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RELIGIOSAS EN MÉXICO
Incluye bibliografía.
Tomo I: Creencias, valores y prácticas religiosas, 280 pp
isbn (ciesas), volumen I: 978-607-486-622-3
isbn (ciesas) (obra completa): 978-607-486-621-6
La presente publicación pasó un proceso de dos dictámenes de pares académicos avalados por el
Comité Editorial del CIESAS, que garantizan su calidad y pertinencia científica y académica.
El proyecto que dio origen a la colección tuvo tres apoyos de Conacyt por intermedio de la “Red
temática de investigadores del fenómeno religioso en México”. En 2016, proyecto número 271695;
en 2017 el número de continuidad 280795, y en 2018, le correspondió el número 295195.
Se prohíbe la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin el consentimiento por el escrito
del editor.
Índice
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Renée de la Torre, Cristina Gutiérrez Zúñiga y Alberto Hernández
Antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
El proyecto “Recomposiciones de las identidades religiosas en México”. . . . 23
Contenido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
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Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
Gráficas
1 Pertenencia religiosa de acuerdo con datos censales . . . . . . . . . . . . . . 58
2 Distribución porcentual de grupos religiosos incluidos
en la muestra diseñada de la Encuesta Nacional
de Creencias y Prácticas Religiosas (Encreer, 2016) . . . . . . . . . . . . . . . 59
3 Composición religiosa del subgrupo “evangélicos y protestantes”
de la muestra de Encreer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
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Tablas
1 Distribución por región y parámetros estadísticos
del diseño muestral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
2 Distribución de la muestra por región y adscripción religiosa. . . . . . . . 61
Mapas
1 Nivel de afiliación católica en América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
2 Nivel de afiliación protestante y evangélica en América Latina . . . . . . . 47
3 Regionalización por índice de cambio religioso en México . . . . . . . . . . 57
Agradecimientos
1 La “Red temática de investigadores del fenómeno religioso en México”, del Conacyt, ob-
tuvo en 2016 el número de proyecto 271695; en tanto que en 2017 el número de pro-
yecto de continuidad fue 280795, y en 2018 le correspondió el número 295195.
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16
Agradecimientos
El Colegio de la Frontera Norte fue la institución que albergó los proyectos de esta
red temática del Conacyt y puso a nuestra disposición sus apoyos administrativos
para la operación, gastos y comprobación del proyecto. Además, nos abrió gentil-
mente las puertas de la Casa Colef, en la Ciudad de México, para realizar nuestra
segunda reunión de trabajo. Por su parte, el ciesas abrigó y financió el proyecto
“Reconfiguraciones de las identidades religiosas en México” como un proyecto pilas
de dicha institución. La gestión de este proyecto estuvo a cargo de Renée de la Torre,
con la colaboración de Cristina Gutiérrez Zúñiga y Alberto Hernández. Gracias al fi-
nanciamiento garantizado, pudimos solventar los gastos de las reuniones de trabajo
—pasajes de avión y autobuses, hoteles, comidas, transporte local— que celebra-
mos durante la etapa de análisis de los datos de la encuesta, a las cuales asistieron
todos los miembros del equipo. También nos apoyaron con becas para dos asistentes
del proyecto. Durante 2017, Carmen Carbajal colaboró en la gestión, organización
y administración, y en 2018, Lorena Rodríguez nos auxilió en la recepción y organi-
zación editorial del material que compone esta obra. Recibimos también apoyo de
Rafael T. Corro en las labores editoriales del manuscrito de la obra, y nos facilitaron
las instalaciones de la sede del ciesas Pacífico, bajo la dirección de Daniela Traffano
Alfieri, para llevar a cabo nuestra tercera reunión de trabajo.
Por último, deseamos agradecer a cada uno de los 40 investigadores que entu-
siastamente se sumaron y comprometieron para integrarse al proyecto y trabajar en
equipo. Ello fue posible gracias a la Rifrem, que con sus encuentros anuales —en los
cuales algunos hemos coincidido a lo largo de más de 21 años— se ha convertido en
una plataforma de convergencia de distintos intereses, temáticas y abordajes teóri-
cos y metodológicos en torno a la religiosidad en México. La existencia de la Rifrem
nos permitió convocar a un equipo extraordinario, pues los encuentros propician
el reconocimiento del trabajo de los otros y genera las posibilidades para encontrar
horizontes comunes que nutran el trabajo en equipo. Cada uno de los integrantes
aportó una parte de sus conocimientos adquiridos durante muchos años de estudio
del fenómeno religioso. Cada uno abonó a la reflexión, el diálogo y la discusión, no
solo de la parte que le correspondía, sino de la de sus colegas. En este proyecto todos
aprendimos a trabajar de manera colegiada, sabiendo de antemano que ello lleva más
tiempo y esfuerzo, pero reconociendo también que es un espacio de aprendizaje en-
riquecedor. Un estudio a escala nacional como el que aquí presentamos no hubiera
sido posible sin la suma de esfuerzos colegiados de un maravilloso equipo acadé-
mico. El fruto de ello lo compartimos y celebramos con esta obra que deseamos sea
de utilidad para la comprensión multicultural y plural de México.
Presentación
Renée de la Torre
Cristina Gutiérrez Zúñiga
Alberto Hernández
17
18 Presentación
Antecedentes
México es uno de los pocos países de América Latina cuyos censos nacionales de
población han contado con los resultados de la adscripción religiosa por más de 100
años, datos que son un importante instrumento para detectar tendencias sociode-
mográficas a escala nacional (Gutiérrez Zúñiga y De la Torre, 2017).2 Sin embargo,
debido al carácter disperso y minoritario de las religiones no católicas, estos datos
no permiten diferenciar fenómenos de cambio dentro de las categorías denomina-
cionales. Tampoco existen estudios a escala nacional sobre identificaciones trans-
versales que permitan observar las recomposiciones internas de los grupos religio-
sos en el país, ni comparar sus principales rasgos y tendencias regionales. Por ello es
relevante estudiar las tendencias a la diversidad religiosa para entender los procesos
de socialización y los patrones de la multiculturalidad.
Se parte de los supuestos de que en México: a) el cambio religioso se experi-
menta con diferencias regionales, pero esta recomposición territorial incide a su vez
en la redefinición de ciertas regiones; b) el cambio no se limita a las adscripciones
religiosas, sino que se manifiesta también en las formas de creer, valorar y practicar,
las cuales responden a modalidades transversales, fluidas y dinámicas.
En años recientes, varios investigadores mexicanos dedicados al estudio de la
religión en el país por medio de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso
en México (Rifrem),3 hemos impulsado y participado en proyectos de investigación
a escala local y nacional que aportan una visión de conjunto sobre las dinámicas
2 El otro país que comparte esta experiencia es Brasil, que en su censo de población de
2000 amplió la cobertura de registro de la palabra religión; ahora con criterios de clasifi-
cación más detallados.
3 La Rifrem es una de las redes académicas más consolidadas del ámbito nacional. Con
20 años de vida, ha realizado igual cantidad de encuentros anuales. Cuenta con más de
600 participantes registrados. La preside un Consejo de 12 reconocidos investigadores,
especialistas en el tema. Ha sido la plataforma de diferentes proyectos colectivos con re-
percusiones nacionales e internacionales, así como de más de 20 publicaciones colectivas.
A partir de los encuentros y proyectos de la Rifrem se han alentado nuevas temáticas de
estudio para atender los cambios religiosos en relación con los cambios socioculturales
que se viven en México. También ha logrado instaurar un ambiente de apertura y respeto
al diálogo interdisciplinario sobre distintos temas. Un rasgo inédito es que ha funcionado
como red durante más de 16 años, lo que significa que no tiene una estructura piramidal
ni está sostenida por institución alguna. Antes bien, su continuidad se debe a sus congre-
sos anuales, mediante los cuales se ha conseguido descentralizar el estudio de la religión,
al tener presencia en las distintas regiones del país, incluso en las más apartadas del centro,
Creencias, valores y prácticas religiosas 21
además de contar con dos sedes internacionales, Arizona y Claremont, en California. Para
más información, véase la página oficial de la Rifrem, disponible en <www.rifrem.mx>.
4 Su versión digital puede consultarse en <http://www.asociacionesreligiosas.gob.mx/es/
AsociacionesReligiosas/Atlas_de_la_Diversidad_Religiosa_en_Mexico>.
5 El actual Catálogo Nacional de Religiones es el resultado de un esfuerzo de clasifica-
ción de las respuestas censales basado fundamentalmente en las asociaciones religio-
sas que están registradas ante la Secretaría de Gobernación, y su identificación en una
estructura religiosa diversa. Puede consultarse en <http://internet.contenidos.inegi.org.
mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_
estruc/702825064983.pdf>.
22 Presentación
6 El término movilidad religiosa contempla las trayectorias individuales que incluyen múlti-
ples adhesiones y deserciones de las religiones (Garma, 1999).
Creencias, valores y prácticas religiosas 23
Se pretendía que este estudio permitiera contar, por primera vez, con datos su-
ficientes para explicar las tendencias de la recomposición de la religiosidad a escala
nacional, así como para distinguir las especificidades de la religiosidad en los distin-
tos campos religiosos y contextos locales/regionales.
El análisis de los resultados de los diseños y tendencias encontradas reciente-
mente en otros países latinoamericanos fueron incorporados al anteproyecto del
guion de encuesta y mediante una propuesta metodológica que permitiera cubrir
los siguientes aspectos: a) el cambio y las trayectorias de movilidad religiosa; b) la
autoidentificación y los grados de compromiso o adhesión con los marcos institucio-
nales; c) las prácticas religiosas; d) las creencias trascendentales, y e) las percepciones
sobre las relaciones de las iglesias con el Estado.
El objetivo de esta propuesta es considerar los rasgos específicos de los con-
textos regionales, con representatividad a escala nacional, y al mismo tiempo, foca-
lizarse en localidades y regiones claves por sus características religiosas y sociode-
mográficas contrastantes (por su etnicidad, migración o carácter fronterizo, entre
otras). Los resultados de la Encreer 2016 se analizan e interpretan a partir del co-
nocimiento de las características socioeconómicas y los procesos históricos de cada
región particular —por ello se requiere la experiencia de los expertos—, y se com-
paran para integrar una visión del fenómeno a escala nacional. En síntesis, la capa-
cidad de trabajar de manera grupal y colegiada ofrece una riqueza de marcos in-
terpretativos y analíticos muy útil para comprender y explicar los resultados de la
encuesta, no solo desde la perspectiva de las tendencias estadísticas, sino a la luz
del conocimiento de las características socioeconómicas y los procesos históricos de
cada región particular.
7 Para consultar los resultados estadísticos, véase “Encuesta Nacional sobre Creencias y
Prácticas Religiosas en México. Encreer/Rifrem 2016”, en la página oficial de la Rifrem,
disponible en <www.rifrem.mx>.
8 Proyecto “Red temática de investigadores del fenómeno religioso en México”, número
271695, mayo-noviembre de 2016.
Creencias, valores y prácticas religiosas 25
La idea del proyecto era analizar los datos arrojados por la Encreer 2016 con base
en distintos ejes, en torno a los cuales se conformaron los equipos correspondientes
y se constituyeron los tomos de esta obra. Los ejes están pensados para establecer
las principales tendencias de la recomposición del campo religioso mexicano. Para el
diseño de la encuesta, se consideraron otras encuestas a fin de poder establecer com-
paraciones con las tendencias encontradas recientemente en otros países latinoame-
ricanos y europeos. Por ello algunas variables de dichos estudios fueron incorporadas
en el diseño del guion de encuesta.
El primer eje se refiere al análisis de los temas que se abordan en la encuesta:
Al incluir estos temas, se quiere responder a las siguientes preguntas: ¿cuáles son
los grados de adhesión y los modos de practicar religiosidades?; ¿en qué sentido se
están transformando los contenidos de las creencias trascendentales?; ¿qué imagi-
narios están vigentes en las formas de creer contemporáneas?; ¿qué papel tienen
otras instancias productoras de sentidos trascendentales y de ceremonias de consa-
gración en los marcos de religiosidad individuales?; ¿cuáles son las opiniones res-
pecto a coyunturas sociopolíticas específicas y a las relaciones entre las iglesias y el
Estado?; ¿en qué medida la diversidad religiosa es más proclive a fomentar los valo-
res de pluralistas y democráticos?
El segundo eje atiende las características y particularidades de cada grupo reli-
gioso para comprender quiénes son; qué características comparten en términos doc-
trinales, éticos y de representaciones, y cómo actúan en términos religiosos. Este eje
permite comparar los grupos religiosos entre sí, no solo para encontrar las diferencias
que demarcan sus identidades, sino también para detectar las afinidades, o bien,
las representaciones de sus identidades opuestas. Los grupos religiosos que se esta-
blecieron como objetivo de comparación en nuestro estudio, y por tanto, se incor-
poraron de manera representativa en nuestra muestra, se eligieron por ser los más
importantes en términos estadísticos. Dichos grupos ocupan las siguientes catego-
rías censales: católicos, protestantes/evangélicos, bíblicos diferentes de evangélicos
—testigos de Jehová, mormones y adventistas—, y sin religión.
Las preguntas que guían el análisis son las siguientes: ¿cuáles son las principales
tendencias del cambio religioso en nuestro país?; ¿cuáles son sus características
demográficas?; ¿qué rasgos doctrinales, niveles de compromiso, prácticas, marcos de
valores y concepciones político-sociales caracterizan a los creyentes de estos grupos
religiosos?; ¿de qué manera y en qué sentidos la adhesión a grupos religiosos mol-
dea, o no, las identidades sociales y las opiniones políticas?
El tercer eje de análisis se enfoca en los rasgos religiosos presentes en el ám-
bito regional. Al abordarlo, se buscan respuestas a las siguientes preguntas: ¿en
cuáles regiones y en qué tipo de población el catolicismo mantiene aún una presen-
cia hegemónica?; ¿en dónde la ha perdido?; ¿qué reconfiguraciones regionales se
fomentan?
De acuerdo con los datos arrojados por los censos del inegi, se concibieron y
trazaron cinco regiones heurísticas que compartían perfiles específicos de com-
posición religiosa y grados de cambio religioso (Hernández y Rivera, 2009). Las
regiones que se estudiaron para detectar en qué medida el cambio religioso im-
pacta en su redefinición, pero también para apreciar los rasgos históricos cultura-
les que habilitan o frenan dicho cambio religioso fueron las siguientes: a) Noroeste;
b) Norte, Noreste y Golfo; c) Centro-Occidente y Centro-Norte; d) Centro; e) Pacífico
Sur y Sureste. La dimensión territorial regional delimitó la representatividad de la
muestra, a fin de obtener información que nos permitiera apreciar los rasgos espe-
cíficos de los contextos regionales del país, y a la vez, focalizarnos en localidades y
regiones clave por el contraste de sus características religiosas y sociodemográficas
(etnicidad, migración, carácter fronterizo).
Los resultados de la encuesta se analizan e interpretan a partir del conocimiento
de las características socioeconómicas y los procesos históricos de cada región par-
ticular, para lo cual se invitó a académicos expertos en monografías sobre movi-
mientos religiosos en localidades específicas, para que contribuyeran con sus análi-
sis a la comprensión del comportamiento observado en las muestras de cada región
y para participar en el ejercicio de comparación interregional, a fin de integrar una
visión del fenómeno a escala nacional.
Creencias, valores y prácticas religiosas 27
Contenido
y ateos. Los resultados son sumamente interesantes porque no solo detectan las afi-
nidades entre categorías que en apariencia pueden tenerse por diferentes, sino los
procesos de desinstitucionalización y subjetivación de las creencias. De este modo,
se desmitifica el hecho de que las personas sin religión sean “no creyentes” y se pone
de relieve el que los miembros de las denominaciones piensan, valoran, actúan y
creen con ciertos márgenes de libertad respecto a las doctrinas de sus iglesias.
El capítulo 4, “Prácticas religiosas”, de María del Rosario Ramírez Morales, Renée
de la Torre, Nahayeilli Juárez Huet y María Eugenia Patiño López, gira en torno a las
prácticas religiosas. Incluye, por un lado, los diferentes tipos de prácticas que con-
templan las meramente eclesiales y formales, que por lo común se instrumentan
como indicadores del compromiso religioso de los creyentes con la institución de
pertenencia, y por el otro, las prácticas propias de lo que conocemos como religio-
sidad popular o informal; prácticas espirituales o religiosas que no son fomentadas
por las iglesias y a las que podemos considerar extraeclesiales, aunque son relevantes
para entender el sentido práctico de la religiosidad “a mi manera”.
El capítulo 5, “Creencias trascendentales”, de María del Rosario Ramírez Mo-
rales, Renée de la Torre, Nahayeilli Juárez Huet y María Eugenia Patiño López, se
dedica a las creencias trascendentales. En este estudio se describen los resultados
estadísticos de las principales creencias que comparten los mexicanos. Algunas de
ellas son exclusivas de sus marcos de adscripción como creyentes, otras correspon-
den a las diferentes pertenencias, otras más conforman identificaciones transversa-
les a dichas pertenencias y se producen y difunden en instancias seculares, fuera de
los marcos de las instituciones o asociaciones religiosas.
El capítulo 6, “Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado”, de Felipe
Gaytán Alcalá, Renée de la Torre, Armando Díaz Camarena y José Enrique Aceves,
aborda las percepciones de los mexicanos respecto a las relaciones entre las igle-
sias y el Estado, que enmarcan distintos temas de interés para las ciencias sociales,
desde la evaluación del papel de la religión en el espacio público, la laicidad, la
discriminación y el pluralismo religioso, la apreciación de las libertades laicas y las
políticas seculares, hasta los derechos humanos, que han sido objeto de controver-
sia en tiempos recientes.
El tomo II, titulado Diversidad religiosa y coordinado por Renée de la Torre,
aborda y compara los perfiles de los cuatro grupos religiosos contemplados en el
levantamiento de la muestra de esta encuesta. El primer apartado, “Introducción.
Diversidad religiosa en México”, de la coordinadora del volumen, es un estudio
comparativo en el que se observan los contrastes y similitudes entre los cuatro gru-
pos religiosos escogidos por su representatividad. En conjunto, los capítulos que
Creencias, valores y prácticas religiosas 33
tratan de cada grupo religioso en particular describen los principales rasgos de las
organizaciones; sus preceptos teológicos, dogmáticos y morales, y sus actividades li-
túrgicas; además, incluyen un apartado histórico de la presencia en México del grupo
religioso correspondiente. De esta manera, se facilita la comprensión. Asimismo, con
base en los resultados de la Encreer 2016, se describen los perfiles sociodemográ-
ficos de cada uno de ellos por separado: su distribución por grupos de edad, por
sexo, por niveles socioeconómicos, por grados de escolaridad y por etnicidad, así
como su presencia en poblaciones urbanas y rurales. El análisis estadístico de las
respuestas caracteriza los contenidos de las creencias con las que los adscritos se
identifican, las prácticas que realizan, las identificaciones internas, los grados de
compromiso y sus opiniones respecto a los valores que enmarcan el pluralismo reli-
gioso, o bien, la discriminación de los otros, así como sus posturas respecto a temas
controvertidos, que ponen en tensión el marco de las relaciones entre religión y
espacio público.
El capítulo 1, “Católicos”, de María Eugenia Patiño López, Felipe Gaytán Alcalá
y Genaro Zalpa, corresponde a los afiliados a la religión mayoritaria en México. Sin
embargo, el catolicismo es internamente diverso. El capítulo 2, “Evangélicos”, de
Carlos Garma Navarro, Ariel Corpus, Felipe Vázquez Palacios, Carolina Rivera Farfán,
Ramiro Jaimes Martínez y Karina Bárcenas Barajas, aborda una categoría que incluye
diferentes tipos de denominaciones, como protestantes, evangélicos, pentecostales
y neopentecostales. En términos generales, se reconocen como evangélicos o cristia-
nos para diferenciarse de los católicos. El capítulo 3, “Bíblicos diferentes de evangé-
licos”, de Antonio Higuera Bonfil y Minerva Yoimy Castañeda Seijas, corresponde a
tres asociaciones religiosas que resultan ser las de mayor presencia porcentual entre
las minorías cristianas: La Torre del Vigía — cuyos fieles son conocidos como testigos
de Jehová—, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días —cuyos fieles
se conocen como mormones— y la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El capítulo 4,
“Sin religión”, de Nahayeilli Juárez Huet, Renée de la Torre, Carlos Nazario Mora
Duro y María del Rosario Ramírez Morales, se refiere a una categoría que en realidad
no es una adscripción religiosa y que constituye un grupo mayormente heterogéneo,
el de los desafiliados, es decir, aquellos que rechazan cualquier pertenencia exclusiva
o participación en una institución religiosa.
El tomo III, titulado Geografías de las creencias y coordinado por Cristina Gutiérrez
Zúñiga, trata del estudio comparativo regional y plantea una descripción de los perfi-
les de respuestas para cada una de las cinco regiones que se definieron en nuestra es-
trategia de muestreo. Los equipos de investigadores a cargo de cada uno de los capí-
tulos de este volumen, integrados por conocedores de los procesos sociohistóricos
34 Presentación
Por último, el tomo IV, titulado Demografías religiosas y coordinado por Cristina
Gutiérrez Zúñiga, está dedicado al análisis de los datos de la encuesta a la luz de las
distintas variables sociodemográficas, y supuso la generación de un conjunto de da-
tos diferenciados o estratificados para observar el peso que estas variables pueden
tener en la reconfiguración de las identidades religiosas en nuestro país.
El capítulo 1, “Sexo”, de Karina Bárcenas Barajas y Armando Díaz Camarena, se
dedica a la descripción de los perfiles de los hombres y mujeres que respondieron
esta encuesta, en igual proporción —1 501 mujeres y 1 499 hombres—. El estudio
muestra de qué manera la pertenencia o no pertenencia a una religión y las creen-
cias, prácticas y opiniones sobre las libertades laicas de hombres y mujeres explican
los cambios y permanencias en el paisaje religioso y cultural contemporáneo, así
como de los acercamientos o alejamientos respecto a lo que se ha normalizado como
lo propio de cada género. De esta manera, no solo se busca describir un comporta-
miento diferencial por medio de la categoría demográfica de sexo, sino también po-
ner en juego, en su interpretación, el papel de la actual construcción social y cultural
del género en el contexto mexicano contemporáneo.
El capítulo 2, “Edad”, de Felipe Vázquez Palacios, Cristina Mazariegos y Ariel
Corpus, constituye el análisis de los resultados de la Encreer 2016 a la luz de los dis-
tintos grupos etarios. La muestra se codificó en seis categorías, con base en los años
cumplidos al momento del levantamiento de la encuesta, para construir los rangos de
edad de los grupos. Se trata de una tarea analítica con dos ejes: el primero de ellos se
refiere a la descripción de los resultados de la encuesta mediante la caracterización
de los grupos etarios en sí; el segundo se ocupa de observar cómo varían la perte-
nencia, la creencia, las prácticas y las opiniones de los sujetos en función de su edad.
Es decir, se hace una lectura transversal de los grupos etarios, lo que nos permite
apreciar que la edad es un factor fundamental de la reconfiguración de las identida-
des religiosas en nuestro país.
Por otro lado, la manera como concebimos el contraste entre el México rural
y el México urbano se encuentra enlazada a los imaginarios de la modernización, y
con ella, de la secularización. Sin embargo, al operar con el criterio de distinción en-
tre poblaciones rurales y urbanas con base en un tamaño de localidad de 2 500 ha-
bitantes —el más usual—, la muestra de la Encreer 2016 arrojó escasas diferencias
drásticas entre ambas poblaciones en lo que respecta a su pertenencia religiosa y sus
creencias, prácticas y opiniones sobre cuestiones religiosas de relevancia pública.
El capítulo 3, “Condición rural-urbana”, de Patricia Arias, María Eugenia Patiño
López, Hugo José Suárez y Carlos Nazario Mora Duro, se ocupa de la descripción de
estos datos y su análisis crítico, en una interesante invitación a la complejización
36 Presentación
11 Las ocho variables son: a) escolaridad del jefe del hogar o persona que más aporta al
gasto; b) número de habitaciones; c) número de baños completos; d) número de focos;
e) número de autos; f) posesión de regadera; g) posesión de estufa; h) tipo de piso. Se
asigna una puntuación a cada variable para generar siete niveles socioeconómicos, los
cuales, por orden de bienestar, son AB, C+, C, C–, D y E. Sin embargo, debido al escaso
tamaño de los niveles extremos, el nivel extremo inferior E se une con el nivel inmediato
contiguo D; el mismo tratamiento se aplica para el nivel extremo superior AB y su conti-
guo C+. Para la documentación en extenso de esta regla, véase la página oficial de la amai,
disponible en <www.amai.org>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 37
El estudio describe las diferencias existentes entre los sujetos respecto a sus creen-
cias, prácticas y opiniones, según el estrato socioeconómico de su hogar. Al aplicar
pruebas de significatividad, y en algunos casos, estimar los intervalos de confianza
de los cruces de los estratos con las variables de comportamiento religioso, se con-
sigue una sólida base empírica para apreciar las áreas en las que el factor socio-
económico resulta un elemento explicativo fundamental de la reconfiguración reli-
giosa, pero con distintas direcciones. El conjunto de correlaciones de las prácticas
y creencias religiosas apunta a un impacto secularizador del bienestar patrimonial
en la configuración religiosa de los sujetos, pero también multiplicadora de sus re-
pertorios y flexibilizadora de sus orientaciones. Sin embargo, no parece tener un
impacto igual en la pertenencia y el cambio religioso.
Un elemento importante de la ubicación socioeconómica de los sujetos es, por
supuesto, el acceso a la educación, y merece una consideración específica. De manera
que el último capítulo de esta sección de factores socioeconómicos, el capítulo 6,
“Escolaridad”, de Cristina Gutiérrez Zúñiga y Antonio Higuera Bonfil, se dedica a la
escolaridad como factor de reconfiguración religiosa. El análisis de los resultados de
la encuesta estratifica la muestra en cinco grupos, por su grado de estudios logrado
— primaria, secundaria, preparatoria o carrera técnica, licenciatura y posgrado—, y
en forma semejante al análisis por estrato socioeconómico, la escolaridad se mani-
fiesta como un factor muy importante y con altos niveles de significatividad esta-
dística para la reconfiguración religiosa en las dimensiones religiosas de creencias,
prácticas y opiniones sobre cuestiones religiosas de relevancia pública, pero no así
en las dimensiones de adscripción y cambio religioso. Este estudio busca contri-
buir con evidencia empírica a un modelo más complejo de la relación escolaridad-
religión, que vaya más allá de la hipótesis del impacto laicizante y racionalista de la
educación sobre el comportamiento religioso.
En conjunto, el análisis estratificado de esta sección temática nos permite aten-
der la manera en que el cambio religioso, con sus matices y perfiles, se hace más
probable en ciertas condiciones y entre ciertos grupos sociales.
Introducción
Desarrollo teórico metodológico
Renée de la Torre
Cristina Gutiérrez Zúñiga
Alberto Hernández
39
40 Introducción. Desarrollo teórico metodológico
1 Tiene como base más de 30 000 encuestas cara a cara, que se realizaron ente octubre de
2013 y febrero de 2014, en español, portugués y guaraní. La encuesta se llevó a cabo como
parte del proyecto Pew-Templeton Global Religious Futures, que analiza el cambio religioso y
su impacto en las sociedades de todo el mundo. Información disponible en Pew Research
Center, 2014, <file:///C:/Users/Renee/Downloads/PEW-RESEARCH-CENTER-Religion-in-
Latin-America-Overview-SpanISH-TRANSLATION-for-publication-11-12-1.pdf>.
44 Introducción. Desarrollo teórico metodológico
2. Mayoría católica: Chile (64 %), Costa Rica (62 %), Brasil (61 %), República
Dominicana (57 %), Puerto Rico (56 %) e hispanos en Estados Unidos (55 %)
3. Mitad católica: El Salvador, Guatemala y Nicaragua
4. Menos de la mitad católica: Honduras (46 %), Uruguay (42 %). Con una compo-
sición contrastante entre estos dos países: en Honduras, 46 % son evangélicos;
mientras que en Uruguay, 37 % corresponde a “sin afiliación religiosa”
Vale la pena detenernos en estos datos para destacar que los países con mayores
porcentajes de evangélicos se ubican en Centroamérica. Brasil es el país que tiene
más población católica, no solo en el continente sino en el mundo, pero en los últi-
mos años ha mostrado mayor velocidad de cambio religioso, con un impresionante
incremento de población evangélica. Y los países que correspondían a naciones ca-
tólicas (como Chile, Colombia, Ecuador y Perú), de acuerdo con el modelo de rela-
ciones Estado-Iglesia desarrollado por Alonso (2008),2 hoy muestran que una sexta
parte de su población es evangélica. Este nuevo panorama ha introducido distintos
problemas en la investigación del fenómeno religioso.
El cambio religioso se deja ver, en primera instancia, en una disminución por-
centual de adeptos al catolicismo, y un impresionante crecimiento de confesiones
evangélicas de tipo pentecostal, una versión emocional y popular del protestan-
tismo histórico. Jean Pierre Bastian (1997) reconoció en el pentecostalismo latinoa-
mericano una expresión autónoma de la religiosidad popular, contrariamente a la
sospecha de que era parte de una estrategia imperialista del difusionismo ideológico
de Norteamérica. Por su parte, Martin (1990) señaló que el pentecostalismo era la
tercera ola del protestantismo originado en América del Norte, que llegó cruzando
las fronteras desde el mundo anglo al hispano, pero cuyo desarrollo no se debía a
una mera imposición imperialista, sino también a una asimilación cultural desde la
religiosidad popular de América Latina, a partir de la cual se estaba reformulando
una nueva solidaridad y con sentido de comunidad moral, diferente al sentido libe-
ral e individualista propio del protestantismo clásico o histórico. Distintos investiga-
dores latinoamericanos fueron atestiguando la convergencia entre los m esianismos
étnicos-populares, soportes de ideas arraigadas y a menudo reprimidas (Da Matta,
1962), y los movimientos de tipo evangélicos, documentando la emergencia de
2 Alonso identifica como países católicos a aquellos donde el catolicismo sigue recibiendo
un trato privilegiado o donde no hay restricciones relativas a su influencia en las esferas
públicas (en su incursión en la educación pública, en los medios masivos, en las legisla-
ciones) o porque la Iglesia católica recibe subsidios monetarios del erario público.
Creencias, valores y prácticas religiosas 45
Ê
México República Dominicana
Puerto Rico
Honduras
Nicaragua Océano Atlántico
Guatemala
Panamá
El Salvador Venezuela
Perú Brasil
Bolivia
Paraguay
Chile
Uruguay
Argentina
Nivel de afiliación católica
en América Latina
0 - 42 % Muy bajo
42.1 - 50 % Bajo
50.1 - 64 % Medio
64.1 - 70 % Alto
70.1 - 90 % Muy alto
Ê
México República Dominicana
Puerto Rico
Honduras
Nicaragua Océano Atlántico
Guatemala
Panamá
El Salvador Venezuela
Perú Brasil
Bolivia
Paraguay
Chile
Uruguay
Argentina
0 1,500 3,000
Kilómetros
También se revisaron las encuestas sobre religión que se han llevado a cabo en las
últimas décadas en México. No obstante, como se verá, cada una brinda aportes par-
ciales, sea por su cobertura muestral o por su carácter regional, o bien por haber sido
realizada para conocer algún grupo religioso y no para dar cuenta de la d iversidad.
Ello justifica la realización de una encuesta en el territorio nacional, pero que a su vez
permita atender las complejidades dentro de los principales grupos religiosos aun
cuando sean minoritarios y cuya amplitud muestral admita estudios regionales.
El primer estudio revisado se relaciona con las encuestas que el equipo de in-
vestigación de Guadalajara sobre Creencias y Prácticas Religiosas llevó a cabo en tres
décadas: 1996, 2006 y 2016, demostrando que las creencias y las prácticas no se
corresponden con las pertenencias a una iglesia (véanse los estudios realizados en la
ciudad de Guadalajara: Fortuny, 1999; De la Torre y Gutiérrez Zúñiga, 2011). Estos
estudios han sido replicados en otras poblaciones, y sus variables y su propuesta
analítica han dado lugar a un proyecto comparativo de tres localidades urbanas (De
la Torre et al., 2014) en Guadalajara, Aguascalientes y la colonia Ajusco en la Ciudad
52 Introducción. Desarrollo teórico metodológico
de México. Los resultados del análisis destacaron que la religiosidad popular, debido
a su capacidad sincrética, aloja distintas tradiciones y es dinámica en la hibridación
constante entre tradición con raíces indígenas, coloniales y de mundo campesino, y
versiones de espiritualidades alternativas, comúnmente conocidas bajo el sello de la
Nueva Era o New Age, o de mercantilizaciones neoesotéricas (idem). Su limitación
es que no es un estudio nacional, ni permite ver la movilidad interna de las trayec-
torias creyentes. Este estudio prioriza los alcances locales, y su mérito es ofrecer
clivajes en monografías que exploran con mayor profundidad histórica y cultural la
diversidad religiosa y la vida cotidiana. Esta estrategia permite abrir pliegues para
valorar lo local sin perder de vista los contextos, pero accediendo a su especifici-
dad a través de la contrastación con datos estandarizados que permiten establecer
comparativos y colaboraciones con encuestas de alcances amplios. Dos de los casos
(Aguascalientes y Jalisco) compartieron los reactivos del estudio internacional reali-
zado por la issp, con lo que pudieron colocar lo local en la perspectiva de los resulta-
dos nacionales y de los comparativos con otros países del mundo.
Otro de los estudios de religión relevantes han sido las encuestas de Católicas
por el Derecho a Decidir,3 una asociación que mantiene una postura crítica respecto
a las posturas asumidas por la jerarquía católica mexicana. Las tres encuestas permi-
ten hacer una comparación diacrónica: en 1993, en 2003 y 2014, con la consigna de
romper con la idea unitaria de los católicos. En particular se propusieron: “Captar
los puntos de vista de la feligresía sobre las enseñanzas del magisterio eclesial en di-
versos temas, y conocer en qué medida la población católica mexicana comparte y
actúa conforme a dichas enseñanzas”.4 Su limitante es que no aborda a otras religio-
nes, sino que solo se enfoca en atender las distancias que existen entre las posturas
de la jerarquía y de los fieles laicos dentro del catolicismo.
En 2014 se llevó a cabo la Encuesta Creer en México,5 por parte del Instituto
Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc) preocupada por refractar la plu-
ralidad de concepciones y opciones dentro de la fe católica en México, sobre
todo frente a los debates públicos en torno a las libertades laicas, a las relaciones
Iglesia-Estado, así como al papel asumido por obispos y sacerdotes en la sociedad
6 Esta colección consta de 26 libros que abordan los resultados de 25 encuestas nacionales
sobre temas de coyuntura en México, entre los que se encuentra el eje de religión, secu-
larización y laicidad. Estos conjuntos de encuestas fueron promovidos por José Narro
Robles, rector de la unam, desarrolladas y coordinadas por Julia Isabel Flores y el equipo
de trabajo del Área de Investigación y Opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas
(iij), en conjunto con un amplio número de investigadores y especialistas en los diferen-
tes temas elegidos. Los títulos que integran esta colección están disponibles en <http://
www.losmexicanos.unam.mx/>.
7 Esta encuesta nacional contempló un universo de 1 200 casos y su población objetivo fue
de personas de 15 años y más, a quienes se les aplicó un cuestionario que recopiló opi-
niones y actitudes sobre los temas de religión, secularización y laicidad. El diseño y ela-
boración de los cuestionarios estuvo a cargo de especialistas de la unam. El periodo de
levantamiento transcurrió de octubre a noviembre de 2014.
54 Introducción. Desarrollo teórico metodológico
Los ejes temáticos que articulan esta encuesta fueron escuela, familia y templo
como espacios públicos de socialización religiosa; religión y cohesión social; secu-
larización; cambios generacionales; debates religiosos y culturales de nuestra socie-
dad; creencias religiosas en nuestros días, y derechos humanos y tolerancia religiosa
en un régimen de laicidad.
Las reflexiones finales de este libro y los resultados de la encuesta muestran
que el país se encuentra en un proceso de secularización sostenido, sin embargo,
los autores apuntan a que es necesario seguir ampliando la discusión de este con-
cepto para el caso de México, con el propósito de evitar asociar este proceso con “el
decaimiento de prácticas, valores y creencias religiosas” (Salazar, Barrera y Espino,
2015: 202), lo cual expresa un conjunto de transformaciones que están más asocia-
das a la conformación de religiones “a la carta”, más afines a la conciencia seculari-
zada de sus consumidores.
Otras encuestas aplicadas en nuestro país sobre temas sociales han abarcado al-
gunas dimensiones religiosas dentro del conjunto de sus intereses, como la Encuesta
Nacional sobre Discriminación en México 2010 (Enadis), aplicada en los 32 estados
de la República, en 13 751 hogares con información sobre 52 095 personas. Dicha
encuesta dedica un módulo completo a la diversidad religiosa y, específicamente,
a la discriminación. Esta institución gubernamental, preocupada por el tema de la
discriminación y la intolerancia religiosa, exploró las percepciones y actitudes res-
pecto a la igualdad y la tolerancia hacia la diversidad religiosa en México, así como
las percepciones que las personas pertenecientes a minorías religiosas tienen en
torno a la intolerancia y la discriminación. Los resultados de este estudio buscan
sensibilizar y establecer un diagnóstico para poder implementar políticas públicas
frente a la problemática. Este enfoque es particularmente importante en un país en
donde estuvimos acostumbrados a que el catolicismo fuera la única religión visible
y aceptada y que, a pesar de tener un Estado laico, presenta obstáculos para el de-
sarrollo de una cultura de la pluralidad religiosa de cara al crecimiento de diversas
denominaciones cristianas no católicas.
La visibilización de las minorías representa un gran reto metodológico, pues la
misma inercia metodológica que lleva a la obtención de muestras representativas a
partir de población abierta se traduce en la obtención de muestras muy pequeñas de
estas disidencias religiosas, las cuales a la luz de los análisis parecen insignificantes o
numéricamente no válidas. En este caso, una encuesta patrocinada desde el Estado
permitió atender a las minorías, pues son estas las que e xperimentan exclusión y
discriminación. El tamaño de la muestra permite además tener un c ómodo margen
para el análisis de enfoque regional dentro de la diversidad social y demográfica de
Creencias, valores y prácticas religiosas 55
nuestro país.8 Los resultados de este estudio nos dejan ver que optar por otra re-
ligión que no sea la católica se puede manejar mientras se practique y se exprese
en el ámbito privado, no obstante se corre el riesgo de ser discriminado en México
cuando se muestra su opción diferencial en ámbito público, pues uno de cada cua-
tro de los encuestados expresó haber sentido que sus derechos no han sido respe-
tados por su religión. Los ámbitos donde más se sufre la discriminación es en las
escuelas, y el problema se agudiza aún más en el medio rural.9
También hemos podido observar a los mexicanos creyentes en encuestas in-
ternacionales, en las que podemos atender nuestro carácter nacional mediante la
comparación y el contraste con otros países. Es decir, colocar los datos de nuestra
propia sociedad en perspectiva y conocer nuestra posición relativa en el conjunto
multinacional. Dos encuestas mundiales sobresalen en este renglón. El Programa
Internacional de Encuestas Sociales (issp, por sus siglas en inglés) incorporó un mó-
dulo sobre religión, que destaca por su amplitud de temas y variables. Fue aplicado
en México a una muestra de 1 471 encuestados en 2008, que cubrió 29 de los 32 esta-
dos de la República. Entre las variables destacamos las siguientes: tolerancia religiosa,
diversidad de tradiciones y creencia religiosa, moral sexual, confianza en las iglesias y
organizaciones religiosas, religión y política, espiritualidad versus religiosidad y moti-
vación intrínseca contra extrínseca de las prácticas religiosas. Ver a México en con-
traste con otros 39 países nos revela que, aun cuando nos pensemos lejanos geo-
gráfica y culturalmente, no lo somos. El solo hecho de ser un país mayoritariamente
católico nos hace ser diferentes del resto del mundo y compartir similitudes con
otros países donde está presente una religión mayoritaria, ya sea católica, como en
Italia, Portugal, Croacia, Irlanda, Polonia y Filipinas, o no católica, como Dinamarca
(con mayoría protestante), Ucrania (mayoría ortodoxa), Noruega (protestantes),
Israel (judía) y Turquía (islámica) (Silva, 2014). Si quisiéramos resumir qué distin-
gue al mexicano con respecto al resto del mundo, los resultados de esta encuesta
señalan que es ser muy creyentes y muy practicantes.
Este último dato también fue arrojado en 1999-2002 por la Encuesta Mundial
de Valores, realizada en 81 países con fines de comparación multinacional, en donde
México comparte con Brasil y Perú los primeros puestos en el ranking de asistencia
mensual a servicios religiosos (arriba de 75 %), aun por encima de Irlanda (67 %), el
país donde el catolicismo ha sido considerado una resistencia política ciudadana, o
Italia, donde se encuentra la sede internacional del catolicismo (54 %) (Inglehart et
al., 2004). La muestra mexicana de este estudio consistió en la aplicación de 1 535
cuestionarios a adultos en su hogar, a partir de un muestreo probabilístico multie-
tápico basado en las secciones electorales de todo el país.
No cabe duda de que la reciente inclusión de México en estos estudios compara-
tivos internacionales nos ofrece una posibilidad de contrastación y contextualización
muy valiosa. Sin embargo, es preciso decir que la necesidad de estandarización de
los instrumentos para fines comparativos se impone sobre la diversidad cultural
de los países abordados e invisibiliza sus especificidades, por lo que juegan un pa-
pel complementario en la tarea de conocimiento de nuestra realidad sociorreligiosa.
a) Los principales grupos religiosos conforme al censo del inegi 2010 (católicos, pro-
testantes y evangélicos, bíblicos diferentes de evangélicos (testigos de Jehová,
mormones y adventistas) y sin religión. Supuso la exclusión de los grupos no
cristianos, como musulmanes, budistas, judíos y otros, por su escasa significa-
tividad estadística.
b) La condición urbana/rural del país.
c) Las regiones, definidas de acuerdo con su grado de cambio religioso; se diseña-
ron a partir del análisis de los datos censales del inegi propuestas por Alberto
Hernández y Carolina Rivera (2009), que se pueden apreciar en el mapa 3.
Cambio religioso
Elevado
# # # Emergente
Lento o moderado
Regionalización
Noroeste
Norte-Noreste-Golfo
Centro
Fuente: Modificado de Hernández y Ruelas (2016); Perfiles y tendencias del cambio religioso en México 1950-2000.
57
58 Introducción. Desarrollo teórico metodológico
Católicos 82.7 %
No católicos
0.6 %
La Luz del Mundo Otras religiones
1% 0.5 %
Mormones 0.3 %
0% 10 % 20 % 30 % 40 % 50 % 60 % 70 % 80 % 90 % 100 %
fue domiciliario, con aplicación del cuestionario cara a cara, garantizando el anoni-
mato del entrevistado. Se realizó del 29 de octubre al 30 de noviembre.
Para lograr la representatividad de los grupos no católicos (que por ser minorita-
rios se desvanecen y pierden significancia estadística en los datos a escala nacional)
se requirió una estrategia de sobrerrepresentación, que nos permitió establecer sub-
muestras estadísticamente sólidas para la comparación entre los cuatro grupos. A fin
de no perder las tendencias estadísticas nacionales de los grupos religiosos, el reporte
fue ponderado de acuerdo con la distribución aproximada de la pertenencia religiosa
según los datos más recientes que arrojó el Censo Nacional de Población del inegi
(2010), conforme al cual la membresía al catolicismo alcanza 82.7 %, dejando a los
otros grupos con porcentajes minoritarios que inhabilitan su estudio estadístico y que
incapacitan la apreciación de sus contornos y perfiles internos. La distribución por-
centual de adscripción religiosa del censo de 2010 se puede ver en la gráfica 1.
Por nuestra parte, se diseñó una muestra ponderada representativa de los gru-
pos religiosos que quedó como se indica en la gráfica 2.
El cálculo de la muestra para la representación de la condición urbano/rural es-
tableció porcentajes distintos para cada región, siendo la más alta la región Centro
con 84 % de población urbana, y la más baja la Pacífico Sur-Sureste, con 63 % de
población urbana.
Creencias, valores y prácticas religiosas 59
Protestantes
y evangélicos, 12.0 %
Católicos, 64.0 %
Bíblicos diferentes
de evangélicos, 12.0 %
Desde la planeación teórica del estudio, que incluye la definición del o de los
universos de estudio y la identificación del marco muestral, se pudo advertir el gran
reto que se tendría en el trabajo de campo para alcanzar muestras representativas de
los grupos religiosos cristianos distintos al católico, esto por su tamaño y dispersión
territorial. Además, los objetivos de la investigación requerían una muestra com-
pleja de diversas capas analíticas que fueron tratadas como estratos (grupos religio-
sos, regiones, etnicidad, población rural y urbana).
Bajo este contexto, la estrategia muestral que resultó más conveniente fue la es-
tratificación de áreas geoestadísticas básicas (ageb) de acuerdo con su composición
religiosa para facilitar la localización y acceso a la población declarada dentro de un
primer nivel de clasificación de credo cristiano, ya sea como grupos protestantes y
evangélicos, bíblicos diferentes a evangélicos, así como aquellos que no se autoads-
criben a alguna religión, es decir, que se definen como “sin religión” (véase la tabla 2).
En la muestra se consideraron trescientos ageb distribuidos en las 32 entidades
del país y se aplicaron 10 cuestionarios en cada una de ellas. En cada ageb se seleccio-
naron aleatoriamente dos manzanas de arranque y las brigadas de campo se integra-
ron con cinco personas, un supervisor y cuatro encuestadores.
La multiplicidad de criterios que planteaba la metodología de campo para ubi-
car a los respondientes elegibles (pertenecientes a los grupos en muestra) requirió
que en total cada encuestador realizara en promedio como máximo entre 7 y 10
cuestionarios por día. De tal manera, que tal como lo habían indicado los resultados
de la prueba piloto, a pesar de tratarse de un cuestionario sencillo y ágil en su apli-
cación, los equipos necesitaban dedicar entre dos y tres horas en cada ageb.
Otras religiones
evangélicas, 32.7 %
Cristianas sin mayor
especificación, 27.2 %
Adventistas del
Séptimo Día, 31 %
Testigos de Jehová,
46.2 %
Renée de la Torre
E ste capítulo trata de caracterizar y describir los elementos que están hoy presen-
tes en las formas de ser, creer, pensar y actuar religioso de los mexicanos. Cada
apartado describe los temas que se incluyeron en la encuesta y analiza sus principa-
les tendencias mediante los resultados arrojados por el estudio.
Detrás de un cuestionario se encuentra una definición compleja de lo religioso.
Por un lado, se considera a la religión como un sistema simbólico especializado en
la gestión de creencias, “es un modo particular de organización y funcionamiento
del creer” (Hervieu-Léger, 2005: 128). Por ello, gran parte de nuestras preguntas no
se resuelven con la respuesta a la pertenencia a un credo, sino atendiendo su entre-
cruce con los imaginarios, contenidos y la actividad ritual que los individuos le im-
primen a sus creencias. Retomamos a Hervieu-Léger para considerar que:
Ello nos llevó a diseñar un instrumento que nos permitiera observar la relación (de
cohesión o de autonomía) entre el creyente y la institución de adscripción. Por un
lado, queremos reconocer cómo se ubica el mexicano entre los polos de un modelo
de religiosidad institucional y el de una religiosidad individualizada. Por otro lado,
queremos saber en qué medida la membresía a un grupo o comunidad religiosa
incide y en qué grado en los modos de percepción, valoración y acción de los suje-
tos. Por ello, los comparativos entre grupos religiosos son relevantes. Pero a la vez
buscamos reconocer los posicionamientos socioculturales que moldean las formas
sociales, aparentemente individuales del creer (edad, sexo, nivel socioeconómico,
63
64 Pertenecer, creer, practicar y valorar
Lo primero que sobresale al leer los datos arrojados por la encuesta es que pode-
mos caracterizar a la sociedad mexicana de muy religiosa. Las religiones siguen te-
niendo vigencia para 95 % de la población y solo 5 % manifiesta no tener religión.
Aun dentro de este pequeño porcentaje de no afiliados, solo la mitad se identifica
como ateo o agnóstico (además de opinar que todas las religiones son falsas, que
Creencias, valores y prácticas religiosas 65
Cambio de religión
Con todo, ¿qué tipo de religión es la de los mexicanos? La mayoría de los mexicanos
son católicos. Pero en las últimas décadas se ha venido dando un crecimiento soste-
nido de personas que dejan el catolicismo. La mayoría sale del catolicismo para con-
vertirse a otras denominaciones que siguen la doctrina cristiana pero cada una con
matices diferentes. Encontramos iglesias protestantes, pentecostales, neopentecosta-
les y bíblicas (las tres denominaciones de origen estadounidense que han incorporado
libros sagrados a la Biblia, como los testigos de Jehová, adventistas y mormones). En
conjunto, los cristianos no católicos superan los ocho millones de mexicanos, pero
esta cifra no pertenece a una misma iglesia sino a cientos de denominaciones, al-
gunas muy grandes y con formas de organización altamente estructuradas, y otras
pequeñas misiones casi domésticas. También ha crecido el número de los “sin reli-
gión”, o desafiliados, que alcanza a 4.6 % de la población.
Sí, 95.1 %
Gráfica 1.2 ¿En su familia más cercana, todos pertenecen a la misma religión?
No, 21.5 %
Sí, 78.5 %
En la escuela 0.4 %
Centros de rehabilitación
0.1 %
o centros penitenciarios
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Las razones para cambiar de religión son por lo general individuales y muy diver-
sas. Son cuatro las que destacan y suman más de 50 % de las respuestas dadas por
los conversos a esta pregunta: lo encabeza la insatisfacción con la religión anterior
(17.0 %), los fundamentos bíblicos que encontró en su nueva religión (16.8 %), la
búsqueda de la verdad (13.2 %) y el convencimiento de que su nueva religión
es la verdadera (10.5 %). Sorprenden los bajos porcentajes que obtuvieron los fac-
tores económicos como causas importantes del cambio religioso, como la ayuda
y solidaridad económica que el converso encuentra en su nueva comunidad reli-
giosa, la crisis que los impulsa al cambio y la lucha contra las adicciones, las que en
conjunto suman apenas 6.4 por ciento.
La diversidad religiosa va trayendo consigo cambios en la percepción de quie-
nes deciden mantenerse en el catolicismo respecto de los que deciden mudar de
credo. Durante mucho tiempo “los otros” eran etiquetados como “los hermanos se-
parados” y se explicaba que su salida del catolicismo se debía a que eran presas de
lavado de cerebro o que habían cambiado por interés material. Estas ideas, muchas
veces difundidas por los sacerdotes católicos, contribuyen a estigmatizar a los de-
sertores, a los que ven como herejes o víctimas de instituciones con intereses poco
sagrados. No obstante, según vimos párrafos arriba, no coinciden con las razones
que los conversos dan como sus propios motivos. En el presente, estas categorías
68 Pertenecer, creer, practicar y valorar
Gráfica 1.4 ¿Cuál fue la principal razón por la que usted cambió de religión o la dejó?
0% 20 % 40 % 60 % 80 %
Gráfica 1.5 ¿Por qué considera usted que la gente cambia principalmente de religión?
0% 20 % 40 % 60 % 80 %
No practicante 2.0 %
Indiferente 1.1 %
Ateo 0.7 %
Agnóstico 0.4 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Prácticas religiosas
La Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México (Encreer),
Rifrem 2016, permite captar datos que evidencian no solo tendencias de adscripcio-
nes religiosas, sino también las reconfiguraciones religiosas que ocurren dentro de
ellas. Esto es importante, considerando que México es un país mayoritariamente
católico, pero crecientemente diversificado y desinstitucionalizado.
Conforme a los datos arrojados por la Encreer 2016 podemos decir que en
México en el siglo XXI las religiones siguen siendo muy importantes. El principal ri-
tual es el bautismo o iniciación que recibe un porcentaje de 94 %, no obstante, a lo
largo de la historia de vida de los individuos los ritos de pasaje van perdiendo obli-
gatoriedad, como sucede con el matrimonio religioso, por el cual han pasado poco
más de la mitad de los encuestados (52.3 %).
México, en contraste con la mayoría de los países de Europa occidental que
han experimentado una secularización de lo religioso, mantiene altos niveles de
asistencia a servicios religiosos. Casi la mitad (44.3 %) respondió que acostumbra
acudir semanalmente a los servicios de su iglesia; una cuarta parte (25.3 %) lo hace
ocasionalmente, sobre todo cuando asiste a celebraciones familiares importantes;
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
13.1% lo hace cada mes; 10.8% acude diariamente, y solo 6.6% dice no asistir a
servicios religiosos.
Estos datos reafirman el lugar que los mexicanos ocupan en el ranking de los
primeros lugares en asistencia a servicios religiosos detectado por estudios de com-
paración mundial como el issp (levantado ocho años antes, entre 2008 y 2009) se-
gún el cual México reportó 58.50 %, con 20 puntos porcentuales arriba del promedio
alcanzado por el conjunto multinacional encuestado (Silva, 2014: 323). Estos datos
concuerdan con los obtenidos en esta encuesta si se suman los de diario con los se-
manales, obteniendo 54.3 % de asiduos practicantes.
Otra medición de los grados de adhesión se realiza mediante el cumplimiento
de los ritos de pasaje religiosos, como el bautismo y el matrimonio. Los resultados de-
muestran que la religión sigue ofreciendo un sentido importante a los rituales de
pasaje de la biografía humana. El principal ritual es el bautismo o iniciación, que
recibe un alto porcentaje de 94 %, no obstante, la encuesta también muestra cómo
a lo largo de la historia de vida de los individuos los ritos de pasaje van perdiendo
obligatoriedad, como sucede con el matrimonio religioso, que tan sólo ha llevado a
cabo poco más de la mitad de los encuestados (52.3 %), y otros rituales tienen un
porcentaje aun menor (46.1 %).
Por ejemplo, debido a la prominencia del catolicismo ritualista encontramos
altos porcentajes de devoción mostrada hacia las imágenes, en especial hacia la
imagen de la Virgen de Guadalupe, considerada una veneración sincrética entre
el catolicismo y las cosmovisiones indígenas. Esta tradición religiosa se practica en
gran medida en torno a altares fuera de las iglesias, tanto en las casas como en los
Gráfica 1.8 Actualmente, ¿cada cuándo asiste usted a servicios religiosos, misa o culto?
Cada mes
12.9 %
Ocasionalmente
24.9 %
(celebraciones importantes)
Nunca 6.5 %
No contestó 1.4 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
No, 44.7 %
Sí, 54.8 %
lugares de trabajo o en las calles de los barrios. Este ritual alcanza una cifra aproxi-
mada a dos terceras partes (59.4 %) de la población mexicana. Le siguen los altares
en torno a la figura de Cristo, con 18.2 %, y otras acepciones de la Virgen María.
Muy por debajo se encuentra la devoción a santos patronos (1.3 %), y en porcenta-
jes muy menores a otras tradiciones populares como pueden ser la santería cubana,
los altares de muertos y el culto a los santos populares o no oficiales como la Santa
Muerte o Jesús Malverde.
Una característica de la cultura devocional mexicana es también el vigor de la
ritualidad colectiva (que no individualizada como la de los europeos), fuertemente
ligada a una gramática católica, que mantiene una gran vigencia en el espacio pú-
blico en ceremonias colectivas, lo cual se muestra en que 51% de los mexicanos
practica el peregrinaje a santuarios de vírgenes, cristos o santos patronos milagro-
sos. No obstante, la encuesta también señala cambios en dichas continuidades, pues
lo tradicional está adquiriendo un nuevo significado incluso en sectores juveniles y
educados, y también se practica de nuevas maneras, como indican las cadenas de
oración que se hacen en Internet o se comparten en redes sociales y que son prac-
ticadas por 13 % de la población. De igual manera, se puede señalar que el catoli-
cismo es más una religión que se sigue por continuar la tradición heredada, o por
la libre “a mi manera”, pero es menos una religión por convicción (como sí ocurre
con los recién conversos a denominaciones pentecostales y paraprotestantes). Esta
Creencias, valores y prácticas religiosas 73
Yoga, meditación o alguna otra técnica espiritual oriental 5.7 % 93.6 % 0.7 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No No contestó
transformaciones sin rupturas. Por otro lado, los rituales católicos también han ido
adoptando prácticas características de las congregaciones protestantes y pentecos-
tales (la lectura de la Biblia y la recepción de los dones del Espíritu Santo) a fin de
competir en un nuevo mercado religioso que exige actualizar liturgias.
Creencias trascendentales
Las creencias religiosas se atendieron a partir de imaginarios que provienen de dis-
tintas matrices religiosas, espirituales y seculares. Ello nos permitiría no solo ver
cómo responden a ciertos dogmas promovidos por las iglesias, sino además las
posibles combinaciones que realizan los individuos tomando otras explicaciones
y creencias que circulan en la sociedad y que constituyen sus bricolajes creyentes,
lo que vuelve porosas las definiciones sustantivas de los credos. Las creencias que
consideramos que se refieren a imaginarios sobre lo santo, lo divino, lo extraordi-
nario, lo trascendente, son nociones que soportan imaginarios que brindan expli-
caciones sobre la relación entre el ser humano, la divinidad y el cosmos, al tiempo
que configuran un sentido trascendente que se constituye en guía ética y moral del
comportamiento humano.
Veamos los resultados para responder la pregunta: “¿En qué creen los mexica-
nos?”. La mayoría de los mexicanos mantienen creencias basadas en las doctrinas
cristianas: (96.2 %) no han abandonado la creencia en Dios como un ser supremo
y mantienen una cultura teísta. También la mayoría cree en el poder del Espíritu
Santo (85.8 %), una noción compartida con los pentecostales y evangélicos. Se con-
firma que la mayoría cree en la Virgen de Guadalupe (79.8 %), y consideran que la
Biblia es fuente de verdad absoluta (76.6 %); 71.7 % cree en la vida eterna, y poco
más de la mitad dice creer en el diablo. Aunque todo pudiera apuntar al manteni-
miento de creencias tradicionales, llama la atención que la mitad de los encuesta-
dos incorporan la noción de la reencarnación, que no es difundida por la doctrina
cristiana, sino que proviene de matrices de filosofías y espiritualidades orientales
difundidas en México por el movimiento Nueva Era y por las industrias culturales.
Casi una cuarta parte de los mexicanos mantienen creencias que han sido desva-
lorizadas como supersticiones por la propia institución católica, pero que se han
mantenido mediante las prácticas de la religiosidad que se realizan fuera de los tem-
plos. Estas son las creencias en fantasmas, aparecidos y espíritus chocarreros. Por
último, encontramos que un pequeño porcentaje (12.7 %) cree en el contacto con
extraterrestres, creencias de generación reciente que han sido ampliamente difun-
didas por la televisión, el cine y la literatura de ciencia ficción. Un mismo individuo
puede incorporar diversas creencias en sus propios menús de creencias. A veces las
Creencias, valores y prácticas religiosas 75
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No No contestó
creencias demarcan las diferencias dogmáticas entre unos grupos religiosos y otros,
pero también hay creencias de matriz compartida y otras que, como se verá en el
capítulo, funcionan de manera transversal a las confesiones y credos.
Además de las creencias sobrenaturales incluimos una pregunta sobre cómo
se explican el éxito o el fracaso en la vida terrenal. Buscábamos medir hasta qué
punto las creencias religiosas seguían o no presentes en las explicaciones sociales.
La pregunta que mayor porcentaje obtuvo fue el esfuerzo personal, una explica-
ción que se deriva de una matriz de pensamiento liberal e individual con 42.8 %
de respuestas; le sigue la voluntad de Dios, una explicación derivada de una matriz
religiosa providencialista, con 35.9 %; el destino, una explicación basada en la pre-
destinación por causas sobrenaturales ajenas al individuo y a la sociedad que muchas
veces acompaña el sentido mágico de la explicación del mundo social, con 8.5 %; el
cumplimiento de las leyes de Dios alcanzó 5.7 % de preferencias, que es otra matriz
religiosa donde interviene un elemento moral de cumplimiento o incumplimiento
que sanciona, premia o castiga a los seres humanos en la vida terrenal; la explicación
histórico-estructural propia de filosofías seculares que dan cuenta del determinismo
social obtuvo muy pocas respuestas, con apenas 2.4 %, y más abajo, con apenas
76 Pertenecer, creer, practicar y valorar
Al destino 8.5 %
A la suerte 4.0 %
Al karma 0.6 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
0.6 %, se encuentra la noción oriental (budista e hinduista) del karma, según la cual
la prosperidad sería un efecto de los niveles espirituales alcanzados.
Gráfica 1.13 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones o situaciones?
El aborto no sea perseguido o castigado por la ley 31.3 % 62.1 % 1.2 % 5.4 %
La ley del matrimonio entre parejas del mismo sexo 29.1 % 65.2 % 2.4 % 3.2 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
A partir de los datos arrojados por la encuesta, podemos afirmar que los mexicanos
nos encontramos en una transición hacia una cultura de pluralidad religiosa, es de-
cir, de valores de aceptación y reconocimiento equitativo de la diversidad de for-
mas de creer. Existe casi un total reconocimiento en torno a que los miembros
de cualquier religión deben tener los mismos derechos otorgados por el Estado.
También existe una aceptación mayoritaria al principio de laicidad escolar en la
aprobación de contenidos de educación sexual impartidos en las escuelas públicas,
y para la mayoría de los mexicanos no representa un problema que se incluyan con-
tenidos de género en los libros escolares. Más de la mitad de los mexicanos aprueba
leyes que exijan que las iglesias rindan informes fiscales a la Secretaría de Hacienda. En
los temas donde encontramos rechazo es respecto a la despenalización del aborto, y
78 Pertenecer, creer, practicar y valorar
en la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, dos temas que han
levantado polémica pública recientemente y donde algunos movimientos cívico re-
ligiosos se han manifestado para expresar su oposición a dichas legislaciones. La
mayoría de los mexicanos no aprueba que las iglesias sean propietarias de medios
de comunicación y se oponen a que las religiones participen abiertamente en polí-
tica electoral, y a que los candidatos de elección popular usen símbolos religiosos
en sus campañas políticas. Lo anterior refrenda la opinión positiva sobre un Estado
laico que regula la actividad política de las religiones. En cuanto a la práctica de cere-
monias religiosas y de la colocación de altares de muertos en las escuelas existe una
aprobación mayoritaria, aunque como veremos en los capítulos de este apartado,
existen diferencias tajantes entre los católicos y el resto de los grupos religiosos.
En resumen, esta radiografía nos muestra, por un lado, que las nuevas leyes
propuestas tanto por políticos como por sectores religiosos conservadores no son
aceptadas por la mayoría de los mexicanos, con excepción del rendimiento de cuen-
tas de las iglesias ante Hacienda. No obstante, también nos muestra que existe en el
presente un importante sector que aprueba las nuevas tendencias a la liberación y
el pluralismo sexual (alrededor de una tercera parte), mientras que la mayoría de los
mexicanos se oponen al juego político de las religiones y refrendan el carácter laico
del Estado que demarca una separación de las iglesias en el espacio público o político.
Si bien la gráfica 1.13 muestra datos nacionales, en los capítulos que componen
este texto se podrán atender los posicionamientos de diferentes sujetos, grupos so-
ciales y grupos religiosos respecto a estos temas, pues la lectura de los datos genera-
les muestra las tendencias globales, las cuales homogeneizan posturas mayoritarias
e invisibilizan las diferenciaciones internas y la presencia de las minorías que cues-
tionan la unidad de ciertos rasgos nacionales.
2. Cambio de religión: conversión, desafiliación
y circulación
79
80 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
con una denominación específica, para vislumbrar algunas de las nuevas pregun-
tas relevantes acerca de la movilidad en nuestro país. En este sentido, la encuesta
Encreer 2016 puede constituir un insumo relevante para aproximarse al análisis de
la movilidad religiosa en México hoy.
Naturalmente, los números crudos no son suficientes para explicar procesos
complejos de movilidad religiosa. En cambio, sí pueden contribuir a identificar nue-
vos caminos de entrada para la reflexión. La Encreer permite vislumbrar algunas es-
pecificidades en relación con el sentido de pertenencia, los motivos del cambio de
adscripción religiosa, los grados de compromiso y la frecuencia de la práctica ritual,
e incluso algunas formas de prácticas religiosas no eclesiales relevantes para los cre-
yentes mexicanos. Como se verá en las siguientes páginas, el análisis de la encuesta
permite identificar, por ejemplo, la consolidación de las iglesias minoritarias multi-
generacionales, o el crecimiento y la conformación de los hogares multirreligiosos.
Sin duda, se trata de fenómenos complejos que requerirán un análisis más detallado
—complementado con nuevos estudios cualitativos a profundidad—, pero que en
su estado actual tienen ya un importante potencial heurístico, y permiten identificar
nuevos derroteros en la comprensión de los perfiles que adquiere hoy, en México,
la movilidad religiosa.
Es con dicha intención que, en este capítulo, mediante el esfuerzo interpreta-
tivo de los datos arrojados por la Encreer 2016, se presentan algunas reflexiones
sobre las formas contemporáneas de las movilidades religiosas en México.
A continuación, detallaremos algunas reflexiones que se desprenden de la re-
visión de la Encreer, para concluir con la presentación de algunas de las cifras que
consideramos más relevantes.
establecidas, e incluso conservar una identidad religiosa específica, pero que rei-
vindican el derecho individual a creer y practicar según su propio entender (Parker,
2009).2 Naturalmente, también puede haber creyentes “a mi manera” que no son
buscadores espirituales, pero que han aceptado la individualización de la creencia
como punto final.
Finalmente, conviene recordar que la movilidad religiosa puede operarse tam-
bién hacia afuera del universo de las adscripciones e identificaciones religiosas,
e incluso, desde afuera hacia adentro. Marzal (2002) se interesa en el proceso de
desafiliación religiosa, que designa mediante el término increencia, para referirse en
términos generales a la ausencia de creencias en las religiones. En esta línea se in-
cluiría la apostasía, como una forma de rechazo radical y completo de la religión,
con frecuencia parte del rechazo de los exfeligreses. Sin embargo, como se discute
en el capítulo relativo a los creyentes sin religión, de este mismo volumen, la desa-
filiación ciertamente implica un distanciamiento de las instituciones religiosas, pero
puede dar paso a distintos posicionamientos respecto a las creencias y la ritualidad,
incluyendo el agnosticismo, el ateísmo, la búsqueda espiritual, entre otros.
Así, retomando las discusiones anteriores y para avanzar la reflexión sobre los
perfiles de la movilidad religiosa en México en la actualidad, proponemos identifi-
car dicha movilidad como procesos de cambio que pueden ocurrir en cinco ámbitos
diferentes.
Si bien en la práctica existe una clara imbricación de estos cinco ámbitos, es impor-
tante distinguirlos analíticamente para identificar qué cambia y qué permanece en
la experiencia de los sujetos que construyen su trayectoria de movilidad.
En el primer caso —la adscripción a las iglesias o instituciones religiosas—, es-
taríamos tratando fundamentalmente de un proceso formal que determina la mem-
bresía de un individuo con base en las normas establecidas por la propia institución,
que regula la entrada o salida de sus agremiados. Estos procedimientos pueden ser
notablemente diferentes entre unas y otras instituciones religiosas. Así, para el caso
de México, conviene distinguir al menos dos grandes grupos: por una parte, el ca-
tolicismo —con el bautismo y la excomunión—, y por la otra, las iglesias evangéli-
cas y bíblicas no evangélicas,3 en donde los procesos de ingreso pueden requerir
distintas etapas. Estos requerimientos son, incluso, para los hijos de los afiliados
que han sido socializados dentro de la comunidad de la iglesia, y que exigen que el
adulto exprese su voluntad de ingreso así como su conocimiento y aceptación de
las normas generales que establece la institución, dando así la pauta de los posibles
motivos y procesos para la expulsión de los infractores —práctica relativamente fre-
cuente—. Mención aparte merecería el grupo sin religión, abordado en el capítulo
correspondiente, en esta misma obra.
En el segundo caso, la movilidad en la ritualidad religiosa puede dar cuenta de
los grados de compromiso del individuo, que consagrará más o menos tiempo
de su vida cotidiana a la participación ritual. Pero esto también puede reflejar la forma
más o menos ortodoxa con que los individuos regulan su práctica religiosa. En este
punto, para el caso de México, resulta importante señalar la importante diferencia
en la asiduidad a los servicios religiosos que pueden identificarse en las distintas
regiones del país —como se verá más adelante—, pero más aún, conviene recordar
la importancia histórica del sincretismo religioso en este territorio. Esto abre un
espacio a la reflexión relativa a la forma en que, histórica y regionalmente, se han
construido y administrado los márgenes de libertad de los que el sujeto creyente
dispone (o reclama). Estos márgenes tradicionales adquieren una importancia reno-
vada ante la acelerada multiplicación de la oferta espiritual en las últimas décadas.
Esta oferta da pie a la posibilidad de construir nuevos ensamblajes religiosos, que
abrevan no solamente de las comunidades e instituciones religiosas establecidas en
la región, sino también de las ideas, prácticas y objetos rituales que circulan a tra-
vés de los campos migratorios transnacionales, los circuitos mercantiles, las redes
sociales y, en términos más amplios, el mundo virtual. Esto se expresa claramente,
por ejemplo, en el uso de los teléfonos celulares y dispositivos móviles para crear
cadenas de oración. Cabe señalar que muchas agrupaciones no aceptan la reela-
boración o modificación de los rituales y esto puede implicar sanciones severas
(Douglas, 1999).
El tercer caso que aquí señalamos corresponde a la movilidad en las congre-
gaciones o comunidades religiosas. Es necesario reconocer la importancia que
puede adquirir, para el creyente, la comunidad concreta a la que se adscribe para
como veremos más adelante, los resultados de la Encreer permiten plantear nuevas
preguntas relevantes en este ámbito.
Adscripción y pertenencia
El primer módulo de la encuesta comienza indagando el sentido de pertenencia a
alguna religión. Si bien la pregunta podría asemejarse a la adscripción, es impor-
tante recordar que en este caso se trata de la autoidentificación a una religión en
particular, es decir, se toma el punto de vista del creyente, que podría discrepar de
lo referido por las propias instituciones religiosas. Así, a la pregunta: “¿Pertenece us-
ted a una religión?”, solo 4.9 % de los encuestados contestó negativamente, mientras
que 95.1 % afirmó sí pertenecer a una religión. Esto muestra que la gran mayoría
de la población mexicana sigue considerándose como miembro de una religión, lo
Creencias, valores y prácticas religiosas 87
cual implica estar afiliado en cierto grado a una institución o asociación. Este dato
realmente no sorprende, dado que otras fuentes, como los Censos Nacionales de
Población, ya lo habían mostrado.
En cuanto a las regiones, se presenta una variación interesante: la región
Centro-Occidente y Centro-Norte muestra el porcentaje menor de no pertenencia a
una religión, con solo 1.9 %, lo cual es congruente con otros datos de la encuesta que
apuntan al alto grado de apego religioso y, en particular, al catolicismo en esta área.
La región Centro presenta 3.7 %, lo cual muestra un desarrollo mayor de la no per-
tenencia que en la región anterior, pero que todavía es muy bajo. En cambio, en la
región Noreste, Norte y Golfo, se reporta un 6.1 % de encuestados sin pertenencia
a una religión, y que se acompaña, como veremos más adelante, por una mayor di-
versidad religiosa. En las regiones Noreste y Pacífico-Sur, y Sureste, se presentan los
porcentajes más elevados de encuestados sin pertenencia a una religión (8 y 8.1 %,
respectivamente) así como una mayor diversidad religiosa, lo que permite apuntar
a una correlación entre estas dos variables. Esta relación puede explicarse debido a
que una mayor oferta religiosa abre las opciones de cambio religioso, puede debilitar
algunos mecanismos de control social, y da paso a la posibilidad de una movilidad
religiosa que llegue hasta la desafiliación completa de las asociaciones religiosas.
En particular, el debilitamiento de la religión mayoritaria podría ser un elemento
clave para permitir a las personas vivir sin las constricciones que impone una so-
ciedad menos diversa.
La Encreer pregunta también a quienes declararon no estar afiliados a una re-
ligión cuáles son sus motivos para ello. A la pregunta: “¿Si no pertenece a alguna
religión podría indicar la razón?” se presentan tres respuestas mayoritarias, que re-
ciben casi el mismo porcentaje. Una es “Soy un librepensador” (15 %), que apunta
a una perspectiva que se basa en la independencia de las instituciones religiosas. La
otra es “No creo en una autoridad religiosa y tengo mis propias creencias” (15 %), que
presenta una posición parecida a la anterior. Es decir, estos dos grupos de respuestas
estarían dando cuenta de una importante distancia respecto al grupo mayoritario en
el ámbito de las adscripciones o los sentidos de pertenencia, pero no necesariamente
en el de la creencia. En cambio, la respuesta “Todas las religiones son falsas” (14 %)
muestra una diferencia radical justamente en el ámbito de la creencia, con impli-
caciones múltiples tanto en la dimensión de las adscripciones como, seguramente,
en el de las identidades, la práctica y la comunidad. Como puede observarse, este
caso significa un nivel de ruptura mayor —puesto que alcanza diversos ámbitos—, y
suele ser objeto de una mayor censura por parte de las instituciones y comunidades
88 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
religiosas, que lo designan con la figura del apóstata, la cual identifica al individuo
que, conociendo la fe verdadera, renuncia a esta e incluso la ataca (Garma, 2004;
2007a).
La respuesta “Soy espiritual, pero no religioso” (10 %) se constriñe al rechazo
a las instituciones y a las identidades religiosas (al sentido de pertenencia), pero
intenta mantener una relación con lo sagrado fuera de ellas, y no necesariamente
viene acompañado de una ruptura con la práctica y la creencia previas. Lo mismo
sucede con “Solo estudio la Biblia” (9 %), que señala la situación de creyentes que
tuvieron una afiliación o socialización que incluía la lectura de la Biblia, y que la con-
servan, aunque actualmente están separados de las instituciones. En la respuesta
“Estoy buscando alguna que me convenza” (8 %), se puede ubicar a los creyentes
que están en tránsito o movimiento entre las distintas opciones. Por su parte, “Soy
ateo” y “Soy agnóstico”, aunque reciben porcentajes semejantes (cercanos a 8 %),
se refieren a personas que ya presentan una posición clara y específica hacia las re-
ligiones, ya sea de rechazo total o de cuestionamiento.
A partir de estas dos primeras preguntas podemos constatar que la no afiliación
religiosa puede involucrar uno o más ámbitos, y ser portadora de distintos niveles
de ruptura respecto al grupo mayoritario.4
4 Un análisis más detallado del grupo sin adscripción religiosa puede identificarse en el
capítulo “Sin religión” de este mismo libro.
Creencias, valores y prácticas religiosas 89
5 Siguiendo los datos arrojados por los Censos Nacionales de Población, podemos notar
que es durante dichas décadas cuando se produce el decrecimiento más acelerado del ca-
tolicismo y el consecuente incremento porcentual de otras denominaciones.
90 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
este elemento social. Se podría esperar que por su alto grado de diversidad reli-
giosa tuvieran un porcentaje mayor, pero es evidente, otra vez, que muchos miem-
bros de las minorías religiosas son parte de sus iglesias desde nacimiento. La región
Noroeste presenta un porcentaje de 10.6 %, que es el más cercano al promedio
nacional. Por último, Centro, Occidente y Centro-Norte es la única región que se
encuentra significativamente por debajo del promedio general, con 4.5 %. El fuerte
peso que todavía tiene el catolicismo en esta región explica que tenga el menor
rango de cambio religioso. Aun así, es importante recordar que dentro del catoli-
cismo puede haber una diversidad de perfiles, algunos muy distantes de la norma
eclesiástica, como se muestra en el capítulo relativo al catolicismo, y a la región cen-
tral y noroccidental en esta misma obra.
Veamos las respuestas a esta pregunta por grupo religioso. Entre los católicos,
solo 4.85 % ha cambiado de religión o la ha dejado. Al ser la religión mayoritaria
del país, 95.2 % de los encuestados de esta fe no ha tenido dicha experiencia, por lo
cual esta opción de vida no la conocen directamente: nacieron y fueron socializados
dentro de dicha religión, lo cual sin duda influye en muchos ámbitos de su práctica
religiosa, así como de su vida personal y social. Conviene recordar que este dato
no significa que los católicos no cambien de religión, en cuyo caso la encuesta los
habría captado como creyentes de otra denominación o “sin religión”. Lo que este
dato significa es que son escasas las personas que abandonan sus creencias religio-
sas (o su no afiliación) para incorporarse al catolicismo.
Entre los evangélicos, casi dos de cada cinco (39.5 %) contestó haber cambiado
de religión. Este dato es sumamente interesante, porque muestra que las personas
que han vivido directamente la conversión religiosa, si bien constituyen un sector
numeroso, ya no son la mayoría en estas asociaciones religiosas. Ahora estas orga-
nizaciones tienen el reto de adaptarse a congregaciones con varias generaciones,
donde los creyentes de segunda y tercera generación, o sea “de cuna evangélica”,
como se suele decir en estos grupos, son los que constituyen la mayor parte de la
feligresía.
Entre los bíblicos aún son cerca de la mitad (40.2%) quienes respondieron ha-
ber cambiado de religión. Así, se puede ver el mismo patrón que se presentó entre
los evangélicos, solo un poco más lento en su desarrollo.
Por último, entre los encuestados sin religión, la mitad contestó haber cam-
biado (en este caso, abandonado) su religión. Este dato nos muestra que el aumento
de este grupo heterogéneo es aún un hecho social reciente en México, dado que el
abandono de la religión lo han vivido directamente la mitad de las personas que se
ubicaron bajo este rubro. Esto nos permite proponer que la no afiliación religiosa
Creencias, valores y prácticas religiosas 91
permite conocer cuáles son los caminos más transitados por los creyentes, entre
denominaciones, independientemente del grado de disrupción social que el cambio
pueda generar, o la distancia doctrinal que pueda existir entre ellas.
está “Decidió buscar la verdad por sí mismo”, con 11.8 %. En Pacífico, Sur y Sureste,
“Decidió buscar su verdad por sí mismo”, con 18.7 %, es la más reconocida. Le sigue
“Su religión anterior ya no le satisfacía”, con 15.8 %. En tercer lugar, está “En su reli-
gión actual encontró un sentido para vivir”, con 13.5 por ciento.
Con respecto a los resultados por grupo religioso, encontramos que entre los
católicos la primera opción fue “Su religión actual se apega a los fundamentos bí-
blicos”, con 30.9 %, lo cual es una respuesta contra la acusación frecuente que les
hacen otros creyentes, de que no leen el texto sagrado. Enseguida, está “Su religión
anterior no le satisfacía”, con 15.2 %. “Decidió buscar su verdad por sí mismo”,
con 10.4 %, es la tercera opción. Entre los evangélicos, “En su religión actual encon-
tró un sentido para vivir”, con 19.2 %, tuvo el primer lugar, aunque “Su religión ante-
rior ya no le satisfacía”, con 19.1 %, prácticamente lo iguala. Después, sigue “Se con-
venció de que esta es la verdadera religión”, con 18.9 %. Son notorias las semejanzas
con el punto de vista de los bíblicos. En este grupo, “Se convenció de que esta es la
verdadera religión”, con 23 %, está en primer lugar. “En su religión actual encontró
un sentido para vivir”, con 20.4 %, le sigue. “Su religión anterior ya no le satisfa-
cía” tiene 15.8 %. Esto implica que tanto evangélicos como bíblicos comparten una
orientación crítica al catolicismo, como concepciones razonadas y casuales sobre el
cambio religioso. En cambio, entre los encuestados sin religión, “Ninguna religión
le satisface”, con 33.3 % es la primera. “Decidió buscar la verdad por sí mismo”, con
29.5 %, es la siguiente. “Su religión anterior ya no le satisfacía” tuvo 18.5 %. Se nota
una crítica a la religión dominante que se extiende a todas, así como un sentido in-
dividualista.
En cuanto a la pregunta relativa a los motivos del cambio fue presentada tam-
bién a quienes no lo han experimentado por sí mismos, con la finalidad de conocer
la percepción que se tiene de la movilidad religiosa. A la pregunta: “¿Por qué consi-
dera usted que la gente cambia de religión?”, las respuestas muestran una polariza-
ción interesante. A escala nacional, “Por decisión personal” registra 22 %. Esto se-
ñala el peso de la decisión individual en la movilidad religiosa, que aceptan muchos
conversos. En cambio, “No conocen su propia religión”, que obtiene 19 %, muestra
la posición de los creyentes que ubican a los conversos como personas sin una edu-
cación religiosa adecuada, o de una fe superficial, como dirían muchos miembros
del clero. Sin embargo, también puede ser utilizada por disidentes que consideran
que los creyentes católicos son ignorantes. “Les lavan el cerebro”, que obtiene 17 %,
enfatiza elementos psicológicos y rebaja a los creyentes conversos. En cambio, “Se
decepcionan de su iglesia”, también con 17 %, expresa el punto de vista más crí-
tico de los que han abandonado su iglesia de origen, que suele ser la mayoritaria.
94 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
religioso. Del lado católico, que tiene 43.7 %, la respuesta más frecuente es “No co-
nocen su propia religión”, con 21.1 %, que muestra una explicación cuidadosa en
un área con mucho pluralismo religioso.
Veamos los resultados por grupo religioso. Entre los católicos, tienen mucho
peso respuestas con elementos negativos hacia el cambio religioso: “No conocen su
religión”, con 19.5 %, “Les lavan el cerebro”, con 19.4 %, y “Les ofrecen beneficios
económicos”, con 13.5 %. En conjunto, arrojan 52.4 %. Pero también hay posicio-
nes menos extremas: 19.5 % reconoce “Por decisión propia”, y 16 % señala “Se de-
cepcionan de su iglesia”, lo cual muestra cierto nivel de autocrítica hacia la iglesia
mayoritaria. Entre los evangélicos, destaca “Por decisión personal”, con 36 %, que
enfatiza la conversión como un acto individual por decisión propia. Son destacados
aquí “Se decepcionan de su iglesia”, con 23.2 %, “No les satisface su iglesia”, con
13.6 %, y “No conocen su propia religión”, con 18.4 %, que en su conjunto presen-
tan una visión muy crítica al catolicismo. También se encuentran, aunque de manera
marginal, respuestas que consideran a los conversos de manera ofensiva, como ig-
norantes o interesados: “Les lavan el cerebro”, con 1.9 %, y “Les ofrecen beneficios
económicos”, con 2.3 %. Los bíblicos tienen una orientación similar a los evangé-
licos. La mayoritaria también es “Por decisión popular”, con 30.6 %. Mientras que
“Se decepcionan de su iglesia”, con 24.4 %, “No les satisface su iglesia” y “No cono-
cen su propia religión”, con 16.9 %, expresan la crítica hacia la religión dominante.
Una vez más, “Les lavan el cerebro”, con 3.9 %, y “Les ofrecen beneficios económi-
cos”, con 4.4 %, se mantienen, aunque de manera marginal. Por último, el grupo
sin religión presenta algunas variaciones. Predomina la opción individualista con
“Por decisión personal”, que obtiene 33.3 %. Siguen las respuestas críticas, “Se de-
cepcionan de su iglesia”, con 22.9 %, y “No les satisface su iglesia”, con 12.5 %, pero
“No conocen su propia religión” baja a 9.9 %. Aceptan más que los evangélicos y
bíblicos, pero mucho menos que los católicos las respuestas “Les lavan el cerebro”,
con 10.3 %, y “Les ofrecen beneficios económicos”, con 7.5 por ciento.
100 %
88.2 %
82.1 %
90 %
72.6 %
71.4 %
80 %
70.0 %
70 %
60 %
50 %
40 %
30.0 %
28.6 %
27.4 %
30 %
17.9 %
11.8 %
20 %
10 %
0%
Noreste Norte, Noreste Región Centro Región Centro Pacífico Sur
y Golfo Occidente y Centro Norte y Sureste
Es decir, en todas estas regiones, cerca de uno de cada tres hogares convive coti-
dianamente con la alteridad religiosa. Así, podemos sostener que en estas áreas la
convivencia de credos y prácticas entre los parientes presenta un importante dina-
mismo y crecimiento. Esto implica que debe haber cierto nivel de tolerancia dentro
de los núcleos familiares que aceptan estas diferencias entre sus miembros. Cabe
señalar que estas regiones incluyen ambas fronteras, lo cual abre la posibilidad de
cierta relación con experiencias migratorias que valdría la pena explorar más adelante
con mayor detalle.
Las regiones con menor presencia de familias con diversidad religiosa son
Centro, con 17.9 %, y Centro-Occidente, con 11.8 %. En estas regiones, la fami-
lia se mantiene con mayor fuerza como la institución que transmite la religión de
una generación a otra. Aquí es más frecuente que la persona nazca, viva y fallezca
dentro de un mismo credo que comparte con las personas que considera parientes
cercanos. Sin embargo, aun en estas regiones se notan diferencias religiosas en las
agrupaciones familiares.
98 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
Sin embargo, esta distribución no prevalece en todas las regiones. Veamos el caso de
la región Noroeste, donde las combinaciones católico/evangélico (50.5 %), y cató-
lico/bíblico (20.1 %) disminuyen, para dar lugar a una mayor diversidad de arreglos,
destacando una proporción más importante de hogares con la combinación evangé-
lico/sin religión (4.2 %), bíblico/sin religión (2.3 %) y evangélico/bíblico (1.6 %).
Conclusiones
La encuesta preguntó a personas que eran católicas cuáles fueron los factores más
importantes para que dejaran su religión anterior. En la región, estas personas, que
ahora son protestantes, señalaron con más frecuencia que buscaban una experien-
cia más personal con Dios. La mayoría de los conversos de católicos a protestantes,
en cada uno de los países incluidos, señalaron que esta era una razón destacada
para el cambio, por ejemplo, 93 % en El Salvador, 91 % en Guatemala, y 90 % en
Nicaragua. La mayoría de ellos, en estos países, también señalaron que era atrac-
tivo el estilo de culto en su nueva iglesia. La mitad de los conversos en la mayoría
de los países incluidos, señalaron que buscaban una religión con mayor énfasis en
la moralidad. Muchos destacan que hallaron una iglesia que apoya su feligresía. En
cada país, por lo menos la mitad destacó que ser reclutado por un miembro de una
iglesia protestante fue importante para dejar de ser católicos. Relativamente pocos
excatólicos señalaron que las crisis o circunstancias de la vida —como los problemas
personales, el matrimonio con un cónyuge de otra fe o aspectos financieros— fueron
102 Cambio de religión: conversión, desafiliación y circulación
Lo anterior muestra la convergencia con los datos que obtuvo la Encreer en estos
mismos rubros.
Para finalizar, deseamos apuntar cómo cambiar de religión es un factor impor-
tante en muchos aspectos del entorno social. Cabe recordar aquí los señalamientos
aún pertinentes de Max Weber (1981), sobre cómo las religiones moldean los siste-
mas de valores y normatividades de sus creyentes, porque influyen en sus accio-
nes sociales. Pero también sigue siendo pertinente el reconocimiento de William
James (1964) acerca de cómo el cambio de orientación religiosa afecta profunda-
mente la orientación del individuo a su realidad, haciendo que aspectos que antes
eran periféricos se vuelvan ahora centrales a su vida. Sin duda, ambas perspectivas
demuestran por qué el cambio de religión es un tema de vital importancia en las so-
ciedades contemporáneas donde actualmente acontece.
3. Identificación y grados de compromiso
Renée de la Torre
Cristina Gutiérrez Zúñiga
103
104 Identificación y grados de compromiso
Creyente practicante
Creyente a su manera
No practicante
Agnóstico
a) Definición: fue una de las preguntas que menos respuestas obtuvo, solo 0.4 %.
Los agnósticos se refieren a quienes en términos filosóficos consideran que la
existencia o la inexistencia de Dios no puede ser afirmada, por cuanto consti-
tuye una realidad incognoscible.
Creencias, valores y prácticas religiosas 107
Indiferente
Ateo
a) Definición: resultó elegida por solo 0.7 % de los encuestados. Ateo es una ca-
tegoría que agrupa a quienes sostienen la inexistencia de Dios. Esta postura se
encuentra asociada o es el resultado de una crítica a la religión por considerarla
falsa, y está basada en un pensamiento racional que presupone un escepticismo
radical frente a realidades postuladas como sobrenaturales o supraempíricas.
b) Perfil sociodemográfico: se encuentra conformado mayoritariamente por hom-
bres (70.8 %). Es una posición sostenida en su mayoría por los tres grupos de
edad más jóvenes, siendo su fracción más numerosa entre el grupo de edad que
comprende los 35 y 44 años de edad (32.5 %). Su grado de escolaridad más fre-
cuente es la primaria y la secundaria (juntas dan cuenta de más de la mitad del
grupo), pero a la vez es la que cuenta con mayor proporción de posgraduados
(5.9 %).
108 Identificación y grados de compromiso
La mayoría de los creyentes son católicos por tradición. La religión católica tiene un
peso cultural en las costumbres de los mexicanos, tanto en el ámbito familiar como
en el comunitario. Por eso casi la mitad de los católicos eligieron esta frase para
identificarse. Los creyentes por convicción están más presentes entre las minorías
religiosas, como los bíblicos (61.5 %) y los evangélicos (49.8 %). En parte, ello se
entiende porque la mayoría de los fieles de dichas iglesias han sido conversos que
tomaron la decisión de dejar el catolicismo para integrarse al nuevo credo, lo cual
fortalece los lazos de compromiso y adhesión con la institución y la comunidad cre-
yente. En contraste, solo 26.9 % de los católicos lo son por convicción.
“Creyentes practicantes” fue una respuesta especialmente elegida por los bí-
blicos (16.1 %), quienes tienen también los más altos índices de asistencia diaria y
dominical a sus servicios religiosos. Seguidos por los evangélicos (10.5 %) y los ca-
tólicos (4.8 %).
La subjetivación creyente es transversal a todos los grupos. La mayoría de los
creyentes a su manera se hace presente entre los evangélicos (22.5 %) seguidos de
los católicos (17.8 %), los “sin religión” (17.3 %) y, en menor medida, por los bí-
blicos diferentes de evangélicos (8.3 %). No obstante, vale la pena analizar qué
significa “a su manera” para cada grupo. Si analizamos los comportamientos re-
ligiosos de los evangélicos podemos detectar que no corresponde necesariamente
con heterodoxias dentro del campo cristiano o evangélico (pues como se puede ver
en el capítulo que aborda este tema en este volumen, son quienes más cumplen con
la asistencia a servicios religiosos, quienes más leen la Biblia y quienes más partici-
pan en la recepción del Espíritu Santo), sino sobre todo con un distanciamiento “a
su manera” respecto al campo religioso católico, que es englobante de la sociedad
mexicana (son también quienes menos experimentan el conjunto de prácticas san-
cionadas como idolátricas o paganas). Recordemos que entre los grupos protestantes
históricos y entre sus numerosas derivaciones cristianas, el principio teológico del
“sacerdocio universal” es, de entrada, una importante justificación teológica para
establecer mayores niveles de autonomía del sujeto religioso frente a la autoridad
eclesiástica, típica de la religión católica. Los bíblicos, entre los que predominan los
testigos de Jehová, pero entre los que también hay mormones y adventistas, se han
caracterizado por poseer estilos organizativos en que la autoridad bíblica y el cen-
tro comunitario se encuentran cuidadosamente establecidos. Así, podemos pensar
hipotéticamente que los que se identifican como “a su manera” se corresponden
con el grupo de los “no practicantes” dentro de dichas iglesias. En el caso de los
Creencias, valores y prácticas religiosas 109
47.3 %
10.7 %
Creyente por tradición 12.5 %
5.0 %
26.9 %
61.5 %
Creyente por convicción 49.8 %
2.2 %
4.8 %
16.1 %
Creyente practicante 10.5 %
0.3 %
17.8 %
8.3 %
Creyente a su manera 22.5 %
17.3 %
1.4 %
0.9 %
No practicante 0.6 %
15.5 %
1.1 %
1.8 %
Espiritual pero sin iglesia 2.5 %
18.4 %
0.2 %
Agnóstico
3.1 %
0.1 %
0.5 %
Indiferente 0.3 %
20.5 %
0.1 %
Ateo
11.9 %
0.2 %
0.3 %
Identificado de otra manera 1.3 %
5.8 %
0% 10 % 20 % 30 % 40 % 50 % 60 % 70 %
El grupo “no creyente” o “no practicante”, constituido por los espirituales sin igle-
sia, los no practicantes, agnósticos, indiferentes y ateos, muestra claramente una
mayor frecuencia de cambio religioso declarado: mientras que los cuatro grupos de
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
observar que entre los grupos de creyentes la razón del cambio enunciada como
“Por decisión personal” se aproxima a 20 %, mientras que entre los no creyentes/
no practicantes, esta cifra se eleva hasta en 10 puntos porcentuales (no practicantes
e indiferentes) y 20 entre los ateos. En un sentido semejante, podemos interpretar
la importancia que adquiere la razón “Se decepcionan de su iglesia”, que resulta
entre los preferidos en primer o segundo lugar para los creyentes a su manera, los
no practicantes, los espirituales pero sin iglesia y los indiferentes. En contraparte,
quienes aducen que la razón del cambio se encuentra en el desconocimiento de la
propia religión (una especie de falencia del sujeto creyente respecto a su iglesia ori-
ginal) adquieren una considerable proporción entre los creyentes por convicción
y los creyentes practicantes, hasta ocupar el primer lugar entre las opciones de su
grupo (con 21 y 37 %, respectivamente). La visión más ilegítima del cambio religioso,
“Les lavan el cerebro”, solo resulta preferida entre los creyentes por tradición y los
agnósticos.
El cambio religioso del sujeto crea nuevas condiciones de convivencia en el ho-
gar. Es interesante observar cómo son varios de los grupos no creyentes/no prac-
ticantes los que con más frecuencia mantienen una convivencia multirreligiosa:
Gráfica 3.3 ¿En su familia más cercana todos pertenecen a la misma religión?*
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
sucede en más de la mitad de los casos entre los indiferentes y los ateos, y entre los
espirituales sin iglesia, mientras que los creyentes por tradición, por convicción,
practicantes y a su manera viven en familias con su misma orientación en más de
70 %. Se pueden distinguir dos modelos predominantes en convivencia interreli-
giosa: la otredad religiosa está constituida entre las familias de no creyentes, en su
mayoría por católicos (91.3 % entre los agnósticos, 95.2 % entre los ateos), es decir,
que la convivencia interreligiosa prevaleciente es la de no creyente/católico; pero en
el caso de las familias de creyentes no católicos también la otredad religiosa más fre-
cuente es católica (52.5 % entre las familias de los creyentes por convicción y 51.7 %
entre los creyentes practicantes), de manera que la convivencia predominante en
esos hogares se da entre creyentes de distintas religiones. Este predominio católico
se deriva de su carácter mayoritario en la sociedad mexicana; las religiones que le
siguen en frecuencia de mención en los hogares de los creyentes y no creyentes son
los testigos de Jehová y los grupos cristianos sin especificar.
La última dimensión que completa nuestra exploración sobre el cambio de
identidad religiosa es la referida a la pertenencia a grupos espirituales además de la
pertenencia religiosa. Las respuestas no fueron significativas entre la mayor parte de
los grupos de creyentes, pero se elevaron en cierta medida entre los agnósticos y los
indiferentes, quienes dicen pertenecer a la santería (11.2 y 5.4 %, respectivamente).
También resultó llamativo que 3.5 % de los indiferentes reportó su práctica de yoga
como una pertenencia a grupo espiritual.
La batería de preguntas sobre el cambio de identidad religiosa cruzada por gru-
pos de autoidentificación religiosa nos muestran una diferencia importante entre
los creyentes (por tradición, por convicción, practicantes y, en menor medida, cre-
yentes “a su manera”) y los no practicantes/no creyentes (no practicante, agnóstico,
indiferente, ateo y, en cierta medida, espiritual pero sin iglesia). Los primeros mues-
tran tendencias más débiles al cambio de identidad religiosa y un apego a un criterio
de verdad religiosa de carácter absoluto, probablemente fortalecido por una con-
vivencia familiar entre personas de la misma orientación religiosa o por lo menos
coincidentes en su carácter de creyentes; mientras que los segundos se muestran
más proclives a la búsqueda y al cambio de identidad religiosa, una postura crítica
o por lo menos más relativista acerca de la verdad religiosa, asumiendo su derecho
personal a la elección. Vale la pena señalar que tanto los no practicantes como los
espirituales sin iglesia son grupos difíciles de clasificar en estos términos binarios,
ya que comparten tendencias a veces con los creyentes y a veces con los no creyen-
tes, constituyendo una especie de bisagra entre ambos.
114 Identificación y grados de compromiso
Las identificaciones van de la mano de los niveles de compromiso y adhesión con las
regulaciones eclesiales y el cumplimiento de los sacramentos, como el bautismo, que
representa un ritual de iniciación al cristianismo, aun cuando existen diferencias, pues
entre los católicos se acostumbra que los padres lleven a bautizar a los bebés, mien-
tras que los evangélicos promueven que el bautismo se realice cuando las personas
ya tienen edad para decidir por sí mismas. No obstante, podemos observar que el
bautismo es casi una norma para todo aquel que se considera creyente o adscrito a
una fe (sin importar si lo son por convicción, tradición, practicantes o incluso “a su
manera”). Los que pertenecen a una religión (adherentes) en conjunto rebasan por-
centajes por encima de 90 %. Este desciende levemente para los no practicantes, en
los cuales encontramos casi 16 % de quienes no observan este sacramento. Lo inte-
resante es que si bien establece una diferencia entre creyentes y “sin religión” o de-
safiliados, se puede observar que la mayoría de ellos pasó por el ritual del bautismo.
Los que menos lo hicieron fueron los indiferentes, con 53.8 %, seguidos de los ateos
(62.9 %), los agnósticos (78.1 %) y los espirituales sin iglesia (78.3 %). En conjunto,
más de la mitad de los no afiliados fueron bautizados por la religión de sus padres o
por la religión previa antes de tomar la decisión de desafiliarse.
Más de la mitad de quienes se identificaron como creyentes por convicción, por
tradición y practicantes están casados por el ritual de la religión a la que pertenecen.
Esta norma desciende a una tercera parte entre aquellos que no son practicantes; y
alrededor de una quinta parte entre los espirituales sin iglesia y agnósticos, reducién-
dose aún más entre los ateos (8.2 %) e indiferentes (3.7 %).
Los niveles de adhesión también se miden por su frecuencia de asistencia a los
servicios religiosos. Por lo general, existe la obligación de acudir semanalmente, aun
cuando las iglesias cristianas y evangélicas promueven la participación diaria. Los
Creencias, valores y prácticas religiosas 115
95 % 5.0 %
Creyente por convicción
63.0 % 24.8 % 12.3 %
96 % 4.0 %
Creyente practicante
56.5 % 27.6 % 15.9 %
94 % 6.0 %
Creyente a su manera
39.1 % 26.9 % 34 %
84.2 % 15.8 %
No practicante
30.7 % 30.8 % 38.4 %
78.3 % 21.7 %
Espiritual pero sin iglesia
21.1 % 54.3 % 24.5 %
78.1 % 21.9 %
Agnóstico
19.2 % 52.2 % 28.6 %
53.8 % 46.2 %
Indiferente
3.7 % 57.9 % 38.4 %
62.9 % 37.1 %
Ateo 8.2 % 49.6 % 42.1 %
67.3 % 32.7 %
Identificado de otra manera 20.0 % 50.3 % 29.7 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Gráfica 3.5 Actualmente, ¿cada cuándo asiste usted a servicios religiosos, misa o culto?*
2.0 %
Indiferente 2.4 % 18.0 % 75.1 %
2.4 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
La mayoría de los que tienen una adscripción religiosa (creyentes por tradición,
96 %) creyentes por convicción (79 %), creyente practicante (80 %), creyentes a su
manera (83 %), e incluso no practicantes (81 %) aprendieron sus convicciones en la
familia. Aun así, las respuestas subrayan las formas autogestivas “por cuenta pro-
pia” de incorporar o aprender convicciones religiosas; esto ocurre, por ejemplo, en
41 % de los ateos, 27 % de los indiferentes, 16 % de los agnósticos y 15 % de los
espirituales sin iglesia. Otros canales de transmisión son muy insignificantes según
los datos estadísticos arrojados por la encuesta, con excepción de 20 % de los ateos
que respondieron haberlo aprendido entre sus amigos; 6 % de los espirituales pero
sin iglesia lo hicieron mediante estudios teológicos, mientras que 5 % de quienes se
identificaron con otras respuestas lo adquirieron en una experiencia extraordinaria
o manifestación divina.
Prácticas religiosas
La práctica de lectura y estudio bíblico es una actividad promovida por las iglesias
de matriz judeocristiana (tanto católicas como no católicas) y especialmente por
las cristianas y por los testigos de Jehová, aunque también puede ser practicada de
manera autónoma. Sin embargo, es claro que no es una actividad tradicional y me-
nos del catolicismo popular. No es sorprendente que solo sea mayoritaria entre los
creyentes por convicción (65.3 %), los practicantes (68.2 %) y los creyentes a su ma-
nera (50.3 %), y que descienda entre los creyentes por tradición (47 %). Podemos
observar que sigue siendo importante entre aquellos que se han distanciado de la
institución, pero que aún tienen un interés espiritual: los espirituales pero sin iglesia
lo practican en un 44.8 %. Las frecuencias más bajas se encuentran entre los ateos
(7.9 %), pero siguen teniendo atracción entre los agnósticos e indiferentes en ran-
gos de alrededor de 10 por ciento.
La práctica de la recepción del Espíritu Santo y sus dones (véase la descripción
de la práctica en el capítulo 4) comparte su carácter de ser promovida desde las
congregaciones cristianas (incluidos católicos, evangélicos y pentecostales), sin es-
tar asociada al catolicismo popular, y muestra un comportamiento muy semejante
Gráfica 3.6 ¿Cuáles de estas actividades acostumbra usted practicar? Lectura y estudios
bíblicos*
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
al anterior, aunque en niveles menores a 50 %. Los que más la realizan son los prac-
ticantes y por convicción (en el orden de 40 %), enseguida por tradición y a su ma-
nera (en el orden de 30 %), seguidos de los espirituales sin iglesia (21.3 %). Los no
creyentes e indiferentes lo practican en menos de 10 %. Llama la atención que aun
algunos ateos la practiquen (6.6 %).
Gráfica 3.7 ¿Cuáles de estas actividades acostumbra usted practicar? Cadenas de oración en
Internet o por celular o dispositivo móvil*
Agnóstico 100.0 %
Indiferente 6.0 % 94 %
Ateo 100.0 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
Dentro del imaginario popular católico, pero sin una promoción eclesial, se
encuentra la figura del ángel guardián, cuya devoción es practicada y significada de
manera autónoma por los sujetos (véase la descripción de la práctica en el capítulo 4).
Aunque es minoritaria, podemos observar cómo resulta constante de manera trans-
versal a todas las categorías de creyentes, e incluso entre los agnósticos, en niveles
cercanos a 10 %. Solo los no practicantes, indiferentes y ateos dejan de practicarla.
Este hecho revela la existencia de elementos comunes entre los grupos de auto
identificación religiosa a nivel práctico, cuando la relación con la institución no se
encuentra en juego.
La práctica de colocar un altar doméstico resulta sumamente plástica: se en-
cuentra claramente incorporada entre las devociones católicas a vírgenes, cristos y
santos, y muestra que su práctica es mayoritaria entre los creyentes por tradición
y por convicción (65.8 % y 53 %, respectivamente). De esta manera, podemos ver la
fuerza de un catolicismo popular que, si bien cuenta con la sanción eclesiástica, es
apropiado y gestionado por los sujetos en el ámbito doméstico, y con márgenes am-
plios de variación. Su práctica disminuye entre los creyentes practicantes y creyentes
a su manera, pero sigue siendo común en cerca de la mitad de ellos. Aun los que se
definen como no practicantes, espirituales sin iglesia, agnósticos e incluso los ateos,
la practican en niveles superiores a 20 por ciento.
Para comprender estos datos, resulta fundamental distinguir a quién se dedican
los altares domésticos. Las menciones más importantes por grupo son los creyen-
tes por tradición, a la Virgen de Guadalupe (61.3 %); los creyentes por convicción
y practicantes también, pero en menor proporción (56.1 % y 55.1 %, respectiva-
mente), optando por otras advocaciones marianas y a Cristo (23 %), y mostrando
con ello su apego a la ortodoxia teológica católica; los creyentes a su manera mues-
tran niveles muy semejantes en su dedicación de altares a la Virgen de Guadalupe,
pero el resto del grupo se encuentra más diversificado; el no practicante y el espi-
ritual muestran los niveles más altos de dedicación a la Guadalupana, en niveles
superiores a 75 %; el agnóstico, a la Santa Muerte (55.6 %) mostrando una de las
escasas evidencias estadísticas de este culto a través del instrumento de la Encreer;
el indiferente, a la Virgen María (52.4 %), y el ateo a Guadalupe en primer lugar y
en segundo a Cristo, casi en igualdad numérica (51.5 % y 44.4 %, respectivamente).
Este cruce nos permitió identificar y evidenciar estadísticamente en dónde se ubica
la santería en nuestro país: entre los no practicantes y los ateos, una proporción mi-
noritaria de aproximadamente 5 % la practican y reconocen como tercera en orden
de importancia.
Creencias, valores y prácticas religiosas 121
Gráfica 3.8 ¿Cuáles de estas actividades acostumbra usted practicar? Limpias (yerberos,
curanderos, brujos, santeros, espiritistas y chamanes)*
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
Creencias trascendentales
La creencia en Dios parece ser un hecho irrefutable entre aquellos que están ads-
critos a una religión, sin importar las modalidades ni los grados de involucramiento
hacia sus iglesias, con excepción de 20 % de aquellos que se identificaron como no
practicantes. Es también una creencia incuestionable para 98 % de los creyentes a
su manera, que la comparten en altos porcentajes, confirmando que son creyentes
pero que solo rechazan su inscripción a las instituciones y su regulación normativa.
Sin duda, es una creencia que enmarca las diferencias con los no afiliados y entre las
identificaciones dentro de este rubro. De entre los no afiliados, los que más creen
en Dios (después de los espirituales pero sin iglesia) son los indiferentes (65 %), se-
guidos de los identificados de otra manera, además de casi dos terceras partes de
los agnósticos (57 %), y finalmente los ateos (40 %). Para 60 % de ellos, no creer en
Dios es efectivamente un rasgo de su diferencia e identidad.
La creencia en la existencia del diablo es en general mucho menor que la creencia
en Dios. Pero está presente en todos los grupos de autoidentificación creyente. Esta
Creencias, valores y prácticas religiosas 123
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
indiferentes (17.5 %) y los ateos (19.2 %). Si bien, como pudimos observar en los
cruces por religión donde los cristianos y bíblicos no se adhieren a esta creencia,
en las autoidentificaciones que representan los modos de creer sí tienen vigencia
transversal.
La creencia en la vida eterna se manifiesta con porcentajes mayoritarios en-
tre los afiliados y quienes en su autoidentificación muestran mayores niveles de
compromiso hacia sus congregaciones, como creyente practicante (88.9 %), cre-
yente por convicción (81.8 %) y creyente por tradición (73.9 %). Ocupa un lugar
intermedio entre los creyentes que demarcan autonomía subjetiva en su identi-
ficación, como creyente a su manera (68 %) y espiritual sin iglesia (59.3 %). Es
menos arropada por no practicante (46.4 %). Y es un rasgo que, debido a su poca
acreditación, distingue a indiferente (13.9 %), ateo (13.9 %) y, en menor, medida a
agnóstico (6.6 %).
En cuanto a la reencarnación, que proviene de la tradición de las religiones
brahmánicas propias de Oriente (budismo, hinduismo, jainismo, sijismo), y que se
contraponen con el dogma cristiano de la resurrección, llama la atención que es una
creencia que está presente en todas las autoidentificaciones en los afiliados (por tra-
dición, 60.3 %; por convicción, 46.7 %, y practicante, 43.1 %), con mínima varianza
entre sí, sin importar sus grados de adhesión con la Iglesia. Pero también muestra
su predominancia entre los que reivindican una autonomía respecto a la institu-
ción: más de la mitad de creyentes a su manera (58 %) y casi la mitad de creyentes sin
iglesia (49 %) retoman la idea de la reencarnación en su menú individual de creen-
cias a la carta. Es también una de las creencias preferidas por aquellos que se identi-
fican por su incredulidad: indiferentes (38.8 %), agnósticos (23.7 %) y ateos (17.9 %).
Quienes más creen en la Biblia son los afiliados, seguidos de los autónomos, y
en menor medida los incrédulos, pero también está presente en todos los grupos. En
el primer grupo de los afiliados (por tradición, 81.6 %; por convicción, 82.4 %, y prac-
ticante, 87.5 %) la creencia en la Biblia como un texto que contiene la verdad y
los principios que regulan a la humanidad rebasa a 80 % de sus adherentes. También
tiene una gran presencia entre los autónomos: creyentes a su manera (78.6 %) y
espirituales sin iglesia (70.2 %). Sin embargo, es mucho menos aceptada por los in-
crédulos: agnósticos (34.3 %), no practicantes (43 %), indiferentes (18.3 %) y ateos
(10.8 %). Esta tendencia muestra que la creencia en la Biblia como fuente sagrada
de revelación es más aceptada entre quienes tienen una adhesión y compromiso
con una congregación cristiana, que entre aquellos que practican una religiosidad a
su manera o por cuenta propia (los estudios bíblicos incluso se realizan al margen de
la institución y son frecuentados por asociaciones esotéricas y espiritistas). También
Creencias, valores y prácticas religiosas 125
confirma que es una creencia que establece la diferencia con aquellos cuya identifi-
cación significa la incredulidad, sobre todo hacia las fuentes cristianas de la creencia.
Una tendencia muy similar a la creencia en la Biblia es la que reconoce el poder
del Espíritu Santo, que ha sido muy difundida entre las diferentes congregaciones
e iglesias cristianas, sobre todo en aquellas que adoptan una modalidad carismática
o pentecostal (sin importar si son católicas, protestantes o evangélicas). Es impor-
tante señalar que esta creencia ocupa más preferencias que la misma Biblia, lo cual
se puede explicar por la manera en que recientemente esta creencia se acompaña
de prácticas extáticas, emocionales y corporales que han ido creciendo en las litur-
gias de las diferentes congregaciones cristianas. Las identificaciones que muestran
afiliación con un grado de compromiso (creyentes por tradición, por convicción y
practicantes) obtienen respuestas muy elevadas por encima de 90 %. Y, con casi la
misma intensidad, la afirman los creyentes a su manera (89.7 %) y los creyentes sin
iglesia (78.6 %). Pero delimita la diferencia con los incrédulos: agnósticos (29.8 %),
indiferentes (16.9 %) y ateos (20.8 %).
Las creencias en fantasmas, aparecidos y espíritus chocarreros en la actualidad
bien pueden ser ubicadas como repertorio de los imaginarios mágicos de la llamada
perspectiva cosmológica (Semán, 2001) que, debido a su carácter holístico y relacio-
nal, permea los modos populares y cotidianos del creer vinculados con un sentido
mágico. Si bien estas creencias eran muy populares en el medio rural, hoy se han
vuelto a poner en boga debido a la creciente presencia del neoesoterismo popular
que impregna a las industrias culturales y diferentes productos de los medios de co-
municación masiva. El neoestorismo popular “está más ligado a una reformulación
masiva de las creencias y prácticas populares relacionadas con las creencias mágicas
tradicionales: la herbolaria, la magia, el curanderismo, el espiritismo, el catolicismo
indígena-popular y la brujería” (De la Torre, 2006b: 39).
En el ranking de esta creencia se encuentran aquellos que se autodefinieron
como creyentes autónomos: espiritual sin iglesia (33.8 %), seguido de creyente a su
manera (32.9 %). A diferencia del resto de las creencias, son los desafiliados quienes
muestran preferencia por ellas: indiferente, con 28.5 %; agnóstico, con 28.2 %; no
practicante, con 25.6 %, y ateo, con 25.4 %. También llama la atención que en esta
pregunta se establece una diferencia dentro del conjunto de identificaciones como
afiliados, donde salta a la vista que casi una tercera parte de los creyentes por tradi-
ción creen en ella, mientras que el resto de los afiliados a religiones tienen menores
porcentajes (creyente practicante, 17.6 %, y creyente por convicción, 19.1 %). Quizá
esto se explique por el carácter popular y tradicional que también tiene la creencia
en seres espirituales, muy ligada a la tradición oral basada en leyendas.
126 Identificación y grados de compromiso
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No
Estas nuevas creencias, que podemos identificar como producto de los avances
científicos y de la literatura de ciencia ficción, han logrado generar imaginarios cre-
yentes sobre la existencia del contacto con seres extraterrestres que habitan entre
los seres humanos. Estas creencias son ampliamente difundidas por las industrias
culturales de la literatura, el entretenimiento, el cine o programas de televisión ba-
sados en documentales que reportan la presencia de naves y seres que provienen de
otros planetas y galaxias lejanas. Estas creencias han llegado incluso a ser parte de la
doctrina de nuevos movimientos espirituales o religiosos, y se extienden más allá de
pertenencias a religiones específicas. Quienes más reportan creer en el contacto con
seres extraterrestres son de nuevo quienes aparentemente son incrédulos de los
principios religiosos propiamente eclesiales. Entre quienes se autodefinieron como
indiferentes, alcanza un alto porcentaje que llega a 40 %; le siguen los no practican-
tes, con 27 %, los ateos, con 23.8 %, y agnósticos, con 19.9 %. Esta creencia también
está presente entre los creyentes a su manera (18.7 %). Podríamos afirmar que es
una creencia alternativa para aquellos que se alejan de las creencias trascendenta-
les de las matrices judeocristianas, y para quienes, o bien rechazan su adhesión a
Creencias, valores y prácticas religiosas 127
Las religiones proveen explicaciones del mundo, del destino del ser humano y tam-
bién de las razones del éxito o fracaso en la vida. Dicho en términos de Pierre
Bourdieu:
Siguiendo con este autor, la religión, al proveer formas para pensar el mundo social
y sus consecuencias en la vida cotidiana, cumple también con la función de conser-
vación del orden social, contribuyendo a la “legitimación” del poder de los “domi-
nantes” y a la “domesticación de los dominados”. Por otra parte, se plantea que la
modernidad ha colocado la preeminencia del pensamiento racional e instrumental,
basado en explicaciones del mundo que exigen validez empírica (Weber, 1987b).
A su avance se le reconoce como secularización. A grandes rasgos, la secularización
desplaza a la religión como productora única o principal de cosmovisiones y explica-
ciones del funcionamiento del mundo social, por concepciones racionales e instru-
mentales producidas por la filosofía, la ciencia y la tecnología. Dicha racionalización
del pensamiento impregna incluso a las religiones mismas (Dobbelaere, 1981).
Con la pregunta: “¿A qué atribuye su estabilidad, éxito o fracaso en su vida?”
se busca reconocer el peso de las matrices religiosas o seculares en la manera en
que los individuos se explican las contingencias de su paso por este mundo. En ge-
neral, existe una mayor tendencia a adoptar la explicación moderna racional basada
en el esfuerzo, que ha sido difundida por una ideología capitalista que desplaza a las
concepciones religiosas. No obstante, esta postura encuentra matices y diferencias si
128 Identificación y grados de compromiso
Escuela pública
La postura frente a la impartición de contenidos o valores religiosos en las escue-
las públicas tiene, en general, un patrón diferenciado entre creyentes y no creyen-
tes: mientras los primeros muestran una aceptación en torno a 60 %, los segundos
no superan 40 % (agnósticos, 40.8 %; ateos, 24 %). Resulta llamativa la diferencia
entre el creyente por tradición, cuya aceptación es de 65 %, versus la del creyente
practicante, que baja hasta 57.3 %. Considerando que entre los creyentes por con-
vicción y practicantes se encuentran las minorías no católicas, es posible que su
Gráfica 3.11 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones? Que se impartan
contenidos o valores religiosos en las escuelas públicas
0
Creyente a su manera 60.8 % 38.2 % 0.9 %
0
No practicante 36.8 % 59.6 % 3.6 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Gráfica 3.12 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones? La celebración de
festividades tradicionales ligadas al catolicismo en las escuelas públicas (misas de graduación,
pastorelas)*
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Gráfica 3.13 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones? El derecho de las
parejas homosexuales a la adopción de hijos*
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Conclusiones
Renée de la Torre
Rosario Ramírez
Nahayeilli Juárez Huet
María Eugenia Patiño
L os sistemas religiosos tienen como uno de sus modos de anclaje material y social las
prácticas, entendiendo estas como modos de acción que se generan en torno a lo
sagrado y que pueden tener una inspiración institucionalizada —que se regula a través
de los dogmas, mandamientos o rituales promovidos por una autoridad religiosa—,
o derivadas de actividades surgidas desde la inspiración tanto individual como colectiva.
La Encreer ha incorporado entre sus grandes rubros el análisis de las prácticas
religiosas y espirituales. Aun cuando estas tienen presencias, intensidades y mani-
festaciones diversas, esta encuesta ha hecho una selección de una serie de prácticas
que han sido representativas y que han tenido una presencia importante en encues-
tas previas (De la Torre et al., 2014b). Las prácticas aquí consideradas parten, en-
tonces, de varias premisas que es necesario explicitar. En primer lugar, se atienden
las prácticas que tienen un carácter obligatorio en una iglesia o congregación y que
sirven para medir los grados de compromiso entre fieles e instituciones (como los
servicios sabatinos o dominicales).
En segundo lugar, se incluyen prácticas que no están circunscritas a una religión
o congregación particular (como la lectura de la Biblia o la recepción del Espíritu
Santo), sino que podemos considerarlas prácticas transversales a los diferentes mar-
cos doctrinales de las congregaciones cristianas, pero cuya frecuencia marca los ras-
gos de identidad entre ellas.
En tercer lugar, se retoman prácticas que son reconocidas como patrimonio cul-
tural de México pues recuperan y mantienen tradiciones muy añejas, e invariable-
mente sincréticas como los altares domésticos y las peregrinaciones; no obstante,
muchas de ellas son parte de la religiosidad popular católica y, debido a la carga
iconográfica, pueden funcionar como fronteras de diferenciación entre los diversos
fieles religiosos. Estas prácticas muchas veces se realizan de manera extraeclesial y
responden mayormente a acciones llevadas a cabo en los márgenes de la ritualidad
institucional (de sus espacios consagrados y de su normatividad litúrgica), pero no
139
140 Prácticas religiosas
por eso dejan de tener una importancia ritual en el plano individual y colectivo, en
la forma en que cotidianamente se practica la religiosidad.
En cuarto lugar, podemos encontrar algunas prácticas populares de raigambre
indígena como los temazcales, las limpias o las danzas rituales, pero también aque-
llas que son emergentes por cuanto responden a matrices de corriente New Age,
esotéricas o vinculadas al uso de las nuevas tecnologías al servicio de lo religioso y
el contacto con lo espiritual y sagrado. Entre estas prácticas tenemos las cadenas de
oración, el yoga y el contacto con el ángel guardián, por ejemplo.
Finalmente, es necesario mencionar que la importancia de preguntar sobre las
prácticas radica no solo en el hecho de representar los modos de acción que conectan
al sujeto o a una colectividad con lo sagrado, sino las manifestaciones de la devoción y
de la creencia religiosa a través de rituales de todo tipo. En gran medida, las prácticas,
por un lado, modelan las formas de estar y pertenecer a una religión y permiten medir
los grados de religiosidad, de compromiso o adhesión, como veremos a continuación.
Por otro lado, también constituyen opciones variadas en la búsqueda de nuevas expe-
riencias religiosas que son paralelas, transversales o complementarias a las afiliaciones
de los creyentes. Por tanto, lo que cada sujeto practica puede ser indicador de la re-
composición subjetiva de formas alternativas de creer y pertenecer. A través de ellas,
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No No contestó
un sujeto puede tener más claro su nivel de pertenencia a un grupo, una religión o es-
piritualidad ya que los rituales y las acciones, al ser actividades que dan materialidad
y sentido cuando se llevan a cabo, hacen posible que el sujeto o la colectividad mo-
delen pertenencias e identificaciones con las distintas expresiones de lo religioso, ya
sea en el ámbito secular, desde la religiosidad popular o desde los marcos eclesiales.
1 International Social Survey Programme (issp) aplicó una encuesta en 2009 a los siguientes
países: Filipinas, Venezuela, Sudáfrica, Ucrania, México, Corea del Sur, Croacia, Polonia,
Chile, España, Hungría, República Dominicana, Gran Bretaña, Irlanda, Portugal, Estados
Unidos, Alemania, Eslovaquia, República Checa, Uruguay, Francia, Eslovenia, Nueva
Zelanda, Países Bajos, Italia, Austria, Suiza, Letonia y Bélgica.
Creencias, valores y prácticas religiosas 143
puntos porcentuales menos por los bíblicos no evangélicos (testigos de Jehová, ad-
ventistas y mormones, con 44.7 %) y muy muy por debajo están los católicos (6.5 %)
y los “sin religión” (1.5 %). Hay que considerar que, para algunos miembros de igle-
sias cristianas, el compromiso de los servicios religiosos sobrepasa el servicio saba-
tino o dominical. Muchos de ellos participan diariamente en prédicas, grupos de
lectura bíblica y oración. Ello se muestra en la intensidad y asiduidad con que asis-
ten a los cultos institucionales. Por otro lado, como veremos más adelante, los “sin
religión” pueden realizar otro tipo de prácticas menos institucionalizadas.
No obstante, en el cumplimiento de la norma de la asistencia semanal a misa
quienes encabezan el ranking son los católicos (47.8 %), seguidos de los bíblicos
(42 %), los evangélicos (31.6 %) y al final los “sin religión” (3.4 %).
Si sumamos la asistencia diaria con la semanal, podemos señalar que tanto los
bíblicos (88 %) como los evangélicos (85 %) presentan muy altos niveles de adhe-
sión con sus congregaciones. Ello se explica por el carácter mismo de sus iglesias,
por el impacto que pueda tener la conversión personal en los niveles de adhesión
y compromiso, y por su condición de religiones minoritarias en un campo religioso
donde el catolicismo es mayoritario. Por su parte, 54.3 % de los católicos superan
la mitad de quienes cumplen con la norma de la asistencia dominical a misa. Si bien
este porcentaje es muy alto, muestra una menor adhesión respecto a los miembros
de las otras denominaciones cristianas. Pero resulta interesante ver que casi una
tercera parte de los católicos solo cumple con la misa ocasionalmente (en las cele-
braciones familiares). Ello es indicador de que una porción importante del grupo
católico es no practicante y solo lo hace por continuar con la tradición, o de manera
esporádica cuando siente la necesidad de acercarse a la iglesia.
Aunque era de esperarse que los “sin religión” no mostraran un compromiso
con ninguna denominación, en este tema es también relevante mencionar que casi
una quinta parte (18.4 %) de los “sin religión” asiste ocasionalmente, lo cual signi-
fica que es por cumplir con los compromisos sociales. Esto último reafirma el peso
social de la religión católica como un espacio de socialización que va más allá de la
pertenencia religiosa, y del peso tradicional del catolicismo en una sociedad que se
rige por sus rituales y liturgias celebrativas. Uno de los factores sociodemográficos
que es más decisivo en la intensidad con que se da el compromiso religioso es la
edad. Los mayores porcentajes de inasistencia a servicios religiosos corresponde a
los dos grupos de edad más jóvenes (18 a 34 años); mientras que quienes más asis-
ten se concentran también entre los dos grupos de mayor edad (45 y más). El grupo
de edad de 35 a 44 años se ve como un pasaje intermedio que mantiene la tradición
con un porcentaje menor que los más adultos. En México, encontramos que casi
Creencias, valores y prácticas religiosas 145
la mitad de los jóvenes sigue manteniendo de manera regular el lazo formal con la
iglesia. Aun cuando es un hecho que la juventud es la que más se aparta de la iglesia,
es muy alto el porcentaje de adhesión, sobre todo cuando se comparan estos datos
con el perfil que muestran los jóvenes en otros países, por ejemplo, en España solo
12 % de los jóvenes asiste regularmente a misa (Mardones, 2003); y en Argentina la
indiferencia religiosa crece entre los jóvenes (Mallimaci, 2011).
En cuanto a los niveles educativos, se hace evidente que, si bien no existen mu-
chas variaciones, sí hay cambios respecto a aquellos que tienen estudios de nivel
posgrado, grupo en el cual casi la mitad muestra niveles más bajos de participación
ritual en comparación con otros grupos: ocasionalmente, 22 %, y nunca, 27 %. Por su
parte, quienes solo estudiaron hasta la primaria son quienes tienen mayores niveles
de participación ritual: 10.8 % diariamente y 48.8 % semanalmente. Existe poca va-
riación en asistencia entre los que cursaron la secundaria (11.2 % diario y 43.9 % se-
manalmente) y preparatoria (12.2 % diario y 41.3 % semanalmente), y un descenso
en quienes estudiaron licenciatura completa (6.3 % diario y 42.4 % semanal). Estos
datos nos muestran que el positivismo y la racionalidad científica que se aprende
con los altos grados de educación escolarizada parece tener poca incidencia en el
alejamiento de los creyentes de las prácticas religiosas.
En México, es importante atender los comportamientos diferenciales entre la
población indígena (medida con el indicador de hablante de lengua indígena) y el
conjunto nacional de mestizos (habla castellana). La población indígena muestra por-
centajes de asiduidad a los servicios religiosos menores al conjunto nacional: solo
7 % respondió que asiste diariamente (3 puntos porcentuales por debajo del nacio-
nal) y 37.3 % una vez a la semana (7 puntos porcentuales por debajo del nacional);
15.6 % lo hace una vez al mes y poco más de una cuarta parte (26 %) lo hace solo
ocasionalmente, mientras que 13.8 % dice nunca asistir, en contraste con 6.6 % del
nacional (7 puntos porcentuales arriba). Quizá la baja frecuencia se explique porque
existen muchas comunidades indígenas que viven apartadas de las cabeceras munici-
pales y en sus localidades no existen templos que les brinden servicios religiosos de
manera cotidiana. Ello también es un indicador de que muchas comunidades indíge-
nas no fueron evangelizadas con el mismo grado que otras regiones; pero también
porque muestran mayor desapego a las prácticas institucionales.
La diferencia de género demarca la división del trabajo entre los sexos tam-
bién en el campo religioso. Según Bourdieu (2000), desde las diferentes construc-
ciones sociales no biológicas, a las mujeres se les adjudica el cuidado de los hijos,
mientras que a los hombres les corresponden las labores sociales fuera del hogar y
en el marco de la vida pública. La reproducción de los roles patriarcales de género
146 Prácticas religiosas
designa a las mujeres como las encargadas de la educación familiar. A ellas les co-
rresponde, en su papel tradicional de madres, transmitir la tradición religiosa y la
ética dentro de la familia, mientras que el rol conservador de los hombres es ser los
proveedores y, por tanto, que se vinculen con el espacio público (Mardones, 2005).
El comparativo entre sexos establece una leve variación en el grado de compro-
miso, tomando en cuenta la asistencia a servicios religiosos. Son las mujeres quie-
nes más participación muestran (aunque tan solo 3.2 puntos porcentuales arriba en
la asistencia diaria; y 5 puntos porcentuales arriba en la asistencia semanal). Por su
parte, es notorio que los hombres tienen una participación de alrededor de 7 pun-
tos porcentuales más que las mujeres en la participación ocasional, y superan por
un punto porcentual a las mujeres en la respuesta “nunca”. Podemos indicar que,
debido a los altos niveles de adhesión con las congregaciones, la asistencia a servi-
cios religiosos se mantiene como una tradición familiar, y no tanto como una opción
marcadamente diferencial entre mujeres y hombres.
Con todo, se puede concluir que quienes muestran más participación ritual en
los servicios religiosos eclesiales son los miembros de iglesias evangélicas y bíblicas,
las personas de mayor edad, con los menores niveles de educación formal y con
más participación de mujeres. En cambio, quienes menor adhesión presentan hacia
las iglesias son los jóvenes, del grupo “sin religión”, y una tercera parte de los cató-
licos, con estudios avanzados y hombres.
Peregrinaciones a santuarios
En México es muy común la práctica de peregrinar, ya que articula la herencia cul-
tural prehispánica con la herencia católica. La peregrinación se realiza dentro del
sistema popular religioso de actos votivos, donde asistir al santuario de alguna vir-
gen, cristo o santo milagroso es parte del pago de milagros solicitados a la imagen
(Giménez Montiel, 2013). Esta es una parte devocional vinculada con la veneración
de imágenes religiosas, por tanto, no es fomentada por las congregaciones evangé-
licas, ni por las bíblicas no evangélicas.
Cada año se movilizan millones de creyentes, que salen de sus hogares y aban-
donan temporalmente sus actividades cotidianas para visitar el santuario de un
santo milagroso (Shadow y Rodríguez Shadow, 1994; Garma y Shadow, 1994). Es
importante destacar que las peregrinaciones generan una práctica que temporal-
mente se aleja de las estructuras eclesiásticas ortodoxas de practicar la religiosidad,
Creencias, valores y prácticas religiosas 147
procuró que la Biblia estuviera disponible para todos y su versión sirvió para tal pro-
pósito (Fortuny, 2001; Garma, 2004; Rivera y Juárez Cerdi, 2007).
Por su parte, en la Iglesia católica la lectura e interpretación de los Evangelios
no eran de acceso público. Las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II (1964)
trajeron consigo una serie de cambios con implicaciones importantes; uno de ellos
fue el acceso a la lectura de la Biblia de manera directa a los seglares, concretamente
en el documento titulado Constitución dogmática sobre la divina revelación, donde se
anima a todos los católicos a leer la Biblia. Antes de ello, solo estaba permitido a los
sacerdotes y religiosos, lo que abrió la posibilidad del surgimiento de nuevos mo-
vimientos a partir de la década de 1960, en que se fundaron, entre otros, los círcu-
los bíblicos de lecturas y que fueron la base del movimiento latinoamericano de las
Comunidades Eclesiales de Base, apoyadas en el método ver-juzgar y actuar, tomado
de las Juventudes Obreras Católicas (joc), para los cuales la Biblia pasó a ser parte
fundamental en la comprensión y la mirada hacia los acontecimientos presentes,
en particular de su entorno. No obstante, aunque el acceso a los libros es ahora de
manera individual, la Iglesia católica creó asociaciones y movimientos laicales que
promueven la lectura colectiva con un guía, mediante reuniones y círculos bíblicos
con el fin de cuidar las interpretaciones libres.
Esto permitió avances en otros sentidos, por ejemplo, en la elaboración de la
teología de la liberación que, en algunos lugares del país, como en la diócesis de San
Cristóbal de Las Casas, y de mano del obispo Samuel Ruiz, derivó en la teología in-
dia. En este sentido, Jan de Vos (1997) caracteriza a la teología de la liberación a tra-
vés de algunos elementos que permiten distinguirla de otros enfoques teológicos,
como: i) la teología como segundo acto, es decir, en ella se da prioridad a la praxis con
un sentido histórico que busca el cambio del mundo, por sobre la filosofía puramente
especulativa y desligada de los problemas sociales concretos; ii) la opción preferen-
cial por los pobres, que organiza el modo de pensar la teología en función de las ne-
cesidades de los oprimidos, y iii) el modo en que se leen los textos bíblicos, porque
se retoman textos y lecturas en donde se trata la relación de Dios con los oprimidos
y se rescatan elementos implicados en la situación histórica concreta. En la diócesis
de San Cristóbal también se tradujeron los Evangelios a las lenguas indígenas, como
una necesidad de acercar los textos bíblicos al pueblo creyente, por lo que su dispo-
nibilidad en las lenguas nativas se convirtió en un imperativo.
Por su parte, Gorski (1998: 9) afirma que la teología india tiene como fin la “ela-
boración de una nueva expresión autóctona de la fe cristiana basada en el redes-
cubrimiento, la apropiación y la valoración de las experiencias y expresiones reli-
giosas y culturales de los pueblos originarios de América”. Sus fuentes son las que
Creencias, valores y prácticas religiosas 151
Por su parte, los testigos de Jehová, desde mediados del siglo xx, iniciaron una
especialización doctrinal en las estrategias de proselitismo y formación religiosa
(Osorio, 2009). Una de sus principales estrategias misioneras consistió en la traduc-
ción de la Biblia y la generación de literatura especializada para el trabajo evangeli-
zador realizado casa por casa, entre ellas el Atalaya y Awake, disponible en lenguas
nativas, e “impulsaron la creación de cursos avanzados en el Ministerio Teocrático,
que tenían como objetivo alentar la investigación bíblica y perfeccionar la oratoria”
(ibidem: 118).
En el presente, la lectura de la Biblia y los Evangelios se ha incorporado a todo
el cristianismo, por lo que ha dejado de ser una práctica que alguna vez fue un signo
de diferenciación del protestantismo. Los estudios bíblicos son una práctica común
a todos los cristianos, incluidos los católicos, aunque, como veremos a continua-
ción, para unos es más común que para otros. Los adeptos a las iglesias evangélicas
son quienes más acostumbran la lectura de los libros sagrados con 88.4 %, seguidos
de los miembros de las iglesias que componen el grupo bíblico, con 87.6 %, y en-
tre los católicos, la mitad de ellos (49.9 %) respondieron que sí la practican; incluso
también es leída por quienes se declaran “sin religión”, pues es una referencia de
diferentes grupos de estudio gnósticos y esotéricos. La lectura de la Biblia es leída
tanto por hombres (50.8 %) como por mujeres (54.4 %). Los adultos mayores son
quienes más dicen leerla, y se ve una leve tendencia a que, a menor edad, menos se
practica, con una varianza leve de 4 puntos porcentuales entre el grupo más joven
y el de mayor edad.
Aunque uno pensaría que la lectura y los estudios bíblicos estarían más concen-
trados entre las élites intelectuales, los datos muestran lo contrario. Más de la mitad
de los encuestados, que han estudiado hasta la preparatoria, dicen leer la Biblia; en
cambio, quienes estudiaron licenciatura lo hacen en menor medida (45.4 %), y aún
más escasa es esta práctica entre aquellos que estudiaron posgrado (38.8 %). Esta
misma tendencia se reafirma, pero con diferencias internas más leves, cuando com-
paramos los niveles socioeconómicos de los encuestados, lo cual muestra que es
una práctica transclasista que en la actualidad está difundida entre las clases popu-
lares, incluso entre quienes son hablantes de lengua indígena, y que no se corres-
ponde con las élites económicas, quienes la practican menos.
esta liturgia tiene en el medio cristiano, y que cada vez se vuelve más popular, sin
distinguir orientaciones denominacionales. Con los altos porcentajes de recepción
de los dones o carismas del Espíritu Santo en México, podemos afirmar que la re-
ligiosidad vivida adquiere cada vez más un carácter milagroso, emotivo, corporal y
espontáneo. También los datos confirman su popularidad, pues es a la vez un ritual
transclasista presente con promedios de un tercio de la población en cada uno de
los niveles socioeconómicos.
Siguiendo con este patrón de comportamiento, se puede decir que es también
una práctica adoptada por los diferentes estratos de escolaridad, aunque en este
renglón es importante señalar que hay una marcada preferencia entre aquellos que
tienen menos estudios (37.8 % entre quienes estudiaron hasta la primaria contra
33.3 % del total).
Aunque la recepción de los dones del Espíritu Santo es una práctica interge-
neracional, en este rubro se ve que existe una marcada preferencia entre los gru-
pos de mayor edad (43.3 %), mientras que los de menor edad muestran menos
interés por esta práctica (28.2 %).
Altares
La palabra altar de origen latín altare, viene de altus, que significa “elevación”. En
las Escrituras se hace referencia como el primer altar aquel que erigió Noé y sobre
el cual ofreció al Señor el sacrificio de animales puros (Génesis 8:20). Así, en estas
estructuras elevadas se degollaban animales además de quemar incienso. El altar
ocupa un lugar central en la Iglesia cristiana: “Con él se determina el punto de ten-
sión de todo el espacio simbólico, pues allí se realiza el sacrificio divino” a través de
la misa.4 Aunque no se trata de una práctica estrictamente de esta religión, pues los
arqueólogos han documentado ampliamente la existencia de altares precristianos y
prehispánicos. En México, estos últimos se aprecian muy bien en una diversidad de
zonas arqueológicas por todo el territorio nacional. En las religiones hinduista, bu-
dista y sintoísta los altares también son representativos de las prácticas devocionales
cotidianas.
En nuestro país, la fe popular se manifiesta de manera emblemática por medio de
los altares, presentes en una gran diversidad de espacios: parques, esquinas, carrete-
ras, calles, negocios, cruceros, mercados, hasta llegar al ámbito más íntimo: el ho-
gar. Quizá uno de los altares más comunes fuera de las iglesias sea justamente el
que el devoto monta y diseña en su propia casa, una práctica con arraigo en México.
por tratarse del símbolo religioso más emblemático del nacionalismo mexicano, tal
vez esta sea la misma razón por la que la proporción de hombres y mujeres con esta
imagen en su altar en casa sea prácticamente el mismo: 60.2 % y 58.7 %, respecti-
vamente. La escolaridad del grueso de la población con un altar en honor de esta
imagen es primaria o un grado menor (67.8 %), contra 50.9 % de preparatoria y
53.7 % de nivel posgrado.
Los altares domésticos pueden ser, sin embargo, densos en sus referentes sim-
bólicos y no siempre es evidente descifrar quién es la figura central en ellos. La
gravedad del protagonismo de una determinada imagen puede cambiar por diver-
sas razones, ya sea por un calendario establecido institucionalmente (eclesial), por
alguna fecha simbólica establecida desde los parámetros y la historia del devoto y
de su vínculo personal con la imagen, y/o con base en una necesidad y circunstan-
cia precisas. Así, estos espacios se vuelven un espejo de las complementariedades
que se dan en la praxis. Los altares domésticos, como bien lo ha documentado Kay
Turner, son profusamente significativos en la medida en la que “indexa[n] un mo-
delo de relación de la religión popular, en su estética de acumulación, estratifica-
ción, condensación e integración” (2008: 183).
La Encreer es probablemente la única encuesta que hace una consideración de
esta dimensión de la religiosidad en México. Sus resultados arrojan que la Virgen
de Guadalupe (59.4 %), junto con Cristo (18.2 %) y la Virgen María (8.3 %), son las
tres figuras más referidas en los altares domésticos de los encuestados de todos los
estratos. Si bien los datos de la muestra no son suficientes para revelar la estratifi-
cación devocional que se les asigna en los altares a otras figuras además de las tres
mencionadas, al menos sí tiene la virtud de revelar en algún sentido la cohabitación
de las imágenes más comunes al incluir a los santos patronos de la localidad y pa-
rroquia; los santos populares (Juan Soldado, Malverde, san Simón o Maximón, san
Pascual Bailón, entre otros), la Santa Muerte; el ángel de la guarda y religiones de
origen afrocubano.
La región Centro es donde se registran los índices más altos de personas con un
altar en casa (72.3 %), casi 20 puntos porcentuales por arriba de la región Pacífico
Sur y Sureste (52.5 %), que ocupa el segundo lugar. La región Noroeste es en donde
menos personas poseen un altar en su domicilio (43.7 %), aunque no está muy ale-
jada de las regiones Norte, Noreste y Golfo, y Centro Occidente y Centro Norte, con
45.8 % y 46.2 %, respectivamente.
Creencias, valores y prácticas religiosas 157
perdida ante la dinámica social y las actividades individuales. Una de estas prácti-
cas se centra principalmente en el equinoccio de primavera, donde miles de perso-
nas asisten a zonas arqueológicas o sitios cerca de la naturaleza para “cargarse” de
la energía que emana de estos espacios y del sol, para dar así la bienvenida a la pri-
mavera con un aura renovada. La idea de cargarse de energía remite a la concepción
“pagana” de que la Tierra y los astros emanan una energía particular que permite la
conexión de los sujetos con el universo, con su anclaje terrenal y con ellos mismos.
Esta energía, se presume, está concentrada en los espacios abiertos, en aquellos
donde se puede tener un contacto directo con la naturaleza y sus elementos, así
como en espacios que se consideran sagrados, como las zonas arqueológicas. Estas
últimas no solo tienen una carga histórica, sino que han sido resignificadas a par-
tir de neotradiciones, como la mexicanidad y neomexicanidad, que son versiones
híbridas de tradiciones prehispánicas resignificadas en claves new age (De la Peña,
2001), donde sus adeptos “toman por asalto” los sitios arqueológicos bajo la idea de
que ahí se encuentran los chakras universales que requieren una activación energé-
tica que traería consigo el equilibrio al mundo y la "nueva era" (De la Torre, 2007;
Velazco, 1987).
La popularización de prácticas como la carga de energía responde a un entra-
mado de elementos culturales, sociales y espirituales que ha permitido su difusión.
Uno de estos elementos es la noción que dicta que los centros arqueológicos es-
tán ubicados de acuerdo con una geografía sagrada. Siguiendo las propuestas de
Velasco Piña (1997), ideólogo de la neomexicanidad, la Tierra es considerada un
organismo vivo en cuya geografía se encuentran siete chakras, los cuales coinciden
con centros ceremoniales de culturas consideradas ancestrales (De la Torre, 2012),
y México es uno de los principales. Bajo esta premisa, se cree que las ceremonias
realizadas en los centros arqueológicos hacen posible la reactivación del sistema
energético cósmico y es capaz de transmitirse tanto a las personas como a estos es-
pacios por medio de actos rituales. La difusión masiva de esta práctica se vio auxi-
liada de la televisión, en particular por el programa Siempre en domingo que alcanzó
una enorme audiencia durante los años setenta a noventa (De la Torre y Gutiérrez
Zúñiga, 2016b).
Sitios arqueológicos como Teotihuacán, Chichén-Itzá, Cuicuilco, Templo Mayor,
Xochicalco, Malinalco, Tlatelolco y Palenque se convierten en espacios de celebra-
ción ritual el 21 de marzo de cada año para dar la bienvenida a la primavera, para
la renovación de las energías personales a través de la recepción de los rayos sola-
res. Los rituales llevados a cabo en estos espacios son diversos, y convocan tanto
Creencias, valores y prácticas religiosas 163
de prácticas consideradas como parte del patrimonio intangible del país y símbolos
que, siguiendo a Arizpe (2006), son la piedra de toque de la construcción de las so-
ciedades y las identidades.
Los rituales indígenas son parte de un sistema de prácticas que integran cosmo-
visiones y creencias que siguen vigentes a pesar del tiempo, tanto en comunidades
con carácter étnico como en aquellas sociedades modernas, con prácticas altamente
institucionalizadas o seculares. Las danzas, las limpias, el curanderismo y las cere-
monias como los temazcales no solo las llevan a cabo grupos asociados tradicional-
mente con un origen étnico, como cabría suponer. En las últimas décadas, este tipo
de prácticas han adquirido popularidad y visibilidad gracias a que se efectúan en es-
pacios donde anteriormente no tenían presencia o donde esta se encontraba velada.
A partir de mediados del siglo xx, en México surgió la mexicanidad, un movi-
miento social, espiritual y cultural que tiene como principal propósito restablecer la
cultura mexicana apelando a sus raíces precoloniales. Este movimiento es protagoni-
zado por intelectuales mestizos, que “realizan una reinterpretación de los procesos
históricos, reivindicando la riqueza del conocimiento autóctono y su papel histórico
en el presente y futuro del país” (De la Torre y Gutiérrez Zúñiga, 2011b: 187). Este
movimiento responde tanto al proceso de globalización, como a la necesidad de ge-
nerar nuevas expresiones identitarias que dan cuenta de las mutaciones culturales
de la sociedad mexicana (De la Peña, 2001). Dentro del mexicanismo se distinguen
dos tendencias ideológicas: un mexicanismo radical, antioccidental e integrista; y un
nuevo mexicanismo o neomexicanidad, que es mucho más ecléctico, espiritualista
y abierto al diálogo con otras tradiciones culturales.
Parte importante de este fenómeno social, cultural y espiritual es poner de re-
lieve diversas prácticas indígenas que siguen vigentes gracias al sincretismo que
caracteriza al catolicismo popular, pero también elementos rituales, prácticas de
sanación —parteras, sobadoras, yerberos, curanderos, etcétera— y modos de orga-
nización tradicional —como los calpullis— a partir del origen étnico que suponen.
Pero parte importante de esta reivindicación étnica surge también de la populari-
zación del movimiento de neomexicanidad impulsado desde las clases medias, las
poblaciones urbanas y los buscadores espirituales nacionales y extranjeros quienes,
tomando el modelo arquetípico de asumir una identidad india, aprenden y adoptan
estas prácticas y modos de vida. Frigerio (2013), al explicar las lógicas en las cuales
las narrativas new age y la reivindicación de raíces étnicas se mezclan y crean nuevas
matrices de sentido, plantea que la elección de estas narrativas no es fortuita, ya que
en el caso de América Latina se eligen las alteridades que son exotizadas frente a las
narrativas dominantes de los Estados-nación.
166 Prácticas religiosas
Internet. Destaca que las regiones donde se extiende esta práctica es el Norte y el
Sur del país —con porcentajes entre 16 y 19 %—, seguidas de habitantes de la re-
gión Centro. Aquellos sujetos que afirman pertenecer a alguna religión son aquellos
que mayormente participan en las cadenas de oración (entre 13 y 14 %); sin em-
bargo, la población identificada como “sin religión” también afirma ser parte de esta
práctica en una proporción menor de 5.8 por ciento.
Las características sociodemográficas no hacen una distinción en cuanto al sexo,
pero sí en términos de formación académica, ya que aquellos que tienen las cadenas
de oración como práctica afirman tener formación de posgrado y formación técnica
(20.2 % y 18.1 %, respectivamente). Se identifican con un nivel socioeconómico
medio alto y alto, y se encuentran en los rangos de edad entre los 18 y 34 años en
su mayoría. Los entrevistados de origen étnico no presentan porcentajes significa-
tivos respecto a esta práctica, dado que aparecen con menos de 10 %. A partir de
estos datos podemos inferir que la circulación de las cadenas de oración responde a
una población que tiene los medios económicos y los conocimientos para el manejo
y uso de la tecnología, pero también responde a una práctica principalmente de la
población urbana. Son sobre todo personas con formaciones superiores y que han
alcanzado niveles socioeconómicos altos, respondiendo a una generación que se ha
ido adaptando a los cambios tecnológicos y ha trasladado sus creencias y prácticas
hacia los nuevos espacios de convivencia que ha propiciado el desarrollo del Internet
y las redes sociales virtuales.
que se realiza hacia los ángeles caídos. Sin embargo, ya sea a través del vínculo con
lo religioso o por medio de prácticas neoesotéricas, el contacto angélico se lleva a
cabo como una práctica que escapa de los dogmas eclesiales y se apropia desde la
experiencia de los sujetos.
De acuerdo con los datos de la encuesta, 13 % de la población nacional afirma
tener o buscar el contacto con su ángel guardián, concentrando este porcentaje en
el Noroeste y la región Centro Occidente y Centro Norte del país (21.8 % y 13.4 %,
respectivamente). El contacto angélico es más practicado por la población autoiden-
tificada como católica en 14.3 %, seguida de aquellos que se asumen como “sin re-
ligión”, los cuales representan 6.3 por ciento.
La hipótesis al respecto es que, como se apuntó con anterioridad, esta práctica
espiritual se lleva a cabo sin necesariamente establecer un puente claro hacia una reli-
gión; sino que queda como una práctica umbral o cotidiana que se transmite o repro-
duce sin mediación eclesial.
Sobre las poblaciones autoidentificadas con origen étnico, así como hablan-
tes de lenguas indígenas, los practicantes del contacto angélico oscilan entre 16 y
17.5 %. En términos de género, las mujeres son las que buscan más el contacto con
los ángeles, aunque solo 1.4 % por encima del porcentaje de hombres.
La mayor concentración de seguidores de esta práctica se encuentra en la po-
blación de 55 años y más, con porcentajes entre 14 y 18 %; y destaca, en este sen-
tido, que aquellos con menor grado de escolaridad y aquellos que tienen formación
a nivel de posgrado (22 %), son quienes más han recurrido a prácticas de contacto
angélico como parte de sus prácticas espirituales y religiosas. Respecto al nivel so-
cioeconómico de esta población, vemos que esta práctica se presenta de manera
transversal y transclasista en estas poblaciones con porcentajes que oscilan entre
13 y 15 por ciento.
Conclusiones
Renée de la Torre
Rosario Ramírez
Nahayeilli Juárez Huet
María Eugenia Patiño
175
176 Creencias trascendentales
La Encreer, fiel a los planteamientos clásicos para el análisis del fenómeno reli-
gioso, ha incluido una serie de reactivos sobre los significantes y los significados de
las creencias. Con ello se pretende indagar: ¿en qué creen los mexicanos? Las res-
puestas a esta pregunta fueron diseñadas previamente para brindar una gama de po-
sibilidades que permitieran: a) caracterizar conforme a los credos y doctrinas a los
miembros de diferentes religiones; b) reconocer aquellas creencias que son trans-
versales a las adhesiones religiosas y que están presentes en la sociedad mexicana
sin importar la religión o congregación de pertenencia; c) reconocer aquellas creen-
cias que representan barreras de diferencia y otredad entre las religiones; e) verificar
la hipótesis de que aquellos que rechazan pertenecer a una religión tienen creen-
cias; f ) indagar los grados de distancia en el apego a las creencias promovidas por la
institución o seleccionadas por los individuos para poder caracterizar las tendencias
de la desinstitucionalización o individualización creyente en México, y g) atender
las fórmulas posibles del bricolaje religioso que realizan los individuos para com-
prender qué se mezcla con qué.
A partir de la pregunta detonante, la encuesta incorpora cuatro ejes desde los
cuales se pueden analizar algunas de las creencias más importantes en y para la so-
ciedad mexicana.
En primer lugar, se preguntó en torno a creencias universales que se encuentran
de manera transversal en las religiones históricas judeocristianas como: Dios, el dia-
blo y la creencia en la Biblia como fuente de verdad. En segundo lugar, se incluye-
ron preguntas referentes a las creencias que promueven tendencias transversales en
el cristianismo (que no son parte del dogma oficial ni obligatorias) y que, por tanto,
pueden ser o no compartidas también desde los creyentes de distintas congregacio-
nes cristianas, pero con un acento distinto, por ejemplo, la creencia en los dones
del Espíritu Santo. Por otro lado, se incluyeron preguntas sobre la perspectiva cos-
mológica que le imprime un sentido mágico y milagroso a las diferentes religiones.
Además, se concibieron creencias que no son promovidas desde las iglesias y que
provienen de fuentes seculares, como el contacto con extraterrestres o la existencia
de fantasmas y espíritus; así como aquellas retomadas de tradiciones orientalistas y
que aparecen muchas veces sin tener un vínculo religioso, como la reencarnación.
Finalmente, tenemos aquellas creencias vinculadas con el catolicismo y con sus fi-
guras más icónicas, como la creencia en la Virgen de Guadalupe.
De este modo, el análisis aquí presentado parte de hacer una definición breve
de las creencias consideradas en la Encreer y de las distintas aristas desde las cua-
les estas se hacen relevantes para los creyentes y desde el imaginario social. En un
segundo momento, muestran los resultados obtenidos desde el análisis fino de los
Creencias, valores y prácticas religiosas 177
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
Sí No No contestó
datos a modo de presentar un tipo ideal de creyente a partir de los ejes establecidos.
Cabe decir que el análisis de estas creencias parte de los resultados globales de la en-
cuesta, por tanto, considera a los encuestados pertenecientes a diversas religiones e
incluso a aquellos que de manera explícita se han autonombrado como “sin religión”,
quienes, como se verá a lo largo del análisis, no están excluidos de tener creencias o
posturas diversas pese a su autoadscripción fuera de las opciones religiosas.
Reencarnación
La reencarnación puede ser entendida como la creencia que establece existencias
sucesivas y sucedidas cíclicamente a partir del fallecimiento de una persona, cuya
esencia perenne (algunos le llaman alma) que habita en su materia (o cuerpo), tran-
sita hacia otro ser vivo, el cual estará determinado por los méritos y acciones reali-
zados en la vida o existencia anterior. La creencia en la reencarnación se manifiesta
de manera emblemática como parte de todas las religiones brahmánicas (budismo,
hinduismo, jainismo, sijismo), en contraposición con las religiones judeocristianas,
en las que esta creencia no forma parte oficial de su doctrina.
Sin embargo, desde el siglo VI a. C. se desarrollan teorías de la reencarnación
no solo en la India sino también en Grecia, tal como lo demuestra Julia Mendoza,
que en uno de sus textos de corte histórico afirma:“[En] Grecia, la doctrina de la
reencarnación se nos presenta desde el inicio vinculada a una teoría ética, en la que
la vuelta a nacer representa un castigo, o un mal, mientras que la permanencia en
el más allá sin volver a nacer está vinculada a la virtud y a la excelencia, una visión
muy cercana a la teoría india” (2014: 36). No se sabe a ciencia cierta —según señala
la misma autora— si factores culturales endógenos, o bien exógenos, fueron los que
hicieron posible la vinculación entre ética y reencarnación en ambas culturas. Lo
que sí queda claro es que la interconexión entre reencarnación y karma se da en la
182 Creencias trascendentales
India en un momento posterior, alrededor del año 600 a. C. Finalmente, cuando las
concepciones cosmológicas védicas relativas a procesos cíclicos, en especial a los de
nacimiento y muerte se entretejen “[…] con la metafísica del ātman y la ética del
karman, es cuando puede configurarse la teoría de la reencarnación que todos
conocemos” (Mendoza, 2014: 37).
Además de otros pueblos indoeuropeos, la creencia en la reencarnación es re-
ferida en algunas religiones africanas subsaharianas a partir de la idea de un círculo
de nacimientos (circle of births), en el que —según nos explica Austine Okwu—, el
alma (la parte espiritual que no fenece) de un humano, luego de regresar al mundo
del más allá, renace en otro cuerpo humano varias veces (1979). Parece existir cierta
similitud entre los versos más antiguos del RG Veda que manifiestan una creencia en
el renacimiento entre los descendientes de una misma familia (cf. Mendoza, 2014)
y la creencia entre algunos de los pueblos subsaharianos sobre “el alma [como]
inmortal y capaz de rastrear y reintegrarse” al linaje familiar, lo que fortalece y en
cierta forma explica el culto a los ancestros en estas regiones (Okwu, 1979: 21).
La creencia en la reencarnación entre los encuestados de la Encreer no parece
que esté asociada directamente a una práctica religiosa de matriz brahmánica, pues,
por un lado, los datos a escala nacional arrojan que solo 5.7 % del total lleva a cabo
actividades religiosas o espirituales vinculadas a prácticas o técnicas orientales. De
hecho, de las nueve creencias de la encuesta, la reencarnación es la menos referida
de todas. Por otro lado, donde más gente declara creer en la reencarnación es en
la región del Pacífico Sur y Sureste (61.4 %), la cual es al mismo tiempo la zona del
país donde menos se practica el yoga, la meditación u otras técnicas orientales. De
forma inversa, la región del Noroeste es la que tiene el mayor índice de personas
con prácticas orientales (9.3 %) y, sin embargo, junto con el Norte, Noreste y Golfo,
es donde menos gente cree en la reencarnación (48.8 % y 48.5 %, respectivamente).
Dicha creencia es abrazada mayoritariamente por el grupo de los católicos a pesar
de no ser aprobada por la Iglesia (56.9 %). La doctrina de la resurrección final pa-
rece excluir la reencarnación. De acuerdo con Hebreos 9:27 se establece que los
hombres “[…] mueran una sola vez, y después de esto el juicio”, y en 9:28 se rea-
firma que “así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de
muchos; y la segunda vez, sin pecado, aparecerá para salvar a los que le esperan”.
Tanto los bíblicos (34.2 %) como los evangélicos (36.3 %) también afirman creer en
la reencarnación. De acuerdo con la hipótesis de Carlos Garma,1 esto podría expli-
carse porque los fundamentalistas en estas congregaciones muy probablemente
(3.8 %). También hay que subrayar que se trata de una noción que ha cobrado una
gran popularidad fuera de su matriz cultural de origen. Su vulgarización la ha re-
ducido a una suerte de castigo-recompensa y es tema de incumbencia o mención
de un sinnúmero de especialistas de la oferta y del recetario neoesotérico que lo
mismo encontramos en un mercado que en Internet, en una revista, un programa
de radio o televisión, o una película, de esta manera se ha incorporado como un re-
ferente cotidiano en el México contemporáneo.
Las posibilidades de tender puentes y analogías entre doctrinas es otra de las
probables razones de su exitosa propagación, pues la ética cristiana plasmada en la
Biblia no está necesariamente alejada de la noción budista del karma, la cual se nu-
tre de las acciones, con sus buenas o malas orientaciones y sus respectivas conse-
cuencias: “En los últimos días, en el Escatón o la Parusía todas las acciones reciben
su recompensa" (Mt 16:27; 25:31-46; I Cor 1:6-7) (Corless, 1986: 141). El cate-
cismo señala en su artículo 12: “El Nuevo Testamento […] asegura reiteradamente
la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como
consecuencia de sus obras y de su fe”. Quizás esto pudiera explicar por qué, al me-
nos para los católicos, el significante del karma pierde extrañeza.3
Otra hipótesis apunta como una de las fuentes de divulgación contemporánea
de la noción de reencarnación, la espiritualidad new age (De la Torre y Gutiérrez
Zúñiga, 2011b), la cual también incorpora en su discurso la noción y el significante
del karma. Otras posibles interpretaciones sobre lo que la Encreer nos revela en
torno a la incorporación de imaginarios, en principio no cristianos, sobre la vida des-
pués de la muerte, y de esta y su vínculo con la vida terrenal cotidiana en poblacio-
nes que no practican religiones brahmánicas, pueden ser, por un lado, la mediación
de los contenidos del catolicismo popular (la creencia en espíritus y ánimas) (De la
Torre y Gutiérrez Zúñiga, 2011b), pero también de la medicina tradicional mexicana
y la influencia del espiritismo y sus distintas variantes donde los espíritus tienen un
papel relevante que los vincula con la vida terrenal. También es posible pensar que la
reencarnación se tome como equivalente de encarnación, lo que demostraría cómo
las apropiaciones y entendimientos de la doctrina cristiana en efecto manifiestan
— desde la época colonial— una distancia con la teología y doctrina institucional.
Entre los encuestados, el segmento de la población ubicado en el nivel so-
cioeconómico medio bajo (60.1 %) es donde esta creencia ocupa el primer lugar,
en contraste con el nivel socioeconómico alto, donde dicha creencia se coloca por
3 Aunque no podemos ignorar que es una noción que se ha popularizado en diversos ám-
bitos en donde la oferta neoesotérica está presente.
Creencias, valores y prácticas religiosas 185
Vida eterna
“El máximo enigma de la vida humana es la muerte”. Esta afirmación forma parte
de la constitución pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II (p. 90), pero
también de las preocupaciones antropológicas y sociológicas conducidas a com-
prender el papel simbólico y social de lo que un hecho biológico irrefutable como la
muerte implica en la vida social, cultural y religiosa de las sociedades. Este máximo
enigma nace de la esperanza o curiosidad de las postrimerías de ultratumba: “Los
registros históricos más antiguos indican una creencia, bastante bien establecida, en
la vida después de la muerte” (Varisco, 2012). Esta creencia ha tenido una centralidad
fundamental en las doctrinas de las religiones monoteístas más conocidas, aunque no
exclusivamente. La cuestión escatológica ha sido un tema de debate, de investigación
y reflexión en el campo religioso y también científico y humanista.
“La doctrina de la Escatología —nos señala el luterano y evangélico Eugenio
Araya— se mantuvo en la teología luterana dentro de la escatología tradicional de
la Iglesia antigua sin mucho entusiasmo hasta después de las guerras europeas de la
primera mitad del s. xx” (2000). El trauma y las secuelas de posguerra plantearon
nuevos escenarios de reflexión y debate en el campo teológico sobre la situación y
postura del humano ante “los últimos días”, pues las perspectivas de este final han
ido cambiando a lo largo de la historia. En términos generales, se mantiene un di-
senso sobre si el escatón (el final/cosas últimas) se sitúa en el “aquí y ahora” o en el
futuro, o en ambos; en el pasado o en el interior del ser; o si es en sí “trascendental
o inmanente con respecto a la historia” (Araya, 2000).
Muchos de los debates y posturas respecto a la doctrina de las cosas últimas
o de novissimis se enraíza en las interpretaciones y polémicas historiográficas en
torno al libro del Apocalipsis, en el que san Juan pone el acento en la vida eterna.
Desde la visión cristiana, la creencia en la vida eterna tiene que ver con el dogma de
la resurrección, que como la de Jesucristo, sucederá para todos luego de la muerte,
pero será solo por la fe que aquella pueda alcanzarse:
186 Creencias trascendentales
El que cree ya ha salido airoso del juicio. Más exactamente: El que cree en el nom-
bre del único Hijo de Dios no será juzgado (Jn 3, 17s). El que cree, resucitará de la
muerte. Más exactamente: el que escucha su palabra y cree en el que lo ha enviado
tiene la vida eterna, no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la
vida (5, 24). En cambio: el que no cree ya está juzgado, permanecerá en la muerte
(Gnilka, 2001: 763-764).
4 Véase <http://www.pewforum.org/2014/11/13/chapter-3-religious-beliefs/>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 187
teologías particulares, ya que para algunos es una fuerza mística o el poder imperso-
nal que Dios pone a disposición para los seguidores de Cristo; en otras tradiciones
el Espíritu Santo es una persona, lo cual ha generado diferencias de corte teológico.
La presencia y las manifestaciones del Espíritu Santo se pueden rastrear en di-
versos escritos anteriores al cristianismo, en el Antiguo Testamento y en el Nuevo
Testamento. En cuanto a sus interpretaciones, se sostienen básicamente cuatro po-
sibilidades.
Para las interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una “fuerza
o cualidad divina” al modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El uni-
tarismo, si bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte
la visión de un Espíritu Santo impersonal, que actúa como poder o fuerza activa
de Dios. En cualquier caso, ambas corrientes coinciden en que el Espíritu Santo
es “algo” y no “alguien”. Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu
Santo es una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy
cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura. Según
las interpretaciones de carácter triteísta, el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá de
carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser in-
creado. Las interpretaciones de carácter trinitario —mayoritarias— consideran al
Espíritu Santo como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad
del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta
doctrina es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones
protestantes. El Espíritu Santo se manifiesta a través de siete dones o carismas: la
sabiduría, el entendimiento, el consejo, la ciencia, la piedad, la fortaleza y temor
de Dios, que se ven reflejados en 12 frutos: caridad, gozo, paz, paciencia, benigni-
dad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad
(Fernández Carbajal, 2010).
Para el catolicismo, el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, confor-
mada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el Catecismo de la Iglesia católica
se reconoce que mediante el bautismo se otorga la gracia del nuevo nacimiento en
Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portado-
res del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre,
y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible
ver al Hijo de Dios y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el cono-
cimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el
Espíritu Santo.
En el catolicismo, el Movimiento de Renovación Carismática Católica (rcc)
surge como “un movimiento de espiritualidad laical basado en los carismas, dones
188 Creencias trascendentales
5 Véase <http://es.catholic.net>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 189
En las últimas décadas, una gran diversidad de iglesias ha seguido o permitido que
movimientos en su interior se tornen carismáticos, es decir, que en su práctica in-
corporen las formas más vivenciales, determinadas “por el carácter práctico con que
los creyentes enfrentan su vida cotidiana y por el conjunto de emociones suscitadas
en los fieles” (Vázquez, 2007: 371). Estas cualidades hacen a estos movimientos
altamente atractivos para algunos grupos sociales más deseosos de una experien-
cia que prioriza las emociones y les otorga un espacio particular en la liturgia. Las
principales diferencias entre las iglesias protestantes bíblicas, las evangélicas y el
catolicismo consiste en la declaración de que lo carismático no debe estar sobre lo
institucional. Es decir, para la Iglesia católica son igualmente importantes las tres
personas que conforman la persona de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo,
mientras que, para los evangélicos, en particular los pentecostales, “la creencia en
el bautizo del Espíritu Santo y en los dones del Espíritu —glosolalia, discernimiento,
sanación, profecía, entre otros— así como el énfasis de la emocionalidad y en la
vivencia de la experiencia religiosa” (Rivera y Juárez Cerdi, 2007) cobra un mayor
protagonismo. De allí que el Movimiento de Renovación Carismática sea visto con
desconfianza por las autoridades eclesiásticas católicas, por lo que es estrictamente
vigilado dado que “la intención primordial no [debe ser] la búsqueda de lo extraor-
dinario sino la preocupación por la conversión constante, dando a los carismas
extraordinarios sólo la función subsidiaria que tienen con relación a la caridad”
(Juárez, 1997: 76). Sin embargo, para los renovados, los carismas tienen que ver
más con cualidades extraordinarias, lo que los hace más atractivos para los miem-
bros de la comunidad.
Los datos de la Encreer muestran un comportamiento singular en este ítem.
De acuerdo con los resultados del conjunto nacional, creen en el poder del Espíritu
Santo 91.2 % de los católicos, 83.3 % de los evangélicos y 78.6 % de los bíblicos, lo
que es sorpresivo, ya que los pentecostales y neopentecostales corresponden a este
grupo, y como se ha dicho líneas atrás, esta creencia es fundamental en los princi-
pios teológicos que lo definen y conforman.
Según las regiones, el mayor porcentaje corresponde a los encuestados en la
región central noroccidental con 93.3 % de respuestas, y el menor a la región Norte,
Noreste y Golfo con 82.9 % de las respuestas. En ambos casos podemos considerar
que esta creencia es una de las más sólidas en los imaginarios creyentes del país. El
sexo y ser hablante de una lengua indígena no muestran contrastes; hay distancia-
mientos de un punto porcentual en cada una de las respuestas.
No obstante, al igual que en el caso de la Biblia, es posible observar que las va-
riables sociodemográficas sí tienen un impacto en esta creencia dado que a mayor
190 Creencias trascendentales
edad se incrementa la creencia. El grupo etario de 65 años y más reporta que 93.1 %
comparte esta creencia, es decir, casi la totalidad de los encuestados, mientras que
entre los jóvenes que se encuentran en el grupo de 18 a 24 años solo 80.7 % res-
pondió de manera afirmativa. Se aprecia una diferencia de 13 puntos porcentuales
que desciende conforme se tiene menor edad. Comportamientos similares encon-
tramos con la escolaridad. Por ejemplo, 92 % de aquellos que cuentan con prima-
ria completa o menor grado de estudios cree, en contraste con 60.7 % de los que
creen y han cursado un posgrado. Se muestra un distanciamiento de 31 puntos. El
nivel socioeconómico también señala contrastes, al ser el estrato bajo (D, E) el que
muestra 91.2 % de las respuestas afirmativas en comparación con el estrato más alto
(C+, AB), que arrojó 83.4 por ciento.
Sin embargo, la variable más significativa es la escolaridad, ya que permite ex-
plicar, en conjunción con otros datos, esta creencia. Es decir, de las variables so-
ciodemográficas consideradas en el cuestionario, es el grado de escolaridad el que
muestra mayor capacidad explicativa.
Los llamados bíblicos diferentes de evangélicos también leen la Biblia, pero a dife-
rencia de los protestantes históricos han sido llamados paraprotestantes (en nuestro
caso aquí se incluye a las iglesias bíblicas no evangélicas donde están las congrega-
ciones de Adventistas del Séptimo Días, Testigos de Jehová y la Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días) porque infunden una ortodoxia bíblica pero re-
formada, pues han añadido libros o páginas a los libros sagrados que constituyen
revelaciones de sus líderes religiosos considerados como profetas. Un ejemplo de
ello es el Libro de Mormón escrito por Joseph Smith, los 64 libros que escribió Ellen
G. White, fundadora de la congregación adventista y la edición de Zion’s Watch
Tower and Herald of Christ Presence escrito por Charles Taze Rusell, también cono-
cido como Atalaya entre los testigos de Jehová. El que hayan hecho una versión
propia, con interpretaciones particulares o que incluyen nuevas doctrinas resultado
de visiones y revelaciones espirituales hace a estas congregaciones exclusivistas
(la suma o transformación doctrinaria los priva de ser interdenominacionales), y se
les reconoce por llevar a cabo intensos programas proselitistas.
Al catolicismo lo nutre tanto la Biblia como la tradición de la Iglesia, que se
compone del dogma y la moral, la liturgia, la disciplina y la acción pastoral del ma-
gisterio, la enseñanza de los Padres de la Iglesia y las decisiones emanadas de los
Concilios, así como en los asuntos de fe, moral y doctrina cristiana la infalibilidad
del papa. Es en el Concilio Vaticano II (1964), concretamente en el documento ti-
tulado Constitución dogmática sobre la divina revelación, donde se anima a todos los
católicos a leer la Biblia: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fie-
les, especialmente los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran
la ciencia suprema de Jesucristo (Filipenses 3:8), ‘pues desconocer la Escritura es
desconocer a Cristo’ ”. En los tiempos modernos se convoca a los laicos (hombres y
mujeres, sin restricciones de condición social) a la lectura de los Evangelios y el libro
sagrado deja de ser de uso privilegiado para los sacerdotes de la Iglesia.
Con base en los datos generados por la Encreer en los tres grupos religiosos
considerados, la creencia en la Biblia como fuente de verdad absoluta es significati-
vamente alta, y es el grupo de los bíblicos el que muestra el porcentaje mayor, con
88.8 % de las respuestas afirmativas; no muy lejos de ellos están los evangélicos
con 84.7 %, y le siguen los católicos con 80.7 %. En los tres grupos la lectura de la
Biblia y su referencia en los diversos cultos es muy importante. Sin embargo, tam-
bién es de considerar el hecho de que tanto bíblicos como evangélicos tienen en la
Biblia uno de sus mayores fundamentos, por ello era esperable un porcentaje más
alto. Aun así, tendríamos que poner a consideración el hecho de que la pregunta se
Creencias, valores y prácticas religiosas 193
hizo sin la posibilidad de tener un matiz, es decir, como verdad última y quizás esto
ya no es interpretado en todas las comunidades de la misma manera. Es decir, si la
encuesta hubiera considerado la posibilidad de responder la referencia a los textos
bíblicos como fuente de inspiración, mas no como fuente de verdad absoluta, quizá
las respuestas hubieran sido diferentes.
Caso contrario y muy interesante lo compone 33.7 % del grupo sin religión, que
cree en la Biblia como fuente de la verdad absoluta. Es decir, una tercera parte de
aquellos que dicen no tener religión sí tienen en la Biblia un referente importante,
lo que nos lleva a pensar en la presencia positiva de la Biblia entre los creyentes de
alguna denominación y aun sin religión, lo cual significa que la consideran esencial
como modelo de vida y para la vida.
En consonancia con lo anterior, la totalidad de las regiones muestra altos ín-
dices de creencia en la Biblia como fuente de verdad absoluta, y la región central
noroccidental es la que muestra la mayor aceptación, con 81.3 % de las respues-
tas, seguida muy de cerca por la región del Norte, Noreste y Golfo, con 81 %; el
Centro, con 78.7 %; Pacífico Sur y Sureste, con 76.8%, y finalmente Noroeste, con
72.6 por ciento.
Entre las variables sociodemográficas se halló que el sexo no define la creencia
en la Biblia, pues aunque es alta en ambos, no existe una diferencia significativa. Así,
los hombres muestran 78.1 % y las mujeres 79.8 por ciento.
Sin embargo, el estrato socioeconómico, la escolaridad y la edad sí muestran
variaciones relevantes. Por ejemplo, a mayor edad, mayor creencia en la Biblia; el
grupo de 65 años y más tiene un porcentaje de 87.9 % de creencia, y desciende con-
forme se tiene menos edad hasta colocarse en 72.4 % para aquellos que están en el
grupo etario de 18 a 24 años.
En cuanto a escolaridad, se muestran comportamientos similares, a menor esco-
laridad mayor creencia. Es decir, el grupo que cuenta con primaria completa o menor
grado de estudios contestó de manera afirmativa a la pregunta, y entre aquellos que
tienen posgrado el porcentaje de creencia disminuye hasta 54 por ciento.
El estrato socioeconómico también muestra diferencias específicas al ser el ni-
vel bajo (D, E) el que muestra el mayor porcentaje de creencia, con 82.3 %, y el me-
nor porcentaje se ubica en el nivel alto (C+, AB) con 71 por ciento.
Hablar una lengua indígena muestra una discreta diferencia en las respuestas,
83.5 % de los que sí la hablan creen en la Biblia, mientras que en las respuestas de
aquellos que no la hablan el porcentaje desciende a 78.6 %, e inferimos, siguiendo
la estrategia metodológica del inegi de obtención de información, que estos últimos
194 Creencias trascendentales
Virgen de Guadalupe
Los mexicanos católicos tienen una fe especial por la Virgen de Guadalupe. Una vir-
gen que representa a la Santísima Concepción, pero en versión morena, que se dice
apareció en 1531 en el cerro del Tepeyac (hoy dentro de la Ciudad de México, la ca-
pital del país). Esta virgen, a diferencia de otras aparecidas (como la de Medjugorje
y la de Fátima), es la única en su género que dejó estampada su imagen en un lienzo
al que se le denomina ayate. El culto guadalupano mantiene la fe en esta imagen a
la que se le reconoce su origen milagroso e inexplicable que desafía a la ciencia y la
obra humana (se dice que su imagen no fue pintada por el hombre, que su preser-
vación de más de quinientos años lo hace un objeto que desafía las explicaciones
científicas, además, el clero ha difundido teorías de que el ayate no es un objeto
inerte sino un objeto viviente —que ve, que está embarazada, que reproduce en
su manto el manto celeste del día de su aparición, etcétera—. Sus devotos la consi-
deran “Nuestra Madre” y los católicos comparten ciertas creencias en torno a esta
imagen. La primera creencia tiene que ver con la epifanía mariana que se considera
en sí mismo un prodigio, y por tanto se cree que la virgen es muy milagrosa, con ca-
pacidad para intervenir a favor de los desamparados y desahuciados (por el hecho
de que se le apareció a un indígena pobre). Continuamente se le pide su protección.
Este sistema de solicitud milagrosa lleva consigo el pago de la manda, el cual se con-
creta en prácticas votivas como peregrinaciones, exvotos, montaje de altares do-
mésticos y callejeros, fiestas religiosas en su honor (véanse en este mismo volumen
los altos porcentajes de prácticas de devoción guadalupana de la Encreer México
2016, en especial los apartados sobre altares dedicados a la Virgen de Guadalupe y
el de la participación en peregrinaciones). La Virgen de Guadalupe es por excelen-
cia el símbolo clave del sentimiento nacional mexicano.
Creencias, valores y prácticas religiosas 195
que, como muestran los datos arrojados por el censo, ha cedido su hegemonía con
el aumento de otras denominaciones principalmente cristianas de tipo evangélicas
y pentecostales, pero también con el crecimiento de desafiliados o sin iglesia (que
según los datos arrojados por el Censo de Población del inegi 2010, representan en
conjunto 17 % de la población).
A diferencia de otras imágenes que han perdido vigencia en las creencias de
los mexicanos, la Virgen de Guadalupe se ha logrado mantener vigente en parte
gracias a que es un símbolo continuamente reformulado y apropiado de distin-
tas maneras por católicos de distintas clases sociales. Continúa siendo importante
para los pueblos indígenas, incluso en 1994 fue utilizado por el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (ezln), surgido en Chiapas como estandarte de una guerra
contra el Estado. Guadalupe es también un emblema que ha cruzado la frontera
con México hacia Estados Unidos, y su imagen y devoción se ha extendido entre
los pobladores mexicanos en Estados Unidos, quienes la retoman como una ma-
dre amorosa que los acompaña sin importar fronteras. Las epifanías de la virgen
se siguen sucediendo en los lugares menos inimaginables. A partir de la década de
1990, en todo el país se experimentó una suerte de aparicionismo guadalupano en
lugares públicos, que retomando su carácter apocalíptico parecía anunciar su vi-
talidad en el mundo moderno (De la Torre, 2012). También ha sido difundida por
las industrias culturales, en especial por Televisa, poderosa empresa de entreteni-
miento que se dedicó a producir las Mañanitas guadalupanas y a difundir el pro-
grama La Rosa de Guadalupe, en cuyos episodios se buscaba rescatar el poder de la
epifanía con un mensaje moralizador para compensar el secularismo que viven los
mexicanos contemporáneos (Zires, 2000). Por último, la virgencita se ha mantenido
entre los sectores jóvenes gracias a que la empresa Distroller creó el producto y la
marca “Virgencita Plis”: una imagen híbrida llena de colorido, texturas y de formas
amigables y digeribles para un mercado pop adolescente, que actualiza la imagen y
la tradición de los exvotos guadalupanos para solicitar milagritos, o agradecer su in-
tercesión para resolver pequeños problemas cotidianos propios de los adolescentes
de clase media (De la Torre, 2016).
Aunque en México se dice que ser mexicano es equivalente a ser guadalupano,
esto no es una realidad. Efectivamente, la mayoría de los mexicanos (79.8 %) cree
en la Virgen de Guadalupe, pero el resto, casi 19.1 %, no comparte en absoluto
esta creencia. Quienes no creen en la virgen son los bíblicos diferentes de evangéli-
cos, y los evangélicos pentecostales o neopentecostales. Incluso podemos decir que,
para estos cristianos, la imagen guadalupana es una creencia que origina fronteras
identitarias, pues es rechazada por la totalidad de los miembros de estos grupos
Creencias, valores y prácticas religiosas 197
religiosos, para quienes esta creencia y el culto que se deriva de ella está proscrita
por alentar prácticas idolátricas.
En cambio, en el grupo sin religión encontramos que 24.7 % cree en la Virgen de
Guadalupe. Podemos entender este dato si consideramos que en este grupo de desafi-
liados de la religión se incluyen una variedad de individuos, como indígenas que prac-
tican “el costumbre” y que la reconocen como la continuidad de Tonatzin, así como
practicantes de espiritualidades new age que se han apropiado de la figura de la virgen
como un arquetipo de la feminidad sagrada, neoindios que proclaman el regreso a las
tradiciones aztecas que la definen como Mujer Sol y Mujer Águila (Zires, 1994), y se-
guidores de iniciaciones místicas o esotéricas que buscan desencriptar los misterios
que encierra su imagen.
La universalidad nacional de la creencia en la Virgen de Guadalupe tam-
bién se desploma cuando comparamos su presencia en las distintas regiones que
conforman el país. Donde menor presencia tiene es en la región Pacífico Sur y
Sureste, con 69.1 % (dato que coincide con que es la región con mayores porcenta-
jes de no católicos), seguida por la región Noreste, con 75.8 %; la región Noroeste y
Golfo, con 78.5 %; la región Occidente, con 83.4 %, y muestra una mayor concen
tración de creyentes en la región Centro del país (con 89.1 %), donde se encuentra
su Basílica y la cual tiene mayor influencia en sus entornos. El culto guadalupano
es un poco más marcado en las poblaciones rurales que en las urbanas (con 83.1 %
y 80 %, respectivamente). Su creencia no encuentra diferencias significativas entre
hombres o mujeres. Pero sí parece estar más presente entre quienes tienen más
edad, lo que muestra una tendencia significativa que confirma que los más jóvenes
son quienes menos abrigan esta creencia. Por ejemplo, si atendemos al gráfico 5.1,
mientras que entre los adultos mayores, 84.1 % se adhiere a esta creencia, entre los
jóvenes de 18 a 24 años, solo 75.7 % lo hace (mostrando una diferencia de alrede-
dor de 8 puntos porcentuales).
Lo que sí es cierto es que se trata de una creencia presente en todas las clases
socioeconómicas, casi en igual intensidad. Donde apreciamos diferencias internas
es en los grupos de instrucción escolar, ya que destacan aquellos que estudiaron
posgrado como los menos creyentes en el mito y el poder milagroso guadalupano,
con tan solo 55.7 por ciento.
6 La leyenda del Charro Negro en su acento popular surge como un medio de contención
de la codicia. Se dice que hay personas a las cuales se les ha aparecido un charro negro
ofreciendo una bolsa con dinero a cambio del alma. Esta leyenda es frecuente en distintas
zonas del país y existen variaciones que van circulando de boca en boca.
7 La Llorona es una figura muy popular entre las historias de fantasmas en México. La his-
toria, aun cuando existen versiones diversas, habla de una mujer que ante la traición y
el desamor de su esposo decide terminar con la vida de sus hijos ahogándolos en un río,
para luego terminar con su propia vida. Como castigo, su alma vaga por las calles y sen-
deros lamentando haber matado a sus hijos. Esta leyenda aparece como un elemento co-
mún tanto en poblaciones urbanas como rurales hasta la actualidad.
200 Creencias trascendentales
El diablo
La creencia en el diablo (un espíritu maligno que se opone a Dios y es visto como
un ángel caído en desgracia) es muy antigua, sin embargo, en la antigua Grecia no
tenía una connotación maligna, sino que estaba relacionada con lo espiritual e in-
cluso con la sabiduría. No obstante, en la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento,
pero sobre todo en los Evangelios, aparece el diablo en distintos pasajes como
un opositor hacia los designios de Dios. El diablo no es exclusivo del cristianismo,
también está presente en el Corán. Se le representa con diferentes nombres y per-
sonificaciones. Para los fines de nuestro análisis, debido a que es muy vasta la pre-
sencia del diablo en los imaginarios religiosos, nos centraremos en el cristianismo y
en las creencias populares relacionadas con la presencia, la aparición o la posesión
del diablo que incluye el folclor y el esoterismo.
En los siglos XVI y XVII tuvo su auge la demonología medieval cristiana que se
manifestaba en el arte, y que se representaba también en distintos retablos coloca-
dos dentro de los templos. Por un lado, al diablo se le representaba con imágenes
monstruosas: con cuernos, patas de animal, cola y olor a azufre. Pero también se
Creencias, valores y prácticas religiosas 201
pensaba que los demonios (el ejército del diablo) eran espíritus malignos que, en
analogía con el aire, podían penetrar cualquier cuerpo de cosa, animal o persona.
Aunque también podían hacerse presentes como espíritus. De aquí la idea que te-
nían los cristianos al traducir en posesión maligna los actos relacionados con los es-
píritus, la hechicería y el chamanismo.
Durante la Conquista de América, diversos ritos y deidades prehispánicas fue-
ron tildadas de idolatría o hechicería y, por tanto, fueron condenadas al considerar-
las obras demoniacas, y en consecuencia, fueron combatidas. Sin duda, la idea del
diablo acompañó inicialmente a la inquisición en su cacería de brujas en Europa,
pero también en su combate a la “idolatría” que supuestamente profesaban los anti-
guos pobladores de América. A tal grado que “llegó a ser contemplado de modo in-
cuestionable como la manifestación del paganismo” (Rodríguez Becerra, 2000: 100).
En la evangelización de los indígenas emprendida en América por los frailes
también se instrumentó la creencia en el diablo e instauró la representación ma-
niquea para distinguir el mundo, las obras y los espíritus en dos clasificaciones en
constante lucha: “los actos buenos inspirados por Dios, mientras que los malos son
los que están con el Diablo” (idem). De esta manera, la idea o creencia en el diablo,
como un ente exterior que actuaba tentando a los seres humanos para actuar mal,
tuvo una repercusión moral sobre sus conductas.
El Renacimiento, junto con el protestantismo más racionalizado, cuestionó la
idea del diablo como un ser personificable y exterior al alma humana, y criticó la cen-
tralidad teológica que se le brindaba. Por su parte, empezaron a surgir nuevas con-
cepciones (entre las cuales se puede encontrar la de Santa Teresa de Ávila) sobre el
mal como un impulso moral interior del ser humano. Al igual que la idea de Dios,
la creencia en el diablo presente en el pensamiento mágico del mundo parecía no
ofrecer una fuente de sentido necesaria para explicar las catástrofes o los males so-
ciales. No obstante, el mundo posmoderno ha dado un giro hacia la secularización
misma de la razón (Mardones, 1994).
En el México rural abundan las leyendas sobre las apariciones del diablo ves-
tido de catrín o como Charro Negro. Estas leyendas populares vigentes en los pue-
blos contaban que el diablo se aparecía bajo ciertas representaciones, por ejemplo,
nos dice Julia Preciado (2006), que podía representar a una mujer que incitaba al
pecado carnal o transformarse en animales negros (perro o cerdo) con ojos cente-
lleantes. Estas apariciones del diablo contribuían a regular la vida cotidiana de los
pueblos, pues se contaba que se aparecía a los hombres que transgredían las reglas
del orden moral, ya fuera por borrachos, mujeriegos o peleoneros. Estas leyendas
y creencias persisten en el presente en los pueblos y sectores urbanos de México.
202 Creencias trascendentales
8 Véase <https://www.jw.org/es/publicaciones/libros/amor-de-dios/oponerse-al-Diablo/>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 203
Los datos arrojados por la encuesta señalan que poco más de la mitad (54.6 %)
de los mexicanos cree en el diablo. Es sorprendente que, si bien no es la creencia
con más adherentes, pues es casi duplicada por la idea de Dios, no se puede subesti-
mar que está presente en todas las regiones del país tanto en contextos rurales como
urbanos. Llama la atención que la creencia en el diablo está presente en los distin-
tos agrupamientos religiosos, pero de manera comparativa son los adscritos a los
bíblicos diferentes de evangélicos los que más respondieron creer en él (63.3 %),
seguidos de los evangélicos, con 56.2 % (donde encontramos tanto protestantes
históricos como pentecostales) y ligeramente abajo encontramos a los católicos
(54.6 %). Lo sorprendente es que entre los que respondieron “sin religión” también
está vigente la creencia en esta figura del mal: poco menos de la mitad también dice
creer en el diablo (46.9 %). Este último dato se explica en que en esta categoría se
encuentran los desafiliados, que bien pueden practicar tradiciones esotéricas, espi-
rituales o son gnósticos. Para estos últimos, el diablo no coincide con la visión ma-
ligna con que lo representan los grupos cristianos, sino como esencias o espíritus
del mundo suprasensible que, dependiendo de las capacidades para disolver el ego,
podremos encontrarnos con el lado oscuro de Satanás o bien con el ser luminoso
que es Lucifer, el Arcángel de Luz.9
Con respecto al sexo, los hombres creen ligeramente más en el diablo que las
mujeres (las superan con 3 puntos porcentuales), y en términos de edad se concen-
tra mayormente en el grupo de edad que comprende a los adultos jóvenes de 35 a
44 años (con 4 puntos porcentuales arriba del total). De manera paradójica, y con
un comportamiento inverso a la creencia en Dios, quienes dicen creer más en el dia-
blo representan el grupo que tiene mayor nivel económico. Contradiciendo la idea
de que la creencia en el diablo es consecuencia de la ignorancia y la superstición,
los resultados demuestran que dicha creencia no es particular de los menos instruidos
(55.8 %). Paradójicamente, sus creyentes también se encuentran entre quienes tie-
nen estudios de posgrado (56.6 %), al igual que entre quienes terminaron estudios
de licenciatura (56.2 %).
9 Véase <http://www.samaelaunweor.org/el-quinto-evangelio/la-kabala-y-la-creacion-del-
hombre/el-misterio-gnostico-de-lucifer>.
204 Creencias trascendentales
la cadena History Channel10 son ejemplo de ello. En México está el programa Tercer
milenio, dirigido por el periodista Jaime Maussán,11 quien desde la década de los no-
venta es una referencia obligada para hablar del fenómeno ovni en México, pues se
ha encargado de difundir cápsulas especiales en programas de revista en la televi-
sión mexicana relacionadas con el avistamiento de ovnis y contacto con supuestos
seres de otros planetas.
En este sentido, los medios de comunicación han sido uno de los principales
espacios de conocimiento y creación de mitos y creencias en torno a los ovnis y la
existencia de seres extraterrestres. Ejemplo de ello es el origen mismo de la pala-
bra ovni, acrónimo que significa “objeto volador no identificado”. De acuerdo con
Leopoldo Zambrano, ufólogo e investigador del fenómeno ovni en México, el 24 de
junio de 1947 el piloto Kenneth Arnold vio una formación de objetos en el cielo que
se movían a gran velocidad; al tratar de explicar a sus conocidos qué y cómo eran,
estos le sugieren que relate su vivencia a un periodista al considerar su avistamiento
como un suceso inexplicable. Mientras Arnold relataba su historia al periodista Bill
Bequette, mencionó que aquellos objetos tenían forma de búmeran y describió sus
movimientos como los que se generan cuando una piedra rebota sobre el agua o
como “un platillo lanzado a través del agua”. Esta metáfora sirvió para que Bequette
definiera aquellos objetos en el cielo como platillos voladores (término que más
tarde fue reemplazado por ovni). Siguiendo a Zambrano, “desde entonces se llenaron
los cielos de platillos voladores […]. Con esto se demuestra que la desinformación es
la hermana del tema de los ovnis”.12
De acuerdo con Agostinelli,13 investigador y periodista argentino del fenómeno
ovni, la metáfora del platillo volador fue entendida de manera literal a partir de
la descripción de Arnold y se instauró de este modo en el imaginario social. La
gente comenzó a hablar usando la terminología del periodista en un ejercicio de
mimetismo que persiste hasta nuestros días. La idea del platillo volador tuvo así la
10 Véase <https://mx.tuhistory.com/noticias/casos-documentados-de-abduccion-extrate
rrestre>, consultado el 11 de noviembre de 2017.
11 Véase <https://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Maussan>, consultado el 10 de noviembre
de 2017.
12 Véase <https://www.youtube.com/watch?v=gfreUuai66U”>. Leopoldo Zambrano invita
“A 70 años de los platos voladores: Ciencia, mito y ficción”, consultado el 15 de noviem-
bre de 2017.
13 Véase <https://www.youtube.com/watch?v=l5yIhnB8Ltc&t=10s>. “A 70 años de los pla-
tillos voladores: Ciencia, mito y ficción, por Alejandro Agostinelli”, consultado el 15 de
noviembre de 2017.
Creencias, valores y prácticas religiosas 205
potencia simbólica para nombrar las cosas distintas y que carecían de una explica-
ción, y permitió catalizar las preocupaciones tanto del origen de estos objetos como
aquellas que respondían al contexto de guerra, el desarrollo de la era espacial y de
las manifestaciones sociales sucedidas en los años cuarenta durante la guerra fría,
principalmente en Estados Unidos.
Ya con esta noción instaurada en el imaginario vinieron otras como las abduccio-
nes, las pruebas extraterrestres en cuerpos humanos, etcétera (Gámez,14 2017); pero
también una gran producción de programas y películas desde los años cincuenta,
que fueron catalogadas en los ochenta como ciencia ficción. De este modo, vemos
cómo a partir de estas producciones y del imaginario social, la creencia en ovnis y
extraterrestres instauró a través de las industrias culturales un tipo de “cultura alie-
nígena entre nosotros” (Agostinelli, 2017).
Por otro lado, la creencia en extraterrestres ha sido tratada desde la arena cien-
tífica. Carl Sagan, por ejemplo, fue uno de los grandes difusores de la posibilidad de
vida en otros planetas al afirmar que, ante la diversidad y la incontable existencia
de estrellas en la galaxia, era posible la existencia de vida inteligente con la capacidad
de tener, algún día, contacto con la vida humana (Andrade, 2010). A partir de estas
afirmaciones, los relatos sobre abducciones y avistamientos ovnis adquirieron ma-
yor visibilidad. Las abducciones de Allagash en los años setenta, donde cuatro hom-
bres fueron supuestamente abducidos mientras pescaban, fue uno de los casos más
sonados y recurrentes entre aquellos que creen en la posibilidad de tener contacto
con extraterrestres. Por su parte, Stephen Hawking en diversos videos difundidos a
través de Internet —tales como “Stephen Hawking’s Favorite Places”15 o “El universo
de Stephen Hawking. Alienígenas”16— hizo declaraciones acerca de la posibilidad de
comprobación de vida extraterrestre por medio del desarrollo científico. Ejemplo
de ello es el proyecto Breakthrough Listen,17 el cual tiene el objetivo de “escanear”
el espacio en busca de señales de vida más allá de la Tierra18 y que ha sido financiado
por Mark Zuckerberg, creador de Facebook; por el físico y empresario Yuri Milner,19
que contaba con el respaldo del mismo Hawking, y del astrónomo Martin Rees.20
Sin embargo, más allá de la ciencia, la astronomía y la propia ciencia ficción, la
creencia en ovnis, alienígenas y vida inteligente en otros planetas ha tenido también
un impacto en las creencias en términos religiosos. El mismo Sagan decía que “allí
donde el hombre medieval se preocupaba por brujas, ángeles y demonios, el hom-
bre del siglo xx empieza a preocuparse más por marcianitos, abducciones e invasio-
nes extraterrestres” (Andrade, 2010: 120), y hay quien ha catalogado la creencia en
extraterrestres como uno de los aportes míticos del siglo xx, ya que construye toda
una narrativa sobre el universo, la alteridad y la capacidad espiritual, física y social
de la vida humana. Lo cierto es que se ha creado toda una corriente religiosa que
parte del hecho de la existencia de seres en otros planetas, y de la constante interre-
lación entre estos y los humanos desde el inicio de los tiempos.
En la creencia sobre seres extraterrestres se ven relacionados varios temas. Por
un lado, se encuentra el desarrollo tecnológico, que serviría como medio de con-
tacto con seres de otros planetas y planos; la preocupación por el deterioro del me-
dio ambiente y, finalmente, la preocupación por la vigencia de la humanidad en la
Tierra. En las religiones ovni, o ufo religion, se agrupan manifestaciones religiosas
como la cienciología, el Heaven’s gate, el movimiento Raeliano, el Nuwaubianismo,
los llamados guerreros de luz, entre otros. Todos ellos, en principio, creen y difun-
den la idea de que seres de otros planetas y constelaciones han tenido presencia en
la Tierra desde sus inicios y parten de la existencia de una comunidad galáctica de
seres extraterrestres que poseen distintos fines al momento de tener contacto con
la vida humana.
Los guerreros de luz, por ejemplo, identifican a dos tipos y “razas” de extrate-
rrestres (Pinto y López, 2011): aquellos “hermanos de las estrellas” que tienen una
naturaleza benevolente y que son portavoces de mensajes divinos, que ayudan
al progreso humano y los preparan para el cambio energético universal y la libe-
ración —muy vinculado con las nociones new age y donde se retoman elementos
18 Véase <https://www.clarin.com/sociedad/stephen-hawking-programa-busqueda-extra
terrestre_0_HkFHCBtvQl.html>, consultado el 12 de noviembre de 2017.
19 Véase <https://en.wikipedia.org/wiki/Yuri_Milner>, consultado el 12 de noviembre de
2017.
20 Véase <https://es.wikipedia.org/wiki/Martin_Rees>, consultado el 12 de noviembre de
2017.
Creencias, valores y prácticas religiosas 207
del cristianismo—, y aquellos que han creado o son parte de la élite mundial y los
gobiernos centrales —también conocidos como “el gobierno en la sombra”—, que
son identificados como una subraza de draconianos y reptilianos provenientes de
la constelación de Orión, Rigel y del sistema de estrellas conocido como Capella
(Collier, 2008). Supuestamente, estos se caracterizan por el control de las institucio-
nes sociales, políticas y financieras al promover el miedo, la desigualdad, la pobreza
y la violencia mediante la manipulación de los llamados grises y/o reptilianos autóc-
tonos, muchas veces identificados como personas, mandatarios y celebridades con
gran peso social y político en el mundo.
Todas estas nociones han creado un sistema de creencias milenaristas y conspi-
rativas que han impulsado, incluso, una relectura de los textos bíblicos al decir que
Jesús y los profetas eran en realidad seres de otros planetas que llegaron a la Tierra
a guiar a los humanos con el fin de ayudar al equilibrio cósmico.
Una característica central del surgimiento de estas manifestaciones religiosas y
de creencia es el papel de la tecnología, ya que, por un lado, las sectas y movimien-
tos religiosos que conforman las ufo religion han surgido en países avanzados tec-
nológicamente y, por otro, las redes sociales y el Internet han sido los principales
medios de difusión de la creencia en seres extraterrestres, de avistamiento de ovnis,
abducciones, y del conocimiento y circulación de los distintos linajes y proceden-
cias de los seres estelares que son parte de la supuesta comunidad galáctica.
Creando un vínculo con estos elementos, a partir de la Encreer, 12.7 % del con-
junto nacional afirma creer en el contacto extraterrestre. De todas las creencias, esta
es la que presenta una menor incidencia en comparación con la creencia en fan-
tasmas, Dios o el diablo. Aun cuando es una proporción pequeña de la población
aquella que cree en extraterrestres, se observa que es una creencia que se arraiga
principalmente en contextos urbanos. Está presente en todas las zonas del territo-
rio nacional con porcentajes que van de 10 a 14 %, y 17.2 % en la región Noroeste.
Es una creencia que tiene mayor presencia entre los autodenominados “sin
religión”, con 24.7 %, seguido de los católicos en una proporción de 13.5 %. Por
su parte, aquellos que pertenecen a religiones bíblicas y evangélicas solo aparecen
representadas con porcentajes de 4 y 5 %. Se trata de una creencia que se concen-
tra en la población masculina, es decir que está 6 puntos porcentuales por arriba
del porcentaje de mujeres. Aquellos que tienen una autoidentificación como no
indígena tienen una presencia mayor (13.3 %) respecto a aquellos que asumen una
identidad étnica. La población joven (19 %), de clase alta (18.7 %) y con posgrado es
la que más afirma creer en extraterrestres (25.6 %), no así las personas con forma-
ciones de primaria y secundaria, quienes apenas tienen una presencia de 10 %. Aun
208 Creencias trascendentales
Conclusiones
sin embargo, hay tres factores que claramente marcan la diferencia entre quienes
tienen o mantienen estas creencias y aquellos que no: se trata de edad, niveles de
escolaridad y nivel socioeconómico de los encuestados.
De manera general, los datos de la encuesta refuerzan una serie de relaciones
y condiciones que habían estado presentes en diversos análisis sobre las genera-
ciones y su forma de creer (De la Torre et al., 2014b). Observamos así que con-
forme avanza la edad, las creencias tienden a crecer —como en el caso de Dios, del
Espíritu Santo, la Biblia y la Virgen de Guadalupe—; pero también vemos que los
jóvenes y adultos jóvenes no necesariamente presentan una ausencia o disminución
de las creencias, sino que son más proclives al bricolaje y se acercan a otras narra-
tivas como la creencia en el contacto extraterrestre, los fantasmas y, en menor me-
dida, el diablo, como se ve en los resultados de la encuesta.
Por otro lado, la relación que nos muestran los resultados en términos del grado
de escolaridad es que conforme aumentan los niveles de instrucción la creencia
tiende a disminuir; sobre todo hacia aquellas creencias que se presentan de manera
transversal a las distintas religiones. Destaca en este caso que las creencias que tie-
nen una raíz secular —como los fantasmas y el contacto con extraterrestres— son
las más recurridas por quienes afirman tener un nivel de instrucción superior o de
posgrado.
Teniendo en cuenta las condiciones socioeconómicas de los encuestados, ve-
mos una relación similar a la anterior, ya que aquellos que tienen un mayor arraigo
de las creencias transversales son los que tienen un nivel socioeconómico bajo de
acuerdo con la escala considerada en la encuesta. La relación de a mayor nivel so-
cioeconómico menor creencia, solo se rompe en el caso de la creencia en el diablo
y en la posibilidad del contacto con extraterrestres, que se caracterizan por circular
en los sectores de clase media alta y alta, principalmente.
Finalmente, uno de los datos más relevantes, que se analizará con detalle en su
respectivo apartado, es el tema regional y su relación con las creencias. Si bien el
conjunto de las creencias tiene presencia en todo el territorio nacional, son notorios
algunos acentos en regiones específicas. Destaca que el noroeste del país es la zona
que tiene una amplia representación tanto de las creencias trascendentales que cru-
zan a las distintas religiones como de aquellas que tienen una raíz secular.
6. Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
211
212 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
1 Antes de 2012 la única mención del término laico era en lo referente a la educación. En
ningún otro apartado o artículo se hacía mención de dicho término.
Creencias, valores y prácticas religiosas 213
y profesar una fe, pero no aceptaba que las iglesias intervinieran en política. De alguna
manera, la educación laica de generaciones anteriores parecía haber constituido una
cultura cívica en donde el tema del César se separa de los asuntos sacros. A través de
estas mediciones parecía resolverse una paradoja a veces vista desde afuera: un país
con una alta religiosidad católica, pero a la vez extremadamente laico en los temas
públicos al rechazar la presencia de signos religiosos en temas que competían a los
ciudadanos, partidos políticos y gobierno (Blancarte, 2008b).
Sin embargo, esta percepción reflejada en la política pública está cambiando.
Asistimos ahora a una mayor presencia de movimientos sociales con componentes
religiosos que protestan y presionan por derogar leyes y políticas públicas, como
los matrimonios entre personas del mismo sexo, y que exigen incluir en las escuelas
contenidos religiosos. Uno de los temas más importantes que han abanderado en
México ha sido el tema del aborto. Bajo el discurso de sí a la vida y no a la muerte
han logrado permear a una buena parte de la población para que, desde un discurso
conservador, se penalice el aborto en el país tratando de contrarrestar la ley de in-
terrupción del embarazo aprobada años atrás en la Ciudad de México. La Encreer
Rifrem 2016 muestra que 62.1 % del conjunto nacional está en contra de esta ley
y exige de manera maniquea penalizarlo como un atentado contra la vida. Esto ha
sido aprovechado por los grupos conservadores para la defensa de la familia como
una unidad idílica conformada por padre, madre e hijos, excluyendo cualquier otra
forma de familias diversas. Tanto el Frente Nacional por la Familia como las iglesias
evangélicas han combatido cualquier iniciativa de ley relacionada con el reconoci-
miento de la diversidad sexual.
De igual manera, se ha generado un ascenso de la participación política de igle-
sias, sea a través de un activismo social en contra de políticas públicas como los
matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de infantes por parte de
estos matrimonios, así como la gestión y autonomía del cuerpo reconocidas como
derechos civiles protegidos por el Estado. Las iglesias cristianas han lanzado una
estrategia para contener los cambios legislativos y políticos, presionando desde la
calle y apoyando candidatos afines a ellos y, en más de los casos, buscando colocar
legisladores orgánicos a ellos en los congresos locales y en el Congreso de la Unión.
El punto álgido en este ascenso de participación política se revela en el registro del
Partido Encuentro Social (pes), partido con raíces evangélicas que ha colocado la
agenda del conservadurismo moral en el terreno legislativo y que ha construido
alianzas con una izquierda conservadora que, si bien se manifiesta progresista en
temas económicos y sociales, se vuelve moralista en cuanto a modificar las leyes y
las políticas de gestión del cuerpo y la sexualidad. Dicha izquierda conservadora
214 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
Según los datos arrojados en la presente encuesta, las personas se muestran a favor
de incluir contenidos religiosos en la escuela pública, quizá pensando más en una
dimensión cívica, sin reparar en que los valores religiosos van más allá de lo cívico
e intentan normar el espacio privado y la intimidad a través de la familia, el cuerpo
y la sexualidad. Respecto a las celebraciones de corte religioso en el ámbito esco-
lar, las respuestas de los encuestados parecen estar a favor de que dichas festivida-
des se permitan en la escuela. La ambigüedad entre lo cultural y lo religioso, entre
aquello que históricamente ha sido parte de las tradiciones locales, regionales o po-
pulares y sus significados religiosos es muy densa. La cultura católica moldeó gran
parte de las tradiciones populares y locales, lo que implica que para las personas
es algo normalizado en su vida y en sus prácticas festivas. Recordemos que la laici-
dad en México se perfiló como un proceso de descatolización del espacio público,
más que por una construcción ciudadana de las libertades y derechos en sentido
amplio, y estas festividades han sido su piedra de toque en su concreción en el ám-
bito educativo.
El tercer tema se coloca en las agendas políticas de América Latina como un
foco rojo en cuanto a la intervención tanto de las iglesias como de los grupos con-
servadores que han dado vuelcos electorales y políticos en sociedades que se creían
secularizadas y habían garantizado el reconocimiento de la diversidad sexual y cul-
tural. La agenda de los derechos sexuales y reproductivos ha servido para colo-
car las demandas de las iglesias por moralizar el espacio público. Colombia, Costa
Rica, Nicaragua, Brasil y Argentina ya han vivido las tensiones en el plano electoral
cuando las iglesias demandan el no reconocimiento de los derechos de matrimo-
nio, familia y adopción a las personas del mismo sexo que han formado una pareja
y exigen al Estado proteger sus derechos y libertades civiles. En este tenor, las igle-
sias se precian de ser la voz de sus feligreses y de Dios en estos temas. En los datos
sobre la percepción se muestra un rechazo amplio de las personas respecto a los
derechos sexuales y reproductivos, sobre todo si tomamos en cuenta que el dis-
curso conservador ha girado en torno a la defensa de la vida y la familia, dos ejes
que para ellos deben ser la frontera de los valores morales de la sociedad frente al
relativismo imperante.
A continuación, se analizarán los tres temas que sobre laicidad aborda la
Encreer Rifrem 2016: a) Política electoral y rendición de cuentas; b) Posturas y ac-
titudes sobre la laicidad en la educación pública e inclusión de festividades en las
escuelas oficiales, y c) Percepciones religiosas sobre los derechos sexuales y repro-
ductivos, particularmente en torno al tema de la penalización o no del aborto y la
aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo.
216 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
Gráfica 6.1 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones o situaciones…?*
90.4 %
Los miembros de cualquier culto religioso 91.6 %
deben tener los mismos derechos 88.7 %
ciudadanos otorgados por el Estado 93.6 %
85.8 %
8.8 %
Que los candidatos a elección popular 8.9 %
usen símbolos o recursos religiosos 5.5 %
para ganar votos 9.7 %
7.1 %
20.7 %
21.4 %
Que las religiones participen abiertamente
20.5 %
en la política electoral
24.0 %
19.2 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
*Datos por grupos religiosos. Se muestra solo el porcentaje que respondió “sí”
Fuente: “Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México. Encreer/Rifrem
2016”, disponible en <www.rifrem.mx>.
3 Ejemplos de ello fueron los actos en que Vicente Fox antes de asumir la presidencia en el
año 2000 utilizó el estandarte de la Virgen de Guadalupe o las constantes referencias bí-
blicas de Andrés Manuel López Obrador en su campaña presidencial en 2018.
4 Parametría, 2015, “En quién confían los mexicanos”, disponible en <http://www.para
metria.com.mx/carta_parametrica.php?cp=4815>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 219
Gráfica 6.2 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones o situaciones…?*
56.4 %
27.5 %
27.9 %
Que las iglesias sean propietarias de medios
35.9 %
de comunicación masiva
35.1 %
24.5 %
0% 20 % 40 % 60 % 80 % 100 %
*Datos por grupos religiosos. Se muestra solo el porcentaje que respondió “sí”
Fuente: “Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México. Encreer/Rifrem
2016”, disponible en <www.rifrem.mx>.
que pertenecen a alguna iglesia. Los porcentajes muestran que asumen posiciones
conservadoras o permisivas de lo religioso en la política cuando se supone que de-
berían tener una posición más liberal frente al tema del espacio público, la política
electoral y lo sagrado. Esto puede ser consultado con mayor amplitud en el capítulo
correspondiente al análisis de este grupo identificado como “sin religión”.
también con el grupo de mayor edad (87.7 %). La distinción de sexos no tiene real-
mente significancia para el tema.
8 La Luz del Mundo es una iglesia cristiana mexicana que no se agrupa con el resto de las
iglesias evangélicas y pentecostales debido a que promueve un gobierno apostólico en
torno al liderazgo del apóstol (el principal líder religioso miembro de un linaje familiar), y
a diferencia de los movimientos pentecostales no se ciñe por gobiernos congregacionales
(Barranco, 2016).
Creencias, valores y prácticas religiosas 225
la educativa. Las escuelas han sido un espacio de disputas entre el Estado liberal y la
Iglesia católica en México desde hace un siglo (1917), porque ahí tiene lugar la for-
mación de las conciencias de los niños.
Durante el siglo xx, las organizaciones católicas de padres de familia argumen-
taban su derecho a educar a sus hijos, resaltando que la familia debe ser la célula
principal encargada de los contenidos de la formación de los infantes (De la Torre,
2006a). Uno de los argumentos que usan actualmente para conquistar el espacio
escolar y transformarlo en una “eclesiosfera” es abanderarse con el discurso de la
defensa de la libertad religiosa, como un derecho humano que no solo consiste en
la libertad de creer y la libertad de manifestación pública, sino también en la liber-
tad de instrucción religiosa.
Es también significativo tener en cuenta cuáles son los rasgos sociodemográ-
ficos que nos permiten perfilar a aquellos que simpatizan con reposicionar la reli-
giosidad en las escuelas. Los perfiles demuestran que son principalmente quienes
viven en el medio rural (66.1 %), y quienes tienen menores niveles de instrucción
Gráfica 6.3 ¿Está usted de acuerdo o no con las siguientes afirmaciones? Que se impartan
contenidos o valores religiosos en las escuelas públicas*
100 %
90 %
80 %
70.4 %
64.1 %
62.0 %
70 %
59.4 %
61 %
52.6 %
60 %
46.3 %
50 %
39.5 %
38.5 %
37.6 %
34.9 %
40 %
28.8 %
30 %
20 %
10 %
1.0 %
1.1 %
1.1 %
0.5 %
0.8 %
0.4 %
0%
18 a 24 años 25 a 34 años 35 a 44 años 45 a 54 años 55 a 64 años 65 años o más
Sí No No importa
escolar (72.6 %); y son más las mujeres (63.1 %) que los hombres (59.8 %). En
donde está más marcada la preferencia es entre los grupos de edad adulta, de 55 a
64 años, quienes están más de acuerdo con la enseñanza de religión en las escuelas
(70.4 %), rebasando por casi 18 puntos porcentuales al grupo de más jóvenes, que
tienen entre 18 y 24 años (52.6 %).
del himno nacional (Garma, 1994). Esto ha ocasionado conflictos con los niños que
son testigos de Jehová, cuando sus maestros les quieren imponer su asistencia a es-
tos actos cívicos como una actividad obligatoria. Los niños testigos de Jehová tam-
bién tienen prohibido celebrar rituales que consideran “paganos”, por ello ven con
desconfianza las celebraciones de Navidad y de Halloween. Entre junio de 1991 y
marzo de 2003, la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió múltiples que-
jas de los padres de los niños que son testigos de Jehová en contra de las sanciones
que las autoridades escolares imponen a sus hijos por su negativa a participar en las
ceremonias cívicas para rendir honores a los símbolos patrios. En 2003 la Comisión
publicó en su Diario Oficial una recomendación a los directivos y maestros de plan-
teles escolares para no violar la libertad religiosa de los niños y evitar la discrimina-
ción respetando la voluntad de cualquier niño que por motivos religiosos rechace
participar en dichos actos.10
Debido a que este es un terreno donde frecuentemente se discrimina a niños de
religiones minoritarias, esta fue una de las preocupaciones presentes en la Encuesta
de Conapred. Una de las preguntas realizadas fue: “Si a un niño o niña su religión le
prohíbe saludar a la bandera, ¿qué deben hacer las autoridades de la escuela?”. Se
les dieron diferentes opciones para opinar respecto a este asunto. Dos tercios de la
población (64.3 %) se identificó con “Respetar sus creencias”, pero una cuarta parte
(25.3 %) consideró que hay que educarlo para que cumpla sus deberes patrios; y los
demás optaron por medidas coercitivas: 7.0 % se orientó a obligarlo a saludar a la
bandera, y 1.4 % dictaminó: expulsarlo.
Uno de los datos interesantes es que, incluso entre aquellos encuestados que
comparten la opinión de que en México se respetan los derechos de quienes profe-
san una religión diferente del catolicismo, resultó que solo 60.6 % respalda la idea
de que las autoridades escolares deben respetar las creencias de aquellos infantes
cuya religión se opone al saludo a la bandera nacional, mientras que 27.9 % opina
que se les debe educar para seguir el acto cívico, y 9.4 % está de acuerdo en que
deben ser obligados a hacerlo o bien expulsarlos del colegio según el documento
publicado en 2010 por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.11
Los datos arrojados por la Encreer Rifrem 2016 evidencian que la mayoría
(70.7 %) de los mexicanos está a favor de que se celebren dichas festividades en las
escuelas, pero no sorprende que esta cifra disminuya en las regiones donde se con-
centran las minorías religiosas, como la región Pacífico Sur y Sureste (con 66.5 %) y
la región Noroeste (66.4 %). También es de esperar que sean los católicos quienes
mayoritariamente vean con buenos ojos estas celebraciones que están cargadas de
cultura y simbología católica. Lo que nos interesa subrayar es que bajo el manto
de lo mayoritario existen marcadas diferencias entre los grupos religiosos en este
renglón. Menos de la mitad (41 %) de los desafiliados o “sin religión” lo aprueban
(quizá porque lo reconocen como elemento del folclor nacional), pero la mayoría de
los evangélicos lo desaprueban contundentemente: solo 32.1 % de los evangélicos,
y 32.1 % del grupo de los bíblicos, donde se ubican los testigos de Jehová.
Cuando indagamos sobre los perfiles de quienes lo apoyan y quienes no, apre-
ciamos que no existe una varianza significativa entre el medio rural (71.6 %) y el ur-
bano (74.2 %). Tampoco entre ser mujer (74 %) u hombre (70.4 %). Donde sí detec-
tamos diferencias significativas es entre los niveles de instrucción escolar, ya que es
mucho más aceptada por quienes tienen menor instrucción (78.4 %) que por aquellos
que tienen estudios de posgrado (51.6 %). Ello pareciera confirmar la idea de que a
mayor educación la gente tendría ideas más desapegadas de lo religioso. También
existen diferencias entre los grupos de edad, aunque son menos contundentes que la
anterior, apuntando de nuevo a que los grupos más jóvenes son los menos entusiastas
en cuanto a las manifestaciones religiosas, pues aunque son mayoría, en comparación
con los cortes de edad, son los que menos están de acuerdo (70 %) con estas celebra-
ciones, en contraste con los más adultos, que lo ven con buenos ojos (74.4 %).
12 Disponible en <https://www.google.com.mx/search?q=declaracion+de+dia+de+muertos
+unesco&ei=Gp78WejHFcbrmQG53Y-4Cg&start=20&sa=N&biw=1806&bih=917>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 231
En el país, el Día de Muertos se celebra como una festividad cívica en las pla-
zas públicas y en las oficinas de gobierno, pero también comercial en las tiendas,
supermercados, restaurantes e incluso en los centros comerciales estilo malls de las
grandes ciudades. Es una celebración que se lleva a cabo en la mayoría de las escue-
las sin importar si son privadas o públicas. Incluso, debido a su cercanía de fechas
con el Halloween, se ha convertido en una toma de postura para contrarrestar la in-
fluencia estadounidense en la cultura mexicana y fortalecer el sentido nacionalista.
En el presente, el Día de Muertos es una de las celebraciones más extendidas y
la más popular y difundida de México para el mundo (basta ver el éxito en taquillas
que en 2017 obtuvo la película Coco de Disney y Pixar). También ha conquistado
distintas ciudades del mundo donde los altares se exhiben en museos y espacios
culturales como un reconocimiento al colorido folclor mexicano, al arte de sus ca-
trinas, calaveras y papel picado, a su legado prehispánico, y su especial devoción
por la muerte. En especial, ha sido retomado por los chicanos que toman el Día de
Muertos como emblema de su diferencia étnica en Estados Unidos.
Sin duda, se ha hecho también de este evento ritual de raigambre indígena algo
mediático y masivo que internacionaliza el folclor mexicano. Esta celebración ha
repercutido en el desarrollo del turismo. Por ejemplo, en Aguascalientes, cuna del
ilustrador Guadalupe Posada que dio vida a las “catrinas”, desde hace dos décadas
se organiza el festival de calaveras con el fin de atraer turismo a la ciudad. Las catri-
nas son ya marca de distinción de los latinos en el Halloween de Estados Unidos,
y a raíz de la película Spectre, se instauró en 2016 la tradición del Carnaval de la
Muerte en la Ciudad de México: un desfile de catrinas y calaveras que representa
una ofrenda a los muertos del país. En 2017 se destinó a recordar a las víctimas del
temblor de la Ciudad de México.
Pero volviendo al territorio nacional, hay que decir que en el presente no hay
escuela (sin importar la clase social, si es rural o urbana) que no coloque un altar, o
pueblo o ciudad que no convoque a un concurso de “calaveritas”, de ofrendas, de
disfraces o un gran desfile de catrinas.
No obstante la popularidad ganada por el Día de Muertos, hay que resaltar que
es una tradición que genera fronteras de integración y que remarca la diferencia con
los cristianos de distintas denominaciones. Mientras que la inmensa mayoría de los
católicos están de acuerdo con su celebración en espacios escolares con un abruma-
dor 83.2 %; la mitad de quienes se declaran “sin religión” (52.1 %) no se muestran
tan entusiastas, pero entre quienes lo ven con buenos ojos puede deberse a que mu-
chos de ellos lo consideran como un ritual cultural patrimonio nacional, o incluso
porque algunos practicantes de espiritualidades desafiliadas del catolicismo que
232 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
buscan sus raíces ancestrales encuentran en la tradición del altar de muertos un ri-
tual adecuado para relacionarse con el mundo de los espíritus y sus antepasados. Pero
entre los bíblicos se observa el rechazo casi mayoritario hacia esta práctica cerca de
ser oficializada en las escuelas, con una escasa aceptación de 22.4 %, y también en-
tre los evangélicos, con 20 por ciento.
Para entender por qué hay un rechazo mayoritario de alrededor de 80 % por
parte de estas minorías religiosas, hay que atender sus marcos doctrinales. Los
evangélicos ven con recelo su festejo ya que lo consideran una práctica pagana, pro-
ducto de la idolatría a diversos dioses y de la ignorancia. Por ejemplo, la Iglesia cris-
tiana interdenominacional dedica en su página web un portal para argumentar por
qué se prohíbe esta tradición. Además de recurrir a los argumentos sobre la falta de
fundamento bíblico de esta práctica tachada de “pagana”, la descalifica arguyendo
que el culto a los espíritus es una práctica contraria a la doctrina bíblica:
La Biblia enseña que prácticas como consultar y rendirle culto a los muertos, y otras
parecidas, son abominación a Dios. Lv. 19:28, 20:27; Dt. 14:1-2. Ofrendar a los
muertos es lo mismo que ofrendar a los ídolos y es desagradable a Dios. Lv. 17:7;
Is. 66:3; Jer. 1:16-18. No se debe comer de los alimentos ofrecidos a los muertos.
1 Co. 10:18-21, 28.13
Distintas iglesias pentecostales agregan además que el contacto con los espíritus de
los difuntos abre las puertas para establecer contacto con Satanás o el diablo. Por
tanto, es una práctica prohibida entre los cristianos. Por su parte, los testigos de
Jehová, los adventistas y los mormones que conforman el grupo de los bíblicos dife-
rentes de evangélicos, coinciden en la creencia en el advenimiento futuro del juicio
final, y manifiestan que los cristianos no pueden participar en dichas tradiciones pues
explican que es un principio antibíblico creer en la vida de los muertos que no co-
rresponde a la idea de resurrección presente en los Evangelios. La Iglesia de Testigos
de Jehová invita a los mexicanos y centroamericanos a:
No seguir esas costumbres, a los testigos de Jehová se les ha visto con recelo y se
les ha acusado de ser antisociales o irrespetuosos con los difuntos. Las fuertes crí-
ticas y la presión han logrado que algunos, pese a entender bien la verdad bíblica,
13 Ismael Hernández Canul, 2011, “Cuidado con las tradiciones de los hombres: el Día de
Muertos”, disponible en <http://iciar.org/tradiciones-hombres/>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 233
teman ser diferentes (1 Pedro 3:14). Otros han razonado que tales costumbres
forman parte de su cultura, por lo que no pueden dejar de practicarlas del todo.
Incluso hay quienes han argumentado que negarse a seguir la tradición podría pre-
disponer a la comunidad en contra del pueblo de Dios.14
14 Véase <https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2005006>.
15 Foro Católico, 2017, “Día de muertos: ¿celebración cristiana?”, disponible en <https://
forocatolico.wordpress.com/2017/10/18/el-dia-de-muertos-en-mexico-una-celebración-
cristiana-o-pagana/>.
234 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
Gráfica 6.4 ¿Está de acuerdo con la ley del matrimonio entre parejas del mismo sexo?*
100 %
90 %
80 %
70 %
60 %
50 %
40.8 %
37.6 %
36.8 %
40 % 29.7 %
30 %
19.9 %
20 %
10 %
0%
Primaria Secundaria Preparatoria Licenciatura Posgrado
o carrera técnica
mismo sexo y entre los bíblicos, 10.7 %. Esto contrasta con los católicos, quienes
muestran 31.9 % de apoyo a ley y con los que se declararon sin religión, donde casi
la mitad (41.4 %) está a favor.
Es importante aclarar que no solo la región y la religión marcan diferencias
respecto a la aprobación de las reformas: también existe un factor generacional y
educativo. Mientras que la mitad (51 %) de los entrevistados de entre 18 y 24 años
están a favor del matrimonio igualitario, entre los que tienen de 45 a 54 y de 55 a
64 años, solo 27.1 % y 24.8 % están a favor. Asimismo, quienes tienen mayor grado
académico están más a favor, rondando 40 %, según el grado, que quienes solo han
concluido la primaria o la secundaria (véase la gráfica 6.4). Es interesante notar que
el nivel de apoyo es menor entre los informantes que tienen un grado académico de
posgrado que los que tienen solo licenciatura; podría inferir que esto se debe a que
los encuestados con posgrado pertenecen a otra generación, por lo que, en el caso
de la aceptación del matrimonio igualitario, pesa más la edad que el nivel educativo.
Creencias, valores y prácticas religiosas 237
Este término se usa para etiquetar cualquier esfuerzo por promover la aceptación
de la diversidad sexual y de género. Cuando los expertos argumentan que la diver-
sidad sexual es real y la identidad de género es un constructo, el clero evangélico y
católico dice que no se trata de algo científico, sino de una ideología […]. La belleza
política de la “ideología de género” es que ha dado a los clérigos una forma de re-
plantear su postura religiosa en términos laicos: como derechos de los padres. En
América Latina, el nuevo lema cristiano es: “Con mis hijos no te metas”. Es uno de
los resultados de esta colaboración entre evangélicos y católicos.
Así, el Frente Nacional por la Familia (2016) asegura que “México ya forma parte
de los países que promueven la ideología de género”17 y que “si como padre de fa-
milia o tutor te opones a la ideología de género serás castigado”. Este discurso ha
17 El término ideología de género ha sido usado por la Iglesia católica y grupos conservadores
religiosos de distinto signo cristiano para referir la pretensión de grupos feministas por
no reconocer el orden natural de la sexualidad entre hombre y mujer, y apuntar a que las
orientaciones e identidades sexuales son más una construcción cultural manipulable de
acuerdo con los intereses de estas últimas por imponer su visión en una sociedad inmersa
en el relativismo moral.
238 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
sido utilizado tanto por líderes católicos (laicos y del clero),18 como por ministros
de culto evangélicos, como el caso de Rubén Enríquez Navarrete, presidente de la
Fraternidad Pentecostés Independiente, uno de los grupos evangélicos que forma
parte del fnf (Rivera, 2017), junto con la Iglesia de Dios en México o la Iglesia
Apostólica de la Fe en Cristo Jesús (Clemente, 2016). Es interesante traer a cuento
el caso de La Luz del Mundo, asociación evangélica de origen mexicano, que du-
rante el auge mediático del fnf y sus marchas, emitió un comunicado donde se po-
sicionó en contra del matrimonio igualitario, pero a su vez reafirmó el principio de
separación entre el Estado y las iglesias, asegurando que “ven con preocupación la
actual embestida de la jerarquía católica contra la laicidad del Estado mexicano” (La
Luz del Mundo, 2016).
Así, bajo el discurso de la “ideología de género”, los opositores a las causas de
la diversidad sexual se han pronunciado en contra de la adopción por parte de pare-
jas del mismo sexo, apelando al “cuidado de los niños”. En este caso, y de acuerdo
con los resultados de la Encreer Rifrem 2016, el derecho a la adopción es un tema
aún más controversial que el matrimonio igualitario. En términos generales, 71.7 %
no está de acuerdo en que una pareja homosexual pueda adoptar (mientras que
65.2 % se opone al matrimonio igualitario). De nueva cuenta, fueron los bíblicos y
evangélicos quienes mostraron el menor apoyo; prácticamente el mismo que con el
matrimonio igualitario: 10.7 % y 8.7 %, respectivamente. Lo que cambia es la pos-
tura de los católicos y de los “sin religión”. En el caso de los primeros, la aprobación
baja en casi 7 puntos porcentuales (31.9 % apoya el matrimonio y solo 25.7 % apoya
la adopción); así como en el caso de los “sin religión”, de los cuales 41.4 % apoya el
matrimonio, pero solo 34.7 % la adopción. En cuanto a las características sociode-
mográficas, también hay una diferencia considerable: mientras que 26.4 % de la po-
blación urbana apoya la adopción, solamente lo hace 17.6 % de la población rural.
En cuanto a la escolaridad, solamente quienes cuentan con un posgrado man-
tienen el mismo porcentaje de apoyo al matrimonio y a la adopción, mientras que
todas las demás categorías apoyan menos el derecho de las parejas homosexuales a
adoptar hijos que a contraer matrimonio.
Gráfica 6.5 ¿Está de acuerdo con la ley de matrimonio entre parejas del mismo sexo?
¿Está de acuerdo con el derecho de las parejas homosexuales a adoptar?*
100 %
90 %
80 %
70 %
60 %
40.8 %
50 %
36.8 %
37.6 %
36.8 %
40 %
30.0 %
29.7 %
28.5 %
25.7 %
19.9 %
30 %
17.0 %
20 %
10 %
0%
Está de acuerdo con la ley de matrimonio Está de acuerdo con el derecho de las
entre parejas del mismo sexo parejas homosexuales a adoptar
*Comparativo por grados de escolaridad. Se muestra solo el porcentaje que respondió “sí”
Fuente: “Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México. Encreer/Rifrem
2016”, disponible en <www.rifrem.mx>.
subjetividad que operan en la vida cotidiana, como culpa, estigma, rechazo, discri-
minación o violencia hacia quienes no siguen sus reglas.
Cabe aclarar que las nociones de “lo natural” y de “la vida” no son fenóme-
nos biológicos sino representaciones investidas de carácter sagrado (Díaz, 2017).
Estos significados sacralizados por la religión tienen fuerte presencia en la cultura
occidental y han dado lugar a dos situaciones; la primera es que prevalece un cons-
tante temor a que la transgresión del “orden” provoque un “caos”, es decir, una
descomposición social. La segunda es que se pone en marcha un juego de verdades
(Foucault, 1970), en que los actores con perspectiva religiosa asignan a sus creen-
cias un estatus de verdad, pues las religiones judeocristianas han sacralizado los
fenómenos biológicos relacionados con la diferencia sexual, la reproducción, “la
vida desde la concepción” y el deseo como impulso “necesario para la sobrevi-
vencia de la especie”; lo que sostiene un modelo heteronormativo que consideran
“natural” y correcto. La Encreer Rifrem 2016 pone de manifiesto que las nociones
sacralizadas de “vida” y “sexualidad natural” tienen una amplia vigencia, pues si-
guen siendo minoría aquellos que se posicionaron a favor de que el aborto no sea
motivo de sanción legal y se permita el matrimonio y la adopción a las parejas del
mismo sexo.
Los avances más importantes en las políticas de educación sexual y en el marco
normativo en materia de derechos sexuales y reproductivos se concretaron en tres
momentos clave de la segunda mitad del siglo xx (Rodríguez, 2005): las políticas
de población que iniciaron en 1972, la respuesta ante la epidemia del sida desde
los años ochenta, y el cumplimiento de los acuerdos firmados por México en la
Conferencia sobre Población y Desarrollo en Cairo, en 1994, y la Conferencia sobre
la Mujer en Beijing, en 1995. Las implicaciones políticas, económicas y sanitarias
ofrecieron condiciones de posibilidad para el afianzamiento de los derechos sexua-
les y reproductivos, en contextos históricos en los que la secularización permitía
cada vez más presencia de actores comprometidos con la defensa de la laicidad y
dichos derechos.
El siglo XXI trajo consigo importantes avances jurídicos, como la Ley para
Prevenir y Eliminar la Discriminación, la inclusión de la preferencia sexual como un
aspecto de la igualdad que protege el artículo 1 constitucional, y La Ley General de
Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Mientras el gobierno federal
estaba a cargo de un partido conservador, en el Distrito Federal había un gobierno
liberal que permitió avances cruciales: la ley de sociedades de convivencia que re-
conoce ciertos derechos a parejas del mismo sexo y la despenalización del aborto
Creencias, valores y prácticas religiosas 241
durante las primeras 12 semanas de embarazo. Esos avances abrieron el debate por
los contenidos de educación sexual en secundaria entre 2006 y 2007, y la disputa
por el reconocimiento de matrimonio y derecho a adopción por parte de parejas del
mismo sexo en la Ciudad de México en 2009. Lo anterior se concretó en cambios
legales a favor de los derechos sexuales respaldados en resoluciones de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación.
La Encreer Rifrem 2016 se aplicó en medio de la más reciente contienda por los
derechos sexuales y reproductivos; ya que durante 2016 distintos grupos se movili-
zaron contra los nuevos contenidos de educación sexual para adolescentes y contra
una iniciativa presidencial que proponía garantizar el derecho al cambio de identi-
dad de género, e incorporar en la Constitución el derecho al matrimonio y adopción
por parejas del mismo sexo. La estrategia conservadora mostró dos ejes importan-
tes, el primero fue que, a diferencia de otros momentos históricos, los actores cató-
licos se articularon con grupos evangélicos y formaron un mismo bloque: el Frente
Nacional por la Familia (fnf). El segundo fue que utilizaron un nuevo repertorio dis-
cursivo para dar legitimidad a sus demandas (Díaz, 2017), ya que implementaron la
noción de “ideología de género” como argumento para descalificar la iniciativa pre-
sidencial y las propuestas en materia de perspectiva de género y derechos sexuales
y reproductivos. Dicho concepto les ayudó a tejer una postura opositora frente a los
contenidos sobre género y sexualidad en educación básica, el matrimonio igualita-
rio con posibilidad de adopción, la inclusión social de las personas trans y el aborto.
La etiqueta de “ideología de género” manifiesta un rechazo a las expresiones del
género, la sexualidad y la reproducción que no se ajustan al modelo “natural” sacra-
lizado. A través de la noción “ideología de género”, los actores conservadores utili-
zan argumentos biologicistas para acusar al feminismo y a las teorías sociales sobre
género y sexualidad de ser creencias sin base científica, y demandan al Estado que
las mantenga al margen de las políticas públicas.
La estrategia consiste en utilizar la biología para presentar su principio reli-
gioso de “sexualidad natural” como si fuera una “verdad científica”, y convertirlo
en un recurso para legitimar su acción y sus demandas. De esta manera, toman una
supuesta posición de defensa del Estado laico, pero con la finalidad de restringir
la libertad de conciencia, lo cual en realidad es lo opuesto a la laicidad. La noción
“ideología de género” es parte de las estrategias políticas de organizaciones conser-
vadoras que consiste en transfigurar sus demandas basadas en una moral religiosa
y presentarlas como si fueran basadas en la ciencia o en los derechos humanos
(Díaz, 2017).
242 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
Se está pidiendo que se arranquen las páginas con contenido del cuerpo humano,
sexualidad y métodos anticonceptivos. A los niños no se les puede hablar de la se-
xualidad en ningún punto (Luz María Ortiz, presidenta de la Unión Neoleonesa de
Padres de Familia; Muñiz, La Jornada, 6-8-2016, pág. 13).
Quemar los volúmenes y tomar las escuelas si los textos de educación prescolar, pri-
maria y secundaria no son retirados de las instituciones educativas públicas y priva-
das del estado (diputada Yanira Gómez, Partido Acción Nacional).
El tema debe consultarse con las asociaciones religiosas (Liliana Tijerina, diputada
por el pri, vicepresidenta de la Comisión de Educación por el pri).
Gráfica 6.6 ¿Está de acuerdo con que se imparta educación sexual? ¿Está de acuerdo
con los contenidos sobre género?*
100 %
83.5 %
90 %
76.0 %
73.7 %
73.7 %
80 %
63.6 %
70 %
60.5 %
53.4 %
60 %
51.9 %
50 %
40 %
30 %
20 %
10 %
0%
Está de acuerdo con que Está de acuerdo con los contenidos
se imparta educación sexual sobre género
*Comparativo por pertenencia religiosa. Se muestra solo el porcentaje que respondió “sí”
Fuente: “Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México. Encreer/Rifrem
2016”, disponible en <www.rifrem.mx>.
Creencias, valores y prácticas religiosas 245
Aborto
Las discusiones sobre el aborto tomaron fuerza en México a partir de la década de
1970, cuando las feministas empezaron a plantearlo como un asunto de justicia so-
cial y de salud pública. Sin embargo, fue en los años noventa cuando el feminismo
desarrolló una mayor capacidad y profesionalización para incidir en las políticas
públicas, y gracias a los acuerdos de Cairo y Beijing, la perspectiva de género fue in-
corporándose a estas, lo que permitió que el aborto fuera adquiriendo mayores po-
sibilidades de ser aceptado (Lamas, 2009). El inicio del nuevo milenio trajo mayores
condiciones de posibilidad para legislar en materia de aborto. En el año 2000, en
el Código Penal del Distrito Federal dejaron de ser considerados delito los casos de
aborto cuando estuviera en riesgo la salud de la mujer y por malformaciones del
producto, además de los casos de violación, y se planteó la invalidez de un emba-
razo cuando fuera por inseminación artificial no consentida. Entonces, un grupo
de diputados del Partido Acción Nacional (pan) y el Partido Verde Ecologista
(pvem) interpusieron una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (scjn), la cual resolvió en 2002 que la reforma no era incons-
titucional (idem).
En 2007 se logró uno de los avances más importantes en materia de derechos
de las mujeres. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó una reforma al
Código Penal, en la que se tipifica como delito de aborto solo el que se realiza des-
pués de las 12 semanas de gestación; esto implica que no es motivo de sanción du-
rante los primeros tres meses, independientemente de la razón por la que la mujer
lo realice. Como reacción a ese avance, la Comisión Nacional de Derechos Humanos
(cndh) y la Procuraduría General de la República (pgr) interpusieron una acción
de inconstitucionalidad ante la scjn, quienes resolvieron a favor de dicha reforma
en agosto de 2008. Como segunda reacción, entre octubre de 2008 y diciembre de
2010 se reformaron los códigos penales de 18 estados del país para proteger “la
vida” desde la fecundación (Vázquez, 2014).
Debido a que el hecho de que hubiera causales de aborto no punibles o incluso
no fuera delito no garantizaba el acceso a este, era frecuente la omisión por parte del
sistema de impartición de justicia cuando se solicitaba debido a un embarazo pro-
ducto de una violación, por ese motivo en 2015 se debatió sobre la Norma Oficial
Mexicana 046 (de Atención a la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres)
que deriva de la Ley General de Salud. Se estableció que el personal de salud de
Creencias, valores y prácticas religiosas 247
Encreer Rifrem 2016, pues los debates relevantes se vivieron entre 2006 y 2010;
de manera que es importante visualizar que las oposiciones podrían cambiar si se
convierte de nuevo en un tema de coyuntura. La encuesta reporta que solo 31.3 %
está de acuerdo con que el aborto no sea perseguido ni castigado por la ley. El dato
coincide con lo que reporta la Encuesta Nacional sobre Discriminación de 2010,
en la que 33.8 % no está de acuerdo con que una mujer pueda abortar si lo desea
(Conapred, 2010b: 140). Esto significa que alrededor de dos terceras partes conti-
núan considerando “la vida” como algo sagrado y el producto como un sujeto al que
se debe proteger por encima de las mujeres, incluso ante situaciones de violencia u
otras causales jurídicamente válidas.
El grupo con mayor proclividad a aceptar la legalidad del aborto son aque-
llos que se identifican como “sin religión”, pues 44 % están a favor de que la inte-
rrupción del embarazo no sea perseguido ni castigado; le siguen los católicos, con
33.2 %, y quienes están menos a favor son los evangélicos, con 25.5 %, y los bí
blicos, con 28.3%. Este resultado muestra que la sacralización de “la vida” prevalece
en sectores más comprometidos con la religión y va dejando de tener fuerza entre
aquellos para quienes la religión es menos central en su vida. En el caso de los cató-
licos existe una adscripción, pero no una identificación unificada con los valores y
creencias marcados por la religión. Asimismo, más de la mitad de quienes se de-
nominan sin religión siguen presentando una fuerte oposición a la despenalización
del aborto, lo que muestra que todavía es un tema hacia el cual hay fuertes resis-
tencias.
En cuanto a regiones, se observa mayor oposición al aborto en la región
Centro Occidente y Centro Norte, donde solo 22 % está a favor de que no sea un
delito perseguido por la ley. Esta región tiene una importante historia de conser-
vadurismo en el ámbito de los derechos sexuales, y es donde hay mayor porcentaje
de personas que pertenecen a alguna religión (98.1 %) y que tienen familia con la
misma religión (88.2 %). Por otro lado, Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes y
parte de Jalisco han sido escenarios políticos de fuerte influencia conservadora y con-
flicto por valores sexuales, especialmente en temas de aborto y matrimonio igualita-
rio. La región con mayor apoyo al aborto es Noroeste, con 39.8 % a favor de que no
sea perseguido por la ley, quizás esto se explica porque es la región que tiene menor
porcentaje de pertenecientes a alguna religión; le sigue la región Centro, con 39.3 %
a favor, probablemente por el hecho de que en la Ciudad de México el aborto es le-
gal y eso tiene efecto sobre la subjetividad.
La Encreer Rifrem 2016 muestra que el grado de aceptación del aborto se incre-
menta con la escolaridad. Mientras que entre quienes tienen primaria solo 31.8 %
Creencias, valores y prácticas religiosas 249
apoya que el aborto no sea perseguido por la ley, en posgrado el dato prácticamente
se duplica (62 %). En cuanto a la edad, la encuesta no muestra diferencias claras por
rango de edad; se observa un menor apoyo al aborto entre personas de 55 a 64 años
(29.2 %), pero en personas mayores de 65 años sube a 35.3 por ciento.
Los resultados no muestran diferencia significativa por género, pues el apoyo
por parte de los hombres es de 33.5 %, y el de las mujeres es de 32.5 %. Aunque
esta diferencia no es significativa estadísticamente, llama la atención que las mujeres
no hayan reflexionado sobre el aborto como un asunto que es parte de su derecho
a la autonomía, ya que su penalización es un problema de salud pública y justicia
social que afecta directamente a las mujeres.
19 lgbttti es el término que permite incluir por sus siglas a una amplia gama de opciones de
la diversidad sexual: lesbiana, gay, bisexual, transexual, travesti, transgénero e intersexual.
250 Percepciones sobre las relaciones Iglesia-Estado
100 %
82.7 %
90 %
74.8 %
74.2 %
80 %
67.4 %
70 %
60 %
50 %
35.2 %
40 %
32.2 %
26.4 %
25.5 %
22.7 %
30 %
17.6 %
20 %
10 %
0%
Educación sexual Educación Matrimonio Adopción Aborto
sobre género igualitario por parejas
del mismo sexo
Urbana Rural
urbana también coincide con la información que reporta la Encuesta Nacional so-
bre Dinámica Demográfica (Conapo, 2016), donde se muestra que hay un uso dife-
renciado de anticonceptivos en la primera relación sexual: los utilizan 16.9 % de las
mujeres que residen en zona rural frente a 39.0 % de las que viven en zona urbana.
Conclusiones
La laicidad como proceso político que distingue los ámbitos políticos de los reli-
giosos sigue vigente en la cultura política en México y forma parte de los debates
contemporáneos sobre los derechos de la diversidad religiosa y también de la di-
versidad cultural, sexual y de género en el país. Como se ha señalado en diversos
espacios de este texto, los cambios jurídicos han marcado también un cambio en
los límites de la participación de las iglesias en temas educativos, electorales, y
en las políticas públicas sobre la autonomía de las personas en la gestión de su
cuerpo.
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