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Los Profetas en El A.T
Los Profetas en El A.T
La acción política de los profetas se presta a las más variadas interpretaciones de los
exegetas, como se prestó también durante su vida a continuas contradicciones por parte
de sus contemporáneos. Esto es normal, dado que se trata de la actividad y existencia de
unos hombres que actúan como testigos y mensajeros de un Dios invisible. Lo que
ciertamente es cuestión indiscutible y adquirida es que la existencia y actuación de los
profetas no puede circunscribirse a un anuncio mesiánico y a la predicación de una
conversión espiritualista.
La profecía hebrea se extiende unos seis siglos (XI-V a. C.), en una notable
simultaneidad con la monarquía, hasta el siglo siguiente al destierro.
Para Mas Weber, la fuerza inmensa y única en su género que adquirió la profecía en
Israel fue debida a la debilidad de la monarquía, que no disponía del poder y recursos
represivos de los imperios contemporáneos. Ésta es una explicación posible, pero no
llega a la raíz. Habría que preguntarse por los motivos que impulsaron a hablar y a
actuar a los profetas, independientemente de que hubieran conseguido o no hacerlo.
Al ser preguntados los profetas por qué hablaban o actuaban, siempre aludían a la
llamada del Señor: "Yahvé ha hablado, ¿quién no profetizará?" (Am 2,8). Esta palabra
del Seño r que dirige su vida es la que informa toda su predicación. Esta palabra
concretísima es la de la total trascendencia de Dios, Señor de la historia, pero no ajeno a
ella, sino absoluto conformados de la misma. El modo como Dios había actuado hasta
entonces en la historia del pueblo ilumina la actuación de los profetas que se opondrán
sin descanso a las falsificaciones que se quieran introducir.
El carácter liberador del Dios del Éxodo con el que nace Israel, se vio reforzado por la
dimensión liberadora y revolucionaria que adquirió la conquista de la tierra y que se
plasmó en los dos siglos largos de la anfictionia (Jc 2,1.25 ), en la que no se reconocía
otro primado que el de Yahvé (Jc 8,23). Este triple factor antimonárquico sigue
influyendo más o menos conscientemente a lo largo de toda la monarquía. A pesar de
haber sido compuestos bajo la monarquía, nos han llegado textos profundamente
antimonárquicos con un fondo democrático. En los profetas, la situación del comienzo
seguía siendo la idealmente normativa, aun en aquellos, más identificados con la
monarquía, que no quieren derribarla pero sí infundirle el espíritu primero. Al avanzar
GREGORIO RUIZ
Esta trascendencia del único Señor, impone a la actuación profética dos matices
importantes: 1) El principio de la teocracia israelita se va superando en la medida que se
comienza a considerar a Yahvé no sólo como el rey de Israel sino como el Rey y Señor
de todos los pueblos. 2) La firme fe en este Dios y Señor de la historia, que puede
configurar el futuro, "un cielo y una tierra nuevos" -¡no sólo cielo!-, anima la esperanza
de los profetas. Por eso no aceptan las cosas como están, sino que colaboran a que este
dominio de Dios y salvación escatológica vayan realizándose ya en la tierra.
CARACTERISTICAS DE SU ACTUACIÓN
Gerhard von Rad ha visto en esto la distinción fundamental entre profetas verdaderos y
falsos. Los segun dos no atendieron a los signos de los tiempos. Jeremías contradice a
Jananías, el cual está repitiendo como un papagayo las mismas palabras que un siglo
antes pronunciara Isaías, porque ve que las cosas han cambiado y no pueden seguir
repitiéndose las mismas palabras sin peligro de falsearlas (Jr 28).
Someten la política a la luz del Dios que les conciencia interiormente. Exactamente lo
mismo que Mt 16,3, el único texto que nos habla de los "signos de los tiempos" y que
queda iluminado con Lc 12,56; se trata del tiempo de Jesús.
Relativizar posturas
Esta atención a los signos de los tiempos relativiza profundamente cualquier forma
posible de Estado, operando continuos cambios en su valoración, no solo a lo largo de
toda la profecía, sino dentro mismo de la vida de cada profeta.
Del Dios guerrero del Éxodo, del destierro y de la conquista, a la base de las primeras
manifestaciones proféticas, se pasará a las proclamaciones de no violencia de Isaías y al
pacifismo a ultranza de Jeremías. La monarquía será sentida ora absoluta, ora
carismática, ora enraizada en la dinastía de David, en una completa relativización de las
formas estatales: la dinastía de Jehú, aupada por Elíseo (2R 9) será condenada más tarde
por Oseas (Os 1, 4).
Isaías, que en un principio vio con simpatía el imperio asirio, cambiará completamente
su actitud al ver el desenfreno y la rabia que muestra como vencedor en el trato dado a
los pueblos vencidos (Is 10,5-15; 14,24-27). Del mismo modo, su actitud no violenta se
trocará en defensa agresiva de la ciudad; una vez liberada ésta, se volverá contra sus
paisanos que celebran la liberación tomándola como la definitiva, cuando de hecho no
se ha logrado la conversión del corazón (Is 22, 12-13).
La misma actitud encontramos en Jeremías. Ante la euforia nacionalista que surge por la
caída de Asiria y que se extiende hasta lo religioso con la reforma de Josías, criticará
durísimamente el Templo, símbolo del nuevo Estado reformado y seguro de sí mismo.
No aceptará la recompensa que le quiere dar Godolías, aunque su actitud es favorable a
Babilonia, porque para Jeremías el imperio babilonio no es un estado ideal.
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Dificultad de su misión
¿Cuál es la relación del profeta con el pueblo? La inclusión de los libros proféticos
concretos que conservamos fue obra del mismo pueblo, que reconocía siglos después la
verdad de aquellos profetas a quienes ellos mismos con frecuencia no habían entendido
o incluso habían perseguido. No debemos olvidar que la mayoría de esas
incomprensiones Y persecuciones vinieron de los que tenían el mando y no del pueblo
sencillo; con todo, son muy frecuentes las alusiones proféticas al pueblo de dura cerviz
(Jr 5, 4-5) : la soledad del profeta es fruto de una crítica que el pueblo no comparte (Jr
15, 20), los consejos de Isaías a Ajaz le hacían aparecer ante los demás como un
inmovilista, mientras que la actuación de Jeremías le presentaba como un antipatriota.
No es menos cierto que su intensa y continua predicación social profética tenía que
encontrar un eco profundo en el pueblo sencillo, que se identificaba con los profetas en
un régimen ideal, en el que rigiera una igualdad y libertad fundamentales. El profeta es
pionero solitario, odiado unas veces, admirado otras, pero concientizador siempre en
avance de anhelos del pueblo. Esta misión es realizada por los profetas con una actitud
de sinceridad y de respeto.
La sinceridad les lleva a responder siempre a las preguntas que el entorno social crea en
ellos y en sus contemporáneos con opciones determinadas. Rehuir la respuesta es decir
que sí a situaciones de hecho posiblemente opresoras. Gozan de una radical libertad: sin
ningún interés personal en juego, dominados sólo por Dios que los posee, y esta
aparente falta de libertad es la fuente de su libertad total.
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Esto les lleva a respetar otras libertades y nunca intentarán forzarlas si no es con la
mera palabra, a la que cada cual será libre de dar o no oído. Así podría explicarse que no
movieran fuerzas revolucionarias ni se aliasen con las existentes en el país, como era la
del 'am ha'ares o "pueblo del país", especie de Parlamento popular (2 R 11,4-20; 21,23;
23,2433 ), constituido por los poderosos e influyentes propietarios del país (Ez 22,29),
que colaboraba en la destitución o encumbramiento de los monarcas. A pesar de la
enorme familiaridad e influencia que ejercían con el rey y en palacio, y de que algunos
notables estaban a su favor (Jr 26, 17.24), se puede concluir que existe en los profetas
una identificación profunda con los desheredados y explotados, de los que se convierten
en abogados defensores. Quizás sea éste un motivo más para que jeremías acepte a
Nabucodonosor, del cual esperaba que realizaría el reparto de tierras, cosa que ocurrió
(Jr 39,9s).
¿Utópicos?
Se acusa a los profetas de haber sido unos utópicos, Es evidente el carácter demasiado
escatológico de textos como Is 9, 1-7; 11; 32,16-18; Jr 32, 36-44, así como sus
añoranzas de tiempos antiguos nómadas o de incipiente agricultura, que parecen estar en
la base de sus críticas contra el inevitable progreso y apertura al comercio y a la
industria realizados por la monarquía. Intervenciones como la de Isaías pidiendo a Ajaz
desconfiar de toda alianza con las nacio nes y de fiarse sólo de Dios (Is 28, 14ss; 29,13ss
), o la de Jeremías exigiendo la deposición de las armas ante el enemigo, están llenas de
fe en Dios y faltas del realismo que lleva consigo toda acción política.
Sin embargo, no puede olvidarse que esa misma esperanza escatológica, que parece
trascender la realidad, es la fuente de su postura crítica. Les hace mantenerse
descontentos y críticos ante las realidades presentes y actuar en la sociedad como
imperturbables revisionistas. Creer que la utopía se opone necesariamente a la actividad
política concreta, es olvidar que los grandes revolucionarios se han alimentado siempre
de grandes raciones de utopía que les animaba a su continua acción y con la que sacaban
a sus contemporáneos del realismo contemporizador con el que se contentaban y
resignaban.
También habría que preguntarse si de verdad resultaban una pura utopía las visiones y
consejos proféticos de un Isaías y un jeremías y no fueron más bien los utópicos
aquellos reyes que creyeron en la omnipotencia de Nínive o de Egipto, o en la fuerza
ridícula de su propio ejército a costa de los pequeños propietarios y contribuyentes. La
historia daría la razón a los profetas. La profunda fe esperanzada en Yahvé les permitía
superar el fanatismo nacionalista, y les disponía al cambio y a la relativización,
capacitándoles para la percepción de injusticias más de lo que pudieron estar los que se
encontraban condicionados por el poder.
PROFETISMO Y CRISTIANISMO
Son evidentes las correcciones que la contrastación Israel-Iglesia impone. Los profetas
se desenvuelven en un régimen teocrático, mientras que las negativas de Cristo a un
mesianismo estrictamente temporal deben seguir conformando la actuación de su
Iglesia. Por otra parte, lo profético se identifica tan por esencia con el carisma del
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individuo que, aun sin admitir la total contraposición de institución y carisma, hay que
reconocer que la traducción en su totalidad del compromiso y denuncias proféticas al
individuo es más unívoca que su traducción a la institución, si bien el carácter profético
de ésta siga exigiendo claramente el ejercicio, al menos decidido y valiente, de la
denuncia.
Incluso los pasajes que este autor comenta son susceptibles de una interpretación
opuesta a la dada por él. Así, por ejemplo, el episodio del tributo al César no es un
argumento unívoco de que nada tiene que ver la Iglesia con el ordenamiento temporal
(pp 83-87). Para los oyentes de Jesús, está lo suficientemente impreso en la memoria el
texto de Gn 1,27 sobre el hombre como imagen de Dios, para que la alusión a la imagen
de la moneda deje claro el apotegma de Jesús: Dad al César lo que es imagen suya (el
dinero y todo lo que se le parece), pero dad solo a Dios lo que es su imagen -la persona
humana misma. Todo lo que en los cristianos hay de denuncia y protesta valiente en
favor de la libertad y dignidad de la persona humana, encuentra motivo y norma en esta
frase de Jesús.
Igualmente, del análisis de las tentaciones (pp 62-66) deduce la oposición de Jesús a
todo "temporalismo". Pues no. La tentación de dominar los reinos es de triunfalismo, no
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La Iglesia no deberá aliarse con ningún sistema político; cierto. Y en este sentido tiene
mucho que aprender de las recomendaciones de Isaías a Ajaz. Pero no es menos verdad
que la actuación profética que Cristo continúa es un ejemplo vivo de cómo surgirá
inevitablemente de su anuncio y de su denuncia una confrontación política que no deja
de ser real y muchas veces dolorosa, aunque su programa (como también el sermón del
monte) pareciera utópico y alejado de la realidad.
No fue a pesar de, sino por causa de su vocación como los profetas intervinieron con
sacrificio, libertad y decisión en la sociedad de su tiempo. "Yahvé ha hablado, ¿quién
puede no profetizar?