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Juan Facundo Quiroga

Juan Facundo Quiroga nació el 27 de noviembre de 1788 del matrimonio entre José Prudencio
Quiroga y de Rosa Argañaraz, oriunda de los Llanos. Su padre fue un
hacendado sanjuanino que migró a la norteña La Rioja, estableciendo su estancia en el sureste,
en la zona llamada Los Llanos,1 y que varias veces ejerció como comandante de las milicias de
la zona.

Su educación fue relativamente buena, para las oportunidades que ofrecía la provincia.2

Hacia 1815 viajó a Buenos Aires, donde recibió alguna formación militar por un breve período.

En 1817 contrajo matrimonio con Dolores Fernández Cabezas con quien la unía un parentesco.
Tuvieron cinco hijos llamados: Juan Ramón, Jesusa (María del Corazón de Jesús), Juan Facundo,
Mercedes y José Norberto.

Ese mismo año fue nombrado jefe de las milicias de la comarca, con el grado de capitán. 3 y
participó en las luchas por la independencia organizando milicias, persiguiendo desertores y
enviando ganados al Ejército del Norte y al Ejército de los Andes. En particular, colaboró con el
comandante Nicolás Dávila, segundo jefe de la columna del Ejército de los Andes que
liberaríaCopiapó.

Según su enemigo –y lejano pariente– Domingo Faustino Sarmiento,4 Facundo Quiroga


comenzó a ser famoso por dos hechos: encontrándose a campo traviesa fue perseguido por un
«tigre» o yaguareté que le obligó a tomar refugio en la copa de unalgarrobo, auxiliado por
unos gauchos, Quiroga mató al «tigre» y recibió el célebre apodo, «el tigre de los Llanos». La
mayoría de los historiadores desdeñan el hecho, considerándolo una invención del novelista.

El otro hecho ocurrió en el año 1819, en la ciudad de San Luis, donde permanecía prisionero
por una causa menor —acaso una riña— junto a más de una veintena de altos
oficiales realistas.5 Cuando los jefes realistas, según las crónicas independentistas, se
amotinaron, Quiroga los enfrentó y mató a varios de ellos, usando como maza los
mismos grillos que llevaba puestos. Aquel terrible suceso se conoció, desde ese entonces,
como la sublevación de los prisioneros de San Luis, en donde fue muerta gran parte de la alta
oficialidad realista del Reino de Chile.6

Gobernador provisional de La Rioja[editar]

Hasta entonces el poder en el territorio de la provincia de La Rioja se encontraba disputado


por dos antiguas familias terratenientes, los Ocampo y los Dávila. En esa contienda, Quiroga
apoyó al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo. Cuando la provincia fue invadida por los
«Auxiliares de los Andes» venidos desde la provincia de San Juan, participó en el combate de la
Posta de los Colorados, en que las fuerzas riojanas fueron vencidas. Quiroga se retiró a los
Llanos, mientras la capital de la provincia era ocupada por los invasores, y regresó al frente de
80 hombres, con los que derrotó al coronel Francisco Aldao el 16 de octubre de 1820, en
el combate de La Rioja. A continuación desconoció la autoridad de Ocampo e hizo que la
legislatura eligiera gobernador a Nicolás Dávila. Reforzó su poder militar incorporando a los
«Auxiliares de los Andes» a sus fuerzas.

Sin embargo, luego de acceder al gobierno provincial, los Dávila desconfiaron de Quiroga por
el prestigio que éste había obtenido entre la población. Tras eliminar en un duelo a Miguel
Dávila en la batalla de El Puesto, Facundo Quiroga accedió provisionalmente al gobierno
provincial. Si bien renunció a éste unos meses después, desde entonces se mantuvo como el
caudillo indiscutido de los riojanos.

El caudillo federal contra el gobierno nacional unitario[editar]

Establecido el gobierno federal, aumentó su fortuna mediante la concesión obtenida del


gobierno local, en conjunto con los grupos riojanos y porteños, para explotar las minasde
cobre y plata de la región, y de esta manera poder acuñar moneda propia en 1821 hasta 1823,
de estilo macuquina y de diferentes denominaciones —1/2R; 1R; 2R y de 4R—
en 1824 empezó a copiar el formato de las del año XIII, y debido a su gran éxito y aceptación
riojana, trascendió las fronteras provinciales, extendiéndose a todas lasProvincias del Río de la
Plata (1824 – 1837), también de diferentes denominaciones —reales y soles de plata: 1R; 2S;
4S; 8R, y escudos de oro: 2E; 8E—.

Hasta ese momento, Facundo era un militar destacado con cierta inclinación a imponer su
voluntad sin consideraciones, pero de ninguna manera un caudillo violento o sanguinario,
como lo sería posteriormente. Su táctica principal era simular una carga para luego retirarse,
tentando al enemigo a perseguirlo para luego dar vueltas y plantarles cara mientras una tropa
de reserva atacaba al adversario por la retaguardia. La uso siempre y siempre le funciono
excepto con Paz.7 Tampoco se inclinaba decididamente hacia el federalismo ni hacia el
unitarismo. Más tarde declararía que era unitario por convicción, pero que se hizo federal
porque ésa era la voluntad de los pueblos. Pese a que lideró la provincia durante más de una
década, y tuvo decisiva influencia en las provincias vecinas durante muchos años, sólo fue
gobernador oficial de su provincia de La Rioja unos cuatro meses.

Cuando el ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia,


concedió a inversores británicos esas minas, sobre las cuales ese gobierno no tenía derechos,
Quiroga se alineó con los enemigos de los porteños, en defensa de sus empresas mineras.

También consideró que la autonomía de su provincia se veía perjudicada por la leva forzada
realizada por el coronel Gregorio Aráoz de La Madrid en Tucumán y Catamarcapara la Guerra
del Brasil.

Por último, consideró lesivo a la Iglesia Católica el tratado realizado por el gobierno de Buenos
Aires (como encargado de las relaciones exteriores del conjunto de las  Provincias Unidas)
con Gran Bretaña, por el cual se establecía la libertad religiosa. Por esas tres razones decidió
tomar partido en la lucha entre unitarios —partidarios de un gobierno central y liberal fuerte
establecido en Buenos Aires— y federales. En más de una oportunidad llevó al frente de sus
tropas una bandera negra con la inscripción «Religión o Muerte», como manifestación de
oposición a la política religiosa liberal de Rivadavia. De Facundo ha llegado la historia oral
según la cual era un devoto cristiano católico que todos los días leía alguna parte de  La Biblia.
Estaba asesorado por fray Pedro Ignacio de Castro Barros, quien había sido diputado por el
cabildo de La Rioja durante elCongreso de Tucumán en el año 1816.

Por su parte, Rivadavia fue electo presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata por
el Congreso General de 1824, aunque, inicialmente, sin una constitución que lo avalara. Su
política fue decididamente centralista y pretendió imponer su voluntad por la fuerza a los
gobiernos provinciales opositores despreciando a los caudillos como Quiroga; esto y las
actividades punitivas contra los federales del general tucumano unitario Aráoz de La Madrid
hizo que, durante plena guerra Guerra del Brasil, cuando Argentina requería el máximo de
cohesión, Quiroga se encontrara forzado a liderar la rebelión de las provincias del interior ante
el centralismo porteño. De modo tal que se negó a enviar tropas y víveres para hacer frente a
la guerra contra el imperio brasileño que había invadido la Provincia Oriental del Uruguay.
Iguamente se dedicó en continuar con la guerra civil en el interior a fin de imponer gobiernos
afines a su causa.8

En la provincia de Catamarca estuvo por iniciarse un enfrentamiento interno en 1825, entre el


gobernador Gutiérrez y los partidarios del ex gobernador Eusebio Gregorio Ruzo, entre
quienes se encontraban los Molina, Soria, Correa y Acuña, que se pudo evitar por la mediación
de Quiroga, el cual figuró como garante entre el gobernador Manuel Antonio Gutiérrez y sus
opositores. Pero Gutiérrez violó el acuerdo, reiniciando la guerra civil y provocando la
intervención del caudillo riojano en su contra. Éste invadió Catamarca y —tras breve
resistencia— lo derrocó con el apoyo de fuerzas enviadas por el caudillo cordobés Juan
Bautista Bustos y el santiagueño Juan Felipe Ibarra, colocando en el poder al licenciado Pío
Isaac Acuña.

El gobernador depuesto llamó en su ayuda a Lamadrid, que se había apoderado del gobierno
de la provincia de Tucumán. Éste invadió Catamarca y repuso a Gutiérrez en el gobierno
catamarqueño.

Quiroga marchó nuevamente sobre Catamarca, expulsó a Gutiérrez, repuso en el mando a


Acuña y siguió camino hacia Tucumán. Casi en el límite entre ambas provincias, Quiroga
derrotó a Lamadrid en la batalla de El Tala, el 27 de octubre de 1826; creyendo que Lamadrid
había muerto, Quiroga dio por terminada la campaña.

De allí pasó a San Juan, donde aseguró el poder para el partido federal, colocando en el
gobierno a un pariente suyo. Ese mismo año de 1826, el Congreso sancionó unaconstitución
unitaria, que fue rechazada por la mayor parte de las provincias. Sólo Salta y Tucumán
aprobaron esa constitución. El enviado por el Congreso para presentar la constitución a
Quiroga encontró a éste en San Juan, recostado sobre su recado en un campo de alfalfa, bajo
un toldo de cuero. Sin levantarse, garabateó en la primera hoja«Despachado» y envió al
diputado porteño de regreso a Buenos Aires.

Cuando supo que Lamadrid había sobrevivido y que nuevamente ocupaba el gobierno de
Tucumán, además de reponer a Gutiérrez en el de Catamarca y de invadir Santiago del Estero,
volvió a salir a campaña: pasando por Santiago del Estero y reuniendo a las suyas las fuerzas de
su gobernador, Juan Felipe Ibarra, se dirigió sobre Tucumán. Allí derrotó por completo a
Lamadrid en la batalla de Rincón de Valladares, el 6 de julio de 1827. Impuso una fuerte
contribución a la provincia para resarcirse de los gastos que le habían obligado a hacer. Como
la legislatura se negó al pago de esa indemnización, le escribió:

«… si no se me satisface antes de las dos horas de este día, me haré pagar, no la suma de
24.000 pesos, sino todos los gastos que he hecho, y todas las pérdidas que he sufrido en mis
negocios. Cuidado, pues, no haya equivocación. Las generosidades tienen sus límites… pasada
la hora mencionada, sin haber recibido la pequeña suma que pido, empezaré a hacer sentir
inmediatamente los estragos de la guerra.»

Ante la amenaza cobró lo exigido sin problemas y colocó un gobierno federal en Tucumán. La
batalla de Rincón aceleró la renuncia del presidente Rivadavia al gobierno nacional, y desde
entonces controló la política de las provincias de Cuyo, La Rioja y Catamarca, y tuvo una fuerte
influencia sobre Santiago del Estero y Córdoba.
Las derrotas de La Tablada y Oncativo[editar]

En 1829, el general unitario cordobés José María Paz invadió la provincia de Córdoba y derrocó


a su gobernador, el caudillo federal Juan Bautista Bustos. Este llamó en su auxilio a Quiroga,
que reunió fuerzas de las provincias que controlaba e invadió Córdoba. Esquivando al ejército
de Paz, que había salido a enfrentarlo, logró tomar la capital de la provincia. Pero, para evitar
sufrimientos a la población, la abandonó para enfrentar a Paz en la batalla de La Tablada, del
22 de junio. La superior capacidad de Paz para manejar su artillería decidió la batalla en su
favor. Paz venció un efecto de guerra psicológica en sus principales encuentros con Quiroga ya
que las huestes de Quiroga -debido a su carácter aguerrido- llegaron a ser mitificadas como
«capiangos» (seres mitad hombres mitad tigres -o yaguaretés-).9

Al día siguiente, cuando Paz regresaba a la ciudad, fue nuevamente atacado por Quiroga, en lo
que, según expresión del propio Paz, fue

«… la operación militar más arrojada de la que he sido testigo o actor en mi larga carrera… Me
he batido con tropas más aguerridas, más disciplinadas, más instruidas, pero más valientes,
jamás.»

Quiroga fue nuevamente derrotado y tuvo que huir a su provincia.

En esta célebre batalla formaba parte, por su valentía y lealtad, de la escolta personal de
Facundo Quiroga el entonces jovencísimo Ángel Vicente Peñaloza (más conocido por su apodo:
El Chacho).

Al llegar a La Rioja, encontró que algunos personajes estaban festejando su derrota. Hizo
fusilar a diez personas y ordenó que toda la población de la ciudad se trasladara a los Llanos
con sus haciendas y destruyera todo lo que no se podían llevar. A partir de ese momento,
Quiroga fue realmente el Tigre. Varios de sus enemigos, como La Madrid, fueron tan crueles
como Quiroga. El mismo Paz hizo fusilar a varios prisioneros de La Tablada y envió
expediciones a «pacificar» las sierras de Córdoba, que se saldaron con muchos federales
fusilados.

Quiroga decidió volver a enfrentar a Paz. Le escribió una larga carta en que le decía que

«…las armas que hemos tomadas en esta ocasión no serán envainadas sino cuando haya una
esperanza siquiera de que no serán los pueblos nuevamente invadidos. Estamos convenidos en
pelear una vez para no pelear toda la vida. Es indispensable ya que triunfen unos u otros, de
manera que el partido feliz obligue al desgraciado a enterrar sus armas para siempre.»

A continuación invadió Córdoba por segunda vez, dividiendo sus tropas en dos columnas; una,
bajo su mando directo, avanzó desde San Luis por el sur, mientras la otra, mandada por el
gobernador riojano Benito Villafañe, marchaba por el norte. Paz decidió salirle al cruce a
Quiroga. El gobernador porteño Juan Manuel de Rosas envió dos mediadores a tratar de evitar
la batalla, pero el hábil estratega Paz los utilizó para engañar a su enemigo: los envió a su
campamento e inmediatamente avanzó hacia el ejército federal. Creyendo que todavía estaba
en vigencia una tregua, Quiroga fue sorprendido y derrotado el 25 de febrero de 1830, en
la batalla de Oncativo (llamada también de laLaguna Larga).

Quiroga huyó hacia Buenos Aires, mientras Paz invadía las provincias que el riojano había
dominado y formaba la Liga Unitaria o Liga del Interior, de la cual Paz era el jefe militar y
político. Rosas lo hizo recibir como a un vencedor, pero permaneció en la casa de su socio
Costa, alejado de las cuestiones militares.

La victoria federal[editar]

El general Lamadrid, que no había podido enfrentar a Quiroga en la batalla, fue nombrado
gobernador de La Rioja, mientras Villafañe se exiliaba en Chile. Lamadrid se dedicó a perseguir
a los federales y fusilar a decenas de ellos. También a saquear los bienes de Quiroga, entre
ellos, los «tapados» de dinero (bolsas enterradas en medio del campo, en lugares conocidos
sólo por el dueño), a los que accedió por medio del soborno y la tortura. Lamadrid obligó a la
madre de Quiroga a barrer la plaza de La Rioja cargada de cadenas.

En respuesta, Quiroga decidió volver a la lucha que había abandonado: pidió a Rosas fuerzas
con que regresar a la lucha. Dado que el gobernador porteño junto al santafesino Estanislao
López estaban invadiendo Córdoba, sólo pudo poner a su disposición unos 450 delincuentes y
vagos de la cárcel. Facundo los entrenó con cuidado y pronto los convirtió en soldados.

A principios de 1831, Quiroga avanzó por el sur de Córdoba hacia Cuyo. En el camino se le
unieron varios soldados desertados del ejército de Paz en la batalla de Fraile Muerto.10 Ocupó
la villa de Río Cuarto después de una violenta batalla, y poco después derrotó sobre el río
Quinto al coronel Juan Pascual Pringles, que fue muerto por un oficial ante quien no se quiso
rendir. El coronel Pringles, héroe de la campaña del general José de San Martín al Perú, era
muy respetado por Quiroga, que gritó al oficial que lo había matado:

«¡Por no manchar con tu sangre el cadáver del valiente coronel Pringles, no te hago pegar
cuatro tiros ya mismo! ¡Cuidado, otra vez, miserable, que un vencido invoque mi nombre!»

Pocos días después enfrentaba en Mendoza al gobernador José Videla Castillo en la batalla de


Rodeo de Chacón, del 22 de marzo de 1831. Quiroga dirigió la batalla desde el pescante de una
diligencia, señalando lo que quería mostrar con una cañita: el reuma no le permitía montar.
Con esta victoria consiguió el control de San Luis y Mendoza, mientras sus partidarios
recuperaban San Juan y La Rioja.

Unos días más tarde, recibió la noticia de que su mejor amigo, el general Villafañe, había
intentado regresar desde Chile. Pero en el camino se había cruzado con un oficial unitario que
lo había asesinado.11 Perdió los estribos, y cometió el acto más monstruoso de su carrera:
mandó fusilar a todos los prisioneros de Río Cuarto y de Rodeo de Chacón que estaban en el
cuartel: en total, veintiséis muertos. Fue el único asesinato en masa que ordenó Quiroga, a
pesar del mito establecido por Sarmiento, de que mataba gente cada vez que le venía en gana.

Por su parte, Paz fue capturado por las fuerzas de Estanislao López, y el mando pasó a
Lamadrid. Éste se retiró a Tucumán, para hacerse fuerte en su propia provincia. Hasta allí lo
fue a buscar Quiroga, que lo venció (por tercera vez) en la batalla de La Ciudadela, el 4 de
noviembre de 1831. Esta batalla terminó con la Liga Unitaria.12

Estando en Tucumán, envió a la esposa del general Lamadrid -quien se encontraba refugiado
en Bolivia– a su encuentro, sin molestarla y con escolta oficial; también le envió una carta,
recordándole el trato que él había dado a su madre. La terminaba con una despedida digna de
su autor:

«¡Adiós, general, hasta que nos podamos juntar para que uno de los dos desaparezca!, porque
esta es la resolución inalterable de su enemigo Facundo Quiroga.»
El gesto que tuvo Quiroga fue siempre tenido en cuenta por el general Lamadrid quien, al
enterarse que Quiroga había permitido el viaje de su familia le contestó:

«…Usted general podrá ser mi enemigo cuanto quiera, pero el paso que ha dado de mandarme
a mi familia la cual espero con ansia, no podré olvidarlo jamás».

Ideas constitucionales de Quiroga[editar]

El control de la Confederación Argentina pasó a estar en manos de los federales. En particular,


de Rosas, López y Quiroga. Mientras Rosas logró mantener buenas relaciones con ambos,
Quiroga y López comenzaron a tener problemas. En primer lugar, Quiroga pretendía tener
algún derecho sobre Córdoba, donde López había nombrado gobernador a un federal de su
mayor confianza, José Vicente Reinafé, que junto con sus hermanos formaba un clan que
gobernaría la provincia por algo más de tres años. También tuvo problemas por un caballo,
que había sido de Facundo pero estaba en poder de López.13

Quiroga pasó los siguientes años en Buenos Aires, donde desempeñó un papel relevante: allí
se debatía si el país debía darse o no una Constitución federal. Quiroga era partidario de una
rápida organización nacional, pero otros caudillos —especialmente Rosas— no estaban de
acuerdo, ya que sostenían que aún debía esperarse a que maduren las condiciones.14

Las ideas constitucionales de Quiroga aparecen expuestas en la carta que le enviara a Pío Isaac
Acuña, destacado dirigente del partido federal catamarqueño, presidente de laSala de
Representantes y gobernador delegado de esa provincia:

«Señor Don Pío Isaac Acuña. San Juan, noviembre 1° de 1833.»


«Mi apreciado compatriota:
He recibido la estimada carta de Ud. de fecha 8 de octubre pasado, cuyo contenido se reduce a
preguntarme sobre la constitución particular que debe darse a esa provincia. Reconozco
agradecido los conceptos con que me honra en su mencionada carta, pero me permitiré
decirle que, aún cuando yo fuese capaz de dar consejo sobre las hechuras de las leyes
constitucionales, no lo podría hacer ciertamente sin contradicción de los mismos principios de
libertad por que he combatido. Es muy necesario que los pueblos hagan la constitución
peculiar que caracteriza los derechos sociales, y arregle su régimen institucional para poder
arribar a formar, de este elemento, la constitución nacional. Pero también es un principio que
estos códigos deben ser exclusivamente obra de las legislaturas, sin la más pequeña ingerencia
de los hombres de mi profesión. El militar debe obedecer y defender las leyes; no dictarlas. Así,
pues, a la representación de esa provincia incumbe el trabajo de formar la particular
constitución de ella. Y como de quien es exponer, es también quitar los errores que la práctica
y la experiencia manifiestan, pueden sinceramente corregirse. Pues la primera garantía de una
constitución liberal consiste en poderse variar y restringir siempre que la razón y la justicia lo
demanden. Conozo las dificultades que en todos los pueblos se tocarán por la falta de luces y
de recursos, pero es superable cuando se trabaja con buena fe en favor del bien general. Los
varios códigos que se han dado en las legislaturas de las demás repúblicas, y los que han salido
de la nuestra, aunque no hayan tenido efecto, sirven para descubrir las cosas que deben ser
objeto de la constitución; o enseñar, al menos, el sistema de organización. Y lo demás debe
hacerlo el conocimiento práctico del país, sus necesidades y sus relaciones.»
«Ninguna otra cosa me es lícito decir a Ud. sobre la materia, sin aventurar el carácter de la
libertad que debe marcar los pasos de esa Legislatura. Concluyo, pues, repitiéndome
reconocido a su afecto, y protestando el que me anima por la benemérita provincia, cuya
felicidad desea este su compatriota muy afecto que besa su mano. Juan Facundo Quiroga»15
La Campaña al Desierto[editar]

Nominalmente Quiroga fue el comandante de la Campaña al Desierto que el exgobernador


Rosas emprendió contra el indio en el año 1833. Pero, en la práctica, la llevaron a cabo el
gobernador de Mendoza, José Félix Aldao, los gobiernos de San Luis y Córdoba, y el propio
Rosas, que fue quien más provecho obtuvo con la misma.

Los hermanos Reinafé[editar]

El comandante de la columna del centro, José Ruiz Huidobro, era un oficial que había
acompañado a Quiroga en su campaña de 1831, y al regresar intentó derrocar a los Reinafé.
Pero fue derrotado por la rápida reacción de éstos, y pagó con varios meses de cárcel su
intento. Dado que era evidente que detrás de Ruiz Huidobro estaba Quiroga, los Reinafé
decidieron que éste era un peligro para ellos. Era, además, un adversario peligroso para su
jefe, Estanislao López.

En Buenos Aires, Quiroga se dedicó a la administración de la estancia que compró en San


Pedro. En esa misma zona viven aún sus descendientes, entre los cuales varios heredaron su
nombre completo de Facundo Quiroga. Durante su estadía fue el único que se atrevió a visitar
al expresidente Bernardino Rivadavia en el buque en que llegaba de vuelta, al que no se
permitió desembarcar y se envió de regreso al exilio.

El crimen de Barranca Yaco[editar]

A fines de 1834 estalló una guerra civil entre las provincias de Salta y Tucumán, cuyos
gobernadores, Pablo Latorre y Alejandro Heredia, se habían enemistado por la autonomía de
la provincia de Jujuy. El gobernador porteño Manuel Vicente Maza envió a mediar al general
Quiroga, con instrucciones especialmente escritas para él por Rosas, que lo acompañó un
tramo del viaje.16

En el viaje de ida, varios amigos le avisaron que los Reinafé querían matarlo; pero desoyó los
avisos y siguió camino sin problemas. Al llegar a Santiago del Estero se enteró de que la guerra
civil en el norte había finalizado y que Latorre había sido asesinado. Se dedicó a mediar para
lograr una serie de tratados entre las provincias del norte, entre cuyas cláusulas figuraba la
autonomía jujeña.

Iniciado su camino de regreso a principios del año siguiente, tuvo nuevos avisos sobre que
había planes para asesinarlo. Pero tal vez tenía más miedo a pasar por cobarde que a la
muerte. El 16 de febrero de 1835, una partida al mando del capitán de milicias
cordobés Santos Pérez emboscó su carruaje en los breñales de un lugar solitario
llamadoBarranca Yaco, en el norte de la provincia de Córdoba. Quiroga se asomó con tono
envalentonado (algo que le había dado buen resultado en las batallas) por la ventana de la
galera exclamando

«¿Quién manda a esta partida?»

siendo -como toda respuesta- muerto de un tiro en un ojo por Santos Pérez. Su cuerpo fue
luego tajeado y lanceado, y todos los demás miembros de la comitiva fueron asesinados
también. Entre ellos se contaba su secretario, el exgobernador de la provincia de San Luis, José
Santos Ortiz y un niño.
Asesinato de Facundo Quiroga.

El cuerpo de Quiroga fue inhumado en la Catedral de Córdoba.Se lo trasladó en 1946 a la


bóveda de los Quiroga en Recoleta. En 2007 un grupo multidisciplinario que ingresó al
subsuelo halló el cajón de bronce que guarda su esqueleto de pie dentro de una pared lateral.
Los familiares no permitieron abrir el ataúd, para poder así comprobar si a sus pies, como se
sabe de tradición oral, reposan los huesos de su esposa.

Consecuencias de Barranca Yaco[editar]

El 8 de enero de 1836, la viuda de Quiroga reclamó el cadáver de su esposo. Rosas envió a su


edecán, el coronel Ramón Rodríguez, quien buscó y regresó de Córdoba a Buenos Aires con sus
restos mortales en medio de una gran pompa y en una imponente carroza pintada toda de rojo
punzó, el color federal de uso obligatorio impuesto por el gobernador porteño.

El gobierno decretó honras fúnebres, el 7 de febrero el cadáver de Quiroga fue depositado en


la iglesia de San José de Flores, el 19 de febrero de 1836 sus restos fueron homenajeados en
la iglesia de San Francisco y luego trasladados al Cementerio de la Recoleta.

Tumba de Facundo Quiroga en elCementerio de la Recoleta.

Al saberse quién había sido el asesino, Rosas aprovechó el cargo sobre el asesinato de Quiroga
recayéndolo sobre los hermanos Reinafé. Éstos fueron derrocados y ajusticiados unos años
más tarde junto a Santos Pérez. Los opositores a Rosas lo acusaron de estar tras el
homicidio.17 Tal vez fue asesinado por venganza, pero también para favorecer a Estanislao
López; si fue así, el plan fracasó por completo: López perdió el control de Córdoba y Entre Ríos,
y también mucho de su prestigio. Todo el poder en la Argentina pasó rápidamente a Rosas,
que se transformó en el único líder del Partido Federal y controló la situación política en gran
parte de las provincias argentinas. Entre las que pasaron a ser dirigidas por partidarios de
Rosas ese mismo año, llaman la atención los casos de Córdoba, que había sido mandada por
los asesinos de Quiroga, y La Rioja.

La trágica muerte de Facundo Quiroga dio vida a composiciones folclóricas, literarias y


leyendas populares tanto entre los gauchos que lo amaron y temieron, como entre las
personas cultas. La leyenda de Facundo que nace en Barranca Yaco perduró, al punto de que
en el siglo XX Jorge Luis Borges -como otros autores- lo recordó con una memorable poesía
considerada entre los más alto de la literatura castellana.18

El cadáver de Facundo Quiroga, por decisión de sus familiares, se mantuvo en el Cementerio


de la Recoleta. Allí se conservó el monumento funerario pero su féretro fue escondido en una
pared tras la caída de Rosas en 1852, para evitar venganzas sobre su cadáver de parte de los
enemigos de ambos.

En 1877 fue construido cerca del pórtico de la entrada del Cementerio un pequeño


monumento de mármol blanco representado a una dolorosa con una placa que lleva la
siguiente inscripción:

“Aquí yace el general Juan Facundo Quiroga. Luchó toda su vida por la organización federal de
la República”.

Su cadáver fue redescubierto el 9 de diciembre de 2004.19

Valoración histórica[editar]

Juan Facundo Quiroga fue un militar excepcionalmente valiente, decidido y capaz, cuya mayor
desgracia fue medirse dos veces con el único general enemigo que fue superior a él: José
María Paz.

Quiroga se fue haciendo progresivamente más cruel, empujado por la crueldad de sus
enemigos -especialmente de Lamadrid quien había vejado o afrentado a los parientes más
queridos de Quiroga— y por la frustración de las derrotas. Aprovechó estratégicamente el
terror que su imagen creaba a su alrededor.

Como político, era un federal convencido que defendió la autonomía de su provincia y de sus
provincias vecinas, pero que nunca se decidió a luchar por la organización constitucional del
país. Al final de su vida cayó envuelto en confusas luchas por el poder a nivel nacional, rodeado
de conspiraciones que él había contribuido a crear.

La imagen terrible de Facundo se cristalizó con el libro de Domingo Faustino


Sarmiento, «Civilización i Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga» —editado
en 1845 en Santiago de Chile— más conocido como «Facundo: Civilización y Barbarie«. La
popular obra es un panfleto político, que si bien posee algunas inexactitudes históricas,
contiene un ataque al dictador Rosas a través de quien había sido su aliado. Por otro lado, el
objetivo de Sarmiento fue la demostración de la tesis de que las guerras civiles
argentinas dirimeron el conflicto entre la civilización —civilización occidental, representada
por Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos— y la barbarie —identificada con los indígenas,
los españoles y las personas de Rosas y Quiroga. Fuera de su indudable valor literario, el relato
de Sarmiento se ajusta específicamente a ese objetivo. Sobre la base de considerar el
testimonio de Sarmiento como una obra historiográfica fidedigna se creó posteriormente una
verdadera leyenda negra sobre los federales20 en la que ellos simbolizaron la arbitrariedad, la
violencia, la incultura y la tiranía.

En respuesta a la clásica posición mayoritaria de las Academias -sostenida hasta el presente-


los historiadores revisionistas del siglo XX crearon otra, de tendencia opuesta pero minoritaria,
en la cual Facundo Quiroga aparece cruel sólo por necesidad.

La vida de Facundo Quiroga en


Buenos Aires: tertulias, timbas
y una inesperada elegancia
El caudillo riojano vivió algunos años en la Capital,
en el mismo vecindario de Rivadavia, Sarratea,
Belgrano y los Lezica. Cómo la familia dueña de la
isla Demarchi se convirtió en custodia de su sepulcro
Por
Roberto Colimodio y Alejandro Maddonni
16 de Febrero de 2021

Secuencia de la cuadra desde la Farmacia Demarchi a la derecha


siguen: parcela Demarchi, parcela Quiroga, parcela Rivadavia, parcela
Braulio Costa (no visible). En primer plano el atrio de Santo Domingo
Este 16 de febrero se conmemora un nuevo aniversario del asesinato
del caudillo y político riojano Facundo Quiroga, ocurrido en 1835 en
Barranca Yaco, provincia de Córdoba. Los homenajes se realizarán
especialmente en su tumba en el cementerio de la Recoleta.
Precisamente allí, el 9 de diciembre de 2004, se procedió a la apertura
de la bóveda. La autorización para tal procedimiento fue dada por
la familia Demarchi, con el objetivo de hallar el féretro del
caudillo, debido a que no había ninguno identificado con su nombre
entre los existentes. Se sabía por la guía turística del
cementerio que había sido enterrado de pie y que habían
emparedado la tumba por temor a una posible profanación.

El cuerpo inerte de Quiroga llegó a Buenos Aires en 1836 y tras ser


sepultado en el templo de San Francisco se lo trasladó a la Recoleta.
Su sepulcro, más sencillo que el actual, fue remodelado en 1870 y
nuevamente en la primera mitad del siglo XX.

La emboscada al carruaje en el que viajaba Facundo Quiroga en


Barranca Yaco, Córdoba
Un aspecto poco difundido es el estudio de los entornos físicos,
urbanísticos y arquitectónicos que sirvieron de escenario a
determinados hechos de nuestra historia. Estudios que nos permitan
situarnos espacialmente en los mismos lugares que solemos
recorrer a diario que, sumados al aporte de la genealogía, nos hacen
comprender globalmente situaciones que de otra forma quedarían
disociadas y son difíciles de recordar.

Por ello la pregunta es: ¿cómo se vincula al caudillo federal con el


apellido que remite a la isla Demarchi?

Para responderla debemos revisar parte de la vida de


Facundo, especialmente los años en que residió en la ciudad de
Buenos Aires luego de la derrota de Oncativo.

El caudillo y político riojano Facundo Quiroga


Una cárcel de oro

Así llama el historiador Félix Luna al entorno que rodeó a Quiroga en


Buenos Aires, hospedado en la casa de su amigo y socio Braulio
Costa, socio también de los Anchorena, socios a su vez, y
primos, de Juan Manuel de Rosas. El riojano fue atrapado con
elogios, obsequios y distinciones sociales; lejos de su tierra natal y
de su familia, que había emigrado a Chile.

En las tertulias que frecuentaba, Quiroga llamó la atención por su


personalidad, su forma de vestir y su apariencia. Para muchos, era el
famoso guerrero, temible, feroz y valeroso, de tupida barba y frondosa
cabellera, de gruesas cejas y penetrantes ojos negros.

Sin embargo, su comportamiento resultó distinto al esperado,


decidió afeitarse la barba y se dejó crecer los bigotes para unirlos
con sus patillas. Guardó en el ropero su chaqueta de guerra y la
reemplazó por trajes de los mejores sastres, los mismos de los ricos
hacendados que frecuentaba en las reuniones en la casa del
mencionado Braulio Costa. Allí mostró su gran debilidad que en
Buenos Aires no pudo cambiar: los juegos de azar y las apuestas.
Frecuente participante de las “timbas” con selectos apostadores, se
jugaba oro en grandes sumas que ganó, perdió y hasta se endeudó en
ocasiones.

(Arc
hivo General de la Nación)
De buenos modales, galante con las señoras, tuvo una conducta
recatada, no conociéndosele aventura amorosa.
El año 31 marcó el regreso a la batalla en el interior. Luego de la
campaña en diciembre de 1833, Facundo se radicó en Buenos Aires
junto a sus hijos menores a quienes vestía de frac o levita. Cuenta
Luna que, “cuando uno de ellos le propuso dejar los estudios para
iniciar la carrera de las armas, lo destinó de tambor en un batallón
hasta que se arrepintiera” .

Dedicado a la vida social, su interés radicó en relacionarse con las


notables familias porteñas. Dice Sarmiento al respecto: “El poder
educa, y Quiroga tenía todas las altas dotes de espíritu que
permiten a un hombre corresponder siempre a su nueva
posición, por encumbrada que sea”.

Su delicada salud, el juego y los negocios fueron los motivos de


querer radicarse definitivamente en Buenos Aires.

Rosas necesitaba más que nunca la amistad del riojano, y por eso lo
invitó a hospedarse en su propio hogar, su gran casa ubicada en las
actuales Bolívar y Moreno. Quiroga rechazó el ofrecimiento con
gentileza y prefirió comprar una casa frente al templo de Santo
Domingo.
Sabemos por Pastor Obligado, aquel cronista y político que
escribió Tradiciones Argentinas y nos dejó testimonio de muchas
conversaciones y episodios de nuestra historia, lo que ocurrió una
noche en casa de Braulio Costa donde la suerte había acompañado a
Quiroga generosamente…
— ¿Por qué no compra esta casa de al lado? — le aconsejó el doctor
Vélez, sabedor por Sarratea de que el dueño Lezica veíase obligado a
vender para pagar las deudas del quebranto en sus negocios.

— Un buen consejo, General, anímese — insistió Vélez, parándose en


la misma altísima puerta tachonada de grandes clavos — y dejará así
una propiedad para sus hijos, que siempre ha de valer más que la
plata de Güemes, riojana o boliviana.

— No echo en saco roto el consejo. Véame, mi doctor, los papeles, si


no le ha quedado gravamen por quiebra, pues, estoy decidido a
establecerme en este centro de ilustración, para que se eduquen mis
hijos, y no queden tan ignorantes como yo.

Porton de la parcela Quiroga - Demarchi sobre calle Defensa


¿Dónde se desarrollaban estos acontecimientos? El escenario es la
actual calle Defensa, que algunos cronistas de antaño llamaron
Reconquista (hoy su continuación cruzando Plaza de Mayo). En “La
Defensa” frente a Santo Domingo, es decir entre Belgrano (llamada
así desde 1822) y Venezuela. La casa de Braulio Costa se ubicada
cercana a Venezuela. Lindera a esta casa, hacia Belgrano, se
encontraba la propiedad de don Bernardino Rivadavia —por ese
entonces en el exilio— y vecina también a la de Faustino Lezica que la
había adquirido hacia 1833 para su casamiento con Florencia
Thompson, hija mayor de la conocidísima dama patriota, Mariquita
Sánchez de Mendeville, viuda de Thompson. Precisamente, esta
propiedad, hoy Defensa 429 había sido el hogar de la familia de
Martín de Sarratea en 1810 y también sede de la Compañía de
Filipinas que el dueño de casa representaba en Buenos Aires, y que,
según el mismo Obligado había pertenecido en el siglo XVIII a don
Juan José de Lezica y Torrezuri, abuelo de Faustino y principal
benefactor del templo de Santo Domingo.
F
achada sobre avenida Belgrano antes del ensanche. Una placa en el
422 menciona una empresa de los Demarchi
Lo cierto es que hacia 1834 el negocio de operaciones financieras
de los hermanos Lezica (Faustino, Sebastián y Manuel) había sido
objeto de desfalco por un empleado desleal que les falsificó la firma
en un gran abuso de confianza y falta de control por parte de la Casa
Lezica Hnos. Las sumas fueron cuantiosas y la quiebra fue tema
obligado de conversación en la sociedad porteña, pues casi toda ella
se vio perjudicada económicamente.

El suicidio de uno de los hermanos, Manuel Lezica, al enterarse de la


quiebra cuando llegaba de Corrientes, y la estancia de Sebastián en
Chile, hicieron que toda la responsabilidad cayera en
Faustino, quien debió vender la propiedad para hacer frente a las
deudas e incluso pasar un tiempo en la cárcel mientras se establecía
su culpa o inocencia.
Facundo Quiroga habitó poco tiempo su casa de Buenos Aires, si
es que llegó realmente a hacerlo) pero ya en 1835 se instala allí el
resto de su familia encabezada por su esposa Dolores Fernández
quien llegada desde La Rioja junto al resto de sus hijos se radicará
definitivamente en Buenos Aires como quería su marido.
Vecina a esta casa, hacia la calle Belgrano, se encontraba la farmacia
o botica de la Estrella de Pablo Ferrari que hacia 1838 pasó a ser
propiedad de Silvestre Demarchi.

Uno de sus hijos, Antonio, más tarde primer cónsul de Suiza en


Argentina, contrajo matrimonio con una de sus vecinas Mercedes
Quiroga Fernández, hija de Facundo y de Dolores, nacida en 1827.
En 1857 nace Alfredo Silvestre, su único hijo. Es precisamente
Antonio Demarchi quien en 1852 tras la caída de Rosas y ante la
posibilidad que la tumba de su suegro fuera profanada hace construir
un muro interno para ocultar el féretro al que colocan de forma vertical.

Con los años, la parcela de la casa de Quiroga pasa a ser, luego del
fallecimiento de Dolores Fernández en 1868, propiedad de Droguería
Demarchi Hnos. y además de sede del consulado suizo. Ya en el siglo
XX serán empresarios de la industria química de la mano del ingeniero
Alfredo Demarchi, y precursores del negocio del alumbrado y la
energía eléctrica dando origen a la construcción de grandes
usinas incluida la que hoy conocemos como La Usina del Arte en
el barrio de La Boca. Socios fundadores de las principales
compañías de gas e incluso de la Compañía Italo Argentina de
Electricidad y hacedores de negocios inmobiliarios y emprendimientos
urbanos en Avellaneda, Dock Sud y propietarios de la conocida Isla
Demarchi que fue noticia en los últimos años.

Informe del estudio de la bóveda


de Facundo Quiroga en la
Recoleta
POR CENTRO DE ARQUEOLOGÍA URBANA · PUBLICADA 4 DICIEMBRE 2012 ·
ACTUALIZADO 26 JULIO 2016

El artículo “Informe del estudio de la bóveda de Facundo


Quiroga en la Recoleta” de Patricia Frazzi y Daniel Schávelzon ha sido
publicado en Metodologías Científicas aplicadas al Estudio de los Bienes
Culturales, pps. 488 – 492, publicación del Primer Congreso Argentino de
Arqueometría, Rosario 27 y 28 de Octubre de 2005, Editores: Adrián Pifferetti
y Raúl Bolmaro, Humanidades y Artes Ediciones, ISBN 987-22224-7-9,
Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina.
.
Resumen
El día 9 de diciembre de 2004 se procedió a la apertura del muro que cubría el
ataúd de quien se supone que es Facundo Quiroga. El trabajo arqueológico,
hecho con todos los controles posibles, fue realizado a partir de la solicitud
hecha por el Instituto de Investigaciones Históricas Juan M. de Rosas (15-12-
2003) a la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos,
con el objeto de que su tumba fuera declarada Sepulcro Histórico Nacional. A
partir de dicha solicitud se iniciaron varias investigaciones con el objeto de
tener certeza de la presencia de los restos de Quiroga en el mausoleo que, en
el cementerio de la Recoleta, se indicaba como el lugar donde fuera inhumado
en 1836. (Fig. 1)

Sobre la base de esta primera solicitud el citado Instituto requirió autorización


al Director de Cementerios de la Ciudad, Ing. Ernesto González (30-3-2003),
para hacer una inspección con georadar en el interior de la tumba y una
posible perforación si hubiera nichos en los muros; la base de esta solicitud
era la antigua leyenda de que Quiroga estaba escondido en un nicho o agujero
en los muros de la bóveda, aunque por cierto no había evidencia material o
documental concreta alguna que lo probara.

Luego de haber encontrado el ataúd parado detrás de uno de los muros de la


bóveda se hicieron observaciones sobre una placa funeraria que acompañaba
el féretro.

Introducción

Figura 1. Vista del panteón de Facundo Quiroga en el Cementerio de la Recoleta


La primera inspección ocular en la bóveda, el relevamiento de las
inscripciones en los ataúdes existentes en el lugar al igual que el registro de
ingresos al cementerio, no daban indicación alguna de que esto fuera cierto.
Es necesario recordar que Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco en el año
1835 y finalmente llegaron sus restos a Buenos Aires en 1836 donde, previo
entierro en la iglesia de San Francisco, su viuda hizo un primer sepulcro más
modesto que el existente en la sección 14 del Cementerio de la Recoleta. El
actual fue construido en 1870. El relevamiento del interior, de la arquitectura
y de las inscripciones en los ataúdes, fue hecho por el Sr. Jorge Alfonsín,
iniciador de todo este proyecto, y en ellos se confirmaba la inexistencia de un
ataúd que pudiera atribuirse a Quiroga. Pero la existencia de cajones rotos y
urnas sin inscripciones hacían casi imposible dar respuesta al interrogante.
A partir de este primer estudio se hizo el trabajo de lectura de los muros con
georadar por los técnicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (22-7-
2004), encontrando varias anomalías que podían entenderse como áreas vacías
tras los muros. Este informe fue enviado a la Dirección de Cementerios el 5 de
noviembre junto con la autorización del Sr. Leonardo Demarchi, propietario
de la bóveda en cuestión. El 10 de noviembre la Comisión Nacional de
Museos, Monumentos y Lugares Históricos indicó su interés por tener la
información necesaria para avanzar en la Declaratoria solicitada. La partici-
pación de la Directora del cementerio, Olga Stancato, ha sido fundamental
para hacer posible estos trabajos.

Tomando en cuenta todas estas alternativas se decidió que el trabajo de iden-


tificación del sitio en que pudiera estar enterrado Quiroga, si es que estaba
allí, fuera hecho con todo el rigor posible, con especialistas en la materia. Bajo
la dirección del Dr. Daniel Schávelzon junto a un grupo de especialistas se
programaron las tareas a realizar en el panteón con la anuencia de las
autoridades del Cementerio, de las del Instituto Rosas, las de la Dirección
General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de la
Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos y de la familia De
Marchi, actuales propietarios del lugar. El grupo de trabajo estuvo formado
por el arquitecto Guillermo Paez, la arqueóloga Mónica Carminati, la
conservadora Patricia Frazzi , la antropóloga física Bárbara Desantolo y
colaboradores ad-honorem del Centro de Arqueología Urbana. Asimismo se
solicitó al Dr. Omar López Mato colaboración bibliográfica y económica para
sufragar los gastos que pudieran haber en este estudio.

La primera etapa de investigación consistió en identificar, con la lectura del


georadar realizada por el Licenciado Mauricio Sacchi y el Sr. Alejandro
García de la Unidad de Actividad Ensayos No Destructivos y Estructurales de
la Comisión Nacional de Energía Atómica. El estudio se realizó con la
finalidad de determinar la existencia de huecos u objetos ajenos a la estructura
de la pared de la bóveda que pudieran ser detectados con esta técnica. Las tres
paredes principales de la cripta fueron señalizadas con una cuadrícula
utilizada como coordenadas donde se realizaron barridos transversales y
longitudinales que se registraron en radargramas. El cambio de densidad de
las imágenes registradas fue interpretado como la presencia de un posible
hueco en una de las paredes. El plano del sito y una inspección ocular, que
existía una clara anomalía en la bóveda al faltarle simetría al sitio, lo que era
muy extraño para la época en que fue construido. Esta asimetría coincidía con
el lugar indicado por el georadar como posible espacio vacío tras la pared. A
su vez era evidente que todo el sitio había sido remodelado en el siglo XX, al
parecer entre 1947 y 1950 según datos suministrados por el Sr. Alfonsín y la
familia Demarchi, y no había evidencias materiales en los muros que
indicaran nada fuera de lo normal.

El día jueves 9 de diciembre se procedió a hacer una perforación de 10 cm de


diámetro ubicada a 1,50 metros de altura, tratando de no golpear o actuar con
brusquedad sobre la pared; de inmediato se notó que el muro era de 9 cm de
espesor y que atrás estaba hueco. Al completarse el primer agujero
exploratorio se pudo ver un objeto metálico con color verde que se interpretó
como un posible ataúd de bronce, colocado de pie. Esto fue observado por los
colaboradores del proyecto y por el señor Carlos Francavilla, Director del
Patrimonio Histórico del cementerio. (Fig. 2)
Figura 2. Primera evidencia del hallazgo del ataúd detrás de la pared
En base a esto se decidió que, tras permitir un tiempo de ventilación del sitio,
proceder a abrir una ventana horizontal de 25 por 45 cm. Esto mostró que el
muro era del siglo XX, con ladrillos 6 por 12 por 24 cm unidos con mezcla de
cal y con una capa de cemento que la revocaba. Detrás estaba el ataúd de
bronce, de pié, con diversos objetos que lo acompañaban. (Fig. 3)

Figura 3. Imagen de parte del ataúd metálico parado oculto tras el muro.
El ataúd es de bronce, como se ha dicho, o de una aleación rígida similar con
alto contenido de cobre por el color verde fuerte producto de su oxidación, y
las juntas, hechas formando solapas parecen unidas con plomo, no soldadas.
Está parado, sostenido por al menos un hierro clavado en la pared, de costado,
que impide que se caiga hacia delante. Entre ese hierro y el frente del ataúd
hay una cruz con un cristo, posiblemente de fundición, cromada, del siglo XX,
suelta y sostenida por presión. En la parte superior hay una cruz de estaño,
también del siglo XX, hecha en molde, muy alterada por el agua. En los pies
hay diversos objetos que fueron imposibles de identificar por la altura de la
ventana y la tierra y escombro que hay en el suelo. Hay que destacar que el
agua cae en forma constante sobre el ataúd, goteando de manera permanente.

Parada a un lado se encontraba una cruz de hierro forjado con sus extremos de
estaño, obra típica del siglo XIX, con un corazón de chapa de hierro en su
centro, suelto y apoyado sobre ella, aunque es evidente que en origen estaba
soldada sobre la cruz. Un brazo de la cruz había sido doblado para que cupiera
en el lugar. Si bien toda la cruz estaba muy alterada, al igual que las otras dos
que había en el sitio, se decidió retirar el corazón, cuya foto se anexa (fig. 4),
ya que estaba en un estado terminal de destrucción, con las letras apenas
legibles. Se realizó una inspección del objeto y previo a una prueba de
solubilidad de la pintura de los restos de escritura se realizó una
consolidación in-situ con Paraloid B72 al 3% en acetona, con el objeto de
minimizar el proceso de oxidación y consolidar los restos de pintura sobre la
chapa. Luego se lo embaló con materiales inertes para su traslado al Centro de
Arqueología Urbana con el fin de realizarle más estudios.

Figura 4. Placa en forma de corazón con restos de escritura hallada sobre una cruz de hierro
forjado en el momento de la perforación de la pared de la bóveda de Facundo Quiroga
 

Tras esto se procedió a cerrar la bóveda con un candado nuevo cuyas dos
copias de la llave se entregaron al cuidador responsable y se realizó un acta
formal describiendo lo actuado. La totalidad de los objetos hallados tanto en el
interior de la bóveda como asociados al ataúd de quien creemos que fuera
Facundo Quiroga, fueron dejados en el sitio, a excepción de esa placa
metálica, entendiendo que se trata de objetos que no debían ser movidos del
lugar por ningún motivo, a menos que su destrucción fuera inminente.

En el laboratorio se realizaron observaciones y pruebas básicas sobre la placa


con el fin de obtener más datos sobre la misma. Se tomaron sus medidas (32 x
26 x 0,1cm) y se calculó aproximadamente un 15% de faltante de material. Se
realizó una determinación del origen del aglutinante de la pintura con
solventes de distintas polaridades dando como resultado una pintura al aceite,
posiblemente de blanco de zinc o plomo.

Para intentar una mejor interpretación de la escritura se calcaron los


fragmentos de las letras sobre una filmina y se tomaron fotos con luz de Wood

Se detectaron cinco filas con las siguientes letras:

1-     ..RT.RO….

2-     ..TN…Z

3-     FALLECI…

4-   …DE ….

5-   Ilegible

Por medio de la observación con lupa binocular con aumento 64X se


observaron dos tipos de corrosión, óxido ferroso (negro) y férrico (naranja).
(Fig. 5)
Figura 5. Imagen de la corrosión en sus diferentes estados de oxidación en color negro y
naranja.
 

También se observó que el dibujo de las letras podría indicar el posible uso de
la técnica de estarcido.

Todos estos datos fueron documentados en una ficha técnica junto a las
recomendaciones para su conservación.

Se solicitó a la Unidad de Actividad Ensayos No Destructivos y Estructurales


de la Comisión Nacional de Energía Atómica una inspección de la placa ante
la posibilidad de que mediante un estudio se pueda descifrar con más
exactitud la escritura de la placa. El Ingeniero, Tulio Palacios, de la CNEA,
informó que los especialistas en ensayos no destructivos por radiografía
opinaban que no era posible observar las letras ya que los óxidos del metal
enmascararían la información que pudieran arrojar los rayos X.

Queda claro también que todo el conjunto se halla en mal estado y que el agua
terminará por destruir todo, los objetos y el ataúd, que presenta signos de
corrosión, necesitando que se tomen medidas para su preservación y que
Quiroga pueda des- cansar definitivamente en forma digna.

Aunque todos los datos y evidencias materiales llevan a la conclusión que el


féretro encontrado pertenece a Quiroga se necesitan pruebas científicas para
afirmar que los restos pertenecen fehacientemente a él. Estos estudios fueron
sugeridos a la familia De Marchi, pero se respeta la decisión de sus
descendientes de no tocar el ataúd.

El general Quiroga quiso entrar en la sombra

llevando seis o siete degollados de escolta

Jorge Luis Borges ("El general Quiroga va en coche al muere")

Si bien todos sabemos que Facundo Quiroga murió de un tiro en la


cara, una enfermedad invalidante carcomía las articulaciones del
general, que le impedía montar. De allí esta galera que lo condujo "al
muere", como relata Borges en su poema. De haber podido andar a
caballo, es muy probable que hubiese escapado de esa trampa mortal.

Después de la derrota de Oncativo, aunque Juan Manuel de


Rosas astutamente la hizo pasar como una victoria, y durante su
permanencia en Buenos Aires, se agravaron las dos afecciones
que hostigaban a Quiroga: la ludomanía y el reuma. Ninguna de
las dos lo abandonaría hasta Barranca Yaco. Con la primera no le fue
tan mal, gastó y ganó fortunas, pero el balance debe haber sido
positivo porque en poco le cambió el ritmo de vida. Dicen que el
hombre era supersticioso, que nada hacía los días 13 y que creía o
hacía creer que su famoso caballo Moro podía ver el futuro y que solo
a él se lo confiaba. Sus soldados estaban convencidos de estos
poderes y antes de iniciar una batalla, el Moro y Quiroga sostenían
largos diálogos que la tropa contemplaba en reverencial silencio.
Hasta antes de partir, en el que sería su último viaje, Quiroga le
reclamó a Estanislao López la devolución de su Moro, extraviado
después de Oncativo. Estanislao le dio larga al asunto y al final el
general y Moro nunca se volvieron a ver. Quizás el Moro le hubiese
advertido sobre su aciago destino.

Si bien fue afortunado en el juego, con el reuma la historia fue


distinta, ya que durante la batalla de Rodeo de Medio, el estado
físico de Quiroga era tan lamentable que debió contentarse con
ver el combate desde una carreta. El comandante Aresti, jefe de la
caballería unitaria, pasó varias veces frente a él sin reconocerlo. Tal
era su decadencia que nadie identificaba al Tigre de los Llanos con
ese viejo tullido. De haberlo hecho, quizás otra hubiese sido la historia,
de la misma forma que una casual boleada terminó con la carrera del
general Paz.

"Mi salud sigue en una alternativa cruel. Los ratos de despejo no


compensan los del decaimiento y destemplanza que sufro; sin
embargo yo pugno contra los males y no desmayo si del todo no me
abandonan las fuerzas", le escribió a Rosas, quien, pocos días
después de su partida, le envió una fórmula casera para el
reumatismo, preparado con base en ajo machacado, polvo dulce de
mercurio y aceite para frotarse sobre las articulaciones doloridas. No
tuvo oportunidad de usarla porque, para entonces, todos sus males se
habían curado con una bala que le entró al cráneo por la órbita
izquierda. Facundo perdió la última partida jugando mano a mano con
la muerte.
Félix Luna sostenía que Quiroga podía haber sido la figura del
país: el hombre hablaba de Constitución y organización nacional,
su figura tenía relieve político en todo el territorio de la
Confederación, a punto tal de competir en prestigio con el mismísimo
Restaurador, pero los Reinafé (cuyo nombre original era Queenfaith)
se cobraron antiguas deudas en un oscuro paraje de Córdoba.
Fueron tantos los avisos de la partida que lo acechaban que
solamente una persona enceguecida por la soberbia podía negarse a
creer que nadie se atrevería a ultimarlo. Murió por una bala certera,
tan certera como los rencores que había generado, tan certera como
su orgullo indomable.

Sobre huesos y tumbas

Aun después de muerto, los huesos maltrechos de Facundo Quiroga


continuaron conjurando su historia de gloria. De la capilla ardiente de
Sinsacate fueron a reposar al cementerio de la catedral de Córdoba y
finalmente, a pedido de su esposa, terminaron en la cripta de la Iglesia
San Francisco y, por último, una bóveda en el Cementerio de la
Recoleta bajo la imagen de la Dolorosa, la estatua que su yerno, el
barón Demarchi, había encargado a su amigo, el escultor Tartarini. En
este rincón recoleto una leyenda fue tomando cuerpo: El Tigre había
sido enterrado de pie, siguiendo una vieja tradición de los caballeros
castellanos.

 
Hace 10 años, el arquitecto y arqueólogo argentino Daniel
Schávelzón, Jorge Alfonsín y quien escribe quisieron develar este
misterio. ¿El general Quiroga estaba de pie? En realidad en esta
tumba no había un ataúd del general, ni de pie ni
acostado. ¿Dónde estaba el general? Schávelzón, valiéndose de un
eco sonar, buscó tras las paredes asimétricas de esta tumba y con el
permiso de la familia se perforó una pared donde se descubrió un
esplendido ataúd de bronce. De pie, como le corresponde a un macho
argentino que se presenta ante el Creador.

Hasta allí seguimos la sombra del general, porque la familia no


permitió examinar el contenido del sarcófago. Por pedido de sus
descendientes, finalmente el brigadier Quiroga no espera más de pie.
Desdiciendo el poema de Borges, aunque siga siendo inmortal y un
fantasma, ese hombre que supo poner retemblor en las lanzas que lo
siguieron en las batallas y entreveros donde se ganó la fama que aún
hoy lo persigue como una sombra.

Hace 185 años moría asesinado, producto de intrigas y de odios, el


caudillo Juan Facundo Quiroga en Barranca Yaco, que enfrentó a la
muerte con la misma pasión y temeridad con la que había vivido.

Hace 80 años que la posta de Sinsacate, establecida en 1762 en el


norte cordobés, es un museo. Ubicada a la vera del Camino Real, que
llevaba al Alto Perú, disponía de un cuarto de adobe revocado para la
comodidad de los viajeros y un corral con 50 caballos de recambio. Allí
descansó José de San Martín, en su capilla rezó Manuel Belgrano que
regresaba muy enfermo a Buenos Aires y hasta hizo un alto el general
Juan Lavalle luego de la derrota de Quebracho Herrado, en noviembre
de 1840.

Sin embargo, el lugar adquirió una sacralidad que permanece


intacta, ya que fue donde se improvisó un velorio inesperado, el
de Facundo Quiroga.

El Tigre de los Llanos

Su propio enemigo, Domingo Faustino Sarmiento fue el que echó a


andar la leyenda del origen de su apodo. Dicen que en una
oportunidad, Quiroga fue perseguido por un yaguareté (tigre verdadero
en guaraní), debió treparse a un árbol, fue ayudado por unos paisanos
y terminó matando al animal. De ahí el “Tigre de los llanos”.
Su leyenda había comenzado en el pueblito riojano donde había
nacido, San Antonio, el 27 de noviembre de 1788. Se casó con
Dolores Fernández Cabeza, con quien tuvo cinco hijos.

Su valor y liderazgo fueron sus armas principales para convertirse en


el caudillo indiscutido de los riojanos. Combatió en las guerras de la
independencia y haría fortuna explotando minas de plata y cobre en el
noroeste.

Se involucró en las luchas intestinas que desangraron a nuestro país


por tantos años. Pelearía en el bando federal y su valentía e
inteligencia en el campo de batalla encontraría su talón de Aquiles en
el general unitario José María Paz. Lo derrotaría en los combates de
La Tablada primero, en 1829 y Oncativo al año siguiente.

Luego de sus derrotas, se recluyó en la ciudad de Buenos Aires,


donde Juan Manuel de Rosas lo recibió con los brazos abiertos,
aunque pronto comenzaron a discrepar: el riojano era partidario de
tener una constitución y de llegar a una organización nacional lo antes
posible, y Rosas, no. Sin embargo, nunca dejaron de tener una
relación amistosa.

Participaría en la campaña al desierto de 1833. Para entonces, ya


tenía demasiados enemigos. Los principales eran los hermanos
Reinafé, amos y señores de Córdoba. El drama no demoraría en
desencadenarse.

Se había afeitado el bigote y, aún con su pelo ruliento, parecía haberlo


despojado de esa imagen de hombre bárbaro y salvaje que muchos se
habían formado. Sufría de reuma y le dificutaba montar a caballo.

El principio del fin

En 1834, estalló un conflicto entre los gobernadores de Salta, Pablo


Latorre y de Tucumán, Alejandro Heredia. Quiroga fue encomendado
a viajar al norte para mediar en el conflicto y en diciembre de ese año
partió. Rosas lo acompañó un trecho.
José Vicente Reinafé, gobernador de Córdoba y
apuntado como uno de los instigadores de la muerte de Quiroga.
Cuando transitaba por Santiago del Estero se enteró que Latorre
había sido asesinado, y que Heredia había quedado el dueño de la
situación; ya no se necesitaba de su presencia por lo que emprendió
el regreso. En esa provincia, descansando en la casa del gobernador
Ibarra,éste le advirtió que en el camino atentarían contra su
vida. “Quédese usted tranquilo, señor gobernador, no ha nacido
todavía el hombre que se atreva a matar al general Quiroga”.

Quiroga era un blanco fácil, ya que no llevaba escolta militar. Lo


acompañaba José Santos Ortiz, quien se había incorporado para
asistirlo en la misión de mediación en el norte. Ortiz había sido el
primer gobernador de su provincia, San Luis. También iban media
docena de peones, dos correos y dos postillones. Uno de ellos se
llamaba José Luis Basualdo, de 12 años, quien era el hijo del maestro
de la posta de Ojo de Agua, la parada anterior a la de Sinsacate. Al
muchacho lo hicieron subir a la galera tirada por seis caballos para
que fuera aprendiendo el oficio.

Iban rápido. En otra posta le advirtieron que Santos Pérez, al mando


de una partida lo emboscaría en Barranca Yaco. Hasta le ofrecieron
caballos tanto a Quiroga como a Ortiz para que escapasen. Una idea
que el riojano la rechazó de plano. “Con un grito mío, esa partida se
pondrá a mis órdenes”, se jactó.

Barranca Yaco

El cielo anunciaba que se venían las lluvias ese lunes 16 de febrero de


1835. Cerca de las 11 de la mañana, a 9 km antes de llegar a la posta
de Sinsacate, donde el camino hacía una curva en el espeso monte de
espinillos y talas, una partida de 32 hombres al mando de Santos
Pérez le cortó el paso a la galera de Quiroga.
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Quién manda esta partida? -preguntóa viva
voz, sacando la cabeza por la ventana. Serían sus últimas palabras.

Un certero disparo impactó en su ojo izquierdo. Otro le daría en el


cuello.

Santos Pérez subió a la galera y atravesó con su espada a Ortiz.

Cuadro que recrea el asesinato de Quiroga en Barranca Yaco.


El resto de los hombres se dedicó a matar al resto de los
acompañantes del riojano. Nadie debía quedar con vida. Todos los
cuerpos fueron degollados, incluso el de Facundo.

Santos Pérez debió matar a uno de los suyos, cuando se negó a


degollar al niño Basualdo. Un tal Márquez fue el que asesinaría al
infortunado postillón, que a los gritos clamaba por su madre.
Luego, se repartieron el contenido del equipaje, llevándose hasta la
ropa que traían puesta los muertos. A los caballos los soltaron y el
carruaje, con impactos de bala, lo escondieron en el monte.

Lo que Santos Pérez no percibió que desde el monte los estaban


observando. Dos correos, José Santos Funes y Agustín Marín, que
acompañaban a Quiroga, cabalgaban un tanto retrasados. Al escuchar
los disparos, se ocultaron y vieron todo. Ellos fueron los que avisaron
a la posta de Sinsacate.

El juez de paz local, en esa tarde lluviosa, mandó buscar los cuerpos
de Quiroga y de Santos Ortiz, y los depositaron en la iglesia. Al día
siguiente, el cuerpo de Quiroga fue llevado a Córdoba, donde fue
enterrado en la Catedral y el de su secretario a Mendoza, a pedido de
su esposa. Se ignora qué fue lo que ocurrió con el resto de los
cadáveres.

Los Reinafé

Todas las miradas apuntaron a los hermanos Reinafé -José Vicente, el


gobernador de Córdoba; Francisco; José Antonio y Guillermo como los
instigadores del crimen.

Días después, Santos Pérez le entregó a Reinafé dos pistolas y un


poncho de vicuña, propiedad de Quiroga. El propio gobernador,
simulando un brindis, había intentado envenenarlo con aguardiente
mezclada con cianuro pero logró escapar. Al tiempo, acorralado, sin
tener a dónde ir, se entregó.

Luego de que Pedro Nolasco Rodríguez fuera electo gobernador


cordobés, la suerte de los intocables Reinafé había terminado. Salvo
Francisco que logró escapar, fueron detenidos junto a la mayoría de
los integrantes de la partida que habían actuado en Barranca Yaco.

El 27 de mayo de 1837 se conocieron las sentencias a muerte y el 25


de octubre fueron fusilados los Reinafé junto a Santos Pérez. Los
cuerpos de éste último y de José Vicente fueron colgados en la puerta
del Cabildo. También se pasó por las armas a la mayoría de los
miembros de la partida y otros fueron condenados a prisión.
Muchas miradas se dirigieron a Rosas, al considerarlo el verdadero
ideólogo de la muerte de Quiroga. “…muerte de mala muerte se lo
llevó al riojano, y una de las puñaladas lo mentó a Juan Manuel”,
escribió Jorge Luis Borges en su poema “El General Quiroga va en
coche al muere”.

Sinsacate y después

La posta de Sinsacate continuó con su actividad, que decayó con la


llegada del ferrocarril. Cuando fue abandonada, se transformó en un
conventillo y en 1941 fue creado allí el Museo Posta de Sinsacate.

El visitante podrá contemplar una serie de cruces en el lugar del


crimen. El primer monumento recién se erigió 137 después, en 1972 y
fue modificado en algunas oportunidades.
Posta de Sinsacate, en la actualidad. (Foto Universidad Nacional de Córdoba)
En los aniversarios de Barranca Yaco, en el lugar se organiza la
“semana facundiana”, plena de recordaciones, homenajes y
manifestaciones culturales, donde la figura central es el caudillo
riojano.
Algunos memoriosos no solo cuentan con cautela que en algún
aniversario, años atrás, vieron aparecer de la nada la galera de
Quiroga, vacía, tirada por seis caballos, cruzando el camino y
perdiéndose en el monte. No solo eso, sino que el viento que silba
entre los espinillos suele traer los lamentos desesperados del postillón
de 12 años, que aún pide por su madre.
La escena muestra la colocación de la placa por el 100 aniversario de
la muerte de Manuel Belgrano
Belgrano y Quiroga unidos por ladrillos

La propiedad de Facundo sufrió transformaciones a medida que


llegaba el progreso familiar y el progreso urbano. Los Demarchi,
dueños de varias propiedades sobre Defensa y Belgrano, serán los
constructores de un edificio de varios pisos sobre lo que alguna
vez fue la casa del general Manuel Belgrano, demolida en
1872. Este edificio tenía nueve grandes arcos en su planta baja, uno
de los cuales con el número 422 mostraba en 1920 un cartel con la
leyenda “Compañía Argentina de Alumbrado a Alcohol”, los mismos
que lucían sobre la calle Defensa perteneciente a la sociedad
Demarchi Parodi.

Alfredo Demarchi, nieto de Facundo Quiroga


Allí, en Av. Belgrano 430, se construirá, años más tarde, el edificio
Calmer con sus dos fachadas una sobre la parcela de la familia
Belgrano y la otra sobre la parcela Quiroga, uniendo este edificio
los terrenos que alguna vez habitaron estos bravos argentinos...

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