Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Voz de La Torah Parashat Ki Tissa
La Voz de La Torah Parashat Ki Tissa
KI-TISSA
11 – Y HABLO ADONAI A MOSHE, DICIENDO. Cf. Com. Exo. XXV,1. Esta fórmula aparece
de nuevo aquí por primera vez después del comienzo de los preceptos relativos a la construcción
del Tabernáculo. Pareciera como si quisiera introducir una Ley que no emana más de la obra del
Tabernáculo o que no está ligada a su existencia. Es en efecto, el sentido que le atribuye Rabí
El'azár: “Durante todo el tiempo en que el Santuario existía, cada uno depositaba medio siclo
para la compra de los sacrificios que servían para su expiación. Hoy en día que ya no existe más,
se obtiene la expiación con la caridad, {Tzedakáh}, (B.B. 9a). Una de las constantes
preocupaciones de la Toráh es la de indicar los medios de expiación en el caso de que el Santuario
tenga que dejar de existir. Es verdad que no aparece sino en términos alusivos, ya que “no hay
que abrir la boca al Satán” (Ígneas. 19a). Así, la plegaria ya se señaló a raíz de los preceptos
concernientes al altar, como una manera de reemplazo de los sacrificios (Cf. Com. supra
XXIX,42). Es aquí donde la caridad con su virtud expiatoria se divulga, mientras que el valor
eminente del arrepentimiento será afirmado reiteradas veces más adelante. En la época en que
los hombres estaban cerca de Dios, el culto de los sacrificios establecía un lazo permanente con
el Ser Divino y el Santuario esparcía un espíritu de santidad que abarcaba toda la Nación. Pero
después que el Eterno abandonó su morada terrenal, el esfuerzo de parte de los hombres para
elevarse hacia El fue bastante considerable. En lo sucesivo, los tres siguientes imperativos ocupan
el lugar de los sacrificios: {Teshuváh, Tefiláh u-tzedakáh}, el arrepentimiento, la plegaria y la
caridad.
12 – CUANDO REALICES EL CENSO. Rashí explica: “El verbo {Nasso} tiene aquí el sentido
de recibir, tal como lo traduce el Targúm Onkélos. Cuando desees “recibir” el total de su cuenta.
para saber cuantos son, no los cuentes individualmente sino que cada uno debe dar la mitad de
un siclo, y contarás los siclos y de esta manera conocerás su número”. Najmánides afirma
igualmente, que la orden atañe al método que hay que adoptar en general, cuando se hace un
recuento de los hijos de Israel, pero agrega que las palabras siguientes (vers. 16): “Tú tomarás el
dinero de la expiación… y lo dedicarás al servicio de la Tienda de Asignación” — le indicaron a
Moshé que el censo debía efectuarse personalmente. Este “dinero de expiación” que constaba de
medio siclo, estaba destinado a la adquisición de los sacrificios para la Comunidad, ya que “los
sacrificios se ofrecían en expiación” (Rashí). Las órdenes a este respecto se dieron a continuación
de las prescripciones relativas al Tabernáculo y al servicio de los sacrificios, y, debido a que el
Tabernáculo fue inaugurado el primero de Nissán del segundo año, a partir de la salida de Egipto
(XL,17), se volvió una costumbre en lo sucesivo de recaudar los medio siclos a partir del primero
de Adar, y fue reemplazada después de la caída del Templo por la lectura pública del presente
pasaje en el Shabbat que antecede al primero de Adar (Meg. 29b). Respecto a la diferencia que
existe entre este recuento y el que tuvo lugar siete meses más tarde, el primero de Iyár del segundo
año de la salida de Egipto, ver nuestro Com. Núm.I,1 y I,46.
La Toráh, no obstante, no se ha pronunciado sobre las razones por las cuales la recolección de
fondos (así como las citadas por Rashí) debían estar relacionadas con el censo del Pueblo. Este
censo no fue necesario para fines militares como fue el caso en la época de los Reyes Shaúl y
David. También debemos referirnos al motivo indicado por Rashí al comienzo del Libro
Números: “Es por el afecto que tiene el Eterno por los hijos de Israel que los hace contar a cada
momento: cuando salen de Egipto, El los cuenta; cuando incurren en la falta del “becerro de oro”,
El los cuenta para saber el número de sobrevivientes; cuando hace reinar Su Shejináh sobre ellos
los cuenta, el primero de Nissán se erigió el Tabernáculo, y el primero de lyár El los cuenta. Ya
a comienzos del Libro Exodo, Rashí recalca que el recuento repetido de los hijos de Israel por
parte de Dios, significa una señal de afecto, y establece a este respecto la comparación con los
astros, de los que el Eterno saca las legiones “contándolos y llamándolos a cada uno por su
nombre”, según la palabra del Profeta Yeshayáhu XL, 26. Esta “señal de afecto” se manifiesta
aquí una vez más, en el momento en que el Eterno se dispone a hacer residir su Shejináh en el
seno del Tabernáculo construido por los hijos de Israel.
El recuento de los hijos de Israel es ciertamente capaz de suscitar el afecto Divino para con ellos.
Pero dependía de que cada individuo, proporcionara pruebas de su pureza de origen, {yijúss}.
“Ellos presentaron sus documentos genealógicos y testigos para confirmar su ascendencia, para
ser registrados cada uno en su tribu” (Rashí, Núm. I,18). El Malbím describe detalladamente la
manera en que estos documentos debían presentarse. La pureza de origen de las familias de Israel
es una condición, “sine qua non” del establecimiento de la Shejináh en la tierra (Kid. 70b). Y
cuando las naciones del mundo reclamaron su parte en la Toráh, de la misma manera que el
Pueblo Judío, Dios le respondió: Traed las pruebas de vuestra pureza de origen como lo hacen
los hijos de Israel (Yalkút Núm.684); mas ellas no pudieron satisfacer esta demanda. Frente a
todas las humillaciones de las que son objeto por parte de las naciones, el recuento basado en los
{Sif-ré Yijusín} se convierte en un tema de orgullo legítimo por parte de los hijos de Israel. La
fórmula {sá et rosh}; que significa literalmente: levanta la cabeza, hace alusión a este
sentimiento. Para los hijos de Israel el censo implica una rehabilitación moral que compensa
mucho los sufrimientos y las ofensas. La referencia a la pureza de origen, {yijúss}, no puede, sin
embargo, considerarse como un mérito personal. Ahora bien, la presencia de la Shejináh entre
los hombres no puede justificarse sino a través de actos meritorios de su parte y la Toráh designa
a este fin la Mitzváh de {Majatzít ha-Shékel… medio shékel}. Contribuir con un donativo
material a los deberes de la Comunidad, tal es el sentido de esta Mitzváh, cuya realización por
parte, de los hombres les asegura la residencia de la Shejináh entre ellos. Y, por otro lado, todo
individuo que contribuye con las obligaciones de la Comunidad “cuenta” en relación al grupo.
Los que vienen a ofrecer su parte para la labor común no caen en el anonimato de la colectividad;
ellos cuentan en tanto que personalidades individuales dentro del conjunto de la Nación, pueden
“llevar la cabeza alta” gracias a su {yijúss} y a su acto de solidaridad.
CADA UNO PAGARA EL RESCATE DE SU VIDA. Al oír esta frase de boca de Dios, Moshé
se sobresalta de sorpresa, como fue el caso en otras dos ocasiones (Yalkút, Exo. 365). ¿Quién
está en condiciones de rescatarse a si mismo? (Salm. XLIX, 8). La idea de un rescate personal
por una ofrenda, un don o un sacrificio se encuentra confirmada en la Toráh reiteradas veces
como lo mostramos en nuestro Com. sobre Gén. XXII,13. La posibilidad de rescate es un acto de
gracia, otorgado por Dios al hombre (ibíd.), y se aplica especialmente a un pecado pasible de una
pena dependiente de la Justicia Divina, como resultante de la Ley contenida en Exo. XXI,30. De
todos modos, está excluida en el caso de homicidio voluntario o involuntario (Núm. XXXV,31-
32). Aquí, Moshé se entera para su asombro que el pecador puede rescatar su falta delante de
Dios realizando la Mitzváh de {majatzít ha-shékel… medio shékel}.
PARA QUE NO HAYA ENTRE ELLOS MORTANDAD. Rashí comenta: “Porque cuando se
cuenta hay peligro de mal de ojo, y puede venir sobre ellos la plaga como encontramos en los
tiempos de David (II Sam. XIV)”. Respecto al significado del mal de ojo, ver nuestro Com. Gén.
XLVIII,16. Maimónides da una explicación más racional al concepto de un poder oculto del “mal
de ojo”, comparándolo con la noción jurídica de {hezék reiyáh} que constituye un daño moral
causado por las miradas indiscretas e inoportunas de los vecinos. Esta forma de prejuicio está
sometida a ciertos reglamentos precisos. Rabí Bajyéh considera el peligro que un censo puede
provocar bajo un ángulo totalmente distinto. También, en tanto que individuos culpables se
escondan en la muchedumbre, podrán escapar a los ojos de la justicia. Pero, el recuento arriesga
de exponerlos a estas miradas y de atraer hacia ellos el castigo. De una manera más general, la
masa colectiva garantiza el anonimato y la quietud; el recuento en cambio, pone al individuo en
evidencia con todas las consecuencias que ello pueda implicar. También está destinado a
presentarse al censo, teniendo entre las manos la Mitzváh del medio siclo. Finalmente, nuestro
versículo puede escucharse en el espíritu de la siguiente sentencia de Rabí Elé ‘azar: Hacer la
cuenta de los hijos de Israel es ir más allá de la declaración profética formulada por Hoshé'a (II,1)
en estos términos: “El número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no puede ser
medida ni contada”. El Talmúd, no obstante, aclara: Si los hijos de Israel se muestran fieles a
Dios, se puede proceder a contarlos; si tal no es el caso, no se les contará. El Pueblo Judío
constituye una minoría ínfima en relación con las naciones del mundo, y si uno lo analiza desde
un punto de vista demográfico, no es apenas un acto glorioso de “medirlo o de contarlo”, cuando
aún mismo, si “el número de los hijos de Israel” estuviera dispersado a través de las naciones,
daría la impresión de ser igual a la arena del mar. Aquello que le da valor al Pueblo Judío no es
el número, sino la calidad de sus miembros. Para que valga la pena contarlos, es necesario que
cada uno esté listo de “entregar el valor de su persona al Eterno”, es decir, de consagrarse a El
hasta la muerte. Si no es el caso, es preferible renunciar al recuento. Pero si el Pueblo se mantiene
leal a su ideal Mesiánico, su pequeño número no constituirá más una amenaza para su existencia.
Contar sus hijos será entonces una Mitzváh y, de parte del Eterno, una señal de afecto hacia su
valiente guardia de honor.
13 – ESTO ES LO QUE HA DE DAR. Rashí observa: “Le mostró una especie de moneda de
fuego”. Moshé se preguntaba: ¿Cómo es posible que la plata, que es el símbolo del aspecto
material de nuestra vida, pueda adquirir un carácter sagrado tal como aparece en la fórmula:
{Shékel ha-Kódesh}, un siclo sagrado? Y, ¿cómo puede esta simple moneda de plata servir para
la remisión y la expiación de los pecados? El Eterno le muestra entonces la forma de una moneda
de fuego. Esta visión fue para Moshé como una revelación; él comprendió que la plata, ofrecida
con el fuego sagrado del amor de Dios, puede ejercer las funciones más nobles (Exo. Rabbá cap.
26).
AL SICLO DEL SANTUARIO. El siclo era una moneda de plata que Moshé había hecho emitir;
se la consideraba como una unidad monetaria de valor estable, equivalente a veinte gheraes. La
Toráh lo califica de {Shékel ha-Kódesh… shékel sagrado}, porque en numerosas ocasiones
servía para la realización de Mandamientos Divinos, al interior y al exterior del Santuario. Es por
una razón similar, prosigue Najmánides, que la lengua Hebrea se la llama {lashón ha-Kódesh…
idioma sagrado}. Es precisamente en esta lengua que el Eterno proclama el Decálogo, redacta la
Toráh, se comunica con los Profetas y los Patriarcas, crea el Cielo y la Tierra (Gén. Rabbá cap.
18). Los nombres de Dios están formados igualmente con letras de la lengua Hebrea, y estos
diversos motivos justifican en su conjunto la designación bajo el término de Lengua Santa. A
propósito de ello, Najmánides entra en una polémica con Maimónides quien da como motivo de
esta designación el hecho de que la lengua no contiene expresiones obscenas, vulgares o
impúdicas (Guía de los Desc. III,8).
15 – MENOS DEL MEDIO SICLO. La motivación más difundida por la cual la Toráh exige del
rico como del pobre la mitad de la unidad monetaria, es resumida por Rabí M. Alshéj en breves
palabras: Es una alusión para cada individuo, rico o pobre, de que el ser humano depende de los
otros para realizar la labor que le espera en la tierra; no es más que una simple parte de un todo
y su contribución no representa sino un fragmento dentro del conjunto. Cada uno tiene necesidad
del otro para constituir la unidad buscada y para forjar la unión sagrada.
20 – PARA QUE NO MUERAN. Ver nuestras explicaciones en Com. Exo. XXVIII, 35.
21 – Y LES SERA ESTO UN ESTATUTO PERPETUO. Se sabe que el término {jók} tiene
siempre la significación de una ley dogmática, cuyo sentido nos queda desconocido o
impenetrable. Es por esta razón que se aplica a la ley concerniente a la ablución cotidiana de los
Cohaním. El motivo por el cual “la santificación de las manos y de los pies” depende del elemento
del agua nos es, efectivamente, desconocida, aunque la misma Toráh nos da una cierta
explicación cuando declara al principio del Génesis que “el soplo Divino flotaba por encima de
las aguas”.
DE MIRRA VIRGEN. Tal es el significado de {mor derór} según Rabí A. Ibn Daúd, Najmánides
y Rabí A. Ibn Ezrá, mientras que, según Maimónides, esta substancia aromática se extrae de la
sangre de un animal salvaje vivo de las Indias. Según Rabénu Sa'adiá Gaón, este animal sería un
almizcleño y según Rabí A. Ibn Ezrá una especie de gacela. Según Maimónides, las dos especias
siguientes también provienen de las Indias.
29 – TODO LO QUE LOS TOCARE SERA SANTIFICADO. Cf. [Consultar] Rashí sobre la
naturaleza de esta santidad calificada de {kedushát ha-gúf}, santidad intrínseca, es decir, de
carácter inalterable (Cf. Com. supra vers. 10). Pero cuando se trata, en varios capítulos del
Levítico, de la impureza contraída al contacto de un objeto o de una persona impura, esta última
generalmente está limitada momentáneamente y es seguida de un procedimiento destinado a lavar
la impureza pasajera. La santidad está llamada a ejercer, sobre todo lo que entra en contacto con
ella, un efecto y un resplandor mucho más considerables que la influencia de la impureza, sobre
lo que la toque (Cf. Com. Lev. VI,11).
30 – UNGIRÁS TAMBIEN A AHARON Y A SUS HIJOS. Cf. Com. Exo. XXIX,7 y Lev.
VIII,10.
34 – GALBANO. Rashí explica: “Esta es una especia de mal olor y el versículo la menciona
entre las especias de incienso para que (aprendiendo de este caso) no tengamos reparo en reunir
con nosotros en nuestros ayunos y plegarias, a judíos pecadores que estén con nosotros”. Al
explicar esta situación, cuyo origen se remonta al Talmúd Keritút 6b, Rabí Bajyéh destaca que la
participación de los pecadores arrepentidos en “nuestras reuniones de ayunos y de rezos”
contribuye a la glorificación de Dios. Si por el contrario, los pecadores se quedan aparte, esta
carencia se atribuirá a los justos, a causa del principio de la responsabilidad colectiva. Los
productos que componían el incienso son once en número, agrega Rabí S. Edels, de los cuales
diez exhalan un perfume agradable, mientras que el onceavo tiene un olor hediondo. Esto implica
la alusión, que la asociación con los pecadores no se debe realizar sino cuando existe un grupo
de diez fieles (Minyán). Es precisamente en ese momento que la presencia, aún de los pecadores
no arrepentidos, contribuirá a la glorificación de Dios.
CAPITULO XXXI
BETZALEL, HIJO DE URI, HIJO DE JUR. Betzalél fue el nieto de Jur y el bisnieto de Kalév,
jefe de la tribu de Yehudáh (Sanh. ibíd.). El primero se distinguió — a raíz de haber hecho el
“becerro de oro” — por el fuego sagrado, que lo llevó a una oposición irreductible al pecado de
idolatría. El tuvo que pagar con su vida su intransigencia. El segundo, casi fue lapidado por sus
hermanos por haberse opuesto a calumniar la Tierra Prometida, cuando la expedición de los
exploradores. Betzalél heredó el espíritu Divino y el fuego sagrado poseído por sus ancestros y
que no habían cesado de manifestar pese a peligrar sus vidas. Cf. Com. Exo. XXXV,30.
PORQUE ES ALGO SANTO. A semejanza de las otras Mitzvót, el Shabbat tiene en si mismo
su valor de santificación. El efecto moral y religioso de la Mitzváh no está ligado en absoluto a
los motivos racionales, simbólicos o místicos que se le atribuyen. El de naturaleza dogmática y
su poder santificador emana de la fuente Divina. Insistiendo un poco más en el hecho de que el
Shabbat debe consagrarse al Eterno, {kódesh la-Adonái} la Toráh parece poner en relieve su
carácter eminentemente religioso, en relación a sus aspectos sociales, económicos, pedagógicos
y sanitarios.
PARA VOSOTROS. Nuestros Sabios infirieron de este pronombre posesivo que el Shabbat no
debe prevalecer sobre los tratamientos médicos que hay que darle a una persona que padece de
una grave enfermedad que puede ocasionar la muerte. El Shabbat está allí: para vosotros, para
vuestra santificación, también su observancia no debe poner vuestra vida en peligro. “Profana
por él (por el enfermo grave) un Shabbat a fin de que pueda observar numerosos Shabbatot”
(Yomá 85b).
De esta manera la Toráh circunscribe en un mismo pasaje, dos casos límites de la observancia
del Shabbat. La construcción de lo más sagrado que existe en el mundo, el Santuario, es
reconocido como motivo válido de su profanación. Por el contrario, la intervención médica
necesaria para la curación de un Mermo que padece de una enfermedad grave, legítima su
profanación. Salvar la vida de una persona amenazada por la muerte es una Mitzváh cuyo
cumplimiento le permitirá “observar más adelante numerosos Shabbatot”.
18 – Y EL DIO A MOSHE. “La Toráh no guarda estricto orden cronológico”, observa Rashí. El
“becerro de oro” tuvo lugar mucho tiempo antes de que se ordenara el trabajo del Tabernáculo.
También este versículo, que está relacionado con este suceso, debía aparecer al final del capítulo
XXIV. Varios Maestros ven la sucesión de los eventos que siguieron a la Revelación bajo un
aspecto diferente, como se expuso en nuestro Comentario, al comienzo del cap. XXIV. De todas
maneras, nuestro versículo relativo a la entrega de las Tablas de la Ley a Moshé se determinó
aquí con la intención de hacer el prólogo de la historia del “becerro de oro”. Tal es la opinión
expresada por los Medrashím, destacando la magnanimidad del Eterno que entrega a Moshé Su
más grande tesoro, las Tablas de la Ley Escritas de Su propia mano, cuando al pie de la montaña,
el Pueblo infiel se entrega al culto de la idolatría. Este acto de generosidad encuentra su
explicación en la discreta alusión contenida en la palabra {kejalotó… cuando terminó}, y del que
Rashí hace mención. Al estar escrita sin Vav, esta palabra puede querer decir: como su novia.
Las Tablas de la Ley fueron entregadas a Moshé como un regalo de amor, a semejanza del regalo
que el novio ofrece a su novia. Es precisamente bajo esta atmósfera de profundo afecto que se
inicia el capítulo que relata el agravio de Israel. El amor de Dios resplandeció por encima de los
pecados de Su Pueblo. La setumáh (o) masorética de este versículo (y la ausencia de esta misma
pausa en el versículo siguiente) lo indica bien, e introduce el relato relacionado al cap. XXXII.
Cf. Com. XXIV,18.
CUANDO HUBO TERMINADO. Rashí: “La Toráh le fue entregada a Israel como una novia al
novio; porque en realidad el Pueblo no la pudo aprender toda en tan poco tiempo”. De este hecho
el Talmúd llega a la siguiente conclusión: El hombre debe estudiar siempre, aún si no posee los
dones necesarios, la inteligencia ni la memoria (‘Av. Zaráh 19a). Pues a aquel que se esfuerza
constantemente, a pesar de la carencia de aptitudes, Dios le otorgará finalmente la Toráh como
un don gratuito. Esto es lo que muestra el ejemplo de Moshé, a quien Dios quiso enseñar, en
cuarenta días la Toráh con todos los comentarios posteriores; ahora bien, este esfuerzo rebasaba
aún la capacidad de memorización de un Moshé. Por último, Dios le dio el don gracioso de la
Toráh con todo su contenido, como cuando uno colma de riquezas a un hombre que no hubiese
podido adquirirlas por si mismo. Este ejemplo está destinado a servir de lección a todos los que
por falta de capacidad intelectual suficiente creen que deben renunciar, desde el primer momento,
al estudio de la Toráh. Es por esto que en la plegaria cotidiana de la mañana, la primera bendición
sobre la Toráh se termina con “que enseña la Toráh, {ha-melaméd Toráh}, seguido de la segunda
que termina con {notén ha-Toráh}, “que da la Toráh”.
DE HABLAR CON EL. Rashí: “Esto nos enseña que Moshé oía de la boca del Todopoderoso, y
juntos repetían y repasaban la Halajáh”. Se concibe que Moshé, después de haber escuchado “las
leyes y los mandamientos contenidos en los capítulos de {Mishpatím} (Rashí), tardó en volver a
bajar de las alturas lugar ideal donde continuaba “repitiendo la Halajáh con Dios” y donde era
recibido como un novio bajo el dosel nupcial (Com. XXIV,18), para ir a juntarse con el mundo
vulgar de los hombres, con sus bajezas y sus mezquindades. Le costaba descender, y no se
resignaba a ello sino bajo la orden imperativa de Dios: {lej red… ve baja}. Este retraso semi-
voluntario debió ser la causa funesta del pecado del “becerro de oro”. Contrariamente al celo
relativo a su Pueblo, ya manifestado por Moshé en una ocasión anterior (Com. Exo. XIX,14), él
se dejó llevar por las circunstancias presentes a un desapego demasiado marcado.
TABLAS DE PIEDRA. El Arca Santa fue construida en madera, pero la Ley que ella
contiene fue grabada en piedra con el propósito de conferirle un carácter inmutable e
inalterable. ¿Que ser humano hubiese podido creer que estas Tablas, obra del Creador,
no durarían sin embargo el espacio de un día?
CON EL DEDO. La ley es una creación Divina, del mismo modo que los cielos, que son “la obra
de Sus dedos” (Salm. VIII,4) y da testimonio de Dios tan manifiestamente como los milagros en
Egipto que mostraban “el dedo de Dios” (Exo. VIII,15). Maimónides señala aquí la singularidad
que encontramos en la versión de Onkélos que, contrariamente a su costumbre de evitar todo
antropomorfismo, traduce aquí las palabras, “el dedo de Dios”, de una manera literal. “El quiere
decir con eso, que fue un instrumento creado por Dios el que grabó milagrosamente las Tablas”
(Guía de los Desc. I,66). Cf. Com. XXXIV, 27.
CAPITULO XXXII
1 – MAS COMO VIESE EL PUEBLO QUE MOSHE TARDABA MUCHO EN BAJAR
DEL MONTE, REUNIOSE EL PUEBLO ALREDEDOR DE ARARON, Y LE DIJERON:
“¡LEVANTATE Y HAZNOS UN DIOS QUE VAYA DELANTE DE NOSOTROS; QUE
EN CUANTO A ESTE MOSHE, EL VARON QUE NOS HIZO SUBIR DE LA TIERRA
DE EGIPTO, NO SABEMOS QUE SE HAYA HECHO DE EL!”
1 – QUE EN CUANTO A ESTE MOSHE. Rabí A. Ibn Ezrá y Rabí Yehudáh Haleví (Kuzári
I,97) admiten, que el Pueblo abandonado en la ignorancia de una duración prolongada de la
ausencia de Moshé, esperaba su regreso el mismo día de su partida. El se había ido,
efectivamente, sin llevarse ninguna alimentación. Pero esta versión contradice la enseñanza
contenida en Talmúd Shabbat 89a (y ya mencionada en nuestro Com. Exo. XXIV,12), según la
cual Moshé mismo le había informado al Pueblo de su ausencia de cuarenta días, agregando que
el regresaría durante las seis primeras horas del día. Pero hubo un malentendido (Cf. Rashí). El
Pueblo calculó el día que subió, en el número cuarenta, de modo que se desesperó por su retorno
cuando Moshé no volvía en la sexta hora del día cuarenta, que según la cuenta de Moshé, era el
trigésimono día. Asimismo, le fue fácil al espíritu del mal empujar al Pueblo al pecado, como lo
relata Rashí. El momento en el que todo un Pueblo se dispone a recibir las pruebas de la Alianza
de manos de Dios, es una hora de elección para las fuerzas del mal, con el fin de poner todo en
práctica para hacer fracasar la sublime empresa. El relato del “becerro de oro” representa la eterna
historia de la lucha despiadada entre el bien y el mal; los elementos endemoniados se empeñan
en “lanzar la confusión en el mundo”, y en reducir a la nada nuestros más dignos y nobles
proyectos en el momento supremo y decisivo en el que iban a llegar a un resultado. Estas
acechanzas muy a menudo son coronadas por el éxito, como fue el caso en el presente ejemplo.
Pero aquellos que están dispuestos “a seguir al Eterno, {mi la-Adonái elái}, no se dejan engañar
por las voces pérdidas, y la Toráh nos muestra aquí su triunfo final, mientras que los infieles y
los escépticos deben sucumbir. Sin duda, esta última prueba era necesaria en el momento de la
entrega solemne de las Tablas de la Ley. Las almas fuertes, dispuestas a todo sacrificio por la
causa sagrada, son evidenciadas en las grandes pruebas. Visto desde este ángulo, captaremos
mejor el sentido de la sentencia talmúdica que hace intervenir un factor providencial en el pecado
del “becerro de oro”: “Los judíos eran incapaces de adorar un becerro. Si fue, sin embargo,
erigido como ídolo, fue precisamente para mostrar el camino que conduce a Dios a todos los que
lo buscan” (‘Av. Zaráh 4b). Rabí Yehoshú'a Ben Leví, autor de esta sentencia, parece admitir la
existencia de un objetivo buscado conscientemente y que se realiza por encima de las artimañas
de los hombres. Estos permanecen plenamente responsables de sus actos, mientras que la
Providencia realiza a través de ellos su planes educativos. Una interferencia parecida, ya fue
señalada en otras circunstancias en nuestro Com. Gén. XXXVII, 1.
A semejanza de estos Maestros, Najmánides sostiene a su vez que los hijos de Israel no se
sintieron culpables en absoluto del pecado de idolatría. Analizando sus observaciones, que son
notablemente idénticas a las de Rabí A. Ibn Ezrá, Rabí E.E. Déssler concluyó que la ausencia de
Moshé suscitó en los hijos de Israel una nueva orientación de espíritu. Bajo el mando de Moshé,
ellos fueron elevados a un nivel de existencia nacional que transcendía las leyes ordinarias de la
naturaleza. Los milagros se sucedían y las exigencias repetidas de una vida santificada los había
mantenido en un estado de autodisciplina en todo momento.
Una vez que Moshé desapareció, ellos pensaron que no podrían asumir más el mismo grado de
santidad ni conservar, desde el punto de vista nacional, el régimen de carácter casi sobrenatural
que habían conocido hasta entonces. Por consiguiente, ellos se orientaron hacia una vida más
cercana a las contingencias naturales y a las normas generalmente aceptables por las naciones.
Esta posición significaba una decadencia, ya que constituía un debilitamiento en relación a las
alturas ideales que ellos habían alcanzado después de la salida de Egipto. Sin embargo, lejos de
ser un desafío hacia Dios, marcaba más bien la nueva línea de conducta que debía permitirle al
Pueblo, en ausencia de Moshé, mantenerse fiel al Eterno. El símbolo de este acercamiento del
nivel del orden natural, era la estatua del “becerro”. Este animal aparece en la Toráh como el tipo
característico del ganado bovino. El representa al buey, uno de los cuatro rostros que rodean la
Carroza Celestial en la visión del Profeta Yejezkél (I,10). Ahora bien, en el simbolismo de los
cuatro elementos de base que forman el soporte de la carroza donde reina el Rey del Universo, el
buey representa la fuerza elemental de la naturaleza. Es precisamente esta fuerza la que los hijos
de Israel quisieron erigir en realidad, no como ídolo sino como emblema de su nueva condición
nacional. Ellos pecaron por haber buscado, bajo el pretexto de la modestia, un modo de vida más
simple y más desprovisto de elevación del espíritu y del alma.
2 – Y TRAEDMELOS. El papel que desempeñó Aharón en el asunto del “becerro de oro” suscita
ciertas reflexiones. ¿Por qué siendo él, el jefe provisional no puede rebelarse abiertamente contra
el deseo del Pueblo? Es debido a que había visto, dirá Rashí más adelante, a su sobrino Júr
reprender al Pueblo y morir víctima de su furia. Aharón no quiso reiniciar una prueba inútil. La
Toráh no nos oculta nada de este [desagradable] suceso, cita Rabénu Ch. Ben ‘Attar, pese a que
ello supone una vergüenza para Israel. El pecado del “becerro de oro” no fue relatado sino para
revelar ante los ojos de las generaciones futuras el camino del arrepentimiento y del perdón
ampliamente abierto a toda comunidad que se hubiera equivocado (‘Av. Zaráh 4b). Rashí
indicará, sin embargo, en el vers. 5 que Aharón obedeció a una serie de diferentes motivos. Y el
Zóhar recalca además que él no supo protegerse de los artificios de brujería de los adivinos y los
astrólogos que habían seguido al Pueblo a su salida de Egipto, después de haber reconocido la
superioridad de Moshé sobre su poder mágico. Ellos intervinieron en el momento propicio, sin
que Aharón sospechara, y las prácticas de su ciencia oculta contribuyeron a la erección del
“becerro de oro”. Este surgió finalmente por los diversos medios que cita Rashí y sin que Aharón
haya participado. El vio entonces “que la obra de satanás había tenido éxito y no tenía más
argumentos para rechazarlos totalmente”. En el momento en que satanás advierte la
manifestación de una flaqueza humana, pone todo en acción para que el pecado se perpetre
completamente. Cf. Com. infra ver. 24.
4 – ESTOS SON TUS DIOSES. Rashí comenta: “Y no dice, estos son nuestros dioses. De aquí
se infiere que esa gente que se mezcló con el Pueblo al salir de Egipto fue la que se reunió y
presionó a Aharón, y ellos hicieron el becerro, y luego hicieron errar (pecar) a todo el Pueblo
detrás de ellos”. El Zóhar observa que el nombre Divino (Elo-kím} empleado aquí es el que los
egipcios conocían y a través del cual designaban al Ser Supremo, en calidad de Maestro de la
naturaleza, como se recalcó en nuestro Com. Exo. V,2. Moshé siempre había pronunciado en
Egipto el nombre (Haya-y-áh} que designa más peculiarmente el Dios de Israel. Desde que
Moshé hubo desaparecido, los egipcios recientemente convertidos y que Moshé mismo había
aceptado, contrariamente a la advertencia de Dios, manifestaron su descontento. Ellos nunca
gozaron de todos los derechos que poseían los judíos. Formaban la retaguardia del campo de
Israel, y la columna de humo Divina nunca se extendía hasta ellos. El maná no caía cerca de su
campamento, y recogían sólo aquello que les daban los judíos. Ellos se habían resignado hasta el
momento en que Moshé hubo desaparecido y entonces levantaron su voz para reivindicar sus
derechos; quisieron ser judíos por completo. O formamos todos una sola Nación, dijeron ellos, o
queremos a alguien “que marche delante de nosotros” — tal como vosotros tenéis las columnas
de humo que marchan delante de vosotros. Aharón rehusó integrarlos completamente puesto que
no poseían aún la fuerza de convicción ni la fidelidad hacia todas las pruebas exigidas del Pueblo
Judío. Más vale, decía él, mantenerlos a distancia hasta el regreso de Moshé. Su intención era
buena y sin embargo fabricaron una estatua representado un dios que marcharía delante de ellos.
Numerosos judíos se asociaron a ellos en lo íntimo de sus corazones, y es por esto que Moshé
tuvo que proceder a una rigurosa depuración cuando se dio cuenta de este abandono.
5 – Y VIENDO ESTO AHARON. Rashí cita aquí varios motivos que tienden a explicar la actitud
de Aharón. Uno de ellos, adoptado por Lev. Rabbá cap. 10, refleja en especial el drama interior
que se desarrolla en el alma de Aharón. En el conflicto entre la obediencia rigurosa de la palabra
Divina y las amenazas de un pueblo desencadenado, que acababa de abatir a su sobrino Júr, él
escogió tomar para sí el pecado antes que permitir que el Pueblo lo cometiera. Eso se parece,
agrega el Medrásh, a un príncipe que en un ataque de desafío y de arrogancia, dirige su arma
contra su padre. Al ver este gesto, su Maestro se precipitó y gritó: No toques a tu padre, dame tu
arma y déjame ejecutarlo. El rey, quien había observado esta escena se dirige entonces a su
preceptor: Comprendí cuales fueron tus intenciones. Tú pensaste: más vale que el acto de
insubordinación sea cometido por mí que por el hijo del rey. También tú serás recompensado por
tu devoción hacia mi hijo y tu desinterés por tu propia persona. Así es como actúa Aharón; él
aceptó sacrificar la salvación de su alma por el bienestar del Pueblo y de su salud moral. Esta
forma de sacrificio es de las más sublimes que uno se pueda imaginar, junto a aquella citada en
nuestro Com. Gén. XXII,20, donde un hombre asume los sufrimientos destinados originalmente
a los otros. Y el Medrásh nos describe cómo Aharón fue recompensado en gran forma por su acto
de abnegación. Ver a propósito el Com. Lev. VII,34.
EL CONSTRUYO UN ALTAR DELANTE DE EL. “Un bandido a mano armada recorría las
calles, atacando y matando a los transeúntes. Un militar de alto rango responsable de la región
consiguió que el rey atravesara dicha región en su carroza, rodeado de la guardia real. Cuando el
bandido se dio cuenta que la majestad real venía hacia él, dio media vuelta y se escapó a todo
correr. Aharón empleó la misma estrategia cuando vio el espíritu del mal dar rienda suelta y
propagarse. Hizo surgir delante de él, el altar de la Majestad Divina y la acción del mal se detuvo
de golpe gracias a esta aparición. Por eso, este altar consagrado a la gloria del Eterno {Jàg la-
Adonái majár… fiesta para el Eterno mañana) continuó intacto hasta que Moshé hizo destruir la
estatua del “becerro de oro” (Zóhar).
De esta manera, la pureza de las intenciones de Aharón se realza con insistencia, y algunos de
nuestros Maestros llegan a ver en su devoción hacia el Pueblo un acto altamente meritorio, como
se observó antes. Pero la opinión más general continúa siendo que a pesar de sus buenas
intenciones Aharón contribuyó prácticamente a desmoralizar al Pueblo, permitiendo que sus
dudas y sus sentimientos rebeldes se cristalizasen bajo la forma de un ídolo. El fue inducido, a
pesar de todo, a dar una concesión de mucho peso para el Pueblo y este error no se le pudo
perdonar. El conflicto trágico entre la buena voluntad y la mala acción ya apareció en otras
circunstancias (Com. Gén. XIX,32). Por cierto, no le corresponde al hombre constituirse en
calidad de juez, y será Moshé finalmente quien pronunciará la última palabra. Cuando al final de
sus días él hizo el balance de los eventos del pasado, formuló esta sentencia concerniente a la
actitud de Aharón en el asunto del “becerro de oro”: “También con Aharón habíase airado Adonái
y lo quiso exterminar, por lo que oré también por Aharón” (Deut. IX,20). Rashí señala que la
muerte de los dos hijos de Aharón, culpables por lo demás de ciertos pecados cometidos por ellos
mismos, fue consecuencia de la ira Divina. En cuanto a Aharón mismo, él no pudo borrar de su
conciencia el recuerdo de la horrible escena donde el “becerro de oro” se había formado entre
sus manos. El día en que tuvo que acercarse al Altar del Tabernáculo para su inauguración,
Aharón se estremeció. La vista del Altar con sus esquinas [con forma de asta] le recordó
súbitamente la visión del “becerro de oro”. Moshé también tuvo que prodigarle palabras de
estímulo (Rashí Lev. IX, 7) para que accediera a ejercer su vocación de Sumo Sacerdote. Y el
primer sacrificio que tuvo que ofrecer en calidad de sacerdote fue un becerro, para hacer saber,
dirá Rashí: “que el Santo, Bendito sea El, lo absolvía con este becerro del pecado del “becerro
de oro” que él había cometido” (ibíd. vers. 2). El mismo día que perdió a sus dos hijos fue para
él, el Día del Perdón.
SE HA CORROMPIDO TU PUEBLO. Rashí: “No dice: el Pueblo, sino tu Pueblo; toda esa gente
extraña que se unió a vosotros al salir de Egipto y que recibiste y convertiste sin consultarme, y
pensaste: es bueno que extraños se adhieran al Espíritu Divino; ellos corrompieron e hicieron
corromper”. Los Medrashím indican cómo Moshé salió de inmediato en defensa del Pueblo
recordando que eran la herencia de Dios, sin distinción entre buenos y malos. Aún más, si nos
atrevemos a decir, él culpa al Eterno al replicarle que “El mismo era la causa del pecado de
Israel”, como lo percibe Rashí en el vers. 31: “Ya que Tú les diste en abundancia todo el oro y
todo lo que ellos deseaban. ¿Qué otra cosa podían hacer sino pecar? Lo que se parece a un rey
que daba a su hijo de beber y de comer, que lo cubría de joyas y le colgaba una bolsa al cuello
poniéndolo delante de la puerta de una casa de prostitución. ¿Qué hará el hijo sino pecar?” Al
final, y gracias a la insistencia de Moshé, el Eterno le concedió que el Pueblo continúe siempre
siendo suyo, como lo hace resaltar la frase: “El Eterno revocó la desgracia que había proclamado
infligir a Su Pueblo”.
9 – Y HE AQUI QUE ES PUEBLO DE DURA CERVIZ. Cf. Com. Gén. XXVI,3. Sefórno
explica: “Su nuca es como una barra de hierro. Ellos se niegan a escuchar a quienes
los reprenden, de manera que no hay esperanza de arrepentimiento”. La Toráh
demuestra, sin embargo, que el Pueblo manifestó su sincero arrepentimiento (infra
XXXIII,4). Pero para obtenerlo, fue necesario, responde Rabí E. Déssler, la
manifestación espantosa de cólera Sagrada por la cual Moshé quebró las Tablas de la
Ley al pie de la montaña (I, pág. 63).
10 – Y AHORA, DEJAME. Rashí: “Aún no oímos que Moshé hubiera rogado por ellos, y Dios
ya le dice: ¡Déjame! Es que en realidad, por medio de esta expresión le sugirió y le hizo saber
que todo dependía de él; si ruega por ellos no los exterminará”. Aquí vemos el mismo principio
que ya se nos había manifestado a raíz de la destrucción de las ciudades de Sedóm y ‘Amorah,
donde el aviso anticipado del Eterno a Abrahám, parecía ser una invitación para él, para interferir
en favor de sus semejantes (Com. Gén. XVIII,23). “El Eterno desea que los justos oren por la
salud ajena” (Yeb. 64a). El educa así a los hombres, a ayudarse entre sí fraternalmente, no sólo
en el plano de ayuda económica, sino en el de la defensa moral delante de Dios. La forma sobre
la cual la Toráh presenta aquí, el discurso de Dios dirigido a Moshé, destaca que la meta buscada
no podía ser otra que la de suscitar la oración de Moshé con miras a pedir gracia y clemencia
para su Pueblo, apoyándose en argumentos objetivos y en circunstancias atenuantes. Toda la
historia del “becerro de oro” nos muestra, por otra parte, de una manera patente el ejemplo de la
solicitud y la aflicción que el jefe responsable debe manifestar por su Pueblo.
YO LOS ANIQUILARE. Ver las reacciones de Moshé en comparación con las de Nóaj
y las de Abrahám en nuestro Com. Gén. XVIII, 23.
Moshé se enfermó (de agotamiento — había orado tanto). Cf. Ber. 32a. Cuando Moshé hubo
escuchado la sentencia Divina: “Mi cólera estallará contra ellos y los destruiré”, él intercedió de
inmediato, aún mismo antes de bajar de la montaña según la orden de Dios. El no quiso perder
un minuto y tomar el riesgo de abandonar al Pueblo a la ira del Eterno durante su descenso. ¡Esta
tesis está apoyada por Najmánides contra la opinión de Rabí .4. Ibn Ezrá quien sitúa la oración
de Moshé después de la desaparición del ídolo del campamento de Israel). Rabí Abahú decía: ‘Si
eso no se dedujera de un versículo de la Toráh, no nos atreveríamos a expresarlo. Moshé agarró
al Eterno como un hombre agarra a su allegado de la ropa y le dice: Amo del Universo, de ningún
modo Te dejo antes de que los hayas perdonado y absuelto” (Ber. ibíd.).
QUE TU HICISTE SALIR DEL PAIS DE EGIPTO. Al estudiar de cerca la plegaria de Moshé,
constatamos que sus tres versículos corresponden a tres argumentos diferentes. En primer lugar,
Moshé defiende las circunstancias atenuantes. “El Pueblo acaba de salir de Egipto, país lleno de
ídolos y experto en todas estas abominaciones…y los egipcios adoraban los becerros (bajo la
forma de la divinidad llamada Apis), los hijos de Israel aprendieron de ellos. Por otra parte, ellos
no deseaban abandonar el país. Dios los hizo salir contra su voluntad con Su gran poder y Su
brazo extendido. Ahora bien, si Tú los hiciste salir de ese medio idólatra, ¿por qué Tu cólera se
enciende cuando ellos vuelven a sus antiguas costumbres?; el hábito se volvió para ellos una
segunda naturaleza que es la que los lleva a actuar de este modo, y no se trata de una nueva
iniciativa” (Don I. Abarbanel).
CON GRAN FORTALEZA. La magnitud de la fuerza Divina se manifiesta, como resulta del
pasaje relativo a la historia de los exploradores (Núm. XIV,17), por el predominio de los atributos
del amor, de la magnanimidad y de la indulgencia sobre los de la justicia rigurosa y la venganza,
{ve ‘atá yigdál ná kóaj… y ahora que crezca la fuerza}. Al invocar, en esta hora crítica, la
magnitud de la fuerza Divina, {be-kóaj gadól}, bajo los auspicios de la cual se efectúa la salida
de Egipto, Moshé invita de alguna manera al Eterno a mostrarse magnánimo hacia el grave
pecado de los hijos de Israel.
12 – ¿POR QUE HAN DE DECIR LOS EGIPCIOS: “LOS SACO CON MALA
INTENCION, PARA MATARLOS EN LAS MONTAÑAS Y PARA EXTIRPARLOS DE
SOBRE LA FAZ DE LA TIERRA?” ¡AQUIETA TU COLERA Y REPRIME TU IMPULSO
DE CASTIGAR A TU PUEBLO!
12 – ¿POR QUE HAN DE DECIR LOS EGIPCIOS? El segundo argumento que Moshé tiene en
cuenta es el {jilúl ha-Shém}, la profanación del Nombre Divino, que el aniquilamiento del Pueblo
causaría en medio de las naciones enemigas. Este argumento pesa en la balanza de la justicia
Divina, aún si el castigo previsto fuese bien merecido. La importancia atribuida al temor de ver
el Nombre de Dios profanado entre las naciones aparece especialmente en el discurso del Profeta
Yejezkél (XXXVI,20-23). Ver Com. Exo. V,22 sobre el acento tónico de las dos palabras
{Lamah} en los vers. 11 y 12.
CON MALA INTENCION. Cf. Com. Exo. X,10.
Y TODA ESTA TIERRA. Moshé reúne en una misma frase el recuerdo de los Patriarcas y de la
Tierra Prometida, tal como el Eterno mismo le muestra el ejemplo, nombrando los diversos
motivos específicos para honrar a los hijos de Israel (Lev. XXVI, 42). Su apego por la tierra de
los antepasados forma parte de estos motivos, así como aparece en esta sentencia del Salmista:
“Levántate, {atá takúm}, compadécete de Tziyón, porque es tiempo de ser benevolente con ella,
pues ha llegado el tiempo fijado. Por cuanto Tus siervos se complacen en sus piedras, y aman su
polvo” (CII,14-15).
15 – ESCRITAS POR AMBOS LADOS. Rashí observa: “Las letras se podían leer por ambos
lados; era cosa de milagro”. Las opiniones sobre la forma en que los Diez Mandamientos estaban
escritos sobre las Tablas son compartidas. Se trataba de un grabado calado, que penetraba todo
el espesor de las Tablas; ¿era un grabado ordinario, repetido sobre cada lado, o hay que admitir
que las Tablas eran dos piedras preciosas y transparentes? Sea lo que fuere, Rabénu Bajyáh Ibn
Pakúda estima que las dos caras de las Tablas de la Ley son simbólicas de los “dos lados” que
caracterizan las palabras Divinas, el lado “descubierto”, {nig-làh) y el lado que se mantiene
“oculto”, {nis-tár}, a los ojos de la mayoría de los mortales. Las palabras que emanan de Dios
poseen estos “dos lados”. Estas se parecen, como lo expresa el Rey Shelomó, a “manzanas de
oro en canastillas de plata” (Prov. XXV,11).
16 – Y LAS TABLAS ERAN LA OBRA DE DIOS. Eso significa, explica Maimónides, que ellas
eran una creación de la naturaleza y no del arte (es decir, una obra creada al mismo tiempo que
todas las otras obras de la Creación y no una obra recientemente producida en determinado
momento, como las cosas artificiales).
Pues todas las cosas naturales son llamadas obra de Dios, por ejemplo “Cuántas son las cosas
que has hecho, oh Eterno, todas las has hecho con sabiduría” (Salm. CIV,24; así como CVII,24).
Igualmente, cuando decimos “una Toráh de Dios”, es evidente que se le atribuye la Toráh a Dios
y por eso se dice aquí “del dedo de Dios”, o cuando decimos, hablando del cielo “obra de Tus
dedos” (Salmos VIII,4), aunque se diga claramente que el cielo fue hecho por la palabra del
Eterno (ibíd. XXXIII, 6). Queda claro por tanto que la expresión: del dedo de Dios, equivale a
(escritas) por la palabra de Dios, es decir, por la voluntad y la intención de Dios (Guía I,66).
Maimónides expresa aún más su asombro a propósito de Onkélos que traduce literalmente las
palabras: escritas por el dedo de Dios (XXXI,18), contrariamente a su método habitual, buscando
siempre hacer desaparecer en su versión (Caldea), los antropomorfismos del texto hebreo. El “no
sabe lo que le indujo” a esta singularidad y supone que en el pensamiento de Onkélos las palabras
“dedo de Dios” designan un instrumento que graba milagrosamente sobre las Tablas los
mandamientos Divinos, y que tal como ellas, formaba parte de las obras de la Creación.
GRABADO SOBRE LAS TABLAS. Rabí Yehoshú'a Ben Leví decía: No leas {jarút} (con
Kaméts): grabado. sino {jerút} con Tzeré que significa: libertad. Las dos palabras se escriben
con las mismas consonantes y está concordancia nos sugiere la conclusión: el único hombre
verdaderamente libre es el que estudia las palabras grabadas sobre las Tablas (Avót VI, 2). Ya
hemos mostrado cuando se habló de la Revelación en el Sinái, los medios que la Toráh emplea,
en los diferentes dominios de la existencia, para lograr el ideal de libertad. Cualquiera que se deje
guiar enteramente por ella, se libera de las cadenas de la materia y se eleva por encima de las
contingencias terrestres (Cf. Com. Exo. XIX,19).
17 – OYO LA VOZ DEL PUEBLO QUE GRITABA. La palabra {be-ra'áh} es de la misma raíz
que la que forma la palabra {teru'áh} (Rabí Ibn Ezrá). Ahora bien, en el pasaje de Números X, 9
leemos que ese tipo de sonido señalaba antiguamente la partida a la guerra, pero Josué pensaba
que se trataba de una batalla que había estallado en el interior del campo de Israel entre los fieles
a Dios y los infieles. En seguida Moshé le respondió: No es ni una voz que clama victoria, ni una
voz que anuncia la derrota, sino “una voz de blasfemias y ofensas que afligen el alma del que las
escucha, (aun cuando) se las relataron (solamente)” (Rashí). Moshé se preguntaba a sí mismo:
¿Un hombre que va a estar a la cabeza de sesenta miríadas de judíos no puede distinguir entre
una voz y la otras? El jefe responsable debe saber discernir los más mínimos matices entre las
voces que se elevan del Pueblo. El se vio obligado, por segunda vez, a corregir a su discípulo
Yehoshú'a cuando Eldád y Medad profetizaron en el campamento, y éste le dijo a Moshé: Mi
amo, impídeles. Moshé le respondió: ¡Tú tienes demasiado celo por mí! Quiera el Cielo que todo
el Pueblo de Dios estuviera compuesto de profetas (según Ecl. Rabbá, cap. 9).
19 – Y VIO EL BECERRO Y LAS DANZAS. “Cuando el Eterno le dijo a Moshé: Ve, desciende,
pues tú Pueblo se ha pervertido, éste tomó las Tablas de la Ley pero no pensó que los hijos de
Israel se habían entregado al pecado. El se decía a sí mismo: No lo creo, si no lo veo con mis
propios ojos. Y él no quebró las Tablas sino después de haber visto el becerro y las danzas. ¿Es
posible que Moshé no haya creído en la palabra Divina? Desde luego que sí, pero él quiso dar el
ejemplo a los hijos de Israel de no aceptar el testimonio de un sólo testigo, cualquiera que fuere,
antes de haber visto con sus propios ojos” (Exo. Rabbá cap. 46).
SE ENCENDIO LA IRA DE MOSHE. ¿Se puede explicar el gesto de Moshé como resultado de
una cólera espontánea? ¿O acaso esta cólera era el resultado de una reflexión, tal como Rashí lo
insinúa invocando al Talmúd (Shabbat 87a)? ¿O acaso hay que admitir que Moshé actuó ya sea
bajo órdenes o con la aprobación del Eterno? Todas estas hipótesis han sido consideradas en las
fuentes del Medrásh y del Talmúd.
Las opiniones concernientes a las Tablas de la Ley son igualmente divergentes. ¿Fueron lanzadas
a tierra por Moshé en un acto de extrema indignación? suscitando “el escape de las letras” que
ellas contenían y que continuaron, debido a su origen Divino, a elevarse en el espacio. ¿O, se
escaparon de las manos de Moshé porque las letras se habían elevado ellas mismas a la cercanía
del campo mancillado por el “becerro de oro” y repentinamente se volvieron pesadas como un
cuerpo sin alma?
Sea lo que fuere, el acto de Moshé está considerado como uno de los más decisivos entre todos
los que realizó en el transcurso de su vida. Cuando al final del Pentateuco, la Toráh magnifica en
un breve resumen la Profecía de Moshé, el supremo elogio será consagrado, según la explicación
de Rashí, al acto en el que Moshé “impulsado por su corazón, rompió las Tablas de la Ley ante
los ojos de todo Israel” (Deut. XXXIV, 12). Este acto aparece así como el punto culminante de
toda su existencia, y el Eterno mismo exclamó: ¡Bienaventurado seas por haberlas roto! (ibíd.).
Evidentemente Moshé había realizado un prodigioso trabajo educativo al elevar el antiguo Pueblo
de esclavos al rango de un “Pueblo de Sacerdotes y un Pueblo Santo”. Pero el gesto de furia
aterrador, en el que no duda en romper las Tablas que acababa de recibir de manos de Dios, obró
todavía más sobre el alma del Pueblo que todos los discursos, los sermones, los milagros y aún
las pruebas que experimentó en el pasado. Sucede que un gesto enérgico, asestado con fuerza y
autoridad por el jefe responsable, tiene un efecto saludable que supera cualquier medida de orden
y de disciplina. La vista de los restos de las Tablas de la Ley al pie de la montaña le hizo tomar
al Pueblo conciencia de su vergüenza y de su traición. El acto de furia del jefe logró restablecer
en un abrir y cerrar de ojos una situación comprometedora en extremo, y Moshé, quien juzgó esta
lección indispensable en un momento particularmente crítico, encontró en ello la justificación de
un acto que en cualquier otra circunstancia se habría considerado como gravemente
blasfematorio. Pues, “quien borre o destruya uno de los nombres que designan al Eterno” se
vuelve culpable y está sujeto a un castigo. Ahora bien, las Tablas de la Ley contenían varias veces
el Nombre Sagrado. Tal como declara al respecto Rabí Shim'ón Ben Lakish “que [a veces] un
acto de destrucción (o de supresión) se vuelve un acto de restauración, {bituláh shel Toráh zeh
hu yesodáh} (Men. 99b). De allí, el homenaje que el Eterno rindió a Moshé.
EL ARROJO LAS TABLAS DE SUS MANOS. Ante el hecho que las Tablas se encontraban
entre las manos de Moshé y que, por otra parte, le hayan sido cedidas por el Eterno, Rabí
Yishma'él concluye: Las mismas tenían una longitud de seis palmos y una anchura de tres palmos.
Moshé tenía dos palmos de la longitud en sus manos, el Eterno tenía dos, y quedaba en el medio
un espacio de dos palmos. Fueron las manos de Moshé las que dominaron, agarró entonces las
Tablas y las rompió (Cf. Tos. Men. ibíd.). Este Medrásh ilustra bajo una forma alegórica, escribe
el Maharál, el conflicto histórico de lo eterno y lo temporal, como el de lo ideal y lo real. Al
proclamar el Decálogo en el Monte Sinái, el Eterno “había comenzado a revelar Su ser a los
hombres”. De parte de la Divinidad, este acto implicaba la posibilidad de hacer reinar en la tierra
la verdad, la santidad, en otras palabras, lo ideal. Pero Moshé no poseía sino “el primer tercio”
de la Toráh. El permaneció aún en el Monte Sinái donde había subido con el propósito de recibir
de las manos de Dios el conjunto de la Toráh. El tercio que Moshé tenía entre las manos
representaba la parte más santa, pero existía entre los dos un margen formado por el lazo de unión
entre los grados inferiores y superiores de la verdad y de la santidad. Y cuando los hijos de Israel
se entregaron al pecado, en el momento mismo en que el conjunto de la Toráh debía serles legada,
el conflicto estalló en las alturas del Sinái. ¿Tan infiel era el Pueblo que fue incapaz de realizar
el ideal sobre la tierra? A pesar de todo, Moshé conservó intacta su fe en el Pueblo. Esta lo hizo
triunfar contra los argumentos de todas las fuerzas adversas reunidas en el Tribunal Celestial, y
él trajo victoriosamente las dos Tablas de la Ley. Es cierto que las rompió tan pronto como vio
el becerro y sus danzas, pero el Eterno le perdonó su acción y le entregó las segundas Tablas de
la Ley.
EL LAS ROMPIO. El las pudo devolver y depositarlas en el lugar donde las recibió, o las pudo
haber enterrado en la tierra, tal como se hizo mas adelante a raíz de los objetos sagrados que el
Pueblo no merecía conservarlos más. Pero él las rompió, y los restos fueron colocados en el Arca
Santa, al lado de las nuevas Tablas de la Ley. Sin duda, Moshé quiso que esas reliquias
permanecieran cerca de los hijos de Israel como recuerdo de sus errores y de sus graves
consecuencias.
21 – ¿QUE TE HIZO ESTE PUEBLO? Rashí explica: ¡Cuántos sufrimientos te infligieron para
que no hagas recaer este pecado sobre ellos! Pero Najmánides da una interpretación diferente:
¿Qué tan grave es lo que te ha hecho este Pueblo que lo hayas conducido casi al borde de la
aniquilación? ¿Cómo pudiste cometer el pecado de engañar a este Pueblo (como lo habría hecho
un enemigo), cuando él no te ha hecho ningún mal? Moshé cuida con estas palabras el honor de
su hermano del cual conocía su buena fe y su total fidelidad a Dios. El, no le reprocha de haber
sometido él mismo un pecado, sino solamente de haber hecho al Pueblo culpable de un pecado.
En realidad, el principal reproche en contra de Aharón es de no haber rechazado las exigencias
del Pueblo con suficiente firmeza.
AL MAL {BER'A}. Estas son las mismas letras que forman la palabra {érev}, alusión a
la “mezcla” de la muchedumbre pagana que fue el origen del abandono.
Esta observación de Rashí está relacionada con su explicación supra vers. 4, donde cita las dos
opiniones del Medrásh. Según la primera, fueron los hechiceros que formaban parte de la turba
de antiguos paganos de Egipto, quienes con su práctica de brujería dieron al metal fundido la
forma de un becerro; según la segunda, este resultado se obtuvo por la “placa de Mijá” que llevaba
el Nombre Divino y sobre la cual Moshé había escrito: ¡Sube, buey! ¡Sube buey! para hacer
remontar del Nilo el ataúd de Yoséf comparado a un buey, Deut. XXXIII,17). Mijá (un idólatra,
ver Jueces XVII) lanzó la placa en el crisol y de allí salió un becerro novillo). Sin embargo, estos
artificios no se habrían logrado sin la ayuda de ciertas circunstancias mencionadas en nuestro
Com. supra vers. 2. Igualmente, para evitar cualquier conclusión errónea sobre el valor real de la
brujería, este pasaje del relato del “becerro de oro” no deberá ser interpretado en público.
También para cuidar así el honor de Aharón al acusarse a sí mismo para responder a los reproches
de su hermano (Meg. 25b).
QUE SEA DE PARTE DE ADONAI. En esta exclamación se sobrentiende, según Shemuel Ben
Najmáni: Quien no tenga (absolutamente) nada que ofrecer al becerro que venga a mí. Sólo,
explican nuestros Maestros, aquellos que quieran servir exclusivamente a Dios y que se sientan
en perfecta comunión en corazón y en espíritu con El, que vengan a Mí. En efecto, las funciones
de justicieros que iban a confiarse a la élite de los fieles, exigía personas puras, cuyo amor a Dios
y total desinterés se manifestaban ante todos. Quien quiera pretender querer vengar el honor del
Nombre de Dios “sacrificando a su hermano, a su amigo o a su padre”, debe tener plena
conciencia de que actúa solamente por amor a Dios. Quizás es a causa de esta condición muy
personal asociada al castigo de los culpables, que ninguna orden formal que emana de Dios y
relativa a esta acción justiciera le haya sido dada a Moshé. Cada uno debe saber en su fuero
interno si es digno de ser el vengador de Dios.
TODOS LOS HIJOS DE LEVI. Rashí: “De allí sabemos que toda la tribu se mantuvo
fiel”. Cf. Com. Gén. XXIX,34. Miembros de otras tribus vinieron también a juntarse a
Moshé, pero la tribu de Leví, de la cual Moshé era descendiente, fue la única que se
presentó en pleno.
27 – ASI DIJO ADONAI, DIOS DE ISRAEL. Esta fórmula solemne no se vuelve a encontrar
sino una sola vez más en boca de Moshé, cuando, al presentarse por primera vez delante del
Faraón, anuncia su misión de liberar a Israel. Aquí la fórmula parece querer indicar que el Eterno
continúa siendo el Dios de Israel bajo cualquier circunstancia, incluyendo de los pecadores,
incluso si El aparece como su juez implacable. No obstante, Najmánides recuerda que el Nombre
Divino {Elo-him} designa, de una manera más particular, al atributo de justicia {Midát ha-Dín}
que apela a los Levitas, y es precisamente a ellos que corresponderá la tarea de defender el
derecho y la justicia en Israel con una devoción sin reserva. Moshé les recordará en un momento
decisivo que su misión les fue confiada por {Elo-hé Yisraél… Dios de Israel} (Núm. XVI,9), y
les repetirá en su último discurso que ellos fueron nombrados para que sean “los guardianes de
la Alianza” (Deut. XXXIII, 9).
PONED CADA UNO SU ESPADA. ¿Cuándo dijo eso? se pregunta Rashí. Se expresa en la
sentencia Exo. XII,20: Quien sacrifique a las divinidades será condenado a muerte, como lo
indica la Mejiltáh. Según esta explicación, no se trataría de una orden especial recibida de Dios,
sino que Moshé habría actuado siguiendo la Ley, conforme a un mandamiento precedente
ordenado y empleado en los tribunales, con testigos y todo el cuerpo jurídico. Las palabras: Pasad
y volved, comprenden la exhortación a los Levitas de proceder con encuestas minuciosas yendo
de un tribunal al otro (pues los jueces se reunían en “los portales”), mientras que Moshé se situó
“en el portal del campo” como Presidente del Tribunal Supremo. Esta opinión es similar a la de
Leví en el Tratado Yomá 66b y citada por Rashí vers. 20, según la cual los castigos se
diferenciaban de acuerdo a la naturaleza del pecado: para aquellos que habían pecado después de
una advertencia previa y en presencia de testigos, se le aplicaba la muerte por la espada; allí
donde hubo testigos pero no hubo advertencia, la muerte por epidemia; allí donde no hubo ni lo
uno ni lo otro, era la muerte por hidropesía. Najmánides estima, sin embargo, que no pudo haber
habido una advertencia en buena y debida forma teniendo en cuenta el número considerable de
pecadores. Es por esto que Moshé ordenó a los hijos de Leví de ceñir su espada, conforme a la
norma de nuestros Maestros: Si tú no puedes ejecutar al malhechor de la forma prescrita por la
ley, ejecútalo de cualquier otra forma. Se trataba, en efecto, de una situación de apremio que
exigía una decisión ad hoc, {horaát sha`à}, con miras al cumplimiento de un {Kidúsh ha-Shém…
Santificación del Nombre de Dios}; los hijos de Leví sabían de hecho que sus víctimas habían
adorado el “becerro de oro”. La frase de Moshé: Así habla el Eterno, etc., corresponde a una
Mitzváh no consignada en el texto, que el Todopoderoso habría dado a Moshé cuando El se
retractó en Su decisión de exterminar a todo el Pueblo. Pero la referencia al mandamiento: “Quien
sacrifique a las divinidades será condenado a muerte”, carece de fundamento, ya que no se trata
aquí de criminales condenados por un tribunal. Una opinión bastante divergente es expresada, no
obstante, por el autor anónimo del Taná Debé Eliyáhu. El “llama como testigos al cielo y la
tierra” de que Moshé actuó aquí de por sí, pero que quiso, para realizar la depuración
indispensable, cubrirse de autoridad Divina. Igualmente proclama: así habla el Eterno, etc., con
la intención secreta de obtener el perdón para el Pueblo demostrando que el número de víctimas
culpables del pecado no representaba sino una ínfima minoría. Esta concepción parte del -arto de
vista que le corresponde a los hombres y no a Dios de tomar la iniciativa de castigar a aquellos
que Lo han ofendido y que han cometido un acto de {jilúl ha-Shém… profanación del Nombre
de Dios}. Y el Rabí Arié L. de Gúr agrega que la fórmula {ko amar Adonái… así dijo Dios)
empleada aquí, en contraste con aquella más precisa de {ze hadavár… ésta es la casa o la palabra}
(que es característica de la Profecía de Moshé, como lo señala Rashí en Números XXX,2), recalca
que Moshé no tenía una orden formal proveniente de Dios. El interpretó por iniciativa propia la
voluntad Divina. El adverbio {kó} es en efecto, respecto al pronombre demostrativo {zeh} lo que
la Ley Oral {Toráh she-be'ál pe} es a la Ley Escrita, {Toráh she-bij-táv), es decir la interpretación
con relación a la palabra directa.
Y MATAD, AUNQUE SEA CADA UNO A SU HERMANO. Rabí Yehudáh decía: La tribu
de Leví nunca se entregó a la idolatría. Asimismo, ningún hermano de un Levita ha sido
muerto. Pero se trata de un hermano de la misma madre (aunque no de padre), el cual
es Israelita.
29 – CONSAGRAOS HOY A ADONAI. Rashí explica: “Vosotros, los que los matáis, de este
modo os educáis para ser sacerdotes ante Dios, puesto que cada uno de vosotros os habéis
consagrado por su hijo y por su hermano (que habéis matado por su infidelidad)”. Todavía en el
ocaso de su vida, Moshé recordará: “Dios escoge a los hijos de Leví en el primer año de la salida
de Egipto, cuando vosotros cometisteis el pecado del “becerro de oro” y en el que los hijos de
Leví no participaron” (Deut. X, 8). Hasta aquí los primogénitos habían ejercido el sacerdocio,
pero no se habían incorporarse al llamado solemne de Moshé. Desde entonces, los hijos de Leví
los reemplazaron; finalmente fueron calificados para servir a Dios por su acto de devoción
incondicional, que ponía el amor a Dios por encima de cualquier otro sentimiento afectivo.
¿Acaso, el nombre {Leví} no significa: aquel que acompaña a Dios, siempre y en todo lugar?
PARA QUE EL OS DE HOY SU BENDICION. La tribu de Leví supo merecer por su acto de
devoción la bendición que le había sido negada antaño por su antepasado Ya'akóv, como se indicó
en Com. Gén. XLIX,5. Esta se vio rehabilitada completamente después de varias generaciones,
y Moshé no dejará de confirmar formalmente esta bendición en sus últimas disposiciones al
evocar el recuerdo de la actitud de la tribu con motivo del “becerro de oro” (Deut. XXXIII, 9-
11).
ESTE PUEBLO QUE COMETIO EL GRAN PECADO. En verdad, Moshé ya había intercedido
para obtener la revocación de la amenaza de exterminación. Pero él esperó, para implorar el
perdón general, que el objeto del pecado haya desaparecido completamente del medio del Pueblo.
Tal debe ser, destacan nuestros Sabios, la regla general que debemos adoptar para nuestras
plegarias al Eterno.
33 – AL QUE HAYA PECADO CONTRA MI. Rabí Leví, citado en Lev. Rabbá cap. 7, relaciona
esta respuesta a Aharón, quien se sintió culpable a raíz de la fabricación del “becerro de oro”. El
fue borrado del libro de Dios en el sentido que su nombre no figura en la Sidrá de {Vayikrá}. No
se trata sino de {bené Aharón… los hijos de Aharòn}, que es a lo que Moshé hace alusión
posteriormente en esta frase: “La cólera del Eterno estalló terriblemente contra Aharón y quiso
hacerle desaparecer. A la sazón yo intercedí por Aharón también (Deut. IX, 20).
35 – HIRIO ADONAI AL PUEBLO. El texto emplea aquí el Nombre Divino {Haya-y-áh) mis
que designa el atributo de amor {Midát ha-Rajamin} en relación a un castigo. Un ejemplo
análogo ya fue citado en Com. Gén. XIX,24 cuando la destrucción de la ciudad de Sedóm. Los
castigos Divinos son una emanación del amor de Dios, ya que la justicia punitiva es indispensable
para la salvación de la Humanidad.
PORQUE LO QUE HABLAN HECHO CON EL BECERRO. Las opiniones son compartidas
respecto a la cuestión de saber si este castigo fue ejecutado inmediatamente o si fue aplazado
para una ocasión posterior. En muchos casos, agrega Najmánides, la Toráh no tiene interés por
dar a conocer el número éxacto de víctimas en un castigo, por ejemplo. Núm. XI,33. La excepción
que se hizo con motivo del castigo ejercido por los hijos de Leví está basada en motivos expuestos
anteriormente, vers.29.
CAPITULO XXXIII
1 – ANDA, SUBE DE AQUI. Rashí: “Eretz Israel está más alta que otros países
circundantes”. Cf. Com. Gén. XLV,25.
TU Y EL PUEBLO. La orden Divina adopta aquí cierta interpelación completamente personal
que sugiere, según Najmánides, que la actitud conciliadora que se manifiesta hacia el Pueblo, se
debe al sacrificio voluntario de su vida ofrecida por Moshé. “Es por haber estado dispuesto a ser
borrado del libro de la vida para salvar a su Pueblo, que el Eterno le concedió la gracia que le
imploraba”. Por cierto, la ejecución de los culpables, el castigo al que acabamos de referirnos, y
por último, el “mérito de los padres”, fueron los elementos que contribuyeron a la clemencia y a
la mansedumbre Divinas. Todos estos factores en conjunto lograrán finalmente sobreponerse al
odio inicial provocado por el acto de traición moral perpetrado por “el Pueblo Elegido”.
3 – PUES YO NO IRE EN MEDIO DE TI. Ver nuestro Com. Exo. XXIII,20 sobre el significado
que se le atribuye a este castigo humillante. En el mismo pasaje de la Sidrá de Mishpatím, el
aviso de la delegación de un ángel viene acompañado con la advertencia grave: “protégete de el,
escucha su voz y no desobedezcas, pues el no perdonará vuestros pecados, porque Mi Nombre
está en el” (Cf. ibíd. Com. vers. 21). Ahora bien, esta sentencia parece considerar la presencia
del ángel como si estuviera más cargada de amenazas contra el Pueblo que las de Dios, cuando
contrariamente nuestro versículo proclama que un ángel conducirá al Pueblo y no Dios, porque
si El se acercaba un instante en su medio, lo aniquilaría (vers. 5). Esta aparente contradicción la
destacó notablemente Rabí Yoséf Albo en su Séfer Ha-lkarím IV, 37. Se entiende por supuesto,
que cualquier agente intermediario delegado por el Poder Supremo no es más que un ejecutor
vinculado con la aplicación de la Ley, mientras que el Maestro puede ejercer las prerrogativas
del derecho de gracia. En este sentido se dirá que la dirección de la Nación confiada a un ángel
hace pesar sobre ella graves amenazas. Pero la Presencia Divina en medio de la Nación supone,
por otro lado, un nivel más elevado de santidad. La Nación está amparada por Dios mientras se
mantenga a ese nivel. Se la colmará de bendiciones celestiales, que la hacen independiente de las
leyes naturales, de las que depende la existencia de otras naciones. La presencia Sagrada implica
sin embargo una contrapartida: no soporta ni la infidelidad ni la profanación. La más mínima
falta será golpeada con una reacción inmediata y sin advertencia. Al amor infinito que la
presencia Divina hace resplandecer sobre la Nación, corresponde el rigor del castigo hacia los
infieles. El Reino de lo Absoluto ignora las medias medidas. Pareciera que de esta manera las
severas consecuencias que la Presencia Divina puede acarrear, se debieran a las exigencias
imperativas de una existencia santificada, mientras que los rigores debidos a la presencia de un
ángel en medio de la Nación están motivados por la limitación de su poder y de sus prerrogativas.
Pero esta condición precaria puede ser comparada en absoluto con el prestigio y con la riqueza
de bendiciones, que están comprendidas implícitamente, en la dirección por el Eterno mismo.
NADIE SE ATAVIO CON SUS ORNAMENTOS. La palabra ornamento, según Rashí, hay que
entenderla en el sentido figurado. Se trata de coronas que les fueron dadas en Jorév, cuando ellos
dijeron: (na'aséh ve-nishm'á}, haremos y oiremos (Exo. XXIV, 7). Esta interpretación tiene su
origen en la sentencia talmúdica Shabbat 88a, citada en nombre de Rabí Simai. Rabí S. Edels
explica que los hijos de Israel recibieron la corona de la Toráh en el Monte Jorév al mismo tiempo
que las otras dos coronas, la del sacerdocio y la de la realeza, (Kéter Kehunáh ve-Kéter Maljút}.
Ellas le fueron ofrecidas en homenaje a su voluntad de cumplir y escuchar la Palabra Divina, y
la Toráh hace alusión con el título honorario (Mamléjet Kohaním}, Reino de Sacerdotes, Exo.
XIX, 6, que les fue otorgado al pie de la montaña. Al tomar conciencia de ser desmerecedores
después del pecado del “becerro de oro”, “nadie se atavió con sus ornamentos”, mas el Eterno
les ordenó despojarse de ellos definitivamente. Así, su título de nobleza no lo mantuvieron por
mucho tiempo. “Ellos fueron investidos en el Monte Jorév y fueron despojados en el Monte
Jorév”, decía Rabí Jama Bar Janiná (Shabbat ibíd.). Pero llegará el día, agrega Rabí Shim'ón Ben
Lakish, en que nos serán restituidas esas coronas, ya que está dicho: “Y volverán los rescatados
de Adonái y vendrán con cánticos a Siyón, y alegría eterna habrá sobre sus cabezas” (Yeshayáhu
XXXV,10). La alegría eterna sobre la cabeza hace alusión al gozo que antaño nos procuraban
dichas coronas sobre nuestras cabezas.
5 – DI A LOS HIJOS DE ISRAEL. El uso de este nombre “hijos de Israel”, más afectuoso
y más honorable que la palabra “Pueblo” citada en forma regular desde el comienzo del
relato del pecado, denota un giro favorable en las relaciones con el Eterno debido al
arrepentimiento que acaba de manifestarse.
SI POR UN MOMENTO ME PRESENTARA EN MEDIO DE TI. Rashí explica: “Si subo dentro
de ti y vosotros os reveláis contra Mí… Me encolirezaré con vosotros en un momento… “, ya
que ese es el tiempo de la duración de su cólera como está escrito: “ocúltate por un momento,
hasta que pase la cólera” (Yeshayáhu XXVI, 20). Los Sabios del Talmúd tratan de la naturaleza
de la cólera Divina y de la duración infinitamente efímera de un (rég ‘a… instante). (Berajot 7a),
pero notan al mismo tiempo, al citar las palabras del Salmista (XXX, 6), que “la cólera (Divina)
no dura sino un instante, más Su favor es por toda la vida. El llanto puede durar toda la noche,
pero a la mañana siguiente viene la alegría, (ki rég'a beapó jayím birtzóno ba'erev yálin béji ve-
la-bóker rináh).
ELLOS SE DESPOJARAN DE SU ADORNO. Rashí explica: “El adorno que ellos tenían desde
el Monte Jorév”. Rabí Shim'ón Bar Yojái observa en el Zóhar, que la Revelación en el Monte
Jorév había transportado a los hijos de Israel a un nivel más elevado de moralidad y de santidad.
Ellos dominaban el mal en ese estado, a semejanza de la primera pareja en el Paraíso, antes de la
consumación del pecado original. La Toráh debía inmunisarlos contra “el veneno de la serpiente”,
es decir, contra la tentación del mal y contra el veneno que lleva a la muerte. “El adorno que ellos
tenían desde el Monte Jorév” no era en realidad otra cosa que esa “armadura moral” con la que
se habían cubierto en el momento de la Revelación. Ellos podían haber permanecido en este
estado ideal de pureza, recordando la perfección del Paraíso, sin la decadencia provocada por el
pecado del “becerro de oro”. Pero este extravío moral y espiritual les hizo perder el grado de
santidad al que ellos habían ascendido en el Monte Jorév y renunciar al privilegio de estos
“adornos” que les garantizaba la invulnerabilidad desde el punto de vista moral y por ende,
también desde el punto de vista físico. Ellos se despojaron así de su “estado paradisíaco”
({‘edyám}, corresponde al valor numérico de {‘edén} y este acto realizado voluntariamente, si
bien los volvió vulnerables a todas las fuerzas adversas, evidencia — como lo destaca
Najmánides — la sinceridad de sus remordimientos y de su arrepentimiento.
7 – Y MOSHE TOMO SU TIENDA. La forma del presente continuo indica — según Rashí —
que Moshé tuvo por costumbre a partir de este pecado, de instalar su tienda fuera del
campamento. El decía: Lo que haya sido prohibido para el Maestro, lo es también para el
discípulo (Dios se retira del campamento, campamento, Moshé el discípulo también se retira). El
texto permite, sin embargo, la siguiente interpretación, que se inspira en la concepción del
Targúm Yonatán. Moshé comprendió que el Pueblo tenía necesidad, después de la crisis moral
que acababa de sufrir, de un nuevo objetivo, una especie de lugar de peregrinación a donde cada
uno pudiera acudir y re-encontrar la verdad, para recogerse y purificarse y encontrar a Dios. La
forma del presente continuo del verbo (yikáj… tomar), tomará el sentido de una moción de
principio: Cuando un pueblo padece de una desmoralización general, el jefe de la generación
deberá fijar su tienda en el exterior del campamento, con el fin de determinarle el objetivo que le
espera, y de presentar a cada individuo el lugar predilecto donde podrá afianzar su quebrantada
fe. La tienda de Moshé representaba la tienda de la Toráh, {óhel shel Toráh}. Allí habían sido
concentradas las coronas perdidas de los hijos de Israel y recogidas por él (Shabbat ibíd.). Eran
las coronas de la Toráh rodeadas de las del sacerdocio y la realeza. Moshé se convirtió, después
de la debilidad del Pueblo, en el único guardián de estos inestimables tesoros. El encarnaba en su
persona la Toráh, el sacerdocio y la realeza (Rabí S. Edels, ibíd.). Y todas estas coronas
resplandecientes le confirieron la aureola de gloria (XXXIV,29) que lo elevó por encima de todos
los mortales y le dio un aspecto sobrehumano (Tos. ib.).
FUERA DEL CAMPAMENTO. A una distancia de doscientos codos, dice Rashí. Esta
distancia permitía a todos los que deseaban “buscar a Dios” de acudir allí, aún el mismo
día de Shabbat.
TIENDA DE ASIGNACION. {Ohel Mo'éd} significa, según Rashí, el lugar de encuentro para
aquellos que exigían la enseñanza de la Toráh. Pero el Zóhar cita las dos interpretaciones: la de
Rabí Elé ‘azar, caracterizada de ‘favorable” y, la de Rabí Abá, caracterizada de “desfavorable”.
La primera le da a la palabra {Mo'éd} la significación de fiesta. Era “la tienda de fiesta”, dedicada
al Eterno, ya que en relación al campamento de Israel, quedaba libre de soda mancha. En la
segunda, la palabra {Mo'éd} toma el sentido de “tiempo determinado” (como II Shemuel XX, 5).
Mientras que antes del pecado el Eterno se comunicaba con los justos todo el tiempo, no se
acercaba sin embargo a su tienda sino temporariamente (ver también Rashí Exo. XXIX,42: el
lugar asignado a Moshé para recibir allí la Revelación Divina).
QUIENQUIERA QUE BUSQUE A ADONAL El adjetivo {kol} incita a Rashí a incluir en esta
frase: incluso los ángeles cuando preguntaban por el lugar del Espíritu Santo, sus compañeros les
contestaban: está en la tienda de Moshé”. Pues el Eterno no posee en todo su Universo otro lugar
que los cuatro codos de la Halajáh” (Ber. 8a). Hizo poco caso de las maravillas de la naturaleza
que había creado y puso todo Su interés en los destinos de la Ley de santidad que El legó a los
hombres. Dios no se encuentra en ningún otro lugar que no sea la tienda de Moshé, que es la
tienda de la Toráh.
2. Todos los profetas tenían sus Revelaciones Divinas única-mente a través de sueños
o de visiones nocturnas, o en un estado de adormecimiento en el que los sentidos dejan
de funcionar; pero Moshé tenía sus inspiraciones en plena posesión de todas sus
facultades;
YEHOSHU'A, HIJO DE NUN. El hecho que la palabra (ben), hijo, lleve siempre la vocal Jirík
en lugar de Ségol, y esto sin excepción alguna, requiere una explicación. Najmánides piensa que
{Bín-Nún} es una parafrase de (benón), que significa {ha-pavón}, el gran Sabio (entre los
discípulos de Moshé), nombre que el Pueblo le había dado a Yehoshú'a. Otra teoría anticipa que
esta denominación contiene un voto: que su sabiduría {ben} (de {bináh}) crezca, {non} (como
en Salmos LXII,17: {yinón shemó}, que su nombre se engrandezca).
Y CON TODO ME HAS DICHO: TE HE ELEGIDO. Ahora bien, ¿la verdadera prueba de esta
“elección” y del favor concedido por Dios no es precisamente Su constante presencia en medio
de Su Pueblo, excluyendo toda delegación de poderes a un agente intermediario? {yeda'atíja}, en
el sentido de: Tú me has hecho conocer y Tú me has elevado: {be-Shém}, por (la revelación) del
Nombre Inefable. Alusión a la sentencia Divina Exo. VI, 3: Yo me aparecí ante Abrahám, Yisják
y Ya'akóv como Dios Todopoderoso, pero no les hice conocer Mi Nombre {Haya-y-a}. Esta
revelación continuó reservada a Moshé. (Najmánides y Rabénu Ch. Ben ‘Altar). Y tú encontraste
benevolencia en Mí. Ver Najmánides Gén. VI, 8: “Porque todas sus acciones eran buenas y
placenteras a los ojos del Eterno”. Cf. Com. ibíd.
13 – AHORA PUES, SI ES ASI QUE HE HALLADO GRACIA EN TUS OJOS,
RUEGOTE ME HAGAS CONOCER TUS CAMINOS, PARA CONOCERTE, PARA
QUE HALLE GRACIA A TUS OJOS. CONSIDERA QUE ESTA NACION ES TU
PUEBLO”.
PARA CONOCERTE. Esta frase significa según Rashí: “Lo que Tú me habías dicho: Yo enviaré
un ángel, etc., no es una comunicación. De ningún modo lo quiero”. Pero Najmánides y Rabí A.
Ibn Ezrá interpretan la frase de Moshé en el sentido, que tenía que saber si el ángel del que se
trató anteriormente (XXXII, 34) sería el “que llevaba en él el Nombre del Eterno” (XXIII,21) y
que es idéntico al ángel Mijaél (Rabí A. Ibn Ezrá, ibíd.), o si se trataba de un ángel perteneciente
a una de las categorías inferiores (citadas por Maimónides Hilj. Yesodé Hatoráh II,7). Pues la
presunción del ángel “que lleva consigo el Nombre del Eterno” había sido anunciada antes del
pecado del “becerro de oro”, y Moshé temía que el ángel previsto no fuese en verdad más que un
ángel ordinario, como el que acompañaba a Eli'ézer, esclavo de Abrahám, o el que escoltaba a
Agar. La diferencia es importante. Moshé consideraba esencial que la Nación de Israel no fuese
gobernada por las leyes de orden natural que son determinantes para las otras naciones, sino que
fuese gobernada y únicamente dependiente de Dios mismo. Ahora bien, es debido a que el
anuncio de la nominación de un ángel significaba que Dios parecía abandonar los destinos del
Pueblo a la acción de las leyes naturales, actuando fuera de la Providencia Divina, que Moshé se
opuso con todas sus fuerzas a este designio.
Pero había que distinguir, dado que los Angeles encarnan las fuerzas elementales de
la naturaleza en diferentes niveles.
PARA QUE HALLE GRACIA A TUS OJOS. Najmánides y Rabí Bajyéh explican: A fin de que
reconozca Tu Unidad. La toma de conciencia del hecho que el bien y el mal, lo mismo que la
justicia y el amor se remontan a la misma fuente que emana del Creador, es la senda más segura
que lleva al reconocimiento de la Unidad de Dios.
CONSIDERA QUE ESTA NACION ES TU PUEBLO. Moshé emplea aquí su mejor argumento,
hace destacar Rabénu Ch. Ben ‘Attar. ¿Acaso, todas las gracias que él pidió no están destinadas
a la salvación del Pueblo, al cual Dios se había unido por vínculos de afecto indisolubles? No
rechaces mi petición, pues ella viene de “Tu Pueblo”.
15 – Y EL LE RESPONDIO: Rashí explica: “Esto es lo que deseo, y no que nos hagas subir por
medio de un ángel”. Najmánides considera, sin embargo, que Moshé haya querido objetar: Si Tu
faz no marcha (delante del Pueblo) etc., de allí que el Eterno confirmara: Mi faz marchará
(adelante). Igualmente recuerda el pasaje Talmúdico (Sanh. 38b) que recalca que Moshé no quiso
en ningún caso aceptar un ángel como intermediario entre Dios y el Pueblo, aunque fuese un
ángel de la categoría más elevada. Ahora bien, el Eterno acababa de aceptar esta petición. Pero
Moshé se apresura en agregar: “Nosotros no queremos ni siquiera un (simple) ejecutante”. Si no
es Tu rostro que marcha (con nosotros) sino que haces ejecutar Tus órdenes a través de un
subordinado, no nos hagas subir de aquí. El siguiente versículo pondrá en evidencia una vez más
los motivos de Moshé ya expuestos en nuestro Com. XXIII,20.
17 – Y HARE ESTO TAMBIEN. Rashí, adoptando la tesis de Rabí Yojanán (Ber. 7b) explica:
“De no hacer residir la Shejináh sobre las otras naciones del mundo”. Rabí Yojanán profesa, en
efecto, que el Eterno concede a Moshé su primera petición: La presencia de la Shejináh sobre
Israel (otorgada en el vers. 14), lo mismo que la segunda, en la que él rogaba que reservara esta
distinción a Israel con exclusión de las naciones paganas. El quiso consagrar para siempre el
hecho de que la distinción del Pueblo Judío se basa sobre su gran proximidad a Dios. Y obtuvo
la satisfacción con estas palabras: Eso también lo haré. Las opiniones de nuestros Maestros están
divididas, como lo veremos más adelante, en cuanto a la acogida de la tercera petición, de conocer
las sendas de Dios (vers. 19).
18 – DIJO ENTONCES MOSHE. Rashí observa: “Moshé vio que era un momento de buena
voluntad de Dios y que sus palabras eran aceptadas; entonces pidió más, que le mostrara Su
gloria”. Moshé aprovechó así, por segunda vez, del “tiempo oportuno” (Cf. supra vers. 12) a fin
de obtener de Dios la realización de uno de sus deseos más anhelados. El Salmista exclama al
igual: “Dirijo mi plegaria a Ti, Adonái, sea en el tiempo oportuno, {‘et ratzón}; ¡oh Dios, en la
abundancia de Tu misericordia, respóndeme con la verdad de Tu salvación!” (LXIX, 14).
HAZME VER TU GLORIA. Maimónides comenta respecto a este deseo de Moshé de esta
manera: “Has de saber que el Príncipe de los Sabios, nuestro Maestro Moshé, dirigió a Dios dos
plegarias, y a las dos obtuvo respuesta: en una pedía a Dios que le permitiera conocer Su
verdadera esencia; en la otra, que fue la primera que le dirigió, que le permitiera conocer Sus
atributos. Dios le respondió a estas dos peticiones, prometiéndole que le haría conocer todos Sus
atributos, que son Sus acciones, y haciéndole saber que Su esencia no se puede percibir en toda
Su realidad. Sin embargo, llamó su atención sobre un punto de vista especulativo de donde podría
percibir todo lo que en último término puede percibir el hombre. Lo que él percibió, no lo ha
percibido nadie más, ni antes ni después de él” (Guía de los Desc. I,54). Es precisamente a este
punto de vista especulativo que la Toráh hace alusión con las palabras: “He aquí un lugar a mi
lado, (makóm); es decir, recalca Maimónides, “un grado de especulación, de penetración por
medio del espíritu, y no de penetración por medio de la vista, refiriéndose al mismo tiempo al
sitio de la montaña, al que hace alusión y en el que tenía lugar el aislamiento (de Moshé) para
obtener la perfección” (ibíd. I,8). ¿No sabía Moshé con anticipación que al ser humano no le está
permitido ver la gloria de Dios, es decir, según la explicación de Maimónides, la Esencia Divina?
Esta es la pregunta que se formulan muchos autores. Ver la respuesta de Maimónides en Com.
infra vers. 20.
YO HARE QUE PASE TODA MI BENIGNIDAD. Cf. Com. XXXII,13. Esta frase representa,
de acuerdo a Maimónides, la respuesta a la primera petición (solicitud) de Moshé a saber, el
conocimiento de las sendas del Eterno. Las palabras: {kol tuv} todo mi bien, contienen una
alusión a la presentación delante de todos los seres delante de Moshé, respecto del cual se ha
dicho: Y Dios vio todo lo que él había hecho, y estaba muy bien, {tov meód}. “Yo haré que pase
toda mi benignidad ante tus ojos”, significa que el Eterno quería hacer comprender a Moshé la
naturaleza de los seres de la creación, su relación entre ellos y saber cómo Dios los gobierna
colectiva y separadamente (Guía de los Desc. ibíd.). Para Rashí, la expresión {kol tuvì… todo
Mi bien} tiene un sentido completamente distinto. Esta quiere hacer resaltar que la proporción
absoluta de la Bondad Divina se extiende más allá de los casos donde “el mérito de los patriarcas
ya había concluido”. Tiene su fuente en los trece atributos del Amor Divino, invocados a
continuación y cuya acción es infinita. Sin embargo, Najmánides relaciona la frase al último
pedido de Moshé. El hombre no puede ver a Dios mientras viva, se le respondió. Pero el Eterno
le otorgará a Moshé el privilegio exclusivo de revelarle los principios de base, y las leyes
funcionales de la Divina Bondad que representan de alguna manera la clave del conocimiento de
Dios.
Y HARE MERCED A QUIEN ME PLAZCA. Según Rabí Meír, este versículo demuestra que el
Eterno rechazó el pedido de Moshé relativo al conocimiento de Sus sendas, lo que sobrentiende,
el conocimiento de los principios de la justicia inmanente, ya que la fórmula de esta frase
significa: Yo haré merced aún con aquel que no lo merece y seré misericordioso aún con aquel
que no lo merece. Rashí hace destacar también el misterio de la Justicia Celestial interpretando
estas palabras de la siguiente manera: Yo haré merced cada vez que quiera hacerlo y seré
misericordioso cada vez que quiera serlo. Esta respuesta expresa de una manera explícita la
imposibilidad en la que se encuentra el ser humano de conocer y comprender los motivos de la
justicia inmanente. (Najmánides, quien analizó el problema por mucho tiempo recurrió
finalmente a la teoría irracional de la metempsícosis (transmigración de las almas de un cuerpo
a otro. Ver Com. infra XXXIV, 7). Rabí Yojanán y Rabí Yossé no comparten, sin embargo, esta
opinión. Ellos enseñan que Moshé recibió la respuesta a su pedido. El justo que debe sufrir — se
le respondió — es un justo, hijo de un impío; mientras que a la inversa el impío que es feliz, es
hijo de un justo. Pero es al justo, hijo de un justo, que le está reservada una vida feliz; mientras
que los sufrimientos son la suerte del impío, hijo de un impío. Una segunda idea es la siguiente:
El justo verdadero y perfecto disfruta de la felicidad, mientras que el justo que sufre no es más
que un justo imperfecto; paralelamente, el impío que conoce la felicidad no es más que un impío
relativo, mientras que aquel que sufre es el impío que no tiene ningún mérito. Estas diferencias
resultan de la confrontación de los dos versículos: uno afirma que el Eterno castiga a los hijos
por la falta de sus padres (XXXIV, 7), y el otro, sostiene que los hijos no morirán por la falta de
los padres (Deut. XXIV,16). La proclamación del principio (pokéd ‘avón avót… cuenta los
pecados de los padres} dirigida a Moshé (ibíd.) contenía implícitamente la respuesta a su
pregunta (Ber. 7a). El problema eternamente actual de la desdicha del justo y la felicidad del
impío ha sido tratado por los filósofos religiosos Rabí Sa'adiá Gaón y Rabénu B. Ibn Pakúda. En
la perspectiva de los Doctores del Talmúd citados con anterioridad, nuestro versículo significa,
contrariamente a la opinión de Rabí Meír: “Yo favoreceré con gracia a quien debo y haré
misericordia a quien debo misericordia”.
NINGUN HOMBRE ME PUEDE VER Y VIVIR. Moshé tenía plenamente conciencia de esta
verdad. “¿Qué es entonces lo que busca saber? pregunta Maimónides. El deseaba conocer la
verdad de la existencia de Dios de una manera análoga al conocimiento que uno posee de la
existencia de un individuo identificable. El Eterno le respondió que tal conocimiento permanece
inaccesible a toda criatura cuya alma esté unida a un cuerpo. Mas, El lo elevó a un grado de
conocimiento al que ningún hombre tuvo acceso antes o después de él. Dios le permitió conocer
la Divinidad como uno conoce e identifica a un individuo del que no percibimos más que la
espalda y no vemos más que el cuerpo y las vestimentas. Es a lo que hace alusión la frase: “Tú
me verás de espalda, mas Mi rostro es invisible (Maimónides Hiljót Yesodé Hatoráh, I,10)”.
23 – PARA QUE VEAS MIS ESPALDAS. Rashí, al citar el texto Talmúdico (Ber. 7a), escribe:
“El le mostró el nudo de los Tefilím (de detrás de la cabeza)”, pero no la cápsula de los Tefilím
llevada por Dios, siguiendo la alegoría contenida en Ber. 6a. El nudo constituye el punto de sutura
donde las correas que suben de derecha e izquierda vienen a confundirse al llegar a la cúspide.
De esta manera, representa simbólicamente la unidad que es la fuente de los diversos ejes que
atraviesan las esferas de la creación. El hombre posee la facultad de “ver el nudo de los Tefilím”,
es decir, de percibir el principio de base de unidad en el seno del dualismo que se manifiesta en
la Creación. Pero no le está permitido ver más allá y penetrar en el secreto de la esfera del espíritu
puro de donde emana el mundo físico y material.
CAPITULO XXXIV
1 – LABRATE. Fue al final del mes de Av, después de haber implorado el perdón Divino durante
cuarenta días, que Moshé recibió la orden de descender de la montaña y tallar las segundas Tablas
de la Ley. El vuelve a subir después en la mañana del primer día del mes de Elul (Rashí
XXXIII,11) y el perdón definitivo, otorgado “en la alegría y con plenitud”, y acompañado de la
entrega de las nuevas Tablas que llevan la inscripción del Decálogo, tuvo lugar el diez de Tishrí,
el día de Kipúr. La Gracia Divina es el fruto de un esfuerzo sostenido de parte del hombre que
comprende actos de mortificación, plegarias y ayunos. No es en ningún momento un fenómeno
místico que “toca” a tal individuo por casualidad. Podemos preguntarnos por qué la entrega de
las nuevas Tablas de la Ley tienen lugar inmediatamente después de la falta y el perdón, sin
ningún período transitorio consagrada a una rehabilitación progresiva. La razón podría ser la
siguiente. En cualquier otro medio, una revuelta tal como se manifestó con motivo del “becerro
de oro” habría tenido consecuencias muy diferentes. Todo gobierno toma en cuenta, en gran
medida, las reacciones de la Nación, aún si recurriera a la fuerza para reprimir todo comienzo de
rebelión; no olvida, sin embargo, el estado de espíritu que se manifestó. Debe dicha situación
tomarse en consideración con miras a modificar la legislación de manera que evite la repetición
de tales sucesos. Muy diferente es la situación en Israel: ningún error, ninguna falta, ninguna
rebelión cambiarán, sea lo que fuese, la forma y el espíritu de la Ley Divina. No es teniendo en
cuenta nuestras debilidades que Dios habría de modificar Su plan. Es significativo que el primer
gesto de Dios después de la reconciliación con la Nación sea precisamente una nueva
presentación de las mismas Tablas a la Nación: “Yo escribiré sobre las Tablas las mismas
palabras que figuraban en las primeras Tablas”. Cualquier cosa que haga Israel, tendrá siempre
que enfrentarse a una tarea invariablemente sagrada e invariablemente definida (Rabí S. R.
Hirsch).
DOS TABLAS DE PIEDRA COMO LAS PRIMERAS. Las segundas Tablas de la Ley eran más
inestimables que las primeras, afirma Rabí Sa'adiá Gaón, citado por Rabí A. Ibn Ezrá. Estas
fueron entregadas el Día del Perdón, y no un día laborable como fue el caso de las primeras
Tablas. Además, su entrega fue acompañada de la conclusión de una nueva alianza (vers. 10-27)
y ellas encierran la promesa de felicidad terrenal contenida en las palabras (ul-ma'án yitáv láj…
con el fin de hacerte bien}, como el Talmúd (B.K. 55a) lo recalca. Las primeras Tablas, en
cambio, fueron quebradas al pie de la montaña. Sin embargo, Rabí A. Ibn Ezrá califica esta
opinión de insensata, puesto que ambas Tablas fueron grabadas por la mano de Dios, más aún,
las primeras Tablas fueron una obra Divina mientras que las segundas fueron talladas por Moshé.
Estas opiniones opuestas se encuentran en las apreciaciones divergentes de un buen número de
autores. Algunos de ellos se refieren a fuentes Medráshicas, que otorgan a las segundas Tablas
un valor mayor que a las primeras. Entre otras podemos citar esta interpretación Medráshica que
aplica a Moshé la frase del Salmista: “Es bueno para mí que yo me haya afligido, porque así
aprendo Tus Leyes” (CXIX, 71). Esto puede referirse a Moshé que tuvo que penar, ayunando,
aprendiendo y estudiando noche y día durante tres veces cuarenta días, para obtener las segundas
Tablas, en tanto que las primeras le fueron entregadas “como regalo” (Cf. Exo. XXXI,18). La
ventaja residía en que “las primeras Tablas no contenían sino los Diez Mandamientos, mientras
que las segundas estaban acompañadas del Medrásh, de las Agadót y de las prescripciones
(derivadas de la Ley Escrita)” (Exo. Rabbá cap. 47). Moshé sufrió durante el largo período que
precedió a la entrega de las segundas Tablas, para adquirir los conocimientos comprendidos en
la Ley Oral y que trajo consigo al mismo tiempo que las Tablas del Decálogo. Varios Maestros
piensan que las primeras Tablas, hechas por la mano de Dios, desprendían una luz tal, que le
traían a los hombres el conocimiento de la Verdad como un regalo del Cielo. Pero las segundas
Tablas, obra de manos de Moshé, y ofrecidas después del pecado como reemplazo, ya no
contenían esta luz. En lo sucesivo, los hombres se vieron obligados a penar para tener acceso al
conocimiento de Dios, quien parecía envuelto en un espeso velo. Esta búsqueda incansable y
ardua exigía la aplicación de las reglas hermenéuticas a la Ley Divina, y es por esto que fueron
dadas simultáneamente con las segundas Tablas. En efecto, dicen los autores Cabalísticos, los
Trece Atributos del Amor Divino, {yag Midót ha-Rajamím}, constituyen la raíz de las Trece
Reglas Hermenéuticas, {yag Midót she-ha-Toráh nid-réshet}. Pero esta dura labor de búsqueda
basada en métodos determinados de deducción, inducción, analogía, argumentación lógica, etc.,
que forman en conjunto la Ciencia Talmúdica, representa una ventaja para Israel. Pues es gracias
a la fuerza espiritual, que estos estudios despiertan en nosotros, que Israel debe su supervivencia
más allá de los siglos de su dispersión, y esto es debido a la elaboración constante de la Halajáh
que Israel ha podido mantener a través de las edades sus virtudes espirituales y morales (Cf. Com.
vers. 5 sobre otras comparaciones entre las dos Tablas de la Ley).
3 – MAS NO SUBA NADIE CONTIGO. Las primeras — dice Rashí — porque eran
acompañadas de aplausos y voces y gritos, sufrieron de “mal de ojo”; ¡pero no hay nada mejor
que la sencillez! Cf. Com. Gén. XLVIII,16. ¿Por qué entonces, pregunta el autor de, las primeras
Tablas estuvieron rodeadas de tan alborotadora publicidad? Es porque la actitud impregnada de
discreción necesita, para poderse desarrollar y manifestar, una fuerza entusiasta inicial. La
grandiosa y fastuosa Revelación en el Monte Sinái produjo este entusiasmo y sus efectos fueron
bastante profundos para poder asegurar la continuidad de la Alianza en un ambiente de
discreción.
4 – MOSHE, POR TANTO LABRO DOS TABLAS. “Las ascensiones al Monte Sinái eran
matinales lo mismo que sus descensos” (Shabbat 86a). El mostraba — indica Rabí S.
Edels — el mismo celo diligente en todos sus pasos, igual que el que había
caracterizado al Patriarca Abrahám (Cf. Com. Gén. XXII,3). El fue más allá de la orden
Divina, porque {hash-kamáh} se refiere a una hora más matinal que la que se designa
con la palabra {bóker}.
Y MOSHE SE ACERCO. ¿Tuvo lugar la escena descrita aquí realmente o no fue más que una
visión profética? En el momento del relato de la Alianza concertada entre las partes (Génesis 15),
{Berìt ben ha-Betarím} y el combate nocturno de Ya'akóv con el ángel, Maimónides había optado
por la segunda tesis. El declara, sin embargo, respecto al relato presente: “Eres libre de escoger
la opinión que quieras: O bien (admitirás) que toda esta escena imponente era, sin duda, una
visión profética y que todos los esfuerzos de Moshé tendían hacia perspectivas intelectuales (de
manera que) lo que buscó, lo que le fue rehusado y lo que percibió era todo igualmente intelectual,
sin intervención de ningún sentido, como lo hemos interpretado al principio. O bien que, al
mismo tiempo, había una percepción por medio del sentido de la vista, pero que tenía por objeto
una cosa creada (tal como el reflejo de la Majestad Divina), o una percepción por medio del oído,
y que lo que pasó delante de él fue la voz de Dios. Escoge, pues, la opinión que quieras, pues
sólo me propongo que no creas que el verbo (vaya'avór), pasó, tiene aquí el mismo sentido que
{avór), pasar. Porque Dios, [¡glorificado sea!] no es un cuerpo y no se le puede atribuir
movimiento; no se puede, pues, decir que pasó en la acepción primitiva (de esta palabra) en el
idioma” (Guía de los Desc. I,21). Ver en Com. vers. 6 sobre el sentido que Maimónides atribuye
aquí al verbo {vaya'avór).
Igualmente el Eterno aprobó este gesto y le rindió homenaje a Moshé: {yashár kojajáh
asher shibárta… sé fuerte porque las rompistes).
ADONAI, ADONAI. Nuestros Sabios estiman que los dos versículos siguientes contienen trece
atributos expresamente nombrados, pero las opiniones en cuanto a su número exacto son
divergentes. Los Gaoním babilonianos piensan que de los dos {Ado-nái}, el primero, nombre
propio, sirve de sujeto a la frase entera; el segundo, tomado en forma adjetiva, representa el
primero de los trece atributos. Los “Sabios de Francia, {Jajmé Tzofát}, teniendo a la cabeza de
ellos a Rabénu Thám (citado en Tos. R. H. 17b), consideran en cambio los dos {Ado-nái} como
dos atributos distintivos que se relacionan los dos con la misericordia Divina, {Midát ha-
Rajamím} pero “el primero antes que el hombre haya pecado, el segundo después que pecó y se
arrepintió” (Rashí). Los Gaoním no conservan esta distinción, y argumentan que el ejercicio de
la misericordia “antes del pecado” no tiene objeto. Ellos encuentran, sin embargo, el número de
trece atributos dividiendo la frase {notzér jésed la-alafím} en dos atributos. El “mantener una
actitud de gracia” es, en efecto, a diferencia de su conservación hasta la milésima generación,
más aún cuando el pecado de los padres no se extiende, según la sentencia del Decálogo, sino
hasta la tercera y cuarta generaciones (Tos. ibíd. Ver en Abudraham, el informe detallado de esta
discusión). El hecho que todas las Comunidades comiencen la recitación de los {yag Midót ha-
Rajamím} invocando los dos nombres Divinos {Ado-nái, Ado-nái}, indica que ellas han
adoptado la opinión de los Sabios de Francia {Jajmé Tzorfát} en su práctica. Conviene, por lo
tanto, explicar la repetición del Nombre Divino según la interpretación anteriormente
mencionada de Rashí, en la cita del Talmúd R.H. ibíd.
Algunos Maestros piensan, por otra parte, que los tres nombres Divinos {Ado-nái, Ado-nái, E-
l}, encierran los tres principios directores de la acción Providencial, a saber {Midát ha-Jésed} y
{Midát ha-Rajamím}, los dos primeros, y {Midát ha-Dín}, el tercero: el principio del amor, el de
la justicia y el de la clemencia, resultantes de los dos primeros, para los casos donde estos no
pueden aplicarse íntegramente. Los diez atributos que siguen, contienen el desarrollo de cada uno
de estos principios. Otros admiten sin embargo, que al repetir dos veces el nombre {Ado-nái}
Moshé quiso dirigir un llamado urgente a la principal característica de Dios que es el amor. Su
Nombre inefable, que es a la vez Su Nombre Sagrado y Su Nombre Propio, significa: amor,
{Midát… ha-Rajamím}. Su naturaleza es invariable: Si algún cambio debe ocurrir no podrá
efectuarse sino en el corazón del pecador. Pues Dios permanece igual tanto después del pecado
como antes del pecado (el Maharál). (Dios es misericordioso antes del pecado, significa, explica
Rabénu Asher, que El no tiene en cuenta ninguno de los crímenes que se cometerán en el futuro
ni de los pensamientos inmorales que conducirán al pecado).
PACIENTE. Rashí explica: “Alarga Su paciencia y no se apresura a castigar, puesto que espera
que el hombre se arrepienta quizá”. Cf. Rashí Núm. XIV,17 respecto al pecado de los
exploradores: “Dios es paciente con los malvados y con los justos. Cuando Moshé subió hacia lo
alto (del Sinái), encontró a Dios que escribía: Dios es paciente; le dijo: ¿Para los justos? Le
respondió Dios: También para los malvados. Moshé replicó: ¡Los malvados deben perderse! Le
respondió Dios: Te juro que más tarde necesitarás de esta interpretación (o sea que Dios fuere
paciente también para con los malvados). Y cuando pecaron los Israelitas con el “becerro de oro”
y con los exploradores, rezó Moshé delante de Dios y mencionó ese atributo Divino. Le dijo
entonces Dios: ¿No habías dicho que sólo para los justos? y Moshé replicó: Pero Tú dijiste
también para los malvados”.
GRANDE DE MERCED. Significa, según la Escuela de Hillél, que El se inclina hacia la gracia,
{mata ke-lapé jésed}. En el momento del juicio de un individuo cuyos méritos y pecados se
mantienen en equilibrio, El hace inclinar la balanza del lado del platillo de los méritos (o la hace
levantar del lado de los pecados). En la Escuela de Rabí Yishma'él se enseñaba: El va más allá
del primer pecado (que se sitúa al comienzo de la existencia), sin por ello borrarlo completamente
(R.H. 17a), {ma'avír rishón, rishón}.
Y VERDAD. Rashí: “Para retribuir bien a los que cumplen con Su voluntad”. Se trata aquí de la
justicia que recompensa. {jésed ve-emét}, la gracia y la equidad, recalca Rabí Bajyéh, son los
dos ejes del sistema de la voluntad Divina, alrededor de los cuales gravitan los otros atributos.
Pero cuando Moshé invocó estos atributos para obtener el perdón a raíz del pecado de los
exploradores, dejó de lado {emét}, pues, dice Najmánides, los hijos de Israel se les habría
reconocido como culpables desde el punto de vista de la equidad. Es cierto, sin embargo —
agrega Racanati — que la equidad implica en muchos casos tomar en consideración los motivos
de clemencia y de indulgencia (Núm. XIV,18). La equidad ¿justicia] también forma parte de los
atributos de amor del Eterno.
Admitiendo entonces que la palabra {ve-nakéh} se la considere como el último de los trece
atributos (cuya serie comienza por los dos Nombres Divinos {Ado-nái, Ado-nái}) y que conviene
separarlas de las palabras complementarias {lo yenakéh}, ¿cuál será el sentido exacto que
conviene atribuirle? Algunos de nuestros Maestros como Najmánides Rabí Bajyéh y Racanati,
se inspiran aquí en las teorías de la Cabala respecto a la metempsícosis (transmigración) a la que
alude la Toráh discretamente en las palabras {pokéd ‘avón avót}. El verbo {palcod} se encuentra,
en efecto, en la frase {va-Adonái pakád et Sara}, Gén. XXI,1, que significa que el Eterno se
acordó de Sara para volverla fecunda y darle posteridad. Asimismo, el Eterno se acuerda de las
faltas de los padres para borrarlas gracias a la {pekidáh}, es decir, a la fecundación (ver Rashí
Gén. ibíd.) que da nacimiento a la posteridad. La Toráh expresa aquí, bajo una forma oculta, la
idea de que el alma pecadora se purifica en el curso de sus sucesivas reencarnaciones en la cadena
de las generaciones. Visto desde este ángulo, nuestro versículo se entiende de la siguiente
manera: el Eterno vuelve el alma a su estado de pureza {ve-nakéh} —con excepción, sin
embargo, de la que se niega a la penitencia, {lo yenakéh le-sheenám shavím} (ver Rashí) — al
acordarse de las faltas de los padres que se redimen por la encarnación durante cuatro
generaciones. Los dos atributos {lo yenakéh} y {pokéd vegomér} aparecen siendo no otra cosa
que el decimotercero atributo {ve-nakéh} (Najmánides). La teoría de la metempsícosis, se
presenta aquí como la respuesta final al problema de la justicia inmanente. Tal es también la
conclusión a la que llega Najmánides después de un largo análisis en su VER LIBRO. Ella abre,
frente a la eterna pregunta de la realización de los postulados de amor y de justicia sobre la tierra,
la perspectiva sobre la justicia reparadora, infalible y necesaria, no en el mundo futuro, sino en
las sucesivas generaciones: en los hijos, los nietos, hasta la tercera y cuarta descendencia.
8 – Y SE PROSTERNO. Rabí A. Ibn Ezrá y Rabí Bajyéh rechazan como inadmisible la tesis de
los que exponen que Moshé se precipitó al escuchar “el Eterno castiga la falta de los padres hasta
la cuarta generación”. El quiso intervenir rápidamente, con el riesgo de interrumpir la
manifestación de Dios, antes de que agregara la quinta generación. En cuanto a los verdaderos
motivos de Moshé, son el objeto de una controversia entre Rabí Janiná y los otros Sabios. El
primero, pensando que la posternación es la señal de una profunda gratitud, admite que fue el
atributo de la longanimidad, {érej apáyim}, el que incitó a Moshé a este gesto de reconocimiento.
Este atributo implica, en efecto, la promesa de un perdón a un plazo más o menos largo. Los otros
estiman, por el contrario, que la posternación es la expresión más elocuente de la súplica. Cuando
Moshé escuchó a Dios proclamar el atributo (emét), se estremeció y se arrodilló delante de El,
porque los hijos de Israel corrían el peligro de exponerse al castigo más terrible si tenían que ser
juzgados según los postulados de la equidad, excluidos de clemencia e indulgencia (Sanh. 111b).
Este concepto sigue la tesis según la cual los atributos fueron proclamados por el Eterno y no por
Moshé.
ESTE ES UN PUEBLO DE DURA CERVIZ. Según Rashí, la conjunción {ki} se emplea aquí
en lugar de la conjunción {im}, sì. La frase significa entonces: “Y si es un Pueblo obstinado que
se revela contra Ti y por eso Tú quieres destruirlo (como se mencionó anteriormente XXXIII, 3).
Tú perdonarás nuestra falta, etc. “. Rabí A. Ibn Ezrá ve en esta frase una confesión de parte de
Moshé, mientras que Rabí Morenus que también lo cita, le da a la conjunción (kì) el sentido de a
pesar de: “Marcha en medio de nosotros a pesar de que el Pueblo sea obstinado”.
Najmánides estima sin embargo que se trata más bien de un verdadero motivo. “Marcha en medio
de nosotros, implora Moshé, porque este Pueblo es obstinado”. De allí, en efecto, que el Eterno
otorgó Su perdón y proclamó Su amor, Su presencia era preferible a la presencia de un ángel,
“que no perdonaría vuestra falta” (XXIII,21). Pues el Eterno quería en verdad ensalzar la
benevolencia hacia ellos puesto que eran Su Pueblo Escogido y Su Herencia. Es únicamente en
el momento de cólera, prosigue Najmánides, que la delegación de un ángel podría parecer más
apropiada puesto que el Eterno había proclamado entonces: “Si por un momento Me presentara
en medio de ti, te consumiría” (XXXIII, 5). Moshé quería bajo cualquier circunstancia asegurarle
al Pueblo la presencia constante de Dios, a pesar de las exigencias de santidad y de los riesgos
adicionales de represalias que esta presencia implicaba, principalmente por su carácter indócil,
más que abandonarlo a la dirección de un ángel que le procuraría indudablemente una vida menos
peligrosa, pero también menos impregnada de santidad y menos glorificada.
Y TENNOS POR HERENCIA TUYA. Significa, según Najmánides, danos como herencia la
Tierra Prometida. Pero Rashí interpreta: Para ser una propiedad exclusiva. Es la realización de la
súplica: “Que yo y Tu Pueblo seamos apartados de todos los pueblos” (XXXIII, 16), pidiendo
que Tú no hagas residir la Shejináh sobre los otros pueblos. El Targúm de Yonatán le atribuye a
esta súplica su sentido positivo: Que el Eterno no nos cambie por otra nación, sino que nos
retenga como herencia por siempre jamás, aún cuando, se sobrentiende, los hijos de Israel no lo
merecían debido a su conducta. Seguir siendo el Pueblo de Dios eternamente, cualesquiera que
sean los rigores impuestos y cualquiera que sea su nivel moral, tal fue la última súplica de Moshé
en su diálogo animoso con el Eterno. Y la réplica Divina fue inmediata: He aquí, que concluyo
una Alianza en presencia de todo tu Pueblo — la Alianza [el compromiso] “de jamás cambiarlo
por otra nación” (Targ. Yon.). Esta promesa solemne marcó la anulación de la amenaza
pronunciada anteriormente (XXXII,10) y determinó la evolución histórica de todos los tiempos.
FRENTE A TODO TU PUEBLO HARE MARAVILLAS. Según algunos, se refiere a una nueva
serie de milagros venideros, según otros, a la constante presencia del espíritu Divino junto a los
hijos de Israel, presencia gracias a la cual, se distinguen de todas las otras naciones. De cualquier
modo, pareciera que los “nuevos encuentros” de Israel y su Dios, ocurridos después de un
sombrío período de desgracia, se caracterizan por una amistad más profunda que la que reinaba
anteriormente. El sincero arrepentimiento de los hijos de Israel y las ardientes súplicas de Moshé
lograron su cometido, y cuando llegó la hora de la reconciliación, el Eterno estaba más que nunca
dispuesto a colmar a Israel con Su afecto y benevolencia. En adelante, su existencia nacional
aparecerá como una sucesión de milagros y de prodigios nunca vista antes “en ningún país y en
ninguna otra nación”, de manera que “el pueblo que te rodee verá cómo es de imponente la obra
del Eterno, que realizaré contigo”. El afecto particular que el Eterno tiene por los {Ba'alé ha-
Teshuváh}, se encuentra confirmado en esta nueva Alianza.
11 – OBSERVA, PUES. Las disposiciones legales que siguen, constituyen las condiciones de la
Alianza que acaba de confirmarse, y condensan “las leyes más fundamentales de la Toráh”, como
lo destaca Najmánides en su Com. en Lev. XXV,1. Pero la severa precaución de nuestro versículo
contiene la advertencia formal de no caer de nuevo en los extravíos del pasado. En cuanto a El
se refiere, el Eterno cumplirá Su promesa relativa a la Tierra Santa.
AL EMORITA. Rashí explica: “Seis pueblos hay aquí, porque el Guirgarshí se levantó y
se alejó solo”. Cf. Com. XXXIII,2.
CORTAREIS SUS ASHERAES. Rashí: “Son árboles que eran objeto de culto religioso”.
Igualmente celebraban allí orgías religiosas en honor de los dioses.
16 – Y TOMARAS DE SUS HIJAS PARA TUS HIJOS. Este pasaje se refiere al matrimonio
con Kena'aneas. La prohibición se extiende (Deut. VII,3) a otras poblaciones. La historia de los
Patriarcas nos muestra las consecuencias nefastas a las que condujeron los matrimonios mixtos
(Gén. XXIV y XXVIII). Moshé le advierte aquí al Pueblo contra estos matrimonios y sus
advertencias son repetidas por su sucesor (Yehoshú'a XXIII,12). Aún hoy en día, y a pesar de las
circunstancias totalmente distintas, los matrimonios mixtos tienen una influencia nefasta en la
continuidad del Pueblo de Israel. Cada judío debería experimentar el deber de evitar todo lo que
sea susceptible de atentar contra la doctrina de los antepasados; este deber subsiste aún cuando
exija el sacrificio de una afección profunda y de un apego sentimental. Todo judío que piense
contraer matrimonio mixto debe saber que contribuye a provocar una ruptura en la estructura de
la Nación y ésta lleva fatalmente a la disgregación. Constituye un infortunio en la historia de su
Pueblo.
HARÁN QUE TUS HIJOS TAMBIEN SE PROSTITUYAN TRAS LOS DIOSES DE ELLAS.
La prohibición de los matrimonios mixtos la dicta la preocupación de evitar en el futuro la ruptura
de la Alianza con Dios, tal como se manifestó en el momento del pecado del “becerro de oro”.
Aparece aquí como una de las medidas preventivas más urgentes que hay que tomar actualmente,
e incluye la prohibición de asociarse a los festines de los no judíos.
19 – TODO PRIMER NACIDO ES MIO. Esta prescripción ya conocida y repetida aquí en medio
de un contexto relativo a los días de fiesta, implica un consuelo moral con referencia al Pueblo
Judío. La relación de esta Mitzváh con la salida de Egipto y la fiesta que la conmemora ya se
puso de relieve en nuestro Com. Exodo XIII, 3. Ahora bien, los hijos de Israel son calificados
(de primogénitos” del Eterno (IV,22), y este título de honor les está asegurado para siempre (Lev.
Rabbá cap. 2: Dondequiera que el Eterno designe un objeto como Suyo empleando el pronombre
posesivo {li}, se trata de una propiedad eterna e imprescriptible, como por ejemplo los hijos de
Israel, los Levitas, los primogénitos, etc.). Igualmente, el recuerdo de la ley de los primogénitos
contiene indirectamente la feliz noticia a los hijos de Israel, que su título de honor les está
asegurado bajo cualquier circunstancia. Su repetición en nuestro pasaje que sigue el relato de la
reconciliación, obtenida finalmente entre Dios e Israel, reviste por consiguiente, una importancia
muy particular. La opinión, según la cual la Toráh quiere subrayar el carácter inalienable de las
prerrogativas de la progenitura, se encuentra por lo demás confirmada por esta observación de
Rabénu Bajyáh Ibn Pakúda. La Toráh proclama en estos versículos, que los primogénitos
conservan un grado adicional de santidad a pesar del hecho de que fueron reemplazados en sus
funciones sacerdotales por la tribu de Leví en el momento de su flaqueza, con motivo del pecado
del “becerro de oro”, como se observó en nuestro Com. XXXII, 29. Su condición de primogénitos
les asegura una cierta dignidad moral a pesar de su decadencia. También el mayor de los
hermanos debe permanecer como guía espiritual y ser reconocido y responsable como tal.
DELANTE DEL ETERNO, ADONAI. La fórmula {et pené ha-Adón}, expresa una proximidad
más inmediata que {el pené…}, empleada anteriormente en el cap. XXIII, cronológicamente
anterior al pecado del “becerro de oro”. Así aparece una vez más (Cf. Com. supra vers. 10) la
expresión por una intimidad mayor que se estableció entre Dios e Israel después de la
reconciliación en comparación con la que existía antes del pecado. El epíteto (Elo-hé Yisraél},
que no figuraba anteriormente, marca asimismo, dentro del ambiente de la amistad reencontrada,
la afección particular que “Adonái, el Eterno” tiene por Israel.
Y NADIE CODICIARA TU TIERRA. Pese a que “todos los varones” del país; es decir, todos
los hombres sanos y fuertes se encuentran reunidos en Jerusalén, alrededor del Santuario del
Eterno, y que las fronteras estén despobladas, ningún enemigo osará atacar el país ni pisar su
suelo prácticamente abierto delante de El. La protección de la Tierra Santa se efectúa, no por una
armada que monta guardia en las fronteras, sino por la guardia de honor que festeja su Dios tutelar
y que Le rinde homenaje a partir del extremo central del país, impregnada de la más sublime
santidad.
27 – ESCRIBETE ESTAS PALABRAS. Se trata, según algunos, de una nueva Toráh (del que
Rashí da la definición en el cap. XXIV, 7) que debía leerse públicamente y ser aceptada como la
primera vez, por todo el Pueblo. Otros afirman, sin embargo, que al haberse quebrantado el Pacto
a raíz del pecado del “becerro de oro”, el Eterno concluyó un nuevo Pacto con los Hijos de Israel,
como se mencionó anteriormente vers. 10, y ordenó a Moshé inscribir en él las condiciones por
escrito. Estas condiciones comprendidas en los versículos precedentes, del 11 al 26, y que
resumen según los términos de Najmánides, “las leyes más fundamentales de la Toráh”
(Najmánides. Lev. XXV,1). La conclusión de este pacto no estuvo rodeada de la misma
solemnidad que envolvió al primer pacto (XXIV, 8), ya que de por si era el resultado de un acto
de gracia hacia Moshé, como se deduce implícitamente en nuestro versículo y del contexto de
todo el capítulo, pero que se estableció no obstante con las obligaciones más fieles y más formales
de parte de los hijos de Israel. (Najmánides ibíd.). Finalmente, una tercera opinión relaciona la
orden dirigida a Moshé de escribir el Decálogo sobre las nuevas Tablas de la Ley. El vers. 28
parece confirmar esta tesis con estas palabras: “El escribió sobre las Tablas las palabras de la
Alianza, las diez palabras”. Pero esta hipótesis se contradice por el hecho de que el Eterno mismo
había proclamado: Yo escribiré sobre las Tablas, etc, (supra vers. 1), y también Moshé atribuirá
más adelante la Toráh a Dios (Deut. X,2 y 4). Igualmente, un número de exegetas relacionan el
tema de la frase precitada a Dios, lo que, por lo demás, concuerda difícilmente con su contexto.
Es por esto que los Sabios del Medrásh explicaron lo siguiente: “El Eterno le dijo a Moshé: Las
primeras Tablas, las escribí Yo mismo, en cuanto a las segundas, escríbelas tú, y bastará con que
Yo la refrende. Es como un rey que contrajo matrimonio y escribió la Ketubáh para su esposa
con sus propias manos. Después de cierto tiempo, ella se comportó mal y el rey la echó de su
palacio. El confidente de la reina logró sin embargo apaciguar la cólera del rey, quien le dice: Yo
quiero mucho reconciliarme, pero serás tú quien escribirás la nueva Ketubáh y suficiente con
poner mi firma” (Exo. Rabbá cap. 47). Esta parábola ilustra las circunstancias que rodearon la
entrega de las segundas Tablas de la Ley. Rabí Meír Simjáh Dunaburg le atribuye a estos hechos
un sentido simbólico. Si la Nación de Israel logró alcanzar tal grado de perfección moral al pie
de la montaña, que le permitió ver manifestarse ante sus ojos la revelación Divina de la Verdad,
no sucedió lo mismo después de su decadencia debida al pecado del “becerro de oro”. En
adelante, no fue más Dios quien, escribiendo la Ley con Sus propios dedos, la entregara como
regalo a los hombres. Les correspondía a ellos realizar su propio esfuerzo, de luchar con la
materia, de reconocer la Verdad e inscribirla en los hechos [en el mundo de la acción]. Y, una
vez cumplida esta tarea, Dios procede a gravar las palabras en “la piedra de las Tablas, a ambos
lados”, como en las primeras Tablas de la Ley. Es así como Moshé escribió y Dios “dio el último
toque” sobre su Toráh. La culminación final que marca la coronación de los esfuerzos del
hombre, pertenecen a la Providencia Divina (Cf. Com. XXXI,18).
PORQUE SEGUN EL TENOR DE ESTAS PALABRAS. El término {`al pì} hace alusión a la
Ley Oral (Toráh she-be'al péh], por lo que Rabí Yojanán dice que la Alianza con Israel fue
concluida sólo teniendo en base la Ley Oral. El versículo se entiende de la siguiente manera:
“Escribe estas palabras aquí (solamente), pues Yo contrato la Alianza contigo y con Israel en
base a la Ley Oral” (Guittín 60b). LA BIBLIA, Y ESPECIALMENTE LOS CINCO LIBROS
DE MOSHE QUE FORMAN EL CONJUNTO DE LA LEY ESCRITA, SE CONVIRTIERON
EN EL PATRIMONIO DEL MUNDO ENTERO. ES LA LEY ORAL, CUYA BASE ES EL
TALMUD, LA QUE DISTINGUE A ISRAEL DE TODAS LAS OTRAS NACIONES. ELLA
LE CONFIERE SU ASPECTO CARACTERÍSTICO Y LA ALIANZA CON DIOS SE APOYA
PRINCIPALMENTE EN ELLA. EL NO LA COMPARTE CON LOS OTROS, PUES
CONTIENE LOS PENSAMIENTOS MAS ÍNTIMOS DE DIOS, LOS CUALES ESTAN
RESERVADOS AL PUEBLO ESCOGIDO (TANJUMAH TISSA No. 34). Y ES
PRECISAMENTE PARA EVITAR QUE LAS NACIONES SE APROPIEN DE ELLA,
COPIÁNDOLA; QUE ESTA PARTE DE LA LEY, REVELADA A MOSHE DURANTE SU
ESTADÍA EN EL MONTE SINAI, NO DEBE ESTAR CONSIGNADA POR ESCRITO (TOS.
GUITTIN 60b). SOLO EL PELIGRO QUE LA CRECIENTE DISPERSION DE LOS
ISRAELITAS HIZO RECAER SOBRE EL BALUARTE DE LA TORAH, PUDO DECIDIR
QUE RABI YEHUDAH HANASSI LA ASENTARA POR ESCRITO. (MAIMONIDES,
INTRODUCCION AL MISHNEH TORAH).
SIN COMER PAN NI BEBER AGUA. Maimónides, después de haber descrito los grados del
conocimiento de Dios y de la profecía, exalta en estos términos la personalidad de Moshé: “El
tenía una personalidad cuya percepción era tan fuerte y que supo aislarse tan bien de todo lo que
está fuera de Dios, que se podía decir de él: Y él se quedó allí con Dios, preguntando, recibiendo
respuestas, hablando y recibiendo la palabra de Dios en esa estadía santa. Ahora bien, la delicia
espiritual que su percepción procuró a su alma fue tan grande “que no comió pan y no bebió
agua”. Su espíritu recobró tanto las fuerzas, que aniquiló toda facultad material en el cuerpo”
(Guía de los Desc. III,51).
29 – Y SUCEDIO QUE CUANDO BAJO MOSHE DEL MONTE DEL SINAI CON LAS
DOS TABLAS DEL TESTIMONIO (LAS QUE ESTABAN EN MANO DE MOSHE AL
BAJAR DEL MONTE), NO SABIA MOSHE QUE LA TEZ DE SU ROSTRO DESPEDIA
RAYOS DE LUZ, AL HABLAR CON EL.