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ÉTICA PARA

LA VIDA COTIDIANA

R. A.FÚNEZ
170.01
F864e Fúnez, Rubén Antonio, 1966-
Ética para la vida cotidiana [recurso electrónico] / Rubén Antonio Fúnez Rosales ;
slv diseño y diagramación Guillermo Antonio Contreras. -- 1ª ed. – San Salvador, El Salv. :
Editorial Multilibros, 2020.
1 recurso electrónico, (150 p. : il. ; 22 cm.)
Datos electrónicos (1 archivo : pdf, 20.6 mb ). -- http://www.editorialmultilibros.com

ISBN 978-99961-314-8-6 (E-Book)

1. Conducta (Ética). 2. Ética profesional. 3. Filosofía. 4. Estilo de vida. 5. Vida cotidiana.


I. Título

BINA/jmh

MULTILIBROS, S.A. DE C.V.

Ética para la vida cotidiana

R. A. FÚNEZ

SEGUNDA EDICIÓN
1000 ejemplares
Enero, 2019

Guillermo Antonio Contreras


Diseño y Diagramación

Impreso en El Salvador
Por Tecnoimpresos, S.A. de C.V.
19 Av. Norte, No. 125, San Salvador, El Salvador
Tel.:(503) 2275-8861
Dedicatoria
A E.S. por su constante guía
R. A. FÚNEZ

Contenido

Capítulo I: origen de los valores...................................................11


Prólogo....................................................................................12
Objetivismo axiológico
Conocimiento de los valores...................................................13
¿Está el valor en la cosa?.......................................................15
¿Por qué valen las cosas?......................................................19
Valor y bienes.........................................................................20
Subjetivismo axiológico
Intolerancia y universalidad de los valores.............................22
Sobre los sentimientos morales..............................................24
Sentimientos y vida moral.......................................................27
La razón al servicio de los sentimientos.................................29
Construcción de valores.........................................................32
Actividades capítulo I..............................................................35

Capítulo II: Para una jerarquía axiológica....................................38


La confianza............................................................................39
Acerca de la felicidad..............................................................41
Autores de la propia vida........................................................43
Ética para la vida cotidiana

El cuidado: salvaguarda de las relaciones fundamentales.....46


Estructura de la acción moral.................................................49
Hacerse, con otros..................................................................51
Integridad................................................................................54
La conciencia moral................................................................56
La reciprocidad, base de la cooperación................................58
Para una ética del nosotros....................................................61
Podemos salir adelante junto a los otros................................63
Posibilidad de cambiar............................................................65
La acción como fuente de moral.............................................67
Sólo la ternura puede hacernos..............................................69
Ética y transformación humana..............................................71
Actividades capítulo II.............................................................73

Capítulo III: Valores y consumo....................................................76


Consumo y autonomía............................................................77
Consumo: resquicio de libertad..............................................79
El don de la solidaridad...........................................................82
En el fondo de la sociedad de consumo.................................85
La noción de ciudadanía.........................................................87
La sociedad, mecanismos de capacitación
para el consumo.....................................................................90
Necesidades limitadas, deseos ilimitados..............................92
¿Qué identidad queremos forjarnos?.....................................94
Respeto por el ser humano.....................................................97
Actividad capítulo III..............................................................100
R. A. FÚNEZ

Capítulo IV: apuntes para una ética de la empresa...................103


¿De qué pasta están hechos los ejecutivos?.......................104
Empresa y desarrollo moral..................................................106
Empresa y economía............................................................110
La empresa y la ética............................................................114
Empresa y trabajo.................................................................118
Actividad capítulo IV.............................................................122

Capítulo V: para una ética empresarial......................................125


Introducción..........................................................................126
Planteamiento del problema.................................................126
Ciudadanía social.................................................................129
Ciudadanía económica.........................................................132
Ciudadanía civil.....................................................................135
Ciudadanía cultural...............................................................138
Actividad capítulo IV.............................................................141

Conclusión..................................................................................143
Bibliografía.................................................................................149
R. A. FÚNEZ

Capítulo I
Origen de los valores
Objetivo general:

1. Examinar las distintas teorías axiológicas, para tener una visión de


conjunto de la valoración moral

Objetivos específicos

1. Determinar el objetivismo axiológico, para valorar tanto su importancia


histórica como su relevancia actual
2. Enunciar el subjetivismo axiológico, para estimar su importancia en la
historia de la moral
3. Exponer la construcción de los valores, como alternativa a las teorías
axiológicas tradicionales.

Competencia

Forjar en los estudiantes un conjunto de valores, que les permitan vivir


dignamente en la sociedad

Resumen:

En el primer capítulo pasamos revista a tres teorías axiológicas,


al objetivismo axiológico que se remonta a Platón; al
subjetivismo axiológico que tiene como máximos exponentes a
Shaftesbury, Hutcheson y Hume y finalizamos el capítulo con la
propuesta de D. Gracia de la construcción de valores

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Ética para la vida cotidiana

Prólogo
¿Una ética para qué? No podemos contemporizar con los jóvenes. Es
probable que en el afán de querer entenderles, intentamos primero caerles
bien y presentamos su modo de proceder, como algo normal en la vida
de todos los muchachos. Decimos: lo que ocurre es que cuando estamos
llegando a la edad de la sensatez, se nos olvida que también nosotros fuimos
jóvenes, pero hay que decirlo, lo anterior no justifica un modo de proceder que
requiere atención.
Pero, ¿se trata únicamente del comportamiento de los muchachos, o más
bien se trata de un comportamiento generalizado que se vive con distintos
matices en las distintas generaciones, en los jóvenes como displicencia, en
los no tan jóvenes como desesperación y en los adultos como frustración? No
estoy seguro que esté bien descrito el diverso comportamiento generacional,
no obstante, indica que algo no anda bien en los seres humanos, no son
los jóvenes, sino la sociedad, el mundo, quizá incluso la historia, que están
adoleciendo de una falta que no acabamos de llenar.
Dicho esto, volvamos a lo que nos interesaba al inicio de este prólogo: los
jóvenes, y dicho a la carrera, si el problema es de la sociedad, etc., hace más
complejo el asunto que nos ocupa. Ortega hablaba de un braceo naufrago,
de ese braceo desesperado en el que luchas por mantenerte a flote, pero
que no se acaba de lograr hasta que alguien nos auxilia. Este braceo no es
falta de puntos de referencia, por supuesto que hay y en abundancia, sólo
que en la situación que describimos, para dichos puntos de referencia, que
los seres humanos se estén hundiendo les es indiferente. Nos ahogamos en
presencia de todos y nadie, ni los que pueden, ni los que no pueden hacen
algo al respecto. Si el braceo naufrago fuera únicamente carencia de puntos
de referencia, o la noche oscura de San Juan de la Cruz, armándonos de
coraje y paciencia, se puede, o nadar hasta alguna orilla, o flotar hasta que
alguien nos encuentre; pero cuando nos ahogamos en presencia de todos, la
situación es ciertamente dramática.
Pienso que es en esta situación en la que se encuentra muchos de
nuestros jóvenes, y pienso que, como el personaje de aquella película india,
“Los tres idiotas” escriben en el muro de su vida: “i quit”. Y se llenan de

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R. A. FÚNEZ

cinismo, de indiferencia, trivializan los aspectos más importantes de la vida,


como la afectividad, la sexualidad y el comprometerse por algo que valga la
pena. Adoptan una moral con la que “pasan”1 de todo, son de una ligereza
supina. No hay que esperar, como era el sueño de Sartre, que se llegue en
algún momento a la edad de la razón, porque como lo dijimos arriba, dicha
actitud atraviesa toda la sociedad.
Por ello pienso que es urgente una moral, una moral para tiempos de
crisis, una moral que permita a los jóvenes confiar en ellos mismos, una
moral que les permita encontrar en sí mismos su propia fuente y poder, como
lo propuso G. Gutierrez, beber de su propio pozo, una moral que les haga
seguros de sí mismos, que les permita ser tolerantes en la incertidumbre, una
moral que en lugar de sacarlos, los repliegue en sí mismos, y encontrar así los
recursos con los que pueden ir forjando la propia vida, quizá de esa manera
sean más sensibles para identificar posibles salidas de la situación en la que
se encuentran.
Sigo creyendo que tenemos que poner cartas en el asunto, dado que
asistimos a un tiempo de consecuencias, a un tiempo al que nos hemos
preparado mal, y al que, no obstante, tenemos, por un asunto vital, que
responder adecuadamente.

Objetivismo axiológico
Conocimiento de los valores
Si los valores están en un mundo objetivo, en el topos uranos, ¿cómo
tenemos conocimiento de dichos valores? Voy a recurrir a dos famosos textos
de Platón, el primero es Menon (1871, 306) y el segundo es el banquete. En
el primero dice Platón que no aprendemos, sino que recordamos. Aquí está
el texto platónico: “no es extraño que, respecto a la virtud y a todo lo demás,
esté en estado de recordar lo que ha sabido. Porque, como todo se liga en la

1 “El pasotismo es un estilo de vida que requiere de un gran y constante espíritu de vago,
sobre todo para poder cumplir la Ley del mínimo esfuerzo, que se define tal y como sigue:
la necesidad de realizar trabajo es inversamente proporcional a la necesidad de éste, y
directamente proporcional a la posibilidad de no hacer nada, que significa... no importa, edita
tú el artículo” Consultar http://inciclopedia.wikia.com/wiki/Pasotismo

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Ética para la vida cotidiana

naturaleza y el alma todo lo ha aprendido, puede, recordando una sola cosa,


a lo cual los hombres llaman aprender, encontrar en sí misma todo lo demás,
con tal que tenga valor y que no se canse en sus indagaciones. En efecto;
todo lo que se llama buscar y aprender no es otra cosa que recordar”.
En este cuento, como lo llama G. Morente, Platón discurre sobre la
virtud. Y cuenta que el alma antes de encontrarse en un cuerpo existía en
contemplación de las ideas, pero por esos avatares de la vida, devino en un
cuerpo, por eso lo que tiene que hacer es poner todo su esfuerzo en recordar,
en rigor, no conocemos sino que recordamos.
La idea de valor, la idea de justicia, de bondad, de belleza, etc, si queremos
tener un conocimiento exacto de ellas, tenemos que comprometernos en ir
siguiendo, como en una especie de algoritmo, lo que el alma va recordando;
y basta con que se pueda recordar una tan sola cosa, para que se nos abra
el ámbito de todas las demás, porque según nuestro filósofo griego una idea
nos va llevando a todas las demás.
Que lo que hacemos es recordar, lo demuestra Platón pidiéndole a Menon
que llame a uno de sus esclavos, que de acuerdo a los contendientes en este
diálogo no tiene estudios de geometría, y a partir de una serie adecuada de
preguntas el esclavo va elaborando esta figura2:

2 Bajada de http://vps280516.ovh.net/divulgamat15/index.php?option=com_content&
view=article&id=10477:34-enero-2010-menon-de-platon&catid=69:teatro-y-matemcas
&directory=67, el 02 de mayo del 2018.

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Aquí nos interesa que se retenga que no enseñamos, sino que lo que
hacemos es simplemente orientar para que se recuerde adecuadamente.
La pregunta que inmediatamente nos tenemos que plantear es ¿cómo
se da este recordatorio? y para ello recurramos al Banquete, en el nuestro
filósofo (Platón 1867, 350) apunta que “cuando de las bellezas inferiores se
ha elevado, mediante un amor bien entendido de los jóvenes, hasta la belleza
perfecta, y se comienza a entreverla, se llega casi al término; porque el camino
recto del amor, ya se guie por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar
por las bellezas inferiores y elevarse hasta la belleza suprema, pasando, por
decirlo así, por todos los grados de la escala de un solo cuerpo bello a dos,
de dos a todos los demás, de los bellos cuerpos a las bellas ocupaciones, de
las bellas ocupaciones a las bellas ciencias, hasta que de ciencia en ciencia
se llega a la ciencia por excelencia, que no es otra que la ciencia de lo bello
mismo, y se concluye por conocerla tal como es en sí”.
No vamos a seguir a Platón en todos los vericuetos de su filosofía sino
atender los elementos que nos sirven para que entendamos el modo como el
filósofo griego concebía la intelección de los valores, en un primer lugar dice
que lo que hacemos es recordarlos, y en segundo momento afirma que este
recuerdo parte de niveles inferiores y se impulsa hasta su contemplación por
el ímpetu, como por un relámpago, afirma en el Banquete, hasta la belleza en
sí misma, qué es este relámpago, que es este impulso, algunos dicen que se
trata de la intuición intelectual.
Estamos nada más y nada menos que en el inhumano descubrimiento del
eros platónico, es el eros el que nos impulsa hasta la belleza, es el eros el que
nos impulsa al conocimiento de los valores en sí mismos.

¿Está el valor en la cosa?


¿Por qué valen las cosas? No tenemos que remontarnos a la antigüedad
de la humanidad para que establezcamos que los seres humanos hacemos
nuestra vida estimando todo aquello con lo que hacemos la vida.
Tenemos que decir que se trata de una conducta que no es necesariamente
transparente. Por ejemplo, no termino de tener claro por qué en lugar de

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Ética para la vida cotidiana

pasar por la tienda comprando veinte y cinco centavos de tortillas, un trozo


de queso y un paquete de frijoles, decidimos quedarnos en la pupusería
que encontramos en el camino a casa; por no tratarse sólo de un asunto
económico, ni sólo social, ni sólo psicológico, y con claros ribetes afectivos,
supongo que requiere que le pongamos atención.
Sin embargo, lo que sí parece claro es que estimamos mejor quedarnos
en aquel lugar que elegimos, y esto que es tan prosaico y pedestre, es algo
que nos ocurre con la totalidad de nuestra vida. Si hiciéramos una descripción
exhaustiva de aquel comportamiento, entenderíamos los mecanismos últimos
que nos llevan a preferir, a estimar más, a valorar más.
Quiero centrarme en las tres respuestas más conocidas, para entender
toda esta problemática de la valoración. Dice Diego Gracia (2013, 30) que
la doctrina intuicionista es la que ha reinado por más tiempo en la historia
de la filosofía, se remonta a Platón, y nos recuerda Sánchez Vásquez (1969,
119) que en el siglo XX fue prolongada tanto, Max Scheler, como por Nikolai
Hartmann. Es decir, se trata de una manera de concebir la noción de valor que
recorre la totalidad de la historia del pensamiento occidental.
La primera idea que vale la pena considerar es la que concibe a los
valores constituyendo un reino propio, subsistente por sí mismo, como
absolutos, inmutables e incondicionados. Son muchos los peligros que podrían
desprenderse de este modo de entender los valores. D. Gracia, atribuye a
este modo de entender los valores, la falta de tolerancia que caracterizó la
casi totalidad de la historia de la iglesia3, situación que pudo corregirse hasta
el Concilio Vaticano II. Por lo tanto, siendo conscientes de estas dificultades
quiero, en lugar de preterir el planteamiento platónico, esforzarme en entender
en que estaba pensando nuestro filósofo cuando concibió los valores de aquel
modo.
Al valor al que recurre Platón es al de belleza. Y quiero indicar que
entender adecuadamente la belleza no es un asunto al que baste plantearlo
como una ecuación y resolverlo. Un ejemplo puede ilustrar el grado de
dificultad al que me estoy refiriendo. Es cosa de ver lo que estiman como bello
los enamorados. Podemos hacer de los ejemplos concretos un caleidoscopio
3 Y en un mundo en el que la Iglesia ha ejercido tanta influencia, lo menos que podemos
afirmar es que el modo en el que la Iglesia concebía los valores influyó en dicho mundo

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R. A. FÚNEZ

inmenso: para algunos es bella una mujer, en el caso de los hombres, porque
es delgada, para otros porque es “hermosa”, para otros porque es nariguda,
para otros porque tiene la nariz pequeña, para otros porque los labios son
finos, para otros porque los tiene carnosos, para otros porque es pequeña,
para otros porque es alta, para otros porque tiene los ojos chiquitos, para
otros porque los tiene grande, etc.
¿Qué late bajo esa enorme cantidad de consideraciones acerca de lo
bello? La respuesta más fácil con la que se despachan este tipo de dificultades
es la de sostener que se trata de un absoluto relativismo. Lo bello depende
de los ojos de quien mira, pero pienso que esta respuesta lo que denota es
la pereza para no comprometerse con el esfuerzo para comprender algo que
es en sí mismo complejo de explicarse. Ante esta diversidad de pareceres
muchas veces se me ha ocurrido pensar que es probable que la belleza no
esté ni en los ojos de quien ve, ni en el objeto que se nos antoja bello, la
belleza es como adecuadamente dijo Platón, una Idea, a la que los seres
humanos nos acercamos tanteándola y en todos los casos a los que nos
referimos, no con los sentidos, sino que parece que con el pensamiento.
Me parece que el enorme problema cuando nos enfrentamos con
la realidad de las ideas es que queremos encontrar un lugar en el que se
encuentran, pero evidentemente lo que ocupa un lugar es extenso, entonces
las ideas tienen que tener una extensión, son algo parecido a un ladrillo, y es
esta idea vulgar contra la que se revuelve Platón, las ideas no tienen extensión
y por ello no tienen por qué ocupar un lugar.
Recuerdo que un maestro muy querido, Raúl Mora, cuando se enfrentaba
con estudiosos de Platón que hablaban de un mundo objetivo como separado
de la realidad, les decía que Platón no era un estúpido, sino que a lo que hacía
referencia era justamente a esa índole de las ideas. Pienso que de lo que se
trata es de esforzarse por entender lo que metafóricamente Platón plantea,
porque se trata de estrictas metáforas o como dice Morente (1980, 21) de
cuentos4.

4 El texto de Morente afirma que “es un cuento, no vayan ustedes a creer que Platón cree en
todo esto”. El cuento es nada más y nada menos que el topos uranos, el lugar en el que se
encuentran las ideas. Claro, que Morente diga que es un cuento, exige de nuestra parte, si
es que queremos tomar en serio la filosofía platónica, que hagamos una especie de crítica
del texto, para enterarnos qué es lo que significa aquel topos uranos.

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Ética para la vida cotidiana

Hay que decir que las cosas fundamentales en las que se juega la vida,
no se agotan en haberlas visto, en haberlas medido, en haberlas pesado, no
se agotan descubriendo el lugar que ocupan y las relaciones que establecen,
esto no son más que hechos pero la vida no sólo está hecha de hechos sino
de opciones, de decisiones5 y ello no es fácilmente cuantificable, como lo de-
muestra el ejemplo con el que comenzamos este ensayo.
Quiero dejar establecido que cuando expongamos las distintas tesis de
lo que se ha llamado intuicionismo axiológico, no lo hago con el afán de dar
la razón ni a Platón ni a Scheler, sino más bien intento sintonizar con sus
más profundas motivaciones, con aquellas que los forzaron a sostener lo que
sostuvieron.
Pero nuestra afirmación también envuelve un aspecto que no hemos
considerado y es que aquellos valores no sólo son absolutos, sino que son
inmutables, es decir, no están sometidos a la variabilidad y al cambio, pero
¿no es a esto a lo que aspira todo conocimiento?, o en ¿qué se funda el
esfuerzo inhumano de la ciencia en querer reducirlo todo a ley? Acaso una
ley ¿no es el inmenso esfuerzo por captar la invariabilidad de los hechos?, el
sueño de todo hombre de ciencia es el mismo de Comte, a saber, encontrar la
ley fundamental del universo, ¿no es esta la enorme tarea de la física, cuando
pretende encontrar una física unitaria? Comte nos recuerda que los hechos se
presentan según un orden recurrente, bastante invariable y que las leyes son
fenómenos de invariabilidad de presentación6. Todo conocimiento sea este
científico o filosófico aspira a dicha unidad, no es de extrañar que en un tema
como el de los valores, los pensadores que se han enfrentado a ellos, también
aspiren a dicha unidad.

5 Me llamó la atención el modo como se refirió Léon- Dufour (1974) a la resurrección de Jesús,
no se trata de un hecho histórico, sino de algo real. Una afirmación de esta índole, nos mete
de cabeza a tener que pensar qué estamos entendiendo por realidad, y de repente, tenemos
que reconocer que no se trata de meros hechos, sino que rebasa aquella esfera.
6 Cf. Zubiri 2009, 128

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R. A. FÚNEZ

¿Por qué valen las cosas?


¿qué es lo que hace valioso el cordoncito de hilo que anda en la muñeca
mi amigo respecto a una pulsera de oro? Socarronamente alguien puede
pensar que lo que hace valiosa la pulsera es justamente que sea de oro,
y si la pregunta no es meramente retórica, parece que nos quiere decir, si
hablamos realmente en serio, que el valor de la pulsera reside en el metal
del cual fue elaborado; pero puede ocurrir que si realmente mi amigo es
coherente, realmente coherente, no cambiaría su cordoncito de hilo por la
cara pulsera, ¿por qué? Algunos dirían por mentecato, sólo a él se le ocurre
por sentimentalismos baratos, desperdiciar la oportunidad de lucir una pulsera
de oro; algunos más mojigatos pensaría que el valor del cordoncito no estriba
en los materiales de los cuales fue hecho, sino en la estima con la que fue
regalado.
Ya en este punto parece que se ha alcanzado la comprensión de por qué
valen, tanto la pulsera de oro, como el cordoncito de hilo, no es por el material
lo que lo hace valioso, sino el afecto con el que fue entregado.
Este modo de pensar no es ajeno a la manera como algunos secularmente
han hablado de él. Decir por ejemplo que las cosas valen porque han objetivado
lo mejor con lo que cuenta el ser humano, en este caso el trabajador, o
sostener que el objeto transparenta la creatividad, la energía, el talento, la
creatividad de su artífice, me resulta similar a decir que el cordoncito vale
porque manifiesta el afecto de una niña enamorada.
Pues bien, este último modo de tratar el valor prescinde de las propiedades
materiales de los objetos y se atribuye exclusivamente a la subjetividad de
los individuos, que es un modo sobre el que vamos a reflexionar más tarde.
Sin embargo, el intuicionismo axiológico afirma que “los bienes dependen del
valor que encarnan. Sólo son valiosos en la medida en la que soportan o
plasman un valor”.7
El valor no depende, tampoco de las propiedades materiales de las
cosas, sino de una supuesta objetividad que por esos avatares de la vida se
encarnan en determinados objetos; pero hay que decir en seguida que las cosas
sólo borrosamente manifiestan los valores, digamos que las cosas participan de
7 Sánchez Vázquez (1969, 121)

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Ética para la vida cotidiana

dicho valor, el modo de estar en las cosas es como participación, los valores se
mantienen ingrávidos, impasibles e inmutables en su mundo objetivo de valores.
Entonces las cosas valen porque participan de un valor objetivo. Que, como
dijimos más arriba, en lugar de solucionar el problema nos plantea un nuevo
problema, no sabemos ni qué es, ni cómo acceder a dicho mundo, porque no
son las cosas las que acceden, sino que son los valores los que devienen. O,
en palabras de Hessen, (1962, 46) “una propiedad de la esencia del valor es el
querer realizarse”. El valor como idea deviene en valor material.
En todo caso, para responder a la inquietud que nos planteábamos
más arriba, las cosas valen porque encarnan un valor. En las cosas buenas se
encarna la bondad, en las cosas justas se encarna la justicia, etc. No se trata
ni de las cosas, ni del sujeto, sino de un valor cuya existencia no depende
sino de ella misma, en rigor, dice Sánchez Vázquez (1969, 121) existe una
“separación radical entre valores y realidad, o independencia de los valores
respecto a los bienes en que se encarnan”.

Valor y bienes
Sin duda a lo largo de la historia han existido hombres y mujeres justos,
Jesús, Siddharta Gautama, Mahoma, Teresa de Calculta, Monseñor Romero,
y la lista puede continuar. Sin embargo, quien lea estas líneas puede pensar al
menos una cosa: hay otros que les ganan en justicia, hay otros hombres que
son más justos que los mencionados.
Hay cosas que son útiles: saber idiomas hoy es muy útil para conseguir un
empleo, tener habilidades prácticas es muy útil, estar dotado de inteligencia
emocional es sumamente útil para poder desenvolverse en una sociedad
cada vez más compleja, manejarse en el mundo de la informática es muy útil
para ser considerado un profesional competente. No obstante, para algunos
otros, la matemática, la física pura, la filosofía, la poesía, la pintura, la música
son más útiles que todo lo anterior para poder comprender los dinamismos
últimos de la realidad.
Para algunos, Kardashian, Kate Moss, Ratajkowski, son las mujeres
más bellas del mundo, para otros lo son las estudiantes de la Tecnológica,
para algunos dar una moneda al mendigo, alimentos al hambriento, ropa al
desnudo, casa al forastero, pueden considerarse actos buenos, en cambio

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R. A. FÚNEZ

para otros lo bueno consiste es forzar a que cada ser humano sea capaz de
responder desde sí mismo a las vicisitudes de su propia vida.
Como es fácil de constatar, este modo de proceder es artificiosa, tiene
como finalidad reflexionar acerca de la relación que se da entre unos valores
que consideramos fundamentales: la justicia, la utilidad, la belleza y la bondad,
y aquello en que se encarnan. Los partidarios del intuicionismo axiológico,
desde Platón hasta Scheler, nos recuerda Sánchez Vázquez (1969, 120)
consideran que “en los bienes se encarna determinado valor: en las cosas
útiles la utilidad; en las cosas bellas, la belleza, y en los actos buenos de los
hombres, la bondad”.
Pienso que la palabra clave para que entendamos este modo de pensar
es “encarna” que tiene el significado de signo, en el sentido en el que aspira
no a quedarse en la cosa en cuestión, sino a lo que apunta dicha cosa; dicho
de otra manera, cuando vamos por la calle y vemos una determinada señal
de tránsito, sabemos que dicha señal apunta hacia algo a lo que hay que
prestar atención, probablemente que a cien metros circulan frecuentemente
niños, etc. Si nos quedamos prendados en la señal, con mucha probabilidad
le vamos a dar un susto a los niños que están cruzando la calle. La señal tiene
el cometido de indicar.
Viniendo al tema que nos ocupa una persona justa, buena, bella, etc, es
señal, es signo de algo que no se agota en ella misma, en este caso, indica
a la justicia, a la bondad, a la belleza, que no se agotan en la individualidad
de la cosa en la que se encarnan. Me pregunto, no es acaso una experiencia
cotidiana lo que estamos describiendo, no nos parece, acaso que hay como
una especie de gradación en los valores, no nos ocurre frecuentemente que
distintas cosas nos parecen unas más bellas que las otras, unas más útiles
que las otras, etc. ¿Por qué ocurre esto? Para Platón y todos sus seguidores
la respuesta está justamente en que el valor se encarna en las cosas; el valor
no es una propiedad esencial de las cosas sino, digamos, una propiedad que
más bien la fuerza a no agotarse en lo que empíricamente es, el valor jalona
a la cosa a que tienda a la plenitud de su ser, a que sean lo que todavía, solo
borrosamente son.
Las cosas en este sentido, no sólo son como son, sino que encarnan
lo que podrían ser. 196), aunque su intención es otra, Zubiri (2007) dice

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Ética para la vida cotidiana

bellamente esto que acabamos de escribir, el filósofo vasco observa que


“Junto a los pensamientos plenamente pensados, la historia está llena de
esta suerte de pensamientos que podríamos llamar incoados. O, si se quiere,
el pensamiento, además de su dimensión declarativa, tiene una dimensión
incoativa: todo pensamiento piensa algo con plenitud y comienza a pensar
algo germinalmente”.
Claro, para el pensador vasco lo germinal está en el pensamiento, para
Platón, no se trata de algo germinal, sino de algo germinante, pero que no
es propiedad de la cosa sino lo que posibilita su germinación. Pienso que se
trata de discusiones que en lugar de despacharlas como preteridas, tendrían
que forzarnos a preguntarnos ¿qué es lo que está en juego en ellas?, ¿qué
nos manifiestan de la realidad?, ¿qué significaban para la mente del filósofo
que las propuso?
Me pregunto si, paradójicamente, el avance vertiginoso de la tecnología
no envuelve la finalidad, de no permitir pensar a los consumidores de dicha
tecnología; es probable que quienes están interesados en la innovación
tecnológica prefieran a un consumidor que sin pensar mucho las cosas,
decida adquirir el último de los artefactos que han salido al mercado. En
estas circunstancias no es de extrañar que problemas planteados como el de
Platón, que sin duda trata de dimensiones fundamentales de la realidad, sean,
para el público en general, considerados como poco relevantes.

Subjetivismo axiológico
Intolerancia y universalidad de los valores
Si pensamos que la idea de bondad, que la idea de justicia, etc, son
únicas, los problemas aparecen a raudales. En primer lugar ¿Quiénes tienen
acceso a aquellas ideas? En segundo lugar ¿por qué todos los demás están
como imposibilitados para acceder a ellas? Si atendemos a la primera de
las inquietudes aquí ocurren por lo menos dos fenómenos. El primero, es
que quien accede a dichas ideas, aunque en un primer momento pueda
sentirse obnubilado por la abundancia de luz que de ellas se desprende, si
logra mantenerse y logra verlas, está legitimado para dárselas a conocer a

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R. A. FÚNEZ

todos aquellos que todavía se encuentran al fondo de la cueva viviendo en la


oscuridad8.
En segundo lugar, ha sido testigo de la idea única, en aquel mundo
luminoso no se encuentran dos ideas de justicia, dos ideas de bondad, etc.,
sino que se encuentra con la idea de justicia y con la idea de bondad. Por lo
tanto, todos los demás están inexorablemente forzados a ver aquella única
idea; no hay en esto una diversidad de ideas. Si atendemos a esta segunda
inquietud, es un ejemplo cotidiano que quien cree entender algo, ese algo se
le antoja con tal claridad, que no logra concebir por qué todos los demás no
son capaces de ver, lo que es tan fácil de ver. Por ello cuando preguntan ¿por
qué no logran entender algo que es tan evidente? Se contestan al menos dos
cosas, o es que es estúpido o es un obstinado.
En el caso que sea porque es estúpido, hay que reconducirlo por las
buenas, porque no tiene las capacidades para entender las cosas; pero en el
caso que sea por obstinación, hay que reconducirlo por las fuerzas, porque
adolece de una deformación de su segunda naturaleza y esto es peligroso
para la sociedad; La obstinación es el terreno de cultivo para la formación de
las inquisiciones de todos los tiempos; inquisiciones, hay que decirlo, que han
sido tanto de derechas como de izquierdas.
¿Cómo es posible que ocurra esto? Quiero indicar que se funda en “verlo
con claridad”. La intolerancia, que vista desde fuera puede antojársenos
como ceguera, considerada desde dentro se apoya en la convicción de
que es tan claro lo que se cree, lo que se predica, etc, que no se entiende
porque los demás no son capaces de verlo. Por eso, cuando, por ejemplo, a
Lutero se le ocurrió pegar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo
de Wittenberg, la reacción no se hizo esperar, había dos caminos, inquirir
si era un problema de la primera naturaleza, o un problema de su segunda
naturaleza, dado que hasta este momento era un buen monje hay que
suponer que su primer naturaleza estaba en óptimas condiciones, y como
se trataba, evidentemente, de un problema en la segunda naturaleza había
que reconducirlo por las malas. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, a los que
predicaban que contribuyendo económicamente con la construcción de la
Basílica de San Pedro les resultaba absolutamente claro, que quien lo hiciera

8 Me refiero al mito de la caverna que Platón cuenta en el libro VII de La república.

23
Ética para la vida cotidiana

tendría una “remisión” de las penas que sufriría en el purgatorio, no había


llegado las monedas al fondo de la alcancía, cuando un alma se liberaba de
las penas y sufrimientos del purgatorio; Lutero no tenía muy claro todo esto y
pedía que se discutiera sobre ello, no obstante, para los que lo predicaban era
evidentísimo, de tal modo que cuando la obstinación de Lutero subió de tono,
en la dieta de Worns (1521), como lo recuerda D. Gracia (2013, 40) se “eximió
de sanción a quien acabara con la vida de Lutero”.
Cualquiera podía matar a Lutero y estaba libre de todo pecado, esto que
a nosotros nos parece una monstruosidad, no lo era para quienes pensaban
que Lutero adolecía de una deformación en su segunda naturaleza; Lutero
Conocía el BIEN, y se obstina en negarlo, esto es peligroso para la sociedad
y lo mejor que podemos hacer es eliminarlo.
Afortunadamente, nadie eliminó a Lutero, sin embargo, este episodio nos
pone sobre el tapete los peligros que pueden seguirse de la intolerancia. La
intolerancia se apoya en pretender que solamente existen los valores que
nosotros reconocemos como tales, estos son los verdaderos, los legítimos,
los que deben regular la conducta de los seres humanos. Y todos los demás
son falsos e incluso peligrosos para la sociedad.
Pero, lo que en rigor nos interesaba era que a partir de todos estos
acontecimientos se van a ir poniendo las bases para comenzar a repensar, no
otros valores, sino más bien a pensar la apoyatura de los valores. Si pensamos
que los valores se intuyen con esa enorme capacidad que tenemos de entrar
en las entrañas de las cosas, corremos el riesgo de absolutizar los valores y
peor creer que unos valores son más legítimos que otros.

Sobre los sentimientos morales


Para que reparemos en la enorme importancia que tiene la filosofía de
Shaftesbury fijémonos en el siguiente diálogo que tiene Sócrates, un poco
antes de tomar la cicuta, con un grupo de amigos: “¿Y qué hay respecto de la
adquisición misma de la sabiduría? ¿Es el cuerpo un impedimento o no, si uno
lo toma en la investigación como compañero? Quiero decir, por ejemplo, lo
siguiente: ¿acaso garantizan alguna verdad la vista y el oído a los humanos, o
sucede lo que incluso los poetas nos repiten de continuo, que no oímos nada

24
R. A. FÚNEZ

preciso ni lo vemos? Aunque, si estos sentidos del cuerpo no son exactos ni


claros, mal lo serán los otros. Pues todos son inferiores a ésos. ¿O no te lo
parecen a ti?
-Desde luego -dijo.
-¿Cuándo, entonces -dijo él-, el alma aprehende la verdad? Porque cuando
intenta examinar algo en compañía del cuerpo, está claro que entonces es
engañada por él.
[…]
-Y reflexiona, sin duda, de manera óptima, cuando no la perturba ninguna
de esas cosas, ni el oído ni la vista, ni dolor ni placer alguno, sino que ella
se encuentra al máximo en sí misma, mandando de paseo al cuerpo, y, sin
comunicarse ni adherirse a él, tiende hacia lo existente.
-Así es.
-Por lo tanto, ¿también ahí el alma del filósofo desprecia al máximo el
cuerpo y escapa de éste, y busca estar a solas en sí ella misma?
-Es evidente”.
Todas las cursivas son mías para ir descubriendo el modo como aquel
filósofo griego concebía la relación entre el alma y el cuerpo, o entre la razón
y los sentidos. Los sentidos impiden, engañan, perturban al alma y lo mejor
que puede hacer esta es romper todo tipo de comunicación con el cuerpo,
porque a sólo a solas consigo misma es capaz de remontarse de este mundo
de sombras a los valores universales.
Este modo de pensar influye en toda la edad media. Para muestra
recordemos a Teresa de Avila, en pleno siglo XVI, cuando exclama “¡Ay, qué
larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en
que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que
muero porque no muero.”
Por eso la propuesta de Shaftesbury es de una importancia capital en la
historia de la filosofía. De acuerdo a Copleston (1993, 166) “Shaftesbury se
refiere a los afectos como si estuvieran dirigidos hacia el bien, y habla del bien
como “interés”. La propuesta de Shaftesbury es diametralmente opuesta a la
que se venía sosteniendo, afirma nada más y nada menos que son justamente

25
Ética para la vida cotidiana

los afectos los que apunta a la bondad, Platón, ya vimos no da ningún crédito
a los afectos, sino que quien tiene que habérselas con el supremo bien es el
alma.
Shaftesbury afirma, además, que “apenas se contemplan las acciones,
cuando inmediatamente se disciernen los afectos y las pasiones humanas” se
trata de una unidad radical, no es que por un lado vayan las acciones y por
otro lado los afectos; es más parece que son los afectos los que mueven a la
acción. Por eso nuestro filósofo sigue afirmando que “el sentido de lo que está
bien y lo que está mal es algo natural en el hombre”.
En este texto se afirman al menos dos cosas. Por un lado, se trata de
un sentido, de un sentido interno que es natural a los seres humanos y, por
otro lado, se afirma que dicho sentido palpa, siente lo bueno y lo malo, no es
el nous, no es la mente, no es la razón, sino que la realidad de las cosas se
hacen presentes cuando son sentidas, los seres humanos tenemos un modo
inmediato de aprehender lo real de algo, y ese modo son los sentidos.
Pero Shaftesbury, no habla de meros sentidos, sino que más rigurosamente
habla de sentimientos, los sentidos son meros órganos sensorios, pero los
sentimientos apuntan a algo más profundo y radical, por eso mismo, como
lo ha sabido ver Copleston Shaftesbury asimila lo moral al sentido “estético”,
al sentimiento de lo bello y quiero concluir esta aproximación a la moral de
Shaftesbury observando que para él “cuando los afectos y pasiones de un
hombre están equilibrados y en armonía consigo mismo y con la sociedad,
“existe la rectitud, la integridad o virtud”.
Es verdad que esto parece tanto una crítica a Hobbes como a Locke.
Frente a Hobbes afirma que no hay una separación radical entre el interés
personal y el interes social, no sólo no existe, sino que su armonía es la
condición de posibilidad para el hombre virtuoso, y frente a Locke, el ser
humano, como miembro de una sociedad es la fuente de su moralidad.

26
R. A. FÚNEZ

Sentimientos y vida moral

Los seres humanos, inexorablemente, tenemos que habérnoslas con las


cosas y con otros seres humanos. En este enfrentamiento, lo que descubrieron
los filósofos ingleses, fue la sensibilidad como facultad que nos permite
instalarnos en una dimensión fundamental de las cosas, esta sensibilidad,
tal y como la estamos entendiendo en este ensayo, se divide, por un lado, en
sentido de la belleza y por otro en sentido moral.
Antes de describir las acciones propias de cada sentido Hutcheson
indica que “por medio del sentido interno percibimos relaciones que provocan
sentimientos diferentes de la vista, tacto y oído de los objetos percibidos por
separado” (Copleston 1993, 172). Tenemos que hacer algunas observaciones
a este texto, en primer lugar, llama la atención que, incluso si nos atenemos
a los sentidos normalmente considerados, nos encontramos con que las
relaciones que logramos establecer, están vinculadas justamente con
sentimientos, aunque sean diferentes, la vista percibe sentimientos, lo mismo
el olfato y el oído.
Desde esta perspectiva y aun a riesgo de generalizar, podemos decir
que una función de los sentidos es precisamente provocar sentimientos, al
tantear nos ponemos en contacto, no sólo con lo que la cosa es, sino con el
sentimiento que se genera en nosotros y así en todos los demás sentidos,
pero en lo que está interesado nuestro filósofo es que además de sentidos
externos estamos en posesión de unos sentidos internos que evidencian,
desvelan sentimientos diversos a los sentimientos de los demás sentidos.
Antes de continuar y también a riesgo de deformar la filosofía de
Hutcheson digamos que optó por concebir el mundo de los sentimientos como
aquello que nos atempera a la realidad, es decir, no nos estamos refiriendo
a no sé qué mundo nebuloso, sino que se trata de un efectivo palpitar en la
realidad, por lo tanto, si careciéramos de este sentido interno perderíamos de
manera definitiva rasgos importantes para tener una comprensión adecuada
de la realidad. Pero este sentido interno, piensa Hutcheson, “en general, se
divide en sentido de la belleza y sentido moral”, aunque a nosotros el sentido
que nos interesa es el sentido moral, vale la pena señalar que, aunque ambos
sentidos tengan la misma fuente, se trata de sentidos diversos, por lo tanto, no

27
Ética para la vida cotidiana

es lo mismo la moral y la estética, sino que ambos sentidos están en posesión


de objetos diversos.
Atendiendo al sentido moral, Hutcheson afirma que es “la facultad de
percibir la excelencia moral y sus objetos supremos”. Y más adelante afirma
que los “objetos primarios del sentido moral son los afectos de la voluntad” […],
los afectos amables”, es decir, los derivados de la benevolencia” (Coplestón
1993, 173). No perdamos de vista que la moral, para nuestro pensador, es
un sentido, sentido que percibe nada más y nada menos que la excelencia
moral. Hutcheson en tanto influido por Shaftesbury, era un buen conocedor
de Aristóteles, en este sentido, cuando se refiere a la excelencia moral,
seguramente hace referencia a aquello que hace que lo moral sea moral, es
decir, su pregunta por lo bueno.
Recordemos que cuando los griegos afirmaban que algo era excelente
querían indicar con ello que desempeñaba la función que la naturaleza le
había dotado, un cuchillo es excelente en la medida en la que corta bien, etc.,
desde esta perspectiva, por el sentido moral percibimos la excelencia moral,
es decir, su bondad. Por esa razón continúa afirmando que “el objeto principal
del sentido moral es la benevolencia, tal como se manifiesta en la acción. El
sentido moral tiende a convertirse en una capacidad para un cierto tipo de
aprobación de un cierto tipo de acción” [Copleston Ibid].
Si nos preguntamos ¿con qué criterio contamos para discernir sobre la
rectitud de nuestras acciones? Justamente con el sentido moral, Hutcheson
puede afirmar, como lo hizo Descartes con la razón, de que el sentido moral
es lo que mejor está distribuido entre los seres humanos, y así como Kant va a
exigirnos a qué nos atrevamos a pensar, puede exigirnos a comportarnos con
rectitud, una rectitud que apunta a contribuir con el mayor bien, por ello nuestro
pensador sigue apuntando que “lo idóneo de las acciones que contribuyen
al mayor bien del mayor número de gente es evidente inmediatamente para
cualquiera que goce de un sentido moral no enturbiado por nada” (Copleston
1993, 176).
¿En qué estriba la relevancia del planteamiento de Hutcheson? Toda
la filosofía anterior, entusiasmada como estaba con la búsqueda de las
ideas, acentuaba que la vía más pertinente para ello era la razón, y como
hemos tenido la oportunidad de ver en el caso de Lutero, la claridad puede

28
R. A. FÚNEZ

convertirse en ceguera, en opacidad, por ello, fue necesario que entrara en


juego, con igual carta de ciudadanía otra facultad que no era meramente la
razón sino algo diverso a aquella, al respecto apunta “la idea de la existencia
de un sentido moral, considerado como la percepción del placer al contemplar
las buenas acciones, sugiere un sentimiento más bien que un proceso
racional de juicio” (Coplestón, 175) y, volvamos a insistir, en los sentimientos
se juegan importantes dimensiones de la vida moral; la vida moral no es algo
que competa a la razón sino que se juega en el mundo de los sentimientos.

La razón al servicio de los sentimientos


Cierto alumno me refirió el siguiente episodio: junto con su familia,
dispusieron auxiliar a tres madres que se encontraban en un hospital público
de Santa Tecla: dicho auxilio consistió en proveerles unos emparedados y
café. Tanto los emparedado como el café fueron elaborados en casa. Una
vez que entregaron su ayuda, optaron por irse a un centro comercial, en
el que algunos decidieron comprarse un helado, y él prefirió un café. Todo
transcurrió con toda la normalidad del mundo hasta que, como un relámpago,
fue emboscado por la siguiente inquietud: caramba, ¿si lo que quería era
tomarme un café, por qué no lo preparé en casa? ¿acaso no he preparado
unos deliciosos cafés para donárselos a las doñas del hospital? de ese modo
me hubiera ahorrado los $2.00 y, seguramente, hubiera tomado un café tan
bueno como este.
Dicho alumno me refirió este episodio porque no salía de su asombro, no
acaba de identificar los mecanismos últimos qué con toda la normalidad del
mundo, lo motivaron a comprar café, cuando él mismo llevaba un café, que
regaló a unas señoras que lo necesitaban en aquel centro hospitalario.
A este muchacho que es listo a toda prueba, no lo dejaba satisfecho las
respuestas de cajón, que tenemos para explicarnos este tipo de conducta, por
ejemplo, has sido simplemente víctima de una publicidad que se especializa en
forzarte a consumir. Hay algo más en este tipo de conducta que es necesario
esclarecer, dado que son ese tipo de opciones con las que vamos haciendo
la propia vida. Aquí tuvo la oportunidad de hacerlo consciente, pero estoy
seguro que una infinidad de acciones las ejecutamos sin reparar en aquellas

29
Ética para la vida cotidiana

motivaciones últimas que nos la disparan. Y es que por el hecho de no ser


conscientes de dicho mecanismo no dejamos de optar, lo hacemos siendo
o no consciente de ello, y como las opciones tienen que ver con nuestra
realidad moral, tiene razón Hume cuando afirma que “la moral es un tema que
nos interesa sobre todos los demás” (Copleston 1993, 299).
Pero situados en este ámbito de la moral, me recuerda la discusión que
tuvimos tres colegas, dos de ellos argumentaba que la moral es una ciencia
racional, claro y fundaban su posición en el hecho de que pueden dar razones de
porqué se actuaba de un modo o de otro, en cambio, a mí se me ocurrió pensar
que la moral no es ciencia y no tiene por qué serlo, dado que el interés de la
ciencia es diverso al interés de la moral, en todo caso lo que en esta discusión
estaba en juego es la racionalidad o no de nuestro comportamiento moral.
Si tomamos en serio el episodio que nos refirió nuestro alumno, y
suponiendo que no se trata de una actuación aislada, ni producto de una
distorsión ni en la primera, ni en la segunda naturaleza. Hay que establecer
que nuestra actuación no es racional. En este sentido es legítima la afirmación
de Hume cuando apunta que “las asunciones sobre las que actuamos, las
creencias fundamentales necesarias para la vida práctica, no son conclusiones
extraídas por el entendimiento de los argumentos racionales” (Copleston
1993, 300).
Es un asunto muy importante lo que nuestro filósofo británico pone sobre
el tapete. Recordemos que Aristóteles pensaba que somos responsables en
la medida en la que somos libres y conscientes de nuestros actos; Hume
afirma lo contrario, lo que asumimos no necesariamente es racional y ello
no significa que no seamos responsables de nuestras asunciones, pero
apunta a algo más importante, afirma nada más y nada menos que se trata
de opciones fundamentales para la vida, no es que se pueda prescindir de
ellas, sino que se suponen para nuestra actuación. Y de nuevo recuerdo lo
que es un tópico cuando recordamos a Freud, este decía que lo consciente
no es más que la punta del iceberg, lo que significa al menos dos cosas, que
lo consciente es insignificante respecto a lo que no lo es, pero dice algo más
que lo subconsciente es el apoyo, el fundamento de lo consciente, de lo que
se me ocurre un tercer aspecto, si la racionalidad pretende ser adecuada, no
le queda más que apoyarse bien en la subconciencia, por muy escandaloso

30
R. A. FÚNEZ

que esto nos parezca es lo que afirmó Hume cuando observó que “la razón
es, y debe ser, la esclava de las pasiones, y no puede pretender otra función
que la de servirlas y obedecerlas” (Copleston Ibid)
La inquietud que inmediatamente se suscita es ¿ocurre así en todos
los casos, ¿qué podemos decir de la voluntad? Sin entrar en el honorable
tratamiento que se ha hecho de la voluntad, hay que recordar que alguna tesis
de Tomas de Aquino establecía que la voluntad presupone el juicio de la razón,
esto supone que la voluntad se inclina a lo que la inteligencia le propone, en
este sentido la voluntad, de alguna manera sigue a la razón. Frente a ello dice
Hume que “la razón por sí sola nunca puede motivar un acto de la voluntad”
(Copleston 1993, 306) y más abajo continua afirmando que “la razón en el
sentido del entendimiento abstracto que se ocupa de las relaciones entre las
ideas o de las cuestiones demostrativas, nunca es la causa de una acción”
(Ibid) y más claramente afirma “tampoco es capaz de impedir la volición o de
disputar la preferencia a cualquier pasión o emoción” (Copleston 1993, 307)
En definitiva, la moral, por lo tanto, se siente más que se juzga. La
virtud, dice Hume, suscita una impresión “agradable”, mientras el vicio la
produce “desagradable”. Los sentimientos han adquirido carta de ciudadanía
en el mundo de la filosofía, y como decíamos al inicio de este ensayo, no es
una cuestión arbitraria sino que de este modo tenemos una comprensión más
adecuada de la realidad humana. Por ello Copleston (1993, 308) comenta que
“Hume se dio cuenta claramente no sólo de que el hombre no es una máquina
calculadora, sino también de que sin los apetitos y aspectos emocionales de
su naturaleza, dejaría de ser un hombre”. El hombre no es pensamiento, como
lo pudo haber pensado Descartes; recordemos que el filósofo francés cuando
concibió su yo, le atribuyó pensamiento y ese pensamiento se convirtió en su
nota esencial. Hume piensa que la nota esencial de la realidad humana es la
pasión, es el sentimiento, por ello apunta que “lo que llamamos juicio moral
expresa simplemente el sentimiento de aprobación o desaprobación que el
hombre que emite el juicio experimenta por el acto, la cualidad o el carácter
en cuestión” (Copleston 1993, 312).

31
Ética para la vida cotidiana

Construcción de valores
Para D. Gracia (2013, 58), los valores ni se intuyen ni se sienten, sino que
“se hallan construidos”. Quiero reparar en el primer verbo de esta afirmación.
Cuando los seres humanos decimos que somos solidarios, no queremos decir
que nosotros nos hayamos inventado la solidaridad, sino que, de alguna,
manera nos la hemos encontrado.
En este sentido, parece que aquello que denominamos valores es algo
de lo que nos apropiamos, pero dicha apropiación es sólo posible porque la
generación anterior nos lo ha entregado, desde esta perspectiva, existe en el
mundo de los valores una especie de tradición, de traditio, de entrega.
Esta dimensión que sin duda es esencial en el tratamiento que hace D.
Gracia, de los valores corre el riesgo de perderse tanto si concebimos los
valores como realidades que se intuyen, como si los concebimos sintiéndolos.
Esto no implica, necesariamente, que tengamos que suponer que no
tengamos la capacidad de descubrir nuevos valores, pero aun en el caso de
que descubramos, dicho descubrimiento sólo es posible en la medida en la
que los valores que previamente nos hemos apropiado nos capacitan en la
dirección de aquel descubrimiento.
Ambas maneras de entender este encuentro, está implícito en el verbo
que comentamos. Pero, dice Gracia, de lo que ahora se trata es de decir
“cómo se construyen” o mejor, ¿de dónde parte la construcción de valores?
Si hemos descartado los dos modos tradicionales de plantearse este
asunto, hay que decir, que no se parte, ni de la idea, ni de la sensación, sino
que más radicalmente considerado, se parte de la realidad. Sin embargo, que
este modo de plantear nuestro problema en lugar de clarificarlo, lo que hace
es montar un nuevo problema. Porque ahora tenemos inexorablemente que
preguntarnos qué es realidad.
El hombre de la calle siente de inmediato cierta irritación, ¿no es complicar
innecesariamente el asunto? se pregunta, ellos están tan acostumbrados a
considerar que lo real es lo que ven, lo que tocan, lo que huelen que no
hay nada que los haga plantearse esta dificultad, sin embargo, basta que

32
R. A. FÚNEZ

pensemos, por ejemplo, en una idea para, inmediatamente, caer en la cuenta


que aunque no la puedo oler, tiene que tener cierta realidad.
Entonces lo difícil para establecer qué sea algo real sólo proviene del
mundo externo, en el mundo interno tenemos seguridad de movernos con
seguridad en la realidad, ¿en qué estriba dicha seguridad? En la claridad.
Lo que ocurre, como muy bien lo supo ver Hume, es que las cosas no son
verdaderas sólo porque sean claras, es probable que la claridad, incluso nos
dificulte aprehender adecuadamente aquellas cosas, por eso Gracia9, para
evitar estas dificultades va a establecer que lo real no hace referencia ni a lo
externo, ni a lo interno, algo no es real porque está ahí, como esta silla, pero
tampoco algo es real porque esté en mí, como el principio de contradicción,
sino que realidad es “el modo como se hacen presentes las cosas en mi
darme cuenta de ellas”.
En ese modo me doy cuenta, no que están ahí, ni que están en mí, sino
que de suyo propenden a hacerse presentes. Por la realidad, no somos
nosotros los que encontramos las cosas, sino que las cosas son las que nos
encuentran. Hay, por decirlo de algún modo, cierto ímpetu en las cosas, y
dicho ímpetu es lo que las hace presente, y es a ese hacerse presente a lo
que llama realidad. No se trata de determinado contenido, una mesa, una silla,
una roca, dice D. Gracia, no son reales por su contenido, sino por hacerse,
desde sí mismas, presentes.
Pero las cosas, dice Gracia no sólo tienen realidad, sino que tienen un
contenido. y es este contenido el que se construye, vamos de una vez al
modo como se construye un valor. Supongamos que decimos de algo que
es bello, ¿cómo construimos el valor de belleza? o para ser coherente con
lo que hemos venido diciendo ¿cómo nos encontramos con el valor belleza?
supongamos que nos encontramos frente a la escultura de Auguste Rodin,
El beso, y decimos de ella que es bella, para aprehenderla como bella, tengo
que compararla con otras cosas del campo de realidad y regresar a ella e
identificarla como bella.
Es evidente que el valor belleza es una construcción. Mi rodeo consistió
en lo siguiente ¿qué es El beso de Rodin, en todo mi campo de realidad?
Una escultura bella, no me lo inventé, fue comparando con otras cosas, que

9 Aquí sigue, paso a paso, la teoría de la intelección de Zubiri.

33
Ética para la vida cotidiana

podrían no ser bellas e incluso que podrían no ser esculturas como pudimos
identificarlo como bello.
Este proceso no es sólo individual, D. Gracia (62) afirma que “la
construcción tiene lugar tanto a nivel individual como en el orden social e
histórico, El resultado de ese proceso es lo que llamamos cultura, La cultura
es el depósito de valores de una sociedad”.
Y es ese depósito, como dijimos al inicio, que se va trasmitiendo de
generación a generación y es desde ese depósito que pueden construirse
nuevos valores.
En definitiva, los valores se construyen desde la realidad, dando un rodeo
por todo el campo de realidad, y si nos proponemos seguir a Gracia, habría
que decir, que si en lugar de aprehender el valor en el campo de realidad,
lo aprehendemos allende a dicho campo, es decir en el mundo nos vamos
a encontrar con la construcción de un valor ideal. De todos modos, lo que
queríamos era exponer los valores como construcciones y no seguir en todos
los vericuetos la exposición de la filosofía de Zubiri, que lleva a cabo D. Gracia.

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R. A. FÚNEZ

Actividades del capítulo I

Actividad # I

Elabore un cuadro y compare el objetivismo, el subjetivismo y la construcción


de valores y formule su valoración sobre estas teorías axiológicas

Objetivismo axiológico Subjetivismo axiológico Construcción de valores

Valoración personal

35
Ética para la vida cotidiana

Actividad # 2

Elabore un mapa conceptual utilizando todas las categorías expuestas en el capítulo

36
R. A. FÚNEZ

Actividad # 3

Escriba un ensayo sobre la importancia de distinguir entre las distintas teorías


axiológicas. Indicaciones: 400 palabras, arial 12, justificado. Se escribe en
página aparte y se pega aquí.

37
Ética para la vida cotidiana

Capítulo II
Para una jerarquía axiológica

Objetivo general

Indicar la importancia que tiene una vida regida por valores.

Objetivos específicos

1. Identificar los valores que en realizamos en la vida cotidiana

2. Elaborar una jerarquía axiológica para tener claridad acerca de la


importancia de los valores que organizan la propia vida.

Resumen:

En el segundo capítulo vamos pasando revista a una


serie de valores, que de acuerdo a nuestra forma de
concebir la ética, tienen la capacidad de ir forjando un
buen carácter en todos aquellos que se comprometen
en su realización.

38
R. A. FÚNEZ

La confianza
¿En que se fundaba la seguridad con la que en otrora se cerraban los
contratos? Dos señores se disponían a comenzar un determinado proceso,
y se cerraba la discusión dándose un apretón fuerte de manos y poniendo
como garantía su palabra: “te doy mi palabra”, al que el otro respondía:
“confío en tu palabra”, y ambos estaban persuadidos de que así se haría;
tanto porque el que daba la palabra tenía en alta estima su palabra, como
el que recibía la palabra, confiaba en que si se daba la palabra, la palabra
se cumplía.
Ya sé que más de algún neoliberal puede sin duda argumentar que todo
ello era posible por la angostura de la situación rural en la que estos tipos
de contratos ocurrían, y que por la complejidad que ha ido adquiriendo la
sociedad actual, es ilusorio basar el cumplimiento de un contrato en la mera
palabra de los contratantes. Ello no obsta para que aquel procedimiento nos
haga hacer sentir que esta supuesta sociedad compleja, ha perdido una basa
fundamental en la relación que tienen que establecer los seres humanos.
Lo que desvela la actitud que subyace en aquel modo de proceder, es
la incuestionable confianza que había entre los sujetos contratantes, había
plena confianza entre ellos; podemos, incluso, pensar que no se fundaba
en que eran conocidos, sino en la confianza que aún había entre los
seres humanos; hay que decir que hoy de lo que penosamente estamos
careciendo es justamente de esa confianza, estamos tan urgidos por llevar
adelante nuestros propios intereses personales, que no nos importa, no sólo
atropellar a los otros, sino incluso utilizarlos en función de aquellos intereses;
todo ello ha generado una especie de opacidad en las relaciones humanas,
ya no sabemos a qué atenernos, porque no sabemos sí lo que nos dice
quien lo afirma es veraz.
Todo ello genera una especie de resistencia, si anteriormente éramos
transparentes, frente a gente que no lo es, evitamos serlo, si anteriormente
éramos serviciales, frente a gente que no es transparente, nos preguntamos,
más de setenta veces siete, si no estaremos siendo utilizados por los demás,
si en otrora los demás podían contar con nosotros, nos volvemos esquivos
y huidizos, si teníamos una alta estima por la colaboración, ya nadie quiere

39
Ética para la vida cotidiana

ser un “tonto útil”, esta situación permea todos los campos de la sociedad,
desde lo económico hasta lo cultural e ideológico, estamos sumidos en una
profunda y radical desconfianza.
No obstante, es evidente que no podemos seguir así, una de las
cuestiones que está imponiéndose cada vez con mayor contundencia, es
que si queremos salir de la situación alarmante en la que nos encontramos,
no sólo como sociedad sino como mundo, requerimos volver a conquistar
la confianza, la confianza en las relaciones interpersonales, la confianza en
el ámbito laboral y empresarial, la confianza respecto a los líderes políticos,
y la confianza en nuestros intelectuales que se prestan fácilmente a ser
apologetas de sus respectivas ideologías.
La confianza sólo es susceptible de lograrse, en la medida en la que la
verdad, en el sentido más griego del término, se desvela; aquí lo que urge
preguntarse es ¿cómo ocurre dicha desvelación?, pienso que en asuntos
de ética y de moral, somos los individuos, las instituciones, etc. los que
tenemos que estar absolutamente convencidos que es mejor, que es incluso
más conveniente ser veraz que no serlo, ¿y las leyes? Ya harán lo que les
toca hacer, sin embargo, si tenemos que ser honestos, no estamos en la
situación en la que estamos por falta de leyes, tenemos leyes para todos
los gustos y colores y no por ello nuestra sociedad ha crecido en confianza.
Por lo tanto, por no ser veraz nos sumimos en problemas y dificultades
que no sólo atentan contra nuestro trabajo, sino que atentan contra la propia
salud; por no ser veraz hay seres humanos que se ven forzados a tener
que pasar por situaciones de indignidad, cuando rigurosamente no era
necesario que se tuvieran que pasar por situaciones vergonzosas, los seres
humanos tenemos que estar convencidos que es preferible actuar con la
verdad, es probable que si tal situación ocurriera, nos podríamos hacer más
fácilmente cargo de las consecuencias de nuestros actos que implicaría,
dice A, Cortina (2013), reparar nuestros errores, cada individuo sería más
responsable de sus acciones, si fuéramos veraces, creceríamos en una
ética de la responsabilidad, una responsabilidad que apunta no sólo a cada
cual, sino primariamente a aquellos a los que se ha infringido dolor.
Hay que recordarlo, esto que es válido para las personas, también lo
es para las instituciones, para las empresas; las empresas tienen que estar

40
R. A. FÚNEZ

convencidas que es más rentable, a la larga, ser transparentes, porque


tarde o temprano su opacidad va a ser cobrada por un consumidor cada
vez más consciente de su ciudadanía; cuando la verdad se desvela, cuando
reparamos nuestros errores, los demás confían en nosotros, por lo tanto, la
confianza puede construirse, y todavía estamos a tiempo de hacerlo, pero
para ello es inexorable que la verdad se imponga, y con ella la asunción de
las propias responsabilidades.

Acerca de la felicidad
Cuando Aristóteles estaba aún joven, se le ocurrió pensar que todos los
hombres queremos, por naturaleza, ser felices; Zubiri en su capítulo sobre la
moral, afirma que la felicidad es una posibilidad apropiada; A. Cortina sigue
acentuando la máxima aristotélica. Queremos indicar con ello que todo el
pensamiento occidental10, desde Aristóteles en pleno siglo IV a C, hasta A.
Cortina en el primer cuarto del siglo XXI d C, ha procurado responder a la
pregunta por la felicidad de los seres humanos.
Es una experiencia cotidiana que la felicidad no puede ponerse en las
cosas que se adquieren; pienso que a muchos nos ha pasado que estamos
ansiosos por adquirir algo, y una vez que lo hemos adquirido va perdiendo,
poco a poco, el encanto que nos movió a poseerlo, independiente de las
motivaciones psicológicas de este comportamiento, lo importante de retener
aquí es que por lo visto la felicidad no depende de las posesiones; a mí mismo
se me ocurrió afirmar en el contexto de una clase, que si a una persona
clínicamente depresiva se le dona un millón de dólares lo que va resultar de
ello, es que ahora tenemos a una persona depresiva con un millón de dólares,
un estudio reciente ha revelado que a pesar de toda la tecnología de la que
gozan los países hiper industrializados, sus ciudadanos están cada vez más
solos y R. Bradbury (1993), está absolutamente convencido que una sociedad
altamente técnica puede proporcionar diversión, pero no felicidad y denuncia
el vacío que experimentan, en esta sociedad, tanto hombres como mujeres.

10 �� Y asombrosamente es un tema que podemos considerar universal, así como los europeos
han buscado afanosamente la felicidad, también lo han hecho budistas e incluso, los mayas.
Es evidente que aquí nos interesa acentuar el afán por encontrar la felicidad, en ningún
momento estamos abordando los contenidos concretos de aquella búsqueda.

41
Ética para la vida cotidiana

Algunos críticos afirman que esta insistencia en que tenemos que ser
felices, en realidad lo que causan es una especie de culpabilidad, producto de
que lo masivamente cierto es que los hombres no son felices, entonces al no
serlo, y escuchar que tenemos que serlo, los hace sospechar o que no han
puesto todo de su parte, o que son ellos los que no encajan en la sociedad.
Independientemente de esta última postura, que en su momento tendrá
que ser tomada seriamente en cuenta, hay que decir que nos hace más ilusión
establecer que tiene sentido que los seres humanos se comprometan con su
felicidad. Estableciendo, desde un inicio que rigurosamente hablando qué sea
la felicidad no lo vamos a saber porque Aristóteles, Séneca, Pascal, Bentham
etc., nos lo digan; en esto ocurre lo mismo que con la filosofía, qué sea filosofía
sólo lo sabemos cuándo decidimos filosofar, lo mismo puede decirse de la
felicidad, sólo lo descubrimos cuando honradamente nos comprometemos
a vivirla, y en esto tiene razón Kant (1964, 107) cuando afirma que “no se
puede, pues, para ser feliz, obrar conforme a determinados principios, sino
conforme a consejos empíricos”.
Sin embargo, si la felicidad no estriba en que tengamos un satisfactor para
cada necesidad, entonces ¿de qué depende? Sin pretender que el asunto
quede establecido de una vez para siempre y creyendo firmemente que no se
trata de una receta. digamos que la felicidad estriba no tanto en lo que vamos
adquiriendo, sino en la puesta en marcha de aquello mediante el cual lo
adquirimos. Lo que nos hace felices no es que nos graduemos de licenciados
o de ingenieros, etc., sino el talento que pusimos en funcionamiento para
que esto último ocurriera; si atendemos a la última afirmación hay que decir
que rigurosamente hablando la felicidad se va encontrando en el proceso, un
proceso lleno de las más inverosímiles vicisitudes, en este sentido, A. Cortina
(2013, 166) afirma que la felicidad “se persigue en cada acto que realizamos,
en cada decisión que tomamos, en cada elección, dándole una dirección, un
sentido”.
Es felicitante11 saber que procedemos del modo como lo hacemos, porque
así lo hemos elegido. Las cosas que hacemos manifiestan la elección que
hemos tomado de actuar del modo como lo hicimos, entonces no buscamos
que se nos agradezca, que se nos tenga en gran estima. En este sentido, y

11 Es decir da felicidad

42
R. A. FÚNEZ

con un claro sabor aristotélico A. Cortina (2013, 167) sigue afirmando que la
felicidad “no sirve para ninguna otra cosa, sino que todas las demás cosas se
hacen por ella”.
Es decir, no soy cercano porque quiero ser feliz, no colaboro porque quiero
ser feliz, no estudio porque quiero ser feliz, sino que soy cercano, colaboro y
estudio, porque soy feliz. Por eso no es que estamos felices, sino que somos
felices. Estar felices es coyuntural, estoy feliz cuando me encuentro con un
viejo amigo, estoy feliz cuando apruebo una materia que nos ha costado,
pero todo ello indica que estoy feliz, porque soy feliz, al respecto continúa
observando nuestra pensadora española que “a la felicidad se le pide
continuidad, es un modo de ser, no sólo un modo de estar. Se es feliz, se
quiere ser feliz, no se está feliz”.

Autores de la propia vida


¿Por qué ha tenido tanto éxito la obrita de Sófocles Edipo rey12? Todos
aquellos que aman la cultura griega fácilmente contestan que se debe al
hecho de que la genialidad de los griegos les permitió identificar problemas
humanos que son universales, trataron problemas que no sólo tenía que
encarar el griego del siglo V aC, sino que, por la índole del problema, compete
a todo hombre que se pregunta con cierta seriedad por los principios de su
existencia, de su vida, etc.
¿En qué reside su importancia, desde nuestro interés ético? Tenemos
que comenzar indicando que también en esta esfera, Sófocles aborda un
tema que no está preterido, sino que aun hoy, cuando se aborda, despierta
acaloradas discusiones. Sánchez Vázquez lo aborda en el capítulo dedicado
a la relación entre necesidad y libertad; Sartre lo insinúa cuando afirma que
estamos condenados a la libertad. Es decir, en pleno siglo XX, pensadores
muy importantes siguen tratando de entender la vida humana.
¿De qué trata la obrita de Sófocles? De la negación de la libertad humana.
El oráculo le había dicho a Layo que, si engendraba un hijo, este lo mataría

12 Es popular, por ejemplo, la aplicación hecha en el ámbito del psicoanálisis por S. Freud.
Básicamente se refiere a la atracción que siente el niño por su madre y al enojo que despierta
su padre, cuando piensa que le roba la atención de su madre.

43
Ética para la vida cotidiana

y se casaría con su esposa, es decir, con su propia madre. Ebrio, se une a


su esposa Yocasta y engendra a Edipo, para intentar escapar del oráculo,
Layo ordena que se abandone al niño atado de los pies, pero el encargado de
hacerlo en lugar de abandonarlo se lo entrega a otro pastor, y este lo entrega
a su rey: Pólibo, en la adolescencia un sirviente ebrio le desvela que los reyes
no son sus padres, Edipo recurre al oráculo para esclarecer tal dificultad,
y el oráculo en lugar de responder, le afirma que matara a su padre y se
casara con su madre, para evitar al oráculo Edipo se va de su reino y en una
encrucijada, discutiendo con Polifontes, heraldo del rey de Tebas, mata tanto
al heraldo, como a su rey, su padre. Más adelante vence a la esfinge que
atormentaba a Tebas, y los tebanos como premio lo hacen rey y se casa con
la reina, su madre.
Es decir, por mucho que hiciera, tanto Layo, como Edipo, fue imposible
burlar al destino, el destino estaba ya trazado, y no hay manera de darle un
rodeo, no está en manos de los mortales, poder burlar a su destino, lo único
que queda es someterse humildemente a él.
Y las supuestas decisiones, por ejemplo, la decisión de Layo de
abandonar al niño, la decisión del pastor de regalar al niño, la decisión de
Edipo de abandonar su reino ¿cómo pueden evaluarse? Popularmente
podemos afirmar que se trata de meras ilusiones, creemos que somos
nosotros los que estamos optando, sin embargo, quien lo hace es el destino
que va acomodando los acontecimientos, para que el sino se cumpla. No hay
libertad, el libre albedrio es mera ilusión.
Por supuesto que al afirmar que carecemos de libertad implica que no
tenemos control sobre nuestra vida, y por lo tanto no tenemos responsabilidad
de ninguno de nuestros actos. Pero si no tenemos control sobre nuestra
vida, no podemos ser otra cosa más que lo ya establecido de una vez y
para siempre, con lo que perdería importancia la ética; la ética tiene sentido
justamente porque decimos que somos libres, porque decimos que somos
nosotros los que hemos optado por la vida que queremos forjarnos.
¿En qué medida somos de verdad libres? Es posible que en la medida en
la que identificamos la angostura de la situación en la que hacemos la vida,
la libertad sólo es posible en la medida en la que la situación en la que nos
encontramos nos entrega unas posibilidades, pero estas posibilidades no son

44
R. A. FÚNEZ

infinitas sino que están justamente limitadas por la situación en la que son
entregadas.
Por lo tanto, existe esta condición, pero se trata de una condición que
pone en marcha la propia libertad, y ya en este escenario, nos recuerda A.
Cortina, somos nosotros en buena parte los autores de nuestra novela vital.
Aquel prudente “en buena parte”, indica el condicionamiento básico al que nos
hemos referido.
Tenemos que indicar que esta apuesta por el protagonismo de cada
individuo es esperanzador en la medida en la que pone de manifiesto que los
seres humanos somos perfectibles; es probable que nuestra novela, hasta
ahora haya seguido el guion escrito por otro, sin embargo, siempre es posible
volver sobre la marcha, enmendar lo que se tiene que enmendar y decidirse a
tomar control sobre la propia vida, todo esto, es evidente, tiene que realizarse,
porque de lo contrario no es más que teoría13, y en tanto tal, se corre el riesgo
de que suene algo ajeno a la propia experiencia.
Pensamos que en asuntos de ética, son los propios individuos los que
tienen que comprometerse con lo que aquí se afirma y demostrar in actu
exercito la verdad o falsedad de estas afirmaciones. Si estamos persuadidos
que cada quien es el responsable de su vida, de una vida que transcurre
entre realización y fracaso de los propios proyectos, tenemos que comprender
que todo ello nos va capacitando, a esto se refiere A. Cortina cuando sigue
afirmando que “el carácter de una persona condiciona en muy buena medida
como recibe los acontecimientos vitales, cómo los aprovecha. Cómo saca el
jugo a la fortuna para tratar de labrarse una vida buena”.
Forjemos, afirme en alguna ocasión, a un ser humano que cuando está en
la cima goza del aire fresco, de sus amigos y de su familia. Pero que cuando
está en la sima responde con buen talante, tanto a la soledad como al calor
abrasador. La felicidad tiene ver con todas las vicisitudes de la vida.
Hemos dicho que inexorablemente somos morales, es decir, inevitablemente
tenemos que apropiarnos valores y principios, pero es justamente esa
apropiación las que nos torna viriles, virtuosos, es decir, fuertes, para resolver

13 Estamos entendiendo teoría como una actividad que se contrapone a la práctica. En este
sentido estamos muy lejos de la comprensión que tenías los griegos, cuando afirmaban que
la teoría era la expresión más acabada de la práctica

45
Ética para la vida cotidiana

las distintas vicisitudes que nos va presentando la vida. Supongamos que, en


este afán de ser protagonista de nuestra propia novela, optamos por estar en
la realidad de modo optimista, entonces el primer paso que tenemos que dar
respecto a aquel optimismo es el de irnos apropiando de todas aquellas virtudes
que nos hacen optimista.
¿Significa esto que ya se acabaron los días de hastío, esos días en
los que queremos mandar bien lejos sueños y proyectos? evidentemente,
no, sin embargo, si nos hemos esmerado en crear un carácter optimista,
cuando ocurra aquellos momentos de desaliento, estamos mejor equipados
para hacerle frente14 con efectividad, a esto es a lo que se refiere A. Cortina,
cuando afirma que “la ética es efectiva, tiene efectividad”

El cuidado: salvaguarda
de las relaciones fundamentales

Aristóteles piensa que si un ser humano por decisión propia elige vivir
aislado de la sociedad o es un bruto o es un dios. Para el filósofo de Estagira,
los seres humanos somos naturalmente sociables. Pero esta sociabilidad
tiene un poder que desde sí mismo nos lanza a establecer una serie de
relaciones, sin esta fuerza centrífuga no tendríamos una clara inteligencia de
aquella dimensión humana.
Por lo tanto, de lo que se trata es de inquirir acerca de la manifestación
de la dimensión social del ser humano. Pienso que si atinamos a dar con
dicha manifestación podemos decir cosas inteligentes sobre la sociabilidad,
es decir, la manifestación es de la sociabilidad, porque como lo ha dicho
Zubiri (2008,15)15, la esencia de algo, no es algo escondido y misterioso, sino
que nos habla, incluso en los gestos externos en los que se desvela. Por lo
tanto, si atinamos con la manifestación de la sociabilidad, aprehenderemos la
sociabilidad misma.

14 La ética se ejercita, y cuanto mejor ejercitados estamos mejor vamos a responder a la


realidad. Descubrimos que no sabemos responder a situaciones nuevas. Entonces, para
hacerlo con efectividad, tenemos que ir creando ese músculo antes de tener que encarar
aquellas situaciones.
15 Zubiri afirma: “de no tener ante los ojos la esencia misma”

46
R. A. FÚNEZ

Pues bien, enumeremos lo que nos parece son los rayos de luz de aquella
sociabilidad, y lo primero que hay que decir, es que estamos vertidos hacia los
otros, es evidente que sin la presencia de otro, la vida de los seres humanos
serían inviable, Platón, aunque no sólo él, nos contó un mito para que
entendiéramos, no la sociabilidad de los seres humanos, sino la posesión del
nous, sin embargo, a nosotros nos interesa dicho mito, porque en él acentúa
la vulnerabilidad en la que nacen los hombres, y, lo que queremos manifestar
es que esa vulnerabilidad, no sale por el buen uso que haga del nous, de
hecho no sale, sino que lo que le permite salir, son los otros, los que van
tejiendo una serie de condiciones para que este nuevo ser pueda, en algún
momento, valerse por sí mismo.
Por lo tanto, la relación que establecemos con los otros, es esencial para
la propia sobrevivencia, y pensamos que si esta relación primaria e inexorable
estuviera cuidadosamente salvaguardada, plantaríamos las bases para que
este nuevo ser estuviera capacitado para establecer relaciones, no sólo con
los más cercanos, sino que de repente, le podría resultar más fácil relacionarse
con los lejanos.
Ya sabemos que en asuntos de ética esta problemática ocupa un lugar
destacado, no sólo se trata de relacionarme con los conocidos, sino que se
trata de establecer vínculos humanos con el extraño. Quizá de ese modo se
plenificaría aquella dimensión social de la realidad humana.
También la sociabilidad tiene que ver y mucho con uno mismo. Hay un
modo de pensar ético que puede inducirnos a confusión cuando pensamos
que sólo es una falta ética aquella que cometemos contra los demás. Es
inmoral, piensa alguno, quedarse apoltronado en la banqueta de un parque
cuando alguien ha sufrido un accidente, lo inmoral reside justamente en el
hecho de que su actitud a quien afecta es precisamente a otro.
Frente a esto, más de alguno se pregunta, y el posible daño que puedo
infringirme a mí mismo, es o no moral, a lo que tendríamos que responder, si
somos coherentes con lo que venimos diciendo que en la medida en la que no
sale Otro afectado no lo es. Pero si afirmamos que también el trato hacia uno
mismo manifiesta aquella sociabilidad primigenia, el problema moral queda
solucionado y podemos afirmar con toda seguridad que es tan inmoral afectar
a los otros como afectarse así mismo. De hecho, la base para el buen trato

47
Ética para la vida cotidiana

con los demás, se afinca en el buen trato que tenemos con nosotros mismos,
la garantía del buen trato a los otros, está en el buen trato que nos podemos
dar a nosotros mismos, por eso el proverbio popular: “nadie da lo que no
tiene”, es de una enorme contundencia.
Hay una tercera e importante relación, se trata de la relación que
establecemos con la naturaleza, proteger la naturaleza no es que debamos o
no debamos hacer, para algunos o tomamos en serio nuestra responsabilidad
con la naturaleza o corremos el riesgo de perecer. Adela Cortina, cita la carta de
la tierra en la que justamente se afirma lo que acabamos de decir: “o hacemos
una alianza global para cuidar unos de otros y de la tierra o corremos el riesgo
de autodestruirnos y de destruir la diversidad de la vida”.
De esta situación se hace eco tanto S. Hawking, como el Papa Francisco16.
Por lo tanto, la sociabilidad humana pasa por la protección que se le pueda
dar a la Pachamama, de los Incas, hoy, Pachamama del género humano.
Finalmente, hay que entender la relación con lo Otro, con Dios. Huelga
decir que esta relación es de suma importancia en la realización de los seres
humanos, a Jung se le atribuye aquella afirmación, en la que sostiene que el
individuo que no tiene puesta su esperanza en Dios, no puede resistir por sus
propios medios los ataques físicos, y morales del mundo, y esta afirmación se
ha parafraseado diciendo que muchos de los problemas del hombre moderno
tienen su raíz en una incorrecta relación con Dios.
Es decir, la relación de los seres humanos con la ultimidad es de vital
importancia para una comprensión adecuada de la realidad humana.
Hemos dicho y queremos recordarlo que aquellas relaciones que
brevemente hemos apuntado son fundamentales, es decir, son las
proyecciones, son las manifestaciones de nuestra intima sociabilidad. Sin
embargo, actualmente se encuentra, como comenzamos a esbozarlo, en
serio peligro; los seres humanos nos agredimos mutuamente, vivimos en un
contexto muy cercano al que describió Hobbes en su Leviathan, los hombres
nos hemos convertido en lobos para el hombre, ya nadie confía en nadie,
la presencia de un hombre en lugar de llenarnos de confianza, nos llena de
miedo e inseguridad, porque no sabemos si va agredirnos.

16 Cf. Francisco, Laudato sí

48
R. A. FÚNEZ

La relación con nosotros mismos tampoco pasa por su mejor momento,


parece que, cuando estamos con nosotros mismos, no nos sentimos en casa;
es sintomático que la enfermedad de la que están padeciendo los jóvenes
sea de gastritis, la ansiedad en la que hacen su vida lo permea todo, desde
su más íntima interioridad hasta la inseguridad social en la que se encuentran.
El trato con la naturaleza no se queda atrás en este recuento que venimos
haciendo, nos relacionamos con la naturaleza en un trato parecido a las
termitas, todo lo depredamos, y no evaluamos las consecuencias de nuestra
depredación, en esto es importante que todos identifiquemos nuestra parte de
responsabilidad, es verdad que las enormes corporaciones están afectando
de muerte a nuestro planeta, pero también nosotros lo hacemos con nuestro
comportamiento destructivo.
Nuestra relación con Dios, tampoco es transparente, Jung, pensamos tiene
razón, y por eso, es más grave la relación con Dios, Dios se ha convertido en
discurso y propaganda, muchas veces me pregunto si las religiones actuales
no se estarán encargando de alejarnos más y más de Dios.
Ante esta situación, y desde la perspectiva que nos interesa en estas
reflexiones, se vuelve urgente que vayamos construyendo todas aquellas
condiciones que puedan predisponernos a cuidar tanto las relaciones con los
otros, con nosotros, con la naturaleza y con el gran otro.
Es urgente que recuperemos la virtud del cuidado, A. Cortina (2013)
afirma que “Se trata de adoptar voluntariamente la disposición a cuidar, que
es una relación amorosa, respetuosa y no agresiva con la realidad, y por eso
mismo no destructiva”.

Estructura de la acción moral


La acción ha sido una de las dimensiones humanas muy analizada por los
pensadores, solamente para enumerar alguno de ellos, vale la pena recordar
La acción de M. Blondel, del que Zubiri afirmara que se trataba de un libro
genial, hasta llegar al inmenso libro de L. V. Mises, La acción humana. El
Mismo Zubiri, al menos en la antropología editada por I. Ellacuría, en su
análisis sobre el hombre, comienza con la dimensión más inmediata de la
realidad humana, es decir con el análisis de la acción. La acción, desde esta
perspectiva, es la que da cuenta de los seres humanos.

49
Ética para la vida cotidiana

No queremos meternos en el complejo problema de sí lo que las hormigas


hacen pueda denominarse acción. Sino que queremos fijarnos en el motor de
la acción de los hombres. Los seres humanos, como lo que tienen entre manos
es su propia vida, se ven forzados, inexorablemente, a tener que  actuar.
Son múltiples las respuestas que se han dado acerca del mecanismo
último de la acción. Sin embargo, son dos las que nos llaman más la atención.
Una de ellas afirma que los seres humanos actuamos determinados por la
ideología dominante; es verdad que actuamos, que vivimos para actuar,
pero nuestra acción no nos pertenece porque lo hacemos movidos por los
oscuros intereses de clases; ante ello se propone que las clases dominadas
tomen conciencia de sus propios intereses y que en base a ellos, organicen
su acción.
Sea de una o de otra manera, parece que los individuos están
condenados a actuar única y exclusivamente en función de determinados
intereses de clases; en el otro extremo, se afirma que toda acción es estricta
y radicalmente racional, procedemos del modo como lo hacemos, movidos
por los objetivos que perseguimos, al respecto L. V. Mises (1986, 46) apunta
que “El fin último de la acción siempre es la satisfacción de algún deseo
del hombre actuante. Puesto que nadie puede reemplazar los juicios de
valoración del sujeto en acción por los propios, vano resulta enjuiciar los
anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está calificado para decidir qué
hará a otro más o menos feliz”17.
La acción está dinamizada por un objetivo que permite que busquemos
los medios más apropiados para conseguir aquel fin, en este sentido se trata
de una acción racional. Hayek (1988), es capaz de decir que la acción es
movilizada por unos objetivos económicos que suponen una moral muy precisa:
el respeto a la justicia, a la libertad de comercio, y a la propiedad; piensa que
la solidaridad y el altruismo, por ejemplo, son valores que difícilmente pueden
responder a los desafíos de una sociedad compleja y que los que proceden de
esta manera no han entendido la sociedad en la que se encuentran.
Sin embargo, se trate de valores de una sociedad tradicional o de una
sociedad compleja, lo que importa decir, es que si nos comportamos, solidaria
17 Pienso que la felicidad pertenece a una ética de máximos, por eso no ha sido fácil determi-
nar qué hace feliz al ser humano. Es recomendable que respecto a lo que nos hace feliz, no
nos peleemos con los demás

50
R. A. FÚNEZ

o como poseedores de propiedad, significa que ambas formas de proceder


son posibles, que lo hagamos de una manera u otra significa que estamos
valorando una manera respecto a la otra, por lo tanto lo que hay que decir
de la acción es que está impulsada por esta capacidad de valorar, de hecho
A. Cortina afirma que es esta valoración la que está en la base de toda
nuestra vida activa, no hay nada en la acción humana que no esté fundada en
aquella  valoración.
Todo esto nos coloca en esa disposición de los seres humanos de
ir estimando unos determinados modos de ser, no lo hacemos de manera
accidental, sino que corresponde a la realidad humana el tener que estimar,
que valorar. Desde esta perspectiva, hay que poner mucho cuidado con el
modo cómo valoramos, porque puede ocurrir que seamos un poco como los
personajes de Fahrenheit 451 que circunscriben su felicidad a la comodidad,
a la satisfacción, y a la diversión que proporciona una sociedad altamente
tecnificada, pero cuando se toman el tiempo de pensar más en ellos se
encuentran vacíos y solos; si es irremediable valorar es necesario tener
criterios claros para hacerlo, porque de nuestra valoración dependen nuestras
preferencias, si preferimos algo, es justamente porque las valoramos mejor
que a otras cosas, todo esto nos pone en la situación, afirma, A. Cortina,
de tener que tomar decisiones. La vida activa tiene entonces una rigurosa
estructura: valoramos, preferimos, elegimos y optamos.

Hacerse, con otros

Ha estado popularizándose, desde hace al menos una década cierta


doctrina, tanto filosófica como económica, que convoca a que salgamos de
nuestra zona de confort. Para aquella forma de pensar, la pobreza tiene su
origen, tiene su causa, en la inercia enfermiza en la que se encuentran los
pobres; los pobres están, paradójicamente, apoltronados en su estilo de vida;
al sentir que necesitan poco para vivir, no sólo se exigen poco, sino que son
incapaces de arriesgar; de hecho, el riesgo es algo que los paraliza.
Tenemos que decir, para ser completamente honrados, que tienen
bastante razón aquellos que afirman tal teoría, hay una especie de comodidad,
en la que más importa “pájaro en mano que cien volando”. ¿En qué consiste

51
Ética para la vida cotidiana

la gratificación de la zona de confort? Podemos asegurar que, dentro de los


límites de aquella situación, no existen sobresaltos significativos, de alguna
manera la situación está bajo control, las novedades son casi nulas, y hay una
especie de rutina adormecedora y las aspiraciones terminan con los límites
de la situación; lo único que necesitan es, para citar a un conocido, “poesía
y ron”.
Prefieren dormir, a vivir bien. Los sueños, por resultar inalcanzables, son
considerados como cosas vanas, más bien soñar es vista como una especie
de veleidad, es algo mal visto, por eso en el caso que alguien sueñe, se cuida
muy bien de no publicitarlo, porque le pueden llover recriminaciones, y todas
orientadas a recordar que no se está siendo coherente con la vida real que
cada quien vive.
Entonces de lo que se trata es de librarse de todas esas ataduras,
para salir de una situación de penuria a otra de éxito y de abundancia. La
pregunta que inexorablemente hay que hacerse es ¿cómo se sale de aquella
situación? Y aquí parece que de lo único que se trata es de asumir la propia
responsabilidad individual, poner en paréntesis la sensación de ser y de haber
sido víctima, dejar de responsabilizar a los demás por la propia situación,
asumir valores como el trabajo, el ahorro, la vida austera, la asunción de
riesgos, salir de la zona de confort en la que se ha estado cómodo y ver qué
posibilidades ofrece la situación para una vida distinta.
Pensamos que se tratan de valores muy importantes y que sin discusión
se necesita de su apropiación, se esté en una situación de vulnerabilidad o
que simplemente se quiera vivir con dignidad. No obstante, creemos que no
se considera con el suficiente cuidado la situación en la que se encuentran
los sectores más vulnerables dentro de una sociedad en la que prima el
anonimato, y la soledad. Es verdad que el responsable de salir de la situación
en la que se encuentra es la persona que quiere desde sí mismo hacer su
propia vida, y también es verdad que la propia vida no puede hacérsela ningún
otro, sino que es de exclusiva responsabilidad de cada uno de los sujetos.
Pero una vez establecido lo anterior hay que también afirmar que en este
asunto de hacer la propia vida no es una empresa que ocurra en solitario. Ya
desde Aristóteles se pensaba que aun siendo verdad que los individuos por

52
R. A. FÚNEZ

naturaleza querrían ser felices, también era verdad que aquella felicidad podía
alcanzarse con mayor facilidad si se encontraba a alguien que colaborara no
sólo en el proyecto personal sino en el proyecto común, no es otro es el fin de
la familia, de los pueblos e incluso del Estado. Por esto tiene toda la razón A,
Cortina (2013, 119) cuando afirma que “ese hacerse es una tarea compartida”.
Los seres humanos para salir adelante necesitan que se les apoye18, y es
justamente de ese apoyo del que carecen y por eso no ven las posibilidades
de salir adelante, no es que sean perezosos o que están apoltronados en su
zona de seguridad, sino que de ninguna parte proviene la colaboración que
necesitan para comenzar a construir una vida digna. Y cuando esto ocurre,
nos sigue recordando Cortina, “no crecen bien las personas”.
La colaboración de los otros no sólo ayuda a crecer, sino que es una
pieza fundamental para que los seres humanos puedan alcanzar su bondad.
Desde esta perspectiva, aquella forma de pensar con la que comenzamos
este ensayo, es absolutamente cierto que apunta a cuestiones importantes
con las que necesariamente tenemos que pensar; pero una vez hecho
lo anterior, si no vemos aparecer los necesarios apoyos que se requieren
fácilmente propenderíamos a pensar que no es más que un ardid para
justificar que los poderosos de siempre sigan enriqueciéndose no sólo acosta
de los trabajadores, sino ignorando a todos aquellos sectores que claman
urgentemente por una colaboración que los empodere de “modo que fueran
capaces de llevar adelante los planes de vida que tuvieran razones para
valorar” (Cortina 2013, 112).

18 Se hizo viral el desalojo de un grupo de familias que habían ocupado unos terrenos que
no eran suyos. Los comentarios acentuaban la falta de misericordia por parte de los
dueños. A mí me pareció que había que considerar dos cosas: la primera, es que, aunque
la gente dijera que tenía treinta años de estar ocupando aquellos terrenos, no la hacían
propietaria de ellos. Los terrenos tienen unos dueños legítimos y, la segunda, es que hay
que preguntarse de qué capacidades dotó la sociedad a aquellas familias, para que cuando
ocurría un desalojo semejante, pudieran valerse desde aquella capacitación. En el caso que
la sociedad no les haya posibilitado aquellas capacidades, la sociedad es culpable de la
situación de inseguridad a la que se estaba confinando a todos aquellos seres humanos.

53
Ética para la vida cotidiana

Integridad
Castel19 es un joven que ha estado perdidamente enamorado de María,
ésta, al parecer, de quien está enamorada es de otro muchacho. Aquel ha
respetado en todo momento la decisión de aquella, sin embargo, no ha dejado
de padecer los arrebatos de su enamoramiento.
Pero a María, las cosas no le resultaron bien, su enamorado, una vez que
consiguió lo que buscaba, comenzó a desinteresarse por ella, hasta que decidió
terminar con ella, al verse engañada de este modo, y siendo absolutamente
consciente de los sentimientos de Castel, no se le ocurrió mejor idea, que
intentar seducirlo, éste, fue donde uno de sus mejores amigos a consultar
cómo tenía que proceder, su amigo, conociendo los nobles sentimientos
de Castel, le aseguro que el momento que siempre estuvo esperando es
justamente este, es el tiempo oportuno para que hagas todo lo que se te
ocurra hacer con ella, si lo único que querés es acostarte con ella, este es el
momento que no debes desaprovechar.
Castel solamente pudo preguntarse, ¿dónde quedan mis valores? Utilizar
a un ser humano, ya lo dijo Kant, es inmoral, porque los hombres no son
medios sino fines, pero utilizar a un ser humano que se ama, no sólo es
inmoral, sino que es monstruoso. Castel no le hizo la pregunta a su amigo,
sino que a quien realmente cuestionó fue, asimismo.
¿Qué importancia tiene este modo de proceder? Para los individuos es
de vital importancia que exista esta correspondencia entre lo que decimos
que somos, y lo que efectivamente hacemos. Primero, porque si decimos, y
además suponemos creer en algo, y actuamos negando con nuestra práctica
aquello que decimos que somos o creemos, a la larga, no vamos a estar
seguro de quién realmente somos, y no saber realmente quién se es no es algo
baladí, sino que en ello nos va la vida; si nos decimos una cosa y actuamos
de otra terminamos perdiéndonos a nosotros mismos, pero también, afectara
a todo tipo de relaciones que intentemos establecer, la gente no va a saber a
qué atenerse. Y todo ello crea una situación de inestabilidad.

19 Se trata de nombres ficticios, aunque el hecho descrito es real. Como sabemos Castel y
María son los personajes de la novela de E. Sábato, El túnel

54
R. A. FÚNEZ

Esto que afirmamos de los individuos es igual de válido, tanto para las
empresas, como para las instituciones. Propendemos a pensar que cuando un
empresario funda una empresa, lo mueve no sólo el afán de hacer ganancia,
cuestión que, dicha entre comillas, es legítima, por ser nota constitutiva de la
empresa, sin embargo, lo mueven también otros dinamismos, por ejemplo,
devolver a la sociedad parte de su ganancia, ofrecer empleo a los jóvenes
a los que tanto les cuesta conseguir el primer empleo, etc. Etc. Entonces lo
mínimo que se puede esperar de ella, es que exista una correspondencia
entre lo que dice y lo que hace.
Lo mismo podemos decir de las instituciones. Pensamos que los políticos,
por ejemplo, actúan desconociendo o no tomando en serio esa especie de
sordina que hay en la población respecto al papel y respecto a las motivaciones
que mueven a los políticos actuales; la población siente que hay una distancia
escandalosa entre lo que los políticos dicen y lo que hacen, todo ello ha
generado mucha resistencia, sobre todo entre los jóvenes respecto a los
asuntos de política; una empleada de FUSADES, tuvo que encarar el hecho
de que su conferencia no contaba con la simpatía de los oyentes, cuando
preguntó, inocentemente, a quienes de los participantes no les interesaba
la política y la casi totalidad del auditorio levantó la mano. Y la razón de esta
crisis es la falta de correspondencia entre el decir y el hacer.
Quiere entonces decir, que para la sociedad, para las instituciones y para
los individuos es de vital importancia que nos esforcemos en que haya, dice A.
Downs20, coherencia entre las declaraciones y las realizaciones. Que existan
instituciones, sociedades e individuos íntegros.
Si para reflexionar sobre la integridad recurrimos al modo como se entiende
en el contexto del discurso, hay que decir, que la integridad es una propiedad
de las instancias a las que nos hemos referido, y tiene como resonadores, no
solamente la realidad de ellas mismas, sino que los resonadores son todos
aquellos que esperan que aquellas instituciones se comporten como tal.
Cuando nosotros no somos íntegros, la integridad no solo tiene que ver
con la propia realidad, sino con todos aquellos que esperan de nosotros que
nos comportemos con integridad.
Es verdad que afirmar estas cuestiones es relativamente fácil, sin
embargo, esto no significa que lo sea en la realidad. El mismo Castel era
dolorosamente consciente de lo difícil que es la integridad. Al ser consciente
20 Citado por A. Cortina (2013)

55
Ética para la vida cotidiana

de la situación vulnerable en la que estaba María, dijo entre dientes, “y si es


otro, si otro es el que se aprovecha de ella, y, yo, pudiendo hacerlo, no lo hice”.
Castel es absolutamente consciente que el ambiente en el que intenta realizar
su integridad es adverso, cualquier otro muchacho aprovecharía, lo que para
él es la ocasión de su vida, y, sobre todo, ningún otro muchacho entenderá
fácilmente su opción, la falta de integridad es una especie de miasma que lo
permea todo, nos parece que es eso lo que indica ese proverbio popular “en
río revuelto, ganancia de pescadores”.
No obstante, están en juego cuestiones muy importantes en este asunto
de la integridad, para que pasemos por ella sin ningún recato, A. Cortina lo
dice con claridad: “la integridad […] es esencial para que sean eficientes las
relaciones interpersonales”.
Si nos comprometemos con un objetivo determinado, y somos íntegros,
seguramente lo conseguiremos con menor esfuerzo, en el menor tiempo
posible, lo que a la larga beneficia a la sociedad.

La conciencia moral

¿Qué hace que un determinado comportamiento sea considerado moral?


Vemos a dos personas intercambiando una mercancía y en seguida captamos
que se trata de un comportamiento económico; cuando vemos que una persona
desde el púlpito de un determinado templo se dirige a grupo de creyentes,
afirmamos que se trata de un comportamiento religioso y, lo mismo ocurre,
cuando vemos que una persona le pide a otras que se intercambien sortijas,
deducimos que se trata de un comportamiento jurídico, etc, etc. Por lo tanto, es
necesario que indaguemos sobre la especificidad del comportamiento moral.
Una de las cosas que se afirman cuando hablamos de moral, es que los
individuos que se comportan de esa manera están íntimamente convencidos
que es valioso comportarse del modo como lo han elegido hacer, esta
convicción no ocurre, necesariamente en ninguno de los comportamientos
descritos, cualquiera puede casarse, aunque evidentemente no es lo ideal, sin
estar convencido del valor del matrimonio, y lo mismo podemos ir diciendo de
los otros ejemplos aducidos, en cambio en el mundo de lo moral, los individuos
están conscientes del valor de dicho comportamiento.

56
R. A. FÚNEZ

Aquí el problema que de inmediato se nos plantea es cómo se forma


aquella conciencia moral21. Y aquí es importante señalar que no se trata de
mera introspección, no se trata de plegarse sobre sí mismo para ver emerger
desde el fondo del alma aquello que llamamos conciencia, sino que se
requiere estar bien enraizados en la situación en la que nos ha tocado en
suerte vivir, porque es de esa situación de la que va a provenir la información
que vamos a requerir. Todo ello implica un serio compromiso para adquirir lo
que A. Cortina (2013, 102) llama una buena información. Y esta exigencia es
ciertamente un reto.
Se habla incansablemente de las bondades de las tecnologías de la
información y de la comunicación (TICs), sin embargo, intentar informarse
mediante alguno de esos medios se ha tornado sumamente complejo. Da la
impresión que tanto los medios en su versión escrita como televisada no están
verdaderamente comprometidos en desvelar lo que ocurre en la realidad, sino
que más bien al acentuar, con mala conciencia, algunos aspectos de lo real,
terminan por deformar la totalidad de dicha realidad. De hecho, si alguien
quiere enterarse de lo que ciertamente está ocurriendo en alguna parte del
planeta, tiene que reconocer que lo invade una especie de impotencia, al caer
en la cuenta de que nunca estará seguro si ha ocurrido lo que está leyendo
o escuchando y no se trata únicamente de que se esté tratando al oyente
como una criatura menor de edad, como afirma N. Chomsky22, sino que
deliberadamente se busca deformar la realidad23.
Ante tal situación, si con lo que estamos comprometidos es con la forja de la
propia conciencia tenemos inexorablemente que buscar buena información, y
a esto contribuye, sigue sugiriendo A. Cortina, dialogar con otros que merecen
toda nuestra confianza, y para esto también la TICs pueden venir en nuestro
auxilio, establezcamos vínculos con personas que consideremos dignas de

21 Existe una tradición filosófica española para la cual no es muy claro la existencia de la
conciencia. De hecho afirma que rigurosamente de lo que podemos hablar es de actos
conscientes. Lo que aquí nos interesa señalar es que al no estar meramente yuxtapuestos
aquellos actos conscientes, constituyen algo más a los meros actos, es decir, constituyen la
conciencia. La conciencia no es mera suma de actos conscientes sino que hace referencia,
al exceso que necesariamente ocurre de aquellos actos.
22 Consultar las 10 estrategias de manipulación mediática en https://www.revistacomunicar.
com/pdf/noam-chomsky-la-manipulacion.pdf, consultado el día 04 de marzo de 2018
23 Esta afirmación puede sonar a marxismo trasnochado, pero lo que ocurre es que los dueños
de los grandes medios de comunicación proceden trasnochadamente

57
Ética para la vida cotidiana

confianza y dialoguemos con ellas para de esa manera ir, no sólo haciéndonos
una idea de lo que sea la realidad sino, al mismo tiempo, ir forjando nuestra
conciencia, todo esto va a ir equipándonos de buenos criterios para discernir
entre lo verdadero y lo falso, en un mundo en el que nos inunda el discurso y
la propaganda.
Pero todo lo que menos diciendo se apoya en la férrea intención de
acertar. Los individuos no actuamos sólo por actuar, sino que lo hacemos con
la imperiosa finalidad de que nuestra actuación acierte en el blanco, y para
eso, como se viene diciendo prácticamente desde Aristóteles se requiere de
una práctica de todos los días, un buen arquero se entrena diariamente, y su
puntería se funda en toda esta práctica anterior.

La reciprocidad, base de la cooperación

Una de las cuestiones de las que poco a poco nos vamos convenciendo,
es que muchos de los problemas por los que atraviesa actualmente la
humanidad pueden solucionarse mediante la cooperación.
Es verdad que más de alguno va a salir argumentando que en una
sociedad tan compleja en la que no conocemos a nadie y en la que incluso
los familiares, muchas veces son los principales obstáculos para superar
los agudos problemas económicos con los que nos encontramos, hablar
de cooperación es no haber entendido los dinamismos intrínsecos de
la sociedad; habrá más de algún cínico que ante el sufrimiento de un ser
humano simplemente pueda decirse que él no tiene ninguna responsabilidad,
que cada quien elige el estado de vida que prefiere como mejor, y, de repente,
pretender aliviar lo que a nosotros nos parece males, no es más que una
especie de distorsión, de intromisión ilegítima en el modo de vida que cada
cual ha elegido.
No obstante, pese a todo ese ruido, muy común en una sociedad que
concibe a los individuos como desprendidos de todo vínculo social, la
cooperación es la disposición que deberíamos cultivar para hacer frente a las
dificultades. Los economistas han observado que nunca antes la humanidad
ha logrado apropiarse de tantos recursos, de tanta riqueza, de tanto saber, de
tanta tecnología como la humanidad actual.

58
R. A. FÚNEZ

Es decir, la sociedad actual tiene todas las posibilidades para fomentar la


cooperación. Y de hecho lo hace, la pregunta es entonces ¿por qué siguen
agravándose los problemas hasta el extremo de poder en peligro a la misma
humanidad? y la razón es que la cooperación se ha entendido bastante mal.
Manfred Max Neef, en su momento denunció un tipo de colaboración que en
lugar de aliviar los problemas por los que atravesamos, más bien consolidaron
la posibilidad de que se sigan profundizando.
Este economista está convencido que el hambre en el mundo, es posible
erradicarla, y para que eso ocurra no es necesario que los Zaqueos de hoy
entreguen la mitad de sus riquezas, sino que basta con que se priven de
un mínimo porcentaje de sus ganancias y el hambre puede superarse, sin
embargo, cuando la UNICEF, propuso un proyecto para erradicar el hambre,
se dijo que no había dinero.
Para que la verdad, saliera a flote bastó que a finales del 2007 comenzara
a hacerse evidente la crisis inmobiliaria en Estados Unidos, para que los
ricos de este mundo pusieran a disposición de las grandes corporaciones 18
billones de dólares; es decir, hay dinero, lo que ocurre es que la cooperación
se entiende únicamente entre los poderosos del mundo.
Pero también más en la base, más cerca de nosotros, existe un discurso
que parece que toma muy en serio la cooperación, se trata de todos aquellos
discursos populistas en los que en campaña electoral se ondea la bandera
del compromiso con los más desposeídos, lo falaz, muchas veces de este
discurso es que esos tipos de populismos quieren convencer a la población de
que se trata de gente muy comprometida con los intereses de las mayorías,
y que este interés es tan grande que es capaz de poner entre paréntesis los
propios, personales, e individuales intereses, el celo por los pobres es tal, que
lleva hasta a que se olvide la propia vida.
¿Dónde está lo falaz? que la historia va demostrando que todos aquellos
que dicen desvivirse por los demás, incluso, ignorando su propia vida, son los
que más beneficiados terminan24, es una experiencia cotidiana el ver como la

24 Veamos que afirma uno de los diarios de circulación virtual de El Salvador: “La Fiscalía Gene-
ral de la República ordenó el viernes la captura del expresidente Mauricio Funes Cartagena
(FMLN/2009-2014), quien fue acusado formalmente por haber sustraído con una elaborada
estratagema más de 351 millones de dólares del erario nacional”, bajado de http://lagace-

59
Ética para la vida cotidiana

opción por los más desprotegidos terminan enriqueciendo justamente a los


que se supone que se sacrifican por aquellos desdichados.
¿Qué ha pasado? Hay que decir que hemos distorsionado la idea de
ser humano. Hemos ignorado, como nos recuerda A. Cortina, que lo que da
cuenta del ser humano es el hecho de que somos reciprocadores; ha sido
esa capacidad de reciprocar, la que poco a poco hemos ido perdiendo y que,
sin embargo, es necesario volver a recuperar, el hombre, afirma la pensadora
española, es capaz de dar y recibir, capaz de reciprocar, capaz de cooperar, y
además se mueve también por instintos y emociones, y no sólo por el cálculo
de la máxima utilidad.
Si nos atenemos seriamente a lo que hemos dicho, la tarea que tenemos
es justamente la de reflexionar en torno a quienes son los que tienen que
unirse en la cooperación. Y si estamos esperando que sean los poderosos
de este mundo los que opten por cooperar, es probable que el camino sea
cada vez más largo, no todos los ricos son un Bill Bates, o un Warren Buffet;
pero también puede ocurrir lo mismo si estamos esperando que sean los
oportunistas de turno los que se apresten a cooperar.
Parece que en este asunto de la cooperación, también tiene que darse
una especie de posición simétrica, es decir, que el pobre coopere con el pobre,
que el desvalido coopere con el desvalido, que los iguales cooperen con sus
iguales, ya los poderosos lo hacen, sólo que como dijo el inolvidable Facundo
Cabral, las cantidades de los ricos son astronómicas, porque sus necesidades
también lo son, en este sentido afirma A, Cortina (2013): “cooperar con
aquellos en quienes podemos confiar y castigar a los que nos defraudan”.
Insistamos en que estamos interesados es establecer que la cooperación
es posible, porque somos hombres reciprocadores. Es decir, nos ayudamos
mutuamente, y es justo en este mutuamente en el que se funda la cooperación,
y se ve en seguida que es también lo que queda negado cuando la cooperación
ocurre unilateralmente.

ta503.com/2018/06/mauricio-funes-se-robo-mas-de-351-millones/, el 11 de junio de 2018.

60
R. A. FÚNEZ

Para una ética del nosotros


“No tengo ni para mí, ya voy a tener para darle a los demás”. ¿qué hay de
pernicioso en esta actitud? ¿Qué impacto tiene una actitud semejante, tanto
en quien la tiene, en aquellos con quienes hace su vida, como en todos y todo
los demás? Quero indicar, de entrada, que detrás de aquella actitud hay una
especie de resentimiento25. Pero lo malvado de este resentimiento es que
generalmente se desencadena no con los causantes de aquella situación,
sino más bien con aquellos que se encuentran en la misma situación de
vulnerabilidad o, peor aún, con todos aquellos que están en peores condiciones.
En este sentido, el resentimiento puede cortar una apreciable vía de
comunicación con todos aquellos con los que están simétricamente situados.
Pienso que en lo que tiene que ver con los demás, es esta la tragedia: perder
el grupo de referencia con el cual se puede dialogar, para encontrar o construir
soluciones a la situación penosa en la que están inmersos.
¿Qué ocurre cuando nos enajenamos respecto a los miembros del mismo
grupo? Pueden ocurrir dos escenarios, o que vea en el otro una amenaza que
pueda agudizar más la situación de carestía en la que están. Un pariente pobre,
siempre es un incordio tenerlo por mucho tiempo como huésped. Un mendigo
que nos pide frecuentemente alimentación se vuelve una carga onerosa. El otro
es una especie de carga, de la que lo mejor es no hacerse cargo26.
Pero puede darse un segundo escenario, probablemente forjado en el
escenario anterior: el otro es alguien con el que podemos sacar todo nuestro
25 No está en mi ánimo sostener que aquel resentimiento no está de sobra justificado, por supues-
to que se trata, probablemente, de un resentimiento causado por lo mal que han tratado a este
enorme sector vulnerable de la sociedad. Ya en su momento los artífices de aquella actitud ten-
drán que dar cuenta de su modo de proceder; muy probablemente el tribunal que se erija será
justamente su propia conciencia. Nadie se va de esta vida sin pagar las deudas contraídas.
26 A. Cortina ha propuesto a la Real Academia Española el término aporofobia que describe
esta aversión al pobre, no se trata meramente de un rechazo al extranjero, si este trae di-
nero, es recibido con bombo y platillo, pero si es pobre lo que hay que hacer es rechazarlo.
Trump, al referirse a los migrantes haitianos y salvadoreños afirmo “¿Por qué tenemos a
toda esta gente de países (que son un) agujero de mierda viniendo aquí?” y seguidamente
sugirió que “Estados Unidos debería traer a más inmigrantes de países como Noruega”. Es
decir, el problema no son los inmigrantes, sino que sean inmigrantes pobres. Por eso sigue
teniendo razón A Cortina cuando continúa afirmando que “la aporofobia es una patología
social que existe en todo el mundo y lo primero que hay que hacer es reconocerlo, saber
que está y que nos pasa, e inmediatamente tratar de desactivar ese fenómeno […] absolu-
tamente corrosivo”. Consultar https://www.fundeu.es/noticia/adela-cortina

61
Ética para la vida cotidiana

resentimiento, con el que podemos realizar “el poder” que tenemos. Con el
que podemos duplicar el daño que recibimos. El patrón golpea al trabajador, el
trabajador golpea a su mujer, la mujer golpea al hijo y el niño golpea al perro.
De aquí proceden todos los reclamos que se hacen desde los que optan por
este grupo.
Gabino Palomares y Amparo Ochoa describen con amargura esta
actitud cuando cantan: “Pero si llega cansado, Un indio de andar la sierra,
Lo humillamos y lo vemos, Como extraño por su tierra. Tú, hipócrita que
te muestras, Humilde ante el extranjero, Pero te vuelves soberbio, Con tus
hermanos del pueblo”.
No obstante, lo que realmente nos interesa es acentuar lo que tiene
de paralizante dicha actitud en el esfuerzo por forjar un carácter bueno, un
carácter felicitante. Queremos partir observando que cuando la gente dice ¨no
tengo ni para mí…¨ está describiendo una situación que es real, de verdad, lo
que tiene lo tiene poco, por eso decía A. V. Rechnitz que los pobres tienen que
ser unos genios en economía, ya que logran sobrevivir con un presupuesto
que es ilusorio.
Nuestra inquietud es la siguiente ¿procediendo de esa manera, es decir,
agrediendo a su igual, alivia la situación en la que se encuentra? ¿responde
con mayor eficacia y eficiencia, a dicha situación? Tenemos que contestar en
seguida27, que no, que en nada ayuda a los pobres ignorar a los demás pobres.
Que como bien dicen popularmente, salir al encuentro del otro, con los escasos
recursos con los que contamos no nos hace más pobres, y, como lo indica, el
sentido común, no hacerlo tampoco nos vuelve más ricos. Entonces, ¿por qué
no ensayamos, para responder a nuestra situación crítica, salir al encuentro de
aquellos que también se encuentran en una situación vulnerable?28

27 Y constatar este hecho es esperanzador, en la medida en la que podemos soñar con que la
situación puede superarse.
28 G. Standing en su estudio sobre el precariado apunta que ocurre una situación anómala en-
tre lo que él llamado precarios. El precario tiende a esconder su situación. Quien, por ejem-
plo, pierde su trabajo, pasa una especie de vergüenza, y procura por todos los medios seguir
con una rutina parecida a cuando era un empleado, se levanta temprano, sale temprano de
su casa, aunque con toda probabilidad sea para ir a leer en una gasolinera la sección de
empleos del periódico; de esta manera sus vecinos no saben que está desempleado. Y res-
pecto a sus amigos, evita por todos los medios encontrarse con ellos, y justamente lo hace
para que tampoco conozcan la situación en la que se encuentra. El fracaso en esta sociedad
culpabiliza a los sujetos. Y de lo único que se trata es de ser responsable, no culpable.

62
R. A. FÚNEZ

Goya tiene una pintura en la que dos hombres se enfrentan a garrotazos,


veamos que no lo hacen con sables, o con armas, sino con garrotes, y además
Goya lo titula “Duelo a garrotazos” o “la riña”.
Por lo tanto, dicha pintura no está describiendo la pugna entre nobles, ni
está describiendo la pugna entre los poderosos, sino que parece que describe la
pugna entre dos pobres que recurren a lo único que tienen a la mano, un garrote.
El problema es que pelean en arena movediza. Ambos están condenados
a hundirse, se trata de una pintura que describe perfectamente bien la riña
entre los pobres, si se siguen peleando entre ellos, si se siguen ignorando
mutuamente lo más seguro es que terminen por hundirse, desenlace que
apuraran en la medida en que la ¨riña¨ sea más cruenta.
Sin embargo, si en lugar de reñir, buscan ambos salir de la situación en la
que se encuentran, de repente ocurre que encuentran una salida desde la que
se salvan mutuamente29.
Aquella afirmación con la que comenzamos este ensayo, no sólo no nos
permite entender adecuadamente la situación en la que estamos inmersos,
sino que también nos encubre aquellos con quienes se pueden establecer
alianzas para salir de dicha situación.

Podemos salir adelante junto a los otros


En la década de los ochenta cuanto se les preguntaba a los jóvenes por los
tres signos que indicaban que habían sido exitosos en la vida, afirmaban que
tener un empleo en el que se les pagara un buen salario, un carro deportivo,
y tener como novia a la muchacha más guapa de la facultad. Hoy parece
que los muchachos piensan que, teniendo dinero, tendrían solucionado todos
los problemas, tener dinero abriría la puerta del éxito, de los amigos, de las
novias, de las vacaciones, etc.
En ambos casos se concibe el éxito como algo circunscrito a los límites
de la propia individualidad, quien es exitoso es el individuo; en este sentido
se puede estar inclinado a pensar que los otros, o pueden ser una carga para
29 ¿Por dónde llegamos hasta dónde estamos? Decimos, muchas veces: “no hay salida”.
¿pero hemos reparado, que tuvimos que haber llegado por algún lado? Estoy absolutamen-
te convencido, que toda situación tiene una salida.

63
Ética para la vida cotidiana

que cada cual alcance su propio éxito o, por lo mismo, habría que prescindir
de ellos para que el camino al éxito quede expedito.
Son varias las inquietudes que nos suscitan este modo de concebir el
éxito. Debemos comenzar estableciendo que es legítimo que las personas
busquen ser exitosas en la vida, y, además, si nos encontráramos con alguien
que no desea serlo, tendríamos que animarle a que lo sea y descubrirle sus
más profundas motivaciones que lo están imposibilitando para hacerle pensar
que no tiene que ser exitoso. De hecho, ser exitoso tendrá que ver con lo más
propio de cada cual.
Sin embargo, una vez establecido lo anterior, si es necesario preguntarse
por las razones que nos han llevado a pensar que los demás son obstáculos
para alcanzar el éxito. Una dificultad similar se generó en un salón de clases
cuando una de las alumnas expuso que por ser el tema de la felicidad un
asunto estrictamente subjetivo se corría el riesgo de que la felicidad de
alguno afectara a la felicidad de algún otro, respecto a lo cual conteste que
no tendría por qué ocurrir de ese modo, aunque sea el mismísimo Kelsen30 el
que proponga tal dificultad; pienso que si de verdad se trata de una auténtica
felicidad, no tendría por qué entorpecer la felicidad de los demás, pero como
de esto hablaremos en cualquier otro momento, establezcamos que por lo
que respecta al éxito, tampoco tendría que afectar a los demás.
La otra inquietud que tenemos que encarar es si es correcto abandonar
a los otros cuando lo que buscamos es nuestro éxito. Pensamos que para
comenzar a esclarecer dichas dificultades tenemos que tener muy claro que
aunque creemos que el aporte del liberalismo clásico, respecto al individuo,
tiene elementos de mucha importancia en relación a la reivindicación de la
esfera individual, tiene también muchas dificultades, al concebir al individuo
como una mónada, como una realidad autosuficiente cerrada sobre sí mismo,
y evidentemente si pensamos a los individuos separados de todos los demás
perdemos, de manera definitiva, la realidad individual, y esto lo afirmamos
porque en la realidad misma del individuo se encuentra como nota suya, al
30 Lo que H. Kelsen propone es lo siguiente: “Supongamos que dos varones aman a una mis-
ma mujer y que ambos, con o sin razón, creen que sin ella no serían felices. No obstante,
conforme a la ley —y tal vez conforme a sus propios sentimientos— esa mujer no puede
pertenecer más que a uno de los dos. La felicidad de uno acarreará irremediablemente la
desdicha del otro”. Qué es la justicia, disponible en http://yumpu-download.tiny-tools.com/
single.php?id=56623514&page_num=7, consultado el 7 de marzo del 2018.

64
R. A. FÚNEZ

menos, todos aquellos que son significativos para la propia vida. En este
sentido es importante rescatar la noción de individuo que presenta Zubiri
(2006, 25), al concebirlo como di-verso, al respecto afirma que “todo hombre
es de suyo diverso, esto es, la diversidad es un momento de su realidad”.
Sin embargo, lo que a nosotros nos interesa es lo que el pensador vasco
entiende por diversidad, y, en este sentido afirma que en esta diversidad “va
envuelta en una u otra forma, expresa y reduplicativamente, la referencia a
los demás hombres”. Los seres humanos no somos islotes, estamos desde
nuestra realidad vertido hacia los otros.
Si esto es así, el éxito de cada cual tendría que tener necesariamente
presente a los demás, es a esto lo que se refiere A. Cortina (2013, 141) cuando
observa que “el secreto del éxito en sociedades democráticas consiste […] en
tratar de sacar día a día lo mejor de las propias capacidades, lo cual requiere
esfuerzo, que es un componente ineludible de cualquier proyecto vital, y en
hacerlo, no sólo en provecho propio, sino también de aquellos con los que se
hace la vida, aquellos con lo que y de los que se vive”.
Es verdad que somos individuos, pero también es verdad que somos
individuos diversos.

Posibilidad de cambiar
Un antiguo profesor de Moral y Cívica, en este momento no recuerdo si
refería este hecho a la esperanza que genera que los seres humanos podamos
cambiar, o al pesimismo de que los hombres siempre cometemos los mismos
errores, sin embargo, contaba una y otra vez, que los hombres, aunque
estemos más sucios que un cerdo, vamos a la ducha, nos enjabonamos, nos
bañamos en agua abundante y salimos limpios y perfumados. Tenemos la
capacidad de limpiarnos de toda la cochinada que hemos acarreado por el
modo en el que hemos decidido vivir.
Fuera la razón que fuera por la que aquel noble profesor de escuela
normal, nos refiriera aquel símil, lo importante es que me sigue sonando y se
las cuento a mis alumnos, con el único afán de que no sólo sienta esperanza
con la posibilidad de poder actuar de modo diverso, al modo como lo han

65
Ética para la vida cotidiana

hecho sino que, incluso, puedan liberarse de la culpabilidad, una vez que son
conscientes de que se pueden restañar los errores.
Se trata de una apuesta por el ser humano. Aunque la realidad humana sea
una hybris de pecado y gracia, para decirlo en terminología de antropología
teológica, o una mezcla de bondad y maldad, recordando tanto a Hobbes
como a Rousseau, o poseedores tanto de genes altruistas como de genes
egoístas, para darle su lugar a la genética, confiamos en que los hombres
más tarde que nunca, decidiremos, consciente y razonablemente optar por
ese chispazo de bondad, que también hay en cada uno de nosotros.
Se trata de la convicción de que los hombres podemos cambiar, cuando así
lo decidamos, en este sentido, el cambio moral es estricta y radicalmente una
decisión personal, pero lo que queremos indicar es que esa decisión tiene la
garantía de realizarse, no es una mera veleidad, sino que es una posibilidad real.
Podemos haber errado en nuestro blanco, podemos habernos
equivocado con la clase de hombres que decidimos ser, no obstante, el error
y la falta no tienen la última palabra, siempre contamos con la posibilidad
de rectificar. A. Cortina repite morosamente que es más inteligente crearse
un buen carácter que un mal carácter, y tiene toda la razón del mundo, pero
también tenemos razón cuando afirmamos que aun en el caso que nos
hubiéramos forjado un mal carácter, podemos hacer un alto en el camino, y
comenzar a construir un buen carácter.
Pero también, y este aspecto es necesario tenerlo en cuenta, recurrir a
aquel símil también nos recuerda que en asuntos de moral y ética es de vital
importancia respetar los procesos personales, y en asuntos personales no
cabe la distinción entre rápidos y lentos, si nos encontramos frente a cierta
opacidad moral, tenemos que decir, que no se trata de que sea una persona
lenta en comprender la importancia de la moral, lo único que significa es que
se está forjando la propia biografía. Y estos procesos son lentos, pero hay que
decir, que son los más seguros.
Hay un texto en la Biblia cristiana que ilustra magníficamente bien esto
que acabamos de decir, está recogido en el libro de Lucas31, en él cuenta la
historia de un hijo que decidió pedirle la parte de herencia que le correspondía

31 Lc. 15, 11-32.

66
R. A. FÚNEZ

a su padre, este se la concede, el hijo la derrocha, en una vida de crápula, y


se queda sin dinero, hasta el punto que envidia la comida de los cerdos, y al
fin decide regresar, nadie lo forzó, sino que el mismo decidió regresar, nadie le
impidió que viviera del modo como pensaba que era correcto, tuvo que vivirlo
todo, tocar fondo para decidir regresar, pero lo importante es que cuando lo
decidió no encontró las puertas cerradas, sino la posibilidad de rectificar, la
posibilidad de comenzar.
Esto me recuerda lo que les digo a mis alumnos cuando me cuentan lo
doloroso que ha sido su vida, las peripecias, vicisitudes, maltratos de todo tipo
por los que han tenido que pasar, en el momento en que esperan que sienta
lastima de tantos vejámenes por los que han tenido que pasar, les digo, pero
seguís vivo ¿verdad?
Toda tu historia lo único que a mí me revela es que sos de una reciedumbre
asombrosa, no te pudieron pasar peor cosas y, no obstante, seguís estudiando,
con ganas de seguir, es decir, en lugar de empalagarlo con la imagen de
víctima, acentúo su virilidad de protagonista, podemos continuar, podemos,
precisamente por todo lo que se ha pasado, volver a comenzar, y, dicho con
toda la dureza, no nos queda otra que comenzar, porque es la propia vida la
que está en peligro.
Ante todo esto afirma A. Cortina que “las personas sí podemos cambiar,
por eso tiene sentido la ética”. Si ya no hubiera nada que hacer, la ética no
serviría de nada, pero está ahí para alentarnos que podemos hacer de nuestra
vida un monstrenco o un David.

La acción como fuente de moral


La ética apunta, también, al ser humano que esperamos ser : cuando
Sánchez Vázquez describe los problemas morales, da la impresión que la
moral apunta, primariamente, a tener claro la norma a la que necesitamos
recurrir para responder al problema que una situación determinada nos está
planteando, parece, entonces que estamos ya en posesión de dichas normas.
Pienso, que en parte, tiene razón. No obstante, el problema que la moral
nos plantea es ¿qué proponer al ser humano actual? La primera inquietud

67
Ética para la vida cotidiana

sobre la que hay que reflexionar, es sobre la responsabilidad que le compete a


todo hombre y a toda mujer, sobre la “figura” que de sí mismo quiere construir.
Existe un discurso ético que al poner el énfasis en los múltiples atropellos
que han sufrido los seres humanos corre el riesgo de no tomar debidamente en
cuenta la responsabilidad que le compete a cada cual. Es verdad, y la historia
puede proporcionarnos una fundamentación minuciosa de dichos abusos. Sin
embargo, lo que en verdad urge es qué le proponemos a las personas que
se encuentran vulneradas. Acentuar que es “víctima” y sólo víctima corre el
riesgo no sólo de no tener una clara inteligencia de lo que tiene qué hacer,
sino que agota su práctica “disparando tiros” contra sus victimarios.
Por ello mi ética propone tomar muy en cuenta la responsabilidad de
cada cual, lo que arroja luces, acerca de lo que tiene que hacer. Cuando nos
decidimos a ello, aquel hacer nos va capacitando a los haceres ulteriores.
Pues bien, es urgente, y todos los hombres tenemos derecho a ello,
crearse la imagen de hombre que se quiere ser. Que en un primer momento
pueda estar equivocado acerca de lo que ello significa y que, por lo tanto,
podría también estar equivocado acerca de los medios a los que recurre, es el
riesgo que se tiene que asumir. Sin embargo, puesto en el camino de forjarse
aquella imagen, dicho propósito va arrojando luz, tanto, sobre la ruta que hay
que recorrer, como de los medios que hay que apropiarse.
todo esto ocurre una vez que nos hemos puesto en marcha. La marcha
tiene su impulso inherente. Podemos ser, o como dice A. Cortina, podemos
forjarnos el carácter que queramos tener, problema, que además nos urge y
que nadie puede solucionar por nosotros
La cuestión es ¿cómo nos forjamos dicho carácter? Algunos hablan de
normas, otros de virtudes. En ambos casos, no estamos previamente en
posesión ni de aquellas normas ni de aquellas virtudes. No podemos pretender,
ingenuamente, que las normas y virtudes se encuentran en el contexto social
en el que nos encontramos y que de lo que se trata es de echar mano de ellas.
Es verdad que hay seres humanos veraces, seres humanos en los que
se puede confiar, pero ello no significa que la virtud y la veracidad esté ahí
y quien quiera serlo únicamente extiende su mano y ya cuenta con ello; sino
que el hombre que quiere ser veraz, tiene que construirla en su propia realidad
a partir de un esfuerzo personal

68
R. A. FÚNEZ

¿tenemos que estar en posesión de la norma o de la virtud? Quizás no, no


se trata de actuar hasta que ya nos encontramos en posesión de, sino que en
el mismo impulso a actuar conforme a dicha virtud, nos vamos comportando
conforme a la virtud que buscamos construir
¿Es mero voluntarismo? No, pienso que se trata de algo más radical, de
ser, lo que deseamos ser.

Sólo la ternura puede hacernos


¿De qué pasta estamos hechos? Estamos hechos de muy mala pasta.
Esta respuesta es producto de cierto desencanto que experimentamos cuando
nos enteramos de la increíble capacidad que tenemos los seres humanos
para infringirnos sufrimiento. Infringimos sufrimiento a los demás hombres,
a la naturaleza, a todo aquello con lo que alguna vez entramos en contacto.
Los seres humanos tenemos la enorme capacidad de desvirtuar todas
nuestras relaciones fundamentales. Es escandaloso que, aun contando con
todos los recursos, tanto económicos como científicos, porque como muy bien
lo recuerda Zubiri, nunca antes la humanidad ha estado en posesión de tanto
conocimiento, como del que dispone en la actualidad, y sin embargo, se debata
con problemas que aparentemente la están poniendo en peligro de muerte.
Ante estos hechos, aquella descorazonada exclamación bíblica: “Dios
se arrepintió de haber creado el hombre32, adquiere el mayor patetismo. Los
seres humanos también somos malos, los seres humanos, para recordar el
cuento que cuenta el abuelo a sus nietos, nos hemos esmerado muy bien, en
alimentar el lobo rabioso que habita en cada uno de nosotros.
Pero una vez dicho esto, también es necesario recordar que también
somos buenos. Lo que ocurre es que los hombres, parece que padecemos
mala memoria de corto plazo, y nos hemos olvidado de algo que es también
fundamental. Nos referimos a la vulnerabilidad. Vulnerabilidad de la que no
podemos salir por nosotros mismos, sino que aquí son los otros seres humanos
que lo van rodeando con todos aquellos recursos con los que poco a poco, en
un proceso lento pero efectivo, le van permitiendo valerse por sí mismo.

32 Gn. 6,6

69
Ética para la vida cotidiana

Esto indica, según A. Cortina, que no somos sólo malvados, sino


que estamos hechos, para poder cuidarnos entre nosotros mismos. Los
hombres nacemos en una situación en la que necesitamos de ser cuidados,
(entendiendo necesidad en su sentido más biológico posible, del mismo modo
que necesitamos alimentación, cuando tenemos hambre), necesitamos que
se nos cuide para poder ser viables, y quienes lo hacen demuestran que están
hechos para cuidar. La madre llena de todos los cuidados posibles al recién
nacido y este cuidado es susceptible de predisponerlo para que sea un ser
humano de bien.
Por eso ante el desencanto, la desesperanza, la frustración en la que
estamos sumidos los seres humanos, se vuelve urgente recobrar este hecho
fundamental: el cuidado, que nos desvela no solo lo que necesitamos, sino,
sobre todo, del gran corazón que tenemos los seres humanos. Tenemos que
desbrozar, de nuevo, el camino que nos conduzca hacia aquella disposición
a cuidar.
Claro, y es en lo que sueña A. Cortina, frente a un mundo en el que se
maltrata al “extraño”, lo urgente, lo verdaderamente urgente es extender el
cuidado al “extranjero”, al que viene de lejos, al que no es de nuestro círculo
familiar pero que también es hermano. Para ello no basta contar con los
recursos para hacerlo. No basta con que podamos salir al encuentro de aquellos
que la pasan mal, porque de repente, salir al encuentro del desvalido, como
suele decir la gente, no nos hace más pobre, sino que de lo que de verdad
se trata es de querer hacerlo. Por ello el gran reto que tenemos planteado es
preguntarnos ¿de qué necesitamos equiparnos para evitar dar un rodeo frente
al ser humano que la pasa peor que nosotros?33 ¿qué podemos hacer para
recordar, para volver a pasar por el corazón, el inconcuso hecho de que sólo
hemos podido llegar a ser lo que somos, por la ternura y el cuidado del que
hemos sido objetos?

33 ¿La ley? ¿El propio oficio? ¿La indiferencia? ¿La dureza de corazón? ¿una actitud de po-
bre? ¿realmente que nos impide encontrarnos con el que lo necesita?

70
R. A. FÚNEZ

Ética y transformación humana

Usualmente solemos definir moral como un conjunto de normas, y es


sintomático que incluso los menos avisados establezcan esta relación casi
siempre que se les pregunta por la moral. Es evidente que la moral tiene que
ver con reglas, normas, etc. Sin embargo, la dimensión normativa no es ni de
cerca, lo esencial de la moral. Son múltiples los ejemplos que inmediatamente
se nos vienen a la cabeza con el solo hecho de plantear el problema.
El primer ejemplo es el Joseph, el personaje de la novela de Julien
Green, Moira ¿Quién era Joseph?, un joven intachable, que regía su vida en
la más completa observancia de las reglas de su iglesia, por ello era admirado
y, quizá, también por ello corria el riesgo de erigirse en modelo. Si se aspira
a comportarse con integridad, Joseph era el típico modelo a seguir. Lo que
ocurre es que un modelo es implacable, le falta misericordia y compasión, no
admite la fragilidad de los otros, es un juez inflexible.
Lo grave de asunto es que en el caso que cometa un error, es tal su
ofuscamiento que es incapaz de reconocer su responsabilidad, siempre son
los otros la causa de las propias inconstancias, de hecho, el puro e inmaculado
Joseph termina asesinando a Moira en la que ve la causa de su perdición.
El segundo ejemplo es Karatski el personaje de la novela de Tolstoi,
El padre Sergio, a él recurrían todos aquellos que estaban ansiosos de su
buen consejo, y, sin duda encontraban en aquel santo lo que afanosamente
buscaban. No obstante, y con una crudeza sin límites, Tolstoi, narra la manera
atroz con la que el santo evitaba la tentación, en una ocasión en la que sintió
estar siendo tentado por una mujer, se amputo un dedo de su mano. Es
probable que una conducta así, tenga mucho mérito, sin embargo, me queda
la sospecha de si su moral no carece de algo fundamental.
El último ejemplo al que me gustaría recurrir es a la historia que narran
los evangelios, con el título del joven rico34 Los evangelistas se esmeran en
presentar a un muchacho bueno, intachable, fiel observante de la ley. Sin
embargo, no es esto lo que a Jesús le parezca determinante para una vida
que pueda conseguir el cielo. Se puede cumplir la ley como mero rito, sin que
toque el corazón.
34 Mc, 10, 17-22

71
Ética para la vida cotidiana

Por ello, en asuntos de moral, no bastan las normas. Quizá las normas
son recursos útiles, pero sin duda, son insuficientes. Por ello A. Cortina,
señala, con la máxima claridad, que en asuntos de ética está en juego, nada
más y nada menos que la transformación interna de las personas. las normas,
los valores y los principios, no son un mero ritual externo, sino que tienen que
apuntar a aquella transformación a la que se refiere nuestra filósofa española.
Los seres humanos tenemos que estar convencidos de que vale la
pena actuar bien y el énfasis, ínsito en ello es aquella profunda transformación
que tiene que darse para que realmente la observancia de la norma sea un
comportamiento moral.

72
R. A. FÚNEZ

Actividades capítulo II

Actividad # 4

Elabore un listado de sus valores más significativos y formule una breve


definición de cada uno de ellos

73
Ética para la vida cotidiana

Actividad # 5

Elabore una jerarquía de sus valores, y diga cuales son las ventajas y cuáles
son los peligros de contar con una jerarquía axiológica

74
R. A. FÚNEZ

Actividad # 6

Consulte el libro de Adela Cortina, Para qué sirve realmente la ética, y resuma
el capítulo II: labrarse un buen carácter

75
Ética para la vida cotidiana

Capítulo III
Valores y consumo

Objetivo general

1. Reconocer los valores en los que se fundamenta nuestra practica de


consumo

Objetivos específicos

1. Identificar las motivaciones más profundas que nos fuerzan a consumir


2. Practicar estilos de vida que posibiliten un consumo incluyente
3. Fomentar un consumidor que sea cada vez señor de su consumo

Resumen:

En el tercer capítulo, buscamos identificar las


motivaciones más profundas que nos fuerzan a
consumir, para desde ellas, proponer a un modelo de
consumidor que al tener control sobre su consumo,
fomente un consumo que sea incluyente.

76
R. A. FÚNEZ

Consumo y autonomía
La propuesta de A Cortina va en el sentido de la creación de un
consumidor que sea un ciudadano económico. Dicha propuesta me obliga
a pensar acerca de qué es lo que decide que compremos. No me refiero al
supermercado semanal, sino a una serie de actividades que pueden incluso
verse dificultadas por la obligación de responder con mayor urgencia a las
compras del supermercado. Me refiero a la costumbre de salir con la familia,
al menos una vez a la semana, a la heladería a comprarse un buen helado, o
escaparse por la noche a tomar café, o a cenar, teniendo café y alimentación
en casa.
Es probable que el marketing tenga mucho que ver en las decisiones que
tomamos, es probable que los amigos hubieran comentando que en esos
lugares se venden buenos helados y buen café, es probable que una tarde que
pasaba por aquellos lugares me llamara la atención el tipo de comensales que
se dan cita en aquellos lugares o, incluso, que me llamara la atención el modo
como está decorado el lugar, entran en juego una pluralidad de variables.
Sin embargo, todas suponen que no soy más que una realidad pasiva,
que está ahí para ser bombardeada por todos los hipotéticos mensajes que
convierten en exquisitos los productos que publicitan, ¿hay algo en la propia
realidad que no sea ser receptor pasivo de toda aquella publicidad? Galbraith,
como ya tuvimos ocasión de ver, dice que nada, que en rigor lo que se impone
es la dictadura del productor; por su parte Miller, apunta que todo, porque el
consumidor es la vanguardia en esta sociedad de consumo.
Parece que ambas posturas son excesivas, y que se requiere un sano
tratamiento del consumidor. Simplemente se trata de una realidad que tiene
necesidades y deseos. Justamente por estar dotada de necesidades y deseos
puede ocurrir que la publicidad pueda avivarlos.
Es importante darse cuenta que no es la publicidad la que crea necesidades
y deseos, la realidad humana tiene como ingrediente suyo no sólo ser
necesitante sino deseante, lo que cabe hacer a la publicidad es deformarlos,
el genio del marketing estriba en sintonizar con los deseos profundos. Pero
dicho esto es necesario también decir, que en esto estriba la autonomía del
consumidor.

77
Ética para la vida cotidiana

Los consumidores tienen que comenzar a tomar conciencia de esta


autonomía radical, que es una autonomía que de acuerdo al parecer de
Cortina (2002, 121) está todavía a salvo. Por lo tanto, aquel ciudadano
económico cuenta nada más y nada menos que con su propia autonomía.
Por eso, continúa afirmando nuestra pensadora española, importa averiguar
en qué consiste la libertad y cómo se desarrolla positivamente (2002, 137).
Pienso que en la idea de libertad en la que está pensando, se hace
presente la idea de libertad que tenía en la cabeza Aristóteles, aquel pensador
de Estagira, consideró que es libre el hombre que es para sí mismo y no en
vista de otro (Cf. Zubiri, 2009, 45) pero este hombre vive en el seno de la
ciudad, en este sentido se trata de un ciudadano, es decir, su ciudadanía es
anterior a su autosuficiencia, es más la ciudadanía es condición de posibilidad
de su autosuficiencia; si los seres humanos no vivieran en el seno de la ciudad,
no sólo serían o brutos o dioses, sino que difícilmente serían viables, porque
su autosuficiencia proviene de su polis.
Desde esta perspectiva, se entiende el sueño de Cortina (2002, 140)
cuando se pregunta “¿qué ocurriría si el reconocimiento de la ciudadanía
fuera anterior a la de autosuficiencia, de modo que una comunidad política
estuviera obligada, para ser legítima, a intentar garantizar a sus ciudadanos
la propiedad necesaria como para ser autosuficientes? Si esto ocurriera
tendríamos las bases para la creación de un ciudadano activo, de un ciudadano
económico que participa de los bienes económicos de una comunidad política,
que decide junto con sus conciudadanos, qué se produce, cómo y para qué y
quien decide junto con sus conciudadanos qué se consume, para qué y quien
consume (cf. Cortina 2002, 139).
Me parece que lo valioso del tratamiento que nuestra pensadora le da
a su ciudadano económico es haber puesto el énfasis en la autonomía del
consumidor. La razón no la tiene ni Mises, ni Althousser, porque no nos
movemos por cálculos racionales, sino por deseos. Sin embargo, contamos
con una zona de autonomía y desde ahí puede el individuo, sin tener que
esperar que se le reconozca propiedad alguna, decidir qué consumir o no. O
para decirlo del modo como bellamente lo dice E. Bloch (2004, 40) “el hombre
quiere, al fin, ser el mismo en el aquí y ahora, quiere serlo en la plenitud de su
vida sin aplazamiento ni lejanía”.

78
R. A. FÚNEZ

Consumo: resquicio de libertad

¿En qué estriba la complejidad de una acción tan cotidiana como consumir?
De hecho, es precisamente lo obvio que se nos antoja consumir que tiene que
forzarnos a preguntarnos, si tras su obviedad no se esconde la esencia misma
del consumismo. Para continuar con el ejemplo anterior, preguntémonos ¿Si
tenemos buen café en casa, si nos podemos comprar un cuarto de galón de
un buen helado y compartirlo en casa, a qué se debe que vayamos a una
tienda de café o a una tienda de helados a consumirlos? Como tengo que
confesar que desconozco los mecanismos últimos de tal comportamiento, no
nos queda más que seguir el ejemplo del buen Descartes35 y arreglarnos
una moral que nos permita conducirnos razonablemente en el mundo del
consumo, y para ello vamos a seguir escrupulosamente la propuesta que
hace A. Cortina.
Hay una serie de claves a tener presente para diseñarnos una ética del
consumo; en primer lugar, algo que ya hemos dicho, hay que tener presente que
todos los seres humanos deseamos ser felices, y que es legítimo reivindicar,
sobre todo en este contexto de anomia social en el que nos encontramos
de manera global, este íntimo deseo a la felicidad36; en segundo lugar hay
que tener presente que en la sociedad en la que estamos situados, existen
un conjunto de creencias, de mitos, de ideas de felicidad y, por último, una
ética del consumo, tiene que tener presente que los seres humanos estamos
dotados de igual dignidad.
Una vez establecidos estos presupuestos A. Cortina (2002, 233) apunta
que “el consumo para ser humano, tendrá que ser autónomo, justo y prudente”.
Como cada uno de estos aspectos del consumo está lleno de dificultades
tenemos que preguntarle qué entiende por cada uno de ellos.
35 Descartes, afirma en la tercera parte de El discurso del método que “como para empezar a
reconstruir el alojamiento en donde uno habita, no basta haberlo derribado y haber hecho
acopio de materiales y de arquitectos, o haberse ejercitado uno mismo en la arquitectura
y haber trazado además cuidadosamente el diseño del nuevo edificio, sino que también
hay que proveerse de alguna otra habitación en donde pasar cómodamente el tiempo que
dure el trabajo; así, pues, con el fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras
la razón me obligaba a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir, desde luego, con la mejor
ventura que pudiese, hube de arreglarme una moral provisional”
36 Es grave, piensa nuestra misma autora, que actualmente nadie cree que es legítimo desear
ser felices. Por ello tenemos que insistir en esa necesidad, sobre todo, porque llena de es-
peranza la propia vida.

79
Ética para la vida cotidiana

Porque inmediatamente me pregunto cómo podemos consumir


autónomamente con el papel tan determinante que tienen los medios de
comunicación en nuestra vida37; que tiene que ver la justicia, el pedestre
hecho de optemos por tomar café en la tienda, en lugar de nuestra casa;
qué decir sobre la prudencia, de la que Aristóteles (1967, 168) pensaba
que era prudente el hombre que sabía deliberar bien. Basta con formular el
enunciado, para que se nos presenten las mismas dificultades que aducimos
de la autonomía.
Por todas estas razones, prestemos atención a lo que tenga que decirnos
nuestra pensadora española. ¿A qué criterios recurrimos para consumir con
autonomía? Es evidente, piensa Cortina (2002, 235) que “cada ser humano
a la hora de elegir entre posibilidades, se decanta por lo que considera mejor
para él en sus circunstancias” y, continua, “en el medio y largo plazo el mejor
bien es el que prepara para elegir nuevamente en libertad”.
Hay al menos tres elementos sobre los que vale la pena insistir. En primer
lugar, en toda elección está presente la realidad social de la que forma parte la
persona; en segundo lugar, la persona es un punto de partida inamovible y, en
tercer lugar, hay que elegir no teniendo presente las urgencias de la vida, sino
procurar hacerlo mirando más bien el mediano y largo plazo, preguntándose
en todo caso si la elección que estamos haciendo va a capacitarnos para
elegir mejor en el futuro.
Cortina insiste en este tercer aspecto. La moral es algo que se va forjando
día a día, de tal modo que, si elegimos bien hoy, con mayor facilidad lo vamos a
poder hacer en el futuro. Si consideramos nuestras opciones presentes, desde
el mínimo de libertad con el que contamos, es más probable que en el futuro
también elijamos con mayor libertad; la libertad se conquista en la libertad. Si
esto es así, afirma Cortina (2002, 239) “sería un consumidor autónomo el que
toma las riendas de su consumo” e importa, continúa diciendo “que lo haga
con otros que aspiran a un modelo de vida similar”.
En momentos de opacidad moral, respecto al consumo, una manera
inteligente de proceder es hacerlo parecido al modo como lo hacen otros seres
37 Para librarnos de esta influencia la única alternativa que nos queda es no ver, ni escuchar los
medios de comunicación. De repente los adultos podemos optar por no tener ningún trato, o
el trato menos posible con ellos, sin embargo, no creo que sea posible con los niños que es
una etapa privilegiada para forjar su moralidad

80
R. A. FÚNEZ

humanos que tienen inquietudes parecidas a las nuestras. Esta afirmación me


recuerda la conversación que me refirió uno de mis colegas. Estaban dos
amigos conversando sobre la fiesta de cumpleaños de sus hijos, y uno decía
que su hijo quería celebrar su cumpleaños en la playa, mientras que la niña
quería comer comida china.
En cambio, el hijo del otro amigo dijo en seguida que quería celebrarlo
en San juan del Sur, en Nicaragua. A lo que replicó su padre, pienso que
mi hijo tiene que estar más tiempo cerca de los tuyos. Los hijos del primero
eligieron de acuerdo al modo en que eligen sus amiguitos, y del mismo modo,
el niño del segundo papá eligió de acuerdo al modo como eligen el grupo de
niños con los que suele estar. Por ello, es sensato que, para elegir bien, lo
hagamos teniendo presente aquellos grupos que sueñan con modelos de vida
parecidos. Porque pienso, además, que es una manera de responder a las
propias dificultades
En segundo lugar, la autonomía está muy vinculada con la ciudadanía,
sólo puede ser autónomo la persona que es ciudadano. Respecto al consumo
justo Cortina (2002, 247) afirma que “para un consumo justo importa
pensar estilos de vida sostenibles, asumibles y universalizables”. Cuando
consumamos preguntémonos si con ese modo de hacerlo se asegura que
en el futuro lo podamos hacer, no sólo nosotros sino todas las generaciones
futuras; preguntémonos si consumir del modo como lo hacemos, nos capacita
para entrar en dialogo con los otros o más bien nos aísla, porque como
bien dice nuestra autora, hay un tipo de consumo que es posicional, al que
difícilmente pueden acceder todos los seres humanos.
Pues bien, un consumo posicional en lugar de unir segrega, crea grupos
de privilegiados, que creen estar legitimados a excluir por el modo que tienen
de hablar de su consumo. De todos modos, pienso que si una persona
consume de manera autónoma y justa es una persona prudente; por esto ante
la inquietud de ¿qué carácter debería forjar quien quisiera hacer de su forma
de consumo una oportunidad no sólo para una vida de calidad, sino para una
vida feliz”? nuestra filósofa española contesta la prudencia y la cordura (257) .

81
Ética para la vida cotidiana

El don de la solidaridad

Durante mucho tiempo estuve persuadido que la actitud que nos puede
salvar de la situación en la que actualmente se encuentra la humanidad, es
la de ser solidarios con todos los demás. Salir, como ilustra el evangelio38, al
encuentro de los que se encuentra apaleados a la vera del camino.
No obstante, las dificultades aparecen por montón. Únicamente para
centrarme en dos de ellas quiero indicar que una proviene de un cuadro vívido
que tengo en la memoria: un muchacho tumbado debajo de un árbol en un sillón
viejo de carro. Estaba sosegado, relajado, incluso apacible. Contemplar dicho
cuadro hizo preguntarme, si contribuyo con dicho muchacho si por solidaridad
le proporciono la moneda que pide, mientras está en vigilia e inmediatamente
pensé que no se le hace ningún favor, porque también en el fondo de mi ser
habita la idea de que para desarrollar plenamente nuestra humanidad tenemos
que recurrir a todos los recursos que nos ha proveído la Vida; de repente
pasar por situaciones críticas39 nos fuerzan a poner en juego todas nuestras
capacidades, que son las que nos permiten hablar de una realidad estrictamente
humana40. Quizá con la moneda que más de alguno le da lo que se potencia
sea esa especie de desgana, de desfallecimiento, de sopor.
La segunda proviene de los economistas neoliberales41 que sin ningún
escrúpulo defienden que el altruismo y la solidaridad, son valores que
corresponden a las comunidades primitivas, pero que se tornan imposibles
en la sociedad compleja en la que nos encontramos. Ante esta postura, hay
que decir que la vida no sólo depende de hechos, sino de opciones y lo que
en rigor va haciendo la vida de cada cual, e incluso la vida de las instituciones
civiles, son las opciones que se van tomando.

38 Lc 10, 25-37
39 La vida no puede concebirse como exenta de conflicto. Primero porque no es real, el conflicto
nos rodea por todos lados, y negarlo sería ilusorio. Y segundo, el conflicto, impulsa la Vida
hacia adelante. Lo éticamente correcto, sería asumir el conflicto como ingrediente natural
de la Vida. Quizá de esa manera se nos quita el aturdimiento ante el conflicto y podamos
responder adecuadamente a su desafío.
40 Otra cosa es la función que tienen que desempeñar los poderes públicos. Quizá el Estado
tiene la obligación de evitar situaciones como la descrita y empoderar a las personas a que
puedan servirse, como recomendaba Kant, de su capacidad para pensar.
41 Cf. F. V. Hayek (1988)

82
R. A. FÚNEZ

Con todo, lo que en esta primera aproximación quiero plantear son


las objeciones que se hacen a la solidaridad. Creo que la solidaridad es
la continuidad de la subsidiaridad. Las personas tenemos la obligación de
realizar desde nosotros mismos, todas aquellas tareas de las que estamos
capacitados para llevar adelante y realizar el ser que somos.
La dificultad aparece en el momento en el que para ser quienes somos,
no encontramos en nosotros mismos las capacidades que requerimos. Es en
este momento en el que entra en juego la solidaridad, tanto de las personas
como de las instituciones sociales.
Todo esto me ha llevado a pensar que los ciudadanos no sólo tenemos
derechos, sino que también, y en la misma posición simétrica, de deberes,
tenemos el deber de ser autónomos, de estar convencidos que la ultimidad de
mi realidad es inmanipulable, ser consciente de que desde aquella realidad
podemos situarnos por encima de la situación y poder tomar las decisiones
más pertinentes para realizar la propia vida42, tenemos el deber de ser justos,
de colocar como criterios de nuestras actuaciones la máxima kantiana de
actuar de tal manera que nuestra actuación se convierta en criterio universal
y tenemos el deber, de ser felices43.
¿Cómo podemos realizar aquellos deberes, cómo podemos realizar
la autonomía, la justicia y la felicidad? A ello responde Cortina (2002, 269)
diciendo que es “en la comunidad donde aprendemos a ser autónomos, a
tomar distancia incluso de algunas creencias de esa misma comunidad”. Es
en el seno de la comunidad en la que aprendemos a ser libres, y sólo en el
ámbito de la comunidad tiene sentido vivir feliz.
Aquella autonomía, libertad y felicidad son susceptibles de fomentarse por
medio de prácticas solidarias. Es más, pienso que fomentar la solidaridad es
el mecanismo más expedido para apropiarse de aquellas tres posibilidades,
todo esto nos fuerza, como lo venimos haciendo a lo largo de este ensayo, a
preguntarnos por el tipo de solidaridad, porque como nos recuerda Cortina,
también en la mafia ocurren “actos solidarios”.

42 Zubiri (2007, 343) tiene una descripción bellísima de esto que acabamos de decir. Nuestro
filósofo vasco apunta que “además de las propiedades formales que emergen naturalmente
de las sustancias que la componen, la sustantividad humana tiene otras cuya araíz no es una
emergencia sino una apropiación: la apropiación de posibilidades. En tal caso, el momento
subjetual de la realidad humana cobra un carácter singular. Por un lado, esa realidad es,
como cualquier sustancia, sujeto de las propiedades que posee por razón de las sustancias
que la componen, pero por otro, no está por debajo de sus propiedades, sino justamente al
revés, está por encima de ellas, puesto que se las apropia por aceptación”
43 Cf. A. Cortina (2002, 276)

83
Ética para la vida cotidiana

¿A qué tipo de solidaridad nos estamos refiriendo? y lo que nosotros


queremos proponer es que se cree en la comunidad actos solidarios que
fomenten la reciprocidad. Así como la acción de dar tiene la intención de una
devolución, del mismo modo, la solidaridad tiene que envolver en su misma
realidad, la posibilidad de ser devuelta.
Para ello se me ocurre describir la práctica que un grupo de cristianos
denomina “El buen Jesús”44. Cada lunes se reúnen seis parejas. El modo en el
que proceden es irse rotando, un lunes se reúnen en una casa, el otro en otra
y así sucesivamente hasta que terminan reuniéndose en todas. Pienso que el
centro de dichas reuniones es compartir la cena que la pareja anfitriona está
“obligada” a ofrecer a todos sus invitados.
Hay varios momentos que vale la pena reseñar. El primero consiste en la
preparación de la cena, los anfitriones se esmeran en ofrecer una cena “rica”,
bien cuidada y sobre todo preparada con mucha estima. El segundo momento
es el de la cena misma, todos se sienten convocados, y se crea un ambiente
de fraternidad y de cercanía. El tercer momento, consiste en el recordatorio
de dónde será la próxima reunión.
Lo que quiero indicar con esta actividad es que se crea cercanía, se crea
solidaridad, se crea comunidad, y ninguna de las familias gasta más de veinte
dólares en dicha celebración, lo que nos indica que podemos fomentar estilos
de vida que son creadores de solidaridad, que son incluyentes, y por lo tanto
pueden ser universalizables, sin necesidad de ir a gastar lo que no tenemos,
o de endeudarnos para imitar a los que deciden tener un “comportamiento
posicional”.
Un consumo razonable tiene que fomentar este tipo de estilos de vida.
Hay que defender, en contra de Hayek, que incluso en esta sociedad hiper
compleja el único modo de hacer frente a sus problemas, en todos sus niveles,
es por medio de la solidaridad, pero de una solidaridad entendida en términos
de reciprocidad45, y en el caso de que la reciprocidad no sea posible, trabajar
en vistas a ella.

44 Seguramente hay otras muchas prácticas que tienen este mismo espíritu: reunirse a
escuchar música, a tomar café, a pasear, a leer, a ver una película, etc. Etc.
45 Es una práctica antiquísima y que no se trata únicamente de intercambios de mercancías
nos lo recuerda Platón cuando en el Timeo, precisamente este le dice a Sócrates: Porque
no sería justo que, después de haber sido tratados ayer por ti como deben serlo los que
son convidados, no lo tomáramos con calor nosotros, los que aquí estamos, para pagarte
obsequio con obsequio”

84
R. A. FÚNEZ

En el fondo de la sociedad de consumo

Desde Aristóteles, nos recuerda W. Jaeger (1992, 72) una de las


virtudes46 que más han deseado los seres humanos, ha sido la felicidad; y
desde el filósofo griego47 en línea recta hasta el siglo XXI, la pregunta que se
ha procurado responder ha sido en qué consiste ser feliz. En rigor, en lo que
nos interesa insistir, es que también en la era de las sociedades consumistas
se ha respondido a aquella inquietud. Es con esta respuesta con la que A.
Cortina (2002, 63) se enfrenta procurando encontrar sus mecanismos últimos.
Desde esta perspectiva se pregunta ¿qué nos hizo creer que el consumo
sin límites es el camino seguro hacia la felicidad? Nuestra pensadora no busca
primariamente a un quién sino a un qué, busca cómo diría Zubiri (2008, 7) la
esencia de aquel fenómeno. Esta pretensión es importante tenerla presente
para poder dar cuenta con exactitud del hecho consumista.
Es verdad que ver abarrotados los supermercados y los centros comerciales
es un síntoma del fenómeno que estamos estudiando, no obstante, no da
cuenta de lo que esencialmente es el consumismo, por lo tanto ¿qué es lo que
caracteriza a una sociedad consumista? “una sociedad de consumo, afirma
Cortina, es aquella […] en que triunfa el consumo masivo porque conecta
con determinados deseos y con determinadas creencias sociales” (2002, 64).
Y más adelante afirma que “el marketing sintoniza con un profundo deseo
interior, con el perpetuo desajuste entre sueño y realidad” (2002, 86).
Por lo tanto, la esencia del consumo hay que buscarla en la profundidad
de nuestros deseos, y lo que ocurre es que aquellos deseos no nos los han
impuesto, sino que de algún modo es lo que da cuenta de aquella realidad
profunda, somos realidades que desean, y por eso el marketing las convierte
en deseantes y pienso que aquí reside lo problemático del consumismo, que
hace decir a Veblen que “ningún incremento de bienes puede satisfacer una
necesidad cuyo fundamento es el deseo de cada uno de superar a los demás
46 Virtud en griego se dice areté, y felicidad eudaimonía. Esta es el sumo bien, aquel es el
modo como se accede a dicho bien. Aunque puedan distinguirse, también es verdad que el
hombre feliz es quien actúa conforme a dicha felicidad, desde esta perspectiva, es desde
la que llamamos a la felicidad virtud. Pienso que es en este sentido en el que se tiene que
entender la noción de felicitante, lo que hace feliz.
47 De repente la felicidad es algo a lo que ha aspirado el ser humano desde siempre, sin
embargo, colocamos a Aristóteles como referencia, para indicar que, en el dominio de la
filosofía occidental, se ha tratado de una preocupación que ha vertebrado la casi totalidad
de su historia.

85
Ética para la vida cotidiana

en acumulación de bienes […] como el incentivo es la carrera por el estatus,


basada en las comparaciones que las personas hacen entre sí, los deseos
jamás podrán ser satisfechos”48
Aquellos “demás” a los que se refiere Veblen son los iguales, un
muchacho que vive en Las Margaritas en Soyapango, no se compara con
un muchacho que vive en La Montaña, por ejemplo, sino que su marco de
referencia es precisamente el vecino que vive en su pasaje, y lo mismo ocurre
con el muchacho que vive en La Montaña, su referente es su vecino. Y es a
este referente que buscamos superar, y lo hacemos acumulando bienes; en la
casa podemos carecer de agua e incluso de alimentación adecuada, pero no
de Smart tv, más grande y de mejor marca que la del vecino.
Lo grave del asunto es que de esta carrera difícilmente se sale, porque
siempre habrá, como dice A. Cortina, algún García al que nos estemos
comparando. O en otras palabras “el consumidor sigue buscando un grupo de
referencia al que le gustaría parecerse” (2002, 76)
Hay en aquella profundidad otros deseos, el afán de igualdad, el de
seguridad, el de compensación, el de emulación y el de novedad. A. Cortina
considera que para que entendamos el fenómeno del consumismo es
fundamental tener presente esa pluralidad de deseos.
Hay otro aspecto en que nos gustaría insistir. Aristóteles distinguía entre
las cosas que valían en sí mismas y las que valía por otras; de la filosofía,
por ejemplo, decía que era la más inútil de las ciencias, en el sentido en que
no valía más que para sí misma; en una sociedad de consumo comprar se
ha convertido en una actividad que, parece, tiene el fin en sí misma, y en ello
reside la clave del consumismo actual, nuestra pensadora lo anota del modo
como sigue: “ir de compras es acción, ocio, tarea deseada. La entrada del
consumo en el recinto sagrado de las acciones que se buscan por sí mismas
por su valor felicitante” (2002, 89).
Aquí donde está lo más complejo de la sociedad consumista puede estar
también su fortaleza; como se trata de deseos que de alguna manera son
notas constitutivas de la realidad humana, tenemos la posibilidad de permitir
que esos deseos se orienten a otras actividades que tienen el fin en sí mismas,
pasear, escuchar música, visitar a los amigos, escalar montañas, etc, etc

48 Citado por A. Cortina 2002, 65

86
R. A. FÚNEZ

La noción de ciudadanía
Consumir puede considerarse una nota esencial humana en el caso que
reconozcamos que no hay ni un tan solo ser humano que pueda prescindir del
consumo. Consumimos alimentos, vestidos, recursos naturales, consumimos
artículos que inexorablemente estamos forzados a hacerlo porque si no lo
hacemos desapareceríamos del planeta. Por eso afirma A. Cortina que
“cualquier ser humano es consumidor, aun en la más elemental de las
situaciones” (Cortina, 2002, 31).
No obstante, no es consumir lo que da cuenta de la realidad humana, no
es consumir lo que nos diferencia específicamente de otros animales, por lo
tanto, no podemos colocar el consumo como la piedra angular de los seres
humanos. Lo mismo podemos argumentar respecto a la sociedad, el consumo
es una nota importante para el funcionamiento de la sociedad, pero lo mismo
que dijimos respecto a los seres humanos, es susceptible de ser dicho respecto
a la sociedad; sin entrar en las dificultades de sí podemos hablar con precisión
de sociedades animales, podemos afirmar que no sólo las agrupaciones
humanas consumen sino que también lo hacen las agrupaciones animales,
entonces consumir tampoco es la piedra angular que explique esencialmente
el funcionamiento de las sociedad humana.
No obstante, el consumo es una realidad determinante para el
funcionamiento de nuestra sociedad. Y es justamente en la sociedad en la que
podemos encontrar la llave que nos permita estudiar este fenómeno social.
Al respecto Cortina (2002, 29) comenta que “en la creencia social de que la
acumulación de bienes del mercado es síntoma de éxito personal y promesa
de felicidad reside la clave de las sociedades consumistas”.
Rasgos que tenemos que comentar de la afirmación de nuestra pensadora
española. Arriba nosotros, deliberadamente, llamamos artículos a todo aquello
que consumíamos para ir haciendo nuestra vida, en cambio, en el texto que
acabamos de citar se le llama bienes del mercado, es decir, no se trata de un
mero artículo, sino de una mercancía, el cambio de nombre es fundamental para
entender el fenómeno que estudiamos. Un mero artículo puede perfectamente
ser entendido en los términos en los que entendía Cervantes los bienes a los

87
Ética para la vida cotidiana

que recurrían los miembros de su edad de oro, todo estaba como a la mano, el
esfuerzo para adquirirlos era poco significativo. Sin embargo, cuando se trata
de bienes del mercado implica tener el dinero que vale, para poder apropiarse
de dicha mercancía. El consumo es de mercancías.
Pero también aquí hay que hacer una matización, no se trata de un mero
consumo. Dijimos arriba que todos los animales consumen, en el ámbito
de la sociedad de mercado, el consumo ha devenido a consumismo. No
nos apropiamos necesariamente de lo que necesitamos, sino que una vez
cubierta nuestras necesidades básicas, nos apropiamos de otras mercancías
que pueden ser llamadas superfluas, en el sentido en el que no son vitales
para hacer la vida.
Nuestra autora apunta a una razón que explica este afán de consumir lo
superfluo, al afirmar que tenemos que la creencia que cuanto más consumimos
más exitosos somos, todo aquel esfuerzo de E. Fromm (1978) en distinguir
entre tener y ser se ha decantado, en nuestras sociedades, en tener, en
llenarse de cosas, para tenerlas a la mano.
No discutamos, por el momento, la noción de éxito, y preguntémonos si
acumular cosas nos hace ser mejores seres humanos. Es decir, alguien con
el que los otros pueden contar, y me temo que tener, no necesariamente nos
capacita para reconocer al otro, más bien da la impresión que en la medida
en la que tenemos más el otro va siendo cada vez más incomprendido, por
esta razón A. Cortina (2002, 28) piensa que en este tema que nos ocupa la
pregunta que urge contestar es “quién decide lo que se consume” y para
responderla dialoga por un lado con Galbraith y por otro lado con D. Miller.
Galbraith piensa que son los productores los que llevan las riendas de
la producción. Postura que los hechos parecen darle la razón, un ejemplo,
justifica nuestra afirmación: la fiebre por adquirir el último teléfono celular no
depende de la decisión del consumidor, sino que el consumidor está inmerso
en una espiral, en la que no se ha acostumbrado a su nuevo celular, cuando
aparece en el mercado uno nuevo. Para Galbraith los productores recurren a
todas las estratagemas posibles para persuadir al consumidor de las nuevas
bondades que posee el artefacto que ha aparecido en el mercado.
Por su parte Miller, piensa que los consumidores se han erigido en
una nueva clase social. Fundamentalmente Miller tiene razón, porque una

88
R. A. FÚNEZ

pregunta que sistemáticamente me hago es la siguiente ¿de dónde saca el


dinero Coca Cola y McDonalds? Justamente de los que consumen cocacolas
y hamburguesas, bastaría, desde esta perspectiva que los consumidores
se pusieran de acuerdo y las ventas tanto de una empresa como de la otra
bajarían drásticamente.
No obstante, tanto la postura de Galbraith como la de Miller tienen sus
límites. Por el lado de Galbraith, una vez establecido el poder inmenso que
tiene toda la maquinaria publicitaria, también es cierto que quien en última
instancia toma la decisión de comprar es el consumidor; por muy alienado que
se encuentre, el consumidor sabe allá en lo más íntimo de su conciencia que
la transacción sólo es posible en la medida en la que él lo permite.
Por el lado de Miller, los intereses de los consumidores son tan diversos
que difícilmente van a ponerse de acuerdo, porque en rigor no tienen intereses
comunes, que es una condición fundamental para considerarse clase, no
tienen conciencia de clase.
Pienso que A. Cortina asume las bondades de Galbraith y las de Miller,
pero afirma que no se trata de erigir al consumidor en vanguardia, sino que se
trata de que el consumidor se forje como ciudadano, esta decisión la fuerza
el hecho de que la injusticia de nuestro mundo es patente, Cortina (2002, 38)
piensa que “es ciudadano efectivo en el seno de una comunidad política aquel
que es su propio señor […] junto con sus iguales en el seno de la ciudad que
debe ser conjuntamente construida”.
Como vamos a tener ocasión de comentar más detenidamente, la idea
de ciudadano se opone decididamente a la noción liberal de individualismo
posesivo. Centrándonos en la noción de nuestra autora, lo que hay que
afirmar es que asume por entero la noción aristotélica de que el hombre es
por naturaleza un ser social, en la medida en la que forja su vida con otros
seres humanos, de lo contrario, pensaba, el filósofo de Estagira, o es un bruto
o es un Dios.
El ciudadano lo es, con otros ciudadanos, pero estos otros ciudadanos
tienen una particularidad esencial, son fundamentalmente iguales. Por lo
tanto, y parece que este es el propósito de nuestra filósofa, a este ciudadano,
lo obliga su ciudadanía. Sin embargo, para exponer en qué consiste dicha
obligación es necesario que comprendamos el fenómeno del consumo.

89
Ética para la vida cotidiana

La sociedad, mecanismos de capacitación


para el consumo
Este mundo, decía Galeano (1998), está patas arriba, “El valor de los
productos para mascotas animales que se venden, cada año, en los Estados
Unidos, es cuatro veces mayor que toda la producción de Etiopía”.
Este hecho no se oculta a nadie, no lo expone Galeano porque sea el
único iluminado capaz de darse cuenta de semejante monstruosidad, está a
la vista de todos, y, establezcámoslo con claridad, todos pretenden dar con
una solución: desde los que proponen reemplazar a los pobres en la solución
de sus problemas, que es el intento de todos los paternalismos, hasta los
individualismos posesivos, que creen que el ser humano no cuenta con
ningún tipo de vínculo con los demás y que de lo que se trata es de salvar el
propio pellejo.
Hay todavía una tercera posibilidad y se propuso en el seno de la doctrina
social de la iglesia, precisamente en el número 79 de la Quadragesimo Anno,
ahí Pio XI afirma que “queda en la filosofía social fijo y permanente aquel
principio, que ni puede ser suprimido ni alterado: como es ilícito quitar a los
particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar,
para entregarlo a una comunidad, así también es injusto y al mismo tiempo de
grave perjuicio y perturbación del recto orden social, confiar a una sola sociedad
mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores
e inferiores. Toda intervención de la sociedad debe por su naturaleza prestar
auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca absorberlos y destruirlos.
Conviene que la autoridad pública suprema deje a las asociaciones
inferiores tratar por sí mismas los cuidados y negocios de menor importancia,
pues de otro modo le serán de grandísimo impedimento para cumplir con
mayor libertad, firmeza y eficacia lo que a ella sola corresponde, y que sólo
ella puede realizar, a saber: dirigir, vigilar, urgir, castigar, según los casos y la
necesidad lo exijan”
¿Cómo puede restaurarse el orden social? Permitiendo que los individuos
realicen desde sí mismos todo lo que está dentro de sus capacidades poder

90
R. A. FÚNEZ

realizar, si se les impide a las personas llevar a cabo aquello que pueden
desde sí mismas hacer, se consideraría una intromisión ilegítima en su vida.
sólo está permitido intervenir ahí, donde es imposible poder llevar a cabo
dignamente las acciones necesarias tanto para la realización personal, como
para la realización de la sociedad.
No obstante, no se especifica en qué puede consistir aquella intervención,
para ello es necesario recurrir a Amartya Sen, que piensa que es función de la
sociedad equipar a los individuos con todas aquellas capacidades necesarias
para poder, por sí mismos, llevar adelante los proyectos que consideren
razonables ejecutar; si le preguntamos al economista indio cómo se puede
restaurar este orden social o en términos de Galeano, cómo podemos
contribuir a poner de nuevo este mundo sobre sus patas, sin duda contestaría
que empoderando a los miembros que lo constituyen, y este empoderamiento
apunta a forjar capacidades para que puedan, desde ellos mismos, salir
adelante; para que puedan desde ellos mismos construir el futuro que
consideren más razonable construir.
Estas capacidades, dice Sen, son cuatro, las que tienen que ver con lo
corporal, con lo mental, con lo social y con lo singular. Con este modo de
enumerar las capacidades, Sen evidencia su preocupación por la realidad
humana de manera global, no se trata sólo de comer, sino que se trata de la
vida de la mente, de su vida social y de su propia individualidad. Se trata de
considerar la realidad humana en su totalidad, y es capacitando esa totalidad
como los seres humanos pueden responder adecuadamente a la realidad,
esa capacitación es la condición que puede permitir desarrollar una vida en
libertad; la libertad se funda en una previa capacitación.
A. Cortina (2002, 212), pensando en el tema que la ocupa, a saber, el tema
del consumo, se pregunta con cuanta capacidad debe contar la persona para
moverse adecuadamente en aquel ámbito, a lo que apunta que “el mínimo
imprescindible consiste en fomentar de tal modo las capacidades que una
persona sea capaz de participar en un diálogo sobre aquellas cuestiones de
consumo que le afectan, celebrándose el dialogo en condiciones de simetría”.
Por lo tanto, la función de la sociedad es la de capacitar a sus miembros
para que puedan desde ellos mismos echar a andar todo proyecto que
consideren razonable. Nuestra pensadora española completa la visión de

91
Ética para la vida cotidiana

Sen afirmando que la “intersubjetividad es la categoría social clave, porque


lo constituye a los dos sujetos es que se reconocen como tales, y este acto
constituyente funda la obligación moral de empoderarse mutuamente”.
La capacitación no es una empresa que pueda llevarse a cabo en
solitario, sino que requiere de la confluencia de los demás, y la razón de esto,
la encuentra nuestra autora en las mismas capacidades propuestas por Sen,
cuando aquel afirma que la persona que no tiene capacidad de participar en
la vida social difícilmente va a estimarse y a sentirse estimado por los otros.

Necesidades limitadas, deseos ilimitados


Quiero hacer referencia a dos hechos que evidencian lo que realmente
está en juego en el afán de querer prescribir a los otros lo que tienen que
hacer. Ya Mises (1986, 46) se revuelve ante el propósito de algunos de querer
prescribirle a los otros en qué tiene que consistir la felicidad, este pensador
austriaco afirma que “nadie está calificado para decidir qué hará a otro más
o menos feliz.
Quienes pretenden enjuiciar la vida ajena o bien exponen cuál sería su
conducta de hallarse en la situación del prójimo, o bien, pasando por alto
los deseos y aspiraciones de sus semejantes, limítense a proclamar, con
arrogancia dictatorial, la manera cómo el prójimo mejor serviría a los designios
del propio crítico”.
Independientemente de las razones que subyacen a la postura de Mises,
me parece que aquellos que se erigen en conciencia crítica del comportamiento
de los otros, adolecen al menos de dos cosas, en primer lugar, se sienten
superiores a aquellos que intentan dirigir, son ellos los audaces, los que tienen
la capacidad de darse cuenta que los demás están actuando ideológicamente,
y esto mismo es lo que los legitima para que ellos mismos se comporten del
modo como lo hacen. Es decir, si yo les digo a los otros que no están actuando
desde sí mismos, eso supone que yo sí lo estoy haciendo como lo debo de
hacer, porque si puedo enterarme de las conductas erráticas de los otros, en
principio, podré enterarme de lo atinado que es la propia conducta. Y si soy
consciente de que la propia conducta es la atinada y errática la de las demás,

92
R. A. FÚNEZ

tengo todo el derecho del mundo de exigirles que se comporten del modo
como lo tienen que hacer. A la larga, dice Mises, aquel comportamiento al
único que beneficia es al propio dictadorzuelo.
Pero, en segundo lugar, estamos considerando a los demás como
menores de edad, como niños incapaces de poder servirse adecuadamente
de su propia razón, de alguna manera lo que ocurre es que se desprecia la
capacidad de los otros.
Todo esto es importante tenerlo claro cuando nos vamos a proponer
hablar de las necesidades. Es fácil declarar que en una sociedad consumista
algunos tienen necesidades falsas. Lo mismo que en el caso que nos ocupó
anteriormente podemos preguntar desde qué criterio estamos clasificando las
necesidades entre auténticas y falsas, cómo es posible que alguien sí pueda
enterarse de que sus necesidades son auténticas, pero que no lo puedan
hacer aquellos que tienen necesidades falsas, ante esto A. Cortina (2002,
161) observa que “por la ambigüedad de las necesidades y deseos resulta
imposible dilucidar cuales son las auténticas”.
Fijémonos que afirma que es imposible llevar a cabo aquella aclaración,
en el caso que dijera es difícil, dejaría la posibilidad de que se pudiera atinar,
de algún modo, hacer aquella dilucidación, pero desde el momento en que
afirma que es imposible, establece que es un pseudoproblema distinguir entre
necesidades auténticas y necesidades falsas, y la razón, me parece, tiene un
aire de familia con la que expusiera Mises, porque observa que querer ofrecer
aquella explicación implicaría sostener que hay un solo modo de estar en el
mundo, “el auténtico con necesidades auténticas y auténticos deseos y los
restantes con necesidades y deseos espurios”.
Sin embargo, una vez planteado lo anterior se distancia de Mises49 al
afirmar que “existe manipulación de las necesidades”; el marketing y la
publicidad se han mostrado muy eficaces en la sociedad actual y la gente
también consume por la carga simbólica de las mercancías; por eso nuestra
autora propone que el consumidor tome “conciencia de sus motivaciones

49 Más arriba (p. 42) afirmó que Por insondables que sean los abismos de los que emergen los
instintos y los impulsos, los medios a que el hombre apela para satisfacerlos son fruto de
consideraciones racionales que ponderan el costo, por un lado, y el resultado alcanzado, por
otro”. Es decir, la acción de los consumidores, en última instancia, es producto de una razón
que calcula costos y beneficios.

93
Ética para la vida cotidiana

personales, de las creencias sociales, de los mitos de la sociedad, para que


al hacer sus elecciones de consumo, sepan qué incidencia tienen en su propia
vida y en la de los demás seres humanos”.
La manipulación es inexorable, y lo es en la medida en la que los hombres
hacemos nuestra vida en convivencia con los demás, ya lo dijo Zubiri (2006,
64) mi convivencia con los demás en un cuerpo social confiere precisamente
a mi realidad una habitud, que es la habitud de la alteridad”, justamente en
dicha convivencia se encuentra la posibilidad de ser manipulado por los otros;
entonces, lo que propone Cortina es tomar conciencia del entorno social
en el que nos hacemos como seres humanos y esto es importante porque
lo que caracteriza a los deseos es que son infinitos, no es tanto que sean
psíquicos, sino más bien que no nos demos abasto, y lo que caracteriza a las
necesidades no es que sean biológicas, sino que son sociales.
Por lo tanto, las cuestiones, considera Cortina (p. 167), que tenemos que
tener presente en toda esta problemática de deseos y necesidades son ¿cuál
es el mínimo del que una sociedad debe pertrechar a sus miembros para no
caer en una flagrante injusticia? Y ¿pugnar por satisfacer todos los deseos
conduce a la felicidad?

¿Qué identidad queremos forjarnos?


En la sociedad compleja en la que nos toca vivir, no se padece solamente
de soledad, sino que muy especialmente carecemos de un grupo de
referencia. El grupo de referencia constituye el fundamento de la propia
identidad personal.
Quien soy, no se decide en un monologo conmigo mismo, sino que
se decide en la medida en la que entramos en diálogo, en relación, en
colaboración con los demás, quienes somos se decide en la medida en la que
nos ponemos en el camino de los otros.
Pero este otro no es sólo un pobre desgraciado, que encontramos molido
a palos a la orilla del camino, sino que es el grupo con el que contamos para
salir a pasear después de las clases de la universidad, es decir se trata de
un otro muy concreto, y en el dinamismo que se crea en dicho grupo se va
forjando la propia identidad.

94
R. A. FÚNEZ

Lo grave del asunto es que, por las urgencias de la vida, por el afán de ir
solucionando las múltiples dificultades que nos presenta la sociedad actual,
vamos perdiendo progresivamente a los grupos de referencia, con lo que se
nos complica la propia identidad, quien soy: un estudiante, un trabajador, un
desempleado, un gorrón, un oportunista, etc. No obstante, la sociedad parece
que nos ofrece una solución para responder a nuestra inquietud, lo que somos
viene decidido por los lugares en los que optamos comprar, todos los que
coinciden en aquellos lugares tienen como un “aire de familia”.
Hay algo común entre los que compran en La Tiendona, hay algo de
común en los que compran en Super Selectos, hay algo de común en los
que compran en la Gran Vía. Ocurre que cuando frecuentamos los mismos
lugares, generalmente, vamos identificando un determinado tipo de persona,
un determinado tipo de ser persona, poco a poco vamos forjando una
identidad, en este sentido el lugar que elegimos cuando compramos des-vela
la identidad que queremos forjar. (Cfr. Cortina 2002, 92).
Queremos insistir en que se trata de la propia identidad, estamos muy lejos
de hablar de identidad de grupo, identidad de una determinada comunidad,
la identidad que se forja en aquellos lugares que frecuentamos para ir de
compras es la identidad personal. Al respecto Cortina (2002, 99) apunta que
“la clave de la identidad parece consistir en el estilo de vida elegido, que
puede ser cualquiera, con tal que se cuente con la capacidad adquisitiva para
costearlo”.
Por esas cosas de la vida, que probablemente sólo se entiendan si se
acepta que la vida se va abriendo sus propios caminos, fui testigo de una
interesante conversación en la que participaba un grupo de elegantes
señoras. La conversación giró en torno a los lugares que visitan cuando van
de compras a Miami. En aquel momento, además de parecerme simpático,
me pareció una conversación curiosa, en la medida en la que hablaban de
lugares, que yo desconozco, y de precios que me parecían desorbitantes.
En uno de esos intermedios, muy propios de este tipo de reuniones,
tuve la oportunidad de preguntarle a una de aquellas señoras, a la que había
observado prudentemente callada, ¿qué le estaba pareciendo la reunión?, a
lo que me contestó, la verdad, no sé ni que hago aquí, no tengo absolutamente
nada que decir.

95
Ética para la vida cotidiana

Pensando más detenidamente en este suceso, no consiste simplemente


en una mera curiosidad, sino que nos ofrece los rasgos más importantes de
la identidad que se crea, de acuerdo a los lugares que frecuentamos para
comprar. El primer rasgo que inmediatamente puedo percibir, es que no era
una casualidad que una de ellas se pavoneara afirmando que va de compras
a Ball Harbour Shops, que otra dijera que ella lo hace en Aventura Mall y,
finalmente, que otras dijeran, para ellas mismas, que hacen sus compras en
Lincoln Road Mall. En rigor lo que estaba ocurriendo era un auténtico duelo
de esgrima, se trataba de ir afirmando el estilo de vida que cada cual llevaba.
El segundo rasgo, es que ese grupo solo pueden constituirlo las señoras
que van de compras a Miami; en este sentido, este tipo de grupo que se
constituyen en base a lo que consumen, tienen rigurosos mecanismos de
exclusión, sólo pueden entrar en ellos aquellos que tienen la misma capacidad
para consumir. Desde esta perspectiva, se entiende que una de las señoras
dijera, “ni sé que hago aquí”, con ello no quería indicar que la conversación
fuera vacía o tonta, sino que era plenamente consciente que no formaba parte
de dicho grupo, por la sencillísima razón que ella no tiene la misma capacidad
de compra, de la que hacían gala las demás contertulias.
El tercer rasgo que quedó des-velado, muy vinculado al anterior, es que
consumir de este modo implica un determinado estilo de vida, por lo que
estoy seguro que la señora que sintió que no encajaba, no se volverá a hacer
presente en un tipo de reunión como aquella.
Una vez planteado el problema del modo como lo hemos hecho, ¿cuál
es la alternativa frente a una sociedad tan excluyente? A Cortina (2002, 112)
propone que “la cordura, que es prudencia justa y solidaria, exige proponer
creativamente estilos de vida moderados en cuanto al consumo, plurales en
cuanto a las actividades que se puedan realizar, incluyentes por abiertos a
todas las fortunas”
Nuestra pensadora nos propone que en un mundo de consumo, de lo que
se requiere es de consumidores cuerdos, y de acuerdo con nuestra misma
filósofa la cordura es una virtud que podemos forjar. La forja de la cordura
depende de la moderación en nuestros estilos de vida y en la diversidad de
nuestras actividades, y si se logra forjar la cordura de acuerdo a estas dos
propuestas, la inclusión va a ser una consecuencia de este modo de proceder.

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R. A. FÚNEZ

Respeto por el ser humano


Hay una inquietud que me anda rondando desde hace algún tiempo. Y
es la pregunta que provocativamente me gusta hacerle a mis estudiantes
¿Por qué somos pobres? Digo que lo hago provocativamente porque parece
que la respuesta es evidente, a la mayoría le parece como conocimiento ya
adquirido afirmar que hay pobres porque hay ricos, porque la realidad de la
pobreza es dialéctica, en rigor, no es que seamos pobres sino que hemos
sido empobrecidos, algunos menos ortodoxos también afirman que la raíz de
la pobreza está en la corrupción, corrupción que permite que los ricos lo sean
por favores político y no por su esfuerzo en la producción.
Aquellas respuestas me parecen tentadoras, al ser tan obvias me fuerzan
a pensar mejor la respuesta que tenemos que dar. La resistencia en adoptar
respuestas como las anteriores estriba en que a partir de ellas no veo con
claridad cuál es la parte que le corresponde a los mismos pobres.
Ya hace algún tiempo que me estremeció la afirmación de un economista
neoliberal cuando dijo que, proporcionalmente, son más derrochadores los
pobres que los ricos, sin prestar mucha atención a toda la carga ideológica
de la afirmación, sino más bien comprometido con encontrar respuestas a
mi pregunta de por qué somos pobres, se me ocurrió, un lunes por la tarde,
darme un paseo por los bares más famosos del centro de San Salvador, y
un hallazgo significativo fue que la mayoría de dichos bares estaban llenos
de contertulios, es evidente que no es esta la respuesta a mi pregunta, no
obstante, pone en evidencia un dato que no queda evidenciado con suficiente
claridad en las respuestas con la que comenzamos este ensayo, a saber, la
responsabilidad de quienes se encuentran en dicha pobreza.
Una de las cuestiones con las que estoy realmente comprometido es
justamente en ir espigando patrones de conducta que, al menos de nuestra
parte, no contribuyan más con nuestra pobreza, a aquellos patrones podemos
llamar para una ética del consumo. ¿Cómo justificamos dicha pretensión?, si
recurrimos a A. Cortina (2002, 179), afirma que “el consumo, como actividad
humana consciente, es expresión de la libertad y, por eso mismo entra por
derecho propio en el ámbito de lo ético; en las acciones que se eligen y tienen
que ser, por tanto, implícita o implícitamente justificadas”.

97
Ética para la vida cotidiana

En otras palabras, nuestra pensadora española afirma que quienes son


responsables del consumo son los propios consumidores. Siempre y cuando
el consumo sea consciente y libre, es decir, que estemos bien informados
sobre lo que compramos y que no suframos ningún tipo de coacción, que
conozcamos las circunstancias y que seamos libres de nuestras acciones.
Aquellas dos características son las que nos permiten enjuiciar el consumo
como comportamiento ético, en este sentido estamos en franquía para hablar
de una ética del consumo, de una actividad que pone en evidencia la jerarquía
de valores de los que consumen.
¿Qué han dicho, tanto el ascetismo calvinista, como el utilitarismo acerca
del consumo? Nunca el consumo ha sido tan masivo como lo es en la
actualidad. Sin embargo, su raíz puede encontrarse en la ética protestante.
La modernidad aporta una concepción muy precisa de ser humano. Si
comparamos al hombre de la modernidad, con el hombre de la cristiandad50,
vamos a ver en sus claros perfiles la novedad del hombre moderno. La
seguridad del hombre de la cristiandad se fundaba en Dios. La seguridad no
la encontraba en él mismo, sino que se la atribuía a su creador.
Sin embargo, con la modernidad va surgiendo un tipo de ser humano
que sus valores los encuentra en sí mismo, es un hombre arriesgado, audaz,
seguro de sí mismo, un individuo que puede trazarse metas y tiene la seguridad
de alcanzarlas, pero para ello tiene que estar equipado con un conjunto de
valores que le permitan alcanzar lo que se propone. Y lo primero que hay que
decir, es que se trata de un hombre trabajador, el ocio, es pecado. Se trata
de un tipo de hombre que vive un estilo de vida austero, dado que una vida
ostentosa es un escandalo. Se trata de un hombre frugal, porque el hartazgo,
es un pecado capital.
¿Qué hace un hombre así con las ganancias de su trabajo? Es evidente
que no puede ahorrarlas, porque de acuerdo a Mt 6, 19 “no os hagáis tesoros
en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y
hurtan”. Por lo tanto, no le queda otra alternativa que volverlas a invertir, con
lo que los productos del trabajo van en aumento y tienen que encontrar una
salida.

50 G. Gutierrez (1972, 83) aporta una noción clara de cristiandad cuando apunta que “en la
mentalidad de cristiandad […] las realidades terrenas carecen de autonomía propia. Lo
temporal no tiene auténtica consistencia frente a la Iglesia. Esta, en consecuencia, lo utiliza
para sus propios fines

98
R. A. FÚNEZ

Salida que encuentran, de acuerdo a A. Cortina (2002, 187) en el hedonismo


moderno, que “busca el placer a través de las emociones, creando imágenes
o modificando imaginativamente la realidad”. La creatividad, el placer y la
imaginación son las capacidades humanas que posibilitan el consumo.
Por su parte el utilitarismo incrementa el consumo en la medida en la
que considera que se trata del bienestar del mayor número de personas. el
problema es que el bienestar está íntimamente vinculado con una sociedad
en la que se deja a los artefactos el fin de hacer felices a los seres humanos,
una sociedad que si lo que quieren es dormir, recurren a una píldora, si lo que
quieren es sentirse acompañados, encienden el televisor, y los personajes de
la tv simulan ser los parientes, una sociedad en la que las paredes de las casas
se han convertido en enormes televisores y los sirvientes en fieles robots que
con una orden satisfacen los deseos (cf. Bradbury 1993). No obstante, dice
Cortina (cf. 2002, 198), de lo que se trata, no es del bienestar de las mayorías,
sino del bien ser de la universalidad51.
En todo caso, y es lo que en rigor nos interesa dejar establecido en nuestra
pretensión de formular una ética del consumo, el fundamento desde el cual
puede formularse es precisamente desde la libertad, entendida como “aquella
situación social en que las gentes reciben lo que se les debe en justicia, sin
tener que congraciarse con los poderosos y sin tener que agradecer hasta el
infinito lo que es de justicia” (Cortina 2002, 200).
La postura de Cortina es legítima en la medida en la que evitamos aquella
soberbia que condena González Faus (1987, 67) de un tipo de ser humano
que es incapaz de agradecer, porque no le cabe en la cabeza que exista la
gratuidad. El texto de Faus dice lo siguiente: Ese hombre que es fuente de
sí y que todo se lo debe a sí mismo es el hombre solo e inhumano de las
sociedades capitalistas, que no conoce ni la alegría de poder agradecer lo que
no se ha pedido ni la de poder compartir lo que no se va a cobrar”
Pero una vez dicho lo anterior es también necesario que la ética del
consumo parta “desde un respeto asombrado por la grandeza del hombre,
desde la apuesta —aún no realizada históricamente— en el sentido de que
ser hombre es ser dueño de sí mismo y desde el rechazo, por dignidad, de
todos los paternalismos humillantes”.

51 Aunque siempre hay que tener presente en posturas como la de Cortina el peligro de por
querer beneficiar a la universalidad, que no podemos, nos impedimos de beneficiar al vecino
que si podemos. Puede ocurrir que en la pretensión por la universalidad se nos cuele la falta
de compromiso con los afectados más inmediatos.

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Ética para la vida cotidiana

Actividad capítulo III

Actividad # 7

Formule y comente todas las motivaciones que encuentra usted que lo fuerzan
a consumir, preferiblemente presente ejemplos

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R. A. FÚNEZ

Actividad # 8
Escriba un ensayo de 400 palabras en las que expone lo que entiende por
consumo incluyente

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Ética para la vida cotidiana

Actividad # 9
Investigue que afirman, tanto la postura marxista, como la postura neoliberal,
respecto al consumo

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R. A. FÚNEZ

Capítulo IV
Apuntes para una ética de la empresa

Objetivo general

1. Descubrir en qué medida la ética es un elemento esencial en el éxito


de las empresas

Objetivos específicos

1. Identificar la ética de los dueños de las empresas para ponerla al


servicio del éxito empresarial
2. Explicar el beneficio empresarial como la respuesta de la sociedad
por el buen servicio prestado.

Resumen:
En el cuarto capítulo buscamos establecer la
vinculación entre éxito empresarial y ética, para ello
pasamos listas a los stakeholders responsables del
buen funcionamiento ético de la empresa.

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Ética para la vida cotidiana

¿De qué pasta están hechos los ejecutivos?

¿De qué pasta están hechos aquellos directivos que gestionan enormes
corporaciones? No recuerdo muy bien cómo se llama la película, pero
recuerdo muy bien en qué consistió su trama argumental: el dueño de una
gran empresa estaba en banca rota y le urgía vender dicha empresa, en una
de esas negociaciones intrépidas con otro hombre de empresa, logra venderla
por un buen precio.
El comprador descubre que la empresa adquirida está en banca rota,
ante este hecho guarda silencio, pero su abogado, que también conoce la
situación de la empresa comprada, está inquieto, y transmite dicha inquietud
al comprador, el cual procede como si la empresa estuviera en las condiciones
más óptimas, entiende que realizó una mala compra, sin embargo, sólo le
quedan dos alternativas, o sacar a flote una empresa en quiebra, o hacer
exactamente lo mismo que le hicieron a él con otro comprador incauto.
Este es el mundo real de los negocios, en esta esfera la competencia es
salvaje52. Por lo tanto, no es retórica la inquietud con la que comencé este
ensayo, ¿de qué pasta tiene que estar hecho el directivo de una empresa? Y
es justamente sobre lo que quisiera reflexionar. Tenemos que comenzar por
la imagen que debe que tener de sí mismo un ejecutivo.
Lo primero que debe tener presente es que sobre sus hombros recae la
viabilidad económica de la empresa, ¿puede echar a andar la empresa en este
mercado? es la pregunta sobre la que debe tener absoluta claridad. También es
responsabilidad del ejecutivo asegurar la supervivencia de la empresa. Como
decíamos más arriba, en un contexto en el que la competencia es salvaje, no
sólo tiene que tener una enorme sensibilidad para descubrir oportunidades,
sino que tiene que estar en una constante innovación tecnológica. Y, en tercer
lugar, tiene que tener la enorme sensibilidad para mantener un buen equilibrio
entre todos los intereses de sus accionistas.

52 Conozco situaciones en la que una empresa más pequeña, tiene que competir salvajemente
con una empresa más poderosa para no ser expulsada del mercado. Y como muy bien lo
apunta I. Camacho la existencia de directivos no es patrimonio exclusivo de las grandes
sociedades capitalistas, sino que existen directivos en todas las organizaciones, en todas
las empresas, y en todos los modelos empresariales.

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R. A. FÚNEZ

Es importante caer en la cuenta que no todos los accionistas se encuentran


en el mismo nivel de compromiso con la empresa, puede ocurrir que algunos
accionistas cansados de la vida empresarial se conformen con los beneficios
que le puedan atraer sus acciones, pero evidentemente, no tendrá el mismo
grado de compromiso con todos aquellos que luchan diariamente por mantener
la competitividad de la empresa, pero como sus acciones son significativas,
el buen ejecutivo tiene que lograr un equilibrio entre todos los intereses que
entran en juego en el mundo empresarial (Cf. I. Camacho 2002, 82).
Si todas estas responsabilidades recaen sobre el ejecutivo, es necesario
preguntarse qué significa dirigir bien una empresa, porque es evidente que el
éxito de la empresa depende de su buena dirección. O con mayor rigor, ¿en
qué tiene que apoyarse el directivo, para que aquellas funciones las realice
óptimamente?
Aquí es importante que el ejecutivo este persuadido que únicamente puede
conseguir el éxito empresarial en la medida en la que tiene en cuenta la ética
de la empresa, ¿qué significa esto? Camacho (2002, 95) apunta que “sólo
tratando a los miembros de la organización y al resto de los stakeholders con
ética –con justicia, rectitud, respeto- se puede generar en ellos la credibilidad,
la confianza necesaria para que brote el compromiso para la cooperación y
la innovación”.
Aquí conviene hacer algunas puntualizaciones. Los seres humanos, dijo
Aristóteles somos por naturaleza miembros de una polis, de una sociedad, y
también ha dicho A. Cortina, que somos animales reciprocadores; entonces
parece que lo de cooperar es una actitud que, en tanto propia de los seres
humanos, sería algo natural, cooperaríamos sin mayores dificultades; pero lo
que aquí apunta Camacho, es que la cooperación sólo es posible ponerla en
funcionamiento en la medida en la que somos testigos de un comportamiento
ético, en aquellos con los que vamos a cooperar.
Desde esta perspectiva, la cooperación efectiva se funda en la ética. Por
ello cuando nuestro autor se pregunta ¿cómo hacer que las cosas circulen
en la empresa por los cauces éticos? No duda en contestar que sólo es
posible “desde un liderazgo eficaz, en el marco de unas buenas estructuras
organizativas, donde se trate de aclimatar una gestión atenta a la dimensión
ética y respetuosa con los valores” (103).

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Ética para la vida cotidiana

Es evidente que esta respuesta no resistiría al más mínimo análisis lógico,


en el que se establece que en la definición no debe de entrar lo definido. Por
ello tenemos que esforzarnos en esclarecer qué es lo que nos está indicando
el autor. Lo primero que hay que decir es que cauces éticos, no es lo mismo
que dimensión ética; justamente porque la ética es una nota constitutiva de
la empresa, es posible que transite por causes éticos, y estos causes son la
observancia de todos aquellos valores que le dan identidad a la empresa.
Por ejemplo, nuestra universidad en tanto empresa educativa, tiene en
sí una dimensión ética, esa dimensión transcurre a través de los valores de
integridad, innovación permanente, compromiso agresivo, etc, que funcionan
como sus cauces éticos. Y ya en estos cauces, desde aquella dimensión
ética es deseable que los rasgos de un directivo sean la “creatividad,
iniciativa, tenacidad, tolerancia a la incertidumbre, autoestima, flexibilidad,
visión estratégica, capacidad de autocrítica, habilidad para comunicarse y
relacionarse con los demás y en culturas distintas, y, sobre todo honradez y
respeto a los valores éticos”.
En definitiva, concluye Camacho, “si un directivo debe ser algo, ese algo
es reducible a tres cosas, creador de entusiasmo, gestor de compromisos y
equilibrador de interes”.
De este modo, pensamos, tenemos el perfil de un directivo y tenemos,
creo, respondida la inquietud inicial, es de esta pasta de la que están hechos
los directivos de una empresa.

Empresa y desarrollo moral


No sé si se trató de un mal cálculo, pero tengo presente que hace al
menos unos quince años una empresa de telefonía comenzó a instalar, tanto
teléfonos de moneda, como teléfonos de tarjeta, en muchos lugares de San
Salvador; se trataba de teléfonos modernos, con un buen diseño. No obstante,
y sin ánimo de ser exagerado, en menos de un par de meses, aquellas cabinas
telefónicas parecían piezas de museo, ver aquellos teléfonos se antojaba al
observador atento como un animal prehistórico.
La razón fue que comenzó a hacerse masivo el uso de teléfono celulares.
La misma impresión me causaron todas aquellas empresas especializadas en

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R. A. FÚNEZ

la impresión de fotografías; de hecho, aquí en San Salvador, en la década de


los noventas existieron varias de estas empresas, muy prestigiosas y exitosas
en este tiempo, sin embargo, de todas ellas, sólo va quedando una y sin
pretender ser profetas de malos augurios, no le veo mucho futuro.
La razón es que con los famosos celulares también se hacen buenas fotos
que, o se guardan en la memoria del teléfono, o se guardan en un ordenador.
¿Qué datos podemos sacar en limpio de lo anterior? Lo primero que hay que
decir es que el mundo empresarial tiene que hacer frente a una constante y
renovada innovación tecnológica.
La innovación ha cumplido, al menos, dos funciones, en el momento más
agudo de la crisis de los setenta, fue justamente la innovación tecnológica
la que libró a las empresas de dicha situación. Al respecto I. Camacho
(2002) apunta que “el conocimiento y la innovación generados a partir de
la información constituyen, el factor decisivo de crecimiento económico y
también de innovación social y cultural”. Las empresas pudieron competir
efectivamente entre ellas en la medida en la que adoptaron la tecnología
como medio para una mejor productividad.
Lo segundo que hay que afirmar es que una vez montada la productividad
sobre la innovación tecnológica, tiene que ponerse a la par de unos cambios
que son vertiginosos, porque si no lo hace están condenadas al fracaso, las
empresas o se tecnifican o no tienen futuro. Desde esta perspectiva, son
sumamente sugerentes las inquietudes que se plantea I. Camacho (2002)
“¿qué tipo de persona y que tipo de empresa es adecuada para responder a
estos desafíos?, ¿cómo responder a esta presión competitiva global, a esta
continua innovación? ¿cómo desarrollar las nuevas cualidades personales y
organizativas que este tipo de entorno necesita y cómo hacerlo de manera
que no perjudique a la calidad humana de las personas ni destruya el sentido
social de las empresas?”
Son preguntas a las que no se puede seguir respondiendo de la misma
manera que se respondieron en el pasado, con las empresas ocurre una
cuestión similar que con el pensamiento, en relación a esto último, hoy, por la
cantidad de conocimiento, ya no podemos fomentar a los genios aislados, los
galileos, los bacons, se quedaron en el siglo XVI, lo mismo podemos afirmar
de las empresas, hoy es casi imposible creer que la responsabilidad, tanto de

107
Ética para la vida cotidiana

la innovación como de la gestión de la empresa, recaiga sobre un grupito de


genios; se trata que todos los que de alguna manera participan en el proceso
productivo, estén activamente involucrados con la marcha de la empresa; por
lo tanto, ha tenido que cambiar la visión de empresa, ya no se trata de una
mera unidad de producción sino de una auténtica organización, organización
que está integrada por personas comprometidas con otras personas, para
que la organización funcione óptimamente, por ello I. Camacho comenta que
“son los empleados de alta cualificación los que realmente producen valor
económico para la empresa con su capacidad para resolver problemas y de
innovar productos”.
Quiero insistir en que la afirmación anterior en lugar de ponernos a la
defensiva debe de propiciar una actitud, un carácter que nos fuerce a exigirnos
todo lo que podemos dar de sí. Estoy cada vez más convencido que solo
podemos ser plenamente seres humanos, cuando damos de sí todo lo que
está en nuestro poder. Si la vida fuera plana y no se nos exigiera, es probable
que no se manifestaría lo que da cuenta mejor de lo que somos. Son muchos
los ejemplos de personas que se encontraron con lo mejor que podía ofrecer
a la humanidad, al tener que responder con audacia a una crisis por la que
tuvieron que pasar.
El mundo de las empresas, está exigiendo dar lo mejor de sí mismo.
Claro todo esto debe transitar paralelamente con lo que Camacho llama
Cultura de las organizaciones, del mismo modo que los seres humanos, sólo
son plenamente lo que son cuando responden con audacia a los retos que
provienen de la realidad también hay que afirmar que una empresa sólo es
plenamente una empresa cuando es una auténtica organización.
Pero ¿qué vamos a entender por cultura de una empresa? Al respecto
Camacho (2002) afirma que “es el conjunto de valores, juicios sobre la
realidad, de preferencias habituales que, siendo compartidas, definen la
identidad real de la empresa, y correlativamente, definen el tipo de personas
que puede identificarse con ella o que como mínimo se adaptaría ella con
facilidad”, Cuando nosotros en la Universidad decimos “sé el que hace”, no
lo hacemos por una mera arbitrariedad o porque la máxima nos haya salido
ingeniosa, sino que se trata de un esfuerzo por ir respondiendo a la realidad
en la que se encuentra la Universidad.

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R. A. FÚNEZ

Es justamente en esta relación entre empresa y realidad que se va


forjando la imagen que se quiere tener y a partir de aquella imagen podemos
ir espigando cuales son los valores que realiza dicha institución. Por ejemplo,
basta echar una ojeada a la historia de la Universidad para caer en la cuenta
que su compromiso con el liderazgo institucional es un valor que da cuenta
cabal de su cultura empresarial.
Establezcamos pues que cuando hablamos de cultura empresarial no nos
referimos a la habilidad que pueden tener determinados seres humanos para
fundar empresas, sino al conjunto de valores que tiene y que dan cuenta de
su funcionamiento dentro de la sociedad en la que se encuentra, pero por esto
mismo, es decir, por tener un conjunto de valores y dado que una característica
esencial del valor es pugnar por realizarse, la sociedad puede pedir cuenta de
su cumplimiento. Por ejemplo, si nosotros decimos que tenemos la integridad
como un valor clave de nuestra practica educativa, la sociedad esperará que
haya una correlación entre lo que decimos y lo que hacemos.
Todo esto está íntimamente vinculado con lo que se ha llamado
responsabilidad social de la empresa, ¿de dónde se parte? Justamente
de los valores que le dan la identidad a la empresa. Partiendo de aquí se
entiende enseguida que la responsabilidad no trata de que los estudiantes
en una materia lleven piñatas y regalos a los niños pobres, la responsabilidad
tiene que ver con la realización de los valores que identifican la empresa,
desde esta perspectiva, la empresa está obligada a escuchar todas aquellas
voces que experimenta las consecuencias de lo que hace dicha empresa, en
este sentido, la responsabilidad está vinculada con todos sus stokeholders, la
empresa tiene que tener presente el poder que ejerce en la vida económica,
en la vida social, en la cultura de la sociedad, por lo tanto, la responsabilidad
tiene que tener presente todas esas zonas de influencia.
En definitiva, la idea de empresa como organización no sólo es capaz de
responder a los desafíos tecnológicos, sino que está constituida por un conjunto
de personas comprometidas con su buen funcionamiento lo que compromete a
la empresa a responsabilizarse por la sociedad en la que está situada.
Hay que decir, que la sociedad es reflejo de las empresas que funcionan
en ella. Pero para que todo esto no se quede en una consideración muy
bonita de la vida empresarial es inexorable que se positivicen en lo que en el

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Ética para la vida cotidiana

seno de las empresas se conoce como código de la empresa. Los códigos,


nos recuerda Camacho (2002, 73) pueden ser de dos tipos, deontológicos
y éticos, por códigos deontológicos nuestro autor entiende aquellos que
señalan los mínimos que la compañía considera aceptables en su conducta
y por códigos éticos aquellos que señalan más bien aspiraciones en las que
cabe una mejora continua a lo largo del tiempo.
Es evidente que al contar la empresa con ambos tipos de códigos, es
necesario que parta de un código deontológico, con la idea de que tenga claro
cuáles son aquellos limites que no es dable traspasar en el ámbito de la ética,
pero también es importante que cuente con un código ético para, incluso,
poder ser consciente de lo que podemos llamar progreso moral.

Empresa y economía
¿Cuál es el terreno del que se nutre una empresa? Esta inquietud es
importante tenerla presente, al menos por dos cosas. La primera para dar
cuenta cabalmente de su funcionamiento, y segundo, para no perdernos
respecto a su finalidad.
En mi comunidad hay una institución que se llama la Posada de Santa
María, y se dedica a darle de comer a los que no tienen como obsequiarse
un desayuno, a dar becas a estudiantes de bajos ingresos y a enseñarle a
tocar guitarra a los jóvenes que está interesados en este instrumento, pero
que no tienen los fondos para pagarle a un maestro de música, por eso el
encargado de esta institución está cada mes apelando a la buena voluntad de
sus donantes para que la institución siga funcionando.
Evidentemente una organización como esta, funciona en base a donaciones
y al final del mes no está esperando tener ganancias, aunque sí se esperaría
que hiciera un uso razonable de los fondos que recibe. Una institución como
la descrita no tiene que competir con ninguna otra, de hecho, el triunfo más
significativo es ver cómo crece mes con mes la cantidad de personas que
recurren a ella por su desayuno. En esto consiste la ganancia, en que ayudan
a más gente.
Con una empresa, ocurre todo lo contrario, el contexto en el que tiene que
sobrevivir es en un contexto estrictamente económico, por lo tanto, lo primero

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R. A. FÚNEZ

que hay que establecer es qué se entiende por actividad económica, y para
ello hay que tomar en cuenta la menos cuatro aspectos.
En primer lugar, la empresa tendrá que hacer un uso racional de unos
recursos que son escasos. Ambos aspectos requieren de una consideración
cuidadosa. El hombre de empresa, si quiere tener éxito en sus negocios,
tendrá que entender que los recursos que tiene a su alcance no son infinitos,
y que, por lo tanto, no se trata de depredar, sino de fomentar una actividad
económica que sea sostenible, es decir, que diseñe procedimientos para que
aquello que explota pueda estar disponible durante mucho, mucho tiempo. A
esto es a lo que se refiere este aspecto, cuando apunta que tiene que ser, por
lo menos razonable.
Y esto que para algunos puede resultar evidente, no significa que lo sea
para todos. A. Camus, en su novela La peste, es justamente lo que denuncia;
en una sociedad en la que importa tener para cada necesidad un satisfactor,
y donde la preocupación de los seres humanos es el afán por hacer dinero,
parece que sus habitantes están como sedados para darse cuenta de la
inminencia de los peligros, o más bien, parece que infantilmente los niegan
hasta que ya son inexorables, de esto se hace eco también Saramago en su
Ensayo sobre la ceguera, se trata de una ceguera parecida a la que denuncia
Jesús en los evangelios, no es que no se vea, sino que nos negamos a ver
lo que realmente ocurre. Es decir, volviendo a nuestro tema, se espera que la
actividad empresarial sea sostenible y razonable.
Otro aspecto de la actividad económica es que aquellos bienes se emplean
en vistas a satisfacer necesidades humanas, de lo que podemos afirmar al
menos dos cosas, la primera es que tenemos que tener presentes que se trata
de necesidades humanas, en donde el énfasis está justamente en lo humana que
son; por lo tanto, lo que se haga tiene que tener como destinatario al ser humano,
a una persona. Por lo que implícitamente creemos que tiene que ser considerado
y valorado a partir de los productos que se le ofrecen. Pero en segundo lugar, se
trata de necesidades, que por definición pueden no tener límites.
Esta tarde visitando un centro comercial y contemplar a todos los seres
humanos que se dan citan en estos lugares, se me ocurrió pensar que existen
seres humanos a los que le resulta sumamente significativo y cómodo contar con
un empleo que pueda proporcionarles un salario para poder gastárselo. Aquella

111
Ética para la vida cotidiana

ilimitación de las necesidades humanas puede ser terreno de cultivo para una
campaña publicitaria orientada exclusivamente a consumir, pues bien, todo
entusiasmo en este sentido tiene que tener el freno del empleo razonable de los
recursos naturales, y, un último aspecto de la actividad económica, hay que indicar,
casi de inmediato a la llamada de atención para no hipertrofiar las necesidades
humanas que la actividad económica tiende a un determinado beneficio.
Platicando con una compañera en relación al éxito de los seres humanos,
me comentaba que el éxito es proporcional al riesgo que se asume, y un
empresario, cuando le pregunté sobre aquello de que disponía para asumir
un riesgo, me contaba que además de ser un riesgo razonable, también hay
una especie de dimensión subjetiva en el asunto del riesgo, que él lo describía
diciendo que arriesgarse le subía la adrenalina, y en lugar de quedarse
paralizado se veía impulsado hacia adelante.
Es decir, con todo lo de gratificante que pueda tener emprender labores
empresariales hay que decir que su colmo está en el beneficio que pueda
acarrear, de hecho, si no tuviera en el horizonte un determinado beneficio, por
muy estimulante que pudiera ser, nadie emprendería una actividad empresarial.
Lo que aquí ocurre es que aquellos beneficios alcanzan a todos los que de
algún modo participan en la producción.
Es decir, la ética tiene presente un beneficio que disfrutan lo que aquí
hemos llamados todos los stakeholders, a todos los que están comprometidos
con la buena marcha de la empresa.
¿Con qué criterios? Lo que afirma la economía liberal es que un criterio
inamovible es la distribución que hace el mercado. Aquí hay que indicar que los
economistas liberales el único modo que tienen de concebir a los hombres y a
las mujeres, es intercambiando productos en el mercado. Y aquí quiero hacer
referencia a unos de los personajes descritos por A. Camus que describe
magistralmente el modo como emplean los recursos los hombres en el ámbito
del mercado. Dice nuestro filósofo que su personaje “con la práctica se había
dado cuenta de que su vida material estaba asegurada, puesto que no tenía
más que adaptar sus necesidades a sus recursos”.
Es decir, si lo que tengo como salario es el mínimo, en una economía de
mercado, soy yo el único responsable en decidir cómo tengo que gastar dicho
dinero, no tengo que estar a expensas de la beneficencia o de los subsidios,

112
R. A. FÚNEZ

sino que muy racionalmente tendré que ver cómo hacemos para emplear lo
mejor que podemos nuestros recursos, este conocimiento, solo puede provenir
del mercado.
Pero, además, soy el que decide irse al cine en lugar de desayunar los
siguientes cuatro días, en este sentido en una economía de mercado la
iniciativa la toman los individuos, no los grupos, no es mi comunidad con la que
me reúno todos los lunes los que deciden por mí lo que es más adecuado, en
una economía de mercado la iniciativa la toman los particulares, y lo pueden
hacer, porque el mercado les proporciona toda la información con la que tienen
que contar para tomar una decisión.
El mercado es el que te indica que el cine cuesta tanto, y que si lo gastas
viendo una película, lo tenes que restar del presupuesto de la semana, es
el mercado el que me indica que en el mercado X los productos están más
baratos que en el super Y.
La pregunta que se hace I Camacho, que es la que tendría que atender
toda ética empresarial una vez establecidos los datos anteriores es la quién
asume la responsabilidad por los más vulnerables de la sociedad. Porque
como muy bien lo plantea nuestro pensador español (2002, 54) “el mercado
no sabe de la urgencia de una necesidad ni de su importancia” y lo que con
ello ocurre, continúa diciendo es que “eliminamos de la actividad económica a
todos aquellos que no tienen recursos para adquirir los bienes y servicios que
de hecho necesitan”.
Con estos temas abordamos problemas que tendrían que estar en el
núcleo mismo de la empresa, el afán empresarial tiene que verse movido
también por el deseo de contribuir en la solución de todos estos problemas que
aquejan la sociedad, es verdad que sigue siendo inamovible la afirmación de
los beneficios, pero esto no debe oscurecer el hecho de que la empresa debe
su éxito a la sociedad en la que se encuentra, y que lo menos que tendría que
hacer es contribuir con la solución de los problemas anteriormente planteados.

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Ética para la vida cotidiana

La empresa y la ética

Hay categorías que, por ser usadas preferentemente para dar cuenta de
la realidad individual, presentan una enorme dificultad cuando intentamos, con
ellas, entender realidades sociales. Nos referimos precisamente a categorías
como moral, por ejemplo, hablar de una persona moral es más comprensible
que referirse a una institución como moral.
Sin embargo, como la noción de moral está íntimamente vinculada a la
práctica, y la práctica tiene que ver tanto con las instituciones como con las
personas, se infiere que nos podamos referir a la práctica de una institución en
tanto que moral.
Además, ocurre frecuentemente que respecto a algo, tenemos un conjunto
de ideas que organizadas decimos que nos da la imagen de ese algo; de
una empresa cuya práctica no respeta el medio ambiente, ni respeta a sus
trabajadores etc., nos vamos formando una mala imagen; es decir, las empresas
no sólo tienen una imagen, sino que trabajan continuamente para forjarse una
buena imagen, dicha imagen tiene que ver con el modo en que usualmente
actúa dicha empresa de tal manera que cuando pensamos en la empresa X
decimos sus productos son confiables, en cambio cuando pensamos en la
empresa Y, afirmamos que sus productos no ofrecen ninguna garantía.
Por todo ello pensamos que es válido, que es legítimo que hablemos de
moral referida también a la actuación de las instituciones, y del mismo modo que
importa que las personas sean morales, importa mucho que las instituciones
sean morales, por una razón que es elemental, el campo de influencia de
una institución es mucho mayor que el de las personas individualmente
consideradas.
Pero hay otra razón que es mucho más sutil, y nos referimos a la capacidad
que tienen las instituciones de modelar a los miembros que la integran.
Puede ocurrir y de hecho ha ocurrido que las personas individualmente
consideradas tengan las mismas preocupaciones, con respecto a la injusticia,
a la contaminación, y con respecto a la corrupción, no obstante, como miembro
de una institución, tenga que tomar decisiones que afectan justamente en
todo aquello que dice creer, las instituciones y nuestra historia lo demuestra

114
R. A. FÚNEZ

masivamente, tienen el enorme poder de corromper a sus miembros, este


poder, huelga decirlo, proviene justamente de ser una institución corrupta.
Con todo, lo que nos interesaba dejar sentado en la introducción de este
tema es que aquí vamos a referirnos a la moral empresarial, a la ética de la
empresa y lo vamos a hacer partiendo de la convicción de que dicha moral es
una dimensión esencial de la empresa, del mismo modo, que nos parece que
el beneficio es dimensión esencial de suya.
Por ello nos parece fundamental la pregunta que se hace I. Camacho (2002)
¿en qué sentido es posible hablar de ética en la empresa? Y es que, como lo
vamos a ver detenidamente, al estar vinculada la empresa con el ámbito de los
negocios no resulta evidente ponerla en relación con la ética, de hecho, más
de algún economista ha dicho que pretender relacionar la economía con la
ética es similar a querer mezclar el agua con el aceite. Berzosa53, por ejemplo
recuerda que “la mayor parte de los economistas actuales no se plantean
esta cuestión y la idea predominante en la ciencia económica es que no son
reconciliables, entre otras cosas, porque se afirma que mientras la economía
es una ciencia, la ética es un concepto filosófico y hasta se considera que
puede ser ideológico”.
De aquí lo que nos importa recoger es el dato que nos aporta de que se
trata de una manera de pensar de la mayor parte de los economistas. Porque
esto nos fuerza a preguntarnos en dónde estriba la dificultad. Para encarar
esta difícil situación I. Camacho comienza presentando un extenso texto de
Friedmann, en el que este sostiene que “la responsabilidad del ejecutivo se
concreta en dirigir la empresa de acuerdo con la voluntad de sus patronos,
que no es otra que la de conseguir el máximo beneficio”.
Se trata de un texto, que si lo analizamos por su forma parece más bien
provocativo, y que está plagado de dificultades a la hora de interpretarlo si nos
preguntamos por los destinatarios del mismo. Si decidimos que se dirige hacia
la sociedad en general es evidente que quiere discutir con todos aquellos
que piensan que la empresa en su afán por hacer rentable su capital ignora
las consecuencias que genera frente a sus trabajadores, medio ambiente y
sociedad, provocativamente insiste en que desconocen el dinamismo esencial

53 Berzosa, Carlos La difícil relación entre ética y economía, Revista de Economía Mundial,
núm. 35, 2013, pp. 271-284, Sociedad de Economía Mundial, Huelva, España

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Ética para la vida cotidiana

que mueve la vida empresarial, y si el texto está dirigido a los ejecutivos, quiere
recordarles que la función para la que han sido contratados no es para que se
lucren a costas de la empresa, ni para que la utilicen en otras funciones que
no sean propias de ella, sino que están en función de su máximo beneficio.
Cuestión, además que es verdadera.
La dificultad está en que se afirme que sea la única finalidad, y parece
que así como lo del beneficio nos parece cosa evidente, también nos resulta
evidente que no es la única meta, y lo decimos por lo que significa el beneficio.
Y para ello vamos a poner un ejemplo que siempre me ha llamado la atención.
Cerca de mi casa hay dos pupuserías. Pero es sintomático que estando
a la par, y vendiendo ambas únicamente pupusas, siempre la una está
significativamente vacía y en la otra, la gente tiene que esperar a ser atendida
por lo llena que está.
¿Dónde está la diferencia?, ¿qué es lo que la hace tan atractiva?, hay
que decir en seguida que es una especie de reconocimiento por parte de la
población por la calidad de pupusas que ofrecen. Es decir, el beneficio está
íntimamente vinculado con la aceptación que tienen de parte de la sociedad,
desde esta perspectiva el énfasis puede ponerse en la calidad de producto
que ofrece, y basta con enunciar el problema para caer en la cuenta que el
compromiso estriba en ofrecer un excelente bien o servicio a la sociedad, por
lo tanto, la finalidad es esta última, que tiene como consecuencia un beneficio
proporcional a la calidad de bienes que ofrece.
Hay un segundo aspecto sobre el que vale la pena reflexionar. Acabo de
ver la película “Walt Disney, antes de Mickey” y quiero fijarme en un dato que
me parece significativo, independientemente de las peripecias por las que tuvo
que pasar para que sus ideas tuvieran alguna relevancia, la película quiere
dejar en claro que sólo pudo ser posible por el equipo con el que contaba,
de repente únicamente la idea no es suficiente para que una empresa tenga
éxito, sino que es igualmente importante contar con un grupo de personas
que se comprometan en concretar dicha idea, desde este punto de vista tiene
razón I. Camacho cuando apunta que “no puede entenderse la empresa sólo
desde su relación con los propietarios, puesto que otras personas ponen algo
muy importante de su vida en ella”.

116
R. A. FÚNEZ

Al respecto, recuerdo una acalorada discusión entre uno de mis alumnos


con L.A. González quien gustosamente accedió a conferenciar para ellos. Mi
alumno era del parecer que en la empresa quien importa es quien aporta
el capital, porque sin este difícilmente puede existir empresa, mientras que
González afirmaba que quien produce riqueza es el trabajador.
Evidentemente ambas posturas son unilaterales, porque sólo puede haber
empresa en la medida en la que confluyen ambas realidades, realidades
que además son simétricamente importantes, por lo tanto, la empresa, para
que sea exitosa tendrá que estar al servicio también de los trabajadores. O
como veremos más adelante, al servicio de todos los que la hacen posible,
que afortunadamente, no sólo son sus dueños, sino que también lo son los
trabajadores, los consumidores, los competidores, la administración pública,
el entorno geográfico, y el medio ambiente.
Todo lo anterior significa que la idea de gestión de la empresa ha cambiado.
Una empresa es una realidad constituida por una pluralidad de roles. Y lo
óptimo es que cada cual desempeñe su rol con la mayor creatividad, sin tener
que estar sistemáticamente recurriendo al jefe para estar seguro que lo que
está realizando es lo correcto. Esto implica que todos los que integran la
empresa son, proporcionalmente, responsables por buen funcionamiento, no
sólo son los propietarios los responsables de su éxito, sino que lo son cada
uno de los stakeholders, desde el lugar que ocupan dentro de la empresa.
Desde esta perspectiva, se concibe a la empresa como un conglomerado
de personas de tal manera que, como lo señala I. Camacho, “lo que en primer
término se contempla es el conjunto de personas que la componen”. No son
meros recursos, con los que cuenta la empresa, llamar a los trabajadores
recursos no los distingue del escritorio o de la computadora con los que se
cuenta, son personas comprometidas con el óptimo funcionamiento de la
empresa, porque, como lo dijimos más arriba, al referirnos al ejemplo de Walt
Disney, el logro de una finalidad depende de un grupo de personas, y si tenemos
presente que se trata de personas, lo sano es tratarlas como personas.
Es decir, esencialmente, la empresa tiene como nota suya su dimensión
ética, la ética no es un agregado, una moda, etc., sino lo que da cuenta con
ultimidad de su realidad.

117
Ética para la vida cotidiana

Empresa y trabajo

Hablemos en serio, ¿es el trabajo un derecho? Al plantearme esta


inquietud se me vienen a la cabeza una serie de escenarios que, al menos,
arrojan dudas acerca de la pretendida claridad de la respuesta.
El primer escenario que se hace presente es el de la esclavitud. En el
mundo griego y romano, el trabajo era considerado una actividad vil, propia de
esclavos: supongamos que nos encontramos con Espartaco y le dejamos ir la
sentencia: “compañero, el trabajo es un derecho”. Espero que Espartaco esté
amarrado, porque si tiene las manos libres seguro que nos deja ir un puñete
que no creo que regresemos por otro.
Otro escenario que se me ocurre es el de los siervos de la gleba, en la que
los siervos pagaban tributo a sus señores, en este contexto, hay que suponer
que nos encontramos con Guillermo Tell, y le dejamos ir nuestra sugerencia
de que trabajar es un derecho, sobre todo si el fruto de ese trabajo va a ir a
quedar en manos del soberano de la Casa de Habsburgo.
Y situándonos en nuestro contexto, supongamos que nos colocamos en
la situación en la que están muchos jóvenes, sobre todo del primer mundo,
que se niegan a trabajar por un salario indigno, y les decimos que tiene que
hacerlo porque trabajar es un derecho, es probable que la palabra indignación
no expresaría adecuadamente el sentimiento que les generaríamos.
Entonces a qué nos referimos cuando decimos que el trabajo es un
derecho, en qué momento surge una proposición de este tipo. En la esclavitud,
en la servidumbre y en la precariedad del trabajo hemos visto que no son
contextos en que se pueda nutrir dicha afirmación. No obstante, Dussel (1998,
11) nos da una pista. En el vestíbulo de su Ética de la liberación afirma que
“nos encontramos ante el hecho masivo de la crisis de un sistema-mundo que
comenzó a gestarse hace 5000 años y que se está globalizando hasta llegar
al último rincón de la tierra”.
Qué fue lo que comenzó a gestarse hace 5000 años. El mismo Dussel
(2007, 20) en su Política de la liberación nos proporciona la respuesta cuando
afirma que “el proceso de globalización que vivimos hoy al comienzo del
tercer milenio es quizá el término de la revolución neolítica a la que estamos

118
R. A. FÚNEZ

apuntando, edad en la que concluyó la ocupación territorial nómada por la


dispersión de los clanes de recolectores y cazadores en todo el planeta.
Comenzó así un proceso de contracción de la humanidad. Desde el nacimiento
de las primeras ciudades, donde vivía una pequeña parte de la humanidad,
hasta el comienzo del siglo XXI, donde la mayoría de la humanidad vive en
ciudades, ha transcurrido todo el neolítico”.
Entonces aquella afirmación sólo puede tener sentido, en el momento en el
que los seres humanos abandonan el campo y comienzan a vivir en la ciudad,
este momento tiene su punto de inflexión al inicio de la industrialización. Se
comienza a vivir en una situación en la que si los hombres no cuentan con un
trabajo están condenados a la mendicidad y al hambre.
Entonces no fue que el trabajo fuera un derecho, sino que la vida urge,
y para sostenerla tenemos que trabajar. Es en este contexto en el que el
trabajo comienza a adquirir, como nos lo recuerda I. Camacho (2002, 136)
las siguientes funciones: fuente de realización personal, instrumento de
integración social y vía de acceso a la renta. Esto es fundamental tenerlo
presente para que no se ideologice el problema del trabajo, muchos autores
quieren hacernos pensar que la realización personal es una nota constitutiva
del trabajo, o que la creatividad, lo mejor que cada ser humano posee, sólo
puede objetivarse mediante el trabajo, este modo de pensar tiene un contexto
preciso muy riguroso y no siempre fue así.
Y con ello corremos el riesgo de quitarle la apoyatura fundamental al
trabajo, que no es otra que la vida humana, de la que Dussel (Ibid) afirma que
“es el modo de realidad de cada ser humano en concreto, condición absoluta
de la ética y exigencia de toda liberación.
Una vez planteado bien el problema del trabajo tiene más sentido
plantearse la relación entre empresa-trabajo y para ello I. Camacho (2002,
141) afirma que “la relación entre trabajo y realización personal debe tomarse
como una responsabilidad decisiva en el seno de la empresa por las numerosas
y variadas exigencias que se siguen de ahí para la organización del trabajo”.
Si al trabajador le va bien a la empresa le va bien, y con esto no estamos
descubriendo el agua azucarada. J. Habermas en Ciencia y técnica como
ideología, uno de los problemas que analiza es precisamente cómo el modo
de proceder de la ciencia y de la técnica ha puesto en crisis la noción de lucha

119
Ética para la vida cotidiana

de clases. La lucha de clases, desde una aproximación superficial, lo primero


que manifiesta son los intereses contrapuestos de los actores que intervienen
en el proceso productivo, los poseedores de los medios de producción tienen
unos intereses opuestos y antagónicos con los trabajadores.
Pero en una sociedad en la que los trabajadores se encuentran a gusto,
si tienen sus necesidades satisfechas y además tienen conciencia de que
esto ocurre por el trabajo que realizan en la empresa por la que han sido
contratados, es evidente que sospecha que su éxito depende del éxito de la
empresa, y en este sentido, no hay tal contradicción. En el caso que esto sea
así tiene razón Camacho cuando afirma que de la realización del trabajador
depende el éxito de la empresa, por ello continúa diciendo Camacho, “el trabajo
debe proporcionar al que lo realiza unos medios suficientes para satisfacer
sus necesidades y las de las personas que dependen económicamente de él”.
Claro todo ello implica un aumento en la productividad, aunque por las
razones que expondremos casi en seguida, hoy no hay suficiente claridad
respecto a un salario familiar, pero de todos modos lo que se quiere indicar
es que los empresarios tienen que ser absolutamente conscientes del papel
ineludible que tienen los trabajadores en el seno de la empresa; hay que
decirlo sin retórica sin trabajadores no hay éxito empresarial, aunque se trate
te teletrabajo.
Pero es evidente que los trabajadores no sólo aspiran a un salario digno,
sino que hay una serie de condiciones que tienen que ser también debidamente
satisfechas, esto supone, afirma Camacho (2002, 149) el esfuerzo por evitar,
al organizar el trabajo, todo aquello que deshumaniza.
Sin embargo, aquí surge una inquietud, producto de lo que más arriba
hemos llamado precariedad del trabajo. Esta situación ha sido exhaustivamente
estudiada por G. Standing (2013). Este sociólogo inglés establece como inicio
de lo que va llamar precariedad del trabajo, la incorporación tanto de China
como India en el mercado laboral.
Esta incorporación va a introducir tal desequilibrio en el trabajo, al menos
tres son las consecuencias más dramáticas de dicha situación, la primera es el
desplome de los salarios, a los chinos y a los indios, dice Standing se les paga
“salarios chinos” queriendo indicar con ello, una disminución escandalosa de
los salarios, la segunda consecuencia, producto de la anterior es la escasez

120
R. A. FÚNEZ

del trabajo, así como los recursos que maneja la economía son bienes
escasos, del mismo modo, el trabajo se ha convertido en un bien escaso, de
hecho, una tarea sin resolver es el desempleo en el que se encuentran miles
de ser humanos, y la tercera es la flexibilización del trabajo, que simplemente
significa el final del trabajo estable.
Una ética empresarial responsable, llegados a este punto, tiene que aspirar
a menores beneficios, para responder adecuadamente a dicha situación. La
razón última, como muy bien lo afirma Camacho, en una situación como la
descrita “el grado de vinculación del trabajador a la empresa se resiente
cuando este sabe que su permanencia en ella es más que aleatoria”.

121
Ética para la vida cotidiana

Actividad capítulo IV

Actividad # 10
Investigue, qué hacen las empresas salvadoreñas, respecto a la
responsabilidad social empresarial

122
R. A. FÚNEZ

Actividad # 11

De qué valores necesita equiparse para crear su propio negocio

123
Ética para la vida cotidiana

Actividad # 12
Elabore un mapa conceptual de todas aquellas categorías éticas que aparecieron
durante el curso de ética

124
R. A. FÚNEZ

Capítulo V
Para una ética profesional

Objetivo general

1. Identificar los rasgos que conforman una ética profesional.

Objetivos específicos

1. Describir la ciudadanía como lucha por los valores sociales,


económicos, culturales
2. Indicar la necesidad de que los ciudadanos aspiren a la excelencia.

Resumen:
En el siguiente capítulo nos preguntamos por los
rasgos fundamentales que definen a un ciudadano y
para respondernos a dicha inquietud exponemos la
ciudadanía entendiéndola como social, económica,
civil y cultural.

125
Ética para la vida cotidiana

Introducción54

Son dos las misiones principales que hoy tiene urgentemente que encarar
la actividad universitaria. La primera es la de formar, poner las condiciones
para que sus egresados se comporten en la sociedad, no sólo con unas
aptitudes que le permitan desempañar óptimamente su trabajo, sino dotado
de unas actitudes que le posibiliten proceder con bondad y justicia; su misión,
desde esta perspectiva, es la de formar hombres buenos y justos.
En segundo lugar y ante el hecho real de la escasez en el empleo, la
universidad tendría que poner a la disposición de sus estudiantes todas
aquellas habilidades que lo capaciten para emprender desde sí mismo, las
actividades necesarias para responder a sus urgencias vitales.
En otras palabras, un estudiante de nuestra universidad, tendría la
posibilidad, tanto de emplearse con éxito, como emprender un trabajo por
cuenta propia.
Todo esto implica una determinada idea, no sólo de lo que entendemos
por estudiante, sino qué entendemos por ciudadano, porque en definitiva a la
sociedad no vamos a entregarle estudiantes, sino profesionales capaces de
forjar su propia ciudadanía, de este modo tenemos planteado el problema al
que tenemos necesariamente que encarar, ¿cuáles son los rasgos con los
que tiene que contar este ciudadano? Para responder a esta inquietud hemos
dividido este ensayo en cuatro partes a) ciudadanía social, b) ciudadanía
económica, c) ciudadanía civil, y, d) ciudadanía cultural, al que anteponemos
lo que consideramos el planteamiento adecuado del problema.

Planteamiento del problema


Ha sido noticia, en los últimos días, las caravanas de migrantes que se
han organizado, primero en Honduras y después en El Salvador y Guatemala
¿Qué ha podido ocurrir en la vida de tantos latinoamericanos para que decidan
54 En este capítulo resumimos, a nuestra manera, el texto de Adela Cortina (1997) Ciudadanos
del mundo, Alianza Editorial, Madrid.

126
R. A. FÚNEZ

dejar su tierra y embarcarse en una aventura tan larga, como peligrosa, como
es la de llegar a Estados unidos?
Pienso que no tiene una respuesta unívoca. Sin embargo, estudiar qué
ocurre por ejemplo con la deserción escolar, puede arrojar cierta luz. Hay
investigaciones que se han realizado en algunas universidades que buscan
encontrar una respuesta a ¿por qué algunos estudiantes abandonan su
carrera universitaria? Este tipo de investigaciones es de suma importancia,
dado que la respuesta que con evidencia se nos presenta es que se debe a
dificultades económicas. Pero las investigaciones lo que arrojan es que en
el seno de una sociedad compleja, las respuestas no son únicas, sino que
existen una pluralidad de respuestas. Por ejemplo, se afirma que “Aunque
muchos creen que la principal causa de la deserción estudiantil en pregrado
es el factor económico, lo cierto es que variantes como el estrés provocado
por la presión de grupo, la baja autoestima, el mal rendimiento académico y
la poca claridad sobre un proyecto de vida, son algunas de las principales
causas que motivan a un joven a abandonar sus estudios universitarios”55.
Volviendo a la pregunta inicial de este ensayo, podemos en una primera
aproximación sospechar que tampoco la respuesta es única, sino que pueden
darse una pluralidad de respuestas. A alguien que está cotidianamente con las
comunidades que deciden emigrar le puede resultar irritante que digamos que
la emigración puede también explicarse como una crisis en la ciudadanía56,
en rigor, los migrantes no se sienten ciudadanos en las localidades en las
que han venido haciendo su vida; esto quiere decir que cuando tienen que
encarar las dificultades, tanto individuales como sociales, se encuentran con
que nadie les puede echar la mano
Las autoridades, sobre todo políticas y económicas están tan interesadas
en lucrarse de los recursos públicos, que no atienden las necesidades
de la sociedad y de sus miembros; en este sentido los miembros de esta
sociedad experimentan que nadie se preocupa por ellos, y correlativamente
va creciendo, en su modo de vivir esa sensación de que tampoco ellos se
55 Consultar https://noticias.universia.net.co/vida-universitaria/noticia/2008/01/21/245181/que-
desertan-jovenes-universidad.html.
56 Para evitar malos entendidos aclaremos que los migrantes sólo son un caso, pero que en
rigor la crisis de ciudadanía, es algo que compete a todos los miembros de Estado Nacional,
tanto los poseedores de los medios de producción como los trabajadores. Tanto los partidos
políticos como las universidades, todos en general padecemos la crisis de ciudadanía.

127
Ética para la vida cotidiana

sienten pertenecientes a ese lugar; ambas situaciones generan una especie


de desarraigo, que explica la opción de emigrar.
No se les cruza por la cabeza el pensar que los problemas no se agotan
en sus problemas individuales o de familia, o no ven que sus problemas
familiares podrían ser manifestación de los problemas de una sociedad, que
exige que todos pongamos manos a la obra para solucionarlos, simplemente
no sienten que tenga prioridad la sociedad.
En definitiva, también la crisis del migrante es una crisis de ciudadanía.
Por lo tanto, en lo que hay que trabajar es en forjar una ciudadanía que
capacite a sus miembros, no sólo a trabajar por sus legítimos problemas,
sino por los problemas de la sociedad y quizá, como se ha venido diciendo
desde Aristóteles, pasando por Comte, sólo si resolvemos los problemas de
la sociedad, podremos responder adecuadamente a los problemas de los
individuos.
Claro el problema como muy bien lo ha sabido ver, tanto Rawls como
Cortina es cómo articular los bienes que pertenecen a todos, con los que
todos están de acuerdo, bienes que es de justicia proteger, con los bienes
en los que cada familia, en los que cada cual, cree encontrar su propia y
legitima felicidad. Es decir, cómo articular la idea de justicia con la idea de
felicidad, o la idea de lo justo con la idea de bienestar. Estableciendo desde
el principio que la justicia le compete a la sociedad y el bienestar compete a
cada una de las familias, cómo articular la responsabilidad de la sociedad con
sus miembros, y estos miembros con su sociedad.
Cómo podemos enfrentar este tipo de dificultades. Desde antiguo se
vienen proponiendo, al menos dos maneras de encararlas, en primer lugar, se
ha dicho, que la razón es una facultad capaz de responder a los problemas
que tienen los seres humanos, de tal manera que Descartes vio que lo
específicamente humano era pensar, e incluso Hegel llega a afirmar que todo
lo real es racional y que todo lo racional es real.
Pero también desde Aristóteles se ha considerado a los sentimientos
como medios adecuados para responder a los problemas agudos que tiene
la realidad humana; de tal manera que la filosofía inglesa, sobre todo la de
Hume, va a plantearse el problema de los sentimientos morales, y ya en pleno
siglo XX pensadores como Zubiri van a afirmar que la realidad sólo puede

128
R. A. FÚNEZ

aprehenderse desde una inteligencia sentiente, y Adela Cortina habla, de


unos sentimientos racionales.
Por lo tanto, establezcamos desde el inicio que vamos a aproximarnos a
este tipo de problemas desde una inteligencia que siente lo aprehendido, y
desde un sentir que es inteligente.

Ciudadanía social
Hay revueltas por todos lados, los marroquíes invaden Europa por Sevilla,
los hondureños huyen masivamente de su país, los argentinos protestan fuera
del Congreso Nacional, ante el inminente debate del proyecto del presupuesto
2019, que consideran un brutal ajuste del gobierno de Macri.
Esta sociedad de la que se ufanan los neoliberales de óptima, es evidente
de que está en crisis. Ante el fracaso de los socialismos reales, algún analista
afirmó que lo que se nos venía encima era la rebelión de los poderosos,
rebelión que ha ido concretándose con el mantenimiento de salarios bajos,
con una falta escandalosa de empleos, pero sobre todo con el enriquecimiento
de muchos miembros del Estado, producto de la corrupción.
Sin embargo, las clases populares no se han quedado de brazos cruzados
y están ensayando formas de luchas inéditas, que a todos nos tienen que
hacer pensar acerca de la manera en la que tenemos que encarar y solucionar
los graves problemas por los que atraviesa la sociedad. La solución a estos
agudos problemas no es cuestión de individuos, no estamos como estamos
solamente porque los individuos son culpables de su suerte, estamos como
estamos porque unas estructuras sociales no han respondido efectivamente
a los desafíos que provienen de la sociedad.
Esta sociedad de la que tenemos que hacernos cargo presenta, al menos
dos relaciones, una relación que va del individuo a la sociedad, es decir,
un individuo que se siente miembro de una sociedad, y la relación que va
de la sociedad al individuo, es decir, de una sociedad que responde a las
necesidades urgentes de estos individuos.
Estas relaciones plantean una serie de cuestiones, a) ¿a qué tipo de
necesidades nos referimos? b) ¿cuál es el límite de esta injerencia del Estado

129
Ética para la vida cotidiana

o de la sociedad en la vida de los individuos? c) ¿cuál es la responsabilidad de


los individuos?, y d) ¿cuál es el tipo de ciudadano que se forja?
Toda persona, se ha dicho, tiene derecho a las libertades fundamentales,
y parece que respecto a este derecho todos se sienten fundamentalmente a
gusto, tanto liberales como socialistas.
No obstante, muy pronto los seres humanos fueron percatándose de que
a aquellas libertades había que dotarlas de una base segura, esto con la
finalidad de que se ejerciera una libertad real. Aquella base se encontró en una
serie de derechos cuyos sujetos ya no eran meramente los individuos, sino los
grupos; nos referimos a los derechos al trabajo, a la salud, a la educación, a
la seguridad social.
Fue gestándose la idea de que la sociedad tenía unos problemas cuya
solución compete a la sociedad, y no a sus individuos. es importante que
caigamos en la cuenta de que no sólo las personas tenemos problemas,
sino que es la sociedad la que los padece; en este sentido, la suerte de los
individuos que padecen los problemas de la sociedad, es responsabilidad de
todos, si no los encaramos más tarde o más temprano vamos a ser alcanzados
por ellos, aunque nos subamos al cucurucho del volcán de San Salvador, o
nos enrejemos en nuestras residenciales de clase adinerada.
Entonces, las necesidades a las que tiene que responder la sociedad
son las que se desprenden del respeto a estos derechos. Una sociedad tiene
que responder por el trabajo, por la salud, por la seguridad social de sus
miembros, y una sociedad que así procede forja un Estado Justo.
Respecto a la segunda dificultad que tenemos planteada, hay que decir
que el papel del Estado no es lograr el bienestar de sus ciudadanos, el
bienestar tiene que proporcionárselo cada uno de acuerdo a la idea que tiene
de felicidad y de bienestar.
Esto es importante plantearlo dado que un Estado que se considera como
el responsable del bienestar de sus ciudadanos frecuentemente olvida sus
responsabilidades fundamentales, y, lamentablemente, los funcionarios del
Estado terminan beneficiándose con aquella supuesta responsabilidad; hay
otro aspecto más pernicioso, y es que un Estado preocupado básicamente por
el bienestar, pone las condiciones para que sus ciudadanos no ejerzan una

130
R. A. FÚNEZ

genuina ciudadanía, en la medida en la que ignoran sus responsabilidades57


como ciudadanos y están a las expensas de las ayudas del Estado. Un estado
paternalista, no es un Estado legítimo.
De este modo entremos a una nuestra tercera inquietud, que tiene que
ver con la responsabilidad de los individuos, y aquí no voy a hacer otra cosa
sino ceñirme a lo que viene diciéndose en la Doctrina social de la Iglesia, la
responsabilidad de todo ciudadano es la de realizar por sí mismo, todo aquello
de lo que está capacitado de realizar, todo lo que el individuo puede hacer por
sí mismo, es ilegitimo que una instancia superior lo reemplace.
Pio XII lo afirmó de modo insuperable en los siguientes términos: “Pues
aun siendo verdad, y la historia lo demuestra claramente, que, por el cambio
operado en las condiciones sociales, muchas cosas que en otros tiempos
podían realizar incluso las asociaciones pequeñas, hoy son posibles sólo a
las grandes corporaciones, sigue, no obstante, en pie y firme en la filosofía
social aquel gravísimo principio inamovible e inmutable: como no se puede
quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con
su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave
perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e
inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad
mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza
y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no
destruirlos y absorberlos”58.
Respecto a nuestra última inquietud que es en rigor el objetivo de este
apartado, hay que decir que de la confluencia de la responsabilidad de la
sociedad, como de la responsabilidad de los individuos se va forjando,
lo que Marshall y que Adela Cortina lo repite, la ciudadanía social; urge la
construcción de una ciudadanía social, que en rigor significa que las personas
puedan disfrutar de sus derechos económicos y sociales, en la sociedad en la
que les cupo la suerte nacer.

57 Cada vez me parece más evidente, que nadie tiene derecho de realizar las tareas que pue-
do realizar con mis propios recursos y capacidades. En todo caso, la responsabilidad de la
sociedad es la potenciar aquellas capacidades, para que pueda, dignamente, responder a
mis propias obligaciones.
58 Consultar http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_193 10
515_quadragesimo-anno.html

131
Ética para la vida cotidiana

Ciudadanía económica
En el ENADE celebrado este año 2018, las propuestas se han centrado
en torno a educación, salud, nutrición, infraestructura y empleo. Se trata de
los problemas fundamentales que tiene planteada la sociedad salvadoreña.
La pregunta que inexorablemente se nos plantea es acerca de quiénes
son los sujetos responsables de solucionar aquellas dificultades. De estos
hipotéticos sujetos nos queremos fijar en dos: las empresas y los trabajadores.
La razón es que de la correcta relación que se establezca entre los dos sujetos
en cuestión va a forjarse, lo que Adela Cortina llama ciudadanía económica.
Por lo tanto, lo que vamos a esclarecer en esta parte es qué es esto de
ciudadanía económica.
Describamos para comenzar a grosso modo la relación que hasta este
momento se da entre estos dos sujetos tan importantes en la vida económica
de la sociedad y preguntémonos con seriedad si es atinado mantener este
tipo de relaciones, tanto para las empresas como para los trabajadores.
Comencemos afirmando que la masiva presencia en la sociedad del Estado
de bienestar ha influido negativamente en el modo como proceden algunas
empresas.
Es un dato de esta realidad, que el empleo es escaso, el sueño de
los keynesianos del pleno empleo es una propuesta difícil de cumplir. Los
profesionales concluyen sus estudios universitarios y no logran conseguir un
empleo en el cual puedan desarrollar el conocimiento que adquirieron en sus
años de formación.
Pero supongamos que usted logra conseguir un empleo en alguno
de estos cinco sectores: Comercio al por mayor y al por menor, Industria
Manufacturera, Establecimientos financieros, seguros, bienes inmuebles,
servicios, Construcción que han sido tradicionalmente los sectores que más
empleo ofrecen. Por honradez tenemos que afirmar, que nada le garantiza la
seguridad en su empleo. G. Standing observa que lo que permea el ambiente
laboral es la de una constante inseguridad en el trabajo.
La inseguridad a la que nos referimos hace referencia al hecho de que
los trabajadores no tienen la seguridad de permanecer en dichos trabajos,
también indicamos con ello, que justamente por esa inseguridad se ven

132
R. A. FÚNEZ

forzados a aceptar empleos con salarios que no les permiten satisfacer sus
necesidades básicas.
Los empleadores arguyen que producto de la competencia, no pueden
proporcionar a sus empleados mejores salarios, porque no podrían mantenerse
en el mercado, de hecho, esta fue una de las objeciones que se esgrimieron
ante la posibilidad de subir el salario mínimo. Pero además crean una especie
de actitud en los trabajadores de agradecimiento a sus empleadores, el
trabajador no sólo se siente mal remunerado, sino que tiene que agradecer al
empleador por la oportunidad que le da al ofrecerle un trabajo.
Esta relación es sinuosa, más tarde o más temprano se desata el
conflicto, de hecho, los trabajadores no están dispuestos a que una situación
así se mantenga, porque, en un primer análisis no le hace bien a la clase
trabajadora. Lo que nosotros queremos plantear aquí es que no sólo no le
hace bien a los trabajadores, sino que tampoco le hace bien a la sociedad, ni
le hace bien a las mismas empresas.
Recojamos un dato que aparece arriba y preguntémonos ¿en qué
beneficia a la empresa que sus miembros tengan que sentirse agradecidos
porque su empleador les ha proporcionado un empleo? ¿en qué beneficia a
la empresa que los empleados tengan que andar con temor porque no tienen
seguridad de su empleo? ¿en qué beneficia a la empresa que sus líneas
estratégicas sólo sean conocidas por los altos ejecutivos de la misma? ¿en
qué beneficia a las empresas que sus trabajadores lo único que sepan hacer
es ejecutar órdenes, o como dice un buen compañero, a que sus trabajadores
se limiten a ser soldados? Hay que decirlo con claridad, en nada.
A la empresa, a la sociedad, al país lo que le conviene es contar con
trabajadores, como dice Adela Cortina capaces de tener una participación
significativa en las decisiones económicas59. En otras palabras, a la sociedad
le sirve más un ciudadano económico.
Por ello lo que hay que preguntarse es por las condiciones que posibilitan
a dicho ciudadano, y por los rasgos que tiene para que sea considerado
ciudadano económico.

59 De hecho, la ENADE, para que sea un foro que de verdad toma en serio la situación econó-
mica del país tiene que comenzar a invitar a los obreros, a los trabajadores, que cotidiana-
mente, se esmeran en hacer productivas a las empresas.

133
Ética para la vida cotidiana

Respecto a la primera inquietud hay que decir que las condiciones están
estrechamente vinculadas con el modo en el que se concibe la empresa. Esta
mañana mientras venía a la Universidad y darme cuenta que ya en metro sur
también han construido entradas eléctricas que fuerzan a los usuarios a tener
que pagar el parqueo, se me ocurrió pensar que hay empresas que en lo
único que andan pensando es en diseñar todas las estrategias posibles para
vaciar el bolsillo de los parroquianos.
Es evidente que este modo de concebir la empresa, es decir, propender
a pensar que su único dinamismo es la ganancia, tiene que superarse en
la medida en la que no es sano ni para la empresa, ni para la sociedad, ni
para nuestro mundo; una empresa tiene que verse principalmente movida
por el afán de responder a las acuciantes necesidades que tiene la sociedad.
La mueve resolver necesidades, de esta manera, está comprometida con la
sociedad, y el volumen de sus ganancias va a depender de la efectividad de
este compromiso.
La pregunta no es cómo nos beneficiamos, sino ¿a qué necesidades
respondemos? Puestos en esta dirección cambia de arriba abajo la imagen
de la empresa. Dado que se trata de necesidades que afectan a la sociedad,
es la sociedad en su totalidad la que se siente responsable de solucionar
dichas necesidades.
Desde esta perspectiva, todos aquellos que confluyen en el seno de la
empresa, desde los que mantienen limpias las oficinas, hasta los que han
invertido su capital, se siente responsables, ¿de qué? De los problemas que
están procurando solucionar, a todos los mueve un objetivo común: responder
adecuadamente a su sociedad.
Pero de este modo de proceder se desprende que los trabajadores se
sienten miembros de esa empresa. Y la empresa es una corporación de la que
participan, proporcionalmente, todos sus empleados. Pero esta participación
implica un doble compromiso, la capacitación tecnológica de los trabajadores
y trabajos estables.
De esta manera vemos cómo se va forjando la ciudadanía económica: los
trabajadores se sienten miembros de una empresa, que está preocupada por
sus trabajadores, el sentido de pertenencia se funda en el hecho de sentirse
respaldados por la institución a la que pertenece. De este modo dice Adela

134
R. A. FÚNEZ

Cortina se transita de una cultura de la reivindicación pasiva a una cultura de


la profesionalidad.
Respecto a la segunda inquietud lo que hay que decir es que los
trabajadores son protagonistas y no sujetos pacientes de la actividad
empresarial.

Ciudadanía civil
Recientemente participe en un importante congreso, al que asistieron
intelectuales prestigiosos de universidades prestigiosas, y en el que se
expusieron temas de relevancia intelectual. Los estudiantes participaron
estoicamente de las conferencias y estuvieron muy atentos a ellas, sin
embargo, me temo, que si les preguntamos ¿qué fue lo mejor del congreso?
estoy casi seguro, y el casi lo digo por pura prudencia, que responderían que
fue la forma popular en la que se interpretó una importante fiesta nacional, o la
broma que hizo alguna de las ponentes respecto a las Pupusas y a la Pilsener.
Estamos en una sociedad superficial, que va poniendo remiendos a los
problemas, no los solucionamos, no porque carezcamos de los recursos para
hacerlo, sino porque nos hemos acostumbrado a dejar las cosas a medias, a
resolverlas más tarde, o a salir del compromiso.
Tenemos que trabajar en la excelencia, tenemos que volver a recuperar la
excelencia, tenemos que responder óptimamente a aquello para lo que somos
buenos, y no dejar las cosas que nos competen, a medias. Es a esta actitud
a la que Cortina describe como declive de la aristocracia, y que nosotros no
la circunscribimos a unos pocos, sino a la necesidad de que todos tenemos
que aspirar a una vida aristocrática, a una vida en la que desarrollamos
plenamente todas nuestras facultades y habilidades.
Aquella necesidad a la que nos referimos no es meramente una necesidad
de individuos, sino que se trata de necesidades de la sociedad. Todos
sabemos que se están yendo para Estados Unidos públicamente, hondureños,
salvadoreños y guatemaltecos, y lo están haciendo porque en sus países no
encuentran solución a sus agudos problemas, el asunto es que con cada
salvadoreño que se va, porque aquí no tiene cabida, cada salvadoreño que
se queda sufre la ausencia del que se fue, los problemas están evidenciando,

135
Ética para la vida cotidiana

la crisis de la sociedad, por lo tanto hay que buscar respuestas, no sabemos


cómo van a hacer los Estados, pero tienen urgentemente que diseñar, junto
con la empresa privada, una política de empleos que genere más puestos de
trabajo, puestos de trabajo a los que todos tengan las mismas oportunidades
para acceder.
Todo esto requiere potenciar la profesionalidad. De hecho, Cortina apunta
que “universalizar la aristocracia en cada una de las profesiones es la principal
fuente de la riqueza de las naciones y de los pueblos y una exigencia de
responsabilidad social”.
Es decir, cuando hablamos de una vida aristocrática, a lo que nos referimos
en concreto es a ser competentes en nuestra profesión. Un aristócrata es aquel
abogado que en abogacía es un experto, aquel ingeniero que en la gestión
empresarial es un notable, aquel psicólogo que conoce todos los secretos del
alma humana, etc., proceder de este modo a quien rigurosamente se beneficia
es a las naciones, dice Cortina, la riqueza de las naciones se encuentra en
profesionales altamente competentes.
Desde esta perspectiva, tenemos que encarar tres cuestiones, a) ¿cuáles
son los rasgos significativos de un profesional? b) cuál es la ética de un
profesional? y c) ¿cuál es el ámbito de un profesional?
Respecto a la primera inquietud pienso que hay dos rasgos que tenemos
que rescatar de la historia de las profesiones, la primera, aunque tenga
resonancia religiosa, es la noción de profesión como llamada, como vocación.
Es la exigencia para dedicarse a una actividad que no necesariamente pueda
contar con las debidas competencias.
Sin embargo, al concebirla como un llamado, el profesional se siente
obligado a llevarla a cabo de la mejor manera posible. por esa razón las
profesiones, antiguamente eran solamente tres, la del sacerdote, la del
médico y la del jurista.
El fin de dichas profesiones rebasaban los límites de los mismos
profesionales; pero fue sobre todo a partir de la Etica protestante que la
profesión comienza a vivir como un auténtico deber. Los seres humanos
comenzaron a ver con una claridad meridiana, que su deber era dedicarse
por entero a su profesión.

136
R. A. FÚNEZ

Deber en el sentido de imperativo de la razón práctica, es decir, del mismo


modo que para un matemático es evidente que un triángulo tiene tres ángulos,
de ese mismo modo, para un profesional es absolutamente claro que su deber
es trabajar. Es justamente a lo que se refiere Cortina cuando apunta que “la
propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento de la
tarea profesional en el mundo”.
Respecto a la segunda inquietud que tenemos planteada hay que decir,
que ningún profesional se inventa desde sí mismo las reglas que han de regir
su comportamiento profesional, de hecho, casi todas las profesiones cuentan
con un código con el que se regula su comportamiento, los abogados cuentan
con un código ético, lo mismo los médicos y los psicólogos.
Por lo tanto, de lo que se trata es que los profesionales sean coherentes
respecto al modo como espera el colegio que regule su comportamiento
moral. Adela Cortina afirma que “lo exigible a cualquier profesional es que
intente ser lo más competente posible, que se esfuerce por alcanzar un grado
de excelencia en las aptitudes requeridas para alcanzar el bien interno de esa
práctica y percibir a través de ellos unos ingresos”.
En este sentido, ocurre con las profesiones algo parejo a lo que ocurre
con la empresa, esta responde a unas necesidades, y sus beneficios son
proporcionales a la necesidad satisfecha, del mismo modo, el profesional en la
medida en la que es fiel, y sólo en esa medida, al fin para el cual se creó dicha
profesión, percibe unos ingresos proporcionales a aquella fidelidad. Desde esta
perspectiva, su vida moral responde a los bienes internos de su profesión.
Respecto a la tercera inquietud hay que decir que el profesional no es
una mónada, sino que la profesión tiene razón de ser por aquellos que se
ven beneficiados por dicha profesión, en el caso del médico, el paciente; en
el caso del profesor, los estudiantes; entonces aquellos bienes internos a
los que nos referimos en la segunda inquietud están muy vinculados a las
exigencias que provienen de un beneficiario, que se supone que también es
un aristócrata, y por lo tanto, provienen de una opinión publica crítica a los que
el profesional considera como colaboradores.
El ámbito es entonces el de unos ciudadanos que tienen una palabra
legitima que decir, precisamente porque son los afectados por la práctica
profesional.

137
Ética para la vida cotidiana

Ciudadanía cultural
Por honradez tengo que comenzar diciendo que todas las luchas en
defensa del modo de vivir de un pueblo determinado, nunca las he podido
comprender adecuadamente. Al respecto recuerdo muy vívidamente la
dificultad que sentía para comprender la opción de Jorge Sarsanedas por
los gnöbes panameños. No entendía que concibiera su lucha a la par de
ellos como la conservación de su manera de vivir, que a mí se me antojaba
precaria, no entendía en qué se ayudaba a la gente conservando sus casas
de bajaraque y lodo, si podían contar con casas de cemento y hierro.
Es evidente que mi comprensión del asunto, estaba enfocado no en
lo que ellos entendían como bienestar, sino en lo que yo entendía como
bienestar, y para mí vivir bien, era al menos, contar con las necesidades
básicas satisfechas, y esas necesidades tenían que ver con una casa digna,
con agua, luz, y servicios sanitarios.
Evidentemente, Sarsanedas ni siquiera se tomaba el tiempo para
comprender mis dificultades, dado que eran producto de mi más completa
ignorancia con todo lo que tiene que ver con el mundo de la antropología. Sin
embargo, 30 años después sigo preguntándome acerca de la importancia de
luchar por mantener la manera de vivir de un grupo humano determinado60.
Es que incluso para responderse preguntas tan sencillas como quién soy yo,
tengo inexorablemente que dar el problemático rodeo de los otros. Quien sea
yo se va constituyendo, mejor dicho, se va forjando en mi convivencia con los
demás, y estos demás son, fundamentalmente, como yo. En este sentido,
es correcto responder, yo soy Pipil, soy Lenca, soy Pocoman, soy Garífuna,
es que decir, afirmar que soy Ruben, como muy bien lo pensó Comte, es

60 Pregunta que me hace recordar mi coexistencia, mientras cursaba primaria, con los Garí-
funas de la costa atlántica de Honduras. Considero que se nos hacía pensar que se trataba
de seres humanos con mayores dificultades para aprender, que los demás niños. La razón
principal para hacernos pensar de ese modo eran las dificultades que tenían estos niños
garífunas para expresarse en castellano; lo que no lograban entender ni profesores ni com-
pañeros, era que ese niño que hacía todo su esfuerzo para comunicarse en castellano, lo
estaba haciendo en una segunda lengua, y que, por lo tanto, era el doble de listo, tanto
frente a compañeros como frente a sus profesores. De todos modos, quiero constatar el
hecho de que el respeto a lo diverso nunca ha sido un fuerte en nuestras sociedades, y a la
sociedad a la que me estoy refiriendo, es una sociedad tercer mundista, atrasada e inculta.
Es decir, estas dificultades no son sólo de sociedades desarrolladas e industrializadas, sino
que las vemos aparecer en cualquier sociedad y en cualquier estrato social.

138
R. A. FÚNEZ

una abstracción, es mucho más concreto decir, soy Garífuna; mi identidad


proviene del grupo al que pertenezco y aunque quisiera que no fuera así, es
un imposible. Me puedo mandar a estirar los cabellos, a afinar los labios, o a
respingar la nariz, pero sigo siendo Garífuna.
Digo machaconamente en clases de que toda praxis supone una moral
determinada, quiero indicar con ello, que seamos o no seamos conscientes
nuestra actividad en la sociedad se apoya en un conjunto de valores, pero de
dónde provienen esos valores, justamente de la sociedad, de la comunidad,
del pueblo del que formamos parte. Es decir, nuestra moral nos la entrega la
sociedad de la que soy miembro, no sólo soy Garífuna, sino que me comporto
como tal, y me encantaría que todos los demás me reconocieran de ese
modo. La identidad se forja justamente desde esa conciencia de pertenecer a
un grupo determinado, al conjunto de valores que reconozco como valiosos, y
del reconocimiento de los demás.
Pero el grupo no sólo nos entrega valores, sino que hay en ese grupo, lo
que podemos llamar mentalidad, no son garífunas solo por el color, no son
pipiles sólo por la estatura, sino que son lo uno o lo otro, por la visión que
tienen de la realidad, del mundo, de la sociedad, esa visión se concreta en
un conjunto de nociones y a la totalidad de esas nociones podemos llamar
mentalidad, la mentalidad, por ejemplo, del pueblo pipil.
Pero hay que decir que se trata de una mentalidad, de un conjunto de
nociones que fueron surgiendo del contacto con las cosas. Un grupo de
estudiantes de Etica, hicieron el ejercicio de salir a la Calle Arce y preguntarles
a los vendedores ¿cuál es el valor principal que sustenta su actividad
comercial? algunos dijeron la responsabilidad, y cuando se reflexionó sobre
la fuente que permitió que dicho vendedor entendiera su actividad como
responsable, caímos en la cuenta que no fue porque viniera a la biblioteca de
la universidad a realizar una consulta exhaustiva, sino que se refería a que sus
hijos estaban esperando alimentos, vestidos, escuela etc, y a la urgencia de
satisfacer aquellas necesidades llamaban responsabilidad. Es decir, aquella
mentalidad es una cosa concreta, tan concreta que surge de la realidad e
ilumina la realidad, es precisamente a lo que A. Cortina llama cultura. Al
respecto apunta que cultura es el “conjunto de pautas de pensamiento y de
conducta que dirigen y organizan las actividades y producciones materiales y

139
Ética para la vida cotidiana

mentales de un pueblo, en su intento por adaptar el medio en que vive a sus


necesidades y que puede diferenciarlo de cualquier otro”.
Está claro que nos estamos colocando en una posición diversa a la
que afirma que el pensamiento, en este caso la cultura, es el reflejo de la
economía, en la medida en la que la economía determina en última instancia
la realidad; aquí decimos que el pensamiento y la realidad se codeterminan
recíprocamente, y que de repente es una pregunta mal planteada la
inquietud de qué determina primero a qué, parece más bien que en cualquier
determinación está incoada, como propiedad suya, la posibilidad de ser
codeterminada.
Entonces la cultura es algo que también nos ha entregado el grupo del
que formamos parte. No pueden entonces despojarme de mi cultura, porque
al hacerlo me están despojando de mí mismo, de mi propia mismidad.
aunque trabajemos de modo diverso, aunque veamos la realidad de modo
diverso, intuyo que un europeo, un norteamericano, y un maya, poseen algo
que nos fuerza a todos a tener que respetarlos, nos referimos a su realidad
personal. Esa coincidencia es la que nos ha llevado a entender que todos los
seres humanos tenemos la misma dignidad. No hay razas superiores a otras,
todos somos hombres y mujeres con ideas diversas de la realidad, pero al fin
y al cabo seres humanos.
Todo esto es importante tenerlo presente en la circunstancia de crisis
en las que nos encontramos. La pluralidad de culturas, si las consideramos
como interlocutores legítimos pueden arrojar luces para ir respondiendo,
desde lo que cada cultura es a una problemática que desborda la solución
que pueda provenir de una sola cultura, nuestro mundo está exigiendo la
responsabilidad de todas las culturas en la solución a los agudos problemas
por los que estamos atravesando, negar la cultura de un pueblo determinado
es restar riqueza a las respuestas que como mundo estamos buscando a los
problemas fundamentales de la humanidad.

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R. A. FÚNEZ

Actividades capítulo V

Actividad # 13
Elabore un cuadro en el que compare la ciudadanía social, la ciudadanía
económica, la ciudadanía civil y la ciudadanía cultural

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Ética para la vida cotidiana

Actividad #14
Escriba un ensayo de 500 palabras sobre su idea de profesional

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R. A. FÚNEZ

Conclusión

En rigor ¿Qué tipo de ser humano quisiera ayudar a forjar con la lectura
de este texto? Ya sé que los hombres y mujeres no nos hacemos, por leer un
libro, sino que nos hacemos en nuestra actividad cotidiana, en nuestra praxis
cotidiana, no obstante, como repetía sin cesar J.M Castillo, en tiempos de
crisis lo que importa es contar con buenas ideas.
En este mismo sentido, pienso que en tiempos de crisis importa haber
construido unos buenos valores, haber forjado unas buenas competencias.
Pero este modo de proceder es forzado por el mismo modo en el que
estamos entendiendo praxis cotidiana, a saber, al actuar, lo hacemos a partir
de una serie de nociones, de principios, de valores. No hay un ser humano
sobre el planeta que actúe sin ningún tipo de moral.
Esta moral puede comenzar a constituirse, por supuesto, en crisis, pero si
nos esforzamos en construirla sin tener que esperar que las cosas se compliquen,
cuando vengan tiempos “de vacas flacas” estaremos mejor preparados.
Entonces, el tipo de ser humano al que quisiera ayudar a forjar, es a ese
hombre, a esa mujer que cuando está en la cima disfruta de las cosas que
tiene: de familia, de amigos, del tiempo libre, de la vida; pero que cuando
se encuentra en la sima, no se queja, no le echa la culpa a los demás de
su situación, asume con responsabilidad las circunstancias en las que se
encuentra, y descubre una manera de solucionarla.
No estoy pensando en el super hombre Nietzscheano, sino más bien en
un hombre común y corriente, que entiende desde el fondo de su ser que en la
vida, los éxitos y los fracasos son los dos lados de la misma realidad y que así
como asumimos tan de buena gana los éxitos, asumimos del mismo modo los
fracasos, y que es la totalidad de esta realidad la que va configurado la vida.
¿Cómo proponemos comenzar con este propósito? Me parece que un
paso ineludible es comenzar preguntándose qué estamos entendiendo por
valor. ¿Por qué? Porque de la idea que tengamos de valor va a depender los
valores que forjemos y la vida que construyamos.
Pienso que si tenemos una consideración platónica de valor, es decir, si
pensamos que hay una bondad absoluta, una justicia absoluta o una belleza

143
Ética para la vida cotidiana

absoluta, nunca vamos a estar conforme con nuestra manera de proceder,


porque existen unos paradigmas perfectos, que por razones obvias jamás
podremos alcanzar, y la verdad, que como muy bien lo apunta A. Cortina
tenemos que estar convencidos de que merecemos ser felices, pero una
persona que está sistemáticamente vertida hacia un modelo, difícilmente
consigue la felicidad, esta la tragedia de todos los perfeccionismos.
Pero puede ocurrir lo mismo, si pensamos que valor es aquello que
“deseamos”; sobre todo en una sociedad en la que fácilmente tenemos a la
mano todo aquello que puede satisfacer nuestras necesidades, podemos
correr el riesgo de no captar adecuadamente lo que está en juego en lo que
llamamos felicidad.
Las sociedades hiper, mega industrializadas están siendo cada vez más
conscientes que la diversión no es auténtica felicidad; por eso las personas
que tienen muchas posibilidades, propende, cuando el oficio se los permite,
salir de la ciudad y se escapan, o al campo o a la playa, ¿qué buscan? la
simplicidad de la naturaleza, presienten que es justamente en este contacto
como sintonizan con lo más suyo.
La felicidad no está sólo en el tener, sino también en el ser que puede,
no nos equivoquemos, ser potenciado por aquel tener, aunque rebase sus
límites, y este ser, quizá nos permita tener una mejor comprensión de aquel
tener. En todo caso, la felicidad no está en el consumir, que es en lo que está
interesada la sociedad actual. Es desesperanzador trabajar únicamente para
llenarse de artefactos.
De esto no nos libramos si estamos pensando que los valores se fundan
únicamente en los sentimientos, o como dice Hume, en los sentimientos
morales.
Pero algo deben de tener, tanto de idealismo como de sensualismo.
Pienso que aunque no estemos forzados por un paradigma, siempre es
fundamental ser conscientes que en la medida en la que hacemos las cosas
lo mejor posible, todos salimos ganando, y sí a esto le sumamos que no sólo
somos razón, sino que somos animales sensuales, y que por lo tanto no nos
estamos inventando la sensualidad, es verosímil que las acciones nos resulten
más adecuadas, es posible que forjemos, en el sentido más literal de cómo
entiende la RAE dicho, es decir “trabajar un metal y darle una forma definida

144
R. A. FÚNEZ

cuando está caliente por medio de golpes o por presión”, al ser humanos en
el que soñamos.
Los valores se construyen en el fragor de la vida, en el fuego de la
vida, y todo lo que nos ocurre, les va dando una forma determinada, los va
puliendo, los va adecuando al modo de vida que nos queremos labrar. En el
caso que entendamos que es esto lo que ocurre con los valores, cada día
se va a convertir en una valiosa oportunidad para encontrar o construir las
posibilidades que nos van a permitir apropiarnos de aquellos valores.
Sin embargo, aquí se nos presenta una magna dificultad ¿qué valores?
¿Cuáles son los valores que quisiéramos que conformara la propia vida? En
esta inquietud hay al menos dos aspectos sobre los que vale la pena insistir.
El primero, que hay que esclarecer es qué valores poseemos ya, no estamos
comenzando de cero.
Resulta que respecto de estos valores ocurren al menos dos cosas, que
ya no nos funcionen, o que queramos pulimentar. Esto lo estamos diciendo
muy rápido, pero lo que queremos indicar con ello, es que los hombres
siempre tenemos la posibilidad de hacer un alto en el camino y decidir si
queremos continuar viviendo del modo como lo hemos hecho hasta ahora,
tenemos la posibilidad de cambiar, y es verdad lo que canta Mercedes Sosa,
“todo cambia”, pero cambia porque nos comprometemos en cambiar61, no
porque sea un mero resultado del azar.
Pero en segundo, lugar significa que tenemos una especie de haber,
desde el cual comenzar a construir la persona que queremos ser. Dicho lo
anterior, ocurren al menos dos cosas. La primera es que por las urgencias
de la vida no logramos tener claridad respecto a cuáles son nuestros valores.
Con qué valores contamos. Que significa esto.
No saber con qué valores contamos puede ser consecuencia de la altura
de los tiempos en los que estamos situados. Todo o casi todo es provisional
en la sociedad en la que estamos: la flexibilidad laboral ha ido creando en la
mente del trabajador, que su trabajo no es seguro; la obsolescencia planificada
y percibida de los productos, nos han sumido en una sociedad en la que
todo se desecha o se reemplaza; esta incertidumbre también ha influido en
el mundo de los valores, por ello cuando nos detenemos a reflexionar sobre
61 Al menos desde nuestra perspectiva ética

145
Ética para la vida cotidiana

cuáles son nuestros valores no es de extrañar que se vean envueltos en cierta


opacidad. Por lo tanto, aquí enfrentamos una situación a la que tenemos que
responder, cuáles son nuestros valores, cual es nuestro haber axiológico.
En esta primera parte, se trata de ir clarificando los valores con los que
contamos y los valores que queremos construir, una vez que lo hemos hecho,
es necesario, teniendo en cuenta de las desventajas que pueda acarrear,
introducir una cierta jerarquía en nuestros valores. algunos seres humanos
vamos como al garete, no ocurre porque nosotros lo queramos, sino por
nuestras circunstancias, sin embargo, pienso que esta inestabilidad puede
disminuirse en la medida en la que tenemos claridad respecto a esta jerarquía.
Es verdad que son múltiples las voces que se erigen para deslegitimar
este esfuerzo, de hecho, hay una manera popular que consiste en afirmar
que todo tiene un precio, en este sentido, se hizo famosa una película de
Hollywood “Una propuesta indecente” en la que justamente se defiende que
todo tiene un precio, y la indecencia consiste en decir, que una cantidad
obscena de dinero puede comprar cualquier cosa.
Por ello, nos parece que la jerarquía es importante en la medida en la que
nos ayuda a distinguir entre precio y dignidad, y todo aquello que forma parte de
la dignidad humana no tiene precio. Quiero que evitemos la tentación de suponer
que estas acciones sean previas a la práctica cotidiana, más bien son expresión
de aquella praxis cotidiana, van surgiendo en estrecha relación con aquella.
Aquí emerge un problema fundamental: queremos apropiarnos de un
“gran valor”, ¿cómo procedemos? Dicho en otras palabras, supongamos que
somos un tipo de hombres que todo nos causa miedo y queremos ser hombres
valientes, queremos construir la valentía como nuestro valor. Lo primero que
hay que tener absolutamente claro, es que no vamos a amanecer una buena
mañana con la osadía y la valentía del Héctor de la Ilíada.
“los grandes valores” comienzan con decisiones pequeñas. De hecho,
un gran valor se construye en base a decisiones cotidianas. Por esa razón
proponemos que a las decisiones que hay que prestar suma atención, son
precisamente a las pequeñas, porque así como las grandes virtudes están
todas ellas hechas en base a pequeñas decisiones, ocurre lo mismo con los
grandes vicios; uno no se vuelve un gánster de la noche a la mañana, sino
que comienzan con las pequeñas trampitas de todos los días.

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R. A. FÚNEZ

Contamos con una serie de valores jerarquizados, que nos capacitan


para vivir en una sociedad en la que se fabrican productos en cantidades
industriales. Digamos que es lógico que si la sociedad se ha montado en la
producción, ineludiblemente va a diseñar estrategias que nos hagan consumir
dicha producción.
Contrataran expertos y especialistas para que nos hagan atractivos los
productos, pero en última instancia la decisión de comprar, se va a apoyar
en una decisión personal, esta decisión será más razonable en la medida en
la que contemos con un conjunto de valores que expliciten las motivaciones
profundas que nos fuerzan a que consumamos, desde la identidad de grupo
y la conquista de un estatus hasta nuestro legítimo afán de auto regalarnos
algo, pueden ser des-velado por los valores que tenemos.
Desde aquellos valores tenemos que enjuiciar nuestro modo de consumir.
El consumo puede ser posicional o excluyente, y quiero acentuar que esta
manera de consumir se da en todos los niveles sociales, no es que sólo
excluyan aquellos que compran yates y tienen ranchos en la playa, sino que
excluyen también aquellos que en lugar de invitar al compañero a tomar un
café en “la Única”, se pavonean invitándole a Mr. Donuts.
He recurrido a ejemplos extremos para caer en la cuenta, que el consumo
excluyente lo podemos practicar todos, absolutamente todos los seres
humanos. Por eso lo que proponemos es que nuestros valores nos posibiliten
un consumo incluyente, pero que incluya ¿a quién? a aquellos con los que
formamos grupo, a los miembros de la misma tribu, a aquellos con los que
contamos para construir la propia vida.
Ya en este nivel, es fundamental preguntarse por el modo con el que
queremos construir la vida, ante esta dificultad pregunto a mis alumnos ¿Quiénes,
de todos los que se encuentran en esta sala quieren conseguir un buen empleo?
y un altísimo porcentaje levanta la mano, estudian para ser asalariados, y de
hecho afirman que estudian porque quieren tener un buen empleo; son pocos,
poquísimos, los que aseguran que quieren crear su propia empresa.
Ante esto se me ocurre decir al menos dos cosas. Primero, por muy ética
que sean las empresas, siempre los empleados trabajaran para aumentar los
beneficios de los empresarios, cuestión que es legítima, siempre y cuando los
beneficios se comprendan como aquello que devuelve la sociedad, por recibir
productos de buena calidad.

147
Ética para la vida cotidiana

Segundo, propongo que se aproveche una situación en la que no están


angustiados por responder a responsabilidades financieras importantes, para
crear las competencias que les puedan permitir crear ese tipo de seres humanos
que, en lugar de buscar un empleo, son capaces de ofrecer un empleo.
Pienso que una ética que asume todos los retos aquí formulados, es una
ética a la altura de nuestro tiempo.

148
R. A. FÚNEZ

Bibliografía

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Este libro se terminó de imprimir
en el mes de enero de 2019
en los talleres de Tecnoimpresos, S.A. de C.V.
19ª. Av. Norte N.º 125,
ciudad de San Salvador, El Salvador, C.A.
R.A. FÚNEZ
Ortega y Gasset, para describir la realidad hablada de
un braceo naufrago, de ese braceo desesperado en el
que luchás por mantenerte a flote, pero que no se
acaba de lograr hasta que alguien nos auxilia. Este
braceo no es falta de puntos de referencia, por
supuesto que hay y en abundancia, solo que en la
situación que describimos, para dichos puntos de
referencia, que los seres humanos se estén hundiendo
les es indiferente. Nos ahogamos en presencia de
todos y nadie, ni los que pueden, ni los que no pueden
hacen algo al respecto. Si el braceo naufrago fuera
únicamente carencia de puntos de referencia, o la

ÉTICA para la vida cotidiana


noche oscura de San Juan de la Cruz, armándonos de
coraje y paciencia, se puede, o nadar hasta alguna
orilla, o flotar hasta que alguien nos encuentre; pero
cuando nos ahogamos en presencia de todos, la
situación es ciertamente dramática. La ética sirve para
que nos interesemos por los que se ahogan ante
nuestra presencia.

21 Avenida Norte # 211, San Salvador, El Salvador, C.A.


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