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comunicativo que poseen los seres humanos, mediante la cual se exteriorizan sentimientos,
percepciones y, en líneas generales, diversas concepciones del mundo, a través de múltiples
recursos conocidos como artísticos. Es por ello que, tomando como modelo la afirmación
anterior, puedo confirmar que el arte urbano, al tratarse inequívocamente de una herramienta
de comunicación masiva y un medio de representación gráfica de juicios, emociones e
ideologías, puede y debe ser considerado arte.
A raíz de lo anterior, antes de continuar, opino que es crucial señalar la diferencia entre lo
mencionado anteriormente, es decir, el graffiti como garabato, procedimiento vandálico e
inapropiado carente de riqueza expresiva, y como arte urbano, medio artístico de plasmar
mensajes en lugares públicos. En base a esto, he de puntualizar que mi postura a lo largo de la
disertación se torna hacia la defensa del arte urbano como un movimiento cultural y
constructivo, no ilícito, pues el vandalismo no es arte, es una forma de violencia ofensiva sin
mera intención comunicativa y es irracional apoyarlo.
Una vez aclarado lo anterior, sostengo que el arte urbano debería ser plenamente lícito. Este,
además de un factor embellecedor, pues se tratan de piezas extremadamente complejas que
requieren una inmensa planificación e imaginación, considero que también es un factor
expresivo, al igual que cualquier tipo de arte, ya que es utilizado con el propósito de reflejar
pensamientos y conceptos, y constituye la seña de identidad del artista, lo que a mi parecer le
otorga a dicho arte las mimas oportunidades y derechos.
Como resultado de dichos factores anteriores, son muchos los interesados en este tipo de
composiciones y sus respectivos mensajes, hasta el punto de configurarse, el arte urbano,
como un gran motor turístico presente, por ejemplo, en la capital alemana, que acoge a miles
de turistas al año.
En adición, considero que, si el arte urbano se ajustase a dichas condiciones y fuese de la mano
con la legalidad, se desligaría de su lado mal comprendido, pasando a ser un arte para el goce
popular y, por supuesto, permitido y posible.
Concibo que el arte urbano, como un arte en sí mismo, debe ser lícito y aceptado, pues un
movimiento cultural de este calibre no puede ser ilegalizado en pleno siglo XXI siempre y
cuando coexista armónicamente junto al resto de artes cumpliendo con una serie de pautas
que aseguren la inmutabilidad del equilibrio social. De este modo, será capaz de continuar
transmitiendo concepciones, sentimientos y críticas, invitándonos a su reflexión, más esta vez,
sin ser prejuzgado como algo superfluo y perjudicial.