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LILA CAIMARI

APENAS UN DELINCUENTE
QUE LA REVOLUCION LLEGUE A LAS CARCELES
pp. 249
Transformaciones en el sistema penitenciario nacional producidas por la reforma
peronista de 1946-1947, en el marco de su proyecto político y de cambios en la
sensibilidad pública.
pp. 250
“Nos hemos formado junto al recluso”
La reforma estuvo muy ligada al funcionario que la impulso: Roberto Pettinato, un
penitenciario de carrera, que se hizo de abajo.
Pettinato cumplía con el perfil de la mayoría de los funcionarios peronistas: un hombre
que tenía oficio y experiencia práctica en el área donde lo habían designado,
ponderando esta característica más que cualquier conocimiento “teórico” sobre el
problema que le toca resolver. De aquí se desprende el mote de “antiintelectual” de la
gestión de Pettinato.
pp. 251
Según Caimari, el acercamiento empírico al recluso era un angulo que iba a
contramano de las perspectivas “abstractas” o “idealistas” de la criminología y el
penalismo vigente hasta el momento.
Apertura, desburocratización, visibilización y humanización eran los principios con los
que Pettinato pretendía trabajar.
pp. 252
El gobierno estaba interesado en darle este perfil público y humano al sistema
penitenciario como parte de las políticas de justicia social con las que pretendía
promover una nueva moral y sensibilidad en la sociedad.
Pettinato tenía línea directa con el presidente y su esposa, lo que le valió de un gran
respaldo para impulsar su reforma.
pp. 253
La reforma apuntaba a integrar el mundo carcelario a la más abarcadora “revolución
justicialista” en curso, no solo desde las condiciones de vida de los presos, sino
también como parte del armado político.
pp. 254
El discurso público sobre el castigo también sufrió un cambio copernicano:
“…de estar históricamente centrado en los derechos de la sociedad, el
discurso sobre el castigo emitido desde el estado pasó a girar en torno a los
derechos del preso. Incluso la piedra fundamental del penitenciarismo —la
fe inconmovible en el poder transformador de la terapia de trabajo,
instrucción y disciplina aplicada en la prisión— fue reformulada como un
derecho del penado y no de la sociedad. La reconceptualización del castigo
en torno a esta nueva lógica explica que de la larga lista de reformas
carcelarias pospuestas, fueran solamente aquellas que respondían a la
empresa de “descubrimiento del preso” las que se beneficiaran de la
expeditividad oficial.”
Sin embargo, la reforma peronista se limitó a transformar el sistema carcelario ya
existente, en el sentido indicado por los principios enunciados más arriba, más que a
satisfacer necesidades materiales (edilicias más que nada) largamente reclamadas.
Esto se debía seguramente a que las primeras eran de cumplimiento mucho más
rápido y menos costosas que las segundas, lo que permitía mostrarlos al público y
capitalizarlas políticamente con mas celeridad.
pp. 255 a 257
Lista de transformaciones concretas:
1) Desagravios históricos a los penados – Cierre del penal de Ushuaia, supresión del
uniforme a rayas, indemnización por accidentes de trabajo en los talleres
carcelarios, eliminación de grilletes, y política de “cercanía con el recluso”. Se
diluye la línea que separaba a los presidiarios de los administradores, con un trato
más ameno y personal. El cierre del penal de Ushuaia tuvo una función simbólica:
marcaba el punto de quiebre con la etapa anterior, un antes y un después en
materia penal, y así fue publicitado. El mensaje del gobierno era que se acababa la
era en que el castigo consistía en segregar a los delincuentes del resto de la
sociedad. Ahora iban a ser integrados a la comunidad en su proceso de
“rehabilitación”. Garland, Durkheim, y el tema de la integración social.

pp. 258 y 259

La prisión familiar y deportiva

2) Reconstrucción de vínculos sociales – Trabajo de integración social a través del


deporte y el reencuentro familiar. Creación de infraestructura deportiva en las
cárceles y realización de eventos competitivos. En cuanto a lo familiar:

“Atribuyendo a la familia un papel crucial como agente integrador y


disciplinador, se procuró borrar la histórica contradicción entre segregación
impuesta e inserción requerida mediante una serie de medidas destinadas a
soldar el vínculo del penado con sus esposas e hijos “extramuros”. La
flexibilización del régimen de visitas para penados de buena conducta y la
creación de locutorios sin rejas, capaces de gen erar un “ambiente casi
familiar” fue un primer paso tomado en algunos establecimientos
importantes, como la Prisión Nacional.”
pp. 260
Introducción de la Casa de Visitas para las relaciones conyugales de los presos.
Hubo diferencias regionales en su implementación, con resultados dispares.
pp. 261
Introducción del Régimen Atenuado de Disciplina para los reclusos próximos a
cumplir su pena. Era una etapa de transición hacia la vida libre, donde se relajaba
el estado de encierro, se abría la posibilidad de escolarización, y se ampliaban las
actividades comunes y de esparcimiento entre los presos. Solo se aplicó en la
Penitenciaría Nacional.
pp. 262 a 265
El peronismo visto desde la celda
3) Estatus de los presos en el discurso público – Integración y responsabilidad social
del delito en el discurso peronista. Por encima de su condición de presidiarios los
reclusos eran argentinos, y debían ser tratados con la misma dignidad que
cualquier otro compatriota. En el pensamiento peronista, ciertos tipos de
ordenamientos sociales, como el imperante en la Década Infame, favorecen la
delincuencia. La propaganda oficial a través de diarios y revistas carcelarias fue
fundamental en este proceso de difusión del nuevo discurso. Caimari analiza
algunas impresiones de la recepción presos ante este novedoso panorama político-
social, concluyendo que fue en general positiva y esperanzadora para los
presidiarios.

pp. 265 y 266

4) Reorganización y jerarquización de la burocracia penitenciaria – Creación del


Servicio Penitenciario Nacional y la Escuela de Formación Profesional Penitenciaria.

“Esta institucionalización tardía de la formación del personal estuvo


acompañada de una jerarquización de la tarea del trabajador penitenciario
medio y bajo. Por un lado, guardias, celadores y personal administrativo de
las prisiones recibieron los generosos aumentos salariales que beneficiaron
a la clase trabajadora en general en los primeros años peronistas. También
gozaron del establecimiento de un escalafón que proporcionó seguridad
laboral y un marco legal para las promociones, así como una constelación
de beneficios materiales similares a los de trabajadores de otros gremios:
vacaciones pagas y organizadas, proveedurías especiales a precios
subsidiados y hospitales penitenciaríos.”
Caimari señala que todos los beneficios de esta reforma fueron percibidos por los
presos comunes, de clase trabajadora. Los disidentes y presos políticos tuvieron un
trato bastante distinto, casi al margen de la ley.
Volviendo a la reorganización del personal carcelario:
“Al felicitar a los egresados del cuerpo penitenciario, Perón lo hacía siempre
vinculándolos a la nueva prisión, en la que la noble tarea del guardián era
la de “tratar de convendrá los hombres malos en buenos por métodos de
bondad y no de rigidez y, menos aún, de presión violenta”.”
pp. 267 y 268
Para concluir, a pesar de varios puntos de ruptura, en otros aspectos la reforma
peronista continuo y consolido la agenda penitenciaria del periodo precedente.
“La crítica al quietismo del sistema carcelario nacional del pasado de
ninguna manera implicaba un cuestionamiento de las premisas del
penitenciarismo; el reconocimiento del derecho del estado a privar de la
libertad y a aprovechar dicho lapso para someter al penado a un régimen
coercitivo de disciplina, trabajo y educación permaneció intacto, en el
discurso y en la práctica. La reforma se dirigía entonces a las condiciones en
las que dicha terapia de rehabilitación se llevaría a cabo.”
En cuanto al clasismo presente en la administración de justicia, los dirigentes
peronistas estaban confiados que su proyecto político iba a ir eliminando las
desigualdades sociales a un nivel tal que los delitos (especialmente contra la
propiedad) simplemente iban a ir en descenso por si solos. El peronismo lo que hizo
fue cambiar el eje, la mirada sobre el sistema, poniéndose en el lugar del recluso en
vez de la sociedad agraviada por el mismo, para tratar de introducir mejoras que
“suavizaran” y “humanizaran” su estancia en la prisión en el mayor grado posible. Ni
más ni menos que eso. Esto fue así porque el peronismo reconoció en la población
carcelaria, como lo había hecho con los trabajadores “cabecitas negras”, a un conjunto
de compatriotas que había sido invisibilidad por el resto de la sociedad e ignorados por
el Estado.

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