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20.

Hipopótamo
En la siguiente lectura hay cosas que son ciertas y cosas que son falsas. A veces pasa eso en los libros: alguien
puede equivocarse, o puede no saber... Pongan atención.

Submarino por vocación, se pasa la vida sumergido en aguas tranquilas, lejos del calor,
lejos de las disputas territoriales, del barullo y de las distracciones. El tiempo transcurre
para él como el agua lenta de un baño de tina.

El hipopótamo no sabe qué es tener prisa, nunca ha sentido una urgencia. Su cuerpo
rotundo no está diseñado para apresurarse, sino para flotar, y flotando resuelve la vida
como lo hacen las boyas y las islas desiertas.

Lo que en otros se reconoce como holgazanería, en él es parsimonia.

Hace mucho tiempo, antes de que las cosas fueran como son, los animales decidieron
repartirse las tareas: algunos debían tener la hierba siempre podada, otros evitarían
que la población de herbívoros creciera sin control, los de más allá mantendrían a raya
a los carnívoros, y así. Todos fueron escogiendo un trabajo, pero el hipopótamo no
elegía: ¿de qué podría ocuparse un animal redondo como cantante de ópera, pero
tímido como un grillo, nada ágil y de piel tan sensible que no resiste dos horas de sol?

“¿Qué quieres hacer?”, le preguntaron. Luego de pensarlo un rato, con amplia sonrisa
contestó: “Burbujas”. “Perfecto –dijeron–, que se encargue de eso.” Y no se habló más
del asunto.

“Eso” es lo que hace el hipopótamo debajo del agua; no canta, no medita, no come
golosinas a escondidas: fabrica burbujas, las más perfectas, las más hermosas y
delicadas que se producen en el globo terráqueo. Su propio nombre, grande y circular,
habla de su ocupación. Los griegos lo llamaron caballo de río, aunque las ramas de su
árbol familiar lo acercan más a los cerdos que a los equinos. Ni raíces ni ramas sostienen
al redondo hipopótamo que de esfera tiene el nombre, pero no lo etéreo.

Submarino por vocación, de cuándo en cuándo el hipopótamo saca la cabeza del agua y bosteza para orear
un poco la maquinaria herrumbrosa de hacer burbujas. Luego, muy despacio, vuelve a sumergirse en el agua
lenta para continuar su labor.
Hay textos que nos dicen cómo es el mundo, y textos que inventan loqueras divertidas. Cómo saber si lo que
dice este texto es verdad o es algo imaginado? Muy fácil. Hay que consultar otros libros sobre el mismo tema
y ver qué dicen. ¿De veras es el hipopótamo como aquí se dice? ¿A qué velocidad corre un hipopótamo? A ver
quién lo averigua.

Roxanna Erdman, “Hipopótamo” en Zorrillo el último. México, SEP-Santillana, 2005.

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