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El documento habla sobre la importancia de desarrollar una mente cristiana para pensar equilibradamente sobre los problemas éticos y sociales del mundo. Una mente cristiana se caracteriza por estar orientada a Dios, reconocer el pecado y la autoridad divina, valorar a las personas y entender el mundo desde una perspectiva sacramental. El documento también discute la humildad, la condición humana después de la caída, y las diferentes posturas cristianas sobre el cambio social.
El documento habla sobre la importancia de desarrollar una mente cristiana para pensar equilibradamente sobre los problemas éticos y sociales del mundo. Una mente cristiana se caracteriza por estar orientada a Dios, reconocer el pecado y la autoridad divina, valorar a las personas y entender el mundo desde una perspectiva sacramental. El documento también discute la humildad, la condición humana después de la caída, y las diferentes posturas cristianas sobre el cambio social.
El documento habla sobre la importancia de desarrollar una mente cristiana para pensar equilibradamente sobre los problemas éticos y sociales del mundo. Una mente cristiana se caracteriza por estar orientada a Dios, reconocer el pecado y la autoridad divina, valorar a las personas y entender el mundo desde una perspectiva sacramental. El documento también discute la humildad, la condición humana después de la caída, y las diferentes posturas cristianas sobre el cambio social.
Cualquier contribución que esperemos hacer dependerá de nuestra
comprensión de los problemas. Si no estamos debidamente preparados, no será sabio avanzar a ciegas por los campos minados de la ética social. La verdadera humildad nos llevará a estudiar con paciencia la revelación de Dios y a afirmar por fe que él puede guiarnos hacia un pensamiento en común. Una mente cristiana Existe un tercer enfoque de la complicada problemática actual mejor y más cristiano, que consiste en el desarrollo de una mente cristiana, una mente que haya comprendido a fondo las premisas básicas de las Escrituras y que se inspire plenamente en la verdad bíblica. Sólo así podrá pensar con integridad cristiana sobre los problemas del mundo contemporáneo. No es fácil mantenerse firme contra la cultura predominante (como no lo es frente a un viento predominante). Es más fácil adoptar una postura de menor resistencia y rendirse a ella, como una caña sacudida por el viento. No obstante, Pablo nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a transformarnos por medio de la renovación de nuestro entendimiento para discernir así la voluntad de Dios, agradable y perfecta. La renovación de la mente, la mente de Cristo, la mente cristiana. Harry Blamires populariza esta última expresión en su libro homónimo, que desde su publicación en 1963 ha sido de gran influencia. Cuando dice mente cristiana no se refiere a una mente dedicada a temas específicamente religiosos, sino a una mente que piensa cristianamente, es decir, desde una perspectiva cristiana, aun acerca de los temas más seculares. Blamires enumera luego los seis rasgos que considera distintivos de una mente cristiana: 1) una orientación hacia lo sobrenatural (se orienta más allá del tiempo hacia la eternidad, más allá de la tierra hacia el cielo y el infierno, y entre tanto vive en un mundo creado, sustentado y cuidado por Dios). 2) conciencia del mal (el pecado original pervirtió aun las cosas más nobles y las convirtió en instrumentos de los apetitos banales). 3) su concepción de la verdad (la revelación divina como verdad dada no sujeta a claudicaciones). 4) su aceptación de la autoridad (lo que Dios ha revelado no demanda un vínculo igualitario, sino la sumisión en mansedumbre). 5) su preocupación por la persona (el reconocimiento del valor de la personalidad humana frente a la máquina). 6) su carácter sacramental (que reconoce, por ejemplo, el amor sexual como uno de los instrumentos más efectivos de Dios para abrir el corazón del hombre a su realidad). La realidad de Dios Consideremos primeramente la realidad de Dios. El plan bíblico es esencialmente teocéntrico, o al menos las cuatro realidades se revelan desde el punto de vista de Dios. Este teocentrismo es fundamental para la mente cristiana. La mente cristiana es una mente orientada hacia Dios. Es más, comprende el bien por sobre todo con relación a Dios. Si por causa de la realidad de Dios la mente cristiana es teocéntrica, por ello también es una mente humilde. Este es otro tema fundamental de las Escrituras. Probablemente el punto de mayor antagonismo entre la mente cristiana y la mente secular sea la insistencia en la humildad y el rechazo implacable del orgullo. La sabiduría del mundo desprecia la humildad. La paradoja del hombre Pasamos de Dios al hombre, del esplendor perfecto que caracteriza todo lo divino a la penosa ambigüedad relacionada con todo lo humano. Hemos visto que la perspectiva bíblica de la humanidad toma en cuenta tanto la Creación como la Caída. El futuro de la sociedad La tercera esfera en que podría resultar útil la aplicación del plan bíblico en cuatro fases es la posibilidad de un cambio social. ¿Qué expectativas debemos tener de una mejora de la sociedad? Entre los cristianos de diferentes tradiciones existe una amplia gama de posturas frente a este asunto. Los cristianos liberales tienden a ser activistas sociales. Por su confianza casi absoluta en el hombre, sueñan con la construcción de una utopía sobre la tierra (a veces mal llamada Reino de Dios). En cambio, los cristianos evangélicos se han inclinado hacia el quietismo social (al menos a principios de siglo). Comenzamos el capítulo reconociendo la complejidad de los problemas de ética personal y social que enfrentamos hoy, en general, es imposible ofrecer fórmulas sencillas y precisas, los atajos simplistas, que dejan de lado los verdaderos problemas, no ayudan, al mismo tiempo, rendirse y dar lugar a la desesperación tampoco es una actitud cristiana. Nos debe animar saber que Dios nos ha impartido cuatro dones: Una mente, La Biblia y su testimonio de Cristo, El Espíritu Santo, La comunidad cristiana