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La actividad ganadera vacuna es una fuente importante de emisión de gases de efecto invernadero

al producir metano (CH4), dióxido de carbono (CO2) y óxido nitroso (N2O). El sector genera
directamente, cerca de una cuarta parte de todas las emisiones de metano (CH4), estas resultan
de la fermentación del alimento en el tracto ruminal de los animales.

El compostaje es una técnica de transformación de los residuos orgánicos en condiciones


controladas. Este proceso es uno de los más utilizados para reciclar los desechos orgánicos, con
miras a la formulación de compuestos estabilizados que son 42 utilizados en las actividades
agropecuarias, para recuperar o mejorar las características físicas, químicas y biológicas de los
suelos. Como afirman (Altamirano y Cabrera 2006): “el compostaje es una forma de tratamiento
para los materiales orgánicos de desecho, que tiene como meta transformar estos residuos en un
producto útil, aplicable a la tierra como abono para fertilizar las tierras de cultivo”. Los materiales
orgánicos compostados presentan ventajas superiores a los fertilizantes químicos, pues favorecen
las condiciones para la vida microbiana y mejoran las estructuras físico-químicas de los suelos en
los que se aplican; aportan elementos como la materia orgánica, oligoelementos, nutrientes, etc.,
fundamentales para recuperar, mantener e incrementa la fertilidad de los suelos, evitando la
utilización de elementos químicos y produciendo alimentos limpios y nutritivos. A más de lo
detallado, es importante indicar que a través de la aplicación de materiales compostados se logra
evitar la utilización de fertilizantes químicos, lo que contribuye a reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI) originadas en su empleo y fabricación. Además el compost favorece la
fijación de carbono orgánico al suelo, debido al aumento de la producción vegetal y los procesos
fotosintéticos que contribuyen al reciclaje del CO2 de la atmósfera. Esta técnica induce al material
orgánico de desecho dentro de un proceso natural y bioxidativo, en el que intervienen numerosos
y variados microorganismos aerobios; estos requieren una humedad adecuada y condiciones de
oxigenación constantes para descomponer los desechos, cambiando su forma orgánica (seres
vivos), a formas inorgánicas (mineralización). El material pasa por etapas mesofílicas, termofílicas y
de maduración, recibiendo la acción degradativa de bacterias, hongos, actinomicetos,
protozoarios, etc., lo que da como resultado final del proceso: dióxido de carbono, agua y
minerales. Esta materia orgánica estable y libre de patógenos, puede disponerse dentro de la
agricultura como un abono acondicionador de suelos, el cual presenta efectos positivos tales
como: incremento en la actividad de la fauna del suelo, reducción de microorganismos patógenos,
incremento en la densidad aparente, estabilización del pH, disminución de los cambios bruscos de
temperatura, incremento de la capacidad de intercambio catiónico, disminución del lavado de
nitratos, eliminación de patógenos y semillas de malezas por las altas temperaturas generadas por
la actividad microbiana y degradación 43 de residuos de plaguicidas (Soto y Muñoz 2002). Además,
los elementos mineralizados son utilizados por las plantas e inclusive por los mismos
microorganismos como sustancias nutritivas. Al ser el suelo un recurso no renovable, es decir que
su pérdida y degradación no es recuperable, todas las bondades que brinda el compost como tal,
son primordiales para preservar el suelo para las futuras generaciones (Torres s.f.); de todas
maneras se debe tomar en cuenta la calidad del producto, y según (López 2004) esta calidad
estará basada en la obtención de un material idóneo, aplicando tratamientos respetuosos con el
medio ambiente y que estén acordes con una gestión racional de los residuos. En el siguiente
gráfico, se puede visualizar el proceso de compostaje, en relación a las fases que se presentan de
acuerdo a la temperatura en función del tiempo

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