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annie ernaux

el uso de la foto

A menudo, desde el principio de nuestra relación, me había quedado fascinada


descubriendo al despertarme la mesa con los restos de la cena, las sillas desplazadas,
nuestra ropa mezclada, tirada por el suelo en cualquier lado la víspera por la noche al hacer
el amor. Era un paisaje diferente cada vez. Tener que destruirlo separando y recogiendo
cada una de nuestras cosas me encogía el corazón. Tenía la impresión de suprimir la única
huella objetiva de nuestro goce.

Esas cosas de las que se habían desprendido nuestros cuerpos habían pasado toda la
noche en el lugar mismo donde habían caído, en la postura de su caída. Eran los despojos
de una fiesta ya remota. Reencontrarlos a la luz del día, era volver a sentir el tiempo.

Durante varios meses, nos conformamos con hacer fotos, mirarlas, acumularlas. La idea de
escribir a partir de ellas surgió una noche cenando. No me acuerdo quién la tuvo primero
pero supimos inmediatamente que sentíamos el deseo de darle forma. Como si lo que
habíamos pensado hasta entonces como suficiente para conservar la huella de nuestros
momentos amorosos, las fotos, no lo fuera, como si hiciera falta algo más, la escritura.

Es mi imaginario el que descifra la foto. No mi memoria-

He encontrado la fecha de la foto en mi diario. El jueves 6 de marzo escribí: ha dejado en el


pasillo la composición formada por nuestros zapatos, nuestra ropa mezclada, amontonada
aquí y allá, donde dominan el rojo y el negro. Era muy hermoso. He hecho dos fotos.

No espero que la ​vida ​me aporte temas sino estructuras desconocidas de escritura. Este
pensamiento: ‘Solo quiero hacer los textos que únicamente yo pueda hacer’, significa unos
textos cuya forma misma está condicionada por la realidad de mi vida. Nunca habría podido
prever el texto que estamos escribiendo. Ha venido de la vida.

Más que nuestras prendas en sí mismas, lo que más me impresiona es la luz. La que
proviene de las ventanas de la cocina.

Ocultas en la sombra, nuestras prendas son apenas reconocibles. El resto, el cesto del pan
a la izquierda del microondas, las naranjas encima, la basura llena de mondas de fruta, las
bandejas colocadas verticalmente detrás del grifo del fregadero, un tuper abierto, no son
sino las ilustraciones de lo cotidiano, los vestigios de nuestros desayunos, tras los que se
esconde lo esencial: nuestras conversaciones ininterrumpidas, la radio portátil que destila,
mes tras mes, otra letanía.

Me pregunto si contemplar y describir nuestras fotos no es para mí una manera de


probarme la existencia de su amor, y ante la evidencia, ante la prueba material que
constituyen, esquivar la pregunta, para la que no encuentro respuesta: ¿me quiere?

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