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Este trabajo forma parte del proyecto de investigación CSD2009-00033 (Consolider) y está realizado al amparo del
Programa de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Ciencia e Innovación.
1 Vidas paralelas llegó a Shakespeare a través de la traducción de Sir Thomas North (1579), traducción que se convir-
tió en la fuente principal para las obras históricas de nuestro autor inglés.
2 Ángel-Luis PUJANTE, “Introducción” a William Shakespeare, Antonio y Cleopatra, ed. Ángel-Luis PUJANTE, Madrid,
Espasa Calpe, 2001, pp. 9-41: p. 13.
3 Miguel Ángel CONEJERO DIONÍS-BAYER, “Introducción” a William Shakespeare, Antonio y Cleopatra, Madrid, Cá-
tedra, pp. 7-111: p. 12.
4 Leopoldo Augusto DE CUETO, “Cleopatra en el drama de Shakespeare Antony and Cleopatra”, en Shakespeare en Es-
paña: textos 1764-1916, ed. Ángel-Luis PUJANTE y Laura CAMPILLO, Granada-Murcia, Universidad de Granada y Uni-
versidad de Murcia, 2007, pp. 351-355: p. 352.
5 CUETO, “Cleopatra en el drama” cit., p. 353.
Alberto GUTIÉRREZ GIL
speare un claro ejemplo de su maestría para construir «personajes únicos, irrepetibles, con
carácter y personalidad propios, que parecen tener vida y escapar del texto y de la acción
impuesta por el autor»6. Por lo tanto, a partir de la visión parcial de Plutarco (transmitida
mediante la traducción de Sir Thomas North), Shakespeare moldearía un personaje mu-
cho más complejo a la vez que interesante pues, como afirma Luis Astrana Marín, «Sha-
kespeare es la seda que borda sobre [el cañamazo anterior]»7.
Los áspides de Cleopatra, por su parte, ha sido una obra que no ha gozado de tanta suer-
te como la de Shakespeare, sin embargo ha suscitado el mismo tipo de debate en torno a
su calidad literaria. Emilio Cotarelo y Mori la distingue como ejemplo de mala tragedia
donde el autor falsifica la historia sin una necesidad clara de hacerlo8. Otros estudiosos de
Rojas Zorrilla, como Raymond McCurdy, defienden que es «the most poet tragedy of lo-
ve in the Golden Age»9.
Apareció veintitrés años después que la obra de Shakespeare, siendo publicada en la
Segunda parte de comedias de Rojas Zorrilla en el año 1645. Se sirvió de los mismos re-
ferentes clásicos que Shakespeare, aunque su fuente principal es la Historia de Marco An-
tonio y Cleopatra, última Reina de Egipto de Alonso del Castillo Solórzano, de 163910.
Las dos tragedias propuestas parten de una misma problemática argumental11: la «pug-
na trágica entre el deseo privado y el “deber” público». La naturaleza del amor que vi-
ve la pareja es la verdadera incógnita de la historia, lo que conduce a cada autor a desa-
rrollar la ficción de dos maneras distintas parejas a dos formas de concebir los intereses y
los fines de la Reina: Shakespeare mostrará a una Cleopatra que no pierde de vista la po-
sición regia que quiere mantener, aunque para ello juegue con los sentimientos de Mar-
co Antonio; Rojas presentará a una guerrera fuerte que, tras conocer a Marco Antonio,
abandona el trono para poder vivir un verdadero romance con él.
2. Cleopatra: “femme fatale” y hechicera
Si en algo coinciden las visiones de nuestros dos dramaturgos es en ver a Cleopatra
como una femme fatale capaz de atraer a cualquier hombre haciendo uso de su principal
veneno: la belleza. Y es gracias a este apelativo por el que la figura de la reina de Egip-
to ha perdurado tan fuertemente en el imaginario popular.
No hemos de olvidar que antes de atrapar en sus redes a Antonio otros hombres in-
signes postraron su cerviz ante la belleza de la egipcia. En primer lugar conquistó a Ju-
lio César cuando ella detentaba el poder conjuntamente con su hermano Ptolomeo XIII.
La unión militar y sexual con el Emperador le ayudó a conseguir el trono tras la muer-
te en combate de dicho hermano. Después del asesinato de Julio César en el año 44 a.
C., Marco Antonio se convirtió en su siguiente objetivo.
6 Enrique LÓPEZ CASTELLÓN, “William Shakespeare. Antonio y Cleopatra”, en William Shakespeare, Antonio y Cleo-
patra, ed. Enrique LÓPEZ CASTELLÓN, Arganda del Rey, Edimat Libros, 2005, pp. 5-38: p. 23.
7 Luis ASTRANA MARÍN, “Introducción” a William Shakespeare, Obras completas. Tragedias, Madrid, Aguilar, 2003,
pp. 11-105: p. 91.
8 Emilio COTARELO y MORI, Don Francisco de Rojas Zorrilla. Noticias biográficas y bibliográficas (Madrid, Revista de Ar-
chivos, 1911), ed. facsímil de Abraham MADROÑAL, Toledo, Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de To-
ledo, 2007, pp. 139-140.
9 Raymond MCCURDY, Francisco de Rojas Zorrilla and the Tragedy, Albuquerque, University of New Mexico Press,
1958, p. 108.
10 Rafael GONZÁLEZ CAÑAL, “Cleopatra, una figura femenina del teatro de Rojas”, en Rojas Zorrilla en su IV centena-
rio: congreso internacional (Almagro, Toledo, 4-7 de octubre de 2007), ed. Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ, Rafael GONZÁLEZ CA-
ÑAL y Elena E. MARCELLO, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 269-292: pp. 269-274.
11 Judith COOK, Women in Shakespeare, London, Virgin Books, 1990, p. 120.
Cleopatra como heroína trágica en Shakespeare y Rojas Zorrilla
Octaviano ha caído de lleno en el hechizo de Cleopatra, atado con unos lazos que se
presentan irrompibles, como vemos en el siguiente diálogo17:
MARCO ANTONIO ¿Y la adoras?
OCTAVIANO No es humana.
MARCO ANTONIO ¿No hay remedio?
OCTAVIANO No hay remedio (p. 424b)
Una vez preparadas todas las disposiciones para el viaje, Marco Antonio parte con cier-
to recelo ante la Reina. Ella, por su parte, se prepara para recibirlo con la cara cubierta, pa-
ra que no caiga rendido a su belleza y puedan luchar como dos verdaderos líderes milita-
res. Sin embargo, tras reiterados intentos del triunviro romano, Cleopatra se descubre y su
magia le envuelve, y tal como ejemplifica metafóricamente McCurdy: «Marco Antonio
(the ‘rose’) can no longer defend himself against the ‘sun’; he luxuriates in its warmth»18.
De esta manera sufre el mismo mal que Octaviano, como él mismo denuncia:
¡Ay Octaviano amigo,
que igual es tu castigo a mi castigo!
No he de tener amor (p. 428b)
A partir de este momento Marco Antonio está a merced de la reina egipcia. A pesar
de intentar huir del embrujo por mar, el mismo mar le devuelve a los brazos de Cleo-
patra y, a diferencia de lo que veíamos en la obra de Shakespeare, en este caso sí parece
surgir un verdadero amor entre la pareja, un amor sincero y eterno.
de una mujer enamorada, tal y como apunta Carrington: «The Cleopatra of the play is a
woman before she is a queen; notwithstanding her great position, a woman with the Lit-
tle human foibles, a woman who goes into hysterics, above all, a woman in love»21. Ca-
rrington defiende que la egipcia siente un verdadero amor por Marco Antonio; sin em-
bargo, realmente no hemos encontrado en la obra de Shakespeare este tipo de mujer, si-
no otra que «reminds you all the time that she is the Queen of Egypt and that undertow
of her regality, her inherited power, her dynastic blood, is constant throughout the play»22.
Desde el comienzo de la obra Cleopatra es la gran reina de Egipto, una mujer temida in-
cluso por hombres de elevado rango del Imperio Romano, tal y como le hace saber su cria-
do Alexas: «Majestad, ni Herodes de Judea osa mirarte cuando no estás a gusto» (p. 111)23.
Como ya hemos comentado anteriormente, Marco Antonio llega a tierras orientales
con el fin de recuperar el poder del territorio para el Imperio. Sin embargo, al llegar es em-
baucado por la inquietante belleza de Cleopatra. Más allá de un aparente amor, la Reina
tiene claros intereses en esa relación y no tarda en conseguir resultados que enervan al pro-
pio César:
En la plaza pública, sobre tribuna plateada,
aparecen Cleopatra y él, sentados
en tronos de oro. A sus pies, Cesarión,
a quien llaman el hijo de mi padre,
y toda esa prole ilegítima
que ha engendrado su lascivia. A ella
le da posesión de Egipto y la hace
reina absoluta de la baja Siria,
Chipre y Lidia
[…]
A sus hijos los proclama reyes de reyes:
a Alejandro le da la gran Media,
Armenia y Partia; a Tolomeo le asigna
Siria, Cilicia y Fenicia (pp. 117-118)
Cleopatra ha conseguido tomar de manera autoritaria Egipto y ha logrado establecer
en diversos reinados a su descendencia, con lo que su poder territorial ha quedado pa-
tentemente ampliado. Sin embargo, sus pretensiones van más allá y pretende quebrar los
intereses del Imperio y usurpar parte de su poder. Un momento decisivo para ello es la
batalla de Actium donde, como reina, toma la decisión de acompañar a Marco Antonio
y luchar contra las tropas de César:
¡Húndase Roma y púdranse
las lenguas maldicientes! He gastado en esta guerra
y, cual señora de mi reino, allí estaré
igual que un hombre. No te opongas.
Atrás no voy a quedarme (p. 122)
A sabiendas de la decadencia de Marco Antonio, tras la batalla inicia de nuevo rela-
21 Norman T. CARRINGTON, Shakespeare: Antony and Cleopatra, London, James Brodie LTD, 1976, p. 10.
22 COOK, Women cit., pp. 137-138.
23 Herodes era el hombre de confianza de Roma en el trono de Israel y fue objeto de numerosas intrigas por parte de
Cleopatra, que intentaba recuperar el control de Palestina. La reina de Egipto utilizó en innumerables ocasiones su rela-
ción con Marco Antonio para hacerse con los impuestos de las partes más ricas de los territorios de Herodes como, por
ejemplo, Jericó y su entorno.
Cleopatra como heroína trágica en Shakespeare y Rojas Zorrilla
ciones con César Octaviano por medio de mensajeros para obtener mayores beneficios.
Esta es su carta de presentación:
Gentilísimo emisario, transmítele
al gran César que beso su mano victoriosa,
que estoy presta a rendir a sus plantas
mi corona, y allí ante él postrarme.
Dile que de su voz omnipotente
oiré la suerte de esta reina (p. 137)
Marco Antonio no permanece en el engaño por mucho tiempo y destapa la estrate-
gia, dejando al descubierto la verdadera naturaleza egoísta de su amada: «como buena gi-
tana me enreda en su juego / hasta el fondo de mi ruina» (p. 160).
Esta artimaña que había erigido a escondidas de Marco Antonio se vuelve una tram-
pa para ella misma, pues César aspira a tomarla presa y llevarla a Roma para ser mostra-
da ante todo el pueblo como un trofeo de las conquistas de los territorios orientales, re-
sarciendo de esta manera el buen nombre del Imperio Romano. Sin embargo, esta tarea
será muy complicada de llevar a cabo para el magistrado, ya que la dignidad real de Cle-
opatra le impide prestarse a tal humillación, como podemos colegir de las siguientes pa-
labras de la reina:
¡Antes una zanja
de Egipto sea mi dulce fosa!¡Antes desnuda
sobre el lodo del Nilo y que las moscas
críen sobre mí hasta dar asco!¡Antes hágase
una horca con nuestras altas pirámides
y, encadenada, que me cuelguen! (p. 122)
Esta es la verdadera razón que conduce a Cleopatra a dar fin a su vida mediante la mor-
dedura de un áspid, y no la falta de Antonio, como veremos en la obra de Rojas Zorrilla.
No puede permitir ser el trofeo del Imperio y ser exhibida ante la muchedumbre romana.
A pesar de querer recobrar el amor de Marco Antonio en el momento de su muerte, aque-
llos que asisten a la escena no permitirán que pierda su dignidad real, tal y como señala
Middleton: «it is a crude anatomizing of the effect to say that it is based on the double con-
trast of Cleopatra the queen changing into Cleopatra the woman, while Charmian lifts her
into the queen again»24.
Esta dignidad real le lleva a decidir por sí misma cuándo y cómo morir, y a mantener
su imagen embriagadora ante César: «no es solo que el vencedor se sienta burlado, sino
que él mismo reconozca la realeza de Cleopatra y admire la grandeza de su acto»25. Así
lo comprobamos en el final del drama en boca del triunviro:
Grande hasta el final.
Adivinó mi propósito y, al ser reina,
tomó su camino (p. 194)
24 J. MIDDLETON MURRY, “The Style of Antony and Cleopatra”, en Shakespeare’s Tragedies: An Anthology of Modern Cri-
ticism, ed. Laurence LERNER, Middlesex, Penguin Books, 1980, pp. 232-236: p. 234.
25 PUJANTE, “Introducción” cit., p. 34.
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realidad de su época carecían. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Los áspides de
Cleopatra, donde la protagonista toma las riendas de su destino y decide a quién entregar
su amor. En contraposición con el resto de personajes femeninos creados por el drama-
turgo, su calidad de reina le permite tener esta libertad que el resto de mujeres, pertene-
cientes a una sociedad con un código de honor muy firme, no tiene, ya que es el padre
quien elige al pretendiente más adecuado para su hija y su honor.
Desde un primer momento Cleopatra aparece como una reina déspota que ha sabido ju-
gar con los sentimientos de Octaviano para conseguir derrotarlo y mantener su posición de
poder en territorios orientales. Asimismo, encarna el rol de una estratega militar que rei-
vindica su capacidad para vencer al enemigo mediante la espada y no solo por su belleza:
Alaba mi valor, si alabar quieres,
y no antepongas cuando yo te asombre
indicios de mujer a señas de hombre.
¿Yo no he vencido a Lépido el romano?
¿Yo no teñí de espumas el mar cano?
¿Yo de sus popas, árboles y quillas,
no he fabricado túmulos de astillas?
¿Yo no vencí a Octaviano en esa playa,
que aunque se enoje, el mar le tiene a raya? (p. 426b)
Este muro pétreo se derrumba tras el encuentro con Marco Antonio, momento en
que despiertan en Cleopatra unos deseos que no puede controlar.
Caimán, el gracioso, previene al romano sobre esta pasión descontrolada, pues podría es-
conder intereses políticos y territoriales. Sin embargo, versos después, es el mismo gracioso
quien relata cómo los dos amantes se retiran para tratar una tregua en un encierro que du-
ra un mes y en el que se entregan su amor. Así lo ratifica ante Irene, la futura esposa de Mar-
co Antonio:
Señora,
sí le querrá; porque, él y ella,
él está por ella ciego,
y ella por él está tuerta
ya estaba para decirle (p. 430b-c)
Es en mitad del segundo acto cuando se disipa cualquier duda, pues Cleopatra pronun-
cia ante Marco Antonio una declaración de amor muy sincera en la que le entrega su alma:
Ya sabes que desde el día
que te vi, quedó rendido
mi valor tanto a tu fama,
tanto a tu amor mi retiro,
mi desdén tanto a tu queja,
tanto a tu fe mi albedrío,
que en quererte y no quererte,
ya abrasados o ya tibios
los hizo estar más amantes
el mismo estar más remisos
[…]
Tanto, que oigo por los ojos
y miro por los oídos.
Tú dijiste que me amabas;
yo te adoro, ya lo digo (p. 431b-c)
Cleopatra como heroína trágica en Shakespeare y Rojas Zorrilla
Pronto surgen obstáculos a su relación. El primero de ellos legal, pues la ley antigua
de Egipto impide a los romanos casarse con egipcios. La solución que propone Cleopa-
tra es la siguiente:
Que huyendo los dos de Egipto,
por las provincias del Asia
apelemos al asilo
de los montes, y a que en ellos
nos den las grutas abrigo.
¿Qué reino como gozarte? (p. 432b)
El fragmento se presenta como un ejemplo fundamental para defender la tesis de que
la Cleopatra de Rojas es una mujer verdaderamente enamorada, pues es capaz de aban-
donar su reino y su posición de poder para vivir en cautiverio con Marco Antonio y dis-
frutar del amor. Incluso rechaza la vida si su fin no es disfrutarla con él: «Sin ti no quie-
ro la vida» (p. 432c).
La posibilidad de fugarse juntos se desvanece cuando la venganza de Octaviano e Ire-
ne se cierne sobre ellos. Deben escapar cada uno por su lado para poder salvar su vida y,
en caso de que uno de los dos muera, el otro morirá, pues como exclama Cleopatra:
Quien a mí me dé muerte,
da muerte a Antonio, supuesto
que son mi vida y la suya
una vida en dos sugetos (p. 436b)
Para poder escapar de sus perseguidores, la reina de Egipto se despoja de sus ropas y
las arroja al mar para hacer creer que se ha suicidado en sus aguas. Cuando Antonio con-
templa esta escena considera que, muerta Cleopatra, su vida no tiene sentido y se entre-
ga a la muerte utilizando su propia espada.
Cleopatra cree haber sorteado a sus seguidores e imagina su reencuentro, ya en liber-
tad, con Antonio. Pero, nada más lejos de la realidad, se topa con el escenario de una
muerte cuyo protagonista es su amado. Aún permanece un hálito de vida en él que per-
mite a Cleopatra, de nuevo, confesarle su amor y proclamarse esposa suya y, tras un «tuya
soy, Antonio mío», la mordedura de los áspides sumergen a la reina de Egipto en el sue-
ño eterno donde espera encontrarse con su amado y vivir con él la eternidad.
Analizando esta relación de amor muchos críticos han establecido paralelismos con
otra obra de William Shakespeare: Romeo y Julieta. Raymond McCurdy26 afirma que se
produce una relación más estrecha con los protagonistas de esta comedia que con los pro-
pios Antonio y Cleopatra shakespearianos «because like the latter they too are a “pair of
star-crossed lovers” who are under the power of an adverse fate which they cannot eva-
de or resist»27. Cleopatra y Julieta amaron a su mayor enemigo y tras presenciar su muer-
te decidieron, valientemente, poner fin a su vida.
5. Conclusión
Tal y como decíamos en la introducción, la figura de Cleopatra ha suscitado innu-
merables análisis que la han llevado a convertirse en un ejemplo paradigmático de femme
fatale para unos y, para otros, en una amante ejemplar capaz de dar su vida para unirse
26 MCCURDY, Francisco de Rojas Zorrilla cit., p. 41 y Raymond MCCURDY, “Women and Sexual Love in the Plays of
Rojas Zorrilla: Tradition and Innovation”, en Hispania, LXII (1979), pp. 255-265: p. 258.
27 MCCURDY, Francisco de Rojas Zorrilla cit., p. 41.
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con su amado en una existencia posterior. Esta dicotomía se ha hecho patente en estas
dos maneras de construir el personaje: Antonio y Cleopatra muestra a una mujer que, an-
te todo, tiene presente sus deberes como reina y utiliza su relación con Antonio para sa-
ciar su sed de poder; Los áspides de Cleopatra es un drama protagonizado por una reina
que pierde la ambición política en el momento en que descubre a una persona que mue-
ve su escala de valores para ocupar la primera posición.
Hilando más fino, podemos afirmar que Antonio y Cleopatra no es la representación de
la tragedia de la reina de Egipto, sino la de Antonio, verdadera víctima del poder roma-
no y del hechizo femenino. Realmente es Antonio quien muere en contra de su volun-
tad y, sin embargo, la heroína de la obra es Cleopatra, una mujer capaz de quitarse la vi-
da antes que servir de trofeo a César Octaviano. Es una heroína porque mantiene su dig-
nidad hasta la muerte, porque ha sido hábil para quebrar los sólidos pilares del Imperio
Romano, porque escapa de las manos del gobernador del mundo occidental.
En el caso de Los áspides de Cleopatra nuestra protagonista se eleva como una verdade-
ra heroína porque es capaz de anteponer el amor a su posición de poder, aun a riesgo de
perder la ingente cantidad de riquezas que la rodean. Con ello, esta obra es una verda-
dera tragedia de amor, cuyos protagonistas amaron alocadamente y sin medir las conse-
cuencias (la anterior sería más bien una tragedia con una preponderancia de aspectos po-
líticos enmascarados por una relación amorosa). Esta es la principal lección que intenta
dar Rojas: «Man may not be able to repress his senses but he must learn to control his
passions. Otherwise he invites destruction»28.
Resumen: Desde que Plutarco retrató en sus Vidas paralelas a Cleopatra muchos han sido los artistas que han dado su
visión propia, a veces falseada, de la más conocida reina de Egipto. En este trabajo profundizamos en su imagen en el tea-
tro del siglo XVII por medio de dos obras paradigmáticas: Antonio y Cleopatra de William Shakespeare y Los áspides de
Cleopatra de Rojas Zorrilla. A través de los elementos que dan entidad al personaje presentamos las diferencias que sepa-
ran a ambas protagonistas y, a la vez, les dotan de originalidad. Asimismo, reivindicamos la calidad literaria de la obra del
dramaturgo toledano frente a la del inglés.
Palabras clave: Cleopatra, heroína, tragedia, Rojas, Shakespeare.
Abstract: Since Plutarch depicted Cleopatra in his Paralell Lives many artists have given their own vision –sometimes
distorted– about the most famous queen of Egypt. Within our study we go deeply into her representation in seventeenth
century drama through the analysis of two paradigmatic plays: William Shakespeare’s Anthony and Cleopatra and Rojas
Zorrilla’s Los áspides de Cleopatra. By means of all the elements which give Cleopatra’s character its own identity, we
focus on the differences that both separate the protagonists and make them singularly original. Moreover, we claim for
the literary quality of the Toledan playwright in contrast to the English one.
Keywords: Cleopatra, Heroine, Tragedy, Rojas, Shakespeare.