Está en la página 1de 2

ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una
reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que
renunciar. ¿La causa? ¡Hacia demasiado ruido! Y, además, se pasaba el
tiempo golpeando.
El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el
tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión
de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones
con las demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro,
que siempre se lo pasaba midiendo a los demás según su medida, como si
fuera el único perfecto.
En esto entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el
martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se
convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la
deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo:
“Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el
carpintero trabaja con nuestras cualidades, puesto que cada uno tiene
también las suyas. Eso es lo que nos hace valiosos como herramientas. Así
que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentremos en la
utilidad de nuestros puntos buenos”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y
daba firmeza y solidez, la lija era especial para finar y limar asperezas, y
observaron que el metro era preciso y exacto y ayudaba a que todo encajase
bien.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se
sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.
LA IGLESIA CUERPO DE CRISTO

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos
los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo
cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos
bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a
todos se nos dio a beber del mismo Espíritu.
Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si el pie dijera:
Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo. Y si el oído dijera: porque
no soy ojo, no soy parte del cuerpo, no por eso deja de ser parte del
cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del olfato? Ahora bien, Dios
ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó. Y si
todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo?
Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo. Y el ojo no
puede decir a la mano: No te necesito. Por el contrario, la verdad es que
los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más
necesarios; y las partes del cuerpo que estimamos menos honrosas, a
estas las vestimos con más honras; de manera que las partes que
consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso, ya que nuestras
partes presentables no lo necesitan. Más así formó Dios el cuerpo, dando
mayor honra a la parte que carecí de ella, a fin de que en el cuerpo no
haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por
otros. Y si un miembro sufre con él, y si un miembro es honrado, todos los
miembros se regocijan con él. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de
Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él.

También podría gustarte