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Abraham

El patriarca Abram era un hombre justo, descendiente de Sem, nacido en Ur de Caldea,


el cual, aunque vivió en medio de un pueblo idólatra, nunca abandonó el culto del
verdadero Dios. Por eso y para contener los progresos de la idolatría y la corrupción de
costumbres, que incesantemente se esparcían por la tierra, Dios decidió escoger un
pueblo, el cual, gracias a un cuidado especial de su providencia, conservaría su culto y
prepararía la venida del Mesías, y eligió al patriarca Abram para cabeza o jefe de ese
pueblo privilegiado. Se le apareció el Señor, y le dijo: “Sal de tu país, deja tu familia y ve
a la tierra que te mostraré. Te haré padre de un gran pueblo, y en ti serán benditas
todas las generaciones.

Llamado de Abraham
Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre,
a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré
tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga,
maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.

— Génesis 12:1-3

Por la fe Abraham, al ser llamado, obedeció saliendo para un lugar que había de recibir
como herencia; y salió sin saber a adónde iba.

— Hebreos 11:8

De entre las naciones de la tierra Dios llamó a un hombre, a quien conocemos como
Abraham. Dios le dijo que dejara su hogar y fuera a la tierra que Él le mostraría.
Tomando su gente y sus posesiones Abraham obedeció. Dios le prometió a Abraham que
poseería esta tierra, que sería el padre de una gran nación, y que por medio de él, todas
las naciones de la tierra serían benditas. Era una promesa insólita, ya que Abraham y su
esposa, Sara, no tenían hijos propios. Pero Abraham obedeció a Dios, y guió a su gente a
la tierra de Canaán.
Viaje de Abraham

Los resultados iniciales de los viajes de Abraham no eran prometedores. Había una
competencia feroz por la tierra (Gn 12:6), y Abraham pasó mucho tiempo tratando de
encontrar un espacio para habitar (Gn 12:8–9). Eventualmente, el deterioro de las
condiciones económicas lo forzaron a salir y llevar a su familia a Egipto, a cientos de
millas de distancia de la tierra que Dios le había prometido (Gn 12:10).

La posición vulnerable de Abraham de migrante económico le causó miedo. Él temía que


los egipcios lo mataran para obtener a su hermosa esposa Sara y, para evitarlo, le pidió a
Sara que dijera que era su hermana en vez de su esposa. Como Abraham lo sospechó, uno
de los egipcios (de hecho, Faraón) deseó a Sara y ella “fue llevada a la casa de Faraón”
(Gn 12:15). Como resultado, “el Señor hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas”
(Gn 12:17). Cuando Faraón descubrió la causa —que había tomado la mujer de otro
hombre—, le entregó su esposa a Abraham e inmediatamente les ordenó a ambos que se
fueran de su tierra (Gn 12:18–19). Sin embargo, Faraón les dio ovejas y ganado, asnos y
asnas, siervos y siervas y camellos (Gn 12:16), y plata y oro (Gn 13:2), un indicio más de
que la riqueza de Abraham (Gn 13:2) se debía a los regalos de la realeza. [1]

Este incidente demuestra dramáticamente tanto los dilemas morales que causa la inmensa
desigualdad en cuanto a riqueza y pobreza y los peligros de perder la fe frente a tales
problemas. Abraham y Sara estaban huyendo del hambre. Puede que sea difícil imaginar
estar en una condición tan desesperada de pobreza o temor que una familia decidiera
someter a sus mujeres a asociaciones sexuales para poder sobrevivir económicamente,
pero incluso en la actualidad millones de personas enfrentan esta opción. Faraón reprende
a Abraham por su proceder, pero aun así la respuesta de Dios a un incidente posterior
similar (Gn 20:7, 17) muestra más compasión que juicio.

Por otra parte, Abraham había recibido la promesa directa de Dios, “Haré de ti una
nación grande” (Gn 12:2). ¿Su fe en que Dios cumpliría Sus promesas falló tan
rápidamente? ¿La supervivencia realmente requería que mintiera y permitiera que su
esposa se convirtiera en una concubina, o Dios habría provisto otra forma? Parecía que
los temores de Abraham le habían hecho olvidar su confianza en la fidelidad de Dios. De
forma similar y con frecuencia, las personas en situaciones difíciles se convencen a sí
mismas de que no tienen otra opción que hacer algo que consideran incorrecto. Sin
embargo, es diferente no tener ninguna opción a tener la opción de tomar una decisión con
la que no estemos cómodos.

Pacto formal de Dios con Abraham


La historia que se conoce como
el pacto abrahámico se
encuentra en el libro del
Génesis empezando en el
capítulo 12 cuando Dios llama a
Abraham a salir de su tierra e ir
a Canaán en donde hará de él
“una gran nación.” Esta fue la
promesa de Dios a Abraham,
que le daría una descendencia
tan grande que sería como
contar las estrellas de los cielos,
esto lo podemos encontrar en el
capítulo 15 de Génesis.

Abraham le pregunta a Dios que


en qué manera su gente podrían
reclamar legítimamente la tierra
de Abraham puesto que ya
estaba habitada por otros
pueblos. Esto prosigue con un rito ceremonial de sacrificio en donde Dios le dice a
Abraham que sus hijos serán siervos en otras tierras, y de esta manera anunciaba como el
pueblo de Israel sería esclavo en la tierra de Egipto pero que después de cuatro
generaciones regresarían a la tierra de Canaán con grandes posesiones para reclamar la
tierra que Dios les había prometido.

En las últimas partes del capítulo 17 Dios anuncia formalmente que establecerá un pacto
eterno con su siervo Abraham y con toda su descendencia que será vista por medio de la
circuncisión, por lo que posteriormente todos los hombres en la casa de Abraham fueron
circuncidados para establecer el pacto.
Las tres premisas principales del pacto con Abraham son:

1. La tierra prometida de Canaán (Génesis 12:1; 15:7).


2. La promesa de una descendencia numerosa (Génesis 15:4-6; 17:6-8).
3. La promesa de bendiciones para con el mundo (Génesis 12:3

Agar e Ismael
Génesis 16 – Agar y el nacimiento de Ismael

A. Sarai da Agar su sierva a Abram.

1. (Génesis 16:1-2) Sarai propone que Abram tenga un


hijo por Agar.

Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una


sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces Sarai
a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te
ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos
de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.

a. Ella tenía una sierva egipcia: Agar era, sin duda, parte
de lo que Abram recibió en Egipto (Génesis 12:16).

b. Te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella: Sarai animó a
Abram a tomar parte en una costumbre de una madre sustituta de esos tiempos. Según la
costumbre, el niño se consideraría el hijo de Abram y Sarai; no de Abram y Agar.

c. Y atendió Abram al ruego de Sarai: Sarai hizo algo que va en contra de la naturaleza
de las mujeres: Dio otra mujer a su marido. Probablemente hizo eso porque había
escuchado la promesa de Dios (que Abram sería padre de muchas naciones), pero pensaba
que ella misma era lo que estorbaba el cumplimiento de la promesa de Dios. Así que, en un
intento a “ayudarle a Dios”, dejó que su marido se llegara a su sierva.

i. Ginzberg cita una tradición judía que dice que antes que vinieran a vivir en la tierra
prometida, Abram y Sarai veía su esterilidad como un castigo por no estar viviendo en la
tierra prometida. Pero ahora habían vivido 10 años en la tierra prometida, y todavía no
tenían hijos. Sarai probablemente sintió que era hora de hacer algo. Como dicen: “Dios
ayuda a los que ayudan a sí mismos”, ¿o no?

ii. Aunque esta costumbre de madres sustitutas era común y aceptado en aquel día, no
significa que era bueno. Dios obviamente no les estaba dirigiendo a Abram y a Sarai, a
que hicieran eso.

2. (Génesis 16:3-4) Abram acuerda con la sugerencia de Sarai.


Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había
habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido. Y él se
llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio
a su señora.

a. Al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán: Habían
pasado más de diez años desde que se dio la promesa sobre la descendencia de Abram.
Casi siempre, diez años se siente como mucho tiempo cuando uno está esperando el
cumplimiento de una promesa de Dios.

i. Tener que esperar el cumplimiento de la promesa por tanto tiempo los desanimó y lo
hizo más fácil que ellos actuaran en la carne. Pero aun después de esto, la promesa no se
cumplió por 13 años más.

Cuando nosotros, por nuestra impaciencia, intentamos “ayudarle a Dios” actuando en la


carne, no logramos nada, y, a veces, hasta hacemos que se alargue el tiempo antes de que
se cumpla la promesa. Jacob tuvo que vivir en tierra ajena por 25 años porque pensó que
debía “ayudarle a Dios” para obtener la bendición de su padre. Moisés tuvo que cuidar
ovejas por 40 años en el desierto después de que intentó “ayudarle a Dios” asesinando a
un egipcio.

iii. Es mucho mejor recibir la ayuda de Dios, que intentar ayudar a Dios actuando en la
carne. “Los que realmente son celosos de Dios, con frecuencia, buscan fruto, sin haber
muerto primero. Desgraciadamente, mucho de la obra cristiana se hace de esta manera, y
mientras que las personas piensan de esta manera, el hijo que nace nunca puede ser el
heredero. La obra cristiana que se hace solamente por celos y esfuerzo humano, sin
considerar al cuerpo como muerto, y Sarai ya casi muerta, puede producir grandes
campañas de avivamiento, pero donde pocos se salvan, y muchos miembros de la iglesia
son como cizaña entre el trigo.”

b. Y él se llegó a Agar, la cual concibió: Ciertamente Abram estaba actuando en la carne


cuando acordó inseminar a Agar, y no estaba confiando en la capacidad de Dios de
proveerle un heredero por Sarai, pero ésta no fue un romance sensual. Según la costumbre
de aquel tiempo, Agar se sentaría en las piernas de Sarai mientras Abram le inseminaba,
para mostrar que el niño pertenecería legalmente a Sarai, porque Agar solamente era una
sustituta por Sarai.

El pacto y la
circuncisión
17 Cuando Abram tenía noventa y nueve
años, el Señor se le apareció y le dijo:
—Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable. 2  Así confirmaré mi
pacto contigo, y multiplicaré tu descendencia en gran manera.

Al oír que Dios le hablaba, Abram cayó rostro en tierra, y Dios continuó:

—Este es el pacto que establezco contigo: Tú serás el padre de una multitud de naciones.

Ya no te llamarás Abram,[a] sino que de ahora en adelante tu nombre será Abraham, [b]

porque te he confirmado como padre de una multitud de naciones. 6  Te haré tan fecundo
que de ti saldrán reyes y naciones. 7  Estableceré mi pacto contigo y con tu descendencia,
como pacto perpetuo, por todas las generaciones. Yo seré tu Dios, y el Dios de tus
descendientes. 8  A ti y a tu descendencia les daré, en posesión perpetua, toda la tierra de
Canaán, donde ahora andan peregrinando. Y yo seré su Dios.

Dios también le dijo a Abraham:

—Cumple con mi pacto, tú y toda tu descendencia, por todas las generaciones. 10  Y este es
el pacto que establezco contigo y con tu descendencia, y que todos deberán cumplir: Todos
los varones entre ustedes deberán ser circuncidados. 11  Circuncidarán la carne de su
prepucio, y esa será la señal del pacto entre nosotros. 12  Todos los varones de cada
generación deberán ser circuncidados a los ocho días de nacidos, tanto los niños nacidos
en casa como los que hayan sido comprados por dinero a un extranjero y que, por lo tanto,
no sean de la estirpe de ustedes. 13  Todos sin excepción, tanto el nacido en casa como el
que haya sido comprado por dinero, deberán ser circuncidados. De esta manera mi pacto
quedará como una marca indeleble en la carne de ustedes, como un pacto perpetuo.
14 
Pero el varón incircunciso, al que no se le haya cortado la carne del prepucio, será
eliminado de su pueblo por quebrantar mi pacto.
15 
También le dijo Dios a Abraham:

—A Saray, tu esposa, ya no la llamarás Saray, sino que su nombre será Sara. [c] 16  Yo la
bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de
naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos.

Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: «¿Acaso puede un
17 

hombre tener un hijo a los cien años, y Sara ser madre a los noventa?» 18  Por eso le dijo a
Dios:

—¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición!


19 
A lo que Dios contestó:

—¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! [d] Yo estableceré
mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo. 20  En cuanto a Ismael, ya te
he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. Él
será el padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy grande. 21  Pero mi pacto lo
estableceré con Isaac, el hijo que te dará Sara de aquí a un año, por estos días.

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