciones.

En la misa y en los demás sacramentos, cada canto


tiene su sentido y su lugar. Por lo mismo es súper
importantísimo estar evangelizado para poder
entender el sentido de cada momento y así preparar
el canto. En el Sínodo de la Eucaristía del año 2005
en el documento final, en su número 25 dice: “Al
igual que todas las expresiones artísticas,
también el canto deber estar en íntima armonía
con la liturgia, contribuir eficazmente a su fin, o
sea que debe expresar la fe, la oración, la
maravilla, el amor por Jesús presente en la
Eucaristía”. Con esto queda claro que nada de
cantos protestantes por favor en la misa, ya que no
reflejan el amor por Jesús Eucaristía. Ok?

Dicho esto puntualizamos que lo que estamos


analizando el día de hoy no es una mera intención
personal, ya que muchos que están en contra de lo
que digo buscan miles de justificaciones subjetivas,
es decir lo que ellos piensan sobre este asunto. Esta
es una exhortación de parte de la Iglesia en general.
Ahora, vamos a la explicación de algunos momentos
de la Celebración Eucarística. Recuerde, no es la
explicación de la misa paso a paso, para que no
vaya a pensar que me salte algunas cosas. Vamos a
mencionar sólo los momentos en los que participa el
coro y rescatar el sentido para darle el mayor
significado.

El primer canto en Misa es el CANTO DE


ENTRADA.
La celebración Eucarística inicia con el canto de
entrada. El canto de entrada acompaña la apertura
de la celebración. Inicia desde antes de que el padre
salga de la sacristía o antes de que comience la
procesión en la entrada del templo. Este canto
convida a la asamblea a entrar en la acción común y
la dispone a la alabanza. Por eso debe ser un canto
que refleje ese caminar hacia Dios, así como el
pueblo de Israel caminaba por el desierto al
encuentro de la Tierra prometida, así nosotros
también vamos a ese encuentro con Dios que en los
minutos siguientes se hará presente en el momento
de la consagración.

Como ya lo dijimos en el primer episodio, el coro


debe invitar a participar a toda la asamblea con el
canto. Aquí yo hago un pequeño paréntesis, ya que
muchos dice para calmar su conciencia cada
domingo que ya han participado de misa, cuando
solamente lo que hacen es entrar a la Iglesia y
quedarse en la entrada, o quizá se sentaron pero
nunca participaron como tal. No se participa
solamente de cuerpo presente, participar implica
unirse y realizar cada acto que se pide. Si vas a misa
y no cantas, solamente te incas, te santiguas, te
paras y te sientas, no creo que sea correcto decir
que participaste, eso lo puedes hacer en tu casa o
en cualquier otro lugar. Participar de Misa es mucho
más. Si cantas, si haces la oración con devoción, si
comulgas, entonces si puedes decir con propiedad
que has participado de misa, sino pues sólo has ido
a la iglesia. No es regaño, no lo tomen así, es un
solo comentario de mi ronco pecho. Vamos pues al
siguiente canto de la misa.

El segundo canto se da en EL ACTO


PENITENCIAL.
Aquí el coro debe dirigir un canto de perdón. El
“canto del perdón”, nos ayuda a reconocernos
pecadores y necesitados de la misericordia del
Señor para celebrar y para vivir consecuentemente
nuestra vida cristiana. Lo más propio es musicalizar
el texto que aparece en el misal que dice así: “Señor,
ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor ten piedad”.
Mucho ojo si se compone uno nuevo, hay que cuidar
el sentido del canto: es para pedir perdón por
nuestros pecados, faltas, limitaciones, y confiar en el
perdón y la fuerza que nos regala el Señor.

El tercer canto es EL GLORIA.


Con el canto del “Gloria” cierra el acto penitencial. El
texto del Misal dice así: “Gloria a Dios en el cielo, y
en la tierra paz a los hombres que ama el Señor,
etc…), este texto es el que debería de ser
musicalizado. Lamentablemente existen aún pocas
musicalizaciones buenas, o fáciles, o juveniles, por
eso a menudo se reemplaza por otros cantos
similares. Hay que estimular a los músicos para la
creación de nuevas melodías para el “Gloria” que
aparece en el misal.

UN CANTO ANTES DE LA LITURGIA DE LA


PALABRA.
En ciertas comunidades se abre paso la costumbre
de iniciar la Liturgia de la
Palabra con un canto especial, cuyo tema sea la
Palabra de Dios, o nuestra apertura a ella. No es
necesario, pero es bueno para ocasiones especiales.
Regularmente llevan la Biblia en procesión hasta el
frente del altar, el sacerdote o diacono toma el
evangeliario hace una bendición con él y lo colocan
en el  ambón donde se proclama la Palabra. Cuando
los lectores están listos la gente toma asiento y se
hace la proclamación de la Palabra.

*SALMO RESPONSORIAL.
Este salmo es parte de las “lecturas” de la misa; es
bueno no cambiarlo por otro canto. Es bueno,
asimismo, aprender a cantarlo, hallarle música. Sale
muy bien (y es conforme a una antigua tradición de
la Iglesia) cuando las estrofas las canta un solista
hombre o mujer, y la antífona la canta toda la
asamblea. Recuerde que el salmo es una fracción
sacada del libro de los salmos que están en la Biblia.
La palabra Salmo viene del hebreo y significa
alabanza. Estos son oraciones cantadas. Algunos de
ellos según la tradición, fueron compuestos por el
Rey David. Lo más recomendable es que se hagan
cantados, pero de forma solemne, ya que muchas
veces se le ponen tonos que parecen de misa
fúnebre y hacen que la gente tenga hasta miedo. Si
no sabe cantar, mejor no cante, hay que invitar a la
devoción no a la perturbación. Nosotros
acostumbramos a utilizar los tonos gregorianos, no
todos pueden ser los dirigentes, pero hay que buscar
quien puede ser nuestro guía para no espantar a los
fieles.

El siguiente canto se da antes de la aclamación


del Evangelio, EL ALELUYA.
Aleluya significa “Alaben a Yahvé”.

Disculpen que haga otro paréntesis otra vez, pero


creo que vale la pena hacer un cuestionamiento a
los hermanos separados y sectas habidas y por
haber. Mi pregunta para ellos es: ¿Por qué dicen que
a Dios hay que decirle Jehová, y en sus reuniones a
cada rato gritan aleluya, no será más correcto que le
digan ALELUJE? Digo, sería lo más correcto. Estas
gentes cuando visitan las casas siempre discuten y
dicen que el verdadero nombre de Dios es Jehová y
no Yahvé, pues que ya cambien su expresión y en
vez de aleluya, que digan aleluje.

Entonces sepa usted que aleluya quiere decir,


alaben a Yahvé. Ahora sí, cierro otra vez el
paréntesis. Y disculpen que haga esto a cada rato
pero es necesario. Seguimos.

En la historia del cristianismo Aleluya ha sido una


aclamación pascual: ¡Alaben a Yahvé porque
Jesucristo ha resucitado!
La alegre aclamación del Aleluya antes del
Evangelio, prepara a la escucha de la Palabra de
Jesucristo. En las normas del Misal dice que, de no
cantarse, es mejor eliminar el aleluya: ¡tan
importante se considera cantarlo! El leccionario
contiene, para cada Evangelio, un versículo propio
que puede ser leído o cantado entre los Aleluya.
Sepa usted que en los cuarenta días de la Cuaresma
no se canta el Aleluya, sino que se sustituye por
otro canto breve de aclamación al Evangelio, pero
que no contenga la palabra “aleluya”. Por lo regular
se hace el canto: Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Y
elAleluya se vuelve a cantar solamente en la
Pascua, para anunciar la resurrección de Cristo. En
algunas comunidades se canta también el Aleluyau
otro canto breve al final de la lectura del Evangelio,
pero sólo donde así lo determine el sacerdote. Por
cierto, esto de los tiempos litúrgicos lo vamos a
platicar en el siguiente episodio, porque en este ya
nos alargamos mucho. Ustedes saben, tanto
paréntesis.

El siguiente canto se hace en la PRESENTACION


DE LAS OFRENDAS.
Mientras se prepara el altar y se llevan a él los dones
del pan y del vino, y las ofrendas de los fieles, la
asamblea se dispone a acoger el don por excelencia:
Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre. Él es
quien se ofrece. Nosotros sólo presentamos al Padre
nuestros dones. La presentación de las ofrendas se
puede acompañar con un canto, sobre todo si hay
procesión; en misas más sencillas no es necesario
cantar. Se puede interpretar música instrumental
adecuada al momento, o escuchar al sacerdote que
en voz alta puede hacer la oración de la
presentación de ofrendas. Muchos piensan que lo
más importante de este momento es dar la limosna y
que por eso se le llama ofertorio, es decir de ofrecer.
Aclaro que no necesariamente debe darse la limosna
que ayuda a la iglesia para adquirir los dones y
manutención del lugar. El ofertorio es el momento de
ofrecer a Dios lo que somos, lo que llevamos en el
corazón de cada uno, ya sean tristezas, alegrías,
sufrimientos, necesidades, lo que sea, ofrecerlo a
Dios. Les recomiendo que vean la película católica
en dibujos animados que se llama EL GRAN
MILAGRO para que puedan tener una idea
ejemplificada con las imágenes. El canto de este
momento debe ayudar espiritualmente para hacer
este ofrecimiento.

Llega el canto del  “SANTO”.


El prefacio culmina con el canto del santo. La
asamblea, después de haber recordado las
bondades de Dios, siente el impulso de alabarlo y lo
mejor es hacerlo con este bello canto. Este himno de
alabanza se prolonga en el bendito el que viene en
el nombre del señor. Esta alabanza nos hace
recordar el domingo de Ramos, cuando Jesús entró
triunfante en Jerusalén. El “Santo” es el único canto
que en el misal se anuncia como canto, dice así:
“Por eso, con los ángeles y los arcángeles te
alabamos cantando....”. Es bueno cantarlo siempre,
y no cambiar el hermoso texto bíblico de Isaías de su
texto tradicional. Se le pueden inventar diversas
melodías. El santo es un canto vivo y alegre, una
verdadera profesión de fe.

En la oración del padre nuestro.


En algunas iglesias se acostumbra a cantar el padre
nuestro. La melodía nunca debe de ser tan
estruendosa para no perder la intención del
momento. Es de suma importancia acentuar que
antes de unirnos en el Padre nuestro, decimos: fieles
a la recomendación del Salvador, y siguiendo su
divina enseñanza, nos ATREVEMOS a decir: Padre
Nuestro. El verbo atreverse viene muy al caso en
este momento previo a la comunión. El padre
nuestro, según Tertuliano, resume todo el Evangelio.
Es una oración sumamente comprometedora. Nos
obliga a revisar en profundidad nuestra situación
delante de Dios y de los hombres. Por lo mismo
debemos hacerlo con mucha devoción.

El canto en el momento de la paz.


Después de orar con la oración que Cristo nos
enseño llega el momento de intercambiar la paz.
Lamentablemente en muchas iglesias  se hace canto
de paz, y se empalma con el canto del Cordero de
Dios. Lo más propio es que este canto comience
hasta que ya todos hayan terminado de darse el
saludo de paz. Y en su caso NO  debe de cantarse
ningún canto de la PAZ. 

Este es el significado de la paz en la misa.


Le rogamos a Jesús que, como el día de la
resurrección, se haga presente en medio de la
asamblea y que nos diga nuevamente: LA PAZ
ESTÉ CON USTEDES. Por eso la asamblea
recuerda esta promesa de Jesús. Este pues es el
sentido de darse la paz unos a otros.

Como nota aclaratoria, este momento de la paz


debería de hacerse sólo con las personas que se
tiene a cada lado. Recordemos que no es un saludo
social, pero muchos así lo toman y el momento se
extiende. Visitan a los vecinos de todas las bancas,
en especial a los amigos y familiares y si por algún
motivo se llegó tarde, (que casi nunca pasa entre
nuestros fieles…ruido de grillos) y no se pudo
saludar a este amigo o familiar muchos aprovechan
para saludarlo y preguntarle cómo ha estado etc. etc.
etc.  Por eso algunos sacerdotes se ven obligados a
decirle al coro parroquial que comiencen con el
canto del cordero para avisarles a los distraídos que
ya se acabó la hora del saludo. Se oye fea esta
referencia, pero muchas veces así ocurre. Lo más
propio como ya dijimos es saludar solamente a los
que están a sus costados. De esta manera se hace
corto el momento y nos disponemos para cantar con
mucha devoción el canto del cordero.

El canto del Cordero de Dios refleja esa alabanza a


Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo y al mismo tiempo le hacemos una
petición, que nos de su paz. No es un canto que
rellena el momento o un canto que sirve para indicar
que ya se acabó la hora de los saludos. Es una
oración profunda de alabanza y petición, por lo
mismo se pide la mayor disposición y devoción a la
asamblea.

Sigue el canto de COMUNIÓN.


Aquí se interpreta un canto propio que ayude a
meditar el momento esperado por todos, cuando
Cristo viene a cada uno en el Pan y el Vino
consagrados. Muchos aprovechan para orar
después de comulgar, otros más que no pueden
comulgar el Pan y el Vino consagrados hacen una
comunión espiritual, por lo mismo el coro debería de
entonar cantos propios que ayuden a este momento
de reflexión y oración. En muchas comunidades se
entona un canto meditativo, tranquilo, durante el rito
de comunión y después de este. Ayuda a dar valor a
ese momento y a la oración personal que despierta
el encuentro con Jesús. Respetemos el momento y
por lo que más quieran, no hagan cantos de
animación. Claro que hay que manifestar alegría por
el encuentro con Cristo, pero un canto de alegría y
movimiento le quita el momento místico. En dado
caso que mejor lo hagan como canto final de la
celebración. Y hablando de canto final, vamos a
finalizar con la explicación de los momentos en la
Eucaristía y su sentido.

EL CANTO FINAL.
Este canto no forma parte de la tradición de la
Iglesia, pero es muy querido en las comunidades de
nuestro continente. El canto final puede llevar varias
tonalidades. Puede ser con un sentido mariano, es
decir dedicado a la Virgen María,  también puede ser
de acción de gracias por la liturgia vivida, o por la
vida o de misión ya que al salir de la misa volvemos
a retomar nuestro compromiso por el Reino.
Vayamos a anunciar lo que aquí hemos celebrado. 
Aquí si en verdad quieren un canto súper movido los
del coro, lo pueden hacer con todo gusto.  

Tome nota que no dimos una explicación del


momento de la misa para entender su significado.
Eso más bien correspondería a un episodio que
podríamos titular, paso a paso, la misa explicada.
Cuando decimos de cuidar el sentido del canto, es
para aquellos momentos que se pueden interpretar
cantos que no tienen letra fija, ya preestablecida.
Algunos de los cantos en misa tienen que basarse
necesariamente en lo que dice el misal, y si en otros
momentos se puede componer un canto, debe
cuidarse la intención del momento, a eso nos
referimos con cuidar el sentido del canto.

LAS PARTES DE LA MISA

Instrucción general del Misal Romano

La Misa consta de dos partes, a saber, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia


Eucarística. Consta además de algunos ritos que inician y concluyen la celebración.

RITOS INICIALES

Los ritos que preceden a la Liturgia de la Palabra, es decir, la entrada, el saludo, el


acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria y la colecta, tienen el carácter de
exordio, de introducción y de preparación. La finalidad de ellos es hacer que los
fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a
escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.

Entrada

Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los
ministros, se da comienzo al canto de entrada. La finalidad de este canto es abrir la
celebración, promover la unión de quienes se están congregados e introducir su
espíritu en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad, así como acompañar la
procesión del sacerdote y los ministros.

Saludo
Cuando llegan al presbiterio, el sacerdote, el diácono y los ministros saludan al altar
con una inclinación profunda. Sin embargo, como signo de veneración, el sacerdote
y el diácono besan el altar; y el sacerdote, según las circunstancias, inciensa la cruz
y el altar. Concluido el canto de entrada, el sacerdote de pie, en la sede, se signa
juntamente con toda la asamblea con la señal de la cruz; después, por medio del
saludo, expresa a la comunidad reunida la presencia del Señor. Con este saludo y
con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada.

Acto penitencial

Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de
silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general de toda la
comunidad, y se concluye con la absolución del sacerdote que, no obstante, carece
de la eficacia del sacramento de la Penitencia.

Señor, ten piedad

Después del acto penitencial, se tiene siempre el Señor, ten piedad, a no ser que
quizás haya tenido lugar ya en el mismo acto penitencial.

Gloria

El Gloria es un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en


el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero.

Colecta

En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el


sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están
en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el
sacerdote dice la oración que suele llamarse «colecta» y por la cual se expresa el
carácter de la celebración.

LITURGIA DE LA PALABRA

La parte principal de la Liturgia de la Palabra la constituyen las lecturas tomadas de


la Sagrada Escritura, junto con los cánticos que se intercalan entre ellas; y la
homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la
desarrollan y la concluyen.

Lecturas bíblicas

Por las lecturas se prepara para los fieles la mesa de la Palabra de Dios y abren
para ellos los tesoros de la Biblia. La lectura del Evangelio constituye la cumbre de
la Liturgia de la Palabra. La Liturgia misma enseña que debe tributársele suma
veneración, cuando la distingue entre las otras lecturas con especial honor, sea por
parte del ministro delegado para anunciarlo y por la bendición o la oración con que
se prepara; sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y
profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan de pie la lectura misma;
sea por los mismos signos de veneración que se tributan al Evangeliario.

Después de la primera lectura, sigue el salmo responsorial, que es parte integral de


la Liturgia de la Palabra y en sí mismo tiene gran importancia litúrgica y pastoral,
ya que favorece la meditación de la Palabra de Dios. Después de la lectura, que
precede inmediatamente al Evangelio, se canta el Aleluya u otro canto determinado
por las rúbricas, según lo pida el tiempo litúrgico. Esta aclamación constituye por sí
misma un rito, o bien un acto, por el que la asamblea de los fieles acoge y saluda al
Señor, quien le hablará en el Evangelio, y en la cual profesa su fe con el canto.

Homilía

La homilía es parte de la Liturgia y es muy recomendada, pues es necesaria para


alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación o de algún aspecto de
las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la
Misa del día, teniendo en cuenta, sea el misterio que se celebra, sean las
necesidades particulares de los oyentes. (Los domingos y las fiestas del precepto
debe tenerse la homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del
pueblo y no puede omitirse sin causa grave, por otra parte, se recomienda tenerla
todos días especialmente en las ferias de Adviento, Cuaresma y durante el tiempo
pascual, así como también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude
numeroso a la Iglesia).

Profesión de fe

El Símbolo o Profesión de Fe, se orienta a que todo el pueblo reunido responda a la


Palabra de Dios anunciada en las lecturas de la Sagrada Escritura y explicada por la
homilía. Y para que sea proclamado como regla de fe, mediante una fórmula
aprobada para el uso litúrgico, que recuerde, confiese y manifieste los grandes
misterios de la fe, antes de comenzar su celebración en la Eucaristía.

Oración universal

En la oración universal, u oración de los fieles, el pueblo responde en cierto modo a


la Palabra de Dios recibida en la fe y, ejercitando el oficio de su sacerdocio
bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos.

LITURGIA EUCARÍSTICA

En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y el banquete pascuales. Por estos


misterios el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia,
cuando el sacerdote, representando a Cristo Señor, realiza lo mismo que el Señor
hizo y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de Él. Cristo, pues,
tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus discípulos, diciendo:
Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced
esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de
la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las palabras y a las
acciones de Cristo, a saber:

1) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es


decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

2) En la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y


las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.

3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos,
reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del
mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo.

Preparación de los dones


Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán
en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En primer lugar se prepara el altar, o mesa
del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el
corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la
credencia. En seguida se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que
sean presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el
sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las
llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino
destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de
presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.

Depositadas las ofrendas y concluidos los ritos que las acompañan, con la invitación
a orar junto con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, se concluye la
preparación de los dones y se prepara la Plegaria Eucarística.

Plegaria Eucarística

En este momento comienza el centro y la cumbre de toda la celebración, esto es, la


Plegaria Eucarística, que ciertamente es una oración de acción de gracias y de
santificación. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y
con silencio.

Los principales elementos de que consta la Plegaria Eucarística pueden distinguirse


de esta manera:

a) Acción de gracias (que se expresa especialmente en el Prefacio), en la cual el


sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da gracias
por toda la obra de salvación o por algún aspecto particular de ella, de acuerdo con
la índole del día, de la fiesta o del tiempo litúrgico.

b) Aclamación: con la cual toda la asamblea, uniéndose a los coros celestiales,


canta el Santo. Esta aclamación, que es parte de la misma Plegaria Eucarística, es
proclamada por todo el pueblo juntamente con el sacerdote.

c) Epíclesis: con la cual la Iglesia, por medio de invocaciones especiales, implora la


fuerza del Espíritu Santo para que los dones ofrecidos por los hombres sean
consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, y para
que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión sirva para la
salvación de quienes van a participar en ella.

d) Narración de la institución y consagración: por las palabras y por las acciones de


Cristo se lleva a cabo el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena,
cuando ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y los dio a
los Apóstoles para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el
mismo misterio.

e) Anámnesis: por la cual la Iglesia, al cumplir el mandato que recibió de Cristo por
medio de los Apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo, renovando
principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión al
cielo.

f) Oblación: por la cual, en este mismo memorial, la Iglesia, principalmente la que


se encuentra congregada aquí y ahora, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la
víctima inmaculada. La Iglesia, por su parte, pretende que los fieles, no sólo
ofrezcan la víctima inmaculada, sino que también aprendan a ofrecerse a sí
mismos, y día a día se perfeccionen, por la mediación de Cristo, en la unidad con
Dios y entre ellos, para que finalmente, Dios sea todo en todos.

g) Intercesiones: por las cuales se expresa que la Eucaristía se celebra en


comunión con toda la Iglesia, tanto con la del cielo, como con la de la tierra; y que
la oblación se ofrece por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos,
llamados a participar de la redención y de la salvación adquiridas por el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.

h) Doxología final: por la cual se expresa la glorificación de Dios, que es afirmada y


concluida con la aclamación Améndel pueblo.

Rito de la comunión

Puesto que la celebración eucarística es el banquete pascual, conviene que, según


el mandato del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento
espiritual por los fieles debidamente dispuestos. A esto tienden la fracción y los
demás ritos preparatorios, con los que los fieles son conducidos inmediatamente a
la Comunión.

Oración del Señor

En la Oración del Señor se pide el pan de cada día, que para los cristianos indica
principalmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de
modo que, en realidad, las cosas santas se den a los santos.

Rito de la paz

Sigue el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí
misma y para toda la familia humana, y con el que los fieles se expresan la
comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental.

Fracción del Pan

El sacerdote parte el pan eucarístico, con la ayuda, si es del caso, del diácono o de
un concelebrante. El gesto de la fracción del Pan realizado por Cristo en la Última
Cena, que en el tiempo apostólico designó a toda la acción eucarística, significa que
los fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida, que es Cristo
muerto y resucitado para la salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1Co 10,
17).

Comunión

El sacerdote se prepara para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo


con una oración en secreto. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio. Después
el sacerdote muestra a los fieles el Pan Eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz y
los invita al banquete de Cristo; además, juntamente con los fieles, pronuncia un
acto de humildad, usando las palabras evangélicas prescritas.

Es muy de desear que los fieles, como está obligado a hacerlo también el mismo
sacerdote, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma
Misa, y en los casos previstos, participen del cáliz, para que aún por los signos
aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces
mismo se está celebrando.
Mientras el sacerdote toma el Sacramento, se inicia el canto de Comunión, que
debe expresar, por la unión de las voces, la unión espiritual de quienes comulgan,
manifestar el gozo del corazón y esclarecer mejor la índole «comunitaria» de la
procesión para recibir la Eucaristía.

Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los


fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea
entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno.

Para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo el rito de la
Comunión, el sacerdote dice la oración después de la Comunión, en la que se
suplican los frutos del misterio celebrado.

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