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Montesquieu fue uno de los personajes más influyentes de la Ilustración en la política y sentó

las bases de las ciencias económicas y sociales, además de ser quien planteó la separación de
poderes en el Gobierno tal y como hoy lo conocemos.

El pensamiento de Montesquieu debe enmarcarse en el espíritu crítico de la Ilustración


francesa, con el que compartió los principios de tolerancia religiosa, aspiración a la libertad y
denuncia de viejas instituciones inhumanas como la tortura o la esclavitud; pero Montesquieu
se alejó del racionalismo abstracto y del método deductivo de otros filósofos ilustrados para
buscar un conocimiento más concreto, empírico, relativista y escéptico.

Charles Louis de Secondat, mejor conocido como Montesquieu nació el 18 de enero de 1689
en Castillo de la Brède y fue un filósofo y jurista francés que fue señor de la Brède y barón de
Montesquieu.

Montesquieu era hijo de Jacques de Secondat y Marie-Francoise de Pesnel, ambos de la familia


noble que pertenecía a la nobleza de toga.

BIOGRAFÍA DE MONTESQUIEU

Durante su bautizo, los padres eligieron a un mendigo para que fuera su padrino de bautizo.
Esta acción fue tomada con la intención de que el niño no olvidara que los pobres también
importaban y era parte de una tradición que se venía cumpliendo.

Marie-Francoise murió cuando Charles apenas tenía siete años de edad y más adelante, éste
inició sus estudios en la escuela católica de Juilly y luego realizó una carrera de derecho según
la tradición familiar en la Universidad de Burdeos y luego en París.

Cerca de París, Montesquieu aprendió música, equitación y esgrima. Además, recibió


aprendizaje de los padres de la congregación del oratorio, quienes le inculcarían valores que
fueran más allá del estatus social.

A la edad de 24 años, Montesquieu pierde a su padre, lo que lo obliga a volver a La Brède,


donde queda bajo la tutela de su tío, el barón de Montesquieu y desempeña un cargo como
consejero en el Parlamento de Burdeos.

Un año más tarde, Charles contrae matrimonio con Jeanne Lartigue. A los 26 años fallece su
tío, lo que le brinda el título de barón de Montesquieu y Président à Mortier en el Parlamento
de Burdeos.

Montesquieu falleció en 1755 a la edad de 66 años.

A caballo entre dos mundos

El señor de La Brède es un hombre a caballo entre dos mundos. Por un lado, el cartesiano, que,
a pesar de los intentos renovadores de Malebranche y del Padre Lamy -cuyas enseñanzas le
marcan fuertemente-, hace agua por todos lados y es desplazado por la teoría newtoniana,
que Voltaire difunde en el París de finales de los años treinta.

Por otro, el materialismo neospinozista, que se impondrá en la segunda mitad del siglo,
rompiendo con los valores morales, la metafísica y la trascendencia cartesiana, así como con la
concepción de un orden eterno, inteligible y finalista que preside el mundo.

Sin llegar a tales extremos, Montesquicu mantiene una permanente tensión entre sus
creencias cartesianas y sus posiciones científicas materialistas. Su rechazo de la teoría fijista de
la prefórmación y preexistencia de los gérmenes, y su aceptación de una concepción dinámica
de la naturaleza, que, desarrollada hasta sus últimas consecuencias, le alejan peligrosamente
de la ortodoxia religiosa.

Según autores como Chaussinand-Nogaret que ese sector de la nobleza que representa
Montesquieu impulsó considerablemente la economía del Antiguo Régimen, invirtiendo capital
, introduciendo innovaciones tecnológicas, y actuando como motor del desarrollo económico.

El propio Charles de Secondat -gran señor a la vez que hombre de negocios- comercializó y
exportó sus caldos a Inglaterra, siendo un ejemplo de lo emprendedora que podía ser la
aristocracia.

En el terreno político también cabe matizar dicho juicio. Montesquieu combatió el absolutismo
monárquico y denunció las consecuencias que se derivan del despotismo. Partidario del
modelo inglés y de la antigua Constitución francesa, fue sobre todo un pragmático que huyó
de toda utopía. No fue desde luego un demócrata como Rousseau, el cual anhelaba detener la
historia para preservar la democracia directa,

El realismo de Montesquieu, al carecer de tintes utópicos, le induce a pensar que la


democracia directa pertenece al pasado, a los Estados pequeños donde reinan la virtud y la
frugalidad, pero que es anacrónica en la era actual, donde dominan los imperios, medianos o
grandes, el lujo y el comercio.

Cartas persas

En 1717 Charles Louis de Secondat empezó a escribir una novela satírica que más tarde sería
conocida como Las Cartas Persas. El escrito tocaba temas de religión, moral y política y en la
narración se criticaba fuertemente las costumbres occidentales usando humor negro y la
ridiculización.

La sátira fue publicada en 1721 y luego de un éxito en ventas fue prohibido por el primer
ministro del rey Luis XV, quien para el momento tenía 5 años de edad.

El señor de La Brède -que de la generación ilustrada es el de mayor edad- pertenece a esa


primera mitad del siglo XVIII en que el racionalismo de Descartes y Spinoza se alza aún
victorioso, y en que el sentimiento no ha lanzado todavía sus dardos contra la razón. El
escepticismo se justificaba en la oscura época de principios del XVII, cuando reinaba la
metafísica, pero no parece tener razón de ser en la era ilustrada, en la que el progreso de las
ciencias ha barrido las razones que cuestionaban la capacidad del conocimiento humano.

Montesquieu no comparte el racial antiintelectualismo rousseauniano. Los ataques que


encontramos en las Cartas persas no van dirigidos contra las ciencias en sí, sino contra su
abuso y contra esa falsa sabiduría de que hacen gala los pedantes, contra el saber inútil y vano.
Charles de Secondat apuesta por la razón frente al escepticismo que, en el siglo XVII, había
impregnado la Europa filosófica, y contra el que combatieron Descartes y Locke. Tampoco vive
la fiebre prerromántica que impulsa a Rousseau a poner en tela de juicio los logros de la razón
y del progreso.
en las Cartas persas, en cuyas páginas se palpa, según Salvatore Rotta, la convicción de que las
instituciones sociales, todas las formas de sociedad en definitiva, son opresoras. Pesimismo
que es fruto de su concepción cíclica de la historia, en que las épocas de progreso y decadencia
se suceden, y que le lleva a aceptar la sumisión a las leyes, por malas que éstas sean.

Por ello, toda la construcción teórica de Montesquieu persigue establecer un freno ante el
incontrolado deseo de poder, que aparece como una característica de la naturaleza social del
hombre.

Montesquieu, en las Cartas persas, al reflexionar sobre las causas de la despoblación de la


tierra, muestra su preocupación por la suerte que correrá la humanidad. Humanitarismo que
rechaza el eurocentrismo y reivindica los valores culturales y el saber por encima de las
fronteras.

EL ESPÍRITU DE LAS LEYES

“En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, de las cosas pertenecientes al derecho
de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.
Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y
corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe
embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los
crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el
otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (...).
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o
corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes
tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del
ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería
arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico,
por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.
En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo
administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones
públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente.”

Montesquieu. El espíritu de las leyes. 1748.

la obra tuvo una enorme repercusión en su tiempo y fue traducida a numerosos idiomas, ejerciendo una
gran influencia sobre los liberales que protagonizaron la Revolución francesa de 1789 y la posterior
construcción de regímenes constitucionales en toda Europa, convirtiéndose en un dogma del Derecho
Constitucional que ha llegado hasta nuestros días.

Las circunstancias que rodean al texto se refieren a la etapa final del Antiguo Régimen, cuando surge una
corriente del pensamiento, llamada la Ilustración. La Ilustración surgió en Inglaterra y las Provincias Unidas
(Holanda) en el período de 1680 a 1730 y, hacia 1750, Francia se convirtió en centro de las ideas de la
Ilustración.

Las bases sociales de la Ilustración se hallaban en las clases adineradas: aristócratas, miembros del clero y
de la burguesía. No es de extrañar que, como señaló Kant, la crítica al Antiguo Régimen surja desde los
miembros de la aristocracia, a la que pertenece el barón Montesquieu. John Locke fue el precursor de las
ideas ilustradas expuestas por Montesquieu.
Comentario del texto

texto habla sobre cómo el Estado está divididos en tres tipos de poderes

Esta idea-fuerza le sirve a Montesquieu para establecer lo que él considera condición necesaria
para la “libertad política de un ciudadano”, esto es: la existencia de seguridad y de libertad. El
autor cuestiona con esta afirmación la naturaleza de la monarquía absoluta, un sistema de
gobierno donde todo el poder estaba concentrado en una misma persona o institución, el rey,
que podía actuar de forma arbitraria y sin ningún tipo de limitación o freno legal; esta ausencia
de limitaciones al poder del rey era una fuente de intranquilidad y de inseguridad, ya que el
gobierno descansaba en el temor de los súbditos, no sobre su libertad. La libertad y la seguridad
son pues, para el autor, la clave de cualquier sistema de gobierno que pretenda garantizar la
igualdad legal de todos los ciudadanos.

En el tercer y último párrafo Montesquieu desarrolla la tesis principal de su ensayo: la necesidad


de separar los tres poderes del Estado, de manera que no recaigan en una sola persona o
institución; sólo esta separación puede garantizar la libertad de los ciudadanos y, lo que es
fundamento ideológico de su tesis, la ausencia de despotismo o tiranía. En su análisis el autor
argumenta con claridad que la concentración o la suma de varios poderes sólo puede conducir a
la opresión y a la arbitrariedad. La frase que mejor concreta esta afirmación es la que dice: “Todo
estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o
del pueblo, ejerciera los tres poderes (...).” Con esta tesis pone en cuestión uno de los pilares
fundamentales del antiguo régimen, la monarquía absoluta, a la que acusa de arbitraria y
despótica, en la medida en que el rey es la única institución soberana (“El Estado soy yo”) y de él
emanan todos los poderes. Lo que Montesquieu propondrá será un sistema donde la voluntad
del rey, poseedora del poder ejecutivo, se vea limitada y contrapesada por un poder legislativo
de carácter representativo y un poder judicial independiente que se limite a hacer cumplir las
leyes. El modelo en el que se inspirará será el de la monarquía británica, donde una Parlamento
representativo actuaba como contrapeso del poder real y compartía con él la soberanía y el
gobierno.

En definitiva, este ensayo fue una obra capital del pensamiento político de la Ilustración y su
crítica del despotismo que representaba la monarquía absoluta de origen divino en Francia y en
todo el continente europeo.

El primer estado que fue capaz de llevar a la práctica los postulados de Montesquieu fue la joven
república de los EEUU, que en su Constitución proclamaba la separación de poderes como
condición necesaria para la libertad y la felicidad de los ciudadanos. En su propio país, Francia,
los políticos que llevaron a cabo la revolución a partir de 1789 se inspiraron directamente en él.
La posterior construcción de regímenes constitucionales en toda Europa, lo convirtieron en un
dogma del Derecho Constitucional que ha llegado hasta nuestros días.
Pero, junto a este componente innovador, no puede olvidarse el carácter conservador de la
monarquía limitada que proponía Montesquieu, en la que procuró salvaguardar el declinante
poder de los grupos privilegiados (como la nobleza, a la que él mismo pertenecía), aconsejando,
por ejemplo, su representación exclusiva en una de las dos cámaras del Parlamento. Aún así, su
legado sigue siendo fundamental para entender el delicado sistema de equilibrios y
contrapoderes que constituyen la esencia de las democracias contemporáneas.

Debido a las grandes críticas que obtuvo El espíritu de las Leyes, principalmente por los jansenitas
y jesuitas, Montesquieu publicó una nueva obra titulada “La defensa de El Espíritu de las Leyes”
en 1750, donde defendería la obra.
Pensamientos

"Es una experiencia eterna -dice en Del espíritu de las leyes- que todo hombre que tiene poder
siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentra límites".

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