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¿Cómo se toman las decisiones? Modelos y sesgos.

José Luis Domínguez Figueirido

A. Introducción
La toma de decisiones es un proceso que se aplica a situaciones cotidianas de
la vida.

Desde las decisiones importantes a las menores, todas presentan


características comunes en cuanto al modo y las etapas en que se desarrollan
y los factores que influyen en que su resultado sea óptimo o, por el contrario,
de lugar a errores.

Como en otros aspectos centrales del pensamiento, existe un modelo


normativo que establece los criterios para adoptar una decisión óptima. Debe
resaltarse que el modelo normativo no se ajusta a la actuación real de los
sujetos, produciéndose en la realidad errores sistemáticos que son estudiados
por los denominados los modelos descriptivos.

La toma de decisiones a diferencia del juicio probabilístico (lógico-estadístico)


es un proceso que va más allá de la mera evaluación de las alternativas
posibles, pudiendo considerarse esta como un paso previo (etapa
predecisonal) a la elección de una alternativa concreta, ya que para realizar
dicha elección el sujeto toma en cuenta también otros factores como las
consecuencias de su elección.

También debe tenerse en cuenta que, en ocasiones, la decisión no implica la


realización de un juicio previo, debido a la sencillez de la tarea.

B. Planteamiento general
El proceso de toma de decisiones incluye las siguientes etapas:

1) Planteamiento de la decisión:

El sujeto parte de los objetivos propios implicados en la decisión. Los objetivos


de la elección determinan las alternativas que va a tener en cuenta.

El planteamiento de la decisión está influido por el tipo de cuestiones prácticas


que nos planteamos y, por tanto, por las metas que pretenda conseguir el
sujeto que toma la decisión a corto y largo plazo.

(Ej.: no es lo mismo elegir realizar un comportamiento delictivo X de manera ocasional


que decidir iniciar una carrera delictiva vinculándose a una organización delictiva)

De aquí parte la primera contradicción que suele encontrarse en los trabajos


experimentales entre las metas del experimentador que observa cómo se
decide y las del sujeto que debe tomar la decisión: mientras que el
experimentador asume que la mejor decisión es aquella que da mejores
resultados a largo plazo, los sujetos suelen asumir metas a corto plazo. Por
lo común, el sujeto trata de obtener los mejores resultados posibles en el
siguiente ensayo/prueba que deba realizar en el futuro y, sin embargo, el

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experimentador valora como óptima aquella estrategia que tras un número


elevado de ensayos produce mejor cómputo de resultados.

La insensibilidad a las metas reales del sujeto, ha sido la fuente fundamental de


críticas realizadas a los modelos normativos, ya que los errores observados
en las tareas propuestas en el seno de este modelo, no pueden
considerarse tales adoptando la óptica del sujeto (desde su perspectiva
puede que siga siendo una decisión racional).

2) Generación de alternativas:

En la práctica, los sujetos no consideran todas las alternativas posibles, sino


que se dejan guiar por sus conocimientos actuales (en el momento en que
realiza la decisión), sus valores, así como por los factores socioculturales
(del entorno) que considera influyentes (por ejemplo, la posibilidad de salir
indemne del delito por falta de vigilancia).

En general, la preselección de alternativas se realiza por la accesibilidad de la


información que lleva a ellas, bien sea por ser consonante con los valores y
creencias del sujeto, o por estar influidas por factores sociales o culturales.

3) Evaluación de las alternativas:

Dos son las valoraciones que realizan los sujetos con respecto a las
alternativas seleccionadas:

1. De un lado se evalúa la probabilidad de ocurrencia de cada alternativa.

En este juicio probabilístico es frecuente que se produzcan sesgos y errores


[ver apartado F de este texto] . Por tanto, la manera en que el sujeto se
representa una alternativa (representatividad de la misma) puede sesgar la
decisión en su favor sin que haya valorado adecuadamente las demás
alternativas (p. ej. la citada falta de vigilancia en el entorno donde se piensa
actuar no era tal).

El sesgo heurístico de accesibilidad, por ejemplo, encamina la decisión a


favor de una solución más fácil de recordar por sobresalir en la valoración.

 Cuanto más accesible sea el suceso, más probable nos parecerá, cuanto más
reciente la información, será más fácil de recordar, y cuanto más evidente,
menos aleatorio parecerá.

El principio de Pollyanna (protagonista novelesco que siempre encontraba


una razón para ser feliz), por poner otro ejemplo, se aplica sobre la toma de
decisiones asignando mayor probabilidad a las alternativas más deseables.

Como último ejemplo, el sesgo de perspectiva (una vez conocido el


desenlace creer que no podía haber sucedido de otra manera) o el de
sobreconfianza en el juicio emitido, también pueden alterar la estimación de
probabilidades.

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En la realidad se observa que estos sesgos sólo son corregidos por los
sujetos en base a la experiencia personal o a conocimiento adquiridos
por el sujeto en base a otros sujetos que considere confiables o
relevantes. Los incentivos (p.ej. la promesa de un mejor resultado o un premio
económico) no suelen mejorar el proceso decisorio de los sujetos, lo cual
demuestra que en ellos no interviene la intencionalidad sino la práctica que se
ha experimentado.

2. De otro lado se evalúan las consecuencias derivadas de la elección de


cada alternativa, que son tomadas en consideración en términos de ganancias
y pérdidas estimadas para cada opción (costes/beneficios).

La estimación de consecuencias se ha estudiado en base a tres tipos de


modelos:

1. Modelos de riesgo con un solo atributo : son modelos simples en los que
existe tan sólo un aspecto a evaluar por cada alternativa (ganar o
perder) y un coste o un beneficio económico consecuente a la elección.
(Es lo que sucede, por ejemplo, en los juegos de azar)
2. Modelos de riesgo multiatributo: en este caso cada alternativa tiene
varios atributos que evaluar, con distinta probabilidad y consecuencias
asociadas. Estos modelos son complicados de evaluar, requieren
niveles de expertise o pericia (profesionalidad de la conducta delictiva,
p.ej.) que para establecer cuál sería la solución correcta. (Ej. en el
ámbito de la salud: valoración de los beneficios y costos de la
vacunación contra una enfermedad grave pero infrecuente).
3. Modelos sin riesgo: hay situaciones en las que el sujeto tiene que
realizar una elección sin riesgos (sin pérdida económica o material) ya
que la elección de una alternativa lleva consigo una consecuencia
segura. Pero aún en estos casos el individuo debe evaluar si la
consecuencia es beneficiosa o no (qué cualidad tiene para él) y la
importancia relativa para sí mismo, de dicha consecuencia (grado de
beneficio y de costo). (Ej. elegir un puesto de trabajo que lleva asociadas
unas condiciones explícitas – así, trabajar en un centro de trabajo
ubicado en otra ciudad -: qué consecuencias tienen esas condiciones).

C. Los modelos normativos de toma de decisiones


Una vez la persona dispone de toda la información el individuo pasa a elegir la
alternativa que ofrezca mejores resultados.

Para valorar si la decisión tomada por un sujeto ‘es correcta’ los denominados
modelos normativos tratan de definir cuáles son las elecciones óptimas
asumiendo que los objetivos a largo plazo son los que producen los mejores
resultados. (Por tanto, que un modelo se denomine como normativo, hay que
insistir en ello, no significa que se refiera al aprendizaje de normas jurídicas o
sociales, ni a la incidencia de éstas en la toma de decisiones, sino a un ideal de
cómo se debería elegir).

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Además, las tareas que se suelen proponer para contrastar la actuación de los
sujetos son muy sencillas, con dos alternativas de las que se conoce su
probabilidad de ocurrencia y la ganancia o pérdida a que dan lugar. Los
primeros modelos normativos que se elaboran son estadísticos y surgen de la
combinación del valor de la probabilidad y el valor de la alternativa. Su
utilidad en nuestro campo criminológico consistiría en visualizar los elementos
que ha tomado en cuenta el sujeto activo a la hora de decantarse hacia la
acción delictiva.

1. Modelos normativos basados en la Teoría de la utilidad

Teoría de la utilidad esperada (Bernouilli): Los primeros modelos


normativos que se elaboraron son estadísticos, se derivan de la Teoría
Clásica de la Probabilidad y se basan en el valor objetivo de cada
alternativa.

Así, por ejemplo, si conocemos que la probabilidad de que salga cara o cruz al
lanzar una moneda es de 0,5 y asociamos a cada resultado una ganancia
(ganar 1€ si acertamos y perder 50 céntimos si erramos), podremos calcular el
valor esperado de un resultado para un nº determinado de jugadas (siempre a
largo plazo). En este juego la ganancia (valor esperado) sería de 25 céntimos
en cada tirada, si se realizan un nº de100 jugadas.

Ahora bien, en la práctica las alternativas no tienen exclusivamente un


valor objetivo, sino que el sujeto les atribuye un valor subjetivo
dependiendo de sus preferencias, expectativas y metas (ello ocurre
incluso en el caso de que el valor de la alternativa este prefijado como
en el anterior ejemplo, ya que no es lo mismo perder 50 céntimos si se
es rico o si no se tiene nada).

Por este motivo, en elaboraciones posteriores del modelo se sustituyó el


concepto de valor esperado por el de utilidad esperada: los sujetos
evalúan la probabilidad de ocurrencia de una alternativa y ‘le asignan
una puntuación’ en función de su utilidad (que puede ser material o
simbólica) en una situación concreta. El modelo normativo incluye de
esta manera tanto la probabilidad objetiva como el valor subjetivo
atribuido por el sujeto a cada resultado.

Desde esta perspectiva, una elección es correcta cuando consiste en la


alternativa que maximice la utilidad esperada (alternativa que permite
obtener la máxima utilidad).

Para llegar a estas conclusiones el modelo asume los siguientes


supuestos:

 que las personas están informadas de todas las alternativas


existentes y de sus posibles consecuencias,
 y que son capaces de ordenar las alternativas y que son
racionales a la hora de elegir la más útil (la que maximiza la
utilidad).

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Sin embargo, esta forma de afrontar el modelo no ofrece una explicación


de cómo se maximiza la utilidad de cada alternativa, es decir, sobre qué
factores inciden en que se considere la alternativa X como la más útil.

Moderna teoría de la utilidad (Neuman y Morgenstern, 1947): para tratar


de justificar las decisiones aisladas, esta teoría parte de seis axiomas (o
principios no discutibles) que determinan cuál sería el modo correcto
de ordenar las alternativas y por tanto de maximizar la utilidad esperada,
teniendo en cuenta las probabilidades objetivas.

Los más importantes son:

 el orden de preferencias de las alternativas ha de satisfacer las


reglas lógicas (por ejemplo, la de transitividad: si A>B, y B>C,
entonces A>C)
 las preferencias dependen de los resultados y no del
procedimiento seguido para alcanzarlos o del modo de presentar
las alternativas. Su orden no determina la preferencia (principio de
invarianza)
 si un resultado es preferido a otro, también será preferido a la
conjunción, con cierta probabilidad, de ambos.

Aplicando estos axiomas los sujetos ordenan las alternativas y, de esta


manera, pueden maximizar la utilidad de cada una de ellas. El principio
general del modelo se puede resumir así:

 La utilidad esperada de una alternativa es la suma de la utilidad


de cada uno de sus resultados multiplicados por su probabilidad
de ocurrencia.
 Es decir, la utilidad global de una alternativa está determinada
por la utilidad de sus componentes

El problema que presenta esta versión es que, como ocurría con el


modelo anterior, las probabilidades objetivas no siempre pueden
determinarse.

2. Modelos normativos basados en la Teoría de la utilidad


subjetiva esperada (Savage, 1954)

Esta teoría constituye el primer intento psicológico de explicar cómo se


toman realmente las decisiones, no como deberían tomarse. En ella
se sustituye la probabilidad objetiva por una probabilidad subjetiva: no
sólo se considera que el valor de la alternativa está influido por las
opiniones y creencias del sujeto, sino que es la propia probabilidad la
que depende de estas opiniones y creencias del sujeto. Pero aún
así, defiende que las probabilidades subjetivas deberían de cumplir
todas las leyes de la probabilidad y, exige, además, que se cumpla del
principio del “aspecto cierto”: la elección entre dos alternativas que

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comparten un mismo resultado se realiza en función de los aspectos no


comunes que haya entre ellas, es decir, rechazando el resultado seguro
y decidiendo en base a los resultados diferentes.

Los experimentos que se realizaron en materia de toma de decisiones


demostraron que las leyes lógicas no se cumplían en la actuación real
de los sujetos a la hora de tomar decisiones. Los sujetos no realizan sus
juicios probabilísticos basándose en las leyes de la probabilidad, sino
utilizando heurísticos (sesgos). Tampoco asignan valor a las alternativas
aplicando los axiomas lógicos, sino que la elección de los sujetos
depende de cómo se presenta el problema (lo cual es contrario al
principio de invarianza: el modo de presentación de una tarea no debería
condicionar la elección de las alternativas). También se observó que en
la elección influyen factores culturales.

Por ejemplo, si planteamos una elección desde la perspectiva del riesgo


que conllevan las alternativas, los sujetos muestran preferencia por la
alternativa cierta (sin riesgo de pérdida) y sólo se decantan por el riesgo
de ganancia si las ganancias no son considerables. Sin embargo, a
medida que aumentan las ganancias, los sujetos vuelven a mostrar su
preferencia por la posibilidad cierta (aversión al riesgo). Curiosamente,
cuando se presenta el mismo problema en términos de cantidades
perdidas los sujetos no muestran la misma aversión al riesgo. Prefieren
la alternativa cierta cuando se les ofrece una ganancia y arriesgarse
cuando se encuentran ante pérdidas de la misma magnitud.

La conclusión a la que se llegó fue que las teorías de la utilidad no eran


válidas ni desde un punto de vista normativo (lo que lo sujetos deben
elegir), ni tampoco descriptivo (cómo eligen realmente).

D. Perspectiva descriptiva de la toma de


decisiones
La perspectiva descriptiva trata de reflejar la estrategia seguida por el sujeto en
su elección siguiendo también modelos matemáticos, en algunos casos, pero
con variables más subjetivas.

Teoría de la perspectiva (Kahneman y Teversky, 1979). Parte de una función


matemática lineal, al igual que los modelos formales, pero introduce otras
variables como la perspectiva de la persona que toma la decisión (marco de
referencia) y el contexto en que esta se produce.

El proceso de toma de decisiones se desarrollaría en dos fases:

1. Fase preliminar de revisión de las alternativas y representación


simplificada de las mismas.  En esta fase se aplican operaciones de

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codificación que están influidas por la formulación del problema y las


expectativas de las personas:
o combinación de las probabilidades asociadas a resultados
idénticos
o segregación de los aspectos ciertos y los que mantienen el riesgo
o cancelación de los componentes compartidos por las distintas
alternativas
o simplificación de las alternativas eliminando aquellas muy
improbables.
2. Fase de evaluación y elección de la alternativa con más valor. Se
considera la probabilidad y el valor subjetivo del resultado.

El elemento central de esta teoría es el modo en que define la estimación del


valor subjetivo de una alternativa como los cambios en riqueza o
bienestar que se derivan de su elección. Así, el valor global de una
alternativa viene determinado por la posición inicial y la magnitud del cambio
esperado. Los sujetos puedan percibir como pérdida una ganancia inferior a la
esperada, ya que el cambio en riqueza o bienestar es menor al previsto.

Esta teoría puede aplicarse a elecciones en las que los atributos sean ganar o
perder una cantidad económica, pero es insuficiente cuando el sujeto debe
valorar otro tipo de propiedades inmateriales. En cualquier caso, tiene como
punto positivo tener tanto el marco de referencia como las expectativas de las
personas que toman la decisión para poder calibrar la ganancia percibida.

Teoría portafolio en las decisiones que suponen un riesgo (Coombs, 1975)

Esta teoría añade como novedad el considerar al riesgo percibido de cada


alternativa como un determinante de la elección. La preferencia del sujeto
está en función de dos variables: el valor esperado y el riesgo percibido;
ante dos alternativas con igual valor esperado los sujetos elegirían, de
entrada, aquella que menor riesgo comportase. Sin embargo, no siempre
puede afirmarse que los sujetos se decanten por la alternativa con menor
riesgo. En ocasiones, los sujetos deciden la alternativa que ofrece una
mayor ganancia.

Esto sucede porque cada persona tiene un nivel óptimo de tensión entre el
riesgo que está dispuesto a asumir y la ganancia que desea conseguir,
de modo que no siempre los sujetos están obligados a elegir la alternativa de
menor riesgo.

Visto así, la decisión se tomaría según un continuo en el que el valor mínimo


estaría ocupado por el umbral mínimo de ganancias (por debajo de él el sujeto
no toma la decisión porque la ganancia es irrelevante), mientras que el valor
máximo está ocupado por el umbral máximo de riesgo que el sujeto está
dispuesto a asumir. Para que una decisión sea aceptable, deberá
sobrepasar el umbral de ganancias y no exceder el umbral de riesgo. Es
en la zona intermedia del continuo (un margen que es calculable o, como
mínimo, definible) en donde se producen las decisiones aceptables.

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Reglas y estrategias en situaciones multiatributos y sin riesgo

En la vida diaria es frecuente que las alternativas sobre las que se ha de tomar
una decisión comporten automáticamente una consecuencia (elección sin
riesgo) y tengan muchos atributos a valorar. Diversas explicaciones teóricas
señalan que en estos casos debe renunciarse a una explicación basada en
modelos matemáticos lineales.

En el marco del concepto de racionalidad restringida (Simons), estas teorías


defienden que el sujeto construye modelos simplificados de los
problemas, dado que no puede manejar en su memoria operativa todas las
alternativas existentes con sus respectivos atributos y consecuencias (no
puede ‘procesar toda la información’).

En este marco decisorio, el individuo aplica el principio de satisfacción (no


el de maximización) y las alternativas se clasifican como satisfactorias o
no, en relación a cada uno de los atributos relevantes considerados. Desde
esta perspectiva no es necesario, pues, explorar detalladamente cada
alternativa, ni evaluar globalmente su utilidad. En todo caso, la observación de
los sujetos sí puede identificar ciertas estrategias y reglas que estos
utilizan para simplificar las alternativas y elegir entre ellas.

Reglas básicas descritas:

 Eliminar cualquier alternativa que no sobrepasase un umbral de


satisfacción en alguno de los atributos. (Regla conjuntiva: p.ej. descartar
un delito que produzca un resultado demasiado bajo).
 Seleccionar cualquier alternativa que sobrepasara un criterio, al menos,
en la dimensión más importante (Regla disyuntiva: p.ej. escoger una
actividad delictiva en que pueda ser reconocido en mi status delictivo por
mis habilidades o en la que no necesito de otros para actuar)
 Seleccionar la alternativa superior en la dimensión considerada más
importante (Regla lexicográfica: p.ej. si la prioridad es que la actividad
delictiva no comporte riesgos de detección se elegiría la alternativa que
más puntuase en esta dimensión ignorando el resto de los atributos y,
en caso de empate, se pasaría a evaluar la siguiente dimensión en
importancia).
 En ocasiones el sujeto decide mediante un proceso de eliminación
sucesiva de alternativas a partir de sus valores en los distintos atributos
(Modelo de eliminación por aspectos, Tversky, 1972). Por ejemplo, para
realizar un robo, se van eliminando establecimientos en los que se cree
que habrá poca caja, que presenten ciertas medidas de seguridad o que
se ubiquen en zonas demasiado visibles.

Estas reglas pueden ser aplicadas mediante criterios correctores: así, reglas
compensatorias (que equilibran una puntuación baja de una alternativa en
una determinada dimensión mediante una puntuación alta en otra distinta,
después de evaluar cada alternativa con todas sus dimensiones) o no
compensatorias/dimensionales (que hacen ver que la fuerza de una

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dimensión es tal – p.ej. ubicación discreta del establecimiento – que no


puede compensar la presencia o debilidad de otra).

En general, los sujetos no utilizan una sola regla, sino que las alternan
siguiendo estrategias adecuadas a cada caso. El tipo de tarea a la que
se refiere la decisión y el contexto de la misma influyen en el uso de
una estrategia u otra. El proceso más común es el de utilizar cadenas de
reglas descartando primero alternativas para luego efectuar evaluaciones
más detalladas de las que quedan.

Teoría de los modelos mentales

Esta perspectiva puede aplicarse a elecciones con o sin riesgo y en situaciones


multiatributo o con un solo atributo.

Sostiene que las personas generan las alternativas a partir de los modelos
mentales construidos y estos, a su vez, están determinados por el tipo de
instrucciones y la información proporcionada. La información explícita da lugar
a modelos explícitos, y por tanto a alternativas exhaustivamente representadas
que son las que se eligen. Por el contrario, si la información está menos
focalizada y se genera un modelo implícito la opción puede cambiar.

Desde esta perspectiva, es frecuente que los sujetos llamados a decidir no


evalúan detalladamente las alternativas, ni tampoco su utilidad. En aquellas
situaciones en las que dispone de modelos igualmente sobresalientes o
resaltados, eligen la alternativa cuyo modelo sea más atractivo basándose
quizá en un solo atributo.

Sin embargo, las personas dicen tomar las decisiones en distintas etapas,
eliminando primero las alternativas más arriesgadas y realizando después
intercambios compensatorios para equilibrar el riesgo y la ganancia, lo cual habla a
favor de los enfoques más globales (Modelo de eliminación por aspectos o
Modelos Mentales) y en contra de los modelos formales (Teoría de la Utilidad).

E. Aspectos colaterales
Existen otras variables influyen en la toma de decisiones, aunque no forman
parte del proceso inicial de la misma, ya que tienen lugar después de realizada
la elección y, en todo caso, influyen en una decisión futura. Es el caso de la
disonancia cognitiva (L. Festinger, “Theory of Cognitive Dissonance": 1957)

El significado de la disonancia cognitiva se refiere a la tensión, malestar o


incomodidad que percibimos cuando mantenemos dos ideas o dos
metas/objetivos contradictorios o incompatibles, o cuando nuestras
creencias no están en armonía con nuestra conducta, con lo que
hacemos.

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Esta tensión interna o disonancia nos hace ser conscientes de la necesidad de


resolver dicho conflicto para vivir con mayor integridad, así pues, intentaremos
reducir la disonancia que experimentamos. Para ello, la persona tiene varias
alternativas:

 Cambiar la conducta
 Alterar el ambiente, pensamientos o creencias previas
 Añadir nuevas informaciones, ideas, argumentos o conocimientos que
encajen mejor (justificarse)

Es muy importante destacar que la disonancia cognitiva solo se produce


cuando los sujetos tienen libertad de elección al realizar la conducta. Nunca se
producirá disonancia cognitiva si la persona se siente obligada o forzada a
hacer algo en contra de su voluntad.

Ejemplo de situación/conducta: persona fumadora que está intentando


dejar de fumar y aun sabiendo perfectamente que es dañino para la
salud, y que existe riesgo de retomar la adicción, vuelve a fumar un par
de cigarrillos.
Consecuencia: puede darse el caso de que en vez de cambiar la
conducta y dejar el tabaco, la persona intente justificar el acto y así
reducir la ansiedad que provoca la disonancia, cambiando sus ideas y
buscando autojustificaciones del tipo: “total, de algo hay que morir”, “de
qué sirve vivir mucho si no se puede disfrutar de la vida”,  “mira Fulanito,
toda la vida fumando y está como una rosa’’, etc.

Hay una línea muy fina entre la mentira y la disonancia cognitiva. Algunos
estudios (L. Festinger y J. M. Carlsmith) demostraron que la mente de las
personas mentirosas resuelve la disonancia cognitiva “aceptando la mentira
como una verdad”, esto es, ciertos sujetos terminan creyéndose la mentira
(autoengaño), dando por cierto aquello que dicen o hacen con el fin de aplacar
esa tensión interna. De hecho, comprobaron que cuando los sujetos tienen
poca motivación extrínseca o externa para justificar un comportamiento que va
en contra de sus actitudes o creencias, tienden a cambiar de opinión para
racionalizar sus acciones. Por tanto, si no hay ninguna causa externa que exija
al sujeto que justifique el comportamiento, es más fácil que cambie de
creencias o actitudes. También puede haber causas externas que conduzcan al
sujeto, sin obligarlo, a la disonancia y, en consecuencia, a una respuesta al
mismo.

Cuando se produce una situación que provoca la disonancia, el rol


desempeñado por la persona determina el criterio de utilidad empleado y la
situación anímica del sujeto influye en la búsqueda de alternativas más
variadas o en la sobrevaloración de los acontecimientos más favorables.

F. Sesgos (o heurísticos) que influyen en las


valoraciones de las personas

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Las persones tenemos que afrontar docenas de decisiones significativas en


nuestro día a día. Cuándo descansar, con quién relacionarnos, cuándo
debemos huir y cuándo no, qué significado tiene un estímulo visual...
Afrontamos pequeños dilemas cotidianos que tienen consecuencias
pragmáticas como la consecuencia inevitable de vivir en entornos complejos.
Además, la configuración de las sociedades modernas multiplica la exigencia
de estas elecciones, transformándose en ‘oleadas masivas’ de cuestiones que
requieren nuestra atención.

En psicología, un heurístico (un sesgo) es una regla que se sigue de


manera inconsciente para reformular un problema planteado y
transformarlo en uno más simple que pueda ser resuelto fácilmente, de
manera casi automática, ahorrando esfuerzo y el estrés consiguiente. La
existencia de un heurístico hace posible una respuesta rápida y cómoda a una
pregunta compleja y, por ello, permite renuncia a la pretensión de dedicar
tiempo y recursos a buscar la respuesta más exacta. Estos atajos mentales son
una especie de mal menor que se utiliza ante la imposibilidad de atender a
todos y cada uno de los problemas que deben ser afrontados, teóricamente,
por un estilo de pensamiento despierto y racional. Pero simplificar lo complejo,
esto es, dejarse guiar por sesgos, puede introducir errores de valoración en las
decisiones que tomemos.

A continuación, se enumeran los 25 tipos de sesgos establecidos por la teoría


psicológica:

1. Sesgo de memoria

Todos sabemos que nuestra memoria no es perfecta, se difumina con el tiempo


y fácilmente nos induce a errores inconscientes. Las investigaciones realizadas
revelan que cuando evaluamos recuerdos para poder tomar decisiones
sobre nuestro futuro, a menudo se muestran sesgados por los
acontecimientos que son muy positivos o muy negativos, y es que
tendemos a recordar los hechos insólitos o poco habituales más que
acontecimientos diarios, cotidianos. La cusa es que el cerebro da mucha más
importancia a los fenómenos extraordinarios y no tanta a los usuales,
seguramente debido a la importancia que los extraordinarios tenían en el
aprendizaje que los seres humanos han realizado a lo largo de la evolución.
Como resultado, ese sesgo de nuestra memoria afecta a nuestra capacidad de
predicción en el futuro.

2. Falacia de planificación

Este sesgo se refiere a la tendencia que tenemos a subestimar el tiempo que


tardamos en terminar una tarea. Al parecer tendemos a planear los
proyectos con cierta falta de detalle, mientras que hacerlo al detalle nos
permitiría la estimación correcta de las tareas individuales. La falacia de la
planificación no solo provoca demoras, sino también costos excesivos y
reducción de beneficios debido a estimaciones erróneas.

3. Ilusión de control

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Este sesgo se encuentra detrás de muchas supersticiones y comportamientos


irracionales. Se manifiesta en la tendencia que tenemos a creer que
podemos controlar ciertos acontecimientos, o al menos a influir en ellos.
Es gracias a este pensamiento que los humanos, desde tiempo inmemorial,
creamos rituales y supersticiones que nos aportan cierta seguridad. (Ejemplo:
deportistas que repiten ciertas conductas rituales esperando que mejoren su
rendimiento).

4. Sesgo de apoyo a la elección

En el momento en que elegimos algo tendemos a ver esa elección con un


enfoque más positivo, incluso si dicha elección tiene claros defectos.
Tendemos a optimizar sus virtudes y minimizamos sus defectos.

5. Efecto de percepción ambiental

Aunque nos parezca extraño, el ambiente que nos rodea ejerce una gran
influencia en el comportamiento humano. Un ambiente deteriorado, caótico y
sucio provoca que las personas se comporten de manera menos cívica.

6. Sesgo de disponibilidad

El sesgo o heurístico de disponibilidad es un mecanismo que la mente utiliza


para valorar qué probabilidad hay de que un suceso suceda o no. Cuando más
accesible sea el suceso, más probable nos parecerá, cuanto más reciente
la información, será más fácil de recordar, y cuanto más evidente, menos
aleatorio parecerá.

Este sesgo cognitivo se aplica a muchísimas esferas de nuestra vida. Por


ejemplo, se ha demostrado que doctores que han diagnosticado dos casos
seguidos de una determinada enfermedad no muy usual, creen percibir los
mismos síntomas en el próximo paciente, incluso siendo conscientes de que es
muy poco probable (estadísticamente hablando) diagnosticar tres casos
seguidos con la misma enfermedad.

En el fondo consiste en sobreestimar la importancia de la información


disponible (y extraer por tanto conclusiones erróneas), aunque no sea
completa.

7. El efecto Dunning-Kruger

Consiste en una autopercepción distorsionada, según la cual los individuos


con escasas habilidades o conocimientos tienden a pensar exactamente
lo contrario a lo que otro más preparado/informado sustenta frente a
ellos. Se consideran más inteligentes que otras personas más preparadas,
están en la certeza de que son superiores de alguna forma a los demás,
midiendo así incorrectamente su habilidad por encima de lo real.

Esta distorsión se debe a la inhabilidad cognitiva del sujeto de reconocer su


propia ineptitud (autoestima sobrevalorada de los más incapaces), debido a

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que su habilidad real debilitaría su propia confianza y autoestima. Por el


contrario, los individuos competentes asumen, falsamente, que los otros tienen
una capacidad o conocimiento equivalente o incluso superior al suyo.

8. Efecto halo

En este caso, la percepción de un rasgo/característica de una persona,


objeto o situación es influenciado por la percepción de rasgos anteriores
favorables en una secuencia de interpretaciones.

Por ejemplo, si nos gusta una persona, tendemos a calificarla con


características favorables a pesar de que no siempre disponemos de mucha
información sobre ella; así, pensamos de alguien que es simpático y esto nos
hace presuponer que ya conocemos otras características más específicas
como que también es inteligente.

9. Sesgo del poder corrupto

Consiste en sostener que los individuos con poder son fácilmente


corrompibles o directamente corruptos (o esconden intereses egoístas
ocultos), aunque no tengamos pruebas de ello.

10. Sesgo de proyección

Este sesgo nos habla de la tendencia inconsciente a asumir que los demás
poseen pensamientos, creencias, valores o posturas parecidas a las
nuestras, como si fueran una proyección de nosotros mismos.

11. Efecto del lago Wobegon o efecto mejor que la media

Es la tendencia humana a autodescribirse de manera favorable,


comunicando las bondades de uno mismo y pensar que se encuentra por
encima de la media en inteligencia, astucia u otras cualidades.

12. Sesgo de impacto

Este sesgo se refiere a la tendencia que tenemos a sobreestimar nuestra


reacción emocional, sobrevalorando la duración e intensidad de nuestros
futuros estados emocionales.

Ejemplos: si me abandona mi pareja no lo podré aguantar - cuando los estudios


han demostrado que meses después de que una relación termine las personas
no suelen ser tan infelices como esperaban – o, al contrario, si me toca la
lotería seré el sujeto más feliz del mundo – cuando los estudios demuestran
que las personas a las que les ha tocado con el tiempo vuelven a su grado de
felicidad habitual -.

13. Efecto del falso consenso

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Parecido al antes descrito sesgo de proyección: la mayoría de personas


juzgan que sus propios hábitos, valores y creencias están más
extendidas entre otras personas de lo que realmente están.

14. Heurístico de representatividad

Supone una inferencia que hacemos sobre la probabilidad de que un


estímulo (persona, acción o suceso) pertenezca a una determinada
categoría.

Por ejemplo, si decimos que Álex es un chico joven metódico cuya diversión
principal son los ordenadores, y si a continuación preguntamos si es más
probable que Álex sea estudiante de ingeniería o de humanidades, la mayoría
de la gente tiende a decir que seguramente Álex estudia ingeniería.
Suponemos que estudia ingeniería porque su descripción encaja con un cierto
estereotipo de estudiante de ingeniería. Pero esto pasa por alto hechos como
que los estudiantes de humanidades son mucho más numerosos que los de
ingeniería, por lo que sería mucho más probable encontrar estudiantes de
humanidades que se correspondan con esta descripción.

Este sesgo forma parte del fundamento de ciertos prejuicios sociales. Por
ejemplo, cuando juzgamos la conducta de un miembro de un determinado
colectivo, como los inmigrantes, tendemos muchas veces a basarnos en
estereotipos supuestamente representativos, ignorando datos objetivos de
frecuencia y probabilidad.

15. Defensa de status

Este sesgo se produce cuando una persona que considera que posee cierto
status tiende a negar y a defenderse de cualquier comentario que
cuestione su status.

16. Prejuicio de retrospectiva o recapitulación

Es la tendencia que tenemos a ver los hechos pasados como fenómenos


predecibles. Las personas sesgamos nuestro conocimiento de lo que
realmente ha pasado cuando evaluamos nuestra probabilidad de predicción.

17. Error fundamental de atribución

Se refiere a la tendencia que mostramos a priorizar nuestras dotes


personales para valorar nuestros éxitos y a atribuir a las circunstancias
externas nuestros fracasos. En cambio, cuando se trata de otra persona, la
tendencia es la inversa, atribuimos a la suerte o la ayuda sus éxitos y a
características internas sus fallos.

18. Sesgo de disconformidad

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¿Cómo se toman las decisiones? Modelos y sesgos.
José Luis Domínguez Figueirido

Consiste en hacer una crítica negativa a la información que contradice


nuestras ideas, mientras que aceptamos perfectamente aquella que es
congruente con nuestras creencias o ideologías.

De este modo se produce una percepción selectiva por la cual las personas
perciben lo que quieren en los mensajes de los demás o de los medios de
comunicación. Por lo general las personas tendemos a ver e interpretar las
cosas en función de nuestro marco de referencia. También tenemos más
probabilidades de buscar información favorable a nuestras ideas que de buscar
información que desafíe nuestras ideologías o línea de pensamiento.

19. Efecto Forer o efecto de validación subjetiva

Supone la tendencia de un sujeto a aceptar descripciones personales


vagas y generales como excepcionalmente aplicables a sí mismo, sin
darse cuenta que la misma descripción podría ser aplicada a cualquiera.
Este efecto parece explicar, por lo menos en parte, por qué tanta gente piensa
que las pseudociencias funcionan, como la astrología, cartomancia,
quiromancia, adivinación, etc., porque aparentemente proporcionan análisis
acertados de la personalidad.

20. Heurístico de anclaje y ajuste (o efecto de enfoque)

Este heurístico describe la tendencia humana a confiar demasiado en la


primera información que obtienen para luego tomar decisiones: a esa
primera información se la denomina el «ancla». Durante la toma de decisiones,
el anclaje se produce cuando las personas utilizan esa “pieza” o información
inicial para hacer juicios posteriores. Una vez que el ancla se fija, el resto de
información se ajusta en torno a ella incurriendo en un sesgo.

Por ejemplo, si preguntamos a unos estudiantes 1) ¿cómo de feliz te sientes


con tu vida? y 2) ¿cuántas citas has tenido este año?, tenemos que la
correlación es nula (según las respuestas tener más citas no alteraría el nivel
de bienestar). Sin embargo, si se modifica el orden de las preguntas, el
resultado es que los mismos estudiantes que presentan con más citas se
declaran ahora más felices. Es algo falto de lógica, pero al parecer, focalizar su
atención en las citas hace que exageren su importancia.

21. Ilusión de frecuencia

Cuando un fenómeno ha centrado nuestra atención recientemente, pensamos


que este hecho de repente aparece o sucede más a menudo, aunque sea
improbable desde el punto de vista estadístico. En realidad, esto ocurre
porque ahora nosotros lo percibimos de forma diferente (antes no le
prestábamos atención) y por lo tanto creemos erróneamente que el fenómeno
se produce con más frecuencia.

22. Ilusión de la confianza

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¿Cómo se toman las decisiones? Modelos y sesgos.
José Luis Domínguez Figueirido

Este sesgo se trata de la confusión entre la confianza de quien nos habla


generando sensación de credibilidad, de tal manera que percibimos a una
persona como más creíble cuanta más confianza muestra en sus
argumentaciones. La realidad es que las investigaciones han demostrado que
la confianza no es un buen indicador, ni tampoco es una forma fiable de medir
la capacidad o aptitud de una persona.

23. Punto de referencia o status-quo

Valorar un incentivo o ganancia en virtud del punto de partida y no en sí


mismo. Así un mismo premio no posee igual valor para dos personas
diferentes. (Por ejemplo, si tengo dos mil euros y gano cien en una apuesta, lo
valoro menos que si tengo quinientos euros y gano esos mismos cien en la
apuesta).

Las implicaciones de este sesgo pueden ser más complejas, pues no sólo se
trata de la referencia que tengo respecto a mi propia situación inicial, sino que
puedo valorar la situación de mi círculo de personas cercano. (Así, si alguien
desconocido para mi gana cien mil euros en la lotería, yo no me veo afectado.
En cambio, si los gana mi compañero de trabajo, me da la sensación de que
soy más pobre y desgraciado, aunque no hubiera jugado a la lotería).

24. Efecto Bandwagon o efecto de arrastre

Este error consiste en la tendencia a hacer (o creer) cosas sólo porque


muchas otras personas hacen (o creen) dichas cosas.

25. Efecto Keinshorm

Hace referencia a la predisposición a contradecir sistemáticamente las


ideas o formulaciones que otra persona hace y con la cual no se
simpatiza, sólo por este hecho, pues ya no deseamos que tenga la razón y
estamos más predispuestos a no creer en sus palabras.

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