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ARGUMENTO Y FRAGMENTOS DEL DON JUAN TENORIO, DE JOSÉ ZORRILLA

La acción transcurre en Sevilla, a las orillas del Guadalquivir, en 1545, en los últimos años del Emperador
Carlos V. La primera parte transcurre en la noche de carnaval.
Hace un tiempo Don Juan y Don Luis Mejía habían apostado para ver "quien de ambos sabía obrar peor, con
mejor fortuna, en el término de un año", ese día se cumplía el lapso de tiempo, por lo tanto, Don Luis y Don
Juan se vuelven a encontrar en la hostería de Buttarelli donde comparan sus hazañas.

Escena XII, 1ª Parte - Acto I (Fragmento): D. Juan relata sus hazañas para ver quién ha ganado la apuesta:

DON JUAN: de amor, de placer emporio,


Como gustéis, igual es, vio en mi segundo cartel:
que nunca me hago esperar. Aquí está don Juan Tenorio,
Pues, señor, yo desde aquí, y no hay hombre para él.
buscando mayor espacio Desde la princesa altiva
para mis hazañas, di a la que pesca en ruin barca,
sobre Italia, porque allí no hay hembra a quien no suscriba,
tiene el placer un palacio. y cualquier empresa abarca
De la guerra y del amor si en oro o valor estriba.
antigua y clásica tierra, Búsquenle los reñidores;
y en ella el Emperador, cérquenle los jugadores;
con ella y con Francia en guerra, quien se precie que le ataje,
díjeme: «¿Dónde mejor? a ver si hay quien le aventaje
Donde hay soldados hay juego, en juego, en lid o en amores.
hay pendencias y amoríos». Esto escribí; y en medio año
Di, pues, sobre Italia luego, que mi presencia gozó
buscando a sangre y a fuego Nápoles, no hay lance extraño,
amores y desafíos. no hubo escándalo ni engaño
En Roma, a mi apuesta fiel, en que no me hallara yo.
fijé entre hostil y amatorio, Por dondequiera que fui,
en mi puerta este cartel: la razón atropellé,
Aquí está don Juan Tenorio la virtud escarnecí,
para quien quiera algo de él. a la justicia burlé
De aquellos días la historia y a las mujeres vendí.
a relataros renuncio; Yo a las cabañas bajé,
remítome a la memoria yo a los palacios subí,
que dejé allí, y de mi gloria yo los claustros escalé
podéis juzgar por mi anuncio. y en todas partes dejé
Las romanas caprichosas, memoria amarga de mí.
las costumbres licenciosas, Ni reconocí sagrado,
yo gallardo y calavera, ni hubo razón ni lugar
¿quién a cuento redujera por mi audacia respetado;
mis empresas amorosas? ni en distinguir me he parado
Salí de Roma por fin al clérigo del seglar.
como os podéis figurar, A quien quise provoqué,
con un disfraz harto ruin con quien quiso me batí,
y a lomos de un mal rocín, y nunca consideré
pues me quería ahorcar. que pudo matarme a mí
Fui al ejército de España; aquel a quien yo maté.
mas todos paisanos míos, A esto don Juan se arrojó,
soldados y en tierra extraña, y escrito en este papel
dejé pronto su compaña está cuanto consiguió,
tras cinco o seis desafíos. y lo que él aquí escribió,
Nápoles, rico vergel mantenido está por él.
Los rivales cuentan los muertos en batalla y las mujeres seducidas, al finalizar Don Juan queda como
vencedor, sin embargo Don Luis lo vuelve a desafiar diciéndole a Don Juan que lo que le falta en la lista es
"una novicia que esté para profesar", entonces Don Juan le vuelve a apostar a Don Luis que conquistará a
una novicia y que además, le quitará a su prometida, Doña Ana de Pantoja.

D. LUIS: D. JUAN:
¡Oh! Y vuestra lista es cabal. Yo os lo apuesto si queréis.
D. LUIS:
D. JUAN: D. LUIS: Don Juan, ¿qué
Desde una princesa real Digo que acepto el partido. es lo que decís?
a la hija de un pescador, Para darlo por perdido,
¡oh!, ha recorrido mi amor ¿queréis veinte días? D. JUAN:
toda la escala social. Don Luis, lo que oído habéis.
¿Tenéis algo que tachar? D. JUAN:
Seis. DON LUIS:
D. LUIS: Ved, don Juan, lo que
Sólo una os falta en justicia. D. LUIS: emprendéis.
¡Por Dios, que sois hombre
D. JUAN: extraño! DON JUAN:
¿Me la podéis señalar? ¿cuántos días empleáis Lo que he de lograr, don Luis.
en cada mujer que amáis?
D. LUIS: [...]
Sí, por cierto: una novicia D. JUAN:
que está para profesar. Partid los días del año DON LUIS:
entre las que ahí encontréis. ¿Estáis en lo dicho?
D. JUAN: Uno para enamorarlas,
¡Bah! Pues yo os complaceré otro para conseguirlas, DON JUAN:
doblemente, porque os digo otro para abandonarlas, Sí.
que a la novicia uniré dos para sustituirlas
la dama de algún amigo y una hora para olvidarlas. DON LUIS:
que para casarse esté Pero, la verdad a hablaros, Pues va la vida.
. pedir más no se me antoja,
porque, pues vais a casaros, DON JUAN:
D. LUIS: mañana pienso quitaros Pues va.
¡Pardiez, que sois atrevido! a doña Ana de Pantoja.

Al oír el desafío, el comendador Don Gonzalo de Ulloa, padre de Doña Inés, que llevaba en un convento
desde su infancia y estaba destinada a casarse con Don Juan, deshace el matrimonio convenido. Por la
noche, Don Juan seduce a Doña Ana haciéndose pasar por su prometido. Después, escala los muros del
convento donde está encerrada Doña Inés y la rapta. Don Juan y Doña Inés se enamoran locamente.

En este fragmento Doña Inés empieza a manifestar su turbación y enamoramiento de Don Juan, tras serle
entregada una carta de éste y poco antes de que escale los muros del convento y la rapte:

Dª INÉS: No sé qué fascinación


No sé: desde que le vi, en mis sentidos ejerce,
Brígida mía, y su nombre que siempre hacia él
me dijiste, tengo a ese hombre se me tuerce
siempre delante de mí. la mente y el corazón:
Por doquiera me distraigo y aquí y en el oratorio,
con su agradable recuerdo, y en todas partes, advierto
y si un instante le pierdo, que el pensamiento divierto
en su recuerdo recaigo. con la imagen de Tenorio.
Y en este otro fragmento, Doña Inés se despierta en casa de Don Juan, tras ser raptada, y Don Juan la
enamora con sus palabras y le declara su amor; Doña Inés le responde, en un diálogo inflamado de pasión y
que es uno de los fragmentos más famosos de Don Juan Tenorio. La llamada “escena del sofá”:

D. JUAN: ¡Oh! Sí, bellísima Inés,


¡Cálmate, pues, vida mía! espejo y luz de mis ojos;
Reposa aquí; y un momento escucharme sin enojos,
olvida de tu convento como lo haces, amor es:
la triste cárcel sombría. mira aquí a tus plantas, pues,
¡Ah! ¿No es cierto, todo el altivo rigor
ángel de amor, de este corazón traidor
que en esta apartada orilla que rendirse no creía,
más pura la luna brilla adorando vida mía,
y se respira mejor? la esclavitud de tu amor.
Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores Dª INÉS:
de las campesinas flores Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que brota esa orilla amena; que no podré
esa agua limpia y serena resistir
que atraviesa sin temor mucho tiempo sin morir,
la barca del pescador tan nunca sentido afán.
que espera cantando el día, ¡Ah! Callad, por compasión,
¿no es cierto, paloma mía, que oyéndoos, me parece
que están respirando amor? que mi cerebro enloquece,
Esa armonía que el viento y se arde mi corazón.
recoge entre esos millares ¡Ah! Me habéis dado a beber
de floridos olivares, un filtro infernal sin duda,
que agita con manso aliento; que a rendiros os ayuda
ese dulcísimo acento la virtud de la mujer.
con que trina el ruiseñor Tal vez poseéis, don Juan,
de sus copas morador, un misterioso amuleto,
llamando al cercano día, que a vos me atrae en secreto
¿no es verdad, gacela mía, como irresistible imán.
que están respirando amor? Tal vez Satán puso en vos
Y estas palabras que están su vista fascinadora,
filtrando insensiblemente su palabra seductora,
tu corazón, ya pendiente y el amor que negó a Dios.
de los labios de don Juan, ¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
y cuyas ideas van sino caer en vuestros brazos,
inflamando en su interior si el corazón en pedazos
un fuego germinador me vais robando de aquí?
no encendido todavía, No, don Juan, en poder mío
¿no es verdad, estrella mía, resistirte no está ya:
que están respirando amor? yo voy a ti, como va
Y esas dos líquidas perlas sorbido al mar ese río.
que se desprenden tranquilas Tu presencia me enajena,
de tus radiantes pupilas tus palabras me alucinan,
convidándome a beberlas, y tus ojos me fascinan,
evaporarse, a no verlas, y tu aliento me envenena.
de sí mismas al calor; ¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro
y ese encendido color de tu hidalga compasión
que en tu semblante no había, o arráncame el corazón,
¿no es verdad, hermosa mía, o ámame, porque te adoro.
que están respirando amor?
Don Luis y Don Gonzalo se enfrentan al protagonista en un duelo y Don Gonzalo muere, por lo que Don Juan
tiene que huir a Italia.

En la segunda parte, cinco años después, Don Juan regresa a Sevilla y visita el cementerio donde está
enterrada Doña Inés, que murió de amor.
Reproducimos un fragmento del diálogo entre Don Juan y el escultor que, en el cementerio, esculpe las
estatuas de los muertos provocados por Don Juan. Allí mismo, en el cementerio, Don Juan .se entera de la
muerte de su amada Doña Inés:

D. JUAN: ESCULTOR:
Mas, ¡cielos, qué es lo que veo! Sí.
O es ilusión de mi vista,
o a doña Inés el artista D. JUAN:
aquí representa, creo. ¿Cómo estaba?

ESCULTOR: ESCULTOR:
Sin duda. ¡Por Dios,
que dormida la creí!
D. JUAN: La muerte fue tan piadosa
¿También murió? con su cándida hermosura,
que la envió con la frescura
ESCULTOR: y las tintas de la rosa.
Dicen que de sentimiento
cuando de nuevo al convento D. JUAN:
abandonada volvió ¡Ah! Mal la muerte podría
por don Juan. deshacer con torpe mano
el semblante soberano
D. JUAN: que un ángel envidiaría.
¿Y yace aquí? ¡Cuán bella y cuán parecida
su efigie en el mármol es!
ESCULTOR: ¿Quién pudiera, doña Inés,
Sí. volver a darte la vida!
¿Es obra del cincel vuestro?
D. JUAN:
¿La visteis muerta vos? ESCULTOR:
Como todas las demás.

Doña Inés también ha hecho una apuesta, pero con Dios: si logra el arrepentimiento del joven, los dos se
salvarán pero, si no lo consigue, se condenarán eternamente. Ante la tumba de Don Gonzalo, Don Juan
invita al comendador a cenar y éste lo invita a su vez a compartir la mesa de piedra con él en el panteón.
Cuando el espíritu del Comendador está a punto llevarse a Don Juan al infierno, Doña Inés interviene y le
ruega que se arrepienta. La joven gana la apuesta y los dos suben al cielo rodeados de cantos e imágenes
celestiales:
(Don Juan se hinca de rodillas, tendiendo al cielo la Cesad , cantos funerales
mano que le deja libre la estatua. Las sombras, (Cesa la música y salmodia.)
esqueletos, etc., van a abalanzarse sobre él, en este callad, mortuorias campanas
momento se abre la tumba de doña Inés y aparece (Dejan de tocar a muerto.)
ésta. Doña Inés toma la mano que don Juan tiende al ocupad, sombras livianas,
cielo.) vuestras urnas sepulcrales
(Vuelven los esqueletos a sus tumbas, que se cierran.)
DOÑA INÉS: volved a los pedestales,
¡No! Heme ya aquí, animadas esculturas;
don Juan mi mano asegura (Vuelven las estatuas a sus lugares.)
esta mano que a la altura y las celestes venturas
tendió tu contrito afán, en que los justos están,
y Dios perdona a don Juan empiecen para don Juan
al pie de la sepultura. en las mismas sepulturas.

DON JUAN: (Las flores se abren y dan paso a varios angelitos que
¡Dios clemente! ¡Doña Inés! rodean a DOÑA INÉS y a DON JUAN, derramando sobre
ellos flores y perfumes, y al son de una música dulce y
DOÑA INÉS: lejana, se ilumina el teatro con luz de aurora. DOÑA
Fantasmas, desvaneceos: INÉS cae sobre un lecho de flores, que quedará a la
su fe nos salva..., volveos vista en lugar de su tumba, que desaparece.)
a vuestros sepulcros, pues.
La voluntad de Dios es Escena última
de mi alma con la amargura DOÑA INÉS, DON JUAN, LOS ÁNGELES
purifiqué su alma impura,
y Dios concedió a mi afán DON JUAN:
la salvación de don Juan ¡Clemente Dios, gloria a Ti!
al pie de la sepultura. Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
DON JUAN: de mis víctimas caí.
¡Inés de mi corazón! Mas es justo: quede aquí
al universo notorio
DOÑA INÉS: que, pues me abre el
Yo mi alma he dado por ti, purgatorio
y Dios te otorga por mí un punto de penitencia,
tu dudosa salvación. es el Dios de la clemencia
Misterio es que en el Dios de Don Juan Tenorio.
comprensión
no cabe de criatura: (Cae DON JUAN a los pies de DOÑA INÉS, y mueren
y sólo en vida más pura ambos. De sus bocas salen sus almas representadas en
los justos comprenderán dos brillantes llamas, que se pierden en el espacio al
que el amor salvó a don Juan son de la música. Cae el telón.)
al pie de la sepultura.

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