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PENSANDO

EQUILIBRADAMENTE.

Nombre- Karolin Esther


Rodríguez Pérez

Maestro- Adriano

Materia- Teología de la misión


Integral

Ciclo- agosto, diciembre 2021

Institución- Instituto Bíblico


A/D Central IBCAD

Trabajo- Resumen 2
Pensando Equilibradamente

Cualquier contribución que esperemos hacer dependerá de nuestra


comprensión de los problemas. Si no estamos debidamente
preparados, no será sabio avanzar a ciegas por los campos
minados de la ética social. La verdadera humildad nos llevará a
estudiar con paciencia la revelación de Dios y a afirmar por fe que él
puede guiarnos hacia un pensamiento en común.
Una mente cristiana
Existe un tercer enfoque de la complicada problemática actual mejor
y más cristiano, que consiste en el desarrollo de una mente
cristiana, una mente que haya comprendido a fondo las premisas
básicas de las Escrituras y que se inspire plenamente en la verdad
bíblica. Sólo así podrá pensar con integridad cristiana sobre los
problemas del mundo contemporáneo.
No es fácil mantenerse firme contra la cultura predominante (como
no lo es frente a un viento predominante). Es más fácil adoptar una
postura de menor resistencia y rendirse a ella, como una caña
sacudida por el viento. No obstante, Pablo nos exhorta a no
conformarnos a este mundo, sino a transformarnos por medio de la
renovación de nuestro entendimiento para discernir así la voluntad
de Dios, agradable y perfecta.
La renovación de la mente, la mente de Cristo, la mente cristiana.
Harry Blamires populariza esta última expresión en su libro
homónimo, que desde su publicación en 1963 ha sido de gran
influencia. Cuando dice mente cristiana no se refiere a una mente
dedicada a temas específicamente religiosos, sino a una mente que
piensa cristianamente, es decir, desde una perspectiva cristiana,
aun acerca de los temas más seculares.
Blamires enumera luego los seis rasgos que considera
distintivos de una mente cristiana:
1) una orientación hacia lo sobrenatural (se orienta más allá del
tiempo hacia la eternidad, más allá de la tierra hacia el cielo y el
infierno, y entre tanto vive en un mundo creado, sustentado y
cuidado por Dios).
2) conciencia del mal (el pecado original pervirtió aun las cosas
más nobles y las convirtió en instrumentos de los apetitos banales).
3) su concepción de la verdad (la revelación divina como verdad
dada no sujeta a claudicaciones).
4) su aceptación de la autoridad (lo que Dios ha revelado no
demanda un vínculo igualitario, sino la sumisión en mansedumbre).
5) su preocupación por la persona (el reconocimiento del valor de
la personalidad humana frente a la máquina).
6) su carácter sacramental (que reconoce, por ejemplo, el amor
sexual como uno de los instrumentos más efectivos de Dios para
abrir el corazón del hombre a su realidad).
La realidad de Dios
Consideremos primeramente la realidad de Dios. El plan bíblico es
esencialmente teocéntrico, o al menos las cuatro realidades se
revelan desde el punto de vista de Dios. Este teocentrismo es
fundamental para la mente cristiana. La mente cristiana es una
mente orientada hacia Dios. Es más, comprende el bien por sobre
todo con relación a Dios. Si por causa de la realidad de Dios la
mente cristiana es teocéntrica, por ello también es una mente
humilde. Este es otro tema fundamental de las Escrituras.
Probablemente el punto de mayor antagonismo entre la mente
cristiana y la mente secular sea la insistencia en la humildad y el
rechazo implacable del orgullo. La sabiduría del mundo desprecia la
humildad.
La paradoja del hombre
Pasamos de Dios al hombre, del esplendor perfecto que caracteriza
todo lo divino a la penosa ambigüedad relacionada con todo lo
humano. Hemos visto que la perspectiva bíblica de la humanidad
toma en cuenta tanto la Creación como la Caída.
El futuro de la sociedad
La tercera esfera en que podría resultar útil la aplicación del plan
bíblico en cuatro fases es la posibilidad de un cambio social. ¿Qué
expectativas debemos tener de una mejora de la sociedad? Entre
los cristianos de diferentes tradiciones existe una amplia gama de
posturas frente a este asunto.
Los cristianos liberales tienden a ser activistas sociales. Por su
confianza casi absoluta en el hombre, sueñan con la construcción
de una utopía sobre la tierra (a veces mal llamada Reino de Dios).
En cambio, los cristianos evangélicos se han inclinado hacia el
quietismo social (al menos a principios de siglo).
Comenzamos el capítulo reconociendo la complejidad de los
problemas de ética personal y social que enfrentamos hoy, en
general, es imposible ofrecer fórmulas sencillas y precisas, los
atajos simplistas, que dejan de lado los verdaderos problemas, no
ayudan, al mismo tiempo, rendirse y dar lugar a la desesperación
tampoco es una actitud cristiana. Nos debe animar saber que Dios
nos ha impartido cuatro dones: Una mente, La Biblia y su testimonio
de Cristo, El Espíritu Santo, La comunidad cristiana

Ebenezer.

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