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Virtud Ética II y III (Aristóteles)
Virtud Ética II y III (Aristóteles)
89. - G '.
:·1
162 ÉTICA NICOMÁQUEA
LlBI~O rr 163
pues p or r1uestra actuación en las trgI1sacciones con los de
prinCIpIO que nuestra investigación ha de estar de acu erdo
Pero no sólo su génesis, crecimiento y destrucción pro una medicin8, y las medicinas por su naturaleza actúan por
ceden de las mismas cosas y por las mismas, sino que las medio de contrarios 42. AdemiÍs, C0l110 ya dij im os 8Jl te s, todo 20
JO actividades dependerán también de lo mismo; pues tal es el modo de ser elel alma tiene Ulla naturaleza que eslá implica
caso de las otras cosas más manifiestas, como el vigor: se da y emparentada con aquellas cosas por las cuales se hélce
Oligina por tomar mucho alimento y soportar muchas fati naturalmente peor o mejor; y los ~'2mbres se hacen mz¡)os (1
gas, y el que mejor puede hacer esto es el vigoroso . ASÍ, c.a.usa de los p~aceres y dolores, por perseguirlos o evilarlos,
también, ocurre con las virtudes: pues apartándonos de los o los que ..... .. .
"_ .
no se debe, o cuando no se debe, o como no se de
'" '-' " .
Il041J placeres nos hacemos moderados, y una vez que lo somos, be, o de cualquier otra manera que pueda ser determinada
podemos mejor apartamos de ellos; y lo mismo respecto de por la razón en esta materia. Es por esto por lo que algunos 25
la valentía: acostumbrados a despreciar los peligros y a re definen también las virtudes como un estado de impasibili
sistirlos, nos hacemos valientes, y una vez que lo somos, se dad y serenidad 43 ; pero no la definen bien, porque se habla
remos más capaces de hacer frente al peligro. de un modo absoluto, sin ai1adir «como es debido», «como
no es debido», «cuandm) y todé1s las demás circunstancias. '
3. La virtud referida a los placeres y dolores Queda, pues, establecido que tal VÜ~11QJ iellcle a l~~cer lo que
es l:r::.~jor con r~specto al placer y al dolor, y el vicio hace lo
Hay que considerar como una señal de los modos de ser contrario.
5 el placer o dolor que acompaña a las acciones: pues el hom
Estas cuestiones se nos pueden aclarar por lo que sigue, JO
bre que se abstiene de los placeres corporales y se complace En efecto, siendo tres los o9j~tos ele preferencia y tres Jos de
en eso mismo es moderado; el que se contraría, intemperan aversión -lo ).!ljo, lo conveniente y lo agradable, y sus
te; el que hace frente a los peligros y se complace o, al me contrarios, lo vergonzoso, lo pel~iucliciaJ y Jo penoso---, el
nos, no se contrista, es valiente; el que se contrista, cobarde. hombre bueno acierta en todas estas cosas, mientras el malo
lO La virtud moral, en efecto, se relaciona con los placeres y
yerra, especialmente respecto del placer; pues éste es C0111 Cm 35
dolores, pues hacemos lo malo a causa del placer, y nos también a los animales y acompaña a todos los objetos de
apartamos del bien a causa del dolor. Por ello, debemos ha elección, pues también lo bello y lo c'onveniente pClrecen
ber sido educados en ciero modo desde jóvenes, como dice agradables. Además, desde la infancia todos nos hemos nu- l10 5a
Platón 41, para podernos alegrar y dolernos como es debido, trido de él, y por eso es difícil eliminar esta afección arrai
. pues en esto radica la buena educación. gada en nuestra vida. También regulamos nuestras acciones,
Además, si las virtudes están relacionadas con las ac unas más y otras menos, P<:l~_~_placer- y el dolor. P~l:-~-SO, es
15 ciones y pasiones, y el placer y el dolor acompañan a toda
necesalio que estas cosas sean el objeto de todo nuestro es
pasión, entonces por esta razón también la virtud estará re
lacionada con los placeres y dolores . Y lo indicar. también 42 Principio basado en la alopatía, frent e a la homeopatía o curaCIÓJl
los castigos que se imponen por medio de ellos: pues son por medio de 10 semejante (similia similious cura nllll).
43 Referencia a Espeusipo y otros platóni cos, aunque el ideal élico de
basta, en efecto, que, una vez realizadas, tengan ciertas con Entiendo por -pasiones, apetencia, ira, miedo, coraje, envi
diciones; en cambio, las_-ª.~ciones, de ªS_llerdo con las ~ir~ dia, alegria, amor, odio, deseo, celos, compasión y, en gene
Q.e~, no están hec_has justa o sobriamente si ellas mismas son ral, todo lo que va acompañado de placer o dolor. Por [ac.ul
JO de cierta manera, si~;o si también ~Lquc!a$ hace está en lª-.9'§s, aquellas c_apac@ades en virtud. de las Clwles se dice 25
Uo por lo que so1'nos capaces de airarnos, entristecernos o cual es virtud y hace que realice bien su función; por ejem
compadecernos; y por n~o.~o§ d~ ser, aCl!l_el~~ en virtud eJe lo plo, la virtud del ojo hace bueno el ojo y su función (pu es
cual nos__~()l:nportamos bien . (J. _mal respecto de las pasiones; vemos bien por la virtud del ojo); igualmente, la virtud del
por ejemplo, en cuanto a encolerizarnos, nos comportamos caballo hace bueno el caballo y útil para correr, para llevar 20
mal, si nuestra.· actitud es desmesurada o débil, y bien, si el jinete y para hacer frellte a los enemigos. Si esto es así en
obramos moderadamente; y lo mismo con las demás. todos los casos, la virtud del hombre será también el moclo
30 Por tanto, ni las virtudes ni los vicios son pasiones, por de ser por el cual el1i-ombre se hace bueno y por el cual rea
que no se nos llama buenos o malos por nuestras pasiones, liza· bien su función propia. Cómo esto es así, se ha dicho
1J 06a sino por nuestras virtudes y nuestros vicios; y se nos elogia ya; pero se hará más evidente, si consideramos cuál es la I1él- 25
o censura no por nuestras pasiones (pues no se elogia al que turaleza de la virtud. En todo lo continuo y divisib le es po
tiene miedo ni a:J que se encoleriza, ni se censura al que se sible tomar una cantidad mayor, o menor, o igual, y esto, o
encoleriza por nada, sino al que lo hace de cierta manera), bien con relación a la cosa misma, o a nosotros; y lo igual
5 sino por nuestras virtudes y vicios. Aqemás, nos encoleri
es un término medio entre el exces o y el defecto. Llamo tér
zamos o tememos sin elección deliberada, mientras que las mino medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos
virtudes son una especie de elecciones o no se adquieren sin extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y en relación 30
ele~~ión.- Finalmente-; por ló que respecta a las p.asÍ.()nes se con nosotros, al que ni excede ni se queda corto, y éste no
dice que nos mueven, pero en cuanto a la~y~tudes y viciós es ni uno ni el mismo para touos. Por ejemplo, si diez es
se dice no que nos mueven, sino que nos disponen de ci~~ta mucho y dos es poco, se toma el seis como ténnino medio
manera. en cuanto a la cosa, pues excede y es excedido en una can ti- 35
Por estas razones, tampoco son facultades; pues, ni se dad igual, y en esto consiste el medio según la proporción
nos llama buenos o malos por ser simplemente capaces de aritmética. Pero el medio relativo a nosotros) no ha ele to- 110 (.1)
sentir las pasiones, ni se nos elogia o censura. Además, es marse de la misma manera, pues si para uno es mucho comer
por naturaleza como tenemos esta facultad, pero no somos diez minas de alimentos, y poco comer dos, el entrenador
10 buenos o malos por naturaleza (y hemos hablado antes de
no prescribirá seis minas, pues probablemente esa cantidad
esto). Así pues, si las '0rJudes no son ni pasiones ni faculta será mucho o poco para el que ha de tomarla: para Milón 45,
des, sólo resta que sean modos de ser. I-Iemos expuesto , pues, poco; para el qu~ se inicia en los ejercicios corporales, mu
la naturaleza genérica-·ue la virtud. cho_ Así pues, todo conocedor evita el exceso y el defeclo, y 5
es 10
7. entre un exceso
l107b
do ambicioso, el que se queda corto, hombre sin ambición, que la tiene, fanfarrón; la que se subestima, disÚllUlo, y cli
JO y el medio carece de nombre; sus disposiciones tampoco tie
simulador, al que la tiene. Respecto del que se complace en
nen nombre, excepto la del ambicioso, que se llama ambi divertir a los otros, el téIl_ll~no medio es graciosO, y la dispo
ción. Es por eso por lo que los extremos pretenden obtener ~icjº-l], gracia; el exceso, bu~ollelÍa, y el que la tiene, bufóil; 25
Il08a el término intermedio, y nosotros, también, unas veces lla y elde:0.~iel]te, rustico, y su disposición, rusticidad. En c uan
mamos al intermedio ambicioso y, otras veces, hombres sin to al agrado en las restantes cosas de la vida, el que es agra
ambición, y unas veces elogiamos al ambicioso y, otras, al dable como se debe es amable, y la disposición intermedia,
hombre sin ambición. La razón de por qué hacemos esto se ~ amabilidad; el excesivo, si no tiene mira alguna, obsequio ..
dirá más adelante; ahora hablemos de las restantes disposi so, si es por utilidad, adulador, y el deficiente y en todo des- 30
ciones de la manera ya propuesta. agradable, quisquilloso y malhumorado.
Respecto de 'la ira existe también un exceso, un defecto También hay disposiciones intermedias en las pasiones y
y un tél111ino medio; estas disposiciones no tienen práctica respecto de ellas. Así, la vergüenza no es una virt11d, pero se
5 mente nombre; pero, ya que llamanos al término medio, apa
elogia también al vergonzoso; así, se dice que llllO posee el
cible, llamaremos a la disposición intúmedia apacibilidad; justo medio en estas cosas; otro, que es exagerado, como el
de los extremos, el que peca por exceso sea llamado iracun tímido que se avergüenza de todo; otro, que es deficiente o 35
! do, y su vicio iracundia; Yel que peca por defecto, incapaz que no tiene absolutamente vergüenza de nada; y el término
de ira, y el defecto, incapacidad de ira. medio es vergonzoso.
la Hay, además, otras tres disposiciones intemledias que tie La in9jgnación es el término medio entre la enyiclia y la 110811
nen alguna semejanza entre sí, pero son diferentes; todas se malignidad, y éstos son sentilTlientos r~lativos al dolor o al
refieren a la comunicación por medio de palabras y accio pt~Lcer que sentimos por lo que sucede a nuestros prój imos;
nes, pero difieren en que una de ellas se refiere a la verdad pues el que se indigna se aflige pói'los que prosperan inme
en su ámbito, y las otras dos a 10 que es agradable, ya en el recidamente; el envidioso, yendo más allá que éste, se aflige
15 juego ya en todas las otras circunstancias de la vida. Así de
de la prosperidad ele todos, y el malicioso, se queda tan cor- 5
bemos considerarlas también, a fin de comprender mejor to en afligirse, que hasta se alegra. Mas estas cosas sercín tra
que el término medio es laudable en todas las cosas, mien- . tadas en su momento oportuno. Ahora hablaremos de la jus
tras que los extremos no son ni rectos ni laudables, sino re ticia, y como este concepto no es simple, distinguiremos sus
prensibles. La mayoria de estas disposiciones también care dos clases y diremos de cada una cómo es término medio, y
cen de nombres, pero debemos intentar, como en los demás lo mismo haremos con las virt11des racionales 50.
casos, introducir nombres nosotros mismos para mayor cla
ridad y para que se nos siga fácilmente.
Así pues, con respecto a la verdad, llamemo~ veraz al 50 En esta relación entre la virtlld y el vi cio correspolldiente, Asistóte
que posee el medio, y veracidad a la disposición intennedia; les ha considerado solamente el aspecto cuantit¡¡tivo ele la actividad hlllllJ
na, el grado de intensidad e1el defecto o del exceso en rclacióll con el tl~r
para cOli el tacaño, y tacaño, si se le compara con el pródi tl'eno que por la austeridad. Es por ello por lo que llamamos
25 go. De ahí que los e~~r:..elJl:osrechazan al medio, cada uno más contrarias a las disposiciones a las que cedemos más fá
ha_cia el otro extremo, y el cobarde llama temerario al va cilmente, y por lo que el desenfreno, que es exceso, es más
liente, y el temerario cobarde, y análogamente en los demás contrario a la moderación.
casos.
Puesto que hay una disposición mutua entre estos tres 9. Reglas prácticas para alcanzar el término medio
modos de ser, la oposición entre los extremos es mayor que
respecto del medio, pues están más lejos entre sí que del Hemos ,tratado ya suficientemente que la virtud es un 20
medio, por ejemplo, lo grande dista más de lo pequeño y lo término medio, eJ1 qué sentido, y que es término medio en
JO pequeño de lo grande, que ambos de lo igual. Además, en tre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto, y que es
algunos caso s uno de los extremos parece ser semejante al tal virtud por apulltéJ.r al término medio en las pasiones yen
medio, como la ten-ieridad a la valentía, y la prodigalidad a las acciones.
la liberalidad, pero, en cambio, entr~ los e~t~emos se da la Por todo ello, es tarea dificil serbueno, pues en todas las
máxima desemejanza; pero, como, los contrarios se definen cosas es trabajoso hallar el medio; por ejemplo: hallar el 25
35 como las cosas que más distan entre sÍ, así los que más dis centro del círculo no es factible para tocios , silla para el que
tan son má s contrarios. sabe; así también el irritarse, dar dinero y gastarlo está al al
LrIlRO Il 179
178 ÉTICA NICO.t\'lÁQUEA
lJ0 9b Debemos, por otra parte, tQxnar en consideración aque ceso y otras hacia el d~fecto, ya que así alcanzaremos más
llas co-s:~s hacia las que somos .I11ás incl inadqs (pues unos lo fácilmente el término medio y el bien.
somos por naturaleza hacia unas y otros hacia otras). Esto
lo conocemos por el placer y el dolor que sentimos, y en
tonces debemos tirar de nosotros mismos en sentido contra
s río, pues apartándonos lejos del error llegaremos al ténnino
111edio, cOl;;-¿bacen los que quierén enderezar las vigas tor
cida.s. En tº~ta_ oc;asión, hay que gY_C!!<:l~.rse principalmente de
lo agradable y del placer, porque no lo juzgamos con im~
parcialidad. Así, respecto del placer, debemos sentir lo que
10 sintieron los ancianos del pueblo a la vista de Helena 53, y
repetir sus palabras en todos los casos; pues si nos alejamos
de él erraremos menos. Para deci.rlo en una palabra, si ha
cemos esto, p~drel110s alcanzar mejor el término medio.
, 1 Odisea XII 108-9. El consejo es de Circe, las pal abras son de Uli
ses, que se las repite al piloto .
52 Es decir, cuando hay necesidad d~ los remos por a;lsencia del viento.
53 [/íada lrI 155- 160: los ancianos aconsejan a Helena que regrese a su
patria y no sea, así, motivo de más pen alidades para los troyanos.
LIBRO JII 181
tud, definir lo voluntario y lo involuntario, y es también útil algo vergonzoso o penoso P9.l: causas grandes y nobles; o
para los legisladores, con vistas a los honores y castigos 54. bien, al contrario, son censurados, pues soportar las mayores
lJJ.Oa Parece, pues, que cosas involuntalias son las que se hacen vergüenzas sin un motivo noble o por uno mediocre es pro
por fuerza o por ignorancia; es forzoso aquello cuyo principio pio de un miserable. En algunos casos, un hombre, si bien
es ex temo y de tal clase que en él no participa ni el agente ni no es alabado, es, con todo, perdonado: (tal sucede) cuando 25
el pacient~; por ejemplo, si uno es llevado por el viento o por uno hace lo que no debe por causas que sobrepasan la natu
hombres que nos tienen en su poder. En cuanto a lo que se ha raleza humana y que nadie podría soportar. Hay, quizá, co
5 ce por temor a mayores males o por alguna causa noble (por sas a las que uno no puede ser forzado, sino que debe pre
ferir la muerte tras terribles sufrimientos: así, las causas que
obligaron al Alcmeón de Eurípides a matar a su madre re
54 Son lau.dables los esfuerzos de Aristóteles para profundizar en la
doctrina deo la respo nsabilidad que, de una manera muy sumaria, se encon
trah a en la base de! derecho peOlal ateniense. A una nociéll toda vía con.fu$a
cuál ele las dos alternativas ha ele elegirse y cuál se ha de so Todo lo que se hace por ignorancia es novolllntario, pe
portár, pero es más dificil aún permanecer en la decisión ro, si causa dolor y pesar, es involuntario. En efe:cto, el qUe
tomada, ·porque casi siempre lo que esperamos es doloroso, por ignorancia hace algo, cualquiet cosa que ello sea, sin 20
pero aqué llo a lo que se nos quiere obligar, vergonzoso, y, sentir el menor desagraJo por su acción, no ha . obrado vo
.
en virtud de esto,se alaba o censura a los que se han some luntaríamente, puesto que 1\0 sabía lo que hacía, pero tam
tido o no a la violencia. poco involuntariamente, ya que no sentía pesar. Así, de los
1110h ¿Qué clase de acciones, entonces, han de llamarse for que obran por ignorancia, el que siente pesar parece que
zosas? ¿No son en sentido absoluto aquellas cuya causa es obra involuntariamente, pero el que no 10 siente, ya que es
externa y el ageI)te no participa en nada? Mas las que por sí distinto, (digamos que ha realizado un acto) al que llamare
mismas son involuntarias, pero en ciertos momentos son . mos «no voluntario»; pues, ya que difiere (del otro), es me- 25
elegidas para evitar ciertas consecuencias y el principio está jor que tenga un nombre propio. Además, obrar por igno
en el 8gente, si bien son involuntarias en sí mismas, en cier rancia parece cosa distinta del obrar con ignorancia: pues el
5 to s momentos y para evitar ciertas cons.ecuencias son volun embriagado o el encolerizado no parecen obrar por igno
tarias. Con todo, se parecen más a las voluntarias, porque rancia, sino por alguna de las causas mencionadas, no a sa
las acci.ones radican sobre actuaciones particulares, y en estos biendas sino con ignorancia. Pues todo malvado descono ce
casos son voluntarias. No es fácil, sin embargo, establecer lo que debe hacer y de lo que debe apartarse, y por tal falta
cuál de las alternativas ha de elegirse, porque se dan muchas son injustos y, en general, malos. Ahora, el término «invo- JO
10 diferencias en los casos particulares. Pero si alguien dijera luntario» tiende a ser usado no cuando alguien desconoce lo
que las cosas agradables y hennosas son forzosas (pues sien conveniente, pues la ignorancia en la elección no es causa
do externas nos compelen), todo será forzoso para él, ya que de lo involuntario sino de la maldad, como tampoco lo es la
por esta causa todos hacen todas las cosas. Y aquellos que ac ignorancia universal (pues ésta es censurada), sino la igno
túan por la fuerza . y contra su voluntad lo hacen dolorosa rancia con respecto a las circunstancias concretas y al objeto
mente, y los que actúan a causa de lo agradable y hermoso, de la acción. Pues en ellas radica tanto la compasión como 1IIIa
lo hacen con placer; y es ridículo culpar a la causa ·externa, el perdón, puesto que el que desconoce alguna de ellas actúa
y no a nosotros mismos, cuando hemos sido tan fácilmente involuntariamente. No estaría mal, entonces, detem1inar cuá
15 cazados. por estas cosas, y atribuirnos las acciones hermo les y cuántas son, quién actúa y qué y acerca de qué o en
sas, pero imputar las vergonzosas al placer. Parece, enton qué, a veces también con qué, por ejemplo, con qué instru
ces, que lo forzoso es aquello cuyo ptincipio es externo, sin mento y por qué causa, por ejemplo, de la salvación, y cómo 5
qll e el 110Jll bre forzado in tervenga en nada. actúa, por ejemplo, serena o violentamente 56.
va que partir y pereció en la lucha. Su hijo ;\lcmeón mató a su madre, pa co nstituyen la circu nstancia, son sie te: la persona, la cosa, t:l instrumento,
timiento.
los otros animales, per'o no de la elección, y a las acciones 10
está bien decir que son involuntarias las cosas que se hacen
los irracionales, pero sí el apetito y el impulso; y el hombre 15
25 por coraje o apetito. En efecto, primero, nÍllguno de los otros
incontinente actúa por apetito, pero no por elección; el con
anÍmales haría nada voluntariamente ni tampoco los niños;
tinente, al contrario, actúa eligiendo, y no por apetito. Ade
segundo, ¿no realizamos voluntariamente ninguna de las
57 Esquilo fue acusado ante el Areópago de haber revelado los miste 59 Aristóteles pasa a criticar las teorías de sus predecesores sobre la
rio s de Eleusis en uoa de sus tragedias, pero fue absuelto. naturaleza de la elección: la elección no es ni un deseo ni una forma de
58 En el Cresjónles ele Euripides, pieza perdida, la esposa de Cresfon opinión, sino un juicio, fruto de una previa c1eliber8ción.
te s estaba a punto Je matar asu hijo por error: pero lo reconoció a tiempo.
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más, el Clpetito es contrario a la elección, pero no el apetito alabada por ser verdadera. Elegimos también lo que sabe
a I apetito. Y el apetito es de lo agradable o doloroso; la mos exactamente que es bueno, pero opinamos sobre lo que
elección, ni de lo uno ni de lo otro. no sabemos del todo; y no son, evidentemente, los mismos
La elección menos aún es un impulso, pues lo que se ha los que eligen y opinan lo mejor, sino que algunos son capa- JO
ce por impulso en modo alguno parece hecho por elección. ces de fonnular buenas opinioües; pero, a' causa de un vicio,
Tampoco, ciertamente, es U11 deseo, a pesar de su manifiesta no eligen lo que deben. Si la opinión precede a la elección o
20 proximidad; pues no hay elección de lo imposible, y si al la acompaña, nada importa: no es esto lo que examinamos,
guien dijera elegirlo, parecería un necio, mienh'as que el de sino si la elección se identifica con algl1na opinión. .
seo puede ser de COSZlS imposibles, por ejemplo, de la inmor Entonces, ¿qué es o de qué índole, ya que no es ninguna
talidad. Además, el deseo puede ser también de cosas que de las cosas mencionadas? Evidentemente, es algo voluntario, 15
no podrían ser realizadas de ningún modo por uno mismo, pero no todo. 1'0 voluntario es objeto de elección. ¿Acaso es
por ejemplo, el deseo de que un cierto actor o atleta sean los algo que ha sido ya objeto de deliberación? Pues la elección
25 vencedores; pero nadie elige estas cosas, sino las que uno va acompañada de razón y reflexión, y hasta su mismo nom
cree poder realizar por sí mismo. Por otra parte, el deseo se bre parece sugerir quees algo elegido antes que otras cosas.
refiere más bien al fin, la elección a los medios conducentes
al fin: así deseamos estar sanos, pero elegimos los medios
3. La deliberación
mediante los cuales podemos alcanzar la salud, y deseamos
ser felices y así lo elecimos, pero no podemos decir que ¿Deliberamos sobre todas las cosas y todo es objeto de
JO elegimos (serlo), porque la elección, en general, parece re deliberación, o sobre algunas cosas no es posible la delibe
ferirse a cosas que dependen de nosotros. ración? Quizá deba llamarse objeto de delibe.ración no 20
Tampoco (la elección) puede ser una opinión. En efecto, aquello sobre lo cual podría deliberar un necio o un loco, si
la opinión parece referirse a todo, a cosas externas e impo no aquellQ sobre lo que deliberaría un hombre ele sano j ui
sibles no menos que a las que están a nuestro alcance, y se cio. En efecto, nadie delibera sobre lo eterno, por ejemplo,
distingue por ser falsa o verdadera, no por ser buena o mala, sobre el cosmos, o sobre la diagonal y el lado, que son in
mientras que la elección, más bien, parece ser esto último.' conmensurables; ni sobre las cosas que están en movimien
1112a En general, entonces, quizá nadie diría que es lo mismo que to, pero que ocurren siempre de la misma manera, o por ne
la opinión, pero tampoco que (se identifica) con alguna en cesidad, o por naturaleza o por cualquier otra causa, por 25
particular, pues tenemos 1m cierto carácter por elegir lo bueno ejemplo, sobre los solsticios y salidas de los aSh-os; ni sobre
o malo, pero no por opinar. Y elegimos tomar o evitar algo las cosas que ocurren ya de una manera ya de otra, por
de estas cosas, pero opinamos qué es o a quién le conviene o ejemplo, sobre las sequías y las lluvias; ni sobre lo que su
cómo; pero de tomarlo o evitarlo en modo alguno opinamos. cede por azar, por ejemplo, sobre el hallazgo de un tesoro.
5 Además, se alaba la elección más por referirse al objeto de Tampoco deliberamos sobre todos los asuntos humanos, por
bido, que por hacerlo rectamente; la opinión, en cambio, es ejemplo, ningún lacedemonio delibera sobre cómo los esci
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JO tas es tarán mejo r gobernados, pues ninguna de estas cosas Pues el que delibera parece que invcsLiga y analiza de la 20
podrían ocu rrir por nuestra Ínlervención. manera que hemos dicho, como si se tratara de una figura
Deliberamos, entonces, sobre lo que está en nuestro po geométrica (sin embargo, es evidente que no toda investiga
der y es realizable, yeso es lo que resta por mencionar. En ción es deliberación, por ejemplo, las matemáticas; pero to
efecto, se consideran como causas la naturaleza, la necesi da deliberaci6n es investigación), y lo último en el análisis
dad y el azar, la inteligencia y todo lo que depende del hom es lo primero en la génesis. Y si tropieza con algo imposi
bre. Y todos los hombres deliberan sobre lo que ellos mismos ble, abandona la inves tigac ión, por ejemplo, si necesita di
11 ¡ 2b pueden hacer. Sobre los conocimientos exactos y suficientes nero y no puede procurárselo; pero si parece posible, intenta 25
no l18y deliberación, por ejemplo, sobre las letras (pues no llevarla a cabo. Entendemos por posible lo que pu ede ser
vacil amos sobre cómohay que escribirlas); pero, en cambio, realizado por nosotros, pues lo que puede ser realizado por
deliberamos sobre lo que se hace por nuestra intervención, medio de nuestros amigos, lo es en cierto modo por nos
aunque no siempre de la misma manera, por ejemplo, sobre oh'os, ya que el principio de la acción está en nosotros. A ve
las cuestiones médicas ode negocios, y sobre la navegación ces lo que investigamos son. los instrumentos, otras su utili
5 má s qu e sobre la girrmasia, en la medida en que la primera zación; y lo mismo en los demás casos, unas vecesbu.s camos
es menos precisa, y sobre el resto de la misma manera, pero el medio, otras el cómo, otras el agente. JO
sobre las artes más que sobre las ciencias, porque vacilamos Parece, pues, como queda dicho, que el hombre es prin
más sobre aquéllas. cipio de las acciones, y la deliberación versa sobre lo que él
La deliberación· tiene lugar, pues, acerca de cosas que mismo puede hacer, y las acciones se hacen a causa de otras
suceden la mayoría de las veces de cierta manera, pero cuyo cosas. El objeto de deliberación entonces, no es el fin, sino lllJa
desenlace no es claro y de aquella s en que es indetermina los medios que conducen al fin, ni tampoco las cosas indi
do. Y llamamo s a ciertos consejeros en materia de impor viduales, tales como que si esto es pan o está cocido' como
la tancia, porque no estamos convencidos de poseer la adecua es debido, pues esto es asunto de la perfección, y si se quie
da infonnaci ón para hacer un buen diagnóstico. Pero no re deliberar siempre, se llegará hasta el infinito.
deliberamos sobre los fines, sino sobre los me dios que con El objeto de la deliberación es el mismo que el de la
ducen a lo s fines. Pues, ni el médico delibera sobre si cura elección, excepto si el de la elección está ya determinado,
rá, ni el orador sobre si persuadirá, ni el político sobre si ya que se elige lo que se ha decidido después de la delibera- s
15 lesgilará bien, ni ningu no de los demás sobre el fin, sino ción. Pues todos cesamos de buscar cómo act1Jaremos cuan
qu e, puesto el fin, consideran có mo y por qué medios pue do reconducimos el principio (del movimiento) a nosotros
den alcanzarlo; y si parece que el fin puede ser alcanzado mismos y a la parte directiva de nosotros mismos, pues ésta
por varios medios, exami nan cuál es el más fácil y mejor, y es la que elige. Esto está claro de lo s antiguos regímenes po
s i 110 hay más que uno para lograrlo, cómo se Jogrará a tra líticos que Homero nos describe: los reyes anunciaban al
vés de éste, y éste, a su vez, medi;:mte cuál otro, hasta llegar pueblo lo que habían decidido: Y como el objeto de la elec- la
a la causa primera que es la última en el descubrimiento . ción es algo que está en nuestro poder y es deliberadamente
LIBRO III 191
190 ÉTICA NICOMÁQUEA
la medida de ellas. La mayoría, en cambio, se engaña, según
deseado, la elección será tainbién un deseo deliberado de parece,a causa del placer, pues parece ser un bien sin serlo.
cosas a nu".:stro alcance, porque, cuando decidimos después Y, por dIo, eligen lo agradable como un bien y huyen del tll3iJ
de deliberar, descamas de acuerdo con la deiiberación. dolor como un mal.
Esquemáticamente, entonces, hemos descrito la elec
ción, sobre qué objetos versa y que éstos son los medios re
5. La virtud y el vicio son voluntarios
lativos a los fines.
Siendo, pues, objeto de la voluntad el fin, mientras que
4. Objeto de la voluntad de la deliberación y la elección lo son los medios para el fin,
las acciones relativas a éstos eslarán en concordancia con la 5
15 Hemos dicho ya que la voluntad tiene por objeto un fin, elección y serán voluntarias, y también se refiere. a los me
pero 1.\110S piensan que su objeto es el bien, y otros que es el diosel ejercicio de las virtudes. Y, así, tanto la virtud como
bien aparente. Si se dice que el objeto de la voluntad es el el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre que está
bien, se sigue que el objeto deseado por un hombre que no en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y
elige bien no es objeto de voluntad (ya .que, si es objeto de siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de mo- lO
voluntad, será también un bien; pero, así, sucedelia que se do que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo
20 ría un mal); en cambio, para los que dicen que el objeto de estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro
la voluntad es el bien aparente, no hay nada deseable por poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para
I1l1turaleza, sino lo que a cada uno le parece: a unos una cosa obrar cuando es vergonzoso. Y si está en nuestro poder hacer
y a otros otra, y si fuera así, cosas contra11as . Y si estas con lo bello y lo vergonzoso e, igualmente, el no hacerlo, y en
secuencias no nos satisfacen, ¿deberiamos, entonces, decir esto radicaba el ser buenos o malos; estará en nuestro poder 15
que el objeto de la voluntad es el bien, tomado de un modo · el ser virtuosos o viciosos. Decir que nadie es voluntaria
absoluto y de acuerdo con la verdad, mientras que para cada mente malvado ni venturoso sin querer, parece en palie falso
2S persona es lo que le aparece como tal? Así, para el hombre y en parte verdadero: en efecto, nadie es venturoso sin que
. bueno, el objeto de la voluntad es el verdadero bien; para el rer, pero la perversidad es algo voluntario. O, de otro modo,
malo, cualquier cosa (lo mismo, para el caso de los cuerpos, debería discutirse lo que acabamos de decir, y decir que el .
si están en buenas condiciones fisicas, es sano lo que verda I~ombre no es principio ni generador de sus acciones como
deramente lo es, pero, para los enfermizos, son otras cosas; lo es de sus hUos. Pero si esto es evidente y no tenemos otros
e igualmente ocurre con lo amargo, lo dulCe,lo caliente, lo principios para referirnos que los que están en nosotros 20
pesa do y todo lo demás). El hombre buen.o, en efecto, juzga mismos, entonces las acciones cuyos principios están en no
bien todas las cosas, y en todas ellas se le múestra la verdad. sotros dependerán también de nosotros y serán voluntarias.
30 Pues, para cada modo de ser, hay cosas bellas y agradables, Todo ello parece estar confirmado, tanto por los indivi
y, sin duda, en lo que más se distingue el hombre bueno es duos en particular, como por los propios legisladores: efec
en ver la verdad en todas las cosas, siendo como el canon y
192 ÉTrC A ~ICOMÁQUEA LIBRO III 193
2S tivam ente, ellos castigan y toman rep¡:esalias de los que han caso que enferma voluntariamente por vivir sin moderació n
cometido mal as acciones sin haber siGO llevados por la fuerza y desobedecer a los médicos, entonces, sin dud a, le sería
o por una ignorancia de la que ellos mismos no son respon posible no estar enfermo; pero, una vez que se ha abanctona
sabl es, y, en cambio , lloman a los que hacen el bien, para . do,ya no, como tampoco el que ha arrojado una piedra pu e
estimubr a éstos e impedir obrara los otros. Y, ciertamente, de recobrarla ya; sin embargo, estaba en su mano el cogerla
nadi e nos ex.horta a hacer lo que no depende de nosotros ni y lanzarla, ya que el principio estaba en él. Igualmente , en 20
es volunt ario , porque de nada sirve intentar persuadirnos a el caso del justo y del licencioso, podían, en un principi o,
no sentir calor, dolor, hambre o cualquier cosa semejante, no llegar a serlo y, por eso, lo son voluntariamente; perO, _lilla
pues no menos sufriremo s estas cosas . Incluso castigan el vez que han llegado a serlo, ya no les es posible no serlo .
JO mismo hecho de ignorar, si el delincuente parece responsa y no sólo son lo ~ vicios d~l alma voluntarios , sino en
ble de la ig norancia; así, a los embriagados, se les impone . algUnas personas también los del cuerpo, y, por eso, los cen
doble castigo; pues el origen está en ellos mismos, ya que suramos . En efecto, nadie censura . a los que sQn feos por
eran dueños de no embriagarse, y la embriaguez fue la cau naturaleza, pero sí a losque lo son por falta de ejercicio y
sa de su ignorancia. Castigan también a los que ignoran negligencia. E igualmen.te ocurre con la debilidad y defec
ciertas materias legales que deben saberse y no son diflciles; tos fisicos : nadie reprocharía al que es ciego de nacimiento 25
11 ¡ ~a y lo mismo en los casos en los que la ignorancia parece te o a consecuencia de una enfermedad o un golpe, sino que,
ner por ca usa la negligencia, porque estaba en su poder no niás bien, lo compadeCería; pero al que lo es por emb!1a
se r ignorantes , ya que eran dueños de poner atención. Pero, guez o por otro exceso todo el mundo lo censuraría. Así ,
s tal vez, alguno es de tal índole, que no presta atención. Pero pues, de los vicios del cuerpo se censuran los que depend en
ellos mismos, por vivir desenfrenadamente, son loscausan de nosotros; pero los que no dependen de nosotros, no. Si JO
tes de su modo de ser, es decir, de ser injustos o licenciosos, esto es así, también en las demás cosas los vicios censura
unos obrando mal, oh'os pasando el tiempo en beber y cosas dos dependerán de nosotros.
semejantes, pues son las conductas particulares las que ha Uno podría decir que todos aspiran a lo que les parece
cen a los hombres de talo cual Índole. Esto es evidente en el bueno, pero que no pu eden conlrolar la imaginación, sino
caso de los que se entrenan para algún certamen o actividad, que, según la índole de cada uno, así le parece el fin . Ahora, 11]4J¡
10 pues se ejercitan sin parar. Así, desconocer que los modos si cad a uno es, en cierto modo, causante de su modo de ser,
ele ser se adquieren por las correspondientes actividades, es también lo será, en cierta manera, de su imaginación. De no
propio de un completo insensato. Además, es absurdo pensar ser así, nadie es causante del mal que uno mismo hace, sino
que el injusto no quiera ser injusto o el que vive licenciosa que lo hace por ignorancia del fin, pensando que, al obrar
mente, licencioso. Si alguien a sabiendas comete acciones así, alcanzará lo mejor; pero la aspiración al fin no es de 5
por las cuales se hará injusto, será injusto voluntariamente; propia elección, sino que cada uno debería haber nacido con
pero no por la simple voluntad dejará de ser injusto y se vol- un poder, como lo es el de la visión, para juzgar re ctamente
I j verá justo ; como 1ampoco el enfermo, sano. Y si se diera el y elegir el bien verdadero . Y, así, un hombre bien dotado es
89 . - 7
194 ÉTICA NICOMÁQUEA LIBRO TI! 195
aquel a guien la naturaleza ha provisto 8spléndid8.l1lenLe de está en nuestro poder comportamos de una manera u otra,
elJo, porque es lo más grzmde y hermoso y algo que no se son, por ello, volu ntarios 60.
10 puede adquirir ni aprender de otro, sino que lo conservará
de la manera que corresponde a su cualidad desde el naci 6. Examen acerca de varias virtudes: la valentía
miento, y el estar bien y bellamente dotado constituirá la
Tomal1do ahora las .virtudes una por una, digamos qué
perfecta y verdadera excelencia de su índole.
son, a qué cosas se refieren y cómo. Al mismo tiempo se di- 5
Si esto es verdad, ¿en qué sentido será mils voluntaria la
lucidará el aspecto de cuántas.
virtud que el vicio? Pues, al bueno y al malo, por igual se
Vamos a empezar con la valentía: Ya ha quedado de ma
les muestra y propone el fin por naturaleza o de cualquier
nifiesto que es un términ.o medio entre el miedo y la teme
otro moJo, y, refiriendo a este fin todo lo demás, obran del
ridad. Está claro que tememos las cosas temibles y que éstas
15 modo q \le sea. Así, si no es por naturaleza como el fin apa
son, absolutamente hablando, males; por eso, también se de
rece a cada uno de talo cual manera, sino que en parte de
fine el miedo como la espectación de un mal. Tememos, JO
pende de él, o si el fin es natural, pero, la virtud es volunta
pues, todas las cosas malas, como .la infamia, la pobreza, la
ria porque el hombre bueno hace lo demás voluntariamente,
enfeITÍ1edad, la falta de amigos, la muerte; pero el valiente
20 entonces el vicio no será menos voluntario; pues, en el caso
no parece serlo en relación con todas estas cosas; pues al
de un hombre malo, también sus reacciones están causadas
gunas han de temerse y es noble teni.erlas, y no hacerlo, es
por él, aun cuando no lo sea el fin. As( pues, como se ha di
vergonzoso, por ejemplo, la infamia; el que la teme es hon
cho, si las virtudes son voluntarias (en efecto, nosotros mis
rado y decente; el que no la teme, des vergonzado. Y es sólo
mos somos concausantes de nuestros modos de ser y, por
en sentido metafórico, por lo que algunos llaman a éste au
ser personas de una cielia índole, nos proponemos un fin
daz, ya que tiene algo semejante al valiente, pues el valiente 15
determinado), también los vicios lo serán, por semejantes
es un hombre que no teme . Quizá no se debería temer la po
razones.
breza .ni la enfennedad ni, en general, los males que no
25 Hemos tratado, pues, en general, de modo esquemático,
provienen de un vicio ni los causados por uno mismo. Pero
el género de las virtudes, que son términos medios y modos
tampoco es valiente el que no teme estas cosas (lo llamamos
de ser que, por sí mismos, tienden a practicar las acciones
que las producen, que dependen de nosolTOS y son volunta
60 Después de esta larga discusión sobre el proceso del desarrollo del
rias, y que actúan como dirigidas por la recta razón. Con to
acto humano, uno puede preguntarse si Aristóteles creía en el libre arbi
do, las acciones no son voluntarias del mismo modo que los trio. Las opiniones de los comentaristas son muy diversas: mientras unos
modos de ser, pues de nuestras acciones somos dueños des le atribuyen no sólo la creencia en él, sino también la prueba metafisi ca de
de el principio hasta p-I fin, si conocemos las circunstancias su existencia, otros afinnan que Aristóteles nunca creyó en el libre arbi
trio. A ' este respecto, quizá, parece más prudente opinar, con Ross, que
30 particulares; en cambio, de riUt;;stros modos· de ser somos
Aristóteles comparte la fe del hombre ordinari o en el libre arbitrio, pero no
dl1eños sólo del principio; pero su incremento no es percep examina la cuestión muy a fondo, ni tilmpoco se ha expresado de manera
111:;a tibie, como en. el C(lSO de las dolencias. Sin embargo, ya que coherente (W. D. Ross, Arislol/e, 5." ed., Londres, 1949, pág. 282).
J96 ÉTICA NIC01VIÁQUEA LlBRO In 197
20 así, en virtud de ulla anztlogía); pues algullos, que son co nas. Éstas, entonces, son temibles para todo hombre de sano
bardes en los peligros' de la guerra, son generosos y tienen juicio. Pero las temibles que son a la medida del hombre
buen ánimo frente a la pérdida de su fortuna. Tampoco es difieren en magnitud y en grado, y, asimismo, las que inspi
uno cobarde, si teme los imultos a sus hijos o a su mujer, o ran coraje. Ahora bien, el valiente es intrépido como h0111- 10
teme la envidia o algo semejante; ni valiente, si se muestra bre: temerá, por tanto, tales cosas, pero como se debe y co
animoso cuando van a azotarlo. mo la razón lo permita a la vista de lo que es noble, pues
25 Ahora bien, ¿cuáles son las cosas temibles que soporta éste es el fin de la virtud. Sin embargo, es posible temer
el valiente? ¿Acaso las más tcmibles? Nadie, en efecto, esas cosas más o menos, y también temer las no temibles
puede soportar mejor que él tales cosas. Ahora bien, lo más como si lo fueran. De este modo, se cometen errores al te- 15
temible es la muerte: es un término, y nada parece ser ni mer lo que no se debe o como no se debe o cuando 110 se
bueno ni malo para el muerto. Sin embargo, ante la muerte debe o en circunstancias semejantes, y lo mismo en las co
no parece que el valiente lo sea en toda ocasión, como, por sas que inspiran confianza. Así pues, el que soporta y teme
30 ejemplo, en el mar o en las enfermedades. ¿En qué casos, lo que debe y por el motivo debido, y en la 111anera y tiempo
entonces? ¿Sin duda, en los más nobles? Tales son los de la debidos, y confia en las mismas condiciones, es valiente,
guerra, pues aquí los riesgos son los mayores y más nobles; porque el valiente sufre y actúa de acuerdo con los méritos
y las honras que tributan las ciudades y los monarcas son de las cosas y como la razón. lo ordena. Ahora, el fin de toda 20
proporcionadas a estos riesgos. Así se podría llamar valiente actividad está de acuerdo con el modo de ser, y para el va
lll5h en el más alto sentido al que no teme una muerte gloriosa ni liente la valentía es algo noble, y tal lo será el fin corres
las contingencias que lleva consigo, como son, por ejemplo, pondiente, porque todo se define por su fin. Es por esta no
las de la guerra. Y no menos osado es el valiente en el mar bleza, entonces, por lo que el valiente soporta y realiza
que en las enfermedades, pero no de la misma manera que acciones de acuerdo con la valentía.
los marinos : pues mientras aquél desespera de su salvación De los que se exceden, el que se excede por falta de te- 25
y se indigna de tina tal muerte, los marinos, en cambio, es mor carece de nombre (ya hemos dicho antes que muchos
tc'l n esperanzados gracias a su experiencia. Y podemos aña de estos modos de ser no tienen nombre); pero sería un loco
dir que un hombre también muestra su valor en los casos en o un i.nsensible, si no temiera nada, ni los terremotos, ni las
5 que se requiere valentía o es glorioso morir; pero en tales olas, como se dice de los celtas 61. El que se excede en au
desgracias no se da ninguna de estas circunstancias. dacia respecto de' las cosas temibles es temerario. Éste pare- JO
ce ser también un jactancioso con apariencias de valor; al
7. Continuación del examen sobre la valentía: cobardía y menos quiere manifestarse como un valiente frente a lo te
temeridad
61 Según el tes timonio d~ ESTRABÓN en su Geografía (VD 2), los cel
Lo temible no es para todos lo mismo, pero hablamos, tas , ante las mareas, dejaban sumergir sus casas en la s olas para ejercitarse
incluso, de cosas que están por encima de las fuerzas huma- en la impasibilidad.
198 ÉTICA NTCOMÁQUEA
LIBRO III 199
mible y, por télnto, lo imita en lo que pUede. Por eso, la ma evitar los castigos establecidos por las leyes, o los repro
YOríél son unos cobardes jactanciosos, pues despliegan te ches, o para obtener hOllores, y por esto parecen ser los más
meridad en tcdessituaciones, pero 110 soportan las cosas valientes aquellos en cuyas ciudades los cobardes S011 des
temibles, El que se excede en el temor es cobarde; pues te honrados y los valientes honrados. Homero considera va
me lo quena se debe y como no debe, y todas las otras ca lientes a hombres tales como Diomedes y Héctor:
35 lificélciones le pertenecen. Le falta también coraje, pero lo Polidal7lante será el primero en echarme reproches 62.
más manifiesto en él es su exceso de temor en las situacio
nes dolorosas. El cobarde es, pues, un desesperanzado, pues y Diomedes:
1l16a lo teme todo. Contrario es el caso del valiente, pues la au
Héctor un día dirá arengando a los troyanos: ((El hijo de 25
dacia es la característica de un hombre esperanzado. El co
[Tideo huyó de mÍ,.,)) 63.
barde, el temerario, el valiente, entonces, están en relación
con las mismas cosas, pero se comportande diferente mane
Este género de valentía es la que más se parece a la des
o 5 ra frente a ellas. Pues los dos primeros pecan por exceso o
crita anteriormente, porque nace de una virtud; es, en efec
por defecto, mientras que el tercero mantiene el justo medio
to, resultado del pudor y del deseo de gloria (esto es, del
y como es debido. Los temerarios son, ante el peligro, pre
honor), y de rehuir la infamia, por ser vergonzosa. En la 30
cipitados y lo desean, pero ceden cuando llega; los valien
misma categoria se podrían colocar también los que son obli
10 tes, en cambio, son mdientes en la acción, pero tranquilos
gados por sus gobernantes; pero son inferiores, por cuanto
élntes de ella.
no obran por vergüenza sino por niiedo, y no rehúyen lo
Como hemos dicho, pues, la valentía es un término me
vergonzoso, sino lo penoso. Pues los señores los obligan,
dio en relación con las cosas que inspiran confianza o te
como Héctor:
mor, y en las situaciones establecidas, y elige y soporta el
peligro porque es honroso hacerlo así, y vergonzoso no ha Aquel a quien yo encuentre zafándose de la batalla /la le
cerlo. Pero el morir por evitar la pobreza, 'el amor o algo quedará esperanza de escapar a los perros 61,.
doloroso, no es propio del valiente, sino, más bien, del co
barde; porque es blandura evitar lo penoso, y no sufre la
o
Lo mismo hacen los que colocan sus tropas y azotan a los 35
15 muerte por ser noble, sino por evitar un mal. que abandonan los puestos, y los que sitúan a sus hombres
delan te de trinchéras o cosas análogas: todos ellos obligan. 11I6b
La experiencia. de las cosas particulares también parece vigor a su ánimo », «despertó su ardor y coraje» , «y exha
5 ser una cierta valentía, y de ahí que Sócrates opinara que la lando fiero vigor por sus narices », «y le hirvió la sangre» 66.
valentía es ciencia . Todo hombre difiere por tener expe Todas estas expresiones, en efecto, parecen indicar la exci·· 30
riencia en diferentes campos, y así los soldados 13 tienen en tación y empuje del coraje. Abora bien:. los hombres valien
las cosas de la guerra. Efectivamente, en la gUerra hay, se tes obran a causa de la nobleza, pero su coraje coopera; pelO
gún parece, muchos temores vanos, que los soldados reco las fieras atacan con el dolor cuando las han herido o por
nocen mejor que nadie, de suerte que aparecen como valien que tienen miedo, ya que cuando están en la selva no se
10 tes porglle los demás no conocen cuáles son. Además, acercan. Así, cuando las fieras empujadas por el do lor y el 35
gracias a su experiencia, son más efectivos en el ataque y en coraje se lanzan hacia el peligro sin preveer nada terrible,
la defensa, ya que saben servirse de las armas y poseen las no son valientes, puesto que así también los asnos serían
mejores tanto para atacar como para defende.rse, y, así, lu valientes cuando tienen hambre, ya que ni los golpes los
chan como armados contra inermes o como atleLas contra apartan del pasto. También los adúlteros a causa del deseo 1117
aficionaclos. Pues, en tales contiendas¡ no son los más va- realizan muchas audacias. La valentía más natural parece
IS lientes los que mejor luchau, sino los más fuertes y los que ser la inspirada por el coraje, cuando se le añaden elección y
tienen los mejores cuerpos. I\llas los soldados se vuelven finalidad. Los hombres, en efecto, sufren cuando están irri
cobardes cuando el peligro es excesivo o son inferiores en tados y se alegran cuando se vengan, pero los que luchan 5
número o en armamento, pues son los primeros en huir, por estas causas son combativos, no valerosos, porque lu
mientras los ciudadanos mueren en sus puestos, como su chan no por una causa noble y según la razón se lo dicta, si
20 cedió enel templo de Hennes 65, porque para ellos el huir es no por apasionamiento; con todo, se parecen a los valerosos.
vergonzoso y la muerte es preferible a semejante salvación. Los animosos tampoco son valientes, pues muestran co- 10
Lo s profesionales, en ·cambio, se arriesgan al principio cre raje frente a los peligros por haber vencido muchas veces y
yendo ser más fuertes, pero cuando descubren su inferiori a muchos; pero son muy semejantes a los valientes, porque
dad huyen, porque temen la muerte más que la vergüenza; ambos son intrépidos; sin embargo, los valientes lo son por
pero el valiente no es de tal índole. las razones antes dichas; los otros, por creer que son los más
25 El coraje tGmbién se toma por valentía, pues parecen, fuertes y que no les pasará nada. (Así actúan también los 15
asimismo, valientes los que arrebatadamente se lanzan co que se emborrac.han, pues se vuelven animosos.) Pero, cuan
mo las fieras contra los que los han herido, porque es un he do las cosas no suceden corno esperaban, huyen; en cambio,
cho qlJe los valientes son fogosos (ya que el coraj e es lo más es propio del valiente afrontar los peligros temibles para un
audaz frente a los peligros). Por eso dice Homero: «infundió hombre, ya sean reales o aparentes, porque es honroso ha
(, 5 En Coronea, en el curso de la guerra sagrada (3 S3 a. C.), los merce~ 66 Seguramente, Aristót<;:!es cita de memoria y algunas expresiones no
11ilrios huyeron; los ciudadanos de Coronea, en cambio, resistieron hasta 12. coinciden con nuestro texto actual de HOiYrE.RO (Ilíada XI 11, XIV 1S 1, V
Tnue rté:. 470, XV 232; Odisea XXIV 318).
202 ÉTICA NÍCOMÁQUEA LIBRO DI 203
cerio así y vergonzoso no hacerlo. En vista de ello, parece por lo que se lucha, es agradable -la corona y los honores-o,
ser distintivo del hombre que sobresale en va lentía 110 tener pero recibir los golpes es doloroso y penoso -S011 hombres
temor y mostrarse más imperturbable en los peligros repen de carne-, y así todo el esnJerzo; y como estas cosas Son
tino s que en los previsibles, porque esta actitud es resultado muchas, y aquello por lo que se lucha pequeílo, no parece
20 del modo de ser antes que ele la preparación; pues las acci o ésta tener en sí ningún placer. Así, si tal es el caso del va lor,
nes previsibles pueden decidirse por cálculo y razonamien la muerte y las heridas serán penosas para el valiente y con
to, pero las súbitas se deciden según el carácter. tra su voluntad, pero las soportará porque es hermoso, y es
Los ignorantes del peligro parecen también valientes y vergonzoso no hacerlo. Y cuanto más posea la virtud en su
no están lejos de los animosos, pero son inferiores por cuan integridad y más feliz sea, tanto más penosa le será la muer
to no tienen ninguna dignidad, y aquéllos sí. Por eso, los te, pues para un hombre así el vivir es lo más digno, y él,
25 animosos resisten durante algún tiempo, mientras que los que conscientemente, se privará de los mayores bienes, y esto es
van engailados huyen cuando saben o sospechan que las cir doloroso. Sin embargo, no es menos valiente, sino, quizéÍs,
cunstancias son otras . Es lo que les sucedió a los argivos en más, porque en la gueáa preferirá lo glorioso a los otros
su encuentro con los espartanos a quienes tomaron por si bienes. Así pues, no en tod as las virtudes existe una activi
cionios 67. . . . dad agradable, sino en la medida en que se alcanza el fin.
Hemos dicho, pues, qué clase de hombres son los va Los mejores soldados no son, por tanto, los hombres con
lientes y quiénes son considerados valientes. tales cualidades, sino los que son menos valientes, pero que
110 poseen ningún otro bien; pues éstos están dispuest os a
9. Relación del valor con el placer y el dolor afrontar los peligros y a arriesgar su vida por poca ganancia.
Sobre el valor, baste con lo dicho. De lo tratado no es di
30 El valo r tiene relación con la confianza y el temor, pero
ficil comprender su naturaleza, a l menos esquemáticamente.
no se refiere a ambos de la misma manera, sino, más bien, a
las cosas que inspiran temor. Pues el que se muestra imper
turbable ante ésta y se porta como es debido es más valiente
10. La moderación
que el que obra así frente a cosas.que inspiran confianza. Se Después de esto, vamos a hablar de la moderación, dado
les llama, pues, valientes a los hombres por soportar lo que que éstas parecen ser las virtudes de las partes irracionales.
es penoso, como hemos dicho. De ahí que la valentía sea al Ya hemos dicho que la modera ción es un término medio
go penoso y, con razón, se la alabe, pues es más dificil so respecto de los placeres, pues se refiere a los dolores en me
35 portar los trabajos y apartarse de. las cosas agradables . Con nor grado y no del mismo modo; y en los placeres se mues
todo, podría parecer que el fin de la va lentí a es agradable, tra también la intemperancia. Especifiquemos ahora a qué pla
1117b aunque queda oscurecido por lo que le rodea; tal ocurre en ceres se refiere.
los certámenes gimnásticos, pues el fin de la lucha, aquello Distingamos , pues, los del cuerpo y los del alma, como,
67 Según nos cuenta JENOF~NTE en las Helénicas (IV 4-10).
por ejemplo, la afición a los honores y el deseo de aprender;
204 ÉTIC¡\ NtCOMÁQUEA LIBRO 1Il 205
JO pues cada uno se complace en aquello hacia lo cual siente cerca por el mugido y, por ello, parece experimentar placer
afición sin que el cuerpo sea afectado en nada, sirr0, más con él; igualmente, tampoco por ser «un ciervo o una cabra
bien, su mente. A los que están en relación con estos place montés) 68, sino porque tendrá comida.
res no se les llama ni moderados ni licenciosos. Tampoco, También la moderación y la intemperancia están en re- 25
igualmente, a los que buscan todos los demás placeres que lación con otros placeres de los que participan, asimismo,
3 5 no son coqJorales; pues , a los q'ue SCln aficionados a contar los demás animales, y por eso esos placeres parecen serviles
bistorias o novelas o a pasarse los días comentando asuntos y bestiales, y éstos son los del tacto y el gusto. Pero el gusto
triviales, los llamamos charlatanes, pero no licenciosos, co parece usarse poco o nada, porque lo' propio del gusto es
mo .tampoco a los que: se afligen por pérdidas de dinero o discernir los sabores, lo que hacen los catadores de vinos y
amlgos. los que sazonan los manjares, pero no experimentan placer
IllSa La moderación, entonces, tendda por objeto los placeres con ello, al menos los licenciosos, sino en el goce que tiene 30
corpo[;:.des, pero tampoco todos ellos; pues a los que se de lugar por entero mediante el tacto, tanto en la comida, C01110
leitan 'con las cosas que conocemos .~ través de la visión, en la bebida y en los placeres sexuales. Por eso, un glotón
como los colores, las formas y el dibujo, no los IIamamos ni pedía a los.dioses que su gaznate se volviera mús largo que
moderados ni licenciosos; aunque en esto podría parecer el de una grulla, creyendo que experimentaba el placer con
que puede gozarse como es debido, o con exceso o defecto. el contacto.
s Así, también, con los placeres del oído. A los que se Así pues, el más común de los sentidos es el que define 11 u
deleitan con exceso en las melodías o las representaciones el desenfreno, y con razón se le censura, porque lo poseemos
escénicas nadie los llama licenciosos, ni moderados a los no en cuanto hombres, sino en cuanto animales. El compla
que lo hacen como es debido. Ni a los que disfmtan con el cerse con estas cosas y amarlas sobre medida es propio de
olfato, salvo por accidente: a los que se deleitan con los bestias; se exceptúan los más nobles de los placeres del tac- 5
aromas de frutas, rosas o incienso, no los llamamos licen to, como los que se producen en los gilTJl1asios mediante las
10 cjosos, sino, más bien, a los que se deleitan C011 perfumes o fricciones y el calor; pues el tacto propio del licencioso no
manjares. Pues los licenciosos se deleitan con éstos, porque afecta a todo el cuerpo, sino a ciertas partes.
esto les recuerda el objeto de sus deseos. Se podda también
observar a los demás que, cuando tienen hambre, se deleitan 11. Continuación de la moderación: apetitos comunes y pe
15 con el olor de la comida; pero deleitarse con estas cosas es ndiares
propio del licencioso, porque, para él, son objeto de deseo. De los apetitos, unos parecen ser comunes a todos los
En los demás animales, ' tampoco hay placer en estas hombres; otros, peculiares y adquiridos; por ejemplo, ello
sensaciones, excepto por accidente, pues los perros no ex apetito del alimento es llatural, pues todo el que está en ne
perimentan placer al oler las liebres, sino al comerlas; pero cesidad desea alimento sólido o líquido, y a veces ambos; y
el olor produce la sensación; tampoco el león, C011 el mugi
20 do del buey, sino al devorarlo; pero se da cuenta de que está 68 Jlíada III 24.
206 ÉTICA NICOlvIÁQUEA L1J3RO ni 207
el j oven que está en el vigor de la edad apetece la umon El licencioso, pues, desea todos los placeres o los más 11 i
carnal, como dice-Hornero 69; pero no todos apetecen talo placenteros y es conducido por este apetito a preferir unos
cml cosa, lli las mismas. y es por esto por lo que el apetito en vez de otros; y de ahí que se aflija por no consegulrlos y
parece ser algo nuestro. Sin embargo, tiene también algo de por el mero hecho de apetecerlos (porque el apetito va
15 natural, porque unas cosas son agradables a UilOS y otras a acompai1ado de dolor, aunque parezca absurdo sentir dolor a
otros , y todav.ía hay algunas que son más agradables ii lodos causa del placer). Personas que se quedan atrás respeclo de 5
que I(ls ordinarias. los placeres y se complacen en ellos menos de lo debido,
Abara bien, en los apetitos naturales pocos yerran, y en apenas existen, porque tal insensibilidad no es humana;
una sola dirección, el exceso; pues el comer o beber cual pues incluso los animales distinguen los alimentos, y se
quier cosa hastn lél saciedad es exceder la. medida natural, ya complacen en unos y no en otros. Así, si para alguien no la
que el apetito natural es la sa tisfacción de la necesidad. Por hubiera nada agradable y ni diferencia alguna entre una cosa
. ' 20 eso, esos hombres son llarnadostragones, porque llenan su u otra, estaría lejos de ser un hombre. Tal persona no tiene
eSlómago más allá de lo necesario, y se vuelven así los que nombre, porque dificilmente existe.
son demasiado serviles. El moderado ocupa el término medio entre estos extTe
Mas, acerca de los placeres peculiares, muchos son los mas, porque no se c.omplace en 10 que más se complace el
que yerrau de muchas maneras. Pues, mientras los que se licencioso, sino que, más bien, le disgusta, ni se complace,
llaman aficionados a talo cual cosa yerran, o por encontrar en general, con lo que no debe, ni en nada con exceso, y
placer en lo que no se debe o más que la mayoría o como no cuando estas cosas fal tan no se aflige ni las desea, o só lo
se debe, los incontinentes, en cambio, se exceden en todo; moderadamente, y no más de lo que debe o cuando no debe, 15
25 pues ellos encuentran placer en lo que no se debe (ya que ni, en general, ninguna de estas cosas; y cuantas cosas agra
tales cosas son abominables), y si en alguna de ellas debe dables conducen a la sa lud o al bienestar, las deseará con
uno complacerse, se complacen más de lo debido y más que medida y como se debe, y lo mismo, las restantes cosas agra
la mayoría. Claramente, pues, el exceso respecto de los pl a dables que no impiden aquellos bienes o no son extrañas a
30 ceres es incontinencia y resul ta censurable . En cuanto a los lo noble o no exceden de sus recursos . Porque el que no tie- 20
dolores, uno no es llamado -corno en el caso de la valen ne tal disposición ama más esos placeres que la dignidad, y
tía- «moderado» por soportarlo, ni «incontinente» por no el moderado no es así, sino que su guía es la recta razón.
sóportarlo; sino que el incontinente lo es por afligirse más
de lo debido cuando no alcanza los placeres (y es el placer 12. La intemperancia
el que le produce el dolor), y el moderado lo es porque no se
aflige por la falta y abstinencia de lo placentero. La intemperaricia parece más voluntaria que la cobardía;
pues la primera surge a causa del placer, la segunda a causa
del dolor, y mientras uno se elige, el otro se ¡·ehúye. Ade- 25
:'
69 lbld., XXIV 129. más, el dolor altera y destruye la naturaleza del que lo tiene,
1 ,
208 ÉTICA NICOMÁQUEA LlUH.O III 209
pero el placer no hace nada ele esto. Es, por tanto, más vo bueno, y el hombre moderado apetece lo que debe y como y
I ., luntario y, por eso, también más censurado . Y es más fácil cuando debe, y esa es la manera de ordenarlo la razón.
aCOSI1Jmbrarse a estas cosas, pues hay mUcIlas así en la vida Ésta es, pues, nuestra exposición sobre la moderación 70.
y ningún peligro exis te para los que se acostumbran a ellas,
mientras que con las cosas temerosas ocurre lo contrario .
.10 Podría parecer que la cobardia es voluntaria no como sus 'i ü La concepción aristotélica de la moderación se basa en la sepc.ración
manifestaciones concretas, porque la cobat'día en sí misma de los placeres del alma y del cuerpo, frente a la doctrina hi1cmórfica de ia
no es dolorosa mientras que aquélla nos altera a Cilusa del unión del alma y del cuerpo que Aristóteles expone en el tratado A cerca
del alma.
dolor hasta el punto de e¡¡-rojar las armas y cometer otras
acciones vergonzosas; y, por eso, parecen ser forzosas. Por
el cCJntrario, para el intemper<1.Dle, las acciones concret<1.S
son voluntarias (pues las apetece y desea), pero, en carácter
general, lo son rneno~, ya q,uc nadie clqea ser intemperante.
11l9b Aplicamos también el nombre de intemperancia él las
faltas de . los niños, y Ííenen, en efecto, cierta semejanza.
Cuál ha dado nombre a cuál no nos importa ahora, pero es
evidente que el' posterior lo ha recibido del anterior. La
transferencia de nombre no parece haberse verificado sin
motivo: hay que contener, en efecto, al que tiende a cosas
5 feas y tiene mucho desarrollo, y tal apetito se da principal"
mente en los niños; porque los niños viven según el apetito
y en ellos se da, sobre todo, el deseo de lo agradable. ASÍ, si'
este deseo no se encauza y somete a la autoridad, irá muy
lej os; porque el deseo de lo placentero es insaciable y abso
luto para el que no tiene uso de razón y el ejercicio del
lO apetito aumenta la tendencia natural, y si los apetitos son
grandes e intensos desalojan el raciocinio. Por eso, los apeti
tos han de ser moderados y pocos, y no oponerse en nada a
la razón -nosotros llamamos a esto ser obediente y refre
nad o--, y, así como el niño debe vivir de acuerdo con la di
rección del preceptor, también los apetitos de acuerdo con la
15 razón . Por ello, los apetitos del hombre moderado deben
. estar en armonía con la razón, pues el fin de ambos es lo