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Ensayos moraleSy
políticos y literarios
Kllgene F. JMiller
ed ición , prólogo y notas de

tradu cción de Carlos Martín Ramírez


[I

DE LA LIBERTAD DE PRENSA

Nada suele sorprender más a un extranjero que la extremada libertad


de la que gozamos en este país para comunicar al público lo que nos
plazca y para censurar abiertamente todas las medidas adoptadas por
el rey o sus ministros. Si el gobierno opta por la guerra se afirma que,
deliberadamente o por ignorancia, se equivoca al juzgar los intereses
de la nación y que, en la situación actual, es infinitamente preferible la
paz. Y si los ministros se inclinan por la paz, los comentaristas políticos
se manifestarán únicamente en favor de la guerra y la devastación, y
presentarán la conducta pacífica del gobierno como mezquina y pusilá­
nime. Dado que ningún otro gobierno, ya sea republicano o monárqui­
c o 1, consiente esta libertad (Holanda y Venecia la consienten más que
Francia o España), es muy natural que se suscite una pregunta: ¿Cómo
acontece que únicamente Gran Bretaña goza de este privilegio
La razón por la que las leyes nos permiten una libertad semejante
parece derivarse de nuestra forma mixta de gobierno, que no es total­
mente monárquica ni totalmente republicana. Si no me equivoco, se
encontrará que es cierta la observación hecha en política de que los dos

l. [Hume no trata en ningún sitio, de manera temática, la importante cuestión de


cóm o deberían clasificarse las diversas formas de gobierno. Pero sf toca la cuestión en
muchos sitios. En este ensayo sugiere que los gobiernos deben clasificarse com o republi­
canos o monárquicos, o que, com o en el caso de Gran Bretaña, pueden estar constituidos
por una mezcla de elementos republicanos y monárquicos. Dentro de esta clasificación, la
aristocracia y la democracia «pura» serían tipos de gobierno republicano, com o lo sería el
sistema representativo que describe en el ensayo «Idea de una mancomunidad perfecta».
La distinción que Hume establece en el presente ensayo, entre libertad y despotismo o
esclavitud, no es equivalente, o siquiera paralela, a la distinción entre repúblicas y monar-
qufas. Hume sostiene que la libertad puede prevalecer con un gobierno monárquico, del
mismo modo que el despotismo puede prevalecer en las repúblicas.)

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DE LA L IB E R T A D DE PRENSA

sistemas de gobierno extremos, la libertad y la esclavitud, se aproximan


por lo común al máximo y que, conforme nos apartamos de los extremos
y mezclamos un poco de monarquía con libertad, la forma de gobierno
se torna siempre más libre, mientras que si por el contrario mezclamos
un poco de libertad con monarquía, el yugo se vuelve cada vez más cruel
c intolerable*1. En un gobierno tal como el que existe en Francia, que
es absoluto, donde la ley, la costumbre y la religión concurren en hacer
que la gente esté plenamente satisfecha con su situación, el monarca no
puede abrigar sospechas respecto a sus súbditos, y tenderá por tanto a
concederles grandes libertades, tanto de palabra como de acción. Con un
gobierno totalmente republicano, como el de Holanda, donde no hay un
magistrado tan eminente como para suscitar la suspicacia del Estado, no
hay peligro en otorgar a los magistrados grandes poderes discrecionales
y, aunque de tales poderes se derivan muchas ventajas, en cuanto a la
preservación de la paz y el orden, imponen sin embargo considerables
restricciones a la acción de las personas y hacen que cada ciudadano
tenga gran respeto al gobierno. Parece así evidente que los dos extremos
que suponen la monarquía absoluta y la república se aproximan entre
sí en determinadas circunstancias materiales. En la primera, el pueblo
no despierta suspicacia en el magistrado; en la segunda, el magistra­
do no despierta suspicacia en el pueblo. Esta falta de suspicacia genera
confianza y seguridad mutuas en ambos casos, y produce una cierta clase
de libertad en las monarquías y un poder arbitrario en las repúblicas.
Con el fin de justificar la otra parte de la observación que antecede,
según la cual en cada forma de gobierno los medios se alejan al máximo
entre sí, y las mezclas de monarquía con libertades hacen que el yugo
sea más fácil de soportar o más pesado, tengo que tener en cuenta una
observación que hiciera Tácito respecto a los romanos bajo los empe­
radores: que no podían soportar ni toda la servidumbre ni toda la li­
bertad. N ec totam servitutem, nec totam libertatem pati possunt1. Un
célebre poeta ha traducido y aplicado esta observación a los ingleses, en
su vivida descripción de la política y el gobierno de la reina Isabel.

Et fit aim er son jong a l ’A nglois indompté,


Qui ne peut ni servir ni vivre en liberté.
Henriade, lib. IJ

2. |l.a cita procede del final de un discurso del emperador Galba a Pisón, al adoptar
•t éste com o su sucesor: «Y es que, además, aquí no hay, com o en los pueblos que tienen
icy, una casa indiscutida de señores y el resto siervos, sino que vas a imperar sobre unos
hombres que no pueden soportar ni toda la servidumbre ni toda la libertad». Tácito («55?-
1 12 0 ?), H istorias, ed. de José Luis Moraleja Álvarez, Madrid: Akal, 1 990, libro 1 ,1 6 , p. 5 0 .)
.1. (Hranfois Marie Arouet (1 6 9 4 -1 7 7 8 ), que escribió con el seudónimo de Voltaire,
publicó por primera vez Im H enriade en 1723 con un titulo diferente, y la reeditó con

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ENSAYOS MORALES. PO LITICO S Y LITERARIOS PARTE I

De acuerdo con estos comentarios vamos a considerar la forma de


gobierno romana bajo los emperadores como una mezcla de despotis-
mo y libertad en la que prevalecía el despotismo, y la forma de gobierno
inglesa como una mezcla de la misma naturaleza pero donde predomina
la libertad. Las consecuencias son acordes con la observación que an­
tecede, y tales como cabe esperar de esas formas mixtas de gobierno,
que engendran una vigilancia y suspicacia mutuas. Muchos de los em­
peradores romanos fueron los más terribles tiranos que jamás hayan
deshonrado a la condición humana, y es evidente que su crueldad se
vio impulsada principalmente por su suspicacia y por el hecho de darse
cuenta de que todos los grandes hombres de Roma soportaban con im­
paciencia la dominación de una familia que poco tiempo antes no era en
modo alguno superior a la suya propia. Por otro lado, dado que la parte
republicana del gobierno prevalece en Inglaterra, aunque con una gran
mezcla de monarquía, es obligado que, para su propia preservación, se
mantenga una vigilante suspicacia en relación con los magistrados, para
suprimir todos los poderes discrecionales y asegurar la vida y la hacien­
da de todos mediante leyes generales e inflexibles. Ningún acto debe
considerarse delito salvo el que la ley haya determinado claramente
como tal. No debe acusarse a una persona de delito alguno sino a partir
de una prueba legal presentada ante sus jueces, e incluso estos jueces
deben ser unos súbditos más que están obligados, por su propio interés,
a vigilar los abusos y la violencia de los ministros. De estas razones se
sigue que existe en Gran Bretaña tanta libertad, e incluso licenciosidad,
como esclavitud y tiranía existieron en Roma.
Estos principios explican la gran libertad de prensa existente en
estos reinos, que va más allá de cuanto se tolera bajo cualquier otro
gobierno1-'. Se comprende que el poder arbitrario se nos impondría su­
brepticiamente si no tuviéramos el cuidado de evitar su progreso, y si no
existiera un fácil método de transmitir la alarma desde un extremo del
reino a otro. Debe excitarse con frecuencia el espíritu del pueblo con el
fin de poner freno a la ambición de la corte, y el miedo de soliviantar a
ese espíritu debe emplearse para prevenir tal ambición. Nada resulta tan
efectivo para dicho propósito como la libertad de prensa, gracias a la
cual pueden utilizarse en el lado de la libertad todo el saber, el ingenio y
el genio de la nación, y puede incitarse a todos a su defensa. En conse­
cuencia, mientras la parte republicana de nuestro gobierno pueda man­
tenerse frente a la parte monárquica, cuidará naturalmente de conservar
abierta la prensa como algo importante para su propia preservación.

este título, con alteraciones, en 1 7 28. El héroe del libro es Enrique de Navarra, que se
convirtió en el rey Enrique IV de Francia. Los versos elogiosos para Isabel dicen: «E hizo
amar su yugo al indómito inglés, / que no puede servir ni en libertad vivir».]

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DE LA LIBERTAO DE PRENSA

Tendrá que admitirse, sin embargo, que la libertad ¡limitada de la


prensa, aunque sea difícil, tal vez imposible, proponer un adecuado
remedio para ella, es uno de los males que acompañan a esas formas
mixtas de gobierno*1.

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