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Este documento contiene extractos de varias obras literarias del siglo XV en España. Incluye poemas de amor cortés de autores como Guillermo de Aquitania y Dante Alighieri, así como poemas y coplas de autores españoles como Jorge Manrique, Marqués de Santillana, y Juan de Mena que tratan temas como el amor, la muerte y la fortuna. También incluye extractos de obras en prosa sobre caballería, biografías reales y relatos sobre engaños conyugales.
Este documento contiene extractos de varias obras literarias del siglo XV en España. Incluye poemas de amor cortés de autores como Guillermo de Aquitania y Dante Alighieri, así como poemas y coplas de autores españoles como Jorge Manrique, Marqués de Santillana, y Juan de Mena que tratan temas como el amor, la muerte y la fortuna. También incluye extractos de obras en prosa sobre caballería, biografías reales y relatos sobre engaños conyugales.
Este documento contiene extractos de varias obras literarias del siglo XV en España. Incluye poemas de amor cortés de autores como Guillermo de Aquitania y Dante Alighieri, así como poemas y coplas de autores españoles como Jorge Manrique, Marqués de Santillana, y Juan de Mena que tratan temas como el amor, la muerte y la fortuna. También incluye extractos de obras en prosa sobre caballería, biografías reales y relatos sobre engaños conyugales.
Debe humillársele toda alegría / y debe todo amor obedecer / a mi Señora, por su gentileza / y por su bella y dulce mirada. […] / Su sonrisa puede sanar al enfermo / y su cólera al sano matar, / por ella el sabio puede enloquecer / y el bello perder su belleza, / y el más cortés hacerse villano / y el más villano hacerse cortés. […] / Por ningún mensajero me dirijo a ella, / tano miedo tengo de que se enoje, / ni yo mismo –tal es mi temor a errar– / me atrevo a declararle mi amor. / Ella debe escoger lo mejor para mí, / pues sabe que es mi único remedio. 2. “Con otra mujer”, Dante Alighieri [Soneto] Otra ninguna mis pupilas llena; / y si las miro, no dudéis, Señora, / lo que disperso en otras enamora / vuestra beldad lo junta en gracia plena. / La vuestra duda no será condena, / ni razón contra mí torturadora, / por tanta gallardía seductora, / tan fija a vuestro ser va mi cadena, / que a cuanto no es lo vuestro, fenecidos, / sólo en vos mi pensar y mis sentidos / saben vivir su esclavitud gozosos. 3. “Señora, flor de azucena”, Cancionero de Baena, Alfonso Álvarez de Villasandino [Var. Villanc.] Señora, flor de azucena, / claro viso angelical, / vuestro amor me da gran pena. […] / Donaire, gracioso brío, / es todo vuestro atavío, / linda flor, deleite mío; / yo vos fui siempre leal / más que fue Paris a Elena. […] / Cuando vuestra imagen veo, / otro placer non deseo / sino sufrir bien o mal, / andando en vuestra cadena. / No me basta más mi seso, / pláceme ser vuestro preso; / señora, por ende beso / vuestras manos de cristal, / clara luna en mayo llena. 4. “Decir de las siete virtudes”, Cancionero de Baena, Francisco Imperial [Copl. Art. May. ABAB BCCB] Fuíme a una fuente por lavar la cara / en un prado que un rosal enflora, / y así andando vínome a esa hora / un grave sueño, maguer no dormía, / mas contemplando la mi fantasía / en lo que el alma dulce asabora. […] / La que tú miras como enamorado, / que tiene en la mano la espada / y con el peso lo pesa afinado, / aquella le llaman Justicia honrada […] / La del semblante no alegre ni triste, / que abre y cierra tan mansamente / el su castillo, según ver pudiste, / es la Templanza verdaderamente. […] 5. Coplas del Provincial [Cuartetas] A ti fraile bujarrón, / Álvaro Pérez Orozco, / ser de los de Faraón / por la nariz te conozco. / Y es tan grande que me asombra, / y a los diablos del infierno, / que hace en el verano sombra, / y rabos hace en invierno. […] Una nueva me ha venido, / que Doña Isabel Hurtado / encornuda a su marido / con Don Pedro su cuñado. 6. “Coplas de las calidades de las donas”, Cancionero de Estúñiga, Pere Torrellas [Noven.: Red. + Quint.] Quien bien amando persigue / dueñas, a sí se destruye, / que siguen a quien las huye / y huyen a quien las sigue; / no quieren por ser queridas / ni galardonan servicios / mas todas desconocidas, / por sola tema regidas / reparten su beneficios. […] / Son todas naturalmente / malignas y sospechosas, / mas secretas, mentirosas, / movibles como hoja al viento, / ponen lo ausente en olvido, / quieren contentar a ciento / y es el que es más contento / más cerca de aborrecido. 7. “Serranilla II”, Marqués de Santillana [Estrof. Trovad.: Red. + Tercer.] En toda la su montana / de Trasmoz a Veratón / no vi tan gentil serrana. […] / Traía saya apretada, / muy bien puesta en la cintura / a modo de Extremadura, / cinta y collera labrada. / Dije: “Dios te salve, hermana, / aunque vengas de Aragón, / de esta serás castellana”. / Respondióme: “Cavallero, / no penséis que me tenéis, / pues primero probaréis / este mi dardo pedrero; / pues después de esta semana / hago bodas con Antón, / vaquerizo de Morana”. 8. Infierno de los enamorados, Marqués de Santillana [Copl. Art. Men. abab bccb] Y dormí, pero con pena, / hasta en aquella sazón / que comienza Filomena / la triste lamentación / de Tereo y Pandión, / al tiempo que muestra el polo / la gentil cara de Apolo / y diürna inflamación. […] / Y por el siniestro lado / cada cual era herido / en el pecho, y horadado, / de gran golpe dolorido, / por el cual fuego encendido / salía que los quemaba: / presumid quien tal pasaba / si debiera ser nacido, […] / “digas que fui condenado/ por seguir de Amor sus vías, / y finalmente Macías / en España fui llamado”. 9. Laberinto de Fortuna, Juan de Mena [Copl. Juan Mena ABBA ACCA] Volviendo los ojos a do me mandaba, / vi más hacia dentro muy grandes tres ruedas: / las dos eran firmes, inmotas y quedas, / mas la de en medio voltar non cesaba. / Y vi que debajo de todas estaba, / caída por tierra, gente infinita, / que tenié en la frente cada cual escrita / el nombre y la suerte por donde pasaba. / Aünque la una que no se movía, / la gente que en ella había de ser / y la que debajo esperaba caer / con túrbido velo su mote cubría. / Yo que de aquesto muy poco sentía, / hice de mi duda cumplida palabra, / a mi guiadora rogando que abra / aquesta figura que no entendía. 10. “Diciendo qué cosa es amor”, Jorge Manrique [Copl. Real abaab cdccd] Es amor fuerza tan fuerte, / que fuerza toda razón; / una fuerza de tal suerte, / que todo seso convierte / en su fuerza y afición. […] / Es placer en que hay dolores, / dolores en que hay alegría, / un pesar en que hay dulzores, / un esfuerzo en que hay temores, / temor en que hay osadía; […] / fuerza que hacen los ojos / al seso y al corazón. 11. “Copla I”, Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique [Copl. Manr. 8a8b4c8a8b4c 8d8e4f8d8e4f] Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando; / cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, / da dolor; / cómo, a nuestro parecer, / cualquier tiempo pasado / fue mejor.
12. “Copla XIX”, Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique
Las dádivas desmedidas, / los edificios reales / llenos de oro, / las vajillas tan fabridas, / los enriques y reales / del tesoro, / los jaeces y caballos / de su gente, y atavíos / tan sobrados, / ¿dónde iremos a buscarlos? / ¿qué fueron sino rocío / de los prados? 13. “Copla XXV”, Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique “No se os haga tan amarga / la batalla temerosa / que esperáis, / pues otra vida más larga / de la fama glorïosa / acá dejáis. / Aunque esta vida de honor / tampoco no es eternal / ni verdadera; / mas, con todo, es muy mejor / que la otra temporal, / perecedera”. 14. Generaciones y semblanzas, Fernán Pérez de Guzmán Y volviendo a hablar de este rey don Juan, es de saber que fue alto de cuerpo y de fuertes miembros […], de buen gesto, blanco y rubio […]. Era hombre que hablaba cuerda y razonablemente […], sabía hablar y entender latín, leía muy bien, placíanle mucho libros e historias […], sabía del arte de la música, cantaba y tañía bien, y aun en el justar y juegos de cañas se había bien […]. De aquesta virtud fue así privado y menguado este rey, que teniendo todas las gracias susodichas, nunca una hora sola quiso entender ni trabajar en el regimiento del reino, aunque en su tiempo fueron en Castilla tantas revueltas y movimientos y daños y males y peligros cuantos no hubo en tiempo de reyes pasados por espacio de doscientos años. 15. El Victorial, Gutierre Díez de Games Los caballeros en la guerra […] pónense a todos los trabajos: tragan muchos miedos, pasan por muchos peligros, aventuran sus vidas a morir o vivir […]. Las cotas vestidas, cargados de hierro, los enemigos al ojo. Guarda allá. ¿Quién anda ahí? Armas, armas. Al primer sueño, rebatos; al alba, trompetas. Cabalgar, cabalgar […]. Y Pero Niño en aquel tiempo era famoso caballero […], ardido y muy arrojado, palenciano y muy cortés, tal que se hacía amar por las gentes. Todos hablaban bien de él en todas las partes donde él era conocido. Nunca se puede hallar de este caballero que por su culpa se revolviesen palabras ni ruidos en los palacios y casas donde él anduviese. 16. Proemio y carta, Marqués de Santillana ¿Y qué cosa es la poesía, que en el nuestro vulgar “gaya ciencia'” llamamos, sino un fingimiento de cosas útiles, cubiertas o veladas con muy hermosa cobertura, compuestas, distinguidas y escandidas por cierto cuento, peso y medida? Y ciertamente, muy virtuoso señor, yerran aquellos que pensar quieren o decir que solamente las tales cosas consistan y tiendan a cosas vanas y lascivas, que bien como los fructíferos huertos abundan y dan convenientes frutos para todos los tiempos del año, así los hombres bien nacidos y doctos, a quien estas ciencias de arriba son infusas, usan de aquellas y del tal ejercicio según las edades. 17. Libro de vita beata, Juan de Lucena Juan de Mena. ––Veo a muchos oscuramente nacidos que, por meterse en el ejército, se han hecho famosísimos, por lo que no puedo no creer que la vida caballeresca haga a los hombres felices. Los caballeros son los brazos del rey, defensa de la patria, ornamento de la república, espaldas de la justicia y sostén de la fe. Recorriendo el mundo ven regiones extranjeras, campos diversos y las distintas costumbres de las gentes, que es la cosa que más place a los hombres. De cualquier ciudad que conquistan, el botín es todo suyo, tienen el favor del rey, respeto de los señores, sueldo y tierras de su propiedad. El Marqués. —De gran ánimo te muestras, Juan de Mena mío, que las armas tanto exaltas. Traes amarillentas las carnes por las grandes vigilias tras el libro, pero no doloridas de dormir en el campo; la cara pálida de tanto estudiar, pero no rota ni recosida por heridas de lanza, por esto no es de maravillar que las alabes. 18. El Corbacho, Arcipreste de Talavera Otra mujer, teniendo a otro escondido detrás de la cortina, que no sabía cómo sacarlo afuera y el marido no salía de la habitación, ideó el siguiente engaño: se fue para la cocina y cogió un puchero nuevo, que ese día había comprado, y se lo llevó al marido y dijo: “¡Oh cuitada, como fui hoy engañada! Compré este puchero como si estuviera bien y resulta que tiene un agujero. Mira, marido”. Y se lo puso delante de la cara e hizo un guiño de ojo al otro para que saliese. Y mientras el marido miraba si tenía o no un agujero, salió el otro de la habitación. Y dijo el marido “¡Anda, cállate loca, que bien está, bien! Y luego dio la mujer una palmada en el puchero y dijo: “¡Bendito sea Dios, que creí que tenía un agujero!” Y así se fue el otro de la casa. 19. Embajada a Tamorlán, Ruy González de Clavijo Y este día hizo tan gran calor y viento recio y caliente, que fue gran maravilla, y el viento era tan caliente que parecía que salía del infierno, y este día se ahogó en él un halcón gerifalte. Y fuera de esta ciudad cuanto un trecho de ballesta, había dos torres tan altas como un hombre podía echar una piedra en alto, que eran hechas de lodo y cabezas de hombres […] de unas generaciones de gente que llamaban Tártaros Blancos. Y estos eran naturales de una tierra que es entre la Turquía y la Siria. Y cuando el Tamorlán […] halló en el camino esta generación de gentes, y pusiéronle batalla y venciólos, y tomó muchos de ellos presos, […] y de sus cabezas mandó el Señor hacer aquellas cuatro torres, y eran hechas un lecho de cabezas y otro de lodo. 20. Libro de las maravillas del mundo, Juan de Mandeville En Etiopía […] las gentes […] viven poco porque no tiene apetito de comer, y tienen comúnmente flujo de vientre, y así son de breve vida. En Etiopía hay muchas y diversas gentes […] que no tienen sino un pie así ancho, que ellos se hacen sombra con él a todo el cuerpo contra el sol cuando están echados. […] Y en Etiopía está el reino de Saba, donde fue uno de los reyes que vinieron a ofrecer a nuestro señor a Belén. […] De aquí fuimos a una provincia que se llama Etiopía Occidental, en la cual habitan una manera de hombres que tienen en medio de la frente cuatro ojos, y ven con cualquiera de ellos. 21. Amadís de Gaula, Garci Rodríguez de Montalvo Y estando allí entraron por la puerta del palacio dos doncellas, y traían en las manos muchas candelas encendidas, y pusieron de ellas a los cantos de la cámara donde Amadís yacía […], y una de las doncellas sacó un librito y comenzó a leer por él, y respondíale una voz algunas veces, y leyendo de esta guisa al cabo le respondieron muchas voces juntas dentro en la cámara, que parecían más de ciento. Entonces vieron cómo salía por el suelo de la cámara rodando un libro, como que viento lo llevase, y paró a los pies de la doncella, y ella lo tomó, y partiólo en cuatro partes, y fuelas a quemar en los cantos de la cámara donde las candelas ardían, y tornóse donde Amadís estaba, y tomándolo por la diestra mano le dijo: “Señor, levantaos, que mucho yacéis cuitado”. Amadís se levantó y dijo: “¡Santa María!, ¿qué fue esto, que por poco fuera muerto?” […] Y tornáronse ambas doncellas por donde vinieran sin más decir. Amadís preguntó por Arcaláus qué se hiciera y Grindalaya le contó cómo había sido encantado. 22. Cárcel de Amor, Diego de San Pedro Responde Leriano: La disposición en que estoy ya la ves, la privación de mi sentido ya la conoces, la turbación de mi lengua ya la notas, y por esto no te maravilles si en mi respuesta hubiere más lágrimas que concierto, las cuales, porque Laureola las saca del corazón, son dulce manjar de mi voluntad. […] ¿Qué haré yo, que para otra cosa no le tengo vivo sino para alabar su hermosura? Y por llamar bienaventurado mi fin, estas querrían que fuesen las postrimeras palabras de mi vida, porque son en su alabanza. ¿Qué mayor bien puede haber en mi mal que quererlo ella? […] Mejor me es a mí morir, pues de ello es servida, que vivir, si por ello ha de ser enojada. Lo que más sentiré cuando muera será saber que perecen los ojos que la vieron y el corazón que la contempló, lo cual, según quien ella es, va fuera de toda razón. 23. “El autor a un su amigo”, La Celestina, Fernando de Rojas Vi no solo ser dulce en su principal historia, […] sino que también de algunas sus particularidades salían […] avisos y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes y falsas mujeres hechiceras. Vi que no tenía su firma del autor, el cual, según algunos dicen, fue Juan de Mena […]. Asimismo, pensarían que no en quince días de unas vacaciones en acabarlo me detuviese, como es lo cierto […]. Y porque conozcáis dónde comienzan mis mal acabadas razones, acordé que todo lo del antiguo autor fuese sin división en un acto. 24. “Prólogo”, La Celestina, Fernando de Rojas No quiero maravillarme si esta presente obra ha sido instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en diferencias, dando cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad […]. Los impresores han dado sus puntadas, poniendo sumarios al principio de cada acto, narrando en breve lo que dentro contenía […]. Otros han litigado sobre el nombre, diciendo que no se había de llamar comedia, pues acababa en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor […] llamóla comedia. Yo, viendo estas discordias, […] llaméla tragicomedia […] y hallé que querían que se alargase en el proceso de su deleite de estos amantes, […] de manera que acordé, aunque contra mi voluntad, meter segunda vez la pluma en tan extraña labor. 25. “Llanto de Pleberio”, La Celestina, Fernando de Rojas ¡Oh duro corazón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada heredera? […] ¿Para quién adquirí honras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? […] ¡Oh Fortuna variable! […] ¿Por qué no destruiste mi patrimonio? ¿Por qué no quemaste mi morada? […] Dejárasme aquella florida planta; […] diérasme, Fortuna fluctuosa, triste la mocedad con vejez alegre, no pervirtieras la orden. […] ¡Oh amor, amor! […] Dulce nombre te dieron, amargos hechos haces. […] Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? […] ¿Qué me dirás de aquel Macías? […] ¿Qué hizo por ti Paris? ¿Qué Elena? ¿Qué hizo Clitemnestra? ¿Qué Egisto? […]. Pues a Safo, Ariadna, Leandro, ¿qué pago les diste? […] ¡Oh mi hija despedazada! […] ¿Por qué no hubiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? […] ¿Por qué me dejaste triste y solo in hac lachrymarum valle? 26. Auto de los Reyes Magos [Polimetría] Gaspar. ––Andemos tras la estrella, encontraremos el lugar. Melchor. ––¿Cómo podremos probar si es hombre mortal, / o si es rey de la tierra, o si celestial? Baltasar. ––¿Queréis bien saber cómo lo sabremos? / Oro, mirra e incienso a él ofreceremos / si fuera rey de la tierra, el oro querrá, / si fuera hombre mortal, la mirra tomará, / si rey celestial, estos dos dejará, / tomará el incienso que le pertenecerá. 27. Representación del Nacimiento de Nuestro Señor, Gómez Manrique [Copl. Castell. abba cddc] Lo que dice José, sospechando de Nuestra Señora. —¡Oh viejo desventurado, / negra dicha fue la mía / en casarme con María, / por quien fuese deshonrado! / Yo la veo bien preñada, / no sé de quïén ni cuánto / diz que d’Espíritu Santo, / mas yo de esto no sé nada. La oración que hace la Gloriosa. ––¡Mi solo Dios verdadero, / cuyo ser es inmovible, / a quien todo es posible, / fácil y bien hacedero! / Tú que sabes la pureza / de la mi virginidad / alumbra la ceguedad / de José y su simpleza. El Ángel a José. ––¡Oh viejo de muchos días; / en el seso, de muy pocos, / el principal de los locos! / ¿Tú no sabes que Isaías / dijo: “Virgen parirá”, / lo cual escribió por esta / doncella gentil, honesta, / cuya igual nunca será?”