Está en la página 1de 2

Turismo de distracción o de abominación

El tanatorurismo o turismo oscuro se centra en visitar sitios asociados con muerte, desastre
y tragedia. Muchos de estos lugares no solo cobran importancia por su relación con
fallecimientos y el sufrimiento; sino también por su valor histórico, basándose en varias
ocasiones en la parte negativa de la vida, pero no por ello es menos interesante.

Por Aylén Pszonka

En varios destinos los turistas ponen en riesgo sus vidas.

Lugares llenos de misterio, cementerios o campos de concentración se convierten así en


lugares turísticos predilectos. Desde ciudades radiactivas, zonas en guerra o castillos
embrujados son algunos de los destinos elegidos por los amantes del turismo del dolor.

Actualmente se visibiliza otro tipo de turismo que no quiere ir a una playa paradisíaca o ver
obras de arte en un museo. Las practicas del tanatoturismo están documentadas por series
y por el propio “boca en boca” (rumores) de la gente, pero siempre existieron y fueron
tomadas como tabú. El periodista David Farriel en la serie documental de Netflix Dark Touris
muestra cómo es vacacionar donde otros han sufrido. Si bien ya existe un turismo de
aventura que requiere de mucho esfuerzo físico, como subir montañas hasta realizar rafting
en un río caudaloso, en la actualidad, el viajero busca nuevos destinos, de esta manera se
destacó el tanatoturismo que se propago desde paseos turísticos en la cárcel de Pablo
Escobar, el último recorrido del presidente estadounidense Kennedy antes de ser
asesinado, hasta desastres ambientales producidos por el hombre de Hiroshima en Japón y
Chernobyl en Ucrania.
Detrás de estas actividades se esconde el lucro, pero la realidad es que no existiría el
comercio sino hubiese gente a la que le interesara pagar por ello. El foco está en el propio
consumismo de las personas. Los recorridos extraños, oscuros (hasta desagradables para
algunos) son un fetiche más del mismo consumo. El turismo negro es visto como otra forma
de explotación económica y está claro que los empresarios pueden utilizar las reacciones
emocionales de los visitantes para generar ganancias.

A las personas que visitan los extraños recorridos los moviliza sacarse una selfie en lugares
impensados, le encuentran el encanto en mostrar su vida, tanto como lo hacemos cada uno
de nosotros, la diferencia radica en los recursos y gustos que existen en las diferentes
personas.

Aunque parezca extraño, hay gente que elige visitar estos lugares, a pesar de poner en
riesgo su vida y recibir a cambio puro placer y mucha adrenalina. Pensar por qué estas
personas visitan lugares asociados al dolor y la muerte, es una tarea muy difícil y determinar
los efectos morales y sociales del turismo negro aún más. Es notorio que las personas que
practican el tanatoturismo los moviliza la aventura y la adrenalina, pero esa misma
adrenalina que sienten no los deja ver los riesgos que están corriendo como por ejemplo
exponerse a una altísima radiación. Saber por qué lo siguen haciendo es imposible, hay
visitantes más arriesgados que otros, algunos reaccionan tarde ante el peligro, pero lo que
tienen todos en común es que no se les cruzaría por la cabeza irse sin haberse tomado una
foto.

Más allá que a muchos les parezca un horror la forma en la que actúan las personas que
realizan estos viajes “oscuros” no es muy diferente a la que podemos tener cualquiera de
nosotros. Miles de turistas reaccionan igual, sacan fotos y las publican instantáneamente,
no buscan que hay mas allá, no les interesa la historia que tiene cada destino, así sucedió
con el incendio en Notre Dame de Paris en esos momentos las personas que tuvieron la
suerte de conocerla viralizaron sus selfies y no tuvieron en cuenta la pieza histórica que se
perdió ese día.

En verdad lo que nos diferencia unos de otros es el contexto, no hay forma de que sea más
correcta una selfie en Notre Dame después de su incendio, que una foto en la soledad de
Chernobyl, las dos imágenes son durísimas, pero de igual manera pertenecen a una misma
realidad.

También podría gustarte