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Comentario de texto G.

Zarlino

Llegados al Renacimiento, el pensamiento musical sufre una revolución;


donde ahora el hombre y su creación cobran importancia, y donde el saber, las
ciencias y el conocimiento, aparte de las enseñanzas religiosas, cobran auge.
Es en medio de este caldo de cultivo intelectual que Gioseffo Zarlino (s. XVI),
monje franciscano, maestro de capilla y teórico musical italiano, siente una
profunda preocupación por la música.
El fragmento que nos ocupa se ubica casi con total seguridad en su obra
más prestigiosa: “Le instituzioni harmoniche”1, y más concretamente, podría
situarse a modo de prólogo o introducción de su libro, ya que hace una
disertación, como un pensamiento en voz alta, partiendo, a modo de
presentación, de lo que Dios ha dado al hombre, la voz, para expresar los
pensamientos de su alma (teoría de los afectos, heredera de la del Ethos),
contribuyendo al desarrollo humano, y a esto el lenguaje, junto con la armonía
y el ritmo, aportan placer a nuestra alma (música como lenguaje).
Vemos que Zarlino es heredero de todo el pensamiento musical que le
precede: si bien, desde Pitágoras y la Harmonía de las Esferas, se entiende que
la música es algo metafísico que el hombre aprehende de forma intelectual, él,
como sacerdote católico, afirma este arte como don y gracia divina, no sólo con
el que alabar a Dios, sino también como deleite del hombre, más en sintonía
con el pensamiento coetáneo (ahora la música también está para el placer).
Su introducción perfila bien su pensamiento, justo antes de entrar en una
reflexión de la situación por la que estaba atravesando la Música en aquel
momento, que al contrario que en tiempos pasados era cuidada y venerada,
ahora está infravalorada y no se estudia. Una vez más, Zarlino atribuye a Dios la
provisión e intervención divina, a través del músico Adriano Willaert, un genio de
la música práctica2, que va cobrando importancia ahora, donde no sólo la parte
intelectual de la música es relevante, sino también la sensorial; a este autor, le
atribuye el mérito de rescatar a la maltratada música renacentista con los
ejemplos de sus composiciones.
Ahora bien, toda esta divagación que parte del don que Dios nos ha dado,
cómo hemos tratado este regalo divino y el rescate que hace Willaert de él, es
tan sólo una excusa para que Zarlino pueda justificar el propósito de la obra que
él estaba escribiendo, y que veía necesaria para que la música retomase su lugar
no sólo entre compositores y músicos, sino también en la sociedad; para ello
explica que no sólo recoge cosas antiguas3, a las que él califica de buenas, sino
que también se atreve con hacer aportaciones de cosas nuevas.
Algo también destacable es que en su escrito especifica que abarca tanto
la música teórica como la práctica, demostrando la importancia que para él tenía
ambos aspectos de este arte, al que también denomina “ciencia”, y en un alarde
de orgullo presenta su obra como imprescindible para los “buenos músicos”,
profesión antes desdeñada y ahora apreciada, para que tengan una formación
completa.

1
“me he tomado la molestia de escribir estas Instituciones”
2
“al modo de un nuevo Pitágoras, examinando…”
3
“recojo muchas cosas buenas de los antiguos, pero también añado algunas nuevas”

María Díaz Maresco

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