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El arte se entiende como toda forma de expresión de carácter creativo, estético y

comunicativo que poseen los seres humanos, mediante la cual se exteriorizan sentimientos,
percepciones y, en líneas generales, diversas concepciones del mundo, a través de múltiples
recursos conocidos como artísticos. Es por ello que, tomando como modelo la afirmación
anterior, puedo confirmar que el arte urbano, al tratarse inequívocamente de una herramienta
de comunicación masiva y un medio de representación gráfica de juicios, emociones e
ideologías, puede y debe ser considerado arte.

No obstante, esta no es la concepción general. Lamentablemente, el arte urbano se configura


como un arte mal entendido, pues los ciudadanos, plenamente sesgados, lo identifican con
actitudes dañinas y vandálicas que desean captar la atención maltratando la imagen de
propiedades privadas, cuando, verdaderamente, no es así.

A raíz de lo anterior, antes de continuar, opino que es crucial señalar la diferencia entre lo
mencionado anteriormente, es decir, el graffiti como garabato, procedimiento vandálico e
inapropiado carente de riqueza expresiva, y como arte urbano, medio artístico de plasmar
mensajes en lugares públicos. En base a esto, he de puntualizar que mi postura a lo largo de la
disertación se torna hacia la defensa del arte urbano como un movimiento cultural y
constructivo, no ilícito, pues el vandalismo no es arte, es una forma de violencia ofensiva sin
mera intención comunicativa y es irracional apoyarlo.

Una vez aclarado lo anterior, sostengo que el arte urbano debería ser plenamente lícito. Este,
además de un factor embellecedor, pues se tratan de piezas extremadamente complejas que
requieren una inmensa planificación e imaginación, considero que también es un factor
expresivo, al igual que cualquier tipo de arte, ya que es utilizado con el propósito de reflejar
pensamientos y conceptos, y constituye la seña de identidad del artista, lo que a mi parecer le
otorga a dicho arte las mimas oportunidades y derechos.

Asimismo, lo contemplo como un medio destinado a alcanzar un fin, es decir, un factor


concienciador, que expone y crítica los demonios humanos, aquellos demonios cultivados en
sociedad que ignoramos por completo, alentándonos sobre la importancia de reconsiderarlos.
En este punto, pasa de ser un mero objeto estético a, a mi juicio, un importante y necesario
impacto en nuestras mentes. Un claro ejemplo que respalda mi parecer es el artista urbano
Banksy, que a pesar de que sus prácticas son ilegales, no son negativas, dado que sus
construcciones están impregnadas de dobles sentidos que nos invitan a reflexionar y
cuestionar aspectos inmorales vigentes en la actualidad. Es su caso, exhibe los grandes temas y
dilemas contemporáneos tales como las ideologías, la política, la religión o la guerra. Así pues,
en referente a lo anterior, opino que algo orientado a sensibilizar o visibilizar este tipo de
asuntos debe estar enteramente permitido, del mismo modo que cualquier ONG, cuyo fin
fundamental es la concienciación y el bien social, lo está.

Como resultado de dichos factores anteriores, son muchos los interesados en este tipo de
composiciones y sus respectivos mensajes, hasta el punto de configurarse, el arte urbano,
como un gran motor turístico presente, por ejemplo, en la capital alemana, que acoge a miles
de turistas al año.

No obstante, a mi juicio, siempre y cuando este tipo de arte se despliegue de acuerdo al


ámbito moral, donde no se perjudique la libertad e integridad de ningún individuo y se respete
el orden social, podrá ser un procedimiento posible, pues, como ya hemos comentado,
embellece la ciudad con su esteticidad y su incitación a la reflexión. Sin embargo, se trata de
una concepción un tanto utópica, puesto que siempre existen aquellos que hacen un uso
dañino de las cosas ergo se manifiesta la necesidad de una serie de condiciones o reglas que
hagan de este un medio legítimo.

En lo que respecta a dichas condiciones, procedo a desarrollarlas en base a la siguiente


cuestión: ¿es estrictamente indispensable que las edificaciones sean el lienzo del arte urbano?
Pues bien, es innegable que todos y cada uno de los estilos artísticos cuentan con su propio
medio o canal de representación que, junto a la forma y propósito del mensaje, permite
establecer una serie de distinciones entre dichos estilos. Es decir, considero que la ficticia
existencia de un único medio de representación compartido por todos los artes diferentes
(escultura, pintura, música, etc.), los transformaría en monótonos, pues es dicho medio el cual
los hace únicos en su tipo. El arte urbano no se trata de una anomalía, por ello también debe
conservar su propio canal, aquel que le aporta una esencia única y peculiar, pues, ¿qué sería
del arte urbano sin lo ‘urbano’? A mi parecer, no sería arte urbano, evidentemente. Así pues,
sostengo que para impedir la anulación de dicha característica fundamental y por ende poner
fin a este, debemos configurar una serie de condiciones, entre las cuales, se determinen las
zonas de pintura habilitadas, así como los mensajes permitidos a representar, con el propósito
de evitar graffitis explícitos o inapropiados.

En adición, considero que, si el arte urbano se ajustase a dichas condiciones y fuese de la mano
con la legalidad, se desligaría de su lado mal comprendido, pasando a ser un arte para el goce
popular y, por supuesto, permitido y posible.

Concibo que el arte urbano, como un arte en sí mismo, debe ser lícito y aceptado, pues un
movimiento cultural de este calibre no puede ser ilegalizado en pleno siglo XXI siempre y
cuando coexista armónicamente junto al resto de artes cumpliendo con una serie de pautas
que aseguren la inmutabilidad del equilibrio social. De este modo, será capaz de continuar
transmitiendo concepciones, sentimientos y críticas, invitándonos a su reflexión, más esta vez,
sin ser prejuzgado como algo superfluo y perjudicial.

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