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DE LA VIRTUD EN GENERAL
1.8
ÉTICA NICOMAQUEA.-LIBRO II 19
mos valientes o cobardes. Lo mismo proposición sobre casos particulares
tiene lugar en las pasiones, sean del carece de exactitud, como quiera que
género concupiscible o irascible, que . semejantes casos no caen bajo de
unos serán templados y apacibles y alguna norma técnica ni de alguna
otros desenfrenados y violentos, por- tradición profesional. Menester es
que unos se conducen de un modo que quienes han de actuar atiendan
con respecto a· esas pasiones, y otros siempre a la oportunidad del mo-
de otro. mento, como se hace en la medici-
En una palabra, de los actos se- na· y el pilotaje.
mejantes nacen los hábitos. Es pre- Con ser tal la presente disciplina,
ciso, por tanto, realizar determina- debemos no obstante esforzarnos por
dos actos, ya que los hábitos se con- prestar este servicio.
formarán a su diferente condición. Observemos en primer término
No es de poca importancia contraer que los actos humanos son de tal
prontamente desde la adolescencia naturaleza que se malogran tanto
estos o aquellos hábitos, sino que por defecto como por exceso, pues si
la tiene muchísima, o por mejor de- para juzgar de lo invisible hemos de
cir, es el todo. apelar al testimonio de lo visible,
tal vemos que acontece con la fuer-
za y la salud. Una gimnasia exage-
II rada, lo mismo que una insuficiente,
debilitan el vigor;. y del mismo modo
Nuestra labor actual, a diferencia el exceso y el defecto en la comida
de las otras,. no tiene por fin la es-. y la bebida estragan la salud, en
peculación. No emprendemos esta tanto que la medida proporcionada
pesquisa para saber qué sea la vir- la produce, la desarrolla y la man-
tud -lo cual no tendría ninguna tiene. Pues otro tanto pasa con la
utilidad-, sino para llegar a ser templanza, la valentía y las demás
virtuosos .. En consecuencia, es pre- virtudes. El que de todo huye y todo
ciso considerar, en lo que atañe a teme y nada soporta, acaba por ser
las acciones, la manera de practi- un cobarde; y el que por otro lado
carlas, pueS los actos, según diii- nada teme en absoluto, . antes mar-
mos, son los señores y la causa de cha al encuentro de todo, hácese
que sean tales o cuales los hábitos. temerario. Y otro tanto digamos. del
Es un ·principiocomúnmente ad- gozador de todos los placeres y que
mitido, y que hemos de dar por su- de ninguno se abstiene, que llega a
puesto, el de que debemos obrar ser un desenfrenado, y en cambio
conforme a la recta razón. Más tar- el que huye de todos los goces, como
de diremos, a su respecto, en qué la gente rústica, acaba por ser un
consiste la recta razón y qué relación insensible. La templanza y la va-
mantiene con las demás virtudes. lentía, por tanto, se malogran igual-
Debe también concederse preli- mente por el exceso y el defecto, y
minarmente que todo discurso acerca se conservan por la medida.
de la conducta práctica ha de ex- Pero no solamente provienen las
presarse sólo en generalidades y no virtudes de las mismas causas y a
con exactitud, ya que, como en un ellas están sujetas tanto en su géne-
principi<1 diUrnos, lo que debe exi- sis como en su crecimiento y corrup-
girse de todo razonamiento es que ción, sino que asimismo encuentran
sea adecuado a su materia; ahora su pleno eiercicio en los mismos ac-
bien, todo lo que concierne a las tos causativos. Y porque se vea que
acciones y a su conveniencia nada así es también en otras situaciones
tiene de estable, como tampoco lo más visibles, sea el caso, por ejem-
que atañe a la salud. Y si tal con- plo, del vigor corporal, el cual por
dición tiene la teoría ética· en ~e una parte es el resultado de una ali-
neral, con mayor razón aún toda mentaciónabundante y de soportar
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muchas fatigas, y por la otra tales mejor o peor. Y es así como los
actos puede ejecutarlos más que hombres se vuelven perversos por
otro alguno el hombre vigoroso. Pues los placeres o los dolores, por per-
otro tanto pasa con las virtudes. Por seguir o evitar unos u otros, bien
la abstinencia de los placeres nos sea los que no se debe, o cuando
/hacemos temperantes, y una vez que no se debe, o como no se debe, o
lo somos, podemos muy fácilmente por otra desviación cualquiera de lo
privarnos de ellos. Y lo propio acon- que la razón determina en las cir-
tece con respecto a la valentía: acos- cunstancias. De aquí que algunos 3
tumbrándonos a menospreciar los definan las virtudes como estados
peligros y a afrontarlos nos hace- de impasibilidad y de quietud. De-
mos valientes, y siéndolo podremos finición errónea si se toman esos
arrostrar los trances temerosos con términos absolutamente sin agregar
máximo arrojo. si esos estados se dan de manera
debida o Indebida, y en tiempo opor-
tuno o inoportuno, con todas las
III demás precisiones que deben aña-
dirse. Quede sentado, por tanto, que
Signo forzoso de los hábitos es es propio de la virtud poner en obra
el placer' o la pena que acom{la- los goces o sufrimientos moralmente
ñan a los actos. Temperante es el más valiosos, y propio del vicio ha-
que se abstiene de los placeres cor- cer lo contrario.
póreos y en ello se complace, y . Lo que vamos a decir ahora nos
disoluto el que se irrita por su pri- hará ver más claramente la misma
vación. Valiente es el que_ con. ale- materia. Tres cosas hay en cuanto
gría, o a lo menos no cOIl tristeza, a nuestras preferencias: lo bueno,
!ll'rostra los peligros, y cobarde el lo útil y lo placentero, y otras tres
que 10 hace con tristeza. contrarias de aquéllas en cuanto a
- La virtud moral, por tanto, está nuestras aversiones: lo malo, lo no-
en relación con los placeres y los civo y lo desagradable. Tocante a
dolores. Por obtener placer comete- todas ellas acierta el hombre bueno
mos actos ruines~ y por evitar penas y falla el hombre malo, y sobre todo
nos apartamos de las bellas acciones. en lo que atañe al placer, por la
Por lo cual, como dice Platón, 2 es razón de que el placer es común a!
preciso que luego desde la infancia todos los animales y acompaña a to-
se nos guíe de mod9 talque. goce- dos los actos dictados por una prefe-
mos.o nos contristemos como es me- rencia, puesto que lo bueno y lo útil
nester, y en esto consiste la, recta se presentan como placenteros.
educación. Desde la primera infancia se des-
Por otra parte, como las virtudes arrolla en todos nosotros el senti-
morales tienen por materia acciones miento del .placer; por lo cual es
o pasiones, y como a todaacci6n o difícil desembarazarnos de una afec-
pasión acompaña placer-o dolor,ésta ción que colorea nuestra vida. Unos
sería una. razón más para que la más, otros menos, todos medimos
virtud tenga que ver con los pla- nuestras acciones por el placer y el
ceres y dolores. Lo mismo dan a dolor. Por todo esto es preciso que
entender las correcciones que se a lo largo de todo nuestro estudio
aplican sirviéndose de unos y otros. tengamos en cuenta ambos estados,
Son ellas como curaciones, en cuya como quiera que no es de poco mo-
naturaleza está, él obrar por medio mento para :nuestros actos afligir-
de los contrarios. nos bien ó torpemente.
En fin, como dijimos antes, toda En fin, más dificultoso es com-
disposición del alma mantiene una batir el placer que la ira, como dice
relación natural con todo aquello Heráclito. 4 Mas para lo que es más
que puede naturalmente tornarla difícil están el arte y la virtud, pues
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hacen pasibles de esos estados, co- Digamos, pues, que toda virtud.
moson las que nos hacen capaces de perfecciona la buena disposición de
airarnos o contristarnos o compade- aquello cuya virtud es, y produce
¿e.mOll. y llamo hábitos a las dispo- adecuadamente su obra propia; co-
Siciones que nos hacen conducirnos mo, por ejemplo, la virtud del 'ojo
bien o mal en lo que respecta a las hace bueno alojo y a su función:
pasiones, como si, por ejemplo, al por la virtud del ojo vemos bien.
airarnos lo hacemos con vehemen- Del mismo modo la virtud del ca-
ci~ o remisamente, estaremos ma) ballo le hace ser buen caballo, apto
dispuestos, y si con medida, bien, y para correr, para llevar al jinete y
así en las demás pasiones.- para esperar al enemigo.
Ni las virtudes ni los vicios son, Si así es, pues, en todos los cas~,
por tanto, pasiones, como quiera que la virtud del hombre será entonces
no se nos declara virtuosos o vicio- aquel hábito por el cual el hombre
sos según nuestras pasiones, sino se- se hace bueno y gracias al cual rea-
gún nuestras virtudes o vicios. No es lizará bien la obra que le es propia.
por las pasiones por lo que se nos Cómo sea esto posible, 10 hemos
alaba o censura: no se. elogia al te- dicho ya, pero se tornará más claro
meroso o al airado, ni se. reprocha aún si consideramos cuál es la natu-
el que alguno monte en cólera por raleza de la virtud.
este solo hecho, sino por la manera En toda cantidad continua y di-
o circunstancias. Por lo contrario, visible puede distinguirse lo más, lo
se nos dispensa alabanza o censura menos y lo igual, y esto en la cosa
por las virtudes y vicios. misma o bien con relación a nos-
Allende de esto, no depende de otros. Pues bien, lo igual es un me-
nuestra elección airarnos o temer, dio elltre el exceso y el defecto. Lla-
mientras que las virtudes sí son elec- mo término medio de una cosa a lo
ciones o por lo menos no se dan sÍn que dista igualmente de uno y otro
elección. de los extremos, lo cual es uno y lo
Finalmente, dícese que somos mo- mismo para todos. Mas con respecto
vidos por las pasiones, mientras que a nosotros, el medio es lo que no es
por las virtudes y vicios no somos excesivo ni defectuoso, pero esto ya
movidos, sino que estamos de tal no es' uno ni lo mismo para todos.
o tal modo dispuestos. . Por ejemplo: si diez es mucho y
Por los mismos motivos, las vir- dos poco, tomamos seis como tér-
tudes no son tampoco potencias, co- mino medio en la cosa, puesto que
mo quiera que no se nos llama bue- por igual excede y es excedido, y
nos o malos ni se nos elogia o cen- es el término medio según la pro-
sura por la simple capacidad de te- porción aritmética. Para nosotros, en
ner pasiones. Y además, si poseemos cambio, ya no puede tomarse asÍ.
estas capacidades por. naturaleza, no Si para alguien es mucho comer por
venimos a ser buenos o malos por valor de diez minas, y poco por va-
naturaleza. Con antelación nos he- lor de dos, no por esto el maestro
mos explicado acerca de este punto. de gimnasia prescribirá una comida
Si, pues, las virtudes no son ni de seis minas, pues también esto po-
pasiones ni potencias, no queda sino dría ser mucho o poco para quien
que sea~hábitos. Con lo cual está hubiera de tomarla: poco para Mi-
dicho a qué género pertenece la lón, 5 y mucho para quien empiece
virtud. los ejercicios gimnásticos. Y lo mis-
mo en la carrera y en la lucha. Así,
VI todo conocedor rehúye el exceso y
el defecto, buscando y prefiriendo
No basta, empero, con decir así el término medio, pero el término
que la virtud es un hábito, sino que medio no de la cosa, sino para nos-
es preciso decir cuál. otros.
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Si, por tanto, todo arte o ciencia del vicio el exceso y el defecto, y
consuma bien su obra mirando al de ·la virtud la posición intermedia:
término medio y encaminando a él
los trabajos -y de aquí que a me- Los buenos lo son de un modo único,
nudo se diga de las bellas obras de y de todos modos los malos. 6
arte que no es posible ni quitarles
ni añadirles nada, dando a enten- La virtud es, por tanto, un há-
der que el exceso y el defecto es- bito selectivo, consistente en una po-
tragan l~perfección, en tanto que sición intermedia para nosotros, de-
el término mediq la conserva-, si, terminada por la razón y tal come
pues, como decimos, los buenos ar- la determinaría el hombre prudente.
tífices operan atendiendo a esto, y Posición intermedia entre dos vicios,
si, por otra parte, la virtud, como el uno por exceso y el otro por de-
la naturaleza, es más exacta y me~ fecto.· Y así, unos vicios pecan por
jor que todo arte, ella también, de defecto y otros por exceso de lo de-
consiguiente, deberá apuntar al tér- bido eh las pasiones y en las accio-
mino medio.. nes, mientras que la virtud encuen-
Hablo, bien entendido, de la vir- tra y elige el término medio. Por
tud moral, que tiene p~ materia lo cual, según su sustancia y la de-
pasiones y acciones, en as cuales finición que expresa su esencia, la
hay exceso y defecto y t rmmo me- virtud es medio, pero desde el pun-
dio. Así por ejemplo, en el tener to de vista de la perfección y del
miedo, el tener audacia, el desear, bien, es extremo.
el airarse, el compadec~rse, y en ge- No toda acción, empero, ni toda
neral en el tener placer! o dolor, hay pasión admiten una posición inter-
su más y su menos, y ninguno de media. Algunas se nombran precisa"
ambos está bien. Pero experimentar mente implicadas con su rerversión,
esas pasiones cuando es menester, como la alegría del ma ajeno,. la
en las circunstancias debidas, con impudencia, la envidia; y entre las
respecto a tales o' cuales personas, acciones el adulterio, el robo, el ho-
por una causa justa .y de la manera micidio. Todas estas cosas son ob-
apropiada, he ahí el término medio, jeto de· censura por ser ruines en sí
que es al mismo tiempo lo mejor, y mismas, y no por sus excesos ni por
esto es lo propio de la virtud. sus defectos. Con respecto a ellas
En las' acciones, asimismo, hay no hay manera de conducirse recta-
exceso· y defecto y término medio. mente jamás, sino que siempre se
La virtud, por tanto, tiene por ma- yerra. No hay en estos' asuntos un
teria pasiones y acciones en las cua- hacer bien o un no hacer bien, como
les se peca por exceso y se incurre en punto a con qué mujer o cómo
en censura por defecto, mientras o cuándo cometer adulterio,. sino
que el término medio obtiene la ala- que sencillamente el hacer cualquie-
banza y el éxito, doble resultado pro- ra de estas cosas es errar.
pio de la virtud. En copsecuencia, Sería igualmente absurdo l'reten-
ta virtud es una posición interme- der que en la' injusticia, la cobardía
dia, puesto que apunta al término y el desenfreno pudiese haber un
medio. medio, un exceso y un defecto por-
Hay que añadir aún que de mu- que entonces habría un medio del
chas maneras puede uno errar,' pues exceso y del defecto, y un exceso
el mal, como se lo representaban' del exceso y un defecto del defecto.
los pitagóricos, pertenece a lo infi- Así como en la templanza y en la
nito, y el bien a lo finito, y de una valentía no hay exceso ni defecto,
sola manera es el acierto. Por lo por ser el término medio en cierto
cual lo uno es fácil, lo otro difícil: modo un extremo, tampoco. en aque-
fácil el fallar la mira, difícil el dar llas cosas hay medio ni exceso ni
en ella. Y por esto, en fin, es propio defecto, sino que como quiera que
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más por naturaleza a unas cosas que tiempo debemos airarnos. ¿Acaso
a otras, y esto se tornará patente en nosotros mismos no alabamos unas
el placer o pesar que nos produz- veces a los que pecan por defecto.
can. y será preciso que nos incline- llamándolos mansos, y no decimos
mos resueltamente en sentido con- otras de los que tienen una condi-
trario, porque manteniéndonos aleja- ción difícil que son muy hombres?
dos lo más que podamos de todo N o se censura al que se desvía
extravío, llegaremos al término me- ligerahlente de lo que está bien, sea
dio, como hacen los que enderezan por exceso, sea por defecto;' pero sí
palos torcidos. al que se aleja más, como quiera
En todo' hay que guardarse más que estas faltas no nos escapan.
que de nada de lo placentero y del Ahora, en cuanto a saber hasta qué
placer, ya que no juzgamos a su res- punto y en qué medida es digno de.
pecto como jueces incorruptibles. Lo reproche, esto ya no es' fácil deter-
que los ancianos sentían por Elena12 minarlo por la razón universal, como
es menester que lleguemos a sentir- tampoco lo es definir esenciahnente·
lo nosotros por el placer, y en todas ninguna de las cosas sensibles, pues
las circunstancias debemos repetir- todas éstas son particulares, y su
noslas palabras de aquéllos; cuando discernimiento es del dominio de la.
lo hayamos repudiado de este modo, parte sensible.
erraremos menos. Todo esto nos muestra suficiente·
Haciendo, pues, todo lo anterior, mente por una parte que el hábito
para decirlo en resumen, seremos medio es en todas cosas laudable, y
más capaces de dar en el medio. Di- por la otra que es menester incli-
fícil es en verdad esto, y sobre todo narse unas veces al exceso y otras
en las circunstancias concretas. No al defecto, porque así acertaremos
es fácil determinar cómo y contra más fácilmente con el medio y con
quiénes y por qué motivo y cuánto el bien.
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yen y por las cosas a que se aplica. a la obra, sino_ a quien la hace. De
Siendo, pues, los dispendios del mag- aquí que el pobre no pueda ser mag-
nífico grandes y proporcionados, ta- nífico, pues no tiene de dónde gas-
les serán también los resultados; y tar mucho decorosamente. Si lo in-
de este modo el gasto será grande y tenta, es necio, pues se comporta
proporcionado a la obra. En conse- fuera de su posición y de lo que está
cuencia, la obra debe ser digna del bien, y sólo lo hecho rectamente es
gasto y el gasto de la obra, o aun virtuoso. Semejantes gastos cuadran
excederla. a quienes disponen previamente de
Por motivo del bien y de lo bello recursos habidos por ellos mismos o
gastará tales sumas el magnífico, de sus antepasados o de sus relacio-
porque común es tal motivo a todas nes, así como a los de alto linaje o ,
las virtudes. Las gastará, además, reputación, o que están en otra si-
con placer y soltura, porque la exac- tuación semejante, todas las cuales
titud en las cuentas es algo mezqui- traen consigo grandeza y dignidad.
no. y más ha de considerar cómo El magnífico es, pues, con emi-
resultará más hermosa la obra y más nencia el que queda descrito, y la
espkndida, que en cuánto le saldrá magnificencia, como está dicho, con-
o cómo la hará a menos costa. Ha siste en tales gastos,por, ser ellos
de ser el magnífico necesariamente los mayores y los más honrosos.
liberal, porque el liberal gastará lo De los gastos privados tienen ca-
que convenga y como convenga. Pe- rácter de magnificencia los que se
ro en el monto y manera del dispen- hacen por una vez, como una boda
dio estará lo magno del magnífico, o algo semejante, así como 16 que
tal como si la magnificencia fuese interesa a toda la ciudad o a la gente
una grandeza cen relación a los mis- importante; y también en las bien-
mos objetos sobre que versa la libe- venidas y despedidas de los huéspe-
ralidad. Y así, con el mismo gasto des, o en los regalos y su correspon-
hará tal hombre una obra más mag- dencia, porque el magnífico no es
nífica, porque no es una misma amigo de gastar para sí mismo, sino
la excelencia de la posesión y de la para la comunidad, y los dones a la
obra. La posesión más valiosa es república tienen cierta semejanza
la que cuesta más, como el oro; pero con las ofrendas a los dioses.
la obra más valiosa es la que es gran- Es propio del magnífico amueblar
de y bella, porque la contemplación su casa de acuerdo con su riqueza,
de tal obra inspira admiración, y lo porque la casa es también un orna-
magnífico es admirable. La magni- to; y al gastar en esto hacerlo de
ficencia, pues, es la excelencia de la preferencia en objetos de larga du-
obra en la grandeza. ración, que son ademá,s los más be-
La magnificencia es atributo de llos, guardando en cada ocasión la
los gastos que llamamos honrosos, conveniencia. N o son las mismas co-
como los que se hacen en el culto sas las que se acomodan a los dio-
divino: ofrendas votivas, templos, ses y a los hombres, ni las mismas
sacrificios, así como acerca de la re- en un templo y en un sepulcro. Y
ligión en general, y de todos los que puesto que cada gasto puede ser
se hacen con la noble ambición de grande en su género, y el gasto más
servir a la comunidad, como cuando magnífico es el que es grande en lo
las gentes creen que deben equipar grande, el gasto más magnífico aquí
un coro espléndidamente, o un tri- es el grande en estas circunstancias.
rreme, o dar un banquete a la ciu- y como, de otra parte, la. grandeza
dad. Pero en todos los casos, como en la obra difiere de la grandeza en
queda dicho, debe también mirarse el gasto -ya que la más bella pelo-
al dispendioso, es decir a su persona ta o el más bello frasquito son mag-
y recursos, porque el gasto debe ser níficos regalos a un niño, por más
digno de éstos. y no sólo acomodarse que su valor sea pequeño y despre-
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ciable-, síguese que lo· propio del de los que viven conforme. a la vir-
magnífico es hacer con magnificen- tud ninguno es insensato ni' mente-
cia lo que haga, en cualquier géne- cato. El magnánimo es, pues, el que
ro que sea, puesto que éste es un queda dicho. .
proceder no" fácilmente superable, y El que es digno de cosas peque-
hacerlo de suerte que la obra sea ñas, y de ellas se juzga digno, es
digna del gasto. Tal es, pues, el discreto, pero no magnánimo, por-
magnífico. El que peca por exceso que la magnanimidad está en la
y es vulgar, se excede en gastar con- grandeza, como la hermosura en un
trariamentea las conveniencias, co- cuerpo grande: los pequeños son
mo hemos dicho. En cosas que quie- graciosos y bien proporcionados, pe-
ren poco gasto, gasta largamente y ro no hermosos.
brilla sin medida. Así por ejemplo, El que, siendo indigno, se juzga
da un almuerzo a los miembros de digno de cosas grandes, es el hin-
su club como si· fuese un banquete chado. Sin embargo, no todo el que
nupcial; o SI apresta un coro para aspira a mayores cosas de las que es
una comedia, lo hará entrar en la digno, es un hinchado. El que pre~
escena aderezándola con pa~os de tende cosas menores de las que
púrpura, como hacen los de Megara. es digno, es el pusilánime. Ya sea
y todo esto lo hará no en vista de que pueda ser digno de cosas gran-
la belleza, sino para desplegar su des, medianas o aun pequeñas, - se
riqueza, imaginándose que por esas h!zga _siempre a sí mismo digno de
cosas será admirado. Donde debe menores cosas. Esto se muestra sobre
derrocharse mucho, gasta poco; y todo en el que es digno de grandes
donde poco, mucho. cosas, _porque ¿qué hiciera si ilO fue-
El mezquino peca por defecto en se digno de tales cosas?
todas ocasiones. Gastando las ma- El magnánimo es, pues, un extre-
yores sumas, echa a perder por una mo en relación con la grandeza de
poquedad la belleza de la obra. Di- su pretensión; pero en relación con
fiere cualquier cosa que pueda ha- su conveniencia está en el término
cer, y considera cómo gastará lo me- medio, pues se juzga a sí mismo
nos posible, y todo esto lamentán- digno de lo que corresponde a su
dose, y pensando en todas ocasiones dignidad, mientras que el hinchado
que hace más de lo que debe. Se- y el pusilánime pecan por exceso o
mejantes disposiciones son en sí mis- por defecto.
mas viciosas, aunque notraigim con- Si, por tanto, el magnánimo se
sigo oprobio por no ser noCivas al reputa digno· de grandes cosas, sién-
prójiIJ?o ni excesivamente indignas. dolo en verdad, y sobre todo de las
mayores, en una cosa, más que en
otra alguna, podrá mostrarse tal.
III Ahora bien,' el merecimiento es un
término relativo- a los bienes exterio-
La magnanimidad, como su mis- res, el mayor de los cuales declara-
mo nombre lo. da a entender, parece ríamos ser el que discernimos a' los
aplicarse a las grandes cosas. Tra- dioses, al cual, además, tienden so-
temos de comprender ante todo de bre todo los hombres constituidos en
cuáles cosas se trata. Podemos, indi- alguna dignidad, y que es, en fin,
ferentemente, considerar el .hábito el premio de los actos más bellos.
o el sujeto que se conforma a dicho Tal bien es el honor, supremo entre
hábito. todos los bienes exteriores. Por tan-
El .magnánimo parece ser el que to, el magnánimo es lo que debe
se juzga digno de grandes cosas, y ser en los honores y deshonores. Y
que de hecho es digno. El que pre- sin necesidad de probarlo con ra-
tende lo mismo no en proporción a zones, manifiesta cosa es que los
su valor, es un insensato; ahora bien, magnánimos son tales con relación
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al honor, pues los grandes se juzgan cosas menudas, por ser inferiores a
a sí mismos dignos sobre todo de su merecimiento. Igual conducta ob-
honor, sólo que en proporción a su servará en las afrentas, que no po-
dignidad. drían aplicarse justamente a él.
EI- pusilánime peca por defecto Pero aunque el magnánimo, según
tanto en relación consigo mismo co- lo dicho, muestre su virtud sobre to-
mo con respecto a la pretensión del do en los honores, se conducirá mo-
magnánimo. El hinchado peca por deradamente también en lo que ata-
exceso en relación consigo mismo, ñe a la riqueza y al poder, y a la
pero no en relación con el magná- buena o mala fortuna, de cualquier
nimo. modo que acontezcan, de tal suerte
El magnánimo, puesto que digno que ni en la prosperidad se regocije
de los mayores bienes, tiene que en extremo, ni en la desgracia se
ser el mejor, porque el que es me- contriste excesivamente, pues ni de
jor es digno de lo mayor, y el más esta manera se conduce con respec-
perfecto de las mayores cqsas. Es to al honor, con ser éste el mayor de
preciso, por tanto, que quien es ver- los bienes. Porque los cargos públi-
daderamente magnánimo sea hom- cos y la riqueza se han de apetecer
bre de bien. Y podría bien ser que por el honor que implican, ya que
lo propio del magnánimo fuese lo quienes poseen esas cosas quieren
grande en cada virtud. En manera ser honrados por ellas. Pero aquel
alguna estaría proporcionado al mag- para quien el honor es poca cosa, lo
nánimo el huir ¡lel peligro moviendo serán también las demás. Esta es
descompuestamente los brazos, ni la razón por la cual los magnánimos
el hacer injusticia. ¿Por qué motivo parecen ser desdeñosos.
podría cometer actos vergonzosos A la magnanimidad parecen con-
aquél para el cual nada es grande? tribuir también los dones de fortu-
A quien lo examine en todos sus as- na. Los de ilustre linaje, así como los
pectos, aparecerá de todo punto ri- poderosos o los ricos, son tenidos por
dículo el magnánimo que no sea dignos de honor, pues están consti-
hombre de bien. No sería digno de tuidos en eminencia, y todo lo que
ningún honor quien fuese ruin, por- en el bien es eminente, es más dig-
que el honor es el premio de la vir- no de honor. Por esto tales cosas
tud, y se adjudica de derecho a los hacen a quienes las poseen más mag-
buenos. nánimos, pues no deia de honrárse-
La magnanimidad muéstrase así les por ellas. En verdad, sin embar-
como cierto orden bello de las virtu- go, sólo el hombre de bien merece
des,' pues las hace mayores y no se ser honrado, por más que quien
da sin ellas. Por lo cual es difícil posea ambas cosas, virtud y fortu-
ser cón verdad magnánimo, pues no na, sea. más digno de honor. Mas
es posible serlo sin nobleza moral. los que sin virtud poseen los bie-
El magnánimo es, pues, tal sobre nes dichos, ni pueden con iusticia te-
todo en los honores y deshonores. nerse a sí mismos por dignos de
Pero aun en los grandes honores, y grandes cosas, ni ser llamados recta-
por más que provengan de los hom- mente magnánimos. Sin la virtud
bres de bien, el magnánimo gozará perfecta ninguna de esas cosas cuen-
de ellos moderadamente, como quien ta, y quienes sólo poseen tales bie-
obtiene lo que le pertenece o menos nes tómanse altaneros e insolentes.
aún, ya que no podría haber honor Sin la virtud no es fácil llevar armo-
proporcionado a la virtud perfecta. niosamente los dones de fortuna. No
Con todo ello, los recibirá, porque pudiendo ll~varlos así, e imaginán-
no tienen q,uienes se los tributan cosa dose superar a los demás, los despre-
mayor que dispensarle. Pero despre- cian; y en cuanto a ellos, hacen to-
ciará en absoluto los .honores que do lo que les viene en gana. Paro-
vengan de gentes cualesquiera o por dian al magnánimo sin serle seme-
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jantes, y esto lo hacen en todo lo haya de por medio algún grande ho-
que pueden, reproduciendo su des- nor o empresa. Es hacedor de pocas
dén por los demás, pero no su cosas, pero éstas grandes y renom-
conducta virtuosa. El magnánimo bradas. Es también una nec~sidad
desprecia justamente, pues sus apre- para él ser abierto en sus odios y
ciaciones se fundan en la verdad; la en sus amistades, porque esconder
mayoría, al acaso. . sus sentimientos es propio del que
El magnánimo no corre al peligro tiene miedo. Más le preocupa al
por menguados motivos ni es aman- magnánimo la verdad que la opi-
te del peligro, a causa de que son nión, y hablar y obrar a plena luz.
pocas las cosas que estima; pero sa- y porque todo lo tiene en poco, ha-
be exponerse a grandes peligros. Y blacon franqueza y veracidad, sal-
cuando está en el riesgo, no escati- vo en lo que dice por ironía, pues
ma su vida, estimando indigno vivir en su trato con el vulgo es irónico.
a todo trance. El magnánimo no puede confor-
Siendo el magnánimo un hombre mar su vida a la de otro, a no ser
dispuesto a hacer beneficios, aver- que se trate de un amigo. Tal cosa
güenzase de recibirlos, pues aquello sería, propia de un esclavo, porque
es del superior, y estotro del infe- todos los aduladores son mercena-
rior. Y los beneficios recibidos los rios, y la gente baja es aduladora.
devuelve con exceso, porque así el El magnánimo. no es propenso :;t
bienhechor original contraerá una la admiración, porque nada es gran-
deuda ulterior y' quedará en condi- de para él. Ni tampoco recuerda el
ción de beneficiado. Además, los mal que se le ha hecho, porque no
magnánimos parecen acordarse an- es propio de un alma grande con-
tes del bien que han hecho que de servar el recuerdo de todo, y menos
los que han recibido -pues. el bene- si son ofensas, sino más bien desde-
ficiario es inferior al bienhechor, y ñarlas. No es amigo de hablar de
el magnánimo quiere ser superior-; nadie: ni de sí mismo hablará, ni de
y así, con placer escuchan hablar otro, porque nada se le da ni de que
de los primeros, y con desagrado de él sea alabado ni de que otrOs sean
los segundos. Por esta razón Tetis 4 vituperados. Y así como no prodiga
no menciona a Zeus los servicios que elogios, tampoco habla mal de los
ella le hizo, ni los lacedemonios los demás, ni siquiera de sus enemigos,
que hicieron a los atenienses, 5 sino como no sea para mostrar su des-
los que recibieron. preCio. De las cosas necesarias o
Es propio del magnánimo no ha- menudas jamás se lamenta o lassoli-
ber menester de nadie o apenas, sino cita, pues cualquiera de estas acti-
ser pronto en dar ayuda; así como tudes sería indicio de un ánimo afa-
ser altivo con los que están en dig- noso .. Es inclinado a procurarse las
nidad y prosperidad, y afable con cosas bellas e infructuosas más bien
los de mediana condición. Sobrepu- que las' fructuosas y útiles, por ser
jar a los unos es cosa difícil y excel c aquello más propio del que se basta
sa; pero fácil con respecto a los a sí mismo.
otros. Darse aires de superioridad El movimiento del magnánimo,
con los primeros no cuadra mal a segun se cree, debe ser lento; su
un hombre bien nacido; pero hacerlo voz grave; su hablar reposado. No
con los humildes es una vulgar in- tiene prisa, en efecto, el que por
solencia, tal como hacer alarde de pocas cosas se afana, ni es vehe-
su fuerza con los débiles. mente el que nada tiene por graIl-
. Es también propio del magnáni- de. La voz aguda y la velocidad vie-
mo no frecuentar lugares de moda, nen-de lo contrario. Tal es, pues, el
ni aquellos otros donde otros tienen magnánimo.
el primer rango. El magnánimo es El que peca por defecto es el ]:JU-
indolente y tardo, a menos que no silánime; el que peca por exceso, el
52 ARISTÓTELES
sos está en los hechos particulares mente y con los extraños, salvo en lo
y en la percepción sensible. Pero lo que respecta a guardar en cada caso
que es evidente por lo menos es la actitud adecuada, pues no es de-
que el hábito medio es laudable, bido mostrar la misma solicitud o el
pues conforme a él nos airamos con- mi~mo desagrado con los íntimos
tra quien debemos, y en lo que de- que con los extraños. En general,
bemos, y de la manera debida, y pues, como hemos dicho, tratará a
así en todo lo demás; y que los exce- todos como es debido, y refiriendo
sos y los defectos son censurables: sus actos a lo honesto y a lo conve-
levemente si son en lo pequeño, más niente, acertará en no causar pena
en lo mayor, vehemente en lo mu- o en comunicar contento.
cho. Evidente es, por tanto, que hay Concerniendo esta disposición, a lo
que atenerse al hábito medio. que parece, a los placeres y penas
Re aquí lo que teníamos que de- en las .relaciones sociales, todas las
cir sobre los hábitos relativos a la veces que a tal hombre no le sea
ira. honesto, o que le sea periudicial su-
marse al placer, expresará su repug-
VI nancia y preferirá' más bien causar
pena. Y asimismo, si su aquiescen-
En las reuniones y en la vida so- cia a la acción de otro le trae a éste
cial, así como en el intercambio de ' no pequeño descrédito o daño, y su
palabras y negocios, hay algunos que oposición un pequeño disgusto, en
quieren mostrarse tan obsequiosos, este caso no asentirá el primero, an-
que por dar contento alaban todas tes expresará su desagrado.
las cosas y a nada se oponen, antes De manera diferente tratará este
estiman un deber mostrarse sin eno- hombre a las personas de considera-
io con todos los que encuentran. ción y al común de las gentes, ·a los
Otros, al contrario, a todo ponen ob- m¡í.s conocidos de él y a los que lo
ieción, y no tienen cuenta alguna si son lÍ1en~, y lo mismo en cuanto a
en algo dan molestias, por lo que son las demás diferencias, dando a cada
llamados malhumorados y penden- clase el tratamiento debido; y por
cieros. más que de suyo prefiera dar con-
Que los hábitos dichos sean cen- tento y evite causar pena, no deiará
surables, ,no es dudoso, como tam- de guiarse por las consecuencias si
poco que el hábito medio en tales éstas son de mayor momento, a sa-
cosas sea laudable, pues conforme a ber la honestidad y la conveniencia.
él se aprueba y desaprueba laque y dará, además, pequeños disgustos
conviene y como conviene. Con to- por causa de un gran placer que
do, no se le ha dado nombre espe- haya de seguirse.
cial, pero se parece sobre todo a la Tal es, pues, el que ocupa el tér-
amistad, porque el hombre que co- mino medio y que no ha recibido
rresponde a este hábito medio es tal nombre especial.
como el que entendemos designar De los que siempre toman parte
cuando, con la adición del elemento en los placeres sociales, el que trata
afectivo, hablamos de un buen ami- de ser agradable no por otra cosa,
go. Pero tal hábito difiere de la amis- es el obsequioso. El que busca cómo
tad en que no implica pasión ni derivar alguna utilidad para sí rela-
afecto para con aquellos con quien tiva al dinero o a todo lo que con
trata, porque no por amistad o por el dinero se procura, es el adulador.
enemistad acepta cada cosa como El que en todo muestra enfado he-
debe, sino por ser ese hombre tal mos dicho que es el malhumorado
cual es. De la misma manera hará y pendenciero. Y los extremos pare-
lo mismo con los desconocidos y los cen oponerse particularmente entre
conocidos, con los que trata habitual- sí por ser anónimo el término medio.
ÉTICA NICOMAQUEA.-LIBRO IV 55
en su vida, por ser así él en su dis·
VII posición habitual.
Un hombre de esta especie puede
Casi en lo mismo se encuentra el pasar con razón por hombre de bien.
término medio opuesto a la fanfa- E! amigo de la verdad, el que es
rronería, y que tampoco tiene nom- veraz en cosas sin importancia, con
bre. mayor razón dirá la verdad en las
No será inútil examinar también cosas importantes, porque entonces
estas disposiciones. Conoceremos así evitará como una deshonra la menti-
mejor lo relativo al carácter moral ra, puesto que por sí misma la ha
si discurrimos por cada caso en par- evitado. Tal hombre es, pues, digno
ticular; y nos convenceremos de que de alabanza. Y más bien se inclina-
las virtudes son posiciones interme- rá a atenuar la verdad pareciéndole
dias si comprobamos que así es en esto más concertado por ser odio-
todos los casos. Y pues acabamos sas las exageraciones.
de describir los tipos que en la vida El que presume de más de lo que
social tienen por objeto de su trato tiene sin motivo ulterior, parece, cier-
el agrado o la molestia, hablemos to, un tipo ruin, pues de otro modo
ahora de los yeraces y de los ~ no se complacería en la mentira; sin
daces tanto en sus palabras como en embargo, más bien parece necio que
sus' aétos y en lo que hace a sus malo. Si miente por algún motivo,
pretensiones personales. como la gloria o el hónor, tal como
El fanfarrón parece ser .el que se 10 hace el fanfarrón, no es absoluta-
atribuye .cosas. ilustres' que no tiene mente censurable; pero si es por el
'o mayores de lo que son en realidad.. dinero o por todo 10 que tenga que
El disimulador, por lo contrario, nie- ver con el dinero es más repugnante.
ga las cualidades que posee o las ( N o es uno fanfarrón porque tenga
atenúa. El que ocupa el término de qué jactarse, sino por la elección
medio 'se presenta, tal cual es, veraz de la mentira; por el hábito que se
en su vida y su lenguaje, confesando tiene y por ser tal tipo de hombre,
las cualidades· que en él concurren, es uno fanfarrón.) Del mismo modo
sin aumentarlas ni disminuirlas. es uno embustero por complacerse
En cada uno de estos casos se en la mentira o por apetito de glo-
puede obrar por un motivo ulterior ria o de ganancia. Por tanto, los que
o por ninguno; pero cuando cada fanfarronean por causa de la gloria
hombre obra sin ulterior motivo, sus presumen de cosas que llevan con-
palabras, sus acciones y su vida res- sigo la alabanza o la felicitación; y
ponden a su carácter. Ahora bien, la los que lo hacen por lucro, fingen
mentira es en sí misma ruin y re- cualidades de que los <lemás pueden
prochable; la verdad, bella y lau- retirar provecho, y cuya falta puede
dable. De consiguiente, el veraz, que encubrirse, tales como ser adivino,
está en el término medio, es digno sabio o médico. Por esto la mayor
de alabanza; y al contrario, ambos parte de ellos aparentan todo eso y
mendaces lo son de censura, sobre alardean de ello, pues en esas cosas
todo el fanfarrón. Hablemos, pues, están las ventajas antes dichas.
de \cada uno de ellos, y primero del Los disimuladores irónicos que
veraz. atenúan sus propios méritos, son te-
No hablamos ahora del que se nidos por hombres de condición más
conduce con verdad en los contra- amable, pues no parecen hablar así
tos, ni en todo lo que atañe a la por motivo de lucro, sino porque
injusticia o a la justicia, por ser to- quieren evitar la ampulosidad. Las
do ello materia de otra virtud, sino gentes de esta especie rechazan so-
del que, sin haber de por medio bre todo cualquier celebridad, como
ninguno de tales intereses, se con- hacía Sócrates. Mas los que aparen-
duce con verdad en sus palabras y tan no tener aun las cosas pequeñas
56 ARISTÓTELES
74
ÉTICA NICOMAQUEA.-LIBRO VI 75
principio de ninguna acción moral. apetitiva o' apetito intelectual, y un
La prueba es que las bestias tienen principio semejante es el hombre.
sensaciones, y sin embargo no par- N ada de lo que ha sucedido es
ticipan de la acción moral. elegible; por ejemplo, nadie elige el
Lo que la afirmación y la nega- haber saqueado a Troya. La causa
ción son en el pensamiento son en de esto es que no puede deliberarse
la tendencia la prosecución y la fu- sobre lo pasado, sino sólo sobre lo
ga. En consecuencia, siendo lavir- futuro y contingente, porque lo pa-
tud moral un hábito electivo, y la sado no puede no haber sucedido.
elección un apetito deliberado, es Bien dijo, pues, Agatón:
menester, por éstos motivos, que la
razón sea verdadera y la tendencia De esto tan sólo está privado a un Dios:
recta si es que la elección ha de ser El hacer que no haya sido lo que una
buena y que las mismas cosas ha de [vez fue hecho. 1
aprobar la razón y perseguir la ten-
dencia. La verdad es, por tanto, obra
Ahora bien, esta especie de pen- de las dos partes intelectuales del
samiento y de verdad son de carác- alma; y los hábitos que mejor cali-
ter práctico, porque así como en el fican a cada una de ellas para al-
pensamiento teorético, que no es canzar .la verdad, serán para ambas
práctico ni productivo, su estado sus virtudes.
bueno o malo son la verdad y la
falsedad respectivamente (ésta es, I
en efecto, la función de todo lo que HI
es intelectual), así por el contrario,
el buen estado de la parte que es Comenzando, pues, como de nue-
práctica e intelectual consiste en la vo, tratemos desde su origen de es-
verdad concordante con la recta ten- tas virtudes.
dencia. El principio de la acción Sean en número de cinco las vir-
-hablo de la causa eficiente, de que tudes por las .cuales, afirmando o
procede el movimiento, no de la fi- negando, el alma alcanza la verdad,
nal- ~s la elección; y el de la elec- a saber: arte, ciencia, prudencia, sa-
ció~ es el apetito y el raciocinio en biduría, intuición. Por la conjetura
vista de un fin. Por esto es por lo y la opinión, en cambio, es posible
que no puede haber elección sin incurrir en error.
entendimiento y pensamiento, como Qué sea la ciencia -si hemos de
tampoco sin un hábito moral. La emplear el término - en sU sentido
práctica del bien, no menos que de exacto, sin dejarnos llevar por seme-
su contrario, no se dan en la esfera janzas- se hará patente- de lo que
práctica sin pensamiento y sin ca- va aseguir. Todos damos por su-
rácter. puesto que lo que sabemos con cien-
El pensamiento, por sí mismo, na- cia no admite ser de otra manera,
da mueve, sino sólo el pensamiento porque las co_sas que admiten ser de
dirigido a un fin y que es práctico. otra manera, cuando están fuera
Este es también el principio del pen- de nuestra vista, no nos permiten sa-
samiento productivo, porque todo el ber si son o no son. Así, lo que es
que hace algo lo hace en vista de objeto de ciencia existe de necesi-
algún fin, por más que el producto dad. Y por esta razón es eterno, por-
mismo no sea un fin absoluto, sino que todas las cosas que son por ne-
sólo un fin en una- relación particu- cesidad absoluta son eternas, y las
lar y de una operación particular. El cosas eternas son inengendrables e
acto moral, en <!ambio, es un fin en incorruptibles.
sí mismo, porque la buena acción es A más de esto, toda ciencia es
un .fin, y a este fin tiende el apetito. capaz, a lo que se cree, de ser en-
Así pues, la elección es inteligencia señada, y todo lo que es objeto de
ARISTÓTELES
'ciencia puede ser aprendido. Toda deraciones teóricas que venga a ser
enseñanza, por su lado, parte de co- alguna de las cosas que admiten
nocimientos previos (según decimos tanto ser como no ser, y cuyo prin-
en los Analíticos), 2 enseñando unas cipio está en el que produce y no
veces por inducción, otras por silo- en lo producido. No hay arte de las
gismo. La inducción es el punto de cosas que son o vienen a ser por ne- i
partida aun para el conocimiento de cesidad, ni de las que son o llegan
lo universal, mientras ,que el silogis- a ser por naturaleza, puesto qUe to-
mo procede de proposiciones uni- das ellas tienen en si mismas su prin-
versales. 'Hay rrincipios de loS cua- cipio.
les procede e silogiSmo, pero que Desde el momento' que el hacer y
no pueden probarse por silogismo, el obrar son cosas distintas, es for-'
sino que tienen que serIo por induc- zoso que el arte se refiera al qacer -
ción. y no al obrar. Y en cierto sentido
En conclusión, la ciencia es un son relativos a los mismos objetos
hábito demosb·ativo, con todos Jos el azar y el arte, como dice Aga-
demás caracteres definitorios que, le tón:
atribuimos en los Analíticos. 3 Cuan-
do quiera que alguno tiene una con- El arte' es amigo del azar; y el azar lo es
vicción de cualquier modo y le son del arte. 5
conocidos los. principios, sabe con
ciencia; pero si los principios no le p:l arte, es, de consiguiente, se~
son" mejor conocidos que la conclq- 10 que queda dicho, cierto hábito
sión, sólo por accídente tendrá la productivo acompañado' de. razan.
ciencia. Sea, pues, de este modo verdadera. ,Su.contrario, la inhaJillk
nuestra explicación en lo tocante a ªa-ª. aiti1iti9,a,es un háp!!oprod1,!c--
la ciencia. tivo acompañado de ra:z;on falsa. Urio
y otro ~e refieren a lo que adijiife'
IV ser de otra manera.
cada arte, llamando, por ejemplo, a dicina no es tampoco una para to-
Fidias 'un sabio escultor y a Poli- dos los seres. Ni hace al caso el ar-
cleto un sabio estatuario, no signifi- gumento de que el hombre es el
cando aquÍ otra cosa por sabiduría más perfecto de todos los vivient~,
sino la excelencia artística. A algu- porque hay otras cosas muy más
nos, con todo, los diputamos sabios divinas por su naturaleza que el
en general, no parcialmente ni en hombre, siendo las más visibles de
algún otro aspecto especial, como lo' entre ellas los cuerpos que integran
dice Homero en el Margites: 7 el sistema celeste.
De lo que queda dicho resulta cla-
No hicieron de él los dioses un experto ro que la sabiduría es ciencia e in-
en cavar ni en arar la tierra, tuición de las cosas más ilustres por
Ni sabio en ntra cosa distinta. naturaleza. Y así, de Anaxágoras y
Tales y de sus semejantes se dice
Así, es claro que el más riguroso que son sabios y no prudentes, pues
s.¡lber entre todos es la sabidürÍa. les vemos ignorantes de las cosas
~spreci~o, "pQr tanto, que el sa~i<? que les son provechosas, reconooién-
conozca no sólo las conclusiones de dose, en cambio, que saben de cosas
los principios, sino también que "al: superiores y m(lravillosas y arduas y
cance la' verdad' acerca de los prin- divinas, bien que sean inútiles, pues-
cipios. De suerte, pues, que la sá- to que no son los bienes humanos lo
oiduría será a l¡l par intuición y ~ que ellos buscan.
cia, como si fuese la ciencia de las 1,a prudencia, al contrario, tiene .
cosas más altas y cabeza de todo por objeto . las cosas humana"S y-so.:· .'
saber. bre las cuales puede deliberars~'::: y, .
Sería absurdo pensar que la cien- por esto decm:ws que la obra más
cia política o la prudencia moral sean propúi "del prudente es deliberar
el conocimiento más valioso, puesto Qj~n; pero nadie delibera sobre las
que el hombre no es lo más exce- cosas que no pueden ser de otro mo-
lente de cuanto hay en el universo. do ni que a ningún fin conducen,
Así como lo sano y lo bueno son fin que sea, además, un bien obte-
diferentes para los hombres y los pe- nido por la acción. El hombre de
ces, y en cambio lo blanco y lo rec- buen consejo, absolutamente hablan-
to son siempre lo mismo, así tam- . do, es el que, ajustándose a los cálcu-
bién todos dirán que lo sabio es lo los de la razón, acierta con lo mejor
mismo, mientras que lo prudente es de lo que puede ser realizado por
diver~o, porque en cada género de el hombre. .
seres se predica lo prudente del que La prudencia no es tampoco sólo
sabe mirar bien las cosas que le con- de 10 universal, sino que debe cono-
ciernen, y es a éste a quien ellas po- cer las circunstancias particulares,
drían confiarse. Y por esto dícese porque' se ordena a la acci(m, y la
de ciertas bestias que son prudentes, acción se refiere a las cosas par-
como de aquéllas que muestran po- ticulares. Por ello es por lo que al-
seer una facultad de prever las cosas gunos que no saben son más prác-
que atañen 'll su vida. ticos que los que saben. Si alguien
Es manifiesto, además, que no son supiese que las carnes ligeras son
lo mismo la sabiduría y la ciencia de fácil digestión y saludables, pero
política, ya que si hubiera de lla- ignorase cuáles son las ligeras, no
marse sabiduría al saber de las cosas produciría la salud, sino que más
provechosas' a cada uno, habría eIi- bien la produciría el que supiese que
tonces muchas sabidurías. Una sola la carne de las aves es saludable. La
no podría aplicarse a lo que es bue- prudencia, por tanto, es práctica;
no nara todos los vivientes, sino que así que es preciso poseerla en lo ge:
habría de ser diferente para cada es- neral y en lo particular, y más bien
pecie, río de otro modo que la me- en esto último. Aquí también, em-
ÉTICA NICOMAQUEA.-LIBRO VI 79
pero, debe haber una disciplina ar- interesarse en el bien de la familia
quitectónica. y en el bien de la república. Porque
es incierto y debe considerarse en
compañía de otros el modo como
VIII cada uno haya de administrar sus
intereses.
La ciencia política y la pruden- La prueba de lo que hemos dicho
cia son el mismo hábito, pero su está en el hecho de que los jóvenes
esencia no es la misma. De la pru" llegan a ser geómetras ymatemá-
dencia que se aplica a la ciudad, ticos y sabios en estas materias; pero
una, considerada como arquitectó- no hay uno, al parecer, que sea
nica, es la prudencia legisladora; la prudente. La causa de esto es que
otra,que concierne a los casos par- la prudencia versa sobre los hechos
ticulares, recibe el nombre común, particulares, que no lle~an .a cono-
y es la prudencia política. Esta es cerse sino por la expenenCIa, y el
práctica y deliberativa, porque el joven no tiene experiencia, porque
decreto es como lo último que debe el mucho tiempo es el que causa la
hacerse en el gobierno. Por esto experiencia.
sólo los que descienden a la prác- Podría también plantearse la cues-
tica se dice que gobiernan, porque tión de por qué el adolescente pue-
sólo ellos ejecutan acciones, como de hacerse matemático, pero no me-
los operarios en una industria. tafísico ni filósofo natural. ¿No- será
La prudencia es comúnmente en- porque las matemátícas son por abs-
tendida para denotar especialmente tracción, mientras que, en los otros
la que se aplica al individuo y a casos, los principios vienen de la
.uno solo; y es ésta la que usurpa el experiencia? ¿No es verdad que en
nombre general de prudencia. Pero aquellas disciplinas los jóvenes no
en aquellos otros casos se llama o tienen opinión formada, sino que re-
bien economía, o bien legislación, piten lo que oyen,' en tanto que la
o bien política, la cual es o delibe- esencia de los objetos matemátícos
rativa ojudiciariá. No hay duda que es para ellos suficientemente clara?
una de las formas del saber pru- 'Por otra parte, en la deliberación
dencial es conocer cada uno 10 que puede haber error ya sobre lo ge-
atañe a sí mismo; pero es una forma neral, ya sobre lo particular, al afir-
que difiere mucho de las otras. En mar, por ejemplo, que todas, las
concepto de prudente está el que aguas pesadas son' malas o que esta
sabe lo que le atañe y se afana en es pesada.
ello; pero de los políticos se cree Que la prudencia no es la ciencia,
que son unos entrometidos en todo, es patente. La prudencia es de lo
por lo cual dice Eurípides: último, como queda dicho, pues el
¿Fue prudente lo que hice, cuando me obrar se refiere a 10 último.
[fue posible, La prudencia se opone también a
Contado entre la multitud del ejército, la intuición. La intuición es de los
[compartir en el ocio límites, de los cuales ya no puede
La fortuna común? darse razón, mientras que la pru-,
En cuanto a los que aspiran muy alto dencia es de lo último, de lo cual
[y hacen mucho ... 8 no hay ciencia, sino percepción sen-
sible. Esta percepción, con todo, no
Buscan las gentes su gropio bien, es la de cada sentido en especial, sino
pensando que es esto lo que debe otra análoga a la que nos hace per-
hacerse. Y de esta opinión ha pro- cibir sensiblemente en matemáticas
<:edido que se tenga por prudentes que esta última figura es un trián-
a. quienes sólo persiguen su propio gulo, pues también aquí hay que
interés. Quizá, empero, no sea posi- detenerse. Esta última percepción,
ble asegurar uno su propio bien sin no obstante, tiene más de tal que la
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