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Una vez fuera de peligro, Azul pidió a su salvadora un consejo.
—¿Y ahora qué haré?
La cigarra, sonriéndole, cogió la guitarra y le cantó:
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Azul continuó oyendo el eco de la melodía en su interior. De pronto, supo
qué era lo que más deseaba:
—Quiero que mis compañeras dejen de ver en blanco y negro. Les enseñaré
a ver los colores con la imaginación. Debo regresar al hormiguero.
—¿¡Estás loca o una larva de avispa parásito te ha comido el cerebro!?
Tú tienes que ir…
Azul, actuando como si Poema fuese invisible y muda, se puso a cantar:
—No preguntes a nadie, pregúntate a ti. La respuesta que buscas vive
dentro de ti.
—Vale, vale. Entendí el mensaje, me estoy contradiciendo. Es cierto que
debes dejarte guiar por tu corazón, pero usa la inteligencia para alumbrar
el camino. Si las hormigas soldado te encuentran, te matarán.
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Azul no respondió. Aunque esas dos últimas palabras, “te matarán”,
le entraron por un oído… y no salieron por el otro. Se quedaron dando
vueltas, removiéndole las emociones, alborotando su tranquilidad.
—¿Estás preocupada? —preguntó Poema, ya despreocupada.
—Ssssí. Tengo un poco de miedo —contestó Azul, extrañada por
el repentino cambio de ánimo de su amiga.
—Un poco de miedo viene bien para agudizar la inteligencia. Estarás
más alerta. ¿Todavía quieres regresar a tu hormiguero?
—Ssssí, sí, ¡infinitamente sí!
—Excelente. No hay valentía sin miedo. ¡Iré contigo!
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Pero antes necesitaban recuperar fuerzas. “Comer”, “dormir” y después
partir.
—Espera. Necesitamos un plan.
Sumaron sus propuestas, quitando eso y agregando aquello. Convencidas
de haber ideado un plan perfecto, elevaron sus voces: “¡Nadie nos verá
llegar!”.
Efectivamente, nadie las vio llegar porque las descubrieron antes de que
se pusieran en marcha.
Las hormigas soldado, que sobrevolaban la zona con la ayuda de las
princesas del hormiguero, fueron alertadas por un ruido lejano que atrajo
su atención. Aquel ruido no fue el crujido de una rama ni el eructo de
un jabalí, sino el grito alegre de dos voces que afirmaron: “¡Nadie nos
verá llegar!”.
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La hormiga Reina planea desatar una gran guerra para acabar con todos los insectos que
conozcan los colores, y así beneficiarse de la ignorancia del resto. Azul, acompañada de
Poema y de su nueva amiga Esperanza, regresará al hormiguero con dos fines entrelazados:
mantener la paz y enseñarles a las obreras a apreciar la belleza. Cada hormiga que consiga
ver más allá del blanco y negro será un miembro menos del ejército imperial.
Poema Azul