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Esquema de contenidos
Temperatura rectal
Métodos de medición de la Temperatura oral
temperatura corporal Temperatura axilar
Temperatura de la membrana timpánica
Intervenciones no medicamentosas y
fármacos antipiréticos
Tratamiento de la fiebre Mecanismos de acción
Indicaciones y contraindicaciones
Efectos adversos
Introducción
Carla es traída a la consulta por sus padres. Tiene 8 meses, no ha tenido ninguna enfer-
medad previa, está adecuadamente vacunada. Desde la madrugada, hace aproximada-
mente 12 horas, comenzó con fiebre. Tuvo un primer registro de 38,3°C, que cedió con
16 gotas de paracetamol (pesa 7,8 kg). Aunque le costó dormir bien (creen que por la
fiebre y porque además está con mocos y tos con catarro), la temperatura algo le bajó,
tomó bien el pecho y por la mañana jugaba y se reía como siempre. Pero 5 horas des-
pués le volvió a subir a 38,6°C. Intentaron bañarla para disminuirle la temperatura, pero
notaron que ésto la puso más molesta, incluso con escalofríos y reticulado en la piel, no
paraba de llorar.
Los padres están muy preocupados porque es la primera vez que Carla tiene fiebre y
encima volvió a subirle a pesar del tratamiento. Tienen varias dudas, que le transmiten a
su pediatra:
1) ¿Cuál es la mejor forma de tomarle la temperatura? ¿Es necesario despertarla para
hacerlo? ¿A partir de qué valor se considera fiebre y cuándo habría que tratarla?
2) ¿Por qué el baño no fue efectivo? ¿Cuál es el mejor antitérmico para darle? ¿Cuánto
debe bajarle la fiebre luego de su administración? ¿Y si no le baja lo suficiente?
3) Si no nos damos cuenta de que tiene fiebre, ¿le puede hacer mal? ¿Qué valor de
temperatura puede hacerle daño si no frenamos el ascenso de la fiebre? ¿Con qué
valor puede convulsivar?
4) Al tener más de 6 meses, ¿deberíamos haberle dado ibuprofeno?
5) Si no le baja, ¿qué otra medicación se le puede dar? ¿Se pueden combinar o dar en
simultáneo dos antitérmicos?
La fiebre, un aumento regulado de la temperatura corporal, es una conducta - respues-
ta de los seres vivientes (mamíferos, aves, reptiles, peces y también ciertos invertebra-
dos) ante una acción o una agresión que desequilibre su interior y/o sus interacciones
con el medio ambiente.
Existe una larga tradición, al menos en las culturas occidentales, de considerar a la
fiebre como una respuesta a las enfermedades, pero también, erróneamente, como
una enfermedad en sí misma.
A través de la historia siempre existió la controversia acerca de si resultaba beneficiosa
o perjudicial. Para Hipócrates era favorable: la describió como una defensa montada
por el cuerpo en contra de un trastorno subyacente. “El humor afectado excedía a los
Las dudas que plantearon los papás de Carla en el caso clínico descripto al comienzo
de esta introducción, se repiten a diario en los consultorios y guardias. Alrededor de un
30% de todos los pacientes que atendemos los pediatras presentan fiebre como prin-
cipal motivo de consulta, lo que la convierte en una de las razones más comunes por la
que los padres llevan a sus hijos al médico.
En cualquier actividad profesional, médica o no, tal casuística tendría que haber acuña-
do una doctrina sólida e indiscutible. Pero no ocurrió de este modo con la fiebre:
Los pediatras, en gran parte, adherimos a esos planteos más emocionales que cien-
tíficos y frecuentemente fomentamos dicha fobia con nuestras conductas, consejos y
prescripciones. La valoración y el tratamiento apropiados de este signo son habilidades
básicas y necesarias que debemos tener los pediatras.
Los padres frecuentemente se preocupan por la necesidad de mantener una tempera-
tura normal en su hijo. Aproximadamente la mitad considera temperaturas menores a
38°C como fiebre y un 25% utilizaría medicación con valores menores a 37,8°C. Es más,
85% de los padres despertaría a su hijo con fiebre, para darle un antitérmico; conducta
avalada por un 20% de los pediatras.
Haríamos bien en aclarar nuestro enfoque para darle a la fiebre un abordaje y tratamien-
to distinto al de las enfermedades que la causan.
Para obtener la temperatura rectal, se coloca al niño con su vientre hacia abajo o
acostado con las piernas flexionadas, se lubrica la extremidad del termómetro y la
abertura anal con vaselina y se inserta sin forzar a una profundidad aproximada de 2,5-
3 cm; se debe contener al niño y sostener sus nalgas hasta completar el procedimiento.
La presencia de heces en el recto o una mala perfusión intestinal, así como una técnica
inadecuada, pueden afectar la precisión de la medida. Este procedimiento no es reco-
mendable que lo realicen los padres. Si bien avalado por varios autores, genera moles-
tias físicas, psicológicas y no está exento de riesgos; está contraindicado en pacientes
inmunocomprometidos y lactantes pequeños.
La temperatura oral no debería determinarse sino hasta que el niño tenga más de
5 o 6 años de edad y pueda cooperar. Una vez que el termómetro se coloca debajo o
al costado de la lengua, su medición (utilizando un termómetro digital) demora menos
de 1 minuto y la lectura obtenida será de alrededor de 0,5°C menor que la temperatura
rectal. El niño deberá sostener el termómetro con los labios o con los dedos, nunca con
los dientes. Esta medición puede afectarse por la presencia de taquipnea, si el paciente
tiene la nariz obstruida y no puede mantener la boca cerrada y por la ingesta de alimen-
tos fríos o calientes, por lo que será necesario evitarlos como mínimo una hora antes.
La medición de la temperatura axilar es la más utilizada en nuestro medio. Se efec-
túa colocando la extremidad del termómetro en la axila, corroborando que esté seca,
cerrando luego la misma y manteniéndola así sosteniendo el codo contra el pecho. La
mayoría de los termómetros digitales producen un sonido cuando lograron medir la
temperatura y pueden ser retirados, lo que en general no demora más de 1 minuto. Re-
comendamos leer el manual de uso para conocer el tiempo requerido de permanencia
en la axila en aquellos que no tienen la alarma sonora.
Algunos autores proponen que agregando 1°C a la temperatura medida en la axila
podría estimarse la temperatura rectal. Sin embargo, no es posible conocer la diferen-
Mecanismos de regulación
de la temperatura corporal
La fiebre es una respuesta adaptativa ampliamente presente en el reino animal.
Los animales se clasifican, según el tipo de regulación térmica, en endotérmicos (aves
y mamíferos) y exotérmicos (peces, anfibios y reptiles). Los primeros autorregulan su
temperatura corporal produciendo suficiente calor interno, mientras que los exotérmi-
cos, como son incapaces de generarlo, lo toman del medio seleccionando el microclima
adecuado.
Fuente: Straface RT, Bermejo P, Borrás M, Celestino J, Ferolla F, Ferolla FM, Pelaya E, Robbio G.
Grupo de Trabajo “El Niño Febril”, Región Metropolitana, Sociedad Argentina de Pediatría. Fiebre en Pediatría.
Ediciones Fundación Sociedad Argentina de Pediatría. 1ª Edición. Buenos Aires, 2006.
La fiebre:
••Retrasa el crecimiento y la reproducción de microorganismos, tanto
bacterianos como virales e interfiere con la virulencia de ciertos
patógenos.
••Disminuye la disponibilidad de oligoelementos como el hierro y el zinc,
indispensables para el metabolismo de las bacterias, muchas de las
cuales requieren mayores cantidades a temperaturas más altas.
••Estimula la quimiotaxis leucocitaria, la proliferación de linfocitos T y
su actividad colaboradora y citotóxica, mejora la migración de neu-
trófilos y la producción de superóxidos.
••Favorece la síntesis de anticuerpos y la disponibilidad de éstos e
incrementa la liberación y actividad de los interferones.
••Induce respuestas de estrés en los microorganimos, lo que aumen-
ta la presencia de patrones moleculares asociados a patógenos
(PAMPs), que mejoran aún más la respuesta inmune.
En la mayoría de los casos, la fiebre es de corta duración, benigna e incluso protectora
del huésped. Algunos estudios mostraron que, si bien causa malestar, puede ayudar a
una recuperación más rápida de las infecciones.
La fiebre es uno de los signos de la respuesta de fase aguda que comprende también
acciones en varios sistemas: hematológico, endocrinológico, neurológico e inmunológico.
(A) El ingreso de un virus o bacteria provoca la formación de interleukina 1. A partir de ella se generan dos
cadenas metabólicas: la de las prostaglandinas (B) y la del Zinc y los neurotransmisores (C).
(B) Las prostaglandinas elevan el Punto de Ajuste en el hipotálamo anterior (B1) y provocan vasoconstric-
ción a partir del hipotálamo posterior (B2).También aumentan el catabolismo proteico (B3) y aceleran el
metabolismo y registros vitales (B4).
(C) Baja de Zinc, se afectan las enzimas dependientes y esto afecta a los neurotransmisores propendiendo a
la convulsión febril. Existiría una interacción entre la vía inhibitoria mediada por el ácido gama-aminobuti-
tico (GABA) y la vía excitatoria en la que intervienen el ácido glutámico y el aspártico, cuyo receptor es el
N-Metil-d-aspartato (NMDA). La alteración del equilibrio normal produciría las descargas.
Los fármacos antipiréticos actúan inhibiendo la síntesis de prostaglandinas, modificando el punto de
ajuste hipotalámico. No influyen en la vía de los neurotransmisores.
Fuente: Straface RT, Bermejo P, Borrás M, Celestino J, Ferolla F, Ferolla FM, Pelaya E, Robbio G.
Grupo de Trabajo “El Niño Febril”, Región Metropolitana, Sociedad Argentina de Pediatría. Fiebre en Pediatría.
Ediciones Fundación Sociedad Argentina de Pediatría. 1ª Edición. Buenos Aires, 2006.
como podemos apreciar en las siguientes relaciones entre temperatura corporal y punto
de ajuste:
••En la normotermia el punto de ajuste y la temperatura corporal
coinciden.
••En la fiebre, en primer lugar, sube el punto de ajuste y luego la tem-
peratura.
••En la hipertermia, aunque la temperatura corporal está elevada, el
punto de ajuste es normal, no se encuentra modificado. Figura 1 y
Tabla 2.
Parámetro en
En la FIEBRE En la HIPERTERMIA
consideración
Causas Principalmente infecciosa Sobrecalentamiento
Fuente de calor Interna Externa o droga
Punto de ajuste Elevado Normal
Objetivo Guardar calor Ceder calor
El individuo siente Frío (inicialmente) Calor
El individuo procura Abrigo (inicialmente) Desabrigo
Conducta Quietud Movimiento
La piel está Caliente y seca Caliente y sudorosa
Fuente: Straface RT, Bermejo P, Borrás M, Celestino J, Ferolla F, Ferolla FM, Pelaya E, Robbio G.
Grupo de Trabajo “El Niño Febril”, Región Metropolitana, Sociedad Argentina de Pediatría.
Fiebre en Pediatría. Ediciones Fundación Sociedad Argentina de Pediatría. 1° Edición. Buenos Aires, 2006.
De hecho, es probable que un niño que alcance una temperatura tan alta tenga un ele-
mento de hipertermia, como deshidratación, además de fiebre.
En lo expuesto hasta acá, hemos descripto un mecanismo que llamamos efervescen-
te, que eleva la temperatura corporal para mejorar las defensas. Superada la agresión,
ocurre su desactivación.
La evidencia cada vez mayor nos demuestra que, como característica intrínseca de la
respuesta febril, el cuerpo libera criógenos endógenos, que contrarrestan los pirógenos
y modulan qué tan alto el hipotálamo regula su termostato, constituyendo el mecanismo
defervescente de la fiebre. Hay diferentes sustancias que participan en este meca-
nismo: los glucocorticoides inhiben la síntesis de prostaglandina E2; el factor liberador
de la corticotropina realimenta negativamente al hipotálamo; las terminaciones nerviosas
de la región septal producen arginina-vasopresina que ejerce acción antipirogénica en
receptores cerebrales específicos, donde el bloqueo activo de los mismos produce el ya
mencionado “techo autorregulable” de la fiebre; dentro del grupo de las citoquinas anti-
inflamatorias, la IL-10 es considerada como la de mayor acción antipirética, inhibiendo la
producción de TNF, IL-1, IL-6, IL-8 y aumentando la expresión de receptores de antago-
nistas de la IL-1; la hormona estimulante de los melanocitos, sintetizada en las neuronas
del núcleo arcuato, antagoniza a las citoquinas como la IL- 1; el factor de necrosis tumoral
puede limitar la fiebre en animales de laboratorio inoculados con lipopolisacáridos bacte-
rianos (este factor participaría en los dos sistemas: efervescente y defervescente).
Como mencionamos previamente, existen algunos cuadros graves y muy poco frecuen-
tes en donde se supera el “techo autorregulable” estos son:
••El golpe de calor (hay gran absorción sin eliminación adecuada).
••La hipertermia maligna (encontramos alta generación que no se
puede disipar).
••El síndrome neuroléptico maligno (no se logra la vasodilatación
periférica por un impedimento dopaminérgico central).
Tratamiento de la fiebre
Como describimos anteriormente, hay una serie de estudios que adjudican a la fiebre
una elevación de los sistemas defensivos del organismo que conducen a la aparición
precoz de una respuesta inflamatoria y a una disminución del número de microorganis-
mos infectantes.
El tratamiento correcto de la fiebre comienza mucho antes de que el niño esté febril.
Como primer paso, los pediatras debemos reconocer que contribuimos con muchos
de nuestros actos a crear la fobia a la fiebre. Es habitual que se prescriban o incluso
administren antitérmicos antes siquiera de conocer la historia de la enfermedad, los an-
tecedentes del paciente y, muchas veces, incluso antes de un examen físico exhaustivo.
Respondemos por inercia a la demanda de los padres o cuidadores: ¡mi hijo tiene fie-
bre!, ¡vuela de fiebre!, ¡no le baja!, invirtiendo las prioridades, intentando bajar la fiebre,
cuando lo primero es identificar la enfermedad subyacente que la causa y, en caso de
que ésta lo requiera, tratarla precozmente.
Debemos enseñar a los padres y cuidadores que la fiebre es una de las respuestas
naturales del cuerpo y no una amenaza en sí misma y que la falta de un tratamiento es-
pecífico, fuera de un cuidado sensato (mantener la hidratación, alivianar ropas), no hará
que la temperatura se eleve incontroladamente hasta niveles peligrosos.
Más allá del alivio sintomático, el tratar la fiebre no mejora la evolución de la enfermedad
infecciosa que la causa, no previene secuelas ni el desarrollo de convulsiones febriles.
Asimismo, la convulsión febril simple no producirá epilepsia ni dejará daño cerebral,
aunque es un episodio muy angustiante para los padres. Es importante explicarles en qué
consisten, remarcarles que son benignas, no ocasionan daño neurológico y pueden pre-
sentarse independientemente del nivel de temperatura que se alcance. Se dan en aproxi-
madamente 4 de cada 100 pacientes con fiebre previamente sanos, sin trastorno neuro-
lógico ni infección concomitante del sistema nervioso central, entre los 6 meses a 6 años,
pueden ser tónicas, atónicas o tónico-clónicas, generalizadas, de menos de 15 minutos
de duración, no generan secuelas, con recuperación sin inconvenientes. El conocimiento
ayuda a bajar la ansiedad y angustia permitiendo una mejor toma de decisiones.
Nuestras conductas deben llevarnos a que se sienta mejor y no a incomodarlo aún más. Si
está durmiendo con fiebre, que siga durmiendo, si está jugando o no impresiona molesto o
dolorido, que lo siga haciendo, no necesita de la intervención de los padres ni menos aún,
del pediatra. Existe consenso a nivel internacional en que sólo habría que considerar
el uso de agentes antipiréticos en aquellos niños con fiebre que se encuentren molestos
o doloridos. Los antitérmicos no deberían ser indicados con el sólo objetivo de reducir la
temperatura corporal en niños con fiebre a los que se ve cómodos y se sienten bien.
Un recaudo especial merece el tratamiento sintomático de la fiebre en los lactantes
pequeños, en especial los menores de 3 meses. En ellos, el riesgo de infección
bacteriana grave o potencialmente grave es mayor y no debe demorarse la consulta al
pediatra ante la presencia de fiebre. Además, la vida media de todos los antitérmicos
Estas medidas son efímeras, porque no actúan sobre el punto de ajuste y van en contra
de lo que el organismo quiere, que es guardar y generar calor y suelen provocan dis-
confort, acentuando el malestar del niño (llanto, escalofríos).
Siguiendo un ejemplo dado más arriba, mientras que los fármacos antipiréticos hacen
descender el termostato, con lo que amortiguan el impulso para generar calor, los me-
dios físicos ejercen el efecto contrario: se abren las ventanas dejando la estufa prendi-
da, sin modificar el termostato.
A medida que comienza el enfriamiento físico externo, el hipotálamo detecta una diver-
gencia mayor entre su nivel establecido y la temperatura real del cuerpo; para cerrar
Paracetamol Ibuprofeno
analgésico
Efecto analgésico - antipirético
antipirético - antiinflamatorio
Nivel de disminución de la
1 - 2°C 1 - 2°C
temperatura
Tiempo de inicio de acción < 1 hora < 1 hora
Tiempo para el efecto máximo 3 - 4 horas 3 - 4 horas
Tiempo de duración del efecto 4 - 6 horas 6 - 8 horas
Dosis 10 - 15 mg/kg/dosis 5 - 10 mg/kg/dosis
Intervalo mínimo de
4 a 6 horas 6 a 8 horas
administración
Dosis diaria máxima 60 - 90 mg/kg/día (*) 30 - 40 mg/kg/día
Menor edad para su
3 meses (**) 6 meses
administración
(*) La dosis diaria máxima de 90 mg/kg/día debería limitarse a menos de 3 días consecutivos.
(**) Su uso antes de los 3 meses de edad tiene que ser decidido por el médico,
luego de que el paciente haya sido examinado.
Fuente: Sullivan JE, Farrar HC, Sección de Farmacología Clínica y Terapéutica y
Comité de Drogas de la Academia Americana de Pediatría. Pediatrics 2011; 127:180-187.
2. Josefina tiene 6 meses, nació a término con buen peso. Es traída por primera vez a la consulta con
usted para un control en salud. Su examen físico es normal, tiene adecuado desarrollo neuromadu-
rativo y crecimiento pondoestatural. Luego que Ud. les informa a los padres acerca de las vacunas
que le corresponden a esta edad según el Calendario Nacional, le preguntan si es necesario darle
paracetamol en simultáneo con la aplicación de las mismas.
¿Ante qué situación es necesario suministrarle a la bebé paracetamol?
a. Es correcto administrar paracetamol como profilaxis al momento de aplicar las vacunas, pero a
la mitad de la dosis habitual para la fiebre: 5 mg/kg.
b. Por su edad, correspondería administrarle ibuprofeno.
c. Es correcto administrar paracetamol como profilaxis dentro de los 30 minutos de aplicar las
vacunas, a la dosis habitual para la fiebre: 10 mg/kg.
d. No es necesario administrar ningún antitérmico junto con las vacunas. En el caso de que horas
después de su aplicación Josefina no se sienta bien, esté molesta o dolorida (tenga o no fiebre),
pueden darle paracetamol a 10 mg/kg/dosis.
e. Va a ser necesario administrarle paracetamol como profilaxis cuando se le apliquen las vacunas
correspondientes al año de vida.
Lecturas recomendadas
• Chiappini E, Venturini E, Remaschi G, et al. 2016 Update of the Italian Pediatric Society Guidelines for
Management of Fever in Children. J Pediatr 2017; 180:177-183.
• National Institute for Health and Care Excelence. Fever in under 5s: assessment and initial
management. Clinical Guideline. Updated 2017. Consultada el 26-12-2018 en: https://www.nice.org.
uk/guidance/cg160.
• Sullivan JE, Farrar HC, Sección de Farmacología Clínica y Terapéutica y Comité de Drogas de la
Academia Americana de Pediatría. Pediatrics 2011; 127:180-187.
• Schulert GS, Grom AA. Fever and the inflammatory response. En: Long SS, Prober GC, Fischer M.
Principles and Practice of Pediatric Infectious Diseases. Elsevier, 5° Edición. Estados Unidos, 2018,
pág. 93-97.
• Asociación Española de Pediatría. Fiebre: ¿Qué hacer cuando el niño tiene fiebre? 2014. Consultada
el 26-12-2018 en: https://enfamilia.aeped.es/temas-salud/que-hacer-cuando-nino-tiene-fiebre.
2. D. No es necesario administrar ningún antitérmico junto con las vacunas. En el caso de que horas
después de su aplicación Josefina no se sienta bien, esté molesta o dolorida (tenga o no fiebre), pue-
den darle paracetamol a 10 mg/kg/dosis.
No es aconsejable la administración rutinaria de antitérmicos como profilaxis previa o en simultáneo
a la vacunación para prevenir la aparición de fiebre. Por un lado, esta práctica favorece la “fobia a la
fiebre”: la mayoría de las veces los niños no presentan fiebre y malestar luego de ser vacunados y no
necesitan medicación alguna. Además, algunos estudios muestran una menor respuesta de anticuer-
pos frente a antígenos vacunales al administrarse un antitérmico como profilaxis (Prymula R et al.,
Lancet 2009; Wysocki J et al., Vaccine 2017).