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LA IDENTIDAD DEL CORO PARROQUIAL. (PRIMERA PARTE).

El anuncio de la Buena Nueva necesariamente debe ir acompañada de testimonio, sino resulta una
farsa.

Como sacerdote, muchas veces he visto fallas de los coros en las celebraciones Eucarísticas. Por eso,
quiero compartir con todos aquellos que forman parte de uno o tienen intención de formarlo, algunas
directrices que nos ayuden a tener una mejor participación en la santa Misa. Que sea un festín para todos,
tanto para los que presidimos, como para los que van cada domingo a llenar su alma de Dios. Antes,
aclaro: no se sientan ofendidos ni lastimados, por lo que puedan leer.

La música y el canto en Misa

La música y el canto son esenciales en toda fiesta humana, y también en nuestras celebraciones litúrgicas.
En la Misa no es un mero adorno o “para que salga bonita”, como lo pueden pensar algunos. Los cantos
son oraciones hechas música, son palabra cantada. “Cantar es orar dos veces”, decía san Agustín. Por lo
mismo, es sumamente importante que en cada Misa exista un coro que dirija los cantos propios para la
celebración. Pero, son cuatro los puntos que todo integrante debe saber.

La evangelización

Para que el canto tenga en la celebración de la comunidad el lugar que les corresponde, es necesaria una
buena preparación litúrgica y musical de quienes componen el coro. No solamente del coordinador, sino de
todo el grupo. Pero muchas veces esta idea no es bien tomada por algunos y hace que la agrupación se
desintegre muy pronto.

Cuando los integrantes no están evangelizados, pueden proponer cantos que no son católicos o no son los
más indicados para el momento que se está́ celebrando. Al no conocer las partes de la Misa, puede
entonar los que son tal vez “bonitos”, pero que no corresponden a la liturgia, o en casos peores, no son
católicos. En su mayoría, son protestantes. De forma concreta, algunos son muy bellos, espirituales y
realmente exquisitos si ustedes lo quieren ver así́. Por eso hace falta tener un poco de reflexión al
respecto, para ver las diferencias abismales. Urge una buena evangelización en los coros parroquiales.

El coro servidor

Que el coro siempre sea un servidor de la asamblea, no un “coro espectáculo”. Y lo digo con todas las
palabras que esto implica, como el que solamente se reúne los domingos para cantar como solista.
Convengo que los coros deban actualizarse, pero lo hacen muchas veces sin tomar en cuenta a los fieles
que nos acompañan. Cada domingo interpretan cantos donde las únicas voces que se escuchan son las
de los solistas, a veces ni la agrupación completa. Tal vez, muy bellos los cantos, pero el hecho de que
sean nuevos para la gente se les hace imposible seguirlos; deben ser conocidos por los feligreses.
Recuerden que una de las tareas de todo coro es enseñar cantos y ensayarlos con la asamblea. El coro
debe servir, no presumir; dirigir, no lucir.

La improvisación

La improvisación, lamentablemente, es muy común en muchas comunidades; por lo mismo, empobrece la


posibilidad de alabar al Señor. Llegar tarde, no ensayar, no prepararse musicalmente y vocalmente hace
que la participación sea pobre y con menos fervor. Desde el que canta, que no tiene don para cantar y
quiere quedarse sólo con un micrófono, hasta el que toca guitarra y no aprende bien, son a veces los
culpables que una Misa no tenga buen “sabor”. Convengo que en la liturgia de la Iglesia hay momentos de
penitencia, pero son periodos cortos, no todo el año.

Muchas veces más que devoción, los que cantan inspiran a otra cosa. Por otro lado, invitar a los que
participan a ser disciplinados y ensayar por lo menos una vez a la semana. La improvisación acaba con el
ambiente y distrae a la asamblea.
Tomar el coro como grupo social

El coro, más que dedicarse a acompañar en la asamblea con el canto, debe dedicarse a dar testimonio con
sus acciones. El mismo grupo puede servir de Trampolín para que más jóvenes se acerquen a la Iglesia,
pero a su vez no debe existir una conciencia adormecida con el mero hecho de participar. El miembro del
coro puede llegar a pensar que Dios le debe dar gracias por cantar en la Misa y que no tiene ningún
compromiso de hacer algo más. Recuerden que muchas personas ponen en ustedes sus miradas y
observan todos sus comportamientos. Lo ejemplar será́ siempre que todo el grupo tenga la intención de
trasmitir un mensaje de fe por medio del canto, pero sobre todo por el testimonio. La forma de hablar,
pensar y vestirse tiene que proyectar ese amor a Jesucristo. De igual manera, debe existir la intención de
participar en la comunión. Puede resultar cuestionante mirar a un grupo de parroquia que participa en la
Misa como coro, pero que a su vez no comulga. Y peor aún, si al terminar se les escucha decir palabras
altisonantes y en doble sentido. ¿Y qué decir de los que sólo van por ver a la novia y después de la Misa
hacen profesión explícita de su amor como si fueran matrimonio? El anuncio de la Buena Nueva
necesariamente debe ir acompañada de testimonio, sino resulta una farsa.

LA IDENTIDAD DEL CORO PARROQUIAL. (SEGUNDA PARTE).

Reflexionemos sobre el sentido de los cantos en Misa. Saber por qué́ debemos respetar cada
momento de la celebración para vivirla con mayor profundidad.

En el Sínodo de la Eucaristía del 2005, en el documento final, en su número 25, refiere: «Al igual que todas
las expresiones artísticas, también el canto debe estar en íntima armonía con la liturgia, contribuir
eficazmente a su fin; debe expresar la fe, la oración, la maravilla y el amor por Jesús presente en la
Eucaristía».

Descripción de los momentos en los que participa el coro y el sentido para darle el mayor significado.

1. Canto de entrada

Es con el que inicia la Eucaristía. Acompaña la apertura de la celebración. Empieza desde antes de que el
sacerdote salga de la sacristía o antes de que comience la procesión en la entrada del templo. Debe ser un
canto que refleje ese caminar hacia Dios. Con esto, el coro debe invitar a participar a toda la asamblea.

2. Canto en el Acto Penitencial

El coro debe dirigir un canto de perdón. Este nos ayuda a reconocernos pecadores y necesitados de la
misericordia del Señor para celebrar y vivir consecuentemente nuestra vida cristiana. Lo más propio es
musicalizar el texto que aparece en el misal que dice así́: «Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor ten
piedad».

3. Canto del Gloria

Con este se cierra el acto penitencial. Lamentablemente existen pocas musicalizaciones buenas, fáciles o
juveniles, por eso a menudo se reemplaza por otros cantos similares. Hay que estimular a los músicos
para la creación de nuevas melodías para el Gloria que aparece en el misal.

4. Canto antes de la Liturgia de la Palabra

En ciertas comunidades se abre paso la costumbre de iniciar la Liturgia de la Palabra con un canto
especial, cuyo tema sea la palabra de Dios o nuestra apertura a esta. No es necesario, pero es bueno para
ocasiones especiales.

5. Salmo Responsorial

Este Salmo es parte de las lecturas de la Misa; es bueno no cambiarlo por otro canto. Es digno cuando las
estrofas las canta un solista hombre o mujer y la antífona la entona toda la asamblea. Lo más
recomendable es que se hagan cantados, pero de forma solemne.
6. Canto antes de la aclamación del Evangelio (Aleluya)

Aleluya significa «Alaben a Yahvé́ ». Esta alegre aclamación prepara a la escucha de la palabra de
Jesucristo. En las normas del misal dice que, de no cantarse, es mejor eliminarlo: ¡Tan importante se
considera cantarlo! En algunas comunidades se entona también el Aleluya u otro canto breve al final de la
lectura del Evangelio, pero sólo donde así́ lo determine el sacerdote.

7. Canto en la Presentación de las Ofrendas

Este momento se puede acompañar con un canto, sobre todo si hay procesión; en celebraciones más
sencillas no es necesario hacerlo. Se puede interpretar música instrumental adecuada al momento o
escuchar al sacerdote que en voz alta hace la oración de la Presentación de las Ofrendas. El canto de este
momento debe ayudar espiritualmente para hacer este ofrecimiento.

8. Canto del Santo

El prefacio culmina con el canto del Santo. La asamblea, después de haber recordado las bondades de
Dios, siente el impulso de alabarlo y lo mejor es hacerlo con este bello canto. Este himno de alabanza se
prolonga en el «bendito el que viene en el nombre del Señor». El Santo es un canto vivo y alegre, una
verdadera profesión de fe.

9. Canto en la oración del Padre Nuestro

En algunos templos se acostumbra cantar el Padre Nuestro. La melodía nunca debe ser tan estruendosa
para no perder la intención del momento. Es una oración sumamente comprometedora. Nos obliga a
revisar en profundidad nuestra situación delante de Dios y de los hombres; por lo mismo, debemos
entonarlo con mucha devoción.

10. Canto en el momento de la Paz

Después de orar con la oración que Cristo nos enseñó́ , llega el momento de intercambiar la paz.
Lamentablemente en muchas iglesias se hace el canto de paz y se empalma con el del Cordero de Dios.
Lo más propio es que comience hasta que todos hayan terminado de darse el saludo. En su caso, no debe
entonarse ningún canto de la paz.

11. Canto en la Comunión

En este momento se interpreta un canto propio que ayude a meditar el instante esperado por todos,
cuando Cristo viene a cada uno en el pan y vino consagrados. En diferentes comunidades se entona un
canto meditativo y tranquilo que ayuda a dar valor a la oración personal que despierta el encuentro con
Jesús. Respetemos, no entonemos cantos de animación.

12. Canto final

Este canto no forma parte de la tradición de la Iglesia, pero es muy querido en las comunidades de nuestro
continente. Puede llevar varias tonalidades y con un sentido mariano, de acción de gracias por la liturgia
vivida o por la vida o de misión, ya que al salir de la Misa volvemos a retomar nuestro compromiso por el
reino.
LA IDENTIDAD DEL CORO PARROQUIAL. (TERCERA PARTE).

Son de nuestro conocimiento los tiempos litúrgicos en la Iglesia, pero se debe profundizar más en
ellos para que los cantos sean escogidos con mayor cuidado en las celebraciones.

Tiempos litúrgicos en la Iglesia.- En esta última parte se hablará acerca de los tiempos en la Iglesia y
sus cantos. El año litúrgico lo componen cuatro ciclos: Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Quizá́ sean
de nuestro conocimiento por las características que lo rodean, pero no está́ demás profundizar para que
los cantos sean escogidos con mayor cuidado en los coros.

Adviento.- Es un tiempo de esperanza y de alegría, esperando a Jesús que nace y que viene al final de la
historia. Su ritmo se lo dan cuatro domingos, el primero de los cuales es el “año nuevo” de la Iglesia. Es
decir, con el primer domingo de Adviento inicia el año nuevo litúrgico. Durante este periodo resaltan dos
signos que son propios de penitencia: el color morado y el hecho de que no se cante el Gloria, el cual se
entonará hasta Navidad. En el Adviento se vive una doble espera: la primera es memorial y otra histórica.
Es un tiempo de esperanza y gozo, de expectativa confiada, ese es el carácter que prevalece en los
cantos.

Navidad.- Es la fiesta del nacimiento de Jesús y el tiempo que sigue hasta la rememoración de su
Bautismo. En medio de la Navidad está la Epifanía, que celebra la manifestación del Niño Jesús a todas
las naciones por la visita de los magos de Oriente. No hay ninguna celebración cristiana que haya
inspirado tantos cantos como esta. Los villancicos son himnos a Dios encarnado en la historia concreta de
las culturas, los pueblos y las comunidades. En esta fiesta y en su octava es bueno cantar este tipo de
entonaciones navideñas que se pueden tomar al inicio de la Eucaristía, para la Comunión y al final de la
Misa.

Cuaresma.- Es el gran tiempo penitencial de la Iglesia, los cuarenta días de conversión y purificación
interior que preparan la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua. Son días de escucha atenta a la Palabra
de Dios que nos vuelve a llamar a un cambio de vida según el Evangelio de Jesús. Desde el Miércoles de
Ceniza hasta la Vigilia Pascual no se entona el Aleluya, porque ese canto es la expresión del gozo de la
Resurrección; lo reservamos para la noche de Pascua. El Gloria tampoco se reza ni se canta en todo este
tiempo, excepto en la Misa del Jueves Santo. La Cuaresma no es un tiempo triste, sino un periodo de
recogimiento y de meditación que permite estar atento a la palabra, reflexionar sobre la vida y dar pasos de
conversión. Los cantos de la Eucaristía deberían favorecer a la atmósfera que caracteriza a este tiempo
litúrgico. En este mismo periodo se pide a los dirigentes de coros que sean más austeros y discretos en la
música de la celebración. Esto quiere decir que no deben ser acompañados con guitarras eléctricas,
baterías y sin muchos instrumentos, es un momento para reflexionar y mientras más austero sea el coro
mejor. Lo recomendable es que se acompañe con pura guitarra y que no sean varias.

Pascua y Pentecostés.- La Pascua es la cumbre de las celebraciones de la fe cristiana y el fundamento


de la esperanza. La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte son la razón más honda de la gratitud y
el gozo de los creyentes. Su victoria se hace propia porque vive en medio nuestro y anima el empeño de
liberación, de vida, de superación del mal, de la miseria y de la violencia. El canto del Aleluya, que no se
ha entonado durante la Cuaresma, rebrota en la Vigilia Pascual y expresa ese sentido y gozo que se
prolongan en la octava de la misma Pascua, pasando por la celebración de la Ascensión del Señor hasta
Pentecostés. Esos 50 días son, como nos dice la Iglesia, como uno solo de fiesta. Durante todo el tiempo
pascual se deberían entonar cantos de Resurrección, también en la Ascensión y la venida del Espíritu
Santo, que no son separadas. Estas dos últimas también podrían agregar cantos propios, sobre todo al
Espíritu Santo.

Tiempo Ordinario.- Se le llama también “tiempo común”. Este dura entre 33 o 34 semanas. Aquí́ la
Iglesia vive un tiempo “más normal”, sin grandes celebraciones. Es el tiempo más largo del año litúrgico, de
modo que es muy importante cuidar la variedad de la música. Como el leccionario dominical se desarrolla
en tres años (A, B y C), será́ la Palabra de Dios leída en cada liturgia la que indicará los cantos más
adecuados para la celebración.
¿COMO CANTAR O TOCAR MUSICA LITURGICA QUE AYUDE A CONECTAR CON DIOS?

El canto más apropiado es el gregoriano, y como instrumento destaca el órgano. Cuando acompañamos la
fe con la música lo que se busca son esencialmente tres cosas: dar relieve al misterio que se celebra con
palabras y gestos; reforzar el mensaje contenido en los textos bíblicos y litúrgicos; facilitar la participación y
mejorar la unidad de la asamblea. Obviamente que no hay música sin instrumentos y estos se emplean
con ciertas condiciones:

• No deben causar distracción ni extrañeza en la asamblea, sino ayudarle a compenetrarse en la


celebración y en cada momento.

• No deben llamar la atención hacia sí mismos, ni por una mala ejecución, ni por un excesivo virtuosismo
del intérprete; el sonido de los instrumentos jamás debe cubrir las voces ni dificultar la comprensión del
texto.

Hemos visto la razón de ser de la música y del canto, y las condiciones para su correcto uso en la Liturgia,
pero cómo debe intervenir la música y el canto:

• La música, como acompañamiento para los cantos, debe ayudar a sostener las voces dándoles cuerpo y
ayudando a no perder el ritmo y el tono; por tanto hay una primacía del texto frente a la música: la música
está al servicio del texto y no al revés.

• La calidad musical. El canto y su acompañamiento instrumental han de ser artísticamente bien


ejecutados, de buen gusto y en armonía con el carácter sagrado de lo que celebramos.

• Es muy importante la adaptación a la celebración. El canto y la música litúrgica no tienen una función
concertista, sino que están al servicio de la celebración del Misterio y de la Palabra, en donde radica el
único protagonismo de nuestra Liturgia.

• Para que el canto y la música sean litúrgicos los textos han de estar inspirados en la Sagrada Escritura y
en los textos de la propia Liturgia, y no han de tener como base poemas o textos románticos.

• Los textos han de ser capaces de interpretar el sentido auténtico, el sensus del rito, hacerlo comprensible
y, por tanto, permitir y conducir a la implicación y a la participación activa.

• Hay diversidad de celebraciones y de tiempos litúrgicos, por lo que en cada caso se procure que la
música y el canto se adapten en los textos y en las melodías y ritmos a cada momento celebrativo.

• La adecuación a las comunidades religiosas o parroquiales. No es lo mismo celebrar la Liturgia en una


cultura que en otra, como tampoco es lo mismo celebrar una Liturgia en un grupo reducido que en una
celebración multitudinaria, o en una comunidad de religiosos que en una asamblea dominical en parroquia.

• Evitar el sonido solo de los instrumentos durante el Adviento, Cuaresma, Triduo Sacro y en los Ocios y
Misas de Difuntos.

• Es importante que los músicos posean no solo determinada pericia para tocar los instrumentos, sino que
además conozcan y respeten las normas litúrgicas y su espíritu, a fin de que consigan embellecer la
sagrada celebración.
• Siempre la música y el canto, en cualquier lugar en que se celebre una Liturgia cristiana, han de conducir
a hacer visible y audible la experiencia de Cristo resucitado en medio de una asamblea que expresa al
unísono su fe.

¿Qué cantos e instrumentos van mejor?

¿Qué cantamos y qué instrumentos utilizamos para nuestras celebraciones? Estas preguntas tienen una
respuesta que no debe estar en manos de cualquiera que, aún con buena voluntad, trate de “amenizar”
nuestras celebraciones.

La respuesta le corresponde darla en primer lugar a la conferencia episcopal del país y vigilada por el
obispo y los responsables de las comunidades.

Se debe velar para que la música y el canto sean un verdadero “ministerio” al servicio de la fe y de la
oración del Pueblo de Dios. Dentro del canto la primacía la tiene el canto gregoriano, como modelo
supremo de música sacra; en este sentido hay que recordar la importancia de la schola cantorum, en
particular en las iglesias catedrales.

¿QUE TIPO DE CANTOS ESCOGER PARA PARA LA MISA?

No se trata de amenizar la celebración, sino de ayudar a solemnizarla y a entrar en el misterio.

Intentando coordinar el variopinto grupo musical que se reúne ante el micrófono en las Misas de mi pueblo,
me pregunto a menudo por el sentido de la música sacra y por el tipo de cantos más adecuado.

¿Los cantos de la Misa están para amenizar la celebración, más bien para solemnizarla y para ayudar a
entrar en el misterio que se celebra… o quizás para atormentar a los fieles o aumentar su paciencia?

Bromas aparte, los cantos sagrados han ayudado durante siglos a los católicos a entrar en el misterio de la
Liturgia, a comunicarse con ese Dios que la acción litúrgica hace presente. Por eso la Iglesia católica ha
exhortado desde antiguo –hay documentos que lo hacían ya en el siglo VI- a acompañar las celebraciones
con cantos que favorezcan la solemnidad y la dignidad de la Liturgia. ¿Son así́ los cantos que preparamos
para nuestras celebraciones?

El cuestionario La música sacra 50 años después del Concilio, de la Congregación para el Culto Divino y el
Pontificio Consejo para la Cultura, indica unos requisitos de la música litúrgica: “La plena adhesión a los
textos que presenta, la consonancia con el tiempo y el momento litúrgico al que está destinada, y la
adecuada correspondencia a los gestos que el rito propone”.

Al referirse a la música litúrgica -aparte quedan cantos de temática religiosa para escuchar por ejemplo en
el coche-, la Iglesia pide por tanto que respeten el texto litúrgico al que ponen música (Santo o Cordero de
Dios del misal).

El momento del año litúrgico en el que se canten (en Cuaresma, por ejemplo, resultaría más adecuado un
canto lento que ayude a entrar en el misterio de la cruz que un Aleluya barroco). Y también el momento y
los gestos de la celebración (tampoco ayudaría mucho un canto con música de aire triunfal para el acto
penitencial en el que se pide piedad a Dios o una música triste para cantar el Gloria).

Fidelidad y audacia
El Vaticano invita a los animadores de cantos de celebraciones litúrgicas a la humilde ofrenda del propio
talento y a tener en cuenta la riquísima herencia teológica, litúrgica y pastoral. “El espíritu de fidelidad, que
conoce también la sana audacia, deberá́ ofrecer a la Iglesia contemporánea un repertorio musical vivo y
actual que muestre los múltiples recorridos de arte cristiano emprendidos a lo largo de dos milenios, y que
al mismo tiempo se muestre capaz de una auténtica renovación”, añade.

Según este reciente documento vaticano, “el canto y la música adquieren, en el contexto ritual, un valor
sacramental”. Es una afirmación contundente, especialmente tras décadas de canciones poco litúrgicas
sonando en muchas celebraciones.

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