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veintiuno
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Traducción de
J u a n C a r l o s G a r a v a g l ia
siglo veintiuno editores, sa
CERRO DEL A G U A 248. M E X IC O 20. O.F. *
ADVERTENCIA .....................................................................................................................................................................
PRIMERA PARTE
ESTADO Y H E G E M O N IA A N TE S
D E LOS C U A D E R N O S D E L A C A R C E L
I
PRACTICA Y TEORIA DEL ESTADO (1916-1921):
ESTADO, REVOLUCION E IMPERIALISMO
II
TERCERA PARTE
CUARTA PARTE
GU ERRA D E P O S IC IO N Y FASCISM O
D E L ESTADO L IB E R A L AL ESTADO FA SCISTA
1. EL FA SC ISM O C O M O R E PR ESE N TA N TE ID E O L O G IC O -F IL O S O F IC O DE LA GUE
...............................................................................................
R R A DE P O S IC IO N 365
I. Estatolatría ética y transformaciones de las superestructuras
políticas, 367.—II. Política y economía: la reorganización de la
relación Estado/sociedad, 380.
2. EL F A S C IS M O C O M O REPR ESE N TA N TE PR A CTIC O DE LA GUERRA DE P O S IC IO N :
N O R T E A M E R IC A N O ......................................
R E V O L U C IO N PASIVA Y MODELO 383
I. El fascism o y su teorización: del cesarismo a la revolución pa
siva, 383.—II. Revolución pasiva y guerra de posición, 388.—
III. Fascismo y fordismo: acerca del Estado, 391.
QUINTA PARTE
LA R EFU N D A C IO N D E LA F IL O SO FIA
M ARXISTA. HACIA UNA TEO R IA
M A TE R IA L IST A D E LA F IL O S O F IA
1. EN BUSCA DE LA F IL O S O F IA DE M A R X ............................................................. 404
2. LA R E V O L U C IO N F IL O S O F IC A DE M A R X Y DE G R A M SC I. PARA UNA G N O SE O -
..........................................................................................
LOGIA DE LA P O L IT IC A 420
I. Acerca de la interpretación de la tesis 11 sobre Feuerbach, 420.—
II. La unidad de la teoría y la práctica como gnoseología de la
política, 423.
3. P R A X IS Y PRACTICAS: LA B R IO L A , G R A M S C I, ENGELS ...................................... 439
I. A propósito de la filosofía de la praxis, 439.—II. La unidad del
marxismo: filosofía, política, economía, 444.—III. Breve digre
sión sobre el lenguaje, 447.—IV. La filosofía, las ciencias y la polí
tica: dialéctica y materialismo, 452.
4. E L E M E N T O S PARA UNA T E O R IA DEL APARATO DE H E G E M O N IA F IL O S O F IC O .
...........................................................................................
CULTURA Y P O L IT IC A 462
I. Filosofía idealista y política: el método crítico de Gramsci,
462.—II. Teoría del aparato de hegemonía filosófico ( a h f ) , 473.
Abril de 1937
■ T iem pos de desgracia
Me-Ti
BE RTOLT B R E C H T
ADVERTENCIA
' Sobre ¡as relaciones entre la cuestión de los intelectuales y los pro
blemas del Estado, véase la primera parte de esta obra. Sobre la discu
sión de los trabajos sobre el «bloque histórico» —entre ellos el libro de
H. Porteüí, G ram sci et le bloc historique (París, p u f , 1972; trad. cast.,
G ramsci y el bloque histórico, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973)—,véase la
tercera parte, cap. 5 y 6.
2
8 Prólogo a la edición española
no tiene nada que ver con los fines del c o m u n ism o 2. Quiero
decir que el reforzam iento estaliniano del E stado condujo a la
ruptura de toda dialéctica m asas/E stado, econom ía/política, y
por tanto de toda dialéctica institucional real capaz de p erm itir
la expresión de las contradicciones en la construcción del socia
lismo. Frente a este aplastam iento de la democracia, actual
m en te debem os reflexionar, a partir de nuestras propias condi
ciones históricas y nacionales, sobre todas las im plicaciones
estatales y antiestatales de un «socialismo en libertad».
E n relación con esta cuestión del Estado, Gramsci, encarce
lado desde 1926 por un E stado fascista que quería «im pedir que
su cerebro funcionase», ocupa una posición m u y específica, trá
gicam ente privilegiada. Luchando día tras día por su propia su
pervivencia, por su propio trabajo, en una situación que todos
los presos políticos del m undo conocen, realizará su trabajo de
la cárcel a partir del cam bio del cuadro estratégico en 1928-
1930. E n el m o m ento en que la I I I Internacional veía en la
crisis del capitalism o un factor revolucionario entre las masas,
las condiciones para un paso directo del fascism o a un E stado
obrero y cam pesino ( táctica de «clase contra clase», conversión
de la socialdemocracia en «socialfascismo»), Gramsci, política
m en te en desacuerdo, reflexiona sobre las condiciones de una
fase de transición, dem ocrática y unitaria, necesaria para des
agregar el fascism o com o «Estado reaccionario de masas», se
gún la expresión de P. Togliatti. E n este sentido, m uchas cosas
le separan ya de Lenin: el fracaso de la revolución en O ccidente
(desde 1923), el afianzam iento del fascism o com o Estado, la
gran crisis de 1929 y la reorganización capitalista «desde arriba»,
con los nuevos m odos de control autoritario y represivo de las
masas ligados a la penetración del E stado en el conjunto de la
sociedad y la economía. Sin hablar del desarrollo del Estado
estaliniano y de la m odificación de las relaciones entre «Oriente»
y «Occidente». Ya desde 1926, en su correspondencia con To
gliatti, Gramsci relacionaba ciertos aspectos de la «revolución
en Occidente» con la evolución interna del grupo dirigente so
viético y con la capacidad de la URSS para «construir el socia
lismo»: «Hoy, es decir, nueve años después de O ctubre de 1917,
no es la tom a del poder por los bolcheviques lo que puede revo
lucionar a las masas en Occidente, porque se trata de una
situación que ya ha sucedido y ya ha producido sus efectos;
lo que hoy tiene un im pacto ideológico y-político es la convic-
2 He tenido ocasión de abordar esta cuestión en mi artículo «Sur la
critique de gauche du stalinisme» (D ialectiques, 15-16, 1976, número dedi
cado a Althusser).
Prólogo a la edición española 9
1 CPC, p. 136.
10 Prólogo a la edición española
M arzo de 1977
ACLARACIONES (PARA UNA LECTURA
TEORICO-POLITICA DE GRAMSCI)
6 Ibid., p. 92
7 «Schriften zur Politik und Gesellschaft», en G essam m elte W erke in
20 B andem , vol. 20.
Aclaraciones 17
II
11 LC, p. 390.
12 MS, p. 89.
Aclaraciones 21
16 LC, p. 146.
17 Ibid., p. 150.
11 LV N , p. 252. Sobre las relaciones lenguaje/ideología/cultura/hegem o
nía, véase nuestra parte quinta.
Aclaraciones 23
III
IV
20 Op. cit.
28 Aclaraciones
O ctubre de 1974
P R IM E R A PARTE
s I b id ., p. 460.
6 I b id ., p. 481. Subrayado nuestro.
7 I b id ., p. 615; véase también p. 576: «en lo que concierne a algunas
notas que he escrito sobre los intelectuales, no sé verdaderamente por
dónde comenzar...».
Los intelectuales y el E stado 35
* Ibid., p. 633.
9 A propósito de la función política de Croce y de la filosofía como
«instrumento práctico de organización y de acción» en un plano nacional
e internacional, véase PP, pp. 47, 48, 53, y MS, p. 301 (Croce, «educador
de las clases dirigentes»).
36 El E stado com o problem a teórico
Tom ada en esta doble estru ctu ració n reticu lar, la filosofía
no funcionará jam ás como u n a instancia separada, desgajada
del m ovim iento de la investigación científica y de la lucha de
clases en la que interviene. E lla es, m ás bien, un laboratorio
teórico y experim ental en el cual G ram sci ensaya sus «tesis»
y las elabora. R etom ando aquí las distinciones ap o rtad as por
A lthusser en sus análisis del joven Marx ", podríam os decir que,
m ediante los objetos estudiados en los Quaderni (los intelectua
les, el p artid o com o vanguardia, la hegem onía, el E stado, etc.),
la política ocupa el lugar dom inante y la filosofía el lugar cen
tral. Pues es la filosofía la «que asegura la relación teórica
en tre la posición política y el objeto de la reflexión» 12.
La cuestión del E stado pone en funcionam iento, de esta
form a, los dos ejes de la búsqueda gram sciana: búsqueda polí
tica (relaciones E stad o /c la se /p a rtid o /b lo q u e histórico) pero tam
bién búsq u ed a filosófica, referida al lugar y a la función de la
filosofía en la su p erestru ctu ra. Punto de llegada, m ás que punto
de p artid a, u na cuestión com o ésta im plica la significación
revolucionaria del trab a jo su p erestru ctu ral. De ahí, tam bién,
la im posibilidad de enunciar las proposiciones teóricas de
G ram sci independientem ente del contexto histórico y político al
que pertenecen. A la inversa, el pensam iento político de la
cárcel exige que dem os un largo rodeo a través de las vías
m etodológicas y filosóficas que lo fundan.
En relación a ello, asistim os a un doble m ovim iento:
E jército Producción
C ultura Partido político
(Estado mayor) (Patrones)
34 Ibid.., p. 84.
35 Ibid., p. 84.
Los intelectuales y el E stado 51
36 M, p. 194.
37 Ibid., p. 195.
38 Q 4, 49.
35 Ibid.
52 E l E stado com o problem a teórico
in telectu al» 40. A dm itám oslo. P ero esta solución no deja de lado
algunas dificultades residuales que preocupan a Gram sci: ¿aca
so la actividad intelectual, desde el punto de vista intrínseco,
no com porta tam bién distintos grados? «No es idéntica cuando
se tra ta de creadores o de adm inistrado res...», p o r lo cual, ¿no
estam os obligados a ad m itir que «la función de organización
de la hegem onía social y de la dom inación estatal com porta
diferentes grados»? Por tanto, es necesario re in tro d u c ir un cri
terio interno p a ra especificar los criterios externos (función
social).
O tra dificultad: la definición p rio rita ria de los intelectuales
com o «organizadores y m ediadores» del consenso tran sfo rm a al
intelectual en ideólogo, en agente de la clase en el poder. Pero
ello no agota el cam po de la investigación gram sciana, porque
G ram sci vuelve p erp etu am en te sobre la especificidad de algunas
prácticas intelectuales y artísticas. El a rtis ta no es grande en
razón de la justeza del contenido ideológico de su o b r a 41. De
igual m anera, el filósofo tradicional, cualquiera que sea su
estupidez de oficio, su esp íritu de casta, posee pese a ello algu
nos conocim ientos sobre la h isto ria de la filo so fía42.
U ltim a dificultad: conform e a la m etodología gram sciana, la
relación de los intelectuales con la política surge de su lugar
en las relaciones sociales. Así, no constituyen una clase, pero
sí una masa. P orque el desarrollo de las funciones intelectuales
es la consecuencia del sistem a «burocrático-dem ocrático» propio
de la sociedad m oderna:
En el mundo moderno, la categoría de los intelectuales, tal como la enten
demos [es decir, como organizadores de la hegemonía], se ha ampliado
de manera inaudita43.
44 /, p. 18.
54 E l E stado com o problem a teórico
50 SP, p. 19.
51 I, p. 94.
IjOs intelectuales y el E stado 57
52 Loubet Del Bayle, Les non-conform istes des années 30, París, Seuil,
1969. Sobre el papel de esta mutación en la formación del marxismo en
Francia y las relaciones entre los intelectuales y el partido comunista,
véase nuestro artículo «Philosophie et politique», Dialectiques, 3, que deli
mitaba un campo de trabajo ulterior.
53 J. Benda, La trahison des cleros, París, Grasset, 1927, pp. 98 ss.
54 Ibid.
58 E l E stado com o problem a teórico
63 L V N , p. 28.
84 Ib id ., pp. 25-26. La expresión es de Croce.
65 Ib id ., pp. 27-28.
“ Ib id ., p. 29.
Los intelectuales y el E stado 61
67 Ibid., p. 30.
62 E l E stado com o problem a teórico
73 CPC, p . 121.
2. ESTADO, CLASE Y APARATOS DE HEGEMONIA
(GRAMSCI Y LAS CIENCIAS SOCIALES)
1 V é a s e n u e s t r a p a r t e q u in ta .
I stado, clase, aparatos de hegem onía 67
24 Q 1, 44 y 149.
” R, p. 262.
“ Q 1, 44.
11 Ibid.
Estado, clase, aparatos de hegem onía 75
43 M S, p. 8; subrayado nuestro.
44 Ibid., p. 57; subrayado nuestro.
45 Ibid.
E stado, clase, aparatos de hegemonía 81
Las ideologías no son puras ilusiones (el Error), sino cuerpos de repre
sentaciones existentes en determinadas instituciones y determinadas prác
ticas: figuran en la superestructura y están fundadas en la lucha de
clases 46.
44 É lé m e n t s d ’a u to c r itiq u e , p. 114.
47 Poulantzas, o p . c it., p. 291.
4* Ib id ., p. 260: «Gramsci introduce una ruptura teórica entre hege
monía y dominación». Nos parece, al contrario, que estos dos momentos
están o rg á n ic a m e n te ligados (y son metodológicam ente distintos). Pues:
1) puede haber dominación sin hegemonía (caso de la revolución pasiva
y, más todavía, del fascismo); 2) la conquista hegemónica de aliados
(conquista política, pero también cultural) es n e c e s a ria para establecer
la hegemonía de la clase obrera, tanto antes como después de la toma
del poder (Estado). Las dos nociones no son id é n tic a s, pero tampoco son
o rg á n ic a m e n te s e p a r a b le s (en el sentido en que podría haber una estra
tegia hacia el socialism o que fuese p u ra m e n te h e g e m ó n ic a sin toma del
poder, sea cual sea la vía adoptada).
82 E l E stado com o problem a teórico
!J Q i, 46.
54 Ib id .
55 Véase Luciano Gruppi, I I c o n c e tto d i e g e m o n ia in G ra m s c i, Roma,
De Donato, 1972; N. Auciello, S o c ia lis m o e d e g e m o n ia in G r a m s c i e T o
g lia tti, Roma, De Donato, 1972; A. Broccoli, A n to n io G r a m s c i e l'e d u ca -
zion e c o m e e g em o n ia , Florencia, La Nuova Italia, 1972; G. C. Jocteau,
«Sul concetto di egemonia in Gramsci e Togliatti», R iv is t a d i s t o r ia co n
te m p o rá n e a , 1973, 1; citam os solamente los principales.
Estado, clase, aparatos de hegemonía 85
56 SG, p. 300.
57 SP, p. 32.
58 Entiendo por fetichism o lingüístico la confusión epistemológica entre
historia de un concepto y aparición lingüística de ese concepto, confusión
que, en el caso del marxismo, termina por ocultar la práctica política
y la realidad de la lucha de clases.
59 L. Althusser, «Idéologie et appareils idéologiques d’État», La Pensée,
151, junio de 1970.
86 E l E stado com o problem a teórico
7
88 E l Estado com o problem a teórico
I. LA U T O PIA LIBERAL
2 Q 26, 6.
3 Ibid.
' Q 6, 88, subrayado nuestro.
5 Véase la discusión entre Norberto Bobbio y Jacques Texier durante
el- congreso gramsciano de Cagliari en 1967: Bobbio, «Grasmci e la con-
cezione della societá civile», en G ram sci e la cultura contem poránea, t. I,
Roma, Riuniti, 1969 [«Gramsci y la concepción de la sociedad civil», en
G ram sci y las ciencias sociales, Córdoba (Argentina), Cuadernos de Pa
sado y Presente, 1974.]; J. Texier, «Gramsci théoricien des superestructures
sur la société civile», La Pensée, 139, 1968, donde el autor retoma algunas
de las tesis del congreso.
Se podrá comprobar que nuestra interpretación se distingue sustancial
mente de estas dos tesis. Según nuestra opinión, es perfectamente justo
defender, como lo hace Texier, el m aterialism o de Gramsci, la radicación
de la sociedad civil en las relaciones de producción. Pero esta «radi
cación» im plica el trabajo de Gramsci sobre el Estado, las relaciones
94 El E sta d o com o p ro b le m a teórico
14 Esta visita de Gennaro, que había sido enviado por Togliatti para
conocer la opinión de Gramsci sobre la «expulsión de los tres» (Leonetti,
Tresso y Ravazzoli), tuvo lugar en junio de 1930. Fue una visita política,
pues Gramsci fue puesto a l tanto de la línea del p c i y del desarrollo de
la política de la Internacional.
98 E l E stado com o problem a teórico
Q 8, 182:
La estructura y la superestructura forman un «bloque histórico»; es de
cir, el conjunto complejo y conflictivo [variante entre líneas: contradic
torio] de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones
sociales de producción.
A m ericanism o y fordism o
La tendencia de Leone Davidovi estaba ligada a este problema. Su
contenido esencial consistía en la «voluntad» de dar la supremacía a la
industria y a los métodos industriales, de acelerar por medios coercitivos
la disciplina y el orden en la producción, d e a d e c u a r la s c o s tu m b re s
a la s n e c e s id a d e s d e l tr a b a jo .
Ello habría desembocado necesariamente en una forma de bonapar-
tismo, y por eso era indispensable oponerse. S u s s o lu c io n e s p rá c tic a s
e ra n e rra d a s, p e r o su s p r e o c u p a c io n e s e ra n ju s ta s . En esta disparidad
Gramsci y Barbusse
33 Ib id .
34 H. Barbusse, L u e u r d a n s l ’a b im e , París, Clarté, 1920; esta frase se
encontraba en el editorial de C la rté , 1, 11 de octubre de 1919.
35 De la lectura, apasionante, de los diferentes números de C la rté ,
surge la búsqueda de una nueva relación entre cultura y política, rela
ción que encuentra su apoyo en la Revolución rusa y pone en cuestión
un cierto tipo de intelectual burgués en beneficio de otro tipo de inte
lectual «orgánico». Son numerosos los artículos consagrados a este tema;
en el número 2 se publica un extracto de una conferencia de Barbusse
pronunciada en la Union des Syndicats, frente a 2.000 trabajadores, con
el título «La revolución rusa y el deber de los trabajadores», en el que
se lee: «Yo soy un trabajador como ustedes. Si bien diferimos profe
sionalmente, n o s p a r e c e m o s in te le c tu a lm e n te . Somos sem ejantes en lo
que hay de más profundo e importante en los hombres: la consciencia,
las ideas y las esperanzas.»
En el número 4, un artículo de B. Suvarin, «Los intelectuales y el
bolchevismo»; en el 5, un artículo de Gorki, «La Internacional de los inte
lectuales». Al igual que L ’O rd in e N u o v o , C la rté publica artículos de Zi-
nóviev, Bujarin, Rádek... Un análisis comparado de ambas publicaciones
sería más que interesante.
La p ro b le m á tic a gramsciana 109
Gramsci y Freud
51 M S , p. 56.
52 Hoy, cuando en Francia vuelve a publicarse a H. de Man (A u -delá
d u m a rx is m e , París, Le Seuil, 1974), es conveniente recordar esta crítica
aguda de Gramsci, desarrollada en M S , pp. 129-136. Un buen toque de
atención acerca de las mezcolanzas freudo-bergsoniano-marxistas, a con
dición de descubrir las e x ig e n c ia s r e a le s que pueden vehiculizar.
” I b id . Gramsci acusa a De Man de tomar una posición demagógico-
instintivista (en una palabra, reformista) y de exaltar «los sentim ientos
populares» sin comprender lo esencial. Desde este punto de vista, su libro
es «un reflejo pedante de una exigencia real»: es decir, la exigencia de
estudiar científicam ente los sentim ientos de las masas, pues «sin esa
pasión» no se puede hacer política. ¿Acaso el error del intelectual no
consiste siempre en creer «que se puede s a b e r sin comprender, y especial
mente sin sentir y ser apasionado» (ib id .)? He aquí a todo Gramsci: en
la dialéctica del sentir, del comprender y del saber, en esta especie de
inteligencia del corazón que es la dimensión auténtica de su socratismo
político, de su h u m a n is m o re v o lu c io n a rio .
116 E l E stado com o problem a teórico
54 PP, p. 280.
55 LC, pp. 572-573 (subrayado nuestro). Evidentem ente, Gramsci no
quiere decir que las m utilaciones más profundas no afecten a las clases
más explotadas, a aquellas que están directamente presas, en su vida
cotidiana, «en los férreos contrastes de la vida moderna». Simplemente
que «el freudismo es más una "ciencia” para las clases superiores», y
ello por una razón simple, trivial: «El "inconsciente” comienza sólo a
partir de tantas decenas de miles de liras de renta» (PP, p. 280). Además
el trabajo en la cadena de montaje no predispone a lo que Gramsci
llama «el fanatismo romántico». ¿Juicios perentorios, quizá? Pregunta:
¿en qué condiciones puede ser psicoanalizada la miseria?
La problem ática gramsciana 117
... este desarrollo y esta expansión [del grupo] son concebidos y pre
sentados como la fuerza motora de una expansión universal, de un des
envolvimiento de todas las energías «nacionales», es decir, que el grupo
dominante está coordinado concretamente con los intereses generales de
los grupos subordinados y que la vida del Estado se concibe como un
continuo formarse y superarse de equilibrios inestables.
61 Ib id .
La problem ática gramsciana 121
62 CPC, p . 309.
122 E l E stado com o problem a teórico
63 Ibid., p. 248.
64 La interpretación de Bobbio suscitó en Francia algunas lecturas
«superestructurales» de Gramsci. E ste desdoblamiento superestructura! es
para nosotros fun da m en ta l, pero ello no quita para que su comprensión
profunda deba pasar por un contexto bastante m ás am plio (relación de
fuerzas, bases del Estado, teoría de los aparatos de hegemonía). Sin ese
contexto, aspectos esenciales de los Q uaderni escapan a nuestro análisis:
el modelo norteamericano, la crisis de 1929, la teorización del fascismo,
el peso real de la crítica del economicism o, los elem entos de análisis del
capitalismo desarrollado, etc.
65 M, p. 114.
La problem ática gramsciana 123
66 PP, p. 104. La primera versión de esta nota, que nos parece deci
siva, se encuentra en el cuaderno 6 (1930-1932), fragmento 155. Subrayemos,
de pasada, que este error en política es similar a un error en estrategia'.
«Subestimar al adversario y a su organización». Recordemos, igualmente,
que Gramsci relaciona este error econom icista con una distinción que le
servirá para pensar la revolución en Occidente: la distinción entre guerra
de movimiento (tipo 1917) y guerra de posiciones. La importancia del
desdoblamiento de las superestructuras para la teoría del Estado fue
indicada ya por Vezio Crisafulli en «Stato e societá nel pensiero di
Gramsci», Societá, VII, 4, pp. 583-609.
67 M, p. 109.
« PP, p. 55.
124 E l E stado com o problem a teórico
70 SP, p. 316.
71 CPC, p. 342.
126 El E stado com o problem a teórico
78 I b id ., p. 75.
19 En la obra citada, L e z io n i su l fa s c is m o .
80 Q 7, 80.
81 Conceptos tomados de N. Poulantzas, P o d e r p o lític o y cla ses so c ia le s
en e l E s t a d o c a p ita lista .
82 II c o n c e tto d i e g e m o n ia in G ra m s c i, p. 100.
La problem ática gramsciana 131
84 Ib id ., p p . 33-34.
La problem ática gramsciana 133
86 CPC, p. 29.
17 D uem ila pagine di Gramsci, Milán, II Saggiatore, 1964, t. II, p. 72.
La problem ática gramsciana 135
cida, (¡ram sci descubre ahí inm ediatam ente «una m ercancía
reaccionaria y an tiproletaria», un paso m ás p ara golpear a los
verdaderos enemigos, las asociaciones de trab a jad o res y para
desarro llar el te rro r legal: «Afirmamos que la ley en cuestión
está especialm ente dirigida contra las organizaciones obreras.»
La lucidez y la valentía de esta acusación se apoyaban en
un análisis significativo de la función ocupada p o r la m asone
ría en el E stado italiano. En un artículo en Stato Operaio (re
vista teórica y política del p artid o com unista), «La conquista
fascista dello Stato», G ram sci precisa la fundam entación de su
discurso en el P arlam ento:
¿Qué significa en Italia luchar contra la masonería? Significa luchar
contra la burocracia, la cual constituye, en su estado actual, un fa c to r
e s e n c ia l d e l e q u ilib r io alcanzado por la burguesía en la lenta construc
ción del Estado de la unidad. Transformar los criterios políticos y
territoriales de reclutamiento de la burocracia —y a ello tiende la ley
antimasónica— significa alterar profundamente la s re la c io n e s d e las f u e r
zas so c ia le s en e q u ilib r io 88.
103 Ibid.
4. A MANERA DE CONCLUSION: ALGUNAS
ORIENTACIONES METODOLOGICAS
11
1. EL VIRAJE DE LOS AÑOS 1918-1920:
ESTADO Y ESTRATEGIA DE LOS CONSEJOS
I. A P R O P O S IT O DEL L E N IN IS M O DE GRAMSCI
C oyuntura
1. Crear un Estado, crear una potencia estatal capaz de vivir y des
arrollarse; este imperativo histórico de cualquier pueblo que quiera darse
un nuevo orden ha sido llevado a cabo por el pueblo trabajador de
Rusia. (1 de enero de 1918.)
2. También el concepto de revolución ha tomado un aspecto original:
hoy tiene una significación «constitucional», ha tomado un valor con
creto ideal e histórico; indica el proceso consciente de instauración de
un tipo nuevo de Estado, la república de los consejos obreros y cam
pesinos. (15 de mayo de 1919.)
3. La fase actual de la lucha de clases en Italia es la fase que precede
a la conquista del poder político por el proletariado revolucionario,
mediante el paso a nuevos modos de producción y de distribución que
permitan una recuperación de la productividad, o bien a una tremenda
reacción de la clase propietaria y de la casta de gobierno. (8 de mayo
de 1920.)
1 SP, p. 206.
154 E stado y hegem onía
Las com isiones internas son órganos de democracia obrera a los que
es necesario liberar de las limitaciones im puestas por los empresarios
y a los que hay que infundir nueva vida y energía4.
2 Ibid., p. 209.
3 Ibid., pp. 350-351, subrayado nuestro.
4 Ibid., pp. 207-208. Notemos de paso que el artículo «Democrazia ope-
raia», escrito por Gramsci y Togliatti y aprobado por Terracini, marca
un cambio en L ’O rdine N uovo, que «se convierte para nosotros y para
todos los que nos siguen en el diario de los consejos de fábrica»; véase
sobre este «golpe de mano en la redacción» «U programma dell'Ordine
N uovo», ibid., p. 353. A partir de este mom ento el diario se convierte en
un verdadero centro de discusión y de convergencia entre obreros, jó
venes e intelectuales.
E l viraje de los años 1918-1920 155
8 V. I. Lenin, Obras com pletas, vol. 28, Buenos Aires, Cartago, 1960,
pp. 457-458. El conjunto del informe está consagrado a las tesis sobre
E l viraje de los años 1918-1920 157
14 ON, p. 218.
15 A vanti, edición piamontesa, 18 de abril de 1919.
160 E stado y hegem onía
18 Ibid., p. 163.
18 Ibid., p. 167.
162 E stado y hegem onía
vida nacional. Por ello las formas políticas son solam ente sim ples su
perestructuras arbitrarias, sin eficacia e infecundas en sus resu ltad osi2.
49 M, pp. 19-20.
50 Ibid, p. 18.
51 Ibid., p. 19.
El viraje de los años 1918-1920 173
1 SP, p. 222.
2 Ibid., p. 248: «El consejo de fábrica es el m odelo del Estado pro
letario.»
3 Ibid., p. 221, subrayado nuestro.
4 ON, p. 4.
E stado e im perialism o 177
5 Ibid., p. 53.
6 P. Togliatti, G ramsci, Roma, Riuniti, 1967, p. 161.
178 E stado y hegem onía
14 ON, p. 85.
15 Ibid., p. 130.
16 Ibid.; Gramsci habla de «una estructura orgánica, una situación
normal del capitalismo».
17 Lenin, E l im perialism o, fase superior del capitalism o, en Obras
com pletas, vol. 22, Buenos Aires, Cartago, 1960.
E stado e im perialism o 181
39 p ara estos problemas, véase ON, pp. 71-79; son dos escritos funda
mentales porque aclaran los orígenes lejanos del fascism o y serán des
arrollados después en las conversaciones de Turi (ausencia de una ver
dadera revolución democrático-burguesa en Italia).
40 Ibid., p. 83.
E stado e im perialism o 189
41 Lenin, Obras com pletas, vol. 25, Buenos Aires, Cartago, 1958, pági
nas 403-404, subrayado nuestro.
42 Ibid., p. 403, subrayado nuestro.
43 ON, pp. 83 y 98.
44 Ibid., p. 62, subrayado nuestro.
190 Estado y hegem onía
48 SF, p. 9.
48 Ibid.
50 Ibid., p. 10.
192 E stado y hegem onía
51 Ibid., p. 11.
52 Ibid., p. 40.
53 Véase L. Paggi, G ram sci e il m oderno principe, t. I., p. 75, y
A. Gramsci, Per la veritá, Roma, Riuniti, 1974, p. 58.
E stado e im perialism o 193
1 PP, p. 86, subrayado nuestro. E ste texto surge del cuaderno 3 (1930),
fragmento 48.
2 «En estado práctico»: Althusser ha usado esta expresión para indicar
el modo de existencia de la filosofía, ante todo en las obras científicas
(El capital), y después en las obras prácticas del marxismo. N osotros la
utilizaremos para: 1) designar la dimensión específicam ente teórica (y
creadora) de la práctica política; 2) mostrar las eventuales disparidades
entre esa práctica y la teoría, ya sea porque la formulación teórica del
elem ento que estaba en «estado práctico» im plique una rectificación crí
Consejos, sindicatos, partido 195
12 Ibid., p. 144.
13 SP, pp. 226 ss.
Consejos, sindicatos, p a rtid o 199
14 Ibid.
15 La questione m eridionale, Roma, Riuniti, 1969, Introducción, p. 12.
16 F. de Felice, Serrati, Bordiga, Gramsci, pp. 311-338.
11 Véase la citada Introducción a La questione m eridionale. El cambio
histórico concerniente al análisis de la cuestión meridional com o aspecto
de la cuestión nacional data de la carta de Gramsci para la fundación de
L'Unitá, el 12 de septiembre de 1923. Considerando más de cerca «el
ámbito nacional», Gramsci muestra que la cuestión meridional no ter
mina únicamente con el problema de la alianza obrero-campesina, porque
ésta es también una «cuestión territorial», y por lo tanto una cuestión
nacional. De 1923 a 1926 Gramsci profundizará este aspecto, que tomará
loda su amplitud en la estrategia de la «guerra de posiciones» contenida
en los Quaderni.
14
200 E sta d o y hegemonía
SP, p p . 333-334.
202 E sta d o y hegemonía
E n cam bio, G ram sci, desde septiem bre de 1918, después del
Congreso de Roma, ya estaba preocupado p o r otro problem a:
«Es necesario que señalem os con exactitud y precisión qué
entendem os p o r E sta d o » 26. Y en 1920, después del fracaso del
28 SP, p . 167.
Consejos, sindicatos, partido 207
27 Ibid., p. 207.
28 Ib id ., p p . 292-293.
Consejos, sindicatos, partido 209
35 I b id ., 1 de febrero de 1920.
38 Según la expresión de Paggi, G r a m s c i e il m o d e rn o p r in c ip e , t. I,
página 356.
31 S P , pp. 199-203.
38 En 1924, al volver sobre la experiencia de L ’O rd in e N u o v o , Gramsci
retomará esta noción de tr a d u c c ió n : los méritos de L 'O r d in e N u o v o
están en haber «sabido traducir en lenguaje histórico italiano los princi
pales postulados de la doctrina y de la táctica de la Internacional»;
véase C P C , pp. 20 ss.
212 E stado y hegem onía
39 SP, p. 163.
40 Ibid., p. 293, subrayado nuestro.
41 L’Ordiné N uovo, 6 de enero de 1921.
42 Ibid.
Consejos, sindicatos, partido 213
45 CPC, p. 345.
46 SP, p. 368.
47 Ibid., p. 369.
Consejos, sindicatos, p a rtid o 215
Stalin:
Así, pues, Lenin no combatía a los partidarios de la revolución «perma
nente» por la cuestión de la continuidad, pues el propio Lenin sostenía
el punto de vista de la revolución ininterrumpida, sino porque m enos
preciaban el papel de los campesinos, que son la reserva más importante
del proletariado, y n o c o m p r e n d ía n la id e a d e la h e g e m o n ía d e l p r o le
ta ria d o 4.
29 Ibid., p. 96.
246 E stado y hegem onía
33 Ib id ., p . 197.
17
TERCERA PARTE
r. 1925
1 CPC, p p . 49-50.
252 E l E stado com o problem a estratégico
2 Ibid., p. 51.
3 Ibid., p. 54.
Gramsci y B ujarin: un extraño viraje 253
Para que el partido viva y esté en contacto con las m asas es necesario
que cada miembro del partido sea un elem ento político activo, sea un
dirigente4.
1 Todo este pasaje ha sido agregado por Gramsci a.l texto de Bujarin
El texto del curso se encuentra en el archivo del P C I, Instituto Gramsc i
8 Sobre las relaciones entre el íjc i y Bujarin, ver el análisis de Ragi<>
nieri, en su introducción a las Opere de Palmiro Togliatti, t. I, pp. xv ss.
G ram sci y B ujarin: un extraño viraje 255
9 M S , p. 148.
10 Ib id ., p. 195. Gramsci critica el antihistoricism o de Bujarin como
una actitud que tiende a caer en la metafísica y .a reducir a toda la his
toria de la filosofía a un conjunto de errores.
11 Sobre los nexos entre la filosofía gramsciana y la crítica a Bujarin,
se puede consultar el libro de Jacques Texier, G ra m sc i, París, Seghers,
1966. A excepción del artículo de Aldo Zanardo «II "Manuale” di Bucharin
visto dai com unisti tedeschi e da Gramsci» [«El manual de Bujarin visto
por los com unistas alemanes y por Gramsci», en N. I. Bujarin, T e o ría d el
m a te ria lis m o h is tó ric o , Madrid, Siglo XXI, 1974], la mayor parte de los
comentarios, incluso el de Texier, tienen un carácter «filosófico». Aquí
hem os retom ado algunos elem entos del estudio de Zanardo.
Este libro estaba ya en imprenta cuando apareció el artículo de Leo
nardo Paggi, «La teoría generale del marxismo in Gramsci» (A n n a li F e ltri-
256 El Estado com o problem a estratégico
ii. 1930-1931
nelli, Milán, Feltrinelli, 1973, pp. 1.318 ss), artículo del que compartimos
los rasgos teóricos generales. Sin embargo, Paggi interpreta los agregados
de Gramsci al texto de Bujarin (y los pasajes suprimidos) como el punto
de partida de la crítica de la cárcel. A nosotros nos parece que los
elem entos de una transformación de la rela.ción Gramsci/Bujarin son más
importantes que la hipótesis de una génesis de la crítica de los Quaderni.
En 1925 Gramsci no pone en duda la tesis bujariniana de una «sociología
de la clase obrera» (com o lo hará después) y juzga necesario y útil la
traducción de los m ism os textos que más tarde criticará duramente.
12 P. Togliatti, G ramsci, p. 142.
Gramsci y B ujarin: un extraño viraje 257
hay que llevarla adelante contra los más eminentes. De otro modo, se
confunde el diario con el libro, la pequeña polémica cotidiana con el
trabajo cien tífico22.
22 M S , p. 153.
23 I b id ., subrayado nuestro.
24 M , p. 90.
25 MS, p. 153.
266 El E sta d o com o p r o b le m a estratégico
1 M S, p. 155.
2 Ibid., p. 156, subrayado nuestro.
3 Ibid., p. 157.
272 E l E stado com o problem a estratégico
Y m ás aún:
10 Ibid., p. 199.
11 Lenin, Obras com pletas, vol. 31, Buenos Aires, Cartago, 1960, p. 218.
12 G. Lukács, Lenin, México, Grijalbo, 1970, p. 22. Observemos de paso,
las sim ilitudes entre este pequeño libro de Lukács, tan penetrante, y la
apropiación del leninism o por el joven Gramsci. Las grandes líneas comu
nes son: crítica del economicism o, imperialismo, actualidad de 1a. revo
lución, papel de la organización del proletariado com o clase dirigente.
Una historia sistem ática y comparada de los itinerarios de Gramsci y de
Lukács, en el plano filosófico (hegelianismo, historicism o, etc.) y político
(experiencia de los consejos, en ambos casos), sería apasionante y permi
tiría aclarar otra historia, todavía n o escrita: la de las relaciones entre
los intelectuales y el leninismo en occidente.
276 E l E stado com o problem a estratégico
13 Ibid., p. 44.
14 M S, pp. 159 ss.
15 Véanse los citados S ch rifte n zu r P olitik u n d G esellschaft [Escritai
políticos, Caracas, Tiempo Nuevo, 1970, pp. 33-34]. Nuestras numerosa)
Críticas de B ujarin 277
E stos sistem as influyen sobre las masas populares com o fuerza política
externa, como elem ento de fuerza cohesiva de las clases dirigentes, por
lo tanto como elem ento de subordinación a una hegemonía exterior que
limita el pensam iento original de las masas populares en forma negativa,
sin influir sobre ellas p ositivam ente26.
27 Ib id ., p . 176.
284 El E stado com o problem a estratégico
29 PP, p p . 88-91.
286 E l E stado com o problem a estratégico
38 Ibid., p. 507.
40 Ibid., p. 508, subrayado nuestro.
41 Ibid., p. 506, subrayado nuestro.
292 El E stado com o problem a estratégico
E ste pun to nodal del pensam iento político gram sciano con
d u cirá a la fam osa distinción de la prisión e n tre centralism o
bu ro crático y centralism o dem ocrático (Q 9, 68). El centralism o
dem ocrático es tal sólo en tan to «centralism o en movimiento»,
que realiza «una con tinua adecuación de la organización al mo
vim iento histórico real». De ahí su organicidad, es «orgánico
po rq ue tom a en cuenta al m ovim iento» histórico real. No de
bernos dedu cir de esto que G ram sci rechace los elem entos
«relativam ente estables y perm anentes», todo lo contrario: «&M
los p artid o s que rep resen tan grupos socialm ente subaltern<^B
el elem ento de estabilidad re p resen ta la necesidad orgánica
asegurar la hegem onía no de grupos privilegiados, sino de
fuerzas sociales p ro gresistas, orgánicam ente progresistas en
lación con las o tras fuerzas aliadas pero com puestas y osci
lantes entre lo nuevo y lo viejo (ibid., subrayado n uestro). La
dirección del p artid o com unista, tal com o la piensa Gram sci,
es p o r lo tan to indispensable p a ra refo rzar la alianza de las
fuerzas su balternas en lucha y p a ra p erm itir la hegem onía de
la clase ob rera (fuerza orgánicam ente p ro g resista) en esta
alianza.
Pero la noción de «centralism o dem ocrático» es m ás am
plia, es «una fórm u la elástica, que se p re sta a m uchas "encar
naciones” y vive en tan to es in te rp re ta d a continuam ente y con
tinu am en te ad a p ta d a a las necesidades» de form a que se evite
el b u ro cratism o y la falta de iniciativa y responsabilidad en
las bases. E sta «fórm ula» vive p orque es dialéctica, consiste
en «la búsq ued a crítica de aquello que es igual en la ap aren te
diferencia y aquello que es distinto y opuesto en la ap aren te
uniform idad» (ibid.).
C ontradicción en la unidad, unidad en las contradicciones,
tal es p ara G ram sci la unidad dialéctica real, la llam ada unidad
orgánica, que exige «una unidad orgánica en tre la teoría y la
práctica, en tre estra to s intelectuales y m asa, en tre gobernantes
y gobernados» e im pone «discernir el "elem ento internacio
n a l” y "u n itario ” en la realidad nacional» y viceversa (ibid.).
Si tal es a grandes rasgos el m arxism o de G ram sci, del que
depende una ciencia de la p ráctica política, se tiene derecho
a p re g u n ta r si esta concepción evita la tram p a de u n a visión
ig u alitarista de la práctica, criticada p o r A lthusser com o ga
ra n tía religiosa e indiferenciada de u n a concepción «hum anista-
h isto ricista del m arx ism o » 44. El recurso gram sciano a la preem i
nencia de la práctica, com o preem inencia de lo político, no
anula p ara n ada el estatu to diferencial de las prácticas socia
les; p o r el co ntrario, la p ráctica política, com o único lugar
posible de unificación de la realidad social, d eterm in a una posi
ción no sectaria, no dogm ática en el cam po filosófico y cul
tural.
La tesis gram sciana (y leninista), según la cual son las
m asas las que hacen la h istoria, ¿no conduce hacia u n a teoría
de la iniciativa política, com o condición de u n a relación ju s ta
en tre p artid o y m asas? Lejos de oscurecerse en el hum anism o
indiferenciado de la «práctica social hum ana» com o praxis, nos
44 Remito sobre este tema al análisis que hace Saúl Kartz en su libro
citado, Théorie et politique: Louis A lthusser, pp. 48 ss. La idea de un
proceso práctico-teórico-práctico es muy cercana a las posiciones de
Gramsci.
294 El E stado com o problem a estratégico
tido a la dirección del p artido com unista italiano. Así fue: una
vez en París, S raffa tom a contacto con la dirección del partido.
El testim onio se S raffa es form al: G ram sci le h a pedido
tran sm ita al p artid o este sim ple m ensaje: «Que él ad o p ta la
consigna de la C onstituyente» 5.
E n cuanto al contenido exacto de este «testam ento político»
de G ram sci, podem os ten er u n a idea de él a p a rtir de la
c a rta de Grieco a Ercoli (Togliatti), el 27 de abril de 1937.
La c a rta dem uestra, com o dice Paolo Spriano, que «el tem a
de la Asam blea C onstituyente no solam ente tenía derecho de
ciudadanía en los debates internos, sino que se convertirá
en o b jeto de discusión con los socialistas, en la perspectiva de
la renovación del p acto de unidad de acción». He aquí el texto
de la carta:
Hablando con p. [Piero Sraffa] me enteré que nuestro amigo ha formu
lado, esta vez de una forma más neta, su vieja idea de la Asamblea
Constituyente. Ha dicho que «el frente popular en Italia es la Asamblea
Constituyente». Quisiera conocer tu opinión, pues es probable que la
cuestión surja en las próximas conversaciones para poner al día el pacto
de acción. En el pacto de acción, pienso que se debe hablar de la repú
blica democrática (lo que no significa que los dos partidos deban restrin
gir su acción ni la del frente popular a este objetivo), pero la república
democrática, creo yo, comporta, la Asamblea C onstituyente6.
fyP. Spriano, S toria del p a rtito com u n ista italiano, II, pp. 262 ss., III,
gina& 21 ss.
10 A.^Lisa, M em orie, p. 86, subrayado nuestro.
11 I b itt, p. 87.
Crítica al econom icism o 301
m ica (sindical) tenga una im portancia prim ord ial, pues los intereses m ás
esenciales, «decisivos» de las clases, pueden ser satisfechos únicam ente
p or tran sform aciones políticas rad icales 12.
12 Lenin, Obras com pletas, vol. 5. B uenos Aires, C artago, 1959, p. 398 n.
13 Iibd., p. 393.
306 E l E stado com o problem a estratégico
14 SP, p. 364.
15 Ibid., p. 376.
16 M, p. 92.
Crítica al econom icism o 307
I
312 El E stado com o problem a estratégico
27 M, p. 88.
28 V. N. Giap, Guerre d u peuple, arm ée du peuple, París, Maspero,
1967 [Guerra del pueblo, ejército del pueblo, México, Era, 1971].
Crítica al econom icism o 313
... se trata... de estudiar con «profundidad» cuales son los elem entos de
la sociedad civil que corresponden al sistem a de defensa en la guerra de
posición 29.
En Oriente, el Estado era todo, la sociedad civil era prim itiva y gelati
nosa. En Occidente, entre el Estado y la sociedad civil había una relación
muy ajustada, y detrás de un Estado tambaleante se descubría súbita
mente la robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una
primera trinchera detrás de la cual había una robusta cadena de forta
lezas y casam atas30.
29 M, p. 95.
30 Ibid., p. 96.
314 El E stado com o problem a estratégico
Y m ás adelante:
Relaciones entre estructu ra y superestructuras. Este problema me parece
el problema crucial del materialismo histórico (Q 4, 38).
35 Ibid.., p. 304. Tesis: «La escuela nos revela, ante todo, el sentido
práctico, la raíz real de todas las ideologías».
36 CPC, p. 60.
Critica al econom icism o 317
IV . H E G E M O N IA , BLOQUE S O C IO -H IS T O R IC O Y ESTADO
EN GRAMSCI Y EN BUJA RIN (R E V O L U C IO N PER M A N EN TE,
SO C IA L ISM O EN UN SOLO PAIS Y GUERRA DE P O S IC IO N )
La posición de B u jarin
2. E stado:
«Nuestro E stado no es exactam ente un E stado obrero-campesino, sino un
Estado obrero que se a p o y a en los cam pesinos»49. De a.hí, la necesidad
de conservar, a cualquier precio, e sta b a se s o c ia l del Estado, es decir su
unidad social. Y de ahí, por lo tanto, su crítica a una concepción instru
mental del E stado de transición que termina por insistir sobre los aspec
tos administrativos a expensas de las funciones económicas: «En un
cierto sentido, en una cierta medida y por un tiempo determinado, la
relación con la nueva burguesía de la n e p no se puede limitar a la pura
represión... Es necesario utilizarla y superarla mediante su eliminaci&É
económ ica»5Ü. Por lo tanto, Bujarin opone a una concepción instrumentH
del poder del Estado com o «coerción» un c o n c e p c ió n m e d ia d o r a d i
Estado en relación a su propia b a se y en la dialéctica entre infraestruH
tura y superestructura.
3. E stado/hegem onía:
«La dictadura del proletariado, el poder del Estado, realizan una me
diación entre todos estos tipos de relaciones.» Como poder del proleta
60 Ibid.., p. 320.
61 Ibid., p. 321.
62 Ibid., p. 326. Gramsci critica en especial la tesis de la penetración
de los elem entos burgueses y pequeñoburgueses en el apara.to del Estado.
332 E l E stado com o problem a estratégico
68 Ibid., p. 130.
68 Ibid., p. 129.
70 Ibid.
Crítica al econom icism o 335
Poco a poco G ram sci volverá sobre el debate del año 1926
a p a rtir de un pu n to de vista distinto, a p a rtir de la lucha
an tifascista y de la g u erra de posición. La teoría de la «revolu
ción perm anente» le parece, restropectivam ente, el reflejo po
lítico de la teo ría de la g u erra de m ovim iento, es decir, es «en
últim o análisis, el reflejo de las condiciones generales econó-
m ico-culturales-sociales de un país en el cual los m arcos de la
vida nacional son em brionarios y laxos, no pudiendo de esta
form a convertirse en "trin c h era o fo rtaleza”» 77. E n u n a palabra,
T rotski sigue siendo «el teórico político del ataque frontal,
en u n período en el cual ese ataque sólo ocasiona la de
rro ta» 7S.
El T ro tsk i con el que discute ah o ra G ram sci no es el que
escribe sobre el fascism o, sino el que ha desarrollado u n a hi
pótesis estratég ica erró n ea (la de la revolución m undial). Y esta
línea, p o r m ás que se proclam e in tem acio n alista, no es m ás
que el reflejo de u n a situación específicam ente rusa:
Podríamos decir que Bronstein, que aparece como un «occidentalista»,
era en cambio un cosm opolita, es decir, superficialmente nacional y su
perficialmente occidentalista o europeo. En cambio, Ilich era profunda
mente nacional y profundam ente europ eo79.
81 Ibid., p. 152.
82 Ibid., pp. 152-153.
83 La consciencia que tiene Gramsci de las diferencias entre Lenin
Stalin, en cuanto al m étodo de la dirección política, resulta muy ciar
de acuerdo con los distintos testim onios. Riboldi cuenta que, en el curs
de una conversación en la prisión de Turi, Gramsci le habría dicho qu
«Stalin era más ruso que intem acionalista» (E. Riboldi, Vicende socialisti
Milán, 1964, p. 182). Una afirmación casi idéntica es la de B. Tosin (A. Lisi
M em orie, p. 98). Se puede confirmar, de este modo, la aprobación d
Gramsci al «testamento» de Lenin.
Las reservas explícitas de Gramsci deben ser confrontadas con (
conjunto del trabajo de la cárcel (véase, en particular, el punto vi de est
mismo capítulo), pero no autorizan, sin embargo, a una aproximació:
Crítica al econom icism o 339
1971). Siempre sobre este problema del bloque histórico, véase U. Cerrón i.
Teoría política e socialism o (Roma, Riuniti, 1973), y los trabajos ya cita
dos de Badaloni y Luciano Gruppi.
Crítica al econom icism o 343
...la alianza de la clase obrera con las masas campesinas y otras capas
sociales «crea la s c o n d ic io n e s » (así se expresaba, con su rigor habitual, el
mismo Togliatti en el congreso de estudios gramscianos) y «se c o n v ie r t e
en la b a se» de un nuevo bloque histórico. La construcción de este último
es algo bastante más amplio: es la realización —en el terreno de la edi
ficación de un nuevo orden— de la lucha de la clase obrera y sus aliados
contra el orden capitalista y la ideología burguesa; es la consolidación
y la ulterior expansión de la hegemonía de la clase obrera, ya afirmada
en el curso de esa lucha; es, sustancialmente, la transformación revo
lucionaria de la estructura y de las superestructuras y la construcción de
una nueva relación entre e lla s86.
23
•344 El E sta d o co m o p ro b le m a estratégico
otros) entre bloque histórico y totalidad social, pues el mom ento del
bloque histórico nos remite solamente a la «homogeneización de los
grupos sociales bajo la dirección de la clase hegemónica». Badaloni de
muestra que: 1) el concepto de bloque histórico es específicamente
gramsciano (n o existe com o tal en Sorel); 2) debe ser ligado al trabajo
sobre el carácter orgánico de las ideologías, en relación con el «mito»
soreliano; 3) es inseparable de la dialéctica leninista dirección/esponta
neidad. A partir de estas bases, la construcción de un bloque histórico
debe ser medida respecto a la relación de fuerzas en el conjunto de la
sociedad. Ya dijimos que esta crítica permite plantear la cuestión del
lugar del Estado en el bloque histórico, cuestión que ha sido ignorada
por num erosos comentaristas.
33 H. Portelli, G ramsci y el bloque histórico, p. 59.
90 Ibid., p. 84.
91 Esto es todavía más visible en su artículo «Jacobinisme et antija-
cobinisme» (Dialectiques, 4-5, 1974), en el cual, Jas cuestiones políticas
(y leninistas) del Estado, del im perialism o y de la actualidad de la rcv<>'
lución, no son tomadas en consideración: de ahí una interpretación
«autogestionaria» y «neoluxemburguiana» del período de los consejos
de fábrica.
32 Véanse la crítica de Badaloni, a la que ya hemos hecho referencia,
y nuestra primera parte.
Crítica al econom icism o 345
ciana. G ram sci precisa inm ediatam ente que «La pasión econó
m ico-política es disru ptiva cuando es exterior», y que, a la
inversa, no lo es m ás cuando se convierte en im plícita, cuando
«el proceso es norm al, no violento, cuando hay hom ogeneidad
entre e stru c tu ra y su p erestructura», es decir cuando existe una
relación de hegem onía.
2. E sta situación de hom ogeneidad exige que el E stado haya
«superado su fase económ ico-corporativa».
He aquí una cuestión a ser meditada: ¿la concepción del Estado gendarme-
guardián nocturno... no es la única concepción de un Estado que supera
las últimas fases «corporativo-económicas»?107.
Si es verd ad que
105 M, p. 175.
106 Véase nuestra parte segunda.
107 M, p. 174.
108 Ibid., p. 175, subrayado nuestro.
Crítica al econom icism o 353
112 M, p. 69.
113 Ibid., p. 34.
114 Ibid.
Crítica al econom icism o 355
1 R, p. 245.
364 Guerra de posición y fascism o
G r a m s c i.
3 PP, p p . 54-55.
368 Guerra de posición y fascism o
6 Ib id ., p. 6.
7 Ib id ., p. 10. Respecto a la actividad revisionista de Croce, véase
G. Marramao, M a rx is m o e re v is io n is m o in Ita lia .
8 Lenin, O b ra s c o m p le ta s, vol. 21, Buenos Aires, Cartago, 1960, p. 83.
370 Guerra de posición y fascism o
15 MS, pp. 222 y 238: «Un Anti-Croce debe ser también un Anti-Gentile».
16 B. Croce, Etica e política, Bari, Laterza, 1945, pp. 217-218.
17 Ibid., p. 220.
374 Guerra de posición y fascism o
Pero este E stado ético no tiene nada que ver con la estato
latría ética de Gentile. En su in terp retació n de Hegel, Croce
rechaza, en efecto, la identificación de la m oral y el E stado
com o u n a tendencia hacia una «equívoca estatolatría». En rea
lidad, el Estado-gobierno de Croce corresponde casi a lo que
Hegel llam a «sociedad civil», a u n a fenom enología de lo eco
nóm ico, acom pañada de una regulación jurídica.
Conclusión: la verdadera h isto ria en sentido crociano no
es el E stado, sino su «superación intelectual» en el m om ento
ético-cultural en el que operan los intelectuales. G ram sci acu
sará p o r ello a Croce de «poner el acento únicam ente sobre
ese m om ento que en política se llam a de la "hegem onía"», y de
caer, p o r lo tanto, en una concepción ro m án tica de la polí
tica 20.
Pero hay algo m ucho m ás grave: las divergencias reales
en tre Croce y Gentile pasan a segundo plano ante una m atriz
com ún, una cierta laxitud del pensam iento liberal m oderado
y conservador, la búsq ueda de u n E stado fu e r te 21. Pues esa
18 Ibid., p. 221.
19 Ibid., p. 230.
20 LC, p. 616.
21 Antes de asum ir una posición antifascista intelectual (en 1925), Croce
consideraba al fascism o como una especie de pasarela para el restable
cim iento de un Estado liberal fuerte. Escribe en 1924: «El corazón del
fascism o es el amor por la patria italiana, es el sentim iento de su salva
Fascismo y superestructuras 375
libertad , tan cara a Croce, no tiene nada que ver con la del
pueblo, con una dem ocracia real. Croce, hablando de R ousseau
y del jacobinism o, afirm a:
23 Ibid., p. 119.
24 Ibid.
25 Ibid., pp. 37-38.
Fascism o y superestructuras 377
26 Ibid., p. 38.
27 Ibid., p. 39.
378 Guerra de posición y fascism o
Y agrega:
30 M, pp. 39-40.
31 Ibid.., p. 40.
32 Ibid., pp. 45-46.
380 Guerra de posición y fascism o
35 Ibid., p. 70.
36 Remito a los penetrantes análisis de Nardone (II pensiero di
Gramsci, Bari, De Donato, 1971, pp. 410 ss.) sobre el concepto gramsciano
de economía y sus relaciones con la política.
382 Guerra de posición y fascism o
I. EL FASCISM O Y SU T E O R IZ A C IO N :
DEL CESA RISM O A LA R EV O LU CIO N PASIVA
4 Ibid.., p. 83.
5 F. Engels, Introducción de 1891 a La guerra civil en Francia, en Marx-
Engels, Obras escogidas, I, Moscú, Progreso, s.f., pp. 453-454.
6 M, pp. 86-87.
386 G uerra de posición y fascism o
7 Ibid., p. 87.
8 Véase V. Gerratana, «II popolo delle scimmie tra reazione e rivolu-
zione passiva».
9 M, p. 87.
Revolución pasiva y m od elo norteam ericano 387
14 M. pp. 97-98.
15 Ibid., p. 99.
390 Guerra de posición y fascism o
18 M S, p. 262.
17 Ibid., p. 218.
18 Ibid., p. 229.
Revolución pasiva y m odelo norteam ericano 391
18 Ib id ., p p . 229-230.
26
392 Guerra de posición y fascism o
23 M , p . 418.
R evolución pasiva y m odelo norteam ericano 395
28 M , p . 440.
R evolución pasiva y m odelo norteam ericano 399
I
R eto rn ar a Marx, a su posición filosófica, es p o r tan to asu m ir
un pu n to de vista a p a rtir del cual su o bra se hace legible.
Es decir, el pu n to de vista de Lenin, un pu n to de vista de clase
en la teoría. Pues el leninism o es u n a concepción específica
del m undo sin la cual es im posible com pren der a Marx; Lenin
continúa y actualiza a M a rx 3.
La relación vital en tre m arxism o y leninism o, relación histó
rica y teórica, excluye toda «jerarquía»: depende del m arxism o
m ism o, de su capacidad p a ra asegurar «el paso de la utopía
a la ciencia y de la ciencia a la acción». M arx inicia «una
edad h istó rica que probablem ente d u ra rá siglos, es decir, hasta
la desaparición de la sociedad política y el advenim iento de la
sociedad regulada» (Q 7, 33).
La histo ricidad de la filosofía del m arxism o no se confunde
con ninguna otra. No tiene n ad a que ver con u n a concepción
expresiva del todo social, que le asignaría la única función de
consciencia verd adera y to talizante de su época. Nos referim os
a la crítica que le hace A lthusser, cuando, apoyándose en una
determ inada in terp retació n de la filosofía gram sciana, reprocha
a G ram sci el hecho de concebir a la filosofía y a la ciencia
«sobre el m odelo de la relación de expresión directa, que da
cuenta, b astan te bien, de la relación de u n a ideología orgá
nica con su tiem p o » 4. P ara G ram sci, en realidad, el rechazo
II
Pero re to rn a r a M arx a través de Lenin no significa to m ar un
cam ino directo. La escarpada vía de la filosofía pasa aquí por
atajos, p o r el desarrollo del m arxism o antes y después de Lenin.
La h isto ria no es ya u n a «fecundísim a y astutísim a m ujer», una
«heroica m u jer rom añola» que osa m o stra r «el sexo genera
d o r de nuevos y encarnizados luchadores» p a ra provocar al
enem igo que to rtu ra a sus h ijo s 5. E n la vida fa n tá stic a de
G ram sci, Medea asiste ahora al asesinato de los hijos que tuvo
de Jasón con los ojos vendados. Y sin em bargo, «aun cuando
to d o está o parece e sta r perdido, es necesario volver a poner
tran q u ilam en te m anos a la obra, recom enzando desde el p rin
cipio. Esto convencido que siem pre es necesario co n tar sólo
con uno m ism o y con las propias fu erzas» 6.
La b úsqueda lacerante de u n a filosofía del m arxism o autó
nom a e independiente (son térm inos que aparecen una y o tra
vez en los Quaderni), apunta antes que nada, a ase g u rar un
terren o rad icalm ente nuevo p a ra la filosofía del m arxism o, en
relación a todas las filosofías anteriores, incluida la de Hegel:
« LC, p. 126.
27
408 La refundación de la filosofía marxista
8 MS , p p . 21-22.
E n busca de la filosofía de Marx 411
III
Pregunta: ¿Por qué los partidos proletarios italianos han sido siempre
débiles desde el punto de vista revolucionario?
Respuesta: Porque no conocían la situación en la que debían operar, no
conocían el terreno en el cual debían dar la batalla 10.
8 Ibid., p. 30.
10 Gramsci, Per la veritá, p. 268.
412 La refundación de la filosofía marxista
IV
11 Ibid., p. 270.
12 M. Tronti, «Tra m aterialism o dialettico e filosofía della prassi.
Gramsci e Labriola», La cittá fu tu ra , recopilación al cuidado de A. Ca-
racciolo y G. Scalia, Milán, Feltrinelli, 1959, p. 153.
E n busca de la filosofía de Marx 413
2 MS, p. 213.
3 B. Croce, E tica e política, Bari, Laterza, 1945, pp. 195-196.
4 Platón, B anquete, en Diálogos, México, Porrúa, 1976, p. 372.
Revoluciones filosóficas de M arx y de Gramsci 423
10 Lenin, Obras com pletas, vol. 32, Buenos Aires, Cartago, 1960, p. 86.
En VUnitá de enero de 1926 había aparecido un extracto de este texto de
Lenin, precisamente el que concierne a la dialéctica y a las relaciones
entre lógica formal y lógica dialéctica, que Gramsci aplica a Bujarin.
11 Mao Tse-tung, Sobre la práctica, en Obras escogidas, t. I, Madrid,
Fundamentos, 1974, p. 318.
Revoluciones filosóficas de Marx y de Gramsci 427
Tesis 1
Tesis 2
Tesis 3
13 M S , p . 46.
V
Revoluciones filosóficas de Marx y de Gramsci 431
14 LC, p. 576.
15 Remito al artículo de Valentino Gerratana «Punti di riferim ento per
un edizione critica dei "Quaderni del carcere”», en G ram sci e la cultura
contem poránea, t. II, pp. 464-465 y a su introducción a la edición crítica
de los Q uaderni del carcere. Precisemos: entre 1929 y 1931, Gramsci llena
cuatro cuadernos de ejercicios lingüísticos y de traducciones. En particu
lar, traduce una antología en alemán de textos de Marx que incluía las
Tesis sobre Feuerbach, el M anifiesto, La sagrada Familia, Trabajo asala
riado y capital, La cuestión judía. Ello explica (en parte) el papel de
estos textos en su «retorno» a Marx. Notem os, además, que el cuader
no 10 contiene numerosas notas de E l capital, dirigidas contra la inter
pretación revisionista de la ley del valor realizada por Croce.
432 La refundación de la filosofía marxista
I. A P R O P O S I T O DE LA F IL O S O F IA DE LA PRAXIS
5 Ibid., p. 223.
6 MS, p. 171.
Praxis y prácticas 443
Labriola insiste claram ente: estos tres cam pos (política, his
toria, filosofía), no son m ás que uno en el esp íritu de Marx,
7 A. Labriola, Saggi sul m aterialism o storico, p. 224.
8 Ibid., p. 217.
444 La refundación de la filosofía marxista
en la política
en la economía
en el lenguaje
18 MS, p. 75.
19 Véase «Sémiologie de la langue», Sem iótica, 1-2, 1969. A diferencia
de las relaciones generativas o de homología estructural, la relación de
interpretación liga, a dos sistem as sem ióticos, siendo uno la base y el
otro el interpretante.
™ M S, p. 80.
21 Ibid., p. 106.
Praxis y prácticas 453
Cada vez que los intelectuales parecen «dirigir», la concepción del Es
tado en sí reaparece con todo el cortejo «reaccionario» que suele acom
pañarla (ibid.).
Con Hegel se comienza a pensar no según las castas y los «estados», sino
según el «Estado», cuya «aristocracia» son los intelectuales... Sin esta
«valorización» de los intelectuales realizada por Hegel, no es posible en
tender nada del idealismo moderno (históricam ente hablando) y sus raí
ces sociales n .
11 /, p. 64.
12 Acerca de los nexos entre esta función de los intelectuales y una
concepción mutilada de la dialéctica, véase MS, p. 220.
13 I, p. 64.
14 Hegel, Principios de la filo so fía del derecho, Buenos Aires, Sudame
ricana,, 1975, p. 350.
15 Ibid.
Aparato de hegemonía filosófico 469
19 MS, p. 31.
20 Esta relación entre hegemonía y pedagogía es central en la bús
queda gramsciana., y ha dado lugar a un estudio muy interesante, ya
citado, al cual remito: A. Broccoli, Antonio G ramsci e l’educazione com e
egemonia.
21 I, p. 16.
Aparato de hegemonía filosófico 471
Y agrega:
31
472 La refundación de la filosofía marxista
fuerte» para una dominación de clase (que busca otros medios para per
petuarse). Resta el hecho de que en la situación actual las ilusiones antes
analizadas son todavía un obstáculo para la toma de consciencia política
de una cuestión que parte del ser social de los intelectuales, pero que no
hace jamás abstracción de las ideologías propias de su práctica y de las
clases en lucha.
474 La refundación de la filosofía marxista
33 V é a s e a e s te r e s p e c to M S, p p . 204-205.
478 La refundación de la filosofía marxista
i
Aparato de hegemonía filosófico 483